Agnew Denise a - Corazon Justiciero 03 - Bajo Su Protección

8/18/2019 Agnew Denise a - Corazon Justiciero 03 - Bajo Su Protección

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El Club de las Excomulgadas

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A g n e w - B a j

o s u P r o t e c c i ó n - C o r a z ó n J u s t i c i e r o I I I

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GGr r a a cciia a ss!!!!!!


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Capítulo Uno

Nadie jamás le había dicho a Olivia Scott que ser ayudante en una biblioteca

era una ocupación peligrosa. Dejó escapar un pequeño grito mientras dos libros

enormes golpeaban el mostrador de la biblioteca, delante de ella. Escalofríos

corrieron por su espalda cuando vio una cara familiar.

—Hey, señorita Scott. —Sonrió el hombre, mientras su mirada se clavaba

en su tarjeta de identificación.

Su sonrisa prometía un encuentro agradable. Ella no creía en esa promesa.

Ojos verdes, rodeados de escasas pestañas rubias, sostenían un encanto

zalamero. Él se veía tan amable como uno de sus profesores de la escuela allá en

Inglaterra. Con la expresión en blanco un minuto, y servil al siguiente. A pesar de

que se veía como alguien de veinte y algo de edad, había algo de agotamiento en su

actitud.

—Sr. Cohen. Qué bueno es verlo hoy. ¿No estuvo aquí ayer?

Y el día anterior. Y el día antes de ese. Cinco días seguidos.

—Estuve. —Él le hizo un guiño—. Encontré otros dos libros que necesito

para lograr mi meta. Es interesante que haya tantos libros acerca de la aplicación de

las leyes en la biblioteca —su expresión se tornó petulante, casi como de

indignación, un hombre infeliz debido a lo que había descubierto—. ¿Por qué cree

que sea eso? Procedimientos y pruebas policiales, cómo estudiar para ser un oficial

de la ley. Un poco exagerado, ¿no cree?

¿Era una pregunta con trampa?

Ella se lamió sus labios resecos, deseando no haber olvidado su botella de

agua en la parte trasera de la oficina. Le vendría muy bien un sorbo bien frío para

mojar su garganta reseca.


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Ella se encogió de hombros. — ¿Tal vez fueron donados por policías que

decidieron que no los necesitaban más?

— ¿O por tipos que no pasaron la prueba y dejaron de intentarlo? — la voz

del Sr. Cohen no sostenía ninguna inflexión.

Ella parpadeó, confundida por su línea de conversación. Su rostro delgado,

pálido como un cadáver, le recordaba a un hombre que había permanecido lejos del

sol a causa de una larga enfermedad.

O a un vampiro.

Ella parpadeó. Octubre era el mes de Halloween y sólo estaban a principios

de Septiembre.

—Posiblemente. —Sonrió ella, pero él no le regresó la sonrisa.

—Es una maldita lástima.

Su voz tenía un lado sibilante, un siseo que surgía cuando hablaba

demasiado rápido, como a veces lo hacía. En cinco días había hablado con ella

muchas veces, y en cada una se había sentido incómoda. Hoy, él estaba usando un

ridículo traje azul marino, un poco grande en los hombros y con mangas

demasiado largas. Sin una corbata, el traje y la camisa blanca de cuello estaban

desarreglados.

Así que él es un poco excéntrico. Tú has sido acusada de eso antes . Ella calmó su

mente sospechosa.

— ¿Quería revisar estos, también? — preguntó ella.

—Sí, creo que me ayudarán con mis planes a futuro. —Él pasó una mano

por su pelo… lo que quedaba de él. Sus cabellos grasientos, largos hasta el cuello


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parecían ser de un indeterminado rubio opaco. Su cabello empezaba a partir de

grandes entradas en su amplia frente.

—Por supuesto. ¿Usted dijo que está por tomar la prueba para Sheriff del

Departamento del Condado del Torro, verdad?

Él se inclinó sobre el mostrador, demasiado cerca para su comodidad.

Ella retrocedió un paso.

—Me imagino que si tomo la prueba esta vez, tendrán que aceptarme. No

soy demasiado viejo. Tengo sólo veinticinco. —Alto, hombros anchos, caderas

delgadas, nadie podía negar que estaba en buena forma.

—Por supuesto que pasará. Buena suerte con eso. —Ella intentó alcanzar los

libros.

Una palma cayó con un golpe en la parte superior de los libros, y ella saltó.

—No toque estos todavía.

Un cosquilleo le susurró en la parte de atrás de su cuello, una advertencia

que ella consideró ignorar, pero no lo haría. Algo no encajaba con este tipo. Ella

había sospechado que la mente de Cohen no estaba funcionando de manera

correcta desde la primera vez que él había registrado unos libros para llevárselos.

Esta vez él no sonrió, y el sudor se acumuló sobre su labio superior. Qué

extraño.

La voz de Cohen se suavizó amenazadoramente. —No va a tocar esos.

Está bromeando, ¿verdad ?

Una vez más, él se inclinó y capturó su mirada. —No vas a tocar estos.

— ¿No desea registrarlos para llevárselos?


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Él se inclinó sobre el mostrador, y la mirada de Olivia se lanzó alrededor de

la pequeña biblioteca.

Una anciana había desaparecido en la sala trasera para utilizar los

ordenadores de Internet. Otras dos personas se habían dirigido a las estanterías de

los libros más temprano y no habían salido. Ahora que lo pensaba, una de ellas era

un robusto y alto hombre joven que ella había notado antes. Sus amigas en

Inglaterra habrían babeado sobre el hermoso americano. ¿A quién estás engañando,

Olivia? Tú estabas babeando por él . Sería difícil no hacerlo. Él tenía toda la mezcla

genética americana garantizada. Esa quintaesencia Americana de no tener respeto

por las reglas, que sus amigas en secreto se morían por conocer, a pesar de que

probablemente hablarían abiertamente de su aversión a su significativa testosterona

y su falta de refinamiento.

Un suéter negro había estado extendido sobre sus hombros anchos y sus

musculosos brazos. Jeans gastados se curvaban sobre su cuerpo íntimamente, pero

no demasiados apretados, y usaba zapatos de atleta.

El pelo de color chocolate y reflejos rojos que se agitaban en su cabeza, pero

no tenía un corte militar.

Tal vez si Cohen supiera que había otro hombre fuerte en la biblioteca no

tendría ideas extrañas.

Ella asintió al señor Cohen. —Lo que prefiera.

—No creo que sepa lo que deseo, señorita Scott. —Él bajó la voz, de forma

cómplice—. Nadie lo hace. Eso es parte del problema.

De acueeeerdo.

Él se lamió los labios, un hábito repetitivo y nervioso que ella había notado

todos los días desde que había comenzado a aparecer por allí. Ahora era viernes por

la noche.


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Todo lo que quiero es alquilar una película de miedo, meter mi pizza congelada en el

microondas, servirme un vaso de sangría, y disfrutar de la noche. No era una quejosa, pero

ella realmente, realmente, quería quejarse esta noche.

Sólo haz que esto termine. Haz que se vaya de aquí.

—Creo que debería darme lo que necesito, señorita Scott. Es una mujer

agradable. Creo que es bonita, también.

— ¿Yo? —la palabra salió de ella de forma automática.

Nadie la había llamado bonita jamás . Patético, realmente, que el primer

hombre que lo hubiera dicho resultara estar medio zafado.

—Usted es inglesa, ¿verdad? —preguntó él.

Ella sonrió, pero no por diversión. La gente parecía preguntárselo veinte

veces al día, aquí en un pequeño pueblo de Colorado. Ella esperaba que se lo

preguntaran aún entonces, a pesar de que lo encontraba terriblemente obvio

también. —Sí.

Su mirada fría se disparó desde su pelo enrollado en un moño, hacia el

escote de su conservadora blusa blanca y traje azul marino. —Es modesta. No una

puta como la mayoría de las otras mujeres en Gold Rush.

Estupefacta, no pudo hablar. Como nunca había sido buena con las

contestaciones rápidas, su frustración llegó a su punto. No solamente le ponía los

pelos de punta, sino que encima él no debía estar tomando su medicina. Ella elevó

su muñeca izquierda la cual portaba el reloj antiguo de su abuela. Los cabujones1

de piedra lunar se sentían suaves y la filigrana de plata se sentía dura, pero sólida

bajo sus dedos. El tiempo pareció suspenderse, o así lo pensó ella, mientras la

antigua biblioteca Victoriana quedaba en silencio. Como si observara su

intercambio con el interés de un sabio y no emitiera comentario alguno.

1 Cabujones: Piedra preciosa pulimentada y no tallada, de forma convexa.


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Por favor, alguien. El hombre joven y fuerte o alguien, sólo vengan aquí y asusten a

este tipo para que se aleje.

— ¿Qué sucede, señorita Scott?

—Sr. Cohen, si no le importa, necesito terminar algo de papeleo antes de

cerrar en media hora.

Cohen saltó. Saltó sobre el escritorio como un gimnasta saltando sobre un

caballo, y portando un arma, directamente sobre ella.

Ella ahogó un grito y cayó hacia atrás. Su tacón se atascó en el borde de un

corredor plástico, y ella se cayó.

Cohen tiró de ella hacia él, con un arma saliendo de la nada y apuntándole

debajo de su mandíbula. Sus dedos se clavaron en su hombro mientras la

balanceaba en contra de él.

—¡Alto! ¿Qué está haciendo? —Ella se retorció contra su control, con el

miedo disparándose a través de su cuerpo.

—No digas una palabra más. No sabes el significado de buen servicio al

cliente, ¿verdad? —él gruñó la pregunta.

El corazón de Olivia se estrelló en su pecho con tanta fuerza que casi no

podía respirar. Su pulso corrió por sus venas. El metal frío le toco en la mandíbula,

el brazo de él apretándose dolorosamente en su hombro. Un millón de

arrepentimientos corrieron por su mente.

Nunca me compré un perro, como dije que haría.

Nunca tomé clases de pintura como dije que haría.

Nunca...


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Nunca experimenté una relación cálida y amorosa con un hombre que se preocupara

por mí. Nunca tuve un hijo propio.

Las lágrimas picaron en sus ojos, la ira corriendo turbulenta en su intestino

con una náusea repugnante. Maldita sea, esto no era justo. No lo era.

Un ángel oscuro salió desde donde estaban las estanterías de los libros. El

hombre al que ella le había estado dando miradas lascivas hacía qué… ¿una hora?

— ¿Quién diablos es usted? —dijo Cohen al otro hombre, empujando la

parte inferior de su mandíbula con el arma.

Ella murmuró. —Por favor, señor Cohen…

—¡Cállate! — Cohen apretó su agarre, transfiriendo su brazo a su cintura.

Ella aspiró una bocanada de aire con dolor mientras el agarre de Cohen se

tensaba.

El hombre del suéter oscuro se detuvo a una buena distancia. Levantó las

manos como si le hubieran dicho que lo hiciera.

Sonrió como si Cohen hubiera sido su viejo amigo. — ¿Mark Cohen? Hey,

hombre, ¿eres tú?

Ronca y con una riqueza que latía por debajo, su voz inspiraba tranquilidad

y confianza en Olivia. Sus latidos frenéticos se hicieron más lentos, y pudo tomar

una respiración profunda.

Tal vez había una luz al final de ese túnel oscuro y horrible.

—Mark —dijo el hombre de nuevo— amigo, no me digas que no me

reconoces.


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La incredulidad mantuvo a Olivia tan inmóvil como el miedo. ¿Estaba ese

otro tipo tan loco como Cohen?

La respiración de Cohen se aceleró. Ella podía sentir su pecho subir y bajar,

su palma aplastándose en su cintura. Un temblor la recorrió. Ella estuvo a punto de

arrugar la nariz mientras el olor de su cuerpo se quedaba atrapado en sus nerviosos

sentidos.

El agarre de Cohen se aflojó. — ¿Te conozco?

El misterioso hombre asintió, su expresión era cautelosa. —Soy Trey

MacGilvary. Te presentaste conmigo en el Departamento de Policía la semana

pasada. ¿Recuerdas? Te recuerdo del año pasado, también. Cuando aplicaste para

entrar a la academia de policía.

El abrazo de Cohen se aflojó un poco más. —Estuviste... eh... estuviste

conmigo también en la escuela secundaria —. Cohen sonaba más tranquilo.

—Es cierto. —Trey bajó lentamente las manos, como si temiera lo que

sucedería si no lo hiciera.

—Estabas en el equipo de fútbol.

—En el equipo de atletismo.

—Yo también.

Mientras Cohen hinchaba el pecho, Olivia se dio cuenta de que Cohen era

más grande que Trey, más voluminoso.

No era bueno. Aterrador. Después de todo, Trey era varios centímetros más

alto que Olivia, con una constitución poderosa.


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Trey avanzó hacia adelante mientras otra sonrisa, tan encantadora como la

de Cohen no había sido jamás, brotaba en su cara. —Eras mejor en las carreras de

resistencia que yo.

Un horrible pensamiento pasó por su cabeza. ¿Qué pasa si esos dos no eran

de las bombillas más brillantes de la caja? ¿Qué tal si ellos estaban representando

una broma atroz?

Eso no tenía sentido. Si este Trey MacGilvary era un oficial de la aplicación

de la ley, él no haría tal cosa. ¿O sí?

— ¿Qué es esto, la semana para recordar experiencias de la niñez? —las

palabras salieron de ella sin pensar, y jadeó cuando Cohen apuntó la pistola a su

sien.

Brillante, Olivia. Sólo mantén la boca cerrada.

—Espera, espera. —Trey levantó sus manos de nuevo—.Tranquilo, Mark.

La señorita no te ha hecho nada. ¿Por qué tienes una pistola en su cabeza? Es horade dejarla ir.

Mientras Trey se acercaba a ellos con paso lento y cauteloso, ella notó sus

penetrantes ojos marrones como el whisky. Por un segundo sus ojos se clavaron en

los de él, y vio un mensaje allí. Una sólida solicitud de cooperación. Confía en mí.

¿Podría hacerlo?

—Mark, es hora de dejarla ir —dijo Trey de nuevo.

Olivia se dio cuenta que Trey había avanzado bastante hacia adelante

mientras hablaba, tanto que ahora estaba parado contra el mostrador. Él dejó caer

las manos una vez más.

La respiración de Cohen se volvió cada vez más agitada, como si hubiera

completado una maratón. —Ella no entiende lo difícil que es.


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—Ninguno de nosotros lo hacemos. —La mirada de Trey volvió

bruscamente hacia Olivia de nuevo—. Pero ella no quiso decir nada con eso, Mark.

Ella no quiso hacer ningún daño. Déjala ir y tú y yo podemos hablar de esto.

La presencia de Trey, por extraño que pareciera, le daba a ella un feroz

sentido de protección, como si pudiera confiar en él con su vida. Él no permitiría

que nada malo le sucediera. Ella no sabía cómo lo sabía, pero la certeza creció en

su interior hasta que casi se relajó en el agarre de Cohen.

—No. —Cohen movió el arma hacia abajo, trazando su hombro derecho, y

luego rozando la misma sobre el amplio cuello con la punta del cañón—. No locreo. Esta ciudad tuvo su oportunidad. Gold Rush tuvo su oportunidad y el

Condado de El Torro no aprovechó mis habilidades. De hecho —la voz de Cohen

se volvió espesa— no me trataron de manera justa. En El Torro dijeron que no pasé

las pruebas... ninguna de ellas.

Olivia lo comprendía ahora. Cohen estaba resentido contra el Departamento

del Sheriff. Aunque sabía que algo más lo motivaba. Algo insidioso y orgánico.

—Lo entiendo. Te sientes menospreciado. Pero ¿por qué quieres involucrar

a la señorita Scott en todo esto? Ella no te hizo daño. —Trey se movió alrededor

del lado del mostrador, caminando y hablando, con su voz casi calmante—. Es un

inocente. Si quieres ser una persona que aplica la ley tienes que proteger a los

inocentes.

El brazo de Cohen dejó su cintura mientras su mano se deslizaba, caliente y

pesada a la parte superior de su espalda. Su arma permaneció bajo su mandíbula.

—¡No te metas conmigo!

Ella dio un salto, con el corazón golpeando violentamente en su pecho.

—Tranquilo. —Trey continuó moviéndose hasta que el mostrador dejó de

ser un obstáculo. Ahora estaba dentro de la pequeña apertura de la puerta de

vaivén—. ¿Qué te parece si tú y yo continuamos con esto afuera, de hombre a


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hombre? Incluso puedes apuntar tu arma hacia mí todo el tiempo. No hay

necesidad de asustar más a la señorita Scott.

Sí, por favor. Por favor, muerde la carnada.

Ella inhaló y exhaló profundamente por la nariz y luchó por mantenerse

calmada. Trey bordeó la puerta giratoria. Se acercaba, estaba mucho más cerca.

¿Qué haría? ¿Qué podría hacer?

—Está bien, Mark. —Trey asintió, su voz tranquila y convincente.

—¡No lo creo! —Cohen la empujó hacia la izquierda.

Ella sacudió los brazos frenéticamente, tratando de no perder el equilibrio.

Se tropezó, cayó hacia adelante en una silla giratoria, y se fue de cabeza hacia el

mostrador. Chilló, estirando sus manos para amortiguar la caída. Sus brazos

mitigaron algo del impacto, pero su frente golpeó el borde del mostrador con un

impresionante porrazo que confundió su visión y su cabeza dolió como el infierno.

Gritó.

Se cayó sobre su trasero y se llevó una mano hacia su palpitante frente.

La batalla se produjo a continuación entre los hombres, y la ferocidad de

ella, los rápidos y cortantes movimientos le quitaron el aliento.

Trey se movía tan rápido que ella juraba que se había vuelto borroso.

Gruñidos, gritos de Cohen, el paf y zas de carne encontrándose contra carne

asaltaron sus oídos.

Antes de que pudiera hacer algo más que parpadear, Trey estaba

sosteniendo el arma de Cohen y Cohen estaba de espaldas inconsciente.

Trey agarró un teléfono celular de su cinturón y marcó al mismo tiempo en

que se agachaba sobre una de sus rodillas a su lado.


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Con los ojos serios y llenos de verdadera preocupación, el hombre con la

velocidad del rayo le enmarcó un lado de la cabeza. — ¿Estás bien?

Ella bajó su mano de su frente. —Lo estoy ahora.

Él la miró, examinándola y evaluándola. — ¿Qué está mal? Hiciste una

mueca.

—Me golpeé la cabeza cuando me caí.

—Maldita sea.

Su mirada fue de Trey hacia Cohen. — ¿Qué... le...?

—Estará inconsciente por un tiempo.

Él le explicó la situación al 911, pidió una ambulancia, luego cortó la

conversación y devolvió el teléfono celular a su cinturón.

—No necesito una ambulancia —dijo Olivia.

La hermosa sonrisa de Trey llegó de forma inesperada, e hizo que los latidos

de su corazón se aceleraran.

—Tal vez tú no. Pero tal vez él sí.

Ella sonrió con tristeza en respuesta.

— ¿Puedes levantarte? —Trey la ayudó a levantarse, sus manos fuertes y

seguras.

Ella le permitió llevarla a una silla cercana, sus manos sosteniéndola por los

codos.

Él le apartó el pelo de la frente, su toque era increíblemente suave. —Sí,

tendrás un buen moretón aquí. Es mejor que dejes que la ambulancia te ingrese

cuando lleguen aquí. No puedes arriesgarte teniendo una herida en la cabeza.


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Ella miró a Cohen, todavía tendido inmóvil en el suelo. —No iré a ninguna

parte en el mismo vehículo con él.

A esas alturas los usuarios de la biblioteca habían llegado a la parte frontal,

sus ojos muy abiertos y las caras pálidas. Se hacían preguntas, y murmuraban con

horror acerca de lo que había ocurrido.

Olivia se estremeció mientras un dolor sordo palpitaba en su frente. Estaba

muy contenta de estar fuera de las garras de Cohen y seguir viva.

Trey se mantuvo sobre Cohen y permaneció vigilándolo. Cuando los

clientes trataron de irse, Trey sacó su identificación y les enseñó su placa. —

Quédense aquí. Estoy fuera de servicio, pero la policía de la ciudad estará aquí para

interrogarlos.

—Yo no vi nada —dijo un hombre.

La expresión de Trey se endureció con impaciencia. —No importa.

Siéntense allí.

Quejándose, el hombre se acomodó en un sofá cercano.

Al poco tiempo las sirenas sonaron a través de la noche. A diferencia de esos

pocos momentos en que Cohen la había mantenido como su rehén en que el tiempo

había parecido ir muy lento, ahora las cosas parecían volar hacia ella rápidamente.

La ambulancia llegó y también lo hicieron los policías de la ciudad. En poco

tiempo había sido interrogada veinte veces por las autoridades y revisada por losparamédicos hasta que no pudo esperar más para poder olvidar esa noche, correr a

casa y meterse en la cama. De vez en cuando, notaba a Trey MacGilvary en la

parte de atrás, y su sólida presencia le daba consuelo. No es que quisiera consuelo.

No, ella prefería ahogar su tristeza en una película de su colección de DVD, o

meterse bajo las mantas con un buen libro. Cualquier cosa para pretender que esa

noche no había ocurrido.


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Pero nop. Trey se mantuvo allí, los policías se mantuvieron allí, y los

paramédicos la declararon sana.

Ella sintió la primer certeza de que podría escaparse de esa situación sin…

Demasiado tarde.

Se había olvidado de llamar a la bibliotecaria encargada Cynthia Horvath,

pero la policía lo había hecho. Con su metro ochenta y dos de altura en una amplia

constitución, e indiscutible energía, una rubia mujer entró por la puerta frontal y fue

directamente hacia Olivia. Su jefa, con sus ojos azules brillando de indignación, se

movía como un ángel vengador listo para extraer una respuesta o algo más.

—¡Olivia! —Cyn fluyó a través de la sala usando un vestido de patrones

múltiples de color amarillo girasol y verde oliva que terminaba justo por encima de

sus rodillas.

Cuidado, aquí vienen los años setenta.

*****

El hombre observó desde su coche en la calle cerca de la biblioteca,

esperando que la policía saliera del edificio. Los últimos quince minutos habían

erosionado su fortaleza mientras policías y paramédicos invadían la zona. Contento

por haber decidido estacionarse a lo largo de la calle en lugar de en el

estacionamiento, vio la danza de las luces de los vehículos de emergencia casi con

un trance hipnótico.

Se frotó las manos, tanto para calentar sus dedos, como por la anticipación

de completar su objetivo.

Completar el objetivo. ¿A quién estoy engañando? Este es el pastel. La cereza del

mismo vendrá mucho más adelante.

Saboreó la espera, la planificación, y supo que con cada día que pasara yllevara ese proceso lentamente, éste se traduciría en una ejecución impecable.


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En una ejecución, de hecho.

La noche había descendido hacía mucho tiempo, trayendo consigo

temperaturas más frescas. No podía culpar al frío. Anhelaba que llegara Octubre.

Octubre tenía una manera de meterse debajo de su piel, de hacer salir afuera lo

morboso de la humanidad. Sonrió. Sin duda, en él lo haría.

Había seguido al policía durante un par de días mientras su valor cobraba

fuerza. Sin embargo, la coordinación no se sentía del todo correcta. Nop.

Necesitaba más tiempo. Necesitaba el momento adecuado. Necesitaba la furia que

corría en su familia para engullirlo mientras…

No. No pienses en eso. Esa dirección te lleva a un odio explosivo y sin control.

Y lo que necesitaba ahora era control.

Cuando un oficial de patrulla se acercó a su coche, su respiración se aceleró,

y él bajó la ventanilla, asintió y sonrió.

— ¿Qué está pasando oficial? —le preguntó con preocupación fingida.

—Una situación en la biblioteca. —El policía achicó los ojos hacia él—.

¿Está esperando a alguien que está en la biblioteca?

Piensa rápido.

—No. Estaba a punto de entrar cuando vi las luces y escuché las sirenas.

La expresión del policía se suavizó. —No sabemos cuánto tiempo tomará

procesar todo. La biblioteca no volverá a abrirse hasta algún momento de mañana

como muy pronto.

—Maldita sea. —Mantuvo su declaración suave, con la esperanza de que

sus ojos reflejaran pura inocencia. Él asintió y sonrió—. Está bien. Me iré entonces.

El policía le regresó el asentimiento y una sonrisa. —Que tenga una buena

noche, señor.


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Capítulo Dos

Qué ratón inglés. Sin embargo, una interesante criaturita de todos modos.

Trey mantuvo una cara seria, las manos en sus caderas, y observó a Olivia

Scott enderezar la columna contra el ataque que se aproximaba. A medida que la

gran mujer caminaba a paso firme hacia ellos, Trey se acercó a la joven

bibliotecaria. Olivia había captado la atención de Trey mínimamente las pocas

veces que había entrado en la biblioteca durante los últimos meses. No podía

recordar verla más de una vez o dos hasta esa noche.

Con esa apariencia conservadoramente estereotipada, ella no era la clase de

mujer que encontraría atractiva.

Mirándola ahora, pensó que tal vez había cometido un grave error.

Oh, vamos, MacGilvary. Ella no es tu tipo y este no es el momento.

Ella tenía esa cosa que tenían las mujeres inglesas que las hacía verseligeramente mojigatas, y secas como una corteza.

Sí, pero ese acento Inglés, tan superior, tan claro como un cristal y tan bonito...

La tempestuosa mujer mayor rubia comenzó con: —Más vale que haya una

buena explicación para esta conmoción en mi biblioteca.

La presión arterial de Trey se elevó. ¿Su biblioteca? ¿Quién demonios era

ella? ¿Una benefactora?

Trey quiso llevarse a Olivia fuera de ahí, a un lugar seguro, pero se contuvo.

El pelo color marrón oscuro de ella le recordaba al chocolate con leche, pero

brillante y rico, y se enrollaba en su cabeza en un moño. Su traje de tweed2 marrón

con cuello blanco se veía como de dos décadas atrás y parecía demasiado viejo para

2 Tweed: una tela de lana, áspera al tacto, normalmente en una mezcla de colores moteados,producido originalmente en Escocia.


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ella y tal vez demasiado grande. Ella no podía medir más de 1,68 de altura, tal vez,

tenía muñecas delicadas y manos de huesos finos y uñas cortas sin pintar. Lo que lo

tenía atrapado eran sus ojos grandes y expresivos de color café, su nariz pequeña y

su cara con forma de corazón. Ella poseía las características de una muñeca de

porcelana que le hacía recordar las fotografías Victorianas y un aspecto anticuado

que gritaba que no la tocaran. A pesar de su apariencia completamente cubierta,

una brillante sombra oscura realzaba sus ojos. ¿Era esa una pizca de desafío en lo

que sería una implecable fachada?

Era una bibliotecaria mestiza si es que alguna vez había habido una.

Ajá.

Una piel tintada de rosado pálido se añadía a su impresión de la fragilidad.

El sonrojo aumentó en sus mejillas mientras la vieja y llamativa mujer se detenía

frente a ella y colocaba las manos en sus anchas caderas.

—Todo está bien ahora. Hubo un incidente —dijo Olivia antes de que la

otra mujer pudiera hablar de nuevo—. Siento no haberte llamado antes.

La larga barbilla de la mujer se balanceó yendo y viniendo de un lado a otro

mientras recorría la zona. —Esto es un desastre. Una silla rota, el mostrador lleno

de… —su mirada se lanzó como loca alrededor de la habitación— basura.

Sinceramente, esto tiene que limpiarse —las manos regordetas de la mujer hicieron

un gesto de disgusto—. Explícame una vez más lo que pasó aquí —. Ella le echó un

vistazo a Trey—. ¿Y tú quién eres?

A Trey le gustaban las mujeres. Mucho. Incluso las mujeres mandonas y

exigentes tenían su respeto. Hasta cierto punto. Esa señora estaba presionando

demasiado.

Él extendió la mano y le dio su mejor sonrisa. —Trey MacGilvary, del

Departamento del Sheriff del Condado de El Torro —. Él asintió hacia Olivia—.

Estaba en la biblioteca cuando el señor Cohen tomó como rehén a la señorita Scott.


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—Cynthia Horvath, directora de la biblioteca. —La mujer estrechó su mano

con un apretón de hierro.

— ¿Cómo diablos pudo haber sucedido esto? —La voz de la mujer mayor

subió su volumen y tomó un tono de asombro. Miró a Olivia—. ¿Fuiste tomada

como rehén? La policía dijo que había habido un alboroto, pero yo no tenía ni

idea…

Su voz se suavizó, pero su rostro no. Hombre, oh, hombre. ¿No podía ser

tan fría o sí?

—La señorita Scott fue abordada por Mark Cohen —dijo Trey—. Cohen ha

estado tratando de entrar en el cuerpo policial, así como al Departamento del

Sheriff, pero su perfil psicológico señaló que tenía problemas. Lo enviamos a que

hiciera terapia, pero aún ha estado tratando de meterse en el cumplimiento de la

ley.

A pesar de que le había hablado a ambas mujeres, él se dirigió mayormente

a la directora de la biblioteca. No le gustaba cómo continuaba observando a laseñorita Scott, como si hubiera cometido un delito.

—El Sr. MacGilvary vino en mi rescate —dijo la señorita Scott, con un tono

de voz suave, pero lleno de determinación.

Su dulce voz envió vibraciones suaves a través del interior de Trey,

revolviendo extrañas necesidades. Su emocionada mirada marrón descendió hacia

el suelo bajo la mirada imperial de Cyn. Trey creyó ver dolor físico en los ojos de la

señorita Scott, y eso le preocupó.

—Ya veo. —Cyn asintió—. Bueno, siento que haya sido arrastrado en esto,

Sr. MacGilvary. ¿O es Oficial?

—Llámeme Trey. No estoy de servicio en estos momentos.


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La Srita. Scott comenzó a abrir la boca, pero Cynthia gruñó y se alejó en

busca de daños. Asaltó a un oficial de la ciudad con más preguntas.

Los labios de la joven bibliotecaria se apretaron y él vio cierta ira cruzar por

su rostro.

La curiosidad invadió su sentido común. — ¿Hay alguien a quien tengamos

que avisar para que venga por ti? ¿Un esposo o un novio?

Su mirada fue rápidamente a la de él, pero luego se clavó en la lejanía. —

No.

Clara y sencilla. A él le gustaba eso en una mujer, aunque presentía que la

pequeña señorita Ratón Inglesa tenía profundidades escondidas. Lástima que no

quisiera tomarse el tiempo para explorarlas. Nop, ella no era su tipo.

Ella se puso de pie. Su mirada enredándose en sus labios carnosos mientras

ella hablaba. —Será mejor que limpie este lío.

Trey la sujetó de la parte de arriba de su brazo. —Tranquila—. Le sonrió de

la misma manera en que le había sonreído a Cyn—. Creo que has tenido bastante

por esta noche. Te llevaré a casa. La policía tiene tu declaración, y no puedes

trabajar más esta noche. Esta es una escena del crimen por el momento.

Estando tan cerca de ella, él captó su perfume, un aroma picante pero

sensual que agitó su libido. Su pene se puso medio duro. Santa mierda, MacGilvary.

Increíble. Deja de actuar como un maldito perro en celo.

—Tengo mi propio coche. —La Srita. Scott no tiró de su agarre, pero su

mirada le observaba desconfiada.

— ¿Segura que estás bien como para conducir?

Esos labios carnosos se apretaron de nuevo. —Por supuesto.

Él asintió. —Yo te seguiré.


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Su columna se puso rígida. —Eso no será necesario.

—Sígueme la corriente. Me sentiré mejor.

Sus cejas se levantaron, y él pensó por un momento que ella podría sonreír.

Nop. No tuvo tal suerte. Su mirada se endureció, la sospecha elevando sus cejas

arqueadas de forma cínica.

— ¿Tú te sentirás mejor?

—Sí. —Él se inclinó un poco, desplazándose dentro de su espacio íntimo,

con sus dedos todavía rodeando su bíceps—. No me gusta ver a las mujeres

maltratadas. Me saca de quicio. Me calmará verte entrar en tu casa.

Un rubor floreció sobre sus mejillas, y su mirada cayó hacia su boca por un

momento antes de viajar de vuelta a sus ojos. Él sintió otro tirón en su interior.

Whoa. ¿Habrá sido interés eso que vio en sus ojos? ¿Tal vez la Señorita Superior

Malhumorada no era tan mojigata como él pensaba?

Su boca se abrió con un pequeño oh de sorpresa, pero le tomó un momento

hablar. —Muy bien. Supongo que todo es parte de ser un policía.

A pesar que la mirada escéptica no se fue de su expresión, ella se soltó de su

agarre para dirigirse detrás del mostrador en busca de su bolso. Ella volvió con un

bolso negro y se lo colgó por encima del hombro.

A medida que comenzaban a caminar alrededor del escritorio con el

mostrador alto, Cynthia Horvath envió una mirada dura hacia la señorita Scott. —

¿A dónde vas? Tu turno no ha terminado.

Increíble .

La Srita. Scott se volvió hacia Horvath y le disparó con: —No queda nada

por hacer esta noche que no pueda ser atendido mañana, Cynthia. La policía tiene

trabajo que hacer aquí y yo sólo estaría en su camino.


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—Pero…

Trey escoltó a la Srita. Scott hacia la puerta frontal, la admiración

acumulándose dentro de él ante la respuesta de la señorita Scott. Él percibía cierto

espíritu bajo ese frío exterior inglés, que él admiraba. Una mujer fuerte siempre lo

intrigaba.

Afuera, la noche descendía, llevándose las luces del otoñal Septiembre. El

viento fresco sopló a través de su pelo. Hojas doradas y rojas estaban dispersas por

la brisa a través de la acera y en el estacionamiento. La Srita. Scott se apartó de él y

se dirigió por las escaleras a un ritmo rápido.

—Espera. —Él la persiguió—. ¿Qué conduces?

—El Honda Civic de allí. —Ella se detuvo abruptamente y se volvió hacia él

apresuradamente, con los ojos llenos de algo que parecía remordimiento—. Mira,

siento mucho haberte arrastrado en lo que pasó esta noche. No tienes que seguir

cuidándome—. Ella sonrió, pero la suave curva de sus labios tembló y se

desvaneció en cuestión de segundos—. No quiero que pienses que no estoyagradecida por todo lo que hiciste. Me salvaste la vida.

La sorpresa lo mantuvo en silencio durante un segundo antes de que

recuperara la voz. —Tú te salvaste a ti misma. Fuiste muy valiente y te mantuviste

serena bajo fuego. Nunca he visto a una mujer que se hubiera contenido tan bien en

una situación de rehenes.

Una vez más él vio el escepticismo en sus ojos. — ¿Ah, sí? Seguro que sí lo

has visto.

Su manera formal de hablar lo divertía, pero también lo intrigaba. Además,

reconocía grietas en su control y el persistente temor en sus ojos. —Sí, fuiste

malditamente valiente. Vamos a llevarte a casa.

— ¿Insistes en seguirme hasta mi casa?


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—Sí. ¿Cuál es tu dirección?

Ella se la dio, y con su memoria fotográfica, él archivó el número y la calle.

En unos momentos, su SUV negra la seguía por la calle. Mientras conducía, Trey

se dio cuenta de que la idea de ver su casa significaba para él más que un simple

deber.

Quería asegurarse que llegara a su casa sana y salva, sí. Pero su cuerpo

reaccionaba como un depredador, como un hombre con una necesidad de algo...

algo primitivo y caliente como el infierno.

No tiene ningún maldito sentido, viejo. Respiró hondo mientras ella conducía

hacia abajo por la calle Main, dando vuelta en la calle Carmelita y entrando a una

parte de la ciudad que no le gustaba ni un poco.

Mierda. Ella se dirigía al distrito Ely, la parte de Golden Rush, donde las

cosas malas ocurrían solamente porque las personas estaban en el lugar equivocado

en el momento equivocado.

¿Ella vivía aquí?

Maldición. Maldición.

*****

Olivia aparcó su coche en el único espacio designado para el mismo en el

complejo de apartamentos ubicado al Sur de la calle Carmelita. Bajo las farolas, el

recién reformado complejo de apartamentos, que una vez había sido un almacén,

brillaba en rosa y gris. Realmente alegre.

De acuerdo, no lo hacía en este momento de la noche en el distrito Ely. Ella

se encogió de hombros y suspiró. Ella estaba en casa. Así como era. Se estremeció,

mientras el recuerdo de la brillante mirada de odio de Cohen la acechaba.

Su respiración se volvió un poco demasiado rápida, y un extraño pánicopersistió en extenderse y amenazó su control.


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Ella retrocedió ante la idea de perder la compostura. Simplemente se negó a

hacerlo.

No. No. No me convertiré en una estadística y me obsesionaré con lo que pasó. No

dejaré que esto me importe.

Sin embargo, sus latidos se triplicaron dando martillazos en su pecho

mientras miraba los coches a su alrededor, descomunales en la oscuridad y sólo

iluminados por las luces del estacionamiento de los apartamentos. Algo oscuro y

espontáneo acechó en su interior, deseando rugir su descontento, sintiéndose

enfadada, acostumbrada y decepcionada acerca de… ¿de qué? ¿De qué no hubierapodido patearle el culo a Cohen ella misma? No, Olivia Scott nunca hacía nada

indecoroso. Era impropio de una dama.

La voz de su madre hizo eco en sus oídos. Cariño, una dama nunca muestra al

extremo sus sentimientos en público. Nunca.

Ciertamente ella había convertido eso en una ciencia. Había mantenido el

control en la biblioteca, incluso cuando Cynthia le había obsequiado esasdesagradables miradas. Que ella casi había cedido ante la personalidad dominante

de la mujer realmente la ponía nerviosa. Olivia, por una vez, quiso decirle a esa

horrible mujer que se fuera a la mierda en términos inequívocos. Y con un tono

realmente desagradable, e inexorable. No. Ella no podía darse el lujo de perder ese

trabajo ahora mismo.

Unos faros recorrieron su coche y ella se giró lejos mientras la SUV de

MacGilvary se estacionaba en un lugar del estacionamiento para visitantes que se

encontraba al otro lado de la calle, detrás de ella.

Jodidamente espectacular . Ella no quería hacer esto. Durante todo el tiempo

que Trey MacGilvary había velado por ella en la biblioteca ella había rebotado de

emoción en emoción. Primero había sentido vergüenza. Después de todo, ¿él creía

que no podía cuidar de sí misma? En segundo lugar, había ido directamente al

asombro por sus atenciones. Un hombre nunca, haciendo énfasis en nunca, la había


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protegido como ese policía. Él la habría salvado de Cohen, sin importar lo que el

pudor lo obligara a decir, sin importar que trabajara aplicando la ley y le pagaran

para proteger y servir. Luego, él se había colocado frente a la odiosa de Cyn en más

de una ocasión y había desviado la insensibilidad fanfarrona de la mujer. Parte de

eso le remordía la consciencia. Ella no necesitaba que él la cuidara.

Antes de que pudiera hacer más que abrir el coche y colgarse el bolso en su

hombro, el policía se encontraba en la puerta del lado del conductor. Rápida y

eficazmente. Ella había notado eso acerca de él, como muchas otras cosas de las

que hubiera preferido no darse cuenta. Como lo maravilloso que olía cuando había

estado cerca de ella, como su actitud protectora había agitado los sentimientos

femeninos que ella luchaba por rechazar. La forma en que esos ojos oscuros con

gruesas pestañas expresaban fiereza o una absoluta calidez y dulzura.

Esas cualidades nunca se encontraban combinadas en un solo hombre.

Por lo menos nunca en su limitada experiencia.

¿Qué importa? Volveré a Inglaterra en seis meses. No abría ningún futuro aunque meinteresara por un americano.

—Hey —dijo él mientras ella cerraba el coche y se dirigía a la acera.

—Estoy en casa ahora así que no tienes por qué quedarte.

—Uh-ajá. ¿Dónde está tu casa? Te voy a acompañar hasta tu puerta.

Mandón.

Ella se erizó y casi le contestó con un: olvídalo. Las inclinaciones machistas

de su padre la habían hecho hipersensible a los hombres que demostraban

demasiado machismo.

Ella suspiró. —Por aquí.


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Mientras él la seguía hasta el tercer piso, su presencia detrás de ella añadía

una seguridad que nunca había experimentado desde que vivía ahí. De una forma u

otra, ella necesitaba encontrar algo de coraje, como sus amigos de América dirían.

Por supuesto, sentirse segura y estar segura eran dos cosas diferentes.

—Maldita sea. —Su voz áspera retumbó detrás de ella, mientras llegaban al

tercer piso—. ¿No tienen luces aquí?

—Han estado fundidas durante dos semanas. Estamos tratando de conseguir

que el superintendente las arregle, pero sigue haciendo caso omiso de nosotros. No

tiene sentido hacerlo en un lugar bonito como este.

—Es muy bonito... solo que no está en una de las mejores áreas de la ciudad.

Ella abrió la puerta de su apartamento. —Fue muy amable de tu parte

acompañarme a la puerta, oficial MacGilvary, pero estoy bien. Tengo un cinturón

negro en karate.

— ¿Qué?

Ella no se perdió la incredulidad absoluta en su voz. Ella observó la

expresión de sorpresa en su cara y sonrió. —Te atrapé con esa.

Una sonrisa encantadora iluminó su rostro. —Muy buena.

—No tengo muchas que sean demasiado buenas en el archivo, pero a veces

salgo con alguna respuesta rápida apropiada.

Sus cejas se inclinaron por la sorpresa. — ¿Apropiada?

— ¿Tú no eres una de esas personas molestas que siempre piensan en la

contestación perfecta, verdad?

—Sí, bastante.


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Ella suspiró. —Tonterías —. Antes de que él pudiera hablar, ella le sacó las

palabras de la boca—. No lo digas. Olivia Scott no tiene una boca sucia—. Ella le

guiñó un ojo. Un muy, muy mal intento de guiño—. Sorpresa, sí la tiene.

Su risa la siguió cuando ella abrió la puerta y encendió la luz. —No creo que

decir 'tonterías' te califique como una persona de boca sucia. Especialmente no en

Estados Unidos.

Él caminó detrás de ella sin preguntar, y la irritación se encendió

combinada con una extraña excitación. Estaba cansada. Eso era todo. —Es posible

que esté demasiado hecha polvo para que me importe.

Ella cerró la puerta y la trancó. Se volvió hacia el policía y su mirada bailó

sobre ella con interés.

— ¿Sucede algo malo, Sr. MacGilvary? —Ella colocó su bolso sobre la mesa

del teléfono cerca del sofá—. Estás mirándome como a una de esas raras piezas de

museo en exhibición que fascinan a las masas.

Él sonrió ampliamente y se rió. Sus manos fueron a su cintura. — Eres

fascinante.

— ¿Por qué?

Él se cruzó de brazos e inclinó un poco la cabeza. —No conozco a muchas

mujeres inglesas en mi línea de trabajo o en esta ciudad.

Su boca se torció en una sonrisa. —Me atrevo a decir que eso es algo bueno.

Su mirada se precipitó alrededor de su apartamento, y luego sus ojos se

entrecerraron. —Bonito lugar. Hogareño y cómodo.

—Gracias.

—Casual, pero hay un montón de fotos familiares aquí. —Él se acercó al

pequeño estante para libros con fotos alineadas en el estante superior—. Acogedor.


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Él se volvió para mirarla, sus ojos de repente evaluándola con una

curiosidad que le envió una oleada cálida de interés hacia su vientre.

Incómoda con su escrutinio, deslizó su chaqueta por los hombros y la puso

sobre su antebrazo.

—Apuesto a que hay incluso una viejecita en el complejo de apartamentos

de la que eres amiga y que visitas de vez en cuando —dijo él.

Ella hizo un sonido burlón, su incredulidad y sorpresa en conflicto con su

instinto de mentir.

— ¿Qué te hace decir eso?

Él se encogió de hombros. —Tengo intuiciones acerca de las personas. Lo

llaman sensación visceral de policía.

Ella sonrió. —Yo soy amiga de Madhula Chopra dos puertas más abajo.

Jugamos al poker a veces. Ella está en silla de ruedas pero no me hago cargo de

ella. Somos amigas.

— ¿Se supone que jugarían poker esta noche?

Ella se llevó las manos a las mejillas. —Oh, demonios. Lo olvidé —. Miró

hacia su reloj de pulsera—. Oh, no. ¿Dónde está mi reloj? —Ella miró alrededor.

— ¿Lo dejaste en la biblioteca?

La consternación se enroscó en su interior. —Tal vez se me salió en la lucha

con Cohen. Pero tenía un cierre de seguridad. Era de mi abuela.

Él caminó hacia ella, y ella se mantuvo firme. —No te preocupes. Lo

encontrarás mañana.

Las lágrimas picaron en sus ojos, y eso la molestó más que ninguna otra

cosa. —Significa mucho para mí.


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—Lo siento. —Sus ojos se suavizaron al igual que su voz.

Podría haber dicho otras trivialidades, haber agregado sonidos adicionales

de simpatía. En lugar de eso la miró con sus ojos marrones intensos, y de alguna

manera ella creyó que encontraría el reloj. El calor de su expresión envió al deseo a

saltar dentro de ella. Cualquier mujer con sangre roja en las venas encontraría sus

atenciones y su amabilidad estimulantes. Además, la manera en que la miraba no

se sentía indiferente o clínica, sino que era como si quisiera enraizarse alrededor en

su mente y entender cosas de ella que incluso no conocía. Su mirada cayó a su boca

y se mantuvo ahí durante un largo segundo. Su vientre se calentó, y ella sintió que

sus mejillas se calentaban también.

Haciendo caso omiso de su decepción por haber perdido el reloj de sus

recuerdos, ella tomó el teléfono del mostrador del desayuno y marcó el número que

se sabía de memoria.

—Maddie, soy Olivia.

—Hola, Jaan, ¿cómo estás? Llegas tarde. Estaba a punto de preocuparme.

El acento indio de su amiga persistía en sus palabras, pero treinta años

viviendo en los Estados Unidos habían embotado los sonidos. Su sobrenombre para

Olivia, se traducía más o menos como vida, espíritu, cariño, y algunos otros apodos

cariñosos. Ella prefería que Olivia la llamara Maddie en lugar de Madhula, ya que

decía que le gustaba el nombre simple. Maddie siempre decía que le hacía la vida

mucho más fácil ya que pocas personas podían pronunciar, y mucho menos

deletrear, Madhula.

—Estoy bien —dijo Olivia—. Hubieron algunos problemas en la biblioteca

hace un rato y acabo de llegar a casa.

— ¿Problemas? ¿Estás bien?

—Estoy bien.


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— ¿Estás segura?

—Por supuesto. ¿Cómo estás tú? —Olivia le lanzó una mirada a Trey, quien

se había sentado en el sofá, con la cabeza inclinada hacia atrás y los ojos cerrados.

—Jugando al solitario y viendo una repetición de Magnum PI. Ya no hacen

más hombres como esos.

Olivia se rió, un sonido suave, pero sin duda una risita. Puso una mano

sobre su boca y miró a Trey nuevamente. Una curiosa sonrisa apareció en su boca

mientras la miraba.

—Bueno, no los hacen —dijo Maddie con la certeza en su voz.

—No estoy tan segura de eso. —La mirada de Olivia, jamás quieta al

parecer, se desvió hacia Trey otra vez. Su atención no vaciló, como si él pudiera

descifrar el significado de sus palabras.

— ¿Por qué? ¡Oh, ho! ¿Has encontrado un nuevo hombre? —La voz de

Maddie se volvió cómplice.

—Nunca tuve uno antes.

—Pfft. Eso es una tontería y lo sabes. ¿Qué pasa con ese hombre joven

agradable de gafas que trabaja en la biblioteca?

— ¿Dean? Oh, no. Es gay.

—Dios mío. Bien, entonces. Hmm. Encontraremos a alguien para ti, Jaan.

No te preocupes.

—No estoy buscando a alguien, Maddie.

—Los hombres no aparecerán en tu vida de la nada.

Olivia sonrió. —A veces lo hacen.


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—Espera ¿Conociste a un hombre esta noche? ¿Durante la conmoción en la

biblioteca?

—No puedo esconder nada de ti, Maddie.

Maddie dio una risotada. —Eso es maravilloso. ¿Quién es? ¿Qué hace?

—No se trata de algo así. No es mi tipo.

—De acuerdo. ¿Hay algo que no me estés diciendo?

Olivia suspiró. — ¿Puedo contarte mañana? Fue un día difícil.

—Por supuesto, muñeca. Que duermas bien.

Después que Olivia colgó y se volvió de nuevo a Trey, y reflexionó sobre la

declaración de su amiga de que los hombres no aparecían porque sí en la vida de

una mujer. Bueno, Trey lo había hecho, pero no de la manera en que Maddie se

había referido o quisiera para Olivia.

Trey se levantó, y una vez más deambuló con esa forma casual que gritaba

hombre sensual. — ¿Cómo está tu amiga?

—Está bien.

Él se movió, con su atención aguda sobre ella, con un toque juguetón en sus

ojos. — ¿Quién no es tu tipo?

Ella se frotó la rigidez de la parte de atrás de su cuello. —Estás siendo

curioso, oficial MacGilvary, ¿o esto es parte de la investigación?

Ni una gota de irritación iluminó sus ojos. Si es que era posible, se veía aún

más intrigado y divertido. —Sólo entrometido.

—Maddie siempre está tratando de emparejarme con algún hombre. Toma

cada mención que hago de un varón en mi vida y trata de concertar un encuentro.


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— ¿Un encuentro? No creía que alguien siguiera usando ya esa palabra.

La irritación la hizo recostarse contra la encimera de la cocina. —Uso un

montón de palabras que no usan otras personas. Es la bibliotecaria que hay en mí.

Además está el hecho de que soy inglesa, lo que en realidad tiende a confundir a la

gente de aquí.

Él sonrió. —Apuesto a que sí. ¿Estás aprendiendo alguna fraseología

americana?

—Absolutamente. He aprendido que la mayoría no tiene la menor idea de a

qué me refiero cuando digo que alguien es estrecho. Piensan que quiero decir que

alguien está borracho cuando en realidad significa que alguien es estrecho de

mente.

—Uh-ajá.

—No suenes tan escéptico. Es verdad.

—Te creo. —Él plantó las manos en sus caderas—. Ahora, regresando a mi

tema original. ¿Maddie pensó que habías conocido a un hombre esta noche?

—Yo le dije que lo había hecho, solamente que no en la forma en que ella

piensa. — Tal vez tendría que aclarárselo de inmediato a él—. Los hombres

dominantes no son mi tipo. Mi padre era muy autoritario y protector. Si sólo

hubiera sido de esa manera porque me amaba, lo hubiera entendido. Pero él no

creía que la mayoría de las mujeres tuvieran un cerebro en la cabeza e implicómuchas veces que yo no lo tenía —. Ella colocó sus manos en las caderas—.

Agrégale eso al hecho de que estaré solamente otros seis meses más en Estados

Unidos. No es como que emigraría aquí. Salir con un estadounidense no es una

buena idea.

Trey frunció el ceño profundamente, y ella vio algo en sus ojos, un cambio

primitivo que le advirtió que no bajara la guardia. —Soy protector con las mujeres

—. Se encogió de hombros—. Pero seguro como el infierno que no lo soy porque


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crea que son tontas o incapaces de cuidar de ustedes mismas. Tal vez es bueno que

hayas conocido un hombre esta noche —. Él extendió la mano y su dedo

suavemente trazó su ceja justo debajo de donde se había golpeado su cabeza con el

mostrador—. ¿Hay alguien a quien puedas llamar para que venga y se quede

contigo? Oí decir a los paramédicos que si no ibas al hospital necesitarías que

alguien se quedara contigo para revisarte durante la noche.

—No. Y no voy a molestar a Maddie con algo así.

Su mirada la examinó con una precisión que ella esperaría de un oficial de la

ley, minuciosa e implacablemente. ¿Sería él una de esas personas que nuncapasaban nada por alto?

Tan cerca estaba… y más cerca aún de lo que ella consideraba cómodo…

MacGilvary era mucho más alto que ella y eso que no era baja, pero supuso que él

estaría cerca de medir entre 1.88 y 1.90 metros.

No podía decirlo con certeza.

Con inquietud, ella dijo, —No hay nadie a quien pueda llamar. Soy bastante

nueva en Gold Rush. He estado aquí seis meses en un programa de intercambio de

la biblioteca.

Tiempo suficiente para hacer más de un amigo. Casi podía oír los engranajes

en su cabeza girando.

Él asintió. —Me quedaré entonces.

La sorpresa la sacudió. — ¿Qué vas a hacer qué?

—Me voy a quedar.

Ella vaciló entre decir que sí demasiado rápido y en negarse a permitir que

se quedara. —Muéstrame tu insignia de nuevo.


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Él se echó a reír, inclinando la cabeza hacia atrás, sus ojos se veían risueños.

El sonido intenso y profundo de su risa generó espirales de calor en su estómago.

Oh, no. Estás excitada, Olivia.

Admítelo.

No, ella no podía sentirse atraída por un hombre que acababa de conocer

hacía tan poco tiempo... al menos no por uno como este. Un hombre poderoso y

sexy. Bajo ese suéter, su pecho se veía fuerte y esculpido, y sus bíceps estaban

tallados a la perfección.

Estás chiflada, Olivia. Chiflada.

—No te haré daño, Olivia. Soy un policía. —Sacó la cartera y reveló la placa

de identificación una vez más—. Y aunque no fuera un policía, nunca te lastimaría.

Ella agitó su mano desestimando su declaración. —He visto tus

credenciales. Los policías de la ciudad te conocían.

Él sostuvo una mano en alto. —No te dejaré sola con una herida en la

cabeza.

No me conoces de nada, Sr. MacGilvary. —Ella se movió lejos de él, con su

aliento atorándose mientras captaba una bocanada de su aroma limpio y varonil—.

¿Qué pasa si soy una peligrosa mujer fatal?

Él miró a su alrededor, antes de evaluarla con su penetrante mirada. —He

tratado con mujeres fatales antes. No me asustan.

—Deberían.

Su boca tallada y peligrosamente atractiva la encantó con otra sonrisa

arrogante. —Te veo más como una chica Money Penny 3 que como una chica

Bond.

3 Es un personaje de ficción, era la secretaria de James Bond, dulce, suave, eficiente.


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—Hey, gracias.

A medida que ella se acomodaba sobre un lado de su sofá azul brillante, él

se quedó parado donde estaba en medio de la habitación. —Mira, te dejaré sola si

insistes. Pero no dormiré nada esta noche de todos modos. Pasaré despierto toda la

noche preocupándome.

Asombrada, ella sacudió la cabeza. — ¿Siempre tratas a las víctimas de

delitos de esta forma?

—No. Sólo a ti.

— ¿Por qué?

—Porque eres vulnerable. No hay ningún familiar o amigo que te cuide.

Además, tengo la sensación de que no estás tan bien como estás tratando de

demostrar.

Ella se rascó la nariz. —Todo lo que quiero es acurrucarme en la cama con

un DVD.

—Hecho. Te dirigirás a la cama, y yo me desplomaré en el sofá. Soy

totalmente inofensivo, te lo prometo. Comprobaré como estás en un par de horas.

Olivia no pudo evitar sonreír cuando él le mostró una sonrisa inocente, que

no llegó hasta sus ojos. En cambio, su mirada se la tragó… ya fuera que él lo

supiera o no, la miraba con un interés fuerte y constante. Ella no creía eso… no

podía creerlo. Los policías hermosos no la encontraban atractiva.

Ella cerró los ojos, con los acontecimientos del día dando vueltas en su

cabeza como un trompo.

—Inofensivo. Correcto.

— ¿Estás bien?


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Sus ojos se abrieron. —Estoy bien—. Suspiró—. Está bien. Puedes quedarte.

Pero déjame decirte de nuevo que eres un hombre autoritario y obstinado.

—Me han llamado de peores formas.

Ella asintió. —No lo dudo. Como policía apuesto a que soportas una gran

cantidad de abusos por parte del público.

—A veces, diariamente. Podría escribir un libro sobre excusas por exceso de

velocidad.

Olivia elevó su valentía y se levantó. —Voy a conseguirte una almohada y

una manta.

Una vez en el pasillo, rebuscó en el pequeño armario de la ropa, todo el

tiempo meditando sobre el hecho de que un hombre dormiría en el sofá esa noche.

Ese pensamiento le volaba la cabeza. Era una experiencia única para ella… los

hombres nunca dormían en su sofá. Nunca dormían en su cama. A los veintinueve

años empezaba a sentirse como una virgen reconstituida.

Sexo.

Oh, Dios . Ella no pensaría en follar, simplemente porque uno de los hombres

más interesantes que había conocido en mucho tiempo se quedaría allí en ese

momento en su apartamento. ¿Qué era el sexo de todos modos? Ella ya no lo sabía.

Se dio cuenta de que había estado mirando el armario de la ropa sin hacer nada.

¿Cuánto tiempo había mirado el edredón de la abuela como una idiota? Agarró eledredón, una manta y una almohada y regresó a la sala de estar.

Trey había retirado las cortinas de la ventana que daba al frente y estaba

mirando hacia la noche.

Largas sombras se mezclaban con la luna y enmarcaban su gran cuerpo. El

peligro parecía rodearlo.


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Él se volvió desde la ventana, y esta vez su rostro carecía de esa base de

humor. La seriedad oscureció esos ojos hasta que se tornaron de color cobalto. —

Oye, si tienes una rutina nocturna que esté alterando, ve y hazla—. Él caminó hacia

ella y le quitó el edredón, la almohada y la manta de sus brazos—. No me dejes

interferir —. Miró su reloj—. Son las nueve. Temprano para que me duerma. Sólo

necesito cuatro horas de sueño en una noche de todos modos.

— ¿Cuatro horas? Ojalá yo fuera así. Yo necesito unas sólidas ocho horas o

me siento como un zombi.

Trey arregló su almohada en el sofá. —Lo que sea para mantenernos enmovimiento, ¿eh?

—Oh, querido, te debería haber traído una sábana.

—Nop, no te preocupes por eso. No la necesitaré. Puedo dormir en

cualquier lugar y a cualquier hora. Soy el maestro de las siestas.

—Pensé que sólo necesitabas cuatro horas de sueño.

—Cuatro horas en total. Si duermo una hora aquí, sólo necesito otras tres

horas en otro momento durante el día.

—Wow. Nunca había oído hablar de alguien como tú antes.

Él cruzó los brazos y caminó hacia ella. Una sonrisa cálida rompió en su

cara. —Espero que no. Después de que me hicieron rompieron el molde —ella

bostezó—. Maldita sea, y yo aquí pensando que me considerabas un tipo

interesante.

El calor aumentó en sus mejillas. —Bien... eh... Estoy segura de que lo eres.

Yo... eh... creo que voy a irme a la cama.

Ella dio media vuelta antes de que la vergüenza la inundara.


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—Que duermas bien. —La profunda voz de Trey resonó mientras ella se

dirigía por el pasillo.


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Capítulo Tres

Cohen sostenía a Olivia apretada contra su cuerpo y con el arma presionada sobre su

sien. Su cráneo le dolía. La biblioteca vacilaba a su alrededor, con las estanterías demasiado

cerca, el mostrador caído en el suelo en vez de estar en el lugar dónde debería estar. Era una

locura. Incluso la iluminación parpadeaba, el enorme candelabro de hierro con forma de

araña colgando sobre el mostrador a una proximidad un tanto inestable. Se sentía apabullada

y con una urgencia cada vez más creciente, trató de moverse. No sucedió nada. El miedo

estranguló su aliento. Sus miembros permanecieron inmóviles. Tal vez esto no era un sueño.

Tal vez todo eso era real y todo lo demás en su vida había sido algo imaginario. Ella luchó

contra Cohen y gritó. De repente se escuchó una fuerte explosión, y ella se congeló. Él le había

disparado. Le había disparado en la cabeza y la había matado…

Olivia se despertó de su pesadilla con un jadeo. Se sentó, con el corazón

palpitando y con su respiración entrecortándose. Su cara se sentía húmeda, y se

palmeó las mejillas. Lágrimas. Sus ojos ardían como si hubiera estado llorando

durante mucho tiempo, y no solamente durante un molesto sueño. Buscó a tientas

la lámpara de al lado de la cama y la luz iluminó la habitación con un resplandorrosado, ella estiró la mano por su botella de agua antes de recordar que no había

llevado una a la cama. Lo había olvidado.

Debido a Trey MacGilvary. Él había aparecido de improviso en su vida, y

su presencia masculina había perturbado su rutina. Las seguras y santas pautas de

su rutina. Ella podría volver a la cama, pero el sueño la perseguiría. Miró el reloj.

Apenas habían pasado dos horas desde que se había dormido. Algo turbada y

deseando desesperadamente un trago de agua, decidió dirigirse a la cocina. Con

movimientos medidos, abrió la puerta de la habitación y utilizó la luz de noche de

la sala para guiarse. Había ido a través de su propio apartamento en la oscuridad

más de una vez, por lo que llegar hasta su refrigerador resultaría ser muy fácil. La

luz de la luna pasaba a través de las cortinas abiertas de la puerta corrediza de

cristal y lanzaba a través del piso de la sala de estar fantasmagóricas dagas de luz.

Trey estaba tendido sobre el sofá, con un pie en el suelo, y un brazo echado sobre


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sus ojos. Ella entró casi de puntillas en la cocina. Después de abrir suavemente la

puerta del frigorífico, tomó una botella de agua.

— ¿Olivia?

Ella dio un salto de casi 30 centímetros mientras Trey se acercaba a ella a

través de la oscuridad.

Un pánico momentáneo se abalanzó a su garganta… después de todo, él era

un hombre. Un hombre grande, fuerte y… medio desnudo.

Ella mantuvo la botella de agua contra su pecho mientras lo veía acercarse a

través de la luz de la luna. Forcejeó por encontrar el interruptor de la luz y lo

encendió.

Gran error.

Iluminado, Trey representaba una amenaza sexual clara. Su mirada se lanzó

hacia arriba y abajo por su cuerpo. Sus anchos hombros, brazos poderosos, y pecho

impresionante le quitaron el aliento. Cabello oscuro disperso cubría sus pectorales

moldeados, y pasaba por un paquete de seis abdominales marcados en su

estómago, despareciendo en unos vaqueros... abiertos. Sí, el botón de sus

pantalones estaba desprendido, pero gracias a Dios la bragueta estaba subida.

La mirada de Trey la localizó como un láser, y esos ojos se calentaron

mientras comenzaba por su cabeza y se deslizaba hacia abajo evaluándola a fondo.

Ah, joder. Debí haber usado algo viejo y raído.

En vez de eso ella se había olvidado de que había un invitado y había

saltado en su ropa de dormir habitual, un camisón de seda sin mangas, que le ceñía

los pechos, y sólo bajaba hasta la parte superior de sus muslos.

También podría estar desnuda.


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Ella cruzó un pie sobre el otro, siendo consciente del frío del suelo y de su

vulnerabilidad.

— ¿Todo está bien? — Él vaciló en la entrada de la cocina, como si le

preocupara que pudiera asustarla.

Demasiado tarde, ya lo había hecho.

—Siento si te desperté —dijo ella.

—No lo hiciste. No puedo dormir, y todo es tu culpa.

— ¿Qué?

—A veces, después de una operación SWAT, quedo un poco nervioso.

Descaradamente, su parte femenina se derritió. — ¿Estás en un equipo

SWAT?

—Sí.

Correcto. Eso era excitante .

—No sabía que el Departamento del Sheriff tuviera un equipo SWAT.

Él asintió. —Sí. No es una cosa de tiempo completo, sólo cuando hay una

situación que requiere de la ayuda del equipo SWAT. Normalmente hago ejercicio

para purgar parte de la tensión después de una gran situación como la de esta

noche. Voy al gimnasio y practico Keysi con mis amigos.

— ¿Keysi?

—Método de Lucha Keysi. Es un tipo de artes marciales. Mis hermanos y

yo lo conocemos y lo practicamos juntos algunas veces.

—Deberías haber ido a hacer ejercicio. No tenías porqué quedarte conmigo.


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Él sonrió, esta vez con un borde juguetón. —No, no tenía que hacerlo.

Quise hacerlo. No te preocupes, viviré. Valió la pena quedarme aquí y asegurarme

de que estás bien.

Ella rodó su mirada hacia al techo, exasperada. —Aparte de mi padre, eres

el hombre protector más molesto que he conocido.

Él metió las manos en sus pantalones vaqueros. —Si crees que soy malo,

deberías ver a mis hermanos. Mi hermano mayor Mick, consiente a su novia como

no lo creerías. Mi hermano más joven Craig es como un bulldog. No toma partido

por nadie, y cuando se trata de mujeres, es extremadamente protector.

Dominante, probablemente. Conocía ese tipo de persona. La mitad de los

hombres que conocía en Inglaterra eran de esa forma.

Él cruzó el umbral hacia la cocina. — ¿Tuviste un mal sueño?

Sorprendida por su intuición, se tomó un momento para responder. �

Agnew Denise a - Corazon Justiciero 03 - Bajo Su Protección

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