AGATHA CHRISTIE - Asesinato en mia

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    ASESINATO ENMESOPOTAMIA

    Agatha Christie

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    Asesinato En Mesopotamia Agatha Christie

    GUA DEL LECTOR

    En un orden alfabtico convencional relacionamos a continuacin los principalespersonajes que intervienen en esta obra.

    BOSNER (Frederick): Primer esposo de la seora Leidner.BOSNER (William):Joven hermano del anterior.CAREY (Richard):Joven arquitecto y miembro de una expedicin arqueolgica.COLEMAN (Bill):Joven arquelogo y miembro tambin de dicha expedicin.EMMOTT (David):Joven americano, auxiliar de la expedicin.JOHNSON (Anne): Soltera, agregada a las citadas tareas arqueolgicas.KELSEY (John): Comandante del ejrcito ingls.KELSEY (Mary): Esposa del comandante Kelsey.LAVIGNY (Padre): Fraile francs, de la orden de los Padres Blancos.LEATHERAN (Amy): Enfermera de la seora Leidner, narradora y protagonista de

    esta novela.LEIDNER (Eric): Arquelogo, director de la expedicin arqueolgica a Mesopotamia.LEIDNER (Louise): Esposa de Eric Leidner.MAITLAND: Capitn de la polica iraqu.MERCADO (Joseph): Otro componente de la expedicin citada.

    MERCADO (Marie): Esposa de Joseph Mercado.POIROT (Hrcules): Famoso detective, alma de esta obra.REITER (Carl): Integrante de la expedicin arqueolgica, encargado de la fotografa.REILLY: Mdico cirujano, residente en un lugar cercano a Bagdad.REILLY (Sheila): Hija del doctor Reilly.

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    PRLOGO

    Por el doctor Giles Reilly

    Los hechos cuya crnica se incluye en esta narracin ocurrieron hace unos cuatroaos. Determinadas circunstancias han hecho necesario, en mi opinin, que se hicierapblico un relato ntegro de los mismos. Han corrido por ah rumores absurdos y ridculosdiciendo que se haban suprimido pruebas importantes para el caso y otras sandeces deeste orden. Tales falsas interpretaciones han aparecido, principalmente, en la prensaamericana.

    Por razones obvias no era aconsejable que dicho relato saliera de la pluma de uno de

    los que componan aquella expedicin arqueolgica, ya que era natural suponer quetuviera ciertos prejuicios sobre la cuestin. En consecuencia, suger a la seorita AmyLeatheran que se encargara de aquel trabajo, pues era la persona, a mi juicio, ms indicadapara ello. Su categora profesional era inmejorable; no se senta ligada por ningn contactoprevio con la expedicin al Irak que organiz la Universidad de Pittstow y, adems, erauna testigo observadora e inteligente.

    No fue tarea fcil convencer a la seorita Leatheran.He de confesar que persuadirla fue una de las dificultades ms arduas con que he

    tropezado a lo largo de mi carrera. Y hasta cuando tuvo terminado el trabajo demostr

    una curiosa resistencia a dejarme leer el manuscrito. Descubr luego que ello era debido,en parte, a ciertas observaciones crticas que haba hecho relacionadas con mi hija Sheila.Me apresur a desechar sus temores al asegurarle que ya que los hijos se atrevan en laactualidad a criticar abiertamente a sus padres, en letra de molde, los padres no podanpor menos que estar encantados cuando vean a sus retoos compartir el vapuleo de lacrtica ajena. Puso otra objecin, basada en una modestia extrema acerca de su estiloliterario. Expres el deseo de que yo cuidara de pulirle un poco la sintaxis.

    Despus no me atrev a enmendarle ni una sola expresin. El estilo de la seoritaLeatheran es vigoroso, personal y enteramente adaptado a lo que relata. Si en algn casollama a Poirot, Poirot a secas, y en el siguiente prrafo lo trata de seor Poirot, lavariacin resulta interesante y sugestiva. Hay momentos en que, por decirlo as, recuerdasus maneras profesionales, y ya se sabe que las enfermeras son defensoras acrrimas de laetiqueta. Mas, sin embargo, en otros ratos su inters por lo que est contando es el de unsimple ser humano; se olvida entonces por completo de la cofia y de los puosalmidonados.

    La nica libertad que me he tomado ha sido escribir el primer captulo con la ayudade una carta que me facilit amablemente una amiga de la seorita Leatheran. Lo hice amanera de portada; como un bosquejo algo tosco de la personalidad de la narradora.

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    Dedicado a mis muchos amigosarquelogos en Irak y Siria

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    CAPTULO I

    Prtico

    En el vestbulo del Hotel Tigris Palace, de Bagdad, una enfermera estaba escribiendouna carta. Su pluma corra velozmente sobre el papel.

    ...Bueno; creo que esto es, en resumen, todo lo que tengo que contarte. Confieso que no est

    mal viajar y ver un poco de mundo, aunque para m no hay nada como Inglaterra. No puedes

    imaginarte la suciedad y la confusin que reina aqu en Bagdad. No tiene nada de romntico,

    como pudieras suponer al leer Las mil y una noches. Las orillas del ro son bonitas, desde luego;

    pero la ciudad es horrorosa. No hay ni una tienda que pueda considerarse como tal. El mayor Kelseyme llev a dar una vuelta por los bazares, y no niego que son curiosos. Pero en ellos no hay ms que

    cachivaches y un estruendo terrible, producido por los repujadores de cobre, que ocasiona a

    cualquiera un dolor de cabeza insoportable. Ya sabes que no me gusta usar utensilios de cobre, a no

    ser que me asegure de que estn completamente limpios. Hay que tener mucho cuidado con el

    cardenillo.

    Ya te escribir y te dir si resulta algo definitivo del trabajo del que me habl el doctor Reilly.

    Me han dicho que ese caballero americano se encuentra ahora en Bagdad y tal vez venga a verme

    esta tarde. Se trata de su mujer. El doctor Reilly dice que tiene fantasas. No aadi ms, pero ya

    sabes lo que, por regla general, significa eso. Espero que no sea algo grave. Como te iba contando, eldoctor Reilly no aadi nada ms, pero me mir de una forma... bueno, ya sabes a qu me refiero. El

    doctor Leidner es arquelogo y est haciendo unas excavaciones en el desierto por encargo de un

    museo americano.

    Bueno, querida, termino aqu. Creo que lo que me has contado acerca de la pequea Stubbins

    es corrosivo. Qu dice la directora?

    Nada ms por ahora.

    Tuya siempre, Amy Leatheran

    Meti la carta en un sobre y lo dirigi a la Hermana Curshaw, Hospital de SanCristbal, Londres. Estaba cerrando la estilogrfica cuando se le acerc un botones.

    Un caballero, el doctor Leidner, desea verla.La enfermera Leatheran se volvi y vio ante ella a un hombre de mediana estatura,

    cargado ligeramente de hombros; tena barba de color castao y ojos de expresin dulce ycansada.

    El doctor Leidner, por su parte, contempl a una mujer de unos treinta y cinco aos,de aspecto erguido y confiado. Su cara reflejaba un carcter agradable; sus ojos eran dulcesy saltones, y posea una lustrosa cabellera de color castao. Tena el aspecto, segn pensl, que justamente ha de presentar una enfermera que deba encargarse de un caso

    nervioso: alegre, robusta, perspicaz y prctica.La enfermera Leatheran servira para el caso.

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    CAPTULO II

    Amy Leatheran se presenta

    No pretendo ser escritora ni conocer los secretos de la literatura.Hago esto simplemente porque el doctor Reilly me lo rog, y es cosa sabida que

    cuando el doctor Reilly te pide que hagas alguna cosa, no hay manera de rehusar.Pero, doctor le dije; no soy escritora ni entiendo nada de eso.Tonteras replic l. Hgase la cuenta de que est redactando las notas de un

    caso clnico.No cabe duda de que tena razn.

    El doctor Reilly prosigui dicindome que era necesario que se publicara un relatollano y simple del asunto ocurrido en Tell Yarimjah.Si lo tuviera que escribir alguno de los que intervinieron en l no convencera a

    nadie. Diran que tena prejuicios por unos o por otros.Y aquello, por cierto, tambin era verdad. Aunque yo estuve all, poda considerarme

    como una extraa a la cuestin planteada.Y por qu no lo escribe usted mismo, doctor? pregunt.No estaba presente cuando sucedi y usted s. Adems aadi dando un suspiro

    , mi hija no me dejara.

    La forma en que se dejaba dominar por aquella chiquilla era algo verdaderamentevergonzoso. Estaba a punto de decrselo as, cuando vi una expresin maliciosa en susojos. Eso es lo malo del doctor Reilly. Nunca se sabe si est bromeando o qu. Siempre dicelas cosas con el mismo tono lento y melanclico; pero la mitad de las veces se nota en suspalabras cierta irona.

    Bueno dije sin mucha confianza. Supongo que podr llevarlo a cabo.Claro que podr.Lo que no s es cmo empezar.Para eso existen buenos precedentes. Empiece por el principio y siga adelante

    hasta el final.Ni siquiera s con seguridad dnde y cmo empez repliqu.Crame, enfermera, la dificultad de empezar no va a ser nada comparada con la de

    saber cundo terminar. Al menos eso es lo que me sucede cuando tengo que pronunciaruna conferencia. Alguien tiene que tirarme del faldn del frac para hacerme descender a lafuerza de la tribuna.

    Est usted bromeando, doctor?No puedo hablarle ms en serio. Y bien, qu me dice?Otra cosa me preocupaba. Despus de vacilar unos momentos, dije:Ver usted, doctor. Temo que algunas veces... mis comentarios sean demasiado

    personales.Pero, por Dios, mujer! Cuanto ms personales sean, mucho mejor! Es una

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    historia sobre seres humanos, no sobre maniques. Personalice, muestre sus preferencias,sea chismosa, lo que usted guste! Escrbalo a su manera. Siempre estaremos a tiempo deeliminar los pasajes difamatorios antes de publicarlo. Adelante. Es usted una mujer

    sensata y estoy seguro de que nos proporcionar un relato fiel del asunto.As qued la cosa, y le promet que me esmerara en hacerlo.Supongo que deber decir algo acerca de m. Tengo treinta y dos aos, y me llamo

    Amy Leatheran. Realic mi aprendizaje en el hospital de San Cristbal y luego hice dosaos de prcticas como comadrona. Trabaj tambin particularmente y estuve cuatro aosen la Casa de Maternidad de la seorita Bendix, en Devonshire Place. Fui a Irakacompaando a una seora llamada Kelsey. Cuid de ella cuando naci su hija. Debatrasladarme a Bagdad con su marido y ya tena contratada a una niera que serva desdehaca dos aos a unos amigos que residan en aquella ciudad. Los hijos de dichos amigos

    regresaban a Inglaterra para estudiar y la niera haba convenido con la seora Kelsey queentrara a su servicio cuando los chicos se marcharan. La seora Kelsey estaba algodelicada y le preocupaba hacer el viaje con una nia de tan corta edad. As es que sumarido arregl el asunto para que yo la acompaara y cuidara de ella y de la nia. Mepagaran el viaje de vuelta, caso de que no encontrara a nadie que necesitara los serviciosde una enfermera para hacer el viaje de retorno a Inglaterra. No creo que sea necesariodescribir a los Kelsey. La pequea era una preciosidad de criatura y la seora tena uncarcter muy agradable, aunque era de las que se inquietan por todo. Disfrut muchodurante el viaje. Nunca haba hecho una travesa tan larga por mar.

    El doctor Reilly vena en el mismo barco. Era un hombre de cabellos negros y caraestirada, que deca las cosas ms divertidas con una voz baja y lgubre. Creo que legustaba tomarme el pelo y tena la costumbre de contarme cosas absurdas para ver si melas tragaba. Tena un destino de cirujano en un lugar llamado Hassanieh a un da y mediode viaje desde Bagdad.

    Haca cerca de una semana que me encontraba en dicha ciudad, cuando lo encontr yme pregunt si dejaba ya a los Kelsey. Le repliqu que era curioso que me dijera aquello,pues se daba el caso de que lo hijos de los Wright, los amigos de los Kelsey a que antes merefer, volvan a Inglaterra antes de la fecha prevista y su niera quedaba libre.

    Me confes entonces que se haba enterado de la marcha de los Wright, y que por eso

    me lo haba preguntado.En resumen, enfermera, posiblemente le pueda ofrecer un empleo.Algn caso?Torci el gesto como si considerara la pregunta.No puedo calificarlo as. Slo se trata de una seora que tiene... digamos...

    fantasas.Oh! exclam.Por lo general, una sabe perfectamente qu significa tal cosa... bebida o drogas.El doctor Reilly no fue ms all en sus explicaciones.

    S dijo. Se trata de la seora Leidner. Es la esposa de un americano, o mejordicho, de un suecoamericano que dirige unas grandes excavaciones por cuenta de unauniversidad de su pas.

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    Y me explic que la expedicin estaba excavando en el lugar que haba ocupado unagran ciudad asiria; algo as como Nnive. La casa en que vivan los que componan laexpedicin no estaba en realidad muy lejos de Hassanieh, pero se hallaba en un

    descampado y al doctor Leidner haca tiempo que le preocupaba la salud de su esposa.No es muy explcito acerca de ello, pero parece que la seora tiene repetidosaccesos de terror nervioso.

    Se queda sola con los indgenas durante todo el da? pregunt.No. Los de la expedicin son muchos. Siete u ocho. No creo que se quede nunca

    sola en la casa. Pero, por lo visto, no hay duda de que ella se est agotando y de que hallegado a un extrao estado de nimo. Leidner lleva sobre s toda responsabilidad deltrabajo y, adems, como est muy enamorado de su mujer, le preocupa el estado en queella se encuentra. Opina que estara mucho ms tranquilo si supiera que una persona

    responsable y con experiencia est a su cuidado.Y qu dice la propia seora Leidner?El doctor Reilly contest con acento grave.La seora Leidner es una persona encantadora. Raramente persiste en una opinin

    durante ms de dos das consecutivos. Pero, en trminos generales, no le desagrada la ideade su marido. Es una mujer extraa. Es afectada en extremo y, segn creo, una mentirosaempedernida; pero Leidner parece estar convencido de que alguna cosa la ha asustadoterriblemente.

    Qu le cont ella, doctor?No fue ella quien vino a verme. No le agrado... por varias razones. Fue Leidner

    quien me propuso el plan. Bien, enfermera, qu le parece la idea? Ver algo del pas antesde volver al suyo. Continuarn las excavaciones durante otros dos meses. Y es un trabajointeresante.

    Despus de unos instantes de vacilacin, durante los cuales le di vueltas al asunto,contest:

    Bueno. Creo que puedo probar.Esplndido dijo el doctor Reilly, levantndose. Leidner est ahora en Bagdad.

    Le dir que venga y vea de arreglar el asunto con usted.El doctor Leidner vino al hotel aquella misma tarde. Era un hombre de mediana

    edad, de ademanes nerviosos y vacilantes. Se apreciaba en l un fondo benvolo, amable yun tanto desvalido. Por lo que dijo, pareca estar muy enamorado de su esposa; pero fuemuy poco concreto acerca de lo que le pasaba.

    Ver usted dijo, manosendose la barba en una forma que, segn pude ver mstarde, era caracterstica en l. Mi esposa se encuentra presa de una gran excitacinnerviosa. Estoy... muy preocupado por ella.

    Disfruta de buena salud fsica? pregunt.S, s. Eso creo. Yo dira que su estado fsico no tiene nada que ver con la cuestin.

    Pero... bueno... se imagina cosas.

    Qu clase de cosas?Pero l eludi este punto, murmurando perplejo:Se agota por cosas sin importancia. En realidad, no encuentro fundamento alguno

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    por sus temores.Temores de qu, doctor Leidner?Pues... tan slo terror nervioso respondi.

    Apuesto diez contra uno a que se trata de drogas, pens. Y l no se ha dado cuentatodava. A muchos hombres se les pasa por alto una cosa as; y slo se limitan apreguntarse las causas de que sus esposas estn tan excitadas y tengan tan extraordinarioscambios de humor.

    Le pregunt si la seora Leidner aprobaba la idea de mis servicios.Su cara se ilumin.S. Me sorprendi mucho y al propio tiempo me alegr. Dijo que era una buena

    idea y que se sentira mucho ms segura.La palabra me choc. Segura. Una palabra extraa para usarla en aquella ocasin.

    Empec a figurarme que el caso de la seora Leidner era asunto apropiado para unalienista.El hombre prosigui, con una especie de anhelo juvenil.Estoy seguro de que usted se llevar muy bien con ella. Es una mujer

    verdaderamente encantadora sonri. Cree que usted le animar muchsimo y lomismo he pensado yo al verla. Tiene usted el aspecto, si me permite decirlo as, de teneruna salud esplndida y un gran sentido comn. Estoy seguro de que es la personaapropiada para Louise.

    Bien; podemos probar, doctor Leidner repliqu yo alegremente. Espero poderser til a su seora. Tal vez los rabes y la gente de color la ponen nerviosa?

    No, nada de eso sacudi la cabeza, como si la idea le divirtiera. A mi mujer legustan mucho los rabes; sabe apreciar su sencillez y su sentido del humor. sta es lasegunda vez que viene conmigo, pues hace menos de dos aos que nos casamos, y hablaya bastante bien el rabe.

    Guard silencio durante unos momentos y luego hice un nuevo intento.Y no puede usted decirme qu es lo que asusta a su esposa, doctor Leidner?

    pregunt.El hombre vacil y despus respondi lentamente:Espero... creo... que se lo dir ella misma.

    Y eso fue todo lo que pude conseguir de l.

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    CAPTULO III

    Habladuras

    Se convino en que yo ira a Tell Yarimjah a la semana siguiente.La seora Kelsey estaba acomodndose en su nueva casa de Alwiyah, y me alegr de

    poder ayudarla en algo. Durante aquellos das tuve ocasin de or una o dos alusiones a laexpedicin de Leidner. Un amigo de la seora Kelsey, un joven militar, frunci los labiossorprendido y exclam:

    La adorable Louise! As que sa es la ltima de las suyas! se volvi hacia m. Es el apodo que le hemos puesto, enfermera. Siempre se la ha conocido como la

    adorable Louise.Tan guapa es, entonces? pregunt.Eso es valorarla segn su propia estimacin. Ella cree que lo es!No seas vengativo, John intervino la seora Kelsey. Ya sabes que no es ella

    sola la que piensa as. Mucha gente ha sucumbido a sus encantos.Tal vez tengas razn. Sus dientes son un poco largos, pero es atrayente a su

    manera.A ti tambin te hace ir de cabeza coment la seora Kelsey, riendo.El militar se sonroj y admiti, algo avergonzado:

    Bueno, hay algo en ella que atrae. Leidner venera hasta el suelo que ella pisa... y elresto de la expedicin tiene que venerarlo tambin. Es una cosa que se espera de ellos.Cuntos son en total? pregunt.Muchos y de todas clases y nacionalidades, enfermera replic el joven

    alegremente. Un arquitecto ingls, un cura francs, de Cartago, que es el que trabaja conlas inscripciones, las tablillas y cosas parecidas, ya sabe. Luego est la seorita Johnson.Tambin es inglesa y una especie de remendona de todos los cachivaches quedesentierran. Un hombrecillo regordete que hace las fotografas... es americano. Y losMercado. Slo Dios sabe de qu nacionalidad son... dagos1 de alguna especie! Ella esmuy joven y de aspecto solapado. Y de qu forma odia a la adorable Louise! Despustenemos a un par de jvenes que completan el grupo. Forman una coleccin bastante rara,pero agradable en su conjunto... no le parece, Pennyman?

    Se dirigi a un hombre de bastante edad, que estaba sentado, mientras haca darvueltas con aire distrado a unas gafas de pinza.

    El interpelado pareci sobresaltarse y levant la mirada.S... s... muy agradables. Es decir, considerndolos individualmente. Desde luego,

    Mercado parece un pjaro bastante raro...Qu barba tan extraa! coment la seora Kelsey. Es una de esas barbas

    flccidas, tan raras... tan singulares...

    El mayor Pennyman prosigui, sin darse cuenta, al parecer, de la interrupcin:

    1 Nombre que s da en Inglaterra y Estados Unidos a todo extranjero de piel morena. (N. del T.)

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    Los dos jvenes son agradables. El americano es ms bien reservado y el inglshabla en demasa. Es curioso, pues por lo general suele ser al contrario. El propio Leidneres un hombre modesto y nada engredo. S, individualmente son gente agradable. Pero de

    cualquier forma, y tal vez sean imaginaciones mas, la ltima vez que fui a verlos me dio laimpresin de que algo no iba bien entre ellos. No s qu fue exactamente... pero nadiepareca ser el mismo. Se notaba cierta tensin en la atmsfera. Lo explicar mejor diciendoque se pasaban la mantequilla de unos a otros con demasiada cortesa.

    Sonrojndome ligeramente, pues no me gusta sacar a relucir mis propias opiniones,dije:

    Cuando la gente se ve obligada a convivir por fuerza durante mucho tiempo,siempre se resienten los nervios de todos. Lo s por mi experiencia en el hospital.

    Es verdad dijo el mayor Kelsey. Pero la temporada acaba justamente de

    empezar y todava no ha habido tiempo para que se produzca una cosa as.El ambiente de una expedicin se parece, aunque en pequeo, al que reina entrenosotros aqu opin el mayor Pennyman. Se forman bandos y salen a relucirrivalidades y envidias.

    Parece como si este ao hubiera llegado gente nueva dijo el mayor Kelsey.Veamos el joven militar empez a contar con los dedos. Coleman y Reiter son

    nuevos. Emmott vino el ao pasado y los Mercado tambin. EL padre Lavigny, asimismo,es la primera vez que viene. Sustituye al doctor Byrd, que este ao est enfermo. Carey,desde luego, es de los veteranos. Ha venido desde que empez la excavacin, hace cincoaos. La seorita Johnson es casi tan veterana como Carey.

    Siempre pens que se llevaban todos muy bien en Tell Yarimjah observ elmayor Kelsey. Pareca una familia bien avenida, lo cual es realmente sorprendente si setiene en cuenta la flaqueza de la naturaleza humana. Estoy seguro de que la enfermeraLeatheran coincide conmigo.

    Pues... es posible que tenga razn. En el hospital he presenciado peleas cuyomotivo no ha podido ser cosa ms nimia que una disputa sobre una tetera.

    Eso es. Uno tiende a ser mezquino en cualquier comunidad donde haya uncontacto muy directo entre sus componentes observ el mayor Pennyman. Pero detodas formas, creo que debe de haber algo ms en este caso. Leidner es un hombre

    apacible y modesto, con un destacado sentido diplomtico. Siempre se preocup de quelos de la expedicin estuvieran contentos y se llevaran bien unos con otros. Y, sinembargo, el otro da not aquella sensacin de tirantez.

    La seora Kelsey ri.Y no se da usted cuenta de la explicacin? Pero si salta a la vista...Qu quiere decir?La seora Leidner, desde luego!Vamos, Mary dijo su marido. Es una mujer encantadora, de las que no se

    pelean con nadie.

    Yo no digo que se pelee. Ella es la causa de las peleas.De qu forma? Por qu tiene que serlo?Por qu? Pues porque est aburrida. Ella no es arquelogo, sino la mujer de uno

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    de ellos. Como le est vedada toda emocin, se preocupa ella misma de tramar su propiodrama. Se divierte haciendo que los dems se enfrenten entre ellos.

    Mary, t no sabes absolutamente nada. Te lo ests imaginando.

    Claro que me lo imagino! Pero vers cmo tengo razn. La adorable Louise nose parece en nada a Monna Lisa. Tal vez no quiera causar perjuicios, pero prueba a ver qupasar.

    Le es fiel a Leidner.No digo lo contrario. Ni estoy sugiriendo que existan intrigas vulgares. Pero esa

    mujer es una allumeuse.Hay que ver con qu dulzura se califican las mujeres entre s coment el mayor

    Kelsey.Ya s. Nos araamos como si furamos gatos. Eso es lo que decs vosotros, los

    hombres. Pero nosotras no solemos equivocarnos acerca de nuestro sexo.Al fin y al cabo dijo pensativamente el mayor Pennyman, aunque suponiendoque sean verdad todas las poco caritativas conjeturas de la seora Kelsey, no creo quepuedan explicar por completo aquella curiosa sensacin de tirantez... aquella tensinparecida a la que se experimenta antes de una tormenta. Tuve la impresin de que latempestad iba a estallar de un momento a otro.

    No asuste a la enfermera dijo la seora Kelsey. Tiene que ir all dentro de tresdas y es usted capaz de hacerla desistir.

    No se alarme. No me asusta asever, riendo.Pero a pesar de ello, pens mucho tiempo en lo que se haba dicho en aquella

    ocasin. Me acord de la forma tan peculiar que el doctor Leidner haba empleado parapronunciar la palabra segura. Era el temor secreto de su esposa, tal vez desconocido, loque haca reaccionar al resto de sus compaeros? O era la propia tensin o quiz la causadesconocida de ella la que reaccionaba sobre los nervios de la seora Leidner?

    Busqu en un diccionario el significado de la palabra allumeuse que haba usado laseora Kelsey, pero no logr entender su sentido.

    Bueno pens. Esperaremos a ver qu pasa.

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    CAPTULO IV

    Llego a Hassanieh

    Tres das despus sal de Bagdad.Sent dejar a la seora Kelsey y a la pequea, que era un encanto y creca

    esplndidamente, ganando cada semana el nmero requerido de gramos. El mayor Kelseyme acompa a la estacin para despedirme. Llegara a Kirkuk a la maana siguiente y allsaldra alguien a esperarme.

    Dorm muy mal. Nunca duermo bien cuando viajo en tren y aquella noche somucho. No obstante, a la maana siguiente, cuando mir por la ventanilla vi que haba

    amanecido un da esplndido. Me sent interesada y curiosa acerca de la gente que iba aconocer.Cuando baj al andn me detuve indecisa, mirando a mi alrededor. Entonces vi a un

    joven que se diriga hacia m. Tena una cara redonda y sonrosada. He de confesar que enmi vida haba visto a alguien que se pareciera ms a uno de los jvenes personajes quecrea el seor P. G. Wodehouse en sus libros.

    Hola, hola, hola! dijo. Es usted la enfermera Leatheran? Bueno, quiero decirque debe ser usted... ya me doy cuenta. Ja, ja, ja! Me llamo Coleman. El doctor Leidner meenvi a esperarla. Qu tal se siente? Vaya viajecito! Eh? Si conocer yo estos trenes!

    Bien, ya est aqu... ha desayunado? Es ste su equipaje? Muy modesto, no le parece?La seora Leidner tiene cuatro maletas y un bal, sin contar una sombrerera, unalmohadn de piel y otras muchas cosas. Estoy hablando demasiado? Venga.

    A la salida de la estacin nos esperaba lo que, segn me enter despus, se llamabarubia. Sus caractersticas participaban un poco de las de una furgoneta, un camin y uncoche de turismo. El seor Coleman me ayud a subir, explicndome que ira mejor en elasiento delantero, junto al conductor, donde acusara menos el traqueteo. Traqueteo!Qued maravillada de que aquel armatoste no se deshiciera en mil pedazos! All no habanada que se pareciera a una carretera; slo una especie de vereda llena de surcos y baches.Vaya con el glorioso este! Cuando me acord de las esplndidas pistas de Inglaterra,sent que me invada la nostalgia.

    El seor Coleman se inclin hacia m desde el asiento que ocupaba, detrs del mo, yme grit junto a la oreja:

    El camino est en muy buenas condiciones! aull justamente despus de quehabamos sido lanzados de nuestros asientos, hasta tocar el techo con la cabeza.

    Y pareca estar hablando en serio.Esto es muy bueno... estimula el hgado dijo. Usted debe saberlo, enfermera.Un hgado estimulado va a servirme de poco si me abre la cabeza observ

    acervamente.

    Tena que haber venido aqu despus de una buena lluvia! Los patinazos sonsoberbios. La mayor parte del tiempo, el coche va de travs.

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    A esto no respond.Al cabo de un rato tuvimos que cruzar un ro, lo que hicimos en el transbordador

    ms estrambtico que darse pueda. El que logrramos pasar me pareci un milagro, pero

    los dems, por lo visto, consideraron aquello como la cosa ms natural del mundo. Noscost casi cuatro horas llegar a Hassanieh. Con gran sorpresa por mi parte, vi que era unaciudad de amplias proporciones. Desde el otro lado del ro, antes de llegar a ella,presentaba un bonito aspecto; blanco y como arrancada de las pginas de un libro decuentos, con sus altos minaretes destacndose contra el cielo. No obstante, cuando secruzaba el puente y se entraba en ella, la cosa variaba, el olor era desagradable; todo estabadesvencijado, ruinoso y el lodo y la porquera reinaban por doquier.

    El seor Coleman me llev a casa del doctor Reilly, donde, segn me dijo, meesperaban para comer.

    El doctor Reilly estuvo tan amable como de costumbre. Su casa tena un aspectoatractivo; dispona de un cuarto de aseo y todo estaba limpio y reluciente. Tom un baodelicioso y cuando me puse de nuevo el uniforme y baj a comer, me sent mucho mejor.

    El almuerzo estaba servido. Entramos en el comedor, mientras el mdico excusaba laausencia de su hija, que segn dijo, siempre llegaba tarde. Acabbamos de tomar un platomuy bueno de huevos en salsa, cuando entr la joven y el doctor Reilly me la present:

    Enfermera, sta es mi hija Sheila.Me estrech la mano y me dijo que esperaba hubiera tenido un feliz viaje. Luego se

    quit el sombrero, hizo una fra inclinacin de cabeza al seor Coleman y tom asiento.Bueno, Bill, cmo van las cosas? pregunt.El joven empez a hablarle acerca de una reunin que deba celebrarse en el club, y

    yo, entretanto, me dediqu a estudiarla.No puedo decir que me gustara mucho. Su forma de pensar, tan fra, no me

    complaca. Una muchacha impulsiva y de buena presencia. Tena el cabello negro y losojos azules; una cara plida y la consabida boca pintada. Su sarcstica forma de hablar casilleg a molestarme. En cierta ocasin tuve a mi cargo una gran aprendiza como ella; unachica que trabajaba bien, lo admito, pero cuyas maneras tenan la virtud de encolerizarme.

    Me pareci que el seor Coleman estaba algo chalado por ella. Tartamudeaba alhablar y su conversacin se volvi un poco ms necia que de costumbre, si es que ello era

    posible. Me dio la impresin de ser un perrazo atontado, que mova la cola y trataba dehacerse el gracioso.

    Despus del almuerzo el doctor Reilly se fue al hospital. El seor Coleman tena quehacer algunas cosas en la ciudad y la seorita Reilly me pregunt si me gustara dar unavuelta o prefera quedarme en casa. El seor Coleman, me dijo, volvera a buscarmedentro de una hora.

    Hay algo que ver por aqu? inquir.Algunos rincones pintorescos contest la seorita Reilly. Pero no s si le

    gustarn. Estn llenos de suciedad.

    Por fin me llev al club, que no estaba del todo mal. Daba vista al ro y all encontrvarios peridicos y revistas.

    Cuando regresamos a casa no haba llegado todava el seor Coleman. Nos sentamos

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    y charlamos un rato. No fue cosa agradable.La joven me pregunt si conoca yo a la seora Leidner.No. Slo conozco a su marido contest.

    Oh! Me agradara saber qu opinar de ella.No repliqu a este comentario. Y ella prosigui:Me gusta mucho el doctor Leidner. Todos le quieren.Eso es lo mismo que decir, pens para mi capote, que no te gusta su mujer.Segu sin replicar y al poco rato me pregunt sbitamente:Qu le pasa a la seora Leidner? Se lo ha dicho su marido?No estaba dispuesta a cotillear sobre una paciente antes de haberla conocido; as es

    que contest evasivamente:Tengo entendido que est un poco deprimida y necesita de alguien que la cuide.

    La joven ri. Fue una risa desagradable y dura.Por Dios! dijo. Es que no tiene bastante con nueve personas para cuidarla?Supongo que todos tendrn algo que hacer repliqu.Algo que hacer? Claro que lo tienen. Cuidar a Louise antes que nada... y ya se

    encarga ella de que sea as si se lo ha propuesto.No te gusta lo ms mnimo, dije para m.De todas formas sigui la muchacha no comprendo para qu necesita una

    enfermera profesional. Yo hubiera credo que una aficionada cuadrara mejor con susmtodos; pero no alguien que le meta un termmetro en la boca, le tome el pulso yreduzca todas las fantasas a hechos concretos.

    He de reconocer que en aquel momento sent curiosidad.Cree usted que en realidad no le pasa nada? pregunt.Claro que no le pasa nada! Esa mujer es ms fuerte que un toro: La pobrecita

    Louise no ha dormido. Tiene ojeras. Naturalmente... se las ha pintado con un lpiz!Cualquier cosa que llame la atencin, que atraiga a todos a su alrededor para que lamimen.

    Algo haba de verdad en todo aquello, desde luego. Yo haba visto casos, y como yocualquier enfermera, de hipocondracos cuya delicia era tener en constante movimiento atoda la familia. Y si un mdico o una enfermera les dice: A usted no le pasa nada, en

    primer lugar no le creen, y luego demuestran una indignacin tan genuina como laverdadera.

    Era muy posible que la seora Leidner fuera uno de estos casos. El marido, como esnatural, sera el primer engaado. Los maridos, segn he comprobado, son unos crduloscuando se trata de enfermedades. Pero de todas formas aquello no cuadraba con lo que yohaba visto antes. No coincida, por ejemplo, con la palabra segura. Era curiosa laimpresin que aquella palabra me haba producido.

    Reflexionando sobre ello, pregunt:Es nerviosa la seora Leidner? Le ataca los nervios, por ejemplo, el vivir alejada

    de todo?Y de qu tiene que ponerse nerviosa all? Cielo santo, si son diez! Y adems

    tienen guardias, por las antigedades que van acumulando. No, no est nerviosa... al

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    menos...Pareci que le asaltaba una idea y se detuvo. Al cabo de un momento prosigui

    lentamente.

    Es extrao que diga usted eso.Por qu?El teniente de aviacin Jarvis y yo fuimos hasta all el otro da. Era por la maana y

    muchos de ellos estaban en las excavaciones. La seora Leidner estaba escribiendo unacarta y no nos oy llegar. El criado que de costumbre nos acompaaba hasta el interior dela casa no se vea por all, y mi acompaante y yo nos dirigimos hacia el porche. Alparecer, ella vio la sombra del teniente Jarvis reflejada en la pared y lanz un grito.Despus se excus. Pens que se trataba de un desconocido. Fue algo raro, pues aunquehubiera sido un desconocido, qu necesidad haba de asustarse?

    Yo asent pensativamente.La seorita Reilly call y luego habl de pronto.Yo no s qu es lo que les pasa este ao. Estn todos fuera de s. La seorita

    Johnson anda por ah tan malhumorada que ni siquiera abre la boca para hablar. Davidtampoco habla si puede evitarlo. Bill, desde luego, no para ni un momento, pero suincesante parloteo parece agravar la situacin de los otros. Carey tiene el aspecto del queespera algo que estalle de repente. Y todos se vigilan unos a otros como si... como si... Oh!,no lo s, pero es extrao.

    Es curioso, pens, que dos personas tan diferentes como la seorita Reilly y el mayorPennyman hayan coincidido en la misma idea.

    En aquel momento entr con gran apresuramiento el seor Coleman.Apresuramiento es poco, que digamos. Si hubiera llevado la lengua colgando y de

    pronto le hubiera salido una cola y la hubiera movido, no me hubiera sorprendido.Hola, hola! dijo. El mejor comprador del mundo... se soy yo. Le has

    mostrado a la enfermera todas las bellezas de la ciudad?No se impresion lo ms mnimo contest con sequedad la seorita Reilly.No se le puede censurar por ello opin el seor Coleman, con entusiasmo. No

    he visto sitio ms triste y ruinoso!No te gustan mucho las cosas pintorescas ni antiguas, verdad, Bill? No

    comprendo cmo has llegado a ser arquelogo.No me eches a m la culpa. chasela a mi tutor. Es un erudito profesor; un ratn de

    biblioteca con zapatillas. Le resulta algo pesado el tener un pupilo como yo.Creo que has sido un estpido al permitir que te metieran a la fuerza en una

    profesin que no te gusta.A la fuerza no, Sheila. A la fuerza, no. El viejo me pregunt si tena preferencia por

    alguna profesin. Yo le dije que no, y entonces l me agreg a esta expedicin.Y no tienes idea de qu es lo que te gustara hacer? Debes tener alguna!Claro que la tengo. Mi ideal sera no hacer nada. Lo que me gustara es tener

    mucho dinero y dedicarme a las carreras de caballos y de automviles.Eres absurdo! exclam la seorita Reilly. Pareca estar enfadada.Ya s que en eso no hay ni que pensar aadi el seor Coleman con tono alegre

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    . Por lo tanto, si tengo que hacer algo, no me importa lo que sea con tal de no estar todoel da encerrado en un despacho. Resulta agradable ver un poco de mundo. As es queaqu me vine.

    Y habr que ver lo muy til que sers a la expedicin!En eso te equivocas. Puedo estarme en las excavaciones y gritar Y'Allah comopodra hacerlo otro. Y tampoco soy tan malo dibujando. Imitar la escritura de los demsera una de mis especialidades en el colegio. Hubiera sido un falsificador de primer orden.Todava puedo dedicarme a ello. Si algn da mi RollsRoyce te salpica de barro mientrasesperas el autobs, sabrs que me he dedicado a la delincuencia.

    No crees que sera hora de que te fueras, en lugar de hablar tanto? preguntframente la seorita Reilly.

    Somos muy hospitalarios, verdad, seorita enfermera?

    Estoy segura de que la enfermera Leatheran tendr ganas de llegar ya a su destino.T siempre ests segura de todo replic el seor Coleman haciendo una mueca.En realidad, era bastante cierto.Tal vez sera preferible que nos furamos, seor Coleman.Tiene usted razn, enfermera.Le estrech la mano a la seorita Reilly, al tiempo que le daba las gracias por todo y

    nos marchamos.Sheila es una chica muy atractiva coment el seor Coleman. Aunque nunca le

    permite a uno confianzas.Salimos de la ciudad y emprendimos el camino por una especie de vereda bordeada

    de verdes campos llenos de mies. Como era costumbre en aquel pas, no faltaban losbaches.

    Despus de media hora de viaje, el seor Coleman me indic un montculo bastanteelevado, situado a la orilla del ro, frente a nosotros.

    Tell Yarimjah anunci.Distingu unos puntitos negros que se movan como si fueran hormigas.Mientras los contemplaba vi cmo empezaron a correr todos juntos, descendiendo

    por una de las laderas del montculo.Es la hora de dejar el trabajo coment el seor Coleman. Se da por terminada

    la tarea diaria una hora antes de ponerse el sol.La casa que ocupaba la expedicin estaba un poco alejada del ro.El conductor dio vuelta a una esquina, hizo pasar el coche por un portaln y luego

    par en mitad de un patio.El edificio estaba construido a su alrededor. En principio consista solamente en la

    parte que formaba el lado sur del patio, adems de unas edificaciones sin importanciahacia el este. La expedicin construy luego los otros dos lados. Como el plano de la casareviste especial inters, incluyo un croquis del mismo.

    Todas las habitaciones daban al patio interior, as como la mayor parte de las

    ventanas. La excepcin la constitua el primitivo edificio de la parte sur, cuyas ventanasdaban al campo. Estas ventanas, sin embargo, estaban protegidas por rejas.

    Del rincn sudoeste del patio arrancaba una escalera que conduca a la azotea,

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    situada sobre todo el cuerpo del edificio sur, el cual era un poco ms alto que las otras tresalas.

    El seor Coleman me condujo, dando la vuelta, hasta un gran porche que ocupaba el

    centro de la parte sur.Empuj una puerta situada en el lado derecho y entramos en una habitacin, dondevarias personas estaban sentadas alrededor de una mesa tomando t.

    Hola, hola! exclam el seor Coleman. Aqu est el caballero andante.La seora que ocupaba la cabecera de la mesa se levant y vino hacia m para

    saludarme.Entonces vi por primera vez a Louise Leidner.

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    CAPTULO V

    Tell Yarimjah

    No tengo inconveniente en admitir que mi primera impresin al ver a la seoraLeidner fue de franca sorpresa. Cuando se oye hablar mucho de una persona, cada cualforma en su mente la imagen que le sugieren los comentarios. Yo estaba firmementeconvencida de que la seora Leidner era una mujer ttrica y malhumorada. De las quesiempre tienen los nervios de punta. Y adems esperaba que fuera, hablando confranqueza, un poco vulgar. Pero no era, ni por asomo, lo que yo me haba figurado. Enprimer lugar, era rubia. No era sueca, como su marido, pero por su aspecto poda muy

    bien haber pasado por tal. Sus cabellos tenan ese color rubio escandinavo que tan rarasveces se encuentra. No era joven. Calcul que tendra entre treinta y cuarenta aos. Elaspecto de su cara era algo macilento, y unas canas se distinguan entre sus rubioscabellos. Sus ojos, por otra parte, eran muy hermosos.

    Hasta entonces no me haba topado con ningunos ojos como aqullos, cuyo colorpudiera describirse como violeta. La seora Leidner era delgada y de aspecto delicado. Sidijera que tena un aire de intenso cansancio y, al mismo tiempo, de gran viveza, pareceraque digo una tontera, pero tal fue la impresin que me caus. Me di cuenta, tambin, deque era toda una seora. Y esto significa algo, aun en estos tiempos. Me tendi la mano y

    me sonri. Su voz tena un tono bajo y suave, y hablaba con un ligero acento americano.Me alegro de que haya venido, enfermera. Quiere tomar el t, o prefiere usted quevayamos a ver su habitacin primero?

    Le dije que tomara el t y ella me present a los dems.sta es la seorita Johnson... y el seor Reiter. La seora Mercado. El seor

    Emmott. EL padre Lavigny. Mi marido vendr dentro de poco. Sintese entre el padreLavigny y la seorita Johnson.

    Hice lo que me indic y la seorita Johnson empez a hablar, preguntndome acercade mi viaje. Le faltaba poco para cumplir los cincuenta, segn juzgu, y tena un aspectoalgo masculino, a lo que contribua un cabello grisceo, peinado muy corto. La cara, fea yarrugada, con una cmica nariz respingona que tena la costumbre de restregarsefuriosamente cuando algo le preocupaba o extraaba. Llevaba una falda y chaqueta detweed, de hechura ms bien masculina. Al poco rato me cont que era oriunda deYorkshire.

    Encontr al padre Lavigny un tanto sorprendente. Era un hombre de alta estatura,con una gran barba negra. Usaba gafas de pinza. Le o decir a la seora Kelsey que habaall un fraile francs, y entonces me di cuenta de que el padre Lavigny usaba un hbitomonacal de color blanco. Qued algo admirada, pues siempre haba credo que los frailesse enclaustraban en los conventos y no volvan a salir de ellos.

    La seora Leidner le habl casi siempre en francs, pero l se dirigi a m en uningls muy correcto. Advert que tena unos ojos penetrantes y observadores, que se iban

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    fijando detenidamente en la cara de cada uno de los congregados.Frente a m estaban los otros tres. El seor Reiter era un joven rubio y rollizo, y usaba

    gafas. Tena el pelo largo y ondulado. Sus ojos azules eran redondos como platos. Pens

    que deba haber sido un lindo beb en otros tiempos, pero entonces no lequedaba nadaque valiera la pena de verse. En realidad, tena cierto aspecto de lechoncillo. El otro jovenllevaba el pelo cortado al rape. Tena la cara estirada, msbien cmica, y al rer mostrabaunos dientes perfectos, lo que le haca muy atrayente. Hablaba muy poco; se limitaba amover la cabeza cuando le dirigan la palabra, o contestaba con monoslabos. Eraamericano, como el seor Reiter. La tercera persona era la seora Mercado, a quien nopude observar a mi gusto, pues cuando diriga lavista hacia ella siempre la encontrabamirndome con una especie de atencin que me resultaba un tanto desconcertante, por nodecir otra cosa. Dada la manera con que me observaba, poda asegurarse que una

    enfermera era un bicho raro. Qu falta deeducacin! Era muy joven, pues no pasara delos veinticinco; morena y de aspecto escurridizo, si se me permite decirlo as. En ciertomodo tena buena presencia, aunque, como dira mi madre, no poda ocultar suvulgaridad. Llevaba un jubn de color vivo que haca juego con el tono de sus uas. Eradelgada de cara y en ella se vea una expresin anhelante, que haca recordar la de unpjaro. Tena los ojos grandes y los labios apretados en un rictus malicioso.

    El t estaba muy bien hecho. Una mezcla fuerte y agradable, nada parecida a lainfusin suave que tomaba siempre la seora Kelsey, y que haba sido mi tortura durantelos ltimos tiempos. Sobre la mesa haba tostadas, mermelada, un plato de bollos y unatarta. El seor Emmott, muy corts, me ayud a servirme. A pesar de su retraimiento,observ que siempre estaba atento a que mi plato no quedara vaco.

    Al cabo de un rato entr el seor Coleman y tom asiento al otro lado de la seorita Johnson. Sus nervios, al parecer, estaban en perfectas condiciones, pues habl por loscodos.

    La seora Leidner suspir y le dirigi una cansada mirada que no pareci afectar aljoven en lo ms mnimo. Ni tampoco el hecho de que la seora Mercado, a quien diriga lamayor parte de su charla, estuviera tan ocupada mirndome que a duras penas lecontestara.

    Estbamos terminando el t cuando entraron el doctor Leidner y el seor Mercado. El

    primero me salud con su habitual cortesa. Vi cmo sus ojos se dirigan rpidamentehacia su esposa y despus pareci aliviado por lo que en ella distingui. Tom asiento alotro lado de la mesa, mientras el seor Mercado lo haca junto a la seora Leidner. Era steun hombre alto, delgado y de aspecto melanclico. Mucho ms viejo que su esposa. De tezcetrina, llevaba una barba extraa, lacia y sin forma alguna. Me alegr de que hubierallegado, pues su mujer dej de mirarme y su atencin se centr en l. Lo vigilaba con unaespecie de anhelo impaciente que encontr bastante raro. El hombre revolvi con lacucharilla su taza de t. Pareca abstrado. Tena en el plato un trozo de tarta que no prob.

    Todava quedaba vacante uno de los sitios alrededor de la mesa. Al poco rato se

    abri la puerta y entr otro hombre.Desde el momento en que vi a Richard Carey opin que era uno de los hombres ms

    apuestos con que me haba topado desde haca mucho tiempo, y aun me atrevo a decir

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    que jams vi otro como l. Decir que un hombre es guapo y al propio tiempo que sucabezaparece una calavera parecer una contradiccin y, sin embargo, en aquel caso era verdad.Su cara produca el efecto de tener la piel sencillamente aplicada sobre los huesos, aunque

    stos tenan un modelado perfecto. Las vigorosas lneas de la mandbula, sienes y frenteestaban tan fuertemente trazadas que me recordaban las de una estatua de bronce. Y enaquella cara flaca y morena refulgan los ms brillantes y azules ojos que nunca vi. Medaunos seis pies de estatura y, segn calcul, tendra poco menos de cuarenta aos.

    Enfermera, ste es el seor Carey, nuestro arquitecto dijo el doctor Leidner.El recin llegado murmur algo con voz agradable, apenas audible, y tom asiento al

    lado de la seora Mercado.Me parece que el t est un poco fro dijo la seora Leidner.No se moleste, seora Leidner contest l. La culpa es ma por haber llegado

    tarde. Quera acabar el plano de esas paredes.Mermelada, seor Carey? pregunt la seora Mercado.El seor Reiter le acerc las tostadas.Y entonces me acord de lo que dijo el mayor Pennyman. Lo explicar mejor

    diciendo que se pasaban la mantequilla de unos a otros con demasiada cortesa.S; haba algo extrao en todo aquello...Demasiada ceremonia...Hubirase dicho que era una reunin de personas que no se conocan; pero no de

    gentes que, en algunos casos, se trataban desde haca muchos aos.

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    CAPTULO VI

    La primera velada

    Despus del t la seora Leidner me acompa a mi habitacin.Tal vez ser preferible que describa ahora brevemente la situacin de las habitaciones

    que constituan la casa.Era muy sencilla su distribucin, como puede verse en el plano.A ambos lados del porche se abran las puertas que conducan a las dos piezas

    principales. La de la derecha corresponda al comedor, donde habamos tomado el t. Laotra daba acceso a una pieza exactamente igual que la primera. En el plano la denomino

    sala de estar, y se utilizaba como centro de reunin y para hacer ciertos trabajos caseros,tales como dibujos, siempre que no fueran de arquitectura. All sellevaban los msdelicados ejemplares de cermica para ser reconstruidos pieza porpieza. Desde la sala deestar se pasaba al almacn, donde se guardaban todos los objetos que se ibandesenterrando en las excavaciones. Estaban dispuestos en estanteras y casilleros, as comohaba algunos esparcidos sobre mesas y bancos. Del almacn no se poda salir ms que atravs de la sala de estar. Ms hacia el este sehallaba el dormitorio de la seora Leidner, alque se entraba por una puerta que dabaal patio. sta, como las dems piezas de aquel ladode la casa, tena un par de ventanas enrejadas que daban al campo. En un rincn sudeste

    del patio, junto a la habitacin de la seora Leidner, pero sin que tuviera puerta decomunicacin con ella, estaba la de su marido. Era la primera del lado este de la casa.Junto a dicho dormitorio vena el de la seorita Johnson y ms all los ocupados por elseor Mercado y su esposa. Luego se encontraba lo que all denominaban cuarto de bao.La primera vez que emple este trmino ante el doctor Reilly se ech a rer y me dijo queun cuarto de bao tiene que serlo con todas sus consecuencias, o no puedetenrsele comotal. De todas formas, cuando uno est acostumbrado a los grifos ydesages, resultaextrao llamar cuartos de bao a un par de habitaciones con el suelode tierra, en cada unade las cuales haba una tina de cinc para baos de asiento que se llenaba con agua tradaen latas de petrleo.

    Todo aquel lado de la casa haba sido aadido por el doctor Leidner al primitivoedificio rabe. Las habitaciones eran todas iguales; cada una tena una ventana y unapuerta que daban al patio interior. En la parte norte estaba el estudio fotogrfico, ellaboratorio y la sala de dibujo.

    Partiendo del porche, la disposicin de los cuartos en el lado oeste era muy parecida.Del comedor se pasaba a la oficina, donde se llevaban los registros, se catalogaban laspiezas y se haca el trabajo de mecanografa. Correspondiendo a la posicin que ocupabael dormitorio de la seora Leidner, en este lado se hallaba el del padre Lavigny, a quientambin se le haba destinado una de las dos estancias ms espaciosas con que contaba la

    casa. El padre Lavigny la utilizaba asimismo como estudio y realizaba all la tarea dedescifrar las inscripciones de las tablillas.

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    En el rincn sudoeste del patio estaba la escalera que conduca a la azotea. Acontinuacin se hallaba la cocina y despus cuatro dormitorios ocupados por los solteros:Carey, Emmott, Reiter y Coleman.

    Luego, formando ngulo, se encontraba el estudio fotogrfico, desde el que se pasabaa la cmara oscura donde se revelaban los clichs. Junto al estudio estaba el laboratorio y acontinuacin vena un gran portaln cubierto con un arco, por el que habamos entradoaquella tarde. En la parte exterior, frente a la casa, estaban los dormitorios de los criadosnativos; el cuerpo de guardia para los soldados y los establos para las caballeras con quese suministraba el agua a la expedicin. La sala de dibujo estaba a la derecha del portalny ocupaba el resto del ala norte.

    He detallado por completo la distribucin de la casa porque no quiero tener quevolver sobre ello ms adelante.

    Como he dicho antes, la seora Leidner me acompa para que viera el edificio yfinalmente me instal en mi habitacin, deseando que me encontrara cmoda y tuvieratodo lo que me hiciera falta.

    El dormitorio estaba muy bien, aunque amueblado con sencillez: una cama, unacmoda, un lavabo y una silla.

    Los criados le traern agua caliente antes de cada comida; y por la maana, desdeluego. Si la desea en cualquier otra ocasin salga al patio y d dos palmadas. Cuandoacuda uno de los sirvientes dgale: Jib maijar. Lo recordar?

    Le dije que as lo hara y repet la frase como Dios me dio a entender.Est bien. No se azore y grite. Los rabes no entienden nada si se les habla bajo.Esto de los idiomas es una cosa divertida coment. Parece mentira que haya

    tantos y tan diferentes.La seora Leidner sonri.Hay una iglesia en Palestina, en cuyas paredes est escrito el Padrenuestro en

    noventa idiomas diferentes.Bien le dije. Cuando escriba a mi ta se lo contar. Le va a interesar.La seora Leidner manose abstrada la jarra de agua y la palangana; despus

    cambi de sitio la pastilla de jabn.Espero que ser feliz aqu dijo y que no se aburrir demasiado.

    No suelo aburrirme casi nunca le asegur. La vida no es lo bastante largacomo para permitirlo.

    Ella no replic. Continu jugueteando con los objetos del lavabo, como si supensamiento estuviera puesto en otra cosa.

    De pronto fij en m sus ojos de color violeta.Qu le dijo exactamente mi marido, enfermera?Por regla general, siempre se contesta de la misma forma a una pregunta as.Pues por lo que me cont, coleg que estaba usted un poco deprimida, seora

    Leidner dije; y que necesita a alguien que la cuide y le ayude en lo que sea, para

    quitarle toda clase de preocupaciones.La mujer inclin la cabeza lentamente con aspecto pensativo.S dijo. S... eso ir muy bien.

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    Aquello era un poco enigmtico, pero yo no estaba dispuesta a preguntar ms. Enlugar de ello dije:

    Espero que me dejar ayudarla en cuantas tareas tenga que hacer en la casa. No

    debe permitir que est inactiva.Gracias, enfermera.Luego tom asiento en la cama, y con gran sorpresa ma empez a hacerme gran

    cantidad de preguntas. Y digo con gran sorpresa ma porque desde que la vi estaba segurade que era toda una seora. Y las seoras raramente demuestran curiosidad acerca de losasuntos privados de los dems.

    Pero la seora Leidner pareca interesada en conocer todo lo referente a m. Dndehaba hecho mis prcticas y si haca mucho tiempo de ello. Qu fue lo que me trajo a Irak.Por qu el doctor Reilly me haba recomendado para el empleo. Hasta me pregunt si

    haba estado en Amrica y si tena all parientes. Tambin se interes por una o doscuestiones que entonces me parecieron fuera de lugar, pero cuyo significado comprendms tarde.

    Luego, de pronto, cambiaron sus maneras. Sonri, clida y afectuosamente, y me dijoque presenta que yo iba a servirle de mucho.

    Se levant y dijo:Le gustara subir a la azotea para ver la puesta del sol? Es un espectculo muy

    bonito a estas horas.Acced de buen agrado.Cuando salamos de la habitacin me pregunt:Vino mucha gente en el tren de Bagdad? Muchos hombres?Le contest que no me haba fijado en nadie. En el coche restaurante haba visto a dos

    franceses la noche anterior. Y a tres hombres que, por lo que hablaban, supuse quepertenecan a la compaa del oleoducto.

    Ella asinti emitiendo un ligero sonido. Dirase como si hubiera sido un suspiro dealivio.

    Subimos juntas a la azotea.La seora Mercado estaba all, sentada en el parapeto, y el doctor Leidner miraba,

    inclinado, una porcin de piezas y trozos de cermica que haba esparcidos en montones.

    Vi unas cosas grandes que llaman piedras de molino de mano, piedras en forma de manode almirez y hachas de slice. Y la ms grande coleccin de cacharrosde barro rotos que

    jams vi. Sobre aquellos fragmentos se vean raros dibujos y pinturas.Venga ac invit la seora Mercado. Verdad que es... muy hermoso?Ciertamente, era una esplndida puesta de sol. Hassanieh, en la distancia, ofreca un

    espectculo de ensueo, con el sol ponindose tras la ciudad. El ro Tigris, discurriendoentre sus anchas riberas, ms pareca una cosa etrea que un ro real.

    No es maravilloso, Eric? dijo la seora Leidner.Su marido levant la mirada con aire abstrado.

    S, es maravilloso murmur sin ningn inters, y sigui escogiendo trozosdecermica.

    La seora Leidner sonri y dijo:

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    Los arquelogos slo miran lo que tienen bajo los pies, el firmamento no existepara ellos.

    La seora Mercado lanz una risita apagada.

    Son gente muy rara. Pronto se dar cuenta, enfermera dijo.Hizo una pausa y luego aadi:Todos nos hemos alegrado mucho de que viniera. De verdad. Nos tena muy

    preocupados la seora Leidner, Louise.De veras?La voz de la seora Leidner tena un tono poco alentador.S. En realidad ha estado muy mala, enfermera. Nos ha dado ms de un susto.Cuando me dicen de alguien que est enfermo de los nervios, siempre pregunto: Es

    que hay algo peor? Los nervios constituyen el centro y la mdula de todo ser viviente,

    verdad?Tate, tate, pens para mi capote.La seora Leidner replic secamente:Bueno, no tienes necesidad de preocuparte ms por m, Marie. La enfermera me

    cuidar.Claro que s dije yo con tono alegre.Estoy segura de que esto te vendr muy bien coment la seora Mercado.

    Todos estbamos de acuerdo en que deba ver a un mdico o hacer algo. Tena los nerviosdeshechos, no es verdad, Louise?

    Tanto que, por lo visto, he conseguido poner los vuestros de punta replic laseora Leidner. No podramos hablar de algo ms interesante que mis dolencias?

    Comprend entonces que la seora Leidner era una de esas mujeres que se gananenemistades con gran facilidad. Haba en su voz un tono rudo y fro, del cual no la culpen aquella ocasin, y que hizo subir un intenso rubor a las plidas mejillas de la seoraMercado. Esta ltima murmur algo, pero ya entonces la seora Leidner se habalevantado y haba ido a reunirse con su marido al otro extremo de la azotea.

    Dudo que l la oyera llegar, pues no levant la mirada hasta que ella le puso la manoen el hombro. A pesar del gesto de sobresalto que hizo, en el rostro del doctor Leidner sereflejaba un profundo afecto y una especie de anhelante interrogacin.

    Ella asinti con la cabeza suavemente. Al poco rato, cogidos del brazo, se dirigieronal extremo de la azotea y despus bajaron juntos al patio.

    Est muy enamorado de ella, verdad? dijo la seora Mercado.S contest. Da gusto ver una cosa as.La mujer me estaba mirando con una expresin extraa.Cul es su opinin sobre lo que tiene la seora Leidner, enfermera? pregunt,

    bajando la voz.No creo que sea nada de particular repliqu jovialmente. Slo un poco

    dedepresin nerviosa.

    Su mirada pareca taladrarme, como haba hecho mientras tombamos el t.De pronto pregunt:Est usted especializada en casos de trastornos mentales?

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    Asesinato En Mesopotamia Agatha Christie

    Oh, no! dije. Qu le hace pensar eso?Est usted enterada de las rarezas que tiene? Se lo ha contado el doctor Leidner?No me gusta chismorrear acerca de mis pacientes. Pero por otra parte, s por

    experiencia que a menudo resulta difcil conseguir que los pacientes te digan la verdad; yhasta que no te enteras de ella tienes que trabajar a oscuras, sin conseguir grandesadelantos. Claro es que cuando hay un mdico que se ocupa del caso la cuestin esdiferente. Te dice lo que es necesario que conozcas. Pero en aquel asunto no haba ningndoctor que se encargara de ello. No haban sido requeridos los servicios profesionales deldoctor Reilly. Y tena para m que el doctor Leidner no me haba dicho todo lo que debiera.El instinto de los maridos, con frecuencia, los hace ser reservados. Pero, de todas formas,cuanto ms enterada estuviera, mejor sabra qu lnea de conducta adoptar. La seoraMercado, a quien mentalmente haba calificado de rencorosa y vengativa, tena unas ganas

    locas de hablar. Y si he de decir la verdad, tanto en el aspecto humano como en elprofesional, tambin quera yo enterarme de lo que tuviera que contar. Pueden llamarmecuriosa si lo desean, pero era as.

    He de suponer por ello que la seora Leidner no se ha portado de forma normalltimamente? pregunt.

    Normal? Yo dira que no. Nos ha dado unos sustos terribles. Una noche se tratde unos dedos que daban golpecitos en su ventana. Y luego fue una mano sin brazoalguno que la sostuviera. Despus, una cara amarilla pegada al cristal de la ventana.

    Y cuando la seora Leidner corri hacia all, no haba nadie... Bueno, no le pareceque haba para ponernos a todos los nervios de punta?

    Tal vez alguien le estaba gastando una jugarreta suger.No. Todo fueron imaginaciones suyas. Y hace tres das, mientras comamos,

    dispararon unos tiros en el pueblo, que est a una milla de aqu. La seora Leidner diounsalto y empez a gritar, asustndonos a todos. Su marido corri hacia ella y se port deuna forma ridcula No es nada, cario; no es nada, repiti otra vez. Yo creo, enfermera,que hay veces en que los hombres animan a las mujeres a que se pongan ms histricas. Esuna lstima, porque resulta perjudicial. No deberan hacerlo.

    Desde luego, si se trata en realidad de fantasas repliqu yo secamente.Y qu otra cosa podra ser?

    No contest, porque no saba qu hacer. Era un asunto curioso. Los disparos y losconsiguientes gritos podan considerarse como una cosa bastante natural tratndose deuna persona de condicin nerviosa. Pero aquella extraa historia de una cara y una manoespectrales era diferente. En mi opinin, poda tratarse de dos cosas: o bien la seoraLeidner se haba inventado todo aquello, exactamente como hace un nio que cuentamentiras acerca de cosas que nunca ocurrieron, con el fin de atraer sobre l la atencin delos dems, o bien se trataba, como dije, de una broma de mal gusto. Erauna de esas cosasque un joven alegre y sin pizca de imaginacin, como el seor Coleman, poda encontrarenormemente divertidas. Decid vigilarlo de cerca. Los pacientes nerviosos pueden

    afectarse seriamente con una broma estpida.La seora Mercado sigui hablando mientras me miraba de soslayo.Es una mujer de aspecto romntico, no lo cree as, enfermera? La clase de mujer a

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    la que siempre suceden cosas raras.Cuntas le han ocurrido? pregunt.Su primer marido muri en la guerra cuando ella tena solamente veinte aos.

    Creo que eso fue una cosa sentimental y romntica, verdad?Es una manera de llamar cisnes a unas ocas repliqu speramente.Oh, enfermera! Qu observacin tan singular!Y en realidad lo era. A cuntas mujeres se les oy decir: Si viviera mi pobrecito

    Donald, o Arthur, o como se llamara. Y entonces digo para m: No hay duda de que siviviera sera a estas horas un hombre gordo y nada romntico, de genio violento y entradoen aos.

    Estaba oscureciendo y suger que bajramos. La seora Mercado accedi y preguntsi me gustara ver el laboratorio.

    Mi marido debe estar trabajando an.Contest que me encantara y ambas nos dirigimos hacia all. Aunque iluminada poruna lmpara, la habitacin estaba desierta. La seora Mercado me ense varios aparatos,unos adornos de cobre que estaban siendo tratados qumicamente y tambin unos huesosrevestidos de cera.

    Dnde podr estar Joseph? pregunt mi acompaante.Dio una ojeada a la sala de dibujo, en la que estaba trabajando el seor Carey. El

    arquitecto apenas levant la mirada cuando entramos. Qued sorprendida al ver laextraordinaria expresin de tirantez que reflejaba su cara. De pronto se me ocurri queaquel hombre haba llegado al lmite de su resistencia y que muy pronto estallara.

    Record igualmente que alguien haba notado en l aquella tensin.Cuando salamos volv la cabeza para mirarle. Estaba inclinado sobre un papel y

    tena los labios fuertemente apretados. El aspecto de su cara recordaba ms que nunca elde una calavera. Quiz dej desbordar mi fantasa, pero en aquel instante me pareci uncaballero de otros tiempos dispuesto a entrar en batalla y sabiendo de antemano que iba amorir.

    Me di cuenta nuevamente de la extraordinaria e inconsciente fuerza magntica queposea aquel hombre.

    Encontramos al seor Mercado en la sala de estar. Cuando entramos estaba

    explicando a la seora Leidner los fundamentos de un nuevo procedimiento qumico.Ella le escuchaba mientras bordaba unas flores de seda en un lienzo. Me volvi a

    admirar su extraa apariencia, frgil y espiritual. Ms pareca una criatura legendaria queuna persona de carne y hueso.

    La seora Mercado exclam con voz estridente:Por fin te encontramos! Pens que estaras en el laboratorio.Su marido se sobresalt y pareci desconcertarse, como si la entrada de ella hubiera

    roto un encanto.Debo... debo irme tartamude. Estoy a mitad... a mitad...

    Sin completar la frase, se dirigi hacia la puerta.La seora Leidner, con su voz suave de acento americano, observ:Tiene que acabar de explicrmelo en otra ocasin. Es muy interesante.

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    Levant la vista para mirarnos; sonri dulcemente, pero distrada y volvi ainclinarse sobre su labor.

    Al cabo de un rato indic:

    All hay unos cuantos libros, enfermera. Tenemos una buena seleccin de ellos.Escoja uno y sintese.Me dirig a la librera. La seora Mercado se qued durante unos minutos y luego,

    sin decir nada, sali de la habitacin. Le vi la cara al pasar junto a m y no me gust suexpresin. Pareca estar dominada por una furia sorda.

    A pesar mo, record algunas de las cosas que dijo o insinu la seora Kelsey acercade la seora Leidner. No me agradaba pensar que tales cosas fueran verdad, pues desde elprimer momento sent cierto aprecio por la seora Leidner. Pero a pesar de ello, no pudemenos de preguntarme si en el fondo de todo aquello no habra algo ms de lo que se vea

    a simple vista.No poda creer que la seora Leidner fuera ella sola responsable de lo que ocurra.Pero deba contar con el hecho de que la poco agraciada seorita Johnson y la irascibleseora Mercado no podran competir con ella, ni en presencia ni en atractivos. Y loshombres siempre son los mismos, estn donde estn. De esas cosas se entera una enseguida en mi profesin.

    Mercado era un pobre diablo y su admiracin por la seora Leidner no creo que aella le importara poco ni mucho. Pero a la seora Mercado s le importaba. Y de no estaryo equivocada, esta ltima se consider terriblemente ofendida por ello y, al parecer,estaba dispuesta a vengarse de su rival si se le presentaba la ocasin.

    La seora Leidner segua bordando sus flores de seda. Pareca hallarse muy distante.Pens que era cosa de prevenirla. Tal vez no saba cun estpidos, irracionales y violentospueden ser los celos y el odio, cun poco se necesita para hacerlos arder.

    Pero entonces me dije:No seas tonta, Amy Leatheran. La seora Leidner no es ninguna chiquilla. Si noha

    llegado a los cuarenta, pocos le faltan. Debe estar enterada de todo cuanto hay que saberen la vida.

    Mas en el fondo de m, abrigaba el presentimiento de que tal vez no lo supiera.Tena un aspecto tan inocente!...

    Me pregunt cmo habra sido su vida. No ignoraba que se cas con el doctorLeidner haca dos aos. Su primer marido, segn dijo la seora Mercado, muri cuandoella tena veinte.

    Cog un libro y tom asiento a su lado. Al cabo de un rato sal de la sala de estar y fuia lavarme las manos para cenar. Fue una cena excelente en la que se sirvi un curry 2verdaderamente bueno. Todos se fueron a la cama muy temprano, de lo que me alegr,pues estaba cansada.

    El doctor Leidner me acompa hasta mi dormitorio para ver si me faltaba algo.Me estrech la mano efusivamente y dijo con entusiasmo.

    Ha tenido xito, enfermera. Se ha prendado de usted en seguida.

    2 Salsa usada en la India como condimento. (N. del T.).

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    Estoy muy contento. Presiento que ahora todo ir bien.Era casi infantil en su efusin.Yo tambin me haba dado cuenta de que a la seora Leidner no le haba disgustado

    mi presencia, por lo cual me sent satisfecha.Pero no comparta la confianza de su marido. Tuve el presentimiento de que bajotodo aquello se ocultaba algo que l, posiblemente, no conoca.

    Haba algo... algo que no llegaba yo a comprender, que se palpaba en el ambiente.Mi cama era cmoda, pero no pude dormir bien a causa de aquel presentimiento.So demasiado. Las palabras de un poema de Keats, que hube de aprender cuando

    era nia, me venan una y otra vez al pensamiento. No pude llegar a comprender hastaentonces su significado a pesar de mis esfuerzos para ello. Era un poema que siempreodi; tal vez porque tuve que aprenderlo de memoria, tanto si me gustaba como si no.

    Pero cuando despert en mitad de la noche, vi en l, por vez primera, cierta belleza.Oh!, di qu te aqueja, amado paladn, que solo y... (Cmo era?)... plido vagas.Vislumbr en mi mente la cara del caballero. Era la del seor Carey. Una cara

    ceuda, tensa, bronceada; como la de aquellos pobres jvenes que se iban a la guerracuando yo era una chiquilla. Sent profunda compasin hacia l. Luego volv a dormirmey so que la altiva e ingrata seora era la propia seora Leidner.

    Cabalgaba en un caballo blanco y llevaba en la mano un lienzo bordado con flores deseda. El caballo tropez e inmediatamente todo qued convertido en un montn de huesosrecubiertos de cera. Me despert sobresaltada y temblando. Me dije que el curry nunca mesent bien por las noches.

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    CAPTULO VII

    El hombre de la ventana

    Creo que ser preferible aclarar, antes de pasar adelante, que en esta narracin noencontrarn los lectores ningn comentario de color local que sirva de fondo al relato. Noentiendo nada de arqueologa y no creo que llegue a interesarme nunca tal materia.

    Me parece una solemne sandez el ir enredando con gente y cosas enterradas yolvidadas. El seor Carey sola decirme que yo no tena temperamento de arquelogo, yestoy segura de que le sobraba la razn.

    A la maana siguiente de mi llegada, el seor Carey pregunt si me gustara ir a ver

    un palacio que estaba planeando. No s cmo puede planearse una cosa que existi hacetanto tiempo. Pero le asegur que me encantara ir y, en realidad, hasta me emocionaba unpoco la idea. Al parecer, aquel palacio tena cerca de tres mil aos de antigedad. Mepregunt qu clase de edificios tendra la gente en tales tiempos y si seran como los queyo viera en las fotografas de Tutankamn. Pero crase o no, all no haba ms que barroseco. Polvorientas paredes de adobes, de unos dos pies de alto, y nada ms.

    El seor Carey me llev de aqu para all, contndome cosas; aquello era un granatrio, y all estuvieron situados varios aposentos, un piso superior y otras habitaciones quedaban al patio central. Y yo pensaba: Cmo lo sabr?, aunque fui lo bastante discreta

    para no preguntrselo. Puedo asegurar que me llev una desilusin. Aquellasexcavaciones no contenan ms que barro; nada de mrmoles ni oro, o algo que fuerabonito, por lo menos. La casa de mi ta, en Cricklewood, hubiera parecido una ruinamuchoms imponente. Y aquellos asirios, o lo que fueran, se llamaban a s mismos reyes.Cuando el seor Carey acab de ensearme su palacio, me dej con el padre Lavigny,que se encarg de mostrarme el resto del montculo. Me causaba cierto recelo el padreLavigny por ser extranjero; y, adems, por aquella voz profunda que tena.

    Sin embargo, se mostr muy amable, aunque fue algo difuso en sus explicaciones.Algunas veces me dio la sensacin de que todo aquello le importaba tan poco como a

    m.La seora Leidner me lo explic ms tarde. Me dijo que el padre Lavigny slo se

    interesaba por documentos escritos. Los asirios escriban sobre barro con unas marcasde raro aspecto, pero muy perceptibles. Hasta se haban encontrado tablillas escolares.Sobre una de las caras estaban escritas las preguntas del maestro, y al dorso se vean lascontestaciones del discpulo. He de confesar que me interesaron dichas tablillas, puestenan un profundo sentido humano.

    El padre Lavigny me acompa a dar una vuelta por las excavaciones y me ense,diferencindolos, lo que eran templos o palacios, y lo que eran casas particulares. Inclusome mostr un sitio que, segn dijo, era un primitivo cementerio de los acadios3. Hablaba

    de una forma bastante incoherente; se refera someramente a un asunto y luego pasaba sin

    3 Pueblo antiguo que habit la parte meridional de Mesopotamia. (N. del T).

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    interrupcin a tratar de otros.Me parece extrao que hayan contratado sus servicios, enfermera dijo en una

    ocasin. Es que la seora Leidner est realmente enferma?

    No en el sentido literal de la palabra contest.Es una mujer rara coment. Creo que es peligrosa.Qu quiere decir? pregunt; peligrosa? De qu forma?Sacudi la cabeza, pensativo.Creo que es cruel replic. S, estoy seguro de que puede ser muy despiadada.Era curioso que un fraile dijera aquello. Supuse, desde luego, que habra odo

    muchas cosas en confesin; pero este pensamiento aument mi desconcierto, pues noestaba segura de si los frailes confesaban, o slo podan hacerlo los sacerdotes. Yo estabaconvencida de que era fraile, pues llevaba aquel hbito blanco, que, por cierto, recoga

    fcilmente la suciedad. Y, adems, llevaba un rosario colgando del cinturn.Perdone aduje. Me parece que eso son bobadas.El padre Lavigny neg con la cabeza.Usted no conoce a las mujeres como yo aadi. S, puede ser despiadada

    continu. Estoy completamente convencido de ello. Y no obstante, a pesar de que es msdura que el mrmol, est asustada. Qu es lo que le asusta?

    Eso es lo que todos quisiramos saber, pens.Era posible que su propio marido lo supiera, pero nadie ms.El padre Lavigny me mir de pronto con sus ojos negros y brillantes.Encuentra algo extrao aqu? O le parece todo normal?No lo encuentro normal del todo repliqu, despus de considerar la respuesta.

    No est mal, por lo que se refiere a la forma en que lo tienen organizado... pero se nota unasensacin de incomodidad.

    Yo tambin me siento incmodo. Tengo el presentimiento de pronto pareciacentuarse en l su aspecto extranjero de que algo se est preparando. El propio doctorLeidner no es el que era. Algo le inquieta.

    La salud de su esposa?Tal vez. Pero hay algo ms. Hay... cmo lo dira?... una especie de desasosiego.Eso era cierto. Reinaba el desasosiego entre los componentes de la expedicin.

    No hablamos ms porque entonces se me acerc el doctor Leidner. Me mostr latumba de un nio que justamente acababa de ser descubierta. Era una cosa pattica;aquellos huesos de reducido tamao, un par de pucheros y unas pequeas motitas que,segn dijo el doctor Leidner, eran las cuentas de un collar.

    Los peones que trabajaban en las excavaciones me hicieron rer de buena gana.Eran una coleccin de espantajos, vestidos con andrajosas tnicas y con las cabezas

    envueltas en trapos, como si tuvieran jaqueca. De vez en cuando, mientras iban de un ladoa otro llevando cestos de tierra, empezaban a cantar. Por lo menos, yo creo que cantaban,pues era una especie de montona cantinela que repetan infinidad de veces.

    Me di cuenta de que la mayora de ellos tena los ojos en condiciones deplorables;todos cubiertos de legaas. Uno o dos de aquellos hombres parecan estar medio ciegos.

    Meditaba sobre cun miserable era aquella gente, cuando el doctor Leidner dijo:

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    Tenemos un excelente equipo de hombres, verdad?Qu mundo tan dispar es ste!, pens y de qu forma tan diferente pueden ver dos

    personas la misma cosa. Creo que no lo he expresado bien, pero supongo que sabrn lo

    que quiero decir.Al cabo de un rato, el doctor Leidner dijo que volva a la casa para tomar una taza det. Le acompa y durante el camino me fue explicando algunas cosas de las que veamos.Ahora que lo explicaba l, todo me pareca diferente. Poda verlo todo tal como haba sido,por decirlo as. Las calles y las casas. Me ense un horno en que los asirios cocan el pan yme dijo que, en la actualidad, los rabes utilizaban unos hornos muy parecidos.

    Cuando entramos en la casa encontramos a la seora Leidner que ya se habalevantado. Tena mucho mejor aspecto y no pareca tan delgada y agotada. Nos trajeron elt al cabo de un momento, y entretanto, el doctor Leidner le cont a su esposa lo que haba

    ocurrido en las excavaciones durante la maana. Luego volvi al trabajo y la seoraLeidner pregunt si me gustara ver algunos de los objetos que haban sido encontradoshasta entonces. Le dije que s, y me llev hasta el almacn.

    Haba en l gran variedad de cosas esparcidas, la mayora de las cuales, segn mepareci, eran cacharros rotos; y tambin otros que haban sido reconstruidos pegando susdiferentes fragmentos. Pens que todos aquellos chismes hubieran estado mejor en el cubode la basura.

    Vlgame Dios! exclam. Es una lstima que estn tan rotos, verdad? Vale lapena guardarlos?

    La seora Leidner sonri y dijo:Que no la oiga Eric. Los pucheros es lo que ms le interesa. Algunos de los que ve

    aqu son los objetos ms antiguos que tenemos. Tal vez tienen siete mil aos.Y me explic cmo algunos de ellos se podan encontrar excavando en las partes ms

    profundas del montecillo, y cmo, millares de aos antes, haban sido rotos y reparadoscon betn, lo cual vena a demostrar que an entonces la gente tena el mismo apego a suscosas que en la actualidad.

    Y ahora continu le voy a ensear algo mucho ms interesante.Alcanz una caja de una estantera y me mostr una daga de oro, en cuya

    empuadura llevaba incrustadas unas gemas de color azul oscuro.

    Di un grito de entusiasmo.S, a todos les gusta el oro, excepto a mi marido.Y por qu no le gusta el oro al doctor Leidner?Ms que nada, porque resulta caro. El obrero que encuentra uno de esos objetos,

    cobra su peso en oro.Dios mo! exclam. Por qu?Es una costumbre. En primer lugar, evitar que roben. Si los peones roban no es por

    el valor arqueolgico de la pieza, sino por su valor intrnseco. La pueden fundir. Puededecirse, por lo tanto, que les damos facilidades para que sean honrados.

    Cogi otra caja de la estantera y me ense una hermossima copa de oro, sobre laque se vean varias cabezas de ciervo esculpidas.

    Volv a lanzar otra exclamacin.

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    S, es hermosa, verdad? La encontramos en la tumba de un prncipe. Hemosdescubierto otras sepulturas rea les, pero muchas de ellas haban sido saqueadas. Estacopa es nuestro ms preciado hallazgo. Es una de las mejores que se han encontrado hasta

    ahora. Acadio primitivo. Una pieza nica.De pronto, la seora Leidner frunci el ce y examin la copa ms de cerca. Conuna ua rasc un punto de ella.

    Qu extrao! Es una gota de cera. Alguien ha entrado aqu con una vela.Desprendi la cera y coloc la copa en su sitio.Despus mostr unas raras figuritas de barro cocido; algunas de ellas eran bastante

    groseras. Aquellos pueblos antiguos tenan una mentalidad muy vulgar.Al volver al porche, encontramos a la seora Mercado que se estaba pintando las

    uas. Para ver mejor el efecto alargaba ante ella la mano con los dedos abiertos. Pens que

    no poda haberse imaginado nada ms horroroso que aquel color rojo anaranjado.Qu ocupados estn todos! coment la seora Mercado. Van a decir que soyuna holgazana. Y desde luego, lo soy.

    Y por qu no tena que serlo, si le gusta? pregunt la seora Leidner.Su voz no demostraba inters alguno.Almorzamos a las doce. Despus de comer, el doctor Leidner y el seor Mercado

    limpiaron varias piezas de cermica, vertiendo sobre ellas una solucin de cidoclorhdrico. Uno de los pucheros result ser de un hermoso color ciruela y en otro sedescubri un dibujo formado por cuernos de toro entrelazados. Era como cosa de magia.Todo el barro seco, que ningn lavado poda quitar, pareca hervir y evaporarse.

    El seor Carey y el seor Coleman volvieron a las excavaciones y el seor Reiter sedirigi al estudio fotogrfico.

    La seora Leidner haba cogido del almacn un platillo roto en varios pedazos y sedispuso entonces a pegarlos. La observ durante unos momentos y luego le pregunt sipoda ayudarla..

    Desde luego, hay muchos.Fue a por ms material y nos pusimos a trabajar.Pronto di con el quid de la cuestin y la seora Leidner alab mi destreza. Supongo

    que la mayora de las enfermeras tienen cierta habilidad manual.

    Qu vas a hacer, Louise? pregunt el doctor Leidner a su mujer. Supongo quedescansar s un rato. Coleg por ello que la seora Leidner dorma la siesta todas las tardes.

    Me acostar una hora. Despus, tal vez salga a dar un pequeo paseo.Bien. La enfermera te acompaar, verdad?Desde luego contest.No, no replic ella. Me gustara ir sola. La enfermera no debe tomarse tan en

    serio su deber, como para no permitir que me aleje de su vista.Pero a m me gustara acompaarla insist.No, de veras. Prefiero que no venga su tono era firme, casi perentorio. Debo

    valerme por m misma de vez en cuando. Es conveniente.No repliqu, desde luego. Pero al dirigirme a mi cuarto para descansar un rato, me

    pregunt cmo la seora Leidner, tan atemorizada y nerviosa, poda estar dispuesta a dar

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    un paseo solitario, sin alguna clase de proteccin.Cuando sal de mi habitacin, a las tres y media de la tarde, no haba nadie en el

    patio, salvo un chico que lavaba trozos de cermica y el seor Emmott que se ocupaba en

    clasificarlos y arreglarlos. Al dirigirme hacia ellos vi que la seora Leidner entraba por elportaln. Tena un aspecto mucho ms vivaz que de costumbre. Le brillaban los ojos ypareca estar sobreexcitada, casi alegre.

    El doctor Leidner sali entonces del laboratorio y se acerc a ella. Le mostr un granplano sobre el que se vea el consabido dibujo de cuernos entrelazados.

    Los estratos prehistricos estn resultando extraordinariamente productivos dijo.

    Hasta ahora, la campaa va dando buenos resultados. Fue una verdadera suerteencontrar esa tumba a poco de empezar. El nico que puede quejarse es el padre Lavigny.

    Hemos encontrado muy pocas tablillas.Pues no parece que se haya preocupado mucho de las pocas que tenemos dijo laseora Leidner secamente. Ser un magnfico tcnico descifrando inscripciones, pero esun notable perezoso. Se pasa todas las tardes durmiendo.

    Echamos de menos a Byrd coment el doctor Leidner. Este hombre me pareceque es poco dado a la exactitud, aunque, como es lgico, no soy quin para juzgarlo.

    Pero una o dos de sus ltimas traducciones han sido sorprendentes, por no decir otracosa. No puedo creer, por ejemplo, que tenga razn acerca de la inscripcin de aquelladrillo. Pero, en fin, l sabr lo que se pesca.

    Despus del t, la seora Leidner pregunt si me gustara dar un paseo hasta el ro.Pens que tal vez temiera que su negativa a que la acompaara antes pudiera haber

    herido mi susceptibilidad.Yo quera demostrarle que no era rencorosa y me apresur a aceptar.El atardecer era magnfico. Seguimos una senda que pasaba entre campos de cebada

    y atravesaba luego una plantacin de rboles frutales en flor. Llegamos a la orilla delTigris. A nuestra izquierda quedaba el Tell, donde los trabajadores salmodiaban sumontona cancin. Y un poco a la derecha se vea una noria que produca un ruidochirriante. De momento, aquel chirrido me dio dentera; mas al final acab por gustarme,produciendo en m un efecto sedante. Ms all de la noria estaba el poblado, donde vivan

    la mayor parte de los trabajadores.Es bonito, verdad? pregunt la seora Leidner.Resulta agradable este ambiente de paz coment. Parece mentira que se pueda

    estar tan lejos de todo.Lejos de todo repiti ella. S, aqu, por lo menos, espera una estar segura.La mir fijamente, pero me hizo el efecto de que estaba hablando para s, y no se

    haba dado cuenta de que haba expresado con palabras sus pensamientos.Iniciamos el regreso.De pronto, la seora Leidner me cogi tan fuertemente del brazo, que casi me hizo

    dar un grito.Qu es eso, enfermera? Qu est haciendo?A poca distancia de nosotras, justamente donde la senda pasaba al lado de la casa,

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    haba un hombre, tratando de mirar por una de las ventanas.Mientras lo contemplbamos, el hombre volvi la cabeza, nos divis, e

    inmediatamente sigui su camino por la senda, dirigindose hacia nosotras. Sent que la

    mano de la seora Leidner se apretaba todava ms contra mi brazo.Enfermera murmur. Enfermera...No pasa nada. Clmese. No pasa nada trat de tranquilizarla.El hombre vino hacia donde estbamos y pas por nuestro lado. Era un iraqu, y tan

    pronto como la seora Leidner lo vio de cerca, pareci que sus nervios se relajaban y dioun suspiro.

    No era ms que un iraqu dijo.Proseguimos nuestro camino. Mir hacia las ventanas cuando pasamos ante ellas. No

    solamente tenan rejas, sino que estaban a tanta altura sobre el suelo, que no permitan ver

    el interior de la casa, pues el nivel del pavimento era all ms bajo que en el patio interior.Tal vez estaba curioseando coment.La seora Leidner asinti.Eso debe ser. Por un momento cre...Se detuvo.En mi fuero interno me pregunt: Qu pensaste?.Pero ahora ya saba una cosa. La seora Leidner tema a una determinada persona de

    carne y hueso.

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    CAPTULO VIII

    Alarma nocturna

    Es difcil recordar exactamente lo que sucedi durante la semana que sigui a millegada a Tell Yarimjah. Mirndolo ahora, que s cmo termin la cosa, me doy cuenta deuna buena cantidad de pequeos indicios y seales que me pasaron entonces por alto.

    Si he de contarlo todo con propiedad, creo que debo tratar de reflejar el estado denimo que tena en aquellos das; es decir, embrollado, intranquilo y con un crecientepresentimiento de algo que iba mal.

    Porque una cosa era cierta. Aquella curiosa sensacin de tirantez y a la vez apremio

    no era imaginada. Era verdadera. Hasta el insensible Bill Coleman lo coment.Este sitio me est poniendo nervioso o que deca. Estn siempre todos tanmalhumorados?

    Estaba hablando con David Emmott, el otro auxiliar. Me empezaba a gustar el seorEmmott, pues su aspecto taciturno no era signo de que careciera de sentimientos. De esoestaba yo segura. Haba algo en l que resultaba inmutable y tranquilizador en unaatmsfera donde nadie estaba seguro de lo que sentan los dems.

    No respondi el seor Emmott. El ao pasado no ocurri esto.Y ya no habl ms.

    Lo que no puedo entender es la causa de todo ello dijo el seor Coleman conacento de disgusto.Emmott se encogi de hombros y no contest.Tuve una conversacin muy sustanciosa con la seorita Johnson. Me gustaba aquella

    mujer. Era competente, prctica y culta. Sin duda consideraba al doctor Leidner como a unhroe.

    En aquella ocasin me cont toda su historia, desde su juventud. Conoca todos lossitios en que el doctor Leidner haba dirigido excavaciones, as como el resultado de todasellas. Yo hubiera estado dispuesta a jurar que la seorita Johnson era capaz de recitarcualquier pasaje de las conferencias por l dadas. Lo consideraba, segn me dijo, como elmejor arquelogo que exista entonces.

    Y es tan sencillo... tan poco apegado a las vanidades. No conoce lo que es elengreimiento. Slo un hombre tan importante puede ser tan sencillo.

    Eso es cierto asent. La gente ilustre no necesita ir por ah dndoseimportancia.

    Adems, tiene un carcter muy jovial. Cmo nos divertamos los primeros aosque vinimos aqu, l, Richard Carey y yo! ramos una pandilla feliz. Richard Carey trabajcon l en Palestina. Su amistad data de hace diez aos. Y yo le conozco desde hace siete.

    El s