Aferrados a la esperanza

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Año 113/No. 28 17 A TENDER a niños y adoles- centes positivos a la covid-19 en estados grave y crítico es un desafío que la doctora Denise Bello González enfrenta a diario, junto al equipo que lidera en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Pediátrico Docente de San Miguel del Padrón, en La Habana. A finales de julio último, más de 100 menores de edad ha- bían sido atendidos en ese servi- cio desde el 23 de abril de 2020, cuando la rutina de la institución cambió de un día para otro. Entonces, empezaron a re- cibir pacientes sospechosos de tener dicha enfermedad, con sintomatología clínica o de- terminada comorbilidad que requiriera su permanencia en salas de vigilancia. Ingresaban en la terapia con criterio de gravedad debido a alguna al- teración respiratoria, cardio- COVID-19 Especialistas en Terapia Intensiva de un hospital habanero comparten sus vivencias en la atención a niños y adolescentes en tiempos de covid-19 Por MARIETA CABRERA / Fotos: YASSET LLERENA ALFONSO vascular, neurológica o de otro tipo, y el objetivo era evitar que se descompensaran. Aquellos casos en los que la prueba de PCR resultaba negativa, eran trasladados a otro hospital. Diecisiete días continuos en la unidad de cuidados intensi- vos permaneció el equipo de médicos y enfermeras que aten- dió a los primeros pacientes. La doctora Denise Bello, espe- cialista en Medicina Intensiva y Emergencias Pediátricas, y quien estuvo al frente de aquel grupo, recuerda que había mu- cha tensión, pues todavía se co- nocía poco sobre la covid-19. “El personal sanitario descan- saba dos o tres horas. Después establecimos rotaciones cada 14 días y el ritmo de trabajo era igualmente intenso porque in- gresaban muchos infantes con sospecha de estar contagiados con el SARS-CoV-2 (además de las patologías críticas ya esta- blecidas), aunque en pocos se confirmaba la presencia del vi- rus”, cuenta la joven de 32 años y jefa de la unidad de cuidados intensivos pediátricos. La primera paciente positiva a la covid-19 que tuvieron en el hospital fue una niña con un cua- dro de diarrea grave, diagnosti- cada en agosto de 2020. En lo que restó de ese año fueron confir- mados con la enfermedad otros cinco menores. Sin embargo, en 2021 el panorama cambió: la sintomatología que empezaron a ver en niños y adolescentes ya no era tan benévola. Relata la doctora Bello González que en este año co- menzaron a recibir en la tera- pia intensiva más infantes con síntomas de covid-19, lo que pudiera estar asociado, en su opinión, con la circulación en el país de las nuevas cepas del virus, consideradas más con- tagiosas y asociadas a cuadros clínicos más severos. “Lo que ha primado son las alteraciones respiratorias, con elementos de neumonía o bron- coneumonía en radiografías, debido a las cuales muchos han necesitado de ventilación artifi- cial. También hemos visto niños sanos que han presentado com- plicaciones asociadas a la covid- 19, como la insuficiencia renal y algunos han tenido cuadros de hipertensión, alteraciones car- diovasculares, eventos convulsi- vos, entre otros. “La diarrea es igualmente un síntoma muy frecuente y hay que darle la connotación que tiene porque cuando se presen- ta en un paciente pequeño y no es tratada a tiempo, este puede tener después una insuficiencia renal ya que pierde un gran volu- men de líquidos y no incorpora. Hemos atendido niños que han hecho 25 diarreas en un día, y en esos casos hay que ir trabajan- do a la vez la parte digestiva y la renal”, explica. Lo vivido por ella y su equipo de trabajo durante más de 16 Aferrados a la esperanza

Transcript of Aferrados a la esperanza

Año 113/No. 28 17

ATENDER a niños y adoles-centes positivos a la covid-19 en estados grave y crítico es

un desafío que la doctora Denise Bello González enfrenta a diario, junto al equipo que lidera en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Pediátrico Docente de San Miguel del Padrón, en La Habana. A fi nales de julio último, más de 100 menores de edad ha-bían sido atendidos en ese servi-cio desde el 23 de abril de 2020, cuando la rutina de la institución cambió de un día para otro.

Entonces, empezaron a re-cibir pacientes sospechosos de tener dicha enfermedad, con sintomatología clínica o de-terminada comorbilidad que requiriera su permanencia en salas de vigilancia. Ingresaban en la terapia con criterio de gravedad debido a alguna al-teración respiratoria, cardio-

COVID-19

Especialistas en Terapia Intensiva de un hospital habanero comparten sus vivencias en la atención a niños y adolescentes en tiempos de covid-19

Por MARIETA CABRERA / Fotos: YASSET LLERENA ALFONSO

vascular, neurológica o de otro tipo, y el objetivo era evitar que se descompensaran. Aquellos casos en los que la prueba de PCR resultaba negativa, eran trasladados a otro hospital.

Diecisiete días continuos en la unidad de cuidados intensi-vos permaneció el equipo de médicos y enfermeras que aten-dió a los primeros pacientes. La doctora Denise Bello, espe-cialista en Medicina Intensiva y Emergencias Pediátricas, y quien estuvo al frente de aquel grupo, recuerda que había mu-cha tensión, pues todavía se co-nocía poco sobre la covid-19.

“El personal sanitario descan-saba dos o tres horas. Después establecimos rotaciones cada 14 días y el ritmo de trabajo era igualmente intenso porque in-gresaban muchos infantes con sospecha de estar contagiados

con el SARS-CoV-2 (además de las patologías críticas ya esta-blecidas), aunque en pocos se confi rmaba la presencia del vi-rus”, cuenta la joven de 32 años y jefa de la unidad de cuidados intensivos pediátricos.

La primera paciente positiva a la covid-19 que tuvieron en el hospital fue una niña con un cua-dro de diarrea grave, diagnosti-cada en agosto de 2020. En lo que restó de ese año fueron confi r-mados con la enfermedad otros cinco menores. Sin embargo, en 2021 el panorama cambió: la sintomatología que empezaron a ver en niños y adolescentes ya no era tan benévola.

Relata la doctora Bello González que en este año co-menzaron a recibir en la tera-pia intensiva más infantes con síntomas de covid-19, lo que pudiera estar asociado, en su opinión, con la circulación en el país de las nuevas cepas del virus, consideradas más con-tagiosas y asociadas a cuadros clínicos más severos.

“Lo que ha primado son las alteraciones respiratorias, con elementos de neumonía o bron-coneumonía en radiografías, debido a las cuales muchos han necesitado de ventilación artifi -cial. También hemos visto niños sanos que han presentado com-plicaciones asociadas a la covid-19, como la insufi ciencia renal y algunos han tenido cuadros de hipertensión, alteraciones car-diovasculares, eventos convulsi-vos, entre otros.

“La diarrea es igualmente un síntoma muy frecuente y hay que darle la connotación que tiene porque cuando se presen-ta en un paciente pequeño y no es tratada a tiempo, este puede tener después una insufi ciencia renal ya que pierde un gran volu-men de líquidos y no incorpora. Hemos atendido niños que han hecho 25 diarreas en un día, y en esos casos hay que ir trabajan-do a la vez la parte digestiva y la renal”, explica.

Lo vivido por ella y su equipo de trabajo durante más de 16

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10 de septiembre de 202118

meses de enfrentamiento a la enfermedad en una sala de cui-dados intensivos pediátricos, ha confi rmado la importancia de pensar y actuar con ventaja.

Para el doctor Iván Ibarra Díaz es un concepto clave: “El objetivo es que nada nos pueda sorprender. En la terapia no exis-te el ahorita o el más tarde, sino el ahora”, subraya el también es-pecialista en Medicina Intensiva y Emergencias Pediátricas. Agrega que aun cuando los niños llegan complicados, se empeñan para que el estado de salud de cada uno no se deteriore más y se recupere de la infección víri-ca, en lo cual ha sido decisivo el protocolo de manejo clínico de los pacientes.

Al respecto, la doctora Denise destaca que la unidad de terapia intensiva que dirige es una de las primeras en el país donde se usó el fármaco cubano Biomodulina T (inmunomodulador biológico con una efi cacia comprobada en el tratamiento de afecciones res-piratorias, que estimula el siste-ma inmune) para tratar a niños y adolescentes con la covid-19.

También poseen probable-mente la mayor muestra de pa-cientes pediátricos a los que se les ha administrado Jusvinza,

péptido inmunomodulador con propiedades antiinfl amatorias, creado por investigadores del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.

“Ambos medicamentos han demostrado que son seguros y ayudan a los niños y adolescen-tes a superar la enfermedad”.

Apoyo dentro y fuera de la terapia

La sala polivalente de cuidados intensivos del Hospital Pediátrico Docente de San Miguel del Padrón

tiene 12 camas: ocho ubicadas en cuatro cubículos (dos en cada cuarto), una en un cubículo aisla-do que se destina a pacientes re-cién operados, por ejemplo, y tres dispuestas en otra área del salón para los casos más complicados. No obstante, en las 12 posiciones existen condiciones para atender a enfermos graves y críticos, pues en todas es posible emplear los equipos de ventilación mecánica, y disponen además de monitores para medir bioparámetros.

En la unidad también cuen-tan con los medicamentos para el tratamiento de los infantes, afi rma la doctora Denise Bello. “Tenemos al alcance de la mano todos los que no pueden faltar. Y cuando hemos necesitado un antibiótico específi co o algún otro preparado que no se usa comúnmente, nunca los sumi-nistradores nos han dicho que no lo hay. Lo buscan en provincias como Mayabeque o Pinar del Río, y en pocas horas el fármaco está en nuestro hospital”.

Seis intensivistas, dos anes-tesistas y cinco enfermeras la-boran en la terapia intensiva. Cuando el equipo de BOHEMIA visitó la unidad, a fi nales de ju-lio, el personal cumplía con un régimen de 24 horas de trabajo por 72 de descanso. No obstante, durante el tiempo que perma-necen fuera del hospital no se

Contrario a 2020, este año ingresan en la terapia más infantes con síntomas de covid-19, afi rma la doctora Denise Bello.

Para la doctora Dayana Magdariaga, ser intensivista la ha hecho crecer como profesional y ser humano.

En las 12 camas de la sala hay condiciones para emplear los equipos de ventilación mecánica, y disponen de monitores para medir bioparámetros.

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desentienden de lo que ocurre en el servicio, refi ere el doctor Iván Ibarra. “Cada noche nos comunicamos por teléfono con el personal de guardia, y si la situación está complicada, nos presentamos en la sala en cuan-to amanece”.

Lo corrobora la jefa de la terapia intensiva, quien añade que también se han sentido muy apoyados por los profeso-res del propio hospital, y otros especialistas experimentados que laboran en diversas insti-tuciones de Salud. “La doctora Lissette López González, Jefa del Grupo Nacional de Pediatría del Ministerio de Salud Pública, es una de las expertas que, a pesar de sus múltiples respon-sabilidades, nos atiende a cual-quier hora.

“Ella nos da luz, visión, por-que es una voz con criterio, e igualmente nos ayuda cuando necesitamos hacer la intercon-sulta de un caso con otro ex-perto. Siempre hemos tenido mucha colaboración de parte de los profesionales a los que hemos acudido, con el objetivo de que la persona que más co-noce sobre determinado tema en el país nos dé su opinión”, reconoce la joven.

Prueba de fuegoEn 2015, mientras trabajabaken el Hospital Pediátrico Juan Ma-nuel Márquez, del municipio habanero de Marianao, la doc-tora Denise Bello recibió la encomienda de hacer una guar-dia en el Hospital Pediátrico

Docente de San Miguel del Padrón, en cuya terapia intensi-va había solo tres especialistas. A las 48 horas, recuerda la mu-chacha, la llamaron otra vez con igual propósito y “desde enton-ces este pasó a ser mi hospital, supuestamente iba a estar un año, y han transcurrido cinco”.

Un mes después, llegó al cen-tro el doctor Iván Ibarra, pro-cedente también del Hospital Pediátrico de Marianao. Él y la doctora Denise habían trabaja-do juntos en esta última institu-ción, y antes habían coincidido durante los años de estudio de la carrera de Medicina, ambos se graduaron en 2012, y de la especialidad.

Otros profesionales como la doctora Dayana Magdariaga Arrieta, graduada de Medicina en 2014, se sumaron después al colectivo. Ella empezó a labo-rar en el Hospital Pediátrico de San Miguel del Padrón en 2018, e integró el equipo médico que atendió a los primeros niños y adolescentes sospechosos de te-ner covid-19.

Tener la posibilidad de con-tribuir a salvar la vida de un pequeño la motivó a especiali-zarse en Medicina Intensiva y Emergencias Pediátricas, “un mundo que me ha cambiado un poco el carácter y la manera de ver las cosas”, admite la mu-chacha de 30 años.

“En este trabajo se nece-sita mucho temple. Por ejem-plo, cuando un niño hace una parada cardiorrespiratoria y hay que reanimarlo, es preciso

–en medio de la enorme tensión que eso signifi ca–, mantener la calma y actuar con determina-ción, lo cual nos hace madurar muy rápido como personas. Se requiere además mucha sensi-bilidad para explicarle a un pa-dre o a una madre que su niño está grave. Son momentos muy difíciles y hay que sobreponer-se a todo eso”.

Como en cualquier terapia in-tensiva de un hospital pediátrico, los menores enfermos de covid-19 están acompañados de un fa-miliar, aunque en estos casos el que entra en la sala el primer día permanece allí todo el tiempo que el pequeño está ingresado.

“Muchas veces, comenta la doctora Denise, ese padre o madre es también positivo a la covid-19, por lo que tenemos que tratar al niño y al familiar. Generalmente, los acompa-ñantes que tienen la enferme-dad están asintomáticos o son sintomáticos leves, pues si detectamos que alguno tiene manifestaciones de gravedad tenemos que remitirlo para otro hospital”.

Especifi ca la jefa de la terapia intensiva que con el familiar po-sitivo al SARS-CoV-2 que se halla en la sala “hay que tener mayor consideración porque también es un enfermo y está pasando la enfermedad sentado en un sillón, cuidando a su pequeño. En tales circunstancias tenemos que estar más alertas aún, por-que todo recae sobre el médico y la enfermera”.

Buscando las secuelasEn la práctica habitual, el mé-dico de terapia intensiva asiste a los pacientes y cuando estos se recuperan ya no tienen más contacto. Sin embargo, desde febrero los seis intensivistas del Hospital Pediátrico de San Miguel del Padrón se reencuen-tran cada semana con los pe-queños que estuvieron bajo sus atenciones.

Esto ocurre en la consul-ta pos covid-19 que desde esa fecha se creó en el Hospital

“En la terapia intensiva no existe

el ahorita o el más

tarde, sino el ahora”,

asegura el doctor

Iván Ibarra.

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Pedriático Juan Manuel Már-quez. Explica la doctora De-nise Bello que es una labor que realizan con médicos de la sala de enfermedades res-piratorias de esa institución, y el propósito es estudiar en los menores las secuelas de la enfermedad.

“Vemos a los niños 15 días o un mes después del alta médi-ca, en dependencia de la gra-vedad que hayan tenido. Los intensivistas presentamos los casos y entre todos buscamos los posibles daños ocasiona-dos por la infección vírica, y si es necesario incorporamos en la consulta a profesionales de otras disciplinas”.

Esos encuentros han sido un gran aprendizaje, opina la doc-tora, y agrega que han apreciado en los infantes fatiga, alteraciones cardiovasculares, hipertensión, arritmia, así como alteraciones del sueño, hiperactividad e insom-nio, entre otras secuelas.

La elevada cifra de niños y adolescentes positivos a la covid-19 reportada a diario en Cuba es una preocupación que la doctora Denise comparte con sus colegas. Nadie como ellos ha visto la peor cara de la enfermedad. “En abril último tuvimos ingresada en la sala a una paciente de 15 años que

lamentablemente falleció”, evo-ca con pesar. “Permanecimos varios días sin separarnos de su lado, nos preguntábamos todo el tiempo qué más podíamos hacer, qué nos faltaba, porque veíamos que todos sus órganos estaban fallando y sentíamos una impotencia terrible.

“Para un intensivista es difícil aceptar eso porque nunca per-demos la esperanza. Nos aferra-mos a cualquier posibilidad, por pequeña que sea, y muchas ve-ces el paciente sale adelante”.

Haber salvado la vida de más de un centenar de niños y

adolescentes en estos 15 meses es la mayor recompensa para quienes trabajan en esa sala de terapia intensiva. Al decir del doctor Iván, el mayor regocijo de los médicos es ver a un niño saltando encima de la cama porque eso signifi ca que ya ganaron la pelea.

“Trabajamos bajo mucha pre-sión, pero cuando un paciente que ha estado muy grave se va de alta, la satisfacción que senti-mos es enorme. En ese momen-to, vivimos muchas emociones, incluso con los más pequeñitos, pues a pesar de ser tan chicos saben que están bien y que vuel-ven a su casa, y con una palabra o un gesto nos agradecen lo que hicimos por ellos”.

Para la doctora Dayana, des-pedir a los niños que se han recuperado es “una alegría enorme, se les ve felices, al igual que a sus padres, y quie-ren hacerse fotos con el per-sonal de la sala como muestra también de reconocimiento. Cuando transcurren los días y los vemos en la consulta de con-valecientes, nos damos cuenta, sin embargo, de que la covid-19 los ha marcado. No solo el niño que estuvo enfermo es afecta-do psicológicamente, sino la familia en general, y necesitan tiempo para retomar el ritmo de sus vidas”.

Día y noche un equipo de profesionales permanece atento a los enfermos hasta lograr que se recuperen.

A la derecha, en el pabellón central, se ubica la sala de terapia intensiva del hospital.