ADORACIÓN EUCARÍSTICA PARROQUIAL | DÍA 1 · PDF filerevisemos nuestro...

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ADORACIÓN EUCARÍSTICA PARROQUIAL | DÍA 1

Bienvenida Nos reunimos en la Iglesia que, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica (2691), es “la casa de Dios, lugar propio para la oración litúrgica de la comunidad y lugar privilegiado para la adoración”, a efectos de celebrar una Adoración Eucarística. Nos disponemos a disfrutar de un momento de intimidad con Cristo, el Redentor, el Amigo, el Hermano, el Compañero en nuestro peregrinar hacia la vida eterna; un tiempo exclusivo con el Señor en el cual celebraremos la Palabra y dedicaremos unos momentos al silencio contemplativo. “El Maestro está aquí y te llama” (Jn. 11,28) son las palabras de Marta a María ante el arribo de Jesús a su casa en un momento muy difícil para ellas: acababan de perder a su hermano Lázaro. Nosotros podemos decir también: el Maestro está aquí, presente en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, y nos llama; rindámosle culto de adoración, agradezcámosle el inmenso beneficio de su don y revisemos nuestro compromiso con la vida cristiana. Para entrar en un clima de oración solicitamos silenciar los teléfonos, dejar de lado todas nuestras preocupaciones mundanas y disponernos interiormente para la celebración. Pausa breve (Esta parte 5’)

Introducción Nuestro Señor Jesucristo no sólo murió y resucitó para redimirnos y salvarnos, sino que quiso prolongar su presencia entre nosotros con su Palabra y en la Eucaristía. Así Él, que es la fuente de todo bien, está siempre presente entre nosotros. Jesús nos pide: “Sean misericordiosos, como el Padre nuestro es misericordioso” (Lc. 6,36). Esto requiere, como dice el Papa Francisco “un programa de vida rico en alegría y en paz”.1 En primer lugar, nos dispondremos frente al Santísimo Sacramento para la escucha de la Palabra de Dios y para descubrir “qué dice” y “qué nos dice a cada uno”, confrontándola con nuestra propia vida y con la realidad familiar y comunitaria. De este contacto brotará, sin duda, la gratitud, la confianza, la alegría de estar con Él, el deseo de imitarlo. Pausa breve.

Exposición del Santísimo Dispongamos nuestro corazón para encontrarnos con Jesús, reconozcamos su presencia que nos invita a una unión personal y comunitaria con Él. Pausa, silencio.

El sacerdote expone el Santísimo y reza según lo usual con la participación de la comunidad. Puede retirarse luego y confesar mientras tanto, si así lo considera; esto será anunciado.

Canto: “Dios está aquí” (o el que consideren apropiado) Pausa breve (Esta parte 10’)

1 SS FRANCISCO: Misericordiae vultus, Bula de Convocación del Jubileo de la Misericordia, nº 13.

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PARTE 1 – La Palabra

Antífona cantada o recitada

“Gusten y vean qué bueno es el Señor” (se repite tres veces)

Lectura del Evangelio según San Lucas (15,11-32)

Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos.

Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre. Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros". Entonces partió y volvió a la casa de su padre.

Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta.

El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero y engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo". Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!". Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"».

Palabra del Señor

En este texto vemos claramente a Dios en la figura del padre quien, en silencio, ve perderse a su hijo menor para luego acogerlo con alegría desbordante. Es Dios también quien le suplica al hermano mayor que sea “hermano de su hermano”. Jesús siempre trató a publicanos y pecadores como hijos de Dios, mientras que los fariseos y los escribas miraban esta actitud con ojos muy críticos (como el hermano mayor). Meditamos el texto en silencio y nos preguntamos interiormente:

o ¿Me veo reflejado en el hijo menor? ¿Busco vivir una vida entregada al placer y alejada del Padre?

o ¿Me siento retratado en el hermano mayor? ¿Soy intransigente con las debilidades de los demás? ¿Veo las mías propias?

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o ¿Confío en el amor de Dios? ¿Me mueve a perseverar en el intento de ser bueno?

Hacemos un momento de silencio.

Canto: “Conversión” (o el que consideren apropiado) Pausa breve. (Esta parte 15’)

PARTE 2 – El Magisterio Sección 1

Tomaremos para este momento de oración y de reflexión algunos fragmentos de la encíclica Dives in Misericordia (“Rico en Misericordia”), expresión tomada de la Carta a los Efesios (2,4). Se trata de la segunda encíclica de san Juan Pablo II, elaborada en 1980, en la cual expone su profunda y larga meditación sobre la Divina Misericordia; ésta es producto de su experiencia pastoral en Polonia, especialmente en Cracovia, donde está la tumba de santa Faustina Kowalska, a quien Cristo le concedió ser una portavoz particularmente inspirada sobre la Divina Misericordia.

Antífona cantada o recitada “Grandes cosas hizo el Señor por nosotros” (se repite tres veces)

Escucharemos ahora un fragmento del Dives in Misericordia “Aquel hijo, que recibe del padre la parte de patrimonio que le corresponde y abandona la casa para malgastarla en un país lejano, «viviendo disolutamente», es en cierto sentido el hombre de todos los tiempos, comenzando por aquél que primeramente perdió la herencia de la gracia y de la justicia original. La analogía en este punto es muy amplia. La parábola toca indirectamente toda clase de rupturas de la alianza de amor, toda pérdida de la gracia, todo pecado… La analogía se desplaza claramente hacia el interior del hombre. El patrimonio que aquel tal había recibido de su padre era un recurso de bienes materiales, pero más importante que estos bienes materiales era su dignidad de hijo en la casa paterna. La situación en que llegó a encontrarse cuando ya había perdido los bienes materiales, le debía hacer consciente, por necesidad, de la pérdida de esa dignidad. Él no había pensado en ello anteriormente, cuando pidió a su padre que le diese la parte de patrimonio que le correspondía, con el fin de marcharse. Y parece

que tampoco sea consciente ahora, cuando se dice a sí mismo: «¡Cuántos asalariados en casa de mi padre tienen pan en abundancia y yo aquí me muero de hambre!». Él se mide a sí mismo con el metro de los bienes que había perdido y que ya « no posee », mientras que los asalariados en casa de su padre los « poseen ». Estas palabras se refieren ante todo a una relación con los bienes materiales. No obstante, bajo estas palabras se esconde el drama de la dignidad perdida, la conciencia de la filiación echada a perder… Cuando él decide volver a la casa paterna y pedir a su padre que lo acoja —no ya en virtud del derecho de hijo, sino en condiciones de mercenario— parece externamente que obra por razones del hambre y de la miseria en que ha caído; pero este motivo está impregnado por la conciencia de una pérdida más profunda: ser un jornalero en la casa del propio padre es ciertamente una gran humillación y vergüenza. No obstante, el hijo pródigo está dispuesto a afrontar tal humillación y vergüenza”.

Breve pausa.

Para meditar en silencio

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Dijo SS el Papa Francisco en su homilía del Jueves Santo: “La misericordia restaura todo y devuelve a las personas su dignidad original”. Por eso, el agradecimiento efusivo es la respuesta adecuada.

Hagamos el ejercicio de descubrir cómo ha practicado el Señor su misericordia con cada uno de nosotros.

Cuando hemos experimentado la misericordia divina ¿hemos celebrado y agradecido esta acogida que nos brinda el Padre?

¿Somos capaces de mostrarnos misericordiosos con nuestros hermanos? ¿Somos capaces de dar cada día un paso más?

Meditamos en silencio. Breve pausa.

Canto: “Dios está aquí” (o el que consideren apropiado) Breve pausa. (Esta parte 13’)

Sección 2

Antífona cantada o recitada “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (se repite tres veces)

Escucharemos otro fragmento de la encíclica Dives in Misericordia

“La parábola del hijo pródigo expresa de manera sencilla, pero profunda la realidad de la conversión. Esta es la expresión más concreta de la obra del amor y de la presencia de la misericordia en el mundo humano. El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, físico o material: la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre. Así

entendida, constituye el contenido fundamental del mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza constitutiva de su misión. Así entendían también y practicaban la misericordia sus discípulos y seguidores. Ella no cesó nunca de revelarse en sus corazones y en sus acciones, como una prueba singularmente creadora del amor que no se deja «vencer por el mal», sino que «vence con el bien al mal». Es necesario que el rostro genuino de la misericordia sea siempre desvelado de nuevo. No obstante múltiples prejuicios, ella se presenta particularmente necesaria en nuestros tiempos”.

Para meditar en silencio Agrega San Juan Pablo II: “La misericordia en sí misma, en cuanto perfección de Dios infinito es también infinita.” Infinita e inagotable es la prontitud del Padre en acoger a los hijos que vuelven a casa. Y… nosotros:

¿Nos acercamos como miembros de la Iglesia, del Cuerpo de Cristo, a las fuentes de la misericordia como lo son la Palabra y los sacramentos? ¿Participamos de un modo consciente y maduro en la Eucaristía y en el sacramento de la Reconciliación?

¿Actuamos con nuestro prójimo a imagen de nuestro Padre Misericordioso?

¿Salimos al encuentro de todos los corazones humanos necesitados y afligidos?

Canto: “Cantemos al amor de los amores” (estrofas 1º y 2º) Breve pausa. (Esta parte 13’)

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Sección 3

Antífona cantada o recitada (se repite 3 veces)

“Qué bien se está aquí, Señor no hay otro lugar donde estar mejor. Tu mano nos guía, tu amor nos protege, confiamos en Ti”

Escucharemos otro fragmento de la Encíclica Dives in Misericordia

“La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de « misericordia » parecen producir una cierta desazón en el hombre, quien, gracias a los adelantos tan enormes de la ciencia y de la técnica, como nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la tierra mucho más que en el pasado… La situación del mundo contemporáneo pone de manifiesto no sólo transformaciones tales que hacen esperar en un futuro mejor del hombre

sobre la tierra, sino que revela también múltiples amenazas, que sobrepasan con mucho las hasta ahora conocidas… Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como «Padre de la misericordia», nos permite «verlo» especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad. Debido a esto, en la situación actual de la Iglesia y del mundo, muchos hombres y muchos ambientes guiados por un vivo sentido de fe se dirigen, yo diría casi espontáneamente, a la misericordia de Dios. Ellos son ciertamente impulsados a hacerlo por Cristo mismo, el cual, mediante su Espíritu, actúa en lo íntimo de los corazones humanos”

SS el Papa Francisco dice que “en este Año Santo podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea…Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio”.2

Teniendo en cuenta lo anterior: - ¿Me comprometo en obras de misericordia corporales tales como dar de comer al

hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos?

- Si no lo hago ¿estoy dispuesto a hacerlo? - ¿Y obras de misericordia espirituales tales como dar consejo a quien lo necesita, enseñar

al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas? - ¿En mis obras materiales y espirituales está presente siempre el amor a Dios?

Canto “Cantemos al amor de los amores” (estrofas 1º y 3º)

Breve pausa. (Esta parte 12’)

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PARTE 3 – La Oración

Compartiremos ahora unos versículos del Salmo 33 v.2-7

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor; que lo oigan los humildes y se alegren. Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: él me respondió y me libró de todos mis temores. Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: él lo escuchó y los salvó de sus angustias.

Hacemos una breve pausa.

Para meditar en silencio

El texto nos presenta a David perseguido; él prorrumpe en una alabanza, en expresiones de júbilo que salen de su corazón, gloriándose de la relación que lo une a Dios, y convoca a otros para que se unan a su alabanza. David había experimentado que el Señor es un Dios que escucha las oraciones. No podemos hacer a Dios más grande de lo que es pero si le adoramos como al infinitamente grande, Él tiene en cuenta la devoción que le tributamos; esto debemos hacerlo individual y comunitariamente como expresión de gozo y de confianza.

Hacemos un momento de silencio.

Canto: “Cantemos al amor de los amores”

Preces Demos gracias a Dios por la celebración del tiempo pascual y pedimos muy especialmente por la celebración del Congreso Eucarístico Nacional y del bicentenario de la Independencia de nuestro país. Digámosle:

Danos tu misericordia, Señor (se repite tres veces) - Ábrenos el corazón… - Aumenta nuestra fe… - Permítenos amar con tú… - Alégranos, Señor, y comprométenos… - Haznos generosos y trabajadores por los demás… - Contamos contigo Padre bueno…

Hacemos un momento de silencio y meditamos (Esta parte 5’) Señor Jesús, te damos gracias porque antes de volver al Padre quisiste partir y repartir a tus Apóstoles el pan de tu Cuerpo y les diste a beber el cáliz de la salvación. La tarde de tu Resurrección te hiciste compañero de camino con los peregrinos de Emaús. Tus palabras hicieron arder sus corazones. Haz que en este encuentro contigo en el camino hayamos escuchado tus palabras de

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Verdad y hayamos experimentado tu presencia sacramental para confesar nuestra fe, para adorarte con corazón limpio y anunciarte con nuestras obras. Breve pausa. (Esta parte 6’)

Retiro del Santísimo

Previa bendición del sacerdote (El Sacerdote finaliza la adoración, con las oraciones correspondientes y la bendición con el Santísimo)

Canto “Te adoramos hostia divina” (Instantes breves de silencio. Despedida del sacerdote)

(Esta parte 5’)

Despedida (duración aproximada 5 minutos)

Recitamos juntos la oración para el Año de la Misericordia, de nuestro Obispo Mons. Antonio Marino:

Dios Padre eterno, que en tu Hijo Jesucristo nos mostraste tu inmenso amor, cuando aún éramos pecadores, nosotros creemos que tu gran poder se muestra sobre todo en el

perdón y en la misericordia.

Te pedimos que nos envíes el Espíritu Santo prometido por Jesús, que nos lleve a experimentar y entender tu gran

misericordia y a convertirnos en mensajeros e instrumentos de la misma ante nuestros hermanos más necesitados.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

- Salve - Gloria

(Esta parte 5’)

Recordamos cuándo se realizará la próxima Adoración Eucarística.

Oración del Congreso Eucarístico Nacional Tucumán 2016

Jesucristo, Señor de la historia te necesitamos. Tú eres el Pan de Vida para nuestro pueblo peregrino.

Conscientes de tu presencia real en el Santísimo Sacramento te alabamos y adoramos,

te celebramos y proclamamos, te recibimos y compartimos. En el bicentenario de la independencia de nuestra Patria

agradecemos tu presencia constante en nuestra historia, pedimos tu gracia para forjar el presente guiados por tu Evangelio.

Ponemos en tus manos nuestro futuro con esperanza y compromiso.

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Con la alegría que nos da tu Palabra salimos al encuentro de todos los argentinos, sin excluir a nadie,

para gestar juntos una cultura del encuentro en la Patria, siendo auténticos discípulos misioneros.

Con nuestra Madre, la Virgen María, y unidos a los santos que son nuestros modelos nos ponemos en camino dejándonos conducir

por la Providencia del Padre y animados por el fuego del Espíritu Santo.

Amén.

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