Adolfo Bioy Casares Una Muneca Rusa

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Una Muñeca Rusa Una Muñeca Rusa Adolfo Bioy Casares

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Literatura argentina.

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  • Una Mueca RusaUna Mueca Rusa

    Adolfo Bioy Casares

  • ADOLFO BIOY CASARES naci en Buenos Aires en 1914. Una dedicacin muy temprana a la literatura y el conocimiento de Jorge Luis Borges marcan las etapas de su formacin, que se consolida con la publicacin en 1940 de la novela La invencin de Morel y el repudio de sus seis primeros libros. Desde entonces ha publicado novelas Plan de evasin, El sueo de los hroes, Diario de la guerra del cerdo, Dormir al sol, Aventura de un fotgrafo en La Plata, Un campen desparejo, volmenes de relatos La trama celeste, Historia prodigiosa, El lado de la sombra, El hroe de las mujeres, Historias desaforadas, Una mueca rusa, crtica literaria, un ensayo sobre la Pampa y un Diccionario del argentino exquisito. Destacan asimismo las obras escritas en colaboracin con su esposa Silvina Ocampo y con Jorge Luis Borges. En 1990 recibi el Premio Cervantes.

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  • Una mueca rusa

    Los males de mi columna me retuvieron en un largo encierro, interrumpido nicamente por visitas a consultorios, a institutos de radiografas y de anlisis. Al cabo de un ao recurr a las termas, porque me acord de Aix-les-Bains. Quiero decir, de su fama de rumbosas temporadas de la gente ms frvola y elegante de Europa; y de aguas cuya virtud curativa se admiti desde tiempos anteriores a Julio Csar. Para que mi estado de nimo cambiara y para que reaccionara mi organismo, creo que yo necesitaba, ms an que las aguas, la frivolidad.

    Vol a Pars, donde pas poco menos de una semana; despus un tren me llev a Aix-les-Bains. Baj en una estacin chica y modesta, que me sugiri la reflexin: Para buen gusto, los pases del viejo continente. En nuestra Amrica somos faroleros. Caben cuatro estaciones de Aix en la nueva de Mar del Plata. Confieso que al formular la ltima parte de esa reflexin, me invadi un grato orgullo patritico.

    Al salir vi dos avenidas: una paralela a las vas, otra perpendicular. Por la primera avanzaba un pescador, con la caa al hombro y una canasta. Ignor las ofertas de un taximetrero y me acerqu al pescador.

    Le ruego dije. Podra indicarme dnde queda el Palace Hotel?Sgame. Voy all.No me aconseja tomar un taxi?No vale la pena. Sgame.Con temor de que las dos valijas incidieran en mi cintura, obedec. Doblamos por la otra

    avenida, cuyo primer tramo es en pendiente empinada. Para no pensar en la cintura, pregunt:Qu tal le fue de pesca?Bien. Aunque pescar en un lago enfermo no es cmo le dir? satisfactorio. Falta la

    segunda parte del programa, en que el pescador hace valer el trofeo: come lo que pesc o lo regala a sus amigos.

    Y aqu no puede hacerlo?En esta canasta hay buena cantidad de horribles chevaliers. Si los ve, se le hace agua la

    boca. Si los come puede pasarle algo molesto. Enfermarse, por ejemplo. Exagero tal vez, pero no mucho.

    Es posible?Ms que posible: probable. La polucin, mi querido seor, la polucin. Hemos llegado.Iba a preguntarle a qu, pero comprend que ya no hablaba de la polucin ni de la pesca.No me diga que ste es el hotel? exclam con sincera perplejidad.Efectivamente. Por qu pregunta?Por nada.Retroced unos pasos y mir el edificio: no era chico, pero tampoco palaciego, aunque a la

    altura del cuarto piso pude leer, en grandes letras: Palace Hotel.En el hall de entrada, espacioso y con sillones que parecan desvencijados, me dirig a la

    Recepcin. Ah, en lugar del previsible seor de saco negro, me atendi una mujer joven, bonitilla, vestida de gris y de entrecasa.

    Su habitacin es la veinticuatro dijo. Sgame, por favor.

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  • Era renga. En el ascensor, muy estrecho, de puertas de resorte que parecan dispuestas a golpearnos o atraparnos, la seora, yo y mis valijas apenas cabamos. Durante la lenta ascensin pude leer las instrucciones para el manejo y una ordenanza municipal que prohiba el viaje a menores no acompaados. Bajamos en el segundo piso.

    Mi habitacin era amplia, con cretonas radas y amarillentas. En el bao, la letrina con su barra de bronce para sostenerse, tena depsito en lo alto y cadena. Flanqueaba el bidet otra barra de bronce. Las patas de la baadera concluan en garras sobre esferas de hierro pintado de blanco.

    A la una baj a almorzar. Vino a mi encuentro el matre dhtel: era el pescador que encontr al salir de la estacin. Le pregunt qu me recomendaba. Ya en su papel profesional, asegur:

    Los pats de ave de la casa son justamente famosos, pero tambin puedo ofrecerle unos horribles chevaliers del lago.

    Le dije que prefera la carne roja. Una tortilla de papas y despus carne roja, bien asada. La comida fue exquisita, aunque las porciones dejaban que desear. Me sirvi la mesa una muchacha gil y amistosa, llamada Julie.

    Con alguna envidia vi, en otra mesa, a un seor a quien solcitamente atendan una muchacha ms agraciada que Julie, el matre dhtel y el sommeller. Todos parecan festejar sus dichos y apresurarse a cumplir sus deseos. Pens: Debe de ser rico. En confirmacin de esta hiptesis haba, junto a su mesa, un balde plateado, con una botella de champagne. Pens: El seor debe de ser muy importante. Quizs el ms poderoso industrial de la zona. Las porciones que le servan eran considerablemente mayores que las mas. La circunstancia me irrit y estuve a punto de interpelar a Julie. Le hubiera dicho: Parece que hay hijos y entenados, pero por no encontrar la palabra francesa para entenados, call. Cuando el hombre se incorpor y dio media vuelta para salir del restaurante, mis ojos no podan creer lo que estaban viendo. No era para menos. El hombre importante, con su pelo oscuro, frisado, los grandes ojos de galn de cine, el traje cruzado que lo envainaba, el calzado de charol y puntiagudo, que pareca directamente importado de los aos veinte, era el Pollo Maceira, mi compaero de banco en el Instituto Libre. Creo que al verme tuvo una sorpresa no menor que la ma. Abri los brazos y sin importarle llamar la atencin de los comensales franceses, que hablaban en un murmullo, exclam a gritos:

    Hermano! Vos ac! Me caigo y me levanto!Me abraz. A Julie, que trajo mi cuenta, le dijo que despus l la firmara. Fuimos a

    sentarnos en los sillones del hall de entrada. Como no me gusta hablar de mis dolencias, dije que el lumbago fue un pretexto para venir a pasar una temporadita entre el gran mundo... Maceira me interrumpi, para decir:

    Y te encontraste con los viejitos de la Seguridad Social. Es para morirse. A m me pas exactamente... Vos me conoces. Pens: una slida fortuna francesa, hoy por hoy, es el mejor respaldo para el criollo. Vine con el sueo loco de encontrar lo ms granado de la sociedad y porque me tengo fe con las mujeres...

    A su tiempo descubri que la Aix mundana era anterior a la segunda, o tal vez a la primera, guerra mundial.

    Ahora tiene otros encantos dije.Exacto. Pero no los previstos.Una desilusin?Compartida puntualiz, y volvi a abrazarme.Bromas aparte, te veo con aire de prosperidad.Es para no creerlo contest, sin poder contener la risa. Encontr lo que buscaba.Una mujer rica, para casarte?

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  • Exacto. La historia es bastante extraordinaria. Claro que no debiera contarla, pero, hermano, para vos no tengo secretos.

    He aqu la historia que me cont Maceira:A Aix-les-Bains lleg con la plata que gan un da de suerte en el casino de Deauville. Traa

    el firme propsito de encontrar una mujer rica. Sentenci:El gran respaldo.Al tercer da de asomarse a hoteles, comer en restaurantes y or, por las tardes, en el parque,

    el concierto de la banda, se dijo: Esto no da para ms y comunic a la duea del hotel su intencin de partir al da siguiente.

    Es una lstima! exclam la hotelera, sinceramente apenada. Se va el da antes del gran baile.

    Qu baile?Lo daba un seor Cazalis, fuerte industrial de la zona, para su hija Chantal.En el Hotel de los Duques de Saboya, un verdadero palace, de Chambry.La seora pronunci con satisfaccin la palabra palace.Chambry queda lejos?A unos kilmetros. Muy pocos.No s para qu pregunto. No estoy invitado y ni siquiera tengo smoking.La hotelera convino en que no vala la pena gastar en un smoking, para salir una noche, y

    despus guardarlo en el ropero. Explic:Adems, en las tiendas de Aix, no conseguir un smoking de confeccin y, en la poca en

    que vivimos, tampoco encontrar en toda Francia un sastre dispuesto a hacerle un traje de un da para otro. Quiere que le diga el secreto?: nadie siente amor por su trabajo.

    Es una lstima murmur Maceira, para contestar algo.Yo, si fuera usted, no descartara la posibilidad de probarme el smoking del finado, mi

    marido observ la hotelera. O le da impresin? Centmetro ms, centmetro menos, era un hombre parecido a usted.

    La seora lo llev a su departamento, una verdadera casa dentro del hotel. Una casa muy bien puesta, imprevisible para Maceira, cuya imagen del Palace de Aix eran las cretonas radas de su cuarto y los sillones desvencijados del hall. Esta renga se quiere mucho pens. Los muebles del departamento eran antiguos y sin duda hermosos, pero lo que llam la atencin de mi amigo fue una mueca rusa.

    Un regalo de mi padre refiri la seora. Yo deba de ser muy chica o muy sonsa, porque mi padre crey necesario aclarar: Trae adentro muecas iguales, de menor tamao. Cuando una se rompe, quedan las otras.

    Despus la seora trajo el smoking y dijo:Pngaselo, mientras busco una corbata de moo que tengo por ah.Resignadamente se lo puso, pero cuando se mir en el espejo, exclam:No est mal.Ni hecho a medida confirm, desde la puerta, la hotelera. El sbado fue al baile. Haba

    que presentar la tarjeta de invitacin. Dijo que la haba olvidado. Segn l, entr porque el smoking le daba aplomo.

    Para no llamar la atencin (por estar solo y por ser tal vez el nico desconocido entre toda esa gente) entabl conversacin con una vieja seora. Despus de bailar dos o tres piezas la llev al buffet. Levantaban, en un brindis, copa de champagne, cuando una muchacha rubia, muy linda (a lo mejor, pens, una de esas belgas, doradas y fuertes, que me gustan tanto) se interpuso y le dijo:

    Ya que usted no me saca, lo saco.

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  • Rea con una alegra irresistible. Mientras bailaban, ella le pidi que no se enojara (mira que me iba a enojar) y agreg que al verlo acaparado por la seora esa crey que su obligacin era rescatarlo. Lo llev despus a una mesa donde tena amigos y se los present. Maceira pens rpidamente: Cuando deba dar mi nombre, me descubren. Quiso decir: Descubren que soy un intruso. No tuvo que dar su nombre y sospech que ella quera hacerle creer que lo conoca; o a lo mejor, hacer creer a los dems... Me explic:

    Una mujer que te echa el ojo, no quiere encontrar motivos para soltarte.Hombre de suerte dije.Ms de lo que te imaginas.No me vas a decir que era la hija del industrial?Exacto.Admiti entonces que en el afn de halagarla, por poco da un traspi. Parece que le dijo:Yo, a su padre, le saco el sombrero. Este baile es el gesto de un gran seor.Chantal qued mirndolo, preocupada, como si quisiera descubrir su pensamiento, hasta que

    ech a rer de esa manera tan alegre y tan suya.Tramposo! exclam. Me enga! Cre que hablaba en serio! Est tranquilo, por

    ms bailes que me d, mi padre no me compra.Inmediatamente le explic, como llevada por una obsesin, que el partido ecologista al que

    ella y Benjamn Languellerie pertenecan, haba emprendido una campaa contra la empresa de su padre, cuya usina contaminaba el lago Le Bourget.

    Maceira no ech en saco roto el nombre de Benjamn Languellerie. Malici en el acto que se trataba de un rival. La explicacin tranquilizadora lleg poco despus: Languellerie, amigo y contemporneo del padre, era una especie de to viejo de Chantal. La conoca desde cuando era nia y, a pesar de las edades tan desparejas, la amistad entre ellos nunca flaque. Hubo, es verdad, un cambio: al cabo de aos (los primeros quince o diecisis de la chica), Languellerie pas de protector a seguidor. La haba protegido de la severidad paterna y luego la sigui a travs de obsesiones pasajeras, como el psicoanlisis, la repostera y el ballet, hasta la ltima, el ecologismo. El hecho de afiliarse al partido ecologista probaba que si deba elegir entre la hija y el padre, elega a la hija. Cazalis no poda perdonarle esa afiliacin, porque el partido ecologista y la guerra a su fbrica eran por aquella poca una misma cosa. Los obreros de la fbrica, en volantes impresos y en torpes inscripciones murales, llamaban Judas a Languellerie; el seor Cazalis, en alguna comunicacin a su hija, tambin.

    Ya se dispona Maceira a pedirle a Chantal que si estaba por ah su padre se lo sealara, para conocer a mi suegro, cuando recapacit que deba reprimir la curiosidad: al enterarse de que no conoca al seor Cazalis, la muchacha poda muy bien deducir que no haba sido invitado por l y que era un intruso. Vaya uno a saber, se dijo, si de repente no pierdo todo lo que voy ganando.

    A la noche del baile la siguieron encuentros diarios entre Chantal y Maceira, encuentros que muy pronto fueron apasionados. El amor que ella le expresaba en palabras y en hechos paulatinamente convenci a Maceira, un viejo zorro incrdulo, de que se encaminaban al casamiento. Qu ms quiero, se dijo. Es una muchacha diez puntos y con ella la paso bien. Me asegur:

    Nunca le o una estupidez. Quiz la nica estupidez para echarle en cara es la ecologa, Y ome bien: no estoy convencido de que sea una estupidez. Lo ms que puedo decirte es que para proteger a esta pobre tierra nuestra yo no movera un dedo. Por otra parte, la actitud de Chantal me probaba su decencia. Era para no creerlo: estaba resuelta a llevar una guerra contra sus propios intereses. Contra nuestros intereses. Desde ya que si por m fuera no renunciara a un franco de los millones del seor Cazalis, pero son tantos que an si clausuraran la fbrica, Chantal y yo podramos vivir a todo lujo y sin la menor preocupacin el resto de nuestra vida.

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  • No s si hablo claro: si a ella no le importaba disminuir la herencia, a m tampoco, dentro de los lmites razonables.

    Empez entonces una temporada que Maceira no olvidara fcilmente. Aunque todas las noches dorma en su hotel de Aix, la mayor parte del tiempo la pasaba con Chantal, en Chambry o en paseos por Saboya, una de las ms lindas regiones de Francia. Fueron a Annecy, a La Charmette, a Belley, a Collonge, donde hay un castillo, a Chamonix, a Megve. Despus de marcar en un mapa de la regin las ciudades y las aldeas donde haban estado. Chantal afirm:

    Para que uno conozca bien su provincia, nada mejor que tener amores con un forastero.Sola agregar observaciones como: Todava nos falta acostarnos en vian.Dentro del grupo de Chantal la situacin de Maceira era reconocida y respetada. El sola

    decirse: Ando con suerte. Una sola preocupacin, de tarde en tarde, lo sobresaltaba: hasta cundo aguantara el bolsillo. Chantal, en efecto, no tena la costumbre de pagar (tpica de algunas mujeres ricas y siempre ofensiva para el amor propio masculino). Entre el envidiable ajetreo de las tardes y el bien ganado sueo de las noches, poco tiempo le quedaba a Maceira, para preocuparse. Por lo dems, las cuentas de hosteras y restaurantes, que sumadas podan alarmarlo, por separado halagaban su orgullo.

    Desde luego, no pasaban juntos las horas que Chantal dedicaba al partido ecologista; pero despus, con toda franqueza, la muchacha le contaba vicisitudes de la campaa contra la fbrica paterna. En una ocasin coment que activistas del sindicato obrero mandaban cartas amenazadoras.

    A quin? pregunt Maceira.A m, es claro. Y al pobre to Benjamn, como llamo a Languellerie.Aunque no faltaban justificadas alarmas, tanto por las amenazas de las cartas como por la

    acumulacin de gastos, aqulla fue una poca feliz. Maceira lleg a sentirse un poco asombrado por el desarrollo triunfal de su vida.

    Como comprenders, yo no poda reconocerlo.No comprendo.Por supersticin, es claro. Soy ms supersticioso que un artista y pens que admitir mi

    buena estrella iba a traerme mala suerte. Que tuve suerte, la tuve sentenci, aparentemente olvidado de su cdigo supersticioso. O te parece que exagero? Querido por una mujer tan linda como rica, dispuesta siempre a darme pruebas de su preferencia y a contar, a quien quisiera orla, sus planes para cuando nos casramos... Mi nico temor, es claro, era que la boda no llegara a tiempo. Quiero decir, antes de que se me acabaran los francos. Lo cierto es que la pura casualidad me brind a esa mujer esplndida en todo sentido. Si me dijeran lo que gast solamente en nafta para el Delahaye de Chantal, caigo muerto.

    Compensaciones no le faltaban. La muchacha le prestaba el auto para que a la noche volviera a su hotel. Por tarde que fuera, al volante de ese Delahaye, de doce cilindros, no se apuraba, porque se vea como el gran favorito del destino y quera gozar conscientemente de la situacin.

    Si recapacitaba comprenda que los agradables momentos que estaban viviendo lo llevaran fatalmente al triunfo o a la derrota; al matrimonio o a la falta de fondos y la retirada: lo que llegara primero. Un hecho imprevisto cambi las cosas.

    Haban pasado la tarde en una hostera de Saint Albin (o quiz de otro pueblo de nombre parecido). Cuando caa la tarde se asomaron a la ventana, para mirar el lago antes de irse.

    No es tan grande como el de Aix o el de Annecy, pero a m me gusta ms dijo Chantal. Por lo salvaje, a lo mejor.

    Asinti Maceira, aunque no tena opinin al respecto. Debe de ser muy lindo se dijo pero me parece menos alegre que los otros. Lo flanqueaba una montaa a pique y el crepsculo rpidamente lo suma en la penumbra.

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  • Cuando estamos juntos me olvido de todo. No te dije que vamos ganando la partida. Maceira pregunt:

    Qu partida?Explic Chantal que no solamente se tomaran nuevas muestras de agua de diversas zonas

    del lago Le Bourget, sino que al da siguiente un zologo y un botnico, propuestos por el partido ecologista, bajaran con el propio seor Cazalis al lecho del lago, para recoger especimenes de la fauna y de la flora. Coment Chantal:

    Lo malo es que mi padre tiene mucha plata.Qu hay de malo en eso?Por plata la gente reniega de sus convicciones afirm la muchacha, en el tono grave que

    empleaba para hablar de ecologa. Por honestos que sean nuestro zologo y nuestro botnico...

    Tu padre puede comprarlos?Por qu no? Para estar completamente seguros tendra que bajar yo, o Benjamn. Mi

    padre se opone a que yo baje. No porque me quiera, sino porque piensa que l y yo no debemos correr al mismo tiempo el mismo riesgo. Si morimos los dos, la fbrica pasa a otras manos, idea que no le entra en la cabeza.

    Y a Benjamn no lo acepta porque le tom rabia?La que se opone soy yo. Benjamn es demasiado viejo. Bastan unos granitos de sal para

    darle un golpe de presin. Si le pasa algo all abajo y debe subir rpidamente, el pobre viejo estalla.

    En la confianza de que no le permitira bajar, Maceira se ofreci. Su novia se mostr agradecida.

    No quiero forzarte dijo l. A lo mejor no confas en m.Cmo no voy a confiar!Si todo hombre tiene un precio...De eso estoy segura, pero s que hay excepciones y yo te quiero.Le qued la satisfaccin de que Chantal confiara en l. En todo caso, lo abraz y lo bes ms

    cariosamente que nunca. Pidieron champagne.Por tu coraje brind la muchacha.Por nuestro amor.Por nuestro amor y la ecologa. Tanto lo mimaron esa noche que despus de dejar en Chambry a Chantal volvi a Aix en

    una suerte de arrobamiento, sin acordarse de su ingrato programa para el da siguiente. En el preciso momento de entrar en la habitacin, en el hotel, el arrobamiento se disip. Se dira que el miedo estaba esperndolo.

    A lo largo de la noche las ganas de fugarse lo acometieron en forma de accesos o arrebatos. Poco antes de las tres de la maana tuvo un arrebato ms convincente que los anteriores; se levant de la cama y empez a preparar las valijas. Era curioso: mientras las preparaba, desapareca la angustia. Lo que no le permiti calmarse del todo fue la excitacin de saberse a punto de estar a salvo. Ya empuaba sus dos valijas, cuando se pregunt: Quiero renunciar a mi casamiento con Chantal Cazalis?. No, no quera. Argument a continuacin que este descenso al lecho del lago, prueba irrefutable de lealtad y coraje, le dara autoridad para fijar la fecha del casamiento y evitar as el riesgo de quedar sin fondos y verse en la obligacin de emprender una retirada poco airosa.

    Reflexion: En la relacin con una mujer rica, en cuanto el hombre se descuida, la mujer es el hombre. Una prueba de coraje varonil tal vez pueda restablecer las cosas.

    A lo largo de su noche de insomnio, muchas veces reapareci el miedo y muchas lo reprimi. Hacia la madrugada reflexion que si el seor Cazalis, un botnico y un zologo, se mostraban

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  • dispuestos al descenso, el peligro no sera tan grande. Con estos pensamientos tranquilizadores consigui el sueo. Al despertarse dijo: Sin embargo, Chantal no quiere que baje Languellerie, ni Cazalis quiere que baje su hija, que es ms fuerte que un caballo. La expresin no probaba que en su fuero interno no quisiera a Chantal. Probaba lo que sabemos todos: el que se asusta, se enoja.

    El despertador son a las seis. Maceira se asom a la ventana: era an de noche; llova; rfagas de viento estremecan las copas de los rboles. Con un tiempo as probablemente suspendan el experimento. Ojal.

    Se ba, se pein con briolina, se visti. Tardaron un rato para servirle el desayuno. No lo trajo la mujer de siempre, sino un individuo que por lo general trabajaba de changador en el hotel.

    Tengo algo ms anunci el hombre; rpidamente sali del cuarto y volvi con un voluminoso envoltorio. Lo dejaron en portera. Es para usted.

    No bien se fue el changador, Maceira abri el envoltorio y se encontr con un traje de hombre-rana, con su escafandra. La confirmacin de que el plan se cumple, dijo con un hilo de voz. Es claro que si el mal tiempo sigue... No, no quiero ilusionarme. Como para confirmar el aserto, se puso el traje de hombre-rana. Se asom al espejo. Prefiero el smoking, murmur y empez a desayunar. El caf estaba tibio. Qu importa. Aunque no por mi culpa, voy a llegar despus de las siete y a lo mejor a Cazalis no le gusta esperar. No debo hacerme ilusiones. Cuando moj la medialuna en el caf con leche, tuvo un pensamiento que le pareci ridculo pero que le humedeci los ojos. Quiz mi ltima medialuna, se dijo. La mir enternecido.

    Cuando entreg la llave, Felicitas se llamaba as la hotelera coment en tono de broma:Mire la hora para ir a un baile de mscaras.Gurdeme el secreto contest Maceira. Dentro de un rato bajo al fondo del lago, para

    recoger pruebas de contaminacin. La pobre renga se asust.Por qu lo hace? Le pagan bien?Nada.Le digo lo que pienso? Yo no bajara. Usted no se hace una idea de la profundidad de

    nuestro querido lago. Cientos y cientos de metros. No baje; pero si persiste en ese proyecto estpido, acurdese de lo que voy a decirle: baje y suba despacio. Acurdese: usted se apura y la cabeza estalla.

    La cita era en el restaurante que est en el llamado Gran Puerto. Cuando lleg, la nica persona a la vista era un marinero, con pipa, saco azul y gorra con borla roja. Demasiado tpico para ser marinero de lago, pens Maceira. Por la manera de fumar, no pareca contento. Se acerc a Maceira y dijo:

    Usted es de la excursin? No lo felicito. El que sale a navegar en un da como hoy no est bien de aqu se toc la frente y, al ver que Maceira no responda en seguida, le previno: Si naufragamos, le cobro el bote.

    Estara bueno. Vengo por obligacin y me hace responsable.Claro que lo hago responsable. Usted mismo se dar cuenta de que el lago est muy

    picado. No hay visibilidad.Le dice todo eso a Cazalis. l organiz el paseo.No va a ser un paseo. Cuando el lago se encrespa, es peor que el mar. Si no, recuerde a la

    amiguita del poeta. Naufrag en pleno lago, en un da como hoy.Hable con Cazalis.Claro que voy a hablar. Para salir con un tiempo as, tienen que pagarme tarifa doble.Lo que no entiendo es por qu, si la fbrica est en la otra punta, nos embarcamos ac. A

    m me conviene porque vivo en Aix.

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  • Vive en Aix? Un punto a su favor. Pero aunque le convenga se da cuenta de lo que es ir de una punta a otra del lago, con este tiempo? Si no zozobramos a la ida, zozobramos a la vuelta.

    Maceira repiti que no entenda por qu decidi Cazalis partir de Aix y agreg:No creo que haya pensado en mi comodidad.Pens en los obreros. No quiere que se enteren.El marinero le hizo ver que si el puerto de partida fuera cerca de Chambry, alguna

    informacin se hubiera filtrado y los obreros no hubieran permitido que tranquilamente salieran a investigar si existen o no razones para clausurar la fbrica donde ganan el pan.

    Maceira se dijo que si Cazalis y los tcnicos tardaban diez minutos ms, l se volva al hotel, con la conciencia de haber cumplido. Cuando ellos tardan es porque no pudieron llegar antes; cuando yo tardo, es porque soy sudamericano. Apuesto que al ver cmo est el tiempo, Cazalis dej la excursin para mejor oportunidad.

    Aparecieron tres caballeros en traje de hombre-rana, caminando de modo ridculo. Uno de ellos era corpulento, de grandes bigotes rubios, de aire de conquistador vikingo, o siquiera normando; otro, un hombrecito, se mova con tanta lentitud que Maceira se pregunt si estara enfermo, o resolviendo mentalmente un problema, o drogado; el tercero, de tez bastante oscura, pareca enojado y nervioso. Maceira se apresur a saludar al de aspecto de conquistador. Dijo:

    Mucho gusto, seor Cazalis.Ac tiene al seor Cazalis contest el normando y seal al hombrecito.Yo, en cambio, no puedo equivocarme; usted es Maceira. Dicho esto, el hombrecito lo

    mir fijamente, sin pestaear; despus movi la cabeza, con resignacin. No le dio la mano.Soy Le Boeuf dijo el que pareca normando.Me parece que he odo su nombre coment Maceira.Seguramente lo vio en frascos de coaltar. El orgullo de mi familia. Le presento al zologo

    Koren.Tras juntar coraje, Maceira previno a Cazalis:El marinero dice que no es prudente salir al lago con este mal tiempo.Si usted tiene miedo, no venga.El marinero llev aparte a Cazalis y, despus de unos cuchicheos, levant la voz para decir:Todo el mundo a bordo.El mal tiempo es un excelente pretexto para elevar la tarifa observ Cazalis, con

    sorprendente buen humor; despus, mirando a Maceira, agreg: Puede estar seguro de que a m el experimento no me atrae, pero dije que hoy lo llevo a buen trmino y tengo una sola palabra.

    No viene nadie ms? pregunt el marinero.Nadie ms contest Cazalis. Ya somos demasiados. La primera verdad que dice declar el marinero. El lago est picado y la carga es

    mucha. Maceira le susurr a Cazalis:Si quiere, yo me quedo.Como usted representa la otra parte, dirn que me las arregl para dejarlo contest

    Cazalis y, con una sonrisa, agreg irnicamente: No, pensndolo bien, no permitir que por nosotros se prive de este viaje de placer.

    Cuando todos se embarcaron, los bordes del bote estaban casi a nivel del agua.Seores dijo el marinero. Podrn ver que hay una latita a disposicin de cada uno de

    los seores pasajeros. Por favor, senla. Deben sacar el agua que entra, sobre todo si no quieren zozobrar. Hasta la otra punta del lago, el viaje no es corto.

    Con un tiempo como ste, pens Maceira, cmo sabe el marinero que vamos hacia el punto convenido? Lo ms probable es que ya no sepa dnde estamos.

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  • El viento no amainaba; aumentaba ms bien y, consecuentemente, la navegacin, azarosa desde el principio, se volva poco menos que imposible. A pesar de todo, el marinero no paraba de remar. En algn momento Maceira, desesperando de la utilidad de cualquier esfuerzo, pretendi descansar un instante de su tarea con la lata. El marinero en seguida lo increp:

    Eh! Usted! No se haga el tonto! A sacar agua, si no quiere que todos nos ahoguemos!Maceira reflexion: Este hombre trata de convencernos de que es el mago de la orientacin.

    En realidad es un sinvergenza. No sabe dnde estamos ni hacia dnde nos dirigimos. Cuando se canse, va a decir: Es ac y nosotros, como idiotas, vamos a creerle. Con tal de acortar esa interminable primera parte de la excursin, de buena gana hubiera dicho lo que sin duda todos pensaban: Paremos de una vez... Tanto da un punto del lago como otro. Se contuvo por temor de que Cazalis repitiera sus palabras a Chantal.

    Hemos llegado anunci el marinero.Hurra! exclam el botnico.Lstima que haya que bajar dijo el zologo.Es verdad. Lo haba olvidado... respondi sin alegra el botnico.Seores, acabemos cuanto antes. Yo bajo primero anuncio Cazalis.Yo, ltimo se apresur a decir Maceira.Cuando se dispona a iniciar el descenso, el botnico dijo:Marinero: usted no se distraiga. Si queremos subir, damos un tirn a la cuerda; dos tirones,

    si queremos subir con rapidez. Mejor que no suban con rapidez coment displicentemente el marinero.El descenso fue largo, segn Maceira, y al menos para l muy alarmante. Le llegaban de

    pronto, sin que supiera de dnde, sonidos que le recordaban los del agua que se va por un desage. Dos o tres veces, por nervios noms, estuvo a punto de tirar de la cuerda. Se pregunt si en algn momento llegara al fondo y si tendra fondo ese lago.

    Por fin sinti bajo los pies un lecho de barro y hojas. Mir hacia delante y pudo ver al grupo de los dems que avanzaba hacia la boca, en forma de arco, de un tnel vegetal, oscuro en el centro y formado por enormes plantas azules, de hojas carnosas, que se entrelazaban arriba. Si van a meterse ah son muy valientes, pens Maceira. Aquello era una verdadera boca de lobo: una superficie oscura, la boca de lobo propiamente dicha, rodeada de plantas que parecan vboras. Vboras no: boas. Para no ser menos que los otros quiso avanzar, pero debi de paralizarlo la desconfianza, porque no dio un paso. Cuando me refiri esto, Maceira dijo: Del Pollo Maceira se habr dicho de todo, pero no que es cobarde. Ahora quiero aclarar: una cosa es la vida corriente y otra estar en el fondo del lago Le Bourget.

    Cuando por fin iba a dar el paso, aparecieron dos luces de un azul amarillento, en la mitad superior de la boca del tnel. Crey que eran faros para la niebla. Faros de forma ovalada, como los ojos de un gato enorme. De pronto advirti, no sin preocupacin, que los faros se movan, avanzaban, con extrema lentitud. Tuvo tiempo de imaginar algo inverosmil: un camin all en el fondo del lago! que de repente iba a acelerar para atropellarlo. l se mantena listo y, en su momento, se hara a un lado y tirara dos veces de la cuerda. Tuvo tiempo, tambin, de ver cmo se deslizaba hacia fuera del tnel un largusimo animal, una enorme oruga azul, con ojos de gato; una enorme oruga que diligentemente, pero sin apuro, devoraba uno despus de otro, al seor Cazalis, al zologo, al botnico. Quiz porque los hechos ocurrieron en silencio le dejaron un recuerdo que no le pareca del todo real. No impidi esto que se asustara, como una apretada serie de tirones de la cuerda lo evidenciaron. Tan frenticos fueron que el marinero se alarm. Por lo menos reaccion como si estuviera alarmado o irritado: olvidando toda precaucin, iz a Maceira lo ms rpidamente que pudo. Para exonerarlo de su culpa podra alegarse que si l hubiera sido menos expedito, Maceira no hubiese escapado a la oruga. Lleg enfermo a la

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  • superficie, con la cara cubierta de magulladuras por golpes contra la quilla del bote. No hablaba, no contestaba a las preguntas. Gema, se llevaba las manos a la cabeza.

    En la Asistencia Pblica de Chambry recibi los primeros cuidados, pero muy pronto lo enviaron al hospital de Aix, donde haba una cmara de descompresin.

    Pasados unos cuantos das, mejor.En todo el tiempo que estuve en este hospital nadie vino a verme? pregunt a la

    enfermera.Era rubia, joven, ojerosa. Su mirada expresaba fatiga o preocupacin.No s. Tenemos que preguntar en portera.Y llamados telefnicos?Espera alguno ansiosamente? No s para qu pregunto, si no me va a decir... En verdad

    no hay ninguna razn para que usted oculte algo a su enfermera. Mientras lo tengamos ac es carioso, pero en cuanto ponga un pie en la calle me olvida. Muy triste.

    A la enfermera de la noche voluminosa y maternal repiti las preguntas.Habra que hablar con Larquier.Quin es Larquier?La que se fue hace un rato, la del turno de da. De noche no se aceptan visitas y los

    llamados que hay son generalmente de urgencias. Sin embargo, me parece que en las primeras noches lo llam una dama.

    Chantal Cazalis?Claro. Despus lo confirmo. Tengo anotada la llamada.Ahora puedo recibir visitas?Puede recibir a quien tenga ganas.En la maana del da siguiente dijo a la enfermera Larquier:Si viene una seorita rubia la hace pasar.A la tarde Maceira recibi su primera visita. Un periodista, que le pregunt:Est mejor? Cree que podra contestar a unas pocas preguntas? No quiero cansarlo.Pregunte contest Maceira.Recapacit: Debo pensar a toda velocidad. Cuento o no cuento lo que pas en el fondo del

    lago? Si digo que no vi nada y que tir de la cuerda porque me sent mal, lo que pas all abajo quedar como un misterio, pero yo no habr dado un solo argumento en favor de la clausura de la fbrica y cuando nos casemos y recibamos toda la fortuna del seor Cazalis, menos los impuestos, me sobrarn motivos para felicitarme, pero qu diablos! aunque sea por una vez en la vida quiero ser leal a la mujer que el destino pone a mi lado. Si lo que digo ahora provoca el cierre de la fbrica y un da me arrepiento de no haber mentido, no importa; por una vez quiero ser leal, ciegamente leal.

    La primera pregunta dijo el periodista es: Qu vio usted en el fondo del lago? Qu pas all, exactamente?

    Maceira procur ser veraz, no callar nada, salvo sus reacciones personales. Quera ser objetivo.

    El periodista lo escuch en silencio. Despus le rog que hablara de nuevo de la oruga.Era muy grande? Grande para oruga?Un animal gigantesco.De qu dimetro?Cuatro metros por lo menos. La ltima vez que vi a Le Boeuf, un hombre de

    aproximadamente un metro ochenta, estaba parado en la boca abierta de la oruga.Despus de algunas preguntas de poca importancia, cuando ya se iba, el periodista pas a

    cuestiones personales, del tipo: En su familia hubo casos de locura?, A usted lo encerraron alguna vez en un frenoptico?.

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  • Por fin se fue el periodista. Maceira pregunt a la enfermera si la seorita Chantal Cazalis haba venido a visitarlo o haba preguntado por l. Le dijeron que no.

    Me extraa que no haya venido.Es la rubia que esperaba? Voy a decir que la dejen pasar.Al da siguiente Larquier anunci que haba llegado la joven rubia. Maceira le pidi que

    pusiera orden en el cuarto y se levant para lavarse un poco, peinarse y comprobar en el espejo si el piyama estaba presentable. Admir la rapidez y precisin de malabarista con que su enfermera arreglaba la cama; despus de un brevsimo juego de manos, las sbanas y las colchas parecan nuevas.

    Entr en su habitacin una muchacha rubia, desconocida.Soy delegada del personal de la fbrica dijo. Me complace que me haya recibido. Ya

    no podr alegar que no le avisamos.Era una de esas rubias, generalmente belgas, que a l le gustaban tanto.No entiendo asegur.Qu importa. Creo que hay asuntos ms graves que tampoco entiende.Qu asuntos?Usted sabe de qu hablo. Baj o no baj al fondo del lago, como representante del grupo

    ecologista que pretende el cierre de la fbrica?...Si no hubiera bajado no estara ac. Adems, baj el dueo de la fbrica.La verdad es que pens encontrarlo sano y bueno. Si pudiera levantarse un momento, para

    venir a la ventana, vera algo interesante.El tono de la muchacha era hostil. Maceira pens: Debo decirle que puedo levantarme, pero

    que por falta de curiosidad no lo voy a hacer... Como su curiosidad era ms fuerte que su buen criterio, se levant, se arrim a la ventana, estuvo mirando la calle y las casas de enfrente.

    No veo nada extraordinario declar.No ve a un hombre, all, a la izquierda? Ahora, por favor, mire a la derecha. Ve al otro?Qu hay con eso?Estn apostados. Cuando salga lo van a recibir. Son del sindicato.Estn ah para atacarme? Se han vuelto locos?No tiene nada que temer si no sigue en su campaa y si no hace declaraciones

    comprometedoras.A qu llama declaraciones comprometedoras?Ya se va a enterar cuando salga de este edificio.Se han vuelto locos.Se enoja porque tiene miedo de que le hagan mal replic la muchacha y continu a

    gritos: A usted le importa hacer mal a las quinientas personas que de la noche a la maana pueden quedar sin trabajo por su culpa? Conteste!

    Enfermeras y enfermeros entraron en el cuarto, muy alarmados.Qu pasa aqu?Nada asegur Maceira.Una pelea entre novios? pregunt en tono burln Larquier. Otra enfermera interpel a

    la muchacha:A usted nunca le dijeron que gritar en un hospital es mala educacin? Yo se lo digo.Es verdad y lo siento.Puedo asegurarle que lo que usted sienta me importa muy poco. Esta visita se acab.Minutos despus, cuando Larquier le trajo unas pldoras, Maceira dijo:Sabe para qu vino esa rubia? Para amenazarme.Qu desastre! exclam, apenada, Larquier. La rubia pareca tan seria que no se me

    ocurri que tuviera malas intenciones. Le aclaro que yo saba perfectamente que no era la

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  • seorita Cazalis, pero la dej pasar, para que usted se llevara una desilusin. Yo soy una idiota y usted no va a perdonarme. Deberamos llamar a la polica.

    De acuerdo contest Maceira. Pero no desde el telfono del piso. En el hospital ha de haber una cabina.

    S, ms de una, en planta baja.Larquier le dio la razn: cualquiera podra orlo si hablaba desde el telfono del piso. Agreg

    que era muy importante que l hiciera ese llamado y prometi hablar con el mdico de guardia, para conseguir un permiso de bajar.

    Dijo el mdico que haba encontrado muy repuesto a monsieur Maceira y que ya era hora de que empezara a circular por los corredores. No se opona a que debidamente acompaado por la enfermera bajara a las cabinas telefnicas.

    En ningn momento Maceira tuvo intencin de llamar a la polica. Llam a casa de Chantal. Le dijeron:

    La seorita parti a Pars por cuestiones legales; estaba contrariada de no haberlo visto, pero la polica le aconsej que no fuera al hospital, porque haba piquetes de activistas vigilando; por las enfermeras tena buenas noticias de la salud del seor Maceira.

    Busc despus en la gua el nmero del diario y habl con el periodista. ste, disculpndose, le anunci que el reportaje saldra al da siguiente. Cuando Maceira pregunt si no habra posibilidad de que l echara una ojeada a sus declaraciones, el periodista le prometi:

    Si me confirman que sale maana, se lo llevo esta tarde. De acuerdo? Perfecto!Al dejar la cabina advirti cierta animacin en los ojos de la enfermera que dijo:Quiero que me cuente. Me muero de curiosidad.Por ahora no hay que hablar del asunto. Podramos pagarlo muy caro. Con la mano en el

    corazn le prometo que usted va a ser la primera en saberlo.Pens que estaba viviendo horas intensas. Los momentos de satisfaccin y los de inquietud

    se alternaban vertiginosamente. Quieras que no, el reportaje, las amenazas de la rubia, lo haban convertido en uno de los enfermos ms importantes del hospital.

    Esa tarde el periodista no le llev el reportaje. A la maana siguiente la enfermera Larquier entr en su habitacin agitando el diario en su mano.

    Mire lo que le traigo. Ocupa una pgina entera. Tendr que celebrarlo con champagne; pero no con la rubia. Con nosotras.

    Nerviosamente Maceira oje sus declaraciones. Mientras por las venas le entraba una sensacin de frialdad, pens: Ahora s estoy en peligro. Se lament de haber obrado contra sus intereses y lleg a preguntarse si no podra confesar a los sindicalistas que les daba la razn, que haba obrado como un estpido, en perjuicio propio, porque iba a casarse con Chantal. Les prometera luchar, de ahora en adelante, para evitar el cierre de la fbrica y les hara ver que sus intereses coincidan en un todo con los de ellos. Reflexion luego: Es intil. Esa gente es dura. No perdona.

    En realidad la entrevista ocupaba menos de media pgina; en recuadro, eso s. Ley: Una oruga azul, con ojos de gato. Sobreviviente acusa. Sigui leyendo:

    Periodista: A qu profundidad llegaron? Monsieur Maceira: Por lo menos a un centenar de metros... Digo por lo que tardamos en

    llegar al fondo.Acotacin del periodista: Fuentes bien informadas me aseguran que la profundidad

    alcanzada no pudo exceder los veinticinco o treinta metros.Periodista: De qu color era la oruga? M. Maceira: Azul. All todo es azul. Periodista: En su opinin de qu se alimenta la oruga?

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  • M. Maceira: De los desechos de la fbrica. Parece evidente. Periodista: Por qu?M. Maceira: Bajamos para comprobar si haba pruebas de polucin. Encontramos la prueba

    ms extraordinaria: una oruga de tres o cuatro metros de dimetro. En lagos libres de polucin nadie encontr un monstruo as.

    Periodista: Antes de que se hablara de polucin apareci un monstruo en un lago de Escocia; pero dejemos eso. Qu pas a quienes lo acompaaron en el descenso?

    M. Maceira: Fueron devorados por la oruga. Periodista: No dijo usted que ese monstruo se alimentaba nicamente de los desechos de la

    fbrica?M. Maceira: No creo que antes de Cazalis y los dos expertos otros caballeros le sirvieran de

    alimento.Acotacin del periodista: Al or esta muestra del extrao humor de M. Maceira, di por

    terminado el reportaje.El disgusto que le provoc la lectura del diario fue aumentado por la noticia que le dio el

    mdico:Antes de lo que supone abandonar nuestro hospital. Felicitaciones.Maceira pens que deba sobreponerse al miedo y alegrarse porque muy pronto vera a

    Chantal. La llam por telfono, para darle la noticia. La secretaria le dijo que la seorita Chantal segua en Pars. Maceira pens: Mi lugar est en Pars, junto a la mujer querida y lejos de los activistas de la fbrica.

    En la que sera la ltima noche de hospital, la enfermera Larquier le propuso bajar a la portera, a jugar a los naipes con el seor del standard (el telefonista) y el portero. Despus de tres o cuatro partidas de un juego parecido a la brisca, Larquier dijo que ira a la cocina a preparar un caf para todos y, en especial, para su enfermito, al que deba evitarle un enfriamiento en esa noche destemplada. A pesar de que pretenda expresar alegra, por la manera de mirarlo Larquier expres ansiedad, tal vez desesperacin. Maceira reflexion que algunos hombres, entre los que desde luego se inclua, aun sin proponrselo enamoraban a las mujeres. El del standard habl de los activistas apostados. Acompaado del portero, Maceira se arrim a la puerta de la calle. El portero la entreabri y mir. Pregunt Maceira:

    Como siempre?No los veo respondi el portero. Mire usted.En cuanto asom la cabeza, desde afuera lo sujetaron, lo alzaron, lo envolvieron en algo

    espeso y piloso, que result una frazada, y lo metieron en un vehculo.No se mueva, no se levante, no hable le dijo en un murmullo una voz de mujer que no

    reconoci en el acto, porque estaba confundido y hasta un poco asustado.A pesar de su desconcierto recapacit que la enfermera Larquier lo haba traicionado

    miserablemente... Soy un estpido, pens. Con las mujeres no hay que bajar la guardia.Al principio anduvieron a gran velocidad, con frenadas bruscas y neumticos que rechinaban

    en las curvas. Despus el ritmo de la marcha fue ms tranquilo. Una voz que reconoci como la del matre del restaurante del Palace Hotel pregunt:

    Est segura de que no nos siguen?Completamente contest la voz femenina, que ya Maceira reconoci como de Felicitas,

    la patrona. Vamos a casa, Julio.Puedo sentarme? pregunt Maceira.No lo haga hasta que entremos en el garaje del hotel. Yo le avisar.Le sacaron la manta. Felicitas le pidi disculpas por cmo haba procedido, pero dijo que

    despus de sus declaraciones al diario los obreros de la fbrica estaban furiosos.

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  • Pasar unos das escondido en el hotel. Lo importante es que ellos no sepan dnde encontrarlo. Cuando se cansen de seguir de faccin en Aix-les-Bains, volvern a Chambry y usted har lo que quiera.

    Maceira no saba si alegrarse de estar oculto y seguro o lamentarse de postergar su encuentro con Chantal.

    Durante los primeros dos das la ansiedad lo dominaba. Por momentos se resolva a llamar a Chantal; por momentos crea que no deba cometer semejante imprudencia. Finalmente llam. Le dijeron qu Chantal no haba vuelto de Pars. Al da siguiente volvi a llamar. Cuando pidi por Chantal, lo comunicaron con Languellerie. ste dijo:

    Quiero verlo.No sabe cunto me alegro de que usted salga al telfono. Ya perd la cuenta de las veces

    que llam a Chantal.Lo s, lo s. Tengo para usted un mensaje de ella. Debo drselo personalmente.Qu hago?, pens Maceira. El amigo y protector de Chantal puede traicionarme.

    Pregunt:

    Est seguro de que la lnea no est intervenida?Completamente seguro.Estoy en el Palace Hotel de Aix.Lo visitar esta misma tarde.No diga que viene a verme y fjese que no lo sigan. Pas un rato de agitacin. Cuando le

    anunci a Felicitas que Languellerie lo visitara, la mujer se enoj. Dijo:No merece el trabajo que nos dimos para ponerlo a salvo.Maceira intent explicaciones (Languellerie es un fiel amigo, podemos depositar en l toda

    nuestra confianza, etctera), pero la renga perdi la paciencia y se fue, dando un portazo.Maceira recibi con muestras de afecto a Languellerie. Explic: Vea en l a un aliado. El

    viejo, por su parte, lo salud inexpresivamente y dijo:No le ocultar que sus declaraciones a los diarios causaron una impresin deplorable.Lo s perfectamente. Los activistas...No hablo de los activistas puntualiz Languellerie. Estoy hablando de nosotros. De

    Chantal y de m. Por herencia de su padre, Chantal recibi la direccin de la fbrica y usted, un ntimo en la opinin de la gente, sin consultar a nadie sale con declaraciones extemporneas. Ms an: inoportunas.

    Las hice por lealtad a Chantal. Yo crea...Lo que usted crea, no interesa. Antes de hablar as no se detuvo a pensar que la situacin

    de Chantal sufri un cambio? De ser una muchacha sin responsabilidad alguna, que a ttulo personal poda permitirse las opiniones menos convencionales, pas a ser la cabeza de un imperio y la nica duea de una fbrica donde trabajan quinientos obreros. No s si me explico: En esta nueva situacin Chantal puede mirar con buenos ojos a quien brega por la clausura de su fbrica?

    Entiendo dijo Maceira, con rabia.Si entiende replic Languellerie no s por qu toma ese tono. La clausura significa la

    desocupacin de quinientas personas y la miseria de dos o tres veces ese nmero. Acepte el consejo de un viejo amigo: estese quieto, no abra la boca, espere que la gente olvide y que Chantal perdone. Le prometo mis buenos oficios.

    Hubo un silencio, como si Maceira diera por terminada la historia que me haba contado. Pregunt:

    Cumpli Languellerie?Se cas con Chantal.

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  • No te creo!Creme. Por un tiempo estuve amargado y no sabes cunto me llev descubrir que

    Felicitas mostraba una viva inclinacin por m.Aunque renga, es pasablemente linda y tal vez a la larga sea ms llevadera que la otra. Con

    las mujeres quin est seguro? Quin prev cmo van a evolucionar? Admito que entre las dos fortunas no hay comparacin, pero el ms acreditado hotel de una ciudad francesa famosa por las aguas, en definitiva es un gran respaldo. En cambio como bien sabemos, toda industria puede ser riqueza para hoy y hambre para maana.

    Vas a casarte con Felicitas?Ya nos casamos, viejo. Misin cumplida. Ests hablando con el propio dueo del Palace

    Hotel.

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  • Encuentro en Rauch

    El jueves, a las ocho en punto de la maana, deba presentarme en la estancia de don Juan Pees, en la zona de Pardo, para dejar concluida una venta de hacienda, la primera operacin importante que iba a llevar a la casa de consignaciones y remates, de la ciudad de Rauch, en que trabajaba. En diciembre de 1929 yo haba conseguido el empleo y si al ao me mantena en l, quiz debiera atribuir el hecho a la estima que los miembros de la firma profesaban por mis mayores.

    A la hora del desayuno, el mircoles, hablamos de mi viaje del da siguiente. Mi madre asegur que yo no poda faltar a la cita, aunque el jueves fuera Navidad. Para evitar cualquier pretexto de postergacin, mi padre me prest el automvil: un Nash, doble-faeton, su hijo preferido, como decamos en casa. Sin duda, no queran que yo perdiera el negocio, por la comisin, una suma considerable, y porque si lo perda poda muy bien quedarme sin empleo. La crisis apretaba; ya se hablaba de los desocupados. Aparte de todo eso, quiz mis padres pensaran que por golpes de suerte, como la venta de vacas a Pees, y por las continuas salidas al campo, que rompan la rutina del escritorio, yo le tomara el gusto al trabajo. Les pareca peligroso que un joven dispusiera de tiempo libre; desconfiaban de mis excesivas lecturas y de las consiguientes ideas raras.

    En cuanto llegu al escritorio habl del asunto. Los miembros de la firma y el contador opinaron que don Juan, al citarme, probablemente no record que el jueves caa en 25, pero tambin dijeron que si yo no quera perder la venta me presentara el da fijado. Hombre de una sola palabra, don Juan era muy capaz de renunciar a un negocio, por beneficioso que fuera, si la otra parte no cumpla en todos sus detalles lo convenido. Uno de los miembros de la firma coment:

    Pongamos por caso que se pierda la operacin por culpa tuya. Mantenerte en el puesto sera un mal precedente.

    Por m no se va a perder repliqu.Desde que dispona del Nash, por nada hubiera renunciado al viaje. Para empezarlo a lo

    grande almorc en el hotel. La patrona agrup a los comensales en un extremo de una larga mesa. Entre todos llegaramos a la media docena: un seor maduro, tres o cuatro viajantes y yo. Al seor maduro lo llamaban el seor pasajero. Desde un principio lo tom entre ojos. Tena una mansedumbre exagerada, que recordaba las de ciertas imgenes de santos. Lo consider hipcrita y, para que no ocupara el centro de la atencin, me puse a botaratear sobre mi negocio con don Juan. Dije:

    Maana cerramos trato.Maana es Navidad observ el seor pasajero.Qu hay con eso? dije.El campo de don Juan queda en Pardo dijo o pregunt uno de los viajantes.En Pardo.Si vas en auto, por Cachar, te conviene largarte ahora dijo el viajante y con un vago

    ademn seal la ventana. Entonces o la lluvia, y la vi. Llova a cntaros.Dentro de un rato por ese camino no pasa nadie. Te juro: ni un alma.

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  • Me dej estar, porque no me gusta que me den rdenes. Siempre me tuve fe para manejar en el barro, pero soplaba viento del este, quiz lloviera mucho y si no quera que la noche me agarrara en el camino, lo mejor era salir cuanto antes.

    Me voy dije.Mientras me pona el encerado, la patrona se acerc y dijo:Un seor me pidi que te pregunte si no sera mucha molestia llevarlo.Quin? pregunt. Previsiblemente contest:El seor pasajero.De acuerdo dije.Me alegro. Es hombre raro, pero de mucho roce, y en un viaje como el que te espera, ms

    vale no estar solo.Por qu?Un camino maldito. Puede pasar cualquier cosa. Antes de que lo llamaran, mi compaero

    de viaje apareci. Dijo con su voz inconfundible:Me llamo Swerberg. Si quiere le ayudo a colocar las cadenas.Quin le dijo que yo iba a ponerlas?, murmur con fastidio. Sacudiendo la cabeza,

    busqu en la caja de herramientas las cadenas y el criquet, y me aboqu al trabajo.Me arreglo solo contest.Minutos despus emprendimos viaje. El camino estaba pesado, los pantanos abundaban y la

    mucha labia de mi compaero me irrit. De tanto en tanto me vea obligado a contestarle, y yo quera volcar mi atencin en la huella, de la que no deba salir. Una serie de pantanos, como la que tenamos por delante, aburre, hasta cansa y en el primer descuido lo lleva a uno a cometer errores. Desde luego el seor pasajero hablaba de la Navidad y del hecho, para l poco menos que impensable, de que don Juan y yo nos reuniramos el 25, para dejar concluida una operacin de venta de ganado.

    Qu me est sugiriendo? pregunt. Que mi negocio con don Juan no es ms que una mentira, un invento para darme importancia, o para conseguir un auto prestado y salir de paseo? Lindo paseo.

    No pens que mintiera. De todos modos le aclaro que no es tan fcil distinguir la verdad y la mentira. Con el tiempo, muchas mentiras se convierten en verdades.

    No me gusta lo que dice repliqu.Siento mucho contest.Siente mucho, pero da a entender que miento. Una mentira siempre es una mentira.Creo que el seor pasajero dijo por lo bajo: Ah se equivoca. No prest atencin. Me

    concentr en el manejo, en seguir la huella, en tercera velocidad, a marcha lenta. No tan lenta como para exponerme a que el motor se parara ante cualquier resistencia del camino. A una marcha lenta, pero desahogada, que mantuviera las ruedas en la huella, sin nunca rebasarla. Del manejo en el barro soy un virtuoso, reflexion. Si me irrit con ese hombre, no fue porque me distrajera de lo que estaba haciendo, sino porque me obligaba a escucharlo y porque hablaba en un tono paternal y untuoso. Declar:

    En mi Europa nadie concluye negocios el 25 de diciembre.Lo s. En nombre de don Juan, y en el mo, pido disculpas.Mencion el hecho como una prueba de la diferencia de costumbres. En Sudamrica no

    conocen el espritu de la Navidad. La fecha pasa casi inadvertida, salvo para los nios, que esperan regalos. En Alemania y en el norte de Europa, Santa Claus, que algunos llaman Pap Noel, trae juguetes, vestido de colorado, en un trineo tirado por renos. Para la imaginacin del nio hay mejor regalo que una leyenda as?

    Rpidamente busqu una respuesta que de algn modo reflejara mi hostilidad. Por ltimo dije:

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  • Como si les contaran pocas mentiras, agregan otra. Qu se proponen? Que no crean en nada?

    Pierda cuidado contest. La gente no se desprende as noms de sus creencias.Aunque sepa que son mentiras?Del otro lado del arroyo Los Huesos, el camino estaba pesadsimo y pronto se convirti en

    un pantano interminable. El seor pasajero dijo:

    Piensa que vamos a salir de este pantano? A m me parece muy traicionero. Ms adelante vamos a encontrar peores.

    Usted levanta el nimo.Los pantanos viejos son traicioneros. Cmo sern de viejos los de este camino, que

    figuran, con nombre y todo, en un mapa de la zona.Vio el mapa?Lo vio, con sus propios ojos, el representante de los molinos Guanaco. Un hombre as no

    habla por hablar.Llegamos a un tramo en que el piso, aunque barroso, estaba ms firme. Dije:Salimos o no salimos?Se tuvo fe y triunf. Despus usted niega la fe.Si no me equivoco, lo que menos importa es manejar bien.Me fastidia que no reconozcan mi habilidad para el manejo.Sin que amainara la lluvia, hubo una sucesin de relmpagos. Los ms fuertes iluminaban,

    por segundos, grandes cuevas que se abran entre las nubes. El seor pasajero asegur:Cuando relampaguea como hoy, la gente mira el cielo por si en uno de esos huecos

    sorprende a Dios o a un ngel. Hay quienes dicen que los vieron.Y usted les cree. Como al representante de Guanaco.Yo doy vuelta el refrn. Creer para ver.Vio mucho?Ms que usted, mi joven amigo, un poco ms. Por lo que he vivido. Tambin por lo que he

    viajado.Argumentos de autoridad.Y de peso.Qu vio en sus viajes que valga la pena? Lo vio a Dios, entre las nubes?Si me pregunta por el creador del cielo y de la tierra, desde ya le contesto que a ese no lo

    vi.Menos mal.Se retir, despus de la creacin, para que los hombres hagamos con nuestra tierra lo que

    se nos d la gana.Apuesto que lo sabe de buena fuente. El cielo est vaco?Cmo se le ocurre? Desde que el mundo es mundo, lo poblamos con nuestros dioses.

    Dgame la verdad: ahora empieza a entender la importancia de las creencias?Le contest, quiz de mal modo:Para m, ahora, lo nico importante es el pantano que atravesamos.Era espeso, profundo y, como algunos anteriores, pareca no tener fin.Est pesadsimo dijo el seor pasajero. Yo, en su lugar, pondra segunda.No ped consejo.Lo s, pero sospecho que vamos a empantanarnos. Yo no lo desanimo. Siga, mientras

    pueda.Claro que voy a seguir.

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  • Fue aqulla una larga travesa en la que abundaron vicisitudes de suma importancia en el momento y que olvid muy pronto.

    Est enojado? pregunt.Usted marea a cualquiera con la charla. Se da cuenta?Me doy cuenta que maneja bien. Por eso, en lugar de preocuparme por los pantanos, le

    voy a hablar de cosas ms elevadas. Empiezo por repetirle una buena noticia que le di. El cielo no est vaco. Nunca estuvo.

    Qu suerte.No me pregunten qu sucedi. Me habr hartado de manejar cuidadosamente, o de la

    interminable sucesin de pantanos, o de las inopinadas informaciones del seor pasajero. Muy seguro, emprend un manejo despreocupado, que responda a impulsos ocasionales y que me sirvi como desahogo. El seor pasajero no paraba de hablar. Explicaba:

    El cielo, esccheme bien, es una proyeccin de la mente. Los hombres ponen all los dioses de su fe. Hubo perodos en que los dioses egipcios reinaban. Los desalojaron despus los griegos y los romanos. Ahora gobiernan los nuestros.

    Maldicin dije y, al ver la cara de asombro del seor pasajero, agregu: Ah tiene lo que sucede por meter charla al pobre diablo que maneja.

    Estbamos empantanados. Trat de salir, marcha adelante primero, marcha atrs despus, pero fue imposible. Comprend que ms vala no insistir.

    No se impaciente dijo. Repliqu:Usted no tiene que estar maana en Pardo.A lo mejor aparece alguno y nos saca.Vio otros coches en el camino? Yo, no. Por ac ni pasan los pjaros.Entonces permtame que ayude.Va a empujar?No conseguiramos nada.Entiendo. Llueve, hay barro.Temo que mi proposicin no le guste. Hizo lo posible por salir y no pudo de acuerdo?

    Deje que yo pruebe.Maneja mejor? No se trata de eso.De qu se trata?De que otro pruebe la suerte. Total qu hacemos ahora? Esperar y, segn usted,

    intilmente, porque por ac no pasa nadie. Es claro, a lo mejor no desea estar maana en Pardo.No estar maana en Pardo sera para m un desastre.Entonces, djeme que pruebe. Tal vez por ofuscacin pregunt:Para darle mi lugar abro la puerta y me tiro al pantano? Est claro que usted no quiere

    mojarse ni embarrarse.No es necesario dijo y por encima del respaldo pas al asiento de atrs. Crrase, por

    favor.Ocup mi lugar, apret el arranque elctrico y antes que yo atinara a formular un consejo

    avanzamos con lentitud, pero inconteniblemente y muy pronto llegamos a una inesperada zona de piso firme, donde sin duda haba llovido poco. El seor pasajero aceler. Mir, con alarma, el velocmetro y o el repetido golpear de una cadena contra el guardabarro.

    No oye? pregunt secamente. Pare, hombre, pare. Voy a sacar las cadenas.Lo hago yo, si quiere.

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  • No dije.Baj del coche. Haba esa luz del atardecer despus de la tormenta que infunde intensidad a

    los colores. Vi a mi alrededor campo tendido, marrn donde estaba arado, muy verde el resto; el alambre, azul y gris; unas pocas vacas coloradas y rosillas. Cuando desprend las cadenas orden:

    Avance.Avanz un metro o dos. Recog las cadenas, las guard en la caja de herramientas y levant

    los ojos. El seor pasajero no estaba en el coche. Como en ese campo desnudo no haba donde ocultarse, me sent desorientado y con exasperacin me pregunt si haba desaparecido.

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  • Catn

    Durante aos dije que Jorge Davel era un galn de segunda, imitador de John Gilbert, otro galn de segunda. A mi entender, el hecho de que tuviera tantos admiradores probaba la arbitrariedad de la fama; que lo llamaran El Rostro, la irona del destino. Yo sola agregar, como quien seala una consecuencia: Al aplicar el apodo, nuestro pblico se limita a copiar a un pblico ms vasto, que llama El Perfil a no s qu actor de Hollywood.

    Olvid para siempre este repertorio de sarcasmos la noche en que lo vi en el Smart, con Paulina Singerman, en El gran desfile, una adaptacin para las tablas, de la vieja pelcula de King Vidor. Mientras dur la funcin olvid tambin la nota que deba escribir para el diario y aun mi presencia en la sala. Mejor dicho, crea que estaba, con los hroes de El gran desfile, en el barro de las trincheras, en algn lugar de Francia, oyendo silbar las balas de la primera guerra mundial.

    Un tiempo despus dej el periodismo y consegu un empleo en el campo, para el que me creyeron apto, por antecedentes de familia. Sobre el punto no me hice mayores ilusiones, pero pens que en la soledad quizs escribiera una novela que varias veces haba empezado con fe y abandonado con desaliento.

    En la estancia donde trabajaba, La Cubana, a la hora de la siesta lea el diario. Frecuentemente buscaba noticias de Davel; en los tres aos que pas all encontr pocas. Davel haba participado en la funcin en beneficio de una vieja actriz; lo haban visto en el entierro de un actor y, si no me equivoco, en el estreno de una comedia de Garca Velloso. Recuerdo esas noticias, porque las le con la atencin que uno pone en cosas que le conciernen. Me pregunto si no trataba de reparar, siquiera ante m mismo, la injusticia cometida con nuestro gran actor.A mi vuelta a Buenos Aires publiqu la novela. Acaso porque tuvo algn xito y porque fui un escritor conocido (mientras aparecieron crticas y el libro estuvo en las libreras), o porque la gente an recordaba que yo haba trabajado en la Seccin Espectculos del diario, me nombraron miembro del jurado que deba premiar a los actores del ao. En las reuniones del jurado entabl amistad con Grinberg, el autor del sainete La ltima percanta. La noche de la votacin, pasamos un rato en el caf de Alsina y Bernardo de Irigoyen. Recuerdo un comentario de Grinberg:

    Premiamos a los mejores. De todos modos qu lejos de un actor como Davel! Y fjese, hoy en da, Davel no trabaja. Nadie lo llama.

    Pregunt por qu. Me contest:Dicen que est viejo. Que nunca tuvo ms capital que su cara, que la pona y listo. Que ya

    no sirve para galn.Este pas no tiene arreglo.Hay un gran actor y nadie se da cuenta.Usted y yo nos damos cuenta.Y algunos otros. Para Quartucci, Davel es un milagro del teatro, uno de esos grandes

    actores que de tanto en tanto aparecen. Me dijo: Si tengo un rato, voy a verlo cuando trabaja, porque lo hace con tanta naturalidad que usted queda convencido de que ser actor es lo ms fcil del mundo.

    Ya somos tres los partidarios de Davel.

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  • Cuntelo tambin a Caviglia. Una tarde haba estado con Davel, charlando en el caf. Al rato lo vio en escena, en Locos de verano. Creo recordar las palabras de Caviglia: Me sorprend pensando que Enrique iba a engaar a su prima. Se da cuenta? Pens que el hombre que tena ante los ojos era Enrique, uno de los personajes de la comedia, no Davel. Dijo que nunca le sucedi algo parecido. Que l era un profesional, que si vea teatro estaba atento al oficio y que adems conoca de memoria la pieza de Laferrre. Sin embargo, en aquel instante, la ilusin dramtica lo domin por completo. Pensaba que slo Davel era capaz de ejercerla tan eficazmente.

    Despus de esta charla con Grinberg pasaron cosas que por largo tiempo acapararon mi atencin. A pesar de las mgicas palabras repetidas por los amigos libreros, Tu novelita se vende bien, lo que sacaba del libro no me alcanzaba para nada. Busqu un empleo y cuando estaban por agotarse los ahorros que junt en el campo, lo encontr. Fueron aos duros o por lo menos ingratos. Cuando llegaba a casa, tras el da en la oficina, no me hallaba con nimo de escribir. Ocasionalmente me sobrepona y al cabo de un ao de espordicos esfuerzos que repeta todas las semanas, logr una segunda novela, ms corta que la anterior. Entonces conoc un lado amargo de nuestra profesin: la ronda para ofrecer el manuscrito. Algunos editores parecan no recordar mi primera novela y oan con incredulidad lo que yo deca de su xito. Quienes la recordaban, argumentaban que sta era inferior y para dar por terminada la entrevista sacudan la cabeza y declaraban: Hay que jorobarse. El segundo libro no camina.

    Un da encontr a Grinberg en el caf y bar La Academia. En seguida me acord de Davel y le ped noticias. Dijo:

    Es una historia triste. Primero vendi el coche; despus, el departamento. Vive en la miseria. Otro actor, que est en situacin parecida, me cont que hicieron una gira por el interior del pas. Paraban, prcticamente, en la sala de espera de las estaciones y se alimentaban de caf con leche y felipes. Ese actor me asegur que las privaciones no afectaban el buen nimo de Davel. Si trabajaba, estaba contento.

    En la poca de la dictadura las giras mermaron, para finalmente cesar. El pas entero se detuvo, porque la gente si poda se retiraba, para que la olvidaran. El olvido pareca entonces el mejor refugio. Por su parte, Davel encontr el olvido sin buscar la seguridad. No tena por qu buscarla, ya que nunca haba actuado en poltica, ni siquiera en la poltica interna de la Sociedad de Actores. Como ayudarlo no retribua el apoyo de un correligionario ni aseguraba la gratitud de un opositor, nadie le tendi una mano. Davel pas buena parte de ese perodo sin trabajo.

    Lleg despus el da en que agradablemente sorprendido le, no s dnde, que Davel iba a tener el papel principal en Catn, famosa tragedia cuya reposicin anunciaba el teatro Politeama, para la temporada prxima. Una noche de esa misma semana coment con Grinberg la noticia.

    A veces lo inesperado ocurre sentenci.A eso voy dije. Parece raro que en nuestro tiempo un empresario se acuerde de esa

    joya del repertorio clsico y es francamente increble que tenga el acierto de llamar a Davel, para el papel de Catn.

    No todo el mrito le corresponde.Pas a explicarme que el empresario, un tal Romano, eligi la tragedia de Catn porque el

    autor, muerto doscientos aos atrs, no reclamara el pago de derechos.Siempre le queda el mrito de elegir a Davel coment.Su mujer, que antes fue amiga del actor, se lo recomend. Mi cara habr expresado alguna

    contrariedad, porque Grinberg pregunt qu me pasaba.Nada... Siento admiracin, casi afecto por Davel y me gustara que la historia de este

    golpe de suerte fuera totalmente limpia.

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  • A pesar de la escasa estatura, de la profusin de tics nerviosos y de su aspecto de negligencia general y debilidad, Grinberg infunde respeto por el poder de la mente.

    Lo que a usted le gustara importa poco me asegur. Una mujer que intercede ante el marido por un viejo amante en desgracia, es noble y generosa.

    Admito que ella...Admita que todos. Davel, por no pedir nada y por merecer que una ex amante salga en su

    defensa cuando la pasin ha pasado. El empresario, por actuar como profesional serio. Le proponen un buen actor, lo toma y no se preocupa por situaciones de la vida privada. En la noche del estreno, el Politeama estaba casi repleto. Recuerdo claramente que al empezar la obra tuve unos minutos de expectativa, en que me dije: Todava esto puede ser el triunfo o el fracaso. Pronto sabr cul. La verdad es que no hubo que esperar mucho. No digo que la pieza me pareciera mala. Sin negar que abunda en momentos de elevacin pica, opin que era menos una tragedia que un poema dramtico, muy literario sin duda y bastante aburrido. Desde luego la situacin del hroe provocaba ansiedad, pero el nudo argumental perda fuerza cuando el autor, inopinadamente, intercalaba una historia de amor, tan increble como boba. Es curioso, mientras reflexionaba: Ya que Davel tuvo la suerte de conseguir trabajo, debi tener ms suerte con la obra, miraba a Catn, quiero decir a Davel en el papel de Catn y hubiera dado cualquier cosa porque venciera a Csar y salvara a tica. S, hasta por la suerte de la ciudad de tica yo estaba ansioso, y en esos momentos llegu a desear el poder, que no tuvieron los dioses, de cambiar el pasado. En la cara de Davel (alguna vez la califiqu de trivial), una de esas caras que la vejez mejora, vi claramente expresada la nobleza del hroe dispuesto a morir por la libertad republicana. Cuando uno de los hijos de Catn un actor nada convincente dijo: Nuestro padre combate por el honor, la virtud, la libertad y Roma, apenas reprim las lgrimas.

    A esta altura, es probable que el lector considere fuera de lugar mis reparos crticos. El xito, la repercusin de la obra, aparentemente le dan la razn. Desde la tercera o cuarta noche el teatro estuvo lleno. Haba que reservar localidades con una anticipacin de quince o veinte das, algo inslito en el Buenos Aires de entonces. Otro hecho inslito: los espectadores unnimemente interpretaron las invectivas contra Csar, como invectivas contra nuestro dictador y el clamor por la libertad de Roma como clamor por nuestra libertad perdida. Estoy seguro de que llegaron a esa interpretacin por el solo hecho de desearla. Si como alguien sostuvo, en cualquier libro el lector lee el libro que quiere leer, estas funciones del Politeama prueban que podemos decir lo mismo del pblico y de las obras de teatro. No supongan que al hablar del pblico me excluyo... De nuevo sent lgrimas en los ojos cuando Catn dijo: Ya no hay Roma. Oh libertad! Oh virtud! Oh mi pas!.

    El xito fue noche a noche ms ruidoso y desordenado. En alguna ocasin me pregunt, por qu negarlo, si los tumultos del Politeama, aunque inspirados en las mejores intenciones, no perjudicaran nuestra causa. Bien podra el gobierno clausurar el teatro y, encima, sacar una ventaja poltica. En efecto, no pareca improbable que sectores moderados, tan contrarios a la dictadura como nosotros, apoyaran tcitamente la medida, por un ancestral temor a los desmanes.

    Para muchos la identificacin de Davel con Catn fue absoluta. En la calle, la gente sola decirle: Adis Catn y, a veces, Viva Catn!.

    Quienes de un modo u otro estamos vinculados con el teatro, probablemente exageramos la influencia de las representaciones del Politeama en los acontecimientos ulteriores; pero la verdad es que tambin los conspiradores creyeron en esa influencia. Lo s porque a m me encargaron que hablara con Davel y lograra su adhesin a nuestra causa. Queramos decir, en la

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  • hora del triunfo, que nuestro gran actor estuvo siempre con la revolucin. Queramos decirlo sin faltar a la verdad y sin exponernos a que nos desmintiera.

    Lo cit en el caf de Alsina y Bernardo de Irigoyen. Pens que el tango tena razn, que eran extraos los cambios que traan los aos y que la cara de Davel ahora casi no recordaba a la de John Gilbert, lino ms bien a la de Charles Laughton. Su expresin era de tristeza, de cansancio y tambin de resolucin paciente y sin lmites. De todos modos, cuando le dije que mi admiracin por l empez la noche que estrenaron El gran desfile, en el Smart, jurara que rejuveneci y que volvi a parecerse un poco a John Gilbert. Pregunt con insistencia:

    De veras encontr que estuve a la altura de mi papel?Competir con la pelcula, de antemano pareca difcil. Sin la ayuda de las escenas que

    mostraba el cine, el pblico del Smart crea que usted estaba en el frente de batalla. Le digo ms: usted nos llev al frente.

    Despus de un rato me atrev a preguntarle si nos daba su adhesin.Es claro contest. Yo estoy contra la tirana. No recuerda lo que digo en el segundo

    acto?En el segundo acto de Catn!Dnde va a ser? Oiga bien. Yo digo: Hasta que lleguen tiempos mejores, hay que tener

    la espada fuera de la vaina y bien afilada, para recibir a Csar.Primero la contestacin me gust. Interpret lo que haba en ella de fanfarronada, como una

    promesa de fidelidad y coraje. Despus, por alguna razn que no entiendo, me sent menos conforme. De cualquier modo, la contestacin es afirmativa, me dije. Ya es algo.

    El gobierno debi de tomar en serio las tumultuosas funciones del Politeama, porque una noche la polica llev presos al empresario, al director, a los actores y cerr el teatro. A la maana siguiente todos quedaron libres, salvo el empresario y Davel. Por ltimo soltaron al empresario. Al actor, unos das despus. Sospecho que no le perdonaban su papel de enemigo de la dictadura y que lo soltaron porque ellos mismos comprendieron que no era ms que un actor.

    En contra de mis previsiones, la clausura del Politeama perjudic al gobierno. Tal vez la gente pensara que si el gobierno daba tanta importancia a una pieza de teatro, deba estar asustado y debilsimo.

    Interpretamos esta conjetura como realidad y, desde entonces, conspiramos abiertamente. En casas particulares primero, luego en restaurantes, menudearon banquetes muy concurridos, a los que nunca faltaron los cabecillas del movimiento y donde los oradores reclamaban y prometan la revolucin. En esas largas mesas tuvo siempre Davel un lugar de preferencia; no, desde luego, la cabecera, pero siempre el asiento a la derecha de algn personaje prestigioso.

    Un da me llam por telfono una seora, que me dijo:No me conoce. Yo soy la seora de Romano. Luz Romano. Tengo que hablar

    personalmente con usted.Por falta de imaginacin, o porque dejo que me lleve la costumbre, la cit en el caf de

    Alsina y Bernardo de Irigoyen.Era una mujer muy atractiva, no demasiado joven, alta, serena, de pelo negro, tez blanca y

    hermosos ojos, que lo miraban a uno de frente. Me dijo:Lo estn usando a Davel. Que los polticos lo hagan, no me extraa. Son naturalmente

    inescrupulosos. Pero usted es un escritor.Eso qu tiene que ver?No solamente lo estn usando: lo estn exponiendo.Davel se expuso desde el momento del estreno de Catn le repliqu sin faltar a la

    verdad.De acuerdo. Por culpa ma.No digo eso.

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  • No lo dice, pero es cierto. Sin embargo hay una diferencia. Yo lo mand llamar para que trabajara en el teatro. Usted lo busc para usarlo en poltica. Un destino que Davel no eligi.

    Pero que no le parece impropio. Se ha identificado con su personaje. Quiere combatir la dictadura.

    Esa conviccin, en l, no es igual a la suya, ni a la de un poltico, ni se form del mismo modo. Davel sigue actuando.

    Para defenderme, dije:Todos actuamos.S, pero ahora usted habla de mala fe. Sabe lo que hacen?Invitamos a un ciudadano a participar en nuestra lucha.Diga ms bien que mandan a un inocente a que lo maten.Exagera y es muy dura conmigo.Usted es duro con Davel.

    Hasta que Luz me habl, esas verdades, que siempre supe, no me preocuparon. Despus, la conciencia de obrar indebidamente me sumi en la desazn. No hubo, por suerte, motivos de mayores remordimientos, porque la revolucin triunf, sin que nada ocurriera a Davel.

    No lo olvidamos. En todos los actos celebratorios tuvo un sitio de honor. Le ofrec, por indicacin de las nuevas autoridades, cargos en la Direccin de Cultura y en otras reparticiones. No los acept. Dijo que slo quera trabajar en el teatro. Directores de teatros oficiales me prometieron la mejor voluntad para dar satisfaccin a ese deseo.

    Una noche encontr a Davel en la comida del Crculo de la Prensa. Como dos veteranos de una misma campaa, recordamos hechos de la poca de la dictadura. En algn momento dije:

    Parece increble que pasara todo eso. Tambin parece increble que haya concluido. Fue una pesadilla. Despus de una pausa, agregu: El pas est en deuda con usted por lo que hizo.

    Cada cual cumpli su parte.Probablemente, pero no hubo foco de agitacin como el teatro Politeama. S muy bien

    cunto le debemos.Qu ms puede pedir un actor que la aprobacin del pblico? El teatro se vena abajo con

    aplausos. Nunca voy a olvidarlo.La conversacin continu por carriles paralelos. Davel me hablaba de su trabajo de actor y

    yo, de su trabajo por la causa. Finalmente confes:Cuando convenimos en que esa poca fue horrible, siento la tentacin de agregar: No

    para m. Fjese: yo tena un papel que me daba toda clase de satisfacciones, en una obra que me gustaba y que alcanz gran xito. No se lo diga a nadie: para m esa poca terrible fue maravillosa.

    Es claro dije pausadamente, para que mis palabras llegaran a su conciencia qu ms puede uno pedir? Trabajar con xito, por una causa noble.

    En tono de asentimiento respondi:S. Tuve xito en mi trabajo, que es lo principal.Ya estaba por abandonar la partida, cuando en un acceso de irritacin me pregunt: Por

    qu no logro que esta cabeza dura me entienda?.De acuerdo dije. Entretener al pblico est bien, pero.... No pretender que nada es

    ms importante que el teatro?Si no creyera eso no sera buen actor.Entonces cree porque le conviene?Por conviccin, ms bien.Qu soberbia.

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  • El mundo no funciona como es debido si cada cual no cree en la importancia de lo que hace.

    Por ese lado podemos entendernos.No quiero que se llame a engao. El teatro es para m lo ms importante. Se acuerda de

    lo que dice Hamlet? Yo s, porque hice un Hamlet. Se call por un instante y cuando volvi a hablar, sin levantar la voz dijo: Mi buen amigo, has de atender bien a los actores, porque son el compendio y la breve crnica de los tiempos.

    Su talento histrinico era tan extraordinario que en ese momento me pareci que Davel hablaba desde un escenario y que yo estaba en la platea.

    Nunca asist a tantas comidas como en aquel tiempo. En una, organizada en beneficio de la Casa del Teatro, me tocaron de compaeros de mesa el gordo Barilari, tesorero del partido, un electoralista impenitente, segn su propia confesin, y un muchachito flaco y nervioso, que result ser Walter Prez. En los aos de conspiracin, el nombre de este ltimo apareca con frecuencia, por lo general precedido o seguido de la palabra activista. Vinculo tambin con l, no s porqu, la expresin Fuerza de choque. Barilari describi a Walter como el ms intolerante de los partidarios de la libertad. Confieso que al gordo y a m nos hizo rer a lo largo de toda la comida, con relatos de los encontronazos de su grupo con muchachos de otros partidos. Ahora esos relatos me parecen menos graciosos.

    En el extremo opuesto de la mesa, conversaban Luz Romano y Davel. De buena gana me hubiera sentado junto a ellos. Esa noche estaba Luz particularmente atractiva. Cuando nos levantamos, se me acerc y murmur:

    Felicitaciones por el amiguito.Por quin lo dice?Por quin va a ser. Por Walter.Un elemento til argument, repitiendo la expresin de correligionarios que siente la

    causa de la libertad.La siente demasiado. Cree en las ideas y no le importa la gente.Un filsofo, entonces.Un fantico.El partido lucha por ideas sensatas. Mejor dividendo nos dara apelar a la envidia y al

    rencor.Admite que Walter est fuera de lugar entre ustedes?Slo trato de decir que todo partido requiere a veces una gota de dogmatismo y aun de

    extremismo. Mozos como Prez, en ms de una oportunidad, son tiles.Cuando Romano se acerc, Luz lo tom del brazo y como quien arremete se fue con l. Esa

    actitud me provoc cierta confusin.En cuanto a Davel, pas de nuevo aos sin trabajo, en la miseria. Como ya dije, en los

    teatros oficiales recibieron con la mejor voluntad mis recomendaciones, pero por una razn u otra no le contrataron.

    Tampoco se acordaron de l los empresarios de los dems teatros. Nosotros, por fortuna, le dimos prueba de gratitud. Fue nuestro invitado de honor en infinidad de ceremonias oficiales y en no pocos banquetes. Desde luego, al verlo siempre con ese traje apenas decoroso y muy viejo, sentamos una mezcla de fastidio y culpa.

    Como en la vida todo se repite, un da tuve la buena noticia de que Romano haba contratado a Davel, para reponer Catn. En esta ocasin el teatro sera el Apolo.

    Al poco tiempo, una tarde, cuando sala de mi despacho, llam el telfono. Reconoc la voz de Luz Romano, a pesar de que me llegaba en susurros. Entend: tenamos que vernos para que me pidiera algo. La comunicacin se cort. Mi reaccin fue contradictoria: senta ganas de verla,

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  • curiosidad, y temor de pedidos molestos. Llam despus, en diversas oportunidades. Mi secretaria invariablemente aleg que yo estaba ausente o en reunin. Esas breves pero numerosas conversaciones las llevaron a una suerte de amistad y por ltimo Luz explic para qu llamaba.

    Cuando la secretaria me dio el mensaje, atin a murmurar: Las cosas que se le ocurren a una mujer!. En efecto, Luz Romano peda que nuestro gobierno prohibiera la reposicin de Catn. Ni ms ni menos.

    Supuse que por distrado e ingenuo Davel habra herido susceptibilidades y cambiado en odio el afecto que siempre le tuvo Luz.

    Tras la reposicin de Catn, los hechos probaron que el pedido de la mujer no estaba desprovisto de fundamento. Noche a noche el pblico se mostraba ms entusiasta y amenazador. Confieso que al principio nos cost entender que aplauda contra nosotros. Pareca imposible que se valieran de esa tragedia para atacar a un gobierno cuyo mrito principal era el restablecimiento de libertades.

    En una reunin en casa de amigos comunes, Luz me dio la explicacin. La gente que aplauda en el Apolo eran funcionarios y partidarios de la dictadura. Reclamaban su libertad perdida.

    Ellos tambin tendrn un Walter Prez dijo.Cmo un Walter Prez? pregunt.No se haga el que no entiende.No entiendo.Es bastante claro. Si ustedes mandaron a Walter como bastonero de los revoltosos del

    primer Catn...Lo del Politeama fue espontneo protest.Con Walter al frente. Est seguro de que los de ahora contarn con un energmeno como

    se.No me parece justo poner en el mismo plano a un joven defensor de la libertad y a un

    secuaz de la dictadura.Habla como un poltico hecho y derecho; pero, convenga conmigo de qu le vale a

    Walter Prez una causa noble si es un matn? Sin decirle que hablaba como una maestrita, le contest, dirigindome tambin a los dems:

    A m me duele que un actor con el que tuvimos tantas atenciones, ahora se preste a que lo usen contra nosotros.

    Una traicin exclam alguien.No ira tan lejos puntualic. Yo digo, simplemente, que veo su proceder con cierta

    amargura.A la semana, o poco ms, en la mitad de la noche, me despert el telfono. Una voz de mujer

    pregunt:Ahora est contento?Lo que estaba era dormido, as que me costaba entender. Repet la pregunta como un idiota:Quin es?Una pregunta intil, porque haba adivinado quin llamaba.Dgame si est contento insisti, para agregar despus de un silencio: O no se

    enter?No s de qu me habla. Luz dijo:Entonces ms vale que espere.Que espere qu?Lo va a saber maana.

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  • Cort. Estuve por llamarla, pero desist. Saba lo que haba sucedido, aunque murmur varias veces: No puede ser.

    Al otro da supe todo. Es curioso: estaba preparado para la noticia, pero me sent desorientado. Tan desorientado como a la noche, cuando la adivin, y muy triste. Como si hubiera muerto un viejo amigo, en previsin, tal vez, de una nota o de un discurso, me dije que esa muerte marcaba el trmino de la poca ms brillante del teatro argentino.

    A la informacin de los diarios, bastante amplia, la completaron mis amigos del ministerio del Interior. El hecho ocurri hacia el fin del ltimo acto de la funcin de la noche. Despus de clavarse la espada, Catn, moribundo, se preocupa de la suerte de los que participaron con l en la resistencia contra Csar, escucha sus planes de fuga, los aprueba, se despide y muere. En ese momento son un disparo. Hubo un gran revuelo en la sala. Algunos sealaron un palco. De otro palco alguien sali precipitadamente. Primero nadie saba qu haba pasado. Todos, al rato, supieron que Davel haba muerto de un balazo, probablemente disparado desde un palco balcn. La polica encontr all a Walter Prez, con dos de sus hombres. Ninguno tena armas. Por su parte el que huy del otro palco logr desaparecer.

    Me pidieron que hablara en la Chacarita. Me negu porque estaba conmovido y porque entend que deba hacerlo alguien ms conocedor del teatro y del alma de los actores. Romano, en su discurso, dijo que el mejor final para un actor era morir en escena, en el momento de la muerte de su personaje. Habl tambin un representante del gobierno. Grinberg, que apareci de no s dnde y me sobresalt al tocarme de un brazo, coment en un murmullo:

    Es tarde para mostrar respeto.

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  • El navegante vuelve a su patria

    Creo que vi Pasaje a la India, porque en el ttulo de la pelcula estaba mi pas. Al salir del cine, tom el subterrneo o Metro, como ac lo llaman para ir a la embajada, donde todos los das trabajo un par de horas. Lo que as gano me permite ciertas extravagancias que dan un poco de animacin a mi vida de estudiante pobre. Sospecho que por culpa de esas extravagancias, recaigo ltimamente en una suerte de sonambulismo que suele provocar situaciones molestas. Un ejemplo: al recordar el viaje en subterrneo, me veo cmodamente sentado, aunque tengo pruebas de haber permanecido de pie, cerca de las puertas, asido a una columna de hierro y a punto de caer cuando el tren se detiene o se pone en movimiento. Desde ah miro, con una mezcla de conmiseracin y de censura, a un estudiante camboyano, muy mal entrazado, que en un asiento, a la mitad del vagn, dormita con la cabeza reclinada contra el vidrio de la ventanilla. Su pelambre, tan abundante como sucia, deja ver un redondel calvo y arrugado; la barba es rala y de tres o cuatro das. Dormido sonre, mueve los labios rpida y suavemente, como si en voz baja mantuviera una amena conversacin consigo mismo. Pienso: Parece contento, aunque no hay razn para que lo est. Vive, como yo, entre europeos hostiles, por ms que lo disimulen. Hostiles a quienes juzgan diferentes. En tal sentido los indios tenemos alguna ventaja, por ser menos diferentes; pero a este muchacho, con su traza tan particular quin no le lleva ventaja? Aunque fuera occidental y del Norte, se lo vera como a un representante de la escoria del mundo. Ni siquiera yo, que me considero libre de prejuicios, me atrevera as noms a confiar en l.

    Bajo en la estacin La Muette y en seguida me encuentro en la calle Alfred-Dehodencq, donde est la embajada. Por increble que parezca, el portero no me reconoce y se niega a dejarme pasar. Mientras forcejeamos a brazo partido, el hombre grita: Fuera! Fuera! varias veces. En una de las ltimas, el grito se convierte en un amistoso: Sour-sday, que en camboyano significa: Buenos das. Abro los ojos y an perplejo, veo a mi amigo el taxista, un compatriota, que mientras me zamarrea para despertarme, repite el saludo y agrega:

    Tenemos que bajar. Llegamos al barrio. Me incorporo, casi doy un traspi al salir del vagn; sigo al compatriota por el andn, sin preguntar nada, por temor de equivocarme y de que me crea loco o drogado. Antes de subir la escalera, cuando pasamos frente al espejo, tengo una revelacin, no por prevista menos dolorosa. Quiero decir que el espejo refleja mi pelambre sucia, mi barba rala, de tres o cuatro das; pero lo que francamente me fastidia es comprobar que tambin en ese momento muevo los labios y, peor todava, sonro hablando solo, como un imbcil.

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  • Nuestro viaje (Diario) Seleccin, prlogo y eplogo de F.B.

    PRLOGO

    El gerente de la casa Jackson me haba dicho que estaba preparando una coleccin de diarios de viaje y que si yo tena alguno se lo mandara. Cuando rele los mos del 60 y del 64, por motivos que no sabra explicar, me falt nimo para publicarlos. Propuse entonces Nuestro viaje de Lucio Herrera. A decir verdad tem que lo rechazaran, tal vez por no corresponder a las expectativas de lectores de obras de ese gnero. Lo aceptaron e integr uno de los hermosos volmenes, encuadernados en cuerina roja y con letras doradas, de una de las tantas colecciones que la casa Jackson venda con su correspondiente biblioteca de madera lustrada. Como parece probable que el diario de viaje