Adios a La Razon
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1.1.1. ADIOS A LA RAZON
Feyerabend ha comenzado este ensayo formulando dos preguntas: ¿cuál es el origen de esta
colección? ¿Por qué he escrito una respuesta?
A la primera pregunta responde diciendo que no fue el mérito de su obra el que ha producido esta
colección, sino el poder del alcohol.
Mucho más difícil es contestar la segunda pregunta, dice, “Mucha gente, científicos, artistas,
juristas, políticos, sacerdotes, no hacen distinción alguna entre su profesión y su vida. Si logran
éxito, ello se extiende como una afirmación de toda su existencia. Si fracasan en su profesión
creen que han fracasado también como seres humanos, sin importarles la alegría que puedan
sentir con sus amigos, hijos, esposas, amantes o perros. Si escriben libros, novelas, colecciones
de poemas o tratados filosóficos, esos libros se convierten en parte de un edificio construido
desde su más íntima substancia.
¿“Quién soy yo”? se interroga Schopenhauer, y responde: “El que ha escrito El mundo como
voluntad y representación y el que ha resuelto el gran problema del ser”.
Esta actitud es extraña, incomprensible y ligeramente siniestra. Reconoce que él también ha
admirado este fenómeno desde lejos. Sin embargo, Ocasionalmente advirtió, los aspectos más
pedestres del asunto, el hecho es que los caballeros sirven a maestros que los pagan y les
dicen lo que tienen que hacer; no son mentes libres buscando la armonía y la felicidad para
todos, sino sirvientes civiles (Denkbeamte – funcionarios del pensamiento-,para usar una
maravillosa palabra alemana), y su manía por el orden no es resultado de una investigación
equilibrada, sino una enfermedad profesional.
El se sentía responsable y le preocupaba proteger de dicha enfermedad a los pobres humanos.
Después de todo- me decía a mi mismo-, tengo algo de responsabilidad sobre esta gente y no
debo abusar de su confianza. Les contaba historias y procuraba fortaleces su natural
testarudez y resistencia, porque – pensaba- esto sería la mejor defensa contra los cantores
callejeros ideológicos con quien iban a tropezar: la mejor educación consiste en inmunizar
contra toda educación organizada perpetrable.
Pero estas amables consideraciones nunca siquiera llegaron a establecer un lazo cerrado entre mi
trabajo y yo.
En lo que concierne a mis llamadas “ideas”, mi actitud es exactamente la misma. A mí siempre
me gusto el diálogo con los amigos sobre religión, política, sexo, asesinato, la teoría cuántica de
la medida y muchos otros asuntos. En tales discusiones yo tomaba una vez una posición, otra vez
otra, cambiaba de posición, e incluso la forma de mi vida, en parte para escapar del aburrimiento,
en parte porque soy antisugeridor, y en parte por mi creciente convicción de que incluso el
punto de vista más estúpido e inhumano tiene sus méritos y merece una buena defensa.
En este punto se centra el argumento sobre esta obra:
Como dije al comenzar a tratar este tema, verdaderamente soy algo muy distinto de la más
sublime invención que haya producido yo mismo y de la convicción más profundamente sentida
que me haya invadido, y nunca debo permitir que estas invenciones y convicciones lleguen a
dominar y a convertirme en su obediente servidor. De vez en cuando puedo “tomar una
posición” (aunque la práctica e incluso las palabras me sacan de ella), pero, si lo hago, entonces
la razón es un antojo pasajero, no una “conciencia moral” o algún otro monstruo de esta
índole.
Con esto, pienso finalmente dar una respuesta a la segunda pregunta.
En primer lugar, por curiosidad infantil: ¿Cómo se relacionan mutuamente los trabajos que he
publicado a lo largo de los años? ¿Existe siquiera un nexo o solo hay cambios arbitrarios? La
respuesta es que, en efecto, existe un nexo.
En segundo lugar, para mostrar cómo los racionalistas menores observan el dictamen del
instrumento tan restringido que han tomado como guía. Se presentan como eruditos, navegan
bajo la bandera de la razón, pero casi nunca conocen ni un argumento fundado en una
perforación del suelo. Los académicos son demasiado educados, o están demasiado asustados, o
demasiado preocupados, o son demasiado incompetentes para que puedan informar al público
sobre los deficientes mentales en su seno.
En tercer lugar, habiendo finalmente constatado los inconvenientes del racionalismo moderno,
quise defender aquellas contribuciones mías que lo apoyaban, aunque fuera solo indirectamente.
La razón es una dama muy atractiva. Los asuntos con ella han inspirado algunos maravillosos
cuentos de hadas, tanto en las artes como en las ciencias. Pero es una característica peculiar de
esta singular dama que el matrimonio la cambia en una vieja bruja parlanchina y dominante.
Muchos de mis amigos no imaginan la mugre de un matrimonio así y llegan a alabarse a sí
mismos por el vigor moral que les capacita para sobrevivir a las circunstancias. Una bonita cosa
en lo que a mí concierne. Lo que no me gusta es que intenten extender su mugre a su alrededor y
que creen instituciones que garantizan que tampoco generaciones futuras lleguen jamás a
liberarse de ellas.
Un ser humano puede ser un científico, pero él, o ella, es sólo un verdadero científico si es
consciente de esos asuntos más amplios. O, dicho con las palabras de Einstein, la grandeza
de un científico consiste en que él permanece cuando se le sustrae la ciencia.
El surgimiento de la ciencia moderna ha eliminado tales mecanismos compensadores y los ha
reemplazado por un “filosofía” materialista estrecha ( a veces llamada también humanística).
Es cierto que las ciencias progresaron, pero el racionalismo tiene poco que ver con este hecho. Es
verdad que ocasionalmente la gente ha sacado provecho de los resultados científicos, pero no
comprendieron lo que sucedía, no tenían nada que decir sobre el tema, se mantenían en un estado
de ignorancia, y, por otra parte, se producían muchos fracasos y desastres. Las instituciones se
hicieron más humanas, pero de nuevo nada tiene que ver esto con las ciencias. Una total
democratización del conocimiento podría haber restaurado por lo menos parte del contexto
más amplio, habría establecido un nexo real y no meramente verbal con la humanidad, y
habría podido llevar a una auténtica ilustración, y no simplemente a la sustitución de una
clase de inmadurez ( fe firme e ignorante en la Iglesia), por otra clase de inmadurez (fe
firme e ignorante en la ciencia).