Adios a La Culpa (Extractos)

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1ra entrega VISION GENERAL Quisiera compartir con usted un breve resumen de la filosofía de Un curso de milagros sobre la que se apoya el presente libro. Un curso de milagros es un programa completo de estudio e investigación para conseguir una transformación personal y espiritual, basándose en la necesidad de confiar en las guías y orientaciones que suministra nuestro propio maestro interno, en vez de buscar maestros ni guías fuera de nosotros. El curso consiste en un libro de texto que establece los conceptos en los que se basa este sistema de pensamiento, un manual para alumnos que contiene 365 lecciones (una para cada día del año) diseñadas para aplicar prácti¬camente los principios del curso en la vida cotidiana y un manual para instructores escrito en forma de preguntas y respuestas que clarifiquen los términos y las dudas que pudieran surgir del curso. El curso es una enseñanza espiritual, no una reli¬gión. Aunque emplea una terminología cristiana, su na¬turaleza es universal. El curso afirma que "una teología universal es imposible, pero que una experiencia universal no es sólo posible sino necesaria". Pone el énfasis en la aplicación práctica y anima a los alumnos a que -tras haber estudiado el curso- demuestren y vivan los principios espirituales de perdón y de entrega amorosa en sus vidas cotidianas. El objetivo del curso es conducirnos desde el mundo del ego -nuestro yo corporal basado en nuestra perso¬nalidad- al del amor. Vivir atrapados en el mundo del ego -el mundo de la percepción- es como estar ence¬rrados en un sueño. Necesitamos ayuda para despertar, de este sueño, puesto que lo que nuestros sentidos nos revelan no hace más que reforzar nuestra creencia en la realidad del sueño. El curso destaca que mientras que nos identificamos con nuestro ego o con nuestro yo cor¬poral y aceptamos que estamos limitados por los límites de lo que percibimos en el mundo físico, no podemos ex¬perimentar nuestra verdadera realidad, nuestro yo es¬piritual. A menos de que desafiemos la realidad de nuestro ego, continuaremos viviendo más preocupados por lo que conseguimos que por lo que damos, sintiéndonos culpables, separados y asustados. Haremos juicios condenatorios en que los acusados son tanto los demás co¬mo nosotros mismos. Al ser el ego nuestro guía, la culpa y el miedo gobiernan nuestra vida; el conflicto no puede desaparecer por completo y podemos prever que nuestra "realidad" será destruida por la enfermedad y la muerte. Si estamos dispuestos a liberarnos de nuestro ego, entonces podremos elegir nuestras percepciones. E1 mundo de la percepción corregida es el mundo del amor. Es un mundo que se ve a través del filtro de la visión espiritual -de la visión del amor- en lugar de a través de las distorsiones de nuestro ego.

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1ra entrega

VISION GENERALQuisiera compartir con usted un breve resumen de la filosofía de Un curso de milagros sobre la que se apoya el presente libro. Un curso de milagros es un programa completo de estudio e investigación para conseguir una transformación personal y espiritual, basándose en la necesidad de confiar en las guías y orientaciones que suministra nuestro propio maestro interno, en vez de buscar maestros ni guías fuera de nosotros. El curso consiste en un libro de texto que establece los conceptos en los que se basa este sistema de pensamiento, un manual para alumnos que contiene 365 lecciones (una para cada día del año) diseñadas para aplicar prácti¬camente los principios del curso en la vida cotidiana y un manual para instructores escrito en forma de preguntas y respuestas que clarifiquen los términos y las dudas que pudieran surgir del curso.El curso es una enseñanza espiritual, no una reli¬gión. Aunque emplea una terminología cristiana, su na¬turaleza es universal. El curso afirma que "una teología universal es imposible, pero que una experiencia universal no es sólo posible sino necesaria". Pone el énfasis en la aplicación práctica y anima a los alumnos a que -tras haber estudiado el curso- demuestren y vivan los principios espirituales de perdón y de entrega amorosa en sus vidas cotidianas.El objetivo del curso es conducirnos desde el mundo del ego -nuestro yo corporal basado en nuestra perso¬nalidad- al del amor. Vivir atrapados en el mundo del ego -el mundo de la percepción- es como estar ence¬rrados en un sueño. Necesitamos ayuda para despertar, de este sueño, puesto que lo que nuestros sentidos nos revelan no hace más que reforzar nuestra creencia en la realidad del sueño. El curso destaca que mientras que nos identificamos con nuestro ego o con nuestro yo cor¬poral y aceptamos que estamos limitados por los límites de lo que percibimos en el mundo físico, no podemos ex¬perimentar nuestra verdadera realidad, nuestro yo es¬piritual.A menos de que desafiemos la realidad de nuestro ego, continuaremos viviendo más preocupados por lo que conseguimos que por lo que damos, sintiéndonos culpables, separados y asustados. Haremos juicios condenatorios en que los acusados son tanto los demás co¬mo nosotros mismos. Al ser el ego nuestro guía, la culpa y el miedo gobiernan nuestra vida; el conflicto no puede desaparecer por completo y podemos prever que nuestra "realidad" será destruida por la enfermedad y la muerte.Si estamos dispuestos a liberarnos de nuestro ego, entonces podremos elegir nuestras percepciones. E1 mundo de la percepción corregida es el mundo del amor. Es un mundo que se ve a través del filtro de la visión espiritual -de la visión del amor- en lugar de a través de las distorsiones de nuestro ego.

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Al igual que una nube oscurece el sol, la culpa y el miedo que llevamos con nosotros bloquean nuestra capacidad de experimentar la presencia del amor, que nunca nos ha abandonado. Todos nosotros somos milagros del amor, pero estamos ciegos a esta verdad. Podemos pues considerar que un milagro es un cambio de la percepción que desplaza al miedo y a la culpa que bloquean nuestra conciencia de la presencia del amor, que es nuestra realidad.

Quisiera compartir con usted algunas citas del curso que son el tema subyacente -o los latidos- de la filo¬sofía que se expresa en este libro.

Si me siento culpable, el ego es el que controla la situación, pues sólo él puede experimentar la culpa.Sólo mi mente genera el miedo.Nada me puede dañar, salvo mis pensamientos.El amor nunca se queja.Hoy no tendré miedo del amor.El amor y la culpa no pueden coexistir. La acep¬tación de uno es la negación del otro.Amarse a uno mismo es sanarse a uno mismo. Toda sanación es una liberación del pasado. El perdón es mi misión como luz del mundo.Sólo mi propia condena me hace daño. Sólo mi propio perdón me libera.El perdón termina el sueño del conflicto en el aquí y ahora.

SANACIÓN DE LA ACTITUDA causa del profundo efecto que el curso tuvo sobre mi vida, decidí poner sus principios en marcha trabajando con niños con enfermedades catastróficas. En 1975 mi voz interna me aconsejó que ayudara al establecimiento del Centro para la Sanación de la Actitud en Tiburón, California, para que cumpliera esa función. En la épo¬ca en que ayudé a fundar el centro, consideraba que la muerte de mi cuerpo supondría el fin de mi vida, y la idea de la inevitabilidad de mi propia muerte me tur¬baba y me obsesionaba. Trabajar con niños y con adul¬tos que se enfrentaban con la posibilidad de sus propias muertes, y considerarlos tanto a ellos como a los miem¬bros de sus familias como mis profesores, me dio la ma¬ravillosa oportunidad de sanar mis propias actitudes sobre la muerte. Además de los grupos de niños y adul¬tos con enfermedades catastróficas, hemos comenzado en fechas recientes un programa para niños cuyos pa¬dres tienen enfermedades potencialmente peligrosas. Quisiera señalar, sin embargo, que los programas del centro no se limitan a las personas con enfermedades amenazadoras para la vida. También tenemos un pro¬grama al que llegan personas por dos únicas razones: aprender a liberarse de los juicios y practicar el perdón. Los

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conceptos empleados en el centro tienen una buena cantidad de aplicaciones prácticas, por lo que hemos sido invitados a introducir esos principios de sanación de la actitud en residencias de jubilados, instituciones médicas y educativas, empresas diversas y centros de la administración.Nuestro centro tratamiento: es un centro educativo que sirve como suplemento al modelo médico. Nuestra definición de la salud es paz interior, y definimos la sanación como el proceso de liberarse del miedo. Creemos que no son las condiciones ni las personas de nuestro mundo interno las que nos hacen sentirnos desbordados, sino que son más bien los pensamientos y las actitudes que tenemos sobre esas condiciones o esas personas las que nos provocan conflictos y angustias.Precisamente lío que nosotros llamamos "sanación de la actitud" consiste en liberarnos de nuestros antiguos pensamientos de culpa, miedo y juicios condenatorios. La sanación de la actitud se ocupa simplemente del cambio de nuestros propios pensamientos. No busca cambiar las situaciones o las personas de nuestras vi¬das.En el centro hacemos cuanto está en nuestra mano para establecer una atmósfera de amor incondicional cu que seamos capaces de reconocer el amor en los demás en vez de concentrarnos en sus defectos. Creemos que dar y recibir son lo mismo, por lo que ayudar a los demás es ayudarnos a nosotros mismos. Este principio supone que no hay separación, que nuestros espíritus están unidos. Ponemos un énfasis especial en que el momento presente es el único tiempo que existe y en que su único objetivo es dar amor y abandonar los pensamientos negativos del pasado. En nuestro centro todos son al mismo tiempo profesores y alumnos.En la actualidad hay unos 35 centros en los Estados Unidos y en otras partes del mundo. Tal vez el mayor regalo que hemos recibido -y que es la base de la sanación de la actitud- es el poder que deriva de saber que somos libres para elegir los pensamientos que ponemos en nuestras mentes, y que cambiándolos podemos cam¬biar nuestra experiencia.No es necesario que tengamos una enfermedad que ponga en peligro nuestra vida para aplicar estos prin¬cipios en nuestra vida cotidiana. Todos nosotros tene¬mos relaciones enfermizas que pueden ser sanadas y podemos liberarnos de las ataduras y servidumbres del pasado tomando conciencia del amor sin límites que hay en nuestro interior. Son esas servidumbres y esas ataduras a nuestras culpas y miedos del pasado las que provocan no solo nuestros conflictos interiores, sino incluso los conflictos externos que vemos en el mundo. Resulta en efecto muy sencillo que nos quedemos enganchados en las escalas de valores mundanas y en las autocomplacencias de nuestras vidas y que olvidemos que la PAZ... la PAZ... la PAZ del mundo debería ser en verdad la primera prioridad de nuestras vidas.

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La premisa de que parte este libro es que para sanar nuestras relaciones debemos estar dispuestos a encon¬trar paz en nuestro interior y a extender después esa paz a todo el mundo. Cuando todos y cada uno de nosotros lleguemos a considerar que la sanación de nuestras relaciones mediante el amor y el perdón son las cosas más importantes que podemos hacer en nuestras vidas, entonces la paz en el mundo será inevitableLO QUE YO CREIAMi antigua percepción del mundo se basaba en la idea de que era exterior a mí, que estaba allí para cazarme y sobre el que yo tenía bastante poco control... Mis padres no dejaban de meterme prisa en cualquier cosa que hiciera. Cuando llegué a la edad adulta, continué corriendo apresurado por mi vida sin que nunca llegara a estar claro si corría de algo o hacia algo.Ahora que miro hacia atrás, estoy seguro de haber gastado casi todo mi tiempo peleándome conmigo mis¬mo o tratando de escapar de mí. De niño era torpe, desmañado e hiperactivo y tuve tremendos problemas para aprender a leer y escribir. Cuando llegué al cole¬gio, no fui capaz de agradar a mis profesores ni a mis padres. Sentía que era un perdedor. El mensaje que yo transmitía al mundo y a mí mismo era: "No puedo hacer nada bien." Y en un mundo en el que el amor que recibes depende de los buenos que sean tus rendimientos, no hacer nada bien significaba que era indigno de ser amado y que era bastante improbable que alguien llegara a quererme alguna vez.Descubrí, sin embargo, que podía hacer que los de¬más se sintieran bien si yo me sentía culpable. Cuanto más culpable era, más les gustaba a ellos. Ser culpable llegó a ser una manera de caer bien a los demás. Por consiguiente, me transformé en un almacén de culpabi¬lidad, y el almacén creció y se extendió más allá de cualquier límite que jamás yo hubiera podido imaginar.Como creía que era un ciudadano de segunda cate¬goría, me dediqué a llegar a ser un pesimista de pri¬mera... al menos eso era algo que yo sentía que podía controlar. Decidí satisfacer las expectaciones negativas que otras personas tenían sobre mí mismo cometiendo deliberadamente errores de modo que los otros sintie¬ran que estaban en lo cierto. Tenía una loca sensación de poder por el hecho de estar haciendo finalmente algo correcto. Aunque no pude conseguir el amor de las per¬sonas, alcancé un alto grado de perfección en la técnica para conseguir su irritación. Provocar su ira reforzaba mi creencia de que podía controlar algo al demostrar de forma convincente lo poco valioso y digno de amor que yo era.Para mí, el mundo era un lugar precario en el que podía sufrir un ataque en cualquier momento. Este complejo infantil de miedo me duró hasta que llegué a la edad adulta. A lo largo de casi toda mi vida adulta continué temiendo ser atacado, rechazado o no amado.

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Además, desarrollé todo tipo de miedos adicionales: miedo a la muerte, miedo a la vida, miedo al amor, mie¬do a divertirme y a pasarlo bien, miedo al éxito y miedo al fracaso, miedo a la intimidad en una relación y miedo a no confiar en mí mismo o en los demás. Igualmente adquirí alguna que otra fobia, como el miedo a las altu¬ras o al agua.Aprendí a llevar una buena cantidad de disfraces que ocultaran mis verdaderos sentimientos. Los usaba para evitar que las personas se me acercaran en exceso y poder manipularlas y controlarlas, Incluso cuando eso iba claramente contra mi propio bienestar. Temía qué pudieran destruirme si me quitaba las máscaras y me mostraba como realmente era. Como consecuencia de todo esto, me hice muy competitivo, tratando de conse¬guir más y más cosas, pero viviendo con el temor de perder lo que tenía.El mundo era para mí un lugar cada vez más som¬brío y amenazador. Sin embargo me habría agarrado a un clavo ardiendo con la esperanza de encontrar algún que otro momento de placer que me hiciera olvidar las horas interminables de dolor e inseguridad. Incluso aunque me había adaptado lo mejor posible, tenía el sentimiento permanente de que lo peor aún estaba por venir. Estaba en un estado perpetuo de conflicto, te¬miendo a la muerte y deseando al mismo tiempo que llegara y me liberara.Aunque en ese tiempo estaba seguro de que mis sentimientos eran únicos, ahora estoy convencido de que todo el mundo conoce todas estas sensaciones en mayor o en menor grado. Sólo son su forma y su intensidad las que parecen ser diferentes para cada uno de nosotros.Lo que he estado describiendo es una concepción del mundo basada en el miedo y en la culpa. Es una con¬cepción bastante deprimente en la que creemos que; más tarde o más temprano nos van a suceder cosas ma¬las y que todas nuestras experiencias infelices del pa¬sado se repetirán en el futuro. Es un mundo en que las relaciones suelen ser problemáticas y de corta duración, pues el modo que empleamos para solucionar su desarmonía es salir de ellas. Es un mundo que cree en los juicios críticos, en los rencores y en las penitencias; un mundo en el que consideramos que los demás son cul¬pables y responsables de nuestros problemas.Es un mundo inestable, aquejado de esa enfermedad terminal que es la falta de amor, un mundo en que solemos sentirnos desamparados y en el que parecemos estar abocados a las destrucción. Es un mundo que no conoce el significado de una paz duradera, un mundo en el que vivimos con el conocimiento amenazador de que alguien puede apretar un botón y aniquilarnos.Lo que yo solía creer me parecía en verdad muy real, y no parecía que pudiera existir una concepción diferente del mundo. Sólo cuándo empecé a recorrer mi sende¬ro espiritual comencé a tomar en consideración la idea -al igual que otros muchos habían hecho antes

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que yo- de que hay dos concepciones diferentes del mundo, cada una de las cuales precisa de un sistema de creencias totalmente diferente. Estos sistemas de creencias o de pensamientos se basan en modos diferentes de contemplar la causa y el efecto, la verdad y la ilusión, la vida y la muerte.E1 sistema de creencias sobre el mundo que se suele compartir, es el modo de pensar del ego Se basa en la percepción de un mundo de separacion, culpa, miedo, ataqué y relaciones enfermizas. Es un mundo de per¬cepciones equivocadas.Lo opuesto de este sistema de creencias es el modo de pensar del amor, que se basa en la percepción de un mundo de unidad, de un mundo de amor incondicional de paz y de felicidad, un mundo en el que se han sanado las relaciones. Es un mundo que se basa en el amor de Dios, un mundo en el que se ha corregido la percepción gracias al perdón.En un nivel superficial de conciencia muchos de nosotros podemos tener la tentación de creer que el sistema de creencias del amor no es más que un sueño utópico y simplista. Como contraste, el sistema de creencias del ego nos parece más acórele con el mundo real en el que vivimos. Muchos de nosotros nos sentiríamos, amenazados por cualquier sugerencia que se nos hiciera sobre la posibilidad de estar mejor si cambáramos nuestro sistema de creencias, por lo que nos resistiríamos activamente al cambio con todas nuestras fuerzas. Le sugiero que antes de que acabe de leer lo que queda del presente capítulo y los cuatro sucesivos, en los que contrastaremos estos dos sistemas de creencias, permita que su mente se serene por unos minutos. In¬tente abandonar todas las cosas que creía conocer, to¬dos los pensamientos sobre lo que es real y lo que no lo es, sobre quién es usted y qué está haciendo aquí, y to¬dos los valores que usted atesora en su corazón sobre lo que está bien y lo que está mal. Pregúntese si tiene la disposición de ánimo y la mente suficientemente abier¬ta, no necesariamente para creer, pero sí al menos para tomar en consideración que hay otra posibilidad, la po¬sibilidad de que tal vez la manera en que hemos estado mirando al mundo no sea más que un sueño que hemos inventado para bloquear el recuerdo del amor y de un Dios amoroso.

EL EGO Y SUS SISTEMA DE CREENCIAS

Tomemos en consideración la siguiente posibilidad: hemos inventado el sistema de creencias del ego a partir del miedo y de la culpa engendrados por la creencia errónea de que nos hemos separado de Dios. El ego es un símbolo de nuestra creencia en dicha separación. Aunque está claro que la separación de Dios es imposible, a través de los ojos del ego creemos que es cierta y que Dios está fuera de nosotros para castigarnos por todos nuestros actos culpables.

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El objetivo del sistema de pensamiento del ego es ocultar el recuerdo de Dios de nuestra conciencia reforzando nuestros sentimientos de culpa y de miedo. Sólo puede conseguirlo destruyendo la realidad del amor y poniendo la ilusión de la culpa en su lugar. Como lo opuesto del amor es el miedo, la existencia del ego depende de que sigamos creyendo en la realidad de la culpa y del castigo y aceptemos sus objetivos de conflicto, guerra y muerte.

EL EGO FRENTE A DIOS

La actitud del ego frente a Dios es totalmente inconsistente. A veces, le contempla como un ser sobrenatural y exterior, más allá de nuestra comprensión, que nos ama y nos recompensa si somos buenos, y nos castiga si somos malos y pecamos. Otras veces es ambivalente sobre su existencia, llegando incluso a rechazar la idea de Dios. El ego se siente amenazado por Dios y continúa haciendo lo que puede para conseguir que Dios salga de nuestras vidas.Un hermoso ejemplo de nuestros sentimientos ambivalentes sobre Dios se describe en el libro de Alice Walker El color de púrpura. Dos mujeres están hablando sobre Dios y una dice: “No es sencillo tratar de vivir sin Dios. Incluso aunque sepas que no existe, tratar de vivir sin él es un esfuerzo excesivo.”Yo pienso a veces que tanto yo como otros muchos hemos recorridos nuestra vidas sintiéndonos culpables por todos los errores que creemos que hemos cometido, creyéndonos indignos de confianza y preguntándonos qué tipo de castigo vamos a recibir. Como muchos de nosotros hemos tenido experiencias vitales dolorosas en las que no hemos recibido ayuda por parte de nuestra educación religiosa o de nuestra creencia en Dios, hemos terminado por darles la espalda a ambas.Podemos definir el ego como nuestra personalidad corporal o nuestro yo inferior. Es la parte de nuestra mente que está disociada o separada de nuestra mente espiritual que es la que contiene solamente los pensamientos amorosos de Dios. Esa disociación sólo está en nuestra mente y es ilusoria; puede ser contrastada por nuestra mente verdadera, una mente llena de amor que es indivisible.El sistema de pensamientos del ego se basa en la culpa y en el miedo. Su estribillo favorito es: “Busca pero no encuentres jamás lo que buscas.” Se preocupa con juicios condenatorios, pensamientos de ataque y de defensa y es un maestro de la decepción de ataque y de defensa y es un maestro de la decepción. Su objetivo fundamental es controlar todo y creer que así todo está bien. Invierte unas cantidades enormes de energía intentando predecir el futuro según las experiencias del pasado. Nos hace creer que nuestro yo basado en nuestro cuerpo-personalidad es el resultado accidental de un mundo sin objetivos y que estamos a merced de acontecimientos y

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situaciones sobre los que no tenemos control alguno. Sus cimientos se hunden en la duda y en la incertidumbre, razón por la que es ambiguo y ambivalente respecto a todo. Se caracteriza por la complejidad y por la confusión en vez de por la sencillez.El mundo del ego es un mundo de placer-dolor que, para la mayor parte de nosotros, contiene mucho más dolor que placer. Afirma que si no tenemos el pasado nos preocupamos por el futuro, el mundo se desmoronará. La separación es su juego, por lo que hay que pensar lo primero en uno mismo, consiguiendo y acaparando todo lo que se pueda pretender: los celos, la posesividad y el rechazo forman el núcleo de su existencia. El ego no tiene la menor duda de que es él -y no Dios- quien dirige y gobierna el universo.

IDENTIFICACIÓN DEL EGONuestra identidad tal como la define nuestro ego está limitada a nuestros cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Se apoya en la interpretación y en la eva¬luación de la información que accede a nuestro cerebro a través de estos cinco sentidos. Es una identidad limi¬tada que se basa en experiencias del pasado que se extienden al presente y se proyectan hacia el Futuro.Tal como lo ve el ego, nuestra identidad es nuestro cuerpo y nuestro yo-personalidad. Por consiguiente, mi identidad como Jerry Jampolsky se encuentra confina¬da y limitada a mi cuerpo, mente y cerebro que están separados de los de cualquier otro. Visto a través de los ojos del ego, mi identidad depende de las opiniones y juicios que tienen sobre mí otras personas, al igual que de los juicios y las opiniones que yo tengo sobre mí mismo. Mi identidad actual es vista tan solo como una prolongación de mi pasado.El siguiente poema me fue enviado hace poco por Saskia Davis y en él se considera nuestra identificación con el ego de una forma desenfadada.

LA RISITA CÓSMICA

Mírame un momento,A mí, el gran creador de la VIDAMira qué cosa tan divertida he hecho.¡Me he creado!Me he envuelto en una envoltura humanaY me he enviadoA este peculiar planeta tierra(Que -dicho sea de paso-también he creado yo).

Entonces era yo,¿Y qué hice entonces?

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Jugué un juego.Fingí que no tenía elección,Ni fuerza, ni voluntad.Fingí que era débilY que estaba separado de todasMis otras partes.Fingí que dependíaDe pequeñas circunstancias mágicasQue acababa de crearPara el juego que jugaba.

Y, lo más divertido de todo, Verás (je je, jo jo, je je) Fingí que no estaba fingiendo. Lo fingí tan seriamente Que me lo llegué a creer.

Entonces, seguí jugando y jugando Olvidando quién era. Y dije "bueno" y dije "malo", Dije "correcto" y "equivocado",Y dije "tuyo" y dije "mío". A veces guerreé contra mí mismo. "No me basta con lo que tengo", dije, "Así que dame lo que es tuyo."

¡Qué serio me hice!Es que todo parecía tan real.No tenía fuerza, ni elección, ni voluntad,¡Estaba tan débil y tan separado!Todo resultaba muy divertido.

El misterio de pensarSi tal vez, sólo tal vez,Tal vez por casualidadPudiera tener algún deseo propio...Pero me sentí sumido en el desalientoCuando me di cuenta,Por todas las pequeñas y grandes reglas,Que no había esperanza.

Vaya.

Y el mayor miedo que tengo,(¡Da risa mirar hacia atrás!)Es dejar este juego tonto,Porque entonces me temo que dejaría de ser.

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Entonces, je je, jo jo, je je.Me temo que dejaría de ser yo.

SASKIA DAVTS

LO QUE EL EGO CREE QUE ES VERDADEn el sistema de creencias del ego, la verdad cambia constantemente porque siempre es relativa. Lo que es cierto es lo que la mayoría de las personas cree que es correcto en un momento dado.Por ejemplo, hace diez años si alguien recibía un diagnóstico de tensión arterial elevada crónica, sabía que tendría que tomar medicamentos para combatir esa presión elevada durante el resto de su vida. Esto se consideraba un hecho médico, una verdad indiscutible.Con el advenimiento de la tecnología de la retroalimentación biológica se descubrió que se puede apren¬der a controlar el sistema nervioso mediante aparatos de retroalimentación y con la visualización. Muchas personas han descubierto que ya no precisan los medi¬camentos para combatir la presión arterial, con el visto bueno de sus médicos. El descubrimiento de que se puede bajar la tensión sanguínea suele conllevar la aceptación de la responsabilidad por las reacciones in¬dividuales frente al estrés. Este reconocimiento permite tomar conciencia de que nuestra percepción e interpre¬tación del estrés ambiental son las causas primeras del desorden.Estos ejemplos ilustran lo cambiable que es la "ver¬dad" cuando depende de percepciones e interpre¬taciones que varían cuando se dispone de nuevas in¬formaciones.

RELACIONES ESPECIALES/AMOR CONDICIONALPodemos percibir más claramente el sistema pensante del ego en las relaciones personales que consideramos más íntimas o especiales. Estas relaciones se apoyan en la creencia de que carecemos de algo que sólo pueden darnos los demás y que, al menos que lo consigamos, seremos incompletos e infelices. Estas relaciones espe¬ciales están construidas indefectiblemente sobre la culpa y la falta de confianza. Desde el punto de vista del ego, las demás personas sólo existen para satisfacer nuestras necesidades y , por consiguiente, somos incapaces de vernos a nosotros mismos y a los demás como somos en realidad.Este encuentro mutuo de necesidades es lo que el ego denomina "amor". Es importante que señalemos que este tipo de "amor" siempre es condicional y exclu¬sivo. A diferencia del amor incondicional que es inclusi¬vo y se basa en la aceptación total de uno mismo y de los demás, el amor condicional se sustenta en la esca¬sez, en conseguir y dar para conseguir, en trueques y regateos.

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La palabra que sirve para identificar el amor condi¬cional es "si": te querré si superas el listón que he colo¬cado en mi mente para ti, te querré si te ajustas al es¬quema que yo he elaborado. Te querré si sacas mejores notas en el colegio... te querré si llegas pronto a casa cuando sales del trabajo... te querré si te acuerdas de mi cumpleaños... te querré si eres más cariñoso y un compañero sexual más enérgico y activo... te querré si dejas de fumar... te querré si bajas de peso... te querré si dejas de quejarte... y una serie interminable de sies. Si la otra persona nos da lo que queremos o cambia para satisfacer nuestras necesidades, nos sentimos felices. Si la otra persona no nos da lo que deseamos o no hace los cambios que creemos necesarios, nos sentimos irritados y frustrados. Y cuando nuestras irritaciones y nuestras frustraciones se intensifican, se transforman en ira y en odio.Las relaciones que se apoyan en el amor condicional son realmente relaciones de amor y odio. Se basan en desear algo de otra persona a partir de un sentimiento equivocado de escasez y de la creencia de que la otra persona tiene algo de lo que nosotros carecemos. En estas relaciones de amor y odio están garantizados el do¬lor, el miedo y la inestabilidad como consecuencia de los "sentimientos de celos, posesión y competición que ca¬racterizan al amor condicional. Las relaciones de amor condicional son relaciones exclusivas en las que se cie¬rra la entrada a los demás. El objetivo de estas relacio¬nes de amor condicional es un límite al amor qué sirva como sustituto del amor inclusivo de Dios. Mi querida amiga y escritora Joan Walsh Anglund me envió recientemente unos pensamientos suyos sobre el deseo y su relación con el amor condicional:

En la medida en que deseamosalgo de alguien,

En ese grado exacto sentiremos el dolor,

Pues es el deseoel que provoca el dolor

Y es el amor, el que trae la alegría.

LA ATRACCIÓN DEL EGO POR LA CULPA

La atracción del ego por la culpa sólo puede ser plena¬mente comprendida si consideramos en primer lugar la naturaleza de la percepción. Porque es el modo en que vemos el mundo que nos rodea el que determina nues¬tra forma de reaccionar ante el mismo.

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Y es nuestra percepción la que nos dice lo que vemos, basándose en las interpretaciones y en las evaluaciones de lo que nos suministran nuestros sentidos. Cada uno de nosotros ve el mundo de manera diferente según cuáles sean nues¬tras necesidades individuales, nuestros deseos, nues¬tras experiencias pasadas y nuestras creencias actua¬les.Aunque tal vez creamos que nuestras percepciones son como fotografías realizadas de objetos exteriores a nosotros y que tomamos con una cámara, lo cierto es que son en realidad proyecciones de pensamientos que se originan en nuestra propia mente. Puesto que siempre miramos hacia adentro antes de mirar hacia afuera, lo que vemos es nuestro propio estado mental que se refleja hacia el exterior.El que la percepción es una elección -aunque tal vez no seamos consciente de ello- y no un hecho, viene demostrado por las variadas interpretaciones que la gente hace de los acontecimientos cotidianos de su vida. Si diez personas presencian un accidente, por poner un ejemplo, sería raro que dos de ellas estuvieran total¬mente de acuerdo en los detalles de cómo ocurrió. Ya que nuestras percepciones están fragmentadas, sólo vemos minúsculas porciones de cualquier situación, y nunca la totalidad. Lo que creemos que es verdad sólo es nuestra propia interpretación y evaluación de lo que percibimos. Muchas de las dificultades y desacuerdos que tenemos con los demás se basan en la naturaleza tan altamente individualizada de nuestras percepcio¬nes.

TOMA DE DECISIONESNo podemos vivir en el mundo sin tomar decisiones y, para hacerlo, es preciso que escuchemos y que sigamos los consejos de una de dos voces: la voz del ego, que habla de nuestras percepciones cambiantes, o la voz del amor... la voz de Dios. Nuestro ego dispone de un buen conjunto de imágenes mentales que se basan en nues¬tras percepciones pasadas de culpa y miedo que deter¬minan lo que pensamos que queremos en el momento presente.Nuestro ego nos engaña haciéndonos creer que esta¬mos tomando decisiones completamente nuevas cada día según lo que esté ocurriendo en ese momento. Su voz afirma querer lo que quiere en ese preciso instante. Sin embargo, en otro nivel la voz del ego nos dice que tengamos cuidado, que somos vulnerables y que las ex¬periencias dolorosas del pasado pueden volver a repe¬tirse.Cuando escuchamos la voz del ego, nuestras decisiones suelen basarse en juicios e interpretaciones de las experiencias pasadas. Para sobrevivir, el ego nos dice que tenemos que buscar la culpa en nosotros mismos y en los demás, y esta preocupación sobre quién es culpable y quién inocente es la base de nuestro proceso de toma de decisiones.

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Esta atracción que el ego experimenta por la culpa produce el miedo correspondiente al amor, pues es im¬posible que el amor y el miedo coexistan. La búsqueda constante de la culpa como base para la toma de deci¬siones nos deja sintiéndonos cada vez más y más asus¬tados y desprovistos de amor. Una vez que la mente de nuestro ego es el piloto automático, superponiendo constantemente el pasado sobre el presente, no hay modo de que nuestros problemas puedan encontrar una solución duradera.

PROYECCIÓNCuando percibimos a los demás a través de los ojos de la culpa, lo más probable es que comencemos el juego de la proyección. La proyección es el mecanismo mediante el cual rechazamos las responsabilidades y externalizados los pensamientos o sentimientos que estamos experimentando -como la culpa- haciendo que al¬guien sea responsable de ellos. Ése "alguien" puede ser nuestro cónyuge, un compañero de trabajo, nuestros padres, nuestros hijos, el presidente, un inspector de hacienda o cualquiera que esté jugando un papel en nuestra vida. Decimos que si ellos se hubieran comportado de otro modo, nosotros no tendríamos las dificultades que estamos teniendo.Recuerdo, por ejemplo, que cuando mis dos hijos es¬taban en la escuela primaria yo intenté -sin el menor éxito- que se sintieran culpables por lo desordenadas que estaban sus habitaciones en un intento de motivar¬los para que se comportaran de otro modo. Ahora que miro atrás hacia esa situación, puedo ver que lo que es¬taba haciendo era negar mi propia culpa por tener una oficina muy desordenada proyectando el problema en ellos. Proyectar nuestros problemas en los demás no resuelve nunca el problema: lo único que hace es reciclar la culpa.

CULPALa culpa es el sentimiento de autocondena que experi¬mentamos tras haber hecho algo que creemos que está mal. Es imposible experimentar sentimientos de culpa sin estar previendo nuestro castigo o, en el caso de que la culpa haya sido proyectada, el de los demás. Aunque tal vez no seamos conscientes de ello, el sustrato básico de nuestra culpa siempre es la creencia de que hemos “pecado" y el miedo de que Dios nos atacará y castigará por nuestra indignidad.La culpa y el miedo no pueden coexistir con el amor. Cuando mantenemos estos sentimientos negativos no es posible que experimentemos la paz y la presencia de Dios.Es un hecho psicológico que cuando mantenemos la culpa tratamos de manejarla, ya sea atacándonos a nosotros mismos (lo que se suele expresar en forma de síntomas de depresión o enfermedad física) o proyectando la culpa en los demás. El ego trata de ocultar el

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hecho de que cuando nos hacemos responsables de nuestros errores, la culpa y el castigo dejan de ser necesarios, pues entonces nos liberamos de la necesidad del castigo gracias a la enmienda. Por ejemplo, si sen¬timos que hemos ofendido a alguien podemos corregir nuestro error disculpándonos. Por otra parte, vivir ata¬do a la culpa es el modo que tiene el ego de mantener¬nos atrapados en el pasado condenándonos a nosotros mismos o a los demás.

EL JUEGO DE "¿CULPABLE O INOCENTE?"El juego de "Culpable o inocente" tiene lugar en una buena cantidad de parejas al igual que en otro tipo de relaciones. Una persona arroja una "patata caliente" de culpa a su cónyuge, compañero, colega o amigo. La otra persona tiene la posibilidad de cogerla y quedársela o devolverla. Frecuentemente la otra persona la devuelve y así es como se juega el juego. La única posibilidad de que ambas partes puedan ganar en este juego consiste en dejar de jugar. Sólo cuando no deseamos seguir man¬teniendo la "patata caliente" de la culpa y estamos dis¬puestos a dejarla caer, podemos dejar sitio para el amor.LOS EFECTOS DE LA CULPA

Hace unas semanas tuve una charla con un amigo ín¬timo que me hizo recordar algunos desagradables mo¬mentos de culpa de mi pasado. Las veinticuatro horas posteriores me sentí tan abrumado y tan paralizado por esos recuerdos culpables que era como si estuviera bajo la influencia de una droga.

Los efectos de la culpa son, a decir verdad, como to¬mar una buena cantidad de somníferos o analgésicos o haber bebido demasiado o tomado el sol en exceso. Me sentía como si mi cuerpo y mi cerebro estuvieran inmo¬vilizados y estuviera encerrado en una cárcel sin la menor esperanza de huida.Vivir atado a la culpa tiene las siguientes garantías:

1. hace que nos sintamos atacados;2. justifica nuestros sentimientos de ira hacia nosotros mismos o hacia los demás; 3. destruye nuestra autoestima y nuestra confianza en nosotros mismos;4. hace que nos sintamos deprimidos, huecos, vacíos;5. destruye nuestra sensación de paz; 6. hace que nos sintamos sin amor.

No resulta en modo alguno exagerado que consideremos a la culpa como una pócima venenosa casera que nos administramos con frecuencia. Es la herramienta más eficaz que tiene el ego para asegurarse de que permaneceremos desesperanzadamente atados a

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nuestro pasado y sin reconocer, por consiguiente, todas las oportunidades de liberación que el presente pone a nuestra disposición. Sólo hay un antídoto conocido frente a la culpa: un perdón completo, comenzando por nosotros mismos y extendiéndolo a todos los que comparten el mundo con nosotros.EL PERDÓNEl ego mira al perdón de modo ambivalente. El consejo que suele darnos es que "perdonemos pero no olvi¬demos". Es un mensaje doble que afirma: “No perdones completamente, no olvides el pasado o serás vulnerable." La falta de perdón es la razón de ser del ego. Continúa justificando el que hagamos juicios condena¬torios porque su supervivencia depende de que tenga¬mos una creencia más firme en la realidad de la culpa que en la del perdón.El ego nos aconseja que practiquemos el "pseudo-perdón". Dice, por ejemplo: "Puedo perdonarte porque soy superior a ti. Por consiguiente, voy a reprimir mi ira y a fingir bondad, en vez de ser plenamente cons¬ciente de mi deseo de liquidarte que es lo que realmente mereces." Este “pseudo-perdón” lo único que hace es reforzar la culpa pues es un mensaje doble que continúa reforzando la separación enfermiza entre el "inocente" y el "culpable".Como contraste, la sanación y la libertad que genera el perdón auténtico está expresado con toda claridad en este fragmento de una carta que recibí recientemente:Cuando acepto verdaderamente algo y lo perdono, me siento liberado y capaz de dejarlo. Y entonces lo que yo soy realmente y lo que he estado reprimiendo, puede fluir… y esto es el amor. Y ese amor es la experiencia de la plenitud, de la unidad, de la totalidad. Sana la "separatidad" el sentimiento de la falta y de la pérdida, el sentimiento del dolor y me hace una persona nueva y entera.

Creo que donde suelo equivocarme es cuando me convenzo de que uno de mis pensamientos, sentimientos o experiencias es LA VERDAD y me sien¬to enganchado corriendo tras ello o huyendo de ello. Esta disociación de mi mente me separa (al menos en mi mente) de la unidad y me sitúa en un estado erróneo de mal-estar. Necesito recordar que el objetivo es uno. Necesito estar dis¬puesto a aceptar todo, a perdonar y a dar amor por todo, a decir sí a todo para así experimentar esa perfecta plenitud que soy.

UN SUEÑO DE PERDÓNLos sueños pueden ser muy útiles para decirnos lo que pasa en nuestro interior en lo que se refiere a la culpa. Hace unos años tuve el sueño siguiente que me fue de mucha utilidad como ayuda para abandonar algunos de mis propios sentimientos de culpa.En el sueño yo era un gigante vestido con traje de rugby y rebozado de barro tras haber jugado en un campo empapado por la lluvia. Entonces me di cuenta de que estaba en un vestuario alto y oscuro. A

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medida que me iba duchando, el barro comenzó a disolverse y yo empecé a hacerme más pequeño. Cuanto más peque¬ño se hacía mi cuerpo, más se iluminaba la sala. Al fi¬nal me disolví en la nada y toda la habitación se llenaba de la luz blanca más maravillosa que he visto. Como había estado trabajando con el tema del perdón a mí mismo y a los demás liberándome de la culpa, asocié el sueño con la idea de que el barro representaba la culpa, la ducha el perdón y la luz el amor.

Estoy descubriendo que la única forma en que puedo estar feliz y en paz es mantenerme en el momento pre¬sente haciendo lo que está a mi alcance para que cada pensamiento y cada aliento vayan en dirección del per¬dón. Esta vigilancia me demuestra que el perdón es la llave para ver el mundo de manera diferente, es la clave para la felicidad y nos ofrece todo lo que necesitamos. Es un proceso de abandono que nos libera del pasado, corrige nuestras percepciones equivocadas y detiene el reciclaje infinito de la culpa.

LO QUE CREE EL AMOREn el nivel superficial de mi ego, sigue llegando a mis oídos el murmullo de las dudas y las incertidumbres, pero en el fondo de mi corazón sé que el amor de Dios es la respuesta a todos los problemas. Cuando me permito experimentar el amor de Dios -y le devuelvo su amor incondicional- estoy sano y en paz. Cuando experimento el miedo, estoy enfermo, acosado por las dudas, las incertidumbres y las preocupaciones; y no me siento ni amado ni amante.Tras buscar y buscar en muchas direcciones y luga¬res diferentes, resulta tranquilizador descubrir final¬mente cuál es mi fin y cómo alcanzarlo. Todos los días me tropiezo; de vez en cuando me caigo y de vez en cuando me parece estar caminando hacia atrás, pero sé que no durará demasiado. Aunque mi práctica espiri¬tual está muy lejos de ser consistente, sé que Dios está dirigiendo mi vida y sé que la paz de Dios es mi objetivo.Cada vez -que caigo en la tentación de hacer un juicio condenatorio, desaparece la paz de mi espíritu. Si pue¬do resistir la tentación de juzgar a los demás, entonces puedo verlos como maestros del perdón en mi vida y me recuerdan que sólo puedo experimentar una paz com¬pleta cuando perdono en vez de juzgar.El amor muestra el modo de confiar y tener fe en que el amor de Dios disipa todas nuestras dificultades e incomprensiones. Vivir en el amor es ser un eterno optimista (mi definición favorita de los optimistas es la de que son personas que no ven las nubes oscuras porque caminan sobre ellas), es creer que no hay ni accidentes ni casualidades sino que todos nos sucede según un plano divino y nos enseña una lección que debemos aprender. Un amigo mío me aclaró recientemente la

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distinción entre un milagro y una coincidencia. Me dijo que "una coincidencia es un milagro en el que Dios quiere permanecer en el anonimato".Vivir en el amor es vivir la libertad de la sencillez. Es hacer que nuestras vidas sean una demostración de la fuerza de nuestra falta de defensa. Sólo se pueden experimentar la verdadera humildad y la mansedumbre cuando Dios es el que lleva el timón.En 1982 mi hijo Lee y yo tuvimos el privilegio de viajar por la India con la Madre Teresa mientras que daba una serie de charlas en varias ciudades y pueblos. Lee le preguntó cuál era en su opinión la cualidad más importante para servir y ayudar a los demás. Ella res¬pondió inmediatamente: "Humildad y mansedumbre."La Madre Teresa también narró una historia de amor y de gratitud en que intervenían una mujer india y sus ocho hijos que se estaban muriendo de hambre. Cuando se enteró de su condición, la Madre Teresa les visitó y les llevó una fuente de comida. Después de dar¬le las gracias, la madre dividió la comida en dos mita¬des y salió de la casa. A su vuelta compartió la mitad restante con sus ocho hijos. La Madre Teresa estaba perpleja y le preguntó qué había hecho con la mitad de la comida. La mujer contestó: "Tengo una vecina que también tiene ocho hijos que pasan las mismas calami¬dades que nosotros. Sólo al compartir con ellos la comi¬da que usted nos ha traído mi propia familia recibirá el regalo del amor de Dios."Pensemos por un instante qué pasaría si permanentemente tuviéramos fe y confianza en el amor de Dios. Creo que la respuesta desafía a la más vívida imaginación. Pero pienso también que sería una especie de estado mental en el que nunca nos sentiríamos preocupados, deprimidos, irritados, asustados ni culpables. En vez de eso experimentaríamos paz, amor y alegría permanente.Me resulta sorprendente ver cuántas personas hay que no recuerdan haber experimentado un solo instante de paz y alegría en toda su vida. Todos nosotros podemos imaginar tener esa experiencia por un simple ins¬tante. Cuando elegimos aceptar el sistema de pensa¬mientos del amor y aplicarlo a nuestras vidas, sólo te¬nemos que hacerlo un momento, el momento presente del ahora. Dar amor total y completo durante un se¬gundo nos permite sentir la plenitud y la unidad sin sentimiento alguno de separación de los demás. En ese momento de amor sin límites perdemos la conciencia de nuestro yo corporal, Al recordar a Dios y sentir la pre¬sencia de su amor, ese mero segundo se transforma en un instante sagrado, en una fugaz mirada de la eterni¬dad.Nuestro desafío consiste en poner esos instantes juntos hasta que no haya conciencia del tiempo, hasta que sólo haya amor. Aunque he experimentado alguno de esos momentos sin tiempo, lo cierto es que dema¬siado frecuentemente necesito pelear duro para conse¬guir juntar un par de esos instantes. En todas nuestras relaciones, cada persona con la que nos encontramos nos da la oportunidad de

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experimentar un instante sa¬grado, un momento en el que podemos unirnos sin sen¬timiento alguno de separación, reproche o juicio, sa¬biendo que Dios está y sintiendo su amorosa presencia.

AMOR INCONDICIONALEn el Capítulo “El ego y su sistema de creencia” definimos el amor incondicional como la aceptación total de nosotros mismos o de otra persona significativos, reservas o límites de ningún tipo. Sólo se puede experimentar el amor incondicional cuando estamos entregándonos y sintiendo que somos uno con los demás. Las siguientes afirmaciones intentan resumir lo que es el amor incondicional:

Es dar nuestro amor totalmente a todo el mundo sin excluir a nadie.Es amar y entregarse sin expectativas ni deseos de conseguir amor u otra cosa a cambio.Es la aceptación total del otro sin desear cam¬biarlo en modo alguno.Es no ver más que la luz del amor en todo el mundo.Es tener únicamente el deseo de aceptar y expe¬rimentar el amor de Dios y expresar nuestra gra¬titud devolviéndoselo.

Hace unos años estuve dando unas conferencias en Nueva Zelanda y tuve la rara oportunidad de asistir a un funeral tribal de los maoríes. Estando allí me enteré de que los indios maoríes sólo tenían una palabra para amor –aroha- y que el significado literal de este tér¬mino es amor incondicional. Me pareció que este pueblo era extraordinariamente amoroso, y que su amor no era condicional ni estaba limitado a sus familias. Si alguien necesitaba ayuda, fuera quien fuera, se le daba. Fue una experiencia maravillosa ver que no había barreras falsas de separación que dieran excusas para evitar el amor. El amor era generoso y la unión parecía ser infi¬nita. Entonces pensé que todos nosotros teníamos mu¬cho que aprender de esas personas que vivían realmen¬te lo que mucho de nosotros considerábamos un ideal inalcanzable.Cuando practicamos el amor incondicional, recono¬cemos que dar es recibir y que no hay medidas, eva¬luaciones ni juicios en nuestro amor. Los celos, la posesividad y la competencia -rasgos básicos de la forma de amor que practica el ego de "dar para conseguir"- se encuentran del todo ausentes cuando ofrecemos nuestro amor incondicional.La carta siguiente describe a una mujer que podría haber acabado perfectamente como irritada, deprimida o desdichada crónica en caso de haberse adherido al sis¬tema de pensamientos del ego. Aunque sigue luchando, ha elegido perdonar, no hacerse reproches ni a sí misma ni a los demás y vivir una vida de dar amor a los de¬más. Kathleen es un hermoso testigo de lo que signifi¬can el perdón y el amor incondicional.

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Querido doctor Jampolsky,

El viernes me diagnosticaron una tuberculosis activa. El sábado me abandonó mi marido después de nueve años de matrimonio y nueve me¬ses de relaciones tormentosas. Y ese domingo murió mi padre. Cuando ahora miro hacia atrás, pienso que lo único que habría que añadir para que el melodrama fuera completo sería decir que el lunes siguiente murió uno de mis hijos. ¡Gra¬cias al cielo no fue así!Volví a mi trabajo de enfermera (una vez que en mis placas de Petri se detuvo la proliferación de células A y B) y fueron precisamente los pacien¬tes de cáncer y sus familias los que me ayudaron a sanarme. Un día reconocí en sus caras y en lo hondo de sus miradas todo el dolor y el pesar que recientemente acababa de conocer mi alma. Pero, por encima de eso, recuerdo la paz que transmi¬tían algunos que se atrevieron a acercarse a mí cuando yo sólo era una herida abierta. Compren¬dí lo que era la muerte, pues una parte de mí había muerto para siempre. Pero esos pacientes me dieron vida de un modo que he empezado a conocer desde entonces, pues me permitieron amarlos en la eternidad y, al hacerlo, me propor¬cionaron la visión de mi dignidad única y autén¬tica.Aunque a lo largo de estos últimos siete años he reparado algunos de los daños (he perdonado abiertamente a mi ex-marido y a su esposa y compartimos nuestros tres hijos sin ningún pro¬blema), continúo creciendo en nuevas relaciones.En la actualidad soy directora de enfermería de una clínica particular cerca de mi casa y en la puerta de mi oficina lo único que hay escrito es "Enseña sólo amor". Constantemente hay perso¬nas que entran y salen, pero tenemos el acuerdo tácito de que una vez que estamos dentro pode¬mos hablar de lo que queramos siempre que no suponga disminuir el valor de los otros o de cada uno de nosotros mismos.Gracias, doctor Jampolsky, por su aliento. Pero, aún más que eso, gracias por invitarme a ser lo que soy sin miedo.Kathleen.

Mientras tratamos de experimentar cada vez más amor incondicional en nuestras vidas, puede sernos útil revi¬sar las afirmaciones de la página siguiente.

EL ESPÍRITU DEL AMOR/DIOS

Nuestra inteligencia, con toda su capacidad de análisis, no es capaz de experimentar a Dios. Sólo nuestros cora¬zones pueden hacerlo. Del mismo modo que una apre¬ciación de una maravillosa puesta de sol se vería des¬truida si tuviéramos que analizarla y compararla con otras puestas de sol que hayamos visto, debemos ir más allá del

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conocimiento intelectual y del análisis si que¬remos experimentar a Dios. Dios, al ser amor, está más lejos de lo que las palabras pueden definir y sólo puede ser sentido cuando estamos dispuestos a prescindir de la necesidad de categorizar y evaluar nuestras expe¬riencias. Sentir la presencia de Dios está siempre aso¬ciado al hecho de amar y de sentirnos unidos a otra per¬sona o que somos sólo uno.Al haber sido ateo durante la mayor parte de mi vi¬da, la palabra "Dios" solía ser para mí un término nega¬tivo, una palabra que suponía una humillación.

¿Cómo se alcanza el amor incondicional?Abandonando toda nuestra culpa y no proyectán¬dola en los demás.Perdonando y abandonando el pasado, permane¬ciendo en el momento presente y viviendo la ale¬gría del ahora.No haciendo demandas a nadie. Resistiendo cualquier tentación de juzgar.Preguntando a nuestro guía interno sobre todas nuestras necesidades, deseos, querencias y sen¬timientos de escasez, y dejando que la voz del amor los transforme en plenitud y unidad.Transformando cada momento en una oportuni¬dad para ofrecer el perdón a alguien en nuestra vida y viendo a todo el mundo como nuestro maestro, concediéndonos la oportunidad de prac¬ticar y aprender los beneficios del perdón.Sintiendo el amor de Dios dentro de nosotros y recordando el agradecimiento que le debemos por la realización de su amor eterno.Reconociendo que cuando sabemos que nuestra identidad es el amor no tenemos ninguna necesi¬dad salvo la de extender ese amor sin fin.

Escuchar la palabra "Dios" en una conversación era pa¬ra mí más que suficiente para dejar de prestar atención o marcharme. Ahora sé que hay muchas personas como yo que se han sentido -o se sienten- abandonados por Dios o por su religión y se sienten especialmente sensi¬bles ante todo lo que pueda referirse a la espiritualidad. A lo que siguen sintiéndose vulnerables en estos te¬mas, creo que lo que resulta de mayor utilidad es per¬donar cualquier tipo de percepción equívoca que haya¬mos tenido respecto a nuestras creencias espirituales en el pasado. De esa forma es posible contemplar a Dios simplemente como una fuerza amorosa no física que es vengadora, que no juzga, que no castiga: lo único que hace es amar y perdonar. Poder experimentar a Dios como fuerza amorosa, como una luz que brilla en nues¬tro interior y a través de todo el universo permanente¬mente, es muy diferente de la idea infantil que yo tenía de Dios como un viejo con barba blanca que estaba allí arriba en el cielo, distante y exterior a mí, esperándome para juzgarme.

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No es preciso ser religioso o estar en un camino espi¬ritual para tomar conciencia de que es precisamente el modo en que estamos unidos al miedo y a la culpa el que nos hace ignorar que nuestra única realidad es el amor. Nuestras relaciones personales sólo serán sanadas cuando estemos dispuestos a abandonar el miedo y la culpa perdonando a los demás y perdonándonos a nosotros mismos. A medida que vayamos siendo cada vez más coherentes en lo que se refiere a aplicar los princi¬pios del amor en nuestras vidas iremos desarrollando de forma natural la conciencia de un poder superior a nosotros mismos. Llamemos como llamemos a ese poder -el manantial, la fuerza, el creador o Dios- es el espí¬ritu del amor.

En el sistema de creencias del amor, nuestra iden¬tidad, nuestra realidad y la verdad no son más que uno, pues se mezclan en la unidad del amor. Nuestro ego, sin embargo, suele repetir que hay diferentes tipos de amor. El sistema de creencias del amor enseña que no hay más que un amor, el amor de Dios, y que es una fuerza vital que vibra dentro de todos y cada uno de nosotros. No admite medidas y no puede definirse ni limi¬tarse; sólo puede ser experimentado sobre una base de igualdad, y sus únicas propiedades son la extensión y la expansión.Cuando me siento confundido sobre lo que es real y lo que no lo es, tengo una regla muy simple para sa¬berlo. Si algo es real satisface la definición de ser eterno y ser por tanto verdadero. La verdad se está extendiendo y expandiendo constantemente, sin cambios y durando eternamente. El único ejemplo que yo conozco que encaja en esta definición es el amor de Dios, que es nuestra verdadera identidad y la esencia de nuestro ser.Cuando somos adultos solemos rememorar los acontecimientos aterradores que tuvieron lugar en nuestra infancia y que nos hacen desconfiar de Dios u olvidarle. El año pasado pude liberarme de uno de esos miedos infantiles.Estaba impartiendo un seminario con Carol Howe sobre "Un curso en milagros" en Windstar, la fundación de John Denver en Aspen, Colorado, y tras la presentación John me invitó a comer con él. Mientras comíamos me preguntó si había volado con anterioridad en una avioneta. Le contesté que sí, que muchas veces, que mi hijo Lee sabía pilotar. Entonces me preguntó si quería que diéramos un paseo en su avioneta a lo que le respondí de inmediato que sí. Aunque hacía frío y estaba nevando levemente y el cielo estaba bajo, John me dijo que teníamos una seguridad de vuelo total. .Cuando llegamos al aeropuerto, antes de que pu¬diera darme cuenta de qué pasaba me estaba colocando uno de esos cascos de piloto de combate de la Primera Guerra Mundial y un paracaídas. Entonces salió del hangar un biplano con dos asientos descubiertos. Yo había

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pensado que volaríamos en un aparato tipo Cess¬na y que estaría cómodamente sentado dentro de una cabina cerrada.Mi corazón comenzó a latir salvajemente a causa del miedo. Yo creía que los biplanos sólo servían para las películas, por lo que todos mis miedos infantiles me asaltaron de inmediato. Cuando yo era niño me ate¬rraban las montañas rusas, y mi estómago siempre lo mostraba en cuanto había algún cambio o movimiento.Esos pensamientos eran más que suficiente para mí. Comencé a decir a John que de ningún modo pensaba subir en aquel cacharro. Entonces escuché esa tenue vocéenla interna, la voz del amor, que me decía como si me estuviera dictando: "Tranquilízate. Cuando sabes que Dios es amor, no hay nada que temer". Así que cambié de idea y dije a John un desmayado: "De acuer¬do."Me colocó en el "asiento delantero que estaba equi¬pado con auriculares y un micrófono de modo que pu¬diéramos hablar y despegamos. Algo realmente sor¬prendente me sucedió: volamos durante una media hora y lo pasé estupendo. ¡No tenía el menor miedo!Entonces el pánico atacó de nuevo. John me dijo por el micrófono: "Oye, Jerry, ¿quieres que hagamos algu¬nas acrobacias?" Comencé a formular de modo impulsi¬vo las palabras: "¡DE NINGÚN MODO!" Pero entonces, una vez más, fui interrumpido por esa voz tranquila que repetía el mismo mensaje. De nuevo dije a John que estaba de acuerdo, pero esta vez con una voz aún más exánime.John me describió con precisión que íbamos a hacer un bucle de 360 grados, e hizo precisamente lo que ha¬bía anunciado y, adivine, para mi sorpresa no vomité la sopa de judías negras que había tomado para almorzar. En vez de eso me divertí durante cada segundo de nues¬tra aventura y escuché atónito que yo decía: "John, ¿po¬demos repetirlo?" Y lo repetimos.Me sentí lleno de gratitud hacia John por darme la oportunidad de abandonar mi pasado de miedo y no de¬jarlo que se sobrepusiera a mi presente. Me sentí dicho¬so por haber escuchado mi voz interna, la voz del amor, en vez de la voz del miedo. ¡Qué alegría era ser Cons¬ciente de que Dios siempre está presente! ¡Qué alegría era vivir sólo el ahora y aprender que no se puede amar incondicionalmente a uno mismo ni a los demás mientras que no nos liberamos de todos los miedos a los que nos mantenemos ligados.Cuando somos uno con Dios, no tenemos la menor conciencia de limitación corporal, ni somos conscientes de formas que se encuentran siempre en cambio. No identificamos la vida con un cuerpo que se mueve en el tiempo y el espacio. No consideramos que la muerte sea real, sino que en su lugar experimentamos la vida y el amor extendiéndose por siempre.Mi mente racional sigue teniendo sus combates cotidianos con Dios, pero al mismo tiempo parece haber cada vez más y más momentos de un divino despertar en que experimento paz, certidumbre y

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serenidad porque sé que Dios me ama ahora y siempre. Y cuando me acuerdo de Dios la depresión, el dolor y la frustración se desvanecen sencillamente porque recuerdo que tengo todo lo que necesito y que no me falta nada. Por ver primera la frase "Dios es amor" no es una afirmación tonta y carente de significado sino que es algo que estoy experimentando ahora.

LA ELECCIÓN ENTRE LOS DOS SISTEMAS DE CREENCIASCada decisión que nosotros hacemos en nuestra vida supone elegir a partir del sistema de pensamiento del ego o del sistema de pensamiento del amor. El ego nos hace basar todas nuestras decisiones en los juicios condenatorios que hemos hecho en el pasado. El marco de pensamiento del amor nos libera del pasado y hace que efectuemos nuestras decisiones escuchando la voz de nuestro maestro interno, la voz del amor.

El siguiente texto nos puede ayudar a clarificar en qué sistema de pensamiento decidimos vivir.

SISTEMA DE PENSAMIENTO DEL EGO1. Este momento es el adecuado para la culpa y el miedo. El temible pasado predice un presente culpable y un futuro aterrador. Pasa el tiempo preocupándote por el pasado y el futuro y no dis¬frutes en absoluto ahora.2. La realidad está limitada por el cuerpo y es im¬posible vivir en este mundo sin miedo, depresión, conflicto y preocupación.3. Cuando intentamos conseguir algo y conservarlo nos damos cuenta de que tenemos miedo y de que estamos separados de los demás.4. La edad y la experiencia determinan quiénes pueden ser nuestros maestros.5. El amor siempre es condicional. Te querré si eres y te comportas como yo quiero.6. Hay diferentes tipos y grados de amor: un amor para esto, otro amor para aquello... Y hay perso¬nas que deberían ser excluidas del amor por su desleal comportamiento.7. El cuerpo, la vida y el amor mueren. La vida y el cuerpo son lo mismo. La vida y el amor son dife¬rentes.8. El amor se limita a lo que vemos y oímos. Tiene límites y expectaciones.9. Todo lo que vemos está separado de nosotros diferente de lo que nosotros somos.10. Lo cierto es que hemos nacido para vivir en un mundo en el que más tarde o más temprano ex¬perimentaremos frustración, dolor, infelicidad, desesperación, miedo, desesperanza y muerte. No todo es amor en este mundo.

SISTEMA DE PENSAMIENTO DEL AMOR

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1. Éste es el único momento que existe y es un mo¬mento para el amor. En este momento no hay culpa ni miedo.2. Nuestro estado natural es el amor. Es ser feliz, alegre y en paz.

3. Cuando damos nuestro amor y nuestra paz y nos unimos con los demás, experimentamos el amor que somos.4. Todo el mundo, sea cual sea su edad, es nuestro maestro en el amor.5. El amor siempre es incondicional y no tiene nada que ver con lo que hace o cómo se comporta.6. Sólo hay amor. No cambia, no es exclusivo ni excluyente.7. La vida está separada del cuerpo; la vida y el amor son uno y lo mismo, y la vida dura siempre porque el amor nunca muere.8. El amor no tiene límites ni expectaciones. Sim¬plemente se despliega y se extiende.9. Todo lo que vemos no es más que un espejo de lo que nosotros somos.10. El amor es la única cosa que puede ser cierta y es todo lo que hay.

AMAR ES ECUCHAR

Hace unos años en Nueva Zelanda tuve la oportunidad de visitar una unidad de un hospital general para per¬sonas gravemente enfermas que se enfrentaban a la muerte. Fui presentado a una de las voluntarias. En su pecho llevaba una etiqueta con su nombre debajo del cual había una palabra que me dijo todo sobre ella. Esa palabra era "Escucho". Me dijo que su trabajo no era dar consejos ni ofrecer una crítica constructiva. Ella es¬taba allí para dar amor incondicional y ofrecer una aceptación total escuchando. Escuchar es amar y amar es escuchar.Muy frecuentemente interrumpimos a las personas antes de que hayan acabado de hablar. Y muy frecuentemente dejamos de escuchar mucho antes de interrumpir, porque estamos ocupados preparando nuestra res¬puesta. Tal vez pensemos que lo que nosotros tenemos que decir es más importante que lo que la otra persona trata de decirnos. Escuchar con una atención individida y con amor incondicional tal vez sea el mayor regalo que podamos dar a los demás.

LA VOZ DEL AMORPara dar el regalo de escuchar a los demás, lo primero que debemos hacer es aprender a escuchar la voz del amor en nuestro interior. Para muchos de nosotros pa¬rece difícil recordar, como ya comentamos en el capítulo anterior, que puesto que vivimos en el

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mundo es preciso que tomemos decisiones basándonos en una de estas dos voces: la voz del ego o la voz del amor.La voz del amor recibe muchos nombres, como la voz de Dios, el Espíritu Santo, la voz del conocimiento, el maestro interno, la voz interna, el consejero y la intui¬ción. La voz de Dios no tiene nada que ver con nuestras experiencias pasadas, con nuestra mente racional o in¬telectual, con nuestro sentido común. Proviene del núcleo del conocimiento del amor, de la esencia de Dios que está en el centro de nuestro ser dispuesta siempre para responder y para aconsejarnos como respuesta a cualquiera de las múltiples preguntas que podamos plantearle.

SERENAR LA MENTEPara poder escuchar esta guía interna necesitamos aprender a tranquilizar y acallar nuestras mentes, confiar en una cierta disposición de ánimo para pedir ayuda, y esperar recibir la respuesta a nuestra pregunta. La voz o guía puede llegar como un pensamiento, puede ser experimentada como un dictado interno o puede ser visualizada como un semáforo verde que nos anima a seguir, rojo para que nos detengamos o ámbar para que actuemos con cautela.Nuestras mentes suelen ser bastante indiscipli¬nadas. Cada minuto contemplan el trasiego de millares de pensamientos incontrolados que reciclan permanen¬temente nuestro pasado. Una de las barreras más po¬derosas para acallar nuestra mente es la atracción es¬tática que crea el ego hacia la culpa y los pensamientos de miedo. Resulta muy difícil experimentar paz cuando estamos siendo bombardeados por estos pensamientos interminables y estímulos exteriores que nos distraen.Para poder percibir el mundo de una manera dife¬rente, resulta imperativo que aprendamos a sujetar nuestras mentes y que tomemos conciencia de que po¬demos ejercer control sobre nuestros pensamientos, que podemos elegir los pensamientos que queremos mante¬ner en nuestra mente. Una mente disciplinada es una mente libre, y nuestro objetivo es la libertad. Si conti¬nuamos siendo dominados por nuestros egos, seremos incapaces de liberarnos de las ataduras del miedo, de la culpa y de las limitaciones. Sujetar la mente supone un trabajo. Para controlar nuestra mente debemos apre¬ciar el valor de serenarla, el valor del silencio.Hay muchos métodos para acallar la mente, como la meditación, la oración, el uso de imágenes mentales en el proceso de imaginación activa, etc. En vez de anali¬zar estos procesos detalladamente, quisiera compartir con usted una forma sencilla de considerarlos.Podemos contemplar la meditación como una con¬centración enfocada -que puede ser o no ser sobre Dios- y que permite la exploración interna y el aumen¬to de conciencia que tienen lugar cuando la mente se serena. Algunas personas consideran la meditación co¬mo una puerta de acceso a la oración.

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La oración es una concentración enfocada o una comunicación con Dios. En su nivel inferior, la oración supone pedir, y en el nivel superior supone escuchar, amar y dar gracias a Dios. Meister Eckhart, el místico alemán, describe muy sucintamente la oración cuando afirma: "Si la única oración que pudieras decir en toda tu vida fuera 'Gracias', sería suficiente."Tanto en la oración como en la meditación, se toma la decisión de mirar hacia adentro y de no permitir que el ruido del mundo exterior nos afecte. En un momento concreto la meditación y la oración son una sola cosa. Hay un viejo dicho que afirma que una mente ocupada es una mente enferma, una mente lenta es una mente saludable y una mente serena es una mente divina.No nos preocupemos por distinciones técnicas entre la meditación y la oración; hagamos que para nosotros tenga carácter de primera prioridad la tranquilidad de nuestras mentes por las mañanas al despertarnos y por las noches antes de dormirnos.Mi manera personal de liberarme del trasiego de los pensamientos caóticos que atraviesan mi mente es re¬cordarme, una vez más, que la paz de Dios es mi único objetivo. Durante un simple segundo me concentro en vaciarme de las necesidades y los deseos terrenales. En ese instante abro mi corazón al amor de Dios, pidiéndole ser Su mensajero y ver que Su voluntad y la mía son sólo una. En la calma que suele seguir, puedo experimentarme como la luz de Dios que ilumina al mundo, que ilumina a todas las mentes que son una. Durante ese instante siento la paz y la felicidad del amor sin límites de Dios, que suele venir acompañado por el sen¬timiento de que no necesito hacer nada sino simple¬mente ser.Si serenar la mente es algo que le resulta nuevo comience dedicándose a hacerlo durante como máximo tres minutos por la mañana y otros tres por la noche aumentando gradualmente ese tiempo según le señale su guía interno. Es importante que sea paciente y benévolo con usted mismo y que resista cualquier tentación de categorizar, evaluar o juzgar si lo está haciendo bien o no.Al final de este capítulo comentaremos algunas su¬gerencias para acallar la mente, incluyendo el uso de la imaginación activa, que es un método en el que pode¬mos emplear las imágenes mentales para concentrarnos en una única cosa, como puede ser vernos a nosotros mismos apaciblemente sentados en la orilla de un lago hermoso y tranquilo para así acallar los numerosos pensamientos de nuestra mente.

APRENDER A ESCUCHAREscuchar nuestra voz interna, la voz del amor, significa dejar de lado a nuestra mente racional, analítica y de¬ductiva y permitir que nos guíe el centro del amor de nuestro corazón. Nuestro ego no desea

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que esto sea fácil para nosotros e intenta convencernos de que tomar de¬cisiones sobre esa base irracional es una locura peligro¬sa.En 1979 tuve una potente experiencia como resul¬tado de tratar de escuchar mi voz interna. Tenía una conferencia programada para el I2 de mayo en Israel y deseaba pasar unos días haciendo algo de turismo y ex¬plorando lugares históricos tras mi conferencia. Un par de semanas antes de marcharme hacia Oriente Medio, mi voz interna me aconsejó que cambiara mis billetes y que me fuera a Egipto el 3 de mayo.Como entonces no tenía ningún amigo egipcio, la propia idea de hacer un viaje así parecía ridícula y loca. Sin embargo mi guía se mostró tan insistente que fi¬nalmente cambié mis billetes para que incluyeran un vuelo a El Cairo. Tuve cuidado, de no comentarlo con nadie, para evitar que pensaran que estaba loco, excepto con mi buen amigo y coautor Bill Thetford. Terminé mi conversación con Bill con una frase que se me ocu¬rrió casualmente: "No sé qué voy a hacer allí... tal vez es que vaya a encontrarme con alguien famoso a quien admiro, como la señora Jihan Sadat."En aquellos años no era posible volar directamente desde Israel a Egipto, sino que había que hacer escala en Grecia. Ya en ruta desde Atenas a El Cairo estaba leyendo la revista de la línea aérea y encontré un artí¬culo sobre el doctor Shahbender, director del Instituto Egipcio contra el Cáncer. Pensé que como no sabía por qué estaba haciendo este viaje, tal vez fuera para que me encontrara con el doctor Shahbender.A la mañana siguiente, tras una buena cantidad de dificultades, pude finalmente entrar en contacto con él por teléfono. Me dijo que lo lamentaba pero que no po¬día verme, pues era viernes -que es como el domingo en nuestros países- y que se iba al campo con su fami¬lia. Hizo una breve pausa y añadió que si tomaba un taxi e iba a verle de inmediato, podríamos estar juntos y charlar durante unos diez minutos.Cuando nos vimos en su casa, simpatizamos de in¬mediato como si nos hubiéramos conocido durante si¬glos. Casi inmediatamente me invitó a ir con él y con su familia al campo. Para mi sorpresa, cuando llegamos a nuestro destino resultó que íbamos a una fiesta infor¬mal en la que estaban presentes muchos de los miem¬bros del gabinete del señor Sadat. Me presentaron al ministro de Sanidad que me invitó a que le visitara en su oficina el día siguiente.Durante nuestra visita del día siguiente me dijo que quería que yo conociera a la señora Sadat e hizo los arreglos necesarios para que yo fuera a su residencia en Giza. Cuando le oí decir esto sentí que se me ponía la carne de gallina y recordé el comentario que le había hecho a Bill poco antes de partir.Cuando conocí a la señora Sadat, los cinco minutos programados se transformaron en una entrevista de una hora. Desde ese contacto inicial la señora Sadat y yo nos hemos comunicado regularmente y

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más recien¬temente hemos participado en unas conferencias sobre "Los niños como maestros de la paz" que han tenido lu¬gar en los Estados Unidos y en Europa.Una vez de vuelta, reflexioné sobre lo sucedido y me di cuenta de que no se trataba tan solo de que mis ex¬periencias en Egipto fueran tan potentes, sino que era el reconocimiento de que nada de esto podía haber ocu¬rrido si no hubiera escuchado mi voz interna. Como re¬sultado, cada vez estoy más dispuesto a confiar en mi voz interna y a seguir sus recomendaciones... incluso aunque parezcan irracionales.

MIEDO A LA MUERTEEl modo en que consideramos a la muerte es una de las diferencias más importantes entre los dos sistemas de creencias. La mayor amenaza de nuestro ego se apoya en el miedo a la muerte. Mientras que nos identifique¬mos con nuestro cuerpo, el miedo y la culpa se encon¬trarán cómodamente alojados en nuestro espíritu aunque tal vez estén camuflados y fuera de nuestra con¬ciencia. La culpa siempre produce ataques, ya sea sobre nosotros mismos o sobre los demás. La culpa refuerza el sistema de creencias del ego en el pasado, presente y futuro, secuencia temporal en la que se iguala la muer¬te del cuerpo con el fin de la vida. Nuestro ego nos man¬tiene ocupados tratando de controlar a los demás y al mundo que nos rodea en un inútil intento desnegar nuestro miedo a la muerte. En el sistema de creencias del amor, la muerte es considerada como una transición de la forma a la ca¬rencia de forma. En el estado de carencia de forma, la vida y el amor son los mismos y continúan por siempre; no terminan- cuando dejamos de lado la envoltura a la que llamamos cuerpo.Cuando estamos libres de la culpa, vivimos cada ins¬tante como si fuera eterno, con el conocimiento de que somos amor, de que somos vida y de que somos eternos porque Dios es eterno. Cuando estamos libres de la cul¬pa no existe el miedo a la muerte.No hace mucho recibí una maravillosa carta de una mujer llamada Lory. Su hermano Ray había muerto en un accidente de coche con 27 años. Ella me envió asi¬mismo una carta que él había escrito 5 años antes dan¬do instrucciones sobre cómo le gustaría ser recordado después de su muerte.Creo que usted estará de acuerdo conmigo en que Ray comprendía con gran claridad que dar es vivir y que la vida y el amor son para siempre y no terminan con la muerte física.

Querido doctor Jampolsky,No hay palabras para expresarle mi agradeci¬miento por haberse molestado en llamar a mi madre el día 26 de diciembre. En español sole¬mos decir "Que Dios se lo pague" y espero y rezo para que todo

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el amor que usted nos ha mostrado le sea devuelto multiplicado por mil.Quiero decirle lo que he disfrutado leyendo En¬seña sólo amor. Empleé algunas de sus palabras no sólo para mi bienestar personal, sino en la alabanza fúnebre que escribí para mi hermano Ray. Ray recibió el maravilloso presente de vivir cada instante. También descubrió y tuvo el tiem¬po de escuchar a todo el mundo en cualquier momento. Uno de los mayores regalos que yo he recibido de Dios ha sido los 27 años que he com¬partido con él. Ahora mis padres se encuentran con la penosa realidad de tener que vivir tras te¬ner que enterrar a un hijo.Tras el funeral de Ray encontramos el papel que le adjunto. Ray lo escribió hace 5 años, cuando sólo contaba 22 años. Me pareció tan elocuente en su simplicidad que pensé que le gustaría te¬ner una copia.Que Dios le bendiga. Le deseo amor y luz,Lory

INSTRUCCIONES DESDE EL LECHO DE LA VIDARECORDADME

Llegará el día en que mi cuerpo yacerá bajo una sábana blanca cuidadosamente colocado entre las cuatro esquinas de una camilla en un hospital ocupado por vivos y moribundos. En cierto mo¬mento un médico determinará que mi cerebro ha dejado de funcionar y que, a todos los efectos, mi vida se ha detenido.Cuando esto suceda, no intentéis instilar vida ar¬tificial en mi cuerpo con la ayuda de una máqui¬na. Y no digáis que estoy en mi lecho de muerte. Llamadlo mi Lecho de Vida y permitid que se tome lo que se pueda de mi cuerpo para que ayu¬de a otros a vivir vidas más plenas. Dad mi vista al hombre que nunca ha visto salir al sol, la cara de un niño o el amor en los ojos de una mujer. Dad mi corazón a una persona cuyo corazón sólo le haya dado interminables días de dolor. Dad mi sangre al joven que ha tenido un accidente de coche para que llegue a ver jugar a sus nietos. Dad mis riñones a quien dependa de una máquina para existir semana tras semana. Dad mis huesos, mis músculos, cada fibra y cada nervio de mi cuerpo y descubrid el modo de que un inválido pueda caminar.Explorad cada rincón de mi cerebro, tomad todas las células que necesitéis y hacedlas crecer para que algún día un niño mudo chille cuando su equipo meta un gol o una niña sorda oiga el murmullo de la lluvia en su ventana. Quemad lo que sobre y esparcid las cenizas para que el viento ayude a crecer a las flores. Si tenéis que enterrar algo, enterrad mis defec¬tos, mis debilidades, todos mis prejuicios contra mis colegas humanos.Dad mis pecados al demonio y mi alma a Dios. Si, por casualidad, deseáis recordarme, hacedlo con un gesto bondadoso o con una

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palabra cari¬ñosa para alguien que lo necesite. Si hacéis lo que digo, viviré para siempre. Éste es mi deseo.Ray.

RESISTENCIA A ESCUCHAR LA VOZ INTERNAA nuestro ego le gusta aumentar nuestras dudas plan¬teando preguntas como "¿Estás seguro de que la voz que oyes es la voz del amor? Tal vez estás enga¬ñándote." La voz de nuestro ego desea ser escuchada la primera. Intenta convencernos de que no nos arries¬guemos a escuchar la voluntad de Dios porque tal vez no nos guste la respuesta. Naturalmente mi ego conti¬núa tratando de involucrarme en estos juegos, deján¬dome en el conflicto y en la incertidumbre. A pesar de todo, cuanto más dispuesto estoy a confiar en la voz del amor, experimento más paz y confianza.Con frecuencia me siento atrapado en la racionali¬zación de que sería enormemente feliz si la voluntad de Dios coincidiera con la mía. Esto significa que ya he es¬tablecido cuál es la respuesta que deseo por lo que no seré capaz de plantear la pregunta. Llegar a Dios con las manos vacías significa no estar esperando una res¬puesta específica. Ésta es la causa por la que mi ego en¬loquece ya que su supervivencia depende de tener res¬puestas que satisfagan sus deseos. Sólo cuando estoy demasiado preocupado por el resultado, mi ego alza su voz que causa interferencias con la voz interna.No tenemos que liberarnos por completo de nuestra ira, nuestra culpa y nuestros pensamientos sin perdón antes de empezar a oír nuestra voz interna. Es nuestra disposición -aunque sólo sea parcial- a presentar nuestros problemas a nuestro guía interno la que hace posible que nuestras percepciones equivocadas se corri¬jan. A medida que nos mostramos más dispuestos a es: cuchar la voz del amor, podemos empezar a reconocer que nuestra misión aquí en la tierra es ser mensajeros de Dios, que ofrece amor incondicional a todo el mundo. Pero antes de llegar a serlo tenemos que recibir y aceptar el mensaje por nosotros mismos.

LUZ DEL AMOR, LUZ DE CRISTOHace 10 años, si estuviera leyendo un libro que mencio¬nara unas palabras tales como la luz del mundo, la luz del amor, la luz de Cristo, creo que lo habría dejado a un lado con disgusto y no habría vuelto a abrirlo. Por esta razón también tenía unas ciertas reservas antes de empezar a usar estos términos en este libro, pues pensé que tal vez usted podría tener una reacción similar. Sin embargo, tomar conciencia de que somos la luz del mundo y que esa luz se encuentra bloqueada por nuestra conciencia de culpa y nuestro miedo es una parte esencial de este libro.La luz del amor, la luz de Cristo, puede ser conside¬rada como luz que irradia desde el mismo centro del co¬razón de Dios. Irradia hacia todos nosotros y a través de todos nosotros. Para nuestros objetivos

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actuales, los términos luz del amor, luz de Cristo, luz de Dios o luz del mundo se pueden intercambiar. También podemos considerar la luz como la fuente de energía creativa del universo. Cada uno de nosotros está aquí en nuestro planeta para actuar como subestación que emite esa luz para que así desaparezca la oscuridad de la culpa, el miedo y la separación. Sanamos nuestras mentes cuan¬do nos unimos unos con otros y sólo vemos la luz del amor en los demás y en nosotros mismos. En nuestro proceso de sanación nos damos cuenta de que no somos espíritus aislados, sino que nuestras mentes se unen y que sólo hay una mente universal unida con el corazón de Dios.Creo que la siguiente analogía es válida para com¬prender la mente universal. Cierro los ojos e imagino que todo el universo fuera de agua. Echo entonces un granito de amor en el agua y veo el conjunto de ondas que afectan a todas y cada una de las partículas del agua. Y las ondas vuelven a mí y me afectan también. De modo análogo, cuando enviamos la luz del amor de nuestros corazones a los demás, afecta a sus mentes y luego vuelve a nosotros. Elimina todas las dudas sobre nosotros mismos y sobre quiénes somos.Hay un fragmento muy potente sobre la luz de Cristo en Un curso de milagros. Cuando me siento lleno de dudas o inseguro en lo que se refiere a la vida o a mí mismo, me ha resultado enormemente útil leerlo para elevar mi espíritu y conseguir que pueda volver a escu¬char la voz del amor. Si a usted le resulta incómodo el término "Cristo" o le parece que tiene alguna connota¬ción negativa, sustitúyalo por la palabra "amor". Éste es el fragmento del curso dispuesto de forma poética.

La visión de Cristo es todo lo que hay que ver. La canción de Cristo es todo lo que hay que oír. La mano de Cristo es lo que hay que agarrar. El único viaje es caminar hacia El.

Hay dudas antes de que haya conflicto. Y toda duda tiene que ser sobre ti mismo. Cristo no tiene dudas, y de Su seguridad Viene su paz

Él cambiará Su seguridad por tus dudas,Si aceptas que sea uno contigoY que esa unidad es eterna, intemporalY a tu alcance, pues tus manos son las Suyas.

Él está en tu interior, aunque camina delante ydetrás de ti,Señalando el camino que debe seguirPara encontrarse y completarse.

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Su serenidad es tu certeza.¿Dónde está la duda cuando llega la certeza?

ROMPER LA RESISTENCIAHay muchos caminos espirituales diferentes, cada uno con un maestro -vivo o muerto- que sirve como mode¬lo de aprendizaje. Tal vez no sea imprescindible tener un maestro con el que identificarse, pero para muchos de nosotros resulta útil.Yo solía considerar a Dios como mi maestro interno de forma bastante abstracta y descubrí que resultaba bastante difícil mantener una relación personal próxi¬ma e íntima con tales abstracciones. Pero también he experimentado una gran resistencia ante gurús, maes¬tros o identificaciones con un maestro interno persona¬lizado, especialmente si se llamaba Jesús.Sin embargo, sentí que necesitaba liberarme de mis viejas ideas sobre Jesús y que tenía que intentar tener una mente más abierta sobre quién era y qué represen¬taba. Pero no estaba en modo alguno preparado para lo que sucedió a continuación. Para mi sorpresa empecé a desarrollar lo que podría llamar una relación personal con Jesús. Al principio empecé a verle como mensajero de Dios que vino para enseñar al mundo el perdón y el amor. Luego comencé a considerarle como un hermano mayor y un maestro que demostraba que era posible abandonar por completo los juicios, la culpa y todo lo que tiene algún valor en este mundo, menos el amor de Dios. Es más, me demostró que la muerte no era real, que la vida es eterna y que las mentes pueden comuni¬carse por siempre entre sí, incluso después de que el cuerpo haya sido dejado de lado.Comencé a sentir su presencia en mí y llegué incluso a sentir que en ocasiones actuaba a través mío, como si yo fuera una extensión de sus pensamientos, de sus pa¬labras y de sus acciones. Me sentí totalmente absorbido por su mensaje de que el mundo podría ser transforma¬do si todos nosotros practicáramos el perdón. Al princi¬pio me preocupaba saber qué pensarían de mí los de¬más, de modo que mantuve en secreto mi relación con Jesús.Entonces un día, meditando en la Facultad de Medi¬cina John Hopkins antes de una conferencia que iba a dar allí, pregunté si tenía el derecho de emplear la pa¬labra "Dios" o "Cristo" en mi charla y la respuesta in¬terna que recibí fue un contundente "no".

Tras mi conferencia, que fue muy bien recibida, un catedrático de psiquiatría me acompañó a la salida por una puerta diferente de la que yo había empleado para entrar. Yo estaba completamente absorto en nuestra conversación y no me daba cuenta de a dónde nos diri¬gíamos, cuando de repente casi choco con una gran es¬tructura. La miré y vi, para mi sorpresa, que se trataba de la mayor y más apacible estatua de Jesús que había visto en mi vida.

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Me sorprendí chillando: "¿Qué pinta Jesús aquí en la Universidad John Hopkins?"El profesor se rió y dijo que la puerta por la que yo había entrado en el hospital era la nueva y que la lla¬maban la entrada del cáncer. La puerta por la que yo salía era la puerta original y la llamaban la puerta de Cristo. La estatua había estado en John Hopkins desde que se edificó la facultad. Esta experiencia simbolizó para mí que la luz de Cristo, el espíritu de Cristo, la luz del amor, están siempre conmigo y no tengo que llamar¬las necesariamente por su nombre.Me sentí tan impresionado con esa estatua que pedí una foto de la misma y está ahora en la pared de mi dormitorio. Eso sí, aún no me sentía preparado para poner un cuadro de Jesús en mi sala de estar donde to¬do el mundo pudiera verla. A medida que mi relación con Jesús se ha ido haciendo más cómoda, me he senti¬do menos preocupado con lo que otras personas pudie¬ran decir, y hoy ha un gran retrato de Jesús en mi cuar¬to de estar encima de la chimenea.Llegados a este punto necesito hacer un breve pa¬réntesis y decir que creo que para sanar nuestras rela¬ciones no necesitamos tener una relación con Jesús ni verle -ni a él ni a ningún otro- como maestro. Sólo quiero compartir con usted que, de una forma que no puedo explicar claramente, he elegido a Jesús como maestro y he descubierto que ha sido útil para mí. Pero, naturalmente, no estoy en modo alguno sugiriendo que usted deba hacer lo mismo.

FE Y CONFIANZA

En el sistema de pensamiento del amor podemos con¬cebir la fe como la confianza en Dios y tener la certeza interna de saber sin sombra de duda que siempre esta¬mos a salvo y que nunca careceremos de apoyo. Es con¬fiar en que Dios nos ama completa y eternamente y que el poder de Su amor está siempre en nosotros. Es saber de forma inequívoca que podemos confiar en Su fuerza más que en los limitados y escasos recursos de nuestra personalidad. Y que no hay problemas que Dios no pue¬da resolver.

CONFIANZA DE UN NIÑO EN EL AMOR DE DIOSRecientemente participé en nuestro centro en una en¬trevista previa a la admisión de un niño de 10 años lla¬mado Derek Schmidt, que tenía leucemia. Antes de nuestro encuentro parecía que su condición cancerosa hubiera desaparecido, pero de repente volvió a aparecer y su familia le trajo buscando ayuda. Por vez primera desde el inicio de su enfermedad, sus padres habían perdido la fe y la confianza en Dios, pensando que cómo podían confiar cuando sus oraciones no habían tenido respuesta.Mis ojos se llenaron de lágrimas de agradecimiento cuando escuché al hijo decir: "No tenéis que entender todo para tener fe y confianza en Dios; todo lo que te¬néis que saber es que Dios nos ama siempre, y

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que no hay nada que nos suceda que no podamos manejar con Su ayuda."Fue una sabia respuesta que me recordó en qué con¬sistían la fe y la confianza. El día en que este niño me dio este recordatorio amoroso, me fue de suma utilidad, pues yo también tenía mis propios problemas en lo que se refería a fe y confianza. Su sencillez, inocencia y cla¬ridad me fueron de una gran ayuda para recuperar mi propia fe y confianza.

SUGERENCIAS PARA SERENAR LA MENTEA continuación vienen cinco ejercicios prácticos cuyo objetivo es aprender a acallar la mente y a activar el concepto del amor escuchando. Al principio repita cada uno de estos ejercicios de tres o cinco minutos, conti¬nuando con períodos más largos de tiempo si se en¬cuentra cómodo haciéndolo.

1. ESTOY RELAJADOCierre los ojos, entre en usted mismo y busque un lugar en que se sienta tranquilo y apacible.A medida que inspira diga mentalmente la pa¬labra "Estoy..."Cuando exhale diga mentalmente "...relajado." Mantenga su atención en "Estoy relajado".

2. INHALE AMOR; EXHALE PAZ Y ALEGRÍAPonga alguna música que le parezca relajante.Cuando inhale, sienta una atmósfera de amor in¬condicional.Al exhalar sienta que salen de usted paz y ale¬gría para todo el mundo y todos los seres vivien¬tes que hay en él.

3. HACERSE LUZEncienda una vela y concéntrese en la luz.Sienta el resplandor y el reflejo de la luz en todos y cada uno de los aspectos de su ser.Sienta que se funde y se hace uno con la luz. Repita mentalmente: "Soy la luz del mundo."Sienta a sus amigos y enemigos entrando en la luz y haciéndose uno con la luz y con usted.4. HACERSE UNO CON UNA FLORVisualice con su imaginación su flor favorita.Imagine que puede desprenderse por unos ins¬tantes de su cuerpo; penetre en la flor e imagine que se hace uno con cada una de sus partes.Sienta la caricia y el amor incondicional del sol.Experimente la esencia de su ser, su amor y su belleza que irradian en todas las direcciones pa¬ra que todos puedan contemplarlos.Sienta que dar y recibir es lo mismo.

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5. DÉJALO, DEJA A DIOSCierre los ojos. Inspire diciendo "Deja..." Expire y diga "lo" Inhale y diga "Deja..." Expire y diga "...a Dios."

PUENTE AL CIELO EN LA TIERRAEl material de este capítulo puede ser empleado como un puente que nos lleva desde la creencia en nuestros egos a la creencia en el amor. He incluido algunos ejer¬cicios y cuadros para que los use como guías que salven el abismo entre nuestra ligazón al mundo del ego y el reconocimiento de nuestra realidad en el mundo del amor.

EL CIELO EN LA TIERRAEl cielo no es un lugar sino un estado mental. Es la ex¬periencia de la unicidad de cada uno de nosotros con Dios, la experiencia de una paz, alegría y amor sin lími¬tes. Para muchos de nosotros llegar a experimentar ese estado mental durante un simple segundo requiere un cambio en la percepción que, en principio, puede pare¬cer difícil de realizar. Por otra parte, "difícil" es una pa¬labra que se basa en nuestras creencias pasadas de que hay límites a nuestra capacidad de aprendizaje. No es necesario que volvamos a vivir el pasado y sus dificultades. No tenemos que creer en la predestinación. Po¬demos elegir en este preciso instante tener durante ese único segundo el cielo en la tierra.Cuando nuestra mente está serena y completamente en paz, podemos sentir una alegría sin límites, una ale¬gría por encima de todo lo que podamos imaginar. Aquí le presento un cuadro con los atributos de nuestra men¬te cuando está experimentando el cielo en la tierra.

EL CIELO EN LA TIERRA

PAZ PACIENCIAAMOR ALEGRIASERENIDAD DESENFADOBONDAD RISATERNURA FELICIDAD

Como hemos mencionado, cuando sabemos con certeza que nuestro estado natural es el amor, también sabe¬mos que nada puede amenazarnos ni dañarnos. Estos atributos irradian entonces espontáneamente desde no¬sotros sin tener que pensar en ellos ni tener que hacer nada para bloquear su expresión.Por otra parte, cuando no estamos seguros y tene¬mos dudas sobre quiénes y qué somos, el miedo y la cul¬pa bloquean la expresión de estas emociones felices y alegres.

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PERDÓNEl perdón auténtico es el puente que cruzamos para li¬berarnos de la culpa y del miedo y que nos permite vivir el cielo en la tierra.El cuadro de la página siguiente es una recomen¬dación para alcanzar la paz interna. Observe que los cuatro primeros pasos tratan del perdón. Practicar el perdón es la clave para liberarnos de la culpa en nues¬tras vidas. Aplicando de modo consistente esos puntos podemos transformar nuestras vidas y el mundo que vemos y en el que vivimos.El objetivo del perdón es ayudarnos a ver que la cul¬pa carece por completo de valor. Para que sea comple¬tamente efectivo debe ser total. Un perdón del 95% no sirve. Es como la analogía que se hace a veces del em¬barazo: o está usted embarazada o no lo está.Sólo podemos hacer y sufrir daño si creemos que nuestra realidad está más identificada con el cuerpo que con el espíritu. Cuando nos identificamos con la au¬téntica realidad de nuestra luz y de la luz de los demás, el perdón nos libera de cualquier daño que creamos que alguien nos ha hecho o de cualquier daño que pensemos que hemos hecho. Es como si hubiéramos soñado que alguien nos ha hecho daño y despertáramos creyendo que el sueño ha sido real. Cuando recordamos que no era más que un sueño, vemos que el incidente era irreal y lo olvidamos. Igualmente el perdón nos ayuda a libe¬rarnos de nuestro pasado ilusorio para que podamos experimentar amor en el presente como única realidad. El perdón nos permite ver que lo que creemos que es un pecado que precisa de su cuota de culpa y castigo, no es más que un error que necesita ser corregido y no casti¬gado.

RECOMENDACIÓN PARA ALCANZAR LA PAZ INTERNA1. Perdone totalmente a sus padres2. Perdone totalmente a cualquiera que haya estado aquí, que esté aquí ahora o que pueda estar aquí en el futuro, incluyéndose usted mismo.3. Perdone totalmente al mundo.4. Perdone totalmente a Dios.5. Dé una oportunidad a la fe y confianza en el amor, confíe en Dios.6. Elija experimentar paz en vez de conflicto.7. Elija experimentar amor en vez de miedo y culpa.8. Elija ser un buscador de amor en vez de un buscador de defectos.9. Elija ser un dador de amor, en vez de un buscador de amor.10. Enseñe sólo amor.

PERDONAR ES DEJAR PASARLos niños son unos maravillosos maestros del perdón. Hace unos años pasaba las consultas médicas de una gran compañía de transportes. En una de mis visitas entré en contacto con un niño de

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12 años llamado Tony que tenía cáncer y era un miembro activo del grupo de niños del centro. En nuestro encuentro uno de los direc¬tores regionales expresó una buena cantidad de ira por¬que una compañía rival había contratado a uno de sus empleados claves y creía que sería difícil reemplazarlo. Pregunté a Tony qué podría decir que le resultara de utilidad a ese hombre.Tony preguntó al hombre si se sentía desbordado y él dijo que sí. Entonces Tony le dijo que cuál sería el lu¬gar del mundo en el que le gustaría estar, el lugar en el que se sintiera relajado y en paz, y el hombre respondió que ese lugar era Hawai. Entonces Tony le sugirió que cerrara los ojos e imaginara que estaba en Hawai, sin¬tiéndose tranquilo y relajado, sintiendo que formaba un conjunto con la arena caliente, el agua y el cielo.-¿Se da cuenta, señor? –prosiguió-. No puede es¬tar relajado o en paz si está irritado. No podrá tomar decisiones correctas a menos que perdone no sólo a su competidor sino también al tío que se marchó. Perdonar es dejar pasar las cosas... dejar que el incidente pase. Poco después el director me visitó y me dijo: -Sabe, Jerry, si usted me hubiera dicho eso mismo no habría estado receptivo, pero cuando un chico de 12 años lo dijo me pareció simple y correcto.Muchos de nosotros vivimos en el mundo en un es¬tado permanente de ansiedad, preguntándonos quién o qué nos atacará de inmediato. ¿Cómo desembarazarnos de estos pensamientos de miedo? No es tan complicado como a veces creemos, con tal de que estemos dispuestos a abandonar el viejo sistema de creencias. Los niños saben cómo hacer que cosas aparentemente complica¬das parezcan claras y simples. El perdón es la respues¬ta. Permite que suceda el milagro del amor de modo que podamos sanar nuestras relaciones y reconozcamos que no hay separación.No podemos enseñar amor y ser amorosos de forma coherente y consistente hasta que dejemos de criticar y hacer reproches a los demás y a nosotros mismos. No podemos demostrar un amor total hasta que hayamos sanado todas nuestras relaciones personales. El perdón es la llave a la felicidad porque elimina los bloqueos del miedo y de la culpa y nos permite vivir en un mundo de amor que abarca a todo.

CONTROLES EN LA VUELTA A CASAHay veces en que me ha parecido que nada me podía ayudar a perdonar y en las que he elegido mantenerme atado al miedo. No hace mucho me sentí un día muy deprimido creyendo que alguien muy próximo me había rechazado y me había hecho daño. Parecía muy real, nada ilusorio, y sin la menor responsabilidad mía por le que estaba viviendo, sino que alguien me estaba sim¬plemente haciendo daño. Los principios que he mencio¬nado en este libro me parecían huecos, mera retórica. Estaba encerrado en mi concepción mental y

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no parecía que pudiera -ni siquiera parecía que quisiera- cam¬biar mi estado de ánimo. Desde luego no sentía de nin¬gún modo la presencia de Dios o Su amor, e incluso em¬pecé a dudar de su existencia real en mi vida. De hecho comenzaron a surgir en mi mente dudas sobre casi todo y empecé a cuestionarme si realmente comprendía le que significaba estar en un camino espiritual.

DIEZ PRUEBAS O EXÁMENES1. ¿Estoy siempre dispuesto a ver todo pro¬blema, toda culpa, todo dolor y toda frustración como una declaración de que la mente de mi ego tiene miedo de Dios y eli¬ge separarse de El? ¿Estoy dispuesto a ser responsable de lo que veo?2. ¿Mantengo en mí la culpa y juzgo a los de¬más o a mí mismo, o perdono?3. ¿Creo de verdad que la voluntad de Dios para mí ahora es la felicidad total?4. ¿Veo que el objetivo de esta relación es siempre la unión y no la separación?5. ¿Es mi interés en los demás igual que el interés en mí mismo, o solo me preocupan mis necesidades personales?6. ¿Me interesa recibir más que dar?7. ¿Trato de controlar a alguien en mi vida?8. ¿He elegido pedir en vez de amar?9. ¿Tengo fe y confianza en que Dios me ama completa, perfecta y eternamente?10. ¿Estoy decidido a hacer mi plan de vida, o a seguir el plan de Dios para mi vida?

Días después, cuando por fin pude tranquilizarme y pedir ayuda y orientación interna, escribí los siguientes controles para examinar si estaba volviendo a casa, vol¬viendo a Dios. Ni que decir tiene que suspendí los diez exámenes, pero empecé a ver el modo en que las distor¬siones y los engaños de mi ego me llevaron a creer que estaba separado de Dios. Quizá le sea de utilidad, como me sucedió a mí mismo, tomar cada día uno de estos diez controles e intentar aplicarlo a todas las situacio¬nes que se presenten..

EJERCICIO DE VISUALIZACIÓN DEL PERDÓN(Muchas personas me han dicho que este ejercicio de visualización del perdón les ha sido de gran ayuda.)

Cierre los ojos. Sitúese con su imaginación frente a un microscopio muy especial. Cuando usted mire por él, imagine que está viendo las células de su corazón. Míre¬las cuidadosamente y observe que son células redondas, que tienen la cara sonriente. Sonríen porque están

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lle¬nas y saturadas de amor. Tienen todo lo que necesitan, no precisan de nada del exterior. Su amor se extiende y se expande sin preguntar, sin juzgar. Cada célula es un microcosmos de usted y de mí. Nuestra identidad, como la identidad de la célula, es amor sin límites y, en nues¬tro verdadero estado, no necesitamos de nada del exte¬rior.Si mira cuidadosamente con su imaginación verá la energía que irradia del amor de las células, como una luz blanca que se hace cada vez más y más brillante. Vea la luz blanca que traspasa la membrana celular y que se une a la luz blanca de las otras células del cora¬zón. Vea ahora su corazón como una luz blanca maravillosa y pulsante, cada instante más brillante... Esa luz es un reflejo del amor de Dios. Dígase mentalmente en silencio: "Soy la luz del mundo."Ahora use su imaginación a pleno rendimiento. Vi¬sualice esa luz que inunda al resto de las células de su cuerpo. Vea como su cuerpo se transforma en un haz de luz. Vea a continuación su luz que se une y se funde con todos los otros haces de luz del universo hasta que solo hay una luz universal... una luz que a cada instante es más y más brillante.Piense ahora en alguien que le irrite o le deprima... alguien a quien no haya perdonado por completo. Pres¬cinda de toda percepción incorrecta que tenga de que usted le ha hecho daño o que él o ella le ha hecho daño a usted. Abandone el pasado y véalo como un sueño que se ha desvanecido. Use su imaginación y vea a esa per¬sona caminando en la luz y haciéndose luz y, a medida que eso sucede, dígase mentalmente:Te perdono y me perdono... ambos uno y el mis¬mo... Digo adiós a la culpa y al reproche...

El cuadro que viene al final de este capítulo contiene las sugerencias para vivir los principios de la verdad. Estas sugerencias son una guía diaria que nos ayuda a controlar nuestros pensamientos y a aplicar las leccio¬nes de este libro día a día.A lo largo del día, si es posible una vez a la hora, re¬pase el principio y aplíquelo a su actividad de entonces. Por la noche, antes de irse a la cama, tómese diez mi¬nutos para repasar las lecciones.. Abandone cualquier pensamiento negativo que haya tenido durante el día. Luego relájese y permítase sentir la paz de Dios.

SUGERENCIAS PARA VIVIR LOS PRINCIPIOS DE LA VERDAD1. Cuando se despierte por la mañana, re¬cuérdese que la paz del espíritu, la paz de Dios, es el único objetivo de hoy.2. Con ese fin, abandone cualquier pensa¬miento negativo de miedo o culpa que haya descubierto al despertar.Cierre los ojos e imagine los rayos del sol como el amor de Dios dirigido como un haz de luz hacia el centro de su corazón.

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Sienta ahora la luz del amor que se ex¬tiende desde su corazón irradiando a través de su cuerpo.Experimente la luz que se extiende des¬de usted y que se funde con todos los se¬res vivientes sin excepción.3. Recuerde que la voluntad de Dios para el día de hoy es la felicidad perfecta. Con una sonrisa en su cara y en su corazón, salga al mundo y extienda su felicidad.4. Decida que hoy no permitirá que otras per¬sonas o acontecimientos exteriores le ha¬gan feliz o desgraciado.5. Una vez leída la lección por la mañana, dé¬jela hacerse parte de usted manteniéndose en silencio diez minutos.