Adicciones y placer

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El crculo del deseo y el placer 1 Javier Tirapu UstÆrroz Natalia Landa GonzÆlez Iæaki Lorea Conde

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El círculo del deseo y el placer

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Javier Tirapu Ustárroz

Natalia Landa González

Iñaki Lorea Conde

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cerebro y adicción

una guía

comprensiva

Javier Tirapu Ustárroz

Natalia Landa González

Iñaki Lorea Conde

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Título: Cerebro y adicción. Una guía comprensiva.

Edita: Gobierno de Navarra

Departamento de Salud

Diseño gráfico: Javier Arbilla

Impresión: ONA Industria Gráfica S. A.

D.L.: NA 1388/2004

Autores:

Javier Tirapu Ustárroz: Neuropsicólogo. Servicio de atención neuropsicolo-

gía-neuropsiquiatría. Clínica Ubarmin. Elcano. Navarra. Fundación Argibide.

Natalia Landa González: Psicólogo clínico. Centro de Salud Mental de Tudela.

Iñaki Lorea Conde: Psicólogo clínico. Centro de Día Aldatu. Fundación

Proyecto Hombre. Navarra. Pamplona.

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Í n d i c e :

Presentación

Introducción

El círculo del deseo y el placer

...y vuelta a empezar

¿Bebe compulsivamente o es impulsivo?

¿Dónde está la voluntad?

La mentira como verdad inventada

Viejos cerebros para nuevos mundos

A modo de conclusiones

¿Y esto para qué sirve?

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P r e s e n t a c i ó n

El uso, abuso y dependencia de drogas ha sido interpretadode muy diversas maneras a lo largo de la historia. Estas

interpretaciones de un comportamiento tan “antiintuitivo” sehan impregnado en demasiadas ocasiones de tintes emociona-les, éticos o ideológicos.

Sobre las drogas y las conductas adictivas se ha escrito con pro-fusión, es un tema que nos atrae y nos desconcierta a partesiguales. Realmente tenemos dificultades para comprender, des-de nuestra perspectiva personal y única, cómo pueden existirsujetos que convierten la autoadministración de una sustanciaen su mayor motivación, cómo la autodestrucción puede con-vertirse en un motivo para mantenerse vivo, cómo algunos indi-viduos atentan contra los principios básicos Darwinianos de lasupervivencia y de la búsqueda de la adaptación.

La interpretación de las diferentes realidades que nos circundanse halla excesivamente contaminada por nuestros prejuicios.Aplicamos en demasiadas ocasiones el sentido común parahacer descripciones más o menos afortunadas de todo lo todolo que acontece a nuestro alrededor. Sin embargo, hemos detener en cuenta que fenómenos complejos requieren explica-ciones multifactoriales y que el sentido común que todosposeemos -o creemos poseer- tiende a errar, arrastrado pornuestra ideología, alejándonos de la comprensión global delhecho y encerrándonos en la descripción, mientras nos aleja delanálisis científico.

Sin embargo, a finales del siglo XX, asistimos a una revoluciónen el estudio de las relaciones cerebro-mente que no tiene pre-cedentes en la historia. A la luz de los nuevos conocimientossobre el funcionamiento cerebral, la neurociencia estudia lasadicciones desde un punto de vista multidisciplinario, esto es,

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mediante el aporte de metodologías no excluyentes como labiología, la neurología, la genética o la psicología. Todas estasaproximaciones, dentro de una nueva concepción de la mentehumana, son necesarias para comprender los procesos menta-les, particularmente los más complejos como son los implicadosen la conducta adictiva.

Los contenidos de esta guía no se escribieron, originalmente,para su divulgación general. Sus autores publicaron varios artí-culos en una revista especializada, con la intención de analizarlas conductas adictivas a la luz de los nuevos hallazgos sobre elfuncionamiento cerebral. Posteriormente, nos pareció interesan-te adaptarlo para extender su acceso a un grupo más amplio deprofesionales que desarrollan su labor cotidiana con sujetosadictos.

Consideramos que este texto nos acerca a un análisis científico,y a la vez comprensible, de dos aspectos íntimamente ligadoscomo son la propia conducta adictiva y el sujeto adicto. Su con-tenido pretende poner sobre la mesa temas para la reflexión,trata de provocar para que abramos nuestra mente a otrasmaneras de entender la complejidad del ser humano y buscaexplicar cómo procesos mentales y funcionamiento cerebral seunen en una única realidad.

No quiero finalizar esta breve presentación sin mostrar mi agra-decimiento a Javier, Iñaki y Natalia por las facilidades que noshan dado para la publicación de esta guía comprensiva.

FERMÍN CASTIELLA LAFUENTE

Director Técnico del Plan Foral de Drogodependencias

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I n t r o d u c c i ó n

El fenómeno de las adicciones ocupa un lugar de honoren cuanto a la cantidad de artículos que se publican

relacionados con los trastornos mentales y del comporta-miento. Tal vez esto sea debido a que el número de publi-caciones sobre un tema, en el fondo, no es más que lamanifestación del desconocimiento y de la curiosidad queproduce el mismo a los estu-diosos que tratan de acercar-se a él. Chomsky sugirió encierta ocasión que nuestraignorancia se podía dividiren problemas y misterios.Cuando abordamos un pro-blema no sabemos la solu-ción pero al menos intuimosque vamos buscando. Encambio, cuando nos acerca-mos a un misterio lo miramos fijamente, nos atrae y nosdesconcierta a partes iguales y no sabemos ni siquiera elaspecto que puede tener una solución. Esta afirmación queparece exagerada no lo es tanto, ya que todavía no hemoslogrado responder a la pregunta de por qué las personasse hacen adictas y adquieren y mantienen una conductatan desadaptada que les lleva en muchos casos a la auto-destrucción.

En los últimos años son muchas las investigaciones quehan tratado de indagar sobre las bases neurobiológicas dela adicción, es decir, sobre qué neurotransmisores y en quéregiones del cerebro actúan cuando se produce un fenó-

Todavía no hemos logradoresponder a la pregunta de

por qué las personas sehacen adictas y adquieren

y mantienen una conductatan desadaptada que les

lleva en muchos casos a laautodestrucción.

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meno adictivo. Aunque estos intentos son loables pareceque todavía nos hallamos alejados de dar con la clave que

pueda explicar las conductasadictivas, tal vez, porque estasconductas son paradigmáticasde la complejidad de la relacióncerebro-mente. En la actualidad,faltan “puntos de encuentro”entre lo que podríamos denomi-nar el cerebro microscópico dela neurobiológica (que reduce al

homo sapiens a homo “sinapticus”) y la mente macroscópi-ca de la psicología “clásica” (utilizando afirmaciones tanetéreas como “los adictos tienen una baja autoestima”). Unaperspectiva y la otra, una por exceso y la otra por defecto,no consiguen asentarse en terreno firme porque una olvidala mente y la otra no parece entender que cualquier inter-pretación de la realidad y del yo ocurre en el cerebro.

Para tratar de superar estas falsas diferenciaciones entrelo mental y lo orgánico es interesante partir de un marcoconceptual que aúne ambas aproximaciones, como la pro-puesta por el premio Nobel de medicina E. Kandel. Esteautor plantea que la adicción tiene una base genética, peroque ésta por sí sola no puede explicar la adicción, sino queel ambiente social interactúa con los genes modificando suexpresión y por tanto el funcionamiento de las neuronas.En este sentido, la terapia será eficaz si produce cambiospermanentes en las conductas porque éstas modificarán laexpresión de los genes, lo que a su vez producirá cambiosen el patrón de interacción de las neuronas.

Por otro lado, hemos de tener en cuenta que cualquiercomportamiento humano puede ser explicado por mode-

Nos hallamos alejados dedar con la clave que puedaexplicar las conductas adic-tivas, tal vez, porque estasconductas son paradigmáti-cas de la complejidad de larelación cerebro-mente.

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los proximales o por modelos distales. Los modelos proxi-males (de próximo), como la teoría del aprendizaje o lagenética, tratan de encontrar la causa inmediata de la con-ducta adictiva. En cambio, los modelos distales (de distan-te, lejano) intentan identificar la causa última de la misma,entre ellos están la psiquiatría y la psicología evolucionistaque tratan de explicar la adicción a partir de comprenderpara qué fue diseñado el cerebro humano. Estos modelosdistales parten de la premisa darwiniana de que cualquierfunción cerebral desempeña un papel en la búsqueda dela adaptación.

Otro aspecto de gran relevancia es el tema de las recaí-das, caballo de batalla en la intervención en drogodepen-dencias y gran escollo en los porcentajes de éxitos de losdiferentes tratamientos. El modelo de prevención de recaí-das de Marlatt y Gordon y el modelo sobre el craving deTiffany dan una relevante explicación a este fenómeno. Sinembargo creemos necesario elaborar una ampliación deestos modelos a la luz de los últimos avances en la inves-tigación en neurociencias respecto al funcionamiento cere-bral en general, y sobre lamemoria en particular.

Estos modelos son útilespara entender la complejaconducta humana, pero en laactualidad los modelos proxi-males se han impuesto y lapregunta suele ser simple-mente el “cómo” y casi nun-ca el “por qué” de las con-ductas, lo que nos ha llevado a un reduccionismo casiabsurdo en el que parece que el homo sapiens se reduce

La adicción tiene una basegenética, aunque ésta por si

sola no puede explicar laadicción, sino que el

ambiente interactúa con losgenes modificando su expre-sión y por tanto el funciona-

miento de las neuronas.

Introducción

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a simple química o a distorsiones cognitivas. Así, el cono-cimiento actual ha caido en el viejo refrán de “el árbol nonos deja ver el bosque”. De hecho, en el tema de lasadicciones, nos hemos contagiado de los postulados de lapsiquiatría biológica, embarcándonos en la “búsqueda delsanto grial”, intentando encontrar los neurotransmisoresresponsables de la adicción, el marcador biológico queexplique las causas de la conducta adictiva sin darnoscuenta que la relación cerebro-mente está en la base decualquier comportamiento humano, que cualquier marca-

dor biológico que encontre-mos va a resultar excesiva-mente inespecífico y que larealidad del ser humanoinmerso en un mundo tancambiante como el nuestroes mucho más compleja.

Asimismo hemos de tener en cuenta que en todo acer-camiento a una realidad compleja nuestro conocimientoestá impregnado de ideología que inevitablemente va acondicionar nuestra interpretación de dicha realidad.Cuando nos acercamos a un problema tan complejo comola adicción, el nivel interpretativo aumenta exponencial-mente posiblemente por la necesidad de explicar aquelloque resulta inexplicable. En el tema de las adicciones estosprejuicios no han superado aún un mero nivel descriptivodel problema tampoco se han adentrado en sus causas loque hace que estos apriorismos funcionen como creenciascercanas al tópico.

Así, la interpretación de la conducta del adicto (diferen-ciada de la conducta adictiva que hemos abordado hastaaquí) ha estado siempre impregnada de connotaciones

Nuestro conocimiento estáimpregnado de ideologíaque inevitablemente va acondicionar nuestra inter-pretación de la realidad.

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negativas que, sin duda, influyen en la intervención tera-péutica y menoscaban nuestra relación con el paciente.Buscamos la causa del problema basándonos en la entre-vista clínica en la que se establece una continua negocia-ción donde el terapeuta solicita información y el pacienteda. Este es el pilar básico de la evaluación, la entrega deinformación fiable por parte del paciente. Pero ¿qué es unainformación fiable?. Cuando hablamos de fiabilidad nosreferimos a una información que encaje en la manera quecada uno tiene de entender la patología que trata de abor-dar. En este sentido, debemosreconocer que en ocasionesinducimos al paciente aentregarnos datos que enca-jen en nuestro modelo deintervención lo que produceun efecto tranquilizador enambas partes.

Cuando nos referimos a tópicos no lo hacemos de formapeyorativa, simplemente hacemos referencia a una serie deprincipios generales que se aplican a todos los casos aná-logos y de los que se obtiene la prueba para el argumentodel discurso. En este sentido, no pensamos que determi-nados tópicos no sean ciertos, simplemente consideramosque funcionan como esquemas mentales preestablecidosen los que uno no se cuestiona el cómo y el por qué, sim-plemente se asumen como verdades.

Así, se suele afirmar que cuando un adicto persiste en laconducta de consumo tras someterse a un tratamiento care-ce de motivación o “no tiene fuerza de voluntad”. Esta sue-le ser la interpretación incluso cuando el sujeto asegura sudeseo de mantenerse abstinente. En cambio, lo que debe-

En ocasiones inducimos alpaciente a entregarnos datos

que encajen en nuestromodelo de intervención lo

que produce un efecto tran-quilizador en ambas partes.

Introducción

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ríamos plantearnos es qué sucede en el cerebro de unapersona para que persista en una conducta que conllevapara él importantes consecuencias negativas.

De la misma manera, sostenemos que el toxicómanomiente. En ocasiones, esta mentira se explica por sí sola en

función de las consecuenciasque para él podría tener decirla verdad. Sin embargo, confrecuencia estos beneficios dela mentira no son tan obviosy a veces las mentiras delpaciente llegan a ser absurdaspor insostenibles. Debemoscuestionarnos si la mentira

del adicto es un engaño al terapeuta o un autoengaño enel que la propia percepción de la realidad se ha modifica-do para sostener un determinado concepto del yo. En cual-quier caso, ¿qué relación cerebral tiene la mentira, la nega-ción y otros fenómenos de distorsión de la realidad queaparecen en los adictos con el funcionamiento cerebral?

Deberíamos plantearnosqué sucede en el cerebro deuna persona para que per-sista en una conducta queconlleva para él importantesconsecuencias negativas.

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Millones de años de evolución han dado como resulta-do la configuración actual del ser humano. Asimismo,

sus sistemas cerebrales han sido modelados bajo el man-dato de la selección natural. Entre estos sistemas destaca,debido a su implicación en las conductas adictivas, eldenominado “sistema de recompensa cerebral”.

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Este circuito ha permitido al ser humano (y a todos losmamíferos) la emisión de una serie de conductas funda-

mentales para la superviven-cia, como la conducta ali-mentaria o la conductasexual. La activación de estoscentros cerebrales tienecomo consecuencia que elorganismo experimente unaimportante sensación de pla-cer, así como que guarde ensu memoria los estímulos quecontextualizan la realización

de dichas conductas. De esta manera, cuando en el futuroel sujeto se exponga a estímulos similares a los que perci-bió cuando su sistema de recompensa se activó, la reaccióninmediata será percibida como de deseo, de acercamiento.Quizás una frase popular que resume este proceso puedeser esa que dice “de ver, dan ganas”: cuando miramos unaescena en la que alguien come nuestro plato favorito(esperando en la cola de un restaurante, por ejemplo) laboca se inunda de saliva y deseamos que la espera termi-ne cuanto antes para ponernos a comer. Nuestro sistemade recompensa se activa y nos dice “prepárate, ahora hayalgo importante (para tu supervivencia) que tienes quehacer”.

Imaginémonos por un momento que ni la conductasexual ni la alimentación estuvieran inseparablemente uni-das a la experimentación de placer. Imaginemos que nues-tros remotos antepasados no hubieran experimentado nideseo de comer o beber ni las sensaciones agradables quevan emparejadas a la conducta sexual. Entonces, estas

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Cuando en el futuro el sujeto se exponga a estímulos similares a los per-cibidos cuando su sistemade recompensa se activó, lareacción inmediata serápercibida como de deseo, deacercamiento.

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conductas serían “obligaciones” que elser humano tendría que realizar parapoder mantenerse con vida o repro-ducirse. Podría ser algo parecido aesto: “vamos a comer, que esnecesario porque si no, nosmoriremos”, o “tenemos quetener relaciones sexuales, siqueremos dejar descenden-

cia”. Con toda seguridad, hoy no estaríamos aquí para con-tarlo, ya que la especie humana se habría extinguido. Sinuestros antepasados no hubieran contado con esta “seña-lización cerebral” en forma de deseo y de placer, estas con-ductas tan básicas para mantener al organismo con vida yrealizar copias de sí mismo no habrían sido realizadas, conlo que la especie humana se habría extinguido.

En definitiva, la evolución de los mamíferos (y por lotanto de la especie humana) se ha encargado de empare-jar una gran cantidad de placer a ciertas conductas a fin degarantizar su supervivencia. Estas sensaciones están media-tizadas por la activación de un conjunto de núcleos cere-brales que se han denomina-do “sistema de recompensacerebral”.

El origen de este conceptodata de la década de los 50,cuando James Olds y PeterMilner realizaban experimen-tos con ratas para tratar decomprobar si existía alguna relación entre un centro cere-bral llamado formación reticular y la motivación y apren-dizaje. Para ello, implantaban unos electrodos en este

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Los adictos buscan la drogapara experimentar elrefuerzo positivo y no

necesariamente para evitarlos síntomas del síndrome

de abstinencia.

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núcleo y ponían a las ratas a hacer una tarea, que era apre-tar una palanca. Cuando la rata apretaba la palanca, una

pequeña descarga eléctrica se aplicaba al electrodo.

Pero en uno de sus experimentos, coloca-ron el electrodo de manera erró-

nea (probablemente en elhipotálamo lateral) y sesorprendieron al compro-

bar que el animal apretaba la palanca sin parar. Trasdeparar en su “error”, decidieron seguir estudiando estefenómeno y concluyeron que habían descubierto unosmecanismos cerebrales implicados en el refuerzo positivo(experimentación del placer). Sus resultados eran impre-sionantes: la estimulación del cerebro en estas áreas daba“recompensa” en animales sanos, que no se cansaban deapretar la palanca y que preferían estimular su cerebro arecibir otro tipo de recompensas como la comida. Enlugar de comer, apretaban la palanca hasta morir por ina-nición.

Posteriormente, se comprobó que las ratas aprendían aautoadministrarse drogas en ciertas zonas del cerebro paraexperimentar sus efectos positivos, mientras que no lohacían en otras áreas y que dichas inyecciones no provo-caban síndrome de abstinencia.

Estos descubrimientos fueron reforzando la teoría de quelos adictos buscan la droga para experimentar el refuerzopositivo y no necesariamente para evitar los síntomas delsíndrome de abstinencia. Si una propiedad característica delas drogas es activar selectivamente el sistema de recom-pensa, entonces podrían inducir a que el cerebro evalúelas situaciones en que se consumen drogas como “de vitalimportancia para la supervivencia”.

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Aunque cada droga posee un mecanismo de acción enparticular, todas las sustancias de abuso afectan más omenos directamente a un circuito neuronal llamado siste-ma de recompensa mesolímbico dopaminérgico. Estadenominación se debe a que el conjunto de centros que locomponen (área tegmental ventral, núcleo accumbens y laamígdala extendida) forman parte del mesencéfalo y delsistema límbico. Además, el neurotransmisor más implica-do en el funcionamiento de este sistema (aunque no demanera exclusiva) es la dopamina.

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Vía 1.- Desde la sustancia nigra hacia los gangliosbasales y de ahí a la corteza motora. Esta vía hace quela gente se ponga físicamente en movimiento.

Vía 2.- Desde el caudado hacia la corteza orbital pre-frontal y hacia la corteza premotora. Genera el deseode actuar.

Vía 3.- Desde el núcleo ventral tegmentario hacia losganglios basales, y desde allí al bulbo olfatorio y allóbulo central. Genera sensación de placer, energíamental y deseo de iniciativa.

Fuente del dibujo: Rita Carter. El nuevo mapa del cerebro. Integral 1998.

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Se sabe que las drogas inciden selectivamente en estoscentros y que activarlos trae como consecuencia la experi-mentación de “recompensa” y la facilitación del aprendiza-je de las conductas que se realizan cuando se consume

drogas. Por lo tanto, la repe-tición en la activación deestos núcleos (como conse-cuencia del consumo de lasustancia) estaría induciendoen el cerebro a un aprendiza-je erróneo del tipo “ahora lomás importante para misupervivencia es tomar la

droga” y este proceso sería un mecanismo imprescindibledel hábito adictivo. Hay que tener en cuenta que como elsistema de recompensa se localiza principalmente enestructuras subcorticales del cerebro (es decir, evolutiva-mente más viejas que el córtex cerebral), no tiene accesoal procesamiento consciente o voluntario y aunque su acti-vación se traduce en conducta, lo hace de una maneraprincipalmente encubierta.

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“Ahora lo mas importantepara mi supervivencia estomar la droga” y este proceso es un mecanismoimprescindible del hábito adictivo.

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Sin duda alguna, uno de los fenómenos más característi-cos (y también más exasperantes) de las drogodepen-

dencias es la frecuencia con la que ocurren las recaídas enel hábito adictivo. No pocas veces, estos acontecimientos

...yvuelta aempezar

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ponen a prueba nuestra capacidad de interpretación de larealidad (¿por qué está ocurriendo esto?) e incluso nuestro“optimismo terapéutico”. En estas situaciones, nos vemosdesbordados y quizás con demasiada frecuencia, tendemosa entender estos hechos en términos de “es que no quiere

dejar de consumir”, “no estáconvencido de dejar las dro-gas” o incluso “me estátoreando y haciendo perderel tiempo”.

En este sentido, es posibleque considerar algunosaspectos del funcionamientocerebral nos aporte un poco

de luz y nos ayude a considerar otra serie de alternativascon las que poder comprender la aparición de las recaí-das (y por lo tanto acompañar y guiar al paciente a travésde ellas).

El cerebro humano tiene alrededor de 100.000 millonesde neuronas y cada una de ellas puede tener de 1 a 10.000conexiones con otras neuronas. Estas complejas intercone-xiones conforman circuitos, cuya activación es responsablede la guía de nuestros cuerpos, nuestras conductas y nues-tros pensamientos. Lo sorprendente es que, de manerasimultánea, nuestras conductas y pensamientos estánmodificando continuamente los patrones de conexiones delas neuronas, es decir, están modificando los circuitos delcerebro.

Imaginemos un enorme árbol de navidad, con 100.000millones de bombillas que normalmente parpadean alazar. De repente, cuando un subconjunto de estas bom-billas (circuito cerebral), distribuidas por todo el árbol,

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Las interconexiones neuro-nales conforman circuitos,cuya.activación es responsa-ble de la guía de nuestroscuerpos, nuestras conductasy nuestros pensamientos.

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empiezan a parpadear de manera sincronizada, estehecho se corresponde con la realización de una conduc-ta organizada, o con el pensamiento consciente de unhecho; la identificación de un rostro conocido entre unamultitud o la resolución acertada de un problema puedenser buenos ejemplos de este parpadeo sincronizado debombillas.

Por otra parte, sabemos que si un circuito neuronal esestimulado (es decir, se encienden las bombillas), las cone-xiones entre las neuronas se refuerzan y dicho circuito sehace más robusto y resistente a la desaparición. Una fraseque resume este proceso es“las neuronas que se dispa-ran juntas se conectan jun-tas”. La consecuencia es quelos procesos mentales y conductuales controlados pordicho circuito se refinan y automatizan. Cuanto más serepitan las mismas acciones y pensamientos (practicar unsaque de tenis, o memorizar una tabla de multiplicar, porejemplo), más se fomenta la creación y refuerzo de cone-xiones cerebrales y más se fijan los circuitos neuronales de

...y vuelta a empezar

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Las neuronas que se disparanjuntas se conectan juntas.

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esa actividad en el cerebro. En sentido inverso, si los cir-cuitos no son ejercitados, las conexiones no serán reforza-das, lentamente se debilitarán y puede que lleguen a per-derse.

Pero, ¿qué es lo que tiene que ver todo esto con el fenó-meno de las recaídas? Si nos situamos en el proceso decreación de un hábito adictivo, comprobaremos que lasconductas de consumo de drogas se producen decenas,centenares de ocasiones, o miles de veces quizás, antes deque el sujeto pierda el control sobre la autoadministraciónde drogas. Durante este espacio temporal, los circuitosimplicados en la realización de estas acciones se exponena un conjunto de situaciones, realizan conductas tendentesa conseguir un objetivo y experimentan el refuerzo de ladroga. Por lo tanto, los circuitos que se encargan de perci-bir los contextos, de procesar la información y de realizarlas conductas necesarias para conseguir la sustancia se dis-paran juntos y tal y como hemos señalado anteriormente,se conectan juntos. El efecto de esta conexión, cuando seinstaura un hábito patológico, es que, como proponeTiffany, la conducta de consumo de drogas:

a) se automatiza y ejecuta con rapidez y eficacia.

b) resulta difícil de inhibir.

c) se realiza sin apenas esfuerzo cognitivo, pudiendocompletarse en ausencia de intención consciente.

d) las secuencias conductuales quedan almacenadasen registros de memoria a largo plazo.

En definitiva, se refiere a un mecanismo de aprendizajeimplícito, que se realiza con independencia de los meca-

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nismos que intervienen en las conductas conscientes ovoluntarias.

En un cerebro afectado por una adicción se han realiza-do fuertes ensamblajes neuronales capaces de detectar estí-mulos que señalan la disponibilidad de una droga, degenerar deseo de consumirlay de efectuar las accionesnecesarias para ello. Fruto dela repetición de la conducta,las bombillas de nuestroárbol de navidad adquierenuna predisposición para par-padear juntas y esto se traduce en que el sujeto se encuen-tra más vulnerable a que, ante la presencia de estímulosadecuados (una celebración a la que es invitado un sujetoque padece un alcoholismo, por ejemplo), se desencadenede manera automática una conducta (pedir una copa dechampán y beber) que tras haber sido repetida cientos deveces en el pasado, se encuentra fuertemente asociada a lapercepción de ciertos contextos.

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Los ensamblajes neuronalespredisponen al sujeto hacia la emisión de conductas de acercamiento y consumo de drogas.

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En nuestra vida cotidiana escuchamos frecuentementeque alguien “tiene un beber compulsivo” o que “es

muy impulsivo y no sabe controlarse”. De esta maneraparece que los términos impulsión y compulsión significanlo mismo y se pueden utilizar indistintamente. Así, se sue-

o es impulsivo?

compulsivamente

¿Bebe

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le decir que un adicto “consume compulsivamente” cuan-do lo hace sin control sobre su propia conducta. Sinembargo, es importante señalar que las descripciones de

ambos estilos de comportamiento(impulsivo y compulsivo) resul-tan contrapuestas. Desde estepunto de vista, la confusión ter-minológica entre impulsión-com-

pulsión al referirnos a las adicciones dificulta la compren-sión de este fenómeno tan complejo.

En primer lugar, hay que señalar que aunque las clasifi-caciones internacionales que se emplean habitualmente enla clínica consideran las adicciones y los trastornos del con-trol de impulsos como entidades independientes, podemosencontrar muchas similitudes entre ambos diagnósticos. Dehecho, son numerosos los autores que consideran el juegopatológico (principal diagnóstico dentro de la categoría detrastornos del control de los impulsos) como una adicciónsin sustancia.

Así, el Manual para el diagnóstico de los trastornos men-tales de la Asociación Psiquiátrica Americana en su 4ª edi-ción, describe el trastorno del control de los impulsos (TCI)como “la dificultad para resistir un impulso, una motivacióno una tentación de llevar a cabo un acto perjudicial para lapersona o para los demás”. Mientras que en este mismomanual se incluye dentro de los criterios para el diagnósti-co de la dependencia a las diferentes sustancias “la presen-cia de esfuerzos infructuosos para interrumpir el consumo”.Esta característica podría traducirse como “la dificultad pararesistir un impulso de llevar a cabo un acto perjudicial parala persona o para los demás”, con lo que se hace evidenteel paralelismo entre ambos problemas de conducta.

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Se dice erróneamente queun adicto “consume compulsivamente” cuandolo hace sin control.

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Por otro lado, en este mismo Manuallas compulsiones se definen como“comportamientos o actos mentalesde carácter repetitivo, que el indivi-duo se ve obligado a realizar enrespuesta a una obsesióno con arreglo a ciertasnormas que debe seguirestrictamente”. Es impor-tante destacar que elobjetivo del sujeto enambas conductas es muy diferente. Así, en los actosimpulsivos el individuo percibe una sensación de tensióno activación interior antes de cometer el acto y luegoexperimenta placer o liberación en el momento de llevar-lo a cabo. Hay que destacar que las conductas impulsivassuelen conllevar gratificación en si mismas, es decir,beber, consumir drogas o jugar son agradables por si mis-mas. Esto se contrapone a lo que ocurre en la compulsión,en la que el individuo puede experimentar alivio o reduc-ción del malestar pero enningún caso experimentaplacer. Resulta imposibleencontrar gratificación algu-na en comprobar 20 vecesque se ha apagado el gas oen realizar costosos ritualespara evitar daños a personas queridas. Por tanto, el finúltimo de cualquier conducta impulsiva es la obtención deplacer (en términos de terapia de conducta diríamos quese mantiene por refuerzo positivo) mientras que la com-pulsión busca disminuir el malestar (tiende a repetirse porrefuerzo negativo).

¿Bebe compulsivamente o es impulsivo?

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Las conductas impulsivas suelen conllevar gratificación

en si mismas, en cambio laconducta compulsiva en nin-gún caso proporciona placer.

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Por otra parte, en los trastornos compulsivos el sujetovive la propia conducta como no deseada, desagradable yajena a él y, al menos en el inicio de la enfermedad, luchapor evitar la conducta compulsiva. En cambio, es propio

de los trastornos impulsivosel ser egosintónico (deseadopor el yo) y, al menos en elinicio del trastorno, no moles-to para el sujeto a pesar desus consecuencias negativas.Este hecho se refleja clara-

mente en la evolución de la conciencia de enfermedad enambos trastornos. Así, en el Trastorno obsesivo-compulsi-vo (TOC), durante las primeras etapas aparece una claraconciencia de que las compulsiones son patológicas y apa-rece una resistencia interna a las mismas. Sin embargo, sila enfermedad se cronifica dicha resistencia tiende a dis-minuir o incluso a desaparecer en algunos casos de formaparalela a la disminución de la conciencia de enfermedad.Por otro lado, si consideramos el juego patológico o ladependencia a sustancias, destaca en el inicio la ausenciade conciencia de enfermedad que, contrariamente a lo queocurre en el TOC, va aumentando a lo largo de la evolu-ción del trastorno. Así en algunos casos crónicos, a pesarde que la conducta persista nos encontramos con una cla-ra conciencia del problema e incluso con una percepcióncomo desagradable de la propia conducta adictiva.

Asimismo, resulta interesante tomar en consideración lamanera en que el miedo interviene en ambas patologías.Para comprender el papel que juega esta emoción hay quetener en cuenta que desde una perspectiva evolucionista elmiedo es un mecanismo adaptativo que surgió y se man-

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El miedo es un mecanismoadaptativo que surgió y semantiene porque conllevaclaras ventajas para lasupervivencia del individuo.

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tiene porque conlleva claras ventajas para la supervivenciadel individuo y de la especie. No obstante, a pesar de suutilidad general, con frecuencia nos encontramos con suje-tos en los que la existencia del miedo resulta claramentedesadaptativa. Desde esta perspectiva, consideramos algu-nos síndromes ansiosos (o como podrían denominarse“trastornos del miedo”, entre los que se incluye el trastor-no obsesivo-compulsivo) como una alteración por excesode los mecanismos de miedo adaptativos. De esta manera,aunque en un cierto grado el miedo a las alturas, a anima-les potencialmente veneno-sos, a salir del entorno fami-liar o al rechazo social puedaser adaptativo, si estas res-puestas del organismo seincrementan demasiado o segeneralizan más allá de lospeligros reales, se produce untrastorno por exceso del mie-do. En esta misma línea, con-sideramos la existencia de lostrastornos del miedo pordefecto, es decir, ante deter-minados estímulos de recienteaparición (máquinas tragape-rras, nuevas drogas de síntesis…), no se ha producido aúnla generalización del miedo para protegernos de ellos. Dehecho, en algunos sujetos parece haber un trastorno pordefecto generalizado, esto es, las señales de miedo sondemasiado leves, demasiado difusas o están circunscritas aescasos estímulos de tal forma que el organismo se veexpuesto continuamente a peligros y no sabe reaccionarante posibles consecuencias dañinas.

¿Bebe compulsivamente o es impulsivo?

29

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Así, tomando como eje la presencia del miedo, podemosestablecer un continuo entre el exceso de miedo (hiperfo-bia), que genera en la práctica clínica un gran porcentaje

de las consultas, y la caren-cia de miedo (hipofobia)que dejaría al sujeto expues-to a numerosos peligros(drogas, conducción peligro-sa, peleas frecuentes) paralos que no busca protección.A primera vista puede pare-cer que éstos no toman con-tacto con los profesionalespero en realidad sí lo hacenaunque generalmente no

por iniciativa propia sino por imperativo legal, laboral ofamiliar.

Como consecuencia de este mal funcionamiento delmecanismo del miedo, en las personas con un trastornoobsesivo-compulsivo que, por ejemplo se lavan las manosdecenas de veces antes de comer por temor a contaminar-se, encontramos una continúa sobreestimación del daño,todo puede ser un peligro para el organismo, lo que les lle-va a una evitación continua del peligro y el riesgo, para loque pone en práctica las diferentes compulsiones. Por elcontrario, en los trastornos “impulsivos” se subestima laexistencia de peligro y la posibilidad de daño para unomismo, nada provoca el estado de alerta en el organismo,lo que lleva al sujeto a la búsqueda continua de riesgos ya ponerse en peligro para conseguir esa activación de laque habitualmente carece. Así, se produce una búsquedaactiva del placer inmediato en detrimento de la evitación

Cerebro y Adicción: una guía comprensiva

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En los trastornos “impulsivos” se subestima laexistencia de peligro y laposibilidad de daño parauno mismo, nada provoca elestado de alerta en el orga-nismo, lo que lleva al sujetoa la búsqueda continua deriesgos y a ponerse en peligro.

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de posibles riesgos futuros, lo que se ha denominado “mio-pía de futuro”.

Por lo tanto, a pesar de que ambos términos se hanempleado popularmente como intercambiables y esta con-fusión se ve reflejada incluso en la literatura científica (loque se ejemplifica de forma clara en la denominación porparte de algunos autores de “juego compulsivo” al impul-so patológico a jugar), nos encontramos ante dos concep-tos que aunque muestren en ocasiones un mismo patrónconductual son en muchas características contrapuestos.Las diferencias entre impulsión y compulsión se resumenen la tabla I:

Tabla I: Comparación impulsión – compulsión.

En cuanto a las posibles intervenciones psicológicas, hayque señalar que la técnica que ha demostrado mayor efica-cia en el tratamiento de ambos trastornos es la denomina-da “exposición con prevención de respuesta”. Este trata-miento consiste en someter al sujeto a una situación queteme o que desencadena un impulso irrefrenable y evitar la

¿Bebe compulsivamente o es impulsivo?

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IMPULSIÓN COMPULSIÓN

Obtener placer Disminuir malestar

Egosintónico (deseado) Egodistónico (no deseado)

Alteración del miedo Alteración del miedopor defecto (Hipofobia) por exceso (Hiperfobia)

Subestimación del daño Sobreestimación del daño

Búsqueda del riesgo Evitación del riesgo

Búsqueda de felicidad Evitación del miedo

Locus de control externo Locus de control interno

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respuesta que el sujeto daría en condiciones normales, deevitación en el primer caso y de impulsividad en el segun-do. Por tanto, debemos preguntarnos por qué la misma

técnica resulta eficaz para pro-blemas “contrapuestos”. Estacoincidencia puede explicarseentendiendo que los mecanis-mos de acción son diferentes enambos casos: en el primero nose permite al sujeto que evite y

en el segundo no se le permite que explore. En este senti-do, sería más adecuado denominarlas “técnicas de exposi-ción con prevención de respuesta evitativa” para las com-pulsiones versus “técnicas de exposición con prevención derespuesta exploratoria” para los impulsos o adicciones.

Por último, hay que señalar que mientras las impulsionesse guían más por estímulos externos (locus de controlexterno), es decir, el ambiente tiene una gran influencia enla conducta del sujeto, en las compulsiones la conductaresponde más a estímulos internos (locus de control inter-no), como la ansiedad o los pensamientos obsesivos. Poreso, en las conductas impulsivas como las adicciones soneficaces las terapias basadas en el control estimular, lossujetos suelen funcionar bien en centros aislados donde noestán expuestos a situaciones relacionadas con el consumoy en general se les recomienda que eviten situaciones deriesgo como forma de prevenir las recaídas. En cambio enel TOC el control estimular resulta más complicado, preci-samente porque estos sujetos responden a estímulos inter-nos, como la inquietud generada por haber dejado unatarea inacabada o el miedo a haber dejado la llave del gasabierta, que resultan más difíciles de controlar.

Cerebro y Adicción: una guía comprensiva

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En las conductas impulsi-vas como las adicciones son eficaces las terapias basa-das en el control estimular,los sujetos suelen funcionarbien en centros aislados.

Page 34: Adicciones y placer

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En nuestra labor clínica cotidiana es frecuente encon-trarnos con pacientes que definimos como impulsivos,

a los que atribuimos una incapacidad para anticipar lasconsecuencias de sus conductas. Afirmamos que carecende objetivos y planes a largo plazo, que tienen dificultadespara ponerse en el lugar del otro y que demuestran una fal-ta evidente de motivación. Esta definición que muy bienpuede ser aplicada a un gran número de drogodependien-tes plantea la duda de a qué nos referimos con el concep-

la voluntad?

¿Dónde está

Page 35: Adicciones y placer

to de motivación. En princi-pio, la motivación podríaser definida como la energíapuesta a disposición de larealización de un acto agra-dable o la evitación de unaconducta que a largo plazopuede tener efectos negati-vos o perniciosos. Esta defi-nición se halla muy cercana al concepto más clásico devoluntad aunque este segundo concepto presenta unasconnotaciones más rígidas, estables y, si se quiere, mora-les. Por ejemplo: cuando afirmamos que “alguien estámotivado para estudiar” lo que estamos afirmando no estácarente de cierta complejidad: según nuestra definicióneste individuo, motivado, genera imágenes mentales sobrelos aspectos positivos de la conducta de estudiar y estasimágenes generan, a su vez, emociones positivas quedotan de energía al sistema cerebral, energía necesaria para

ponerse en funcionamiento yordenar al cuerpo que sesiente delante de un libro dematemáticas.

En este sentido, llevamosaños trabajando con los adic-tos, intentando enseñarlescomo anticipar las conse-cuencias de su conducta paraintentar así controlarla, peroposiblemente no nos hemos

percatado del papel que juegan las emociones para que seproduzca una potenciación de la motivación hacia el cam-

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La motivación podría serdefinida como la energíapuesta a disposición de larealización de un actoagradable o la evitación deuna conducta que a largoplazo puede tener efectosnegativos.

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bio y el mantenimiento del mismo. Evidentemente unaemoción negativa puede controlar una conducta, perocuando nos referimos a sentir una emoción estamos dicien-do que un proceso mental(que puede entendersecomo un pensamiento oimaginarse en una situa-ción determinada) debegenerar un estado visceral(entendido no como radi-cal sino como sentido enlas “vísceras”) que guíenuestro comportamiento.Es decir, cuando el sujetose imagine las consecuencias a las que le puede llevar elconsumo de la sustancia a la que es adicto debe sentir ensu cuerpo una sensación desagradable que le haga alejar-se de ese peligro. Desde esta perspectiva reconoceremosque es muy frecuente ver en la clínica la actitud de muchospacientes que conocen cómo deben de actuar (porque asíse lo hemos enseñado con nuestra intervención) pero noactúan como se espera de ellos. El motivo fundamental esque en el cerebro los procesos de pensamiento (cognición-conocimiento) y los emocionales se hallan disociados.Como señalan Johns y Quay “los adictos conocen las letrasde la emoción pero no su música”.

No sólo en el área de intervención que nos ocupa, sinoen otras (como el trastorno límite, trastorno disocial de lapersonalidad, etc.) es frecuente encontrarnos con indivi-duos que no saben decidir bien lo que es bueno para ellos,no saben seleccionar una respuesta ventajosa en términosde supervivencia y calidad de dicha supervivencia (entre

¿Dónde está la voluntad?

35

Una imagen emocional nega-tiva puede controlar una con-ducta, pero cuando nos referi-mos a imagen emocional esta-

mos diciendo que la imagenmental debe generar una emo-

ción, un estado visceral queguíe nuestro comportamiento.

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ellas la salud física y mental). Sin embargo, estos sujetospresentan una inteligencia intacta, no acorde con lo desa-certado de sus decisiones, lo que nos vuelve a conducir alhecho de que la inteligencia y la voluntad son aspectosdiferenciados de la conducta humana. Con demasiada fre-cuencia, hemos asistido a juicios donde se plantea que lainteligencia y la voluntad son dos aspectos inseparables yque una inteligencia intacta equivale a una voluntad con-servada porque el sujeto conoce las consecuencias de suconducta. La inteligencia genera posibilidades de acciónpero la voluntad opera a través de las emociones para indi-car qué posibilidad es la más acertada para la superviven-cia. La voluntad es la capacidad de seleccionar en funciónde los resultados a largo plazo y no de las consecuenciasa corto plazo. En este sentido, la voluntad (o el marcadorsomático como luego lo denominaremos) fuerza la aten-ción sobre el resultado negativo al que puede conducir unaacción determinada enviando una señal de peligro quecontrola la conducta. Por ejemplo: si me gusta correr conmi coche y me imagino las consecuencias de un accidentea gran velocidad (atrapado en el coche, meses en el hos-pital, parapléjico, etc.), estas imágenes me “hacen sufrir”por lo que evito esa conducta.

Una hipótesis muy atracti-va que trata de explicar estose denomina la “hipótesisdel marcador somático” y sedesarrolló para dar respuestaa una serie de observacionesclínicas en pacientes neuro-

lógicos afectados de daño cerebral justo en la región quese encuentra debajo de la frente (por eso llamado lóbulo

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La inteligencia genera posibili-dades de acción pero la volun-tad opera a través de las emo-ciones para indicar que posibi-lidad es la mas acertada parala supervivencia.

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frontal). Este grupo particular de pacientes no podían serexplicados en términos de defectos en el razonamiento,toma de decisiones, capa-cidad intelectual, lengua-je, memoria o atenciónbásica. Sin embargo, susdificultades eran obviasen el funcionamiento coti-diano presentando seve-ras dificultades en eldominio personal y social.

La hipótesis del marcador somático debe ser entendidacomo una teoría que trata de explicar el papel de las emo-ciones en el razonamiento y toma de decisiones. Lasobservaciones del autor que la desarrolló (Damasio) seña-laban que pacientes que padecían lesiones cerebrales en laregión frontal realizaban adecuadamente los test de razo-namiento e inteligencia pero tenían comprometida su habi-lidad para expresar emociones y eran muy torpes paratomar decisiones acertadas en su vida cotidiana. Si con unainteligencia conservada el sujeto presenta dificultades en latoma de decisiones hemos de deducir que existen otrosaspectos o factores que están incidien-do en el problema.

Para intentar demostrar esta hipó-tesis se ha propuesto la prueba del“Juego de cartas” de Bechara. Estaprueba consiste en un juego de cartasdonde el sujeto tiene que levantar car-tas de cuatro barajas diferentes(A,B,C,D). Aunque el sujeto no lo sabe,con las barajas A y B se ganan cantidades

¿Dónde está la voluntad?

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Si con una inteligencia conservada el sujeto presenta

dificultades en la toma de decisiones hemos de deducir

que existen otros aspectos o factores que están incidiendo

en el problema.

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variables de dinero, con una media de ganancia por cartade 60 euros, y se pierden cantidades variables con unamedia de pérdida de 750 euros. Por otro lado, con las bara-jas C y D se ganan cantidades cuya media es de 30 eurosy se pierde una media de 240 euros por cada diez cartaslevantadas. El juego concluye cuando se han levantadocien cartas. Conocemos que en la población control lossujetos levantan cartas al azar hasta el movimiento treintaaproximadamente a partir del cual optan por jugar con lasbarajas C y D (decisiones ventajosas a largo plazo) y quelos sujetos afectados por lesiones en el córtex prefrontaljuegan con las barajas A y B o de forma caótica a lo largode los 100 movimientos. La hipótesis más plausible paraexplicar este caso radica en que los sujetos normales pue-den después de un número de movimientos determinado(unos treinta) establecer balances que les conducen atomar decisiones ventajosas a largo plazo, hecho que noocurriría en afectados por lesiones del córtex prefrontal nien sujetos con trastorno disocial de la personalidad.

En este sentido, nuestras experiencias se clasifican en elcerebro (básicamente como positivas o negativas) y estaclasificación nos guía en el futuro para tomas de decisio-nes al clasificar tipos de opciones, posibles resultados deesas opciones y conexiones entre opciones y resultados.

Cuando hablamos de toma de decisiones damos por sen-tado que quien decide posee conocimientos sobre la situa-

ción que requiereuna decisión,sobre las distin-

tas opciones oposibilidades de

solución y sobre las

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consecuencias inmediatas y futuras de cada una de estasopciones. El marcador somático, en este sentido forzaría laatención hacia las consecuencias a las que puede conduciruna acción determinada yfunciona como una señalde alarma automática antelo inadecuado de algunasdecisiones. Esta señal, quees básicamente emocional,puede llevarnos a rechazar inmediatamente el curso deacción, con lo que nos guiará hacia otras alternativas.

Desde la perspectiva de Damasio podemos plantearalgunas reflexiones de indudable interés para un acerca-miento más adecuado al estudio de la voluntad y la moti-vación en los adictos: hay individuos que pueden razonaradecuadamente sin embargo sus emociones no acompañanal razonamiento; cuando existe un deterioro en esta nece-saria integración entre pensamiento y emoción ocurre queel dominio personal y social es el más afectado; existe unarelación íntima entre razonamiento (cerebro) y emoción(cuerpo) ya que el organismo constituido por la asociacióncerebro-cuerpo interactúa con el ambiente como un todo.

Esta hipótesis resulta muy sugerente para explicar lasconductas adictivas por varios aspectos. El primero de elloshace referencia al papel que puede jugar la falta de activi-dad en el lóbulo frontal que ha sido encontrada en adictos,en la falta de voluntad exhibida por estos sujetos. Ensegundo lugar explicaría el escaso efecto que tiene la inter-vención cognitiva para lograr este objetivo ya que no bas-ta con que un sujeto sepa que algo no es adecuado sinoque necesita además sentirlo (igual que siento asco cuan-do huelo algo putrefacto necesito sentir miedo cuando me

¿Dónde está la voluntad?

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Hay individuos que puedenrazonar adecuadamente, sin

embargo, sus emociones noacompañan al razonamiento.

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imagino las consecuencias de la conducta adictiva). En ter-cer lugar podemos establecer relaciones más sólidas entrecerebro y mente, y en cuarto lugar, debe plantearnos labúsqueda de estrategias terapéuticas que tengan en cuen-ta las emociones para que se produzca un cambio estableen el individuo.

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Page 42: Adicciones y placer

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El tema de la mentira siempre ha merodeado sobre elproblema de las drogodependencias y lo que es peor,

ha contaminado la relación terapéutica con nuestrospacientes. Cuando nos referimos a la mentira no sólo hace-mos referencia al consumo de tóxicos, el engaño va másallá para introducirse en el mundo de la conciencia delproblema. De hecho, no podemos dejar de sorprendernos

Lamentiracomo verdadinventada

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cuando un paciente niega tener problemas con su pareja,con sus hijos o en su actividad laboral debido al consumode alcohol y lo que todavía sorprende más, ha creado unahistoria autobiográfica particular e irreal donde no parece

existir problema alguno. Ennuestra labor cotidiana resultafrecuente encontrarnos conpacientes que engañan omienten, de hecho, la últimacausa que nos lleva a tomarmuestras de orina para su

análisis es la desconfianza que inducen las afirmacionesdel paciente que se encuentra a nuestro lado cuando se leinquiere sobre el hecho de si ha consumido o no drogas.

La primera pregunta es ¿por qué los pacientes mienten?,la primera respuesta resulta simple ¿que ganarían diciendola verdad? Desde la psicología planteamos continuamenteque un pilar básico para el tratamiento de los drogode-pendientes es que anticipen las consecuencias de su con-ducta para que así actúen en consecuencia, lo que nosconduciría a la segunda pregunta: ¿hasta dónde hay queanticipar? Como hemos señalado anteriormente al hablarde la voluntad, el conocer y sentir las consecuencias decualquier comportamiento es fundamental para manifestaruna conducta determinada o inhibirla y esto también com-pete a la conducta de la verdad.

El lector de este artículo convendrá con nosotros quetanto la verdad cómo la mentira “salen” de nuestro cerebropor lo que conocer como funciona el mismo nos ayudaráa desentrañar los misterios de la mente. Hoy en día cono-cemos que el cerebro forma una imagen de lo que soy yde cómo soy, una imagen autoprotectora que compara los

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Hay pacientes que saben yconocen que estan mintien-do pero lo hacen para protegerse de las consecuen-cias de la realidad.

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datos que llegan de la experiencia para expulsarlos si con-tradicen la imagen que tengo de mí mismo para mantenerasí mi status quo. Evidentemente que hay pacientes quesaben y conocen que están mintiendo pero lo hacen paraprotegerse de las consecuencias de la verdad. ¿No es cier-to que todos nosotros hemos mentido alguna vez? ¿Noshemos preguntado alguna vez por qué mentimos?,¿Cuántas veces hemos justificado nuestras mentiras basán-donos en un hipotético altruismo?

Este hecho parece bastante obvio, ahora bien, ¿que haceque los sujetos defiendan con vehemencia “su verdad” y lle-guen a creérsela?, ¿dónde están la verdad y la mentira en elcerebro? Como decía Lord Byron la mentira se convierte enuna verdad inventada lo que nos lleva a pensar que los con-ceptos de mentira y conciencia van inexorablemente unidos.De hecho podríamos afirmar, con Stuss y Benson que laconciencia, entendida como el ser consciente y no el estarconsciente, es un atributo humano que permite darme cuen-ta de mi propia realidad y de mi posición en el entornosocial y la mentira me permite mantener el concepto de mirealidad y mi status social.En este sentido podríamosafirmar que la falta de con-ciencia de un problema uti-liza como uno de sus pila-res básicos de sustentaciónla verdad inventada, con elfin de convertir la subjetividad en objetividad, con el pro-pósito de que esa interpretación subjetiva, única y privadade mi realidad sea percibida por los demás como yo la per-cibo, lo que me permitirá mantener mi situación y lo que esmás importante la imagen que tengo de mi mismo.

La mentira como verdad inventada

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La conciencia, entendidacomo el ser consciente y no el

estar consciente, es un atributohumano que permite darme

cuenta de mi propia realidad.

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En este sentido, podemos empezar a diferenciar la men-tira como autoengaño de la falta de conciencia de un pro-blema. De hecho, en la población alcohólica es frecuenteencontrarnos con pacientes que fabulan y que crean histo-rias explicativas sobre su problema que nada tienen quever con la realidad. En este caso resulta complicado dife-renciar qué parte de esta realidad puede ser atribuida a undéficit de memoria y cuál a la no aceptación de su res-ponsabilidad en los problemas que le ha ocasionado elalcohol en su vida.

Trivers ha sugerido una ingeniosa explicación de la evo-lución del autoengaño. Según él, en la vida cotidiana exis-ten muchas situaciones en las que necesitamos mentir peromuchas investigaciones, como las de Ekman han demos-trado, que los mentirosos, a menos que tengan muchapráctica, casi siempre se delatan con una sonrisa poconatural, una expresión de tensión o un falso tono de voz,que los demás pueden detectar. Esto se debe a que el sis-tema límbico (involuntario y propenso a decir la verdad)controla las expresiones espontáneas, mientras que lasexpresiones faciales que desplegamos cuando mentimos

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la mentira como verdad inventadala mentira como verdad inventadala mentira como verdad

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están controladas por la corteza cerebral (que no sólo esresponsable del control voluntario, sino que también es ellugar donde se inventan las mentiras). Para Trivers esteproblema tiene una solución: para mentir eficazmente aotra persona primero hay que mentirse a si mismo. Si cre-emos que lo que afirmamos es cierto, nuestras expresionesserán auténticas, sin rastro de fingimiento. Sin embargo,esta afirmación encierra una contradicción interna ya queimpide el propósito del autoengaño. Esto es, un autoenga-ño implica que en algún momento podemos tener accesoa la verdad, de lo contrario, el autoengaño dejaría de seradaptativo. Pongamos un ejemplo: si un niño “roba” cho-colate a su madre y oye que ésta se acerca, esconde el cho-colate y dice a su madre que no sabe dónde está y que élno lo ha cogido. Para ser convincente deberá “creerse” sumentira pero debe acceder a la verdad para recuperar elchocolate escondido.

Una manera de aclarar este problema, la plantea el pres-tigioso neurólogo Ramachandran cuando señala que unacreencia no es necesariamente unitaria. Como todos cono-cemos, el cerebro consta de dos mitades simétricas y cada

La mentira como verdad inventada

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la mentira como verdad inventadala mentira como verdad inventadala mentira como verdad

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una de esas dos mitades se encuentra especializada endiferentes capacidades mentales (por ejemplo el lenguajese halla en el hemisferio izquierdo). Es posible que el auto-engaño se encuentre en el hemisferio izquierdo del cere-bro mientras el hemisferio derecho continúa “sabiendo” laverdad. Como señala este autor, la clave del autoengaño seencuentra en la división del trabajo entre los dos hemisfe-rios cerebrales, y en nuestra necesidad de crear una sensa-ción de coherencia y continuidad en nuestras vidas.Además de estas divisiones obvias del funcionamiento

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Imagen artística de los dos hemisferios cerebrales,que representa sus diferencias funcionales. Elpuente que los conecta representa al cuerpo callo-so, vía de transmisión de información entre amboshemisferios.

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cerebral, Ramachandran sugiere que existe una diferenciaaún más fundamental entre los estilos cognitivos de los doshemisferios y que puede contribuir a explicar por qué unalcohólico se niega a aceptar que tiene un problema debebida.

En cualquier momentode nuestra azarosa vida,nuestros cerebros se venabrumados por una casca-da continua de informaciónque tenemos que incorpo-rar a una perspectiva coherente de la imagen que tenemosde nosotros mismos y de lo que los demás esperan denosotros. Para poder generar acciones coherentes o paramantener un “statu quo” determinado, el cerebro debe dedisponer de algún mecanismo para cribar esta informacióny ordenarla en un esquema de creencias estable y con con-sistencia interna. De esto se encarga el hemisferio izquier-do, de integrar la información en la imagen previa que ten-go del yo. Es decir, es nuestro hemisferio izquierdo elencargado de mantener la imagen que tengo de mí mismoy destruir cualquier información que atente contra esa ima-gen. En definitiva, es el que lleva a cabo esa labor tan“ingrata” de matar al mensajero para no quedarse con elmensaje.

¿Que ocurre entonces cuando una información sobre miconducta no encaja en el guión establecido? El hemisferioizquierdo prescinde por completo de esa información obien la distorsiona para hacerla encajar en el marco pree-xistente, con el fin de mantener la estabilidad. Lejos de serdefectos adaptativos, estos mecanismos cotidianos dedefensa impiden que el cerebro se vea abocado a la inco-

La mentira como verdad inventada

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Un autoengaño implica queen algún momento podemostener acceso a la verdad, de lo contrario, el autoengaño

dejaría de ser adaptativo.

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herencia y a la falta de dirección por las posibilidades com-binatorias de los posibles guiones que pueden escribirsecon el material que recoge nuestra experiencia. El incon-veniente, claro está, es que uno se miente a si mismo y alos demás, pero éste resulta un precio barato y asumiblepor la coherencia y estabilidad que adquiere el sistema ensu conjunto.

Así pues, las estrategias de adaptación empleadas por losdos hemisferios son, básicamente, diferentes. La tarea delhemisferio izquierdo consiste en crear un sistema de cre-encias o un modelo y encajar toda nueva experiencia enese sistema de creencias. Si se encuentra con una informa-ción que atenta contra ese sistema de creencias recurre ala negación, reprime e inventa una historia que le permitamantener el status quo. Sin embargo, la estrategia delhemisferio derecho consiste en actuar poniendo en tela dejuicio ese status quo. Cuando la información anómalaalcanza cierto umbral, el hemisferio derecho realiza unarevisión global del modelo, es decir, el hemisferio derechoimpone un cambio de paradigma. Bien es cierto, que esteumbral es específico para cada individuo y depende deaspectos tan dispares como los rasgos de personalidad o eltipo de experiencia. Esto explicaría en parte, por qué hayindividuos que tras un ingreso hospitalario por un proble-ma orgánico son capaces de aceptar su status de alcohóli-co y otros lo niegan a toda costa, por qué hay individuosque recaen en una sola ocasión y aceptan su recaída mien-tras otras precisan de múltiples ocasiones para llegar a talaceptación.

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Todos conocemos que nuestro cerebro se formó hacemiles de años y según diversos estudios, apenas se ha

modificado en los últimos 50.000 años. Desde este puntode vista debemos preguntarnos para qué se diseñó unamáquina tan maravillosa como la que llevamos dentro denuestras cabezas, qué utilidad tenía cada una de sus fun-ciones y si esa máquina que era útil hace tantos años ha

viejoscerebros paranuevos mundos

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sabido adaptarse a un mundo en conti-nuo y rápido cambio como es el actual.

Para Nesse, prestigioso autor que seha ocupado y preocupado por estetema, los mecanismos cerebrales queregulan las emociones y la conductahan sido moldeados por selección natu-

ral con el propósito de optimizar la adap-tación, y convendremos en que las conduc-

tas adictivas suponen una ruptura que afectaa esta adaptación. Esta perspectiva, denominada

evolucionista, trata de explicar la vulnerabilidad humana alos efectos desadaptativos de las sustancias psicoactivas ycómo estas sustancias influyen en las emociones.

Las emociones deben ser entendidas como señales inter-nas que dirigen nuestra supervivencia, de acción rápida yadaptativa, que buscan conectar nuestra naturaleza bioló-gica con el mundo externo en el que está inmerso. Lasemociones responden rápidamente ante aquellas situacio-

nes que atentan contra nues-tra integridad: el miedo nosadvierte del peligro, el asconos aleja de lo putrefacto y latristeza nos señala que hemosperdido un estatus socialdeterminado. Las emocionesinfluyen en la motivación,

aprendizaje, toma de decisiones, pensamientos, conducta yadaptación. Por otro lado, la función adaptativa de lasemociones se entiende mejor cuando observamos las dife-rencias entre emociones positivas y negativas, teniendo encuenta que positivo y negativo adquiere aquí un sentido

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Los mecanismos cerebralesque regulan las emociones yla conducta han sido moldeados por selecciónnatural con el propósito deoptimizar la adaptación.

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fenomenológico (vivencia de la emoción como placenterao no placentera) y no tanto adaptativo (por definición todaemoción es adaptativa). Esta distinción resulta consistentecon el origen de las emociones entendidas como estadosfisiológicos que fueron moldeados para enseñarnos quésituaciones son ventajosas y qué situaciones implican pér-dida y pueden ofrecer una explicación desde la perspecti-va evolucionista de los efectos del consumo de drogassobre las emociones positivas y negativas.

Drogas como precursoras de emociones positivas

Desde la visión de la psicología clá-sica el abuso de sustancias se explicadesde la tendencia del ser humano arepetir conductas que producen placery evitar aquellas que nos procuranmalestar. Para Nesse esta explicaciónresulta válida aunque incompleta. Las

drogas de abuso actúan sobre zonas del cerebro muy anti-guas asociadas con emociones positivas. Así, las diferentesdrogas activan un sistema cerebral denominado sistemadopaminérgico mesolímbico y los receptores opioides aso-ciados en los cerebros de los mamíferos, un sistema neuralde recompensa y un sustrato que regula la motivación.

Para este autor, las drogas de abuso crean una señal enel cerebro que indica, falsamente, la llegada de un benefi-cio adaptativo. Esta señal cerebral provoca, a su vez, unaumento de la frecuencia del consumo desplazando a con-ductas adaptativas. De hecho, otras conductas del “hombremoderno” tienen unos efectos similares sobre el cerebro,

Viejos cerebros para nuevos mundos

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por ejemplo los videojuegos o internet. El cerebro humanodemuestra continuamente su vulnerabilidad a recompensasque afectan a la adaptación porque nuestros cerebros noestán diseñados para afrontar con efectividad el acceso a lasdrogas, a los videojuegos o a internet. El desencuentro

entre nuestros viejos cerebros ynuestros modernos ambientestal vez sea la mayor causa de losproblemas de salud mental queobservamos en la actualidad.

Para el propio Nesse, estaperspectiva plantea muchas áreas de penumbra en cuantoa la explicación de las conductas adictivas. Por ejemplo,cómo se desarrolla la adicción, cómo el placer inducidopor la sustancia declina o incluso cómo el craving se incre-menta a pesar de la acumulación de consecuencias desa-daptativas. Una explicación plausible de estos efectos seencontraría en la separación en los cerebros de los mamí-feros de dos sistemas diferenciados: un sistema de placer(placer hedónico al recibir una recompensa) y otro dedeseo (motivación y puesta en marcha de una conductapara lograr esa recompensa). El sistema de placer se acti-varía al recibir una recompensa mientras que el sistema dedeseo anticipa la recompensa y pone en marcha conductasen aras a lograrla. Cuando ambos sistemas son expuestosal consumo de drogas, el sistema de deseo motiva una per-sistente búsqueda de la sustancia que a largo plazo no pro-duce placer, esta es la gran paradoja de la adicción. Comoseñalan Robinson y Berridge los organismos pueden ten-der a buscar drogas adictivas aunque éstas no suministrenplacer y defienden la existencia de un sistema neuronalseparado que interviene en el deseo por las drogas. Para

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Las drogas de abuso actúansobre zonas del cerebromuy antiguas asociadascon emociones positivas.

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estos autores aunque este sistema neuronal funciona nor-malmente en conexión con los sistemas neuronales queintervienen en el placer, en el adicto se rompería este vín-culo normal entre estos sistemas apareciendo niveles pato-lógicos de deseo disociados del placer. De alguna maneratodos nosotros podemoscomprobar esta disociacióncuando tenemos hambre yobservamos un pastel trasun escaparate, el verlo, sino tenemos dinero paracomprarlo, nos produce un deseo persistente aunque nopodemos sentir placer al no poderlo adquirir.

Un organismo como el nuestro, con un sistema de recom-pensa anticuado y mediado químicamente, en una sociedadcomo la nuestra, resulta especialmente susceptible a laadicción. Este diseño especial de recompensa de los mamí-feros magnifica los riesgos de la no autoadministración de lasustancia lo que explicaría los comportamientos a los quellega un adicto para lograr la sustancia. En este sentido, talvez, podríamos, afirmar que la adicción es uno de los pre-cios que ha pagado la especie humana por vivir protegida.

Drogas como bloqueadoras de emociones negativas

Esta perspectiva evolutiva tambiéntiene sus implicaciones cuando hace-mos referencia a drogas cuyo propósi-to es reducir la ansiedad, mejorar elestado de ánimo y bloquear otrasemociones negativas. La psiquiatría

Viejos cerebros para nuevos mundos

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Las drogas de abuso creanuna señal en el cerebro que

indica, falsamente, la llegadade un beneficio adaptativo.

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biológica cuenta en la actualidad con un gran arsenal psi-cofarmacológico cuya finalidad es controlar las emocionesnegativas así como otras disciplinas cuentan con fármacospara controlar eficazmente la tos, la fiebre, la diarrea o elvómito.

Así, nos encontramos con muchas investigaciones quetratan de explicar las causas de un trastorno mental sin

entender primero el funciona-miento normal del cerebro.Pongamos por ejemplo lostrastornos por ansiedad: losmanuales diagnósticos pue-den dividir los trastornos poransiedad hasta en nueve sub-tipos y las investigaciones tra-tan cada uno de estos subti-pos por separado buscandoaspectos epidemiológicos,

genéticos, neurobiológicos y de tratamiento eficaz. Pero lapregunta clave es: ¿la ansiedad, como tal, es un trastorno ouna defensa del organismo? Para entender esto pongamoscomo ejemplo la tos y sigamos el método que utiliza la psi-quiatría biológica. Primero un neumólogo puede estudiarla tos y crear criterios diagnósticos diferenciales. Quizás uncriterio pudiera ser la frecuencia y así se podrían obtenerdiferentes trastornos de la tos en función de estudios ana-líticos factoriales obteniéndose características genéticas,epidemiológicas y respuesta al tratamiento de los diferen-tes subtipos de tos (tos moderada asociada a mucosidad yfiebre, tos alérgica, tos asociada al fumar, etc.). El próximopaso sería estudiar las causas de estos diferentes subtiposbuscando alteraciones en los mecanismos neurales de las

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Hemos roto definitivamentela línea que separa lo que esun trastorno de lo que esuna manifestación adaptativa del organismo yya casi todo puede ser explicado por alteracionesen el funcionamiento de lamáquina cerebral.

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personas que tosen llegándose a la conclusión de que seproduce un incremento de la actividad en los nervios quecontraen los músculos del pecho. Posteriormente, del des-cubrimiento de un centro de control de la tos en el cere-bro se establecería que alteraciones en este centro seríanlas causantes de la tos. Para terminar, el conocimiento deque la codeína controla la tos llevaría a investigar la posi-bilidad de que la tos esté causada por una deficiencia enlos receptores opioides delcerebro. Este planteamien-to que resulta ridículo, seutiliza continuamente en elestudio actual de los trastornos mentales; hemos roto defi-nitivamente la línea que separa lo que es un trastorno delo que es una manifestación adaptativa del organismo y yacasi todo puede ser explicado por alteraciones en el fun-cionamiento de la maquinaria cerebral. La utilidad de laansiedad es conocida pero ignorada, el valor adaptativo dela depresión ya no es considerado, el duelo es un estadopatológico.

Como señala Nesse estas afirmaciones no niegan la utili-dad del uso de drogas incluso en algunas circunstanciasdonde las emociones negativas pueden ser adaptativas. Lasdrogas pueden compensar y prevenir una patología (comoocurre con las alucinaciones en las psicosis), el dolor cau-sado por la cirugía aunque adaptativo puede ser paliado,un ataque de pánico puede causarnos problemas si esta-mos conduciendo un vehículo. Asimismo no debemos sercatastrofistas, ya que el organismo cuenta con sistemasredundantes de defensa por lo que bloquear la ansiedadno tiene por qué conllevar consecuencias perniciosas. Porotro lado, aunque el cerebro se ha dotado de estos siste-

Viejos cerebros para nuevos mundos

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Las drogas pueden compensary prevenir una patología.

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mas adaptativos de alarma no podemos olvidar que aveces estos sistemas neurales pueden producir “falsas alar-mas”.

Todas estas consideraciones nos llevan a pensar en unfuturo donde las drogas se van a utilizar tanto para elimi-nar las emociones negativas que pueden ser patológicascomo para aquellas que pueden ser consideradas adaptati-vas. Una visión reducida y sesgada nos puede llevar a pen-

sar que toda emoción negativaes el resultado de un disbalan-ce cerebral a nivel neurobioló-gico. Como señala Nesse, algu-nos trastornos de ansiedad oafectivos pueden tener como

causa primaria una alteración en la neurotransmisión perola mayoría de estas emociones surgen en un cerebro nor-mal que busca una adaptación beneficiosa que le aseguresu supervivencia. Por tanto, el tratar de encontrar la causaen un disbalance de las sustancias químicas cerebrales estan superficial como creer que la causa de la tos es unaalteración en los centros cerebrales que la controlan. Al finy al cabo, el que una droga revierta una emoción negativano significa ni que esa emoción sea patológica ni que lasdrogas utilizadas hayan revertido una alteración cerebral.

En resumen, las emociones han nacido para optimizar laadaptación, para guiarnos en la búsqueda de opcionesventajosas y para evitar el peligro. Las emociones no estándiseñadas para buscar el placer sino la máxima adaptación,pero los mecanismos neurales que median en las emocio-nes nos confieren una vulnerabilidad intrínseca al abuso dedrogas en ambientes donde las drogas cuentan con unagran disponibilidad.

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La adicción es uno de losprecios que ha pagado laespecie humana por vivirprotegida.

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Para comprender adecuadamente las conductas adictivasresulta imprescindible tender puentes entre distintos

niveles de análisis y en lo referente a las relaciones entrecerebro y conductas adictivas debemos establecer modelosintegradores que abarquen desde la neurobiología al evo-lucionismo pasando por otro tipo de explicaciones comoel modelo cognitivo-conductual, sistémico o psicodinámicodesde un perspectiva integradora no excluyente.

Comenzando por los modelos distales, y en particular porel modelo evolucionista, conviene señalar que las drogasde abuso actúan sobre las regiones cerebrales ontogénica y

A modo de conclusiones

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filo-genéticamente más antiguas, asociadas con emocionespositivas y que median en conductas incentivadoras. Así, lasdiferentes drogas parecen tener afinidad por el sistema

dopaminérgico mesolímbico ylos receptores opioides, que enlos cerebros de los mamíferosconforman un sistema neuralde recompensa y un sustratoque regula la motivación (endefinitiva, el placer y el deseo).El desencuentro entre nuestrosviejos cerebros y nuestrosmodernos ambientes resulta ser

un campo abonado para la aparición de conductas adictivas.

Por otro lado resulta obvio que algunos sujetos desarro-llan rápidamente un patrón adictivo mientras que otrosparecen tener una mayor capacidad de autocontrol.Aunque la primera explicación o más sencilla sería atribuirestas diferencias interindividuales a aspectos un tanto eté-reos como la voluntad nosotros consideramos que unaspecto fundamental para comprender este hecho radicaen la genética. Como señala Kandel los genes señalan unpatrón de interconexión neuronal por lo que ejercen uncontrol significativo sobre la conducta; por tanto, laadicción posee un componente genético significativo. Eneste sentido, la predisposición genética debe ser entendidacomo un conjunto de cerraduras preparadas para ser abier-tas, y entre estas cerraduras se encontraría áquella que abrepaso a la conducta adictiva.

Ahora bien, ¿qué ocurre con las llaves? Kandel señalaque la conducta y la experiencia ejercen acciones sobre elcerebro retroalimentándolo para modificar o facilitar la

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Los genes señalan unpatrón de interconexiónneuronal por lo que ejercenun control significativosobre la conducta; por tanto, la adicción posee uncomponente genético significativo.

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expresión de los genes. En definitiva, la predisposicióngenética (función de plantilla del gen) espera a la llave dela experiencia para que se produzca la función transcrip-tora (fracción del gen que se expresa). Siguiendo con elsímil anterior podríamos afirmar que sujetos que adquierenllaves (experimentando con las drogas) pueden mantenerla puerta de la adicción cerrada porque no poseen la cerra-dura (gen) que abre ese trastorno, mientras que otros pue-den abrir la puerta porque unas pocas llaves (experiencias)bastan para abrir una cerradura que en realidad resulta bas-tante fácil de ser abierta.

Estas explicaciones basadas en los modelos evolucionis-tas y en la genética no pueden explicar por sí solas la con-ducta adictiva. Sabemos que las drogas actúan sobre regio-nes cerebrales filo y ontogénicamente más antiguas perotambién conocemos que el cerebro humano está formadopor regiones cerebrales de formación más reciente y quereflejan nuestra especificidad. Entre estas regiones cerebra-les destaca el córtex prefrontal responsable, entre otroscometidos, de controlar las conductas en función de susconsecuencias. En este sentido, resulta importante señalarque la dimensión de personalidad asociada con la adicciónsobre la que existe mayorconsenso resulta ser laimpulsividad. Este datocobra un valor relevante ala hora de delimitar lasrelaciones entre cerebro yadicción en una doble ver-tiente: por un lado parece inadecuado establecer esa deno-minación tan frecuente de “conducta compulsiva” relacio-nada con las adicciones por factores básicamente centra-

A modo de conclusiones

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La conducta y la experienciaejercen acciones sobre el

cerebro retroalimentándolopara modificar o facilitar la

expresión de los genes.

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dos en un análisis dimensional donde las conductas adicti-vas estarían más relacionadas con comportamientos hipo-fóbicos y por otro lado la impulsividad estaría relacionadacon una hipofunción del córtex prefrontal (hipofunciónque puede ser debida a factores “estrictamente biológicos”o a que el cerebro no ha sido sometido a las experienciasadecuadas para establecer conexiones sinápticas en estacompleja región cerebral).

¿Y esto para qué sirve?

Nuestra labor cotidiana en la atención a drogodepen-dientes está impregnada de prejuicios que con frecuenciainterfieren en el trabajo terapéutico. Este trabajo pretendeprofundizar en la realidad de la adicción desde la perspec-tiva de las relaciones mente–cerebro. Especular sobrecómo situar los procesos mentales en el funcionamientocerebral no pretende sino acercar el discurso sobre lasadicciones al conocimiento de las neurociencias.

Consideramos que este intento de acercamiento no debeconducir a posturas maximalistas ni deterministas: ni se jus-

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tifican las conductas asociadas a la adicción por una irre-versibilidad del funcionamiento cerebral ni se condenan lasmismas porque dependen de la mente y por lo tanto de lavoluntad. Debemos superar ya este dualismo cartesianopara plantear algo que, aunque parece obvio, no siemprees tenido en cuenta: cualquier acto mental y cualquiercomportamiento humano se origina en un cerebro y en uncuerpo.

Somos conscientes de que los planteamientos aquíexpuestos nos llevan a considerar dos cuestiones de granimportancia en el debate actual sobre las drogodependen-cias y los drogodependientes a saber: ¿es la drogodepen-dencia una enfermedad?, ¿los modelos neurobiológicos obasados en el funcionamientocerebral restan responsabili-dad al paciente por ser deter-ministas?

Ante estas cuestiones real-mente debemos preguntarnosqué importancia tiene esteplanteamiento en nuestro tra-bajo cotidiano, ¿acaso si es una enfermedad debemos ayu-darles y si es una conducta no?, ¿o viceversa? Pongamoscomo ejemplo la diabetes. Un sujeto diabético puede serlopor carga genética y la enfermedad se manifiesta por lainteracción de esos genes con el ambiente (por ejemplollevando una dieta rica en azúcares) ahora bien, nadie res-taría responsabilidad a este paciente para cuidar de susalud porque de esos hábitos depende en gran parte susupervivencia (no comer dulces, dieta equilibrada, ejerciciofísico, etc.). Asimismo podemos afirmar que un adicto tie-ne una hipersensibilidad de los circuitos de recompensa

¿Y esto para qué sirve?

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Nuestra labor cotidiana en la atención a drogode-

pendientes está impregnadade prejuicios que con fre-cuencia interfieren en el

trabajo terapéutico.

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cerebral determinada en cierta medida genéticamente yque ese sistema una vez entra en contacto con una sus-

tancia genera continuamenteel deseo de la misma. ¿Tieneresponsabilidad el pacienteen su conducta? La respuestaes sí, pero debemos pensarque esto no es tan sencillopara él como para nosotros

que poseemos un sistema de recompensa cerebral diseña-do de forma más adaptativa y con un buen lóbulo frontalcapaz de inhibir el deseo para favorecer nuestra supervi-vencia. Debemos reconocer su responsabilidad pero tam-bién su desventaja porque su cerebro no es como el nues-tro, así podremos acercarnos a su auténtica realidad.

Es probable que los profesionales dedicados a este difí-cil campo de intervención se pregunten por la utilidad deestos planteamientos en el trabajo cotidiano. Sin embargo,no se trata de buscar una aplicación directa de estas hipó-tesis sino de que nos ayuden en la comprensión de nues-tros pacientes. Como señala Kandel: “la maquinaria neu-ronal del terapeuta produce un efecto en la maquinarianeuronal del paciente”. Si el nivel interpretativo de la rea-lidad que nos ocupa produce un cambio en nuestramaquinaria neural esta puede orientarse en una direcciónmás positiva.

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Cualquier acto mental y cualquier comportamientohumano se origina en uncerebro y en un cuerpo.

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Bibliografía recomendada

• DAMASIO A.R.: El error de Descartes. Barcelona. Crítica Drakontos. 1996.

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• TIRAPU USTÁRROZ J., LANDA N., LOREA CONDE I.: Sobre las recaídas, la menti-ra y la falta de voluntad de los adictos. Adicciones. 2003. 15 (1). 7-17.

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