Adela Cortina Etica de Los Medios y Construccion de La Ciudadania

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Ética de los medios y construcción de ciudadanía Adela Cortina* Hay una gran cantidad de teorías sobre la ciudadanía, pero ¿qué creemos que es ser un buen ciudadano, en el más pleno sentido de la palabra? Esto no es sólo un concepto, sino un proyecto. Creo que un auténtico ciudadano es el que trata de ser el dueño de su propia vida, aquel que no es esclavo, ni vasallo ni siervo, sino que es su propio señor. El que escribe el guión de su propia novela, el protagonista de su propia vida, aquel a quien no le escriben su vida desde otro lugar; aquel a quien no le escriben el guión en el seno de una comunidad política. El ciudadano, no es vasallo. El ciudadano no es siervo. El ciudadano no es esclavo. Y es muy importante construir comunidades de ciudadanos, de gentes que no son manejadas por otras, que no son manipulados por otras; sino que quieren construir su propia vida. Pero lo más bonito de la ciudadanía es que nunca se puede construir en solitario, sino que el ciudadano quiere construir su autonomía siempre junto a otros, junto a los que son sus conciudadanos en el seno de la comunidad política. La idea de la ciudadanía siempre lleva aparejado el ser con otros, no se es ciudadanos en solitario. El ciudadano es con otros ciudadanos que son igualmente ciudadanos con él. Con lo cual, como ustedes se dan cuenta, se nos van perfilando dos ideas fundamentales; autonomía e igualdad. Tenemos que ser autónomos con aquellos que son nuestros iguales en el seno de la comunidad política. Y en este sentido, conviene recordar aquel maravilloso texto de Aristóteles en la Política, que podría parafrasearse del siguiente modo: El ser humano, el hombre, precisamente porque tiene la razón, la capacidad de razonar, es aquel que vive siempre en sociedad. El que no puede vivir fuera de la sociedad, porque el que vive fuera de ella, o es más que un hombre porque es un Dios, o es menos que un hombre porque es una bestia” . El ser humano, el hombre vive siempre en sociedad. Desde el punto de vista cristiano, incluso Dios también es comunitario y no es un ser individual. Pero si hablamos de tejas para abajo, el ciudadano es claramente aquel que, con los que son sus iguales convive, y como decía Aristóteles, trata de deliberar. Y esto lo digo bien despacito porque nos va a servir para todo lo que comentemos más tarde: El ciudadano es aquél que trata de deliberar junto con sus conciudadanos sobre lo bueno y lo conveniente, sobre lo justo y lo injusto” . Como decía Aristóteles, el hombre tiene la capacidad de razonar y eso es lo que lo hace vivir con otros, y tratar de deliberar conjuntamente sobre lo justo y lo injusto, sobre lo bueno y lo malo. Y justamente esto –añade- es la casa y es la ciudad. ¿Qué es la comunidad política? El conjunto de ciudadanos que se reúnen y deliberan sobre lo justo y lo injusto. Por eso mas tarde diría Hannah Arendt, que la política es el terreno de la deliberación de los ciudadanos, la violencia nunca es política. La violencia es pre-política. Construir una comunidad política quiere decir que los ciudadanos, como protagonistas, hacen la vida conjunta deliberando entre ellos. Pero para eso hace falta una tercera pata, y es obviamente la solidaridad. Quien trata de construir junto a sus iguales, es solidario con ellos; y es fundamental hacer un “solidum”, que

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Ética de los medios y construcción de ciudadanía

Adela Cortina*

Hay una gran cantidad de teorías sobre la ciudadanía, pero ¿qué creemos que es ser un buen ciudadano, en el más pleno sentido de la palabra? Esto no es sólo un concepto, sino un proyecto. Creo que un auténtico ciudadano es el que trata de ser el dueño de su propia vida, aquel que no es esclavo, ni vasallo ni siervo, sino que es su propio señor.

El que escribe el guión de su propia novela, el protagonista de su propia vida, aquel a quien no le escriben su vida desde otro lugar; aquel a quien no le escriben el guión en el seno de una comunidad política.

El ciudadano, no es vasallo. El ciudadano no es siervo. El ciudadano no es esclavo. Y es muy importante construir comunidades de ciudadanos, de gentes que no son manejadas por otras, que no son manipulados por otras; sino que quieren construir su propia vida. Pero lo más bonito de la ciudadanía es que nunca se puede construir en solitario, sino que el ciudadano quiere construir su autonomía siempre junto a otros, junto a los que son sus conciudadanos en el seno de la comunidad política. La idea de la ciudadanía siempre lleva aparejado el ser con otros, no se es ciudadanos en solitario. El ciudadano es con otros ciudadanos que son igualmente ciudadanos con él. Con lo cual, como ustedes se dan cuenta, se nos van perfilando dos ideas fundamentales; autonomía e igualdad. Tenemos que ser autónomos con aquellos que son nuestros iguales en el seno de la comunidad política.

Y en este sentido, conviene recordar aquel maravilloso texto de Aristóteles en la Política, que podría parafrasearse del siguiente modo: El ser humano, el hombre, precisamente porque tiene la razón, la capacidad de razonar, es aquel que vive siempre en sociedad. El que no puede vivir fuera de la sociedad, porque el que vive fuera de ella, o es más que un hombre porque es un Dios, o es menos que un hombre porque es una bestia”. El ser humano, el hombre vive siempre en sociedad. Desde el punto de vista cristiano, incluso Dios también es comunitario y no es un ser individual. Pero si hablamos de tejas para abajo, el ciudadano es claramente aquel que, con los que son sus iguales convive, y como decía Aristóteles, trata de deliberar. Y esto lo digo bien despacito porque nos va a servir para todo lo que comentemos más tarde: El ciudadano es aquél que trata de deliberar junto con sus conciudadanos sobre lo bueno y lo conveniente, sobre lo justo y lo injusto”. Como decía Aristóteles, el hombre tiene la capacidad de razonar y eso es lo que lo hace vivir con otros, y tratar de deliberar conjuntamente sobre lo justo y lo injusto, sobre lo bueno y lo malo. Y justamente esto –añade- es la casa y es la ciudad.

¿Qué es la comunidad política? El conjunto de ciudadanos que se reúnen y deliberan sobre lo justo y lo injusto. Por eso mas tarde diría Hannah Arendt, que la política es el terreno de la deliberación de los ciudadanos, la violencia nunca es política. La violencia es pre-política. Construir una comunidad política quiere decir que los ciudadanos, como protagonistas, hacen la vida conjunta deliberando entre ellos. Pero para eso hace falta una tercera pata, y es obviamente la solidaridad. Quien trata de construir junto a sus iguales, es solidario con ellos; y es fundamental hacer un “solidum”, que quiere decir solidaridad. Es fundamental hacer un cuerpo con los que son iguales, no se puede dejar a nadie excluido, no se puede dejar a nadie en el camino.

Es necesario conquistar la autonomía, juntos, solidariamente, por eso como decía Benjamin Barber, los países deberían celebrar el día de la interdependencia, en vez de celebrar el día de la independencia. Y ya se que los españoles somos muy malos, y que ustedes se independizaron de nosotros; pero es muy importante celebrar el día de la interdependencia, cuando se construye entre los que son iguales. Los países que se creen independientes, autosuficientes y que pueden machacar a los demás, el día menos pensado se encuentran con una sorpresa. Y la gente se pregunta “¿cómo cayeron las Torres Gemelas? Porque somos interdependientes, no independientes.

Hay que conquistar la autonomía con los demás ciudadanos de forma interdependiente. Por eso decían los viejos anarquistas -los buenos anarquistas- que las especies que progresan en la lucha por la vida no son las de los más fuertes, los más competitivos, las más agresivas; sino las que viven del apoyo mutuo. La gran clave para sostenerse, para progresar es el apoyo mutuo, precisamente porque todos somos vulnerables. Todos tenemos una etapa en la vida en que somos vulnerables, de niños, de ancianos, cuando tenemos una enfermedad. Necesitamos apoyarnos mutuamente en ese seno de la comunidad política.

Un ciudadano es quien trata de ser su propio señor, junto a los que son sus iguales apoyándose mutuamente en el seno de la comunidad política, en una auténtica solidaridad haciendo un cuerpo común. Y ahora viene la pregunta del millón; ¿y donde se acaba la comunidad? ¿Quién puede poner vallas al campo? ¿Se acaba en Ecuador? ¿Se acaba en América Latina? ¿Se acaba allá donde hay un ser humano? Cada vez más tenemos un horizonte, que es el de la ciudadanía local y la ciudadanía global. Cada vez más somos ciudadanos de nuestros propios países, porque hay que ser responsables de ellos, y ciudadanos del mundo. Bien respondió Diógenes, cuando le preguntaron de donde venía, diciendo: soy ciudadano del mundo. Todos somos ciudadanos de nuestra comunidad y somos a la vez ciudadanos del mundo.

Como una pequeña síntesis, esto es ser ciudadano. Pero el ciudadano tiene que serlo y construir su sociedad desde su ciudadanía, desde los fenómenos con los que se encuentra en ella. Uno de ellos es que vivimos en una sociedad mediática, es decir, en una sociedad de la información, en una sociedad de los medios de comunicación, y es en esa sociedad donde tenemos que ser también ciudadanos. Esa sociedad tiene que ser gobernada por los ciudadanos, que no tienen que ser vasallos, que no tienen que ser siervos, tampoco de los medios de comunicación.

Ética de los medios para construir una ciudadanía mediática

¿Cómo podríamos plantear este tema? ¿Qué sería la ética de los medios de comunicación? En primer lugar, para hablar de la ética de cualquier actividad, primero hay que entrar en la entraña de esa actividad, y aquí vamos hablar de la actividad de los medios, de la actividad mediática, y vamos a echar mano de un concepto muy fecundo, que ha acuñado el filósofo norteamericano MacIntyre, el concepto de “práctica”. La actividad de los que trabajan en los medios de comunicación es una práctica. Y ¿qué es una práctica? Es una actividad cooperativa, en la que colaboran distintas gentes y distintos grupos, para conseguir lo que MacIntyre llama unos bienes internos a esa actividad. Cualquier actividad humana -la de los medios de comunicación, la política, la sanidad, la educación-, todas son actividades realizadas por gentes que trabajan operativamente en ellas para conseguir lo que MacIntyre llama los “bienes internos” de esa actividad.

Toda actividad se realiza por un fin, ninguna actividad humana se realiza sin fines. Y el fin de esa actividad es lo que le da sentido y es lo que le da legitimidad social. No sólo necesita legitimidad la política, cualquier actividad necesita legitimidad. Necesita que la sociedad diga “muy bien hecho”, el bien que tú nos estás proporcionando hace que nuestra sociedad sea mejor. Los medios de comunicación tienen que dar unos bienes, la educación tiene que dar unos bienes; de tal manera que la sociedad aplauda su actuación, reconozca que esto hace que nuestra sociedad sea mejor. Cuando una actividad proporciona otra cosa que la sociedad no da por buena, entonces la actividad es ilegítima. Los medios, la actividad de los medios es una actividad cooperativa, en la que trabajan periodistas empresas, ciudadanos, gentes de a pie, todos tienen que trabajar cooperativamente para conseguir una meta, esos bienes que le dan sentido y le dan legitimidad social. Para conseguir esos bienes, quienes trabajan en la actividad tienen que desarrollar unas virtudes, que son unas disposiciones, unas excelencias para alcanzar mejor los bienes internos.

¿Qué sería ser un buen periodista? ¿Qué sería ser un buen empresario de una empresa informativa? ¿Qué sería el buen docente? Tiene que desarrollar unas virtudes, tiene que tener capacidad creativa, capacidad de redacción, capacidad de comunicación. Es necesario desarrollar unas virtudes que se entienden como excelencias. El buen profesional, también de la información, es alguien que intenta ser excelente. Ser excelente es por una razón, no sólo porque trabaja por un periódico, no sólo porque gana dinero -y en esto voy a insistir después-, sino por que tiene que servir a las personas. El buen profesional es el que se da cuenta de que su profesión sirve a las personas. No sólo a las organizaciones, no sólo a las instituciones, sino sobre todo a las personas que son las que se benefician de su actividad.

La actividad mediática sería entonces una actividad que se desarrolla por unas metas y para alcanzar esas metas es necesario cultivar unas virtudes; ser excelentes y encarnar unos valores. ¿Cuáles son los bienes internos de la actividad mediática? Me parece que es muy importante que en cada una de nuestras actividades nos preguntemos cuáles son los bienes internos. Porque estamos siempre hablando del derecho a la diferencia, del derecho a la diversidad, y sin embargo todas las actividades son iguales. Cuando los padres van a un colegio para que se les informe de las carreras, de las opciones profesionales, ¿qué suelen preguntar? Con cuál se gana más dinero. Y después hablamos del derecho a la diferencia, cuando las preguntas son siempre las mismas: ¿cuál da más prestigio?, ¿cuál da más estatus social? Cada vez lo hacemos todos más homogéneo, cada vez es todo más aburrido, todas las actividades se miden por el rasero del dinero del prestigio, no por los bienes internos que proporciona esa actividad. Pero lo que especifica la actividad son los bienes internos y lo que las distingue de las demás. Por eso sería bueno que los profesores pensaran cuál es el bien de la actividad docente; que los médicos pensaran cuál es el bien interno de la actividad sanitaria; que los políticos pensaran cuál es el bien de la política, porque lo que da sentido a esas actividades es justamente el bien que proporcionan.

Y decía MacIntyre que la actividad también proporciona unos bienes externos, que no son los que le especifican, pero que también se producen, se quiera o no. Y esos bienes internos son fundamentalmente tres, que ya he mencionado: dinero, prestigio y poder. Con cualquier actividad se consigue algo de dinero, se consigue algo de prestigio, se consigue algo de poder.

Claro que hay diferencias. Si quieren mucho dinero, no se les ocurra hacer filosofía, más vale que jueguen a fútbol y traten de ser muy buenos. Si quieren tener prestigio, también son buenas opciones el deporte, el mundo de la canción, o las pasarelas que hoy en día salen todos los días en los medios de comunicación. Sin embargo, todas las actividades dan algo de dinero algo de prestigio y algo de poder. Y además se sustentan siempre en instituciones y organizaciones. Por ejemplo, la actividad universitaria, necesita instituciones universitarias, los medios de información necesitan empresas informativas. Y la empresa necesita dinero, y las universidades necesitan dinero. Tienen que ganar dinero obviamente, pero el dinero es el medio de sustento para proporcionar el bien interno. Es un medio para un fin. La meta de la actividad es el bien interno, el dinero de la institución es el medio para poder alcanzarlo.

A mi juicio, y con esto voy más allá de MacIntyre, una actividad se corrompe en el momento en que se cambian los bienes internos por los bienes externos. En el momento en que, en vez de trabajar por las metas de la profesión, ya sólo pensamos en el dinero, en el prestigio, y en el poder. Entonces todas las actividades se parecen y además no proporcionan los bienes internos que deberían proporcionar. Así se corrompe una actividad. ¿Y saben cuándo se corrompe una sustancia? Cuando pierde su naturaleza y empieza a oler mal. Eso es corrupción: que algo pierde su naturaleza, que algo pierde la meta para la que servía, y empieza a oler mal.

Claro que las instituciones necesitan dinero y prestigio, y necesitan poder. Claro que las personas lo necesitamos. Necesitamos sobrevivir, claro que si, y con dignidad, y hay que dignificar las profesiones. Es preciso acabar con el trabajo basura, con sueldos basura. También hace falta un cierto prestigio, porque necesitamos un cierto reconocimiento en nuestro ámbito, evidentemente. Y precisamos un cierto poder, necesitamos poder comer, poder vestirnos, poder llevar adelante la propia vida. Claro que se necesita un cierto poder. Pero cuando los bienes internos de una actividad se pierden y se cambian por los externos, entonces la hemos corrompido.

Creo que el gran tema de la ética de la actividad mediática, es pensar en principio cuáles son los bienes internos de esa actividad e ir con mucho cuidado de no cambiar los bienes internos por los bienes externos. Porque hay muchos riesgos, y quisiera comentar por qué los hay. En primer lugar, los bienes internos de la actividad mediática yo los resumiría en una sola frase y después la desgloso en cuatro sub-bienes o cuatro sub-metas. La meta amplia sería generar una opinión pública madura, de modo que haya ciudadanos y no vasallos, pueblo y no masa. ¿Qué es el pueblo?, el pueblo es fundamental para una democracia, la democracia es el gobierno del pueblo. Pero ¿y si no hay pueblo?, ¿y si lo que hay es masa? Entonces ¿quién gobierna? Gobierna cualquiera que tenga la capacidad de manipular a todos los demás, por eso es necesario construir pueblo y evitar la masa. ¿Qué es el pueblo y qué es la masa?

El pueblo es un conjunto de personas que se saben vinculadas, que saben que tienen diferencias entre ellos, pero también que pueden deliberar, discutir sobre ellas, argumentar sobre ellas. Y se dan cuenta de que a través de la deliberación pueden ir encontrando metas comunes y cambiando sus preferencias. La gran falsedad de un liberalismo mal entendido es que tenemos unas preferencias con las que nacemos y no se pueden cambiar, y que la economía debe estar al servicio de la satisfacción de las preferencias que no se pueden cambiar. Pero eso no es verdad: las preferencias se pueden cambiar. Y quien se sabe en un pueblo, sabe que puede hablar con los otros y puede ver cuáles son sus preferencias y podemos dialogar y podemos debatir, y a lo mejor podemos ir poniéndonos de acuerdo. Un auténtico pueblo es aquel cuyas gentes saben que tienen vínculos entre sí, que pueden deliberar con los que son conciudadanos e iguales, y que a través de la deliberación pueden encontrar metas comunes.

La masa es un conjunto de individuos atomizados, que en realidad no tienen vínculos entre sí, y que se mueven conjuntamente cuando alguien les manipula de una manera emotiva, cuando surge un asunto que moviliza a todos desde las emociones. Están inermes, en realidad, están solos y sus emociones son muy fuertes. Como cuando se producen grandes catástrofes y todos reaccionamos momentáneamente, pero dura muy poco. Yo no sé en Ecuador, pero en España dura poquísimo. De pronto se produce una gran desgracia, todo el mundo va allí, qué bonito, qué solidarios que somos; al mes ya no se acuerda nadie. La masa es muy vulnerable, y como los individuos no tienen vínculos entre ellos, en realidad están solos, cualquiera que les sepa manejar les hace ir adonde quiera. La masa es peligrosa, sencillamente porque no hay ciudadanos en la masa ni hay pueblo. Y es preciso construir pueblos, y construir ciudadanos, gentes que se saben ligadas, vinculadas y que saben que la guerra no es la única manera de resolver los problemas. Y que saben que el conflicto no es la manera de resolver los problemas, sino la discusión, la deliberación, la convivencia.

A mi juicio, los medios de comunicación tienen unas metas, unos bienes internos, que consisten en generar una opinión pública madura, en generar ciudadanos y no vasallos, en generar pueblo, y no masa. Y para eso, creo que deberían de proponerse cuatro sub-metas. La primera, aumentar la libertad de los ciudadanos. No hay democracia posible si la gente no tiene libertad y no hay libertad si no hay información. Sin información, en realidad no se es libre, porque no sabe sobre que se está eligiendo. La información es fundamental para tener libertad. Los medios de comunicación tienen que proporcionar información para que los ciudadanos se hagan una idea de la realidad. Fíjense qué responsabilidad la de los medios de comunicación: las personas nos hacemos una idea de la realidad por lo que ellos nos cuentan, y nuestra libertad está limitada por lo que ellos nos cuentan. Porque creemos que eso es lo que hay, y elegimos entre las opciones de las que ellos nos informan.

Para ser libres necesitamos información y los medios tienen que aumentar nuestra información y con ella, nuestra libertad. Pero tienen que hacerlo bien. Por eso yo propondría que lo hicieran con tres elementos: con informaciones contrastadas, con opiniones fundadas y con interpretaciones plausibles.

En primer lugar, con informaciones contrastadas. Evidentemente, la información tiene que ser lo más veraz y lo más objetiva posible. Pero la gran pregunta es la siguiente: ¿puede haber una información imparcial?, ¿puede existir humanamente? Recuerdo la anécdota que contaba un periodista de uno de los diarios más prestigiosos de España. Según él, cuando pusieron título al diario, que tiene por subtítulo “Diario independiente de la mañana”, se preguntaban en la Redacción “¿de que somos nosotros independientes?” Y la respuesta fue: ¡de la mañana! Es posible ser independiente de la mañana o de la tarde o de la noche, pero no se puede ser independiente de unas ideas u otras, porque para eso se hacen los diarios, para dar un determinado sesgo. Y hay que ser verdaderamente ingenuo para creer que los diarios no tienen sesgo. Pero además es imposible no darlo. Si alguien tiene un diario, ha de poner una noticia en la primera plana, y ha de poner una noticia en la página de la izquierda o en la de la derecha. Y tiene que decir que el sujeto es éste y el otro es el complemento directo, o el complemento directo es el otro y éste es el sujeto, con lo cual ya está imprimiendo un sesgo.

Ciertamente, las informaciones no pueden ser imparciales, pero sí tienen que estar contrastadas. Es terrible aquello de que “que nunca la verdad te estropee un buen titular”. Eso es perverso. Si tengo un buen titular, pero me doy cuenta de que no era verdad, hay que retirarlo. Y tampoco está de más tratar de contrastarlo antes. Aunque vayamos todos muy de prisa y tengamos todos muy poco tiempo. Porque la calidad de la información se mide también por la capacidad para contrastarla también. Dar la mayor cantidad de información y además intentar contrastarla.

En segundo lugar, opiniones fundadas. En los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) aparecen opiniones sin ningún fundamento, y ahí la culpa es también de la empresa informativa. Luego veremos que uno de los grandes problemas de los medios de comunicación, como decía Jesús Conill, es que se tiene que ligar la ética de la empresa informativa y la ética de los profesionales de la información. Las dos cosas. Y la empresa informativa tiene que ser ética, y los profesionales también. Entonces, las opiniones de los diarios tienen que ser fundadas. Un diario que da opiniones verdaderamente aberrantes se descalifica, porque hay que construir opiniones de calidad, que pueden ser distintas, pero que sean distintas no quiere decir que sean infundadas. Y ahí sí que los intelectuales tenemos una gran responsabilidad, porque a menudo los intelectuales dicen cualquier cosa con tal de conseguir audiencia, venden su alma al diablo, si hace falta. Cuando lo bien cierto es que las opiniones que tienen que ser fundadas.

Y las interpretaciones, que sería la tercera cosa, tienen que ser plausibles. Claro que hay que distinguir entre información y opinión e interpretación. Pero las interpretaciones tienen que ser también plausibles, no descabelladas, sobre todo si con ellas se viola la intimidad de las personas o se roba el honor a las gentes. Las interpretaciones deben ser plausibles.

La primera sub-meta de los bienes internos es, pues, aumentar la libertad de los ciudadanos mediante informaciones contrastadas, opiniones fundadas e interpretaciones plausibles.

La segunda sub-meta consistiría en potenciar la libre expresión de las opiniones. Evidentemente, los medios de comunicación, tienen que promocionar la libre expresión de las opiniones, para evitar dictaduras, para evitar autoritarismos. Pero, como decía esta mañana Rosa Maria Alfaro, no sólo la libertad de expresión de los profesionales, sino también la de los ciudadanos. Porque parece que los profesionales siempre están luchando por su libertad de expresión, pero no entienden que los ciudadanos tienen que expresarse también a través de los medios, y que por lo tanto tienen que aupar la imaginación al poder, para dejar espacios en que la ciudadanía pueda expresarse.

Yo no sé qué experiencia tienen ustedes en este punto; la mía es que en España, cuando le dan un micrófono a una persona, dice cosas muchísimo más sensatas que las que dicen el intelectual y el político de turno. Las gentes de la calle dicen cosas sensatísimas. Como decía una persona del público en una charla: a veces los mejores artículos de opinión de un diario son las cartas al director. Yo he leído “cartas al director” espléndidas y he leído artículos de opinión deleznables. Hay que dejar a la gente expresarse, porque la libertad no es sólo la expresión del profesional, sino también la de los ciudadanos que llevan tanto tiempo sin decir nada. Hay que potenciar la libertad de expresión de los profesionales y también la de los ciudadanos, y para lograrlo hace falta aupar la imaginación al poder.

La tercera sub-meta consistiría en fomentar una opinión pública razonante, no sólo ofrecer plataformas, sino potenciar el debate, la deliberación, buscar opiniones de gentes diversas. En España, por ejemplo, organizamos congresos sobre gitanos donde no hay ningún gitano; en todo caso, uno o dos. Cuando han de ser los propios afectados quienes cuenten cómo les van las cosas, y entonces descubrimos un auténtico océano. Descubrimos que estábamos equivocados, que éramos unos paternalistas y que ellos estaban pensando en una cosa muy distinta de la que nos imaginábamos. Hay que construir esa opinión pública con los afectados, potenciar una opinión pública razonante, que genere pueblo, y no masa.

Y en cuarto lugar, entretener. Los medios de comunicación tienen que entretener, sobre todo la televisión y la radio. También hay unas parcelas de entretenimiento en la prensa, pero la televisión tiene la misión de entretener cuando llegamos cansados por la tarde a casa. Claro que sí, no faltaba más.

Pero se puede entretener de muchas maneras. Y ahí es donde empieza el reto, porque hay que entretener con imaginación y con calidad. Todos hemos visto esos programas de entretenimiento, a los que se llama “prensa del corazón”, en los que se trata de investigar los divorcios, las historias de gentes que además están encantadas porque les han pagado para sacar los trapos sucios. Recuerdo con horror cuando mis alumnos dijeron “eso es una democracia, cuando todos se pueden insultar”. No, claro que no, la democracia descansa en la deliberación serena de las gentes que pueden alcanzar una meta común, que piensan que tiene algo que puede unirles.

Se puede entretener de muchas maneras, hay una gran cantidad de programas de entretenimiento muy dignos, que no hace falta que sean educativos, y en esto se mide también la imaginación y la calidad.

Estas son las cuatro sub-metas que yo incluiría en la meta general, en el bien interno de la actividad mediática. Y hay que vivirlas, a mi juicio, desde un marco de principios éticos, que son los que hoy día caracterizan a nuestras sociedades. Esos principios éticos son principalmente tres:

El primero de ellos es “no instrumentalizarás”. Es el primer principio de la ética moderna, de todas nuestras sociedades, el principio de no instrumentalizar a los otros. La clave radica en esa afirmación de Kant, en La Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, según la cual, en el mundo hay algo que es fin en sí mismo, que tiene un valor absoluto, que no sirve para otra cosa, que no se le puede hacer servir para otra cosa, porque es algo que tiene dignidad y que no tiene precio. Eso es la persona humana.

Los seres humanos tienen dignidad y no tienen precio y no se puede instrumentalizar ni manipular a aquello que tiene dignidad y no tiene precio. Por eso los medios de comunicación, como el resto de las esferas sociales, incluida la política, no deben instrumentalizar a las personas. Y eso es muy difícil, porque los medios tienen un gran poder y una gran capacidad de manipulación. Pero “no manipularás” y “no instrumentalizarás” es el primer principio de la ética moderna.

El segundo de ellos es “sí, empoderarás”. La famosa palabra que en inglés se dice empowerment, y en español, empoderar. Empoderar es dar poder a las personas para que ellas hagan su vida. Nunca hay que hacerles a los demás la vida, sino dar poder a las personas para que ellas hagan su vida. Los medios tienen que empoderar a la gente, no resolverle los problemas ni manipularle, sino darle fuerzas para que deliberen entre sí, para que puedan hacer frente a su vida.El tercer principio dice “es preciso tener en cuenta dialógicamente a los afectados en aquellas cuestiones que les importan”. Todo ser humano es un interlocutor válido, al que hay que tener en cuenta dialógicamente cuando se trata de cuestiones que le afectan.

A mi juicio, pues, los bienes internos de la actividad mediática y estos tres principios compondrían una ética de los medios de comunicación.

Medios de comunicación y sociedad

Pero, ¿es posible hoy en día que los medios de comunicación y todos nosotros alcancemos esos bienes internos, o es muy difícil? ¿Estamos en una época, en la que los bienes internos se han cambiado por los bienes externos, poder y dinero? A mi juicio, hay dos enormes riesgos, que hacen muy difícil que los medios alcancen su meta.

El primero de ellos se expresa diciendo que “información es poder”. ¿Han oído hablar del “cuarto poder”? Que muchos pensamos que es el primero, o que el primero, el segundo y el tercero conspiran y se ponen todos de acuerdo, de modo que no hay ciudadanos, sino vasallos y esclavos. Ciertamente, información es poder en dos sentidos fundamentales. El primero de ellos es que los medios de comunicación construyen la realidad y nos construyen la conciencia. Como decían Berger y Luckman, hay una construcción social de la realidad, una construcción de la conciencia de los ciudadanos.

Los medios, si son potentes, pueden imponer a la ciudadanía lo que hay que pensar y lo que no, lo que se debe sentir y lo que no, lo que hay que comprar y lo que no hay que comprar, lo que está bien visto y lo que está mal visto. Nos construyen la conciencia, y por eso están expuestos a la tentación de manipularnos, de hacernos decir y pensar lo que ellos quieren.

Pero además, y éste sería el segundo lado de la cuestión, los partidos políticos hoy día pueden ganar unas elecciones si tienen el apoyo de los medios potentes y perderlas sin él. En la sociedad del homo videns, los votantes son las personas que se nutren de los medios, y por eso hay una connivencia inevitable entre políticos, empresarios y medios de comunicación. En algunos países más, en otros países menos, pero los hay en todos. Los políticos buscan el respaldo de ciertos medios, porque en caso contrario no consiguen nada, y los empresarios tratan de buscar el favor de los políticos. Y se producen unas connivencias que hacen prácticamente imposible que haya medios independientes.

El segundo rótulo que hace difícil que la ética de los medios se cumpla es el siguiente: “información es mercancía”, que se compra y se vende. Quien trabaja en los medios tiene que hacerlo en una empresa informativa, que puede ser un verdadero, y tiene que vender porque, si no, no sobrevive, y además ha de aumentar la cuenta de resultados. Y siempre queda la tentación de desalojar a los demás del mercado, cuando en realidad la competencia no se refiere a eso. Una empresa es competente cuando ofrece un buen producto, con un buen precio, generando buenos clientes. Y para eso hay que contentarse con lo suficiente, no buscar el máximo. Los medios de comunicación tienen que aspirar a lo suficiente para mantenerse, para seguir generando clientes, pero no buscar desesperadamente el máximo.

“Información es mercancía”, y eso tiene una serie de consecuencias importantes, que –a mi juicio- son fundamentalmente seis. La primera, que como hemos dicho, la ética del profesional se tiene que ligar con la ética de la empresa informativa. Hoy en día siempre trabajamos en organizaciones que tienen que ser éticas. Pero llegados a este punto siempre se dice “como es una empresa, sólo querrá moverse por el afán de lucro”. Pero no es así.

Porque –y éste es el segundo punto- ha de haber una ética de la empresa informativa, las empresas tienen que ser éticas. Y una empresa que hoy en día quiere ser rentable, al menos en un largo plazo, tiene que intentar ser ética. En esto se fundamenta el discurso de la responsabilidad social corporativa. Las empresas tienen la obligación de ser éticas y de aumentar su cuenta de resultados tratando de favorecer a los distintos sectores que están afectados por la actividad empresarial.

Pero en la empresa informativa tenemos un problema nuclear, y es que vende productos espirituales. Ciertamente, si me dan unos calamares en mal estado, no vuelvo a ese restaurante. Si me venden que se rompe a los cinco minutos, no vuelvo a la tienda. Pero ¿en qué consiste la calidad de un producto espiritual, como es el caso del producto informativo?, ¿qué es la buena información?, ¿qué es la buena comunicación?, ¿qué es el buen entretenimiento? ¿Qué es y cómo se mide la calidad de un producto espiritual?

Tercera cuestión, los ingresos que consigue la empresa informativa proceden del producto principal (información, opinión, entretenimiento), pero sobre todo del secundario, que es la publicidad. La publicidad es central, y para conseguir atraer a la

publicidad es preciso hacer programas que atraigan al público. Por eso se dan tantos deportes, porque es en esos programas donde los publicistas quieren insertar sus anuncios. La información es mercancía y la publicidad, la mayor fuente de ingresos.

Por otra parte, la información se convierte en un producto de consumo, y en este punto sería central que los consumidores nos comportáramos como ciudadanos, no como vasallos que consumen cualquier cosa. El consumidor tiene que ser ciudadano y decidir qué es lo que consume, como intenté mostrar en Por una ética del consumo..

Y por último, en los medios de comunicación, para atraer a la gente, es necesario que triunfe lo exótico, lo extraño, lo extravagante, lo llamativo, y no la vida cotidiana. Por eso, parece que el mundo esté lleno de psicópatas, de padres que matan a sus hijos, de niños que agreden a sus padres, de maltratadotes y terroristas. Cuando, afortunadamente, no es así, pero los periodistas tienen poca imaginación para hacer atractiva la vida cotidiana. Y es necesario ser lo suficientemente inteligente como para convertir en noticia la vida cotidiana, el sufrimiento irreparable, la situación de los vulnerables, la actuación callada de gentes extraordinarias, que forman parte de nuestra humanidad.

La gente tiene tendencia a decir “es que somos humanos” cuando alguien ha hecho una barbaridad. Pero ¿es que los que hacen cosas grandes no son humanos? También la grandeza hay que contarla de vez en cuando en los medios de comunicación, porque hay gente extraordinaria que además puede servir de ejemplo. Ante esta situación la cuestión es qué hacer.

Sugerencias para construir una ciudadanía mediática.

En primer lugar una legislación bien clara que impida la concentración del poder mediático. Ya sé que es una tentación para los medios concentrar el poder, pero para un país es letal que el poder se concentre, porque entonces la gente no tiene donde elegir y solamente tiene una visión de la realidad. Como no es posible la imparcialidad, es preciso optar por la poliarquía, por distintos centros de poder, por medios de comunicación diversos, por muchas empresas informativas. Poliarquía, y no concentración del poder. Las leyes antimonopolios tienen que ser clarísimas y la promoción de la poliarquía, que las gentes traten de generar empresas informativas, medios informativos para que haya distintas visiones de la realidad donde sea posible elegir.

En segundo lugar, y complementario, la poliarquía tiene que ser transparente. Que se sepa quiénes están detrás de cada medio. Si hay empresas, si hay políticos, si hay grupos de poder, que se sepa, que no haya que imaginarlo, la gente sepa con qué se va a encontrar, qué es lo que va a leer.

En tercer lugar, es fundamental la ética de los profesionales de la información, convencidos de que ofrecen un bien valioso. ¿Saben ustedes lo que es un buen profesional? Mi hermana cuando tenía tres añitos les daba clases a las gallinas. Las sentaba en un palito y les daba clases, y la gente decía “esta niña será una excelente profesora”. Es una excelente profesora, pero no porque le daba clases a las gallinas. Un profesional es aquella persona que tiene determinadas aptitudes para proporcionar, el bien interno, en este caso de los medios, que tiene unas buenas aptitudes razonables y que se da cuenta de que es un bien tan valioso para la sociedad, que esta empeñado en proporcionarlo a toda costa. Que quiere desarrollar su mejor capacidad, porque eso sirve a las personas y eso sirve a la sociedad. Que se esfuerza por hacerlo cada vez mejor. Por eso en todas las carreras tendría que haber una asignatura de ética profesional, que fuera la más importante de la carrera. Porque un profesional es quien domina una técnica, pero sabe para qué fin es.

Decía Aristóteles, que tan bien hace los venenos, el que los utiliza para matar como el que los utiliza para sanar. Uno puede dominar técnicas, pero utilizarlas para un mal fin. El buen profesional es el que sabe que tiene que dar buenas interpretaciones, que tiene que dar buena información, que tiene que alimentar la participación de la gente, sabe el fin por el que hace estas cosas y para eso tiene que dominar todas las técnicas posibles.

En cuarto lugar, la empresa informativa tiene que ser ética y tiene que alcanzar la rentabilidad ofreciendo un buen producto y tratando bien a los trabajadores. Justamente, en las empresas informativas los sueldos son sumamente precarios, cuando deberían ser dignos. Pero también los trabajadores deberían ser tratados como corresponsables, y la empresa ha de colaborar en el mdeio social en el que se encuentra, de modo que, como decía el profesor Jesús, trate de ser una empresa ciudadana, que la gente la siente como suya, que sepa que los problemas de la ciudadanía le preocupan y que en ella se puede confiar.

Y la última pata que nos falta, obviamente es “la ética de los ciudadanos”. Los ciudadanos podríamos cambiar el mundo. Si los ciudadanos consumieran de otra manera, los productores producirían de otra manera. Es necesario construir una ciudadanía mediática, de gente que vayamos calibrando qué es un buen programa, qué es un mal programa; qué es una buena o mala información, qué es una opinión fundada y que es una opinión infundada. Es importante ir formando a ese ciudadano, que se forma desde el hogar y que se forma en las escuelas y se forma en las escuelas de información en la que las gentes tienen que generar también buenos consumidores de la información. Gentes que sean ciudadanas y que no sean siervas.

¿Por qué hay que ser un ciudadano mediático?

Una primera razón, porque nos interesa y eso favorece a nuestros derechos. Es bueno que la gente despierte y reclame sus derechos y que no esté esperando a que le den todo. El ciudadano es su propio señor, el que no es siervo y el que no es esclavo. El que exige, el que reclama. Nos interesa ser ciudadanos y reclamar nuestros derechos.

Pero hay una segunda razón, y es que no sólo nos interesa, sino que es de justicia. Porque el ciudadano no sólo es el que reclama sus derechos, sino también el que asume unas responsabilidades. Y es de justicia asumir nuestra cuota de responsabilidad junto a los conciudadanos para que se protejan los derechos, no solo los propios, sino los de todos.

Una tercera razón para ser un ciudadano mediático es nuestra obligación. La palabra obligación, viene del latín obligatio. Ligatio quiere decir vínculo. Las personas no vivimos aisladas, ni en la comunidad política ni en la humanidad. No somos individuos que nacemos como hongos, sino que nacemos en una familia, nos educamos en una escuela y aprendemos que somos personas porque otros nos han reconocido como personas. No vivimos desvinculados, no somos masa, vivimos en ligatio. Nuestras sociedades han olvidado que vivimos en exceso que vivimos vinculados, y cuando a alguien le rechazamos no estamos pecando por omisión sino estamos realizando una acción de negación. Cuando uno sabe que vive vinculado con otro, entonces sabe que tiene una obligación con ese otro. La obligación no es un deber que viene de fuera, sino que brota desde lo más profundo del corazón cuando alguien descubre que está vinculado a otro.

No habrá una buena ética profesional, ni tampoco de los medios si no nos damos cuenta que estamos vinculados unos a otros y de que tiene que salir de lo mas profundo del corazón ese sentimiento de obligación. Porque entonces preocupa dar buena información, no sólo porque es interesante, no sólo porque es de justicia, sino porque eso sirve a otros que forman parte de mi propia vida. Mientras sintamos que no somos parte uno de otro, las cosas tienen mala solución. Cuando empecemos a sentirnos parte de los otros entonces los problemas tendrán una gran cantidad de soluciones.

Las razones para ser ciudadanos brotan también del vínculo compasivo.

¿Vínculo compasivo? ¡Si la compasión parece algo repugnante, la condescendencia con que los bien situados miran a los menesterosos! Pero no, no es eso. La compasión es el sentimiento de las dos personas que padecen juntas en el dolor y en las alegrías. Que son capaces de compadecer las alegrías y compadecer el dolor. El que no es capaz de compadecer en el dolor no tiene sentido de la justicia, pero tampoco tiene sentido de la gratuidad. El que no es capaz de compadecer en la alegría no tiene el sentido de la convivencia. Es necesario educar en ese vínculo compasivo, que nos hace compadecer la alegría y nos hace compadecer el dolor para generar una ciudadanía cordial, que sea una ciudadanía auténtica.

Porque, a mi juicio, la razón compasiva es muy importante, pero no sólo en el dolor, sino también en la alegría, y creo que en este tiempo necesitamos muchos proyectos en ese sentido. Por ello, opté por la compasión en la alegría que me permite dejar como ejemplo la idea del vínculo compasivo a través de la portada de mi libro Ética de la razón cordial. La imagen muestra el cuadro de Joaquín Sorolla “¡Al agua!”, que presenta a dos niños frente al mar. El niño va desnudito con un sombrerito, la niña está cogidita de la mano, con una alegría infinita, con esa alegría infinita de meterse en esa hora de la mañana, en esa claridad del mar, donde está la incertidumbre, donde está la esperanza, donde está la alegría. La alegría enorme de meterse en la vida junto al otro niño, no en solitario, sino cogidos de la mano.

*Filósofa, profesora de la Universidad de Valencia, España.