Ada Colau y Adrià Alemany. Vidas Hipotecadas

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    Ada Colau y Adri Alemany, por el texto de la obraGerard Pisarello y Jos Coy, por los prlogos

    Traducido del cataln por Mariano Veloy

    La traduccin de esta obra ha contado con una ayuda del Institut Ramon Llull.

    Angle EditorialCuadriltero de LibrosMuntaner 200, tico 8 / 08036 Barcelona

    T. 93 363 08 23 / F. 93 363 08 24www.cuadrilaterodelibros.com

    [email protected]

    Primera edicin: junio de 2012ISBN: 978-84-940037-3-8DL: B-18.015-2012Impreso en Romany Valls, S.A.

    Esta obra est sujeta a la licencia Reconocimiento-No Comercial-Sin Obra Derivada3.0 de Creative Commons. Se permite la reproduccin, distribucin y comunicacinpblica siempre que se cite a los autores y no se haga un uso comercial. No se permiteun uso comercial de la obra original ni la generacin de obras derivadas.

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    $E LA BURBUJA IMMOBILIARIA

    AL DERECHO A LA VIVIENDA

    D72/A67>=B31/2/A

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    Dedicado a nuestro hijo Luca, que con solo oncemeses de vida ha seguido el ritmo frentico de lasasambleas, las manifestaciones, los desahucios y laslargas horas de acalorados debates sin perder nuncala sonrisa. Dedicado a todos los padres y madres,abuelos y abuelas que intentan educar a sus hijos y

    nietos en los valores de la justicia social. Dedicadoa Ernest Marco, Luca Martn, Luca Delgado yGuillem Domingo, quienes, desde 2009, cuando laPAH no era ms que una pequea idea, nunca handejado de creer en ella ni de trabajar para que seconvirtiera en una realidad. Dedicado a todas lasPAH y a todas las personas que aportan su tiempo

    desinteresadamente y lo mejor de ellas mismas endefensa del derecho a la vivienda.

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    ndice

    Denunciar el poder, por Gerard Pisarello 11

    S se puede!, por Jos Coy 15

    Introduccin 21

    1. CMO HEMOS LLEGADO HASTA AQU:EL ADN DE LA BURBUJA INMOBILIARIA

    El derecho a la vivienda. Un derecho vulneradosistemticamente 27

    De la sociedad de proletarios a la sociedad de propietarios 33

    La nueva arquitectura global y sus efectos locales 39

    La particularidad del caso espaol: la formacinde la burbuja inmobiliaria 41

    Mitos y falacias: la construccin del imaginario popular 41

    El rol de la Administracin:Comprad, comprad, malditos! 51

    La agenda oculta de la Administracin: el porqu de las cosas 60

    Bancos y cajas: una triple responsabilidad 65

    Deconstruyendo la cultura de la propiedad 73

    El rescate de Bankia y la reforma financiera 79

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    2. LA PAH: UNA RESPUESTA SOCIAL Y COLECTIVAA LA CRISIS

    De V de Vivienda a la Plataforma de Afectadospor la Hipoteca 87

    Las personas afectadas: del Prozac al apoderamiento 93

    La expansin del movimiento. La PAH se extiendecomo la plvora 103

    Objetivos, propuestas y campaas 107

    La batalla por la dacin en pago 107La lucha contra los desahucios 123

    Mociones en los ayuntamientos 136

    La ILP de la vergenza 142

    La respuesta de la Administracin 149

    Pequeas grandes victorias 159

    Hacia un cambio de modelo: de la burbuja inmobiliariaal derecho a una vivienda 165

    3. ASPECTOS LEGALES. CONSEJOS Y RECURSOS

    La hipoteca y el procedimiento de ejecucin en elEstado espaol: anomala o perversin? 179

    Y en Europa, cmo lo hacen? 184

    Sentencias con sentido y sensibilidad 188Las fases del proceso 193

    Fase 1: Dejar de pagar. Consejos 195

    Fase 2: Inmersos en el proceso. Consejos 208

    Fase 3: Una vez subastado el piso. Consejos 216

    Los datos sobre ejecuciones hipotecarias y desahucios 227

    Los datos oficiales 227

    Otros datos de inters 234

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    Denunciar el poder

    Bertolt Brecht dej escrito que quien pretenda combatir la men-tira y la ignorancia debe superar, al menos, cinco dificultades.Debe tener, primero, el valorde escribir la verdad, aunque en to-das partes intenten sofocarla. Debe poseer, adems, la inteligenciapara descubrirla en medio del ruido y de la manipulacin. Debedominar, asimismo, el arte de hacerla manejable como arma.

    Debe presentar, en cuarto lugar, la capacidadde dirigirse a aque-llos que la utilizarn de manera ms eficaz. Y debe, por fin, des-plegar la astucianecesaria para difundirla entre ellos. A juzgarpor estas palabras, es muy probable que, de haber tenido en susmanos este libro, Brecht hubiera sonredo complacido.

    Y es que Vidas hipotecadases, ante todo, un libro valiente. Unode esos libros que irrumpen sin pedir permiso, en el momento

    justo en el que los mismos poderes que han generado la crisis sedisponen a pactar su propia impunidad y a culpabilizar a los msvulnerables. Denunciar al poder, descubrirlo in fragantiborrandosus huellas e intentando diluir su responsabilidad, no es tarea f-cil. Mucho menos cuando se hace con nombres y apellidos, comoocurre en estas pginas. De todas las explicaciones de la crisisque circulan en los medios, hay una recurrente: la que todo lo

    atribuye a los designios de los mercados, concebidos como unasuerte de entidad misteriosa capaz de operar al margen de la vo-luntad de las personas de carne y hueso. Contra esta suerte depensamiento mgico se sublevan estas lneas. Cuando los autores

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    de este libro hablan del poder, del concentrado bloque de poderfinanciero, inmobiliario y constructor que est detrs de la crisis

    espaola, no lo hacen con el nimo de quien trata un fenmenoinescrutable, que ocurre porque s, porque las cosas no puedenser de otro modo. Lo hacen, por el contrario, sealando una tra-ma mafiosa que se ha construido a golpe de decisiones y de ac-tuaciones normativas muy concretas. Y que ha contado con elrespaldo explcito de administraciones de diferente color poltico,de tribunales y de los propios partidos polticos.

    La existencia de esta trama no es un fenmeno reciente.Como bien muestra el libro, hunde sus races en el franquismo,pero ha operado con comodidad tras la instauracin de la mo-narqua parlamentaria. Si los autores se ocupan de ella no es porsimple vocacin inquisitiva. Es, sobre todo, por la violencia quesu voracidad especulativa ha infligido a miles de familias. Estaidentificacin con las vctimas, con todas aquellas personas que

    adems de perder sus casas y sus empleos han visto hipotecadassus vidas por la codicia de unos pocos, es otro de los signos devalenta de estas pginas. Porque hay que ser valiente, en lostiempos que corren, para ponerse del lado de los ms vulnerables.Para defender sus intereses sin engaarlos ni eximirlos de res-ponsabilidad. Pero distinguiendo siempre su situacin de la deaquellos que desde el privilegio y el abuso trafican con las necesi-

    dades ajenas.Claro que, como el propio Brecht recuerda, la predisposicin

    para decir la verdad puede resultar estril si se carece de la inteli-gencia para descubrirla. Y este es un libro inteligente. Muchoms, desde luego, que los interminables documentos oficiales einformes acadmicos que ni previeron la debacle actual, ni soncapaces de ofrecer salidas justas y sostenibles a la misma. A lo

    largo de las pginas que siguen, los lectores encontrarn indigna-cin. Pero una indignacin razonada, apoyada en datos empricosslidos y en una comprensin profunda de la economa poltica yde las vas jurdicas que han propiciado la crisis. En la defensa de

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    DENUNCIAR EL PODER

    su punto de vista, los autores no estn solos. Y para probarlo,convocan en su apoyo a algunas de las voces que mejor han in-

    terpretado lo que est ocurriendo: gente como el gegrafo DavidHarvey, la periodista Naomi Klein y, entre nosotros, los econo-mistas Jos Manuel Naredo y Albert Recio. Estas afinidadesconsiguen que Vidas hipotecadasse adhiera a un gnero singular:el del ensayo reivindicativo, dirigido a inflamar, que no por ellorenuncia al sentido de complejidad de las cosas ni a la necesidadde explicar con rigor por qu la realidad es como es.

    Que esto sea as no debera sorprender. Despus de todo, AdaColau y Adri Alemany son dos de los activistas ms lcidos queel movimiento por el derecho a una vivienda digna ha dado enBarcelona en los ltimos aos. Y lo son, entre otras razones, por-que desde su implicacin en V de Vivienda, primero, y como ca-ras visibles de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca(PAH), ms tarde, han exhibido un gran talento para comunicar

    la verdad en diferentes registros y para hacerla manejable comoarma, como peda Brecht. Este libro no constituye una excep-cin. Es un trabajo de activistas, pero no del activista que prefiereanteponer su vanidad o su propia jerga a la comunicacin de losargumentos que utiliza. Lo que aqu se dice, se dice de forma di-recta y comprensible, con una pretensin deliberada: desbordar elcrculo de los ya convencidos e incidir en el sentido comn me-

    dio que suele regir en estos temas.Seguramente, este afn pedaggico tambin obedece a otra de

    las exigencias brechtianas: la de saber evaluar en qu manos re-sultar ms eficaz la verdad que se procura comunicar. Tambinen este punto, el trabajo se revela como una apuesta ambiciosa.Por un lado, es una radiografa incisiva de la burbuja urbansticae inmobiliaria que sintoniza, tanto en el diagnstico como en la

    terapia, con las propuestas de grupos como Democracia Real Ya,Juventud Sin Futuro o el propio 15-M. Por otro, aspira a ser, demanera ms especfica, una herramienta operativa al servicio delos afectados por la crisis hipotecaria. Los captulos con consejos

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    y recursos para las personas y familias amenazadas por desalojosdeben leerse en esta clave. Como un recurso prctico, de asesora

    sindical, orientado a impulsar la solidaridad entre los afectados, aliberarlos del miedo y la parlisis, y a reforzar su capacidad deautoorganizacin.

    Esta combinacin entre denuncia y profundidad analtica, en-tre llamamiento a la movilizacin y preocupacin por los proble-mas inmediatos, es una de las mayores virtudes del libro. Seraequivocado, no obstante, atribuirla a una simple intuicin terica.

    Si este libro es posible, lo es porque quienes lo escriben no sonsimples observadores externos de un fenmeno social extendido.Por el contrario, lo que los autores explican aqu refleja lo queellos, y muchas otras personas como ellos, llevan aos haciendoen centros sociales, en colectivos de defensa de migrantes, enasociaciones de vecinos, en las calles y en los barrios. Esta expe-riencia personal no los exime de errar ni los vuelve infalibles.

    Pero ayuda a explicar por qu su mensaje ha logrado romper elcerco que el poder meditico suele imponer a las ideas crticas,llegando a miles de personas y ganndose el respeto y la confian-za de los propios afectados.

    Ya en la Antigedad clsica, la abolicin de la esclavitud pordeudas fue una de las banderas irrenunciables del movimientodemocrtico que desvel a la oligarqua y a los grandes acreedo-

    res. Siglos ms tarde, este ensayo viene a actualizar el viejo y no-ble reclamo, vinculndolo a la erradicacin de los grandes privi-legios financieros, urbansticos e inmobiliarios y a la garanta delderecho a una vivienda digna para todas y todos. Porque con vi-das hipotecadas no hay libertad, ni democracia, merecedora deese nombre. Y porque, como recuerdan da a da las mujeres yhombres de la PAH, s se puede!.

    G PProfesor de Derecho Constitucional de la UAB

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    Barcelona, la ciudad que vio nacer el movimiento de afectados porla hipoteca, hace ahora tres aos, es desde donde Ada y Adri mepiden que les escriba un texto a modo de prlogo para este libro.

    Es abril de 2012. Ms de un centenar de activistas procedentesde diferentes puntos del territorio nos hemos dado cita en la ca-pital barcelonesa para coordinar la campaa de recogida de fir-

    mas para la ILP (Iniciativa Legislativa Popular). Un hilo de opti-mismo recorre la asamblea. Sentimos cmo la PAH va tomandocada vez ms fuerza. De la nada, estamos construyendo un movi-miento que todava no ha tocado techo y que se ha convertido enun foco de resistencia contra la violencia de los bancos, la injusti-cia y la crisis del sistema. No obstante se trata de un optimismocomedido. Somos conscientes del contexto econmico y poltico

    en el que nos movemos. Entre otros asuntos, nos preocupa la de-riva que parece haber tomado el Gobierno, dispuesto a modificarel Cdigo Penal con el objetivo de sancionar la resistencia pacfi-ca que venimos practicando con el fin de paralizar los desahucioso que empleamos en las acciones de presin, como las ocupacio-nes de entidades bancarias, con el objetivo de conseguir dacionesen pago y alquileres sociales para las familias.

    Sin embargo, la sensacin de que el movimiento crece, se con-solida y se ampla con los nuevos nodos que siguen apareciendo enciudades y municipios donde este an no estaba presente inundala asamblea. Incluso llegamos a bromear con la posibilidad de ir a

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    prisin a causa de la reforma que pretende aprobar el ministro deInterior. De la crcel, seguro que es ms difcil que te desahucien.

    Por momentos, el optimismo se convierte en euforia. En elmomento en que escribo estas lneas existen ms de 60 platafor-mas desparramadas por toda la geografa espaola. Pero ms allde las cifras, lo que ms fuerza nos da es recibir el cario, la sim-pata y la complicidad de la gente. Lo comprobamos diariamentey en cada una de nuestras acciones.

    Los ms veteranos, aquellos que nos conocemos desde hace

    algo ms de dos aos, no podemos evitar sentirnos orgullosos alvolver la vista atrs y analizar el camino recorrido. Nuestra tra-yectoria ha ido de menos a ms, teniendo en cuenta que en unprincipio fue una autntica travesa en el desierto. La razn: ladificultad que tenemos las personas afectadas para hablar pbli-camente sobre una realidad que vivimos como un fracaso perso-nal, en una sociedad que mide a las personas por sus xitos. Y es

    que el principal problema al que nos enfrentamos las vctimas dela crisis, cuando tocamos fondo y nos damos cuenta de que esimposible hacernos cargo de las deudas contradas, es superar lavergenza, el estigma y el miedo asociado al proceso, y atrevernosa contar la situacin que atravesamos, incluso en el entorno mscercano.

    Por eso uno de los logros ms importantes de la Plataforma ha

    sido hacer visible un problema que se vive de manera individual,un problema que rara vez consegua traspasar la esfera de lo nti-mo y privado, y convertirlo en un problema social.

    La PAH nos ha conferido autoestima, seguridad y una identi-dad colectiva que nos permite hacer frente a los bancos y medir-nos con ellos de igual a igual. La Plataforma tambin ha sidofundamental a la hora de hilvanar un relato que explica la crisis

    atendiendo a las razones estructurales del modelo actual. Un re-lato que ha contribuido a que muchos afectados dejen de sentirseculpables de la situacin que atraviesan, gracias a que ha logradotransformar el sentimiento de impotencia y aislamiento inicial

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    en fortalecimiento y organizacin colectiva. Ni somos responsa-bles de esta crisis, ni de haber perdido nuestro empleo.

    Valga como ejemplo mi propia historia personal. Tard tiempoen llegar a la conclusin de que no era culpable de haberme que-dado en el paro y en encontrar ese sentimiento de indignacin yrebelda. Llevaba una vida normal y corriente con un trabajo decomercial autnomo bien remunerado en el sector textil. La glo-balizacin destroz una actividad con gran pujanza en diversoslugares del arco del Mediterrneo y el cierre de financiacin por

    parte de los bancos supuso la ltima estocada. Llevo ms de tresaos sin poder afrontar la cuota hipotecaria y pude detener la su-basta de mi casa tras cuatro das de huelga de hambre.

    La PAH me dio los instrumentos y la fuerza para seguir ade-lante. No puedo evitar recordar mi primera conversacin telef-nica con Ada, en la que me contaba el funcionamiento de aquelexperimento que bajo el nombre de Plataforma de Afectados

    por la Hipoteca se haba puesto en marcha en Catalua con tanbuenos resultados. Rpidamente entendimos los conceptos conlos que trabajaban estos compaeros. Meses antes habamos in-tentado impulsar algo similar que no acab de cuajar. As, decidi-mos retomar la iniciativa incorporando las tcnicas, los criterios,los mtodos de trabajo y las pautas utilizadas en Barcelona paraabordar la problemtica.

    Al recordarlo, vuelvo a mirar atrs y me emociono. No ha sidofcil, nada fcil. Incluso pronunciar dacin en pago sin que lalengua se trabara fue todo un reto. A da de hoy, es difcil encon-trar a alguien que no sepa lo que significa, y se ha convertido enuna reivindicacin de permanente actualidad en la agenda polti-ca y social. Tambin recuerdo el silencio meditico inicial, cuan-do nadie nos haca caso.

    Pero este es un prlogo escrito en caliente que habla de unarealidad y un conflicto cuyo final an no est escrito. En el mo-mento en que trazo estas lneas nos encontramos en un contextode creciente conflictividad social en las calles e inmersos en la

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    campaa de recogida de firmas. Una campaa que de nuevo nospermite constatar el calor de la gente y la solidaridad de la ciuda-

    dana con nuestras demandas. Porque tal y como reza a menudoJoaqun el Cura, sacerdote murciano y activista de la PAH, labanca no tiene corazn, la ciudadana s.

    La recesin en la que estamos inmersos y la poltica de recor-tes aplicada por los gobiernos para salir de ella, que ahondan enla herida y ralentizan la recuperacin econmica, nos conducen auna situacin de deterioro social sin precedentes. La receta de

    austeridad que nos impone la dictadura de los mercados hace dela Plataforma una herramienta de lucha til y poderosa. Y paralos cientos de miles de familias que estamos condenadas de porvida a la exclusin social y a la precariedad, se convierte en unmotivo de esperanza.

    Pero nos vienen tiempos difciles. La destruccin de empleono cesa y con ello aumenta el nmero de familias que se ven

    obligadas a elegir entre comer y pagar la hipoteca. Ante este es-cenario, y a pesar del incansable trabajo realizado hasta la fecha,debemos redoblar los esfuerzos para llegar a las ciudades y pue-blos donde todava no estamos. Y, a la vez, continuar manejandola pluralidad que atesora el movimiento en cuanto a proceden-cias, identidades, creencias y culturas como hemos venido ha-ciendo hasta ahora. Una transversalidad que nos enriquece y nos

    potencia. Sin lugar a dudas, uno de los factores que explican elarraigo del movimiento y un elemento que nos ha permitido cre-cer sorteando las dificultades que nos hemos ido encontrado enel camino.

    A pesar de ser relativamente joven, la PAH ya se ha ganado unlugar en la historia de los movimientos sociales en el sur de Eu-ropa. Formamos un puente de conexin con otros movimientos,

    como el vecinal, el sindical y el 15-M, entre otros. De hecho, so-mos parte del origen del movimiento de los indignados, que haamplificado nuestra lucha, ha servido de altavoz de nuestras pro-puestas y nos ha aportado gran cantidad de activistas.

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    Hemos pasado del silencio meditico inicial a convertirnos enuna fuente de noticias y objeto de incontables anlisis, artculos y

    estudios.Mientras termino este prlogo, leo en los peridicos que el

    Gobierno inyectar miles de millones de euros para sanear lascuentas de Bankia. Un sistema que rescata a las entidades finan-ciera que han provocado la crisis y que deja en la estacada a mi-llones de ciudadanos, tiene sus das contados.

    Se cumple un ao desde la eclosin del 15-M y las plazas y ca-

    lles de los barrios, pueblos y ciudades vuelven a llenarse. Tengo lacerteza de que vamos a vivir acontecimientos histricos (ya los es-tamos viviendo) y que seremos testigos de potentes luchas socia-les y cambios de conciencia. Tambin tengo la certeza de que laPAH va ser una pieza clave en ese motor de cambio. Estoy con-vencido que no solo presenciaremos una poca de cambios, sinoalgo ms profundo. Estamos a las puertas de un cambio de poca.

    S se puede!

    J CImpulsor de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca

    de Murcia y damnificado por la crisis hipotecaria

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    Introduccin

    Aunque la inmensa mayora de las personas que firmaron unahipoteca durante la burbuja inmobiliaria no lo saban, en el Esta-do espaol no basta con entregar la propiedad de la vivienda parasaldar la deuda hipotecaria. Desde que empez la crisis, en 2007,ms de 350.000 ejecuciones hipotecarias han dejado a centenaresde miles de familias en la calle y con una deuda de por vida.

    Pero detrs de las cifras hay personas, vivencias, proyectos quese hacen aicos, sueos que se convierten en la peor de las pesa-dillas. Vidas hipotecadas, voces y testimonios que ponen rostro alos nmeros y a las fras estadsticas. Estadsticas que nos hablande ejecuciones hipotecarias y desahucios, pero que no nos dicennada del miedo a perderlo todo y a quedar sin nada que sientecada una de las familias que pasan por esta amarga experiencia.

    No nos dicen nada de angustias como la de Jaime, separado, concuatro hijos y un nieto a su cargo, sobre quien pesa una orden dedesahucio inminente de CatalunyaCaixa. No nos dicen nada dela incertidumbre que siente Matas, que tuvo que hipotecarsepara sacar adelante un pequeo negocio que quebr con la crisis.Ahora perder el piso donde haba vivido toda la vida y CajaMadrid le seguir reclamando 200.000 euros. Tampoco nos di-

    cen nada del sentimiento de rabia e impotencia que sinti Lluscuando se dirigi a los servicios sociales para pedir ayuda y loamenazaron con quitarle la custodia de su hijo si lo acababandesahuciando y no poda ofrecerle un hogar. Las estadsticas

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    tampoco dicen nada de la ansiedad que sufra Blanca cada vezque el director de una de las sucursales de Caixa Peneds la ame-

    nazaba dicindole que se lo quitara todo, que la dejara sin nada,que nunca podra volver a trabajar, ni a tener nmina, y ni siquie-ra podra jubilarse. Su voz todava se rompe al recordarlo: Alprincipio yo no hablaba, no poda, solo lloraba. Llegu a ir albanco a sacar la nmina a las doce de la noche y a las cinco de lamadrugada. Pensaba que me lo quitaran todo de un da paraotro! No poda dormir pensando que me sacaran de casa de re-

    pente, sin avisar. Datos que tampoco nos hablan del acoso delque era objeto Josep cuando el banco intentaba localizarlo y lollamaba a todas horas, a su casa, a su trabajo, incluso a familiares,para presionarlo y exigir que pagara. Tampoco nos hablan de Isa-bel, con la casa subastada, pendiente de que le notifiquen la fechade desahucio y preocupada por su madre, que figuraba como ava-ladora en su contrato hipotecario y que a la edad de 75 aos pue-

    de perder su vivienda. Los datos tampoco nos hablan del senti-miento de culpa que arrastra Santiago, que cay en elalcoholismo cuando una ejecucin hipotecaria se llev por delan-te su casa, ni de la preocupacin de la hermana que lo aval, pen-diente ahora de que en cualquier momento le embarguen la n-mina para cobrarse la deuda que an mantiene Santiago.

    Jaime, Matas, Llus, Blanca, Josep, Isabel y Santiago son solo

    algunos de los rostros que se esconden detrs de las 212 ejecu-ciones hipotecarias y los 159 desahucios que se producen cadada en todo el Estado.

    Cmo hemos llegado hasta aqu? Cul es la dimensin de laproblemtica? Se podra haber evitado? Hasta qu punto sonresponsables las personas afectadas de la situacin en la que seencuentran? Cules son las consecuencias que comporta el pro-

    ceso de ejecucin hipotecaria? Hay responsables polticos? Qupapel han jugado las entidades financieras? Estas son algunas delas preguntas que nos formulamos y a las que respondemos en laprimera parte de este libro, que tiene por trasfondo una tesis que

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    INTRODUCCIN

    ya os podemos avanzar: los habitantes de este pas hemos sidovctimas de una gran estafa.

    Pero todas estas personas, adems de tener en comn el hechode haber sufrido un proceso judicial que les niega una segundaoportunidad, comparten otra caracterstica. Lejos de resignarse yacatar las consecuencias de una legislacin hipotecaria que loscondena de por vida, todas ellas decidieron luchar por la supervi-vencia, pero tambin para mantener su dignidad. As, la transfor-macin de una problemtica individual en una lucha colectiva y

    el proceso de organizacin de las personas afectadas y solidariaspara conquistar el derecho a una vivienda son el eje vertebradorde la segunda parte de este libro, que se basa en nuestra expe-riencia en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.

    Finalmente, en la tercera parte hacemos un repaso de los prin-cipales aspectos legales y recogemos algunos consejos y pautaspara actuar ante un proceso de ejecucin hipotecaria en sus dife-

    rentes fases. Esperamos que esta parte resulte til no solo parapersonas directamente afectadas, sino tambin para plataformaslocales y otros colectivos que quieran dar apoyo a las vctimas dela estafa inmobiliaria.

    Los casos concretos de personas afectadas a los que se hace re-ferencia en distintos momentos del libro son todos reales, sinembargo, aparte del nombre, hemos evitado incluir datos perso-

    nales, porque los consideramos innecesarios. Por otro lado, unavez explicada la importancia de las vidas que hay en juego cuan-do hablamos de la crisis hipotecaria, tampoco hemos queridoabusar de las historias personales. Esto es lo que habitualmentebuscan los medios de comunicacin, lo que llaman historia hu-mana, y casi nunca dan espacio a la investigacin de las causasestructurales, ni a la lucha colectiva que a lo largo de los ltimos

    tres aos ha hecho posible que se empiecen a escuchar muchasde las denuncias individuales. Con este libro queremos hacernuestra humilde contribucin a reequilibrar este tratamientoparcial y con frecuencia sensacionalista de la realidad.

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    Hay una larga lista de personas que con su esfuerzo y su entre-ga han hecho posible la historia que, en parte, este libro recoge.

    No concretaremos los nombres, porque seguro que nos dejara-mos a ms de una persona imprescindible. Pero no podramosdar por finalizada esta introduccin sin mostrar un inmensoagradecimiento a todas las personas afectadas y solidarias que enlugar de rendirse han dado el paso de organizarse colectivamentepara hacer frente a Goliat. A todas ellas; a quienes las asesoran ylas acompaan a la hora de reclamar sus derechos ante entidades

    financieras y administraciones; a quienes se levantan a las seis dela maana para detener un desahucio; a quienes abrazan a uncompaero o una compaera que ha tenido un mal da; a quienessacan tiempo de debajo de las piedras para ayudar a los otros;a todos vosotros, queremos aprovechar esta ocasin para decirosque es un honor y un placer compartir sueos, acciones y deseos.A pesar de lo que nos quieren hacer creer, estamos demostrando

    que, si nos unimos, las cosas pueden ser distintas.

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    1Cmo hemos llegado hasta aqu:

    el ADN de la burbuja inmobiliaria

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    El derecho a la vivienda.Un derecho vulnerado sistemticamente

    El artculo 47 de la Constitucin espaola establece que todoslos ciudadanos del Estado espaol tenemos derecho a una vi-vienda digna y adecuada. Y todava ms: que los poderes pblicospromovern las condiciones necesarias y establecern las normaspertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utiliza-cin del suelo de acuerdo con el inters general para impedir la

    especulacin, y que la comunidad participar en las plusvalasque genere la accin urbanstica de los entes pblicos.

    En 2006, el relator especial de la Organizacin de NacionesUnidas (ONU) sobre el Derecho a una Vivienda Adecuada, Mi-loon Kothari, vino en misin oficial a Espaa para evaluar la situa-cin de la vivienda en nuestro pas. De la mano del Observatoriode Derechos Humanos DESC, tuvo la oportunidad de reunirse

    con integrantes de colectivos y movimientos sociales en Barcelona,Madrid y Sevilla; asimismo, se entrevist con instituciones pbli-cas y distintos cargos pblicos, entre los cuales se hallaba el Minis-terio de Vivienda. Este Ministerio haba nacido dos aos atrs conel mandato de velar por el derecho a la vivienda de la poblacin.Meses despus de la visita, la Relatora emiti un informe devasta-dor que llegaba a la conclusin de que el derecho a la vivienda en

    el Estado espaol haba sido vulnerado sistemticamente, y que lasadministraciones pblicas haban sido cmplices de esta conculca-cin. El informe, que tuvo gran repercusin en los medios, denun-ciaba el proceso de mercantilizacin al que se haba sometido la

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    vivienda (y, por extensin, las ciudades). Al mismo tiempo, instabaa la Administracin a implementar una serie de medidas para en-

    derezar la situacin antes de que fuera demasiado tarde.

    LEn una apuesta por un crecimiento fcil, rpido y a corto plazo,Espaa se entreg durante aos a la fiesta inmobiliaria. Se cons-truyeron ms viviendas que en Alemania, Italia y Francia juntas.Pero esta sobreproduccin no se tradujo nunca en una mayor ac-

    cesibilidad. Al contrario. Desmintiendo el dogma neoliberal, losprecios no dejaron de aumentar, lo que convirti a Espaa enuno de los pases de la Unin Europea donde el acceso a la vi-vienda resultaba ms caro.

    1997

    1998

    1999

    2000

    2001

    2002

    2003

    2004

    2005

    2006

    2007

    2008(*)

    - - - - - - - - - - - - -

    350,0

    300,0

    250,0

    200,0

    150,0

    100,0

    50,0

    0,0

    Precios viviendas

    Salarios

    IPC

    Precio de las vivienda, salarios y precios de consumo. Medias anuales.100 = 1997. Serie 1997-2007.

    100=1997

    (*) Previsin. Fuente: Instituto Nacional de Estadstica (INE) y Ministerio de Vivienda.

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    Entre otros, existen dos elementos clave que explican esta pa-radoja: por un lado, los bajos tipos de inters y la liberalizacin

    del crdito permitieron que bancos y cajas prestaran todo el di-nero que quisieron y a quienes quisieron, y lo hicieron a plazoscada vez ms largos; por otro, la posibilidad de mantener millo-nes de viviendas vacas esperando a que se especulara con ellassin ninguna clase de penalizacin. Fruto de este modelo, el Esta-do propici la confusin entre el derecho a una vivienda y el he-cho de garantizar el acceso al crdito; esto impuls la propiedad

    privada ms all de los lmites razonables y a costa del sobreen-deudamiento de una buena parte de la poblacin.

    Durante aos, la poblacin escuch un nico mensaje repeti-do por inmobiliarias, promotores, constructores, entidades fi-nancieras y medios de comunicacin: la vivienda nunca baja deprecio, la vivienda es una inversin segura. Mensajes que se fue-ron institucionalizando en boca de las administraciones pbli-

    cas. Las ministras de Vivienda repetan ao tras ao que haballegado el momento de comprar, mientras el Ministerio de Eco-noma se encargaba de cultivar las condiciones materiales yacompaar estos mensajes con polticas que animaban a la po-blacin a endeudarse: una poltica fiscal que desgravaba nica-mente la compra, una poltica de suelo que incentivaba la espe-culacin, una liberalizacin del alquiler que lo desautorizaba

    como alternativa real y un parque de viviendas sociales insignifi-cante. A pesar del mandato constitucional, Espaa nunca hizouna poltica encaminada a garantizar el derecho a la vivienda;ms bien, se limit a poner en marcha una economa polticaque convirti la mercantilizacin de la vivienda en una suculen-ta fuente de ingresos para determinados sectores privados y parala propia Administracin.

    EPero las cosas siempre pueden ir a peor. Si durante la burbuja in-mobiliaria Espaa era uno de los pases europeos con mayores

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    dificultades para acceder a la vivienda a causa de sus elevadosprecios, con el estallido de la burbuja y la irrupcin de la crisis, al

    problema del acceso hay que sumarle la prdida de la viviendapor parte de miles de personas que hasta aquel momento, y se-gn las estadsticas, tenan resuelta esta cuestin. En un pasdonde el principal gasto de los hogares es la vivienda, y en el cualse ha impulsado durante aos la propiedad privada como formacasi exclusiva de tenencia, cuando disminuyen los ingresos, elprimer gasto que no se puede afrontar es la hipoteca. Con una

    tasa de paro superior al 22 %, con ms de 5 millones de personasen edad de trabajar sin trabajo remunerado y con 1,4 millones dehogares con todos sus miembros en paro, resulta fcil intuir lamagnitud de la tragedia hipotecaria.

    Segn datos del poder judicial, entre 2007 y el tercer trimestrede 2011 se iniciaron 349.438 ejecuciones hipotecarias en Espaa.Segn datos de 2011, cada da se inician 212 procesos; es decir,

    6.360 al mes.Aunque no todos los procesos afectan a la vivienda habitual, as

    sucede en la mayora de los casos. Y hay que tener en cuenta quecada proceso de ejecucin hipotecaria no afecta a un solo in-dividuo, sino a toda la unidad familiar. Adems, en un solo pro-ceso de ejecucin hipotecaria suele estar implicada ms de unavivienda, ya que las entidades financieras (conscientes de los

    riesgos que asuman en la concesin de hipotecas de alto riesgo)exigieron avales, y con frecuencia estos avales no fueron otrosque la vivienda de algn familiar cercano, en especial los padres.A pesar de que la mayor parte de las personas que firmaban es-tas hipotecas no eran conscientes de ello, los avaladores debenresponder de manera solidaria con todos sus bienes presentes yfuturos, exactamente igual que lo hacen los titulares de la hipo-

    teca. Por ello, un solo proceso de ejecucin hipotecaria puedesuponer que dos o incluso tres unidades familiares pierdan la vi-vienda. As las cosas, estamos hablando de un problema que, en-tre afectados directos e indirectos, concierne a dos millones de

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    personas; una cifra que se podra duplicar en los prximos aos,ya que ningn pronstico augura el final de la actual recesin.

    Con este volumen de afectacin no es de extraar que en febre-ro de 2009 surgiera la Plataforma de Afectados por la Hipoteca(PAH). La primera aportacin valiosa de esta Plataforma fue,adems de visibilizar la cantidad de ejecuciones que se estabanproduciendo, poner sobre la mesa una anomala jurdica en el pro-cedimiento espaol que tiene consecuencias devastadoras. En Es-paa la entrega de la vivienda no es suficiente para saldar la deuda,

    ya que el prstamo recae sobre la persona y no sobre el bien hipo-tecado, que solo es una garanta y, en caso de impago, no se consi-dera suficiente para extinguir el prstamo. Cuando se produce unasituacin de impago, la vivienda va a subasta; si la subasta quedadesierta, que es lo que ocurre el 90 % de los casos en el contextoactual de crisis, las entidades financieras pueden adjudicarse la vi-vienda por el 60 % del valor de tasacin (hasta hace poco, era el

    50 %). La diferencia de la deuda que no quede cubierta por este60 %, ms los intereses de demora y las costas judiciales del proce-so (ambos muy elevados), quedarn como una deuda viva para lapersona expropietaria. Una deuda que adems genera nuevos inte-reses, y esto, en la prctica, imposibilita llegar a saldarla.

    El resultado de esta legislacin anacrnica es prcticamenteuna versin contempornea de la esclavitud: los que en una oca-

    sin cometieron el error de firmar una hipoteca quedarn conde-nados financieramente de por vida. No solo se trata de que elbanco podr ejercer siempre que quiera su derecho y seguir eje-cutando la deuda restante adjudicndose los bienes de la personaafectada o embargando una parte de sus ingresos; adems, la per-sona embargada constar como morosa en ficheros de acceso p-blico, como los ficheros de incumplimiento de obligaciones dine-

    rarias (Asnef o Badexcug) y el Registro de AceptacionesImpagadas (RAI). As, al desahucio se le suma una condena fi-nanciera que se transforma en una condena a la exclusin social:la persona podr ser embargada de por vida (nminas, cuentas

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    bancarias, herencias, etctera) y tendr serias dificultades parallevar una vida digna, ya que aparecer en el listado de morosos

    puede convertirse en un impedimento a la hora de encontrar tra-bajo, alquilar una vivienda, contratar una lnea telefnica o, inclu-so, percibir ayudas pblicas. Por haber querido acceder a una vi-vienda, a un bien de primera necesidad reconocido comoderecho fundamental, puede convertirse uno en un proscrito sinposibilidad de recuperarse. Por supuesto, esta grave vulneracindel derecho a la vivienda implica la vulneracin de otros dere-

    chos fundamentales interdependientes, como es el derecho a lasalud. La ansiedad ante el inminente desahucio y la muerte fi-nanciera de las familias causa trastornos psicolgicos graves, queen ocasiones se traducen, entre otros, en episodios de violencia,alcoholismo, desatencin de los hijos, tensiones familiares, incre-mento de la violencia de gnero e intentos de suicidio cada vezms frecuentes.

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    De la sociedad de proletarios a la sociedadde propietarios

    En 2007, el 87 % de la poblacin del Estado espaol acceda auna vivienda en rgimen de propiedad, ante el 60 % de la mediaeuropea.

    Para explicar esta anomala respecto a los pases de nuestro en-torno, hay quien no ha dudado en sostener que en nuestro pasexiste una cultura propietaria que no se da en otros lugares. Esta

    tesis lleg a convertirse en un tpico muy transitado a la hora deexplicar el afn comprador de la sociedad espaola. Se hablabade la cultura propietaria como una suerte de cdigo gentico ins-crito en nuestro ADN que nos diferenciaba del resto de mortalesy determinaba nuestro comportamiento. Una forma de expresindel spanish way of life.

    No obstante, esta propensin de los ciudadanos a acceder a

    una vivienda en rgimen de propiedad en detrimento de otrosregmenes de tenencia no siempre ha sido as. En 1950, el 51 %de la poblacin viva de alquiler, y la cifra superaba el 90 % engrandes ciudades, como Madrid o Barcelona. En el transcurso decincuenta aos, sin embargo, estas cifras se han ido invirtiendo.As, en 1981 la relacin entre propietarios y arrendatarios ya erade 7 a 3, y alcanz su mximo en 2007, con una proporcin de 9

    a 1. Cmo se puede explicar una mutacin tan radical?En las dos ltimas dcadas de la dictadura, la poltica econ-

    mica y la de vivienda experimentaron un giro que condicionesta evolucin. Polticas que encontraran su continuidad durante

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    la etapa democrtica, en la que, como expone el economista JosManuel Naredo, un continuismo que permitir no solo cambiar

    la cultura del alquiler en favor de la de la propiedad, sino conver-tir Espaa en lder europeo en este campo y hacer del negocioinmobiliario la verdadera industria nacional.

    L,En 1957, el primer ministro de Vivienda de la historia espaola,Jos Luis Arrese, en un discurso ante las Cortes para presentar

    una batera de propuestas que pretendan hacer frente a la proli-feracin de chabolas surgidas de las olas de migracin interna delcampo a la ciudad, pronunci una frase que con el paso de losaos se ha convertido en clebre: Queremos un pas de propie-tarios, no de proletarios. Esta frase marcara un punto de in-flexin y constituira el principio rector de la poltica de viviendadel tardofranquismo. El proyecto propietarista de la dictadura

    serva a un doble fin. Por un lado, se evitaban posibles focos deconflicto entre el Estado, propietario de las viviendas sociales, ylos arrendatarios, los trabajadores y los sectores populares de lapoblacin. Conflictos que corran el riesgo de enquistarse y quesuponan un autntico desafo para el rgimen. Por otro lado, lapropiedad deba actuar como un mecanismo de control social,convirtiendo los espritus insubordinados en individuos discipli-

    nados, de orden y moral.

    El hombre, cuando no tiene hogar, se apoderade la calle y, perseguido por su mal humor,

    se vuelve subversivo, agrio, violentoJ L A

    Esta lnea de accin no fue, sin embargo, una apuesta exclusivade la dictadura franquista, ni se dio solo dentro de las fronteras denuestro pas. Transformar una sociedad de proletarios en una so-ciedad de propietarios tambin se convirti en un objetivo poltico

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    de la convulsa Inglaterra de Margaret Thatcher con el objetivo dedesactivar las nfulas revolucionarias de una clase obrera desafecta.

    Una estrategia brillante para alinear los intereses de una clase tra-bajadora descontenta con las lites conservadoras. Y es que quientiene un ttulo de propiedad tiene alguna cosa que perder, unos in-tereses concretos que defender y poco tiempo para conspirar.

    A finales del siglo , la incorporacin de Espaa a la econo-ma global facilit el acceso de la poblacin al crdito. El endeu-damiento generalizado supuso un nuevo mecanismo de goberna-

    bilidad social. Con unas hipotecas firmadas a cuarenta aos yuna cuotas que pagar mensualmente, la ciudadana, para cumplircon sus obligaciones hipotecarias, no tiene ms remedio queaceptar las imposiciones del mercado laboral, y en muchas oca-siones se ve obligada a trabajar en condiciones precarias y enpuestos mal remunerados.

    LPor otro lado, durante la etapa desarrollista de la dcada de 1960,la primaca de la vivienda entendida como un bien de primeranecesidad que tena que cumplir una funcin social qued rele-gada a un segundo plano ante una nueva concepcin del trmino.Ms que un bien de uso, la vivienda se fue convirtiendo progresi-vamente en un bien de inversin. Ms que un fin en s mismo,

    lleg a ser un medio para generar ocupacin y crecimiento.Si durante el tardofranquismo la construccin de vivienda p-

    blica se utiliz como una medida keynesiana anticclica paracombatir el paro y estimular la demanda interna en momentosde depresin econmica, en el trnsito hacia la democracia estatendencia se acentu, y la construccin residencial se erigi en eleje vertebrador del crecimiento econmico. Durante los aos l-

    gidos de la burbuja, el peso del sector inmobiliario representabael 18 % del PIB (el 30 % si tenemos en cuenta las actividadeseconmicas indirectas que proliferaron al amparo de la construc-cin) y daba trabajo a un 13 % de la poblacin, muy por encima

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    del 6,7 % de Alemania y del 8 % de Reino Unido. De esta mane-ra, la construccin residencial se convirti en el principal recurso

    de la economa espaola y en un motor de creacin de trabajoprecario y temporal que condicion el desarrollo de un modeloeconmico voraz, de corto recorrido y devastador para el territo-rio. La economa del ladrillo, de la misma manera que una me-tstasis cancergena, se fue reproduciendo por toda la geografa,barriendo y reemplazando otros tipos de actividad industrial.

    Si alguna cosa dej atada y bien atadala dictadura, fue la poltica de vivienda,la herencia de su modelo urbanstico

    y la prctica del pelotazo inmobiliarioJ. M. N

    Pero sostener este modelo no fue una tarea fcil. El Estado

    tuvo que asistir permanentemente a la iniciativa privada y facili-tar las condiciones necesarias para que la maquinaria de produc-cin no se detuviera. Solo dentro de esta lgica se puede explicarla Ley del Suelo aprobada por la mayora absoluta del PartidoPopular en 1998, bautizada como Ley del todo urbanizable.Una ley que liberaliz materias tan sensibles como la calificacindel suelo y que descentraliz, sin establecer ningn tipo de con-

    trol, las competencias en materia urbanstica, favoreciendo la es-peculacin y la corrupcin. Una ley que permita acelerar el mo-delo de crecimiento basado en la construccin residencial hastalmites insospechados. El entonces ministro de Economa, Ro-drigo Rato, declaraba: La verdad es que estamos asentados enun ciclo largo y con pocas incertidumbres. Esto es indiscutible. Ylo ms importante es que se trata de un modelo de crecimiento

    duradero. Entre los aos 1998 y 2007 el parque de viviendas au-ment en 6,6 millones.

    Al mismo tiempo, si se quera que el negocio inmobiliario so-breviviera como modelo, era imprescindible colocar todas las vi-

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    viendas que se construan anualmente. As, los gobiernos demo-crticos de turno adoptaron las medidas necesarias para

    alimentar una demanda capaz de absorber la oferta de suelo y vi-viendas existentes. Las distintas polticas implementadas por laAdministracin fueron forjando la propensin de los ciudadanosa acceder a una vivienda de compra a travs del sobreendeuda-miento, en detrimento del alquiler o de otras formas de tenencia.

    En este contexto, un nuevo marco global y una nueva vuelta detuerca en el campo del lenguaje, la economa y la poltica interna

    reconfigur el imaginario popular, reduciendo al mnimo el hori-zonte de posibilidades a la hora de acceder a una vivienda, y abo-n el terreno sobre el que se asent la llamada cultura propietariaen nuestro pas.

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    La nueva arquitectura global y sus efectos locales

    En el intervalo de tiempo que abarca el final de la dictadura y elcomienzo de la democracia se sucedieron una serie de aconteci-mientos en la esfera internacional que reestructuraron las condi-ciones de acceso y produccin del mercado inmobiliario. Estanueva arquitectura global redise a su vez la economa y la pol-tica dentro de cada Estado. En el caso de Espaa, reforz las po-

    lticas internas en materia de vivienda que se haban iniciado du-rante el franquismo.

    Por un lado, el colapso del bloque comunista transform radi-calmente el escenario poltico. Desde finales de la dcada de1960, asistimos a un gradual repliegue del Estado como provee-dor de bienes y servicios bsicos en beneficio de la iniciativa pri-vada. Este progresivo retraimiento de la accin pblica se aceler

    durante las dcadas de 1980 y 1990, en un contexto internacio-nal marcado por la cada del Muro de Berln y la hegemona deldogma neoliberal como principio rector de la poltica. Y estenuevo paradigma replante el papel central que hasta entonceshaba tenido el Estado en la economa, y lo hizo reduciendo supresencia hasta la mnima expresin y dotando a la Administra-cin de unas funciones distintas. Este proceso se tradujo en una

    descapitalizacin del Estado, en una mutilacin de los instru-mentos y de los mecanismos de intervencin pblicos existentesy en una externalizacin de sus funciones. De esta manera, elmercado desplaz al Estado como productor de bienes y servi-

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    cios bsicos, y la Administracin qued relegada a un segundoplano. A partir de aquel momento, el Estado empez a actuar

    como correa de transmisin de los intereses de la iniciativa pri-vada.

    Por otro lado, las innovaciones financieras y los avances tecno-lgicos que tuvieron lugar durante el ltimo cuarto del siglo hicieron posible la integracin de los mercados nacionales en unasola economa planetaria. La progresiva insercin de Espaa enel circuito de capitales de la economa mundial provoc el trnsi-

    to hacia una economa cada vez msf inanciarizaday sometida ala lgica y al lenguaje de los mercados globales de capital. El in-greso de Espaa en la Unin Europea brind una oportunidadde negocio a unos capitales internacionales vidos por encontrarnuevos mercados. Europa significaba un sello de garanta, y estaseguridad convirti el territorio espaol en un polo de atrac-cin de inversin extranjera. Ms tarde, la entrada en el euro se

    tradujo en un alud de crdito que empez a fluir desde Frankfurthacia Madrid y que lleg a los hogares de todo el pas en formade hipotecas.

    Pero si bien es cierto que la llegada del euro inund la econo-ma de crdito, abarat el precio del dinero hasta cotas nunca vis-tas y facilit el endeudamiento de particulares y empresas, no esmenos cierto que el exceso de liquidez y los bajos tipos de inters

    eran un denominador comn del resto de economas de la zonaeuro, que no tuvieron el mismo comportamiento. Por tanto, elacceso al crdito barato se limit a proporcionar las condicionesde posibilidad para el sobreendeudamiento. Digamos que fueuna condicin necesaria, pero no suficiente, para explicar la par-ticularidad del caso espaol.

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    La particularidad del caso espaol:la formacin de la burbuja inmobiliaria

    Mitos y falacias: la construccin del imaginario popular

    Durante prcticamente una dcada, la poblacin espaola se viosometida por tierra, mar y aire a un alud de mensajes que refor-zaban una nica idea: si no eres propietario, no eres nadie. Portodos lados y a todas horas se escuchaba una y otra vez la misma

    cancin: que la burbuja inmobiliaria no exista, que los precios delas viviendas nunca bajaran, que la compra de una vivienda erael mejor complemento para la jubilacin, que por el precio de unalquiler podas ser propietario y que, comparando precios, eramejor comprar. Ms que opiniones, eran sentencias inapelablesque se dejaban caer en toda clase de situaciones y conversaciones.Frases hechas que corran de boca en boca y que acabaron inte-

    grndose en el sentido comn de la gente.Pero de dnde surgan estas leyendas? Quin propagaba los

    mitos?Una sencilla bsqueda en la hemeroteca de cualquier peridi-

    co ser suficiente para que nos demos cuenta de que estas leyen-das salan de la boca de supuestos expertos, consultores profe-sionales, representantes del sector inmobiliario, polticos de

    todos los colores, ministros de Economa, de Fomento, de Vi-vienda, de Industria, de Trabajo, gobernadores del Banco de Es-paa y presidentes de bancos y cajas. Todos ellos, desde el pri-mero hasta el ltimo, figuras que defendan unos intereses

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    concretos y que, por lo tanto, tenan unos juicios de valor alta-mente subjetivos.

    Mensajes que se reproducan en boca de tertulianos y tertulia-nas que frecuentaban plats de televisin y acaparaban los espa-cios radiofnicos. Mensajes que se amplificaban gracias a los me-dios de comunicacin y que entraban hasta la cocina de todos loshogares.

    D

    Muchos recordarn a Enrique Lacalle, exdiputado del PartidoPopular y presidente de la feria inmobiliaria ms importante deEspaa, o a Jos Manuel Galindo, presidente de la Asociacin dePromotores y Constructores de Espaa, pregonar hasta la exte-nuacin que los precios de las viviendas no bajaran nunca. Otrosrecordarn a Enric Reina, presidente de la Asociacin de Promo-tores de Catalua, negar hasta el absurdo la existencia de la bur-

    buja inmobiliaria (incluso cuando ya haba estallado), y defenderincansablemente que la compra de una vivienda era una inver-sin segura, que alquilar era tirar el dinero... Estos personajesparticipaban con frecuencia en debates y entrevistas televisadasbajo la etiqueta de expertos inmobiliarios. De esta manera, sepresentaban ante la opinin pblica como voces experimentadasy no como agentes comerciales que estaban intentando colocar

    sus productos. Ms que entrevistas, sus apariciones parecan cu-as publicitarias y espacios de propaganda gratuita.

    Ciertamente, el papel de los medios de comunicacin conven-cionales durante los aos de la burbuja, como amplificadores dedeterminados mensajes, fue reprobable. Las voces crticas deaquellos economistas que alertaban sobre la insostenibilidad delmodelo fueron marginadas, ahogadas y obviadas. Su presencia en

    los medios fue anecdtica, y de este modo se priv a la poblacinde escuchar cualquier discurso distinto al dominante.

    Si estas manifestaciones en boca de representantes del sector pri-vado son ticamente cuestionables, las mismas declaraciones reali-

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    zadas por dirigentes electos ya son de juzgado de guardia. Por razo-nes de espacio, nos centraremos en los mensajes que se lanzaban

    desde el Ministerio de Vivienda. Un Ministerio instaurado durantela primera legislatura de Zapatero con el mandato, al menos depuertas hacia fuera, de garantizar el derecho a una vivienda que serecoge en el artculo 47 de la Constitucin espaola. Enseguida sehizo evidente, sin embargo, que el Ministerio solo actuaba comouna correa de transmisin de los intereses del sector empresarial.

    Para ilustrar el talante del Ministerio resulta reveladora una

    entrevista que la BBC realiz a Carme Chacn cuando todavaera ministra de Vivienda. En un determinado momento de laentrevista, los periodistas cuestionaron el excesivo peso del sectorinmobiliario en la economa espaola e insinuaron la posibilidadde que se estuviera gestando una burbuja inmobiliaria. Descon-certada, Chacn lo neg rotundamente con la cabeza mientrasdaba por acabada la conversacin. A pesar de que esta entrevista

    no se public en ningn medio de comunicacin estatal, estecorte audiovisual se convirti en todo un fenmeno viral en lared. Y es que, durante la poca dorada de la economa espaola,hablar de la burbuja inmobiliaria se convirti en un tema tab.

    Otra ministra que tampoco pasar a los anales de la historia porsu labor al frente del Ministerio ni por su defensa del derecho a unavivienda fue Beatriz Corredor. Registradora de la propiedad antes

    de que el Gobierno socialista la nombrara ministra de Viviendaprimero, y despus secretaria de Vivienda (una vez aniquilado elministerio), durante toda la legislatura no dej de repetir la mismafrase: Ahora es el momento idneo para comprar. Primero lo de-ca alegando que los tipos de inters estaban en mnimos histricosy que, por lo tanto, era una ocasin nica. Cuando el sector inmo-biliario se empez a desplomar, lo haca asegurando que los precios

    ya haban tocado fondo y que, por lo tanto, haba llegado el mo-mento adecuado. Y no termina aqu la cosa. En febrero de 2009,neg con vehemencia que las familias espaolas tuvieran dificulta-des para pagar la hipoteca. Ironas del destino, el mismo mes se

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    constituy en Barcelona la PAH. Por otro lado, Beatriz Corredorfue una de las fervientes defensoras del aterrizaje suave durante los

    primeros compases de la crisis. Un eufemismo para no tener quereconocer que la burbuja haba estallado y que presumiblemente losprecios de los inmuebles acabaran bajando. El tiempo la dej enevidencia, y la cruda realidad se acab imponiendo.

    Este es un buen momento para alguienque quiera comprar una vivienda para vivir

    o para una familia que quiera cambiarse de casaB C, septiembre de 2008

    Pero independientemente de cul fuera el nombre que encabe-zara la cartera de Vivienda, la realidad es que este Ministerio sepreocup ms de servir los intereses privados del sector inmobi-liario que de garantizar el derecho de los ciudadanos a una vi-

    vienda digna. Se interesaba ms por las ventas del sector que porlos desahucios de las familias. Estaba ms ocupado en inaugurarlas ferias y exposiciones inmobiliarias que en solucionar las difi-cultades de los ciudadanos para pagar el alquiler o las letras de lahipoteca. Era tan descarado al servicio de quin estaba este mi-nisterio, que muchos lo denominaban el misterio de la vivienda.As, a pesar de la situacin de emergencia y de extrema necesidad

    en la que se encontraron centenares de miles de familias una veziniciada la crisis, no es de extraar que, con el estallido de la bur-buja y la consiguiente quiebra de centenares de empresas del m-bito inmobiliario, el Gobierno decidiera eliminar el ministerio. Sila mayora de las empresas del sector haban desaparecido, de al-guna manera su razn de ser tambin haba dejado de existir.Con los activos inmobiliarios en manos de las entidades financie-

    ras, el Ministerio de Economa fue el encargado, a partir de aquelmomento, de velar por los intereses inmobiliarios de la banca.

    Con todo, las pocas voces que se atrevan a contradecir las tesishegemnicas, que se haban erigido como verdades universales,

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    eran menospreciadas, ignoradas o incluso tildadas de antipatriti-cas. Ni siquiera los informes de la Organizacin para la Coopera-

    cin y el Desarrollo Econmico (OCDE) ni del propio FondoMonetario Internacional (FMI), que en 2004 ya advertan de queel mercado inmobiliario estaba sobrevalorado entre un 30 y un40 %, ni tampoco los numerosos artculos publicados en el sema-nario The Economistalertando sobre el riesgo de una burbuja in-mobiliaria en el Estado espaol fueron suficientes para rebajar elclima de euforia colectiva en el que estbamos instalados. La so-

    ciedad pareca alienada, abducida, atrapada en una suerte de bucle.La hipoteca se haba convertido en un smbolo de estatus, un sin-nimo de xito profesional que certificaba el paso a la mayora deedad. El alquiler, en cambio, era un sntoma de fracaso e inferiori-dad. El mensaje haba calado: quien no compraba una vivienda eraun tonto, y quien todava viva de alquiler, un pobre desgraciado.

    LA la hora de explicar la burbuja inmobiliaria, polticos y expertoshan recurrido a todo tipo de mitos y falacias. Medias verdadesque explicaban solo una parte del proceso de la formacin deprecios mientras obviaban otros elementos determinantes.

    Con frecuencia se ha atribuido el crecimiento desorbitado delos precios a la inexorable ley del mercado. Segn esta ley bsi-

    ca de la economa, cuando la demanda de un bien es superior a laoferta, el precio sube.

    No hay duda de que la propensin de la ciudadana a acceder auna vivienda en rgimen de propiedad alimentaba la demanda enel sector. La subida continuada de los precios creaba en la ciuda-dana nuevas expectativas de revalorizacin. En una sociedadeducada en la cultura de la propiedad, la percepcin de que los

    precios seguiran subiendo, y por tanto al da siguiente los pisostodava seran ms caros, animaba a la gente a comprar. En lamisma lnea, uno de los argumentos que hizo mayor fortuna eraaquel que atribua la escalada de los precios a la creciente presin

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    demogrfica motivada por el aumento de recin llegados y a lademanda generada por la aparicin de nuevas unidades familia-

    res, como las familias monoparentales.

    (*) Previsiones con datos de enero-marzo para las viviendas y primer trimestre para los hogares.

    Fuente: Colegio de Aparejadores (Ministerio de Vivienda) e INE.

    Viviendas empezadas y variacin neta del nmero de hogares.1992-1996. Totales anuales.

    1992

    1993

    1994

    1995

    1996

    1997

    1998

    1999

    2000

    2001

    2002

    2003

    2004

    2005

    2006

    2007

    2008

    (*)

    1.000

    900

    800

    700

    600

    500

    400

    300

    200

    100

    0

    Variacin de hogares

    Viviendas iniciadas

    Milesdehogaresyviviendas

    A pesar de ello, los datos indican que durante la burbuja inmo-biliaria se construan ms viviendas de las que eran necesarias paraabsorber el incremento de la poblacin. El crecimiento de la ofertaera sistemticamente superior a las viviendas que se requeran parasatisfacer la demanda de formacin de nuevos hogares. Entre los

    aos 1997 y 2007 se crearon 390.000 nuevos hogares anualmente.En el mismo perodo se construyeron 6,6 millones de viviendas, locual significa que las viviendas iniciadas durante este perodo su-peraron en casi en un 60 % la creacin neta de nuevos hogares.

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    Por tanto, en un pas con la ratio de viviendas per cpita mselevada de toda la Unin Europea, y con ms del 20 % de los pi-

    sos vacos, el encarecimiento de las viviendas no poda explicarsepor la escasez del bien. De hecho, si alguna cosa sobra en nuestropas son viviendas.

    Durante aos tambin tuvimos que or que era el elevado pre-cio del suelo el causante del aumento de los precios de las vivien-das. Pero resulta que sucede al revs. Son las expectativas sobre elprecio de la vivienda las que condicionan el precio del suelo. El

    precio del suelo solo afecta al reparto de la plusvala entre el ven-dedor del suelo y el promotor final de la vivienda.

    Lo cierto, sin embargo, es que resulta imposible entender elaumento sostenido de unos precios que en el transcurso de unadcada, desde 1997 hasta 2007, aumentaron casi un 200 %, sintener en cuenta el fenmeno de la especulacin. En este sentido,el colapso de las empresas punto com, en 2001, marc un antes

    y un despus en la inflacin de los inmuebles. El crash burstilintensific los flujos de capital que se dirigan hacia el sector in-mobiliario. De este modo, el suelo y la vivienda se convirtieronen un refugio y en un depsito de valor para los capitales quehuan de las acciones tecnolgicas. Para hacernos una idea de lasdimensiones y del alcance de este fenmeno: segn un estudio deAguirre & Newman, durante los aos lgidos del boom, la de-

    manda especulativa representaba el 40 % de la demanda totalagregada, y las revaloraciones de las viviendas sobre plano erandel orden del 800 %. A pesar de esto, durante la burbuja inmobi-liaria, todo aquel que sealara la especulacin como un factor de-terminante en la escalada de precios de los inmuebles habra sidotildado de antisistema.

    C:Tambin tuvimos que or que el mercado inmobiliario no se po-da regular de ninguna de las maneras, dado que intervenir en el

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    mercado significaba distorsionarlo y crear ineficiencias. Y es quea la hora de explicar el comportamiento de la oferta y la deman-

    da, polticos y expertos han dado por supuesto que el mercado dela vivienda es un mercado de competencia perfecta. Pero a dife-rencia de lo que algunos nos quieren hacer creer, ni la vivienda esun bien cualquiera ni el mercado inmobiliario funciona correcta-mente. Por tanto, las leyes que rigen el modelo idealizado decompetencia perfectano son aplicables.

    En el argot de los economistas, diramos que la vivienda es un

    bien con una demanda inflexible. Esto significa que la demandade este bien, por el hecho de ser una necesidad, es menos sensi-ble a la fluctuacin del precio y, por tanto, se mantiene relativa-mente constante. Lo contrario de estos bienes seran los produc-tos accesorios y prescindibles. Estos tipos de bienes de demandaelstica s son muy sensibles a las oscilaciones del precio. En estesentido, si el precio aumenta de manera desproporcionada, la

    gente los dejar de comprar inmediatamente.Por otro lado, los mercados de competencia perfecta presupo-

    nen la existencia de un nmero ilimitado de vendedores y com-pradores, de manera que ninguno de ellos, actuando de maneraindependiente, pueda influir en el precio que se fija. La realidaddel mercado inmobiliario, sin embargo, resulta ser otra. Se tratams bien de un mercado imperfecto con pocos productores y

    muchos consumidores; es lo que los economistas llaman oligopo-lio. En este tipo de mercado, los productores ocupan una posi-cin de fuerza que utilizan para fijar el precio. Por tanto, este noest determinado por la interaccin recproca de las fuerzas delmercado.

    Otro de los supuestos necesarios para que el mercado funcionecorrectamente asume que todos los individuos que interactan

    en l disponen de la misma informacin, que el mercado estransparente y la toma de decisiones es racional. No obstante, elmercado inmobiliario se ha caracterizado por su opacidad y porla asimetra informativa entre los distintos agentes econmicos

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    que en l intervienen. Y esto significa que se generarn externali-dades negativas y que el mercado no asignar los recursos de ma-

    nera eficiente.En todos estos casos, cualquier alumno de primero de Econo-

    ma sabe que la funcin del Estado es intentar corregir estoserrores para que se aproxime al mximo a la competencia perfec-ta. Pero las administraciones, lejos de corregir estas deficiencias,se dedicaron a alimentar mitos, como los que afirmaban que losprecios de las viviendas no podan bajar, y a implementar polti-

    cas que amplificaban las patologas del mercado y que solo bene-ficiaban a unos intereses muy concretos.

    ULComo ya se ha dicho, una de las anomalas del mercado espaolde la vivienda es la gran cantidad de pisos vacos que existe. A

    pesar de la falta de cifras oficiales (se espera que el INE haga p-blico un nuevo censo a finales de 2012), si sumamos la viviendavaca por motivos especulativos, el stock nuevo sin vender a causade la crisis y las viviendas desahuciadas fruto de ejecuciones hi-potecarias, nos encontramos con un excedente considerable quedistintas fuentes sitan alrededor de los 6 millones.

    En este contexto, en septiembre de 2011, en plena crisis, el Go-

    bierno central aprob una medida que agilizaba los desahuciospor impago de las rentas del alquiler. Una medida que dejaba de-samparadas a las personas ms vulnerables que, por causas ajenas asu voluntad, se haban quedado en paro y sin ingresos para cubrirlas necesidades ms bsicas. Uno de los argumentos utilizados porla Administracin para defender una medida de este calado enmedio de una crisis como la que estamos viviendo es que esta agi-

    lizacin procesal dotara de mayores garantas a los propietariosde los inmuebles, quienes dejaran de tener miedo a la hora de al-quilar los pisos, que era la razn por la que se mantenan vacos. Yes que otro de los mitos que han circulado en los ltimos tiempos

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    es que los propietarios no alquilan sus pisos debido a la dificultadpara desalojar a los arrendatarios que, o bien no pagan las rentas, o

    bien destrozan los inmuebles. Como si todos los arrendatariosfueran un atajo de vndalos y morosos en potencia. Muy al con-trario, los datos oficiales nos dicen que, hasta el estallido de la cri-sis, la tasa de morosidad en el alquiler no llegaba al 2 %, una de lastasas de morosidad ms bajas que existen.

    Esta agilizacin, segua argumentando la Administracin, ha-ra incrementar la oferta de pisos de alquiler, hecho que se tradu-

    cira en una reduccin de los precios y que facilitara el acceso ala vivienda de la ciudadana. No es nada nuevo. Todas las medi-das aprobadas por los gobiernos autonmicos y estatales paramovilizar el parque de viviendas vacas han apostado por incenti-var al propietario y minimizar su riesgo, ms que sancionar elabandono y el uso antisocial de las viviendas. A da de hoy, todasestas medidas se han demostrado un fracaso. An ms, la misma

    lgica que persegua reducir precios incrementando la oferta yase utiliz a raz de la reforma de la Ley de Arrendamientos Ur-banos, en 1985, y la Ley del todo urbanizable del Partido Po-pular. Desde entonces, y hasta el estallido de la crisis, los preciosde la vivienda, tanto de compra como de alquiler, no han dejadode crecer de manera sostenida.

    Aun as, segn encuestas a pie de calle, esta agilizacin de los

    desahucios recibi un amplio apoyo popular. Cmo se explica?Durante la burbuja inmobiliaria, uno de los mensajes que ms

    calaron en el imaginario popular fue aquel que aseguraba que elpatrimonio inmobiliario espaol estaba muy repartido. Si bien escierto que la mayor parte de ciudadanos acceden a la vivienda enrgimen de propiedad, deducir a partir de esta premisa que lapropiedad inmobiliaria se encuentra dispersa en muchas manos es

    una falacia que la propia Administracin se encarg de alimentar.Cuando la Administracin abordaba el debate de los pisos vacossola poner como ejemplo el piso que la abuela no se atreva a al-quilar por miedo a que los vandlicos arrendatarios lo estropea-

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    ran. Con estos ejemplos daba a entender que los propietarios delos pisos que estaban vacos podamos ser cualquiera de nosotros.

    El to, la abuela, los padres Personas normales y corrientes quehaban heredado un piso y que no saban qu hacer con l. Perosegn la encuesta financiera de las familias que elabora el Bancode Espaa, menos de un 20 % de la poblacin posee un activo in-mobiliario distinto a la vivienda principal. Teniendo en cuentaque dentro de la categora de activo inmobiliario tambin se ha-llan bienes como una plaza de aparcamiento, la realidad es que

    hay una concentracin muy acusada de la propiedad en nuestropas, y que la mayor parte de los pisos vacos que no se ponen enel mercado estn en pocas manos. Por tanto, y en contra de lapercepcin inculcada en la poblacin, los pisos vacos existentesno los tiene la abuela, ni el to, ni los padres, sino que estn enmanos de grandes propietarios. No es demasiada casualidad quese hayan agilizado los desahucios ahora que las entidades finan-

    cieras se han erigido como la primera inmobiliaria del pas?Alimentar el equvoco entre pequeos y grandes propietarios

    ha sido una estrategia perversa que ha dado muchos rditos a laAdministracin. Una vez la sociedad hubo aceptado como vlidaesta premisa, la Administracin pudo legislar favoreciendo losintereses de los grandes propietarios sin levantar sospechas, yadems vender estas medidas como algo que beneficiaba al con-

    junto de la poblacin.

    El rol de la Administracin:Comprad, comprad, malditos!

    La transicin espaola, lejos de marcar un punto de ruptura, diocontinuidad a las polticas de vivienda de la etapa precedente. De

    manera gradual, los gobiernos democrticos de turno fueron pro-fundizando en unas reformas que convirtieron el alquiler en unaopcin inestable, cara y estigmatizada, empujando a la poblacina endeudarse para acceder a una vivienda en propiedad.

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    L

    La privatizacin de la banca no solo supuso la prdida de uno delos instrumentos en materia de poltica econmica ms importan-te en manos del Estado, como es la creacin de dinero, sino quetambin signific la prdida de un instrumento bsico a la hora dedisear el modelo productivo sobre el que tena que fundamentar-se nuestra economa. De repente, los ahorros de millones de ciuda-danos pasaron a ser gestionados por la iniciativa privada. Con un

    volumen de depsitos muy superior a los presupuestos pblicos, lasinversiones de la banca fueron las que verdaderamente determina-ron el tejido productivo del pas. Era la banca la que, a partir deaquel momento, empez a decidir en qu proyecto invertir y encul no. Qu actividad financiar y cul no. Por qu sector estratgi-co apostar y por cul no. La privatizacin supona dejar en manosprivadas decisiones que hasta entonces se tomaban en la esfera p-

    blica. Segn nos decan, la privatizacin del sector tena que servirpara dotar de mayor eficiencia la asignacin de recursos. El merca-do se encargara de canalizar nuestros ahorros hacia aquellas acti-vidades ms productivas, la economa crecera y todos saldramosganando. Pero result que los consejos de administracin de ban-cos y cajas estaban ms interesados en la obtencin de beneficios acorto plazo que en velar por la sostenibilidad de sus inversiones.

    As, miles de millones de euros ahorrados por millones de deposi-tarios fueron a parar al sector inmobiliario, que era donde se obte-na mayor rendimiento en el menor lapso.

    Si el Estado quera enderezar la economa y reconducir el mo-delo tena que utilizar la poltica fiscal. Pero en lugar de estable-cer lmites, la poltica fiscal no hizo ms que reforzar esta ten-dencia y premiar la especulacin.

    De esta manera, fueron solidificndose los fundamentos deuna economa poco diversificada. Una economa que funcionabacomo una autntica estructura piramidal y que cada vez necesita-ba ms y ms capital para reproducirse. As que, cuando se ago-

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    taron los recursos de casa, se fueron a buscar fuera, y la economaespaola se volvi sumamente dependiente del capital interna-

    cional y cada vez qued ms expuesta a los vaivenes cclicos de laeconoma global. Durante aos, el modelo basado en una econo-ma intensiva de ladrillo y mano de obra barata pareci funcio-nar. El negocio inmobiliario se haba convertido en la gallina delos huevos de oro. Pero ya se sabe que poner todos los huevosdentro de un nico cesto comporta un riesgo muy elevado, yaque si el cesto cae, se rompen todos los huevos. Y el cesto cay en

    el mismo momento en que cay Lehman Brothers y el capitalinternacional dej de fluir, vinindose abajo el castillo de naipes yconvirtiendo el milagro espaol en un espejismo lejano.

    LA la privatizacin del sector bancario durante la dcada de 1980

    sigui una progresiva desregulacin del mercado financiero quehizo saltar por los aires los mecanismos de control de crditoexistentes hasta entonces. Esta desregulacin foment una polti-ca expansiva del crdito y facilit el endeudamiento de las fami-lias, que pas del 55 al 130 % de la renta disponible durante eldecenio 1997-2007. La Administracin defenda esta reforma decalado aduciendo que la flexibilidad del mercado financiero bene-

    ficiara al conjunto de la sociedad, ya que permitira a ampliossectores de la poblacin acceder a una vivienda mediante prsta-mos hipotecarios. De cada tres euros de deuda, dos corresponde-ran a la hipoteca. As, durante aos nos hicieron creer que de-mocratizar el acceso al crdito era la manera ms eficaz degarantizar el derecho a una vivienda. La realidad, sin embargo, esque esta poltica de crdito fcil contribuy de manera decisiva a

    elevar los precios, multiplicando el esfuerzo que tenan que hacerlas familias para acceder a una vivienda. Si en 1997 se necesita-ban 3,8 salarios brutos anuales de una familia para comprar unpiso, en 2007 hacan falta 7,6 anualidades. Medido de otro modo,

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    los ingresos que tenan que destinar las familias para abonar lacuota mensual de la hipoteca se elevaron durante el citado pero-

    do desde el 37,6 % de los ingresos del hogar hasta el 51,2 %.Dada la capacidad que tienen los vendedores en el mercado

    inmobiliario para fijar el precio de la vivienda, intentan que estese corresponda con el mximo que el consumidor est dispuestoa pagar. Y el mximo que un consumidor est dispuesto a pagarpor un bien de primera necesidad del que no puede prescindirest determinado por su capacidad de endeudamiento. As, el

    precio de la vivienda lo acab marcando la capacidad de endeu-damiento media de la poblacin, y no el encuentro entre la ofertay la demanda. Por tanto, una mayor capacidad de endeudamientose tradujo inmediatamente en unos precios ms elevados. Si, porejemplo, se aprobara una ley que limitara la duracin de las hipo-tecas a veinte aos, la capacidad de endeudamiento de la unidadfamiliar se reducira drsticamente, y esto acabara influyendo en

    el precio de la vivienda, que se desplomara de la noche a la ma-ana. Por este motivo, bancos y cajas financian el 100 % de lacompra de las viviendas que tienen en cartera. Si no lo hicieran,la gente no las podra comprar, y por tanto se veran obligados abajar el precio.

    As, la desregularizacin del mercado hipotecario con el con-secuente alargamiento de la vida til del prstamo en un contex-

    to de abundante liquidez ha sido determinante a la hora de hin-char los precios, y es un elemento clave para entender laformacin de la burbuja inmobiliaria.

    AEn material fiscal, en 1978 se introdujo la desgravacin por lacompra de una vivienda, que durante los aos de gobierno del

    Partido Popular se ampli hasta segundas y terceras residencias.Se enviaba una nueva seal que empujaba a los ciudadanos a en-deudarse. La desgravacin de los ahorros depositados en unacuenta vivienda o las reducciones del IVA en la compraventa de

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    inmuebles, aplicado tanto por gobiernos socialistas como popula-res, ampliaba las ventajas en materia impositiva y el trato de fa-

    vor de los que disfrutaba la compra frente al alquiler.Pero a pesar de gozar de muy buena prensa entre la opinin

    pblica de este pas, las ayudas fiscales solo beneficiaron a lasgrandes inmobiliarias, y contribuyeron de manera decisiva a ele-var los precios. Veamos cmo.

    Dada la capacidad de los grandes propietarios de fijar preciosen un mercado imperfecto, como el inmobiliario, la desgravacin

    fiscal por la adquisicin de vivienda acab encareciendo el preciofinal en la misma cuanta que el importe desgravado. En estesentido oper una lgica parecida a la que hemos visto en elapartado anterior. Es decir, al saber que el consumidor de prontopuede desgravarse diez unidades por la compra de una viviendaque costaba noventa unidades, el promotor traslada estas diezunidades al precio final, que acaba costando cien unidades. El

    consumidor que estaba dispuesto a pagar noventa en un primermomento tambin estar dispuesto a pagar cien si despus el Es-tado le devuelve diez. Todo el margen que de una manera u otrasubvencione el Estado ser incorporado al precio final y absorbi-do inmediatamente por el promotor.

    Quin ganaba y quin perda, con este tipo de poltica?La desgravacin y cualquier otra ventaja fiscal sobre la compra

    de una vivienda tenan un efecto neutro sobre el consumidor, yaque el incremento del precio estaba compensado en la misma pro-porcin por la subvencin que reciba por parte del Estado en for-ma de desgravacin en la declaracin de la renta. El nico que sebeneficiaba de este tipo de poltica era el vendedor, ya que podacolocar la misma vivienda por un precio superior. Y quien perdasiempre era el Estado, es decir, todos los contribuyentes, ya que

    miles de euros procedentes de impuestos iban a parar directamen-te a manos del vendedor, es decir, a manos de grandes propietarios.

    En el contexto actual, en que bancos y cajas se han convertidode largo en la primera inmobiliaria del pas, las desgravaciones

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    fiscales por la compra de una vivienda, recuperadas por el Parti-do Popular nada ms llegar al Gobierno en diciembre de 2011,

    as como la reduccin del IVA por la compraventa de inmuebles,se traduce en una transferencia de rentas encubierta al sector fi-nanciero. Incluso organismos internacionales como el BancoMundial, el FMI o la OCDE han denunciado pblicamente elretorno a las mismas polticas que en el pasado nos precipitaronal abismo.

    LPero el toque de gracia que termin discriminando el alquilercomo una alternativa real a la compra vino de la mano de la re-forma de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) del ao1985. El famoso Decreto Boyer liberaliz completamente elmercado del alquiler. A partir de entonces, los precios dejaron deestar protegidos y los contratos de arrendamiento quedaron limi-

    tados a cinco aos. Esta reforma converta el alquiler en un rgi-men de tenencia inestable que se empez a percibir como unaopcin cara, precaria y transitoria. Por qu los ciudadanos tenanque apostar por alquilar si al cabo de cinco aos podan echarleso multiplicarles la renta por diez? Qu estabilidad confera estergimen de tenencia a las personas de mediana edad que tenanla jubilacin a la vuelta de la esquina?

    El 11 de mayo de 2012, el Consejo de Ministros anuncinuevas medidas que liberalizaban todava ms el alquiler. Denuevo, bajo el mantra de movilizar el parque de viviendas vacasy dinamizar el mercado de alquiler, se anunciaba una nueva re-forma de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) para dotarde mayor seguridad jurdica a los propietarios de los inmuebles:la duracin de los contratos de alquiler pas de cinco a tres

    aos, se agiliz todava ms los desahucios por impago, y sedesvincul la actualizacin de la renta de alquiler del IPC; as elpropietario poda aumentar la renta por encima del aumentodel coste de la vida, si as lo reflejaba el contrato. Adems, si el

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    propietario quera recuperar el piso alquilado para l o para al-guien de su familia durante los aos de duracin del contrato,

    sera suficiente con avisar a los arrendadores con dos meses deantelacin. Esta reforma desautorizaba definitivamente el al-quiler como una opcin de futuro y una alternativa real a lacompra.

    Si en el mercado libre las polticas implementadas por la Ad-ministracin haban apostado claramente por promover el accesoa la vivienda en rgimen de propiedad otorgando a la compra un

    trato ventajoso, la poltica pblica no se qued atrs.

    P: Durante las dos ltimas dcadas de la dictadura, las polticas p-blicas de vivienda experimentaron un cambio de orientacin, y elproyecto propietarista propici el gradual desmantelamiento del

    parque pblico de alquiler social existente y convirti a los anti-guos arrendatarios en propietarios. Un giro que se acab consoli-dando durante la transicin democrtica, cuando ms del 90 %de las viviendas protegidas que se construyeron fueron de com-pra y el alquiler pblico se convirti en una opcin residual. As,en el transcurso de medio siglo, de un escenario, durante la pri-mera poca de la dictadura, en el que el Estado construa vivien-

    da pblica de alquiler para los ciudadanos, que se atrincherabanen las afueras de las grandes ciudades, pasamos a un segundo es-cenario marcado por un proyecto propietarista en el que el Esta-do construa vivienda pblica en rgimen de propiedad, y acaba-mos en el escenario actual, en que la iniciativa privada sustituyeal Estado en la produccin de vivienda. A partir de ahora sernlos operadores privados los que construyan e incluso adjudiquen

    las viviendas de proteccin, mientras que la Administracin seencarga de facilitar suelo a las empresas, agilizar los trmites y laslicencias de obra, avalar a los compradores y subvencionar los in-tereses de los prstamos a particulares.

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    De nuevo, Jos Manuel Naredo lo resume de manera brillante:Solo se produjo un cambio digno de subrayar con la llegada de

    la democracia: se abandon la promocin pblica de viviendas dealquiler asequibles vinculada al paternalismo y al corporativismofranquista, sin que se sustituyera por otra, y las administracionesy las empresas se deshicieron del stock de vivienda social, ven-dindolo a bajo precio a los arrendatarios. Esto redujo a la mni-ma expresin el peso de la vivienda social, hasta el extremo dehacer de Espaa el ltimo pas europeo en porcentaje de alquiler

    pblico. Un parque pblico que a da de hoy no llega ni siquieraal 1 % del parque total construido, y que en un contexto de crisiscomo el actual habra permitido vivir de alquiler a miles de fami-lias desahuciadas.

    El caso de Badia del Valls

    Badia del Valls es un lamentable ejemplo de las terribles conse-cuencias que tiene el impulso de la propiedad privada comoprincipal forma de tenencia y, an ms, en el acceso a la viviendaprotegida. Se trata de un municipio de la provincia de Barcelonacreado por el franquismo en la dcada de 1960 y conformadopor grandes bloques de viviendas pblicas destinados a la clasetrabajadora. Es lo que se conoce como ciudad dormitorio.

    Fruto de la ltima ola especulativa, algunas entidades financieras(bsicamente CatalunyaCaixa) propiciaron la especulacin conestas viviendas protegidas, financiando compraventas ilegales.As, con pisos protegidos que por ley no podan valer ms de40.000 euros se efectuaban hipotecas de 200.000 euros, firmadasen notaras que hacan la vista gorda. Cuando los titulares de es-tas hipotecas (trabajadores del sector de la construccin, en su

    mayora inmigrantes y en algunos casos sin ni siquiera nocionesbsicas de cataln o castellano) fueron los primeros en sufrir lacrisis y se quedaron en el paro, se descubri el gran fraude.

  • 7/29/2019 Ada Colau y Adri Alemany. Vidas Hipotecadas

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    CMO HEMOS LLEGADO HASTA AQU: EL ADN DE LA BURBUJA INMOBILIARIA

    Como no pagaban las hipotecas, CatalunyaCaixa empez proce-

    sos de ejecucin hipotecaria y desahucios masivos por unos im-portes muy superiores a los precios oficiales de las viviendas.Ante este escndalo, la Generalitat, negociando con Catalunya-Caixa, intent tapar un caso de corrupcin de grandes dimen-siones con la vivienda protegida. Finalmente la entidad aceptsaldar las deudas hipotecarias solo con la entrega de la propie-dad de las viviendas, pero a cambio consigui que la Adminis-

    tracin catalana doblara el valor oficial de los pisos por decreto,unos pisos que en pocos aos podrn ser liberalizados. Y, evi-dentemente, nadie fue investigado