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MARIA CRUZ GARCIA DE ENTERRIA MARGINALIA CERVANTINA, 2: RELECTURA DE UN TEXTO MARGINAL: CARTEL DE DESAFIO DE DON QUIJOTE 1 Todos conocemos la relación, señalada una y otra vez por los estu- diosos cervantinos, entre vida y literatura que se da constantemente en El Quijote. Cervantes acertó con uno de los secretos mejores de la creación literaria, y acertó mejor que nadie. Vida y literatura, histo- ria y literatura, arte y literatura, etc. Y también política y literatura. Tal vez en este terreno la habilidad cervantina no es tan evidente, pero sí igualmente cierta cuando se lee atentamente su obra; y, sin necesidad de recurrir a claves de lectura, se descubren ciertas obser- vaciones, sonrisas, ironías, escepticismos que Cervantes dedica tam- bién a la política de su época. Así es posible leer entre las líneas de la Historia del Capitán Cautivo (Don Quijote, I, 39-41), o en la del morisco Ricote (II, 54 y, sobre todo, II, 65) y en otros lugares de la magna obra cervantina alusiones veladas a situaciones y decisiones políticas con las que probablemente él, Cervantes, no estaba del todo conforme 2 . Otros lectores más cercanos a los años de Cervantes debieron cap- tar la ironía cervantina dedicada a la política, y cuando llegó el momento de utilizar todas las armas, también las literarias, en una lucha que enfrentaba a dos bandos políticos y a dos naciones, hubo quien recurrió a Don Quijote. A su caballerosidad, a su audacia demente, a su realidad tergiversada por la fantasía. Pero también al tono irónico y burlón que casi subliminalmente utilizaba Don Quijote (i.e., Cervantes) para dirigirse a sus enemigos o, mejor dicho, a lo real que se enfrentaba a su imaginación. Se percibió y se puso en evidencia la clara conciencia cervantina de la decadencia de las armas españolas ! La razón de este título, Marginalia Cervantina, 2, está en la lectura que hice en el Congreso de la Asociación Internacional de Siglo de Oro (AISO), en julio de 1993, de otro trabajo de «relectura» que titulé Marginalia Cervantina 1 (en prensa), y en el que prometi ocuparme del texto que ahora presento y «releo» aquí. 2 Pueden ser instructivas en este aspecto las páginas de Francisco Márquez Villa- nueva, «El morisco Ricote o la hispana razón de Estado», en su obra Personajes y temas del Quijote, Madrid, Taurus, 1975, pp. 229-335. ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. María Cruz GARCÍA ENTERRÍA. Marginalia cervantina 2: relect...

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MARIA CRUZ GARCIA DE ENTERRIA

MARGINALIA CERVANTINA, 2: RELECTURA DE UN TEXTO MARGINAL:

CARTEL DE DESAFIO DE DON QUIJOTE 1

Todos conocemos la relación, señalada una y otra vez por los estu­diosos cervantinos, entre vida y literatura que se da constantemente en El Quijote. Cervantes acertó con uno de los secretos mejores de la creación literaria, y acertó mejor que nadie. Vida y literatura, histo­ria y literatura, arte y literatura, etc. Y también política y literatura. Tal vez en este terreno la habilidad cervantina no es tan evidente, pero sí igualmente cierta cuando se lee atentamente su obra; y, sin necesidad de recurrir a claves de lectura, se descubren ciertas obser­vaciones, sonrisas, ironías, escepticismos que Cervantes dedica tam­bién a la política de su época. Así es posible leer entre las líneas de la Historia del Capitán Cautivo (Don Quijote, I, 39-41), o en la del morisco Ricote (II, 54 y, sobre todo, II, 65) y en otros lugares de la magna obra cervantina alusiones veladas a situaciones y decisiones políticas con las que probablemente él, Cervantes, no estaba del todo conforme 2.

Otros lectores más cercanos a los años de Cervantes debieron cap­tar la ironía cervantina dedicada a la política, y cuando llegó el momento de utilizar todas las armas, también las literarias, en una lucha que enfrentaba a dos bandos políticos y a dos naciones, hubo quien recurrió a Don Quijote. A su caballerosidad, a su audacia demente, a su realidad tergiversada por la fantasía. Pero también al tono irónico y burlón que casi subliminalmente utilizaba Don Quijote (i.e., Cervantes) para dirigirse a sus enemigos o, mejor dicho, a lo real que se enfrentaba a su imaginación. Se percibió y se puso en evidencia la clara conciencia cervantina de la decadencia de las armas españolas

! La razón de este título, Marginalia Cervantina, 2, está en la lectura que hice en el Congreso de la Asociación Internacional de Siglo de Oro (AISO), en julio de 1993, de otro trabajo de «relectura» que titulé Marginalia Cervantina 1 (en prensa), y en el que prometi ocuparme del texto que ahora presento y « re leo» aquí.

2 Pueden ser instructivas en este aspecto las páginas de Francisco Márquez Villa-nueva, «El morisco Ricote o la hispana razón de Estado», en su obra Personajes y temas del Quijote, Madrid, Taurus, 1975, pp. 229-335.

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y del imperio en que él, de joven, había creído y en su madurez veía desmoronarse: «Fuese y no hubo nada» hemos leído todos en el famoso soneto al túmulo de Felipe II. No sabemos si sus contemporáneos entendieron en esa frase lo mismo que podemos entender nosotros sospechando la ironía de Cervantes en esos pocos versos y palabras. Pero unos años después de la publicación del Quijote, sí hubo quienes fueron capaces de leer así esta obra, que en principio se creyó — y lo era — exclusivamente cómica, para usar como arma política la locura de Don Quijote. Este tema podía ser muy complicado, pero en este caso concreto de un texto marginal, poco conocido, resulta sen­cillo de comprender y de explicar.

Portugal y España, enfrentadas desde 1640 en una guerra (separa­tista según unos, restauradora según otros) recurrieron a todas las armas, claro está 3, en un enfrentamiento político armado que oponía violentamente a dos pueblos que durante muchos años, desde 1581, habían vivido juntos, conociéndose a fondo y compartiendo sus len­guas y sus coordenadas culturales; escritores portugueses escribían en castellano y también para lectores españoles, y lo mismo hacían otros hombres de letras de España que usaban cómodamente la dulce lengua portuguesa. ¿Por qué desdeñar, entonces, el uso político de un arma eficaz como es la literatura? El texto que nos ocupa es sólo un ejemplo de esa utilización politizada de la literatura del país enemigo. Pero hay otros muchos. Así un folleto impreso en Barcelona, en 1641 (Cataluña y Portugal lucharon hermanados más de una vez, también en la guerra de propaganda ya que peleaban ambos por causas muy parecidas y por los mismos años), pero con seguridad compuesto en Lisboa, dice en su título: Copia de una carta de Lisboa, de un cortesano de Madrid, escrita a un señor de títol de Andaluzía, dándole noticia de los buenos progresos de España, governados por el Conde Duque. Y mezclando a todos los enemigos de España por aquel entonces, añade como comple­mento del título: En esta segunda impresión van muchas cosas enmen­dadas, sacadas de una copia que ha venido de Paris. (Biblioteca Nacio­nal de Lisboa, Res. 816 P., col. 30, fols. 144-148). Lo que más interesa subrayar de este escrito en este momento es este párrafo: «Castilla la Vieja está muy vieja, y si no se pone en el Valle de Iosafá no tendrá bríos en su vida. Fuera bien que el Conde [Duque] buscare un arbitrio para traer el Iordan por Valladolid, en tanto que viene el día del juyzio, si bien todos lo son para España; y no lo veo. Si V. S. quisiere soleda­des, vayase a Castilla la Vieja, que allí las hallará mejores que en don

1 Véanse los trabajos de Antonio Oliveira, «O ámbito do poder em Portugal ao tempo da uniao com a Espanha (1580-1640)»; y de Rafael Valladares Ramírez, «La monar­quía católica y la pérdida de Portugal: guerra, bloqueo, política y propaganda, 1640-1668», recogidos en W. Thomas y B. De Groof, eds., Rebelión y resistencia en el Mundo Hispánico del siglo XVII, (Actas del Coloquio Internacional, Lovaina, 1991), Leuven University Press, 1992, pp. 79-107.

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Luys de Góngora» 4 . La broma literaria servía también para denigrar. En esta misma línea se mueve el texto que hoy se estudia aquí: el CAR­TEL/DE DESAFIO Y/ PROTESTACIÓN CAVALLERES-/ca de Don Qui­jote de la Mancha, Caualle-I ro de la triste figura en defensión/ de sus Castellanos./ [Grabado encartelado de dos caballeros disparándose sus pistolas el uno al otro desde sus caballos en un paisaje campestre con un árbol)/ EM LISBOA. Com todas as licencas necessariasl Na Officina de Domingos Lopes Rosa./ A custa de Lourengo de Queirós Liureiro do Estado/ Taxao este papel em 4 reis. 23 de Iunho de 1642/ Ribeiro Menezes.l [Es portada, con el vuelto en blanco; en 4o., 4 hojas con signs. impresas A3 y A4, con reclamos] 3.

Por supuesto que este cartel de desafío admite muchas lecturas, que hay en él más cosas que el simple desprecio y enfrentamiento entre dos pueblos que pelean. Pero hoy y aquí interesa la relectura de este texto desde un punto de vista que pretenderá ser primordialmente literario para tratar de comprender, una vez más, cuál fue la lectura que de El Quijote hicieron sus casi contemporáneos.

El origen de este folleto esta en unos sucesos históricos de la guerra entre España y Portugal. Los hechos están contados en manu­scritos de la época, en cartas y relaciones del siglo XVII , hasta en algún libro de aquellos años. En nuestro siglo XX, al publicar en 1922 el facsímil de este folleto, Don Francisco Rodríguez Marín resumió los hechos que había explicado con más detalle en su libro sobre el poeta Pedro de Espinosa, en 19076. Mas cerca de nosotros, don Antonio Domínguez Ortiz y el profesor hispanista J.H. Elliot nos los han vuelto a contar de forma más precisa y objetiva 7. Y la actual Duquesa de

En el mismo folleto se lee este chascarrillo, también contado con intención polí­tica: «... y puede decir el Conde [Duque] a España lo mismo que dixo un verdugo a un delinquente queriéndole echar en la horca, diciéndole 'hermano, acomódese lo que mejor que pueda para que cuando cayga, cayga con algún descanso'». (No lo encuentro recogido por M. Chevalier en su excelente antología Cuenterillos tradicionales en la España del Siglo de Oro, Madrid, Gredos, 1975, pp. 109-126: «De condenados y justiciados»).

5 A pesar de que en diversos catálogos y manuales bibliográficos, que es ocioso citar aquí, se dice de este folleto que es raro o incluso rarísimo, yo lo he encontrado en bastantes Bibliotecas: Nacional de Madrid, de Catalunya, Universitaria de Coimbra, Nacional de Lisboa, etc. Trabajo con un ejemplar de esta última, signatura: Res. 219 V. (15).

6 Francisco Rodríguez Marín, Quixotesco cartel de desafío fechado en el Toboso, año de 1641, Madrid, 1922, recogido después en sus Estudios cervantinos, Madrid, Ed. Atlas, 1947, pp. 609-619; en este trabajo, Rodríguez Marín publicó también el texto — no en facsí­mil — del desafío del Duque de Medina Sidonia al de Braganza. Véase también F. Rodrí­guez Marín, Pedro Espinosa, Madrid, 1907, pp. 305-330.

A. Domínguez Ortiz, «La conspiración del Duque de Medina Sidonia y el Marqués de Ayamonte, recogido en su libro Crisis y decadencia de la España de los Austrias, Barce­lona, Ariel, 1984, pp. 113-153. Y J.H. Elliot, El Conde Duque de Olivares, Barcelona, Crítica, 1990, pp. 597-602. También en relación con este tema, pero aportando otro tipo de datos estadísticos, cf. Santiago de Luxán Meléndez, «A Colonia Portuguesa de Sevilha. Urna Ameaca entre a Restauracao Portuguesa e a Conjura de Medina Sidonia?», en Penélope. (Fazer e desfazer a historia), [Lisboa], núm. 9/10, 1993, 127-134.

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Medina Sidonia en su libro apasionado y subjetivo, Historia de una conjura. La supuesta rebelión de Andalucía, en el marco de las conspira­ciones de Felipe IV y la Independencia de Portugal, (Jerez de la Fron­tera, Diputación de Cádiz, 1985), a la vez que suministraba a los histo­riadores gran cantidad de datos y referencias documentales del Archivo de su Casa Ducal, pretendía exculpar a su antepasado, el IX Duque de Medina Sidonia, de las graves acusaciones que se le hicieron y que, una vez probadas, fueron causa de su desgracia ante el rey Felipe IV y el Conde Duque de Olivares.

Resumidos los hechos son éstos: cuando los portugueses decidie­ron llevar adelante los planes de independencia y rebelión frente a la española corona de los Austrias, los partidarios de Duque de Braganza (después Juan IV de Portugal) — o tal vez él mismo por razones de parentesco — se pusieron al habla con don Gaspar Alonso de Guzmán el Bueno, IX Duque de Medina Sidonia y con su pariente el marqués de Ayamonte, para recabar su ayuda en la guerra de la Restauración y ofrecer a cambio su apoyo para que el Duque don Gaspar se procla­mara también rey de Andalucía. Parece ser que no eran el Duque y el Marqués ni muy inteligentes ni muy perspicaces y que no supieron darse cuenta de las profundas diferencias que separaban las grandes aspiraciones de Portugal de las infinitamente más modestas y nada independentistas de Andalucía. Seducido por su cuñado el de Bra­ganza, entró el Duque en una conspiración que le trajo muy graves con­secuencias. Los servicios de espionaje del Conde Duque lo descubrie­ron todo, fue llamado a Madrid y allí, en una durísima entrevista con el propio rey Felipe IV, se vio obligado a confesar su delito, aunque echando la culpa mayor sobre el de Ayamonte. Sin embargo, el rey le perdonó y no se hizo totalmente pública la confesión completa del Duque, aunque los rumores eran ya del dominio de todos. Para defen­der su maltrecha honra, el Duque de Medina Sidonia no tuvo mejor idea que retar al Duque de Braganza al viejo estilo caballeresco en un escrito que mandó imprimir 8 y difundir y en el que todos los tópicos de las viejas «cartas de batal la» 9 se acumulaban de forma grandilo­cuente y en un tono arcaizante que recordaba irremediablemente a los libros de caballería. El núcleo del texto que todos pudieron leer y cono­cer decía, efectivamente, esto:

« Y assí, desafío a luán de Verganca, que fue Duque, como a fementido, aleve a su Dios y a su Rey, a singular batalla, cuerpo a cuerpo, con padrinos o sin ellos,

8 Cf. Luisa Alvarez de Toledo, Duquesa de Medina Sidonia, Historia de una conjura, Jerez de la Frontera, 1985, pp. 152 y 206; en la nota 90 de esta última página aclara: «La impre­sión del manifiesto, hecha en Sevilla, costó 83 reales» (Legajo, núm. 994 del Archivo Ducal).

9 Véase el reciente libro Cartas de batalla. Edición, introducción y notas de Antonio Orejudo, Barcelona, PPU, 1993. También, por supuesto, los del prof. Martín de Riquer, como el publicado con M. Vargas Llosa, El combate imaginario. Las cartas de batalla de Joanot Martorcll, Barcelona, Barral, 1972.

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dexándolo a su elección, como también el género de armas, para junto a la raya de Valencia de Alcántara, donde le esperaré ochenta días, que corren desde primero de octubre y cumplirán a diez y nueve de Diziembre desle año, y los veynte últimos estaré en el dicho lugar y sitio por mi persona.. . » 1 0 .

Si el ridículo cartel fue tomado en serio o no por sus contemporá­neos es algo no absolutamente claro. Se habló del asunto, se escribie­ron papeles a favor y en contra, el propio Duque escribió a alguno de sus amigos y vasallos para que acudieran a Valencia de Alcántara:

«Por el manifiesto que os remito entenderéis la ocasión en que me hallo que es la maior que se ha ofrecido a señor de mi casa, y creiendo que vuestra obligación es que no podéis faltarme y que os hago favor en elexiros, os represento que para los 26 de setiembre estéis en Valencia de Alcántara con un caballo y arcabuz o pistolete, que es el arte militar, y en lo que toca al trage, lo más llano que pudiére-des será lo más práctico, questa no es ocasión de lucimiento, sino de veras. . . » 1 1 .

Hubo intentos de justificación moral del desafío (prohibidos como estaban ya los duelos por las leyes eclesiásticas) tarea en la que intervi­nieron sobre todo jesuítas y dominicos, todo ésto de la parte española 1 2. Pero ¿cuál era la reacción portuguesa? En las Cartas de algunos PP. de la Compañía de Jesús sobre los sucesos de la Monarquía entre los años de 1634 y 1648, encontramos una fechada en Madrid, 18 de noviembre de 1641, que recoge este rumor que se difunde por la Corte:

«De Portugal no hay cosa particular; voz corre que había respondido el duque de Berganza que aceptaba el desafío del duque de Medina, con condición que fuesen en su compañía doce señores que le habían jurado por rey de Andalucía y que si no sabían quién eran él los nombraría. Créese es dicho de algún maldiciente, o que es embuste para hacer sospechosos a quien con fidelidad pueden ser ejemplo a todos los del mundo, y desearán con esta estratagema que no los emp leen » 1 3 .

El caso es que de Portugal no hubo respuesta seria a algo que no lo parecía. Y aquí es donde entra en juego nuestro Don Quijote y su Cartel de desafío. Porque unos meses después corría por Lisboa el fo­lleto que hemos descrito más arriba (y que tal vez antes se habría

1 0 En «Oixotesco cartel de desafío...», ed. cit. de Rodríguez Marín en Estudios cervan­tinos, cit., p. 611.

1 1 Este texto en Enrique de Leguina, Torneos, jineta, rieptos y desafíos, Madrid, Fer­nando Fe, 1904, p. 99.

1 2 En el ms. 9.394 de la Biblioteca Nacional de Madrid, fols. 453-477: «En este legajo están los papeles siguientes: 1. Confessión que hico el duque de Medina Sidonia a los pies de el Rey nro. Señor don Phelipe quarto. - 2. Desafío que Publicó el duque de Medina Sido­nia contra don Juan duque de Berganca Tirano de Portugal [Impreso]. - 3. Papel del Padre Ripalda de la Compañía de Jesús en Horden a si era lícito el dho. dessafío. - 4. Otro papel de lo mismo hecho y Aprovado Por los Maestros y Religiosos de nro. padre Santo Domingo [Impreso]».

1 3 Recogida en Memorial Histórico Español, XV I , Madrid, 1862, pp. 189-190.

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difundido en manuscritos) 1 4 y que llevaba una fecha muy en conso­nancia con aquella (29 de Setiembre de 1641 años) en la que habia impreso su desafío el Duque de Medina Sidonia: Don Quijote fechaba su cartel «en la Ciudad del Toboso a 29 de Octubre de 1641 años» y lo firmaba como El Cananero de la triste figura.

Entramos ahora en el terreno de la intertextualidad como sucede casi siempre con este tipo de textos. El desafío del Duque de Medina Sidonia tenía la estructura de las «cartas de batalla» que habían proli-ferado en los siglos XIV y XV y ya el propio Rodríguez Marín había afirmado «que quería semejar un Libell de batalla presentat por algú molt honorable caualler del siglo X V » 1 5 . Indudablemente el texto, que estaba escrito en serio, por más que al escribirlo así cayera en el ridí­culo, tenía como intertexto, más próximo que los libros de caballerías, toda la enorme cantidad de torneos y desafíos que festivamente ser­vían de diversión todavía en las cortes señoriales de la época y de las que el prof. don Francisco López Estrada habló en unos excelentes trabajos 1 6. Los lectores del reto del Duque tendrían en su mente con­notaciones que ya, a aquellas alturas de la historia, no eran precisa­mente heroicas, porque literal y alusivamente se habían introducido en ese escrito unas marcas que provenían de situaciones no realmente caballerescas, sino en todo caso de festivas rememoraciones de unas épocas pasadas. ¿Resultó ese escrito del Duque una parodia involunta­ria? A esta distancia de siglos se podría contestar afirmativamente, pero parece también que muchos de sus contemporáneos también lo entendieron así.

Y quienes lo tomaron de esa forma, sin duda, fueron los portugue­ses. El cartel de desafío de Don Quijote es según ésto parodia de paro­dia basándose, además, en otro texto paródico como era el libro de Miguel de Cervantes 1 7. Quien escribió el cartel fue indudablemente

1 4 Como nos lo hace ver el grabado que J.H. Elliot reproduce en su obra citada El Conde Duque de Olivares, p. 601, en el que se leen, manuscritas, las palabras finales del cartel de desafío de don Quijote, con esta firma: «Concuerda con su original. El Licen.do. Thome Carrasco»; y debajo aparecen unos dibujos de Sancho Panza, representando a! Conde Duque, y de don Quijote, al rey Felipe IV. Al pie de la reproducción de esta hoja manuscrita, Elliot anota: «Caricatura que aparece en una sátira de 1641, de origen portu­gués, en la que don Quijote se dispone a vengar a Castilla de la declaración de independen­cia de Portugal».

1 5 F. Rodríguez Marín, o.c, p. 610. Véanse también las obras citadas en la nota 9. Y Pere Bohigas, Tractats de cavalleria, Barcelona, Barcino, 1947; Erasmo Buceta, «Cartel de desafío enviado por D. Diego López de Haro al Adelantado de Murcia, Pedro Fajardo», Revue Hispanique, 81, 1933, 456-474; Martín de Riquer, Caballeros andantes españoles, Madrid, Espasa-Calpe, 1967; Carmen Parrilla, «Carta de desafío», Atalaya, 3, 1992, 155-163. Etc.

1 6 Francisco López Estrada, «La aventura frustrada. Don Quijote como caballero aventurero», Anales Cervantinos, I I I , 1953, 161-214; y, sobre todo, «Fiestas y literatura en los Siglos de Oro. La Edad Media como asunto festivo. (El caso del Quijote), Bulletin Hispa­nique, L X X X I V , 1982, 291-327.

1 7 Sobre intertextualidad y parodia de y en la obra cervantina existen muchos traba­jos entre los que destacan los del prof. Augustin Redondo. Como una buena síntesis, léase

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un buen lector de El Quijote: lo había entendido como lo que era, y utilizó el desfase irónico entre la letra y el contenido ya no como arma contra los libros de caballerías (lo que había hecho Cervantes) sino contra un caballero concreto, un noble además que no había sabido mantener con entereza y gallardía sus posturas, tal vez sus promesas (en la opinión de los portugueses y quizá en la de muchos españoles). Hay correspondencia entre un texto y un contexto literario, pero tam­bién con una situación histórica que, en cierto modo, se podría llamar extratexto 1 8.

Esta complejidad intertextual se manifiesta en todo tipo de ata­ques explícitos, de alusiones implícitas y de ironía continua en una afortunada imitación de la lengua quijotesca utilizada para denigrar al Duque de Medina Sidonia y a los castellanos y alabar a los portugue­ses. En el tono de lamentación que utiliza don Quijote para llorar por la vergonzosa cobardía de los castellanos percibimos el eco del autén­tico caballero de la Mancha cuando deplora el fin de la valerosa y andante caballería. Pero conviene ir por partes.

En primer lugar los ataques contra el Duque de Medina Sidonia al que acusa de haber escrito un cartel «contra lo verosímil del sucesso de que trata y las leyes de buena cauallería», razonando correctamente contra los argumentos del Duque al que llama no de Medina Sidonia, sino «Don Gaspar de Gusman el malo, Duque de las Chimeras», por las incongruencias con que había pretendido defenderse. Las leyes de buena caballería no habían sido contravenidas como dice el cartel («El desafío [...] es aun más impertinente, pues siendo claro que el duelo no permite a quien está en el trono Real [...] combatirse con un vas-sallo...»), pues Medina Sidonia podía retar al de Braganza ya que para el noble andaluz no era ni podía ser rey el portugués levantado contra la corona española y, en cambio, sí era reo de traición a su Rey legí­timo. Ya decía Mossen Diego de Valera que uno de los catorce casos de traición que el fuero de España admitía para hacer legítimo un reto era «si alguno se passa a los enemigos del rey por fazer guerra al rey o al reyno...»; y también «si alguno se trabajasse que alguna tierra se revelasse e se levantase contra el r ey » 1 9 . En este único momento

ahora el de Eduardo Urbina, «Sobre la parodia y el Quijote», en Actas del II Coloquio Inter­nacional de la Asociación de Cervantistas (1989), Barcelona, Anthropos, 1991, pp. 389-395. De todas formas, en mi trabajo me estoy refiriendo a la parodia y la intertextualidad del cartel de desafío que estoy releyendo.

1 8 También se podría llamar «contexto histórico», naturalmente, pero me parece que extratexto alude más explícitamente a la utilización concreta que el texto analizado hace de la situación y los sucesos históricos. Todos conocemos los estudios numerosos sobre intertextualidad. pero aquí me estoy basando en el clásico de G. Genette, Palimpsestes. La littérature au second degré, Paris, Ed. du Seuil, 1982, y en un artículo de Peter Dembrowski, «Intertextualité et critique des textes». Littérature, février, 1981, 17-29.

l q Cf. Mossen Diego de Valera, Tratado de los Rieplos e desafíos que entre los caualle-ros e hijosdalgo se acostumbran hazer según las costumbres de España, Francia e Yngla-terra..., (Ejemplar gótico, s.i.t., s.a., en 4o. Biblioteca Nacional de Madrid: R.-2302), l. 13:

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parece olvidar el autor del cartel que don Quijote sabía de memoria todo lo referente a retos y desafíos como buen caballero andante y como demostró en su propia historia contada por Cervantes. Basta leer sus enfremamientos con el Caballero del Bosque, con el seductor de la hija de la dueña doña Rodríguez o con el caballero de la Blanca Luna. Pero no hay en el portugués animadversión contra don Quijote, sino contra el Duque al que además acusa de no tener voluntad de reñir, de ser cobarde, de mentir e imaginar enredos, de ofrecer lo que no tiene y, en una recriminación que va a partes iguales para el Duque y para los castellanos, afirma que ya en ellos «no ay más que plumas con que huyen y con que escriuen».

Las acusaciones contra los castellanos son las habituales en estos escritos de propaganda de la guerra de Restauración portuguesa, pero están hábilmente conectadas con lo que el Caballero de la Triste Figura dice en su escrito el cual, volviendo a lo ya dicho, insiste en reprobar y maldecir «el vzar de lenguas auiendo manos» y «el valerse de plumas para huir o escriuir [...]; antes mi voto es y será siempre que solo nos sirvamos de plumas para hir con toda priessa [a] buscar el enemigo en su casa, como él nos buscó en la nuestra; y allí con los bracos demos materia a plumas estrañas para escriuir nuestras proe­zas » . Don Quijote, como buen caballero, quería para los suyos lo mismo que para él y para todos los caballeros andantes: un buen cronista que contara sus hazañas y no, como dice el cartel, impresores que estampan «fullerías castellanas y Vitorias Portuguezas». En esta guerra de propaganda, donde los insultos están siempre presentes, no es raro encontrar a don Quijote reconociendo doloridamente que los castellanos se han vuelto gallinas y ovejas, y que a él ya no le podrán volver a llamar, por tanto, el Caballero de los Leones. Y siendo un escrito portugués, ahí está la alusión a la batalla de Aljubarrota: «quanty más que no estaría bien a los nuestros irritar las [mujeres] Portuguezas, con riesgo de encontrar otra hornera», en clara mención a la Forneyra, figura del folklore portugués enemiga de los castellanos 2 0.

Para todo ésto y como es lógico el autor se sirve de un lenguaje tomado de los libros de caballerías y de sus personajes pero todo ello pasado por el habla de don Quijote y de las constantes referencias que

«Los casos de trayción». Ver también Martin de Ulloa, Disertación sobre el origen de los duelos, desafíos v leyes de su observancia cotí sus progresos hasta su total extinción, en las Memorias de la Real Academia de la Historia, tomo I, Madrid, en la Imprenta de Sancha, 1796, pp. 35-98.

2 0 Cf. Vicente Espinel, Vida del escudero Marcos de Obregón, edición de María Sole­dad Carrasco, Madrid, Castalia, 1987, II, p. 257, y nota 1093 de la editora. En el ms. 9.394 de la Nacional de Madrid, ya citado, entre los folios 528 y 556, se encuentra un burlesco Sermón de un Religioso portugués en la fiesta que cada año agen a su memorable batalla de Aljubarrota y la respuesta de un Religioso oyente; en la respuesta del oyente, castellano, hay irónicas alusiones también a la hornera que con la pala mató 14 castellanos...

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el héroe manchego hace a castillos, alcaydes, enanos, gigantes, dueñas, donzellas; pero de manera más específica nombrando personajes de la propia novela de Cervantes: Dulcinea del Toboso, Sancho Panza (a cuyo parecer, Don Quijote quedó «con más triste figura de la que antes tenía» después de oir el desafío del Duque de Medina Sidonia), el Sabio Merlin (que es quien lee «con voz descomunal» el cartel de batalla del de Medina); habla del «mago de la muleta, su enemigo el encantador 2 1 y hasta menciona su extraordinario yelmo de Mam-brino. Porque al llegar al núcleo de su cartel de desafío — que sigue a la letra toda la ordenación retórica que la tradición había fijado para este tipo de escritos 2 2 —• don Quijote termina así, barajando intertex-tos, extratextos y creando un texto nuevo en un alarde de irónica y paródica intertextualidad que crea en el lector un mundo de interrela-ciones, de memorias y recuerdos para hacerle colaborador del cartel de desafío:

« Y a quien dixere o pensare lo contrario de lo aquí contenido o intentare hablar o escriuir sin hazer, sea Christiano, sea Pagano o Moro, de qualquiera condición y calidad, le reto y desafío para ensima de la Puente de Almaraz, adonde estaré 80 días y 80 noches (que comencarán del primero del mes de Enero de 1642 años) sobre mi Rocinante con mi lançon y demás armas, acompañado solo de mi Escu­dero, y si fuere Castellano el que quiziere combatirse conmigo, le daré de ventaja mi yelmo de Mambríno, que podré bien escusar, pues que sus armas no cortan, como de Portugal se escriue. Y si vuiere algún mal hidalgo tan curioso de su vida que no se atreva a exponerla a mi furia, por acabar con este fantasma y no dexar cosa que pueda obrar mi zelo, desde luego ofresco a quien le matare, con licencia de Sancho Pança, la Isla Barataría, asiento principal del dicho mi escudero: y si no le matare, mas solamente le sacare los vigotes (que le sobrarán como a muger) le daré una de las mejores Ínsulas de mis Estados y le daré vida para lograrla,

1 Alusión clarísima al Conde-Duque de Olivares al que, como bien se sabe, «diversas referencias nos le pintan, desde joven, apoyado, para poder andar, en un bastón de trave­sano o muletilla, que es el que suelen llevar, en efecto, los gotosos porque les alivia de la presión dolorosa que sufre el pie al pisar. No abandonaba nunca esta muletilla, ni aun cuando hablaba en público» (G. Marañón, El Conde-Duque de Olivares (La pasión de man­dar), Madrid, Espasa-Calpe, 1945, p. 391). Los escritos político-satíricos acudieron repelidas veces a « la muleta»; véase, por ejemplo, en un pliego en prosa, también de 1642, con este título: Copia de vna caria que vn hidalgo emhio a vn cauallero Andaluz, deseoso de saber nueuas de la Corte. Dásele razón, no solo de ella, sino de los sucessos de Cathaluña y otras partes. [Colofón:] Con licencia: en Barcelona, en la Emprenta de layme Romeu, Año 1642 [4o., 4 hojas, con reclamos. Se halla en la Torre do Tombo, de Lisboa, con la signatura: C.T., serie Preta, 3466 (2)]. En A l v., se dice, hablando del Conde-Duque: «Nadie se mueve y todos sufren los palos de la muleta, que ya no la llaman muleta, sino muela, porque todo lo que cae debaxo de su capricho en el punto está condenado a ser molido». Por otro lado, puede haber un juego de palabras ya que dice el Diccionario de Autoridades, s.v. muleta: «Tener una cosa muletas. Phrase metaphorica que se dice de las cosas que son mui sabidas, por antiguas y viejas». Creo que queda clara la ironía del autor del cartel al mencionar, de esta íorma ambivalente, al mago encantador presente de forma constante en las palabras y la mente enfebrecida de don Quijote, paladín «involuntario» en este momento de los portugueses, obsesionados también por su enemigo el Conde-Duque.

2 2 Cf. la Introducción de A. Orejudo a su edición de las Carlas de batalla, citada en nota 9, pp. 33-46: «El contexto dictaminal».

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aunque le maten en la empresa (que es lo que faltó en las promesas del cartel reprouado) quedando siempre poco satisfecho de qualquiera demostración, supues­to quanto tengo lo deuo a la reputación de mi valor que oy veo perdida por culpa agena. Hecha en la Ciudad del Toboso a 29 de Octobre de 1641 años».

Es indudable que el portugués que escribió este texto — en caste­llano, pero plagado de portuguesismos como «también no», «antigos», «disfarce», etc. — había sido un buen lector del Quijote. En un alarde de atrevimiento y de consciencia de la vitalidad inacabable del perso­naje, lo resucita otra vez y lo lanza de nuoevo a la desmesura del valor y de la palabra. Los castellanos que lo leyeran por aquel entonces y en aquellas circunstancias pudieron sentirse ofendidos, sin duda; pero ¿no habría alguno que entre líneas supiera también leer en este texto un homenaje, no sé si involuntario, a nuestro don Quijote de la Mancha y a su autor, Don Miguel de Cervantes?

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Quijote. Primera y Segunda Parte. Temas concretos

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