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Actas II Congreso Internacional Latina de Comunicación Social Universidad La Laguna, diciembre de 2010 ISBN: 978-84-938428-0-2 Página 1 Movimientos Sociales y Comunicación María Jesús Fernández Torres Profesora Doctora. Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad Universidad de Málaga [email protected] Palabras clave: Comunicación, Mass Media, Movimientos Sociales, Opinión Pública. La sociedad actual es una sociedad compleja cargada de cambios en todos los ámbitos que la componen. Existen diferentes agentes que producen el cambio social, agentes fácilmente observables cada vez que analizamos los medios de comunicación. Multitudes protestando contra las medidas adoptadas por un gobierno, ecologistas bloqueando una central nuclear, estudiantes manifestándose contra leyes de educación, trabajadores bloqueando vías públicas, Todos estos son movimientos sociales, quizá las fuerzas de cambio más potentes de nuestra sociedad. Y como fuerzas de cambio necesitan de una herramienta fundamental para que el impacto sobre la opinión pública sea aún mayor; esta herramienta es La Comunicación. Los diferentes movimientos sociales deben utilizar la comunicación tanto a nivel interno, en la propia organización, como a nivel externo. Esta ponencia se centrará no sólo en conceptualizar los movimientos sociales y la evolución experimentada por los mismos a lo largo de la historia, sino también en las diferentes estrategias comunicativas que han ido desarrollando a lo largo de los años con la finalidad última de aparición y presencia mediática. INDICE 1. CONCEPTUALIZACIÓN DE MOVIMIENTO SOCIAL 2. MOVIMIENTOS SOCIALES Y ACCIÓN COLECTIVA 3. IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES a. EVOLUCIÓN DE LA INFLUENCIA DE LA COMUNICACIÓN EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES A LO LARGO DE LA HISTORIA b. ENMARCADO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

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Movimientos Sociales y Comunicación

María Jesús Fernández Torres

Profesora Doctora. Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad

Universidad de Málaga

[email protected]

Palabras clave: Comunicación, Mass Media, Movimientos Sociales, Opinión Pública.

La sociedad actual es una sociedad compleja cargada de cambios en todos los

ámbitos que la componen. Existen diferentes agentes que producen el cambio social,

agentes fácilmente observables cada vez que analizamos los medios de

comunicación. Multitudes protestando contra las medidas adoptadas por un gobierno,

ecologistas bloqueando una central nuclear, estudiantes manifestándose contra leyes

de educación, trabajadores bloqueando vías públicas, … Todos estos son

movimientos sociales, quizá las fuerzas de cambio más potentes de nuestra sociedad.

Y como fuerzas de cambio necesitan de una herramienta fundamental para que el

impacto sobre la opinión pública sea aún mayor; esta herramienta es La

Comunicación. Los diferentes movimientos sociales deben utilizar la comunicación

tanto a nivel interno, en la propia organización, como a nivel externo.

Esta ponencia se centrará no sólo en conceptualizar los movimientos sociales y

la evolución experimentada por los mismos a lo largo de la historia, sino también en

las diferentes estrategias comunicativas que han ido desarrollando a lo largo de los

años con la finalidad última de aparición y presencia mediática.

INDICE

1. CONCEPTUALIZACIÓN DE MOVIMIENTO SOCIAL

2. MOVIMIENTOS SOCIALES Y ACCIÓN COLECTIVA

3. IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

a. EVOLUCIÓN DE LA INFLUENCIA DE LA COMUNICACIÓN EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES A LO LARGO DE LA HISTORIA

b. ENMARCADO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

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4. BIBLIOGRAFÍA

1.- CONCEPTUALIZACIÓN DE MOVIMIENTO SOCIAL

A la hora de conceptualizar el término “movimiento social” nos encontramos

con la dificultad de que no es posible encontrar un acuerdo sobre el significado exacto

del mismo ya que tal concepto, a pesar de su frecuente utilización en diversos ámbitos

de la vida cotidiana, es un término ambiguo en la literatura científica. Así, bajo este

nombre, se han utilizado sinónimos tan dispares como revoluciones, sectas,

organizaciones políticas, etc.

Son muchas las definiciones que podemos encontrar, todas ellas muy diversas

y con muy distinto contenido. No menos discutido es su impacto transformador sobre

la estructura social. Así, la mayoría de los investigadores coinciden en destacar como

principal rasgo definitorio de los movimientos sociales su voluntad de intervenir en el

proceso de cambio social.

La sociedad moderna y desarrollada es la que en mayor medida experimenta

ese cambio social. Esta sociedad no es sólo la compleja técnicamente, sino la

movilizada socialmente, la que liga a los individuos con las instituciones culturales,

políticas y económicas.

El cambio social es producido por distintos agentes aunque entre ellos hay uno

que, sobre todo en la época moderna, se ha vuelto particularmente relevante. Cada

vez que observamos los medios, lo encontramos. Multitudes protestando contra un

gobierno opresivo, ecologistas bloqueando una central nuclear, estudiantes

manifestándose contra leyes de educación, serbios combatiendo a bosnios o

viceversa, negros africanos manifestándose contra el apartheid, mujeres boicoteando

clínicas abortistas, campesinos cortando autopistas, ... Todos estos son movimientos

sociales, quizás las fuerzas de cambio más potentes de nuestra sociedad.

Es en esta línea del cambio social donde se manifiestan algunos autores al

definir los movimientos sociales. Así, Haberle lo utiliza para referirse a “una amplia

gama de intentos colectivos de efectuar cambios en determinadas instituciones

sociales o crear un orden totalmente nuevo” (1979: 263). Blumer sentenció que “los

movimientos sociales pueden ser contemplados como empresas colectivas para

establecer un nuevo orden de vida” (1946: 99).

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Los movimientos sociales cuentan con una estrategia dualista1 ya que, por un

lado, interactúan directamente, sin mediaciones, con las autoridades y, por otro, los

movimientos difunden sus valores, creencias y cosmovisiones en la sociedad civil, lo

cual a su vez repercute en las autoridades.

Por su parte, Sztompka (1995: 305) entiende por movimientos sociales:

“colectivos vagamente organizados que actúan de forma conjunta y de manera no

institucionalizada con el fin de producir cambio en su sociedad”2.

Eyerman y Yamison (1991: 43-4) los definen como “Formas más o menos

organizadas de acción colectiva orientadas al cambio social” o de forma más precisa

“grupos de individuos reunidos con el propósito común de expresar el descontento

sentido subjetivamente de forma pública y de cambiar los que se percibe como los

fundamentos sociales y políticos de tal descontento”.

Quizás la faceta más común y enfatizada de todas las definiciones encontradas

es la íntima conexión entre movimientos sociales y cambio social. Así, Wood y

Jackson señalan que “El cambio es una característica básica que define a los

movimientos sociales ... Los movimientos sociales están relacionados de forma muy

próxima con el cambio social” (1982: 6).

Los movimientos sociales cuestionan situaciones que hasta ese momento no

habían sido cuestionadas y defienden posiciones contrarias a las que eran las

creencias dominantes.

Por tanto, los movimientos sociales son redes de individuos, grupos y

organizaciones con un sentido muy desarrollado de la identidad colectiva que

persiguen objetivos cuyo logro tendría consecuencias para toda la sociedad y no sólo

para el grupo portador de la reivindicación. El perseguir bienes colectivos es una de

las características que distinguen los movimientos sociales de otros actores colectivos

como los grupos de presión, más movidos por intereses particularistas que por

consideraciones universalistas como son la paz, el medio ambiente o los derechos de

la mujer.

Otro rasgo atribuido a los movimientos sociales y que los distingue no sólo de

los grupos de interés, sino también de los partidos políticos, es que suelen presentar

una estructura organizativa más informal, descentralizada y horizontal que el resto de

los actores colectivos, con el objeto de prevenir y, en la medida de lo posible paliar la

1 Casquette, J., 1998: 32 2 Ibidem.

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“ley de hierro de la oligarquía”, es decir, la concentración del poder en manos de una

minoría de miembros.

Por otro lado, en su práctica cotidiana los movimientos sociales enriquecen el

repertorio de formas de acción al añadir a las formas convencionales de participación

más típicas de los grupos de interés y partidos políticos (sobre todo la concurrencia a

elecciones o el recurso a los tribunales de justicia) otras formas no convencionales

(tanto legales, como a menudo es la manifestación, como ilegales, como la

desobediencia civil), formas por las que muestran una especial querencia.

Asimismo, para poder hablar de un movimiento social es preciso que exista un

grado de continuidad en la acción colectiva. Podríamos hablar de varios años como

una referencia temporal válida. Esta consideración excluye de la categoría de

movimiento social otras manifestaciones del comportamiento colectivo más episódicas

y efímeras, como por ejemplo, las multitudes, el pánico o la moda.

El objetivo prioritario de los movimientos sociales es el de convencer a sus

potenciales simpatizantes de que las acciones de protesta y las movilizaciones

resultan instrumentos eficaces para el logro de sus objetivos así como conseguir el

mayor número de adhesiones posibles a sus posiciones.

Se plantean tres cuestiones básicas de la teoría del movimiento social: primero,

por qué actúa colectivamente la gente a la vista de la multitud de razones por la que

“no debería” hacerlo; en segundo lugar, por qué lo hace cuando lo hace; y, por último,

cuáles son los frutos de la acción colectiva. Las investigaciones han determinado que

la gente se afilia a los movimientos por un amplio espectro de razones: desde el deseo

de obtener ventajas personales a la solidaridad de grupo, el compromiso por principios

con una causa o el deseo de formar parte de un colectivo. Esta heterogeneidad en las

motivaciones hace que el problema de la coordinación resulte mucho más dificultoso

para un movimiento social que para un grupo de interés, pero también posibilita que

los movimientos exploten recursos no exclusivamente pecuniarios para implicar a la

gente en la acción colectiva3.

Un movimiento social cuya reivindicación no encuentra eco en la sociedad no

es tal. Asimismo, tal y como señala Zubero (1996), la idea de violencia debe

separarse nítidamente de la idea de movimiento social: “la violencia acaba por destruir

los movimientos sociales al encerrarlos en una estrategia que les impone negar toda

referencia a un bien común o a un conjunto de orientaciones culturales

mayoritariamente aceptadas”.

3 Op. Cit. 44-45.

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Por tanto, los movimientos sociales son actores que se empeñan en influir en

un sistema de poder ya sea social, político o cultural. Los impactos de los movimientos

pueden ser externos e internos. Los primeros son los que influyen en la sociedad y en

los sistemas de poder. Los segundos son aquellos que los movimientos tienen sobre

sí mismos. Asimismo, no todos los movimientos sociales persiguen el mismo tipo de

impacto. Podemos decir que los movimientos estratégicos, como el antinuclear, están

más preocupados por conseguir éxitos externos, mientras que otros movimientos

como el feminista, están más orientados a la búsqueda colectiva de la identidad.

2.- MOVIMIENTOS SOCIALES Y ACCIÓN COLECTIVA

El acto que subyace a todos los movimientos sociales y revoluciones es la

acción colectiva, es decir, cuando un cierto número de personas se unen y actúan

conjuntamente con un mismo propósito. La acción colectiva puede adoptar muchas

formas: desde una acción breve y mantenida a una acción larga y disruptiva.

Los movimientos sociales tienen éxito cuando están bien organizados; deben,

por tanto, mantener su interacción con sus oponentes, aliados y autoridades. Toda

acción colectiva no constituye un movimiento social. Durante mucho tiempo la acción

colectiva se daba entre campesinos, protestantes, consumidores,... sin producir una

interacción mantenida en el tiempo, se trataba de acciones apasionadas y violentas

que concluían dispersándose y desapareciendo.

Existe un cambio en la historia que ocurre cuando se pasa de una etapa con

acciones colectivas aisladas e incluso violentas a otra etapa en la que se produce el

nacimiento del movimiento social nacional con acciones colectivas mantenidas,

dirigidas y unificadas.

Así, durante siglos, la gente sabía cómo apoderarse de cargamentos de grano,

quemar los registros de impuestos y vengarse de los que cometían injusticias, pero

aún no estaba familiarizada con las manifestaciones de masas, la huelga o la

insurrección urbana en aras de objetivos políticos comunes. En víspera de la

Revolución Francesa de 1848, la petición, el mitin público, la manifestación y la

barricada eran ya rutinas de acción colectiva perfectamente conocidas, y se

empleaban para una serie de fines por diferentes combinaciones de agentes sociales.

Existe un proceso de modernización claro en las sociedades occidentales, si

bien muchos autores no se ponen de acuerdo sobre los comienzos de este proceso.

La mayor parte de ellos la sitúan en el siglo XVIII. Son muchos los cambios que se dan

con este proceso. A nivel de la sociedad destaca el paso de una sociedad

cohesionada e integrada por la religión a otra en la que comienzan a surgir

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subsistemas en los ámbitos de la economía, el derecho, la política, las ciencias y la

cultura que se dotan de autonomía respecto a la religión. De hecho, como señalan

Ibarra y Tejerina (1998: 293, 294) uno de los pocos consensos que parecen existir

entre los investigadores de los movimientos sociales modernos es que se vincula su

origen al proceso de secularización de las sociedades occidentales, proceso que

tendría sus momentos claves en el Renacimiento y la Ilustración.

En la sociedad tradicional, el mecanismo a través del cual se vehiculaba la

integración social había sido la religión que legitimaba la autoridad política, fijaba las

premisas para la distribución de bienes materiales, etc. Desde el momento en que

comienza a cuestionarse el papel de la divinidad como eje central de la historia, deja

de ser intocable por la acción del hombre. Con el derrumbe de uno de los pilares

básicos del Antiguo Régimen, se abría por primera vez en la historia de la humanidad

un nuevo y desconocido horizonte para la acción colectiva. Solo en sociedades

modernas, en las que la política no se concibe como algo dado y separado de la

voluntad humana, sino como algo factible y moldeable, son posibles movimientos

sociales que pretenden intervenir activamente en el proceso histórico y que aspiran de

forma consciente a un orden social radicalmente distinto.

Asimismo, no sólo cambia la sociedad sino que el individuo también se

transforma. Como indican Ibarra y Tejerina4, el proceso de modernización se presenta

en tres vertientes: la modernización social, la cultural y la política.

Según estos autores, la modernización social afecta a diferentes esferas de la

sociedad. En la esfera de la comunicación cabe señalar la configuración de nuevos

espacios de comunicación, dentro de los cuales se facilita el encuentro de personas y

colectivos con frustraciones, convicciones y vivencias personales. Elementos de este

proceso son la urbanización, en la mayoría de los casos el núcleo de los movimientos

sociales modernos se encuentra en las grandes ciudades, pero también la expansión

de los medios de comunicación. Todo ello permite la superación del aislamiento

característico de la sociedad agraria, organizada en torno al grupo familiar, la aldea

rural y la parroquia, fomentando la intensificación de los contactos entre individuos y

colectividades, que ahora pueden entrar en un proceso de intercambio de opiniones e

ideas, de discusión de frustraciones compartidas y de formulación de objetivos

comunes, así como de formas adecuadas de actuación.

En la esfera de la cualificación se registra una paulatina extensión de la

educación y la cultura.

4 Ibarra y Tejerina, 1998: 297 y ss.

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La principal consecuencia del proceso de modernización cultural es una lenta

transformación del modo de actuar y pensar de la gente.

Asimismo la modernización social indujo también la modernización política.

Había que dotar al sistema de legitimidad y estabilidad para propiciar la existencia de

movimientos sociales. Sólo en un sistema que respete los derechos civiles en forma

de libertad de expresión, asociación, reunión y elección, se dan condiciones óptimas

para el desarrollo de movimientos sociales.

Respecto a los tipos de acción colectiva que existen podemos mencionar tres,

tal y como destaca Tarrow: El primero, la violencia contra otros, es el más antiguo que

se conoce. El segundo tipo, la manifestación pública organizada, representa la

principal expresión convencional de la actividad de los movimientos en nuestros días.

El tercero, la acción directa disruptiva, cruza la difusa frontera entre convención y

confrontación. Aunque la violencia, la disrupción y la convención difieren en una serie

de aspectos, comparten un hilo conductor común: son expresiones públicas de la

confrontación entre los descontentos y las autoridades en el espacio que existe entre

la política institucional y la disensión individual.

A pesar de que las formas de acción colectiva más poderosas y llamativas

sean la disrupción y la violencia, hoy en día, la mayoría de las formas de protesta son

convencionales.

3.- IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

3.1.- Evolución de la Influencia de la Comunicación en los Movimientos

Sociales a lo largo de la historia

Los Movimientos Sociales comenzaron a hacer su aparición en el siglo XVIII, si

bien anteriormente existieron formas de acción colectiva que no conformaban

movimientos sociales porque, en su mayoría, eran formas de acción violentas,

directas, breves y específicas que rara vez superaban el ámbito local.

Toda esta situación cambiaría a partir del siglo XVIII gracias a la consolidación

de los estados nacionales, a la expansión de las carreteras y de los medios de

comunicación impresos y al crecimiento de las asociaciones privadas.

Estos cambios difundieron nuevos modos de enfocarlos y ayudaron a la gente

corriente a verse a sí misma como parte de colectividades más amplias y en el mismo

plano que sus superiores. Cada vez con mayor frecuencia, los periódicos populares,

las canciones y los panfletos impresos difundían conflictos a toda la ciudadanía.

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En el pasado los episodios de acción colectiva se realizaban gracias a la

comunicación directa cara a cara. A partir del s. XVIII las nuevas formas de

asociación, las comunicaciones regulares que unían el centro y la periferia y la

extensión del uso de medios impresos y la alfabetización produjeron un cambio

trascendental y laico.

La imprenta y la asociación facilitaron que los habitantes de ciudades

pequeñas y dispersas se unieran superando grandes divisiones sociales y

geográficas, difundiendo los conflictos hasta convertirlos en movimientos sociales a

nivel nacional (Tarrow, 1997).

Asimismo, la difusión de la alfabetización fue un determinante crucial en la

consolidación y difusión de los movimientos. La creciente posesión de libros y la

lectura de periódicos y panfletos estaban extendiéndose a sectores sociales en los

que anteriormente se leía muy poco.

A mediados del s. XVIII comenzó el impulso para explotar nuevos mercados

para el material impreso. Editores e impresores competían con la intención de atraer

nuevos públicos, intentando implicar a los lectores en sus empresas y creando

comunidades invisibles en torno a la letra impresa.

Por tanto, gracias a la imprenta, a la asociación y a las campañas en coalición

para la acción colectiva se llega a un mayor número de personas contribuyendo a la

difusión de los movimientos a nuevos públicos permitiendo, así, poner en marcha

amplios ciclos de movimiento.

La prensa comercial no sólo difundía información que podía hacer que los

activistas tomaron conciencia de las reivindicaciones que tenían en común sino que

también equiparaba la percepción de su propio estatus con el de sus superiores

haciendo verosímil la posibilidad de actuar contra ella (Tarrow, 1997:142).

Asimismo, las asociaciones privadas reflejaban las solidaridades existentes,

contribuían a la formación de otras nuevas y conectaba a los grupos a redes más

amplias, capaces de hacer frente al poder de los estados nacionales.

En la sociedad actual los movimientos se comunican con un público amplio a

través de los medios de comunicación de masas usando símbolos espectaculares,

dramáticos o desproporcionados con el objetivo de atraer su atención.

A) La televisión como revolución en las técnicas de los movimientos sociales

Aunque tanto la radio como la prensa desempeñan un papel importante en la

difusión de información, fue la televisión, con su incomparable capacidad de captar

situaciones complejas en imágenes visuales breves, la que trajo consigo una

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revolución en las tácticas de los movimientos. El alcance de esta revolución se puso

de manifiesto por vez primera en la década de los sesenta. El movimiento por los

derechos civiles en Estados Unidos “fue la primera noticia recurrente, en gran medida

gracias a sus elementos visuales”. La coincidencia de la aparición del movimiento con

el inicio de las retransmisiones de noticias en directo por parte de la televisión fue de

ayuda en tres aspectos:

En primer lugar, atrajo la atención de la nación hacia agravios ignorados

durante largo tiempo, especialmente por lo que se refiere a los

espectadores del norte.

En segundo lugar, contrastaba visualmente los objetivos pacíficos del

movimiento con la brutalidad de la policía.

En tercer lugar, la televisión también era un medio de comunicación en el

seno del movimiento. Ayudó a difundir lo que el movimiento estaba

haciendo demostrando visualmente cómo realizar la ocupación pacífica de

un autoservicio, cómo manifestarse pacíficamente por los derechos civiles y

cómo responder al ser golpeados por la policía y atacados con mangueras

de alta presión.

El movimiento estudiantil fue el segundo campo de pruebas importante por lo

que se refiere al impacto de la televisión sobre los movimientos. La celebración

cronológicamente simultánea de manifestaciones estudiantiles en todo el mundo

occidental en 1968 fue, en parte, resultado del impacto de la televisión.

3.2.- Enmarcado de los movimientos sociales en los medios de comunicación

Los movimientos sociales intentan ante todo influir en determinados ámbitos de

la realidad socio-política enfrentándose a dos grandes retos: Por un lado, lograr que su

discurso sea socialmente visible y que alcance al mayor número posible de sujetos; y

por otro lado, tratar de reemplazar las creencias hasta ese momento dominantes.

La protesta y la acción colectiva es el arma principal con el que cuentan los

movimientos sociales para obtener visibilidad social (Ibarra y Tejerina, 1998). Estas

acciones van encaminadas a provocar la atención de los medios de comunicación de

masas que, y siguiendo a Tarrow, se convierten en un recurso externo de los

movimientos en tres fases del desarrollo de éstos:

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En primer lugar, los medios actúan como vehículo de consenso, consenso

que los movimientos sociales jamás lograrían por sí mismos. Tarrow cita el

estudio llevado a cabo por Gamson sobre las reacciones que habían

producido los accidentes nucleares en la prensa desde la década de los

años cincuenta hasta los ochenta. Si bien en los cincuenta se tenía una

actitud de “fe en el progreso”, a medida que pasan los años y a raíz del

desastre en Three Mile Island en 1979 esta visión se encuentra muy

erosionada. Al producirse el accidente de Chernobyl en 1986 se hacía

hincapié en las responsabilidades del gobierno en lo referente a la

seguridad nuclear.

Los medios de comunicación ayudan a los movimientos a obtener una

atención inicial. La cobertura dada por los medios ayuda a los movimientos

establecidos a conservar sus apoyos reforzando el sentimiento de estatus

de sus miembros y manteniendo a sus seguidores al corriente de sus

actividades. Esta atención por parte de los medios evita a los líderes la

necesidad de disponer de personal con dedicación exclusiva o de crear una

pirámide de organizadores para mantenerse en contacto con sus

simpatizantes. Cuando una organización del movimiento desea transmitir

un cambio de táctica o de política a sus bases, a menudo el modo más

sencillo de hacerlo es celebrar un acto que pueda interesar a los medios de

comunicación. No obstante, este recurso es origen de un importante

problema: los medios no permiten pasivamente que los movimientos se

sirvan de ellos para sus propios fines. En la sociedad actual, los medios

están para dar noticias y sólo pueden subsistir si informan sobre lo que

interesa a los lectores, o sobre lo que los editores piensan que puede

interesarles.

Los modos en que los medios cubren los movimientos y éstos son

percibidos por el público se ven afectados por la estructura de la industria

de la comunicación. Los movimientos se ven afectados por los intereses de

los medios de comunicación a la hora de considerar noticia un hecho o

acto. A los medios le interesan los acontecimientos dramáticos o con un

gran impacto visual, dependen de fuentes dignas de todo crédito,... Como

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resultado, la capacidad de las organizaciones para servirse de los medios

para sus propios fines es limitada.

La definición de lo que es noticia por parte de los medios de comunicación

enfrenta a los movimientos al problema de desarrollar acciones que resulten lo

suficientemente poco convencionales como para ser noticia. Como recuerda Zubero

(1996:168), en la ceremonia de apertura de la Conferencia del 50 Aniversario del

Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, dos miembros de GREENPEACE

que habían conseguido encaramarse hasta el techo de la sala desplegaron una

pancarta y arrojaron una lluvia de falsos billetes de dólar sobre los asistentes

denunciando el papel del Banco mundial en la destrucción del medio ambiente. La

protesta fue aplaudida y consiguió aparecer como noticia de portada en multitud de

diarios e informativos.

Pero la influencia de los medios sobre la forma en que el público percibe los

movimientos es un arma de doble filo. Por una parte, para ganar la atención de los

medios, los organizadores pueden convocar actos espectaculares pero estas

actividades pierden interés para los medios a menos que se produzca un cambio en

sus rutinas. Una solución es incrementar el número de participantes en cada

manifestación; la otra solución consiste en aumentar el grado de espectacularidad.

Cuando esto ocurre, los medios continúan ofreciendo cobertura, pero dan

inmediatamente prioridad a los aspectos violentos o extraordinarios de la protesta,

centrándose a menudo en los pocos miembros de una manifestación pacífica que

están empeñados en boicotearla. Aunque los organizadores son conscientes del

peligro, los disidentes y compañeros no tardan en descubrir lo fácil que es captar la

atención de las cámaras.

Un único estudiante tirándole piedras a la policía es mejor noticia que cualquier

número de manifestantes marchando pacíficamente por las calles de una ciudad. En

su búsqueda de la novedad, los medios pueden incluso asignar a un movimiento una

imagen violenta o juvenil, especialmente cuando las redes de televisión sólo permiten

emitir el metraje que encaje en las noticias de la noche (Tarrow, 1997: 224).

Cuando se organiza una campaña o una manifestación importante la cobertura

por parte de los medios llega a millones de personas. Pero los movimientos

contemporáneos dependen más de la formación del consenso a través de los medios

que los medios de ellos. Para lograr una base amplia, comunicarse con ella a nivel

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nacional e impresionar con su fuerza a quienes ostentan el poder y a terceras partes,

los movimientos enmarcan las cuestiones de modo que sean transmitidas por los

medios. Sin embargo, los medios de comunicación, que tienden a pasar rápidamente

de una noticia a otra, no dependen de las actividades de los movimientos para obtener

noticias

Los autores Ibarra y Tejerina (1998: 174), señalan que el tener que depender

de las acciones de protesta para garantizar la visibilidad social tiene también sus

riesgos. Como se pone de manifiesto en diversos trabajos (Barnes y Kaase, 1979;

Sabucedo, Arce y Rodríguez, 1992), el potencial de protesta de la población es

bastante elevado. Ello provoca que las acciones políticas no convencionales se hayan

convertido en algo muy frecuente en las sociedades democráticas y, por tanto,

resultan de menos interés para los medios. Los organizadores de los movimientos se

pueden encontrar, por esta razón, ante el dilema de tener que incrementar el grado de

riesgo que asumen los participantes con la finalidad de que sus acciones tengan el

impacto social deseado. Pero a medida que los costes de la participación son

mayores, el número de sujetos que están dispuestos a implicarse en esas acciones

y/o apoyarlas puede descender significativamente.

Según estos autores, los movimientos sociales se enfrentan ante los siguientes

desafíos a la hora de lograr visibilidad para sus propuestas: diseñar acciones de

protesta eficaces que atraigan la atención de los medios, tratar de que éstos no

oculten o distorsionen sus objetivos e involucrar en esas acciones al mayor número

posible de personas.

Asimismo, al margen de la estrategia concreta que sigan para lograr la mayor

difusión posible de sus mensajes, los movimientos sociales deben elaborar sus

discursos de tal manera que incidan en las representaciones sociales y en el sentido

común de los sujetos.

En esta línea se manifiesta Sampedro Blanco (1997: 57) para quien la lógica

institucional de los medios de comunicación podría materializarse en dos resultados:

La trivialización mediática: Que se corresponde con la cooptación política.

Los medios conferirían un tratamiento sensacionalista a los grupos no

convencionales y éstos se comportarían como “estrellas”. Obsesionados

por acaparar información bajo cualquier pretexto, los activistas pueden

llegar a realizar multitud de acciones. Lograrían cobertura informativa pero

perderían su capacidad de persuasión.

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La indiferencia mediática: Se corresponde con la institucionalización del

conflicto. Los medios retirarían la atención, debido a la progresiva pérdida

del interés de los temas no integrados en la agenda política. Reiteradas las

demandas sin respuesta alguna, y desplazadas a procesos institucionales

lentos y con escasa visibilidad, se producirían la pronta saturación y

posterior indiferencia de los medios.

Por tanto, los medios de comunicación desempeñan un papel muy importante

en los procesos de creación de los marcos de referencia de los movimientos y en

ayudarlos a perseguir el cambio social. Su descripción en los medios de comunicación

influye tanto en la imagen que de ellos se forman sus seguidores como el de otros

observadores.

Como señala Zubero (1996: 167), los medios de comunicación hacen algo más

que observar: dramatizan, crean imágenes vivas, atribuyen el liderazgo de los

movimientos e intensifican la sensación de conflicto entre éstos y las instituciones

sociales. Asimismo, crean un vocabulario con el que se habla del movimiento.

Los medios de comunicación de masas son los proveedores básicos de

imágenes e información. El público se entera de los actos que mueven a muchos

movimientos gracias a su aparición en los medios de comunicación.

Como señalan McAdam, McCarthy y Zald (1999: 417), algo similar ocurre con

las autoridades políticas que, si bien pueden tener algún tipo de interacción directa con

los ciudadanos y comprobar por sí mismos las condiciones de vida en el ámbito local,

tienen una idea de esas condiciones y de las reacciones ciudadanas ante ellas muy

dependientes de la imagen que se dé en los medios de comunicación. Resulta así

tentadora la idea de unificar los procesos por medio de los cuales se conforman las

agendas y caer en la defensa de un determinismo controlado por los medios, haciendo

que esta agenda se considere la única fuente de todas las demás.

Kielbowicz y Scherer (1986) afirmaron que los medios son instrumentales para

los movimientos sociales al menos en tres aspectos:

1) Los medios son una forma importante de llegar al público en general, de

obtener apoyos y de movilizar a participantes potenciales.

2) Los medios pueden poner a los movimientos en contacto con otros actores

sociales y políticos.

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3) Los medios ofrecen apoyo psicológico a sus miembros. Obviamente, los

movimientos no pueden utilizarlos siempre de forma instrumental.

Unos años antes, Van Dijk (1988) llegó a la conclusión de que en el discurso

sobre problemas de corte social, era la interpretación dominante la que más atención

recibía por parte de los medios. Al punto de vista de huelguistas o contestatarios se le

dedicaba mucho menos espacio. Quienes más aparecían en el marco de los noticieros

eran miembros de las elites políticas, funcionarios, miembros de los partidos políticos

en el gobierno, asociaciones de empresarios. A sindicatos, organizaciones de protesta

y movimientos se les brindaba mucha menor atención. Además, el autor demuestra

que sucesos negativos, con efectos a corto plazo o espectaculares recibían mucha

más atención que información más básica o de fondo.

Los medios de comunicación de masas no transmiten la información sin

transformarla. Sólo ya las limitaciones de espacio obligan a introducir un proceso

selectivo en la generación del discurso de los medios. Éstos seleccionan e interpretan

la información disponible de acuerdo con principios que definen el valor de las noticias.

Al hacerlo, acaban proyectando una realidad deformada que diverge de la realidad tal

y como la entienden los actores sociales (McAdam, McCarthy y Zald, 1999: 452).

Es importante destacar que aunque los medios de comunicación de masas

desempeñan un papel crucial a la hora de estructurar argumentos y contra

argumentos en el discurso público, la formación y transformación real de las creencias

tiene lugar en el ámbito del intercambio de opiniones y la discusión de las categorías,

que se lleva a cabo en el seno de los grupos con los que se identifica el individuo.

Estos grupos pueden ser pequeños y estar compuestos por personas con las que uno

trata en la vida diaria (colegas, amigos, etc.) o tener una composición basada en

categorías más genéricas (blancos trabajadores, agricultores, europeos,

sindicalistas,...). Como señala McCarthy (1999: 461), las estructuras informales de la

vida cotidiana desempeñan un papel fundamental respecto de la movilización. Los

argumentos y contra argumentos que surgen en el seno del discurso emitido por los

medios pueden armonizarse, en mayor o menor medida, con las creencias colectivas

de estos grupos o categorías y, dependiendo del grado de armonía que se dé,

ejercerán o no cierta influencia sobre estas creencias.

La importancia de contar con un grupo de temas que relacionen las propuestas

de los movimientos sociales con las creencias ya existentes en la población ha sido

destacada por diferentes teóricos de los movimientos sociales. Gamson (1988), en su

análisis del discurso sobre la energía nuclear, muestra cómo los defensores y

detractores de la misma se basaban en valores presentes en la mayor parte de los

Actas – II Congreso Internacional Latina de Comunicación Social – Universidad La Laguna, diciembre de 2010

ISBN: 978-84-938428-0-2 Página 15

individuos. Los que se posicionaban a favor de la energía nuclear aludían a la fe en el

progreso y a la independencia energética; mientras que los movimientos antinucleares

señalaban los riesgos de ese tipo de energía y cuestionaban los beneficios

económicos que podían derivarse de su utilización. En esa pugna por definir a la

energía nuclear, las partes en conflicto, autoridades y movimientos sociales,

introdujeron en sus discursos elementos altamente significativos para el conjunto de la

población: progreso, independencia, riesgo, economía.

La referencia a temas significativos para la población también ha estado

presente en las movilizaciones a favor del incremento de la ayuda española a los

países menos desarrollados. El discurso del movimiento del 0’7% incorporaba

argumentos como “obligación moral de ayudar al necesitado”, la “necesidad de la

redistribución de la riqueza para alcanzar el bienestar y ver cumplidos los derechos

fundamentales de todo ser humano” (Romero y Puy, 1995). En todas esas situaciones

los movimientos sociales trataron de promover el cambio recurriendo a creencias que

forman parte del sentido común de la población.

4.- BIBLIOGRAFÍA

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