Acosta 2012

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    cazar y recolectar en la selva: cotidianidad y paisaje en los cazadores-recolectores en la transicin pleistoceno terminal-holoceno

    temprano en chiapas, mxico

    Guillermo Acosta Ochoa*

    La vida cotidiana no est fuera de la historia, sino en el centro del acaecer histrico

    Agnes Heller (1985: 42)

    introduccin: los cazadores en regiones tropicales, juicios y prejuicios

    Dentro del estudio de las sociedades denominadas como cazadoras-recolectoras, posiblemente las regiones con mayor marginalidad en arqueologa sean las de las reas tropicales (Acosta 2003). En Mxico, en particular, los proyectos que se han abocado al llamado periodo precermico en los trpicos del sureste po dran contarse con los dedos (e. g. Lorenzo 1977; Garca-Brcena 1978; Garca-Brcena et al. 1976; Garca-Brcena y Santamara 1982; Acosta 2005; Acosta y Bate 2006) y su trascendencia acadmica hacia el resto de los colegas nacionales y extranjeros es limitada. Entre las condicionantes del estudio de las sociedades precermicas en estas regiones podran citarse el escaso inters institucional de la arqueologa oficial y las difciles condiciones de preservacin y visibilidad, entre otras.

    No obstante, el estudio de los primeros pobladores de las regiones tropi-cales ha tenido un inters creciente en otras regiones de Centro y Sudamrica (Guidon 1986; Cooke y Ranere 1992; Roosevelt et al. 1996; Lohse et al. 2006), lo que si bien ha permitido un mejor conocimiento de los procesos globales del poblamiento inicial, ha generado ms preguntas que respuestas sobre las ca-rac te rs ti cas internas de las comunidades que colonizaron las selvas tropicales

    * Instituto de Investigaciones Antropolgicas, Universidad Nacional Autnoma de Mxico

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    (Acosta 2008a). Por otro lado, an parece importante el nmero de colegas que asumen una posicin de determinismo ecolgico al hablar sobre la posibi-lidad de habitar estas regiones marginales desde hace 10 000 aos. Entre los juicios deterministas los cuales intentar evaluar en el resto del ensayo, estn:

    a) Que los cazadores recolectores no pudieron habitar las selvas tropicales sin el desarrollo de la agricultura (Bailey et al. 1989).

    b) Que los primeros habitantes de las reas tropicales de la Amrica media eran paleoindios Clovis (Fiedel 1996; Morrow y Morrow 1999; Ranere y Cooke 1991)

    c) Que al ser los trpicos reas marginales, la estrategia debe ser de alta movilidad y demografa baja (Cook y Ranere 1992).

    Aunque se podra enumerar muchos otros planteamientos derivados de un paradigma ecologista, bastan los anteriores ejemplos. Es innegable que estos modelos explicativos tienen su origen en las propuestas tericas que domina ron en arqueologa el desarrollo de la teora de los cazadores-recolectores desde mediados de los sesenta (en particular, Lee y DeVore 1968; Binford 1965, 1983, 1996) y sobre los cuales tratar ms adelante.

    Estos juicios son particularmente interesantes para ser evaluados en una regin donde, desde hace cinco aos, iniciamos un proyecto de investigacin para evaluar las caractersticas econmicas, tecnolgicas, subsistenciales y del pai sa je arqueolgico vinculado con los primeros pobladores de los trpicos del sures-te de Mxico. El rea de investigacin cubre mayormente los municipios de Ocozocoautla, Cintalapa y Jiquipilas, Chiapas (Acosta 2008a) (figura 1). Como resultado de este proyecto de investigacin se localizaron 37 sitios arqueol-gicos entre cuevas y abrigos, talleres, campamentos y sitios rupestres (Acosta y Bate 2006; Acosta y Mndez 2006; Acosta 2008a). En tres cavidades se han efectuado excavaciones: Santa Marta, Los Grifos y La Encaada. No obstante, haremos en lo subsecuente referencia principalmente a Santa Marta por ser el sitio mejor estudiado hasta el momento en sus superficies de ocupacin.

    la vida cotidiana del cazador: teoras y vacos explicativos

    Para iniciar la discusin sobre los aspectos tericos que respaldan este trabajo, debo otorgar una definicin de vida cotidiana. En mi caso, retomo la defini-cin de una sociloga marxista, Agnes Heller (1985, 1998) quien explica: La vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan la reproduccin de los hombres particulares, los cuales, a su vez, crean la posibilidad de la re-produccin social (Heller 1998: 19).

    Consideramos entonces la vida cotidiana como la totalidad de actividades vinculadas a la reproduccin particular de los individuos (personas), debo aclarar

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    CAZAR Y RECOLECTAR EN LA SELVA: COTIDIANIDAD Y PAISAJE EN LOS CAZADORES

    que estas actividades integran los aspectos productivos (econmicos en el sentido estricto), reproductivos (que incluyen tanto la reproduccin biolgica como el ocio y la recreacin, en fin, la restitucin de la fuerza de trabajo) e i deo l gi cos (a su mien do que ideologa es ms que simplemente falsa conciencia).

    Esta reproduccin social al nivel particular, por otro lado, debe observarse como una dialctica continua, resultado de la tensin entre el conjunto de las limitantes y restricciones operantes en la estructura misma de la comunidad, y los aspectos de creatividad, innovacin y liderazgo. Este planteamiento pretende una reconsideracin sobre las caractersticas fuertemente deterministas de algu-

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    Figura 1. rea de estudio al oriente de Chiapas, Mxico.

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    nos modelos materialistas histricos (por lo menos en el sentido estructural), los que dejan poco margen de accin para los sujetos, con excepcin de los sujetos de clase, estableciendo modelos individualistas en los que la ontologa del sujeto debe mantenerse fija (Gndara 1994: 101). De esta forma, la cate-gora de proceso de trabajo permite una mejor explicacin de las denominadas creaciones artsticas y proezas tcnicas evidenciadas en un objeto o material arqueolgico cuya singularidad le otorga en ocasiones el mrito diletante de pieza digna de museo, y en donde los logros tcnicos individuales y las creaciones estticas que salen de los cnones establecidos por la tradicin, as como los roles de liderazgo, pueden explicarse satisfactoriamente mediante la relacin dialctica entre lo individual y lo colectivo (Acosta 1999).

    Si bien las propuestas tericas sobre cazadores siguen siendo fuertemente deterministas en un sentido ecolgico, principalmente en modelos del tipo forrajeo ptimo, donde se observa a los cazadores como inevitablemente destinados a maximizar los recursos energticos y minimizar los riesgos (Bet-tinger 1987), hay un creciente inters por evaluar la causalidad interna de estas sociedades, asignando un rol ms activo en los procesos histricos y no sim-plemente verlas como en una actitud pasiva (o en todo caso reactiva) donde, si cambia el medio, cambia la sociedad.

    Por otro lado, distintos autores coinciden en que no existe una sola forma de cazadores, sino que se puede distinguir cierta variabilidad en sus caracters ti cas estructurales, las cuales generalmente se han agrupado en dos tipos de so cie da-des. En lo que difieren estas propuestas es si tales diferencias pueden atribuirse a factores ecolgicos o sociales, por ello, las tipologas que se resumen en el siguiente cuadro no son precisamente equivalentes, pues toman en cuenta factores causales distintos para su clasificacin (cuadro 1).

    Cuadro 1. Tipos de sociedades cazadoras (Service 1962; Testart 1982; Ingold 1983; Binford 1996; Bate 1986; Woodburn 1982)

    Autor 1er. Grupo 2o. GrupoService Banda TribuBinford Foragers CollectorsTestart Caz. sin almacenamiento Caz. con almacenamientoIngold Modo de prod. cazador Modo de prod. pastorWoodburn Soc. de retorno inmediato Soc. de retorno retardadoBate Caz.-rec. pretribales Caz.-rec. tribales

    Desde la perspectiva marxista, asumimos que el devenir de la sociedad humana implica distintas formaciones sociales. Y que el concepto cazador-recolector define simplemente aspectos de la tecnoeconoma de una sociedad, por ello, preferimos distinguir otros elementos fundamentales que los caracte-

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    CAZAR Y RECOLECTAR EN LA SELVA: COTIDIANIDAD Y PAISAJE EN LOS CAZADORES

    rizan, como son las relaciones sociales. En particular las relaciones sociales de produccin (Marx 1946, 1984).

    Entonces, optamos por caracterizar a los cazadores sin almacenamiento (Testart 1982) o de retorno inmediato (Woodburn 1982) simplemente como una comunidad primitiva de cazadores recolectores (Bate 1998: 83), con el fin de diferenciarlos de las sociedades de cazadores tribalizados. A estos cazadores pretribales los define una forma que ha sido comparada con un comunismo primitivo (Morgan 1891; Testart 1982; Lee 1988) dado que las relaciones de produccin estn fundamentadas en la ausencia de propiedad privada del territorio.

    Otro de los elementos centrales de esta formacin social es la precariedad de la economa (Bate 1986). Dado que estas sociedades dependen totalmente de la produccin natural, su productividad se supedita a las condiciones de dispo-nibilidad de los recursos. Por ello, los ciclos produccin-consumo son breves y con una prctica ausencia del almacenamiento social (Ingold 1983). Para disminuir los riesgos de carencias, las unidades domsticas establecen fuertes relaciones de reciprocidad (Sahlins 1965), las cuales les dan el derecho de ser asistidas en caso de escasez, obligndolas, a su vez, a otorgar el mismo favor a quienes estn en situacin equivalente (Bate 1998: 84).

    Por otro lado, la alta movilidad y baja densidad demogrfica son aspectos muy interrelacionados con los anteriores. La baja densidad demogrfica no se debe slo a las limitantes del sistema de produccin supeditado a la producti-vidad estacional, sino que es una estrategia social vinculada a no sobreexplotar los recursos, empleando sistemas contraceptivos y aticonceptivos. Adems, aun-que la ausencia de almacenamiento permite una elevada movilidad, la lactancia tiende a reducirla, por lo que el espaciamiento entre los nacimientos conduce a una menor tasa de natalidad.

    Por ltimo, si bien la precariedad de la economa tiende a generar reglas so-ciales muy estrictas, particularmente destinadas a la reduccin de las diferencias sociales, el control de la natalidad y las reglas de apareamiento, la observancia de los roles definidos por sexo y edad o el acato a los tabes, siempre hay espacio para la accin de los agentes. No obstante, esta accin opera a un bajo nivel en los individuos, dado que no hay verdaderos gobernantes; pero en un mayor nivel de accin como grupo, en tanto que las decisiones suelen ser consensua-das o consultadas con los ancianos o personajes con rol de liderazgo. En este sentido, los cazadores recolectores votan con los pies (Lee y Daly 2004), y la fisin y migracin son un medio para resolver conflictos en el interior de las comunidades y, posiblemente, una base para la divergencia cultural e histrica.

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    GUILLERMO ACOSTA OCHOA

    el paisaje del pleistoceno final: un mundo cambiante en el mosaico de la diversidad

    Para iniciar nuestra negacin de las propuestas de determinacin ecolgica para los primeros habitantes de las regiones tropicales de Mxico, empezaremos con la que asume la imposibilidad de habitar el bosque tropical por grupos de caza-dores sin agricultura. En particular, sta parece haber sido negada ampliamente, incluso en reas tan marginales como la selva del Amazonas, donde se han lo-ca li za do ocupaciones de ms de 11 000 aos por cazadores que explotaban los recursos de la selva hmeda (Roosevelt et al. 1996). Desgraciadamente, los datos sobre la ocupacin inicial a fines del Pleistoceno para el sureste de Mxico y Centroamrica son escasos, pues generalmente aparecen como datos indirectos, mientras que las ocupaciones en cuevas y abrigos son efmeras. En una poca en que el clima fue ms seco y fresco que el actual, de acuerdo con los datos obtenidos principalmente para la pennsula de Yucatn (Leyden et al. 1996, 1998; Hodell et al. 1995; Curtis et al. 1996), estos primeros colonizadores de Amrica Central se enfrentaron a condiciones de una brusca sucesin entre el Pleistoceno y el Holoceno, con una marcada aridez del primero que hizo que en regiones bajas dominaran pastizales y matorrales espinosos, mientras que en regiones ms elevadas los bosques de pino pudieron retroceder altitudinalmente con respecto de su lmite actual (Bush et al. 1992; Leyden et al. 1996).

    No obstante, estos primeros habitantes no parecen haber adoptado una estrategia pasiva adaptndose a las condiciones imperantes, pues los datos paleoecolgicos obtenidos en La Yeguada, Panam (Bush et al. 1992), indican que desde fines del Pleistoceno (ca. 11 000 ap), las regiones que pudieron ser do mi na das por bosque tropical perennifolio parecen haber sido ampliamente per tur-ba das por agentes humanos, como lo indican los altos contenidos de par tculas de carbn obtenidas de los ncleos, las cuales no pueden ser explicadas por simples procesos estacionales de incendios naturales. Bush et al. (1992: 272) sugieren que los anteriores datos indican que no hay razones para suponer a priori que los grupos paleoindios evitaran las regiones de selva. Es posible, por tanto, que los cazadores pleistocnicos que explotaron las selvas tropicales cen troa me ri ca nas desempearan un papel central en dar forma a los ecosiste-mas tropicales del rea, influyendo en los rangos de diversificacin del bosque, reduciendo la probabilidad de dominancia y teniendo un pronunciando efecto en la abundancia, distribucin y migracin de los mamferos mayores.

    Algo es seguro, que en la transicin Pleistoceno-Holoceno (la cual pare-ci darse entre 10 500-9 800 ap en esta regin), diversas reas del sureste de Mxico y Centroamrica ya estaban pobladas plenamente o eran frecuentadas por grupos de cazadores-recolectores (cuadro 2), los cuales parecen haber de-sarrollado sistemas econmicos que les permitan explotar de manera eficiente los diversos ecosistemas tropicales, selva hmeda, bosque deciduo y sabana,

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    CAZAR Y RECOLECTAR EN LA SELVA: COTIDIANIDAD Y PAISAJE EN LOS CAZADORES

    desde las tierras costeras hasta los 900 msnm; y bosques de pino o incluso pramo en las tierras altas de Chiapas hasta Honduras.

    El clima del Holoceno tambin permiti que las comunidades de bosque tropical y caducifolio avanzaran sobre otros ecosistemas al aumentar gradual-mente la temperatura y, principalmente, al incrementar la precipitacin anual. De esta manera, la vegetacin del bosque perennifolio debi alcanzar la regin donde ahora se encuentra Santa Marta, o hallarse mucho ms cerca de lo que actualmente est. Estas condiciones se reflejan en los estudios polnicos y sedi-mentarios preliminares de esa regin, los cuales indican un clima ms hmedo que el actual entre el 10 500 y el 9 800 ap alternado con periodos ms secos (Hernndez 2008). Esto tambin clarifica la abundancia de especies vincu la das con bosques hmedos o estacionales en el registro arqueozoolgico, los cua les fueron ampliamente explotados por los habitantes del abrigo.

    Un punto que no se puede resolver an en Santa Marta es el origen de estas poblaciones plenamente adaptadas a un medio tropical; por un lado, porque las ocupaciones iniciales del sitio indican una aparicin sbita en la re-gin, posiblemente por periodos muy cortos de exploracin en la zona (capa xvii-nivel 2, anterior a 10 460 50 ap). Desgraciadamente, el abrigo parece no haber presentado las condiciones ideales para ser habitado sino hasta el Pleistoceno terminal, en parte por su abrupta pendiente que parece haberse rellenado a fines del mismo periodo, pero tambin porque la sedimentacin no fue muy amplia durante esta poca, y procesos erosivos pudieron borrar cualquier ocupacin efmera durante el final del periodo glacial. En todo caso, el estudio del polen de Santa Marta sugiere marcados cambios en la vegetacin presente en el registro sedimentario.

    el pleistoceno final: cazadores especializados o recolectores generalistas?

    Sobre la nocin de que fueron Cazadores Clovis los primeros habitantes de las regiones tropicales de Amrica Central, como lo han postulado diversos autores, en particular para Panam y Belice (Ranere y Cooke 1991; Lohse et al. 2006), aunque los estudios son an escasos, la regin de estudio nos otorga un buen punto de comparacin. En particular, si bien en el abrigo Los Grifos se ha de-finido una ocupacin a inicios del Holoceno vinculada a cazadores del puntas acanaladas (Santamara y Garca-Brcena 1989; Acosta, 2008b), la cual parece compartir caractersticas con otros sitios de Centroamrica, como Belice (Kelly 1982; Lohse et al. 2006), los altos de Guatemala (Coe 1960; Brown 1980), Honduras (Bullen y Plowden 1968) y Costa Rica (Snarskis 1979; Pearson 2004) las puntas acanaladas, ms que un caso tpico de cazadores tempranos en las regiones tropicales de Amrica tropical, constituyen un caso difcil de explicar si consideramos que presentan dimensiones generalmente reducidas y ligeras

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    GUILLERMO ACOSTA OCHOA

    concavidades laterales que las distinguen notablemente de las llamadas Clovis t-pi cas. Estas puntas parecen constituir una variante intermedia entre las Clo vis ms tradicionales y las puntas cola de pescado, y han sido de no mi na das Clovis de cintura por Ranere y Cooke (1991) (figura 2).

    Los Grifos tambin destaca por presentar puntas cola de pescado, similares a las localizadas en otros sitios de Belice o Panam (figura 3), pero las puntas cola de pescado de Amrica central, aunque son similares en dimensiones a sus homnimas de Sudamrica, presentan el pednculo recto en lugar de dos pequeas orejas (Cooke 1998). De hecho, el material asociado a puntas acanaladas en Los Grifos y otros sitios similares en Centroamrica son ms cer-canos a los sitios tempranos (cola de pescado) de Sudamrica que a los sitios Clovis de Norteamrica. Por ejemplo, las puntas Clovis son manufacturadas con ba se en ndulos de lminas grandes (Bradley 1993), las cuales son reducidas mediante percusin y, posteriormente, retocadas mediante presin, donde las lminas suelen cubrir de borde a borde, ocasionalmente sobrepasadas (Ranere y Cooke 1991). En cambio, las puntas cola de pescado son manufacturadas me-diante macrolascas cuyo espesor no fue mayor a las puntas ya terminadas (Bird 1969), las cuales tienden a ser ms anchas en su extremo distal y se traslapan en el centro de la misma (Ranere y Cooke 1991: 239). Las fechas obtenidas para Los Grifos (ca. 9 500-8 900 ap) (Santamara y Garca-Brcena 1989: 88) parecen ubicar la aparicin de las puntas acanaladas en la Amrica media

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    Figura 2. Puntas Clovis. a. Oaxaca, b. Los Grifos, c-d, altiplano de Guatemala, e. Lago Madden (Panam), f. Ladyville (Belice).

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    CAZAR Y RECOLECTAR EN LA SELVA: COTIDIANIDAD Y PAISAJE EN LOS CAZADORES

    hasta entrado el Holoceno. La coexistencia en Los Grifos de una punta Clovis convdos fragmentos de Cola de pescado parece relacionarlas entre s, pero no hace ms que oscurecer an ms sus vnculos.1

    Por otro lado, la relacin directa entre puntas acanaladas y caza de fauna pleistocnica tampoco parece ser directa, como se puede observar en el caso de las puntas Clovis de Norteamrica asociadas a proboscdeos; o en el de las puntas Cola de pescado de Argentina y Chile, asociadas con el caballo, con el gliptodonte, el mylodon y con el guanaco (Borrero et al. 1998). Para el caso de las regiones tropicales, slo en Falcn, Venezuela, y Los Grifos se han localizado posibles restos de megafauna extinta (Cooke 1998: 185; Garca-Brcena 1978: 3-4), aunque en este ltimo tambin aparece fauna moderna.

    El abrigo de Santa Marta, en contraste con el de Los Grifos, no presenta puntas acanaladas o de otro tipo, y el instrumental ltico es expeditivo: esto es, poco elaborado y empleado para fines poco especializados (Acosta 2008a). Por otro lado, los materiales asociados a la subsistencia indican que no eran cazadores especializados, sino que explotaban un amplio espectro de recursos faunicos y botnicos. En fin, no encajan en el estereotipo que se asuma para

    1 Si bien las puntas acanaladas son ubicadas como contemporneas en la regin centroamericana, las fechas de radiocarbono asociadas son escasas. Para las Clovis, Gruhn et al. (1977: 224) sugieren que la fecha 10 710 170 ap de los Tapiales es tambin aplicable al sitio Piedra del Coyote; mientras que en la cueva de Los Vampiros, Panam, Pearson y Cooke (2002: 932) reportan un extremo distal de una punta acanalada (cola de pescado?) en un piso de ocupacin en la base de los depsitos culturales. Aunque esta ocupacin no se fech directamente, las fechas inmediatas debajo y encima la ubican entre 11 500 y 9 000 ap.

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    Figura 3. Puntas Cola de pescado. a) Los Grifos, b-d) Lago Madden (Panam), c) El Inga (Ecuador).

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    GUILLERMO ACOSTA OCHOA

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    Lnea de goteo

    PerfilesA, B, C

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    Leyenda

    Proyecto Cazadores del trpico.Temporada 2005

    0 10 20 m1:200

    Figura 4. Santa Marta, rea de excavacin y fechamiento de las ocupaciones.

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    CAZAR Y RECOLECTAR EN LA SELVA: COTIDIANIDAD Y PAISAJE EN LOS CAZADORES

    los primeros cazadores de megafauna con puntas acanaladas, no obstante que Santa Marta es parcialmente contempornea de Los Grifos y se encuentra a escasa distancia. Por lo anterior, emplearemos como caso ejemplar a Santa Marta para evaluar otros aspectos a nivel domstico de los cazadores de la transicin Pleistoceno-Holoceno temprano.

    el nmada en la selva: movilidad, espacios domsticos y lugares para habitar

    El anlisis de los espacios domsticos del abrigo Santa Marta (figura 4), centrn do-nos en los niveles de ocupacin de fines del Pleistoceno e inicios del Holoceno (Capas xvi y xvii; ca. 10 500-9 300 ap), nos permite tener una mejor idea sobre su territorialidad, ciclo de actividades y accin sobre el medio. Los resultados permiten considerar que el abrigo fue ocupado como un campamento base en los niveles 2 a 7 de la capa xvi, mientras que el nivel 1 de la capa xvi y el nivel 2 de la capa xvii parecen ser las ocupaciones iniciales y finales del principal periodo de habitacin del abrigo. La densidad y variabilidad de los artefactos indican que el lugar fue empleado como refugio durante una poca en la que el clima era ms hmedo, fresco y boscoso que el actual.

    No descartamos que otros sitios a cielo abierto hayan complementado el ciclo de movilidad durante las pocas de estiaje; desgraciadamente, la dificultad para fechar los sitios en superficie nos deja solamente con un bosquejo de este ciclo de movilidad. El anlisis de las materias primas y las cadenas operativas con base en los artefactos lticos de Santa Marta indica que los yacimientos-talleres localizados al oeste del abrigo fueron explotados desde esta poca y formaron parte de un recurso importante para estas comunidades en una zona rica en especies de bosque tropical, mesfilo y deciduo para el periodo precermico.

    Los animales explotados sugieren que la poca de lluvias fue una estacin donde el abrigo tuvo su mayor densidad habitacional. Por otro lado, las reas de ribera, posiblemente cercanas a arroyos fueron frecuentadas para la recoleccin de presas abundantes y de fcil obtencin, como caracoles, almejas, cangrejos y tortugas, adems de plantas que crecen a la orilla de cuerpos de agua, como Paspalum o Fimbristylis. Otras presas de mayor dificultad fueron cazadas prefe-rentemente en biomas tropicales forestados, posiblemente selva perennifolia y caducifolia, ecosistemas entre los cuales Santa Marta pudo conformar el lmite, y, si bien las especies de ungulados (Odocoileus y Mazama) parecen conformar las presas principales, el estudio arqueozoolgico indica una gran variabilidad de especies cazadas (Eudave 2008; Valadez et al. 2007) (cuadro 3).

    La recoleccin de frutos y, al parecer, tubrculos debi complementar la dieta de los habitantes del sitio, el cual fue elegido por sus condiciones de un refugio amplio y cercano a distintas zonas ecolgicas, con fuentes adyacentes de materia prima para la manufactura de artefactos. Por otro lado, la movilidad

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    GUILLERMO ACOSTA OCHOA

    hacia campamentos al aire libre debi alterar constantemente la vegetacin tro-pical, favoreciendo aquellos recursos de mayor utilidad al auspiciar su dispersin y cuidado por encima de otros recursos y generando modificaciones mediante la presin selectiva. Algo similar parece suceder con frutos como el nanche (Byrsonima crassifolia), pues las semillas muestran un aumento importante en su tamao entre el 9 800 y el 7 500 ap. Los resultados preliminares del material ltico (Acosta 2008a) indica la presencia de granos de almidn de Zea en el

    Nivel

    Taxa 1 2 3 4 5 6 7Caracol 1 1 5 1Almeja 1Sapo 1Rana 1 2 3 3Serpiente 5 1 21Vbora de cascabel 1 5 4 6 7 7Tortuga 2 2 9 6 6 12Ave 3 1 3Ave grande 4Ave mediana 1 2 1Ave pequea 1 2Ganso 1Mamfero 1 1 15 4 4Mamfero grande 1 4 6 8 2 24Mamfero mediano 5 2 6 13 3 8Mamfero pequeo 1 3Ratn 2 2 1Ardilla 1 3 1 3Lagomorfo 2Liebre 1 1 1Conejo 1 3 2 2 4 5Armadillo 4 9 9 23 24Cacomixtle 2Cnido 2 1 1Zorro gris 2Artiodctilo 13Crvido 14 20 16 18 17 3 30Venado cabrito 2 1 1 3Venado cola blanca 9 17 8 9 31Pecar 1 2 4N.I. 1 1

    Cuadro 3. Concentracin de nmero de huesos por taxa, capa xvi.

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    CAZAR Y RECOLECTAR EN LA SELVA: COTIDIANIDAD Y PAISAJE EN LOS CAZADORES

    material de molienda en niveles fechados circa 9 800 ap en Santa Marta, mien-tras que desde los niveles del Pleistoceno (10 050 ap) est presente en el registro se di men ta rio polen de Zea Mays (suponemos un teosinte alctono), adems de se mi llas de tomate (Physalis sp.), nanche (Byrsonima crassifolia) e higo (Ficus cooki). El anlisis de polen asociado con el estudio de los macrorrestos botni-cos indica que, junto con especies asociadas a entornos alterados, se localizan especies de bosques diversos, como bosque de niebla (Alnus), bosque tropical (Theobroma) y bosque deciduo (Ficus, Byrsonima), junto a especies arvenses asociadas a entornos alterados (Panicum, Oenotera, Iris) por lo que se podra interpretar una alteracin de reas especficas de los bosques tropicales para la conformacin de agrilocalidades en las que se pudieron cultivar especies silvestres y semidomesticadas (horticultura), un proceso que ya ha sido sugerido para otras reas tropicales de Colombia (Gnecco y Aceituno 2004; Gnecco 2006) o Ecuador (Piperno et al. 2000).

    La distribucin de rasgos y material de las superficies de ocupacin en Santa Marta indica la diversidad de actividades que se realizaban de manera cotidiana en el lugar (figura 5). Estas actividades tenan como punto focal el hogar, como se ha advertido en estudios etnogrficos de cazadores en regiones tropicales (Politis 1996). Alrededor de ellos, las actividades ms evidentes son la manufactura de artefactos lticos y el consumo de restos animales (figuras 6 y 7). En particular, el anlisis de cadenas operativas indica que los ar te fac tos ma nu fac tu ra dos en el abrigo eran poco elaborados, con escasa preparacin de los ncleos, y la talla era poco sistemtica, preferentemente sobre lascas modi-ficadas de manera muy concreta, y empleada muchas veces como filos vivos o con simple retoque marginal (figura 8). La aparicin constante de raspadores cncavos o muescas (spoke shavers) y las caractersticas de las huellas de uso en los artefactos remiten al trabajo regular de la madera u otros elementos vegetales (Prez 2010). La ausencia de puntas de proyectil lticas puede indicar que, o bien fueron manufacturadas en otros materiales, o que posiblemente las presas eran capturadas mediante trampas o el uso de tcnicas que no han sido consideradas previamente, como la cerbatana.

    Por otro lado, los anlisis qumicos nos permiten, adems, inferir otras ac-tividades que no dejan huella en macrorrestos y que sugieren reas discretas de trnsito, procesamiento de vegetales y posiblemente de presas animales (Corts en prep.). Otros estudios, an en curso y de los cuales aqu slo ex po ne mos re sul ta dos preliminares, como el anlisis de microfsiles en las herramientas de pie dra (almidn y fitolitos) o el estudio de huellas de uso en la ltica, nos han per mi ti do ampliar nuestras observaciones y tener una idea an ms completa de los grupos humanos que habitaron hace diez mil aos en Santa Marta, dejando patente que salen del estereotipo de los cazadores especializados de puntas acanaladas que se han supuesto como los colonizadores de las regiones tropicales centroamericanas.

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    GUILLERMO ACOSTA OCHOA

    comentarios finales

    Hasta el momento se han presentado algunos de los resultados de un proyecto de investigacin que intenta reevaluar el papel de los pobladores tem pra nos de la re gin tropical del sureste mexicano. Sin embargo, esta contribucin puede pa recer mnima en comparacin con el desafo que implica el tener una imagen desarrollada sobre los primeros habitantes de las regiones tropicales del Nuevo Mundo. La percepcin generalizada del poblamiento temprano en Amrica suele ser la de amplios pastizales o reas abiertas plagadas de fauna ma yor y de grupos de cazadores con amplia movilidad y puntas acanaladas que seguan manadas de fauna rancholabreana en su trnsito hasta el fondo de saco que implica el cono sur.

    Se dibuja, en cambio, un mosaico ms amplio y diverso sobre el inusitado auge poblacional en el periodo de la transicin entre el Pleistoceno y el Holoce-no. Por supuesto, este reconocimiento de la diversidad de culturas desarrollada

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    Planta capa XVI, nivel 6

    Figura 5. Nivel de ocupacin del Holoceno inicial en Santa Marta (9 950 60).

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    CAZAR Y RECOLECTAR EN LA SELVA: COTIDIANIDAD Y PAISAJE EN LOS CAZADORES

    hace 10 000 aos no puede an resolver el asunto sobre cul o cules fueron las poblaciones ms tempranas de las que se origin tal diversidad; ms an, tampoco sabemos los mecanismos que promovieron esta diversidad regional. No dudamos, en cambio, que estemos en el camino correcto para que estos puntos puedan resolverse en un futuro cercano. Por el momento, bastar con poder enmarcar el material y contextos domsticos de la transicin Pleistoceno final-Holoceno temprano de Santa Marta en una estructura ms general y saber el papel que desempe este grupo en los procesos socioeconmicos del ltimo periodo glacial. En este sentido, es difcil que las diferencias tan marcadas en tecnologa ltica, racionalidad de explotacin y sistemas de subsistencia entre los cazadores de puntas acanaladas y los de tecnologa ex-peditiva, como los que se observan en la costa de Ecuador (Stothert 1985), la sabana colombiana (Correal 1990) y Santa Marta (Acosta 2008a), pueda

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    Figura 6. Distribucin de materiales de hueso, capa xvi nivel 7 (10 055 90).

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    GUILLERMO ACOSTA OCHOA

    deberse slo a diferencias en la disponibilidad de materia prima de las distintas regiones, como ha sugerido Richard Cooke (1998: 186).

    El primer punto en contra de esta propuesta se encuentra en Santa Marta y la regin aledaa, pues las fuentes de pedernal de buena calidad se localizaban a escasos kilmetros del sitio y los habitantes del Holoceno temprano en Santa Marta, no obstante, preferan emplear tcnicas de manufactura relativamente sencillas para elaborar sus instrumentos de trabajo. Esta misma materia prima, en cambio, era empleada en Los Grifos (a escasos 500 metros de Santa Mar-ta) para confeccionar puntas Clovis y otros artefactos ms elaborados como raspadores aquillados (Santamara y Garca-Brcena 1989; Acosta 2008b). No obstante este material de calidad, los cazadores de Los Grifos tambin emplea-ban materia prima que deban obtener a mayor distancia, como la obsidiana con la que se manufactur una punta Cola de pescado. En Santa Marta, en cambio, la obsi diana est presente slo a partir del Preclsico.

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    Distribucin de rasgos y artefactosCapa XVI, nivel 7

    Figura 7. Distribucin de material ltico, capa xvi nivel 7 (10 055 90).

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    CAZAR Y RECOLECTAR EN LA SELVA: COTIDIANIDAD Y PAISAJE EN LOS CAZADORES

    Por ello, el patrn de racionalidad econmica de los grupos cazadores de tec-nologa expeditiva, como el de Santa Marta, no parece haber empleado mucho esfuerzo en obtener buenas fuentes de materia prima, muchas veces extica, como se observa en los grupos Clovis. En cambio, emplearon constantemente

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    Figura 8. Ltica tallada en pedernal, Santa Marta.

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    GUILLERMO ACOSTA OCHOA

    materiales de mucha menor calidad, como la lutita y la cuarcita, a pesar de la disponibilidad de pedernal de grano fino. Adems, estos grupos parecen haber empleado constantemente el trabajo de la madera, y posiblemente prefirieron cazar mediante trampas y recolectar sistemticamente presas fciles de zonas ribereas, como caracoles y cangrejos. La aparicin de instrumentos de molienda, tanto en nuestro estudio como en las excavaciones de MacNeish y Peterson (1962) y en investigaciones del extinto Departamento de Prehistoria (Garca-Brcena y Santamara 1982), sugieren que la recoleccin y procesamiento de tubrculos y frutos o plantas comestibles era mayor de lo que se haba pensado inicialmente, y permite suponer el inicio de tcnicas de procesamiento que puedan anteceder la organizacin de sistemas de almacenaje. Adems, por supuesto, de un conocimiento creciente sobre los sistemas de obtencin que anteceden a la produccin de alimentos.

    De esta manera, es posible que se tenga que empezar a valorar el papel que desempearon estos grupos tempranos en procesos posteriores, como la domesticacin temprana, el desarrollo de tcnicas de conservacin y almace-namiento, as como el del desarrollo de la llamada complejidad social en las mismas regiones tropicales donde se desarrollaron las primeras aldeas (Mazatn, Chiapas) y sociedades clasistas como la olmeca, maya y zoque. Esperamos, con esto, contribuir al menos un poco a tal labor.

    bibliografa

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