Acerca de Las Miradas y Las Teorias Del Hipnotismo y La Hipnosis (U7.1LS) - Ps. Mario Pacheco León

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ACERCA DE LAS MIRADAS Y LAS TEORIAS DEL HIPNOTISMO Y LA HIPNOSIS

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ACERCA DE LAS MIRADAS Y LAS TEORIAS DEL HIPNOTISMO Y LA HIPNOSIS

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Hipnoterapia Ericksoniana: Nivel Básico Ps. Mario Pacheco León © Reg. Prop. Int. N° 97.980, 1996

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BREVE RESEÑA HISTORICA DEL DESARROLLO DE LA HIPNOSIS

Se explora someramente el curso histórico de la hipnosis, remontándola a Mesmer y revisando los enfoques de la hipnosis desarrollados en este siglo, resaltando sus diferencias.

Podemos afirmar que el fenómeno de la hipnosis es tan antiguo como los hombres mismos;

especialmente si prestamos atención a los ritos ceremoniales de diversas culturas en donde los

participantes experimentan “trances místicos” (en los cuales se observan fenómenos como la

abolición de la percepción a estímulos normalmente dolorosos) y también aquellas ceremonias

chamánicas para curar enfermedades.

El interés de occidente por este fenómeno surge alrededor de 200 años, con el trabajo del

médico austríaco Franz Anton Mesmer (Hilgard y Hilgard, 1990). Mesmer denominó a su forma de

hipnosis “magnetismo animal”, la cual alcanzó tal renombre que se le denominaba “mesmerismo”.

Sin embargo, Mesmer dio un aspecto teatral a sus sesiones terapéuticas que efectuaba en

París a fines del siglo 18. Los pacientes se sentaban alrededor de un depósito lleno de agua y

limaduras de hierro que sostenían varillas de ese metal, por medio de las cuales la influencia

magnética podía llegar a sus cuerpos. Este artilugio era conocido como “baquet”. Mesmer,

elegantemente vestido, ayudaba a transferir a los pacientes el magnetismo animal que exudaba.

Aquellos sufrían convulsiones y eran llevados a un cuarto, donde volvían a la normalidad,

supuestamente aliviados de sus dolencias.

En el año 1784, el rey de Francia nombró a un comité de investigación compuesto por los

hombres de ciencia más destacados de la época, para que investigara ese magnetismo. El comité

mostró que la influencia magnética podía ser transferida también por medio de varillas de madera

y que era la imaginación de los pacientes la responsable del fenómeno. En consecuencia, Mesmer

resultó desacreditado, pero sus métodos y teorías perduraron.

El rescate de la hipnosis del olvido de la comunidad médica fue labor del médico escocés

James Braid, el cual escribió respecto a este fenómeno en 1840. Braid se alejó de los “mesmeristas”

y relacionó la hipnosis con el “sueño nervioso”, y fue quien acuñó el término moderno de

“hipnotismo”.

En otra sección volveremos a Braid y a los investigadores posteriores, cuando revisemos

someramente las diversas teorías de la hipnosis. En lo que sigue, nos referiremos a grandes rasgos a

tres corrientes de la hipnosis y que reflejan en cierta medida el desarrollo de la disciplina: el enfoque

autoritario, el estandarizado y el de utilización.

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El enfoque autoritario de la hipnosis

En este enfoque podemos ubicar a la “hipnosis teatral”, que es la más conocida en la

actualidad a través de los medios de comunicación, y cuyos representantes se esfuerzan por

mistificar.

La versión más extrema de este enfoque radica en que el hipnotizador posee un “poder

mental” que obliga a otra persona a entrar en un estado relativamente pasivo, en donde es

susceptible a las sugestiones del hipnotista.

Todos hemos tenido oportunidad de observar en espectáculos cómo el hipnotista fuerza a los

voluntarios a ejecutar comportamientos bizarros, o que la persona no ejecutaría en el estado de

vigila. Esta creencia del poder del hipnotista sobre el sujeto, se caracteriza en el ámbito clínico en

que el hipnotista trata de “implantar” sugestiones en el sujeto o dirigir su comportamiento.

Sería un error suponer que muchos sujetos en esos espectáculos están fingiendo su

comportamiento hipnótico; la observación cuidadosa de ellos nos puede indicar que están

mostrando señales mínimas o indicadores de disposición a responder hipnóticamente. El prestigiado

teórico e investigador en hipnosis T.X. Barber (1986) reconoce que los hipnotistas teatrales pueden

producir fascinantes fenómenos con su trabajo. Sin embargo, no trabajan con todos los sujetos

voluntarios, sino que seleccionan a aquellos que están dispuestos a pensar e imaginar las

sugestiones, y cumplir con los requerimientos y órdenes. Erickson (Erickson y Rossi, 1979) afirmaba

que las personas complacientes a dichos métodos podían lograr respuestas hipnóticas; es decir,

personas que no sólo son complacientes al “poder” del hipnotista, sino que también en la vida

cotidiana a toda persona que ejerza un rol autoritario sobre ellos.

Para Gilligan (1987), la hipnosis teatral cumple la misma función que el alcohol: las personas

normalmente inhibidas pueden actuar en una forma “desenfrenada y enloquecida”, para después

atribuir la responsabilidad de ese comportamiento a alguien (en este caso al hipnotista) o a algo (el

estado de trance).

Pareciera que aquellos clínicos que practican este enfoque de la hipnosis creyeran que las

personas son un “pizarrón en blanco” sobre las cuales pueden “escribirse” o “plantarse” ideas o

mandatos. Sin embargo, no consideran que la “sumisión” del sujeto a sus mandatos o “poder” no

asegura, en lo absoluto, una cura real de sus dolencias o conflictos. Además, contribuyen a la

formación de creencias erróneas que han desacreditado a la hipnosis como una herramienta

terapéutica valiosa.

Las concepciones autoritarias han derivado en parte de los escritos de figuras históricas como

Mesmer, Bernheim, Charcot y Freud; todos los cuales enfatizaron a la hipnosis en términos de una

relación asimétrica, en la cual el hipnotista (generalmente un hombre carismático) tiene dominio

sobre un sujeto pasivo (generalmente una mujer) (Gilligan, 1987).

Al focalizarse sobre el poder del hipnotista, el enfoque autoritario no toma en cuenta la

singularidad de cada sujeto, en términos de sus aprendizajes, creencias, capacidades, etc., y no

reconoce la habilidad del sujeto para escoger cuándo o cómo participar en los sucesos hipnóticos.

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El descrédito en que cayó la hipnosis durante largos años en el presente siglo como objeto de

estudio científico y herramienta terapéuticamente útil, es debido en gran parte al rechazo

categórico de Freud respecto a este fenómeno. Según Cheek y LeCron, dos eminentes

investigadores y clínicos en hipnoterapia contemporánea, este rechazo se debió a que:

En los años 1890, cuando Freud comenzó a practicar, trabajó con un médico general llamado Breuer, uno de los mejores hipnotistas de su época. Freud sabía poco de hipnosis, era un

operador pobre, y tenía la idea errónea que el trance profundo era necesario para lograr

buenos resultados. Solamente uno de diez de sus pacientes entraba en trance profundo y Freud encontró que esto era frustrante. Breuer estaba teniendo resultados mucho mejores. Había

mucha rivalidad entre ellos y Freud no pudo tolerar la situación. Por lo tanto, buscó otros

métodos, abandonando la hipnosis y desarrollando la asociación libre y la interpretación de los sueños.

Aunque las contribuciones de Freud a nuestro conocimiento de la mente y la psicoterapia son numerosas, el hecho que haya abandonado la hipnosis fue dañino, pues impidió la hipnoterapia

por cerca de cincuenta años. Hoy, muchos psiquiatras y muchos analistas tienen un interés

mínimo en la hipnosis. No saben nada al respecto y creen en su inutilidad pues Freud la usó primero y después la abandonó. Muchos de ellos creen firmemente que la hipnoterapia es

solamente un asunto de sugerir el abandono de los síntomas, como la usó Bernheim. Por eso es

que reclaman a menudo que la hipnoterapia solamente posee resultados temporales, aunque Bernheim y otros médicos de esos días probaron, por cierto, la falsedad de esta idea.

(Citados por Gilligan, 1987, p. 5-6)

El enfoque estandarizado

Este enfoque predomina especialmente entre los psicólogos experimentales. En lugar de

focalizarse en el poder del hipnotista, esta perspectiva enfatiza al sujeto como la unidad principal

de estudio; suponiendo, generalmente, que la disposición a responder a la hipnosis es algún rasgo

perdurable del sujeto.

Por lo tanto, el investigador emplea conjuntos de comunicaciones estandarizadas que son

iguales para diferentes sujetos. Es decir, el sujeto es ó no es hipnotizable, y el comportamiento del

investigador no posee mucha importancia.

Dos investigadores que se destacan en sus esfuerzos por convertir a la hipnosis en un objeto

de estudio científico experimental, son Hull y Hilgard1. Ambos hicieron esfuerzos por rescatar a la

hipnosis del descrédito del mesmerismo, y hacerla respetable ante la comunidad científica; e

imbuidos en el espíritu de la investigación de su época (décadas de los años 1930 y 1960) tomaron

1 Permítaseme una disgresión en este punto, respecto a las paradojas de las sendas de la investigación en ciencias: Hull comenzó estudiando la hipnosis y llegó a ser un destacado teórico de la corriente conductista; Hilgard comenzó como teórico conductista para transformarse en un investigador de la hipnosis; y evidentemente el cuño conductista respecto a la “objetividad” de la investigación de la conducta puede apreciarse en sus trabajos en hipnosis.

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al individuo como objeto de estudio, minimizando la importancia del contexto (es decir, la relación

hipnotista-sujeto).

Los esfuerzos de este enfoque han apuntado al desarrollo de procedimientos estándar de

inducción de trance hipnótico2, incluso desarrollando procedimientos de inducción sin hipnotista

presente, a través del uso de cintas magnetofónicas. También se han construido instrumentos para

evaluar la susceptibilidad hipnótica de los sujetos (por ejemplo, la Escala de Hipnosis Clínica de

Stanford, en versiones para adultos y niños; y la Escala Grupal de Susceptibilidad Hipnótica de

Harvard).

La aplicación de estos tests ha mostrado que solamente uno porción de sujetos responden

hipnóticamente a las inducciones estandarizadas. Los autores de estas escalas, si embargo, han

generalizado estos hallazgos para afirmar que los resultados dan cuenta de la capacidad de las

personas para experimentar trance, no cuestionando su método.

Sus datos muestran que alrededor del 15% de los sujetos son muy susceptibles, el 65% son

moderadamente susceptibles y el 20% no son susceptibles en lo absoluto (Gilligan, 1987). Además,

la disposición a responder permanecería en general estable a lo largo del tiempo, y se considera,

por tanto, que la “hipnotizabilidad” es un rasgo estable en las personas.

Estos hallazgos no son compartidos por el enfoque de la hipnosis de utilización, controversia

que estudiaremos con mayor profundidad más adelante.

Gilligan (1987) afirma que el enfoque estandarizado define a la habilidad hipnótica en

términos de respuestas conductuales a las sugestiones de los tests; sin considerar que el trance

hipnótico es primariamente una experiencia, la cual variará de un individuo a otro.

El enfoque de utilización

El principal exponente de este enfoque clínico fue Milton H. Erickson, el cual dedicó casi 60

años de investigaciones para innovar en el uso terapéutico de la hipnosis.

Erickson y muchos terapeutas contemporáneos creen que la disposición a responder a la

hipnosis refleja una interacción entre las motivaciones e intereses del cliente, la flexibilidad y

sensibilidad del terapeuta, y el grado de rapport obtenido entre el terapeuta y el cliente (Gilligan,

1987).

Este aspecto interaccional fue destacado por Erickson (1952/1980): [...] la hipnosis debiera ser primariamente el resultado de una situación en la cual son desarrolladas constructivamente las relaciones inter e intrapersonales, para servir a los propósitos del hipnotista y

del sujeto. Esto no puede hacerse siguiendo procedimientos rígidos y métodos fijos, ni por el

esfuerzo por alcanzar una meta específica única. La complejidad del comportamiento humano y sus motivaciones subyacentes hacen necesaria una comprensión de la multitud de factores

existentes en cualquier situación suscitada entre dos personas comprometidas en una actividad compartida. (p. 166-167)

2 Y que cumplan, por lo tanto, con la exigencia de la investigación tradicional de laboratorio, que estudia grupos de sujetos bajo las mismas condiciones condiciones experimentales.

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Este enfoque enfatiza que el trance hipnótico siempre ocurre en un contexto relacional, en

el cual ni el hipnotista ni el sujeto pueden ser considerados entidades independientes el uno del

otro.

Ambos poseen roles diferentes: Cualquiera sea la parte actuada por el hipnotista, el rol del sujeto implica un gran monto de funcionamiento activo -funcionamiento que deriva de sus capacidades, aprendizaje e historia

experiencial de la personalidad total. Los hipnotistas solamente pueden guiar, dirigir, supervisar y

proporcionar la oportunidad para que los sujetos hagan el trabajo productivo. Para lograr esto, los hipnotistas deben comprender la situación y sus necesidades, proteger totalmente a los sujetos y

ser capaces de reconocer el trabajo alcanzado. Deben aceptar y utilizar el comportamiento que

se desarrolla, y ser capaces de crear oportunidades y situaciones favorables para el funcionamiento adecuado de los sujetos. (Erickson, 1952/1980, p. 167)

Este principio de utilización significa que el hipnoterapeuta debe reconocer el

funcionamiento peculiar del sujeto, el cual constituye la base para el desarrollo del trance

terapéutico.

Para el enfoque de utilización, en consecuencia, “el trance se desarrolla a partir de un

encuentro interpersonal, experiencial, en el cual el terapeuta se alía con el cliente, permitiendo a

ambas partes hacerse más mutuamente receptivos” (Gilligan, 1987, p. 11).

Referencias bibliográficas Barber, T.X. (1986) Realities of Stage Hypnosis. In Zilbergeld, B.; Edelstien, M. And Araoz, D. (Eds.), Hypnosis,

Questions & Answers. New York: Norton, p. 22-27

Erickson, M.H. (1952/1980) Deep hypnosis and its induction. The Collected Papers of Milton H. Erickson on

Hypnosis, Vol. 1, ed. by Ernest Rossi. New York: Irvington, p. 139-167

Erickson, M.H. and Rossi, E.L. (1979) Hypnotherapy: An exploratory casebook. New York: Irvington

Gilligan, S.G. (1987) Therapeutic Trances. The Cooperation Principle in Ericksonian Hypnotherapy. New York: Brunner/Mazel

Hilgar, E.R. y Hilgard, J.R. (1990) La hipnosis en el alivio del dolor. Fondo de Cultura Económica, México

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Aspectos de la relación hipnótica

Enfoque autoritario Enfoque estandarizado Enfoque de utilización

Contexto situacional

Club nocturno; clínica Laboratorio experimental Práctica clínica

Intencionalidad Impresionar, engañar y entretener a la audiencia.

Estudio específico del fenómeno Crear oportunidades para el cambio transformacional

Punto focal El hipnotista

El sujeto La relación de cooperación

Tipos de comunicación del Hipnotista

Directa y mandatos dominantes Sugestiones estandarizadas y cambiantes (generalmente permisi-

vas)

Extremadamente flexible, adapta- tiva al cliente

Tarea general del sujeto Ejecutar comportamientos bizarros Seguir las instrucciones experi-

mentales

Desarrollar una experiencia intra-

personal íntima en un contexto

interpersonal seguro

Longitud de la inducción Corta Corta Varía, pero usualmente larga (30- 60 minutos)

Interpretación de la respuesta “no Hipnótica”

El sujeto es “resistente” El sujeto no es “susceptible” a la hipnosis

El terapeuta necesita adaptarse a los patrones particulares del cliente

Datos de interés El comportamiento del sujeto El comportamiento del sujeto La experiencia interna del cliente y los

cambios conductuales subsecuentes

(Tomado de Gilligan, 1987, p. 12)

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Contraste de los principios generales de los modelos principales de hipnosis

Variable Tradicional Estandarizado Ericksoniano

(utilización)

¿Acercamiento

individualizado?

No No Sí

¿Concepto naturalísti-

co de trance?

No No Sí

¿Técnicas naturalísti- cas?

No No Sí

Proceder del hipnotista Autoritario Autoritario o permisivo

Autoritario o permisivo

Estilo de sugestión

Directa Directa Directa o indirecta

Grado de complacen- cia demandada

Elevada Elevada Baja

¿Cómo está distribuido el poder en la relación?

Desigualmente, a favor del hipnotista

Desigual en favor del cliente

Igualitariamente

¿Orientada al conteni-

do o al proceso?

Contenido Contenido Cualquiera de los dos o

ambos

¿Quiénes pueden ex -

perimentar el trance in-

tencionadamente?

Algunos Algunos Todos

Fuente de la resistencia Intrapersonal Intrapersonal Intra o interpersonal

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Variable Tradicional Estandarizada Ericksoniana

Reacción a la resisten-

cia

Confrontación o

interpretación

Confrontación o

interpretación

Utilización

Enfasis en la profundi-

zación del trance

Sí Sí No

¿Hace uso de tests

formales de sugestibili- dad?

Sí Sí No

¿Estructura del proce- so?

Lineal Lineal Mosaico

¿Valor relativo del

insight?

Bajo Bajo Bajo

¿Reconocimiento de

las intenciones de los síntomas?

Negativa Negativa Positiva

¿Etiología delos sínto- mas?

Intrapersonal Intrapersonal Inter o intrapersonal

¿Acercamiento sinto- mático?

Cualquiera de los dos o ambos

Sintomático Cualquiera de los dos o ambos

¿Reconocimiento de

ganancias secunda-

rias?

No No Sí

Caracterización del inconsciente

Negativo Negativo Positivo

Rol del inconsciente Reactivo Reactivo Activo

Tomado de M. Yapko (1986). En Zilbergeld, Edelstien and Araoz (Eds.), ob. cit., p. 223-231

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TEORIAS DE LA HIPNOSIS Y NOTAS PARA UNA DEFINICION ERICKSONIANA

DE LA HIPNOSIS

Se revisan a grandes rasgos las primera teorías y las teorías contemporáneas de la

hipnosis; se discute el concepto de la “hipnotizabilidad” y se intenta una definición de

la hipnosis desde el punto de vista de Erickson.

El trance hipnótico es un fenómeno que ha eludido tenazmente una conceptualización

teórica compartida por una gran parte de los teóricos e investigadores de la hipnosis. A

continuación revisaremos distintas perspectivas teóricas, comenzando por las primeras teorías de la

hipnosis.

Primeras teorías

La mayoría de estas ideas fueron desarrolladas en el siglo 19, y muchas teorías

contemporáneas son versiones modificadas de las primeras.

1. El trance, una canalización de la energía Mesmer (1734-1815), a menudo caracterizado como el padre de la hipnosis creía que la

salud humana estaba influenciada por la acción de los planetas y la fuerza lunar sobre un fluido

corporal magnético. Sugirió que las enfermedades eran el resultado de un desequilibrio en este

fluido. Por consiguiente, al canalizar fuerzas magnéticas hacia la persona enferma, se restablecería

el equilibrio a través de crisis convulsivas sanadoras.

Al principio trabajó con magnetismo real, y después descubrió que el magnetismo animal

podía ser transferido a otros objetos terapéuticos, las manos, los árboles y el artefacto conocido

como “baquet”. Mesmer insistió que las curaciones espectaculares que parecían resultar de los

rituales que efectuaba, que parecían resultar de los rituales que efectuaba, solamente se debían a

la energía física del magnetismo. Rechazaba cualquier idea respecto a que había un componente

psicológico.

Parecía que sólo él y algunos discípulos poseían la capacidad de canalizar dicho

magnetismo, por lo cual su trabajo se transformó en un negocio lucrativo. Aunque la comisión

designada por el rey francés desacreditó al magnetismo animal y, por lo tanto, su teoría y su

negocio, “ninguno de la comisión parece haber considerado la posibilidad que los efectos

dramáticos innegables del mesmerismo indicaban el potencial terapéutico de la imaginación, la

sugestión o la relación interpersonal carismática.” (Gilligan, 1987, p. 33)

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2. El trance como sueño La relación del trance hipnótico con el sueño se desarrolló en el siglo 19. El primer investigador

que la formuló fue José Faria (1755-1819), un sacerdote portugués que vivió en París y practicó

magnetismo animal. Desarrolló la teoría del sonambulismo, la cual sostenía que el sujeto hipnotizado

entraba en un estado de “sueño lúcido”. Este estado ocurría cuando el sujeto concentraba

voluntariamente sus pensamientos y se retiraba de la experiencia sensoria, restringiendo así la

voluntad consciente y la libertad interna. Faría proclamaba que los sonámbulos eran capaces de

actos extraordinarios, tales como diagnosticar sus propias enfermedades y disociarse del dolor

quirúrgico. Fue uno de los primeros en afirmar que el desarrollo del trance era debido a

características del sujeto, no al magnetizador. Creía que los sujetos que poseían la “sangre más

aguada” y cierta “impresionabilidad psíquica”, se dormían fácilmente.

James Braid (1795-1860) fue otro de los primeros en proponer una teoría del sueño

modificado. En sus primeros trabajos, Braid solicitaba al sujeto mirar fijamente a un lugar pequeño

sobre el nivel de los ojos. Después de algunos minutos, usualmente los ojos del sujet o se cansaban y

se cerraban. Braid pensaba que esto indicaba el surgimiento de un estado neurofisiológico

parecido al sueño que fatigaba y ocasionaba una parálisis en los centros nerviosos que

controlaban los ojos y los párpados. Originalmente denominó a esta condición “neurohipnotismo”,

que después abrevió a “hipnotismo” (de la palabra griega hypnos, sueño) Posteriormente modificó

la naturaleza similar al sueño del trance, reemplazándola por un estado de concentración mental,

al cual denominó “monoideismo” (el tener una idea mental dominante).

Una tercera teoría del sueño del trance fue propuesta por Iván Pavlov (1849-1936), quien

explicó al estado de trance como “un estado de sueño incompleto” resultante de las sugestiones

hipnóticas. Estas sugestiones excitaban algunas áreas de la corteza, mientras que inhibían otras,

permitiendo al sujeto atender exclusivamente a las comunicaciones hipnóticas y lo disociaba del

ambiente externo. También presumió que el estado de trance era una condición neurofisiológica.

Estas teorías del trance como un estado parecido al sueño han demostrado ser inadecuadas,

ya que no existen similitudes fisiológicas entre el trance hipnótico y el sueño fisiológico. Además,

durante el trance hipnótico el mundo interno del individuo dista mucho de ser pasivo o inactivo.

3. El trance como una patología Jean Martin Charcot (1825-1893) era el neurólogo europeo más distinguido cuando comenzó

a estudiar hipnosis. Usó un mínimo de sujetos, todas pacientes con diagnóstico de histeria, en el

Hospital Salpetrière de París. Concluyó que el estado de trance era un estado patológico similar a la

histeria. Sus conclusiones eran erradas, ya que atribuyó una connotación negativa al trance.

Los seguidores de Charcot son conocidos como la escuela Salpetrière; antagonistas de la

escuela de Nancy y su teoría de la sugestibilidad.

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4. El trance como sugestibilidad El originado de la escuela de Nancy fue un doctor rural francés, Auguste Liébeault (1823-

1904), el cual vinculó al trance con el sueño, pero éste era producto de la sugestiones directas. Esta

teoría intentaba explicar por qué los sujetos en trance permanecían en rapport con el hipnotista.

Su método consistía en mirar profundamente a los ojos del sujeto y sugerirle dormirse cada

vez más, después de lo cual daba sugestiones directas para remover el síntoma.

El trabajo de Liébeault no pasó desapercibido gracias a que Hippolyte Bernheim (1840-1919),

un profesor famoso de la Universidad de Nancy, se convirtió en su discípulo y admirador público.

Bernheim asumió el liderazgo de la escuela de Nancy.

A diferencia de la teoría física de Mesmer y la teoría neurológica de Charcot, Bernheim

postuló una explicación fisiológica del trance, como un estado de sugestibilidad resultante de las

sugestiones. Creía que todos poseemos algún grado de sugestibilidad, la cual definió como la

actitud para transformar una idea en un acto.

Al observar que los efectos de la hipnosis podían obtenerse también por sugestiones dadas

en un estado de vigila, el y sus seguidores denominaron a ese procedimiento “psicoterapéutico”.

5. El trance como disociación Pierre Janet (1849-1947) fue uno de los primeros en proponer la teoría de la disociación,

describiendo al trance hipnótico como un estado en el cual la mente subconsciente del sujeto

ejecutaba funciones cognitivas sin un percatarse consciente.

Introdujo el término “subconsciente” pues consideraba que el término “inconsciente” tenía

connotaciones erróneas. Su noción de subconsciente enfatizaba la habilidad para ejecutar

actividad inteligente, creativa y autónoma.

También creía que además del aspecto disociativo del trance, había un “juego de roles” que

el sujeto desempeñaba para agradar al hipnotista.

En las experiencias de Janet, la disociación hipnótica a menudo implicaba la regresión a un

período temprano en la vida del sujeto; el cual podía recordar incidentes que habían ocurrido en

estados disociativos previos, y que permanecían amnésicos al reorientarlo nuevamente a la vigilia.

Teorías contemporáneas

Aunque la hipnosis fue de interés y controversia entre los científicos del siglo 19, este interés

declinó durante la primera mitad del siglo 20. Esto se debió en parte al surgimiento del

conductismo, al rechazo de Freud respecto a la hipnosis, y al misterio que aun cubría a la hipnosis.

Después de la Segunda Guerra Mundial, se demostró que la hipnosis era un tratamiento

efectivo para las víctimas de la neurosis de guerra, pacientes dentales y pacientes obstétricas. En la

década de 1950, las Sociedades Medicas británica y estadounidense reconocieron formalmente a

la hipnosis como una modalidad de tratamiento válida.

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Las proposiciones teóricas contemporáneas de la hipnosis rechazan las explicaciones físicas y

neurológicas, en favor de factores psicológicos, como la sugestión, la imaginación, la motivación,

disociación y juego de roles.

1. El trance como regresión Muchos psicoanalistas consideran al estado de trance como producto del “proceso

primario”, y consideran que el sujeto en trance está en un estado de regresión, en el cual responde

al hipnotista (a través de “transferencia”) como a una figura parental o figura de autoridad similar.

2. El trance como aprendizaje adquirido Clark Hull creía que todos los procesos hipnóticos podían ser explicados por las leyes de la

teoría del aprendizaje -asociación repetitiva, condicionamiento, formación de hábitos, habituación,

etc. En 1933 postuló que las experiencias del sujeto en trance eran el resultado de las sugestiones

del hipnotista, en donde las ideas a través de las bases físicas de la asociación entre estímulo y

respuesta, se convertían en actos físicos.

Esta teoría no consideraba los aspectos fenomenológicos del trance, la singularidad de los

sujetos individuales, ni la relación interpersonal.

3. El trance como disociación: Teoría de la neo-disociación Esta teoría fue postulada por Ernest Hilgard, en la cual se considera al estado de trance como

un estado disociado, donde la mente inconsciente es capaz de funcionar más autónomamente

que en el estado de alerta “normal”.

Al estar el sujeto temporalmente separado de las funciones usuales de planeamiento y

monitoreo conscientes, y operando independientemente de la prueba de realidad, se hace menos

crítico y es capaz de desarrollar experiencias disociativas como la amnesia, sordera hipnótica,

control de dolor y escritura automática.

4. Teoría motivacional Fue propuesta por T.X. Barber, el cual ha criticado la metáfora del trance como “un estado

alterado de consciencia”. Reclama que esos conceptos son constructos hipotéticos vagos, que no

sólo confunden al hipnotista, sino que también convencen a muchos sujetos que no serán capaces

de desarrollar fenómenos hipnóticos.

Propuso una teoría cognitiva-conductual, que presume que las experiencias de trance son el

resultado de las actitudes positivas, motivaciones y expectativas hacia la situación, que llevan a

una disposición para pensar e imaginar los temas que están siendo sugeridos. En esta teoría, a un

individuo dispuesto puede entrenársele para desarrollar fenómenos hipnóticos.

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5. El trance como actuación de roles Existen algunos teóricos que conciben al trance hipnótico como una entidad separada y

peculiar de la consciencia, que realmente no existe en lo absoluto. Según este punto de vista,

solamente hay trance cuando alguien se complaciente en un juego de roles. El sujeto no entra

realmente en una dimensión de consciencia que difiera apreciablemente de otras. Por el contrario,

el sujeto juega un rol de un sujeto hipnot izado, de lo que supone que debe mirar y actuar, y efectúa

las sugestiones del hipnotista sobre esas bases.

Presupone que el sujeto tiene conocimiento previo de la conducta de una persona

hipnotizada y reproduce el comportamiento hipnótico sobre esas bases. Incluso en el caso que una

persona no tenga conocimiento previo de cómo comportarse cuando es hipnotizado, puede

responder a la guía del hipnotista, esencialmente como un “juego”.

Las bases de esta perspectiva provienen de investigaciones en las cuales se instruyó a lo

sujetos para que actuaran “como si” estuvieran hipnotizados y fueron mezclados con sujetos

hipnotizados formalmente. Numerosos “expertos” en hipnosis no pudieron diferenciar a ambos

grupos. Sin embargo, estas investigaciones pueden cuestionarse, pues la auto-motivación y la auto-

preparación son la esencia de la autohipnosis (Gilligan, 1987). Además, como observaron Erickson y

Rossi (1979), la mejor forma de entrar en trance es fingir estar en trance.

6. Teoría de la asimetría hemisférica Esta teoría (Watzlawick, 1986) considera la existencia del estado de trance y los numerosos

fenómenos hipnóticos como un resultado de la asimetría hemisférica. La hipnosis sería producto de

la distracción del hemisferio izquierdo, típicamente dominante, mientras se hace accesible el

hemisferio derecho, típicamente no dominante.

7. La naturaleza psicobiológica del trance Esta teoría fue postulada por Ernest Rossi en 1982, y manifiesta que el trance hipnótico es una

consecuencia natural de los ritmos ultradianos, un ciclo biológico de atención y relajación

alternantes en un período de 90 a 120 minutos. Existiría un estado de trance natural, cotidiano, que

ocurre debido a causas biológicas, que puede ser utilizado y/o amplificado por el hipnotista que

sepa detectar ese trance espontáneo.

Como puede apreciarse, ninguna de la teorías mencionadas puede explicar por si sola el

fenómeno de la hipnosis. Sin embargo, aunque no podamos explicarla acabadamente, no

podemos caer en la postura reduccionista de aquellos que plantean que la hipnosis como

fenómeno no existe, y que han diseñado innumerables investigaciones para probarlo.

La búsqueda de explicaciones simples para construir una teoría de la hipnosis estará

condenada al fracaso, pues los factores que intervienen en la respuesta hipnótica de un sujeto son

innumerables.

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Erickson (1952/1980) escribió al respecto: Debemos reconocer que una descripción, sin importar cuán cuidadosa o completa sea, no reemplazará a la experiencia real, ni puede ser aplicable a todos los sujetos. Cualquier descripción

de un trance profundo deberá variar necesariamente en detalles menores de un sujeto a otro. No

puede haber un listado definitivo de fenómenos hipnóticos pertenecientes a algún nivel de hipnosis. Algunos sujetos desarrollarán fenómenos en el trance leve que usualmente están

asociados con el trance profundo, y otros mostrarán en un trance profundo algunos comportamientos comúnmente considerados como característicos del estado de trance leve.

Algunos sujetos que muestran en el trance leve comportamientos típicos del trace profundo,

pueden mostrar una pérdida de los mismos comportamientos cuando realmente se desarrolla hipnosis profunda. Por ejemplo, sujetos que desarrollan fácilmente amnesia en el trance leve,

pueden fallar fácilmente en desarrollar amnesia en el trance profundo. La razón para esas anomalías descansa aparentemente en la orientación completamente diferente de la persona

profundamente hipnotizada, en contraste de su orientación a los estados leves de hipnosis. (p.

144-145)

Además, podemos agregar que las personas pueden mostrar diferentes comportamientos

frente al mismo hipnotizador, dependiendo de factores situacionales y motivacionales. Así, una

persona que entra rápidamente en trance en una sesión, puede requerir un proceso más largo en

otra. Erickson (1952/1980) al referirse a su experiencia personal en el trabajo con alrededor de 3.500

sujetos a lo largo de 35 años, pudo comprobar la importancia de la individualidad del sujeto y el

tiempo del trabajo para lograr trance. Con un sujeto requirió menos de 30 segundos para que

aquel desarrollara su primer trance profundo, con un comportamiento hipnótico posterior

igualmente rápido y consistentemente confiable; con otro sujeto, se necesitaron 300 horas de labor

sistemática antes que fuera inducido un trance, y de allí en adelante se requirió un período de

inducción de trance de 20 a 30 minutos para asegurar un comportamiento hipnótico válido.

Es evidente, entonces, que las teorías simples no pueden expl icar estos fenómenos, y por otro

lado se pone de relieve la importancia del aspecto metodológico en las investigaciones de

laboratorio y la clínica.

A continuación se entrega una Tabla confeccionada por Gilligan (1987, p. 41) que reúne

algunos puntos valiosos aportados por las teorías contemporáneas del trance.

Teoría Algunos puntos valiosos

1. Psicodinámica a. En hipnoterapia, se desarrolla una fuerte relación entre el hipnotista y el

sujeto. b. El sujeto en trance cambia a un estilo de procesamiento menos analítico

y más primario (v.g., menos crítico y defensivo, más orientado a

imágenes).

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Teoría Algunos puntos valiosos

2. Aprendizaje a. El trance es una habilidad natural que puede ser aprendida.

b. La habilidad del trance puede mejorar con la práctica. c. Otros aprendizajes pueden interferir con el desarrollo del trance;

necesitan ser acogidos y debilitados.

3. Neo-disociación a. El sujeto profundamente hipnotizado está a menudo disociado de los

procesos de monitoreo y control normales. b. Esta disociación general permite el desarrollo de fenómenos disociativos

específicos, tales como regresión de edad, sueños hipnóticos, escritura automática, alucinaciones y control del dolor.

c. Las experiencias disociativas pueden ocurrir sin hipnosis formal (v.g.,

sueños nocturnos, recuerdo dependiente del estado).

4. Motivación a. El trance es una experiencia natural, fenomenológicamente similar a

otras experiencias psicológicas. b. Como tal, cualquier sujeto dispuesto puede ser entrenado para

desarrollar fenómenos de “trance”. c. No se necesitan inducciones formales y rituales para desarrollar

experiencias de “trance”.

d. Es más importante establecer rapport para informar y motivar efectivamente al sujeto

5. Juego de roles a. La hipnosis y el trance son realmente sólo metáforas y no debieran ser

reificadas.

b. Ya que el trance es una respuesta que ocurre dentro de un contexto psicosocial, las variables situacionales (v.g., las comunicaciones del

hipnotista, la relación) siempre deberán ser tomadas en cuenta.

Intento de una definición ericksoniana de la hipnosis

Definir el concepto de “hipnosis” es una tarea difícil. Algunas de las definiciones tradicionales

de la hipnosis eran (Yapko, 1990):

1. La hipnosis es un ensueño dirigido. El hipnotista u otra persona (hetereo-hipnosis) o uno mismo (auto-

hipnosis) actúa como una guía para una experiencia considerada fantasía.

2. La hipnosis es un estado natural de consciencia alterada. La persona entra en un estado de trance, un

estado marcadamente distinto del estado “normal” de la persona, a través de un proceso natural que no implica la ingestión de alguna sustancia u otro procedimiento físico.

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3. La hipnosis es un estado natural de relajación, de hipersugestibilidad. La persona entra en un estado muy relajado de la mente y el cuerpo, y está subsecuentemente más dispuesta a responder a la

sugestión.

4. La hipnosis es un estado crepuscular. El estado hipnótico es considerado una especie de punto medio

entre el sueño y el estado de vigila, un estado en el cual la mente inconsciente está más receptiva al cambio.

Milton H. Erickson no fue un teórico de la hipnosis y la hipnoterapia; sino que más bien actuó

como un clínico que diseñaba experimentos de campo para realizar sus investigaciones. Aunque su

trabajo fue muy extenso y realizó mucha investigación experimental, no quiso construir una teoría

de la forma de hipnosis y la hipnoterapia que realizaba. Fue desarrollando un tipo de trabajo en el

cual sus teorías y acciones se adaptaban a cada sujeto en particular; decía que las construcciones

de teorías en psicoterapia llevaban a que se intentara adaptar al paciente a esas teorías, en lugar

que el clínico trabajara con lo que el paciente le presentaba en ese momento (Erickson y Rossi,

1979).

Esto no significa que haya trabajado sólo en base a intuiciones geniales y sus procedimientos

sean irrebatibles; el estudio acucioso de sus escritos y estrategias revelan modelos de trabajo, los

cuales no explícito formalmente.

A continuación se expondrán algunas de las ideas de Erickson para entender cómo él

entendía a la hipnosis:

[...] Por cierto, la hipnosis no es sueño fisiológico, aunque parece semejante e incluso puede usarse

para producir sueño fisiológico. No es un poder mágico o especial. No es nada más que un estado especial de consciencia en el cual ciertos comportamientos escogidos de la vida diaria

son manifestados en una forma directa, usualmente con la ayuda de otra persona. Pero es posible inducírsela a si mismo. La hipnosis es un tipo de comportamiento especial, no obstante normal,

que ocurre cuando la atención y los procesos de pensamiento son dirigidos al conjunto de

aprendizajes experienciales adquiridos, o alcanzados, en las experiencias de vida.

[...] En este estado especial de consciencia denominado hipnosis, pueden encontrarse las numerosas formas de comportamiento de la vida cotidiana -diferentes en relaciones y grados,

pero siempre dentro de límites normales. No pueden lograrse habilidades trascendentes, no

pueden implantarse nuevas habilidades, sino que potenciar la expresión de las habilidades que pueden o no haber sido reconocidas completamente.

[...] La hipnosis no puede crear nuevas habilidades dentro de la persona, sino que puede ayudar a una mejor y superior utilización de habilidades ya poseídas, aunque estas habilidades no

estuvieran previamente reconocidas.

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[...] En el estado hipnótico, el sujeto está abierto a sus recuerdos, aprendizajes, sus condicionamientos y a todos los numerosos aprendizajes vitales. El estado hipnótico es un estado

especial de consciencia y disposición a responder.

[...] La hipnosis es esencialmente una comunicación de ideas y comprensiones a un paciente, en

una forma que éste sea más receptivo a la presentación de ideas y esté así más motivado para explorar sus propios potenciales corporales para el control de sus respuestas psicológicas,

fisiológicas y comportamiento.

[...] El trance terapéutico es un periodo durante el cual las limitaciones del marco de referencia

usual y las creencias de uno están temporalmente alteradas, de modo que uno puede ser receptivo a los patrones, asociaciones y modos de funcionamiento mental que conducen a la

resolución de problemas.

[...] La hipnosis profunda es ese nivel de hipnosis que permite al sujeto funcionar adecuada y

directamente en un nivel inconsciente de percatarse, sin interferencias de la mente consciente. (Erickson, 1952/1980; 1954/1980; 1959/1985; 1966/1980; Erickson y Rossi, 1979)

En base a estas ideas respecto a la naturaleza de la hipnosis, podemos enunciar algunas

características distintivas del enfoque ericksoniano de la hipnosis:

1. La hipnosis y la hipnoterapia de Erickson son natural istas, ya que propone que es de ocurrencia normal

y utiliza los propios procesos mentales y conductuales del sujeto para inducir/evocar trance y usarlo

en la terapia.

2. Ya que el trances es un fenómeno natural, puede ser experimentado en muchas formas; lo cual aunado al concepto de utilización, hacen de la inducción de trance un proceso no ritualizado,

incluso casual.

Susceptibilidad a la hipnosis

El problema de la “susceptibilidad hipnótica” o “hipnotizabilidad” es bastante antiguo en el

campo de la hipnosis. ¿Qué tipo de personas son susceptibles al “trance”? ¿Qué papel juega la

“sugestionabilidad”?

Se han realizado múltiples investigaciones y publicaciones sobre el tema. Esas investigaciones

han descrito tipos de personalidad y otras características de los sujetos predispuestos a respuestas

favorables o desfavorables a las inducciones hipnóticas formales. También se han publicado

estudios estadísticos de la población general, con porcentajes de las personas que pueden ser

hipnotizadas en variadas profundidades de trance, así como también de aquellas que no pueden

ser hipnotizadas en lo absoluto.

Analizaremos junto a Yapko (1990) diversos tópicos respecto a este problema.

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1. Concepto tradicional de susceptibilidad hipnótica Muchos investigadores consideran la susceptibilidad a la hipnosis como una característica de

la personalidad. No tienen claro si existe una predisposición genética de alta, baja o ausencia de

“sugestibilidad”, o si se adquiere a través del proceso de socialización. La ausencia o presencia de

este rasgo sería relativamente permanente en el tiempo. Un ejemplo de esta postura teórica en

hipnosis e hipnoterapia es la Hilgard y Weitzenhofer, creadores de la Escala Stanford de

Susceptibilidad Hipnótica3.

Puede hacérsele la siguiente crítica importante a ese enfoque:

A fin de controlar la acción de variables extrañas, en ese tipo de estudios se utilizan

procedimientos de inducción estandarizados, aplicando el mismo método a todos los sujetos

(generalmente instruyendo a la persona para que se relaje e imagine diversas cosas), sin considerar

que todas las personas no tienen por qué responder por igual a ese tipo de sugestiones (Gilligan,

1987). Los estudios derivados del enfoque de utilización indican que el clínico debe adaptarse a las

necesidades del paciente y no a la inversa. Por lo tanto, esos sujetos “no susceptibles” o con “baja

susceptibilidad” estarían mostrando sus respuestas al método usado, y no una característica

general.

Esta crítica no significa que todos los sujetos sean igualmente hipnotizables. Las personas

varían enormemente en muchos parámetros, tales como la velocidad para desarrollar trance,

comportamientos exhibidos durante el trance y necesidades interpersonales (Gilligan, 1987). Así

también, las personas muestran diferencias en sus respuestas ante el tipo de sugestiones utilizadas:

algunas responderán muy bien a las sugestiones directas permisivas de los acercamientos

estandarizados, en cambio otras responderán mejor las sugestiones indirectas.

Por lo tanto, podríamos suponer que todas las personas tenemos la capacidad para

experimentar trance hipnótico; y dependerá de la habilidad del hipnotista y la relación

interpersonal creada el que las personas muestren sus potenciales hipnóticos peculiares.

2. Edad e hipnotizabilidad La literatura tradicional ha promovido la idea que los niños entre siete y nueve años son los

mejores sujetos hipnóticos, debido a su imaginación activa y disposición a seguir instrucciones. Otra

literatura contradice esto, afirmando que los niños poseen menos habilidades para concentrarse y

que su escaso repertorio de recursos personales los hace ser malos sujetos.

La experiencia clínica muestra que ambas afirmaciones están erradas; los niños -y quizá

incluso los recién nacidos- son capaces de entrar en trance (ver Haley, 1980, para ejemplos de

tratamiento con niños). El asunto reside en cómo lograr atraer y focalizar la atención del niño.

En general, la edad posee una consideración relativamente menor al evaluar la capacidad

para el trance. La edad es un factor para determinar el mejor método de inducción/evocación y

utilización del trance hipnótico, para adaptar los procedimientos de trance a la edad y

antecedentes del sujeto.

3 La cual se incluye en el Apéndice del Volumen Hipnoterapia Ericksoniana: Nivel Intermedio.

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3. Inteligencia e hipnotizabilidad Los estudios sobre la susceptibilidad hipnótica a menudo sugieren que mientras más

inteligente sea la persona, será mejor sujeto hipnótico. Estos estudios son ambiguos, y si existe una

correlación positiva entre inteligencia e hipnotizabilidad, se cree que es debida a la relación

positiva entre inteligencia y habilidad para concentrarse. Este es un asunto de definiciones, ya que

anteriormente dijimos que lo importante es ganar la atención del sujeto.

La postura tradicional ha establecido que la hipnosis no puede ser usada con retardados

mentales. Pero, dependiendo del grado de retardo, existen técnicas especializadas que pueden

capturar la atención del retardado y, en consecuencia, su disposición a responder. Tales técnicas

podrían involucrar el masaje, cuidados físicos al bañarlos y especialmente el juego.

4. Estado mental e hipnotizabilidad Existe una creencia tradicional que la hipnosis puede precipitar histeria, o que los pacientes

psicóticos no pueden ser hipnotizados. La evidencia clínica muestra que es posible trabajar con

psicóticos (Erickson y Rossi, 1980; Erickson y Zeig, 1980). Evidentemente, el procedimiento a seguir

puede ser más largo y laborioso que para una persona “normal”.

Yapko plantea que su experiencia lo ha convencido que las técnicas hipnóticas con

pacientes mentales son posibles y potencialmente efectivas para enseñar autocontrol, entre otras

metas.

5. Imaginación e hipnosis Todas las personas tienen imaginación y habilidades para fantasear, pero algunas más que

otras. La imaginación de algunas es muy concreta, mientras que las de otras es más abstracta. Este

es un aspecto que debe tenerse en cuenta para formular un acercamiento hipnótico que implique

la utilización de la imaginación como vehículo para la experiencia de trance.

6. Factores de la relación interpersonal y la hipnotizabilidad El rapport entre el hipnotista y el cliente han sido considerados tradicionalmente como el

factor principal en el proceso terapéutico.

Puede definirse al rapport como una interrelación positiva entre los individuos, basada en la

comprensión y la confianza. Uno ha obtenido rapport cuando el cliente se siente comprendido,

cuando siente que el clínico tienen una apreciación de la complejidad de su experiencia personal.

La concordancia en la forma de aceptación es un medio muy valioso para obtener rapport.

En el método tradicional de hipnosis, el rapport está basado en la disposición a responder del

sujeto a la autoridad del hipnotista. Esta clase de relación unidireccional puede considerarse como

una elección viable para la interacción hipnótica; pero parece ser más satisfactoria y posibilitadora

de mayor flexibilidad, el tipo de relación cooperativa más balanceada, inherente al enfoque de

utilización. La iniciativa del terapeuta está determinada por la iniciativa del cliente y viceversa. Esto

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difiere apreciablemente de aquellas perspectivas de la relación hipnótica en las cuales el cliente

sigue obedientemente la iniciativa del hipnotista y donde el fracaso es denominado “resistencia”

del paciente.

Cuando el terapeuta acoge las necesidades y conductas del cliente, podrá ofrecer

sugestiones en un formato y acompañamiento que maximice las habilidades del cliente para

responder.

Referencias bibliográficas

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Gilligan, S.G. (1987) Therapeutic Trances. The Cooperation Principle in Ericksonian Hypnotherapy. New York:

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[Publicado en Hipnópolis, Año 2, N° 2, 2001]

«Franz Anton Mesmer: Metaforización del Magnetismo»

Thomas Szasz

Franz Anton Mesmer (1733-1815) tiene una importancia e interés excepcionales en la historia

de la psicoterapia. Si acaso la psicoterapia, entendida como “una técnica médica” moderna, tuvo

un descubridor, este fue Mesmer. Mesmer mantiene con Freud y Jung la misma relación que tiene

Colón con Thomas Jefferson y John Adams. Colón dio con un continente que después fue

transformado por los padres fundadores en la entidad política conocida como Estados Unidos de

[Norte]América. Mesmer se topó con el uso literal de la principal metáfora científica de su tiempo

para explicar y exorcizar toda clase de problemas y pasiones humanas; un instrumento retórico que

los fundadores de la moderna psicología profunda transformarían después en esa entidad conocida

como psicoterapia.

Las conexiones entre el Nuevo Mundo y la nueva “ciencia” son, sin duda, sorprendentes.

Tanto los Estados Unidos como el mesmerismo se iniciaron en 1776. Benjamín Franklin fue a la vez

fundador de la República Americana y un brillante representante del nuevo hombre científico de la

Ilustración. Franklin inventó el pararrayos, imprimiendo en la mente del público la imagen de uno de

los campos científicos más importantes de la época: la electricidad. Como miembro de la comisión

científica francesa que investigó las pretensiones de Mesmer sobre el magnetismo que ejercía en las

personas así como en los objetos, Franklin declaró que tal pretensión no podía probarse por medio

de la evidencia. Franz Anton Mesmer, por su parte, era un estudioso de la medicina y la teología.

Fue el primer hombre en inventar y mercantilizar el uso de una metáfora literalizada para curar a la

gente. Mesmer adquirió una fama instantánea como magnetista en 1774; en 1784 ya era un

charlatán desacreditado. En esos diez años tumultuosos –durante los cuales los Estados Unidos se

independizaron de Inglaterra y Francia estaba incubando la Revolución que estremecería al

mundo–, Mesmer conquistó Europa y legó a la posteridad una imagen, un vocabulario y un estilo de

curación, cuyos efectos podemos todavía discernir claramente. La idea de una “relación” entre

paciente y doctor y la noción que el paciente nervioso debe salvar un “obstáculo” para poder

recobrarse, ambas son nociones de Mesmer; y ambas pueden rastrearse fácilmente en las nociones

de Freíd sobre la transferencia y la resistencia, conceptos centrales del psicoanálisis.

En la segunda mitad del siglo XVIII, la gente creía que el magneto poseía especiales poderes

curativos. (Más de doscientos años antes Paracelso le había llamado el “rey de los secretos”.) La

medicina era muy primitiva entonces, pero no puede decirse que estuviera en su infancia. Los

médicos todavía creían que las enfermedades eran causadas por un mal balance entre los cuatro

humores. Aunque comenzaba a hacerse claras distinciones entre las genuinas aflicciones del

cuerpo y las enfermedades falsas, como lo ilustran las grandes sátiras de Moliere sobre la medicina,

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tan populares y perspicaces, los médicos poseían pocos remedios técnicamente efectivos para las

enfermedades auténticas del cuerpo. Este hecho creó una ambivalencia en la conciencia médica

de la época. Por un lado los médicos honestos, con un genuino interés por la ciencia, reconocían su

impotencia terapéutica; de ahí que se concentrarán en desarrollar la ciencia de la medicina

ignorando las necesidades terapéuticas del paciente. Por otro lado, los médicos compasivos, con

genuina simpatía hacia el sufrimiento humano, comprendían intuitivamente los falsos remedios de su

época; por eso se concentraban en ayudar a la gente, ignorando las diferencias entre retórica y

ciencia. Los esfuerzos de estos últimos se vieron apoyados en gran parte por el hecho de que las

prescripciones de los médicos regulares tenían tan poco valor como las de los charlatanes. Robert

Darnton ha observado sagazmente que esta es la base contra la cual debemos comparar el éxito

terapéutico de Mesmer (y los éxitos de otros curadores por medio de la fe del siglo XVIII): “La alianza

entre la charlatanería y la medicina convencional se había representado a menudo en los teatros

de Francia, y cualquier admirador de Moliere hubiera podido considerar las técnicas de Mesmer

como menos peligrosas que las de los doctores ortodoxos y los cirujanos barberos, tan seguros de su

fe en los cuatro humores y los espíritus animales, y formidables con su arsenal de remedios:

purgantes, cauterizantes, resolutivos, evacuantes, humectantes, vesiculares, derivativos, revulsivos y

de sangrado”.

En pocas palabras, la persona enferma generalmente se agravaba, o moría, a causa de las

purgas y los sangrados de los doctores regulares. Mesmer desterró todas las prácticas dañinas de los

doctores, lo que de inmediato convirtió sus métodos en algo muy atractivo para multitud de

pacientes potenciales y reales. Claro que no podía curar las auténticas enfermedades mejor que los

doctores regulares. Pero lo que hacía era por lo menos algo agradable y no doloroso para los

pacientes. La situación en la psiquiatría es similar desde fines del siglo XIX. Las curas de los psiquiatras

eran y son inválidas y atemorizantes, que cualquiera que ofreciera un nuevo método terapéutico

sería mirado como compasivo. Esto es lo que motivó en buena parte el éxito inicial de los

psicoanalistas, y el subsecuente éxito de los analistas transaccionales, los terapeutas de los gritos, los

antipsiquiatras y los terapeutas radicales de toda clase. Ninguno posee verdaderos métodos

efectivos para tratar la enfermedad mental, pero todos evitan al paciente las torturas que los

psiquiatras generalmente llaman “tratamiento”.

Por oposición a las falacias de los actuales terapeutas regulares, Mesmer tenía razón; pero

esto, por supuesto, no convertía sus teorías o terapias en algo correcto. De hecho, Mesmer

comparaba su propia charlatanería con la de los médicos regulares, igual que los antipsiquiatras y

los psiquiatras radicales comparan ahora su propia charlatanería con la de los psiquiatras regulares.

[…] En Francia, en la década anterior al estallido de la Revolución, el mesmerismo se

transformó de movimiento médico en político. Los mesmerismos iban a “regenerar a Francia

destruyendo ‘los obstáculos’ para la armonía universal”, escribe Darnton. “El mesmerismo remediaría

los efectos perniciosos de las artes (otra idea adaptada de Rousseau) restaurando una sociedad

‘natural’ en la cual las leyes físico-morales de la naturaleza ahogarían los privilegios aristocráticos y

los gobiernos despóticos en un océano de fluido mesmérico. Por supuesto, los primeros en ser

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destronados serían los doctores… La eliminación de los doctores entronizaría las leyes naturales para

desterrar todos los abusos sociales, y que el despotismo de los doctores y sus aliados académicos

representaban el último intento del antiguo orden por conservar su lugar contra las fuerzas de la

verdadera ciencia de la naturaleza y la sociedad”.

[…] ¿Quién era Mesmer? ¿Qué hacía y pretendía saber? Franz Antón Mesmer nació el 23 de

Mayo de 1733 en Iznang, pequeño pueblo de Austria […] Estudió teología antes de ocuparse de

medicina, doctorándose en ambas carreras hacia 1766. Su tesis médica doctoral en la Universidad

de Viena, La influencia de los planetas , estaba dedicada a los pretendidos efectos de los cuerpos

celestes sobre la fisiología humana, noción entonces que gozaba de respetabilidad científica. En

1768 Mesmer se casó con una rica viuda diez años mayor que él, y así llegó a formar parte de la alta

sociedad de Viena.

Durante su juventud, Mesmer vivió una época de ocio cultural y sofisticado. […] En vísperas de

la Revolución francesa y de la nueva época que estaba por iniciarse, Mesmer vivía, pues, la vida

idílica del gentilhombre letrado.

[…] ¿Qué debía hacer con su vida un hombre tan afortunado? Podía abrazar una vida de

juego, de caza, de mujeres, y perseguir similares placeres tangibles; o podía perseguir los placeres

espirituales tratando de satisfacer su sed de conocimientos y de fama. La semilla del interés por la

curación magnética y el magnetismo, entonces en boga, cayó en tierra fértil en la mente de

Mesmer. […] “fue un incidente exterior el que indujo a Mesmer a tomar en serio el magnetismo

como método curativo. En 1774 supo que un sacerdote jesuita, el padre Maximilian Hell, uno de los

astrólogos de la corte de María Teresa, realizaba notables curaciones por medio del magneto.”

Siguiendo la inclinación de la época, el padre Hell había cambiado la curación por medio del agua

a la curación por medio de magnetos. Con la ayuda de un técnico, Hell fabricaba magnetos

multiformes que colocaba en las partes dolorosas o afectadas del cuerpo del paciente. No hay

ninguna evidencia que la Sociedad Médica de Viena haya abrigado quejas contra él.

[…] El tratamiento magnético tiene, pues, un claro origen religioso. Las principales

aportaciones de Mesmer a los conocimientos aprendidos de Hell consistieron… en medicalizar lo

que antes había sido una forma religiosa de terapia yen metaforizar el significado del magnetismo.

[…] Inicialmente, Mesmer empleó magnetos para realizar sus tratamientos magnéticos.

Podemos llamar a ese período –desde 1774 hasta 1776– la fase de las magnetizaciones literales, en

la cual colocaba magnetos reales a los pacientes o los balanceaba sobre ellos realizando los

llamados “pases”. Los efectos curativos del magneto encajaban perfectamente en las nociones

preconcebidas de Mesmer sobre un fluido universal correspondiente a la manipulación magnética.

Como hombre muy instruido, Mesmer conocía las propiedades verificables de los magnetos. Por lo

tanto le constaba que la fuerza demostrable de sus magnetos quedaba limitada a unos cuantos

centímetros. Este hecho contradecía sus teorías; así, que a semejanza de todos los grandes líderes

religiosos y psiquiátricos, inventó nuevos hechos para reacomodar sus teorías. Luego inventó nuevos

experimentos para probar que sus ficciones eran hechos.

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“Con ojos visionarios”, como dice Zweig, “llegó a creer que el magneto poseía fuerzas latentes

superiores a las que se habían demostrado hasta entonces”. Mesmer procedió entonces a probar la

existencia de energías latentes, realizado “curas”. Su éxito terapéutico fue fenomenal, ya que la

práctica de Mesmer, como la de todos los psicoterapeutas anteriores y posteriores a él, estaba

dedicada exclusivamente a personas que pretendían estar enfermas. Mesmer comenzó entonces a

tomar sus propias metáforas cada vez más al pie de la letra. El magnetismo, originalmente una

propiedad de algunos metales ferrosos, se convirtió en la mente de Mesmer, en una fuerza

omnipresente. Escribe Zweig: “Magnetizaba el agua, y hacía que sus pacientes se bañaran en ella y

la bebieran; magnetizaba tazas y platos de porcelana, ropa, camas, espejos, para que estos

objetos transmitieran a su vez el fluido”. Su convicción que el espacio estaba impregnado de un

fluido magnético que, como la electricidad, podía almacenarse y transmitirse por conductores, le

impulsó a inventar el artefacto que se convertiría en su marca registrada: el famoso “baquet”, un

barril de madera de roble que contenía dos hileras de botellas llenas de agua magnetizada. Se

hacían en el barril agujeros a través de los cuales se insertaban varillas de acero que los pacientes

debían sostener o aplicar a las partes dolientes de su cuerpo. Finalmente, Mesmer creó una especie

de terapia de grupo alrededor del “baquet”, haciendo que sus pacientes se sentaran en torno al

barril formando un círculo tomados de la mano, para crear una circunstancia más favorable al paso

del fluido magnético.

A medida que se acrecentaba la fama de Mesmer como curador y se iba extendiendo el uso

del término magnetismo, se fue dando cuenta que no necesitaba un magneto para efectuar sus

curaciones. […] a medida que Mesmer liberalizaba la metáfora del magneto, llegó a verse a si

mismo como un poderoso magneto, y de ahí dedujo que podía curar sin utilizar los magnetos

metálicos.

[…] Esto señaló un segundo período en la obra de Mesmer, la fase de las magnetizaciones

metafóricas que duró hasta su muerte. Durante este período fue rechazado tenazmente como

falsario por los científicos de su época: los verdaderos científicos seguían usando el término

magnetismo en el sentido literal o restricto, como el efecto medible de un fuerza, tal cual ejercen los

magnetos ferrosos sobre los pedazos de hierro; en cambio Mesmer lo utilizaba en el sentido amplio o

metafórico, como el efecto de una fuerza “medible” por los testimonios de sus agradecidos

pacientes. A principios de la era científica, Mesmer no pudo engañar a sus colegas de las ciencias

puras; actualmente, hoy en día los psiquiatras y los psicoterapeutas han tenido éxito donde él falló.

Antonio Lavoisier y Benjamín Franklin sabían que las manos de Mesmer no tenían propiedades

magnéticas; y sin embargo muchos científicos naturalistas de la actualidad aceptan la pretensión

psiquiátrica de que las enfermedades mentales tienen causas anatómicas y fisiológicas y que los

trat amientos mentales tienen propiedades médicas.

A fines de 1775, en una carta a un médico que le había preguntado sobre su método de

magnetización, Mesmer explicó su nuevo método de tratamiento sin magnetos: “La atracción

magnética de las esferas impregna todas las partes de nuestro cuerpo y tiene un efecto directo en

nuestros nervios; una fuerza magnética activa debe, por lo tanto, encontrarse presente en nuestros

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cuerpos”. En esa carta, Mesmer también utiliza el término magnetismo animal por primera vez,

dando ese nombre al poder del organismo animal para magnetizar y ser magnetizado.En el mismo

año escribe Mesmer: “Ahora estoy haciendo experimentos para curar la epilepsia, la melancolía, los

ataques maniáticos y la fiebre palúdica.” […] Señala Goldsmith: “Una razón que explica la gran

proporción de curas en su clínica fue su rechazo a tratar a cualquier persona cuyos padecimientos

fueran orgánicos y no funcionales.” […] Continúa Goldsmith: “Su persistente honestidad molestaba a

sus colegas de Viena tanto como su éxito. Nunca pudieron acusarlo de tratar de engañar a sus

pacientes, pues declaraba públicamente que ‘podía ayudar a recuperarse sólo a la gente que

sufría de enfermedades nerviosas y no a los demás’ “.

Debo afirmar que las preocupación de Mesmer por distinguir entre las personas que actuaban

como si estuvieran enfermas y aquellas que estaban realmente enfermas es el aspecto más

importante y el más instructivo de toda la fascinante historia del mesmerismo. Los hechos están

totalmente documentados. En una reciente biografía de Mesmer, Vincent Buranelli escribe:

“Cuando Mesmer aceptaba a un paciente, su primera preocupación era determinar si el

padecimiento era orgánico o funcional. Si era orgánico, resultado de daños físicos en el tejido, lo

consideraba según la proposición veintitrés (de la doctrina mesmeriana), fuera del alcance curativo

del magnetismo animal.”

[…] En 1776, uno de sus pacientes nos ofrece el siguiente relato sobre el método terapéutico

de Mesmer: “Realiza la mayor parte de sus curaciones actuales, no utilizando el magneto sino

sencillamente tocando directa o indirectamente la parte afectada”. Se trata, pues, de un largo

rodeo para redescubrir la imposición de las manos. Sólo que, por supuesto, Mesmer pretendía que

su curación no era religiosa sino médica; y más en concreto, pretendía que era física, es decir,

magnética.

[…] Todos los curadores por medio de la fe tienen en común ciertas características y

cualidades, entre las cuales las más importantes son: primero, el habilidoso uso de la retórica para

apoyar la pretensión que realizan hechos curativos maravillosos, y para explicar estos hechos con

teorías atractivas para la mente popular; segundo, una colección de actos rituales, lugares

sagrados y ritos ceremoniales; y tercero, casos de curaciones legendarias, ejemplificadas por

personas que se hacen famosas como pacientes “salvados” por su terapeuta. […] Su parafernalia

más famosa… era el barril magnético… su paciente más famosa fue María Teresa Paradies.

La señorita Paradies, cuyo padre era uno de los secretarios privados de la emperatriz María

Teresa, fue una muchacha normal durante los tres primeros años de su vida. La mañana del 9 de

diciembre de 1763, cuando todavía no cumplía los cuatro años, de pronto quedó ciega. Los

médicos diagnosticaron su enfermedad como incurable, llamándola “parálisis del nervio óptico”.

La pequeña María Teresa, llamada así en honor a la emperatriz, evidentemente era una niña

encantadora y talentosa que, junto a sus padres, intentaba olvidar su ceguera. No sólo se convirtió

en excelente pianista, sino que destacó en muchos otros aspectos: “Su memoria era sorprendente.

Jugaba a las cartas, recordando las tiradas de los otros jugadores. De jovencita, a veces tomaba

parte en obras de teatro de aficionados. Andaba por su casa con mucha naturalidad”. Además, la

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ceguera de la pequeña ayudó al sostén de la familia Paradies. La emperatriz la convirtió en su

protegida; arregló y pagó y educación musical, y permitió que la jovencita tocara en la corte;

concedió a los padres una pensión anual de 200 ducados de oro, y logró que tratara a la niña el

mejor oculista de Viena. Durante diez años los tratamientos se sucedieron sin éxito.

Cuando la señorita Paradies llegó a la adolescencia, la emperatriz organizó su primera

presentación pública en Austria como pianista y su primer viaje de conciertos a través del

continente. Pronto dio recitales en París y Londres y se convirtió en una celebridad internacional

como pianista ciega. Escribe Goldsmith: “Ahora que era tan conocida, el oculista Antón von Stoerk

renovó sus esfuerzos por curarla: si le devolvía la vista, su prestigio se incrementaría enormemente

tanto dentro como fuera de la nación. Estaba de hecho muy preocupado por su caso, convencido

que su ceguera se debía a un desorden nervioso. Creía firmemente que el nervio óptico en si estaba

sano e intacto. Sin embargo, pese a este diagnóstico, no pudo devolverle la vista”.

Estamos, pues, ante un clásico caso de ceguera histérica; o como yo diría, un caso de

pretendida o imitada ceguera. La señorita Paradies no era ciega, igual que un actor que representa

a Lincoln no es Lincoln. Pero si actuar como ciega la beneficiaba a ella y su familia, existencial y

financieramente, ¿por qué debía dejar de representar este papel? ¿Cómo podría admirársela más,

tener más éxito, riqueza y fama, con vista o sin ella? La única motivación de una persona así para

recobrarse es llegar a ser una paciente famosa.

Así fue como se conocieron las dos celebridades: el Doctor Mesmer y la señorita Paradies;

curiosamente el doctor buscaba a la paciente como un caso prometedor para probar sus poderes.

Cuenta Goldsmith: “Mesmer dijo a los padres de la niña que nadie podía curar la ceguera orgánica,

que nadie podía sanar el nervio óptico si estaba dañado seriamente. Les impresionó su plena

sinceridad, igual que su serenidad había ganado la confianza de la paciente”. Los padres

estuvieron de acuerdo en poner a su hija bajo los cuidados de Mesmer. A fines de 1776, Mesmer

trató varias veces a la señorita Paradies. Liego, en enero de 1777, se traslado al hospital privado que

Mesmer había instalado en un ala de su casa. En algunas semanas, la señorita Paradies había

recuperado parcialmente su visión. Sus padres estaban gozosos. La señorita Paradies “estaba casi

histérica de alegría, y se paseaba por Viena alabando con términos extravagantes al Dr. Mesmer”.

Desde el principio la propia paciente no se mostraba tan contenta con su mejoría. Al mirar a

Mesmer, la primera persona que vio –es decir, cuando oficialmente ya no era ciega–, exclamó de

manera significativa: “¡Qué terrible visión! ¿Esta es la imagen de un ser humano?”

Esta exclamación inicial presagió la reacción de la señorita Paradies al recuperar la vista. Se

deprimió. Le dijo a una amiga que vino a verla: “¿Por qué estoy ahora más afligida que antes? Todo

lo que veo me produce una sensación desagradable. Cuando estaba ciega tenía mayor

serenidad”. Cuando veía a parientes o amigos por primera vez se desmayaba. Criticaba la

apariencia de lka mayoría de las nuevas personas y cosas que veía. “Si el nuevos objetos va a seguir

perturbándome e incomodándome tanto”, amenazó, “preferiría volver a ser ciega”. Resulta difícil

imaginar una admisión más inequívoca, por parte de una paciente histérica, que su enfermedad es,

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de verdad, un acto voluntario. Además, también los colegas de Mesmer entendían que la histeria

era un acto de este tipo.

Si la recuperación de la vista de la señorita Paradies hubiese sido un hecho como la

recuperación del uso de un miembro de un paciente tras la curación de una fractura, los enemigos

médicos de Mesmer no lo habrían atacado como lo hicieron. El hecho que lo atacaran prueba que

entendían que el estado de visión de la señorita Paradies dependía de su relación personal con

Mesmer, con la emperatriz y sus padres, y que estaba sujeta a la influencia de medios

interpersonales y no médicos. Al notar la ambivalencia de la joven paciente sobre su curación por

Mesmer –su enmascarada preferencia por la ceguera–, un grupo de importantes médicos de Viena,

capitaneados por Joseph Barth, iniciaron una campaña ingeniosa contra Mesmer. Primero los

doctores declararon que la señorita Paradies seguía ciega porque no podía nombrar

correctamente los objetos colocados ante ella. Esto molestó mucho a Mesmer, ya que su fama y

auto-estimación se basaban cada vez más en su habilidad para realizar curas milagrosas.

La siguiente táctica de los doctores fue todavía más ingeniosa. Cuanta Zweig: “Llamaron a los

padres de la niña y los alarmaron al sugerir que la emperatriz retiraría la pensi´pon anual de

doscientos ducados si su hija recobraba la vista, y que la joven pianista perdería mucho de su

atractivo como concertista si veía normalmente”. Estas sugestiones arruinaron las propias sugestiones

de Mesmer. Los padres de la chica se volvieron contra Mesmer y exigieron que les devolviera a su

hija.

Con la señorita Paradies incapaz de tocar el piano con los ojos abiertos, con sus padres

denunciando a Mesmer por retenerla contra su voluntad, y con la facultad médica de Viena

calificando abiertamente de falsario a Mesmer, el asunto Paradies se transformo de lo que prometía

ser una gloriosa victoria para Mesmer, en una pequeña derrota para él. Los rumores señalaban que

no sólo Mesmer había fallado al no curar a su paciente, sino que sus ataques y otros síntomas eran

peores que nuca y que, además, la paciente y el doctor eran amantes. Mesmer había calculado

mal, como le habría de ocurrir muchas veces, las relaciones de poder en el asunto en que estaba

mezclado. El señor Paradies era, después de todo, secretario privado de la emperatriz. Era una

arrogante estupidez que Mesmer tratara contra la voluntad de la hija de 18 años de ese hombre.

Escandalizada Viena con el asunto, la emperatriz María Teresa ordenó al presidente del consejo

médico de Viena, Antón von Stoerk –el hombre a quien había confiado anteriormente la curación

de su protegida– “poner punto final al asunto”. El 2 de mayo de 1777 von Stoerk, escribiendo desde

el palacio Schönbrun, ordenó a Mesmer “detener su impostura” y devolver a la niña a sus padres.

Mesmer estaba liquidado en Viena.

Comenta Burandelli: “No es sorprendente que la señorita Paradies cayera de nuevo en la

ceguera para siempre… Ya no deseaba recobrar la vista, y volvió con alivio al confortable mundo

familiar de la eterna oscuridad”.

[…] Lo que una persona con ceguera histerica ve o no ve en realidad, yo no puedo decirlo;

pero es absurdo caracterizar el mundo de esta persona como un mundo de “oscuridad eterna”. En

todo caso, la carrera futura de María Teresa Paradies es de considerable interés. Después de su

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experiencia con Mesmer y su regreso al hogar, recuperó sus habilidades musicales e hizo una

carrera como una de las personalidades musicales más brillantes de su época. Su éxito no se debía

sólo a su atractivo realzado por su estigma. Era muy buena pianista.

[…] Desacreditado en Viena, Mesmer partió para París en enero de 1778. Llegado a París,

Mesmer actuó como monarca científico reinante. Buscó a Charles LeRoy, presidente de la

Academia de Ciencias, por cuyos medios buscó el apoyo de la Academia para la validación de sus

teorías. La propuesta de Mesmer era descabellada, pero LeRoy la tomó en serio. Para presentar

mejor los “descubrimientos” de Mesmer a los miembros de la Academia, LeRoy le pidió a Mesmer

que preparara un resumen de ellos. Titulado Mémorie de Monsieur Mesmer sur La Decouverte du

magnetism animal, el memorandum incluía 27 “proposiciones”. Un temerario artículo de

megalomanía personal y totalitarismo terapéutico. La conclusión de Mesmer ilustra el tono y el

espíritu de sus enseñanzas: “Esta doctrina permitirá, por fin, al médico decidir sobre la salud de cada

individuo, ante las enfermedades a las que estuviera expuesto. De esta manera el arte de curar

podrá llegar a la perfección absoluta”.

La intemperancia de tan pretensión basta por si sola para decretar que el autor es un

charlatán. Lo que Mesmer propone es el establecimiento de una iglesia controlada por el Estado

para propagar su religión pseudocientífica. Es sorprendente que se le considere como el fundador

de la psicoterapia moderna. Pero cuando escribía, las Ciencias Naturales –la libre búsqueda del

conocimiento independientemente de iglesias y gobierno– apenas estaban saliendo del seno del

Renacimiento. […] Desde el momento mismo de su propia conversión de gentilhombre estudioso en

magnetoterapeuta, la vida entera de Mesmer es la vida de un evangelista trabajando sin cesar

para su dios: El magnetismo animal,

Sin duda, Mesmer incluso intentó establecer una iglesia para la propagación de su “fe”.

Durante su corto éxito en Francia formó, en 1782, una sociedad secreta para salvaguardar y

mercantilizar su descubrimiento. El origen y la naturaleza de esta organización, llamada Societé de

l’Harmonie Universelle, tiene gran semejanza con el comité organizado por Freud en 1913 y con la

historia subsecuente del movimiento psicoanalítico.

Henri Ellenberger caracteriza esa Sociedad como “una extraña mezcla de empresa

comercial, escuela privada y logia masónica”. Durante unos cuantos años la Sociedad floreció y

tuvo sucirsales en muchas ciudades de Francia, asegurándole a Mesmer considerables ganancias.

Pero a pesar de su nombre, la armonía no reinó por largo tiempo entre los miembros. La razón

principal de la distensión en la Sociedad de Mesmer fue la misma de su éxito como terapeuta

hipnótico –es decir, que era un déspota megalomaníaco. De acuerdo con Buranelli, “Mesmer

pretendió que su Sociedad se rigiera con un despotismo benevolente en que él seguiría siendo el

déspota. El magnetismo animal era ‘mi descubrimiento’. Por lo tanto nadie más lo entendía

completamente, ni tenía el derecho de contradecirlo o de decirle cómo debería enseñarse, usarse

o promoverse”. La idea Mesmer sobre su movimiento, continúa Buranelli, “era de subordinados

obedientes y voluntariosos que aceptaran la doctrina de la manera en que él la revelaba,

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transmitiéndola a los miembros inferiores de la Sociedad y devolviéndosela a él en busca de

iluminación u orientación cuando tuvieran dificultades”.

[…] Por cuanto Mesmer, ni menos que sus ficticios pacientes, en último análisis resultó

atrapado en una gigantesca mentira, tarde o temprano quedaría al descubierto la falsedad de él y

de sus pacientes. Sin duda la insistencia de Mesmer en ser valorado por los hombres de ciencia de

su tiempo como un científico de buena fe, duplicaba la insistencia de los hipocondríacos en ser

valorados por los doctores como pacientes de buena fe.

El deseo de Mesmer de tener una audiencia en la corte científica logró que le fuera

finalmente concedida en 1784. El 12 de marzo de ese año, Luis XVI asignó una comisión que

investigara el magnetismo animal para la Academia de Ciencias. Acaso porque la clínica de

Mesmer tenía demasiados pacientes, o quizá porque tal comisión quería evitar tratos con Mesmer, o

tal vez por otras razones, los investigadores fueron llevados al hospital magnético especial

establecido por Charles D’Elson, el discípulo predilecto de Mesmer.

Los miembros de la comisión presentaron una impresionante lista de nombres. Entre ellos se

contaba Antonie Lavoisier, el famoso químico que habría de perder la cabeza en la guillotina; Jean

Sylvan Bailly, el alcalde de París, astrónomo y estadista que también perecería bajo la cuchilla de la

máquina infernal; Joseph Ignace Guillotin, físico inmortalizado por sus grandes contribuciones a la

eutanasia y la tanatología; y por fin, Benjamín Franklin, quien entonces contaba 78 años, era

embajador de los E. U. en Francia y encabezaba la comisión.

¿Qué debía determinar la comisión? ¿Cómo comprendían los miembros su propia tarea?

Baillo recordó a sus colegas desde un principio que debían “limitarse a las pruebas físicas”. Se

trataba, pues, de buscar influencias magnéticas en el tratamiento mesmeriano, y por supuesto no

encontraron ninguna. Pero esa manera de plantear la cuestión era demasiado sencilla para

aquellos que se encontraban entonces envueltos en la locura mesmeriana… De aquí que Goldsmith

especialmente se queje que “la investigación de la comisión sobre el magnetismo animal fue

totalmente materialista. Por eso aquellos científicos no llegaron a ser descubridores de la psicología

moderna”. De hecho, fue a la inversa. Podríamos invertir el punto de vista de Goldsmith sobre la

tarea de la comisión y decir que los contemporáneos científicos de Mesmer descubrieron que no

sólo el mesmerismo sino que la psicología moderna eran ciencias falsas. La tarea de la comisión era

“saber si el ‘fluido universal’ de Mesmer existía y, de ser así, si podía percibirse a través de los

sentidos.¿Podía olerse o degustarse?”

[La comisión] Respondieron fría y correctamente, que muchos de los pacientes curados por

los mesmerianos no estaban realmente enfermos y que muchos se curaban por tratamientos

magnéticos falsos, ¡igual que se hubieran curado por tratamientos magnéticos reales! Vale la pena

mencionar algunos experimentos de la comisión. En uno de ellos, escogieron pacientes que estaban

“realmente enfermos… y eran de las clases más bajas”. Entre los pacientes había una mujer

asmática, “la viuda Saint-Arman… que tenía el vientre, las piernas y los muslos hinchados”; otra era

la “señora Anseaume, quien tenía una hinchazón en el muslo”. Ninguna de las dos resultó afectada

por el tratamiento de Mesmer. Un infante de 6 años que tenía tuberculosis tampoco se curó. La

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comisión realizó también el experimento inverso, curando a los pacientes con un falso

magnetizador. Una de las personas de la comisión fingido ser D’Elson ante una mujer que tenía los

ojos vendados. Inmediatamente cayó en una crisis mesmeriana.

En consecuencia, la comisión no tuvo ninguna dificultad en concluir que las pretensiones

científicas de Mesmer eran charlatanería. En su informe final, fechado el 11 de agosto de 1784,

escribieron: “La comisión ha encontrado que este fluido no actúa sobre los comisionados ni sobre los

pacientes sometidos a él… Finalmente se ha demostrado por medio de experimentos decisivos que

la imaginación, además del magnetismo, produce convulsiones, y que el magnetismo sin

imaginación no produce nada”.

Sin duda esta conclusión corresponde al mejor espíritu del empirismo científico. Hasta donde

la psicoterapia moderna pueda rastrear sus antecedentes en el mesmerismo, está rastreando una

falsedad certificada. Incluso la comisión llegó a declarar en un aforismo francés: “L’imagination fair

tout; le magnetismo nule” (la imaginación lo hace todo; el magnetismo nada).

Sin duda resulta irónico que, mientras los protagonistas del tratamiento mesmeriano

pretendían falsamente que era una curación física, sus críticos entendieron perfectamente que era

una cura psicológica y no le quitaron su valor como tal. “En la referente al tan comentado

magnetismo animal”, observó Benjamín Franklin, “debo dudar de su existencia… Temo que la

esperanza en las grandes ventajas de este nuevo método de tratar la enfermedad se reduzca a

una ilusión. Sin embargo, esta ilusión puede ser útil en algunos casos mientras dure”.

El desastre de Mesmer ocurrió en 1784 cuando la comisión designada por el rey condenó su

método como falsario y se agravó a principios de 1785, cuando sus propios lugartenientes se

rebelaron contra él…

Pronto Mesmer abandonó París, de la misma manera que había dejado Viena. Había

popularizado una nueva imagen y una retórica, pero no sabía que en ello residía su propia

pretensión a la fama. Creía haber descubierto el magnetismo animal en el mismo sentido que

decimos que Lavoisier descubrió el oxígeno. La misma confusión y disyunción –entre el hecho y la

retórica– que ha caracterizado desde entonces la historia de la psiquiatría y la psicoterapia.

[Transcrito y resumido aquí sin autorización de, Thomas Szasz, El mito de la psicoterapia, La red de Jonás, Premiá

Editores, México, 1985, pp. 55-74] [Nota del Editor: Es obvio que no es necesario justificar la inclusión de este artículo en esta Edición; basta con ver

los anuncios en revistas y periódicos ofreciendo un sinnúmero de curaciones a través de hipnosis “ericksoniana” y de la otra.]