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Acerca de la obra de Luis Jiménez de Asúa

Prueba indiciaria en el Código de Procedimiento Penal brasilero y Código de ProcedimientoPenal italiano y su complementación con países europeos y americanos

DOCUMENTOS

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ACERCA DE LA OBRADE LUIS JIMÉNEZ DE ASÚA

Jorge Enrique Valencia

I. APOSTILLAS DEINTRODUCCIÓN

Había querido divulgar de tiempo atrás,en orden cronológico, unas notasbiográficas y otros apuntes sobresa-lientes en redor de la personalidad y lavida pública y privada de la más ex-traordinaria y apasionante figura delderecho penal contemporáneo: Don LuisJiménez de Asúa. La falta de tiempo–quizás la excusa más a la mano de quie-nes nos sentimos incapaces de llevar afeliz término una empresa superior anuestras fuerzas– frustró el empeñoinicial y la ambición del momento.Cuadran estas reflexiones con nuestradesilusión de no lograr imprimir en elquinquenio del aniversario de su muerte,un libro-homenaje que con prólogo deleximio jurista ibérico José MaríaMartínez Val y la ayuda inestimable deldiserto profesor español y discípulosuyo, Manuel de Rivacoba y Rivacoba1,

pacientemente habíamos forjado con laayuda de doctos penalistas de todo elorbe, quehacer que, no obstante nuestraspujas y esmeros, lastimosamente semalogró por razones y circunstanciasque preferimos olvidar. La mayor partede estos trabajos quedaron inéditos.Acaso algún día los ofrezca al mundojurista pese a que algunos autores quetan desinteresadamente colaboraron enla idea, como Mariano Jiménez Huerta,Alfonso Reyes Echandía y WilliamMoreno Brand, ya no nos acompañan.Pero qué mejor ahora, cuando mercedal incentivo personal de ingresar a laAcademia Colombiana de Jurispru-dencia2 nos corresponde presentar un

1. En el sentido figurado que más adelante sedirá.

2. Por motivos de gratitud y correspondencia,quiero rendir aquí un tributo muy especial deafecto y simpatía al doctor Julio E. Rozo Rozoquien de manera tan desinteresada comogenerosa, exagerando mis méritos, que son

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trabajo jurídico a la altura y tradición deeste benemérito establecimiento, tancaro al mundo científico colombiano ya la juridicidad del país, entidad a la quedebe reconocerse cuantas merecidasalabanzas pueden y deben dársele.

No escasean ciertamente en los últimosaños, artículos, notas y ensayos escritospor profesores extranjeros, especial-mente españoles y argentinos, en loscuales se exponen con datos exactos yreales, no exentos de amenidad y do-naire, la vida, el destino y las reali-zaciones humanas e intelectuales delfecundo maestro español cuyo crédito yreputación no terminó con su muerte,pues sabido es que en la existencia delos grandes hombres –y Jiménez de Asúalo fue en el sentido amplio y lato de laexpresión– se perpetúa el resplandor desu carácter vital en inacabable evolucióny procesión de ideas. La leyenda, talcomo fue hoy y será mañana, es partede la vida que se apaga, como emo-cionadamente un escritor españolescribió (Salvador de Madariaga).

Desconozco si en mi país alguna plumajurista haya escrito sobre el maestro ysu obra. De verdad, no lo sé. En todocaso y creyendo que tenga algunautilidad evocar y hacer conocer facetasno muy conocidas de su vida, cumplocon mi ilusión de otros tiempos. Y comolos datos positivos son los que cuentan,diremos que en la elaboración de estaslíneas seguimos muy de cerca tanto lasanotaciones y apuntes personales

redactados por el propio Jiménez deAsúa en la presentación de su inestima-ble obra jurídica como los documentosirrefutables y harto significativospublicados por Martínez Val3, GarcíaPablos de Molina4, De Rivacoba yRivacoba5, y Barbero Santos6, entreotros.

II. EL HOMBRE

Nace don Luis Jiménez de Asúa, enMadrid (Calle de Hortaleza, Nº 84), el19 de junio de 1889. Fue hijo de FelipeJiménez, natural de Toledo y empleadoparticular7 y de María de Los Doloresde Asúa, nacida en Bilbao y ama de casa.

pocos, considera útil mi presencia en laAcademia. Ya se entiende que trataré de noser inferior a las expectativas creadas por minoble amigo.

3. José María Martínez Val. “En el centenario:Luis Jiménez de Asúa (1889-1970)”, Boletíndel Ilustre Colegio de Abogados de Madrid,Nº 4, julio-agosto, 1989, pp. 65 a 74.

4. Antonio García Pablos de Molina. “La figurade don Luis Jiménez de Asúa en la Crimi-nología”, Boletín del Ilustre Colegio deAbogados de Madrid, Nº 4, julio-agosto, 1989,pp. 75 a 81.

5. Manuel de Rivacoba y Rivacoba. “La figurade Jiménez de Asúa en el derecho penal”,Boletín del Ilustre Colegio de Abogados deMadrid, Nº 4, julio-agosto, 1989, pp. 83 a 96.

6. Marino Barbero Santos. “Rememoración dedon Luis Jiménez de Asúa en el centenario desu nacimiento”, Revista Doctrina Penal, Bue-nos Aires, Ediciones Depalma, 1990, Nos 49-52, pp. 23 a 32.

7. Según lo afirma Martínez Val, en la certifica-ción de nacimiento aparece el padre con laprofesión que acaba de decirse. Sin embargo,parece “que fue uno de los primeros intro-ductores en España de las agencias matrimo-niales, a cuya operación destinaba sus trabajospor lo menos años después, cuando ya los hijosestudiaban carreras universitarias” (“En elCentenario...”, cit., p. 66). De otro parecer esBarbero Santos quién testifica que su padreToledano, fue procurador de los Tribunales(Doctrina penal, Cit., p. 24, 1990).

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Entre sus hermanos sobresalió Felipe,médico egresado de la misma AlmaMater, Universidad Central de Madrid,quien con disciplina y brillantez alcanzóel doctorado y regentó la cátedra enmedicina.

Nada sabemos de sus estudios primarios.Se conoce, en cambio, con certeza yautenticidad que estudió el bachilleratoen el Instituto llamado, entonces, Gene-ral y Técnico “Cardenal Cisneros”,situado a espaldas del edificio de laUniversidad en la Calle de los Reyes,escuela que poseía una planta excep-cional de profesores, quienes se dis-tinguieron por su elevada preparaciónintelectual y pedagógica. AseveraMartínez Val que durante su perma-nencia en dicho claustro sus notas fueron15 sobresalientes, siete notables y sieteaprobadas. Alcanzó su título de bachillerel 30 de junio de 1905, bien que no retiróel cartón correspondiente hasta el 19 demayo de 1906.

III. SUS ESTUDIOSUNIVERSITARIOS

Vivía muy cerca de la universidad, ini-cialmente en las calles de Fuencarral, 24,y más adelante en Barbieri, 5-2 piso 3.Tal vez tenga razón Martínez Val cuandomanifiesta que dado el empleo modestode su progenitor, tuviera la necesidad detrabajar para ayudar a las cargasfamiliares, asistiendo poco a sus clasesy al cumplimiento de sus deberesacadémicos, situación que se agravó conla muerte de aquél, acaecida el 2 defebrero de 1908, cuando Jiménez deAsúa apenas contaba con 18 años deedad.

Comenzó sus estudios de derecho en elcurso preparatorio l905-l906 y losterminó en el curso l908-l909 tanto enla Academia Politécnica Matritensecomo en la Universidad Central. Constaen su matrícula que fue un estudiante “nooficial”, esto es, que asistió de maneralibre a clases, como se estilaba decir enaquella época. Recuérdese que al ladode los estudiantes debidamente matri-culados (“estudiantes oficiales”) y almargen de las enseñanzas universitarias,subsistía en España otra matrículallamada “libre”, cuyos escolares estabanpor lo regular ausentes de las aulas perosus exámenes exigían pruebas serias desuficiencia y precisión, no obstante elimperfectísimo plan de estudios de laépoca. Evoca el propio Asúa que encumplimiento de lo legislado, los alum-nos de enseñanza no oficial tenían queresolver, en el acto de examen, un casopráctico que el Tribunal les presentaba8.Por cierto que tal condición no fueobstáculo para que alcanzara las mejorescalificaciones académicas y para que ensu momento se le discerniera el títulomás que merecido de Presidente Hono-rario de la Asociación Oficial deEstudiantes de Derecho por su afán in-superable para unir los dos elementos oejes que forman la universidad: profe-sores y discípulos.

Del archivo de la Universidad Com-plutense de Madrid –continuadora de laUniversidad Central– el profesorMartínez Val, con la meticulosidad quelo caracteriza y tras paciente esfuerzo,ha rescatado las calificaciones de su

8. Cfr., Programa de Derecho Penal, Madrid,Librería General de Victoriano Suárez, 1917,p. 25.

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expediente universitario, que bien valela pena recordar:

Debieron darle opción –agrega el autorcitado– a presentarse a pruebas deMatrícula de Honor, porque le aparece

Curso Asignaturas Calificación

1905 -1906 Lengua y literatura española..... NotableLógica fundamental.................. AprobadoHistoria de España.................... Sobresaliente, con

Matrícula de Honor.

1906-1907 Economía política.................... NotableDerecho político...................... Notable

1907-1908 Historia general del derecho.......... AprobadoDerecho administrativo................. NotableDerecho penal................................ Sobresaliente, M. H.Derecho internacional público....... M. H.Derecho canónico ......................... AprobadoHacienda pública........................... Notable y M. H.

1908-1909 Derecho civil, 1º ........................... SobresalienteDerecho civil, 2º ........................... AprobadoProcedimientos judiciales.............. NotableDerecho internacional privado ..... Sobresaliente, y M. H.Práctica forense ............................ M. H.Derecho mercantil ........................ Sobresaliente y M. H.

Notable (M. H., en septiembre)

conferida también, en estas materias, enla convocatoria de exámenes ordinariosdel mes de junio.

Los exámenes escritos para alcanzar lalicenciatura en derecho, trataron sobredos materias diferentes desarrolladas encuatro folios que se conservan en suexpediente académico, mereciendo lanota de sobresaliente, el día 23 deoctubre de 1909. Tiempo después –30de septiembre de 1911– y entre quienesobtuvieron tan señalado galardónacadémico, alcanza el Premio Extraor-dinario de tal grado desarrollando lasiguiente cuestión que evacuó por

escrito: “La justicia y la caridad en laguerra. Valor de los Tratados en arbitraje.De la regulación, de la declaración yejecución de la guerra. De las Confe-rencias de la Paz, de la celebrada recien-temente en Londres y de los acuerdosde la Comisión Permanente de La Haya”,asunto que desarrolló en ocho folios(anverso y reverso). Apunta Martínez Val–quién tuvo la oportunidad de examinarel trabajo– que en su firme caligrafía “nose observa ninguna tachadura ni

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enmienda”, destacándose “su letra firmey su estilo claro y conciso”9. Obtuvo asíel título de licenciado en derecho, conmáxima nota, el 11 de octubre de l911.

Coetáneamente adelantaba las asigna-turas pertinentes al grado máximo dedoctor. Evoquemos sus calificaciones:

Curso Asignaturas Calificación

1909-1910 Historia del derecho internacional...... Sobresaliente, y M. H.Legislación comparada....................... Sobresaliente, y M. H.Historia de la literatura jurídica.......... Sobresaliente, y M. H.Estudios superiores de derecho penaly antropología criminal....................... Notable, sobresaliente

y M. H.

Obtenida la licenciatura a los 22 años, yacuciado por sus tíos, hermanos de sumadre, que no habían cursado profesiónliberal alguna para que ingresara en unpuesto de inmediato rendimiento –Judi-catura, Abogacía del Estado, etc.– todavez que la economía doméstica eraapurada, conciliando el deber con eldeseo, entró como docente en unaAcademia de Derecho –de las tantas quepululaban como centros privados–(concretamente la Academia PolitécnicaMatritense, que dirigía don IsidroNavarro) con el objeto de “preparar a losjóvenes ricos a fin de que salieran bo-yantes en las pruebas de los exámenesde leyes”, como él mismo lo admite yreconoce. En los cursos de 1909 y 1910trabajó en esta labor ocho horas diarias,más las cuatro o cinco que destinaba apreparar tales lecciones. Afirma el propioJiménez de Asúa que tal ocupación lefue provechosa en alta escala y que enlos años sucesivos su tarea en la aca-demia fue infinitamente menor, puestoque lo fundamental de su esfuerzo lodestinó a la preparación de su tesis paraalcanzar el título de doctor.

Anhelando ser catedrático de derechopenal –una de sus vocaciones másmarcadas y sentidas de su existencia, laotra fue la de ser penalista– debía obtenerprimero el grado de doctor y paraalcanzar esta dignidad le era necesarioredactar una memoria doctoral. Trashaber leído algunas obras de autoresfranceses (recuérdese que desde niñoJiménez de Asúa conocía el francésbastante bien, y de joven traducía sindificultad el italiano y leía el alemán),eligió un tema que trataba sobre lasentencia indeterminada, entonces deexcepcional novedad, y a finales de 1911comenzó su tarea. Después de unaímproba labor, leyendo y consultandolibros y libros, fijándose no sólo en sucontenido sino en el estilo y en suapariencia formal, haciendo aquí y allí,de manera autodidacta, “papeletas”,“fichas”, “notas” y “apuntes”, logrófinalmente consolidar el trabajopropuesto que si bien penoso al principio–como él mismo lo destaca– le procuródespués indecibles goces. Al terminar elaño de l9l2 estaba la labor concluida ycomo tal la presentó a las autoridadesacadémicas, el l5 de enero de l9l3, titu-lándola El sistema de penas determinado9. En el Centenario..., Cit., p. 67.

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a posteriori en la ciencia y en la vida,comenzada a escribir a los 22 años. Nosrecuerda Martínez Val que en el archivouniversitario ya citado se encuentra eloriginal mecanografiado, en 4l9 cuar-tillas, a doble espacio, obra muy distintaa la monografía que en ese mismo añopublicó con el título de La sentenciaindeterminada, traducida a variosidiomas, bien que conserva el ideario ylas consideraciones esenciales de suescrito original10.

El tribunal llamado para calificar la me-moria doctoral fue integrado por losdoctores José María Valdez (Presidente),Cuevas Palacio, Quintiliano Saldaña,Antonio Goicoechea y García Martínez.Se realizó el examen de grado el día 28de febrero de 1913, con la máximacalificación, magna cum laude. ApuntaMartínez Val

que aún tardó unos años en sacarel título de Doctor en derecho, nosin antes pedir, mediante ins-tancia que también se conserva,dirigida al Ilustrísimo SeñorSubsecretario de InstrucciónPública y Bellas Artes, ser dis-pensado de asistir a la ceremoniaritual de investidura (instancia defecha 30 de mayo de 1918). Eltítulo de doctor en derecho se leextiende con fecha 5 de abril de1918 y se le entrega el día 27 deseptiembre de 191811.

La Casa Editorial Reus de Madrid –enafortunado momento– accedió a impri-mir su obra en 1913 (cuya reimpresión

se hizo por “TEA”, Tipográfica EditoraArgentina, en 1948), abonándole lacantidad de setecientas pesetas comoderechos de autor. Escribió el proemiodon Constancio Bernaldo de Quirós(1873-1959), al que conoció personal-mente en 1913 y del que dice afectuosa-mente Jiménez de Asúa, inclinó, con suspáginas brillantes, su dedicación alderecho penal. El prologuista ha contadoen el prefacio de la tesis que al verlo lesobrecogió una “instantánea ilusión deautocospia”, contemplándose a sí mismoquince años antes, sin que dejemos deevocar que su decisivo y contundenteinforme inclinó, en su momento, a laJunta de Ampliación de Estudios, adiscernir a favor suyo una beca paraestudiar en el extranjero. Por cierto queemocionadamente evoca Asúa que fuesu discípulo al través de la distancia,leyendo su libro –tan perfecto en suépoca– Las nuevas teorías de la crimi-nalidad (Madrid, 1ª ed., l898) que losedujo e ilusionó hasta el extremo dehaber sido decisivo en su vocaciónpenalista. Tanto que su huella le dejó “enaquellos años de la veintena de la vida”rasgos imperecederos del que fue y será,por siempre, su maestro. Y no está demás hacer memoria del remate delprologuista, tanto por su elegantísimoestilo como por la clarividencia querepresentaban, en aquel momento, laspalabras de uno de los grandes crimi-nólogos de España:

...El prólogo queda terminado.

Ahora, si el hecho de prologar eltrabajo de un escritor novelequivale –¡Oh Nuestro SeñorDon Quijote!– a la grande y con-movedora ceremonia de armar un

10. Cfr., En el Centenario..., Cit., p. 67.11. Ibid., p. 112.

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caballero, yo, que al campo salísin que nadie me prologara y quellevo ya en él largos años deandanzas, me vuelvo hacia elautor de este libro y le digo:

–Bien venido seáis, oh novel ca-ballero, que empezáis con trabajode tal monta. Combatid siempre,día tras día, por la verdad y porel derecho, por las cosas noblesy hermosas que hacen adorablela dura vida. Poco os importe eléxito que administran tantasfuerzas enemigas. Pero mere-cedle para vos y para todos losbuenos...

Es de anotar, como algo verdaderamentecurioso, que fue a Pedro DoradoMontero (1861-1919) a quien inicial-mente se le pidió prologar La sentenciaindeterminada, habiendo éste rehusadoa la satisfacción de aquel llamado,aunque justo es reconocer que la suso-mentada solicitud provino espon-táneamente del editor y no del propioJiménez de Asúa. Como el apuntehistórico merece ser más ampliamentedivulgado en toda su íntima extensión,bien está que transcribamos con su sellode autenticidad, la página más necesariadel escrito de Barbero Santos:

...El 19 de junio de 1913,Martínez Reus (de la Casa Edi-torial Reus, fundada en 1852,según reza el membrete) escribea don Pedro Dorado:

“Mi querido amigo: Tengo enprensa un libro titulado La sen-tencia indeterminada o sistemasde penas determinadas a poste-

riori, del Sr. Jiménez de Asúa ysería muy de mi agrado que porsu dominio en esta cuestión,donde ha realizado trabajos degrandísima importancia, ayudaraa presentar este libro de un jovende indiscutible mérito, para el quesolicito un prólogo de verdaderaimportancia. Caso de que estu-viera conforme, le enviaré lascapillas según vayan tirándosepara su lectura, con el fin de ganartiempo.

Bien sé que esta labor, no limitán-dose a un trabajo superficial,requiere gran pérdida de tiempo,y por ello he de indicarle que paraeste valioso trabajo, que sería suopinión científica en tan impor-tante materia, regirían por la pro-piedad del original iguales con-diciones que las establecidas parasus producciones originales (50pesetas cada pliego). La exten-sión podría ser de dos o trespliegos”.

Dorado responde, con observa-ciones de contenido económicoy de desvaloración de su trabajo,ya que Martínez Reus en nuevacarta del 28 de junio se extiendeen consideraciones como las quereproduzco:

No tengo inconveniente enabonar a 50 ptas. cada pliego ycomo transacción que el prólogose extienda a cuatro pliegos, osea, un total de 200 ptas., trasconfesar que se había dirigido aél “por su mayor autoridadcientífica”.

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Esta vez sí se conoce el contenidode la respuesta, por una notamanuscrita: “Contesto el 30 ydigo entre otras cosas: mis es-critos voy viendo que valen pocoa los ojos de Vd., pero me consu-men mucha energía. Tendrá Vd.colaboradores a porrillo y ofertasa montones, pero no todos gra-tuitos; casos hay en que paga a80 ptas. el pliego. Por esta dife-rencia de tratamiento no puedomenos de pensar que mis publica-ciones han de tener poco valor ypoca aceptación...”.

Con inaudita rapidez, MartínezReus escribe, el 2 de julio, nuevay última carta a Dorado aNovacarros. De ella son estospárrafos:

“Recibo su carta que me disgustamucho, porque veo da a mispalabras una interpretación muydiferente de la idea con que sonescritas. No deseo que nadietrabaje gratis, ni pretendo pu-blicar nunca tiradas aparte de sutrabajo sin reconocerle algunaventaja. Ahora bien, lo que nopuedo es abonar las cantidadeselevadas que solicita por trabajosque su venta no lo consiente. Noobstante, es la primera persona(subrayado) a quien de nuestrospenalistas he ofrecido la redac-ción del prólogo, prueba bienevidente de que considero suopinión como de indiscutible ypreferente mérito. Esto significaque cuando tengo deseos decomplacer personalmente a unautor amigo he acudido a Vd.

como colaborador preferido”.Añade a continuación que él yCosta son los que perciben ma-yores honorarios, que reconoce“su inmenso prestigio y autoridaden la ciencia penal” y que noacudirá a “esos muchos cola-boradores a que Vd. alude, hastatener su resolución definitiva”.

“La resolución definitiva la cono-cemos: Bernaldo de Quirósescribió las líneas proemiales deLa sentencia indeterminada. Aúnmás, intervino decisivamente enla concesión a Asúa de la pensiónde la Junta de Ampliación deEstudios, que le permitió rela-cionarse en Europa con algunosde los más importantes penalistasde la época: Garson, Gautier,Hafter, Thyren y Liszt, en París,Ginebra, Zurich, Lund y Berlín.El período más fecundo de suformación científica. De ellosserá Liszt, junto con Ferri, lospenalistas no españoles a quienesmás deba...”12.

IV. EL DOCTORADO

En el doctorado, entre otros, fue suprofesor don Quintiliano Saldaña quienilustró la cátedra de antropología crimi-nal y estudios superiores de derecho pe-nal, en la Universidad de Madrid, a quienafectuosamente dedicó su tesis doctoraly quien en su momento le proclamó lamás prometedora esperanza de lajuventud de su tiempo13. Mantuvo, al

12. Barbero Santos, Op. Cit., pp. 27 y 28.

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menos en los comienzos de su relación,una cordial amistad con su maestro –re-cuérdese que uno y otro fueron discí-pulos de Franz von Liszt– al punto detraducir entrambos, al español, el tratadodel sabio profesor alemán (1851-1919),en tres tomos, publicados por laBiblioteca Jurídica de Autores Españolesy Extranjeros14 .

Pero ¿en verdad fue discípulo deSaldaña? Destaquemos de nuevo laspalabras de Barbero:

...En escritos de sus primerosaños Asúa lo tuvo por maestro.En el estudio “Trabajos deDerecho Penal”, que publicó enoctubre de 1917, en la RevistaFilosofía y Letras, dos veces lodenominó así. Encargado en1915 de las clases prácticas deantropología criminal por mimaestro Saldaña –escribe–intenté el sistema de redacción ycontroversia de memoria. Losúltimos días de aquel curso –ter-minada la discusión de estas– losdediqué a conocer algunasnociones de policía e investiga-ción judiciales. Imitando a mimaestro Saldaña –añadiría denuevo–, que en el curso de 1911-1912 practicó atrayentes expe-

riencias sobre psicología del tes-timonio, elegí esta materia comoobjeto más especial de aquellasprácticas. Y después de explicarcómo se desarrollaban, termi-naba: Mis modestas experienciasconfirmaron –como las que conmás autoridad han realizadoClaparéde, en Suiza, Liszt, enAlemania, Gross, en Austria, ySaldaña, entre nosotros– lafalibilidad del testimoniohumano...15.

Todo parece indicar que a los inicios deldoctorado y en los primeros años de sucarrera docente, don Quintiliano alentóy estimuló las inquietudes y ansias desaber de su aventajado alumno. Porradicales disensiones se alejó y distanciómás tarde de Saldaña, con quien, deverdad, y por decirlo de una vez, nadalo unía: ni ideas, ni estilos, ni prin-cipios16. Inicialmente le criticó su“desmedido anhelo de originalidad quelo llevó a ensayar diversas posicionesdoctrinales”, y años después escribió

13. Afirma el propio Asúa que la gente de Ma-drid era bastante burlona y que aguantó pordoquier pullas y mofas cuando a donQuintiliano se le ocurrió decir –al hacer labibliografía penal española en las adicionesal Tratado de Von Liszt– que él era “la máshenchida ” o la “más fecunda” “esperanza dela juventud” de aquel tiempo.

14. En rigor, Saldaña tradujo el tomo I; Jiménezde Asúa los restantes.

15. Barbero Santos, Op. Cit., p. 24.16. Aunque el antecedente es poco conocido, vale

la pena echar en cara el hecho de que se tratay que proviene de la propia pluma de don Luis.Lo que acaso justifique el principio del fin dela amistad entre estos dos insignes hombres.En alguna aportunidad Asúa, muy joven aún,acaso tendría 25 años, defendió, con razón osin ella, a don Quintiliano de algunos ataquesde un crítico de salón, de cortos méritos, enre-dando su pluma con él. El asunto pasó amayores y el personaje, abogado criminalista,por más señas, le envió padrinos para que elincidente se decidiera en el terreno del honor.No aceptó don Luis, al menos en principio, laprovocación, recibiendo toda clase de elogiosy aplausos por su actitud, aunque todo pareceindicar que Asúa le solicitó a Saldaña que loapadrinara en tal trance, a lo cual éste

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duras frases contra él acusándolo detener grandes ambiciones, enrostrándoleademás que en su afán de producirasombro no vaciló en atacar a los másprestigiosos intelectuales de la época. Enla misma línea ofensiva afirma que “susproducciones se resienten de falta deexactitud en los datos o de ilustracióngeneral en materias que no eranpropiamente penales”. Apenas si le con-cede el mérito –y es mucho– por acu-mular materiales y traer a España elviento de la modernidad “en momentosen que en el derecho penal no había másque figuras adocenadas y libros vul-gares”. De todas maneras, no puedenegarse la relación de aquel magisterio,aun cuando debe reconocerse que elmaestro estuvo muy por debajo de lagenialidad de su alumno.

También fue su profesor en el doctorado,en 1911, don Leopoldo Palacios17, titu-lar de la clase de Derecho penal, que alparecer poca cosa, por no decir nada,transmitió a sus oyentes en el aprendizajede una materia tan dominante en la

carrera de leyes como la nuestra. De susistema superficial y ligero relata el yacitado catedrático de derecho penal dela Universidad Complutense de Madrid,el siguiente episodio que pinta de cuerpoentero al maestro y la enseñanza de laépoca:

...Antón Oneca me contaba quePalacios –quien también fue pro-fesor suyo, por haber estudiadoen Madrid– aparecía en clase alas 9 de la mañana con chaqué ycorbata blanca. Utilizaba el mé-todo “socrático”, que consistía enordenar al alumno: “lea Vd. talartículo”, y en preguntarle acontinuación: “¿Qué opina Vd.de él?”. Por ser institucionistapuro no examinaba, otorgando ensu disciplina las mismas califica-ciones obtenidas en derechopolítico. Cuando el 11 de febrerode 1982 intervine en el Paraninfode la Universidad de Salamancaen la sesión necrológica en home-naje al profesor Antón Oneca,manifesté que puede asegurarsesin temor a errar que Palacios nodeterminó en absoluto la ulteriorinclinación de Antón Oneca porlas ciencias penales. Estimo queidéntica aseveración es aplicablerespecto de don Luis...18.

valientemente se negó. En palabras del propioAsúa, aquél le confesó que sólo era “lucidoser intermediario en duelos de personajes: ungeneral, un diputado, un ministro... y no deun joven ayudante de cátedra de unaUniversidad, que no tenía más nombre... queel de pila, ni más apellidos que el paterno ymaterno” (Lombroso, Cuadernos de derechoy ciencias sociales, Buenos Aires, Edit. Perrot,1960, p. 10). Y no es cosa de pura adivinaciónsuponer, y creo que supongo bien, que ante laactitud destemplada de Saldaña, Jiménez deAsúa hubiera cancelado de por vida susrelaciones de amistad o de otro orden, comolo demuestran sus actitudes posteriores deacritud y desabrimiento contra él, bastantesclaras, sin duda alguna.

17. Oscuro institucionalista le llama Barbero(ciertamente pertenecía a la Institución Librede enseñanza que Francisco Giner de los Ríos

había fundado y que el grupo católico detes-taba a más no poder), aunque hay que reco-nocer que el propio Jiménez de Asúa afirmaque con mala fortuna y seria preparaciónperdió las oposiciones que se hicieron en elaño de 1912 para proveer, en la Universidadde Madrid, “La Cátedra de AntropologíaCriminal y Estudios Superiores de DerechoPenal”, que le fue otorgada a Saldaña. Al pare-cer la política no estuvo del todo eliminadade aquella contienda académica.

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195Acerca de la obra de Luis Jiménez de Asúa

Acerca de los buenos señores que poraquel período servían en España comocatedráticos, la penetrante pluma deOssorio y Gallardo, con lenguaje expre-sivo e intenciones más íntimas, retrataadmirablemente la época y toda la hu-mana envoltura de aquellos severosacadémicos, y no todo a cuenta de laimaginación. Aquí sus observaciones:

Ingresé luego en la Universidady presencié qué cosas: ¡QuéFacultad de Derecho! El marquésde la Merced no iba casi nunca,pero en cambio el marqués delVadillo faltaba casi siempre.Cueva Palacio era un asturianoque no sabía decir dos palabrasseguidas y nos hacía reír a carca-jadas con su torpeza. Don JoséValdés, con voz aflautada, dispa-rataba en derecho penal. DonTomás Montejo nos hacía dormircon su voz ronca y cansina a lahora de la siesta. Torres Aguilarestaba loco, Retortillo era jo-cundo sólo con verle andar. Úni-camente eran respetables donAugusto Comas (derecho civil),don Faustino Álvarez delManzano (derecho mercantil) yDon Vicente Santa María deParedes (derecho político), donAugusto Comas era el más ama-ble y comunicativo”. Terminandoesta semblanza con la siguienteanédocta:

¿Qué remedio le queda al menora quien su padre no da permisopara contraer matrimonio?

Ninguno lo sabíamos, y él senten-ciaba:

¡Fastidiarse!

Con lo cual aprendimos más quecon media hora de explicacionestécnicas19.

Adviértase por el contexto de esta rela-ción, sin importar épocas ni distancias,que los destinos por acá no marchanmucho mejor. Doy que la mitad, y no sési más de nuestros preceptores ydirectivos, son de esta clase. En esto,como en otras muchas cosas, losabogados-profesores, los de verdad,tienen un carácter superior que losdistingue y hace distinguir de otrosarrimones que al igual que las plantasparásitas obedecen a las leyes necesariasde la existencia corporal. Esta es unaestultez que nunca entenderemos.Mucho sentimos haber de decir la verdaden la Colombia del día, pero alguien–llevado por el deseo de que las cosasmejoren y se empleen como debe ser–tiene que comenzar a glosarlas en ordena mejorar el inventario de nuestrascostumbres académicas que optimista-mente llamaremos regulares a falta decalificativo mejor. Mas todo lo dicho porel escritor español es nada en compa-ración con algunos sabios y lumbrerasdel medio judicial que jamás dudan nivacilan pues que la ciencia del derechopenal no guarda secretos para ellos y deotros sublimes ingenios que se creendueños de los secretos de la piedrafilosofal, por lo cual reciben, como

18. Barbero Santos, Op. Cit., pp. 24 y 25.19. Angel Osorio y Gallardo. Mis memorias, Bue-

nos Aires, Edit. Losada, 1946, pp. 15 y 16.

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196 Jorge Enrique Valencia

manjar repetido, laureles, honores ypalmas como justo homenaje a losescalones más altos de nuestra civiliza-ción jurídica, lo que excita la risa de labuena comedia. Démonos la enhora-buena por habernos jubilado y haberconcluido de ver tales espectáculos.

V. SUS AUTÉNTICOSMAESTROS

Por encima de todo admiró a dos grandesmaestros ibéricos de quienes se ufanabahaber sido su discípulo, bien que jamásrecibió de ellos enseñanza alguna: PedroDorado Montero, sin disputa posible, elprimer penalista español de su época alque jamás conoció y quien rigiera lacátedra salmantina de derecho penaldesde 1892 hasta su muerte, tras largaenfermedad, el 15 de marzo de 1919, enNavacarros, pueblo que le vio nacer, yConstancio Bernaldo de Quirós, elprologuista de su tesis y una autoridaden los asuntos criminólogos de quien dijoque fue y será por siempre su maestro.Del primero, con quien se escribió con-tadas veces (dos cartas en 1916 y laúltima en 1918), escribió:

...Como maestro le miré siempre,aunque fue mi director lejano ydesconocido. Sus libros me hanadoctrinado con potente lumino-sidad y sus páginas me hanprocurado inspiración y guía...;

afirmando, además, que fue “el discípuloque nunca estrechó su mano y queaprendió en sus libros”.

Del segundo, ya octogenario, subrayócon reverencia suma a raíz de su muerteacaecida en México, el 11 de agosto de

1959, en la necrología compuesta parael momento, en 1963, lo siguiente:

El maestro.

“De tal palo tal astilla”, dice elrefrán español. Habiendo tenidocomo maestro a don FranciscoGiner, debía serlo él mismo. Lofue de muchos alumnos allá enEspaña empezando como pro-fesor de la Institución Libre deEnseñanza, cuando sólo teníaveinticinco años, y, en la épocade nuestra República, explicócriminología en el Instituto deEstudios Penales, cuya formaprimera había sido la ‘Escuela’que fundó Salillas en la ‘CarcelModelo’ para adoctrinar al per-sonal penitenciario. Fue luegocatedrático de criminología en laUniversidad de la RepúblicaDominicana, y después enMéxico, tanto en la UniversidadNacional Autónoma, como en elInstituto Técnico de Policía, cuyadirección ejerció. También hizooír su voz docente en Jalapa y enLa Habana. Cuantas veces estuveen la magnífica capital mexicana,y le visité en su morada tanaustera, hube de hallarle rodeadode discípulos mexicanos, jó-venes, que, como HernándezBazán, trabajaban en su casa lastesis doctorales, la juventuddocente de la Universidad deMéxico, como su casi homónimoQuirós Cuarón, Porte Petit,Franco Guzmán, FernándezDoblado, le miraban como men-tor de tanto saber como con-ciencia.

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197Acerca de la obra de Luis Jiménez de Asúa

Por estar rodeado de jóvenes seprolongó su lozanía. A pesar desus ochenta y cinco años, suinteligencia y su memoria, de lasque ya he hablado, eran felices.No contaba su edad por invier-nos, sino por granados veranossiempre opíparos de frutos.

De todos esos discípulos uno lerecuerda ahora y con plumatemblorosa por el dolor de ha-berle perdido, traza estas líneas,arrasados los ojos. Ante mí selevanta la pequeña figura de donConstancio Bernaldo de Quirós,tal cual le conocí en 1913 al visi-tarle en aquel local de la Junta deAmpliación de Estudios parapedirle que prologara mi tesisdoctoral. Él mismo ha contado ensu prefacio que, al verme, lesobrecogió una “instantáneailusión de autoscopia”. Se con-templaba así mismo, quince añosantes, y recordaba aquellas es-trofas de La noche de diciembrede Musset:

Un pauvre enfant vetu de noir.

Et qui me reseemblait comme unfrère.

Me esforcé en parecerme a quienme vio tan semejante a él. ComoBernaldo de Quirós me heafanado en saber, no me haimportado la pobreza, gusto derodearme de discípulos, y si nohe alcanzado su talla, en lo inte-lectual y sacrificado..., no esculpa propia.

Por haber sido un maestro, ensapiencia y en conducta, donConstancio Bernaldo de Quirósno ha muerto. Su cuerpo volvióa la tierra, al polvo, a fecundarcon la materia que sólo se trans-forma, el suelo en que seguiránviviendo cuantos de él des-ciendan. Pero su espíritu sabio,inteligente y bueno es inmortal yse ha de ir transmitiendo a loshijos de la carne y del ánima.Entre estos últimos me honro enfigurar. Acaso –y salvadas– lasdistancias como Carrara lo fue deCarmignani; es decir, sin haberrecibido sus lecciones directas, yaque, por otra parte, cuando yoestudiaba, Bernaldo de Quirós,como él mismo decía en elprólogo a mi tesis doctoral, teníasu vista puesta en “otros paisa-jes”, como el de la reforma so-cial y el de las razas, aunqueluego volvió a los nuestros, aldelito y a la pena, con el mismoentusiasmo que en sus añosmozos. Fui su discípulo a travésde la distancia, leyendo su libroLas nuevas teorías de la crimi-nalidad, que me sedujo hasta elpunto de haber sido decisivo enmi vocación penalista. Tuveluego otros maestros –sobre todoen Suiza y Alemania– pero lahuella que la enseñanza deBernaldo de Quirós me dejó, enaquellos años de la veintena dela vida, ha sido imperecedera.

Por eso ahora, en que él no sehalla entre nosotros, he sentidola imperiosa necesidad de

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evocarle y de poner sobre sutumba lejana, esta ofrenda decuartillas inspiradas por elrecuerdo del que fue y será, porsiempre, mi maestro20.

Es bastante conocido el pensamiento deJiménez de Asúa sobre lo que él entendiópor discipulado. No es discípulo el queaprende una doctrina, arte u oficio bajola dirección de un maestro sino aquél quesigue la opinión de sus doctrinas oenseñanzas aún cuando en sentidoestricto jamás haya escuchado de suslabios una clase o conferencia. No lo espor llamarse maestro sino por seguir sudoctrina, exclamó alguna vez, irónica-mente, al referirse a Cuello Calón, quienhabía sido discípulo de Dorado Monteroen Salamanca21.

VI. SUS VIAJES

En 1913 tenía el novel penalista 24 años,acababa de graduarse de doctor con lanota máxima y a punto de partir comobecario rumbo a las más notables uni-versidades de Europa a perfeccionar susestudios.

Todo un mundo de ilusiones –es-cribe con emotivo acento– seinstalaba ante mí, y adoptaba laforma de una futura e infinitateoría de trabajos y provechosaslecciones. Mis ensueños, quetanto habían criticado mis tíosvascos, comenzaban a hacerserealidad sin dejar aún de seresperanzas22.

A los comienzos de 1914 llega Jiménezde Asúa a Suiza, después de unaactividad algo ficticia en París el añoinmediata-mente anterior. Ciertamentefue breve su paso por la capital deFrancia (otoño de 1913), pero no tantoque no le permitiera empaparse e infor-marse acerca de la marcha de las cienciasjurídico-penales inspiradas en el espíritudel viejo liberalismo. Con todo fuealumno de la Universidad de París, asis-tiendo a los cursos del profesor EmilioGarçon, la más grande autoridad dederecho penal francés de la época. Porcierto que trabó allí amistad con Píodel Río Hortega –médico de la Uni-versidad de Valladolid y destacadodiscípulo de Cajal– una de las figurasmás consagradas y notables de lahistología por su tenaz labor de inves-tigador, sus progresos científicos y susdescubrimientos y métodos en dichaespecialidad. Fue una amistad constante,fervorosa y fraterna, o mejor, de toda unavida. Ya en Suiza estudia por algunosmeses el anteproyecto del Código PenalFederal, preparado por Carlos Stoss –laobra más adelantada de su tiempo y queservía de modelo a otros países como

20. Estudios a la Memoria de don ConstancioBernaldo de Quirós, México, D.F., ImprentaM. León Sánchez, 1960, pp. 110 y 111.

21. Volviendo la vista atrás suministra Barbero undato interesante. Al acusar recibo de una cartaescrita por él a don Luis, fechada a 12 defebrero de 1967, el maestro le manifiesta: “Apesar de lo que dice Antón y lo que en ciertomodo dice Ud., jamás puede considerarse aCuello como discípulo (y subrayaba discípulo)de Dorado. No lo es por llamarle “maestro”,sino por seguir su doctrina, y Cuello, tan tosco,tan poco preocupado del sistema, no puedellamarse discípulo de aquel”. Barbero Santos.Op. Cit., p. 25.

22. Prólogo, La sentencia indeterminada, 2ª ed.,Buenos Aires, 1948, p. 27.

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199Acerca de la obra de Luis Jiménez de Asúa

Alemania y Austria–, donde la comisiónde expertos formada para tal fin tra-bajaba febrilmente para dar a ese paísun estatuto que simplificara al máximosu derecho penal.

Puestos sus ojos en España –así lo dice–emprendió activamente su labor, cir-cunscribiendo su estudio a la parte gene-ral del anteproyecto, no obstante quedebió penetrar en algunos estudios de laparte especial y muy particularmente allibro III, que se ocupa de la aplicacióndel futuro código. Su examen sobre elanteproyecto había concluido. Finaliza-dos sus trabajos en Suiza, la Junta deAmpliación de Estudios le concedió sutraslado a Alemania, otorgándole, endifícil momento, una prórroga de supensión. En Berlín se dio de alta en elSeminario Criminalístico dirigido yalentado por Franz von Liszt, una de lasfiguras más brillantes de la ciencia pe-nal alemana, ahora y acaso siempre. Yfue con el sabio profesor de las uni-versidades de Marburgo (1882) y deBerlín (1899) donde afianzó sus cono-cimientos de derecho penal y formó susconvicciones con inmensas repercu-siones para él. Tal vez tenga razón AntónOneca cuando en afortunado momentodijo que Jiménez de Asúa “fue el re-presentante más firme y genuino enEspaña (‘el más lisztiano’) de la filosofíay pensamiento del fundador de la‘escuela sociológica’ o ‘joven escuela’del derecho penal”.

Ya en Berlín y cuando se entregaba delleno a su quehacer intelectual en elKriminalistiche Institut,estalló la prime-ra guerra mundial. Rápidamente debiósalir de Berlín (agosto 14), abandonandotodas sus notas, apuntes y borradores,

incluso los originales de un “Estudiosobre el anteproyecto del Código PenalSuizo”. En el verano de 1915 regresa aesta ciudad a recoger sus manuscritos,resignándose a entender que su trabajoanterior había quedado algo rezagado,pues que un nuevo anteproyecto habíasustituido al original. Y pese a la monó-tona tarea que implica volver sobreasuntos y temas ya conocidos, debiórehacer todo su estudio acomodándoloa las nuevas circunstancias y a la maneracomo se concebía, en ese momento, elderecho punitivo. Confiesa que sólo elauxilio de los profesores de derechopenal en las Universidades de Ginebra–Alfredo Gautier– y de Lausana –Mer-cier– lograron animarlo a terminar sulabor. Del primero, en particular, guardatanta gratitud y reconocimiento que suobra La unificación del derecho penalen Suiza, publicada en Madrid, en 1916,por Reus, la dedica con especial agra-decimiento a su nombre.

En los últimos días del verano de 1915recorre Asúa las tierras de Suecia, quetan gratamente lo impresionan. Motivofundamental de su viaje era conocerpersonalmente a Johan C. W. Thyren–profesor de derecho penal de laUniversidad de Lund– quien ya en laspostrimetrías de su vida se habíadedicado a la reforma de esta ciencia ycuya obra legislativa y científica se habíaencargado de difundir en España. Elanteproyecto del país –obra de este sabioprofesor sueco– se inspira en lasdoctrinas de la prevención y la defensasocial, aunque en algunos casos, elcriterio clásico represivo surge de modoindudable.

Jiménez de Asúa examina con todo rigory propiedad el proyecto preparatorio

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formulando reparos y un juicio críticode conjunto. Concluye afirmando que esun brillante documento, demostrativo delos progresos que, en el campo de laslegislaciones, van haciendo los nuevosprincipios de la política criminal. Lascensuras y objeciones dirigidas al ante-proyecto aparecen escritas por el maes-tro español, entre febrero y mayo de1916, en un pequeño libro, tituladoEstudio crítico formulado al Antepro-yecto del Código Penal sueco de 1916,seguido del texto completo de la partegeneral del anteproyecto traducido porél directamente del sueco (Madrid, Hijosde Reus Editores, 1917).

VII. SU MAGISTERIO PENAL.EL SEMINARIO Y LOS CASOSPRÁCTICOS

Ante todo y sobre todo, Asúa fue unMaestro inmenso e incomparable muysuperior a todos en su época por su valorpropio, extraordinaria personalidad,señorío intelectual, ejemplaridad de suministerio y prodigiosa e impresionantecultura. En una universidad acorazada ysin poros, llegó un día la sensibilidad yel poder genial del joven profesor azurcir trozos de nuevas ideas y lucesdistintas en el oficio universitario querenovaron las arcaicas estructuras do-centes de la época y sus métodosimperantes, caracterizados por lapasividad del alumnado y sus esquemasmemorísticos, desterrando la desagra-dable presunción de algunos figurones–problema humano por excelencia– deser ellos los solemnísimos dueños de laverdad y la sabiduría legal. Cuentanquienes tuvieron el privilegio de ser susdiscípulos, que la clase diaria dejó de ser

la rutina de una obligación burocráticadesempeñada con tedio para trocarse enverdaderas conferencias preparadasamorosamente con una fe y entusiasmoque transmitía a sus alumnos y des-pertaba en ellos estímulos y vocaciones.En todo caso, algo distinto. MarianoJiménez Huerta, Francisco BlascoFernández de Moreda y Manuel deRivacoba y Rivacoba –que en lo inte-lectual y en lo afectivo siempre mar-charon a la vera de su maestro– asientanen ello.

Liminarmente es de recordar que porinfluencia de Saldaña fue encargado delas clases prácticas de antropologíacriminal en el curso 1915-1916 dando aconocer algunas nociones de policía einvestigación judicial, asignando im-portancia a la experiencia dactiloscó-pica pero especialmente poniendoénfasis al sistema de resolución de casos.Era todo un programa. Desde el 1º deoctubre de 1916 comenzó a explicar–por instrucciones de la Facultad– lacátedra de derecho penal, vacante en laUniversidad de Madrid, por muerte dedon José María Valdez Rubio. El cursose redujo a unos pocos meses de clasepor causa de las largas vacaciones y delas huelgas. Se desempeñó primerocomo profesor auxiliar y desde l918, poroposición, como catedrático numerario,tras una lucha brillante y difícil, ya quetodos sus competidores fueron nume-rosos y calificados, afirmándose así suvocación indeclinable por la educaciónpenal. Y es que entre las múltiples facetasy cualidades inherentes a su recia eingente personalidad, fue la de maestro–con palabras de Jiménez Huerta– la quedominó con más profundas raíces laesencia de su ser, afirmándose su

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vocación por esta enseñanza. No tieneolvido que el l3 de abril de l9l8 elministro de Instrucción Pública de laépoca firmaba el decreto de nombra-miento correspondiente como tal. El tri-bunal fue integrado por García Oviedo,Quintiliano Saldaña, Salcedo y Cadalsoy Bonilla San Martín.

Fueron sus opositores De Benito, AmorNeveiro y Castejón. Enrique de Benitofue profesor de derecho penal en laUniversidad de Valencia, con múltiplestrabajos sobre ciencias penales. Paracitar uno no más: Las orientacionesmodernas del derecho penal. ConstanteAmor Neveiro trabajó seriamente en lascuestiones penales; La ignorancia de laley en derecho penal romano (Santiago,l9l4); El problema de la pena de muertey de sus sustitutivos legales (Madrid,l917) y su Bibliografía de los estudiospenales (Madrid, l918), representan losensayos meritísimos de este autor.Federico Castejón, profesor de derechopenal en Sevilla, fue asimismo un desta-cado y laborioso escritor y magistradodel Tribunal Supremo. Se recuerdan suspublicaciones sobre la Legislación peni-tenciaria española (Madrid, 1914) y suDerecho penal, criminología general yespecial (Madrid, 1931).

Con predisposición tal se consagró, pues,con sus alumnos al estudio práctico delos problemas penales más importantesy más debatidos, inspirándose sus mé-todos en los sistemas de los seminariosalemanes alentados por von Liszt, quiencoleccionaba problemas jurídico-pe-nales para fines universitarios23. Alen-tados por la brillantez del profesor y porel estímulo de sus clases, presentaron

aquéllos, trabajos y memorias de hondocalado jurídico, históricos y doctrinales,los cuales se leían ante sus condiscípulos,iniciándose en seguida la controversia.Esto indicaba –a buen seguro– un es-fuerzo plausible y un entusiasmo noconocido hasta ese momento. Es de re-cordar que las sesiones duraban más dehora y media y se celebraban dos o tresveces por semana, fijándose entre 15 y20 alumnos el número de asistentes.

Para mí –escribió– el únicosistema práctico de enseñanza esel que se ejecuta en los labora-torios y seminarios pues en ellosel discurso oratorio revela suineficacia, y los estudiantes pasande meros espectadores a ele-mentos activos.

Algunos de esos trabajos –nacidos en elMuseo Laboratorio Jurídico– formaronun volumen que bajo el título genéricode Trabajos del Seminario de DerechoPenal dio a la luz la Editorial Reus deMadrid en 1922. Comprende este tomoprimero los siguientes artículos, fuera dela introducción, que pertenece a Jiménezde Asúa: El derecho penal de las par-tidas (Román Riaza); La política socialy la política criminal en las leyes deIndias (Carmelo Viñas); El derecho deasilo eclesiástico en España (FlorencioPorpeta y Clérigo); El hambre comocircunstancia atenuante y el estado denecesidad (Luis Jiménez de Asúa); Eldelito de contagio intersexual y nutricio(Luis Sierra Bermejo).

23. El planteamiento de casos que el alumno debíaresolver, se intentó con éxito en París por elprofesor Emilio Garçon –quien falleció en1922– en sus clases del Certificat de SciencisPenales, sistema creado en 1907.

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Se aspiraba a divulgar con ahincadoempeño una serie de monografías queanualmente recogiera las inquietudes yel noble esfuerzo de la juventud es-tudiosa. Lastimosamente, y pese alacendrado empeño de Asúa y de losinteresados, y que se aguardaban másfavorables tiempos de fortuna, de eseprimer tomo no se pasó.

Añadamos, no más, para no amontonarnombres y nombres, que entre el en-jambre de almas selectas que siguieronsus ideas y su pensamiento durante elperíodo de su docencia en Madrid,descollaron por derecho propio, JoséAntón Oneca, Mariano Jiménez Huerta,Fernández de Moreda, Mariano RuizFunes, José Arturo Rodríguez Muñoz,Manuel López Rey, Juan del Rosal, elpadre Julián Pereda, Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, estos últimos en elcurso de 1926 a 1927, y otros más de lageneración intermedia, quienes por sualto renombre y bien ganada fama depenalistas contribuyeron por decisivomodo a enaltecer la obra y el nombre dedon Luis. No fueron los únicos. JoaquínGarrigues, Benítez de Lugo, IsaíasSánchez Tejerina, Antonio ÁlvarezGarcía Prieto y tantos más recibierontambién las ideas y palabras de unaavanzada orientación. Bien que con unou otro, aquél o éste, existieron en algúnmomento distanciamientos sentimen-tales o de otro orden, por decirlo dealguna manera. Que no nos es posibleescarbar pues todo gesto necesita suinterpretación.

Su vida como docente y catedráticopuede dividirse en tres períodos perfecta-mente definidos y diferenciados. Elprimero arranca desde 1915 y se pro-

longa hasta 1929; el segundo desde 1930a 1936, siempre en la universidad es-pañola, y el tercero y último a partir de1940, ejerciendo su actividad didácticaen muchas de las universidades la-tinoamericanas. En la segunda fasedocente tuvo Asúa que alternar la cátedracon las considerablemente recargadasobligaciones políticas.

Vale la pena recordar que en una diserta-ción pronunciada en la ciudad de Murciael 7 de marzo de 1928, que versaba sobreeugenesia, algún periódico reaccionario(El Debate) dirigió contra él, sin ningunaconsideración, fuertes críticas y razona-mientos nada convincentes a manera dehorrenda conspiración. El ministro deInstrucción Pública ordenó al Rector deaquel claustro universitario que ins-truyera expediente por quebrantamientode la Real Orden de 13 de octubre de1925. Se le acusaba, en síntesis, de habervertido en la dicha lección “conceptosantisociales, postulantes del amor librey de la reducción voluntaria de lamaternidad”. Al tiempo, y mientras elexpediente académico se tramitaba, fuesuspendido del empleo y medio sueldo.La protesta estudiantil y el apoyo ysolidaridad de sus compañeros profe-sores no se hizo esperar.

El expediente terminó con el recono-cimiento claro y firme de su pulcritudcientífica. No obstante, el Gobiernoespañol no dio el brazo a torcer y declaróque le imponía “gubernativamente unmes de pérdida de sueldo” según lostérminos de una Real Orden expedida el7 de abril de 1928.

Por acuerdo tomado unánimemente porlos catedráticos de la Facultad de De-

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recho, se respaldó su conducta científicay jurídica, con palabras y expresionesque vale la pena recordar y difundir:

Excelentísimo señor:

Dada cuenta al Claustro decatedráticos de la Facultad deDerecho de la Real Orden dictadacontra el profesor D. LuisJiménez de Asúa por la que se lesuspende de empleo y mediosueldo y se le somete a expe-diente instruido por el rector dela Universidad de Murcia, por elmotivo expreso de haberse “reci-bido varias quejas y protestas”,de procedencia no declarada, ypara depurar si las tesis man-tenidas por dicho profesor en unade sus conferencias pronunciadasrecientemente en aquella uni-versidad son, a efectos de la RealOrden de 13 de octubre de 1925,teorías antisociales y contrariasa la familia y a la religión, la Juntade profesores quedó enterada, ysin entrar en el examen del casoconcreto, cuyos hechos oficial-mente desconoce y en la con-fianza de que el expedienteincoado demostrará que el Sr.Jiménez de Asúa no realizó actoalguno contrario a las leyes, seha creído en el deber de consi-derar desapasionadamente lasituación creada en la vida uni-versitaria con ocasión del hechoque se persigue y, en conse-cuencia, acuerda elevar a laSuperioridad, por conducto de lasautoridades académicas y con elrespeto debido, la expresión desu leal criterio sobre la cuestión,haciendo constar:

Primero. Que los profesores dela Universidad española, en eldesempeño de la alta misión queles está encomendada aspiran adesenvolver su actividad de pen-samiento bajo el régimen delibertad de cátedra, cuyos justoslímites vienen eficazmente ga-rantizados por la cultura delprofesorado y la observación delas leyes. Si un catedráticoapareciera perseguido por laexposición de doctrina no casti-gada en nuestras leyes, padeceríala vida espiritual de la univer-sidad, convertida entonces encampo de lucha política y conmayor razón cuando se trate,como en el caso actual, de teoríasque se discuten públicamente enel extranjero y cuyo extravío secorrige en la controversia.

Segundo. Que el procedimientoy sanciones establecidos en laReal Orden de 13 de octubre de1925 para los profesores queexpusieron en sus clases doc-trinas antisociales o contra launidad de la patria, están condi-cionados en su aplicación a lacircunstancia indispensable deque existan indicios suficientesde culpabilidad; los cuales faltan,sin duda, cuando las autoridadesacadémicas, que por legal defi-nición al Gobierno representan,asistieron al acto de cuya sanciónse trata, sin encontrar méritospara proceder “desde luego conel mayor rigor” a la formación deloportuno expediente, como or-dena el número primero de laexpresada disposición; siendo

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evidente que en la competenciade dichos funcionarios está lagarantía que ha de otorgarse alprofesorado en el ejercicio de surespetable ministerio, al cual hade tenerse por legalmente inac-cesible a la crítica apasionada eintolerante24 .

VIII. ALGUNOS DE SUS LIBROS

Con especial dedicatoria a sus maestrosQuintiliano Saldaña, Franz von Listz yJohan C. W. Thyren, profesores de dere-cho penal en Madrid, Berlín y Luna,respectivamente, por deuda de gratitudy de amistad, escribe un pequeño librointitulado la Política criminal en laslegislaciones europeas y norteame-ricanas (Madrid, Librería General deVictoriano Suárez, 1918). Trata en él demanera esquemática todos los modernosproblemas que suscita la elección delmedio adecuado en la lucha contra elcrimen aspirando a solucionar frente aun Derecho penal dinámico losconceptos propios de la política crimi-nal europea y norteamericana. Concluyeque el porvenir de las legislaciones estáen la conciliación de las dos tendencias:la europea (defensista) y la norteame-ricana (reformadora), armónicamenteunidas en un código ultramoderno. Eltratamiento de los delincuentes –ex-plicó– se realizaría entonces por medidaseducativas, aseguradoras y correccio-nales. Poco importa que se continuasenllamando penas o que se designaran conotros nombres, porque lo que interesa es

el contenido y los resultados que seobtendrían en la lucha consciente con-tra el crimen y en pro del perfecciona-miento social.

Se propuso don Luis redactar para cadacapítulo del programa de Carrara algunasAdiciones sobre derecho penal modernoy sobre legislación penal española. Losprimeros pliegos fueron impresos en1918 y terminados tres años después. Élmismo se reconoce culpable del retraso.Acaso algunas desgracias personalesgolpearon tenazmente su vida a más deuna enfermedad que exigió reposo físicoy espiritual por largo tiempo. Recobradoya el pleno equilibrio de su espíritu y elvigor de su enorme fuerza vital, terminasu obra editada por la Editorial Reus, en1925. Concluye el volumen con un Post-Scriptum donde se hacen algunas correc-ciones y rectificaciones y se recogendatos nuevos y publicaciones recientesen el lapso de cuatro años, que abarcandesde el comienzo de su tarea hasta lafinalización provisional del volumenprimero, único publicado.

Pese a que el mismo Jiménez de Asúaanuncia la continuación de las Adicionesdonde tendrían debido desarrollo temascomo el error, las llamadas excusasabsolutorias y todas las circunstanciasque modifican la responsabilidad (ate-nuantes, agravantes y mixtas), en unvolumen con el cual se terminaría laparte general del programa, la obraqueda inconclusa, pues nunca más seocupará el maestro de la dicha conti-nuación.

El estado peligroso del delincuente y susconsecuencias frente al derecho penalmoderno fue asunto que cautivó la

24. Asúa, prólogo al libro, Libertad de amar yderecho a morir, Buenos Aires, Edit. Losada,1942, 5ª ed., pp. 10 y 11.

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atención de Jiménez de Asúa por largotiempo. Invitado por la Real Academiade Jurisprudencia y Legislación a dar unaconferencia donde el tema quedaba a suarbitrio, aprovechó tal coyuntura paradisertar el 27 de febrero de 1920 sobrela cuestión, conferencia que no fue más“que una enumeración de problemas yunas cuantas ideas esporádicas, dirigidasal gran público”, como él mismo loreconoce y admite. Un año después, conel conocimiento de nuevas publicacionesy el aprovechamiento de los recientesproyectos de Alemania e Italia, sale unlibro resultado de una labor más técnicay acabada: El Estado peligroso (nuevafórmula para el tratamiento penal ypreventivo), editado en Madrid, Imprentade Juan Pueyo, en 1922.

Por esta época y ante los rumbos deenseñanza impuestos y por la necesidadde redactar una casuística para diag-nosticar jurídicamente el caso penal,compuso, en asocio de Tomás Cardo yCrespo, muerto en 1924, en plena juven-tud, y José Arturo Rodríguez Muñoz, unacolección de trabajos prácticos agrupa-dos bajo el nombre de Casos de derechopenal (Madrid, Librería General deVictoriano Suárez, 1923). Hay otra edi-ción publicada en 1929.

Ante la ausencia existente en España denotas bibliográficas sobre derecho penal,se propuso Asúa colmar dicho vacío yfue así como redactó una ojeada generala los libros y ensayos más salientes yrecomendables con avalúo de su con-tenido, análisis que no se circunscribióa su patria sino que tuvo un espectrouniversal. Este trabajo de empeño ytesón –Bibliografía crítica de estudiospenales– se saca a la plaza en Madrid,

en l924, en la Tipografía de la Revistade Archivos, Bibliotecas y Museos.

Un programa de Derecho penal y cues-tionarios para el acto de examen se pu-blica en Madrid por la Librería Generalde Victoriano Súarez en l927 y suextensión toca tanto la parte generalcomo la parte especial. El título es sufi-cientemente expresivo. Se presenta enél, en síntesis, “el paisaje metódico detodo el contenido de una ciencia con unprincipio vivificador, del cual emanacada una de las cuestiones”, propias delprograma (idem, p. 17).

Hacia l927 y bajo el mote de política,figuras, paisajes (Madrid, Edit. MundoLatino) organiza un libro de cierta uni-dad con todos sus pensamientos polí-ticos, culturales y estéticos acaso comouna reacción al régimen opresor delmomento y un reproche muy sentido ala censura periodística que atropelló suderecho de pensar a más no poder.

Los censores –dijo en el prólogode esta obra– se han cebado enmis artículos y han hecho másexi-gente su lápiz al leer mi firmaal pie de las galeradas. Cuandodel gabinete de profilaxis perio-dística sale un ensayo míomutilado o suprimido, sólo sientoindignación abstracta contraestos métodos del gobierno, perocuando trabajos ajenos a todoproblema político son retenidostres y cuatro semanas en estudiode la censura y después, trans-curridos los treinta días, ven laluz pública sin una tachadura, sinla más ligera supresión, me asisteel derecho de pensar que se ejercecontra mí la más torpe venganza.

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Estas palabras, sin duda ninguna y comoél mismo lo acepta, constituyen unalegítima diatriba contra los abusos de lacensura, inspirados en las más bajaspasiones de la iniquidad y la vindicta.

Existe una 2ª edición (l930) que conservael tono combativo y el perfil vehementedel proemio de la primera por cuanto“perduran las circunstancias acreedorasa la ofensiva”. Es que aún subsistían lossignos todos de la dictadura.

A principios de agosto de l928, conincursiones en las áreas médico-social ybiológica reúne –con la pulcritud cientí-fica que le es característica– tres laboreosde singular importancia y relieve bajo elnombre de Libertad de amar y derechoa morir (ensayos de un criminalistasobre eugenesia y eutanasia). Este bienpensado trabajo –que excedió el ámbitodel Derecho penal– recoge las confe-rencias pronunciadas en la Facultad deDerecho de la Universidad de Montevi-deo, publicándose varias ediciones. Laquinta edición se da a luz por la Edito-rial Losada S. A., Buenos Aires, l942.Un primer ensayo tiene que ver con losaspectos jurídicos de la eugenesia y suselección; otro con la eutanasia y elhomicidio pasional, y por último, untercero alude al problema jurídico delhomicidio piadoso como delito, temas yasuntos de palpitante interés y actualidada la hora presente.

En relación con la muerte buena, laspáginas del libro, dignas de exploracióny lectura, almacenan una inmensa dis-cusión doctoral y jurídica. Por cierto queel maestro abomina, con acento severo,de la idea de patrocinar la eutanasiafrente a los criterios de incurabilidad e

inutilidad en el paciente aunque la enfer-medad siga destruyendo el organismo yacabe al fin con la existencia humana.“Prolongar la vida –afirma– es vivirla”.Y frente al homicidio piadoso –con fineseutanásicos– cuando se da muerte alpaciente incurable y adolorido, cons-ciente de su mal, y que desea ponertérmino a sus padecimientos, escribesentidas páginas para que el asunto seresuelva “con justicia y humanidad”. Yva más allá al impetrar que se le otorguenal juez facultades de condonar y de con-ceder un verdadero perdón judicial entanto en cuanto “el sujeto revele socia-bilidad de los motivos y nulo estadopeligroso”.

En 1929 publica su libro El nuevo de-recho penal (Madrid, Edit. Paez-Bolsa)donde ofrece al lector sus ideas y perso-nales convicciones sobre el sentido delderecho penal futuro. Con afán cate-quista difundió en muchas ocasionesestas tesis no sólo en España sino envarios países de habla hispana. Al efecto,basta hacer memoria de la conferenciaexpuesta en la Universidad de La Plata,bajo el título de Un nuevo derecho pe-nal (4 de agosto de 1923); otra pronun-ciada en Madrid sobre el Código Penal(6 de mayo de 1924); una más dictadaen la Universidad Mayor de San Marcos,de Lima, bajo el título de Las bases dela legislación penal del porvenir (1º deenero de 1925); dos conferencias es-cuchadas en la Universidad de Monte-video, los días 23 y 25 de junio acercade las orientaciones para la reforma dela legislación penal; la disertaciónrevelada en la Universidad de Santiagode Chile sobre el estado actual de laciencia y de la legislación penales, el 17de noviembre de 1925; el discurso que

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sobre el estado presente de la ciencia yde la legislación penales dictara el 1º dediciembre de 1925 en la Universidad deArequipa, en el Perú; el curso sobre nor-mas directrices para una reforma de lalegislación penal, explicado el 1º deenero de 1926 en la Universidad de LaHabana; la conferencia promovida en elAteneo de Oviedo sobre el estado ac-tual de la ciencia y de la legislaciónpenales, el 4 de mayo de 1927; la pláticadesarrollada el 5 de abril de 1927 en elAteneo Republicano de Madrid, queversó sobre la nueva dirección de laciencia y de las leyes penales; y el cursoexpuesto en la Facultad de Derecho deRio de Janeiro sobre bases cardinales delCódigo Penal futuro en los meses deagosto y septiembre de 1927.

Teniendo como colaborador a JoséAntón Oneca, catedrático de la Univer-sidad de Salamanca –su amigo personaly antiguo discípulo–, se entrega acomponer unos apuntes sobre el CódigoPenal conforme al código de 1928, concerca de 1.200 páginas redactadas conbase en el programa oficial de las opo-siciones a jueces. Afirma que lanza a lapublicidad esta obra como unas notas sinpretensiones o unos apuntes apresuradosdestinados a “facilitar la desagradablefaena de los opositores al Cuerpo deAspirantes a la Judicatura”. Este trabajoestá compuesto por dos volúmenes, unodedicado a la parte general, y el otro alestudio de los delitos en particular. LaEditorial Reus de Madrid imprime eltrabajo en 1929.

Ninguna simpatía despertó en Jiménezde Asúa el texto de 1928 –de origengubernativo– al cual no vaciló en llamarcon notorio desdén, por su paso regre-

sivo, el Código Penal Faccioso, para elcual, en más de una vez, reclamó supronta defunción y su inmediato cese. Ypara preservar el buen nombre delderecho penal escribió unas páginas conreparos prolijos y fuertes críticas sobrelas pretendidas excelencias del código,que llamó de la dictadura, amén de ini-ciar una certera campaña de desprestigiocontra tal documento, a raíz de su ile-gítima promulgación, con la mira derestablecer la vigencia del código de1878, vergonzosamente atropellado,según dijo, por un decreto antijurídico.Todos sus asertos, todas su repulsas ytodas sus censuras en contra del códigode 1928 aparecen consignados en sulibro Al servicio del derecho penal(Javier Morata Editor, Madrid, 1930),documento que constituye una verdaderadiatriba y un impetuoso enjuiciamientocontra el nuevo cuerpo legal “indefen-dible por su impuro origen y por susenormes defectos técnicos”.

Una extensa parte del derecho penal quehabía sido escrita por nuestro autor sehallaba dispersa en monografías, librosde textos, notas y artículos de diversaíndole. Y con el ánimo de que tales docu-mentos se utilizasen tanto por los opo-sitores al Cuerpo de Aspirantes a laJudicatura como por los estudiantesuniversitarios de derecho penal, los re-fundió sistemáticamente en un Manualde derecho penal, donde no se limitó adesarrollar el programa vigente para losaspirantes a la judicatura sino a explicarotros problemas y asuntos, más allá detales cuestionarios, siguiendo, natural-mente, sus propias directrices docentes.Dos libros sobre la parte general com-prende el Manual. Estos tomos fueronimpresos por la Editorial Reus, Madrid,entre 1933 y 1934, respectivamente.

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Es de destacar –para que se vea al má-ximo la nobleza sin límites y la honradezque animaba su espíritu– las palabras conlas que termina el preludio de su obra:

Estaba en mi propósito que estaobra se escribiera por José Antóny por mí, como se compusonuestro derecho penal conformeal código de 1928. José Antón porentender que así servía mejor alas ciencias penales aceptó elcargo de Magistrado del Tribu-nal Supremo, abandonando sucátedra de profesor en Sala-manca. Como el ejercicio pro-fesional me lleva a menudo antesu presencia de alto Juez, hemoscreído inoportuno que colaboreen estos libros; pero me haautorizado para hacer uso decuanto él redactó para aquelderecho penal en que nos fue tangrato trabajar juntos. No quieroponer fin a estas frases liminaressin decirle cuánto agradezco sugentileza. Aunque no aparezcanahora bajo su experta firma,algunos capítulos de este libro lepertenecen.

IX. JIMÉNEZ DE ASÚA Y LAESCUELA POSITIVA. SUSRELACIONES CON ENRICOFERRI. SU ACERCAMIENTOY RUPTURA DEFINITIVA

Sin disputa posible, en los primeros añosde su juventud y aprendizaje, su pensa-miento científico mostró una fervienteidentidad y una adhesión entusiasta portodo aquello que representara el credodeterminista, en tanto combatiera e

impugnara los postulados decadentes delderecho penal clásico, alineándose,como lo hace ver García-Pablos deMolina, con la directriz sociológicaprohijada por Ferri. Verdad que nadieignora como tampoco que profesó unadevoción muy acentuada hacia la escuelapositiva, de la cual dijo, en su momento,que “se halla hoy en un grande es-plendor” amén de que los “positivistasaplican sus grandes aportes a la cons-trucción técnica del derecho penal”. Ypara que no quedaran dudas de su apegoy admiración muy firmes hacia elprofesor de Roma, no vaciló en llamarlo“el más grande de los escritores contem-poráneos de ciencias penales” además deun “trabajador genial e infatigable”25. Yapor estas señas resulta perfectamentenatural y hasta explicable la conferenciaque sobre el estado peligroso pro-nunciara ante la Real Academia deJurisprudencia y Legislación (sesión deldía 27 de febrero de l920), recogida enun pequeño opúsculo (Reus, Madrid,l920), primicia de un estudio de mayorproyección y espectro que sobre elmismo tema desarrollaría tiempo des-pués, según atrás se indicó.

Este último libro se traduce al idiomaitaliano (1923) por sugerencia de Gina,hija de Lombroso, y es precisamenteEnrico Ferri quien escribe un prólogolleno de elogios y cumplimientos parael joven penalista español que viniendode él, del polemista, del dirigente de unaescuela y del jurista insuperable, dicemucho y algo más. Por cierto que en laintroducción hace constar que Jiménez

25. Estudio científico del Proyecto de Código Pe-nal italiano de 1921, Madrid, Librería Gene-ral de Victoriano Suárez, 1922, p. 29.

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de Asúa coincide con los ideales posi-tivistas indicando además que lamonografía representa “una colabora-ción elocuente y persuasiva a la difusiónde ideas fundamentales” que no son otrasque los principios de la escuela que porcierto serán “norte y guía de la justiciapenal del mañana”.

En Italia se deja sentir en 1921, al pro-nunciar un discurso, el tercero de su vida,con ocasión de la inauguración del mo-numento, en bronce, a César Lombroso,en Verona, el 25 de septiembre de eseaño, aportando el homenaje de laUniversidad de Madrid, siendo el únicoespañol que asistió al acto académicorendido por los criminalistas del mundopara perpetuar al hombre de genio quecreó la criminología.

Poco después fue nombrado por elmismísimo Ferri como colaborador dela Scuola Positiva, encargándole espe-cialmente las recensiones de obrasespañolas y alemanas. Por aquella épocaafirma que le miraba con ojos reverentes“yo era un mozo aún y se me presentabacon cerca de tres cuartos de siglo deexistencia, como maestro ejemplar depensamiento firme y de sólidas convic-ciones revolucionarias”26.

Pero todo tiene su término. Años despuésrompe la cordialidad por haber renun-ciado y claudicado el sabio penalistaitaliano en sus años senectos a todos susprincipios y programas en defensaexaltada de Mussolini. En esa hora deapostasía, se divorcia frontalmente deFerri atacando de cuajo sus simpatías por

el amo de Italia y todo aquello que repre-sentara el credo positivista. Espigandopor su existencia política, no vacila encalificarlo de tránsfuga: socialista pri-mero hasta llegar al fascismo. Comopropulsor de unas ideas advera, entreotros ditirambos, que su método “incideen confusiones peligrosas” y que en elaspecto jurídico “el positivismo paralizóel progreso dogmático de nuestradisciplina, y mal utilizado por quienesson en principio sus enemigos, puedeponer en peligro el derecho liberal quela escuela clásica construyó”. Bien claroestá el asunto pero no es esta coyunturaadecuada ni oportunidad propicia parajuzgar la conducta de Ferri en el campopartidista. Más allá del alza y baja de susvalores públicos, acaso deba anotarse suinconsecuencia política, pues fue radi-cal en su primera juventud, se afiliódespués al socialismo y terminó siendofascista, aceptando al Duce como unsalvador providencial y a sus principioscomo benéficos para Italia. Dolorosa-mente debe confesarse –como escribióEusebio Gómez– que en política, en vezde evolucionar, involucionó27.

Como a cualquiera será fácil discurrir,no obstante sus visibles deseos por tratarde mitigar, de un modo o de otro, lashuellas de su apego al oriente positivista,adviene como hecho incontestable, hartodifícil de negar, que vivió en su juventud,la juventud de una doctrina, la cual esimposible desecharla por completo,como matizadamente escribiera Riva-coba y Rivacoba, evocando las propiaspalabras del maestro28.

26. El Criminalista, Buenos Aires, TipografíaEditora Argentina, 1948, T. VIII, p. 216.

27. Enrique Ferri Gómez Eusebio, Buenos Aires,Ediar Editores, 1947, p. 131.

28. Rivacoba y Rivacoba, Op. Cit., p. 86.

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Cuando se produce la célebre corres-pondencia polémica entre él y el maes-tro, ofuscado hasta lo imposible –y suconducta tiene una explicación– rompetodo lazo personal y científico con Ferriporque en su sentir “Ha dejado de ser unhombre de conducta íntegra, que ad-miramos quienes somos capaces desacrificar todo a nuestro ideario”. Lo quedemuestra a ojos vistas cuán honda fuela ruptura. Las cartas cruzadas entra-mbos, cada una en el fondo de su propiotalento, expresan sus razones y tempera-mentos, o algo más, digámoslo así, portodo el orbe de la tierra. Aquí su tenor,transcribiendo, ad pedem litterae, laspáginas dedicadas por Jiménez de Asúaal recordar la dura disensión:

1. Carta primera

Madrid, octubre de 1926

Maestro querido:

Recibí su carta, en la que me danoticia del congreso de Bruselasy de su próximo “Tratado deDerecho Penal”. Gracias le seandadas por sus cumplidas informa-ciones.

Y ahora, maestro, permítale a unadmirador sincero y a un dis-cípulo, hasta este instante fiel,dos libertades, para las que pidoanticipadamente excusa. Laprimera es que me dirija a usteden español y no en francés o enitaliano, como de costumbre. Suidioma, como sabe, me es famil-iar en la lectura, pero difícil en laredacción, y en francés, queconozco mejor, o en alemán, ha-

llaría dificultades para expresartodo lo que quiero decirle.Cuando tratamos de exponer lomás íntimo de nuestro propio yo,la lengua maternal es la únicaidónea.

La segunda libertad es harto másgrande. Lealmente, y hasta condolor, quiero expresarle mi de-sacuerdo con sus últimas evolu-ciones y con su reciente con-ducta. Me parece que significoalgo en la ciencia penal españolapara que mi opinión puedainteresarle y creo que he sidobastante devoto de usted para quemi punto de vista personal no lesea del todo indiferente.

Con silenciosa amargura, que nopor ser callada era menos pro-funda, he presenciado sus aproxi-maciones al fascismo. En quien,como usted, fue exponentedestacado del socialismo italiano,esa simpatía para un régimen dedictadura nos ha parecido amuchos inexplicable. Este asuntode política nacional, ajeno a laciencia, acaso no hubiera sido tanllamativo si no fuese porquepadecemos en España un sistemapróximo al fascismo, que per-sigue, confina y encarcela a losque como yo, somos sus ene-migos. Al vernos maltratados yvíctimas de atropellos, nos dueleque un italiano de tanta signi-ficación como usted, ligado aalguno de nosotros por comu-nidad de estudios, se halle tancómodo en un régimen análogoe incluso, haga su apología.

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En su “Prolusione” del AulaMagna de la Universidad deRoma, de 16 de noviembre de1925, alude “al recente orribiletentativo” contra Mussolini, ¡PorDios! no son para tanto losdisparos de miss Gibson, que sóloalcanzaron al “Duce”. Además,maestro, es un delito político que,en la patria de Bruto ha tenidoque emprender una extranjeramedio perturbada. Y, tras de esacalificación hipertrófica delhecho, dice usted que 1’Italia hain Benito Mussoloni una guida euna forza, che io auguro le siaconservata il piú a lungo po-ssibile. Hace ya tiempo que leíesas frases con dolor silencioso;pero, ahora he visto en LaPalestra del Diritto, de Palopoli,que usted dice que soltanto ilGoverno fascista si é messo sullastrada dele realizzazione ed inpieno accordo colle propostedella scuola positiva. Y, llegandoa más, llegando hasta la apologíay a la alianza de problemaspolíticos y científicos, usted pu-blica un ensayo híbrido –y, portanto, infecundo– de política y deciencia sobre Fascismo e ScuolaPositiva Nella Lotta Socialecontro la criminalitá. Al parecer,nadie hasta Benito Mussolini sehabía interesado por actuar susdoctrinas ... Pero ¿no fue Mortaray su Gobierno quienes, antes deque el fascismo marchara contraRoma, encargaron a usted decomponer el Proyecto de CódigoPenal?

Su actitud me ha causado mayorasombro que la de nuestro sabio

Cajal, que se dice “admirador”del marqués de Estella. La for-mación humanista de usted esinfinitamente más amplia que ladel eximio histólogo español,encerrado egoístamente en suespecialidad, y al que ha debidoproducir menos sufrimientodoblar la osamenta, endurecidapor los años. Pero ambos casosofrecen una dolorosa semejanzapoco ejemplar, que Plutarco nohubiera recogido en sus Vidasparalelas.

Otro hecho que me sorprende yme parece inexplicable, es sudeseo de convencernos de que elProyecto Rocco se basa en elcompuesto por la Scuola positiva,cuando lo acaecido es que lorechaza implícitamente al pre-sentar fórmulas más clásicas, y,sin embargo, usted maestro, nosquiere hacer creer lo contrario.En la Argentina, Eusebio Gómez,desde la Revista de Criminología,se disgusta un poco con usted, yaún a riesgo de contradecirle,dice claramente lo que todospercibimos: que el Proyecto de1921 ha quedado deshecho conla reforma Rocco. ¿Por qué eseafán de decir lo contrario? Lasfórmulas legislativas que hatallado la escuela positiva nodejarán de ser certeras o torpes,aunque los actuales ministros larepudien, ni cobrarán un ápice deprestigio porque las apadrine elGobierno vigente en Italia.

Pero aún hay más, maestro. Enesta última época parece usted

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buscar una oportunidad inne-cesaria en quien es ya hombrefamoso y universal. ¡Qué lejanosaquellos días en que, con el gestoaltivo y desdeñoso se negaba acooperar en los Congresos peni-tenciarios y en los de Unióninternacional! En la Asamblea deLondres de agosto de 1925presentó usted, en cambio, fór-mulas de transacción, sobre-pasando los afanes conciliadoresque tanto reprochamos a VonLiszt (¿recuerda nuestras con-versaciones en Verona cuando elhomenaje a Lombroso?). Elmaestro alemán tenía en sudescargo que siempre postuló unaescuela de “compromise”: laPolítica Criminal. En cambio,usted representaba una doctrinade lucha.

Finalmente (y ello me ha movidoa escribirle), usted, que no asistíaa los Congresos de la UniónInternacional de Derecho Penal,acaba de autorizar con su pre-sencia y sus intervenciones, elque ha celebrado el último juliola “Asociación”, creada por losfranceses. Recuerdo que me es-cribió hace dos años y me decíaque su adhesión a ese organismoestaba condicionada por laasistencia de Alemania. Losgermanos no han ido y usted noha faltado. Y aún ha hecho más.Al discutirse el tema de si lasmedidas asegurativas debíansustituir a las penas o comple-tarlas, se presentó un voto quesustentaba las audaces ideas,suscrito por el catedrático ar-

gentino Jorge E. Coll, el profesorde Gante, y los miembros espa-ñoles Elola, Masaveu y Barrena,apoyados por los holandeses; yno sólo no lo suscribió usted, sinoque compuso la fórmula eclécticaque aprobó la Asamblea, y, alvotarse precisamente la ponenciamás radical, usted se abstuvoaugurando paternalmente a losfirmantes que el tiempo les daríala razón. El profesor argentinoJorge E. Coll, que redactó lapropuesta que usted no quisovotar, me lo relata dolorido, y lamisma aflicción sobrecoge aElola, el juez español, y emanade los artículos que Barrena hapublicado en La Libertad, deMadrid. También los miembrosde la familia Lombroso se mues-tran assai dolenti.

¡Qué amargura verle a usted, tanprócer y altivo, buscar, comocualquier principiante, el acata-miento de esas Asambleas! En sucarta me dice que triunfó en elcertamen de Bruselas su Ordinidel Giorno sobre penas y medidasde seguridad; pero los congre-sistas decían que los neoclásicosle habían vencido y que usted sehabía sumado a sus huestes. Esfácil la victoria cuando nosunimos al grupo mayoritarioolvidando, incluso, la propiaconvicción.

Maestro: acaso con sus últimasevoluciones se conquiste laamistad de los que fueron susenemigos; pero aquellos que,como yo, a pesar de haber su-

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perado el positivismo penal ypostular la doctrina del derechoprotector –oriunda del genio deDorado Montero, su más preclarorepresentante–, contemplábamossu persona con respeto, nos ve-remos forzados, con amargura ydesgarramiento, a volverle laespalda, respetuosa pero fir-memente.

No vea, maestro, lo que, quizá,haya de impertinencia en estacarta. Mire sólo en ella el íntimosentir de un ex discípulo que vemarchar su viejo guía por rutassospechosas de extravío, y que noquisiera tener que pisar por otroscaminos, despidiendo en laencrucijada al bravo luchador quesupo dar ejemplo.

Con mucho cariño, que pervivirápor encima de todas las discre-pancias, le abraza en despedida

Luis Jiménez de Asúa.

2. Dos respuestas de Ferri

La carta que antecede fue cursadaa su destinatario en la fecha enque se escribió. La respuesta mevino, datada el 9 de octubre delmismo año, en una (cartolinapostale), cuyo dorso y la parteanterior, destinada a escritura,estaban plagadas de menudaletra. Las primeras frases eran degratitud por la sinceridad conquele expuse mis pensamientos.Después, afirma el profesor Ferrique en Londres triunfó íntegro,el criterio “positivista” de la

sentencia indeterminada, y, conreferencia al de Bruselas, escribe:“...los ingenuos Coello (así bau-tiza al profesor argentino JorgeE. Coll), Masaveu, etc., hubieranpreferido la intransigencia formalpara que luego se dijese en todoel mundo que el Congreso no ha-bía aprobado el orden del día deFerri”. Para lograr la “mayoría”compuso la enmienda eclécticaque aprobó la Asamblea deBruselas. Finalmente, EnriqueFerri insiste en que los fascistashan introducido, en tres años,reformas penales conformes conel positivismo en dieciséis leyes,mientras que en treinta y ochoaños de vida parlamentaria nadalogró conseguir de las Cámaras.

Contesté al profesor de Romasoslayando estos temas; mas,viendo que Ferri arreciaba en susloas a Mussolini y subrayaba, adestiempo su adhesión y su sim-patía al fascismo poniendo a suspies, como ejército científico alos positivistas penales, me creíen el deber personal de dar publi-cidad a mi carta, que se imprimióen La Prensa, de Buenos Aires,el 25 de mayo de 1927, bajo eltítulo Evolución política y de-recho penal. Carta al maestroEnrique Ferri.

Al ver publicada mi epístola, elprofesor de Roma se ha vueltoiracundo y ha lanzado contra mípública excomunión, sin perca-tarse de que, en pleno siglo XX,esos ademanes desmedidos einelegantes denuncian la ausen-cia de razones.

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Me será forzoso referirme a al-gunos párrafos de esa carta deFerri, y, por ello los entresaco, encopia textual, lamentando elincorrecto castellano en que fuepublicada en La Prensa de Bue-nos Aires, de 17 de junio de 1927,con el título Un ecléctico... in-transigente. Carta de EnriqueFerri al profesor Luis de Asúa.He aquí los fragmentos que meinteresa recoger:

“No comprendo por qué ustedhizo publicar su carta y todavíamás, prescindiendo de mi res-puesta... precisamente cuando meenviaba “devotamente” su Pro-grama. Quizá lo asaltó el deseode procurarse un poco de noto-riedad a expensas de mi nombre”.

Repite Ferri en seguida, porenésima vez, sus encomios aMussolini y sus piropos al fas-cismo y continúa:

“Luego, por lo que se refiere a sudisentimiento científico, per-mítame le diga que resultapositivamente extraño.

“Pero ¡cómo! ¡Usted no siguemis doctrinas científicas radi-calmente distintas de las tradi-cionales; usted es un ecléctico,entre lo viejo y lo nuevo, que sedetiene a mitad de camino, sos-teniendo (p. 63 de su Programa)‘la necesidad de mantener elconcepto de culpabilidad enderecho penal’; y luego mereprocha porque en el Congresode Bruselas de 1926 acepté una

enmienda ecléctica a mi ordendel día!

“¡Es usted, entonces, un ecléc-tico... intransigente!

“Y es así mismo poco exactocuando –no sé por qué– publicaen La Prensa que, por mi tácticaen el Congreso de Bruselas‘también los miembros de la fa-milia Lombroso se muestranassai dolente’.

“Ante todo: yo no estoy bajo latutela científica de la familiaLombroso...

“Pero hecha esa salvedad, tengoel desagrado de darle un des-mentido de hecho, porque elArchivio di Antropología Crimi-nale correspondiente al mes deseptiembre de 1926 (que ustedconoce), el profesor MarioCarrara y su esposa PaulaLombroso, la hija del gran maes-tro, en su relación de las sesionesdel Congreso de Bruselas, tienenpara mí y para la acción que allídesarrollé sólo palabras deencomio. Y concluye, por lo quea esto se refiere, diciendo que‘fue aprobada’, después de unadiscusión vivísima, sostenida engran parte con brillante éxito ora-torio por Enrique Ferri, por granmayoría la resolución por él pro-puesta en nombre de la delega-ción italiana”.

“Paréceme, pues, que ustedhabría podido contener a suegocentrismo y dejar de hacer

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publicar una carta privada que mehabía dirigido cuatro meses atrásy a la cual contesté, sin que usted–en la publicación– haya tenidoen cuenta mi respuesta”.

Reservándome la definitiva con-testación que ahora incluiré enestas páginas, me limité a diri-girme a Ferri, en La Prensa, deBuenos Aires, del 26 de agostode 1927 –bajo el título Acuses derecibo– las breves palabras que aseguida copio.

3. Réplica

Madrid, 13 de julio de 1927.

Muy urgido, con prisas superla-tivas a que me fuerza la pre-paración de un inmediato viaje alBrasil, voy a poner públicamenteen regla mi correspondencia, enlo tocante a las actividades es-pecialistas.

Debo acusar recibo al doctorMalagarriga por la remesa de suobra, y quiero anunciar al pro-fesor Enrique Ferri que su cartaabierta tendrá pública y adecuadacontestación en más pertinentelugar.

No he recibido la misiva del pro-fesor Ferri y ello me excusaba deacusarle recibo. Destemplado elmaestro, me acusa de haber he-cho pública una carta que pri-mero la envié privadamente. A mijuicio no cabe extremar más labuena crianza que remitiendo porvía directa al destinatario cuatro

meses antes el escrito que des-pués se entrega al gran público.Estas muestras de pulidas mane-ras no deben irritar al profesorFerri, que estrenando una cos-tumbre nulamente frecuentadapor los abogados, expone priva-damente a Benito Mussolini,víctima del atentado, su con-fianza de que no ha de causarledisgusto que se encargue de ladefensa de miss Gibson. Así noslo relata el propio Ferri en eltrabajo impreso en La Prensa, deBuenos Aires, el 22 de marzo delaño actual.

Sin previo envío privado, acabode leer en La Prensa del 17 dejunio una carta inelegante inti-tulada “Un ecléctico... intran-sigente”. La indignación des-medida que sus párrafos rebosany las numerosísimas misivas deparabién que he recibido deprofesores, abogados y médicosargentinos, entre las que no faltanalgunas firmadas por gentes conlas que no me ligaba trato amis-toso, acreditan la exactitud de mipuntería.

Pero mi carta no tuvo la pre-tensión de originar una polémica.El envío privado iba dirigido almaestro Enrique Ferri; la publi-cidad posterior tendía a situarexactamente mi punto de vista yno necesitaba respuesta ni co-mentario. Por eso me libraré muymucho de convertir las hojas deLa Prensa en un escaparate deagresiones. En un libro de inmi-nente publicación recojo, entre

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otros trabajos, mi carta alprofesor Enrique Ferri y junto aella verá la luz mi respuesta a sudescortés escrito.

Sólo quiero aclarar aquí un punto.El profesor Ferri me diagnosticade ecléctico por una frase en-contrada en la página 63 de miPrograma de derecho penal, y yasatisfechísimo por su calificación–que recuerda los tiempos ro-mánticos de hace treinta años, enque el polemista italiano lucía susarmas contra los adversarios–enhebra su catilinaria. Los cate-dráticos y abogados argentinosque conocen mi obra habránsonreído, ciertamente, al leer loque Ferri me atribuye. A estasalturas de técnica no puede con-fundirse la “culpabilidad” con la“imputabilidad”. Si el maestro deRoma no tuviera tan excesivomenosprecio por las “abstru-serías” de los escritores alema-nes, no hubiese caído en error detal monta. La “culpabilidad” hacereferencia al “dolo” y a la “culpa”y la frase que alarma a EnriqueFerri: “Necesidad de mantener elconcepto de culpabilidad en De-recho penal”, sólo alude al im-prescindible mantenimiento de la“intención” y la “negligencia”. SiFerri hubiese leído la página an-terior y parado un poco suatención en la estructura de miobra, hubiera podido evitarse tancensurable ligereza.

Y ahora, para terminar, quierorecordarle que, aclarando así elasunto, la coincidencia entre él y

yo es absoluta en este problema.En la página 26 de la Relazioneque precede al Proyecto deCódigo Penal italiano de 1921,dice Ferri: Anzitutto pero bi-sogna confermare la tradizionaledistinzione fra delitti dolosi edelitti culposi, che corrispondead una incontestabile realtá.

No es esto lo que me separa deEnrique Ferri, ya que he demos-trado la coincidencia en estepunto. Pero aunque nuestro credocientífico fuera más distinto de loque es, yo no hubiera experimen-tado la urgencia de subrayar ladisconformidad. Las diferenciascientíficas no divorcian a loshombres. Lo que realmente di-suelve los lazos cordiales, e in-cluso puede volverles enemigos,es la conducta discorde.

Mas como éste no es instantepropicio ni palenque adecuadopara debatir conductas, hago unpunto rotundamente final. Al ca-ballero Tiempo, invocado porFerri con tan elegante como re-petida frase, confiémosle el falloen última instancia.

Luis Jiménez de Asúa.

4. Última carta

Madrid, 2 de octubre de 1927

Señor profesor Enrique Ferri:

Su carta abierta en La Prensa deBuenos Aires –tan poco armónicacon el tono dolorido y respetuoso

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que yo usé en la mía–, y de la queme limité a acusarle recibo en lasmismas columnas del gran diarioargentino, arrasa toda cordialidadentre los dos y no me libera decierta cortesía elemental porquelas maneras distinguidas no estor-ban a las más crudas verdades.Quiero decírselas desde la inti-midad de este libro y sin pasearesta carta por los periódicosargentinos y españoles, porquemi propósito es ajeno a prolongarla polémica, y no tengo deseoalguno de que su injusta indigna-ción le lleve otra vez a ponerseen evidencia en hojas tan profusa-mente circuladas como las de LaPrensa porteña.

Lo primero que sorprende en suactitud es la incongruencia entresu respuesta privada del 9 denoviembre de 1926 y su públicaarremetida en el periódico argen-tino el 17 de junio de 1927. Porlo mismo que usted se mostrabaagradecido, me dirige despuésfrases nada corteses. Yo me limitéa publicar la carta que le enviéprivadamente. ¿No pudo conten-tarse con imprimir la tarjetapostal que de modo particular meconsignó meses antes? Doschispas de mi conducta parecenhaber prendido su iracundia: laentrega de mi escrito a las prensasy el retardo de cuatro mesesdesde la remesa privada hasta lapública aparición.

“Piensa el ladrón que todos sonde su condición”, dice el refráncastellano. Profesor Ferri, mirán-

dose por dentro ha creído ustedque yo satisfacía mi “egocen-trismo” publicando la carta. Nadamás lejos de mi ánimo y nadamás distante e innecesario que eldeseo de procurarme un poco denotoriedad a expensas de sunombre. En la Argentina no pre-ciso esos medios para que miapellido circule respetado yquerido. Yo no tuve necesidad deproclamar en Buenos Aires queel socialismo era allí plantainarraigable, porque como nocobraba las butacas del salóndonde hablé, no tuve que halagarlas pasiones burguesas delauditorio. Por eso ningún doctorJusto se vio forzado a inter-pelarme como al profesor Ferri,en vista de que peroraba ustedtraicionando las ideas políticasque decía defender en Italia.

Publiqué mi carta para que nadiedudase de que antiguos admira-dores de sus obras científicas noseguían al maestro en su traspiéscientífico-político. Mi carta notenía un objeto anunciador de mipersona; era, simplemente, unamedida de higiene y si no editéjunto a mi escritorio la respuestade usted, que ahora doy extrac-tada en estas páginas, fue paraevitar que las gentes murmurasende la soberbia desmedida que lehizo abjurar de sus ideas cien-tíficas; ¡Para que no “se dijese entodo el mundo que el Congresohabía no aprobado el orden deldía Ferri”!

Su desasosiego se origina, ade-más, por un contratiempo crono-

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lógico. El hecho de que mediarancuatro meses entre el envío pri-vado de mi carta y su entrega a lapublicidad, no me es imputable.Poco tiempo después de remi-tírsela la mandé a La Prensa deBuenos Aires. El diario porteñola retuvo sin editarla, dando pasoa otras colaboraciones mías.Parecía aguardar un momentosensacional, que creyó llegadocon la publicación de susartículos del 22 y 23 de marzo de1927, intitulados “Una loca con-tra un dictador. Violeta Gibsoncontra Benito Mussolini”. Yocreo que los directores de unperiódico como La Prensa tienenperfectísimo derecho a elegir elinstante propicio para la inserciónde los artículos escritos por suscolaboradores. Mi carta era elotro polo de sus párrafos tira-nófilos, y los lectores veían antesus miradas la tesis y la antítesis.Acaso por esos motivos LaPrensa bonaerense publicó miescrito a los dos días de insertoel final de su colaboración proMussolini.

Otros dos puntos contiene sucarta abierta. En lo que po-dríamos llamar aspecto científicode su misiva inadecuada es mejorno insistir. Lo errado de su diag-nóstico quedó ya firme aldemostrarle cumplidamente queme cuadra mal la etiqueta deecléctico, colgada por usted de micuello con un apresuramiento tanincreíble como lamentable en sudesprecio por las técnicas jurí-dicas. El otro problema que usted

suscita, penetra en lo más fino demi sensibilidad moral. A usted leconsta que cuando yo he escrito,incluso en italiano, que los“miembros de la familiaLombroso se muestran assaidolenti”, tenía que ser, forzosa-mente, porque era así, y porqueesas dos palabras entrecomilladasno eran invento mío. Me tachausted de inexactitud a sabiendasde que no miento, y para hacercreer que sigue usted en la estimade los que fueron sus camaradasde escuela, copia unos párrafosdel Archivio, compuestos porMario Carrara y Paola Lombroso,en los que no pudiendo felicitarlea usted por su triunfo científicoque fue una victoria pírrica, lealaban por su “brillante éxito ora-torio”. Quien sepa leer entrelíneas, desentrañará todo lo queese galante “oratorio” quieresignificar. Pongámonos deacuerdo: lo probable es que loshijos de Lombroso loen, con susantiguos amigos extranjeros, eldominio oratorio de usted, almismo tiempo que nos lamen-tamos de su derrumbe político ycientífico.

No quiero terminar esta cartapostrera sin recoger una objeciónque usted me hacía en aquellacartolina postale, escrita en res-puesta a mi primera carta. Parecíadesear que se dejase a un lado elproblema político sin mezclarlocon el científico. Acaso muchosde sus admiradores piensen quehan de seguirle estimando comosabio, aunque le desprecien como

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ciudadano. Yo no sé hacer tantajantes diferencias y creo que enderecho penal no es indiferentela filiación política. Pero, inclusolos que piensan que son separa-bles el político y el técnico, nopueden dar vigencia a sus argu-mentos en el caso de usted, queha puesto grande empeño enmezclar la política con la cienciapenal. Cuando se hizo socialistaescribió usted aquel libro Socia-lismo y ciencia positiva, y ahora,al simpatizar con los del Fascio,ha compuesto usted ese artículo“Fascismo e Scuola positiva nelládifesa contro la criminalitá”,aparecido en su revista, en elfascículo de junio y julio de 1926,pp. 241-247. En este trabajo tratade de-mostrar lo que ya anticipóen La Palestra del Diritto, dePalopoli. Si hubiéramos decreerle, ningún gobierno hasta elvigente en Italia se había preocu-pado de dar realidad al programade su escuela. En mi primeracarta le recordaba que Mortara leencargó de elaborar el Proyectode Código Penal aparecido en1921, antes de que los fascistasconquistasen el poder, y ahoradeseo refrescar su memoriadiciendo que el gobierno no fas-cista de aquella época gastócuantiosas sumas en difundir porel mundo, en francés, inglés,alemán e italiano, el Proyectoaludido, para mayor gloria deFerri. La ingratitud es humana, yusted, aunque sea un sabio, nodeja de ser un hombre.

Al cortar hoy todo lazo cordialentre nosotros, ya que nos separa

la conducta, que es lo que desunea los hombres, rompo con unaamistad harto tibia. No puedoolvidarme de la frase, demasiadorespetuosa para la dictadura espa-ñola que me reportó a Chafarinas,escrita por su mano en una de laspostales que me envió por en-tonces, al Norte de África. Decíausted que, enterado de mi cambiode residencia, deseaba que elnuevo domicilio no perjudicasemis trabajos científicos. Ese fueel nombre graciosamente cortéscon que tituló el confinamientoarbitrario que se me impuso enaquel islote marroquí.

Felizmente soy un lector ycomentarista imparcial, y el can-celamiento de la emoción amis-tosa no enturbiará mi juicio alenfrentarme con los nuevos librosque usted publique.

Termina usted sus impertinenciasde La Prensa de Buenos Airescon la esperanza de que progresemi eclectisismo científico, y yolamento poner punto a estascartas reconociendo el progresode su involución científica. Unartículo publicado por mí en eldiario madrileño La Libertad,finalizaba comentando las en-tonces recientes disposicionesitalianas que restablecían la penade muerte y creaban el castigo dela desnacionalización. Vagasilusiones me hicieron escribir:“Los que todavía conservamos aFerri afectuosa y esperanzadaestima, inquirimos un pocodesasosegados: ¿qué hará ante

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este episodio, anormal y anti-jurídico, el gran maestro de cien-cias penales?, ¿será el reactivoque despierte sus antiguasenergías combativas, o seguiráretrocediendo, vuelta la espaldaa sus primeras convicciones?”.

Bien poco duró la favorable duda.En el número de La ScuolaPositiva, correspondiente a losmeses de agosto y septiembre de1926, expone usted su criterio,comentado por mí en el artículode La Prensa, de Buenos Aires,intitulado “La pena de muerte enItalia”, que vio la luz el 31 deenero de 1927. Con ademanesinmodestos expresa usted“abiertamente” su consenti-miento en restablecer la penacapital para los atentados homi-cidas contra el rey y el jefe deGobierno, como “satisfaccióndada a la urgencia de un mo-mento histórico”.

Pero usted había dicho –y repiteen ese trabajo mentado– que lapena capital no era necesaria enlos delitos comunes y cotidianospor horribles y repugnantes quese presenten, ni es admisible paralos delitos políticos, porque susautores van iluminados por unideal que arrostra el martirio. Alllegar a este punto emprendeusted la enésima claudicación desu vejez poco ejemplar. En suRelazione del Proyecto de Códi-go Penal, escrita en 1921, adoptópara definir el delito político,como no podía menos de hacerloun partidario de las concep-

ciones penales modernas, elcriterio subjetivo del móvil, conindependencia de la figura obje-tiva del delito. Así, una rebeliónpor lucro, o un regicido por ven-ganza no son delitos políticos, y,en cambio, sí lo serán “los delitoscomunes”, determinados exclu-sivamente por móviles de índolepolítica. Ahora, citando inclusocon descaro sin par su propiaRelazione antedicha, truncada yfalseada, nos dice usted quecuando el delito político se co-mete mediante formas de delitocomún, entonces nos hallamosante delincuentes pseudo-políticos. Pero ni con estas la-mentables mixtificaciones llegaal logro de su fin, pues tiene queconfesar, para no ser absoluta-mente incongruente con suspretéritas actitudes, que tampocopara semejantes criminales esintimidante la pena de muerte,porque la vanidad les hace escalarel cadalso como héroes, y laatrofia de su instinto de conser-vación les impide sentir la fuerzacoactiva de la pena.

Tras de estos argumentos debíausted rechazar la pena de muerte;pero volviendo el dorso a la ló-gica e invocando impertinente-mente –como Conti y Longhi–unas frases de Beccaria, que nopudo sospechar el mal uso a queestaban destinadas con eltranscurso de los años, expideusted su permiso para el resta-blecimiento de la pena capital,fundándole en la “afirmaciónsolemne y dinámica de la fuerza

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del Estado” y en el derecho deéste a la legítima defensa. ¿Perono habíamos quedado, profesorFerri, en que según las encen-didas frases de su Sociología cri-minal, la defensa social ejercidapor la pena y las medidas pre-ventivas, no puede ser defensa declase?

No sé si progresará el eclec-ticismo científico de que ustedme acusa, pero sí está claro quesu involución científica caminacon paso rapidísimo.

Yo también quiero despedirmecon la expresión de un deseofervoroso: cuando la posteridadle juzgue, ojalá valúe tan sólo laobra de sus años mozos y ma-duros y olvide piadosamente lasveleidades políticas y científicasde su ancianidad claudicante.

Nada más, señor profesor.

Luis Jiménez de Asúa.

Repitamos con su habitual gestodefinidor:

Las ideas no separan a loshombres; lo que disuelve loslazos amistosos y los transformaen enemigos, es la conducta29.

X. EL POLÍTICO

Por razones de inoportunidad y lugar quesería necio exhibir, no estoy lo sufi-

cientemente documentado ni preparadocomo para presentar a un Asúa, espe-cialista en ciencias penales, en trancemenos reputado de político profesionalo asumiendo posturas o recursos de estetenor. Tampoco está en mi propósitocaptar las cuestiones derivadas de talactuación o de los actos políticos cum-plidos.

Parece fuera de toda duda que el naci-miento político de Asúa empezó con sussimpatías a un puñado de intelectuales,periodistas y escritores que se con-gregaron en los años veinte con el motede Alianza Republicana, conocida mástarde como Acción Republicana, y quelas concretas manifestaciones de apro-ximación a la cosa política se acentuaronen su lucha nunca desmayada contra ladictadura del general Primo de Rivera.Intuyo, por lo demás, estando al tantode su carácter y personalidad que, si-guiendo una insobornable línea de con-ducta, defendió sus convicciones conindependencia y justa terquedad; y quefue obediente a la disciplina del partidosocialista en donde militó con orgullo30.

30. El socialismo tiende a grandes síntesis. Go-bernados por siempre por un espíritu verda-deramente republicano y liberal; el socialismoquisiera hacer del mundo entero un Estado deproporciones mayúsculas; la federación deEuropa y aun del mundo sería su aspiraciónmás legítima. Somos nosotros, los socialistas,no un partido político, sino una civilizaciónque llega, y precisamente eso es lo que nos hahecho pensar en el Estado integral y no en elEstado federal. Más por lo mismo que somosuna civilización, no podemos desconocer quelas regiones tienen derecho a vivir autónomascuando así lo quisieran. No encontrará unaregión española, que tenga su civilización ysu cultura propias, sus perfiles y sus carac-terísticas definidas, un obstáculo en el PartidoSocialista. El ve los hechos reales y com-

29. El Criminalista, Buenos Aires, TipografíaEditora Argentina, 1948, T.VIII, pp. 222 y ss.

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Pero dejemos hablar a Martínez Val, aquien nos hemos acogido al hilar losdatos que anteceden:

Es casi seguro que una amistadcon Fernando de los Ríos, ini-ciada en 1925, según relata elpropio Asúa en la semblanza quetrazó de su amigo, le llevó a lasfilas del PSOE, en el que siempremilitó. Era Asúa, con el citado ycon Julián Besteiro, el trío degrandes profesores que com-partían militancia política en unpartido que se denominaba“obrero”. En otro plano estabaRodolfo Llopis.

Su destape como político co-menzó en su lucha contra ladictadura del general Primo deRivera. Y hay que observar, denuevo, su actitud independiente,porque precisamente por aquellosmismos días la UGT, sindicalsocialista, mantenía tan buenasrelaciones con el dictador (en unmovimiento táctico para en-sanchar a su amparo sus basessindicales), que Llaneza, el líderasturiano, había hecho informespara Primo de Rivera y LargoCaballero había accedido al cargode Consejero de Estado nadamenos, mientras Besteiro noponía objeciones a la posibleparticipación en la AsambleaConsultiva que se pretendía reu-

nir para estudiar un proyecto denueva Constitución para España.

Sin embargo, Jiménez de Asúa noentraba en esas colaboraciones yfue intensificando su oposición.En el claustro universitario fueuno de los pocos que votó contrala concesión al rey Alfonso XIIIdel “doctorado honoris causa”.En el Ateneo, como presidenteaccidental, se opuso a dar po-sesión a una Junta de Gobiernonombrada por Real Orden, y esole llevó durante dos meses a lacárcel Modelo de Madrid y antes,el mismo año 1926, había estadoconfinado quince días en las islasChafarinas, junto al abogadosantanderino Casanueva, al pe-riodista director de El Norte deCastilla, de Valladolid, Franciscode Cossio y a un estudiante.

También causó conmoción su re-nuncia a la Comisión de Códigos(1927) y a la cátedra (1929),cuyas connotaciones políticasnunca ocultó.

Ciertamente, estos episodios per-sonales adquieren menos relievesi se comparan, en su duración yefectos, con las masivas suspen-siones de periódicos y las durascondiciones y duraciones de losconfinamientos que durante elprimer bienio republicano y enaplicación de la dictatorial “Leyde Defensa de la República”decretaron Azaña y CasaresQuiroga, contra monárquicos,comunistas y anarquistas, en Ríode Oro (Sahara ocidental) y Bata(Guinea).

prende, precisamente, las disidencias; lasrespeta y las acata (Cfr., La Constitución dela democracia española y el problema re-gional, Buenos Aires, Edit. Losada, 1946, p.94).

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El protagonismo político deJiménez de Asúa sube a nivelesdecisorios y altamente represen-tativos con el cambio de régimen,de la Monarquía a la República.El PSOE lo presenta siempre ensus listas de candidatos por Ma-drid y sale en las tres elecciones(1931, constituyentes; 1933 y1936) con las máximas vota-ciones, inmediatamente despuésque Besteiro y muy por delantede Largo Caballero. Esto es uníndice muy revelador de lo querepresenta en su partido y en laopinión pública.

En las Cortes Constituyentes fuepresidente de la Comisión deConstitución, con una labor coor-dinadora e impulsora de graneficacia. De su experiencia en talcargo, muy difícil por los en-frentamientos que había inclusodentro del propio Gobierno pro-visional de la República, salió sulibro sobre la Constitución Re-publicana, de ineludible consulta.En las Cortes del Frente Popular(febrero, 1936) fue vicepresi-dente primero (era presidenteMartínez Barrios, de UniónRepublicana) y en tal calidadtuvo que ser portador del mensajedel Congreso al Presidente de laRepública, señor Alcalá Zamoray Torres conteniendo el acuerdode su destitución, promovida ydefendida ante el Parlamento porel diputado socialista IndalecioPrieto, episodio del mayor re-lieve, que ante la historia se pre-senta como uno de los más graveserrores históricos, jurídicos y

políticos que tuvo aquel régimen.Y por tal cargo, muchos añosdespués al morir MartínezBarrios, que desde la renuncia deAzaña a la Presidencia de laRepública (1939) había asumidoésta en el exilio, ocupó tal “for-malista” Presidencia sólo paraque no pudiera ocuparla DoloresIbarruri, “la Pasionaria”, que eravicepresidenta cuarta del Con-greso. Como cuenta detallada-mente Sánchez Albornoz, que fueinvestido por Asúa de la “formal”Presidencia del Gobierno repu-blicano en el exilio, nuestropenalista asumió tal cargo ex-clusivamente para impedir lainvestidura de un comunistaestalinista, como era “la Pasio-naria”; pero sin fe en aquelpseudorrégimen republicano enel exilio, sin esperanza y sinmedios de ninguna clase. La vidapolítica de Jiménez de Asúa notuvo un final feliz. Ni siquieradurante los meses en que rigió laLegación de España en Praga,durante la guerra civil31.

En los últimos días del mes de julio de1931 es nombrado por el ParlamentoEspañol componente de la Comisión deConstitución y después debió presidirla.Por cierto que desde el día en que se diocomienzo al debate constitucional yhasta el 1º de diciembre en que se votóel último artículo de la ley suprema, noabandonó un solo momento el banco dela Comisión, estando siempre listo,desde el instante en que se abrían las

31. José María Martínez. En el centenario, Cit.,pp. 72 y 73.

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sesiones hasta la hora en que se cerraban,a cortar discusiones y a superar luchaspersonales de tipo partidista que cons-tantemente se presentaban en el seno delParlamento. Fue una empresa sobre-manera ardua si –como el propioJiménez de Asúa lo reconoce– no siendoespecialista en Derecho Constitucional,debió enfrentarse a las viejas y nuevasConstituciones de Europa y América y arejuvenecer sus conocimientos dederecho público, leyendo en angustiosasjornadas de urgencia –son sus palabras–los tomos de Nicolás Pérez Pizano yCarlos Posada, asesorándose, además,del primero y de Miguel Cuevas, doscamaradas de la Universidad de Madrid.Con ellos y su admirable inteligenciasuperó el trance que representaba eldiscurso de presentación del proyectoconstitucional que pronunció en lasCortes, el 27 de agosto.

Con humildad y modestia reconoce queen la faena de componer el Códigopolítico de su país apenas fue un cola-borador, uno más de los miembros queredactaron el Proyecto y uno solo de los368 diputados que votaron la CartaMagna republicana, siendo la obra detoda la comisión parlamentaria, sin que“ninguno pueda ufanarse solo, o arre-pentirse solo, de haber engendrado elproyecto constitucional”. Por esta época–con empeño y sincera lealtad–, agotadopor el esfuerzo que representó su laborinicial en la Comisión de Cons-titucióny después en la Presidencia de la Juntaparlamentaria, dado el enorme cúmulode asuntos que debió abordar en ochomeses, y por si fuera poco, en la pre-sentación y defensa del Proyectoconstitucional, con todos los episodiosde su génesis y desarrollo, hizo públicos

los deseos a sus compañeros socialistas,de retirarse del campo de la política–aspirando a un justísimo anhelo dedescanso– para dedicarse por completo,según él dijera, a sus “tareas amadas dela cátedra y el estudio”, a las que volvíasiempre, admitiendo, sin vacilaciónninguna y con reflexiva densidad de pen-samiento, que nunca sintió aficiones porla política activa. Y es tan definitivo supropósito de retirarse de este estadio, quepúblicamente solicita a sus correligiona-rios que habiendo ya dado cima alProyecto constitucional bien merecedescanso y jubilación de todo puestoburocrático, conservando su cargo dediputado mientras duren las CortesConstituyentes. Vése, por último, el rigorde su disciplina al credo socialista, en elque milita con orgullo –según así lorepetía en innúmeras oportunidades–cuando afirma que, salvo imposiciónexpresa del partido al que obedece, noquiere volver a sentarse en los bancosde representante del pueblo cuando laCámara se disuelva.

XI. EL ABOGADO

En el otoño de 1927 emprende Jiménezde Asúa, cuando ya tenía 38 años, elejercicio de su carrera de abogado,siendo breve su paso por el foro puestoque en 1936 fue llamado por el GobiernoRe-publicano a servicios diplomáticosen el exterior. Él mismo reconoce queacudió a los estrados como medio deasegurar un porvenir económico ante laeventual necesidad política de tener queabandonar su cátedra o ser destituido desus funciones docentes por la dictadurade Primo de Rivera, llegando a ella tardey de mala gana, casi a la fuerza,

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aficionándose después a su vida llenade emociones, por amor al oficio.Todavía dirá que fue un amor que naciótardío y por eso, acaso, fue másprofundo.

Entregado de lleno a sus menesteresprofesionales abandonó la asiduidad decomentar los sucesos criminales másnotorios de la época así como el examende algunos temas del derecho penal quelo seducían, notas y artículos publicadoscon el mejor de los éxitos en los diariosLa Libertad32 y El Sol33 de Madrid y enLa Prensa34 de Buenos Aires. Algunosde estos ensayos, especialmente losprimeros, fueron recopilados después ensu libro Crónica del crimen, publicadoinicialmente en Madrid en 1929 y quealcanzó sucesivas ediciones.

Conciliando las necesidades profe-sionales con su vida docente fundó unaoficina de naturaleza y característicasdesconocidas en la España de aquellaépoca. Era un bufete integrado por cuatro

abogados: uno se ocupó de problemasciviles y mercantiles (José Díaz Sama);otro, especializado en asuntos con-tencioso-administrativos; y dos más, élincluido, consagrados a la disciplina pe-nal. Pero dejemos que sea el propioJiménez de Asúa quien con mejoresdetalles y gestos del más noble desinterésdescubra secretos que solo a él per-tenecían:

Cuando José Díaz Sama y yo,después de desprendernos delpeso muerto de los otros dos abo-gados, recompusimos nuestrobufete sobre las más sencillasbases –él se ocupaba de lospleitos civiles, yo de las causascriminales y las ganancias separtían por igual entre ambos–llamamos a nuestro seno pro-fesional a un joven formado a mivera, discípulo mío y porentonces mi ayudante: LuisRufilanchas. Lo fusilaron enGalicia, donde se ocultó duranteun año. Rufilanchas, mucho antesde cumplir 30 años era ya untriunfador. Todo en él estaba pre-destinado a una fácil victoria:apuesto, inteligente, audaz, buenorador. Ingresó pronto en las filassocialistas y el frente popular alinstaurarse en el gobierno y en elparlamento, le hizo diputado. Tanrápida e insólita carrera sinobstáculos le llenó los días dequehaceres y su propio bufeteadquirió rápido auge. Antes quizáde lo debido hubo de eman-ciparse de la tutela de Díaz Samay mía. No debe desconocerse queel pasante no sólo ayuda sino quetambién aprende y el arte del

32. Entre otros: “Injuria y críticas” (24 de juniode 1923); “Tratado de derecho penal” (22 deenero de 1927); “Comentarios al Código Pe-nal” (2 de febrero de 1927); “El Código Pe-nal” (6 de febrero de 1927); “El artículo 438del Código Penal” (9 de febrero de 1927); “Lasfalsas inscripciones de hijos” (13 de junio de1929); “Conyugicidio por adulterio en elnuevo Código Penal” (4 de julio de 1929);“Las nuevas revistas penales” (23 de julio de1929); “El hambre en el nuevo Código Pe-nal” (15 de agosto de 1929); “El delito deusura en el nuevo Código Penal” (31 de agostode 1931).

33. Entre otros: “Los delitos de prensa en el nuevoCódigo Penal” (18 de abril de 1928).

34. Entre otros: “La reforma del Código Penalespañol” (12 de diciembre de 1926); “El nuevoproyecto del Código Penal español” (1º dejunio de 1928).

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abogado no se asimila condemasiada rapidez.

La vacante de Rufilanchas laocupó Mediano. Jamás hube decelebrar tanto la elección de uncamarada. Inteligente, laboriosoy alegre, jamás puso gesto defatiga a su trabajo por largo ypenoso que fuera. Las más du-dosas causas políticas en que eldesenlace estaba previsto por elempeño del gobierno en hacerescarmientos, afán que a menudoobtenía el triunfo por apoyo delos fiscales y eventual temor delos jueces, las abordó JuanManuel Mediano, con ademánoptimista. Cuando yo defendí adon Francisco Largo Caballero,era Rufilanchas pasante mío.Pues bien, ni él, ni Díaz Sama,creyeron en el desenlace abso-lutorio. Yo sí y conmigo JuanManuel Mediano, que ya estabaen nuestro trato amistoso yprofesional35.

Es de anotar que pocas veces acudió a laAudiencia y que el peso de su trabajoprofesional recayó sobre recursos decasación, dictámenes, escritos e infor-mes. Dígase que en estas piezas forensesson notorias la hondura de su erudicióny el talento prodigioso de su persona-lidad jurídica.

Su obra abarcó –en esos nueve añosfecundos de plena actividad– noventa ycuatro (94) piezas de defensa, algunas

dichas en estrados. Muchas de estasdefensas tienen que ver con causaspolíticas (procesos contra SantiagoCasas Quiroga y Francisco Largo Ca-ballero, entre otros muchos), donde congenerosidad y desprendimiento –atri-butos propios de su espíritu liberal y desus arraigadas convicciones democrá-ticas– se ocupó intensamente de ladefensa de sus compatriotas que junto aél luchaban por los mismos ideales,negándose a recibir cualquier retribucióneconómica o material. Pesaban más susideas sublimes y su riqueza ideológica,que compartió con los acusados yperseguidos.

Tres (3) tomos –que apenas contienenparte de su vida en la abogacía– ven laluz en España. En 1933 se inicia la pu-blicación de sus Defensas penales. Dosaños más tarde se imprime el volumensegundo, en momentos de enormeagobio profesional debido a las circuns-tancias que acompañaron la revoluciónde octubre y, finalmente, en 1936, sepublica el tercero, donde fundamental-mente se incluyen documentos rela-cionados con procesos políticos y unoque otro trabajo ajeno al foro –unosdiscursos parlamentarios y dos artículosde periódico– que versan sobre materiaspenales con el ánimo de acusación o dedefensa. Con ese sentido tan críticopropio en él, escribió con bien meditadodesignio, que nuestra profesión es antetodo ética. El abogado –dijo– debe saberderecho pero principalmente debe ser unhombre recto. Cabalgando sobre estasideas hizo constar que jamás acudió arecomendaciones de ningún tipo paraprocurar el triunfo de las causas que leencomendaron, manifestando, además,que pese a tener entre los gobernantes

35. Luis Jiménez de Asúa, Introducción a su libro,Las leyes penales comentadas, Buenos Aires,Edit. Losada, 1946, pp. 9 y 10.

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227Acerca de la obra de Luis Jiménez de Asúa

de la época, amigos y compañeros,nunca solicitó el traslado de un juez niel nombramiento de un magistrado. Unhombre de esta cuerda ideológica yespiritual tampoco podía contemporizarcon la propaganda periodística y ladifusión de sus notas e informes, confrases de autoelogio. Por ello, a lo largode su vida, repudió estos interesadosactos de comunicación, absteniéndose deenviar a los diarios copia del discursoforense o comentario alguno sobre supropia gestión, pese a contar con nume-rosos amigos periodistas.

Su actitud de dignidad e independencia–como él mismo lo reconoce– frente asu actividad forense y su respeto por lanoble pasión de defensor se reflejan eneste pensamiento tan suyo y tan propio:

... En mi actividad de abogadosólo me hago cargo de aquellasdefensas que me parecen justas.Los que acuden a mi consultasaben que rechazo numerososasuntos por entender que no sonviables en derecho. Pero no tengola vanidad de creer que mi en-juiciamiento es infalible. La no-ble pasión de defensor puedeenturbiar mi criterio, a pesar queme esfuerzo en que sea sereno.Es harto probable que los magis-trados que me quitan la razónestén en lo cierto. Sus funciones,por ser más ecuánimes, les per-miten ver el problema con másdesapasionamiento que yo...36.

Con dificultad cabe emitir un juicio másexacto y rigoroso.

Su actividad letrada en tierras ameri-canas también tuvo un papel subalterno,acaso menos relevante que en su patria,al estar consagrado por entero a laslabores científicas y docentes. Sóloexcepcionalmente compuso piezas des-tinadas al foro, emitiendo dictámenesguiados por un estricto criterio imparcial,ajeno del todo a las pasiones de obtenerla absolución o condena en que tercia elabogado. Un volumen, publicado en LaHabana, en 1950, bajo el título Defensaspenales en América37, que en ciertomodo es continuación de los tres volú-menes publicados en España, recoge suproducción forense.

Sus Defensas penales, más allá de cons-truir una serie de oraciones o discursosen resguardo y protección de interesesprofesionales –a manera de documentosforenses–, representan auténticas y bieninformadas clases de derecho penal,pedazos de su carne y de su alma, adere-zados por la fe, convicción y seguridadcon que las pronunciaba. E insistiendoque lo primero para él era la enseñanzade la ciencia penal, la más auténticavocación de su destino, no desdeñaba laactividad forense como prolongación dela cátedra en el foro, tratando de con-ciliar, unir y sintonizar los casos realescon la técnica jurídica.

XII. DOS AFICIONESESPECIALES

Tenía el maestro –escribe uno desus esclarecidos discípulos, el

37. Jesús Montero, Editor, La Habana, 1950.36. Prólogo, Defensas penales, Buenos Aires,

Edit. Losada, 2ª ed., 1943.

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profesor Rivacoba y Rivacoba–,grande afición a las buenas letras;especialmente, las españolas, y,en particular, dentro de ellas, lapoesía y el teatro. Más de unapieza debió de representar en susaños mozos, y con frecuencia segozaba en recitar largos parla-mentos del Don Juan de Zorrilla,personaje que, en su ambiva-lencia, hubo de interesarle y deser objeto de muchas medita-ciones e intervenciones por suparte. Con su memoria privile-giada, recordaba extensos pasajesde muchos poemas, y a menudole gustaba recitarlos. Perfecta-mente rememoro un azarosoviaje bajo el diluvio, por una ca-rretera sin pavimentar, en laprovincia argentina de EntreRíos, en el que, para distraerse ydistraer a los demás –menos alconductor del coche– de lasincidencias y aun peligros decada minuto, no hizo sino de-clamar múltiples poesías yfragmentos de obras teatrales.Pero repito que su autor favorito,quizá por más de una coinci-dencia en dos figuras tan dis-pares, era Machado; y se diría unsino significativo, que el últimotrabajo que hube de enviarle fuerami ensayo sobre el crimen en lapoesía de éste.

Se comprende, pues, que se ex-presara con suma propiedad ysubida belleza; aquélla, siempre,esta última, sobre todo, cuandono le atenazaba el tecnicismo yel pensamiento y la emociónfluían más libres y espontáneos.

A veces, empero, su extremadorigor mental, su preocupación porser cabal, su afán de exactitud,lastraban la exposición o forza-ban su pronunciación en lo que,incluso algunos entendimientospreclaros y que le conocían bien,tomaban, sin acierto, por afec-tación.

Mal podía ser afectado quien erala espontaneidad y la sencillezmisma, que –innecesario es de-clararlo– no hay que confundircon el desconocimiento de lapropia valía ni el descuido de ladignidad38.

Por otro lado, sería una omisión imper-donable no mencionar la devoción y elapego que experimentaba el sabioprofesor por la entomología. Cuando setrasladó de Sudamérica, en 1939, llegósólo con su equipaje y su extraordinariae infaltable colección de mariposas einsectos. Se complacía en recordar yrepetir –cualquiera fuese su estado deánimo– que un insigne profesor alemán,Erivck Wolf, tenía idéntica afinidad poresta ciencia. También se afirma que cadavez que, requerido por universidadesextranjeras u organismos internacio-nales, se desplazaba al exterior, deregreso a su hogar, inexorablemente traíaconsigo un buen número de tales espe-címenes, lo que incrementaba de maneraconsiderable su muestrario.

Alguien que lo conoció y trató muy decerca, José Prats García, a propósito de

38. A la memoria del profesor Luis Jiménez deAsúa, Instituto de Ciencias Penales, Filial deValparaíso, 1972, pp. 27 y 28.

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229Acerca de la obra de Luis Jiménez de Asúa

sus aficiones de entomólogo, evoca estasugestiva anécdota, en términos quemerecen recordarse:

En el trabajo y en la alegría, enla esperanza y en la amistad, enla sencillez de su generoso magis-terio vive en nuestra memoriaeste madrileño universal. Y noquiero ocultar otro aspecto suyomuy poco conocido: sus aficio-nes de entomólogo. Iba yo con élpor una calle de Bogotá, laavenida de Jiménez de Quesada,cuando cayó volandero junto anosotros un escarabajo. DonLuis, de un salto, lo cogió suave-mente y lo metió en un frasquitoque llevaba en el bolsillo. Me dioel nombre latino de aquel inex-perto insecto. Fuimos a visitar elcolegio de La Salle, de Bogotá,donde un religioso tenía un buengabinete de entomología. Colom-bia tiene mariposas espléndidas.Allí había de todo; don Luis glo-saba aquellos ejemplares, perosalió descontento. Me dijo queera la primera vez que unentomólogo no regalaba a otroalgún ejemplar interesante. Yo nosé si en aquel religioso de Bogotá–creo que era francés– faltócompañerismo o sobró rencorpolítico. En una excursión deparadisíaca tierra templadapróxima a Bogotá –el lugar sellamaba “El Paraíso” y el hotel“La Esmeralda”– fuimos con donLuis, provisto ya de su red paracazar mariposas, y allí privó dela libertad –él liberal, como buenmadrileño– algunos preciososejemplares39.

XIII. SU PASO POR COLOMBIA

Por el año de 1944 vino Jiménez de Asúa–invitado especialmente por la Uni-versidad Nacional– a explicar un cursobreve sobre temas de rigurosa especia-lidad jurídica, acaso poco conocidos enel medio. Bogotá, Medellín y finalmentePopayán escucharon sus comentarios,llenos de grande erudicción y de elevadocriterio jurídico. Su palabra elegante yfácil, su cultura penal tan universal comoprofunda, su técnica admirablementemetodizada, su innegable solidez men-tal y su poderosa individualidad, des-pertaron grandes expectativas y el mejorde los entusiasmos, más allá de ladefensa de sus teorías personales y delos prejuicios morales y políticos exis-tentes en la época.

En Bogotá, tal y conforme estaba pro-gramado, el día lunes diez (10) de abrildel año citado dio comienzo el profesorespañol a las conferencias sobre lostemas siguientes:

Lunes, 10 de abril: La tipicidadMiércoles, 12 de abril: La legítima defensaLunes, 15 de abril: Dolo eventual y

delitopreterintencional

La prensa de la capital se ocupó extensa-mente del asunto, ya por la importanciade las cuestiones a tratar ora por elprestigio del erudito penalista español.El periódico El Tiempo, ad exemplum,

39. Estudios de Derecho Penal en Homenaje alprofesor Luis Jiménez de Asúa, Revista de laFacultad de Derecho de la UniversidadComplutense de Madrid, Nº 11 (monográfico),Madrid, 1986, p. 27.

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destaca la intervención de Jiménez deAsúa en términos más o menos elogiosospero merecidos:

Con una numerosa y selecta con-currencia en la cual se destacabanalgunos magistrados de la CorteSuprema de Justicia y del Tribu-nal Superior, distinguidos abo-gados y estudiantes, presidida porel señor Rector de la UniversidadNacional y el señor ProcuradorGeneral de la Nación, inició ayeren la Ciudad Universitaria laanunciada serie de conferenciassobre temas penales el profesorJiménez de Asúa.

El prestigioso conferenciante, enun estilo desembarazado y sindesfallecimientos, aunque unpoco recargado de citas y a vecesresentido de excesiva erudición,disertó durante hora y mediasobre el interesante tema de “latipicidad del delito”, comenzandopor una crítica de los diversoscontenidos que se ha querido dara este fenómeno, según los di-versos autores y épocas hastallegar a la contemporánea, queresume admirablemente lospostulados jurídicos de la escuelaliberal.

No sólo por la importancia deltema, bastante desconocido entrenosotros en su desenvolvimientocrítico, sino por la alta autoridaddel conferenciante, la conferenciade anoche alcanzó un palpitanteinterés y mantuvo fija la atenciónde los espectadores, que, conjusticia, ovacionaron largamente

al orador. Lástima grande, sí, quela brevedad del espacio de tiempono hubiera permitido al emi-nente penalista extender el radiode sus observaciones a un campomás amplio y detallado, lo cualhizo que el público hubiera que-dado ávido de nuevas y másextensas ilustraciones sobre ma-teria tan interesante.

Las observaciones, que muy a laligera pero admirablemente en-focadas hizo el profesor Jiménezde Asúa al Código Penal colom-biano, en aspectos que se rozancon el tema central de su confe-rencia de ayer, al mismo tiempoque llamaron poderosamente laatención, indican o, mejor, rati-fican, el agudo sentido crítico delcelebrado penalista español yplantean un importante funda-mento para un debate que segura-mente organizará dentro de pocola Facultad de Derecho a travésde sus cátedras de ciencia penal.En las próximas conferencias quese anuncian tendrá ocasión elprofesor Jiménez de Asúa detratar con su ya probada capa-cidad de penalista y de conferen-ciante, otros temas de no escasointerés, que comentaremos enoportunidad, aún cuando sea enesta forma breve y ligera, comoconviene a una presurosa nota dediarismo”.

Tras el desarrollo de la segunda diserta-ción, donde abierta y razonadamentecriticó Jiménez de Asúa la interpretaciónerrada de la ley penal por los excesosinterpretativos de un amplio sector de la

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231Acerca de la obra de Luis Jiménez de Asúa

jurisprudencia nacional acerca delpretendido “honor conyugal” quejustificaba la conducta del matador (pa-dre, hermano o esposo) que encontraraa su cónyuge, in rebus veneris, otor-gándole –sin que se precise la sorpresain fraganti– la justificante de la defensa(?), arremetieron algunos intolerantescon pensamientos desmesurados ypropósitos que ocultaban, con disfraz deciencia, intenciones marcadamentepolíticas.

El periódico El Siglo consideró queJiménez de Asúa al hablar sobre lalegítima defensa y de manera especialsobre la “legítima defensa del honor”había ofendido con sus palabras a lasociedad bogotana por hacer una amoraly grosera justificación del adulterioaseverando, además, que sus afirma-ciones causaron escándalo e indignacióngeneral. De verdad que no era para tanto.Muy a pesar de que tan reaccionariospensamientos, todos precipitados ytorpes, fueron cubiertos por el polvo,quiero adrede –y más allá de la lejaníadel tiempo– rescatar la literal exposiciónde sus términos para que se advierta almáximo la costra de hipocresía y falsotradicionalismo que atemorizaba no eltema en sí, sino la independencia,firmeza e integridad de que siempre hizogala Jiménez de Asúa por su espíriturepublicano y liberal:

...Sobre tan complejo tema, ellicenciado español prácticamenteno agregó nada, que pudieratildarse de original a lo expuestoya –en relación con la legítimadefensa– por los tratadistas co-lombianos de derecho penal aladentrarse un poco aunque de

manera lamentablemente super-ficial, por los senderos de laexposición, y al aludir ya en con-creto, al principio sentado por ellegislador colombiano en elartículo 382 del Código Penalcolombiano, el licenciado LuisJiménez de Azúa ofendió grave-mente a la sociedad colombiana,al tratar de desvirtuar el contextoy el espíritu mismo de esta dis-posición, haciendo –en cambio–una grosera y amoral justifica-ción del adulterio. A este res-pecto, comenzó diciendo que sele hacía muy grave el hecho deque, por ejemplo, una muchachade 18 años pudiese darle muertea su hermana casada, por la solacircunstancia de que ésta en sucondición de mujer, ya liberada,tuviese un amante. Manifestó,asimismo, su extrañeza en frenteal hecho de que en un país, comoel nuestro, en donde a la mujerya se le ha dado acceso a la ju-dicatura eligiéndola para el cargode juez, y que es aparentementeun pueblo de gran cultura y unavanzado grado de civilización,todavía se hable de una honraconyugal. Dio a entender quequien mata a su cónyuge poradulterio no está haciendo uso dela legítima defensa, porquedizque el marido no es violentadoni agredido por los amantes, quede ordinario suelen siempreocultarse; y porque, además, nopuede haber legítima defensa sinagresión injusta, o actual, o in-minente, y en caso del adulteriose trata de una acción pasada.

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Grave ofensa a la sociedadcolombiana

En el curso de esta grosera yamoral justificación del adulterioel licenciado Luis Jiménez deAsúa, dijo que –en su concepto–el honor es individual y la mujertiene, por lo tanto, bastante res-ponsabilidad, para hacer de suhonor el uso que quiera. Comoun ejemplo ilustrativo de talesreflexiones, transcribimos éstedel mismo licenciado Jiménez deAsúa, propuesto ayer por el con-ferenciante: una mujer que va enun tranvía, al ser manoseada porun sátiro, podrá clavarle a éste unalfiler, como una reacción pro-porcionada a la agresión de quefuera objeto, pero no dispararsobre el sátiro su revólver.

Pésima impresión causó laconferencia

Al concluir su exposición, quefue bastante monótona y abu-rrida, la generalidad de losasistentes, entre los cuales se en-contraban profesores de derecho,magistrados de la Corte Supremade Justicia y el Tribunal Superiorde Cundinamarca, profesionalescomentaban en los pasillos deledificio de la Facultad Nacionalde Derecho, en términos bastantedesfavorables la conferencia dellicenciado Jiménez de Asúa.

La conferencia de hoy

La conferencia de esta tarde, quees la tercera que pronunciará en

el aula máxima de la FacultadNacional de Derecho, el licen-ciado Jiménez de Asúa versarásobre el siguiente tema: “Delitopreterintencional”. Dado que laconferencia de ayer constituyó unverdadero fracaso, es probableque a la de esta tarde asistan muypocas personas, ya que las difi-cultades de traslado a la CiudadUniversitaria, la cual queda bas-tante retirada de la ciudad, no severían compensadas con unaexposición pesada y bastantemonótona, semejante a la de latarde del día de ayer.

XIV. LA RÉPLICA

No olvidó Jiménez de Asúa los alaridosextravagantes que rodearon el suceso.Con su gallarda altivez y su enemistadcon la farsa, relata anecdóticamente loacaecido en palabras que para el retozodel ánima bien vale la pena recordar:

En el año de 1944 fui invitado porla Universidad Nacional deBogotá a exponer un breve ciclode conferencias. Suele ser pocofrecuente que el organismo queinvita diga qué temas desea vertratados. En esta ocasión se metransmitió, por un amigo comúnde los profesores bogotanos ymío, el encargo de que yo ha-blase de la “legítima defensa delhonor”. Extrañóme lo circuns-crito del tema, imposible de ilus-trar si se aísla de las cuestionesgenerales de la defensa privada,y para complacer en parte a loscatedráticos de la Facultad de

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Derecho y en particular al prof.Escallón, que explicaba derechopenal y que además desempeñabael cargo de Fiscal General de laRepública, elegí como asunto deuna de mis conferencias (lasegunda): “la legítima defensa”.Quiero que conste también, paraque resalten más los aconte-cimientos que estoy narrando,que Escallón pertenecía al Par-tido Conservador. Supe, cuandopisé tierra colombiana, la anó-mala aplicación que de esa justi-ficante se hacía y que a Escallón,uno de los autores del CódigoPenal y jefe del MinisterioPúblico, no podía menos detenerle sobremanera perplejo.Basándome en rigurosos argu-mentos científicos, expuse el día12 de abril de 1944 mi disertaciónsobre la legítima defensa en elaula magna repleta de público.No oculté –si bien para nada aludía la práctica penal colombiana–que la defensa del honor eraimposible que cubriese al uxori-cida por adulterio y argumentécon el principio de especialidadde que se habla ahora en el texto.Con asombro, rayano en la estu-pefacción, leí al día siguiente enlos periódicos contraloreados porel señor Laureano Gómez –furi-bundo católico, que fue presi-dente de Colombia– una serie devariados ataques, que en losdiarios de provincias llegaban alinsulto (por eso he dicho que fuicasi víctima en este episodio), enque se afirmaba que yo había idoal país a hollar o a atropellar “lasmás puras tradiciones colom-

bianas”. Al día siguiente daba yomi tercera y última conferenciaen la Facultad de Derecho deBogotá, y no quise callar anteaquellos inesperados y estúpidosataques. Puesto que el tema deella no se prestaba a alusiones,pues consistía en el “Dolo even-tual y el delito preterintencional”,me dirigí directamente y sinbuscar procedimientos habili-dosos, a los que los diarios habíandicho.

En primer término hice constarmi extrañeza de que las “máspuras tradiciones colombianas”consistieran en matar mujeres,acción mucho más cobarde queheroica, y en segundo término ypuesto que eran diarios católicoslos enojados, recordé las palabrasde Cristo. Con figura de hombreinteligente buscó muchas vecesefugios a las trampas de fariseosy judíos. Lo mismo que cuandose le interrogó sobre el pago deimpuestos abusivos –pregun-tando a su vez de quién era lamoneda y al decirle que era delCésar repuso: “Dad a Dios lo quees de Dios y al César lo que esdel César”– hubo de hacer en éstaotra coyuntura. Para ponerle enconflicto con las leyes hebraicascondujeron ante él a la mujeradúltera, condenada por inme-moriables reglas a la pena delapidación. Jesús no abominó dela legendaria norma; pero dijo:“El que esté limpio de pecado,que tire la primera piedra”. Nadiela arrojó y la multitud fue disper-sándose. Jesús volvióse entonces

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a la mujer y añadió: “Puesto quenadie te condena, yo también teperdono. Vete en paz”. Así lonarré en el aula máxima bogotanael 13 de abril de 1944, y la granconcurrencia subrayó su confor-midad con aplausos. Recordaré,además, que los diarios deLaureano Gómez, más papistasque el papa, no se convencierony arreciaron en su campaña con-tra mí; pero sobre todo deseo queno se olvide lo que me opuso unestudiante que se me acercó alterminar esta tercera y últimaconferencia en las aulas bogo-tanas: “Pero Doctor –me espetóentre afligido y contrariado,dándome el título del que tantose abusa en América–, Jesús erasoltero”. Lo decía aquel jovencatólico colombiano comoargumento decisivo para explicarla incomprensión del hijo de Diosen éstos trances olvidando elpobre que el catolicismo ha do-tado al Señor de omnisciencia40.

En una segunda y última oportunidadque pasó por Colombia el ilustre maes-tro y penalista se dirigía a Venezuela aexplicar un curso de dogmática penal enla Universidad Central de Caracas, en elaño lectivo de l945. Me comentaba, enalguna ocasión, el profesor JorgeEnrique Gutiérrez Anzola –y respondoformalmente por la autenticidad de lanarración– que rehusó una vez y otra abajarse del avión, que había aterrizadoaquí en Bogotá por razones técnicas, alrecordar, en su verdadera luz, las cosas,

los hombres y las circunstancias perso-nales que rodearon los sucesos, en antescomentados. Sin entrar en la jurisdicciónde la crítica de tal actitud, por cierto in-violable, nos contentaremos con volverla vista atrás y memorar aquel episodioacaso desconocido entre nosotros, cir-cunstancia que una vez meditada, nosresulta harto respetable, y no por ellomenos triste.

XV. SUS VIAJES A AMÉRICAY ALGUNAS DE SUS OBRASPUBLICADAS EN ELCONTINENTE

Terminada la guerra civil, abandona aEspaña para no volver jamás y llega atierra americana, desembarcando enBuenos Aires, el 12 de agosto de 1939,buscando refugio y trabajo.

Pero antes:

Visita nuestro continente en 1923, y enBuenos Aires, en la Facultad de Derechode la Universidad del mismo nombre,durante los meses de junio, julio y agostodel año antes citado, pronuncia doceconferencias consagradas al estudiocientífico y a las cuestiones más funda-mentales del Código Penal argentino,programa excelentemente desarrolladoy cumplido en sus criterios dirigentes.En un estudio crítico verdaderamentevalioso y con una amplia visión deconjunto examinó las direcciones de lasescuelas clásica y positiva en la com-posición y reforma de las leyes penales;la tendencia neopositiva o el positivismocrítico; las tendencias político-criminaly dualista; el concepto moderno delderecho penal y las garantías de los

40. Tratado de derecho penal, Buenos Aires, Edit.Losada, 1961, T. IV, pp. 143 y 144.

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derechos individuales; el derecho penaldel porvenir; el Código Argentino frentea la moderna dirección de las cienciaspenales, y, por último, los problemastécnicos de su legislación penal.

En julio de 1925, y tras breve escala enMontevideo, donde disertó sobre endo-crinología, derecho penal y eutanasia yhomicidio por compasión regresó a laArgentina invitado por la Universidad deCórdoba, que aspiraba a desarrollar unlargo programa en sus aulas. Y en elmismo salón de la Universidad de Bue-nos Aires –donde antes había establecidocontacto con la intelectualidad bonae-rense– pronuncia un breve ciclo decuatro conferencias sobre la Penologíacarcelaria y asegurativa y el CódigoPenal Argentino; los proyectos de leysobre el estado peligroso; los proyectosde 1928, 1932 y la reforma del Senadode 1933; la ciencia penal argentina antela peligrosidad y el proyecto de CódigoPenal de José Peco. En su libro ElCódigo Penal argentino y los proyectosreformadores ante las modernasdirecciones del derecho penal (Libreríay Editorial “La Facultad”, Buenos Aires,1943, 2ª ed.) se recogen por completotodas sus conferencias y apuntes. Comoalgo verdaderamente curioso debedestacarse que en las últimas líneas desu “Advertencia” presentada en la pri-mera estampa de su obra, escrita enMadrid a 1º de julio de 1927, predijo queacaso en estas tierras americanas bus-caría “un día definitivo refugio”. Profé-ticas palabras que se impusieron añosdespués para vivir, en parte, un largotiempo de respeto y legalidad.

También es de recordar que en 1924estuvo en el Perú explicando un curso

completo de derecho penal refiriéndosemuy particularmente a la evolución desu nuevo código y a la práctica peni-tenciaria. En su obra El derecho penalen la República del Perú (Universidadde Valladolid, 1926) recoge los temasobjeto de su examen; las impresiones desu viaje a Lima y la labor penal del ter-cer congreso científico panamericanoreunido en esta ciudad a finales de 1924y que fuera clausurado allí mismo, el 4de enero de 1925.

Un agotador periplo lo lleva a dictar uncurso de derecho penal en algunos paísesde la América Hispana y conferenciasen Montevideo, La Plata, Mendoza, San-tiago de Chile, Arequipa, Lima y laHabana. Regresó a España en febrero de1926.

En éste mismo año, e invitado por laUniversidad de La Habana dicta un cursobreve de conferencias sobre materia pe-nal. El programa escogido versó sobreel estado actual de la ciencia y legisla-ción penales; el derecho penal, elporvenir remoto y el porvenir inmediato;la reforma penal, con tres puntos decapital importancia; el estado peligrosodel delincuente, la peligrosidad nula,mínima y máxima y la sanción dedefensa social y de protección; y porúltimo, trató sobre la reforma integralcon la presencia de tres elementosesenciales: la magistratura, la orga-nización penitenciaria y la legislaciónpenal.

Muchos años después regresa a la isla,esta vez reclamado por el InstitutoNacional de Criminología de Cuba. Enlos días 25, 26, 27, 29 y 31 de enero y 1,2, 3, 8, 9, 10,14 y 15 de febrero de 1944

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pronuncia en La Habana las conferenciassobre aspecto y contenido del derechopenal; la ley penal y la norma; elcontenido de la ley; la justicia y lalibertad como contenido del derecho;concepto y clases de interpretación, laanalogía y otros asuntos de singularimportancia propios de estas disciplinas.

Dos libros, el primero publicado por laEditorial Soyo-Sebastia de la Habana(1926), bajo el rótulo de Conferenciasde derecho penal explicadas en laUniversidad de la Habana por el doc-tor Luis Jiménez de Asúa, y otro tituladoLa ley penal y su interpretación (JesúsMontero editor, La Habana, 1929),recogen las dichas disertaciones.

Hay que recordar sus lecciones ma-gistrales sobre el delito y sus caracteresen las Universidades de Santiago deChile (1940 y 1942), Tucumán (1940),La Plata (1941-1942), La Habana(1943), México (1943 y Sucre (1943).

Hacia 1940 –y dentro de un viejopropósito que al fin toma cuerpo yrealidad– escribe un breve opúsculosobre ese genio extraordinario y univer-sal que fue César Lombroso. Por suspáginas, henchidas de recuerdos ytransidas de bastante carga afectiva yemocional, desfilan los momentos cru-ciales de la existencia de este criminó-logo y sabio auténtico: nacimiento einfancia; su ingreso a la universidad; suentrega a la ciencia; sus primeros desen-gaños y sus momentos decisivos. Des-pués, su ascenso, apoteosis, descréditoy justa estima, destacando para culminar,su entrega entre 1906 y 1909, espoleadopor su interés sobre los contactos supra-sensibles, al estudio del espiritismo cuyo

trabajo terminó, por rara coincidencia,el último día de su vida. De este trabajose hicieron dos ediciones. La primera en1944, por la editorial La Universidad. Lasegunda, que es la que conocemos, de1960. Por cierto que emocionadamentededica esta obra –escrita al fundador dela criminología– a tres criminólogosespañoles: a don Rafael Salillas, la granfigura española en antropología crimi-nal y en la disciplina penitenciaria; a sumaestro e introductor en el mundo de lasletras científicas, Constancio Bernaldode Quirós y a don Mariano Ruiz Funes,su viejo discípulo y fraternal amigo.

Con motivo del segundo CongresoLatinoamericano de Criminología quetuvo por sede la ciudad de Santiago deChile algunos catedráticos bolivianos(entre ellos, José Medranoy ManuelDurán) invitaron a don Luis a que dictaraalgunas conferencias en las univer-sidades del hermano país. En los CentrosSuperiores de Cochabamba, Oruro,Potosí y Sucre dictó el maestro intere-santes y muy valiosas charlas acerca delos problemas jurídicos de la eutanasia:sobre las Escuelas penales a la luz de lacrítica moderna; y la reforma penal,amén de abordar otras materias afines.El cursillo se dictó en Cochabamba losdías 9, 10, 11 y 12 de febrero de 1942:luego en Sucre, el 21, 23, 24 y 25 delmismo mes; más tarde en Potosí, el 3, 4y 5 de marzo; y por fin, en Oruro, el 11,12, 13 y 14 del mismo mes.

Tan brillantes y espléndidas diserta-ciones dictadas con el excepcional brilloe inteligencia que caracterizaban almaestro fueron recogidas en un volumentitulado Cuestiones penales en euge-nesia, filosofía y política, Imprenta

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Universitaria, Cochabamba, Bolivia,1943.

Desde el 8 de enero hasta el 9 de mayode 1945 explica en la Facultad deDerecho de la Universidad Central deVenezuela un largo curso universitariosobre dogmática penal, en lecciones detipo magistral, compuesto por 46 confe-rencias, que se complementan conpreguntas y casos prácticos. No sobraagregar que toda la doctrina del delito,encerrada en esas lecciones, se construyófundamentalmente sobre la parte generaldel derecho penal venezolano de 1926.Un grueso e interesante tomo: La ley yel delito o curso de dogmática penal,publicado por la Editorial Andrés Bellode Caracas en 1945, recoge la totalidadde las enseñanzas impartidas. Com-plemento indispensable de ese curso fuela obra que en colaboración con Fran-cisco Carsi Zacarés publica en dosvolúmenes la misma editorial en 1946:Códigos penales iberoamericanos, concasi 2.700 páginas. En este largo,paciente y útil estudio de legislacióncomparada se examinan con singularesmero los textos de todos los códigosiberoamericanos –en conjunto veintiúncódigos– sin que falten los de Haití yPuerto Rico, pese al origen de naciona-lidad del primero y a que la isla antillanaforma parte de los Estados Unidos yposee un código de neta factura anglo-sajona, sin rechazar del todo la idea deque ambos países están emparentadoscon la cultura iberoamericana, según asílo afirma el profesor de Madrid.

Con la necesaria precisión se consagrael insigne maestro en el capítulo I porexponer la historia de la codificaciónpenal iberoamericana, ocupándose

inicialmente de los antiguos códigosvigentes y de los proyectos reformadoresy tratando, por último, de los códigosmodernos. Desde el de Bolivia de 1843,el más antiguo, hasta el de Costa Rica,de 1941, el más joven.

En el capítulo II traza las orientacionesde los vigentes códigos penales ibe-roamericanos. Versa su estudio sobre laraíz clásica española de los códigos deBolivia y Chile, que responden a lostextos españoles de 1822 y 1870, y elorigen francés de los de Haití y Re-pública Dominicana. Más adelante seocupa de aquéllos que tomaron algunasdirectrices del Código italiano de 1889para finalmente indicar la improntadejada por la escuela positiva en códigoscomo el nuestro (Ley 95 de 1936) y elinflujo del proyecto italiano de 1921,pretendidamente positivista, en loscódigos de Argentina, Perú, Méjico,Cuba y Brasil.

Expone en el capítulo III, el derechopenal comparado de las disposicionesgenerales, donde con brevedad y sinexcesivos detalles se ocupa de la fórmulanegativa de la antijuridicidad, desgra-nada en las causas de justificación; lasconcepciones de la culpabilidad, en susformas de dolo y culpa, así como lascausas que la excluyen, tratando, por fin,de las excusas absolutorias, y sin dejar aun lado temas tan trascendentes como latentativa, la codelincuencia, el concursode delitos, las penas y las medidas deseguridad.

El capítulo IV versa sobre la compara-ción de los más importantes preceptosde la parte especial y en el capítulo V sededica a enjuiciar la posibilidad de

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unificar los códigos penales deIberoamérica a fin de “dar una ciertaunidad conceptual a algunas disposi-ciones generales y a aquellos delitos quecon más frecuencia pasan las fronterasde cada país”.

Hay que mencionar también las Leyespenales comentadas (Buenos Aires, Edit.Losada, 1946) compuestas en el Institutode Criminología de la ciudad de La Plataen asocio de José Peco, con notas delcodificador, cuando éstas fueron ex-presadas, en referencia a cada uno de susartículos y la jurisprudencia más nota-ble de los Tribunales argentinos, com-pilados bajo la dirección de Juan ManuelMediano y dirigida a catedráticos,jueces, abogados y procuradores. Estemeritorio quehacer intelectual comenzódurante el año de 1940, trabajado conmayor ahínco en el invierno de 1942,prosiguiendo durante todo el verano yel otoño de 1943. Mediano –por esascosas inevitables del destino– muriócuando estaba dedicado a labores decorrección de pruebas y a proyectar elpróximo volumen sobre las leyes civilesargentinas anotadas con jurisprudencia.Pero la obra estaba ya terminada. Trátasede una tarea por demás ardua e ingrata“por la cantidad de esfuerzo oculto quedemanda a quien osa emprenderla” peroal mismo tiempo trascendente y sobre-manera útil por representar un notableesfuerzo de compilación de los textosvigentes de las leyes penales y procesalesde aquel país y una ordenación de lajurisprudencia dentro del artículo a quese refiere, en forma por demás técnica ysistemática.

Ambiciosamente el quehacer no secircunscribió a las leyes penales ar-

gentinas con la jurisprudencia mássignificativa. En este grueso y macizovolumen se recopilan, además, el textode la nueva Constitución de la RepúblicaArgentina (1949), los Códigos deProcedimiento Criminal de la capital yde las provincias, sin excluir el CódigoCastrense de delitos y penas con laOrdenanza disciplinaria, bien que no seanotan ni éste ni aquéllos con la juris-prudencia pertinente. Culmina tanlaborioso trabajo con un apéndice queabarca las leyes penales especiales yleyes civiles, comerciales, adminis-trativas, políticas y con sanción penal.

Bajo los auspicios del Instituto deDerecho Penal y Criminología de laFacultad de Derecho y Ciencias Socialesde Buenos Aires –y continuando elanuario que con la dirección de AlfredoJ. Molinario se concibió en los añoslectivos de 1949, 1950, 1951, editadosen 1949, 1952 y 1953, respectivamente–adviene una auténtica y genuina Revistade Derecho Penal bajo la égida inte-lectual de Jiménez de Asúa con seisdivisiones a cual más importante: unasección doctrinal; otra de legislación;una sección de jurisprudencia; una debibliografía; otra más llamada Revista deRevistas, dedicada al examen de lasdistintas publicaciones y finalmente, unadedicada a noticias varias. El primernúmero del anuario, con el nombre deEstudios de derecho penal y crimi-nología, sale a la publicidad en 1961,editado por la Bibliográfica Omeba deBuenos Aires; el segundo, con igualesquema y contenido, en 1963, y el ter-cero, el último de la serie, en 1965.

Sobre los moldes e ideas de un trabajooriginalmente denominado Valor de la

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psicología profunda en ciencias penales,publicado inicialmente en España(1935), da a la estampa Asúa un trabajocientífico intitulado Psicoanálisis crimi-nal (Buenos Aires, Edit. Losada, 5ª ed.,1959), estudio que aborda no solamenteproblemas criminólogicos relativos a lacausa del delito y a la naturaleza deldelincuente, sino también temas defilosofía penal y asuntos referentes a lapena y a su ejecución. El lector avisadoadvertirá bien pronto que en el prólogoa la 5ª edición, que tiene fecha 8 deseptiembre de 1958 –y tras plantearangustiosas hesitaciones y confesadasdudas frente a los postulados y principiosdel psicoanálisis criminal–, proclama sudecisiva y entera consagración alderecho penal y su poco apego a lacriminología.

Entre 1941 y 1966 se publican en Bue-nos Aires varios textos de una de las másapreciadas obras de conjunto de Jiménezde Asúa. El criminalista. En una primeraserie –editada por la Editorial Tea– seimprimen diez volúmenes y siete de lasegunda con el sello editorial de Zabalía.Es inmenso –por decir lo menos– el cau-dal de datos y bibliografía que sobre losmás disímiles temas de derecho penalcomprenden tales volúmenes.

Permítaseme que por razones senti-men-tales, emocionadamente evoque laspáginas de presentación de la colecciónen cita donde es notoria su devoción porla ciencia y su entrega total y plena porla conquista de horizontes mejores:

Al presentar este primer tomo demi Criminalista, quisiera en unaspáginas que me pertenecen porentero y desde las que hablo con

mi única responsabilidad, decirunas pocas palabras sobre laíndole de la publicación y sobremis propósitos al lanzarla anavegar, con patrón español, bajoel signo de la Cruz del Sur.

No es una“Revista de Cienciaspenales”. Acaso un día se trans-forme en ella y, entonces, miCriminalista arriará su modestavela para dar paso a los motorespotentes de la obra colectiva. Eseera mi designio cuando desem-barqué frente a los inesperadosrascacielos de esta metrópolisudamericana. Pero la tarea, talcomo yo la concibo, no es realiz-able mientras la guerra dure. Amás de artículos originales y dejurisprudencia nacional, unarevista de nuestras disciplinasrequiere, sobre todo en un paístan abierto a las corrientes foras-teras, una extensa sección bi-bliográfica y una “revista derevistas”, donde se haga el balan-ce de cuanto de nota se imprimeen la especialidad criminalista.Cortadas, por causa de las hos-tilidades en que arde el mundo,las relaciones marítimas conEuropa, que acaso en esta con-vulsión tampoco tiene el precisoreposo para componer ciencia,esas secciones informativas demáximo aprecio, no podríanfigurar en el periódico pensado.El proyecto ha de aguardar, pues,mejores días para cuajarse.

Entre tanto empiezo a publicareste Criminalista de mi sola

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incumbencia. Aparecerá sin pe-riodicidad marcada, cuando seaposible recoger en un volumentrabajos dispersos de la bastanteextensión para formar un tomoparejo a éste de primero que hoypresento. Los artículos, notas ycomentarios que se recopilan enEl Criminalista, no son viejosopúsculos sino estudios nuevos,en gran parte publicados primeroen La Ley de Buenos Aires, quees también la editora de estarevista individual y de irregularesplazos. Algunas contribuciones ala dogmática penal y a la crimi-nología que voy a recoger en es-tas páginas vieron la luz primeraen otros periódicos y, a veces enotros países iberoamericanos.Pero todas son recientes y todashan sido escritas en el marco delas preocupaciones de esta partedel nuevo Continente que hablacastellano. El Criminalista,aunque esté capitaneado por unespañol, es iberoamericano, ysobre todo argentino.

No quiero soslayar la causa depor qué un hombre de España yque se siente español hasta laúltima brizna de sus tuétanos,compone una obra de serie inde-finida, con argumento y destinoamericanos. Estoy convencido ydeseo equivocarme, de que losespañoles demócratas, que tienenmis años, no podrán volver a supatria, al menos en lo que lesqueda de vida laboriosa, y consteque soy sobremanera optimistasobre lo que le resta a la mía deser fructífera. Ello no supone que

yo vea con entenebrecimiento elfuturo de mi país. Lo que en lavida de un hombre es duradero,en la existencia de un pueblo esmomentáneo. Por lo demás, lamoderna filosofía nos enseña aestimar sobre todo lo que hay enperspectiva: el pasado es residuo;el presente es “futuro ido”; sóloel porvenir vale. Pero repito quelos años que les restan a los hom-bres de mi tiempo para producir,los vamos a pasar fuera deEspaña. Por lo que a mí respecta,en la Argentina, mientras aquí seme brinde no asilo sino patria deadopción. En ella tengo, pues,que laborar.

Acaso este convencimiento dehoy se haya predeterminado du-rante mi estancia en Praga. FueChecoslovaquia lugar de refugiode los demócratas huidos de Aus-tria y de Alemania. Traspasaronlas fronteras del sur de Moraviao las Montañas de los Gigantes,esperando regresar a sus casas “alos tres meses” o “al año”. Paratan breve permanencia en el paíshospitalario no era preciso apren-der la lengua checa, ni hallaracomodo permanente, ni trabajoduradero, ni ligar relaciones conlos naturales del generoso pueblode asilo. Vivían los exiliadosprovisionalmente, sin más tratosque entre ellos mismos, cos-teando su sobria vida con sumasde socorro. Pero los meses cal-culados se convirtieron en años,el dinero se agotaba, la convi-vencia se hizo aburrida primeroy penosa después. Aquellos

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hombres de mente fresca y derobusto cuerpo, se marchitaban yenvejecían sin utilidad para al-guien. Tristes, inútiles, espera-ban, desesperando, el retornolejano y cada día menos probablea sus patrias respectivas. Ante eldoloroso espectáculo me prometía mí mismo, que si la suerte nosera adversa a los españoles repu-blicanos, el demócrata vencido albuscar país de refugio trataría, almismo tiempo, de hallar nuevapatria en que afanarse conentusiasmo.

Lo he logrado aquí. Por eso cuan-to produzco, aunque español porla mente que lo concibe, esargentino por el objeto y el fin.Argentinas son mis lecciones;argentinos son mis trabajos;argentino será mi Tratado dederecho penal de apariciónpróxima; y argentino es esteCriminalista que hoy sale de lasprensas en vanguardia de otroshermanos.

Desde que llegué solo me dedicoa mis tareas de profesor y depublicista de ciencias penales.Por causas que ahora sería largoe inoportuno revelar me vi pre-cisado en España, tras de treslustros corridos de exclusivaconsagración a la cátedra y alestudio, a ejercer mi carrera deabogado, y a implicarme en lapolítica de mi país. Pero mi afánsostenido era dejar el papel devocero y retirarme de la política.Esto último sólo me lo habríaconsentido mi conciencia,

cuando, consolidada la Repú-blica, no se hubieran necesitadolos esfuerzos de todos para man-tenerle en pie. La catástrofe espa-ñola me ha permitido, en mediodel dolor, dar realidad a misdeseos. No soy aquí más que unprofesor de derecho penal y unhombre de pluma especialista.

No podría ser otra cosa. Quienesrecelaron de que yo hubiese ve-nido aquí a hacer política no sedaban cuenta de cómo la hice yo.Hacer la política española, odicho más crudamente, “cons-pirar” por la vuelta a España dela República eclipsada, no esposible con tanta agua entre me-dias de la Península europea y delvasto país suramericano que nosacoge. Quienes desearan “cons-pirar” contra la dictadura ins-taurada en España, no habrían desepararse de las proximidades dela patria irredenta. Hacer políticaargentina, no sólo sería un actode ingratitud con la hospitalidadbrindada, sino un imposiblesacrificio para quien no es argen-tino. La política puede ser en-tendida como medro o comorenunciamiento. Yo la practiquésegún el último concepto. Para míla política sólo trajo amarguras,pérdidas económicas, y, final-mente, riesgo de vida, cuando losfalangistas ensayaron sus mé-todos queriendo asesinarme en lamañana del 12 de marzo de 1936.Esos sacrificios sólo se hacen porla patria natural, como sólo sepractican las más duras tareas, yse soportan los más amargos

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trances, por los progenitores. Nila patria adoptiva ni los padres deadopción pueden exigirnos tanduro precio. Por tanto, jamás haréaquí política argentina, ni espa-ñola, que no es hacer política sinoproclamar mi filiación civil, man-tenerme con acendrada fe en misconvicciones republicanas y so-cialistas de español.

Aunque por motivos distintos,tampoco está en mi ánimo ejercerla abogacía en la Argentina.Cuatro veces he sido profesorcontratado en estas Universi-dades: en Buenos Aires, primero;en Córdoba, después; en la delLitoral más tarde, y, finalmente,en La Plata. Conforme a las leyesdel país me asiste derecho depedir, sin revalidar, la validez demi título de abogado, para ejer-cer ante los Tribunales argen-tinos. No lo he hecho ni lo haré,salvo si se presentaran apretadaseventualidades, que hoy nocolumbro. La abnegación quesupone la política no me puedeser exigida por mi patria nueva;pero sí la debo, en acendradagratitud, la poca ciencia que fuialmacenando. Ejercer mi carreraen estrados, mediante la condignaretribución, sería dedicarme a unmenester útil sólo para mí; en-señar y escribir, en las disciplinasaprendidas, es consagrarme a unaactividad que es provechosatambién para éste país de mielección.

He ahí explicado: la índole deestas publicaciones; el designio

de transformarlas mañana en unarevista de contribución científicacolectiva; y los propósitos de tra-bajo argentino, de un españolvencido que ya no podrá llamarserefugiado, porque no lo es quiencolabora con los nacionales en lanoble empresa de enseñar y com-poner ciencia en una patria quequiere también llamar suya, endefecto de aquélla en que nació,en que formóse como hombre,como científico y como ciuda-dano, y que ahora ve lejana en elespacio y en el tiempo41.

(Buenos Aires, septiembre 2 de1941).

Declinando muchísimas invitaciones porlas universidades hispanoamericanas,añorando su terruño, viendo que la es-peranza de retornar a su amada patria eracada día más lejana y esfumándose asílos sueños de un Tratado de DerechoPenal español explicado desde Madrid,pone el ilustre preceptor manos a la obrapara consagrarse por entero a escribir suTratado, aprovechando páginas de susensayos anteriores y utilizando todos losmateriales que había acumulado en cercade ocho lustros de trabajo como rematede su laboriosa y fecunda existencia. Esde recordar que al expatriarse no logrósacar de Madrid más que una parteínfima de su rica biblioteca, conservandosí sus apuntes personales almacenadosdesde sus épocas de estudiante enFrancia, Suiza y Alemania por allá en1914.

41 El Criminalista, Buenos Aires, Edit. Losada,T. I, pp. 9 a 13.

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No puede ser más prolífica y fecunda suactividad de escritor de derecho puni-tivo; 71 obras publicadas en España; 65en América; 4 traducciones: Unaconfederación centro-europea de Franzvon Liszt; el Tratado de derecho penaldel mismo autor alemán; el Programadel curso de derecho criminal deFrancesco Carrara, con el volumen 1de la parte general; y el nuevo CódigoPenal de la Rusia Soviética, precedidode un estudio preliminar escrito por elprofesor Grodsinsky, traducción directade los manuscritos, en colaboración conArturo Rodríguez Muñoz; 77 prólogos,presentaciones, introducciones, epílogosy estudios críticos en obras de las másrepresentativas figuras del derecho pe-nal contemporáneo, y, por si fuera pocolo anterior, muchos, pero muchosartículos y escritos independientes.

Su tarea máxima –de orgánico ysistemático conjunto– lo constituye suTratado de derecho penal con cerca de8.000 páginas, volúmenes espaciadosentre 1950 y 1970; de los tres primeroslibros se publicaron tres ediciones (1950,1964 y 1965); del cuatro dos (1953 y1961); del quinto dos (1956 y 1963); delsexto y séptimo una sola (1962 y 1970).La reelaboración de los primeros tomos,con todas sus adiciones y enunciadosmás el “complemento” escrito en lasegunda edición de los tomos IV y V,llenos de datos y de información nueva,enriquecidos por sus tres viajes a Europa(1950, 1953 y 1955), debió retrasar elesquema inicialmente trazado por elinsigne maestro y sus afanes por cul-minar la magna obra científica. Elesfuerzo de toda una vida, lastimosa-mente, quedó inconcluso. Cuando seaprestaba a escribir con las mismas

fuerzas y alientos los tomos VIII y IXde su Tratado, que se consagrarían aldelincuente, y posteriormente la pro-ducción de otros dedicados al estudio dela Parte Especial, le sorprende la muerte.En el prólogo de la primera ediciónescribe emocionadamente el maestro quepara el penalista un Tratado de derechopenal, es la obra de una vida, de laconcreta vida de un hombre que se hadedicado a cultivar una determinadarama de la ciencia.

Sin disputa posible, su Tratado cons-tituye la obra jurídico-penal más extensa,profunda y vasta que sobre la parte ge-neral del derecho penal se haya escritoen todos los tiempos. Los datos informa-tivos, el aparato bibliográfico y su ampliadocumentación en derecho comparadoson en verdad inconmensurables. Todasu obra monumental quedará por sigloscomo uno de los pocos hitos miliariosque signan las épocas y orientan lamarcha de nuestro derecho penal.

Murió el ilustre maestro en BuenosAires, el 16 de noviembre de 1970, a los81 años de edad.

XVI. POST SCRIPTUM

Me he preguntado por estos días quéhubiera pensado el ilustre maestro deMadrid de haber vivido por estosmundos de Dios –que ciertamente no seconservan libres de todo mal– y dehaberse familiarizado con nuestro gé-nero de vida tan estrecho y oprimido queapenas se puede respirar. Es que ha-blando de nuestro país ya no asombranada. Y todo es uno y lo mismo.

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Acaso por discreción o elegancia o porsu condición de extranjero –y así pro-cedió en parecidas circunstancias– elfuero de su sinceridad le hubiere obli-gado a excusarse entonces y después acallar nuestras humanas debilidades.

Permítanme, pues, la pequeña vanidado la licencia de que un discípulo lejanopero devoto, que jamás por jamás leconoció, trate a su mejor modo de inter-pretar sus ideas y pensamientos pro-yectados a nuestra sociedad en su puntode verdad. Si no lo consigo, mía es laculpa y por la suma de tales desaciertosme hago cargo. Quiérase o no, laspalabras tienen su significado y mientraspasan o no pasan, es muy de tomar encuenta nuestras realidades y tratar dealzarnos sobre las miserias de estemundo. Que no son pocas.

XVII. EN ESTE PAÍS

Diré la verdad; equidistante de todo yde todos hace ya buen rato y con lanecesaria distancia quería reflexionarsobre nuestras costumbres y su desordeníntimo y profundo, no precisamenteporque más que otros entienda de estascuestiones sino porque más que otrosquisiera que los nuestros llegasen aentenderlas y a mudar de hábitoscontribuyendo todos a las mejorasposibles. Conociendo al medio, peroespecialmente sus hombres, que son lamoneda de nuestro trato social, cual-quiera experimentará por sí mismocuanto yo pudiera decirle. Vamos, pues,al caso.

Si hemos de hablar claro, el reparto demedallas, laureles, órdenes, botones,

galardones y coronas a los servidorespúblicos por cosas de poca o muchamonta o por la caída de una piedra enmedio del agua, lo que suele ser el mejorasunto de la comedia, encarna unconocido espectáculo nacional. Eldesfile es cotidiano y no siempre con loshombres de más mérito. Algunosentendemos que por el cumplimiento delos deberes públicos o por la ejecuciónde un acto oficial no hay razón ningunapara repartir al agraciado, día y noche,como pan bendito, condecoraciones,banda y cruz, homenajes nacionales yotros sainetes por el estilo, sin que faltesu obligada presencia en los medios decomunicación. No veo la necesidad detanto vocerío si eso está dentro de lasfunciones oficiales de cada quién y siquien lo hace escasamente cumple conel rol de su actividad burocrática. A nadiese le ocurrirá pensar, in exemplis, quecada vez que un juez de la Repúblicadicta sentencia de condena o cada vezque un uniformado captura a un delin-cuente tengan que prodigárseles a unosy a otros ofrendas y homenajes sin acabo.Sin embargo, hay gentes que les gustanlas cosas más estériles. Dios me libre desemejante tentación. Sépase antes quedebe desconfiarse de los que inspirantales servicios casi siempre interesadosy utilitaristas, quienes por haber enten-dido mejor el mundo de la farsa re-gularmente hacen fortuna. En lo mío –ypor una debilidad humana– conservo aúnmis diplomas de aprovechamiento yconducta, como solía decirse en misépocas del colegio y algunos pergaminosque a buen seguro creo merecer. En-tiéndese esto fácilmente. Replicará algúninteresado que no está en mano delhombre rechazar tales distinciones, locual puede ser exacto bajo un par deideas: que el individuo sea merecedor a

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tal preeminencia y que el reconocimientolo acepte una vez se desvincule delservicio público. Basta por toda satis-facción saber que cuando uno no tienenada que dar, ni nada que ofrecer, ni nadaque prometer, los dichosos honores sonbienvenidos y hasta anhelados. Sólo queen estas precisas circunstancias casinunca aparecen y nadie se acuerda deuno. ¡Ni por bien ni por mal! Así es lahumanidad y siempre ha sucedido lomismo. ¡Oh! Inconstancia de los afectoshumanos.

No pudiera dejar de recordar otracalamidad que combatió el maestro;interpreté siempre que las decisionesjudiciales son pura intimidad pero nopara ventilarlas de continuo con otroshacia fuera o hacia adentro, lo cualresulta sobremanera arriesgado e inso-portable, por no decir más. Desconozcopor qué atrofia o manía muchos noresisten el protagonismo de hacer bombo–de pronto es su mayor mérito– y deasiento los escucha uno en terrenos queno son sus cauces naturales, conten-diendo las razones y proposiciones delos fallos y sentencias ante los mediosde información con quienes hacen unfondo común de hablillas y cotillería.Con el riesgo de que algunos reporterosmetidos a periodistas –que no faltan– leshagan salir de compás y hasta les faltenal respeto. Yo, que no concibo que lascosas puedan ser sino del modo que son,y respetando mis hábitos antiguos, creocelosamente que la labor judicial debeser modesta, reposada y silenciosa,callando en todos los puntos. Los detrascendencia y los otros. Así es y asídebe ser: sin estridencias ni ruidos. Hayexpresiones felices y esta es una de ellas.Otros no piensan igual. De todo hay enla viña.

No recuerdo dónde leí que no hay cosapeor que una junta de hombres, sobretodo cuando se juntan aquellos que secreen predestinados para señalar omostrar a sus análogos –bajo el peso desu propia autoridad personal y moral–pautas y reglas de ilustración y ética omodelos de conducta o comportamientossociales, económicos o políticos. Lo cualno es nada inocente, pues si se conocenlos preelegidos se tendrán razonesbastantes para dudar de sus intenciones,mucho más allá de lo que parece. He ahíla diferencia. Y si hemos de hablar enrazón, no entiende uno cómo talesprotagonistas, cuando tuvieron poder yprepotencia, jerarquía y poder, o si sequiere oficio, jamás realizaron las obras,trabajos o acciones que ahora pretendenimponer como bienhechores del génerohumano o simples filántropos u orienta-dores de la moral pública. Habrá siempreque desconfiar de quienes ven el mundoy sus cosas bajo un punto de vistainteresado y egoísta. No lo hacen porprincipio. Esto es casi seguro.

Vamos a otro asunto. Hará cosa de dosaños que todos los hombres de bien deeste país registramos con fruición ycomplacencia el rescate de un distin-guido arquitecto y constructor, com-patriota nuestro. Triste es por ciertoconsiderar lo que ocurre en Colombiacon el auge de esta forma infame ydespreciable de la canalla. En su mo-mento, advertimos todos cómo el aparatorepresivo del Estado se movilizó pararecuperar la persona del ilustre ciuda-dano, respetable por mil títulos. No seescatimaron esfuerzos por lograr talcometido, cosa que nunca está de más,y si eso no fuese bastante, se combinaronlas fuerzas públicas –sin excepción

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ninguna– para su reintegro a su familiay a la colectividad. Eso está bién y es locorrecto. Pero como siente uno impulsosde decirlo todo, me he preguntado unavez y otra si ese mismo despliegue se hahecho o intentado hacer con la multitudde personas que a estas fechas se en-cuentran secuestradas y si con la mismaintensidad, igual vigor y similar gradode interés mostrado por nuestros fun-cionarios públicos en el caso anotado,se ha hecho lo propio con los restantescolombianos que no siendo hermanos oparientes de expresidentes de laRepública sufren en carne propia losrigores y palos de este flagelo. Me temoque no pues por más que se quiera evitarsiempre se ven las personas. Acaso nologre asimilar jamás el por qué quienestienen el privilegio de pertenecer acírculos exclusivos se hacen acreedoresa todas las tecnologías y ventajas delEstado, al paso que aquellos que carecende antecedentes de linaje o blasónpermanecen secuestrados en circuns-tancias iguales y acaso peores. Algunosmueren todavía sin voz. Y no pasa nada.Pobres ilusos los que, como yo, vamossaliendo de este mundo y aún creemosen el principio de igualdad, que es unaseñora cuestión. Como simple ciudadanode mi país tengo el derecho para ponernombres a las cosas y decir la verdad delo que siento, dejando a otros la cali-ficación de las flaquezas ajenas.

Siempre respetó don Luis los prove-mientos y sentencias de quienes inte-graban la judicatura española, que, aligual que en nuestra patria, tiene cosasbuenas y otras exageradas y hasta unpoco absurdas. Jamás gustó de los geniosalambicados que nunca producen nadaapetecible pero que se pasan la vida

como los paletos, criticando y hablandomal de todo el mundo. De todo hay enlos fondos turbios de la personalidadhumana.

Parigual que don Luis apostillaba, aveces topa uno con eruditos a la violetaque sin el hervor generoso del espíritu,les da por criticar, más allá del ladojurista del asunto, el ropaje literario enque va envuelta la cuestión, como si laliteratura y el derecho penal no fuerancogidos de la mano a la manera de doshermanos siameses. Pase lo primero quese puede soportar. Pero es extraño quehaya gente que no guste de la lectura delos clásicos y de los autores consagradosy se asuste de la composición, purismo,retórica y redacción, contentándose, digoyo, con la plebe literatura, que es la gentea su alrededor. Puestos a hablar de talessujetos, no le produce a uno ningúnentusiasmo este estado de cosas, pues nodejan un libro, un ensayo, ni un artículo,siquiera una carta de protesta al serincapaces de escribirla con la eleganciadel lenguaje y la aristocracia del estilo yla expresión. Tales personajes no van aapasionar a los juristas del porvenir.Bastante hacen con vivir. Sospecho quees un criterio necio que esconde otroscomplejos.

Debe existir –y si no lo forjamos ycreamos hoy– algún proverbio escolás-tico que recomienda guardarse delhombre que repudia de la buenaliteratura y del mejor estilo. Qué se va ahacer, pero estas cosas no se aprenden.No busca uno sus realidades. Nacen conel hombre y esto concede privilegios.Contentémonos, pues, con los rayos delsol y dejamos a otros, los oscurecedoresdel mundo, la sal de la tierra.