Accion Catolica Dialogo Pastoral y Comunion Eclesial

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Proyecto Institucional Acción Católica Argentina

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ACCIÓN CATÓLICA, DIÁLOGO PASTORAL Y COMUNIÓN ECLESIAL Acción Católica Argentina 37ª Asamblea Nacional 24 abril 2004

Comparto estas reflexiones con los participantes de la Asamblea Nacional de la Acción Católica Argentina teniendo como “telón de fondo” de las mismas lo que el Papa Pablo VI, al comenzar su pontificado en pleno desarrollo del Concilio Vaticano II, se proponía como programa y planteaba a los padres conciliares como tarea para toda la Iglesia. En la Encíclica Ecclesiam Suam, un verdadero tesoro para redescubrir, planteaba:

1. ahondar la conciencia que la Iglesia tiene de sí para vivir la fidelidad a su vocación, 2. renovación tendiendo a la perfección en la cual Cristo la quiere, 3. y diálogo al interior de la Iglesia, con todos los cristianos, con los creyentes no cristianos y con el

mundo que le toca vivir y su cultura, ofreciendo los dones de verdad y de gracia de que Cristo la ha hecho depositaria.

Estimo que es bueno volver a este triple programa-tarea que el Papa presentaba entonces para toda la Iglesia, asumiéndolo hoy como camino institucional desde nuestro ser Iglesia en la Acción Católica.

Conciencia:

Es un deber permanente de la Acción Católica ahondar la conciencia que tiene de sí y de la misión que se le ha confiado, para vivir la fidelidad a su vocación propia de:

“laicos [que] se asocian libremente de modo orgánico y estable, bajo el impulso del Espíritu Santo, en comunión con el Obispo y con los sacerdotes, para poder servir, con fidelidad y laboriosidad, según el modo que es propio a su vocación y con un método particular, al incremento de toda la comunidad cristiana, a los proyectos pastorales y a la animación evangélica de todos los ámbitos de la vida” (Juan Pablo II, ChFL 31).

Al comenzar a preparar esta Asamblea se planteó en el seno del Consejo Nacional un fecundo intercambio de ideas referido a la riqueza y las dificultades que plantean la vivencia asociativa, a un tiempo, de:

1. La unidad institucional, en su doble dimensión de unicidad estructural (no “junta” de asociaciones de hombres, mujeres, jóvenes, profesionales), y de Acción Católica “una” en la Argentina, necesariamente nacional (no federación de asociaciones diocesanas), estructurada con una verdadera unidad de régimen de ordenamiento nacional, con unidad de dirección y de fines, y capaz de responder hoy a los grandes desafíos de la evangelización que no se circunscriben al orden local, sino que afectan a la vida de toda una nación y reclaman con frecuencia una acción unánime.

2. Y la diocesaneidad, esencial a la Acción Católica encarnada en una Iglesia particular, asumiendo los planes pastorales del Pastor propio.

Para establecer adecuadamente el estado de la cuestión debemos considerar, además, que en ambos niveles, nacional y diocesano, como también en el parroquial o ambiental, la acción evangelizadora de la Acción Católica se desenvuelve en dos grandes ámbitos, el propio del cuerpo eclesial (la edificación de la comunidad y la participación en sus proyectos pastorales), y el de las realidades temporales (personas, ambientes, estructuras, sistema, sectores, cultura), lo cual exige una diversificada y orgánica respuesta institucional. La evangelización de los sectores humanos trasciende los límites de las parroquias y la Diócesis como comunidades locales.

Hoy queremos continuar junto a la Asamblea Nacional aquellas reflexiones, para enriquecerlas con el aporte de todos, y así crecer en conciencia de nuestra identidad para ser fieles al misterio de comunión y misión que se nos confía como Acción Católica.

Tensiones:

Al considerar la peculiaridad del ser de la Acción Católica y la amplitud de su horizonte misional no podemos

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cerrar los ojos a ciertas tensiones de allí derivadas, y que se viven al interior de nuestra Institución:

1. Entre las grandes líneas de acción a nivel nacional, diocesano y parroquial. 2. Entre Iglesia y mundo, es decir, entre el reclamo, por un lado, de la acción ad intra para la

edificación de la comunidad eclesial y la realización de sus proyectos pastorales, y, por otro, la solicitud evangelizadora propia del laico en los ambientes temporales.

3. Entre apostolado asociado en forma estable y a modo de cuerpo orgánico, ese “modo singular de ser Iglesia de la Acción Católica” asumiendo como propias las opciones pastorales de la Iglesia particular, y la capilaridad evangelizadora personal, que brota del compromiso bautismal.

4. Entre pastores (Párroco, Obispo), responsables últimos de conducir la pastoral en la comunidad que les ha sido confiada, y laicos, con la responsabilidad, creatividad y protagonismo que les son propios en una Asociación laical.

5. Entre formación y misión. 6. Entre lo nuevo y lo viejo.

Estas tensiones no significan conflicto, pero pueden derivar en ellos. A veces merman el dinamismo apostólico, pero pueden también ser principio de vitalidad institucional cuando las diferencias, naturales, humanas, inevitables, nos permiten aproximarnos para dialogar, confrontar con mente abierta, colaborar.

Diálogo pastoral:

El diálogo, “p lática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos” es intercomunicación entre ellas del propio “logos”, del discurso con que dan razón de las cosas.

El diálogo pastoral en la misión evangelizadora es “comunión de bienes” (carismas, talentos) animada por la caridad, es un camino de fecundidad misionera y superación de tensiones.

Identidad:

No puede haber diálogo pastoral fructuoso sin conciencia clara de la propia identidad en la Iglesia y en su misión. La contemplación de la vocación personal y comunitaria en el espejo interior del propio espíritu y con la luz superior del Espíritu Santo (que siempre debemos pedir), conduce a la fidelidad al llamado y permite compartir los dones.

La Acción Católica tiene su particular “logos” eclesial, su forma propia de vivir la comunión, su modo de espiritualidad laical, su itinerario de formación, su estilo de compromiso evangelizador, que puede aportar a las comunidades de la Iglesia en la Argentina.

Comunicar el propio “logos” no es decir buenos discursos sino buscar la comunión orgánica en la misión eclesial, en el ámbito de que se trate y mediante el diálogo con todos los implicados pastoralmente en él, desde la propia identidad de Acción Católica.

Si se nos permite parafrasear lo que Pablo VI afirmaba de la Iglesia toda aplicándolo a nuestra asociación, podemos decir que, para un diálogo fecundo al interior mismo de la comunión eclesial, la Acción Católica debe hacerlo desde la conciencia que debe tener de sí misma, del tesoro de verdad del que es heredera y depositaria y de la misión que debe cumplir en el mundo (cf. Pablo VI, ES 13).

Se trata de intercomunicación que no impone sino que también recibe, comparte, integra lo propio en la misión total de la Iglesia.

Comunión jerárquica:

El diálogo pastoral, dado que se realiza en el seno de una comunión jerárquica, debe estar animado por la caridad y la obediencia. Decía el Papa Pablo VI:

“Este deseo de imprimir en las relaciones interiores de la Iglesia el espíritu propio de un diálogo entre miembros de una comunidad cuyo principio constitutivo es la caridad, no suprime el ejercicio de la virtud de la obediencia allí donde el ejercicio de la función propia de la autoridad, por un lado, de la sumisión, por otro, está reclamado por el orden conveniente a toda sociedad bien estructurada y, sobre todo, por la

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constitución jerárquica de la Iglesia” (Pablo VI, ES 107).

El diálogo supone, claridad, mansedumbre, confianza y prudencia:

Claridad. El diálogo implica y exige capacidad de comprensión mutua, es una comunicación de pensamiento, no simple suma de opiniones, es una invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre.

Mansedumbre, la que Cristo nos propuso aprender de él mismo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). El diálogo no es soberbio, no es hiriente, no es ofensivo. Su autoridad es intrínseca por la verdad que expone, por la caridad que difunde, por el ejemplo que da. No es orden, no es imposición. Es pacífico; evita los modos violentos; es paciente; es generoso. El clima del diálogo es la amistad.

Confianza, tanto en el valor de la palabra propia cuanto en la actitud del interlocutor. El diálogo entrelaza a los espíritus en la mutua adhesión a un bien común que excluye todo fin egoísta.

Y prudencia, que es la sabiduría del discernimiento para la acción.

En el diálogo así ejercitado se realiza la unión de la verdad y de la caridad, de la inteligencia y del amor, y se descubre cuán diversas son las vías que llevan a la luz de la verdad y cómo es posible hacerlas converger hacia el mismo fin. Aun siendo divergentes, los caminos pueden hacerse complementarios.

En la Iglesia particular y en comunión universal:

Dice el Concilio de las Iglesias particulares que están formadas a imagen de la Iglesia universal, y que integran la sola y única Iglesia Católica (cf Conc. Vat. II, LG 23).

El fin apostólico de la Iglesia, que la Acción Católica hace suyo, no se vive en abstracto; tiene una concreción histórica y geográfica, la Iglesia particular o Diócesis, en la que se hace presente y actúa la Iglesia, y en ella las parroquias, en cuanto comunidades de fieles constituidas de un modo estable. En cada Diócesis, la Asamblea y el Consejo Diocesano, y en cada Parroquia la Asamblea y el Consejo Parroquial de la Acción Católica deben ser formas de expresar aquella fundamental referencia a lo particular y a lo universal.

La Acción Católica es a un tiempo parte de la comunidad parroquial, de la diocesana, y de la nacional. Es un miembro de esas comunidades; a ellas les aporta su experiencia de asociación, su estilo de formación, su modo eclesial de vivir y celebrar la fe en Cristo, su impulso misionero.

Así, pues, en todos los niveles, nacional, diocesano y parroquial, la Acción Católica ha de asumir los objetivos pastorales, pensarlos en diálogo con los pastores y con los organismos de pastoral orgánica, realizarlos en comunión, experimentarlos y evaluarlos. ¡Cuánto anhelamos este diálogo afectivo, animado por el espíritu de santidad, fecundo! Si no existe, hay que promoverlo, si es débil, hay que fortalecerlo.

Diálogo para la Comunión:

Pasemos de los principios a las situaciones concretas en que desarrolla su apostolado la Acción Católica Argentina.

¿Se puede superar la tensión, ya señalada, entre unidad institucional y pastoralidad diocesana? Pienso que la referencia a la Asamblea, órgano máximo de conducción institucional, ofrece un camino.

“La Asamblea Nacional se reúne por lo menos una vez al año para formular las grandes líneas de acción en comunión con las prioridades y objetivos pastorales que fije la Conferencia Episcopal Argentina, adecuadas mediante un diligente examen de las condiciones en que ha de ejercer concretamente la misión Institucional que le es propia” (ACA, Est. art. 13).

Este artículo del Estatuto exige que las “grandes líneas de acción”, que expresan la unidad institucional, estén en comunión con la pastoral orgánica del Episcopado Argentino, pero, además, en comunión con la pastoral de las diócesis.

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Siendo la Asamblea Nacional “el órgano máximo de comunión, participación, conducción y decisión de la ACA”, podemos decir que las “líneas de acción” no “bajan” desde el Consejo Nacional, sino que se determinan a partir de los Consejos Diocesanos, que representan, a nivel nacional, las necesidades pastorales de sus Diócesis.

Si suponemos en los asambleístas que proponen las “líneas” nacionales una real inserción en la pastoral del propio Obispo diocesano, diálogo con él como pastor propio, y participación en los organismos y estructuras de la pastoral orgánica de sus diócesis, no debería haber conflicto en la implementación diocesana de dichas líneas. En el diálogo, la comunión y la participación se resuelve la tensión que podría degenerar en acciones eclesiales paralelas.

Una reflexión análoga podríamos hacer en lo referente a la tensión entre líneas diocesanas y pastoral parroquial, debiendo asumir la Acción Católica como propias las opciones pastorales y programas de la comunidad guiada por su párroco. Se superan los conflictos cuando la Asamblea diocesanaexamina las “líneas” en triple consonancia: con las líneas nacionales, con la pastoral del Obispo diocesano y con las necesidades pastorales parroquiales que representa.

Pensemos también en los caminos para la superación de la tensión entre responsabilidad de los pastores y de los laicos. La identidad de la Acción Católica exige, esencialmente, una comunión muy estrecha. Se trata, como tantas veces recordamos, de una “cooperación de los seglares, según el modo que les propio, con la Jerarquía” (Conc. Vat. II, AA 20).

Esta cooperación más directa no pertenece a la naturaleza y obligatoriedad del apostolado de todos los laicos. Sin embargo está pedida a la Acción Católica y es constitutiva de su naturaleza y actividad como forma específica de apostolado asociado.

A esta cooperación más estrecha hay referencia en la segunda nota, donde también se señala “la responsabilidad [de los seglares] en la dirección” de la organización; y en la cuarta nota, cuando se habla de que “actúan bajo la dirección superior de la propia Jerarquía”.

Esta relación de más intensa comunión eclesial entre Jerarquía y Acción Católica debería ser una pieza clave en un programa pastoral que promueva la vitalidad apostólica del laicado. Y nuevamente debemos decir que la comunión se construye con identidad y diálogo.

“ La Acción Católica en cuanto realidad eclesial, con su originalidad e identidad propias, para ser fiel a sí misma, debe continuamente profundizar en esta vivencia comunional, convencida de que está enviada a realizar esa comunión; solo así será Iglesia, solo así será Acción Católica” (ACA,Proyecto Institucional I,1).

Luis Armando Collazuol Asesor General de la ACA