Acción apostólica

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ACCION APOSTÓLICA. Ser auténticamente cristiano no es solo creer verdades, aceptar credos, practicar ritos, cumplir leyes y preceptos morales, rezar, ir a Misa, comulgar…. ser auténticamente cristiano es vivir de una manera real la naturaleza y la vida de Dios. Es por eso que nuestro actuar debe configurarnos con el actuar de Cristo que “pasó haciendo el bien”: enseñando, amando, perdonando, consolando; fue una vida terrena que se expresó en actos concretos y definidos. El ser cristiano se sustenta y se define de toda nuestra vida como el ejercicio de una Acción Apostólica ejercitando la caridad y amando a Dios y al prójimo, y esto nos debe impulsar a trabajar por el crecimiento del pueblo de Dios. El “ser” y “actuar” son inseparables, quién dice por mucho y muy fuerte que lo profese, que es cristiano, que cree, que acepta verdades, pero no actúa conforme a esa fe es una mentira y la luz no está en él. ¡Así de fácil, así de claro¡ El amar al Señor tu Dios con todo el corazón y al prójimo como a ti mismo” es una primicia de ese amor verdadero y con la característica de ser: Real.- manifestado en las obras no solo palabras. Universal.- para todos: justos, pecadores, amigos y enemigos. Sin límites.- amor que no se cansa, no se acaba, llega al sacrificio. Este amor es la señal distintiva del cristiano, recordemos: “en eso se conocerán que son mis discípulos, en que se aman los unos a los otros”. ¡Amar de verdad y con obras es actuar con hechos! Tal vez a más de uno de nosotros le haya brotado de su corazón algunas palabras parecidas a las del Salmo que dice: “¿como le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”, Y su respuesta sería “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio”. Anunciar el Evangelio “sin llevar bolsa ni alforja”, impone nuestra confianza no en el dinero ni en el poder de este mundo, sino actuando por amor a Dios y al próximo. ¡Esto es lo esencial para todos! Hay muchos cristianos de mera fachada exterior, cristianos sin obras, aunque sí con fe. Y el mundo no los acepta por la doble vida que se aprecia en ellos: una en el templo y otra en la vida diaria; esa es una triste realidad. Veamos: Cristianos cumplidores de leyes y preceptos morales a quienes no les interesa ni les preocupa el Espíritu, la vida sobrenatural, si no la pura letra. Cristianos que van a Misa…. sin participar en ella… como muertos solo con su cuerpo presente. Cristianos que comulgan, rezan….. pero son partícipes de injusticias. Cristianos que guardan silencio por no perder privilegios en lugar de denunciar acciones que van en contra del Plan de Dios. Cristianos sagaces en el arte de servir a dos señores según convenga. Cristianos que dicen no entender eso de poner la otra mejilla o dar de comer al hambriento. ¡Son verdaderas actitudes farisaicas! 1 ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: "Vayan en paz, caliéntense y coman", y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta. Sin embargo, alguien puede objetar: "Uno tiene la fe y otro, las obras". A ese habría que responderle: " Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe". (Sant. 2, 14-18)

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ACCION APOSTÓLICA.

Ser auténticamente cristiano no es solo creer verdades, aceptar credos, practicar ritos, cumplir leyes y preceptos morales, rezar, ir a Misa, comulgar…. ser auténticamente cristiano es vivir de una manera real la naturaleza y la vida de Dios.

Es por eso que nuestro actuar debe configurarnos con el actuar de Cristo que “pasó haciendo el bien”: enseñando, amando, perdonando, consolando; fue una vida terrena que se expresó en actos concretos y definidos.

El ser cristiano se sustenta y se define de toda nuestra vida como el ejercicio de una Acción Apostólica ejercitando la caridad y amando a Dios y al prójimo, y esto nos debe impulsar a trabajar por el crecimiento del pueblo de Dios.

El “ser” y “actuar” son inseparables, quién dice por mucho y muy fuerte que lo profese, que es cristiano, que cree, que acepta verdades, pero no actúa conforme a esa fe es una mentira y la luz no está en él. ¡Así de fácil, así de claro¡

El “amar al Señor tu Dios con todo el corazón y al prójimo como a ti mismo” es una primicia de ese amor verdadero y con la característica de ser:

• Real.- manifestado en las obras no solo palabras.• Universal.- para todos: justos, pecadores, amigos y enemigos.• Sin límites.- amor que no se cansa, no se acaba, llega al sacrificio.

Este amor es la señal distintiva del cristiano, recordemos: “en eso se conocerán que son mis discípulos, en que se aman los unos a los otros”. ¡Amar de verdad y con obras es actuar con hechos!

Tal vez a más de uno de nosotros le haya brotado de su corazón algunas palabras parecidas a las del Salmo que dice: “¿como le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”, Y su respuesta sería “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio”.

Anunciar el Evangelio “sin llevar bolsa ni alforja”, impone nuestra confianza no en el dinero ni en el poder de este mundo, sino actuando por amor a Dios y al próximo. ¡Esto es lo esencial para todos!

Hay muchos cristianos de mera fachada exterior, cristianos sin obras, aunque sí con fe. Y el mundo no los acepta por la doble vida que se aprecia en ellos: una en el templo y otra en la vida diaria; esa es una triste realidad.

Veamos:• Cristianos cumplidores de leyes y preceptos morales a quienes no les interesa ni les preocupa el

Espíritu, la vida sobrenatural, si no la pura letra.• Cristianos que van a Misa…. sin participar en ella… como muertos solo con su cuerpo presente.• Cristianos que comulgan, rezan….. pero son partícipes de injusticias.• Cristianos que guardan silencio por no perder privilegios en lugar de denunciar acciones que van en

contra del Plan de Dios.• Cristianos sagaces en el arte de servir a dos señores según convenga.• Cristianos que dicen no entender eso de poner la otra mejilla o dar de comer al hambriento.

¡Son verdaderas actitudes farisaicas!

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¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: "Vayan en paz, caliéntense y coman", y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta. Sin embargo, alguien puede objetar: "Uno tiene la fe y otro, las obras". A ese habría que responderle: "Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe". (Sant. 2, 14-18)

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Uno de los más graves errores de nuestra época, es el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos cristianos. Los que hacen funcionar separada, y a veces opuestamente sus creencias y sus acciones. ¡Los que dicen y no hacen!

Recordemos: “este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí; el culto que me dan, no tiene valor”.

Es penoso que se haya olvidado tantas cosas que jamás se deberían olvidar.• Que se haya olvidado que la fe sin obras es una fe muerta.• Que en la historia de cada hombre y de cada mujer nos necesita Dios…… y nos pide que vivamos

como “si tuviéramos un solo corazón y una sola alma”.• Que una mala intención destruye las mejores acciones; la obra puede estar bien hecha, ser

beneficiosa, pero por estar corrompida de su fuente, pierde todo su valor a los ojos de Dios.

Dios quiere que participemos en su obra, esa es la tarea que nos ha encomendado a todos los cristianos. Dios pudo haber hecho las cosas de otra forma, pudo haberse bastado por sí mismo, sin necesidad de ninguna de nuestras pobres colaboraciones; pero quiso necesitarnos, porque El así ordeno las cosas.

Dejemos también nosotros que Dios nos hable en la oración y en la contemplación, si somos en verdad cristianos necesariamente actuaremos. Así debe ser la acción de un cristiano verdadero, siempre en movimiento sin detenerse jamás.

La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el Reino de Cristo en toda la tierra para gloria de Dios Padre, y hacer así a todos los hombres y mujeres partícipes de la Redención Salvadora, y por medio de todos ordenar realmente el universo hacia Cristo.

Es maravilloso saber que Dios nos incluye en sus planes como colaboradores en la obra de salvación de todos los hombres. Esa sola verdad indiscutible debería bastar para acabar con todas las indecisiones y perezas.

Procuremos predicar la caridad de Cristo que es la esencia de cristianismo, el distintivo del cristiano; como una necesidad urgente e intrínseca de la misión de vivir ampliamente el espíritu de caridad.

Todas las enfermedades de la Iglesia y del cristianismo han comenzado y se han desarrollado en la falta del espíritu de caridad y hacerlo vivir a los hombres.

¡Me necesita Dios, me necesita la Iglesia, me necesitan los hombres y mujeres, me necesita Cristo¡ ¡Pero más lo necesito yo a Él¡ ¡Que maravillosa misión¡ Debo pensar ya en el mañana.

A partir de mañana empezaré a vivir una vida más sana, es decir, que mañana empezaré a rodar por mejores caminos;

Ahora debo pensar que no pueden dejar de sonar las campanas, aunque tenga que hacer, más que hoy y que ayer... a partir de mañana.

a partir de mañana debería aceptar, que no soy el más fuerte, que no tengo valor ni pudor de ocultar mis más hondas heridas.

Si decidiera vivir una vida tranquila y dejara de ser soñador, para ser un sujeto más serio, todo el mundo mañana me podría decir: "se agotaron tus pilas, te has quedado sin luz, ya no tienes valor, se acabó tu misterio".

Cada golpe de suerte empezaré a medir a partir de mañana. De mi viaje de ida empezaré a volver a partir de mañana. La mitad de mi muerte empezaré a morir a partir de mañana. La mitad de mi vida empezaré a vivir... a partir de mañana.

¿Cuándo será tu mañana? . . . . . E. GTZ. A.

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