Acción de gracias - Parroquia Santa Clara...Acción de gracias Gracias, Padre bueno, por este...

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COMUNIDAD DE SANTA CLARA SANTA KLARA KOMUNITATEA Web Santa Clara: www.parroquiasantaclara.com DONATIVOS EN CUENTA PARROQUIA. 2095 3188 03 1094524625 Hoja Dominical nº 216 30 de noviembre de 2014 Lectura del santo evangelio según san MARCOS 13,33- 37 En aquel Ɵempo, dijo Jesús a sus discípulos: Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encar gando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atarde cer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dor midos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad! Palabra del Señor La vida litúrgica está estructurada en cuatro etapas: Adviento, Pascua (con Navidad) Cuaresma y Tiempo Ordina- rio. Ello se debe a que nuestra vida está teñida por esos cuatro colores: la esperanza, la alegría con la celebra- ción, el dolor y la vulgaridad cotidiana que también tiene su riqueza. Por tan- to no hay que mirar los tiempos litúr- gicos como fragmentos aislados sino como acentos que nos van recordando las dimensiones que no deben faltar en nuestra vida de fe. Subrayemos otra vez que se trata de esperanza, no de opƟmismo. Precisamen te por eso, es una esperanza que reclama nuestra colaboración. Y esa colaboración humana se nos concreta este año en dos imperaƟvos deci sivos que enunciarán el segundo y el tercer domingo del adviento: la lucha por la igualdad y el tesƟmonio. El camino del Señor hay que prepararlo. Y sólo se prepara luchando por la igualdad, tratando de borrar todas las diferencias. La igualdad entre todos los seres humanos, esa igualdad denostada por los economistas como si fuese enemiga de la creaƟvidad, es como la autopista que facili ta la llegada del Señor (evangelio del segundo domingo). Y esa igualdad, siempre pendiente en esta historia dominada por lo que Jesús llamaba “el príncipe de este mundo” (en oposición al reinado de Dios), sólo puede fundarse y mantenerse en el tesƟmonio constante de que hay en medio de nosotros algo (Alguien) que desconocemos (evangelio del tercer domingo). Por tanto: viviremos crisƟanamente el Adviento si sabemos pasar del pesimismo a la esperanza siempre renacida. Y podremos dar ese paso si tratamos de luchar denodadamente por la igualdad entre los seres humanos y por ser todos precursores como el BauƟsta Acción de gracias Gracias, Padre bueno, por este primer domingo del Ad- viento. Como sabes que somos muy despistados, nos has dicho que estemos atentos, que vigilemos y abramos bien los ojos para mirar a todas partes con los ojos del corazón. Te damos gracias por ese aviso que nos das. Ayúdanos a mirar siempre con el mismo cariño con el que tú mirabas todas las cosas.

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COMUNIDAD  DE  SANTA  CLARA SANTA  KLARA  KOMUNITATEA  

Web  Santa  Clara:  www.parroquiasantaclara.com

DONATIVOS  EN    CUENTA  PARROQUIA.  2095  3188  03  1094524625 Hoja Dominical nº 216 30 de noviembre de 2014

Lectura  del   santo  evangelio   según   san  MARCOS  13,33-37 En  aquel   empo,  dijo  Jesús  a  sus  discípulos:   –Mirad,   vigilad:   pues   no   sabéis   cuándo   es   el  momento.   Es  igual  que  un  hombre  que  se  fue  de  viaje  y  dejó  su  casa  y  dio  a  cada  uno  de  sus  criados  su  tarea,  encar-­‐gando   al   portero   que   velara.   Velad   entonces,   pues   no  sabéis  cuándo  vendrá  el  dueño  de  la  casa,  si  al  atarde-­‐cer,  o  a  medianoche,  o  al  canto  del  gallo,  o  al  amanecer:  no  sea  que  venga  inesperadamente  y  os  encuentre  dor-­‐

midos.   Lo  que  os  digo  a  vosotros,  lo  digo  a  todos:  ¡velad! Palabra  del  Señor

La vida litúrgica está estructurada en cuatro etapas: Adviento, Pascua (con Navidad) Cuaresma y Tiempo Ordina-rio. Ello se debe a que nuestra vida está teñida por esos cuatro colores: la esperanza, la alegría con la celebra-ción, el dolor y la vulgaridad cotidiana que también tiene su riqueza. Por tan-to no hay que mirar los tiempos litúr-gicos como fragmentos aislados sino como acentos que nos van recordando las dimensiones que no deben faltar en nuestra vida de fe.

Subrayemos  otra  vez  que  se  trata  de  esperanza,  no  de  op mismo.  Precisamen-­‐

te  por  eso,  es  una  esperanza  que  reclama  nuestra  colaboración.

Y  esa  colaboración  humana  se  nos  concreta  este  año  en  dos  impera vos  deci-­‐

sivos   que   enunciarán   el   segundo   y   el   tercer   domingo  del   adviento:   la   lucha   por   la  

igualdad  y  el  tes monio.  El  camino  del  Señor  hay  que  prepararlo.  Y  sólo  se  prepara  

luchando  por  la  igualdad,  tratando  de  borrar  todas  las  diferencias.

La   igualdad   entre   todos   los   seres   humanos,   esa   igualdad   denostada   por   los  

economistas  como  si  fuese  enemiga  de  la  crea vidad,  es  como  la  autopista  que  facili-­‐

ta   la   llegada   del   Señor   (evangelio   del   segundo   domingo).   Y   esa   igualdad,   siempre  

pendiente  en

esta   historia   dominada   por   lo   que   Jesús   llamaba   “el   príncipe   de   este  mundo”   (en  

oposición   al   reinado  de  Dios),   sólo   puede   fundarse   y  mantenerse   en   el   tes monio  

constante   de   que   hay   en   medio   de   nosotros   algo   (Alguien)   que   desconocemos  

(evangelio   del   tercer   domingo).   Por   tanto:   viviremos   cris anamente   el   Adviento   si  

sabemos  pasar  del  pesimismo  a  la  esperanza  siempre  renacida.  Y  podremos  dar  ese  

paso  si  tratamos  de  luchar  denodadamente  por  la  igualdad  entre  los  seres  humanos  

y  por  ser  todos  precursores  como  el  Bau sta

Acción de gracias Gracias, Padre bueno, por este primer domingo del Ad-viento. Como sabes que somos muy despistados, nos has dicho que estemos atentos, que vigilemos y abramos bien los ojos para mirar a todas partes con los ojos del corazón. Te damos gracias por ese aviso que nos das. Ayúdanos a mirar siempre con el mismo cariño con el que tú mirabas todas las cosas.

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Corazones  endurecidos. La  Biblia  nos  presenta   infinidad  de  historias  de  sufrimiento  y  de  dolor.  En  

ocasiones  son  individuales  y  otras  veces  son  capítulos  en  la  historia  de  un  pueblo  

oprimido.

La   luminosidad  del   día  queda  eclipsada,   demasiadas   veces,   por   la  desola-­‐

ción  del  dolor  y  de  la  injus cia.  Nos  duele  la  indecencia,  nos  indignan  los  abusos,  

nos  repugna  la  impunidad.  Masacres,  opresión,  rechazo,  marginación,  indiferen-­‐

cia...  Son  algunas  de  las  situaciones  por  las  que  pasó  el  «pueblo  elegido»  y  por  las  

que   sigue   atravesando   la   humanidad.  Una   y   otra   vez   el   pueblo   pregunta:   ¿por  

qué   nos   sucede   esto?,   y   nosotros   también   nos   preguntamos:   ¿nos   ha   re rado  

Dios  su  favor?

No  es  fácil  entender  el  sufrimiento  o   integrar   la  derrota.  Más  di cil   lo   e-­‐

nen   las   víc mas  que,   en   primera  persona,   padecen   la   injus cia.   Las   respuestas  

fáciles  no  sirven  y   las  complicadas  tampoco  resuelven.  ¿Tienen  sen do   las  gue-­‐

rras?,  ¿ ene  sen do  el  hambre?,  ¿ ene  sen do  la  desigualdad  entre  el  Norte  y  el  

Sur?,  ¿ ene  sen do  el  «descarte»  ante  el  prójimo?  Corremos  el  riesgo  de  norma-­‐

lizar  la   injus cia  y  de  jus ficar   la  desigualdad.  ¡Sálvese  quien  pueda!  ¿Acaso  soy  

el  guardián  de  mi  hermano?  ¡No  es  mi  responsabilidad!

Así  corremos  el  riesgo  de  enfermar  del  corazón  y  tener  un  «corazón  endu-­‐

recido»,  un  corazón  de  piedra,  que  es  insensible  ante  el  hermano,  que  está  cerra-­‐

do  al  prójimo  y  que  solo  piensa  en  sí  mismo.  Dios  nos  libre  de  la  dureza  del  cora-­‐

zón.

El  corazón,  en  la  Biblia,  es  mucho  más  que  un  músculo.  El  corazón  se  refiere  

a   lo   interior  de  la  persona,  a   lo  más  hondo,  donde  solo  Dios  puede  entrar.  Es  el  

lugar  donde  residen  los  sen mientos  posi vos,  como  el  valor,  la  alegría,  la  solici-­‐

tud  por  los  demás,  la  serenidad  o  el  deseo,  y  los  nega vos,  como  la  soberbia,  la  

pena,  la  angus a  y  el  dolor.  En  el  corazón  habitan  los  pensamientos,  los  proyec-­‐

tos  y   la  voluntad;  también  es  el   lugar  de  la   inteligencia.  El  corazón  es   la  disposi-­‐

ción  para   la   fe   y  asegura   la   confianza  en  Dios.   La   conversión   solo  puede  ser  de  

corazón...  todo  el  ser,  desde  lo  más  profundo,  vuelve  su  mirada  hacia  Dios.  El  co-­‐

razón  mueve   la   vida.  Cuando   se  endurece  el   corazón   la   existencia   se  hace  más  

di cil,  más  compleja,  más  dura.

Los   cuatro   domingos   de   Adviento   ha-­‐

bría  que  intentar  vivirlos  como  una  larga  medi-­‐

tación  sobre  la  esperanza:  esa  virtud  de   la  que  

Péguy  decía  que  es  la  que  más  asombra  a  Dios  

cuando  la  ve  en  nosotros.  Porque  esperanza  no  

es   lo  mismo  que  op mismo:  en  un  mundo  tan  

cruel  y  tan  injusto  como  el  nuestro,  el  op mis-­‐

mo   sólo   puede   fundarse   en   ingenuidad   o   en  

hormonas.   Pero   aunque   no   quepa   el   op mis-­‐

mo,   en   el   creyente   siempre   hay   lugar   para   la  

esperanza:   porque,   como   Dios   sigue   siendo   el  

Señor   de   la   historia,   siempre   es   posible   seguir  

luchando,  o  dar  algún  paso  adelante  o  volver  a  

comenzar.   La   posibilidad   del   Reinado   de   Dios  

sigue  latente  en  nuestra  realidad  y  Dios  nos  sigue  dando  la  oportunidad  de  reconver r  en  bienes  lo  

que  hemos  hecho  mal.  Precisamente  por  eso,  el  Adviento  comienza

cada  año  con  textos  apocalíp cos  que,  aunque  no  hay  que  tomarlos  como  profecías  sino  como  ad-­‐

vertencias,  no  dejan  de  resonar  nega vamente  como  catastróficos.

Pero,  del  primer  domingo  al  úl mo,  pasamos  del  anuncio  de  una  (hipoté ca)  catástrofe,  en  

con nuidad  con  los  úl mos  domingos  del  año  litúrgico,  a  la  Anunciación  de  un  salvador  del  mundo.  

Debemos  caer  en  la  cuenta  de  que  este  esquema  es  opuesto  al  del  resto  del  año  litúrgico  y  de  los  

mismos  evangelios,  donde   la  predicación  de   Jesús  comienza  con  un  anuncio  op mista   (la  cercanía  

del  reinado  de  Dios)  y  concluye  con  los  largos  discursos  apocalíp cos  que  cierran  la  predicación  de  

Jesús  en  los  evangelios  sinóp cos.  Si  aquí  íbamos  pasando  del  op mismo  a  la  decepción  y  la  amena-­‐

za,  ahora  en  el  Adviento  pasamos  de   la  amenaza  bien  seria  a  una  nueva  esperanza.  Al   igual  que   la  

bondad,  la  esperanza  es  en  este  mundo  la  siempre  vencida  y  la  siempre  invencible.

Dios  nos  abre  su  corazón  y  nos  muestra  sus  caminos.  Su  voluntad  es  el  

bien  de  sus  hijos,  su  camino  es  el  Evangelio  de  Cristo.  Nosotros  creemos  en  

un  Dios  con  entrañas  de  misericordia  que   ene  corazón  de  padre  y  madre.  

Que  nos  conoce,  nos  mira  y  sufre  con  y  por  nosotros.  Nuestra  respuesta  es  

la  misericordia  ante  el  hermano  solo  y  desamparado,  explotado  y  deprimido.  

Ante  las  víc mas  de  las  guerras  injustas,  ante  los  que  no   enen  qué  comer,  

ante  quienes  no   enen  trabajo  o  no   enen  libertad  para  expresar  sus  creen-­‐

cias.  No  podemos  dar  la  espalda  ante  quien  sufre.  Dios  nos  ha  dado  un  nue-­‐

vo  corazón,  humano,  de  carne,  compasivo  y  solidario  con  el  hermano  y  con  

todos.

San ago  Aparicio-Revista  Eucaris a