Abastecimiento campamentos romanos Península

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ABASTECIMIENTO Y PRODUCCIÓN LOCAL EN LOS CAMPAMENTOS ROMANOS DE LA REGIÓN SEPTENTRIONAL DE LA PENÍNSULA IBÉRICA 1 por ÁNGEL MORILLO CERDÁN Universidad de León RESUMEN El despliegue de un contingente militar considerable en la región septentrional de la península ibérica a partir del reinado de Augusto plantea numerosos problemas de abastecimiento. El ejército organiza una amplia red de suministros para las tropas, que abarca desde artículos de primera necesidad hasta productos manufacturados. La intendencia militar suministraba a las tropas y oficialidad elementos de indumentaria y uso personal, ajuares domésticos, moneda y, por supuesto, alimentos (cereal, vino, aceite, salazones…). La administración militar responsable del abastecimiento a las fuerzas militares a partir de Augusto man- tuvo una línea coherente de actuación en este campo, arbitrando diferentes soluciones que dependen de la situación política y militar general, el avance del proceso romanizador en el conjunto de Hispania, las nece- sidades concretas del Estado y los imperativos de la estrategia militar en cada momento. Presentaremos en esta ponencia una visión de esta cuestión referida a los campamentos hispanos altoimperiales. ABSTRACT The unfolding of a considerable military contingent in the northern region of the Iberian peninsule starting from Augustus reign outlines numerous problems of supply. The army organized a wide net of supplies for the troops that ranged from articles of first necessity to manufactured products. The military intendency supplied troops and officers with dress elements and personal use, domestic trousseaus, currency and, of course, food supply (cereal, wine, oil, pickles) The military administration responsible for the supply of the military forces, starting from Augustus, maintained a coherent line of performance in this field, arbitrating different solutions that depended on the general political and military situation, the advance of the romanizing process in Hispania, the concrete necessities of the State and the needs of 1 Este trabajo se enmarca dentro del marco del proyecto de investigación: Campamentos romanos en la Península Ibérica: análisis arqueológico y arquitectónico, concedido por el MCYT (ref. BHA2002-03305), que se realiza desde el 1 de diciembre de 2002 bajo nuestra dirección.

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ABASTECIMIENTO Y PRODUCCIÓN LOCAL EN LOS CAMPAMENTOS ROMANOS DE LA REGIÓN

SEPTENTRIONAL DE LA PENÍNSULA IBÉRICA1

por

ÁNGEL MORILLO CERDÁN

Universidad de León

RESUMEN

El despliegue de un contingente militar considerable en la región septentrional de la península ibéricaa partir del reinado de Augusto plantea numerosos problemas de abastecimiento. El ejército organiza unaamplia red de suministros para las tropas, que abarca desde artículos de primera necesidad hasta productosmanufacturados. La intendencia militar suministraba a las tropas y oficialidad elementos de indumentariay uso personal, ajuares domésticos, moneda y, por supuesto, alimentos (cereal, vino, aceite, salazones…).La administración militar responsable del abastecimiento a las fuerzas militares a partir de Augusto man-tuvo una línea coherente de actuación en este campo, arbitrando diferentes soluciones que dependen de lasituación política y militar general, el avance del proceso romanizador en el conjunto de Hispania, las nece-sidades concretas del Estado y los imperativos de la estrategia militar en cada momento. Presentaremos enesta ponencia una visión de esta cuestión referida a los campamentos hispanos altoimperiales.

ABSTRACT

The unfolding of a considerable military contingent in the northern region of the Iberian peninsulestarting from Augustus reign outlines numerous problems of supply. The army organized a wide net ofsupplies for the troops that ranged from articles of first necessity to manufactured products. The militaryintendency supplied troops and officers with dress elements and personal use, domestic trousseaus,currency and, of course, food supply (cereal, wine, oil, pickles) The military administration responsible forthe supply of the military forces, starting from Augustus, maintained a coherent line of performance in thisfield, arbitrating different solutions that depended on the general political and military situation, theadvance of the romanizing process in Hispania, the concrete necessities of the State and the needs of

1 Este trabajo se enmarca dentro del marco del proyecto de investigación: Campamentos romanos en la Península Ibérica:análisis arqueológico y arquitectónico, concedido por el MCYT (ref. BHA2002-03305), que se realiza desde el 1 de diciembrede 2002 bajo nuestra dirección.

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military strategy in each moment. With this report, we offer a diachronic view of the problem of themilitary supply in the Spanish forts in the Early Empire.

INTRODUCCIÓN: EL ABASTECIMIENTO MILITAR COMO PROBLEMA TÁCTICO Y OPERATIVO

El abastecimiento de las tropas, tanto si se encontraban en campaña como asentadas en cam-pamentos permanentes, constituía un problema de primer orden para la administración militarromana. El ejército organiza una amplia red de suministros básicos con destino a las diferentesunidades militares, que abarca tanto artículos de primera necesidad como productos manufactu-rados, deduciendo el importe de estos bienes de las soldadas a percibir por cada hombre2. Laintendencia militar suministraba a las tropas y oficialidad elementos de indumentaria y uso per-sonal, ajuares domésticos, moneda y, por supuesto, alimentos.

Los alimentos constituían sin duda la parte primordial de los recursos demandados. Los pro-blemas puntuales de suministro podían causar una derrota o un amotinamiento3. A juzgar porlas referencias contenidas en las fuentes clásicas4, la dieta del soldado romano parece fundamen-tarse de manera casi exclusiva en el grano (Davies, 1971: 138), al menos en lo que se refiere aejércitos en campaña, en los que el suministro constituía un auténtico problema logístico. Nocabe duda de que el grano (trigo o cebada) presenta innegables ventajas en cuanto a su conserva-ción y distribución, efectuada en sacos, mientras que un ejército en armas no puede transportarhortalizas, frutas o carne fresca. Pero sin negar en ningún momento que el grano constituyó elfundamento de la dieta del soldado romano, algunos investigadores reivindican el papel de otrosalimentos como la carne, que siempre es posible conseguir sobre el terreno, tanto de animales sal-vajes como de animales domésticos abandonados o requisados. Esta es la hipótesis formulada porGroenman-van Waateringe (1997: 261-262), quien señala que la alusión de las fuentes clásicas alos problemas por parte de la intendencia militar para conseguir determinados productos alude asu escasez en ese momento o campaña concreta, pero no a su importancia en la dieta militar“estandar”5.

La dieta del ejército estable instaurado por Augusto parece ser mucho más variada y rica. Juntoal grano se consumen otros productos como frutas y hortalizas, aceitunas, carne, tocino de cerdo,salazones, leche, queso y, por supuesto, vino y aceite, sin olvidarnos de sal, vinagre y miel. Los estu-dios paleobotánicos y arqueozoológicos realizados en los campamentos romanos de las fronterasseptentrionales del Imperio confirman la presencia de determinadas especies animales y vegetales,mientras que los envases anfóricos nos informan, al menos parcialmente, sobre la llegada de vino,olivas, aceite y salazones6. Pero nuestra documentación sobre el resto de los productos es práctica-mente inexistente y sólo podemos verificar su llegada a través de los textos (Davies, 1971: passim).

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2 A partir del siglo II d. C., y sobre todo durante el periodo bajoimperial, el estado continuaba suministrando bienes yproductos a los soldados, pero ahora a cambio de cantidades de dinero pagadas específicamente a los soldados con este pro-pósito (Breeze, 1993: 536).

3 Vegecio, De rei militari III, 3.4 Cf. Labish, 1975: passim.5 Este mismo autor señala que las constantes alusiones en los textos clásicos a los problemas de suministro de grano duran-

te la conquista de la península ibérica obedecen, por una parte, al hecho de que las campañas se hacían en época estival, cuan-do el grano aún no estaba maduro para recoger y era preciso traerlo de los almacenes donde se conservaba la cosecha anterior;por otra, a la escasa ocupación humana de zonas como las dos mesetas, que se refleja en unos recursos agrícolas limitados, insu-ficientes para que el ejército romano se pudiera sostener sobre el terreno (Groenman-van Waateringe, 1997: 262).

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La intendencia militar no se ocupa sólo de proporcionar alimentos a los campamentos mili-tares. Otros bienes de consumo y productos manufacturados son igualmente necesarios. Caballosy bestias de carga, madera en bruto para la construcción, productos de madera y cuero, tejidosde lana y lino, fibras vegetales como esparto para cordajes, armas, armaduras y objetos de bron-ce y hierro, hierbas y medicinas, útiles óseos, vasos de vidrio, y recipientes y elementos cerámicosde todo tipo (terra sigillata, lucernas, cerámica común y de paredes finas, material constructivo,etc.). Todo ello forma parte de los suministros básicos que debe recibir el ejército para mantener-se en perfecto estado operativo y asimismo mantener alta la moral de las tropas con un régimende vida “civilizado”. De esta manera los miembros del ejército pueden establecer vínculos psico-lógicos y emocionales con su hogar (Morillo, 1992: 61 y 2000: 623).

Sin duda, la parte más importante del abastecimiento de las tropas debía ser productos bási-cos, aunque los testimonios arqueológicos sobre los mismos son muy reducidos. A excepción delos envases cerámicos de aceite, vino, aceitunas o salazones, sólo los productos manufacturadosofrecen pistas sobre la existencia de una importación de vituallas y sobre sus lugares de proceden-cia. Pero cuando la documentación sobre estos últimos es escasa, nos movemos en el terreno delas hipótesis sobre el abastecimiento militar7.

Los suministros pueden ser importados o producidos localmente, en los campamentos, en lasfabricas militares8, o en sus alrededores. Habida cuenta de los elevados costes del transporte alarga distancia se suele preferir explotar el territorio circundante, que en ocasiones ha sido pues-to bajo el control directo del ejército (prata)9. Sin embargo, el autoabastecimiento militar solo sedesarrolla cuando la producción agrícola y artesanal en el hinterland civil no está lo suficiente-mente desarrollada como para proveer a la intendencia militar de todo aquello que necesitamediante el comercio, los impuestos o la simple requisa (Groenman-van Waateringe, 1997: 263).

La política de abastecimiento por parte del Estado al ejército romano y los problemas que éstaimplica son cuestiones que han atraído la atención de distintos investigadores ya a partir de lostrabajos de Van Berchem (1937; tb 1977). Sin embargo ha sido durante las últimas décadas cuan-do el progreso en el conocimiento arqueológico ha permitido un avance más significativo conpublicaciones tanto de carácter general (Rickman, 1971; Pavis d’Escurac, 1976; Birley, 1981;Middleton, 1983; Wierschowski, 1984; Remesal, 1986; Herz, 1988; Whittaker, 1989; Breeze,1993 y 2000; Le Roux, 1995; Kissel, 1995; Adams, 1999; Roth, 1999), como análisis arqueoló-gicos más pormenorizados sobre zonas o regiones concretas (Cagnat, 1977; Middleton, 1979;Davies, 1997 y 2002; Birley, 1997; Taylor, 2002), sobre artículos como la cerámica (Biegert &Lauber, 1977; Gassner & Jilek, 1997; Swan, 1997) o la moneda (Wigg, 1977; García-Bellido,1996: 104-106 y 2004: 47-68; De Blois, 2002), o sobre víveres como aceite (Remesal, 1986) ygrano (Erdkamp, 2002).

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6 Los abundantes hallazgos malacológicos en los campamentos julioclaudios de Herrera de Pisuerga, (Pérez González eIllarregui, 1992: 10), León y Astorga nos confirman el importante consumo de ostras en dichos centros militares. Teniendoen cuenta el carácter perecedero de dichos moluscos, su presencia en asentamientos situados a más de un centenar de km. dela costa cantábrica, al otro lado de la Cordillera, implica una organización en cuanto al transporte muy perfeccionada.

7 Uno de los ejemplos mejor conocidos sobre este silencio de las fuentes lo encontramos en las campañas de las guerrascántabras.

8 Vegecio proporciona la lista de artesanos con la que contaba una legión, lo que nos indica hasta que punto la unidadfuncionaba sobre el terreno como un centro productivo casi autosuficiente (Vegetius, De rei militari II, 7). La arqueología nosproporciona cada vez más testimonios sobre esta cuestión (v., como bibliografía básica, Petrikovits, 1974; 1976 y 1976b; San-der, 1962; Driel-Murray & Gechter, 1984). V. también la ponencia del Dr. Hanel en este mismo volumen.

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No vamos a ocuparnos aquí de las cuestiones analizadas en los trabajos anteriores, así comotampoco nos detendremos pormenorizadamente en el funcionamiento administrativo del siste-ma, del que se han ocupado de manera más detallada autores como Remesal (1986) y Carreras(1997 y 2002), que han dejado establecidas las líneas básicas del mismo. En resumen, hoy en díase suele aceptar que el sistema de abastecimiento regular al ejército desplegado en las fronterasseptentrionales a través de la annona militaris se estructuraba en tres niveles. Las competencias enese campo eran asumidas directamente por la prefectura annonae, encargada también de los sumi-nistros regulares a la capital del Imperio, que coordinaba las necesidades y el abastecimiento mili-tar entre distintas provincias. El procurator augusti10 tenía a su cargo el abastecimiento a las tro-pas estacionadas dentro de su provincia, asignando una cantidad de dinero a cada unidad militarpara sus necesidades de acuerdo con el número real de soldados y oficiales. Esta autoridad debíacentralizar los esfuerzos de los praefecta castrorum, responsables del abastecimiento de cada legión,que podían a su vez enviar soldados (frumentarii, primipili) en busca de provisiones a otras regio-nes o provincias (cf. Remesal, 1986; Carreras, 2002). Los mercatores provinciales o extranjeros seocupaban de conseguir las mercancías y hacerlas llegar a sus destinatarios militares empleando elsistema de transporte público o privado (Carreras, 2002: 75). Dentro de esta estructura adminis-trativa debían jugar también un papel destacado funcionarios como los beneficiarii, inspectoresencargados de controlar el tráfico comercial, situados a lo largo de las principales vías del Impe-rio y en las zonas fronterizas (Carreras, 1997; Nelis-Clément, 2000: passim). Esta organizacióndebió irse desarrollando con el paso del tiempo para adaptarse a las nuevas circunstancias. Estasdeterminaron la aparición en el 170 d. C. del subpraefectus annonae, encargado especialmente delos suministros del ejército11.

Posiblemente las líneas básicas de esta organización debieron quedar fijadas por Augusto, quecrea en los últimos años de su reinado la praefectura annonae, aunque se suele considerar que elsistema se desarrolla sobre todo a partir de Claudio. Pero no estamos por ahora en condicionesde asegurar hasta que punto el abastecimiento del ejército estacionado en Hispania durante elperiodo augusteo y julioclaudio estaba organizado de la misma manera que conocemos para unmomento posterior y que hemos esbozado en otro momento (Morillo, 2000: 624). Las eviden-cias epigráficas relativas a la organización del avituallamiento al exercitus hispanicus, recogidasrecientemente, hacen en su mayoría referencia a un momento posterior al ascenso de Vespasianoal trono, cuando la legio VII gemina es la única legión de guarnición en la Península (Carreras,1997: 165-167). Sin duda los procuratores augusti, que aparecen ya en Hispania durante el reina-do de Augusto, debieron desempeñar un papel fundamental dentro de esta organización embrio-naria, que había de proveer regularmente al ejército de los productos imprescindibles para su sus-tento.

Es precisamente este periodo julioclaudio, el menos conocido desde el punto de vista de laorganización administrativa y el que ofrece mayores novedades desde el punto de vista arqueoló-gico, en el queremos centrar nuestro análisis. Dejaremos al margen el periodo republicano,momento en el que no existe una institución estatal encargada del abastecimiento militar y ésta

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9 Por lo que se refiere a la explotación del territorio militar v. Schulten, 1894; Mócsy, 1953, 1966 y 1967; Mac Mullen,1963; Vittinghoff, 1974.

10 Estrabón, Geographia III, 4, 20.11 Algunos autores muestran una opinión claramente contraria al papel que Remesal asigna desde época augustea a la

annona militaris y el funcionamiento de la misma (v. Wierschowski, 1984; Ehmig, 2003: 91 y 104).

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depende en exclusiva de cada uno de los generales (Carreras, 2002: 70). Por el contrario, la admi-nistración mantuvo a lo largo del Alto Imperio una línea coherente de actuación en este campo,arbitrando diferentes soluciones que dependían de diversos factores como la situación política ymilitar general, el avance del proceso romanizador en el conjunto de Hispania, las necesidadesconcretas del Estado y los imperativos de la estrategia militar, dependiente en esencia de la can-tidad y disposición de las unidades militares a lo largo de la geografía hispana.

EL ABASTECIMIENTO DEL EJÉRCITO ROMANO DURANTE LAS GUERRAS CÁNTABRAS: ENTRE EL

MITO Y LA REALIDAD ARQUEOLÓGICA

Es muy probable incluso que la primera vez que se puso a prueba el nuevo sistema de avitua-llamiento militar inaugurado por Augusto fuese durante las guerras cántabras (29-19 a. C.), quesirvieron de ensayo general para muchos aspectos de estrategia militar, más tarde acuñados y regu-larizados durante la conquista de las fronteras septentrionales (Morillo, 1996: 81; 2002: 69). Nocabe duda que la preparación de dichas campañas debió ser muy cuidadosa desde el punto de vistadel avituallamiento militar, ya que suponía desplazar un ejército compuesto de varias decenas demiles de hombres (7 legiones más sus cuerpos auxiliares) hacia una región aislada, montañosa y sinposibilidad de ser abastecida por vía marítima o fluvial (Fig. 1). Por otra parte los escasos recursosagrícolas disponibles en la misma hacían muy difícil el abastecimiento sobre el terreno mediantela requisa de productos. A través de los textos de César y otros autores conocemos perfectamentela imperiosa necesidad táctica de mantener el ejército continuamente avituallado12.

Desde este punto de vista, las campañas del 26/25 a. C. contra los cántabros y los asturesdebieron revestir especial dificultad, tal y como confirma una de las escasas referencias a los pro-blemas del abastecimiento militar que conservamos. Nos referimos en concreto a la alusión a laclassis aquitanica. Según los textos de Estrabón13, Floro14 y Orosio15, dicha escuadra, procedentede los puertos aquitanos, habría desembarcado en algún punto de la costa cantábrica durante lasguerras contra cántabros y astures. Mientras Floro y Orosio asignan un papel estrictamente béli-co a esta discutida intervención, Estrabón apunta que la intervención de la flota estuvo motiva-da por las necesidades de trigo y otros víveres por parte del ejército.

Los restos arqueológicos no avalan esta temprana presencia romana en ninguno de los encla-ves cantábricos hasta ahora constatados, aunque un desembarco romano ocasional no tendría quehaber dejado testimonios materiales o constructivos visibles (Fernández Ochoa & Morillo, 1994:39). En ese mismo trabajo ya recogíamos algunos datos indirectos que apuntaban al antiguo Por-tus (S)Amanum-Flaviobriga, la actual Castro Urdiales, como cabeza de puente de una posibleintervención marítima romana (Fernández Ochoa & Morillo, 1994: 182-183), que tambiénpudo haber tenido lugar en otros lugares de la costa como la bahía de Santander (Morillo & Fer-nández Ochoa, 2003: 447).

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12 Bellum Civilum I, 72, 1; bellum Gallicum IV, 32; Josephus, bellum Iudaicum II, 528. Vegecio apunta muy gráficamen-te que “las tropas son derrotadas más frecuentemente por el hambre que por la batalla, y el hambre es más feroz que la espa-da” (De rei militari III, 3). El capítulo 3 del libro III de este tratadista se dedica por entero a las necesidades tácticas del ejér-cito de cuidar el aprovisionamento de víveres y forraje.

13 Geog. III, 4, 18.14 Epitome rei gestae Romanae II, 33, 46.15 Historiarum adversos paganos VI, 21, 4.

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Dejando al margen esta hipotética intervención desde el Cantábrico, parece mucho más vero-símil plantear que el avituallamiento tanto de la campaña del 26/25, como la del 19 a. C., coman-dada por Agripa, se realizo a través de los centros de abastecimiento ubicados en la costa tarraco-nense, donde se almacenarían los víveres y mercancías traídas posiblemente desde Italia y otrasregiones. A través del valle del Ebro, por vía fluvial y terrestre, los pertrechos alcanzarían los cam-pos de batalla septentrionales, donde se desarrollaban las operaciones de acoso y castigo. Menosprobable parece que la Bética jugara algún papel directo en este sentido, pero no debemos olvi-dar que las legiones destacadas en el frente occidental, que atacaron a los astures desde el territo-rio galaico, debieron también ser surtidas de todo lo necesario, y tal vez los abundantes recursosagrícolas béticos se canalizaron hacia este teatro de operaciones por vía marítima hasta las ríasbajas gallegas y el curso inferior del Miño, desde donde seguirían por tierra. De cualquier mane-ra, carecemos de dato arqueológico alguno más allá de la simple hipótesis de trabajo.

Tal y como corresponde a un ejército en campaña, el grueso de los pertrechos corresponde-rían a víveres y animales, mientras los productos manufacturados apenas tendrían alguna impor-tancia. Los escasos restos cerámicos hallados en los primeros campamentos de campaña docu-mentados en Cantabria y Asturia así lo confirman (v. Peralta, 1999; 2000: 273-282; 2001;Camino Mayor et alii, 2002).

Una cuestión sobre la que la investigación ha registrado un significativo progreso en los últi-mos años ha sido en el conocimiento sobre el abastecimiento de moneda corriente a las tropasdurante las guerras cántabras y el periodo julioclaudio en su conjunto. Hoy en día parece fuera

Fig. 1. Distribución de los campamentos romanos del periodo de las guerras cántabras y de la época julio-claudia en el cuadrante noroccidental de la península ibérica (según A. Morillo, 2004)

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de dudas que las emisiones de bronce caracterizadas por una caetra o rodela galaica en el reverso,acompañada en ocasiones por falcata y puñal, constituyen una moneda oficial, cuya acuñaciónfue impulsada por la autoridad militar responsable para cubrir las necesidades de abastecimientode las tropas desplazadas a la región septentrional durante las guerras cántabras. La concentracióngeográfica de los hallazgos de este tipo, así como la alusión implícita que representa la iconogra-fía del reverso, confirma su carácter militar.

Se ha podido diferenciar dos grupos de acuñación: por un lado los sestercios, dupondios yases (RPC 1-3), que se realizarían en la zona galaica septentrional y en la fecha probable del 27-23 a. C. (Villaronga, 1969: 593; García-Bellido & Blázquez Cerrato, 2001, II: 287). La apari-ción de monedas de esta primera emisión, junto a cospeles sin acuñar en Lugo, ha hecho que sesitúe en este lugar el centro de la producción (Ferrer, 1996: 283-288). Por otra parte, sobre losases de factura más tosca (RPC 4), ya llamamos la atención hace unos años sobre la concentra-ción mayoritaria de monedas de este segundo grupo en la vertiente meridional de la CordilleraCantábrica y el este de los Montes de León, esto es, el área de la meseta, especialmente en el cam-pamento de Herrera de Pisuerga (Morillo et alii, 1996: 201-204). Sus rasgos tipológicos, unidosa los diferentes ámbitos de circulación, y al horizonte estratigráfico dentro del cual se ubican estaspiezas en los campamentos meseteños, reafirman la hipótesis de que nos encontramos ante dosacuñaciones diferentes, realizadas en distintos momentos (Morillo et alii, 1996: 202). Reciente-mente, García-Bellido ha calificado de copias los ejemplares del tipo RPC 4, prolongando sumomento de acuñación al menos hasta el cambio de Era (1996: 107).

Los datos preliminares que proporcionaba el campamento de la legio IIII en Herrera, dado aconocer hace algunos años, se han visto refrendados por el análisis integral de la circulaciónmonetaria en dicho acantonamiento, donde la mayor parte de las monedas con reverso de caetradel tipo RPC 4, aparecen en horizontes arqueológicos datados por las asociaciones de materialesen un momento augusteo pleno, esto es, entre el 10 a. C. y el 10 d. C., (Morillo & Gómez Barrei-ro, 2005: e. p.).

Resulta muy sugerente vincular la acuñación del segundo grupo de “caetras” con el momen-to del establecimiento de la legio IIII Macedonica en su campamento de Herrera de Pisuerga, quetiene lugar al socaire de la campaña de M. Agrippa contra los cántabros en el 19 a. C., que afec-tó sólo al antiguo frente oriental y que culmina con el total sometimiento de este pueblo (Mori-llo, 2000b: 619). En este escenario cobra mucho sentido que Agrippa impulsara una nueva emi-sión con reverso de caetra, al estilo de la que se realizó en las primeras campañas de las guerrascántabras para abastecer las tropas destacadas en el frente occidental. Esto justificaría la concen-tración en el campamento de Herrera del grupo RPC 4, que llevaríamos de nuevo a una crono-logía temprana pero posterior a la primera emisión (19 a. C.), y quedarían fuera de la considera-ción de “copias” al haber sido impulsadas por la máxima autoridad militar (Morillo & GómezBarreiro, 2005: e. p.).

Identificar desde un punto de vista arqueológico la moneda empleada por las tropas durantelas guerras cántabras plantea numerosos problemas. Todavía son muy pocos los contextos arqueo-lógicos de este periodo claramente identificados. Sin embargo, yacimientos como La Espina delGallego (Peralta, 1999) o El Cincho (García Alonso, 2002) comienzan a proporcionar una ideasobre la moneda empleada por el ejército augusteo de campaña. Junto a ella contamos con el nivelde instalación de las tropas en asentamientos como Herrera de Pisuerga y, sobre todo, la mone-da perdida o amortizada que corresponde a los primeros años de vida de los campamentos esta-

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bles augusteos, que se encuentra amortizada en los horizontes arqueológicos posteriores. Desde elpunto de vista numismático, el conjunto monetario que debía encontrase en circulación duran-te toda la fase de las guerras cántabras está definido por la presencia de denarios tardorrepublica-nos y augusteos de las primeras emisiones, denarios de P. Carisio acuñados en Emerita (Fig. 2),emisiones con reverso de caetra, además de denarios y unidades ibéricas con carácter residual, asícomo acuñaciones de bronce de Lugdunum, Nemausus y algunas cecas de la Tarraconense. Dichoconjunto monetario alcanza los diferentes campamentos en los bolsillos de las tropas desplazadasa este lugar para rematar la conquista de los cántabros (Morillo & Gómez Barreiro, 2005: e. p.).El ejército debió ser reabastecido con moneda por parte de la autoridad competente durante eltranscurso de las campañas. En este sentido debemos interpretar la presencia de series de dena-rios augusteos emitidos en Roma o en Emerita, además de los ejemplares de bronce con reversode caetra emitidos en dos momentos diferentes, correspondientes tal vez, como hemos apuntado,a las dos campañas contra los pueblos septentrionales.

EL ABASTECIMIENTO DE LOS CAMPAMENTOS ESTABLES DE ÉPOCA AUGUSTEA: IMPORTACIÓN Y

AUTOABASTECIMIENTO DURANTE EL PERIODO DE LA PAZ ARMADA (19/15 A. C.-10/20 D. C.)

El fin de las campañas contra los cántabros y astures trae como consecuencia la partida de lamayoría de las unidades militares participantes hacia sus nuevos escenarios bélicos en las fronte-ras septentrionales del Imperio y el estacionamiento de las restantes en acantonamientos fijos dis-puestos como un cordón defensivo a lo largo de la vertiente meridional de la Cordillera Cantá-brica y el piedemonte oriental de los Montes de León. Los campamentos legionarios de la legioIIII Macedonica en Herrera de Pisuerga, de la legio VI victrix en León y de la legio X gemina enAstorga y Rosinos de Vidriales, constituyen las principales bases operativas dentro de una franjade territorio militarizado semejante a un limes, que anticipa la estrategia aplicada años más tardeen las campañas desarrolladas en las fronteras septentrionales del Imperio (Morillo, 1996: 80-81;2002: 77-78). El despliegue de un contingente militar considerable en el norte peninsular se pro-longa a lo largo de todo el periodo julioclaudio,.

Fig. 2. As acuñado por P. Carisius en Emerita Augusta, procedente del yacimiento de Astorga (Fotografía:Imagen MAS)

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Para la fase de la “Paz Armada” contamos con muchos más testimonios de carácter arqueoló-gico que para el periodo de las guerras cántabras. Las excavaciones desarrolladas en los campa-mentos legionarios estables de época augustea (Fig. 3) proporcionan también una informaciónconsiderable sobre los productos y las redes de abastecimiento militar16.

Los establecimientos militares fronterizos, instalados en regiones alejadas de los centros neu-rálgicos del Imperio y de las principales vías de comunicación tanto marítimas como fluvialesdeben sobrevivir en un principio de manera casi autónoma, librados a los recursos que la admi-nistración militar pone a su disposición y a la explotación del territorio circundante. No cabeduda de que los productos de primera necesidad, especialmente alimentos, debieron ser impor-tados desde otras regiones peninsulares o extrapeninsulares, al igual que ocurrió durante el perio-do de las guerras cántabras. Uno de los escasos testimonios disponibles en estos primeros compa-ses de vida de los campamentos septentrionales acerca de la procedencia de productos básicos conel grano, el vino o el aceite, nos lo proporcionan los productos manufacturados exhumados endichos asentamientos, que en su mayor parte proceden de la Italia central y meridional, y debie-ron de acompañar a aquellos en su largo y difícil recorrido hacia los acantonamientos hispanos.

El análisis de las importaciones de objetos manufacturados, especialmente cerámicos, halla-dos en contextos militares peninsulares nos permite realizar un seguimiento cronoestratigráficode dichos yacimientos y constituyen una aportación de gran valor para la reconstrucción de losprocesos históricos (Fig. 4). Los contextos más antiguos de los campamentos de Astorga, León y

Fig. 3. Distribución de los campamentos romanos del periodo augusteo posteriores a las guerras cánta-bras en el cuadrante noroccidental de la península ibérica (según A. Morillo)

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16 No vamos a entrar aquí en la bibliografía específica sobre dichos campamentos, que ya hemos recogido en otros luga-res (cf. Morillo, 1996; 1999; 2000; 2000b; 2000c; 2002; 2005: e. p.; Morillo & García Marcos, 2000).

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Herrera de Pisuerga revelan una elevada cantidad de recipientes de terra sigillata itálica (TSI), lisao decorada, con formas datadas entre el 10/15 a. C. y el 10/15 d. C. (Fig. 5). El estudio de lasmarcas de alfarero ha posibilitado conocer los puntos de origen de estas manufacturas cerámicas,así como establecer los posibles circuitos de distribución. La mayoría de los ejemplares procedendel centro productor de Arezzo, seguido a distancia por Pisa y otros centros como Puzzoles, elvalle del Pó y Lyon (cf. Morillo & García Marcos, 2003b: 296, tablas 1-3; v. tb. Morillo et alii,2005: 143). Aunque no conocemos como se estructuraría desde un punto de vista administrati-vo y comercial, la estrecha relación que se ha podido establecer para productores como los Ateiiy la annona militaris (Menchelli, 1997: 193), que a juzgar por los hallazgos hispanos posiblemen-te se puede extrapolar a otros productores como P. Cornelius, mayoritario en los castra de la legioVI victrix en León, apunta algunas interesantes deducciones sobre el avituallamiento de los cen-tros militares de TSI, posiblemente encomendado a determinados talleres o alfareros.

Junto a la TSI de procedencia centroitálica se encuentran en esta fase inicial lucernas de lostipos Dressel 4 o Vogelkopflampe, Loeschcke IA y Loeschcke III (Morillo, 1999: 65-66 y 73).Entre los ejemplares de este último tipo se han recuperado dos fragmentos de lucerna vidriada decolor verde-azulado, cuya procedencia es probablemente lacial o campana (Morillo, 1999: 86-87)

Dentro de este horizonte inicial se encuentran también cerámicas itálicas de paredes finas,cuyo un marco temporal se centra en el último cuarto del siglo I a.C. La posible área producto-ra de los recipientes de paredes finas itálicos encontrados en los campamentos del norte de His-pania habría que situarla en Etruria, Lacio, Campania y en el área padana, como demuestra lapresencia de algunos fragmentos de vasos firmados por Aco y Sarius. Aparecen también paredesfinas gálicas, como los cuencos del tipo Mayet X asignables a los talleres lioneses de Loyasse y LaMuette (cf. Morillo & García Marcos, 2003b: 298-300).

Fig. 4. Fibula de tipo Aucissa, procedente de losniveles campamentales de Astorga (Fotografía:Imagen MAS)

Fig. 5. Recipiente de terra sigillata itálica (Drag.XIII) fabricado en el taller centroitálico de Peren-nius Tigranes, hallado en el campamento de lalegio IIII Macedonica en Herrera de Pisuerga.

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También las cerámicas comunes de este periodo muestran una gran variedad tipológica. La pro-cedencia de la inmensa mayoría de recipientes, como los morteros, parece ser el Lacio y la Campania17.

Por lo que respecta a las ánforas, junto a ejemplares de procedencia bética para salazones(Dressel 7-11), se han constatado ánforas vinarias de origen itálico como la Dressel 2-4 campana(Carreras, 1996: 206).

Sin embargo, los elevados costes del transporte por vía terrestre de objetos hacia los campa-mentos hispanos, asentados en una región periférica, recientemente conquistada y militarizada, yalejados de las grandes vías de comunicación, impulsan pocos años después el desarrollo de uncomplejo sistema artesanal dentro del ámbito castrense, destinado a cubrir sus necesidades pri-marias de objetos manufacturados (Morillo, 1992: 167). A juzgar por los datos que se van cono-ciendo, debemos entender los talleres militares del periodo augusteo como parte de una políticapracticada por el ejército romano para dar respuesta a los problemas del suministro. Los recipien-tes cerámicos debieron constituir un capítulo esencial dentro de la producción de los talleres mili-tares ya que constituyen objetos de primera necesidad, que es más fácil fabricar in situ que trans-portar a largas distancias, y fundamentales para mantener un nivel de vida netamente romano.

Las excavaciones arqueológicas desarrolladas en los campamentos augusteo-tiberianos revelanla existencia de producciones locales cerámicas de todo tipo, que van desde terra sigillata y lucer-nas a cerámica común y de paredes finas (Morillo & García Marcos, 2001). Los ejemplares másconocidos son los recipientes de terra sigillata local de tradición itálica fabricados por L. Terentiusen el campamento de la legio IIII Macedonica en Herrera de Pisuerga, ya dados a conocer en su díapor A. García y Bellido (1960 y 1956/61) y estudiados hace algunos años por Pérez González(1989: 199-240), que constituyen una excepción en el mundo romano debido a la asociación deun figlinarius a una unidad militar concreta. En la actualidad, el número de marcas recuperadassobre copas y platos supera ampliamente el centenar, concentrados fundamentalmente en Herre-ra de Pisuerga, aunque recientemente se han dado a conocer dos recipientes procedentes de losniveles del campamento de la legio X en Astorga y otra marca sobre un problemático vaso de pare-des finas hallado en Caesaraugusta (Morillo & García Marcos, 2001: 151)18. La officina de Teren-tius debió estar en funcionamiento entre el 10 a. C. y el 10/15 d. C. (Pérez González, 1989: 214).

Aunque sean hasta ahora los más conocidos, los recipientes de terra sigillata local de imitación itá-lica firmados por L. Terentius no son la única producción elaborada en el campamento de Herrera. Losmateriales recuperados revelan la existencia de un auténtico complejo industrial, ubicado posiblemen-te extramuros del recinto campamental, en funcionamiento durante el periodo augusteo. Dentro deeste complejo productivo hemos identificado talleres destinados a la elaboración de diferentes produc-tos cerámicos además de la TSI, como lucernas (Morillo, 1992: 167-168; Morillo, 1993b; Morillo,1999: passim) (Fig. 6), cerámica común y de paredes finas (Pérez González et alii, 1991; Reinoso,2002). Toda esta desarrollada estructura artesanal configura una auténtica fabrica militaris (Morillo,2000b: 618), muy semejante a las existentes en otras zonas fronterizas del Imperio.

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17 Sobre los morteros hispanos con marca de ceramista v. (Pérez González & Fernández Ibáñez, 1989; v. tb. Alcorta,2002: 148-152).

18 La clasificación de este recipiente dentro de las producciones de paredes finas plantea ciertas cuestiones. Las peculiari-dades técnicas de las vajilla fabricada por L. Terencio, con pastas y engobes de mala calidad y cocciones a temperatura más bajade lo que suele ser habitual en la TSI, nos llevan a planearnos la posibilidad de que nos encontremos ante un recipiente de terrasigillata local de tradición itálica idéntico al resto que haya perdido el engobe, lo que resulta bastante habitual en el yacimien-to de Herrera. De cualquier manera, tan sólo la observación directa del ejemplar cesaraugustano podrá aclarar este extremo.

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El complejo alfarero militar de Herrera de Pisuerga no tiene por el momento paralelos en laPenínsula, a excepción tal vez de las instalaciones artesanales establecidas por la legio VII geminaen León a partir de la época flavia, de las que, por el momento se conoce bien poco (Campoma-nes, 1998/99). No obstante, recientemente se ha detectado en los niveles augusteos correspon-dientes al campamento de la legio VI victrix en León una nueva producción de terra sigillata localde tradición itálica firmada en este caso por los alfareros C. Licinius Maximus, L. M. Gen ( ) y el“Alfarero de la caliga”, así denominado por la forma de su marca anepígrafa. De nuevo en estecaso, el carácter de dicha producción es militar (Fig. 7). Sin embargo, a diferencia de las produc-ciones de L. Terentius en Herrera, el nombre de dicho alfarero no aparece en ningún momentoacompañado por el de la unidad militar ocupante del recinto, lo que permite establecer una dife-rencia bastante significativa entre los recipientes de TSI fabricados respectivamente en Herrera dePisuerga y León (Morillo & García Marcos, 2001: 151-154; García Marcos, 2005: 98-105).

Aunque no se ha podido constatar su fabricación en el taller de C. Licinius Maximus, elhallazgo en los mismos niveles arqueológicos de un fragmento de lucerna en la que puede leerseprobablemente una marca de la legio VI victrix, L. V. ¿I? en letras capitales en relieve con inter-punciones (Morillo, 1999: 296-297, nº 40, fig. 170), podría encontrarse de alguna manera enrelación con las producciones del alfarero legionense.

Aunque por el momento la documentación resulta mucho más escasa, en el campamentoaugusteo de Herrera de Pisuerga se ha detectado también la fabricación de útiles óseos (PérezGonzález & Illarregui, 1994: Matía: 1999) y metálicos (Fernández Ibáñez, 1999; 1999b; 2002),a los que debieron acompañar posiblemente artículos textiles, de cuero y útiles metálicos.

Fig. 6. Lucerna del tipo Dressel 4 (Vogelkopflam-pe) procedente del sector San Millán (Herrera dePisuerga), fabricada en el taller militar de la legioIIII Macedonica en esta localidad (Fotografía: A.Morillo)

Fig. 7. Fondo de recipiente de terra sigillata localde tradición itálica firmado por C. LiciniusMaximus, alfarero vinculado al campamentoaugusteo de la legio VI victrix (Foto: V. GarcíaMarcos)

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Volviendo a la cuestión del abastecimiento de productos básicos, y a pesar de las dificultadesque implica su constatación arqueológica y epigráfica, los testimonios avalan que, conforme avan-za el reinado de Augusto, se verifica también en este campo el mismo proceso de regularizacióny racionalización del avituallamiento. Al igual que sucede en el caso de las manufacturas, estaracionalización y disminución de costes se apoya en la medida de lo posible en el desarrollo delos recursos locales. En algunos campamentos, el territorio circundante es puesto bajo la autori-dad directa del ejército (territorium legionis), que explotará las tierras para obtener productos agrí-colas y ganaderos que empleará a su vez en el sustento directo de la legión. El caso mejor cono-cido en la península ibérica es el de Herrera de Pisuerga, documentado a través de un importanteconjunto de hitos augustales, mojones de demarcación de los campos o prata de la legión respec-to al territorio de los municipios orientales más cercanos, en concreto Iuliobriga y Segisamo (cf.García y Bellido, 1961: 118; González Echegaray & Solana, 1975: 157-175; Iglesias Gil, 1976:fig. II-IX; Le Roux, 1982: 114-118; Morillo, 2000b: 613-614). La fórmula epigráfica es siemprela misma, aunque las abreviaturas y nexos varían ligeramente: terminus augustalis dividit pratalegionis IIII et agrum Iuliobrigensium (o Segisamonensium) (Fig. 8).

Los hitos augustales de la Legión IIII Macedónica han generado una amplia polémica tantosobre la extensión del territorio militar, como sobre la cronología de los mismos. Respecto a su cro-nología, no cabe duda que el único elemento de datación disponible es la fundación de Iuliobriga.Obviamente, no es preciso delimitar las tierras de la legión mientras no existe dicho municipio.Por nuestra parte, consideramos que los restos materiales disponibles no permiten remontar la fun-

Fig. 8. Término Augustal de la legio IIII Macedonica procedente de Valdeprado del Río o Valdeolea (Foto:Museo de Santander)

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dación de Iuliobriga más allá de un momento tardoaugusteo o tiberiano (Pérez González & Fer-nández Ibáñez, 1984: 29-30; Morillo, 1999: 336; 2000b: 614; Álvarez Santos, 1999: 279-281), loque constituiría la fecha post quem para la colocación de los mojones de delimitación19.

Por lo que se refiere al resto de campamentos legionarios, tan sólo se conoce un hito augus-tal asignable a la legio X gemina (Descosido, 1982), si bien se data en un momento sin duda pos-terior al reinado de Augusto, cuando dicha unidad se acantona en Rosinos de Vidriales. De épocaclaudia parece ser asimismo el depósito de hitos augustales de Castrocalbón y Soto de la Vega,donde se demarca el territorio de una unidad auxiliar, la cohors IIII Gallorum respecto a los de laciuitates Baeduniensium y Luggonum (García y Bellido, 1961: 155-159; Roldán, 1974: 439-440).

Sin embargo, ni el campamento de la legio X gemina en Astorga, ni el de la legio VI victrix enLeón han proporcionado por el momento noticia alguna de la existencia de un territorio militaren torno a dichos acantonamientos. Tal vez en estos dos casos, y siguiendo la hipótesis formula-da por Groenman van Waateringe (1997: 263), la explotación del entorno por parte de la pobla-ción civil estaba lo suficientemente desarrollada como para proporcionar suministros a la inten-dencia militar, lo que haría innecesario segregar una zona y colocarla bajo la autoridad del ejércitopara su explotación directa, como pudo ser el caso del campamento de la legio IIII en Herrera dePisuerga. De cualquier manera, el estudio de las características de los territorios militares aúnplantea numerosas incógnitas, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Desconocemos conprecisión sus dimensiones, criterios de disposición respecto a los núcleos urbanos cercanos, asícomo su papel económico y la forma que revistió su explotación. Una visión de conjunto sobreel problema nos la ofrece P. Le Roux (1982: 114-118).

A menudo la producción agrícola local no era suficiente o no proporcionaba los productosnecesarios. En este caso se recurre al aprovisionamiento desde otras regiones. El abastecimientodel grano, el vino o el aceite estaba controlado directamente por el Estado, que practicaba unapolítica económica “de mercado dirigido”, tal y como ha definido acertadamente Remesal (1986:111)20, orientada hacia objetivos muy concretos: el abastecimiento de la Urbe y las fuerzas mili-tares desplegadas en las provincias fronterizas. El Estado debe asumir la carga económica de dichotransporte independientemente de su costo, como servicio público destinado al sostenimiento desu ejército defensivo, pero lógicamente intentaba disminuir al máximo los gastos de transporte.

Dentro de esta dinámica de abaratamiento de costes, otro aspecto que confirma el proceso deracionalización y optimización en el suministro de recursos de primera necesidad desarrollado porla intendencia militar a lo largo del reinado de Augusto son los testimonios arqueológicos queavalan la participación creciente de otras provincias y territorios hispanos en el avituallamiento,mientras la importación foránea va perdiendo peso rápidamente, sin lugar a dudas por su mayorcoste. Las ánforas constituyen uno de los escasos testimonios en este sentido. Las escasas ánforasde origen itálico documentadas dejan paso muy pronto a envases cerámicos para salazones y acei-te béticos y para vino, de la tarraconense oriental.

Hace algunos años ya nos ocupamos de la problemática que planteaba el suministro de acei-te a estos campamentos, donde a pesar de contar con escasos restos de ánforas olearias Oberaden83 y Dressel 20, la abundancia de lucernas confirma la existencia de un considerable suministro

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19 En análisis de los materiales de las últimas campañas, recientemente publicados apunta en esta misma dirección (Igle-sias Gil (ed.), 2002: passim).

20 V. tb. Chic, 1979; en contra Harris, 1993: 17.

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de esta sustancia procedente de los centros productores de la Bética. La respuesta a esta aparentecontradicción, más que en interpretaciones que parten de una supuesta escasa romanización o delrechazo por motivos culturales al aceite (Mañanes & Balil, 1974-75)21, se encontraría en la exis-tencia de envases alternativos para el transporte de dicha sustancia, acerca de los cuales sólo pode-mos especular. Tal vez se emplearon ánforas o recipientes cerámicos cuya tipología no correspon-de a la de los envases utilizados habitualmente para el transporte de aceite, de los que tampocoexiste constatación. Pero más probable es, a nuestro juicio, el empleo de recipientes no cerámi-cos, cuyo menor peso facilitaría su transporte por vía terrestre en carros o a lomos de caballerías.Mejor que barriles, que presentan la dificultad de la permeabilidad de la madera a las sustanciasoleaginosas, nos inclinamos por el empleo de odres o pellejos de cuero (cullae), recipiente habi-tual para el envasado de aceite a granel hasta hace pocas décadas, perfectamente constatados a tra-vés de las fuentes, la epigrafía y la iconografía22. La diferencia entre los asentamientos militaresde la frontera septentrional del Imperio, donde las ánforas aceiteras béticas son mucho más abun-dantes (Remesal, 1986; Carreras & Funari, 1998: 41) y los acantonamientos hispanos se encuen-tra en la necesidad imperiosa de surtir estos por vía terrestre, mientras que el comercio combina-do marítimo-fluvial es perfectamente factible en el caso de aquéllos (Morillo, 2000: 629)23.

Esta hipótesis plantea la dificultad de una comprobación arqueológica directa, que obvia-mente no es fácil de conseguir debido al carácter perecedero de un material como el cuero. Sinembargo, a nuestro juicio, los testimonios que aquí presentamos sobre el elevado consumo deaceite en los principales asentamientos militares y civiles de la región septentrional de la Penín-sula son una prueba irrefutable de que el transporte de dicha sustancia hacia esta región, destina-da tanto a fines culinarios como a combustible, alcanzó un gran desarrollo en las áreas interioresde Hispania (Morillo, 2000: 629).

El caso del suministro aceitero ejemplifica muy bien la casuística de otros productos alimenti-cios para los que nuestra información es aún menor, como el vino, las salazones y, particularmen-te, los cereales. Tan sólo la tipología de envases anfóricos nos permite establecer regiones produc-toras y rutas de suministro a los campamentos augusteos establecidos en el norte de la Península,con toda la inseguridad que introduce en el análisis histórico y arqueológico este tipo de informa-ción. Con todo, se constata una presencia creciente de envases de salazones de procedencia bética,así como ánforas vinarias de la zona layetana. La importación desde la zona costera de la Tarraco-nense oriental, siguiendo el valle del Ebro, donde la recién fundada colonia Caesaraugusta comien-za a convertirse en un centro comercial de primero orden, así como de los centros béticos a travésde la capital lusitana, haría de estas las principales vías de aprovisionamiento militar.

Hace algunos años ya apuntamos que el tráfico de suministros de todo tipo para el ejércitodesde los centros productivos o comerciales del Levante y el Mediodía peninsulares constituyó unimportante estímulo para el desarrollo de un incipiente comercio hacia las regiones periféricas delnorte peninsular, tal y como demuestran testimonios arqueológicos como las lucernas (Morillo,

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21 Dichas hipótesis se basan tan sólo en el vacío que muestran los mapas de hallazgos anfóricos en la región septentrio-nal de la Península, pero no se han tenido en cuenta otras cuestiones como la presencia del ejército o la abundancia de lucer-nas para iluminación.

22 Los testimonios de todo tipo sobre el empleo de odres y toneles en el mundo romano han sido recientemente recopi-lados (Marlière, 2002).

23 Según la mayoría de los investigadores, el transporte terrestre del aceite envasado en ánforas supondría un aumentode los costes de envío casi imposible hacer frente. Sillières ha llegado a calcular que a partir de 100 millas se doblaría el pre-cio del producto transportado por vía terrestre (1997: 91).

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1999: 324-325). Pero sin duda la demanda de las varias decenas de miles de soldados de produc-tos como grano, vino, aceite y salazones, necesidad que era preciso cubrir por parte de la annonamilitaris, que corría con los gastos de abastecimiento, debió de tener sin duda un efecto de enor-me trascendencia en las zonas agrícolas productoras, tanto de la Tarraconense, como de las otrasdos provincias hispanas. Los productores y los negotiatores hispanos debieron ver pronto la posi-bilidad de inmensos beneficios si obtenían un contrato de suministro en exclusiva de determina-dos productos agrícolas o ganaderos con la administración militar. Y, frente a sus competidoresitálicos, gálicos o africanos, contaban con la ventaja de la mayor proximidad geográfica, que redu-cía significativamente los costes de transporte, así como con amplias extensiones de tierra incul-ta, que era posible poner en explotación o reorientar desde un punto de vista productivo.

Siempre que se aborda el estudio de la historia económica de la Hispania romana nos encon-tramos con un problema derivado de lo que Balil denominaba “restricción geográfica” de la docu-mentación de carácter económico, ya que tanto las referencias literarias como la arqueología se con-centran especialmente en la Bética y en menor medida en la costa mediterránea. Por el contrario,grandes regiones como las dos mesetas, el valle del Ebro y la Lusitania quedan oscurecidas por faltade evidencias (Balil, 1972: 59). Este hecho provoca que siempre se piense en la producción econó-mica de las áreas hispanas mediterráneas en términos de exportación hacia mercados exteriores, peronunca hacia el interior de las provincias hispanas. Es preciso romper esa tendencia centrífuga en elanálisis de la historia económica de Hispania, valorando en su justa medida el mercado interior entodos sus componentes. No cabe duda de que el abastecimiento del ejército hispánico se convirtióen un componente fundamental para el mercado hispano a partir del reinado de Augusto.

Es probable que las necesidades de avituallamiento del ejército septentrional constituyeran unestímulo o catalizador inestimable para la actividad económica de las provincias hispanas, tanto deproductos manufacturados como de productos agrícolas, con el mismo empuje que otros fenóme-nos que apuntaba Balil como la fundación de colonias y la emigración de itálicos (Balil, 1972: 59).

Tomando de nuevo el aceite como punto de partida de nuestro análisis, resulta muy significa-tivo el hecho de que las plantaciones masivas de olivos en la Bética tuvieran lugar hacia el 20 a. C.,esto es, en el momento aproximado en que terminan las guerras cántabras. Dicha cronología ha sidoestablecida por G. Chic a partir de la constatación de las primeras exportaciones masivas de aceitebético hacia el limes germánico, que tienen lugar hacia el 10 a. C. (1997: 98). En este momentodebieron surgir las primeras ánforas olearias béticas (Oberaden 83), que deja paso a comienzos delreinado de Claudio a la característica Dressel 20 (Berni, 1998: 33). Pero también llama la atenciónla coincidencia temporal de esta reorganización productiva con la fundación de dos nuevas coloniasaugusteas en la zona oriental de la Bética. Nos referimos a Acci (Guadix, Granada) y Tucci (Martos,Jaén), cuya fundación en una provincia senatorial alejada de los conflictos ha llamado siempre laatención (Roldán, 1974: 188-194). ¿Nos encontramos ante el testimonio de un proceso de coloni-zación agrícola impulsado y alentado por el propio Estado romano empleando a veteranos de lascampañas cántabras, cuyo objetivo final sería aumentar la producción de determinados productoscomo el aceite para cubrir las necesidades de abastecimiento de las tropas en activo?24.

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24 Recientemente hemos conocido la existencia de un complejo industrial de primer orden en la antigua Aurgi (Jaén),cuya fase inicial se remonta precisamente al periodo augusteo (Serrano Peña, 2004). Nos encontramos ante un testimoniodirecto de la reorganización agrícola y productiva experimentada precisamente por esta región a comienzos del Imperio, quedebió verse notablemente impulsada por la fundación de colonias como Tucci (Martos), situada a escasa distancia y en elmismo ámbito.

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Este mismo proceso de estímulo al desarrollo agrícola pudo verificarse en otras regiones,como la costa catalana, donde la producción de vino en grandes cantidades arranca también deeste mismo periodo augusteo25, y donde la fundación de Barcino hacia el 10 a. C. (Granados &Rodá, 1994: 11-12), pudo revestir el mismo papel de catalizador económico y comercial. Por nohablar del valle del Ebro, donde la ausencia de ánforas olearias se ha puesto en relación con unapretendida autosuficiencia aceitera a partir del cambio de Era, momento en que parecen cesar lasimportaciones itálicas (Beltrán Lloris, 1984). Más que una autosuficiencia debemos pensar en elempleo de otros recipientes (Berni, 1998: 77-78), si bien la interrupción de las importacionespuede deberse al desarrollo paulatino de la producción agrícola local, en torno al importante polode desarrollo que constituye Caesaraugusta, fundada hacia el 14 a. C.26 C. Carreras ha planteadola hipótesis de que el aceite consumido en los acantonamientos militares del territorio cántabroy astur procediera no de la Bética sino del valle del Ebro (1997: 192), donde conocemos diver-sos testimonios de una producción local de aceite (Fernández Castro, 1984: 569-601; GonzálezBlanco & Hernández Vera, 1984: 611-616; v. asimismo Hanel, 1989: 204-238). No obstante,más allá de la ciertamente llamativa ausencia de ánforas Dressel 20, no hay dato alguno para sos-tener este circuito comercial. Por otra parte, la cronología asignada a los establecimientos rústi-cos del valle del Ebro con prensas de aceite no coincide con el momento en el que se registra unamayor concentración de lucernas en los campamentos de Astorga, León y Herrera de Pisuerga,que, como ya hemos apuntado, corresponde a grandes rasgos al periodo augusteo y julioclaudio.No descartamos sin embargo la existencia de un comercio minoritario de aceite del valle del Ebroen dirección a la submeseta norte, pero sin duda en una fase más avanzada (Morillo, 2000: 630).

Semejante pudo ser también la situación de la Lusitania, donde sin duda la fundación deEmerita en el 25 a. C.27 impulsó una colonización agrícola de gran alcance. A pesar de su lejaníarespecto a la zona en que se desarrollan las guerras cántabras, Emerita parece jugar un importan-te papel militar, como centro neurálgico de toma de decisiones y avituallamiento en la retaguar-dia del ejército desplegado en los territorios septentrionales, especialmente para las tropas del áreaastur. En otro lugar hemos señalado la importancia de Emerita como centro regional de redistri-bución y comercialización de bienes de consumo, como el vino y el aceite, y de productos manu-facturados como las lucernas hacia los enclaves militares y civiles del conventus Asturum duranteel periodo tardoaugusteo y julioclaudio, a través de la ruta de la Plata (Morillo, 1999: 325). Elorigen de esta actividad, perfectamente constatada desde el punto de vista arqueológico, arrancasin duda del mismo momento de la fundación de la ciudad.

Más difícil aún es formular hipótesis sobre el suministro de cereales, cuya producción debióincentivarse en la mayoría de las regiones antes descritas. El cultivo del grano, al igual que la pro-ducción agropecuaria de sustancias como el vino y el aceite, e incluso las industrias salazoneras ins-taladas a lo largo de las costas béticas y lusitanas28, debió verse impulsado de alguna manera por la

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25 Sobre esta cuestión vide, entre otros, Tchernia, 1971: 54; Miró, 1988: 60-65; Revilla, 1995: passim.26Un panorama general sobre la polémica respecto a la fundación de esta colonia en Arce, 1979; Recientemente, Beltrán

& Fatás, 1998; J. Gómez-Pantoja (1994: passim), a partir del análisis de las series numismáticas, establece una diferencia tem-poral entre la fundación de la ciudad, para la que acepta la fecha anterior, y la concesión del status colonial, que tendría lugaren los últimos años del reinado de Augusto.

27 Sobre la fundación de Emerita, vide, entre otros: Alvarez Saenz de Buruaga, 1976; Trillmich, 1990; Roddaz, 1993;Cantó, 1990.

28 También en este caso el despegue de las exportaciones de salazones tiene lugar a lo largo del reinado de Augusto (Lagos-tena, 2001: 235).

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demanda generada por los suministros militares, si bien no podemos calibrar su incidencia direc-ta en la historia económica del periodo augusteo y julioclaudio en su conjunto. La comercializa-ción del cereal en un envase perecedero como el saco o serón de tela dificulta notablemente suseguimiento arqueológico. Por otra parte, no estamos en condiciones de señalar la procedencia delcereal canalizado hacia los centros militares del norte, ya que podría proceder tanto del ager publi-cus de las provincias hispanas, como de privatus. Es posible que la Bética, la provincia más roma-nizada e intensamente explotada, que a juzgar por lo que conocemos para época de Claudio eraexcedentaria en trigo29, debiera cargar en un primer momento con la parte principal del suminis-tro de cereal para las tropas militares, mientras la explotación agrícola de otras regiones no permi-tiera la diversificación o reorganización de las fuentes de aprovisionamiento30.

Piedra angular de la política militar augustea aplicada a Hispania parece ser el abastecimien-to de moneda a las tropas destacadas en la región septentrional. La gran mayoría del numerariocirculante entre el 27 a. C. y el 41 d. C. en la península ibérica corresponde a las abundantes serieshispanorromanas acuñadas a partir del reinado de Augusto en los talleres de las provincias hispa-nas, especialmente en el valle del Ebro. Este fenómeno se deja sentir sobre todo en el norte de laPenínsula, región recién incorporada al Imperio, donde se establecen las unidades militares deforma permanente durante todo el periodo julioclaudio. Como ya apuntamos en su momento,parece ser la propia necesidad de surtir del numerario necesario para sus transacciones económi-cas menores a los varios miles de soldados acantonados en la región el motivo que impulsa la acu-ñación en determinadas cecas del valle del Ebro, promovida por el Estado (Morillo & Pérez Gon-zález, 1990: 459).

El reciente análisis de la circulación monetaria que hemos llevado a cabo en los campamen-tos de León y Herrera de Pisuerga (Morillo & Gómez Barreiro, 2005: e. p.; 2005b: e. p.)31 con-firma que la monetarización real de estos campamentos tiene lugar a lo largo del periodo augus-teo pleno. Dicho proceso pivota principalmente sobre las abundantes emisiones municipales ycoloniales del valle del Ebro acuñadas durante el reinado de Augusto. Las cecas de Caesaraugus-ta, Calagurris y Celsa proporcionan la mayor parte del suministro que se produce en época deAugusto, sobre todo con las acuñaciones del post 15/13 y ante 2 a. C32. Estas ciudades parecenasumir el papel principal de abastecimiento hacia los acantonamientos militares, principalmenteCaesaraugusta33, y sus emisiones se convierten en la parte principal de la masa monetaria en cir-culación en dichos centros.

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29 Dión Cassio, Historia Romana IX, 24, 5.30 Tal vez en este sentido debamos interpretar hallazgos tan poco habituales como el campo de silos de gran capacidad

destinados a almacenar cereal, identificado por O. Arteaga en el entorno de la antigua Obulco (Porcuna, Jaén) (Arteaga et alii,1989: 267).

31 Dicho análisis se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación del MCYT dirigido por Mª P. García-Bellidodesde el CSIC (BHA2002-00047).

32 Para definir los horizontes de acuñación de moneda hispanorromana seguimos las hipótesis de García-Bellido, 1996by 2000.

33 Los datos disponibles hasta hace poco no permitían mantener esta importancia de Caesaraugusta de cara al abasteci-miento militar, siendo Calagurris la ceca mejor representada en los contextos militares (Morillo & Pérez González, 1990; Gar-cía-Bellido, 1996: 104). Los nuevos datos obtenidos de los campamentos septentrionales dentro del mencionado Proyecto deinvestigación dirigido por Mª P. García-Bellido, han confirmado el destacado papel de la colonia Caesaraugusta en el abaste-cimiento de las tropas (Morillo & Gómez Barreiro, 2005: e. p.).

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Un papel semejante que las emisiones de las cecas del valle del Ebro de cara al abastecimien-to de moneda de bronce, lo cumplen las acuñaciones en plata dedicadas a los nietos de Augusto,Cayo y Lucio (RIC I2: 205-212). Los denarios de esta serie los que encontramos con profusiónen toda la Península, especialmente en el cuadrante noroeste (Centeno, 1987: 214-216). Cente-no ha puesto en relación esta abundancia con el pago de las tropas. Dichas emisiones se han atri-buido habitualmente a Lugdunum, pero el gran volumen y dispersión de las series en plata hahecho reconocer el funcionamiento de varias cecas auxiliares. Una de ellas, al menos, se ubicaríaen la península ibérica, propuesta apoyada por el hallazgo de dos parejas de cuños de la emisiónRIC I2 207 en Calahorra (Giard, 1976: 52 y 226; RIC I, 2: 55)34. La creación de una ceca auxi-liar “oficial” de Lugdunum, en Hispania destinada a la acuñación de plata tendría los mismosobjetivos que los de la ceca matriz. Si los denarios de la ciudad gala tenían como destino el abas-tecimiento militar de Germania, la ceca auxiliar hispana se orientaría al pago del stipendium mili-tare a las tres legiones destacadas en Hispania (IIII Macedonica, VI victrix y X gemina) y sus tro-pas auxiliares (García-Bellido, 1996: 104). Es lógico pensar que, también en Hispania, un cuerpomilitar estuviera custodiando el metal y su acuñación.

Respecto a la localización del posible taller, García-Bellido apoya su ubicación en Calagurris,basándose principalmente en el hallazgo de los cuños en esta localidad (1996: 104). Sin embar-go, teniendo además en cuenta las circunstancias que rodean la localización de esas piezas, a tra-vés del comercio de antigüedades, reviste cierto grado de incertidumbre que Calahorra sea el lugarde procedencia de este hallazgo, por lo que no podemos descartar otra posible ubicación para eltaller (Morillo & Gómez Barreiro, 1994: e. p.; Morillo et alii, 2005b: e. p.).

La documentación arqueológica disponible sobre el suministro de otro tipo de materiales esprácticamente inexistente. No obstante, se van conociendo algunos datos indirectos sobre aspec-tos concretos, que podrían tener algún tipo de repercusión en el avituallamiento militar. Recien-temente se ha apuntado el importante papel desempeñado por el ejército en la explotación delplomo de la región de La Serena, actividad dirigida probablemente desde la capital lusitana.Dicha actuación arranca al menos de la última fase de la guerra contra los cántabros y astures, ajuzgar por las menciones específicas recientemente descubiertas referentes a Agripa, comandanteen jefe del ejército durante el año 19 a. C. (Morillo, 2002: 77). Nos referimos en concreto a varioslingotes de plomo hispano hallados en el pecio de Valle di Ponti (Comacchio, Ferrara, Italia), enlos que Mª P. García-Bellido ha creído identificar la abreviatura de las legiones I, IV Macedóni-ca y X Gémina junto con el ya citado nombre de Agripa, lo que le lleva a esta autora a suponerla actuación en la zona de La Serena de varias vexillationes mixtas, constituidas por miembros devarias unidades, dedicadas a la explotación del plomo (García-Bellido, 1994-95)35. Con posterio-ridad, Rodá ha publicado un nuevo lingote hallado en el yacimiento submarino de Cap d’en Font(Sant Lluís, Menorca), que vincula en nombre de Agripa a una societas plumbaria Carthaginensis,si bien la analítica del mineral sitúa su procedencia en la zona de Linares (2004: passim). Comobien apunta esta investigadora, dichos testimonios avalan el interés directo de M. Agrippa en elabastecimiento de plomo, metal que tiene una aplicaciones tanto civiles (canalizaciones) como

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34 Hallazgos de tesoros con un gran número de estos denarios en el Sur, como por ejemplo el hallado en el Cerro Casalde Utrera (Sevilla), ha hecho pensar que también pudiera haber un taller en el sur, quizás en Colonia Patricia, cf. García-Belli-do, 1996: 104.

35 No obstante, aún está pendiente el análisis arqueométrico de los lingotes de Comacchio.

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militares (glandes). La actuación de unidades militares en las labores de explotación minera cons-tituye un argumento indirecto a favor del suministro de este metal desde las minas hacia los cam-pamentos septentrionales36.

LA ÉPOCA DE TIBERIO: LA DIVERSIFICACIÓN DE LAS FUENTES DE SUMINISTRO Y EL FIN DE LAS PRO-DUCCIONES LOCALES

A comienzos del reinado de Tiberio, a pesar de la continuidad básica de la política diseñadapor Augusto, se acomete una profunda reorganización militar (Morillo, 2002: 83-86)37. Dichastransformaciones se manifiestan en la profunda remodelación interna sufrida en este momentopor los campamentos de la legio IIII Macedonica en Herrera (Pérez González, 1996: 91; Morilloet alii, 2005: 144) y de la legio VI victrix en León (García Marcos, 2002: 178; Morillo & GarcíaMarcos, 2004: 275) (Fig. 9). En ambos casos se observa la sustitución de estructuras constructi-vas más frágiles y perecederas por otras más sólidas, a través de lo que se percibe una voluntad deconsolidación de la presencia militar en dichos asentamientos. Pero sin duda, una de las conse-cuencias más visibles de los cambios en el ámbito militar es el abandono del acantonamiento deAstorga por parte de la legio X gemina, que se traslada a su nuevo emplazamiento en Rosinos deVidriales en torno al 15 d. C. (Morillo, 2002: 84). Sobre el lugar de los antiguos castra se funda-rá la ciudad de Asturica Augusta, capital del conventus Asturum y primer núcleo civil de impor-tancia en la región septentrional de la Península (Morillo & García Marcos, 2000: 598). La redi-finición de la estrategia militar aplicada a Hispania, confirmada a través del relato de Estrabón38,coincide con la estabilización de las tropas romanas a lo largo de la frontera renano-danubianasubsiguiente a la derrota de Q. Varo en el 9 d. C., si bien nos inclinamos por una lectura del fenó-meno en clave principalmente interna. El desarrollo paulatino del proceso de implantación roma-na en la región septentrional, articulado principalmente a través del ejército desplegado en elnorte de Hispania, requiere sin duda una mejor adecuación táctica a las nuevas necesidades, entrelas que destaca el papel de las tropas de cara a las explotaciones auríferas a gran escala (Morillo,2002: 83).

A partir de este momento se produce un incremento paulatino de los testimonios arqueoló-gicos, lo que permite realizar una reconstrucción más ajustada de la composición y la proceden-cia de los abastecimientos militares, al menos en lo que a productos manufacturados se refiere.Diversos indicios nos informan que el sistema de avituallamiento militar se asienta y reorganiza

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36 Dentro de este mismo contexto deberíamos asimismo contemplar también el yacimiento subacuático de Comacchio,interpretado como una barcaza cargada de lingotes de plomo hundida en el Pó cerca de Ferrara. El lugar que ocupa el pecio,así como la presencia de las marcas legionarias en los lingotes, unidas al nombre de Agripa, pudieran hacer pensar que su des-tino sería algún centro de transformación del metal situado en el norte de Italia , región de acuartelamiento de algunas legio-nes durante el periodo augusteo (Morillo, 2005b: 24). En este sentido no debemos olvidar la necesidad de plomo para fabri-car glandes y otros elementos de la impedimenta militar ante las inminentes campañas alpinas. Pero, evidentemente, nosmovemos en el terreno de las hipótesis.

37 Si bien tanto en este trabajo como en otros posteriores (Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 51-52; Morillo & Gar-cía Marcos, 2003b: 300) hemos mantenido una fecha tardoaugusteo-tiberiana (10/20 d. C.) para estos cambios en la estrate-gia militar, recientes hallazgos efectuados tanto en Astorga (Morillo et alii, 2004: e. p.), como en la capital leonesa (Morillo& Gómez Barreiro, 2005: e. p.), nos han llevado a concretar esta fecha, llevándola a los primeros años del reinado de Tibe-rio, ca. 15/20 d. C.

38 Estrabón (Geographica III, 4, 20 y III, 3, 8) y más tarde Tácito (Annales, IV, 5, 1) reflejan la nueva situación de lastropas romanas peninsulares, reducidas a tres legiones con sus correspondientes cuerpos auxiliares (Morillo, 2002: 77-78).

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sobre bases más sólidas y diversificadas, tal vez coincidiendo con el desarrollo de la praefectura dela annona.

Durante los años finales del reinado de Augusto y a lo largo del de su sucesor Tiberio, lasmanufacturas itálicas siguen monopolizando las importaciones, siendo durante la etapa claudiacuando definitivamente se verán desplazadas por las producciones del sur de la Galia. Por lo quese refiere a la TSI esta fase, caracterizada por el desarrollo de las decoraciones aplicadas, ademásde por la aparición de las marcas in planta pedis a partir del 15 d. C. (Morillo & García Marcos,2003: 301; Morillo et alii, 2005: 145). A comienzos del reinado de Tiberio asistimos también ala llegada de los primeros recipientes de terra sigillata gálica que, en vísperas del ascenso de Clau-dio al poder, han desplazado casi por completo a las importaciones itálicas.

Un fenómeno sorprendente, que no podemos dejar de señalar es que las incipientes produc-ciones de terra sigillata local de tradición itálica, surgidas al calor de los establecimientos milita-res de Herrera y León, cesan bruscamente a comienzos del reinado de Tiberio, coincidiendo conla reorganización de los acantonamientos y de los efectivos militares. El cierre de estos talleresmilitares hispanos, en un momento en que la terra sigillata gálica aún no ha comenzado a llegaren grandes cantidades y no ejerce por lo tanto una fuerte competencia en los mercados, tal vezpueda deberse a una decisión de la administración militar en este sentido, por razones que por elmomento no podemos comprender, pero que tal vez obedezcan a la presión de ciertos grupos eco-nómicos, decididos a abrir un mercado nuevo antes cerrado por la presencia de las manufacturas

Fig. 9. Distribución de los campamentos romanos del período julioclaudio en el cuadrante norocciden-tal de la península ibérica (según A. Morillo)

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39 Más adelante volveremos sobre esta cuestión.

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locales39. Por otra parte, el cese de la actividad de las officinae cerámicas militares no es comple-to y parece afectar sólo a la fabricación de terra sigillata local de tradición itálica, mientras se man-tiene la de lucernas y paredes finas (Morillo & García Marcos, 2001: 155; 2003: 300).

La cerámica de paredes finas está representada en este horizonte tiberiano principalmente porcuencos hemiesféricos de la forma Mayet XXXV. No obstante en el yacimiento de Herrera dePisuerga, sigue existiendo una importante presencia de la forma Mayet XXXIII debido al mante-nimiento de la producción local de paredes finas (Reinoso, 2002: 377). La multiplicidad de cen-tros productores de recipientes de paredes finas a partir de este momento (Italia, sur de la Galia,sur de España) hace muy difícil pronunciarse sobre la procedencia concreta de los ejemplares,pero no cabe duda de que algunos vasos siguen llegando de los centros productores centro y norteitálicos. Otros proceden posiblemente del taller de Lyon (Reinoso, 2002: 375). Por otra parte,hacia el final de este periodo deben comenzar a llegar los primeros recipientes béticos de la formaMayet XXXIV y vasos de alfares del Valle del Ebro, muy bien constatados en Herrera y León (Rei-noso, 2002: 375-377)40. En el taller militar establecido en aquel campamento parece existir tam-bién una producción muy singular de cerámica engobada.

La cerámica común presenta un repertorio formal muy variado (jarras, ollas, tapaderas). Ladescentralización productiva creciente hace que, salvo en casos concretos como los platos conengobe interior rojo pompeyano o los morteros, sea muy difícil determinar el alfar o la zona deprocedencia de los recipientes (Morillo & García Marcos, 2001: 301).

Fig. 10. Lucerna de derivada de Dressel 3 (“tipo Andujar”) hallada en las excavaciones de Casa Pallarés(León) (Fotografía: A. Morillo)

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40 V. en este mismo volumen en trabajo de E. Martín Hernández sobre la cerámica de paredes finas del sector leonés deSan Pedro.

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También de procedencia centroitálica parecen ser los recipientes de cerámica vidriada(skyphoi, lucernas del tipo Loeschcke III) constatados en León y Herrera de Pisuerga (Astures,1995: 281; Morillo, 1996b; Morillo, 1999: 85-87).

La procedencia de la mayor parte de las lucernas sigue siendo itálica, aunque el taller militarlucernario de Herrera de Pisuerga se mantiene en funcionamiento, fabricando ejemplares de lostipos Dressel 4, Loeschcke IA y Loeschcke III (Morillo, 1992: 67-68; Morillo, 1999: 76-77;Morillo & García Marcos, 2003: 301).

Sin embargo, uno de los aspectos más llamativos desde el punto de vista lucernario es, juntoa las importaciones itálicas, la presencia de lucernas derivadas del tipo Dressel 3 o “tipo Andújar”(Fig. 10). La fabricación de este tipo arranca precisamente del reinado de Tiberio, prolongándo-se durante el gobierno de Claudio. La dispersión de las lucernas derivadas de Dressel 3 confirmala localización de sus centros productivos en el área meridional hispana, concentrándose princi-palmente en el valle del Guadalquivir y sus afluentes. Sotomayor identificó un taller de lucernasde este tipo en Andújar, taller al que se han añadido en época reciente otros en Córdoba y Méri-da (cf. Morillo, 1999: 105-106, con bibliografía). Sin embargo, uno de los aspectos más llamati-vos de este tipo de lucernas es su significativa presencia al norte de Sierra Morena, en contrapo-sición a los recipientes de terra sigillata fabricados asimismo en los alfares meridionales, que notraspasan esta barrera montañosa. En la región septentrional de la Península las lucernas de tipoAndújar se concentran en las ciudades y campamentos más importantes, principalmente Astorgay León, o aparecen aisladas en lugares ubicados junto a las principales vías de comunicaciónnorte-sur, principalmente la llamada ruta de la Plata, que enlaza Emérita Augusta con Asturica,penetrando incluso hasta la Asturia Transmontana. A nuestro juicio, esta peculiar difusión de losejemplares “tipo Andújar” obedece a un comercio sui generis, en el cual la lucerna no constituyeel objeto primordial, sino una mercancía secundaria que acompaña a los cargamentos de aceitebético hacia los principales asentamientos del norte peninsular, localizados principalmente en elconventus Asturum. Los elevados costes del transporte de lucernas por vía terrestre se verían de estamanera enjugados dentro de la distribución olearia. La proximidad de buena parte de los hallaz-gos a la ruta de la Plata podrían apuntar hacia este camino natural como la principal ruta decomercialización de ambos productos (Morillo, 1999: 325).

Dichas lucernas deben encontrarse indefectiblemente unidas al comercio de aceite bético,que traslada dicha sustancia desde la Bética o desde algún punto intermedio hasta la región sep-tentrional de la Península. Este lugar intermedio bien pudo ser Emerita Augusta, capital de laLusitania y centro de redistribución y comercialización regional de bienes de consumo y produc-tos manufacturados. Los negotiatores o mercatores, bien por propia iniciativa para vender su pro-ducción en Asturica, bien encargados por los responsables del avituallamiento de las tropas mili-tares aún estacionadas en Herrera de Pisuerga, León y Rosinos de Vidriales pudieron acudir aEmerita para surtir a los consumidores septentrionales de aceite bético o lusitano, sin tener querecurrir directamente a las regiones productoras. Las lucernas derivadas del tipo Dressel 3 pudie-ron constituir un complemento de valor añadido bastante rentable al comercio hacia el norte(Morillo, 2000: 630-631). Posiblemente los ejemplares hallados en los yacimientos septentriona-les fueron fabricados también en la propia capital lusitana, tal y como apuntan los análisis arqueo-métricos practicados sobre las piezas de León, Astorga y Herrera de Pisuerga (García Giménez etalii, 1999). Las lucernas “tipo Andújar” dominan casi por completo los mercados septentriona-les hasta época de Vespasiano.

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Desde el punto de vista cronológico, la llegada de las lucernas “tipo Andújar”, a este territo-rio coincide asimismo con el momento en que comienzan a aparecer los escasos restos de ánforasaceiteras bética (Morillo & García Marcos, 2003: 301)41.

A juzgar tanto por la presencia de lucernas “tipo Andújar” como de recipientes anfóricos béti-cos, hay pocas dudas de que la Bética se ocupó del avituallamiento de aceite hacia los centros sep-tentrionales. El análisis de otros tipos de ánforas manifiesta una significativa presencia de vinos,importados principalmente de Italia (ánforas de tipos Dressel 2-4). Junto a ellos, comienzan aintroducirse recipientes para caldos de la costa catalana (Pascual 1), la Bética, el MediterráneoOriental, Rodas y la Galia (tipos Gauloise 4, P&W 9, Rodia). Contamos también con numero-sas ánforas de salazones de procedencia bética (tipo Dressel 7-11)42. El panorama es muy seme-jante al descrito por Carreras y Berni para el vecino yacimiento de Astorga (2003), que se va aconvertir rápidamente en un centro regional para la redistribución de productos (Morillo et alii,2005: 146) y permite hacerse una idea de los diferentes lugares de avituallamiento del ejército his-pánico durante este periodo en lo que a productos de primera necesidad se refiere. Junto a la rutaprocedente de los puertos mediterráneos a través del valle del Ebro, va tomando cada vez másentidad la ruta que asciende hacia el norte procedente de Emerita, siguiendo el trazado de la lla-mada ruta de la Plata (Morillo, 1999: 325), o los caminos más antiguos que comunicaban la capi-tal lusitana con territorio astur a través de la Lusitania septentrional.

Por otra parte, como ya hemos apuntado más arriba, es precisamente durante el reinado deTiberio cuando se pone en explotación el territorio bajo jurisdicción militar, al menos en el casode los prata militaris dispuestos en torno al campamento de la legio IIII Macedonica en Herrerade Pisuerga. Este hecho debió tener importantes recpercusiones de cara al avituallamiento dedeterminados productos como carne, leche, verduras y, tal vez, algunos tipos de cereal. Ya hemosapuntado que los campamentos astures manifiestan un comportamiento diferenciado, tal vezporque la población indígena, en proceso de aculturación, podía suministrar directamente dichosproductos, de tal manera que la administración militar no debe hacerse cargo directamente de laexplotación agrícola y ganadera43.

Desde el punto de vista del abastecimiento monetario, el reinado de Tiberio supone una con-tinuación de la política augustea. Sin embargo, durante este periodo se detecta un descenso delaporte numismático en los asentamientos militares, que ya debían encontrase bastante bienmonetizados a finales del reinado de Augusto. Este descenso se constata también en otras zonasde la Península (Blázquez Cerrato, 2002: 273-274; Ripollés, 1982: 324-330) y sin duda estamotivado en parte por la propia decisión de este emperador de centrar el aprovisionamiento de

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41 Una primera aproximación a los materiales arqueológicos recuperados en el sector leonés de San Pedro muestra unapresencia de ánforas olearias Dressel 20 mayor que en yacimientos como Astorga y Herrera de Pisuerga. Tal vez el caráctermilitar de la capital leonesa constituya el elemento que diferencia este asentamiento respecto a Astorga (v. Carreras & Berni,2003: passim). Por lo que respecta a Herrera, la partida de la legio IIII Macedonica en el 39 d. C. no cabe duda que reduce lasposibilidades de documentar este tipo de materiales en el registro arqueológico.

42 Estas observaciones se desprenden del análisis directo de los materiales del sector leonés de San Pedro, datado entre elreinado de Tiberio y el 70 d. C.

43 En este sentido no debemos olvidar la profunda reorganización poblacional que se registra en los vecinos distritosmineros astures, que se traduce en la especialización funcional de determinados asentamientos hacia la explotación agrícola(Sánchez-Palencia, 1995: 148-149). Es posible que los excedentes agropecuarios generados no se orientasen solamente haciael sostenimiento de la población minera, sino también al de las tropas militares.

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la parte occidental del Imperio en Roma (RPC: 52). Asimismo, algunos talleres monetales quehabían soportado la carga principal del abastecimiento de moneda de bronce a las tropas, comoCelsa y Bilbilis, disminuyen drásticamente sus emisiones. El peso principal del abastecimientodurante la época tiberiana recae en el taller de Turiaso, seguido por los de Calagurris, Caesarau-gusta, Clunia y Cascantum. Este es el panorama que definen campamentos como Herrera y León(Morillo & Gómez Barreiro, 2005 y 2005b: e. p.). Por lo que se refiere a la moneda de plata, laabundancia de denarios de Tiberio con reverso de Livia sedente en la región septentrional de laPenínsula, acompañando a menudo dentro de los mismos contextos a los denarios augusteos deCayo y Lucio, nos ha llevado a plantear la posibilidad de que, al igual que estos últimos, existanemisiones tiberianas en alguna ceca auxiliar hispana destinadas a pagar a las tropas con plata(Morillo & Gómez Barreiro, 2005b: e. p.; Morillo et alii, 2005b: e. p.) (Fig. 11).

El abastecimiento de moneda hacia los campamentos septentrionales terminará bruscamen-te a finales del reinado de Tiberio o ya durante el breve gobierno de Caligula, coincidiendo conla partida de la legio IIII Macedonica hacia Mogontiacum (Mainz) en el 39 d. C.

EL REINADO DE CLAUDIO Y NERÓN: EL PAPEL DE LA GALIA EN EL ABASTECIMIENTO

MILITAR

Al igual que el reinado de Tiberio este periodo se caracteriza, en el campo de los artículosmanufacturados, por la presencia abrumadora de artículos importados, mientras las produccio-nes locales son inexistentes o tienen una presencia minoritaria, al menos hasta un momento avan-zado del reinado de Nerón. Respecto a la procedencia de las mercancías, asistimos a la prácticadesaparición de las importaciones itálicas, desbancadas por completo dentro de los circuitoscomerciales hispanos por las manufacturas gálicas de terra sigillata, y por las primeras produccio-nes hispánicas precoces de terra sigillata, así como lucernas, paredes finas y cerámica común detalleres gálicos o hispanos (Morillo & García Marcos, 2003: 302). La liberalización de los talle-res en época de Tiberio-Claudio va a llevar a la proliferación de pequeñas instalaciones artesana-

Fig. 11. Denario de Tiberio con reverso de Livia sedente hallado en la Casa de los Denarios de Astorga(Fotografía: Imagen MAS)

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les y a la consiguiente descentralización productiva regional para abaratar costes de producción ytransporte.

En los horizontes arqueológicos de este periodo, que tras la partida de la legio IIII Macedoni-ca en el 39 se reducen a los establecimientos legionarios de la legio VI victrix en León y de la legioX gemina en Rosinos de Vidriales44, los recipientes de terra sigillata sudgálica sustituyen comple-tamente a las importaciones de TSI en las estratigrafías correspondientes a las décadas centralesdel siglo I d. C. (Astures, 1995: 278-279) (Fig. 12). Entre los vasos de TSS destaca la llamadamarmorata, documentándose formas Drag. 27, Drag. 18 y Drag. 29. Junto a las importacionesprocedentes del centro ruteno de La Graufesenque, llegadas a través de los puertos mediterráne-os, aparecen las primeras producciones de Montans. La abundancia de recipientes de este alfar alnorte de la Cordillera, que corresponde a su difusión eminentemente cantábrica (FernándezOchoa & Morillo, 1994: 184-185), nos lleva a plantearnos la posibilidad de que por primera vezalcancen los centros militares recipientes procedentes del territorio astur transmontano (Morilloet alii, 2005: 146).

Durante este periodo se documentan asimismo las primeras producciones de terra sigillatahispánica del valle del Ebro, concretamente las de los llamados alfareros precoces como M.C.R,Asiaticus, Maternus y Ullo, que trabajan sobre formas tomadas del repertorio formal de la TSS.

Por lo que respecta a los recipientes para iluminación, las décadas centrales del siglo I d. C.están presididas por las formas Loeschcke Ib, Loeschcke III y Loeschcke IV, así como las deriva-das de Dressel 3. Si, como ya hemos apuntado, este último tipo es de fabricación hispana, resul-ta más difícil pronunciarse sobre la procedencia de las lucernas de otros tipos, entre las que seencuentran ejemplares itálicos de gran calidad, pero en su gran mayoría parecen ser fabricacioneshispanas, principalmente del mediodía peninsular, pero también del valle del Ebro (Morillo,

Fig. 12. Recipientes de terra sigillata gálica con marca de taller procedente de Astorga (Fotografía: Ima-gen MAS)

58 ÁNGEL MORILLO CERDÁN

44 La partida de esta unidad militar hacia Panonia tiene lugar en el año 63 d. C., para regresar brevemente a la Penínsu-la entre el 68 y el invierno del 69/70 d. C.

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1999: passim). También en el caso de la cerámica de paredes finas, en la cual las producciones his-pánicas, principalmente béticas (Mayet XXXIV) y del valle del Ebro se imponen claramente res-pecto a las foráneas (Morillo & García Marcos, 2003: 302-303).

Al igual que la cerámica de paredes finas, la cerámica común manifiesta una marcada tenden-cia hacia la regionalización productiva y comercial. Tan sólo algunos platos con engobe interiorrojo pompeyano de excepcional calidad, permiten hablar de importaciones itálicas.

Los materiales anfóricos hallados en las excavaciones de los contextos militares permiten cons-tatar para este momento una continuidad de la tendencia iniciada durante el periodo tiberiano paralas importaciones de productos de primera necesidad, con presencia de importaciones vinarias itá-licas, del Mediterráneo Oriental y de la costa catalana, ánforas para salazones béticas y algunas ánfo-ras olearias también béticas. Teniendo en cuenta la información derivada del análisis de los conte-nedores anfóricos, dichas regiones, Italia y la costa layetana –en el caso del vino-, y la Bética –en elcaso de las salazones y del aceite- parecen tener encomendado el abastecimiento de los castra hispa-nos. Durante este periodo se registra además un progreso sustancial en la explotación del olivar béti-co (Chic, 1997b: 78). Sin embargo, como ya hemos apuntado en otro lugar (Morillo, 2000: 627),es un error metodológico deducir la presencia o procedencia de determinadas sustancias partiendoexclusivamente de la constatación arqueológica de ciertos envases anfóricos. Para resolver esta difí-cil cuestión es necesario contar con otras fuentes de información alternativas e indirectas.

Para el periodo cronológico comprendido entre los últimos años del reinado de Tiberio y losaños centrales del reinado de Nerón contamos con un testimonio de primer orden en los contex-tos arqueológicos hispanos, como es el monopolio de la terra sigillata sudgálica, que desplaza com-pletamente a la TSI en pocos años. Este es un fenómeno perfectamente documentado desde elpunto de vista arqueológico que, por supuesto, tiene un importante reflejo en los campamentoshispanos del periodo julioclaudio. No cabe duda que la importante presencia de TSS en dichosacantonamientos implica que los alfareros sudgálicos se encargaron del suministro de esta cerámi-ca fina a las tropas hispanas. Pero si tenemos en cuenta que, salvo productos de una elevada cali-dad y precio, los elevados costes desaconsejan el transporte de recipientes cerámicos a largas dis-tancias, la abundancia de TSS confirmaría que esta cerámica ha acompañado como cargamentosecundario o complemento de valor añadido a productos de primera necesidad en su recorridodesde los puertos galos –Narbona, Burdeos, etc.– , hacia los centros militares –y civiles-hispanos.

Sobre cuales fueron dichos productos sólo podemos especular pero, descartado el aceite pormotivos evidentes, debemos centrar nuestras pesquisas en el vino y los cereales. Apenas algunasánforas de caldos galos (Gauloise) avalan arqueológicamente las importaciones de dicho produc-to hacia Hispania pero, como ya se ha apuntado, la escasez de envases anfóricos de vino galoesconde sin duda una potente exportación en recipientes perecederos como odres y toneles. Másdifícil si cabe es documentar la exportación de grano en sacos, actividad que sin duda debió exis-tir. Al menos no encontramos otra explicación plausible a la presencia de tan elevada cantidad decerámica de alfares galos en contextos militares hispanos45. Un esquema semejante, si bien noimpulsado por la autoridad gubernamental sino por los comerciantes privados, debió verificarseen los incipientes asentamientos civiles que comienzan a surgir en la región septentrional (Fer-

ABASTECIMIENTO Y PRODUCCIÓN LOCAL EN LOS CAMPAMENTOS... 59

45 La presencia de los principales centros alfareros –La Graufesenque y Montans- en áreas periféricas pero perfectamen-te integradas dentro de los principales distritos agrarios del sur de la Galia, que se comercializan hacia los ámbitos mediterrá-neo y el atlántico a través de los puertos de Narbona y Burdeos respectivamente, confirmaría la estrecha vinculación de losrecipientes cerámicos gálicos con la comercialización del vino y el cereal.

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nández Ochoa & Morillo, 1994 y 1999: passim; 2003: e. p.). Tanto en unos como en otros, elpredominio de la TSS fabricada en el alfar de La Graufesenque nos indica que la ruta mediterrá-nea revistió mucha mayor importancia que la vía de comercialización atlántica que, no obstante,está perfectamente constatada.

No debemos olvidar que, durante el reinado de Claudio, la praefectura de la annona, respon-sable del avituallamiento militar, experimenta un gran desarrollo, sin duda impulsado por lasnecesidades de suministro de las tropas durante la conquista de Britannia (Morillo, 2003c: 25),que debieron exigir mucho mayores cantidades de productos de primera necesidad, así como unaorganización más perfeccionada46.

Esta probable importación de productos de primera necesidad y de productos manufactura-dos desde la Galia hacia Hispania plantea ciertas cuestiones de difícil respuesta. Teniendo encuenta los elevados costes del transporte a larga distancia y que es más barato consumir produc-tos cultivados en regiones más próximas, ¿las explotaciones agrarias en regiones próximas comoel Alto Ebro y la Meseta no estaban lo suficientemente desarrolladas como para responder a lasnecesidades de abastecimiento de los centros militares?. Más bien nos inclinamos por una deci-sión de política económica, donde priman los intereses de ciertos grupos -en este caso la oligar-quía gala- frente a otros. El fomento económico de determinadas regiones se puede conseguir nosólo a través de una política fiscal orientada, sino mucho más fácilmente en el caso de comprasorganizadas por el Estado, como las que debieron ir destinadas a los campamentos militares. Eneste sentido no debemos olvidar la política de Tiberio, contraria a los aristócratas itálicos, o la pro-moción de oligarcas galos al Senado por parte de Claudio, que confirmaría el importante papeleconómico que, como más tarde en el caso de los hispanos, habrían alcanzado ciertas familiasgalas47. Tal vez el cierre de las manufacturas militares a comienzos del reinado de Tiberio obedez-ca a esta misma presión de ciertos grupos por abrir un mercado como el de las cerámicas finas enámbitos castrenses antes protegidos.

A partir de un momento avanzado del reinado de Nerón (ca. 60), se documentan nuevas pro-ducciones locales en el ámbito castrense. Este seria el caso de los recipientes de paredes finas ela-borados en el alfar de Melgar de Tera, situado en las cercanías del campamento de Rosinos deVidriales, cuya producción arranca de este momento(Gimeno, 1990 Lion, 1997; Carretero,2000) o en la propia sede de la legio VI victrix (Amaré et alii, 2000/01: 165)48. Sin embargo, apesar de la estrecha vinculación geográfica de dichas industrias con las tropas militares, que apun-tan claramente a estas como el principal mercado de destino, en ambos casos parecen ser talleresciviles vinculados a las cannabae o a la población civil circundante, que ven una oportunidad parahacer negocio en la fabricación de recipientes cerámicos con destino a un mercado como el mili-tar siempre ávido de nuevos artículos de consumo.

En este mismo momento se introduce asimismo la fabricación de material latericio en losacantonamientos legionarios o auxiliares. En este caso el carácter militar de la producción no dejalugar a dudas por la presencia de marcas de diferentes unidades militares. En efecto, en Herrera dePisuerga se documenta, en época neroniana y flavia (Pérez González, 1996: 95; Morillo, 2002: 88),

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46 Remesal apunta incluso que la concesión de derechos municipales durante la época de Claudio a puertos como Bolo-nia y Olissipo, situados en la ruta atlántica, podría obedecer al papel desempeñado por estos centros en el suministro y refuer-zo de la flota militar que, según Suetonio (Claud. 17, 2), desde Roma se dirigió hacia Britania (Remesal, 2002: 301-302).

47 Tácito, Annales XI, 23-25.48 V. en este mismo volumen en trabajo de E. Martín Hernández.

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material latericio con marcas de las dos nuevas unidades militares asentadas en dicho campamen-to, el ala Parthorum y la cohors I Gallica (Morillo et alii, 2005: e. p.). En Rosinos de Vidriales sedocumentan asimismo marcas sobre material latericio, en este caso de la legio X gemina, datadosposiblemente entre el 68 y el 69/70 d. C. (Wahl, 1984: 73-74), si bien otros investigadores no des-cartan que de la legión pudiera haber sellado sus producciones con anterioridad a su primera par-tida en el 63 d. C. (Martín Valls et alii, 2002: 150). Por el contrario, en el campamento de la legioVI victrix en León no se ha documentado marca legionaria alguna en este tipo de material, lo queconfirmaría la introducción de la costumbre del sellado militar en un momento avanzado del rei-nado de Nerón, a través de las unidades procedentes del limes renano desplazadas hacia Hispania.

Recientemente se han identificado talleres para la elaboración de militaria en el campamen-to de la legio VI victrix en León, uno de ellos extramuros (Campomanes, 1998/99) y otro en elinterior del recinto49.

LA REGULARIZACIÓN DEL SUMINISTRO A PARTIR DEL PERIODO FLAVIO

Una vez transcurridas varias décadas desde el momento de la conquista, la partida de la mayorparte de las tropas durante el 69/70 y la reducción del ejército hispánico a una única legión, lalegio VII gemina, asentada en León a partir del 74 d. C., y a varias unidades auxiliares (Fig. 13),debió simplificar notablemente el problema del abastecimiento militar. Este se mantendrá sincambios importantes hasta mediados del siglo III. Asimismo, asistimos al asentamiento definiti-vo del sistema administrativo de aprovisionamiento militar, con la aparición de la procuratela perAsturia et Callaecia en el 79 d. C., máxima autoridad responsable del avituallamiento militar, yde los beneficiarii, que actúan como correa de transmisión entre los procuratores y los oficialesencargados de las unidades militares, controlando el tráfico comercial (Carreras: 2002: 79). Den-tro de esta misma organización se encontraban los frumentarii, vinculados a la legio VII gemina,que aparecen en otras provincias. Dichos funcionarios se relacionan con el transporte de carga-mentos oficiales tanto hacia Hispania como desde esta provincia hacia otras (Carreras, 1997: 167-168). Los testimonios epigráficos sobre la organización anonaria se multiplican a partir de épocaflavia, por lo que es más fácil reconstruir las línea básicas de dicho esquema.

Por otra parte, las explotaciones agropecuarias en regiones como la Meseta y el valle del Ebro,alcanzan su máximo rendimiento y se encuentran en condiciones de cubrir las necesidades de lastropas desplegadas en la Tarraconense. El testimonio mas consistente de este papel exportador dealgunas regiones septentrionales lo encontramos en la abundancia de terra sigillata hispánica(TSH) que, fabricada en diversos talleres del valle del Ebro, fundamentalmente en la zona rioja-na, se difunde enormemente por toda la Hispania septentrional. Al igual que planteábamos parael caso de la TSS, la TSH acompaña sin duda a productos de primera necesidad, sin duda vino,cereal y, tal vez, aceite, lo que confirmaría que la producción agrícola en el valle del Ebro, estaríafuncionando a pleno rendimiento, a pesar de la parquedad de la documentación arqueológicadirecta50. Teniendo en cuenta el carácter de encrucijada de la zona riojana, la TSH elaborada en

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49 V. el trabajo de J. Aurrecoechea en este mismo volumen.50 Sobre esta cuestión v., entre otros, Solovera, 1987; Mezquíriz, 1999; También se ha apuntado una producción local

de aceite de cierta entidad (v. Fernández Castro, 1984; González Blanco & Hernández Vera, 1984; Hanel, 1989; Carreras,1997: 171). Pero es posible que se hayan interpretado como prensas olearias instalaciones parar la elaboración de vino.

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los alfares de la región no debía acompañar únicamente a los productos locales, sino también aotros de otras regiones -la Meseta, la costa catalana, el Medio y Bajo Ebro-, que circulaban tantopor vía fluvial, como por las vías terrestres.

Todas estas regiones septentrionales de fuerte producción agraria, junto con la Bética, quedebe asumir el suministro de aceite, parecen ser las encargadas del avituallamiento militar desdelos momentos finales del reinado de Nerón. Recientemente Carreras ha apuntado la concentra-ción de los testimonios epigráficos sobre los beneficiarii en los centros administrativos de Emeri-ta y Tarraco, además del cuadrante noroeste (1997: 165-167)51. Tan sólo los epígrafes de Estepa,Figueras y Nimes, escapan a esta distribución mayoritaria. El vacío de personal militar a lo largode las principales rutas terrestres ha llevado a este investigador a proponer que el tráfico terrestrede suministros con destino al ejército debió ser muy escaso, y que se impulsaría el transportemarítimo, especialmente en la vías que desde Asturica se dirigían a los puertos atlánticos. Aunquenosotros mismos hemos defendido la trascendencia de la ruta marítima del cantábrico para lafranja costera (Fernández Ochoa & Morillo, 1994: 186-187), y evidentemente el transportemarítimo es más barato, los testimonios materiales encontrados en los yacimientos de la vertien-te meridional de la Cordillera Cantábrica, entre los que se encuentran por supuesto los campa-mentos militares, apuntan a un predominio indiscutible de productos mediterráneos, béticos,lusitanos e incluso de otras áreas interiores como el Alto Ebro.

Fig. 13. Dispersión de las fuerzas militares en la península ibérica entre el 74/75 d. C. y el siglo III d. C.(según A. Morillo)

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51 En esta región se han documentado epígrafes de beneficiarii en Astorga, Luyego, Villalís, La Rua y Amaya.

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Desde mediados del siglo I d. C., Astorga se configura como el gran centro redistribuidor detodo el comercio del Noroeste. En la capital astur confluyen dos de las principales rutas de la His-pania romana. Una de ellas procede de Tarraco y, pasando por la importante ciudad de Caesarau-gusta y remontando el Ebro, corre a través de La Rioja y atraviesa la Meseta Norte al pie de laCordillera Cantábrica; la otra comienza en la capital de la Lusitania, cruzando de sur a norte eloccidente de la Meseta, la llamada vía de la Plata. Además, Asturica constituye el punto de parti-da y de llegada de las rutas que atraviesan los puertos cantábricos en dirección al sector central dela costa asturiana, así como de las tres vías que interrelacionan las tierras galaicas con la Meseta.A través de este complejo entramado viario alcanzan los yacimientos regionales producciones itá-licas o africanas (v. Morillo, 1999: 325-326). Por el contrario, el comercio cantábrico no parecetener más que un papel complementario de cara al suministro militar52. La ausencia de documen-tación epigráfica no puede ser un argumento definitivo ante la existencia de otros argumentosarqueológicos indirectos como la presencia de TSH, que avala un tráfico de productos de prime-ra necesidad. Este tráfico se vería confirmado asimismo por la propia existencia de una statio Segi-samonensium en Amaya (Burgos)53, tal vez punto de recaudación del portorium y control de mer-cancías (Carreras, 1997: 167).

Perfectamente integrado el operativo logístico de abastecimiento militar dentro un sistemaeconómico y comercial perfectamente desarrollado, sostenido por una tupida red viaria, la pro-ducción de artículos manufacturados resulta completamente innecesaria. A excepción de deter-minados materiales, como el material latericio, elaborado en León (García y Bellido, 1970: 588-599)54 y A Cidadela (Caamaño, 1989), o militaria, cuya fabricación se ha constatadorecientemente también en el campamento de la legio VII gemina55 (Fig. 14), las produccioneslocales presentes en los ámbitos militares proceden de los talleres civiles establecidos en las can-nabae o en el entorno inmediato.

ALGUNAS REFLEXIONES FINALES

El avituallamiento de las tropas, tanto si se encontraban en campaña como asentadas en cam-pamentos permanentes, constituía un problema de primer orden para la administración militarromana. La problemática y la forma de resolverla por parte del ejército es muy diferente según eltipo de productos y las posibilidades reales de la provincia donde se asientan las tropas y de lasprovincias vecinas. Tanto las necesidades reales de cada unidad, como las posibilidades de cada

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52 Por otra parte, como ya hemos señalado en otro lugar, menos aún podemos aceptar como argumento añadido a laimportancia del comercio cantábrico en la región que las vías de comunicación entre Asturica y las costas atlánticas y cantá-brica fueran empleadas para el drenaje del oro extraído de las minas astures hacia los puertos para su traslado por vía maríti-ma a Roma (Carreras 1997: 167). Dejando al margen que no existe dato arqueológico alguno para fundamentar esta hipóte-sis, resulta lógico pensar que la administración romana se decantaría siempre por un traslado por vía terrestre en forma de unconvoy debidamente custodiado por tropas militares, evitando correr el albur de que una malograda travesía causara la pérdi-da del preciado metal y los importantes trastornos monetarios y económicos derivados. Sin duda debieron evitar la larga ypeligrosa ruta que rodeaba la Península, e incluso, aunque tradicionalmente se mantiene que el oro, trasladado desde Asturi-ca a Tarraco, se embarcaría en este último puerto con destino a la Urbe, cabe pensar también que se siguiese la ruta terrestrea través de la Galia, camino más lento pero más seguro (Fernández Ochoa & Morillo, 1999; Morillo, 2000: 633).

53 CIL II, 2915. v. tb. Gómez-Pantoja, 1992.54 V. trabajo de E. Campomanes sobre la producción latericia de la legio VII gemina V. la ponencia de J. Aurrecoechea

en este mismo volumen.55 V. la ponencia de J. Aurrecoechea en este mismo volumen.

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provincia de cara al avituallamiento van variando significativamente a lo largo del Alto Imperio.Pero los testimonios arqueológicos que se van conociendo muestran que la política de abasteci-miento militar por parte de la administración competente presenta una gran adaptabilidad a lasdiferentes circunstancias, dentro siempre de una línea coherente de actuación tendente siempre aabaratar los costes.

Por lo general, los bienes producidos directamente por el Estado son suministrados directa-mente al ejército desde los centros productores. Entre estos destacan las armas e indumentariamilitar (militaria), manufacturados en las fábricas de armas, cuya ubicación va conociéndose pau-latinamente, y la moneda, elaborada en cecas oficiales o en talleres bajo la supervisión temporaldel Estado. La situación resulta muy diferente si nos referimos a aquellos bienes en los que es pre-ciso el concurso de un productor y/o de un intermediario ajeno al Estado, tanto productos deprimera necesidad (grano, vino, aceite), como artículos manufacturados. Es este grupo el queplantea mayores problemas de abastecimiento. Las respuestas van desde el suministro desde loscentros productores itálicos y gálicos durante las guerras cántabras y las primeras fases del ejérci-to hispánico estable, al estímulo a la producción local de artículos de primera necesidad en deter-minadas regiones de Hispania, como la Bética, la costa oriental de la Tarraconense y el valle delEbro. Y no podemos olvidar el autoabastecimiento en lo que respecta a productos agrícolas ydeterminados artículos manufacturados, especialmente cerámicos, constatado en campamentosaugusteos como León y Herrera de Pisuerga. A partir del periodo juliocladio asistimos incluso ala creación de fábricas de armas e indumentaria militar, e incluso de material latericio con desti-no a las necesidades de algunas unidades.

Fig. 14. Fragmento de coraza romana (lorica) de hierro, aparecida en el transcurso de los trabajos lleva-dos a cabo en la calle Santa Marina de León, procedente tal vez del taller local de militaria (fotografía: V.García Marcos)

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