“A quienes les perdonéis los pecados les quedarán ...

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“A quienes les perdonéis los pecados les quedarán perdonados; a los que se los retengáis les quedarán retenidos”. (Jn 20,23)

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“A quienes les perdonéis los pecados les quedarán perdonados; a los que se los retengáis les quedarán retenidos”.

(Jn 20,23)

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NOCIONES GENERALES

1. Es el acto del Sacramento del Perdón o de la Penitencia, por el que se nos quitan los pecados cometidos después del Bautismo.

2. Pecado mortal es la ofensa que se hace a Dios al no cumplir de forma grave alguno de sus Manda-mientos. Es el mayor mal que existe en el Mundo, pues el que lo comete:—se enfrenta a Dios, infinitamente Bueno, Sabio, Poderoso... –crucifica a Cristo y rechaza su Amor; —pierde la Gracia Santificante (que nos une a Dios como un cordón umbilical), por eso ocasiona la muerte del alma. —pierde los méritos de sus an-teriores obras buenas y queda sin ningún derecho a recompensa; —padece remordimientos de con-ciencia y otros males, ya en esta vida; —puede caer en el Infierno, donde sufrirá eternamente, si no se arrepiente a tiempo; -hace que el mal aumente en la Iglesia y en el Mundo. ¿Es inteligente arriesgarse a perder el Cielo eterno por un poco de placer pasa-jero en la Tierra? ¿Hay derecho a devolver ofensas a Quien me da su Amor infinito? Tengo que estar convencido: Si yo dejo de ofender a Dios, el Mun-do será un poco mejor.

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3. El pecado venial, aunque mucho menor que el mortal, es también una falta de amor a Dios, y de obediencia a su mandato de ser perfectos; pero ni nos hace enemigos de Dios, ni nos priva de los méritos adquiridos para la Gloria, ni nos condena al Infierno; sin embargo, dispone al pecado mortal, y nos condena al Purgatorio o a otras penas.

4. El pecado mortal es la muerte del alma. El venial es enfermedad del alma, y se quita por la Confesión, la Comunión, algún acto de arrepenti-miento, el Agua Bendita,...

5. La Confesión bien hecha te quita todos los pe-cados mortales y veniales. También te los quita el acto de perfecta contrición con propósito de con-fesarte lo antes posible, por ejemplo en el caso de un accidente. Por eso, la devoción a este acto puede ser decisiva para tu Salvación Eterna.

6. En el Confesor, además del perdón de los peca-dos Jesucristo nos da: Un Maestro que nos enseña el Buen Camino, un Padre que nos anima y corrige; un Médico que cura nuestros vicios y defectos; un Amigo secreto y fiel; un Juez imparcial que nos ab-suelve siempre, si somos sinceros.

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7. Los que se confiesan bien se hacen buenos. Los que quieren ser malos no se confiesan.

8. No hay obligación de confesar más que los pe-cados mortales; pero es bueno confesar también los veniales, como muestra de que buscamos la Perfec-ción que Dios nos pide.

9. No hay obligación de confesar los pecados más que una vez, si la Confesión está bien hecha: no se ha callado nada por vergüenza y hay propósito de cambiar.

10. Basta decir la sustancia del pecado, sin que sea preciso contar todos los detalles. Pero se han de declarar las circunstancias que cambian la clase del pecado. Ej.: no es igual robar algo en casa que hacerlo en la Iglesia; no es lo mismo haber tenido relaciones impuras con un amigo, que haberlo he-cho con un familiar o con una persona consagrada.

11. Si se puede, hay que decir el número de peca-dos mortales de cada clase, o una cantidad aproxi-mada (No pesa lo mismo una piedra que cincuenta. No vale omitir ninguno voluntariamente: los peca-dos mortales se perdonan todos o ninguno.

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12. Para que un pecado sea mortal, se necesitan tres condiciones: que la materia del pecado sea grave, o que uno la conciba como grave al tiempo de co-meter el pecado; que tenga advertencia completa de que lo que va a hacer es gravemente malo; que tenga libertad completa de hacerlo o no hacerlo. Si falta una de estas tres cosas, el pecado no es grave.

13. Todo lo que se hace sin querer, sin pleno con-sentimiento, sin plena advertencia, sin caer en la cuenta, por simple descuido, en sueños o medio en sueños,… no es pecado mortal.

14. Si sólo después de hecha una acción, y no antes, has caído en la cuenta de que aquello era pecado, no has cometido pecado ni estás obligado a confesarlo.

15. Si se tiene dudas sobre algún pecado, es bueno confesarlo como dudoso; así permitimos al Sacerdo-te que nos oriente y nos quedamos más tranquilos. La duda puede ser de si cometiste o no el pecado, si fue grave o leve, si lo has confesado ya o no.

16. Al que por vergüenza calla algún pecado grave en una Confesión, todas las que después haga no le valen, y está obligado a repetirlas todas; es de-

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cir: confesar desde que calló el pecado, incluido éste y los que entonces tenía. Es como el que se ha abrochado mal la camisa: tiene que desabrocharla y volver a hacerlo bien.

17. Es tontería callar los pecados por vergüenza. Al Confesor no le dirás nada nuevo. Todas las perso-nas tienen las mismas tentaciones. Si callas te que-darás sin el Perdón y la Paz de Dos; y si mueres en ese estado te condenarás para siempre.

18. Para confesarte bien, necesitas: 1º- Examinar tu conciencia. 2º- Dolerte de tus pecados. 3º- Pro-poner enmendarte de ellos. 4º- Confesarlos al Sa-cerdote. 5º-Cumplir la Penitencia que te imponga.

Oración para prepararse a la Confesión

Podemos comenzar recogiéndonos en silencio y di-rigiendo a Dios una oración espontánea, como por ejemplo esta:

“Santísima Virgen María, Refugio de pecadores, ayúdame a confesar bien y a cambiar de vida, a ser cada día más bueno/a, que no quiero ofender al Señor; enséñame a amarle con todas mis fuerzas.

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San José, Ángel de mi Guarda, ayudadme también. Oh Jesús, confío en tu Misericordia. Espíritu Santo, ilumíname para que vea el mal que he hecho y dame la Fuerza de tu Amor para no volver a pecar”.

Luego se puede añadir un Padre Nuestro, Ave Ma-ría y Gloria.

EXAMEN DE CONCIENCIA

El examen has de hacerlo con seriedad y con ale-gría al tiempo: te van a extraer unos tumores (pe-cados); con Humildad: reconoce que le has fallado a tu Padre Dios; con sencillez y naturalidad: sin rodeos, diciendo las cosas como son; no dejando al Diablo que ponga lupa de aumento a tus peca-dos, para provocarte una vergüenza que te aleje de la Confesión o que te lleve a confesar mal. Y si de algo tienes duda, confiésalo como duda, pero no te quedes con ella en la conciencia, pues te impedirá tener una Paz completa. Se comienza por los Man-damientos de la Ley de Dios.

Primer Mandamiento.—¿Aceptas la Voluntad de Dios? ¿Intentas conocerle y amarle cada día más? ¿Te acuerdas de rezar? ¿Has negado alguna de

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las verdades de la Fe Católica? ¿Has recibido in-dignamente (en pecado mortal) algún Sacramento (Eucaristía, Confirmación, Matrimonio, Unción)? ¿Has leído o hablado algo contra la Doctrina Cató-lica? ¿Tienes compañías malas o perteneces a aso-ciaciones enemigas de la Iglesia? ¿Lees revistas o libros que ponen en duda o ridiculizan a la Iglesia? ¿Eres supersticioso? ¿Consultas a adivinos, espiri-tistas, grupos esotéricos (dicen contactar con extra-terrestres)? ¿Has participado en sesiones de ouija? ¿Votas a partidos que combaten las Leyes de Dios y no respetan los Derechos de la Iglesia?

Segundo Mandamiento.—¿Has jurado por Dios con mentira o sin necesidad? ¿Has cumplido tus votos o promesas buenas? ¿Has dicho blasfemias o palabras irreverentes contra Dios, la Virgen, los Santos, la Iglesia, sus ministros, u objetos sagrados (Copón, Hostia,…)? Hay que evitar expresiones como “A ese no lo entiende ni Dios”, “Dios, qué tonto eres (aunque se refiera a una persona)”…

Tercer Mandamiento.—¿Has santificado el Día del Señor (Domingos y Fiestas de guardar) asistien-do al Santo Sacrificio de la Misa y absteniéndote

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de trabajos prohibidos? En caso contrario, ¿cuántas veces has quebrantado este Mandamiento? ¿Dedi-cas el Domingo a la Familia, a obras de Caridad, a formarte humana o espiritualmente, al descanso no pecaminoso?

Pensemos que el Confesionario es como un Primer Sagrario, en el que Jesús nos escucha, nos aconseja y nos perdona, y nos regala el vestido de la Gracia,

para luego recibirle dignamente en la Eucaristía

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Recuerda: Son Fiestas de Guardar: Navidad, Re-yes, la Ascensión, el Corpus, Santa María Madre de Dios, la Inmaculada, la Asunción, S. José, S. Pedro y S. Pablo, Todos los Santos.

Cuarto Mandamiento.—Si eres hijo, ¿Has respe-tado –obedecido, ayudado, alegrado,… a tus padres o alguna vez ha sido lo contrario? ¿Has reñido con tus hermanos, les tienes envidia, les has dado mal ejemplo? Aunque ellos se porten injustamente con-tigo, no puedes guardarles rencor.

Si eres padre, ¿Enseñas a tus hijos las verdades fun-damentales de la Fe Católica? ¿Les das buen ejem-plo en todo? ¿Los educas y corriges como es debi-do? ¿Les permites todos los caprichos? ¿Les dejas ver cualquier cosa en televisión? Si estás casado, ¿Eres fiel, comprensivo, cariñoso,…con tu cónyu-ge? ¿Evitas discutir con tu cónyuge delante de los hijos? ¿Procuráis ambos tener una misma línea de educación con los hijos? Si eres superior en alguna institución o trabajo, ¿Tratas con Caridad y Justicia a tus subordinados? ¿Tratas a todos por igual o hay en ti acepción de personas? ¿Obras con nobleza y fidelidad, o hay en ti doblez y segundas intenciones

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en tus subordinados de otro sexo, por ejemplo? Si eres inferior, ¿Cumples con tus deberes, contratos, horarios,…) ¿Respetas el material de la empresa? En cualquier profesión, ¿Cumples las obligaciones de tu cargo? ¿Has engañado en las ventas?… ”

Quinto Mandamiento.—¿Has hecho daño de pa-labra o de obra a ti o a otros? ¿Tienes odio o rencor a alguien? ¿Has deseado algún mal a alguien? ¿Has dado escándalo con tu comportamiento violento en alguna ocasión? ¿Has reñido, insultado, o des-preciado a otros? ¿Dominas tu mal genio o no te esfuerzas en ello? ¿Has provocado o colaborado en algún aborto o eutanasia? ¿Has quitado la vida a alguien de alguna forma? ¿Has conducido impru-dentemente? ¿Te has dejado llevar de la gula en el comer? ¿Te has emborrachado, tomado drogas, o has animado a otros a hacerlo? ¿Has vendido dro-ga? ¿Has intentado corregir a tu prójimo para evi-tarle males físicos o espirituales? ¿Ofreces tu ayuda ante alguna calamidad o huyes y te escondes?

Sexto Mandamiento.—¿Has tenido relaciones sexuales fuera del Matrimonio? ¿Con personas sol-teras, casadas, consagradas, familiares, niños? ¿Has

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cometido actos sexuales contigo mismo (Masturba-ción)? ¿Has tenido conversaciones sucias, malas lecturas? ¿Has asistido a espectáculos o películas inmorales? ¿Tienes amistades que te ponen en ries-go de pecar? ¿Has bailado de forma pecaminosa? ¿Vistes indecentemente? ¿Si eres padre/madre uti-lizas anticonceptivos?

Séptimo Mandamiento.—¿Has quitado algo aje-no? ¿Has devuelto lo prestado? ¿Has dañado a tu prójimo en sus bienes (por ejemplo: llevarse mate-rial de la empresa, dar un golpe con el coche y no avisar a su dueño)? ¿Has cobrado más de lo justo o devuelto menos de lo debido? ¿Has engañado en los tratos? ¿Cumples con los deberes de tu puesto de trabajo? ¿Suspendes el curso por perder el tiempo si eres estudiante? ¿Has tardado en pagar lo ajeno? ¿Has apoyado económicamente a programas, aso-ciaciones, ONGs que tienen objetivos inmorales o anticristianos?¿Reaccionas ante las injusticias que se cometen a tu alrededor? ¿Das limosnas, o todo lo quieres para ti? ¿Ayudas a la Iglesia en sus nece-sidades? ¿Gastas en cosas innecesarias o en lujo al vestir, comer, divertirte, etc.? Recuerda que no eres

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el dueño absoluto de lo que llamas tuyo, sino que “tu vida y tu dinero son de Dios, y que tú sólo eres el administrador”.

Octavo Mandamiento.—¿Has mentido, calum-niado, descubierto faltas ocultas de otros (difama-ción)? ¿Has hecho juicios temerarios (pensar mal de otros sin motivo suficicente)? ¿Has intentado reparar el daño causado de esa forma? ¿Te alegras cuando oyes hablar mal de quien no te cae bien? ¿Has ofendido la dignidad de otras personas, reve-lando secretos en contra de su voluntad, leyendo cartas privadas, escuchando conversaciones secre-tas? Si sabes que alguien se porta mal, corrígele fraternalmente (avísale), como nos manda el Señor, o ponlo en conocimiento del superior (padre/madre, Obispo,…) para que ellos lo hagan.

Noveno Mandamiento.—¿Has deseado hacer algún acto deshonesto? ¿Miras con deseo impuro a las personas de otro sexo? ¿Te has deleitado en pensamientos deshonestos, viendo la tele, revistas o cine pornográficos, vallas publicitarias, llamando al teléfono erótico, buscando páginas de internet? ¿Has ido a la playa a fijarte en los/las bañistas?

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Décimo Mandamiento.—¿Has deseado robar algo a alguien? ¿Eres envidioso? ¿Te alegras de las des-gracias de quien tiene más que tú? ¿Has murmurado contra Dios porque no te da cuanto quisieras? ¿Vi-ves obsesionado en ganar dinero, sin atender a otras cosas necesarias como la Religión, educación de la familia, instrucción, Caridad, etc.?

Mandamientos de la Iglesia.—¿Has participado en la Misa los domingos y “Fiestas de Guardar”? ¿Has cumplido con Pascua confesando y comul-gando? ¿Has avisado a tus enfermos a tiempo para la Unción y el Viático? ¿Ayunas y te abstienes de comer carne cuando lo manda la Iglesia? ¿Ayudas a la Iglesia en sus necesidades (colectas) según tu estado económico?

Repasa algunos pecados capitales: ¿Has mostra-do soberbia ante Dios? ¿Eres vanidoso y gastas innecesariamente en tu apariencia exterior? ¿Eres orgulloso y desprecias a los demás? ¿Pecas de gula por comer más de la cuenta o sólo de lo que más te gusta? ¿Eres perezoso y dejas de cumplir con tus obligaciones? ¿Dominas tu mal genio?

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Finalmente, examina cómo has gastado el tiempo: si has mejorado de carácter, si tienes prudencia, jus-ticia, fortaleza y templanza. Si aceptas las cruces con resignación, si tienes Confianza en el Señor y Caridad con el prójimo. Si has pecado de omisión.

DOLOR DE LOS PECADOS

Una vez hecho el examen de conciencia hemos de reflexionar, meditar, sobre cómo estamos respon-diendo a Dios, que nos ofrece su Sacrificio en la Cruz y su Reino eterno a cambio de que le seamos fieles en el corto tiempo de la vida en la Tierra. En ese contraste ha de brotar en nosotros la vergüenza al ver que le hemos sido infieles, le hemos fallado; que somos ingratos con Él, cobardes, egoístas,… Entonces, el dolor en la Confesión no es corporal sino espiritual.

Esa vergüenza o pesar, en nuestra conciencia, de haber ofendido a quien más nos ama, es ya dolor de los pecados, y se llama dolor de contrición, que a veces llega a ser sensible (lágrimas de contrición); pero esto no es necesario para una Confesión bien hecha. Si lo que nos lleva a confesar es sólo el te-

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mor de que nuestros pecados nos separan de Dios y nos pueden arrojar al Infierno eterno, tendríamos un dolor de atrición, que también es suficiente para una buena confesión; pero lo ideal es que nos mue-va sobre todo, el dolor de contrición, el amor al Pa-dre que nos espera con los brazos abiertos, como el Padre de la parábola del Hijo Pródigo .

El dolor de atrición está relacionado con el Santo Temor de Dios que es un Don del Espíritu Santo. La Virgen de Fátima lo enseñó a los santos niños (de 7 a 9 años) al permitirles ver el Infierno de los condenados.

Oraciones para el Dolor

Aunque no hay ninguna obligatoria, el “Señor mío Jesucristo” es una oración ideal para conseguir el dolor de los pecados. Hay que intentar aprenderla de memoria: Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del Infierno. Ayudado de

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vuestra divina Gracia, propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofende-ros, confesarme y cumplir la penitencia que me fue-ra impuesta. Amén.

PROPÓSITO DE LA ENMIENDA

El Propósito es una firme resolución de no pecar en adelante y apartarse de los peligros u ocasiones de pecar. Es la clave de la conversión: abandonar el camino del pecado para seguir el Camino de la Salvación marcado con Diez Señales (Mandamien-tos). Muchas confesiones serán nulas y sacrílegas por falta de propósito.

DECIR LOS PECADOS AL CONFESOR

Cuando llegue tu turno, te acercas al confesor y -de rodillas si puedes- te santiguas y le saludas diciendo: Ave María Purísima. Él te contestará: Sin pecado concebida. Puedes empezar así: Hace... (tanto tiem-po) que no me he confesado. Cumplí la penitencia y no callé ningún pecado ni dejé olvidado ninguno. Desde entonces me acuso de: (Vas diciéndole los pecados que has recordado en el examen).

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Si no sabes cómo hacer un buen examen, después de haberle dicho lo que recuerdes, ruégale que te pregunte. Respóndele con sinceridad: lo cierto como cierto, lo dudosos como dudoso. No tengas miedo de confesarlo todo. El Sacerdote ya está acostumbrado. Todos tienen parecidos pecados. El Sacerdote es un padre bondadoso y tiene el deber de guardar secreto de todo lo que escuche. Hace además de médico del alma. Escucha sus consejos, preséntale tus problemas, tus dudas. Mejor que el psiquiatra te aconsejará porque, sobre todo, te dará el Perdón y la Paz de Dios, su Gracia, para ser cada día mejor.

Algunos que llevan muchos años sin confesar, y du-dan de haber confesado bien alguna vez, es bueno que hagan una Confesión General, de toda su vida, aunque tengan que hacer una “chuleta” (un apunte) para no dejarse nada “en casa” (en la conciencia) y tirarlo todo al contenedor de la basura espiritual (el Confesionario). Se comienza en estos casos por todo lo que uno recuerde que, desde su niñez, pudo haber ofendido a Dios. Después de una Confesión General, el alma debiera “volar” gozando de la Paz

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de Dios, de la Alegría de saber que Dios nos ha per-donado,… y que ya nada en nosotros pertenece al Maligno.

Cuando hayas terminado, puedes decir para ti: “Gracias, Señor, por tu Misericordia”. Escucha la absolución y santíguate cuando te dé la Bendición de Dios. Despídete del Sacerdote con un “Gracias, Padre”.

CUMPLIR LA PENITENCIA

Una vez fuera del confesonario, cumple la peni-tencia; cuanto antes, para que no se te olvide. Y recuerda en qué peligros de pecar has estado, para que propongas apartarte de esas ocasiones. No te marches del lugar sin decirle al Señor unas palabras de agradecimiento por su Misericordia y pedirle a la Stma. Virgen te proteja y te alcance las fuerzas para tirar a la basura todo lo que en tu vida disgusta a Dios.

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A.M.D.GApartado 580 – 39080 Santanderc.e. [email protected]

1ª edición, Mayo de 2014Ejemplar no comerciable

A.J.A.