A Propósito de Algunos Rituales Mortuorios Relacionados Con La Sal

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    A PROPÓSITO DE ALGUNOSRITUALES MORTUORIOSRELACIONADOS CON LA SALPedro Javier Cruz Sánchez

    RESUMEN:

    Tratan las páginas que siguen a estas líneas una particular manifestación funeraria

    practicada hasta hace poco más de un siglo; nos referimos concretamente al ritual de

    realizar ofrendas de sal el cual entronca con ciertas prácticas nacidas con el surgimiento

    del Cristianismo. Efectuadas con un claro sentido profiláctico –se evitaba que se

    hinchase el cadáver durante la estancia del cadáver en el velatorio-, la tradición popular

    ha puesto en evidencia la existencia de ciertas creencias que relacionan la colocación de

    sal con la expulsión del maligno del cuerpo fallecido.

    PALABRAS CLAVE:

    Prácticas funerarias; sal; platos con ofrendas.

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    puntábamos en el primero de los números de esta revista, al hilo de un artículo que

    escribíamos sobre el conjunto cerámico hallado en la iglesia parroquial de San

    Bartolomé de Basardilla (Segovia), la existencia de posibles ofrendas mortuorias de

    sal que en el registro arqueológico, aún poco conocido y escasamente estudiado, contenidas en

    platos o cuencos que presentan, por lo común, con la superficie vidriada.

    Conocemos algunos depósitos de estos tipos cerámicos aparecidos en algunas iglesias

    castellano-leonesas (en Valladolid en Urueña, en la zona de Aranda de Duero, en la zamorana

    localidad de Castroverde de Campos o en la segoviana de Basardilla, entre otras), generalmente

    arrojados en boquetes situados a las afueras del templo o, eventualmente, en determinadas

    estancias dentro del mismo. Todos ellos no han podido ser interpretados hasta la fecha de

    forma correcta de ahí que se hayan dado numerosas interpretaciones, aunque en la actualidad

    priman aquellas que los relacionan con ciertas ofrendas funerarias.

    No ha sido hasta fecha reciente el momento en que algunas de estas ofrendas fúnebres

     y en especial las que tienen como protagonista a los platos de loza, se han interpretado como

    elementos de un ritual relacionado con la sal1 , ritual que se encuentra bien documentado en el

    mundo de la tradición cristiana, tal y como nos lo recuerda el conocido versículo del Levítico 2.

    Las notas que presentamos en la siguientes páginas no tienen más intención que realizar un

    sucinto repaso al tema de la ofrendas funerarias de sal a través de unos pocos ejemplos que

    hemos recogido a lo largo de la geografía peninsular y que nos habrán de dar pie a plantear una

    serie de hipótesis relativas a la diversidad de rituales mortuorios existentes en el mundo

    tradicional en cuya génesis encontramos tanto elementos de carácter profano como otros

    derivados directamente del mundo cristiano.

    A nadie se le escapa la importancia que ha tenido y tiene la sal para los seres vivos,

    sobre todo para su propia supervivencia; a lo largo de la Historia el hombre ha sentido la

    necesidad fisiológica de este elemento para el desarrollo de la vida cotidiana. Utilizada como

    condimento pero también como valor de cambio, la sal forma parte indisoluble de su existencia.

    Y es que este elemento químico que aparece en la naturaleza como un compuesto formado por

    cloruro de sodio juega en la cultura del hombre un papel fundamental por motivos tan diversos

    como son el alimenticio, la sal aparte de condimento sirve para conservar los alimentos, sirve

    como valor de cambio en los mercados primitivos y asociado a ello como un elemento simbólico

    1 Dacosta, A., Gómez Lacort,E. y Porro C. A. (Coords.). (2004): Museo Etnográfico de Castilla y León : 230-231. Urueña.2 “Y sazonarás toda ofrenda de tu presente con sal; y no harás que falte jamás de tu presente la sal de la alianza de Dios: en toda

    ofrenda tuya ofrecerás sal” (Levítico, 2. 13).

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     y de poder3. A este respecto, es necesario recordar como desde la Prehistoria Reciente y más

    concretamente en los primeros compases de la Edad del Bronce la sal sirvió, entre otras cosas,

    para afianzar sistemas de redes comerciales y clientelas tal y como ha permitido atisbar a

    Delibes, Viñé y Salvador4  al hilo del documento de Santioste   de la localidad zamorana de

    Otero de los Sariegos, en el que se pudo documentar en su día una factoría dedicada a la

    producción y presunta comercialización de tortas de sal en los albores del III Milenio A. C.

    La sal, dentro del mundo de las creencias, cuenta a su vez con un elevado significado

    simbólico que desde tiempos del Cristianismo primitivo se recoge en numerosos pasajes de la

    Biblia; así Mateo expresa que “vosotros sois la sal de la tierra ” (Mateo 5, 13-16). Los diferentes

    tratados relativos al significado de los símbolos, otorgan a la sal un significado como fuente de

    la vida pero también de la muerte. Su símbolo se ha aplicado tradicionalmente a las

    transmutaciones tanto físicas como morales del cuerpo humano; la sal en sentido metafórico es

    el lecho. Desde el punto de vista espagírico la sal es aquel cuerpo seco que protege a las mezclas

    de la putrefacción, a la vez que posee poderes para disolver, aglutinar, limpiar y evacuar.

    Es importante indicar como los principales estudiosos de los símbolos ( cf.  Cirlot,

    Poisson, entre otros) señalan como el alimento que supone la sal es evocado en la liturgia del

    bautismo, como símbolo del alimento del alma; entre los hebreos la sal de la sabiduría es un

    elemento ritual importante tal y como lo muestra el hecho de que todas las víctimas eran

    consagradas por el vínculo de la sal.

    La sal, como vemos, aparece en numerosos rituales tanto del mundo cristiano como de

    otras religiones. Muchos de los que han llegado hasta nuestros días encuentran su origen en los

    primeros compases del Cristianismo y aparecen mezclados, igual que ha ocurrido con un buen

    número de prácticas religiosas vigentes hasta no hace mucho tiempo, con elementos profanos

    hasta tal punto que se produce una simbiosis que a veces resulta difícil de deslindar. El

    bautismo como apuntábamos líneas atrás, ofrece buenos ejemplos de ello; dentro de este rito ha

    sido práctica común en muchas culturas poner un poco de sal en la lengua del bautizado como

    señal de bienvenida del nuevo miembro a la comunidad.

    El componente salino se nos muestra como un elemento fundamental en buena parte de

    los rituales de las ofrendas tanto de carácter cristiano como de otro tipo. En época del

    Cristianismo primitivo todas las ofrendas que se practicaban bien fueran de animales, de

    comida o cualquier otro tipo, debían de ser sazonadas con sal, ya que ésta simbolizaba el amor

    3 Service, E. R. (1984): Los orígenes del Estado y de la civilización. Madrid.

    4 Delibes de Castro, G., Viñé Escartín, A. y Salvador Velasco, M. (1998): “Santioste, una factoría salinera de los inicios de la Edad

    del Bronce en Otero de Sariegos (Zamora)”, en Delibes de Castro, G. (Coord.). Minerales y metales en la Prehistoria Reciente.

    Algunos testimonios de su explotación y laboreo en la Península Iberica: 155-198. Studia Archaeologica 88: 182-183. Valladolid.

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    de Dios por su pueblo; la sal se convierte en un componente aséptico que implica durabilidad,

    fidelidad o amistad y pureza. Nos ofrece Carro Gorgojo5  numerosas notas acerca de estos

    significados, de ahí que no incidamos más en el tema. Existen además no pocas supersticiones

    acerca de la misma, sobre todo en lo referente al archiconocido mito de origen medieval de

    derramar sal en la mesa, el cual encuentra su origen en el alto valor de la misma, por lo que se

    consideraba verterla y desperdiciarla como señal de mal augurio6.

    Las creencias populares respecto a la sal se acrecientan durante la Edad Media y han

    perdurado prácticamente hasta nuestros días. A causa de una propiedad suya, la estabilidad, la

    sal era considerada como emblema de perdurabilidad, de eternidad e inmortalidad, de ahí

    derivó la creencia, tan arraigada, de que el diablo detestaba la sal; se la consideraba, por tanto,

    con poderes sobrenaturales y por esta misma razón se la relacionó desde un principio con

    procedimientos mágicos en la que su función primordial era el apartar las negativas influencias

    de los espíritus malignos. Tal y como apuntara Jones a principios del siglo pasado existe una

    creencia casi universal por la cual la sal es tradicionalmente detestada por los demonios, hecho

    que se ha utilizado a lo largo de los siglos contra brujas, diablos, magos, contra el mal de ojo o

    contra la generalidad de las influencias negativas, tal y como nos expone Carro7.

    Vemos pues como la sal cuenta, dentro del mundo de las creencias, con dos significados

    principales: el profiláctico y el protector, estrechamente unidos ambos al concepto de

    incorruptibilidad y de cual se constatan numerosos ejemplos, tal y como vamos a tener

    oportunidad de comprobar en las páginas que siguen a continuación.

    Algunos rituales funerarios con la sal como protagonista en la cultura tradicional.

    Tal y como señalara en su día Carmen Padilla, la cerámica acompaña al hombre de una

    u otra forma desde el nacimiento hasta la muerte; desde las etapas más antiguas de la

    Prehistoria hasta el Cristianismo, el muerto se solía acompañar de recipientes cerámicos, unas

     vez como contenedores de comida para el último viaje o de viandas para las divinidades, otras

    incluso como piezas que acogían al cadáver, tal y como ocurre en la Cultura de El Argar o la

    Ibérica, ambas propias del mediodía peninsular. Se marca una inflexión con la llegada del

    Cristianismo, donde la práctica de la ofrenda (sobre todo la de comida) pierde importancia en

    detrimento de otras más espirituales y menos materiales. No obstante, este valor de la comida

    simbólica no se perdió tal y como podemos observar en multitud de rituales (de Cofradías, de

    5 Carro Gorgojo, A. (1998): “La sal: ¿mito o superstición?”, Revista de Folklore  , 214: 125. Valladolid.6 Ibidem  , 126.7 Ibidem, 126.

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    Hermandades, funerarios) que han perdurado hasta nuestros días. La cerámica queda pues

    relegada a un segundo plano dentro del ritual funerario8.

      Aún así han llegado hasta nosotros un buen cúmulo de prácticas y rituales en los que

     juega un papel importante. Así recoge Padilla Montoya una costumbre del Pirineo oscense

    (Bandaliés), en la que se elaboraban un tipo de tejas denominadas de cerrillo   las cuales

    llevaban una serie de dibujos y se colocaban como cerramiento del tejado; cuando alguien

    fallecía en la casa se retiraba esta teja especial con la creencia de que gracias a esta acción se

    dejaba salir el alma del finado9; lo mismo documentó en su día Hoyos Sanz en el País Vasco10.

      Dentro del complejo entramado que se puede urdir entre el mundo de la muerte y la

    cerámica, podemos apuntar la existencia de un especial tipo de piezas destinadas casi con

    carácter de exclusividad al mundo de los difuntos. Destacamos, en primero lugar, las

    denominadas ollas de entierro alambradas   de Bardaliés (Huesca), vidriadas en negro y

    utilizadas para hacer la comida el día del velatorio11. En Extremadura, por su parte, ha sido una

    práctica bastante común hasta nuestros días en los entierros y procesiones de ánimas llevar

    cántaros con luces tal y como señalara en su día Guadalupe González-Hontoria12.

      Existe, por su parte, la tradición de colocar el día de difuntos una cazuela de barro con

    agua y aceite y dentro una lamparilla, una por difunto, tradición que Gómez Bueno13 en 1802

    recoge en sus Instrucciones mortuorias o reglas para los enterramientos y funerales según el

    ritual de la Iglesia Católica : “Manda el ritual que el cuerpo del difunto tenga luces; y

    aunque al principio el uso de ellas empezó por necesidad, a causa de hacerse los entierros

    de noche en tiempos de las persecuciones de la Iglesia, después pasó a ceremonia, y a tener

    una mística significación…” .

      Ha sido práctica habitual la presencia en los cementerios de cerámicas funerarias,

    colocadas encima de cada tumba, como elemento indicativo de aquella; son muy comunes estos

     jarros de cementerio   en Castilla-La Mancha, como los que se fabricaban en la localidad

    albaceteña de Tabarra, los cuales adoptaban la forma de un jarrito de forma troncocónica,

    8  Padilla Montoya, C. (1987): “La cerámica funeraria de algunos centros alfareros”, en Etnología y Tradiciones Populares   (IV

    Congreso Nacional de Artes y Costumbres Populares, Zaragoza-Calatayud, 21-24 de abril de 1983), tomo II: 310. Zaragoza.9 Ibidem  , 310.10 Hoyos Sanz, N. (1944-1945): “Folklore español del culto a los muertos”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares  , tomo

    1, cuaderno 1. Madrid.11 Padilla, op. cit  , 311.12 González-Hontoria, G. (1982): “El nacimiento, el matrimonio y la muerte en Badajoz”, Narria  25-26: 35. Universidad Autónoma de

    Madrid. Madrid.13  Gómez Bueno, A. (1802): Instrucciones mortuorias o reglas para los enterramientos y funerales según el ritual de la Iglesia

    Católica: 17-18. Madrid.

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     vidriado en tonos amarillentos y decorados por medio de trazos que forman una especie de

    sencilla cruz que destaca sobre el fondo claro14.

    La sal es un elemento purificador, como hemos visto, y aparece asociada en bastantes

    prácticas rituales funerarias del ámbito cristiano. En México, cuyas prácticas muestran una

    innegable mezcolanza entre la religiosidad cristiana y la indígena, la sal sirve para que el cuerpo,

    una vez desprovisto de vida, no se corrompa en su viaje de ida y vuelta. En otros puntos de

    Iberoamérica es práctica común que el día de difuntos se coloque un plato con sal bien sobre el

    cadáver bien sobre la sepultura. Se persigue con esta práctica la purificación de cuerpo pero

    también el evitar la corrupción del mismo y, por fin, la defensa contra el maligno.

    Las tradiciones relativas a la sal como antídoto contra los malos espíritus son también

    numerosas en algunos puntos de Europa, donde encontramos prácticas muy similares a aquellas

    mejicanas y más aún, a las que se pueden documentar en la Península Ibérica por doquier.

    Volviendo al norte de Europa, en Escocia y en el sur del País de Gales se ha documentado la

    tradición de que cuando moría un pobre se colocaba sobre su cuerpo un plato con sal y se

    clavaba sobre ésta un cerillo o bujía encendida con la creencia de que así se prevenía la mala

    suerte15.

      El tratamiento que se ha dado a la muerte en la sociedad tradicional no parece haber

    diferido de la que se constata desde la Antigüedad; viene dado además por las evidentes

    desigualdades sociales que existen desde el nacimiento de las sociedades complejas. Así es

    como se documenta todo un ritual diferenciado y estipulado que comienza con la agonía del

    enfermo, el tratamiento del cadáver, la conducción del mismo al cementerio, el sepelio o la

    memoria del mismo a lo largo del tiempo; todo ello conducente a alcanzar la buena muerte  que

    propugnaran Philippe Ariés y Michel Vovelle en su ya clásicos trabajos16.

      Dentro del, a veces, complejo ritual de preparación del cadáver para su viaje final

    encontramos una serie de prácticas pautadas que podemos rastrear en los diferentes Sínodos:

    extremaunción, viático, velatorio, colocación en las andas, misas y añales  , etc. todas ellas

    efectuadas bajo un estricto orden preestablecido17 y aprendido a lo largo de los siglos a las que

    14 Padilla, op. cit. 312. González-Hontoria y Allendesalazar, G. (1991): El arte popular en el ciclo de la vida humana. Nacimiento,

    matrimonio y muerte. Madrid.15 Carro, op. cit. 128.16  Ariès, P. La muerte en Occidente, Argos Vergara; Barcelona, 1982, y del mismo autor El hombre ante la muerte. Taurus

    Humanidades; Madrid, 1987; Vovelle, M. La mort et l’Occident de 1300 a nos jours. Gallimard et Pentheon; París, 1983.17 Por ejemplo la constitución 44 del Sínodo de Salamanca de 1497 estipulaba los gastos que los herederos y testamentarios pueden

    hacer por los difuntos controlando los gastos excesivos en las ofrendas “Otrosi, ordenamos e mandamos que en los dichos

    enterramientos no se pongan corros de cera, como solía, por ninguna persona, hombre ni muger defuncto, ni se quema otra cera,

    salvo la de las Cofradías que fueren llamadas, e los cirios de dos tablas, e no mas”; sin embargo, en la práctica esta prescripción no

    llegó a tener efecto. García y García, A. (Ed.): Synodicon Hispanum IV. Ciudad Rodrigo, Salamanca y Zamora. Biblioteca de

    Autores Cristianos: 403. Madrid.

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    cabría sumar otras, menos oficiales, que vendrían a entroncar con aquellas otras que hunden sus

    raíces en ancestrales creencias profanas; se suman en todas ellas, como hemos apuntado en

    páginas atrás, la necesidad de conjugar la profilaxis con la expulsión del demonio del cuerpo del

    difunto.

      Colocar platos de sal sobre el cadáver ha sido pues, práctica habitual en todas las

    regiones españolas; igualmente era muy frecuente colocar unas tijeras abiertas formando una

    cruz sobre aquel, tal y como ocurre desde el País Vasco hasta Andalucía, pasando por las

    regiones centrales o incluso los celebres  panes rituales  analizados en su día por Llompart18 o

    González Casarrubios19 , entre otros.

      En varias localidades del País Vasco (Amezaga, Bernedo, Zerain, Mélida, Alló…) fue

    práctica común hasta principios del siglo pasado colocar un plato con sal sobre el cadáver con

    la finalidad de que el cuerpo no se hinchase. La encuesta allí realizada para el Atlas Etnográfico

    Vasco  ofrece datos tan interesantes como el que se recogen en estas y otras localidades en las

    que se precisaba que este plato lleno de sal debía de ser de loza y no de metal teniendo que ser

    retirado junto antes de introducir el cadáver en la caja. Con este mismo fin en algunas

    localidades también se colocaba sobre el difunto unas tijeras abiertas en forma de cruz, tal y

    como hemos apuntado anteriormente, con la misma finalidad que el plato con sal. En la

    localidad de Llodio este plato se sustituía por un saquito con sal que se introducía en el

    féretro20.

      Si bien es común constatar cómo el plato con sal se colocaba ordinariamente encima del

    pecho del finado, en algunas partes se colocaba debajo de la cama, sobre todo en verano con el

    fin de se corrompiese el cuerpo del muerto con la evidente rapidez que supone la estación

    calurosa21.

      En tierras toledanas y conquenses era práctica habitual colocar sobre el pecho del

    difunto unas tijeras de costra abiertas en cruz con las puntas apuntando a los pies; se hacía de

    esta forma, según las personas de mayor edad encuestadas, para evitar que el cuerpo se

    hinchase. Por su parte, en San Clemente (Cuenca), además de las tijeras se colocaba un plato

    con sal con la misma finalidad22. No es lugar éste para efectuar un análisis del significado de las

    cruces en la tradición cristiana, no obstante hemos de apuntar que resulta un elemento

    omnipresente en todos los rituales de carácter religioso documentados en nuestra cultura;

    18  Llompart, G. (1965): “Pan sobre la tumba”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares  , tomo XXI, cuadernos 1 y 2.

    Madrid.19 González Casarrubios, C. (1977): “Panes rituales toledanos”, Etnografía y Tradiciones Populares . III Congreso Nacional de Artes

     y Costumbre Populares (Palma de Mallorca, 16-19 de enero de 1975): 149-158. Zaragoza.20 VV.AA. (1995): Atlas Etnográfico de Vasconia. Ritos funerarios en Vasconia: 205. Bilbao.21 Flores Arroyuelo, F. J. (2002): Diccionario de supersticiones y creencias populares : 260-261. Alianza editorial. Madrid.22 VV.AA. (2005a): El ciclo de la vida. Paisajes y Rutas del Quijote: 113-114. Toledo.

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    Gómez Bueno refería al respecto que23  “La práctica de ponerle a los difuntos Cristianos la

    santa cruz en las manos, o en sus sepulcros, y Cementerios, ya sean de escultura, ya

     pintadas, o de cualquier modo hechas, además de servir de insignia de nuestra fe y religión,

    también es, según muchos autores para testificar los beneficios que hemos recibido por

    medio de este sagrado leño (…)” .

      Guadalupe González-Hontoria nos ofrece, por su parte, un interesante dato relativo a

    estos platos, algunos de los cuales se conservan en el Museo Etnográfico de la localidad

    albaceteña de La Roda; describe esta autora la presencia de “unos curiosos platos mortuorios

    de cerámica vidriada blanca y azul, de probable factura turolense, que se ponían con sal

    sobre el vientre de los difuntos para que no se hinchasen, mientras se encontraban en la

    iglesia en las honras fúnebres. Luego se dejaban allí en la iglesia, donde llegó a haber

    grandes cantidades, abandonados” . Estos platos muestran flores azules sobre un vidriado

    blanco de fondo24.

      A veces el plato con sal se sustituía por otras sustancias; así en Sierra Mágina al cadáver

    se le colocaba junto con las tijeras abiertas en cruz un limón con clavu  (clavo) para evitar la

    putrefacción y el mal olor que desprende de la descomposición25. En otras regiones, por el

    contrario, el amortajamiento cobra un sentido especial al crearse una escenografía un tanto

    especial, macabra; en Extremadura se colocaba a los pies y alrededor de la cama con el finado

     velas y candiles, hecho que reforzaba una imagen tétrica de la habitación. Encima de las rodillas

    se colocaba un crucifijo o rosario y el distintivo de la Cofradía a la que pertenecía en vida y

    sobre el pecho un plato lleno de sal. En la parte septentrional de la región se creía que la sal

    impedía que el cuerpo se hinchase y se descompusiese. Al sur del Tajo, por el contrario, se nos

    da otra razón muy distinta: la presencia de sal sobre el cuerpo hacía que el demonio que ronda

    por las proximidades del mismo acechando su alma huyese de allí 26. Esta misma interpretación

    otorga Amades en relación a la presencia de platos de sal en contextos funerarios de Cataluña,

    el cual asegura que la sal ahuyenta al diablo y a los malos espíritus, aquella los esquiva y a la vez

    salva el alma al difunto27.

      En nuestra región, no son muchas las noticias que hemos podido recoger de esta

    práctica tradicional. Hemos de recordar otra vez que en el Museo Etnográfico de Castilla y

    León sito en Zamora se exponen una serie de platos de loza salidos de los alfares salmantinos

    23 Gómez Bueno, op. cit . 50.24 González Hontoria, 1991, op. cit. 146.25 López Pegalajar, M. (2002): “Ritos de nacimiento y muerte en Sierra Mágina”, Sumuntán  17: 103. Cádiz.26 VV.AA. (1989): “La cultura popular funeraria en Cáceres”, en Marcos Arévalo, J. y Rodríguez Becerra, S. (Coords.). Antropología

    Cultural en Extremadura : 377-379. Mérida.27 Amades, J. (1937): Le mort, costums e creences : 27. Barcelona.

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    de la calle Olleros, propios de finales del siglo XVIII y principios del XIX, con motivos vegetales

    similares a los que Guadalupe González-Hontoria describió en su momento, los cuales aparecen

    catalogados como platos propios de las ofrendas de sal, aunque no se precisa más al respecto28.

    En Fuentepelayo, localidad segoviana no muy lejana de Basardilla, se constata la

    tradición de que si el cadáver es de mujer y la causa de la muerte es el sobreparto o las

    enfermedades propias del puerperio, se colocaba sobre el abdomen un plato lleno de sal para

    que no se hinchase el cuerpo; se tenía sobre el cadáver hasta la hora del entierro29.

      Observamos como se constata en toda la Península Ibérica es muy frecuente la

    presencia de cerámicas bien en el momento de la defunción bien en el día de difuntos,

    momento en el que desde la Edad Media se realizaban los añales  , consistentes en la realización

    de ofrendas en memoria de los difuntos, bien bajo la forma de misas y novenas, bien bajo la

    forma de ofrendas de comida o bebida, así como de cera y aceite. Es en este contexto en el que

    podemos situar los denominados platos de ánimas  , de los que tenemos un magnífico ejemplar

    en el Museo Numantino de Soria30 ,del siglo XIX y salido de los alfares de Almazán, el cual

    muestra una sencilla decoración geométrica en azul sobre el vidriado blanco del fondo bajo el

    cual aparece la palabra ANIMAS. Difiere este tipo de los modelos que presuntamente

    contuvieron las ofrendas de sal; las piezas que rescatamos en el depósito de San Bartolomé de

    Basardilla muestran una decoración basada en unas representaciones vegetales notablemente

    28 Dacosta, Gómez y Porro, op. cit . 230-231.29 Herrero Gómez, G. y Merino Arroyo, A. (1996): Costumbres populares segovianas de Nacimiento, Matrimonio y Muerte (Encesta

    del Ateneo, 1901-1902). Segovia.30 Bellido Blanco, A. (2006): Catálogo temático de los fondos etnográficos del Museo Numantino . Estudios y Catálogos, nº 15: 242.

    Junta de Castilla y León. Valladolid.

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    esquemáticas que asemejan palmas; este tipo de decoraciones son muy comunes dentro de la

    alfarería popular peninsular de los siglos XVIII y XIX. Trasunto seguramente simplificado de

    los motivos talaveranos de la serie de los helechos  , propios éstos del siglo XVI-XVII, este tipo

    de decoraciones a veces acogidos dentro de una serie que en ciertas ocasiones se ha

    denominado del plantón  y que los encontramos en ambientes monásticos31 , funerarios32 o en el

    servicio de mesa33. Si bien no podemos determinar hasta qué punto este tipo de decoraciones – 

    los motivos vegetales y más concretamente la palma34- tuvo en la sociedad tradicional del siglo

     XVIII relación con el mundo funerario, lo que si que parece claro es que fue una producción

    que se destinó en buena medida a estos menesteres; y no ya los tipos cerámicos, que también

    los encontramos en otros contextos, sino sobre todo el tema decorativo si atendemos al hecho

    de que tanto algunos de los platos recogidos en la iglesia de San Bartolomé de Basardilla como

    los de la iglesia de Santa Eulalia de Palenzuela (Palencia)35 , todos ellos de la serie Tricolor  de

    Talavera muestran curiosamente este motivo vegetal y no otro. En fin, dejamos para el futuro

    esta y otras cuestiones relativas a las ofrendas de sal, tema que habrá de incidir necesariamente

    en la consulta de la documentación y en especial de los Protocolos Notariales, los cuales ofrecen

     valiosas informaciones relativas a éstos y otros temas relacionados con el mundo de la muerte36 ,

    aquí apenas tratados.

    31 Moreda Blanco, J.; Martín Montes, M. A.; Fernández Nanclares, A. y González Fernández, Mª L. (1998): El Monasterio de San

    Benito el Real y Valladolid. Arqueología e Historia : 97. Ayuntamiento de Valladolid. Valladolid.32 Cruz Sánchez, P. J. (2008): “Un interesante conjunto cerámico del siglo XVIII procedente de la Iglesia de San Bartolomé de

    Basardilla (Segovia)”, Estudios del Patrimonio Cultural  , nº 00: 32-47. Valladolid.33 VV.AA. (2005b): Ficción y realidad en el Siglo de Oro. El Quijote a través de la Arqueología: 146-148. Madrid.34 Aunque es curioso como Jung la interpreta como símbolo de las ánimas.35 Sercam (2006): Informe de la intervención en la iglesia de Santa Eulalia de Palenzuela (Palencia). IV Fase . Informe inédito

    depositado en el Servicio de Cultura de la Junta de Castilla y León de Palencia. Valladolid.36 Baldo, J. A, García de la Barbolla, A. y Pavón, J. (2005): “Registrar la muerte (1381-1512). Un análisis de testamentos y mandas pías

    contenidos en los protocolos notariales navarros”, en Hispania. Revista Española de Historia,  vol. LXV nº 219: 155-226. Madrid.