A-Desalambrar: El fracaso de la Educación

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2da quincena de mayo, 2009

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# 3Mayo 2009Publicación Atemporal“El Fracaso de la Educación”http://colectivomirafl ores.blogspot.com

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No es necesario saber mucho sobre las leyes educacionales para comprobar el fracaso de la educación en Chile. Suficiente es darnos cuenta de que para entrar a un colegio, primero cotizamos las distin-tas matrículas y precios para luego ver qué posibilidades económicas tenemos para ponernos a estudiar. Lo peor es que, dentro de un sistema escolar que se concentra en el dinero antes que en la educación misma, no existe verdadera libertad pedagógica (educativa), y en la mayoría de las veces, los profesores que se adhieren a estas reglas del juego (a conciencia o no) reproducen y permiten que siga en evolución la política por la que se rige el sistema: y todos sabemos que en este sistema en general, predomina una política capitalista, o sea, basada en el poder del dinero, y no de la gente ni de sus conocimientos.

Ya en estos tiempos seríamos demasiado ingenuos si creemos que los servicios que ofrece el Estado no tienen que ver con su ideología, con su manera de ordenar al país. Por lo mismo, pregúntese algo ló-gico, vecino: ¿no es verdad que los ricos tienen más posibilidades (laborales, educacionales, culturales…) que los pobres?. Pregúntese porqué es así, porqué no se le dan las mismas buenas condiciones de un colegio privado a un colegio público, tanto en infraestructura como en educación. Esto es así porque al exigir altas sumas de dine-ro por las mejores condiciones, el sistema funciona como un “colador del pueblo”. Quienes tengan para pagar, recibirán los buenos tratos. Quienes no, permanecerán subordinados por los más ricos, recibiendo órdenes, acatándolas, y obedeciéndolas. Quizás los más ricos no serán malas personas, y no querrán hacerle daño, pero hágase otra pregunta: ¿para qué el Estado permite que existan cesantes? No puede ser porque no tengan plata para abrir mayores posibilidades laborales. El dine-ro le sobra a los poderosos. Un cesante será la presión para los que trabajan de que en cualquier momento los pueden echar para darle el trabajo a ese cesante que desesperadamente lo necesita. Y así prote-gemos nuestro puesto de trabajo, como un salvavidas en medio de una tormenta. Reflexione sobre lo recién dicho: ¿Por qué vivimos bajo una tormenta? ¿Por qué asumimos con normalidad un sistema tan desesperan-te, más aun ahora, en “tiempos de crisis”? ¿No será que el sistema neoliberal (ideología política que nos gobierna hoy en día) es en sí una crisis constante? Nos manipulan con carnadas para que mordamos su anzuelo, y creamos que esta cruda rutina y los miserables sueldos que nos pagan son normales, que es lo que merecemos. Merecemos mucho más, merecemos lo justo y digno, lo equivalente a nuestro esfuerzo.

Entonces volvemos al tema de la Educación. El punto de vista des-de el que se ordena y administra nuestra Educación, se basa en todo lo dicho anteriormente, y no en la formación valórica, intelectual, y cultural que nos permita ser mejores personas, jóvenes inteligen-

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tes que apliquen sus conocimientos en un trabajo que produzca buenos frutos para todos, para crear una sociedad mejor. El trabajo, ac-tualmente, no busca desarrollar un sistema de mejor convivencia, sino producir, simplemente producir. Cuestiónese porqué será así, y mire a su alrededor. Lo que producimos no genera una mejor sociedad, solo más dinero que ni siquiera llega a nuestros bolsillos, y se acumula en los bancos, los supermercados, los centros comerciales, las empresas privadas, etc. El colegio, por lo tanto, se transforma en la “fábrica” que reproduce a los futuros trabajadores que colaboren con la produc-ción, se trate de un médico, de un profesor, de un electricista, de un obrero o de un campesino.

Sin embargo, todo lo que decimos no significa que estamos acabados. No significa que hemos perdido. No nos queda dinero, ni posibilidades, ni siquiera trabajo digno. En cambio, nos queda el descontento, la rabia, el sueño de vivir mejor, la fuerza de ser la mayoría popular, el anhelo de justicia y, sobre todo, la dignidad. Con todo eso (que para el sistema neoliberal no vale nada, porque no produce dinero) solo necesitamos lo que nos une: la organización. Y gracias a estas herramientas, podemos luchar por esa verdad que buscamos sacar a luz, pero no mediante los canales que nos entrega el mismo sistema: los medios masivos de comunicación, las organizaciones autorizadas por el Estado (ese Estado que protege nuestras injusticias para tener Poder sobre nosotros), los medios que los privados administran... utili-zarlos solo reproduce el mismo sistema, solo nos hace postergar los engaños por los que seguiremos siendo víctimas injustamente. Quizás ganemos más tiempo, quizás ganemos más espacio, pero no el suficiente, no el definitivo, no el real. Las herramientas, entonces, serán otras, y entre ellas hay una fundamental: la construcción de Escuelas Popu-lares, autónomas e independientes del sistema Educacional neoliberal, que ofrezcan la verdadera educación, la que forme los valores y el conocimiento que permite crear jóvenes concientes que busquen aplicar su sabiduría, su educación, en lo justo y lo digno, en lo sano y siem-pre dispuesto al pueblo oprimido (y no a los empresarios ladrones). De esta manera, no estaremos permitiendo y desarrollando este sistema injusto y desigual, aceptando la derrota, transando nuestra dignidad. Sino que apuntaremos realmente a la destrucción del fracasado sistema desigual de Educación, y no a la reforma de las leyes, como sucede con la famosa LGE, la negociación de la tarifa escolar, o la creación de “colegios alternativos” que ofrecen una educación distinta, pero están obligados a cobrar altos precios para poder sostener su cons-trucción.

Vecino, vecina: dentro de este sistema, el dinero es la ley. Fuera de él, podemos forjar esa libertad, ese tiempo, y ese espacio, que durante siglos le robaron al estudiante, al trabajador y al cesante, al indígena, a la mujer, al niño y al anciano… a nosotros, al pueblo, a la clase explotada, a los dominados. Podemos reclamar nuestros de-rechos eternamente, o construirlos con valentía, de una vez por todas, y para siempre.

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La historia de nuestra población comenzó con la unión, orga-nización, esfuerzo y trabajo de un grupo de personas que vio su esperanza y futuro en este cerro llamado Miraflores. No hemos querido que esta historia (también nuestra) sea olvidada, la lu-cha y el esfuerzo por obtener un lugar digno en donde vivir aun continúan. No podemos bajar los brazos y pensar que estamos bien, tenemos que dejar de ser ¨la segunda ciudad¨ escondida entre los cerros y actuar como pobladores que somos.

Cuando la actividad económica experimentaba un crescendo en el rubro ferroviario e industrial comienza un masivo éxodo de trabajadores y sus familias, en busca de condiciones mas dignas para poder criar a sus hijos, instalándose principalmente en la zona de los arenales, al norte del estero marga marga, en peque-ñas piezas, cites, y barrios para obreros donde la vida no era sencilla y las condiciones de trabajo precarias, ahí es donde nace la capacidad de reconocerse como trabajadores y por lo tan-to como clase (clase asalariada). Así es como logran articularse identidades sociales tales como sindicatos, organizaciones popu-lares, etc., apelando y luchando concientemente para obtener su lugar donde desarrollarse y proliferar su calidad de vida; pero el poder tenía preparada otra cosa para la ciudad balneario, el crecimiento de la quinta región seguía y se pretendía transfor-mar a Viña del Mar en un balneario de nivel internacional, algo bonito y maravilloso, al contrario del motor de la ciudad, de la mano de obra y de los trabajadores.

El rumor de un casino en el litoral central ya era una rea-lidad en los arenales, ya se estaban acostumbrando a la idea de dejar sus viviendas para trasladarse a los cerros, al segundo mundo, ese que nadie conoce, ese que no se muestra en los comer-ciales de la ciudad bella: las poblaciones, allá en lo alto o como quieran, llamarle nuestro cerro representa nuestra identi-dad, nuestra vida y por sobre todo nuestra historia.

Antiguamente cuando los ingleses eran dueños del sector que conocemos actualmente como Sporting Club y sus alrededores, que limitaban en ese entonces con la hacienda Achupallas (actual Po-blación Achupallas), bosques de boldo, litre y coligue, cubrían los cerros de la ciudad balneario, que pronto sería habitada por inquilinos, artesanos, obreros y familias, el porvenir de Mira-flores se veía venir... (continúa en el próximo boletín).