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951-960 EL CULMEN DEL CALIFATO

Francisco Suárez Salguero

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Este libro lo ha escrito el Dr. D. Francisco Suárez Salguero, presbítero de la

Archidiócesis de Sevilla, el cual, con su elaboración propia y esmerada, lo pre-

senta teniendo en cuenta que por algunos de los textos que aquí se ofrecen, no

siendo muchos, cabría también considerarse como a modo de editor.

Agradeciendo a cuantas personas documentan al respecto por diversas fuentes

bibliográficas o informáticas.

Por todo ello y para no causar ningún perjuicio, ni propio ni ajeno, queda

prohibida la reproducción total o parcial de este libro, así como su tratamiento o

transmisión informática, no debiendo utilizarse ni manipularse su contenido por

ningún registro o medio que no sea legal, ni se reproduzcan indebidamente di-

chos contenidos, ni por fotografía ni por fotocopia, etc.

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A MODO DE PRÓLOGO

CÓRDOBA, CALIFATO DE ESPLENDOR

Con un siglo de existencia, el Califato Omeya de Córdoba supuso la etapa más bri-

llante de la historia hispanomusulmana, que rivalizó en poder con los mayores Imperios,

Reinos y Dominios de su tiempo, superándolos a todos. De los casi ocho siglos de pre-

sencia musulmana en la Península Ibérica, el período del Califato de Córdoba (929-

1031) fue el más ilustre y destacado. Durante esos decenios los soberanos omeyas que

residían en Córdoba pretendieron ejercer la suprema dignidad en todo el mundo musul-

mán, oponiéndose así a la preeminencia de los califas de Bagdad y recuperando el título

del que habían sido despojados a mediados del siglo VIII por los abasíes. Después de

trasladarse a Hispania y crear allí un emirato virtualmente independiente, Abderramán

III, en el año 929, daba el paso de proclamar su soberanía política y religiosa. Al mismo

tiempo, los omeyas pretendían hacer frente a la expansión de los fatimíes en el norte de

África, que también reclamaban para sí el título de califas. Todo ello coincidía con el in-

tento por parte del mismo Abderramán III de reafirmar su control de la Península Ibé-

rica frente a los reinos cristianos del norte, contra los que dirigió diversas expediciones,

no siempre exitosas. Este apogeo político del Califato Omeya en Al-Ándalus fue de cor-

ta duración: tras el reinado de Alhakén II y las ofensivas militares de Almanzor contra

los territorios cristianos del norte, desde Galicia hasta Cataluña, Córdoba asistió a una

rápida descomposición política, en medio de múltiples luchas dinásticas y de clanes que

desembocaron en la fragmentación andalusí, en los reinos de Taifas. Pero tras su caída

el Califato dejaba una herencia imborrable, sobre todo en el ámbito de la cultura. A lo

largo del siglo X Córdoba se había convertido en capital cultural mundial, a la que se di-

rigían en busca de conocimientos tanto musulmanes como cristianos. La literatura y las

ciencias tuvieron cultivadores insignes, como el poeta Ibn Abd Rabí, el historiador Al-

Razi o el matemático Al-Mayriti. Sobre todo, el Califato cordobés dejó dos obras cum-

bres de la arquitectura islámica: la mezquita de Córdoba, que gracias a sus ampliaciones

en el siglo X alcanzó celebridad en todo el orbe musulmán; y la ciudad-palacio de Me-

dina Al-Zahra (o Azahara), construida por orden de Abderramán III a poca distancia de

Córdoba, verdadero prodigio de arte y refinamiento.

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Año 951

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LEÓN

El rey Ramiro II, que motivado por su precaria salud abdicó el día 5 de enero a favor

de su hijo Ordoño, murió en pocos días después de haber tomado esa resolución. Tenía

53 años de edad y había reinado durante dos décadas, habiendo derrotado a los musul-

manes en la bien recordada batalla de Simancas (año 939) y con una trayectoria vital

memorable. Su sucesor, Ordoño III (26 años de edad), hereda el reino astur-leonés que

comprende también Galicia.1

Ramiro II había sido el tercer hijo de Ordoño II y de Elvira Menéndez. De niño fue

encomendada su educación y crianza al poderoso matrimonio formado por Diego Fer-

nández y Onega que vivían en las tierras fronterizas del Duero.2

Recordemos: Año 924. Murió Ordoño II y heredó el trono su hermano Fruela II, sien-

do así que los hijos de Ordoño quedaron desplazados. Fruela II murió al cabo de un año,

afectado de lepra. Entonces se produjo una disputa sucesoria entre Alfonso Froilaz, hijo

de Fruela, y los hijos de Ordoño (Sancho, Alfonso y Ramiro). Alfonso Froilaz era apo-

yado por los nobles asturianos, mientras que los hijos de Ordoño eran respaldados por

los nobles y señores galaicoportugueses, además también de ser apoyados por el nava-

rro Sancho I Garcés.

Como finalmente se impusieron los hijos de Ordoño, el resultado sucesorio trajo como

consecuencia el reparto de soberanía, quedando dividido el reino de la siguiente manera:

León, sorprendentemente y con primacía, correspondió a Alfonso,3 segundogénito de

Ordoño; Galicia (hasta el Miño) fue para Sancho, el primogénito; y Portugal (desde el

1 Está casado con Urraca de Castilla, hija de Fernán González. Nada más comenzar su reinado tuvo que

afrontar ataques de musulmanes (o aliados de éstos y muladíes) sobre sus territorios, destacando los que

tuvieron origen en Badajoz hacia Galicia y en Toledo hacia Talavera.

Ramiro II estuvo casado en primeras nupcias con su prima hermana Adosinda Gutiérrez, hija del conde

Gutierre Osorio y de Aldonza Menéndez, hija a su vez del conde Hermenegildo Gutiérrez, siendo ella por

tanto hermana de Elvira Menéndez, la madre de Ramiro. Del matrimonio de Ramiro y Adosinda nacieron:

Bermudo (que murió niño, en el año 941), Teresa Ramírez (casada con el rey García Sánchez I de Pam-

plona en el año 943) y Ordoño (quien ahora le sucede como Ordoño III).

Parece ser que por exigencias canónicas y por exigencias de alianza política, Ramiro se vio obligado a

repudiar a Adosinda, casándose entonces en segundas nupcias con Urraca Sánchez, hija de Sancho Garcés

y de Tota Aznar de Navarra. De este matrimonio nacieron: Sancho (que sucederá a Ordoño III como

Sancho I de León) y Elvira Ramírez (que ingresó como monja en el monasterio de San Salvador de Palat

del Rey en León). 2 Y más tarde en la zona portuguesa perteneciente al valle del río Mondego, que entonces se estaba repo-

blando en torno al infante Bermudo Ordóñez, hermano de Alfonso III, de quien Onega era sobrina. Ra-

miro se ganó en pocos años la admiración entusiasta de la gente más briosa contra los moros, cayendo

muy bien a todos y siendo pronto objeto de espontáneos homenajes en forma de coplas y relatos sobre su

valor e inteligencia.

3 Alfonso IV el Monje.

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Miño hasta el Mondego) para Ramiro, igualmente con título de rey. Los hermanos estu-

vieron conformes entre ellos con ese reparto.

Bermudo Ordóñez y Diego Fernández murieron poco antes de 928, pero ya desde 926

el infante Ramiro se estaba haciendo cargo de aquellos territorios con avances territo-

riales hacia el sur, adentrándose con frecuencia hacia el Tajo desde los emplazamientos

de Viseo y Coímbra. Por eso, el territorio portugués fue adjudicado al joven Ramiro

cuando se aplacó la mencionada y recordada contienda sucesoria, habiendo perdido en

ella los partidarios de Alfonso Froilaz. Además, Ramiro se había casado con la portu-

guesa Adosinda Gutiérrez, hija de Gutierre Osorio y de Aldonza Menéndez.

La coronación de Alfonso IV en León tuvo lugar el 12 de febrero del año 926. Poco

después, el 23 de febrero, se encontraba ya Ramiro en su corte de Viseo. Aquí dio su

primer testimonio de realeza, mostrando su gratitud pública, con todo afecto, a sus pa-

dres nutricios, Diego Fernández y Onega, entonces representados ya por su hija Munia-

dona Dias, casada con Hermenegildo González. Ramiro les donó la villa de Creximiri,

solemnizando aquel acto con la presencia y suscripción de un grupo de personajes dis-

tinguidos que se convirtió en su selecto séquito.

Cuando murió su hermano Sancho (año 929), Ramiro fue coronado también como rey

de Galicia. Esto tuvo lugar en Zamora, ciudad que Ramiro escogió desde entonces como

capital de su ampliado reino.

Mas tarde (año 931) ocurrió la muerte de Oneca, esposa de Alfonso IV de León, sien-

do aquella muerte de mucha y depresiva desazón para el rey. Fue entonces cuando Al-

fonso reclamó a su hermano Ramiro para que se hiciera cargo también de León, mani-

festándole su intención de ingresar como monje en el monasterio de Sahagún.

La coronación de Ramiro II en León tuvo lugar el 6 de noviembre de ese mismo año

931. Y con la intención de organizar un gran ejército y auxiliar a Toledo (los toledanos

le habían pedido ayuda contra Abderramán III), ya en el año 932 estaba Ramiro en Za-

mora preparándolo todo. Entonces ocurrió que Alfonso IV, arrepentido de haber renun-

ciado al trono (y porque la oración monástica no le consolaría bastante), volvió a León

con la intención de reinar de nuevo.

Cuando Ramiro se enteró de eso (por mensaje que le hizo llegar el obispo Oveco4 de

León, encargado del gobierno durante la ausencia de Ramiro), marchó a León con sus

tropas metiendo en prisión a Alfonso.

La situación que se creó fue aprovechada por el primo Alfonso Froilaz y sus herma-

nos, los hijos del rey Fruela II (el leproso), en un serio intento de hacerse con el poder.

Sin embargo, el enérgico e inflexible Ramiro II contaba con el valioso auxilio del conde

Fernán González de Castilla e igualmente del rey navarro Sancho I Garcés. En pocos

días dominó la situación y persiguió a sus enemigos hasta Oviedo siendo derrotados.

Tras capturarlos, ordenó que les sacaran los ojos a todos, incluido a su hermano; luego

fueron confinados en el monasterio de Ruiforco.5

4 A Oveco Núñez (928-950) le sucedió Gonzalo (951-966) como obispo de León.

5 Monasterio desaparecido ubicado en las cercanías del municipio homónimo de la provincia de León.

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Una vez consolidado en el trono leonés, prosiguió Ramiro sus guerras y conquistas te-

rritoriales hacia el sur. Comenzó conquistando la fortaleza omeya de Magerit6 (a me-

diados del año 932) para poder encaminarse hacia Toledo. Pero el territorio, a lo largo

del Tajo, estaba ya bastante protegido por el califa. Ramiro sólo pudo desmantelar Ma-

gerit y depredar sus tierras más próximas, llevándose de allí a muchos cautivos y te-

niendo que soportar las noticias de una entrada triunfal de Abderramán III en Toledo (2

de agosto del año 932).

A comienzos del verano del año 933, el propio califa cordobés se presentaba con su

ejército frente a San Esteban de Gormaz o Castromoro, de lo que Ramiro tuvo noticia

por correos que le envió Fernán González. En cuanto lo supo,7 el rey puso en movi-

miento su ejército y salió contra ellos en un lugar llamado Osma, e invocando el nom-

bre del Señor, mandó ordenar sus huestes y dispuso que todos los hombres se prepara-

sen para el combate. El Señor le dio gran victoria, pues matando a buena parte de ellos

y haciendo muchos miles de prisioneros trájolos consigo y regresó a su ciudad con se-

ñalado triunfo.

Durante el verano del año 934, los omeyas cordobeses, avanzando por Castilla, se di-

rigieron al nordeste. Después de arreciar en aceifa sobre Osma llegaron a Pamplona,

donde fue sometida la reina Tota, volviéndose luego por Álava y Burgos. En un ataque

inolvidable al monasterio de Cardeña dieron muerte a 200 monjes. Luego, acosados en-

tre guerrillas y varias emboscadas, retrocedieron desde Hacinas8 poniendo rumbo a Cór-

doba. Ramiro II llegó al Duero cuando el ejército cordobés ya había alcanzado Burgos y

Pamplona destrozándolo todo. El rey leonés tomó sin gran esfuerzo la fortaleza de Os-

ma y esperó allí el regreso de las tropas enemigas, que marchaban por el mismo camino

por donde habían ido.9

Pasados tres años de aquello, Ramiro II se mostró hábil y rápido en ayuda del muladí

Aboyaia (Abu Yahya), señor de Zaragoza, a quien Abderramán había acusado de trai-

ción culpable en lo referente al desastre sufrido en Osma. El rey leonés reunió su ejér-

cito y se encaminó con él a Zaragoza. Aboyaia se sometió entonces a Ramiro y puso sus

territorios a disposición libre de los cristianos. Entonces los leoneses, con la ayuda na-

varra, sometieron para sí los castillos y fortalezas de Aboyaia, quedando reducida toda

rebelión.10

Ramiro entró otra vez triunfalmente en León.

6 Madrid.

7 Según narra el cronista Sampiro (sabio obispo de Astorga en la primera mitad del siglo XI).

8 Las ruinas del castillo de Hacinas (Burgos) se hallan en lo más alto del pueblo. Esta construcción, pro-

bablemente levantada a finales del siglo IX, tuvo un destacado papel por su ubicación estratégica durante

los conflictos entre el condado de Castilla y el reino de Navarra.

9 Los Anales Castellanos Primeros cuenta que “Segunda vez vinieron los moros a Burgos, en la era 972

(año 934). Pero nuestro rey Ramiro les salió al encuentro en Osma y mató a muchos millares de ellos”.

10

El rey cristiano dejó guarniciones navarras en todos esos castillos bajo su control y sus órdenes.

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Tras la pérdida de Zaragoza, tan estratégicamente fronteriza para el califato, se en-

tiende que Abderramán III se embraveciera sobremanera y emprendiera la gran ofensiva

cordobesa. No cabía en el ánimo del califa tanta humillación por parte del rey leonés,

considerándolo no más que un burdo gallego con menos recursos que él. Abderramán

III reaccionó organizando un poderoso ataque. Tras cercar Calatayud, fue conquistando

uno tras otro todos los castillos de la zona. Viéndolo a las mismas puertas de Zaragoza,

Abu Yahya capituló sin más, poniéndose del lado del califa contra Navarra. La siguiente

en capitular plenamente ante el califa fue la reina Tota, declarándose del todo vasalla de

Córdoba.

El califa omeya11

concibió entonces un proyecto gigantesco para acabar de una vez

por todas con el reino leonés, proyecto al que denominó gazat al-kudra o campaña del

supremo poder. El omeya reunió a más de cien mil hombres alentados por la llamada a

la yihad. Desde la salida de Córdoba se dispuso que todos los días se entonase en la

mezquita mayor la oración de la campaña, no con sentido deprecatorio, sino como an-

ticipado agradecimiento de lo que no podía menos de ser un éxito incontrovertible.

A la cabeza de tan imponente fuerza militar, el califa cruzó las sierras del Sistema

Central peninsular y se adentró en territorio leonés (verano del año 939). Ramiro II reu-

nió una coalición de navarros, leoneses y aragoneses, resultando de tal defensa y batalla

la aniquilación de los ejércitos de Abderramán (era mes de agosto). Fue la memorable

batalla de Simancas,12

de la cual el mismo Abderramán salió muy malherido y profun-

damente derrotado,13

dejando en poder de los cristianos un precioso ejemplar del Corán

(producido en Oriente) con sus valiosas guardas y su maravillosa encuadernación, y

también pasando a manos de los cristianos su inestimable cota de malla, tejida con hilos

de oro, que el sobresalto del desastroso suceso no le dejó tiempo a vestir.14

Desde en-

tonces no guerrea Abderramán.

Además de obtener tan señeras victorias y extender las fronteras del reino desde el

Duero hasta las cercanías del Tajo, Ramiro II estabilizó y fortaleció el entramado admi-

nistrativo, completando la tarea de asentamientos mozárabes y su organización, que en

algunas comarcas, como la cuenca del Cea, fue dirigida personalmente por el rey.

Engrandeció su Corte erigiendo un nuevo Palacio Real, mientras con su propio pa-

trocinio y peculio restauraba el monasterio de San Claudio y fundaba los de San Mar-

celo y San Salvador, contiguo a su Palacio. León se engrandecía como nunca. Muchos

11

Tal como lo cuenta Sampiro.

12

Ciertamente una de las batallas más trascendentales en la historia de España e incluso de Europa.

13

Sampiro cuenta que “escapó semivivo”.

14

Añade Sampiro que del campamento islamita o mahometano trajeron los cristianos (a León y para la

coalición cristiana) muchas riquezas con las que medraron Galicia, Castilla y Álava, así como Pamplona

y su rey García Sánchez.

Esta victoria permitió avanzar la frontera leonesa del Duero al Tormes, repoblando lugares como Le-

desma, Salamanca, Peñaranda de Bracamonte, Sepúlveda y Guadramiro. El cauce del Tajo estaba cada

vez más cerca de los cristianos.

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monasterios por todo el territorio leonés recibían donaciones y muchas prebendas de

apoyo.

Ramiro II fue normalizando y desarrollando con acierto las funciones administrativa y

jurisdiccional, planificando los cuadros personales de la Curia Regia y de cuantas ins-

tituciones se le subordinaban. Fue ferviente cristiano y mostró sus desvelos por el buen

desenvolvimiento de la vida cristiana. Se fueron construyendo muchas iglesias.

Como podemos recordar, en los últimos años de vida del rey Ramiro II, se mostraron

rebeldes e independentistas los condes de Castilla, Fernán González, y de Saldaña, Die-

go Muñoz (suegro y yerno respectivamente). Esta rebeldía se desbordó en el año 943.

Fernán González, que había sido la mano derecha del monarca, provocó la ira del so-

berano al violar la tregua establecida con el califato cordobés haciendo por su cuenta

una campaña de saqueo bastante destructiva, con desacuerdo total de Ramiro.

Tras encargar la repoblación de Peña Falcón (Peñafiel) y Cuéllar a Assur Fernández,

distinguido como conde de Monzón, Fernán González (igual que su yerno) se sintió mo-

lesto y agraviado, ya que dicho nuevo condado era una obstrucción que impedía su

expansión hacia el sur. Vieron frustrados sus deseos de afirmación castellana.

Fernán González y Diego Muñoz15

ejercieron tiranía contra el rey Ramiro, y aún pre-

pararon la guerra. Mas el rey, como era fuerte y previsor, cogiólos, y uno en León y otro

en Gordón, presos con hierros, los echó en la cárcel. Efectivamente, en el año 944,

Fernán González estaba ya encarcelado, y en Castilla había sido reemplazado por su ri-

val, Assur Fernández y también por el segundogénito del rey, el infante Sancho, a quien

Assur Fernández serviría de ayo y consejero. Tras este descabezamiento, las aguas vol-

vieron a su cauce en Castilla y se impuso la autoridad regia.16

Diego Muñoz falleció

también en este año 951.

15

Como nos cuenta Sampiro.

16

La prisión de Diego Muñoz, conde de Saldaña, pudo durar sólo unos meses, mientras que la del conde

de Castilla, Fernán González, debió de durar algún tiempo más, hasta la Pascua del año 945. Ramiro II

liberó al traidor, no sin antes hacerle jurar fidelidad y obligarle a renunciar a sus bienes. Para dar solem-

nidad a lo pactado, poco después se celebró la boda entre la hija del conde, Urraca Fernández, y su propio

hijo y heredero, Ordoño III.

Sin embargo, recuperada su libertad y aun con pacto de por medio, Fernán González siguió reafirmán-

dose y proclamándose conde de Castilla de un modo poderoso o prepotente, aunque refugiado en la parte

más oriental de Castilla. Las aludidas e históricas disensiones internas debilitaron el reino leonés, apro-

vechándolo los musulmanes para proseguir con varias y sucesivas aceifas de castigo a los territorios cris-

tianos del norte. Si seguimos los estudios del arabista Lévi-Provençal, podemos sostener que durante es-

tos años Fernán González pudo establecer algún tipo de amistad o de alianza con Abderramán III. De

hecho, no hubo aceifas contra Castilla, como sí las hubo contra León y Galicia. En el año 940, Ahmed ibn

Yala dirigió una considerable aceifa por las comarcas leonesas; y en el año 944 Ahmed Mohamed ibn

Alyar capitaneó otra aceifa por Galicia; al mando de Kand, cliente del califa, hubo nueva aceifa por allí

aunque malograda en sus intentos de penetración a la altura de Zamora, en el año 947, pero él mismo,

dirigiendo otra aceifa, se introdujo hasta Ortigueira.

Con tantas expediciones en contra, tan pertinazmente dirigidas hacia territorios leoneses, Ramiro II hu-

bo de concentrase a occidente de su reino, descuidando mucho las tierras castellanas, lo que fue aprove-

chado por Fernán González para recuperar todo lo perdido, y tanto recuperó que las relaciones no tu-

vieron otra opción que la de mejorar, incluso hasta serle restituidos y reconocidos todos los honores

condales. Y pronto regresó a León el infante Sancho y Assur Fernández volvió a su condado de Monzón.

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Relativamente tranquilos, aunque sucediéndose aceifas moras, fueron pasando los

años. Estábamos ya en el año 950 cuando el monarca leonés, desde Zamora, se dirigió

guerreando hacia el Tajo, con provechoso saqueo que le favoreció, siendo derrotados

una vez más los musulmanes en Talavera.17

A partir de entonces, físicamente decaído, el rey Ramiro empezó a ser sustituido por

su hijo y sucesor Ordoño III. Después de un viaje a Oviedo, Ramiro dio serias muestras

de enfermedad con síntomas de irrecuperable. La última vez que apreció en público fue

para abdicar voluntariamente, el 5 de enero de este año 951 como hemos recogido y se-

ñalado. Consciente de su cercana muerte, el rey Ramiro pidió ser llevado desde su pa-

lacio hasta la contigua iglesia de San Salvador. Allí, en presencia de cuantos le acom-

pañaron, se despojó de sus vestiduras y vertió sobre su cabeza la ceniza ritual, uniendo

en el mismo acto la renuncia solemne al trono y la práctica de la penitencia pública in

extremis, con la misma fórmula que en su día proclamara y pronunciara San Isidoro de

Sevilla: “Desnudo salí, Señor, del vientre de mi madre y también desnudo quiero volver

a Ti. Tú eres mi ayuda y nada puedo temer de parte de los hombres”.

Ramiro II murió a los pocos días de realizado este gesto, recibiendo cristiana sepultura

en esa iglesia monástica de León.18

Se cuenta que Ramiro II, de profunda religiosidad,19

“no sabía descansar” (labori

nescius cedere), necesitando siempre de estar emprendiendo algo y de modo muy tem-

peramental, en lo cual se pareció en todo a su padre Ordoño II. Sólo el declive de su

salud le hizo declinar de sus tareas.

17

Según Sampiro, junto con el rico botín obtenido, el ejército de Ramiro II mató a 12.000 musulmanes e

hizo prisioneros a 7.000.

18

Como hemos indicado, Ramiro II fundó ese monasterio, que actualmente no existe, para satisfacer la

vocación de monja de su hija la infanta Elvira Ramírez. En esa misma iglesia recibirían también sepultura

los reyes leoneses Ordoño III y Sancho I. Los restos mortales de los tres soberanos leoneses allí sepul-

tados fueron posteriormente trasladados a la Basílica de San Isidoro de León, siendo colocados en una

capilla (no en el Panteón de Reyes), donde descansaban también los restos de otros reyes, entre ellos Al-

fonso IV el Monje.

19

Según un documento, fechado a 21 de febrero del año 934, que recoge la confirmación de privilegios

reales a favor de la sede compostelana por parte de Ramiro II, expresándose así: “De qué modo el amor

de Dios y de su santo Apóstol me abrasa el pecho, es preciso pregonarlo a plena voz ante todo el pueblo

católico”.

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Ramiro II de León

Madrid en el siglo X

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WINCHESTER

En Winchester,20

el 12 de marzo, murió el que fue su primer obispo, Elpegio.21

Había

sido monje y estuvo al servicio del rey Athelstan, de reinado entre los años 924-939.

Ahora reina Edred.

Elpegio fue nombrado obispo de Winchester en el año 934. Se mostró siempre lleno

de bondad, como gran eclesiástico y reformador.22

20

Winchester, situada en el extremo sur de Inglaterra, es la capital administrativa del condado de Hamps-

hire y actual sede del gobierno local del distrito. Esta ciudad mantiene importantes edificios históricos, de

entre los que podemos destacar su catedral, que empezó a construirse en el siglo XI y se concluyó en el

XVI, y el Winchester College. Del Palacio Real se conserva la Gran Sala, construida entre los años 1222-

1235, conocida porque en sus paredes estuvo supuestamente colgada la famosa mesa redonda del rey

Arturo. La actual mesa data del siglo XIV, no siendo por tanto contemporánea del mencionado rey. A

pesar de eso, sigue siendo uno de los principales atractivos de los turistas. La mesa original no estaba

pintada. El rey Enrique VIII, en 1522, ordenó que se pintara. Los nombres de los célebres caballeros están

escritos alrededor de la mesa.

Winchester fue la capital del reino de Wessex desde el año 519, siendo considerada por tanto capital de

Inglaterra en esos tiempos y posteriormente, antes de que lo fuera Londres. La tuvo como capital el rey

vikingo Canuto el Grande (1016-1035). Por un incendio, en el año 1141, entró en decadencia la ciudad.

21

San Elpegio de Winchester. Se conmemora el 12 de marzo. Según la tradición, el obispo San Dunstan

de Canterbury (909-988), de quien más tarde hablaremos, era de su familia. San Elpigio fue también tutor

del que más tarde sería uno de sus sucesores en el obispado de Winchester, San Aethelwold (963-984).

22

Recibió sepultura en la Old Minster, la que se reemplazaría después por la catedral de Winchester.

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~ 14 ~

PAVÍA

Otón I de Alemania (desde el año 936), hijo de Enrique I el Pajarero, de la dinastía

sajona,23

fue proclamado rey de los francos. Tiene ahora 39 años de edad. No le fue fá-

cil reinar hasta el momento, pues tuvo que soportar algunas sublevaciones nobiliarias y

familiares. No obstante, con paciencia conciliadora y acertadamente fue consolidándo-

se en el trono, todo ello a base de ir repartiendo cargos y dignidades entre obispos y no-

bles con señorío, sofocando así todas las disputas sucesorias. Por ejemplo, a su herma-

no Enrique, que había intentado estrangularle, no sólo le perdonó la vida sino que le

concedió el ducado de Baviera.

En este año 951 emprendió viaje a Italia, desde donde reclamó su presencia Adelaida,

viuda del rey Lotario II, pues se encontraba cautiva.24

Otón I se casó con ella, procla-

mándose así, en Pavía, rey de los francos y de los lombardos. Fue el 23 de septiembre.

Muy pronto tuvo que regresar a Alemania, porque los magiares se están preparando

para un feroz ataque.

23

Podemos recordar que los sajones fueron cristianizados por fuerza a iniciativa de Carlomagno.

24

Se trata de Santa Adelaida, quien seguramente fue la mujer europea más interesante del siglo X. Hija,

esposa (por dos veces) y madre de reyes de Italia, llegó a ser coronada emperatriz del Sacro Imperio Ro-

mano Germánico. De ella trataremos más adelante y sobre todo en el momento de su muerte (año 999).

Como Santa se conmemora el 16 de diciembre.

Lotario II de Italia, a menudo nombrado como Lotario de Arlés, fue rey de Italia desde el año 948 hasta

su muerte (año 950). Pertenecía al noble linaje franco de los Bosónidas (descendientes de Boso de Pro-

venza). Su padre y predecesor en el reino fue Hugo de Italia y su madre una mujer de estirpe germana lla-

mada Alda (o Hilda). Aunque Lotario II ostentaba el título de rex Italiae, nunca llegó a ejercer como tal.

Fue prometido en matrimonio (año 931, siendo todavía un niño de más o menos 6 años de edad) y se casó

(el 12 de diciembre del año 937) con Adelaida de Italia, novia que entonces tenía 15 años de edad. Ade-

laida era animosa, simpática e inteligente, hija de Rodolfo II de Borgoña y de Berta de Suabia.

El matrimonio de Lotario II fue parte de un acuerdo político diseñado para establecer una paz entre el

padre de ella y el de él. La pareja tuvo una hija, Emma, que llegó a ser reina de la Francia Occidental

cuando se casó con Lotario, rey carolingio de Francia (Hijo de Luis IV y Gerberga de Sajonia, hermana

de Otón I).

Como queda dicho, el poder de Lotario II en Italia fue meramente nominal. Desde que un levantamiento

nobiliario (año 945) llevó a su padre Hugo a un exilio forzoso, Berengario II de Italia retuvo todo el poder

en sus manos y el mismo trono italiano. Lotario murió en Turín (22 de noviembre del año 950), segura-

mente envenenado por Berengario, que intentó cimentar su usurpado poder político en Lombardía, que-

riendo forzar a Adelaida, viuda de Lotario, a casarse con su hijo Adalberto. Pero la joven viuda se negó y

huyó con su hija Emma. Como fue localizada, la encerraron en Como (20 de abril del año en que estamos,

951). Fue encarcelada por orden de Willa de Arlés, esposa de Berengario, y ella misma se encargó de

maltratarla al no conseguir que accediera a casarse con su hijo. Adelaida logró fugarse y verse libre de

aquellos malos tratos (20 de agosto de este año 951). Primero anduvo por Reggio y luego se acogió a la

protección de Adalberto Atto de Canosa, cobijada así en el castillo de Canosa, castillo que sufrió un ase-

dio de Berengario sin que consiguiera asaltarlo.

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Año 952

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~ 16 ~

SANTIAGO DE

COMPOSTELA

El obispo de Iria Flavia pero residiendo en Santiago de Compostela es en este año25

Sisnando Menéndez (Sisnando II), hijo del conde Hermenegildo Aloitez26

y de Paterna

Gundesindez, habiendo sucedido a Hermenegildo (924-951).

Los obispos de estos tiempos, en estas tierras siempre amenazadas, bien por musul-

manes, bien por vikingos, o incluso por sublevaciones varias, son tan mitrados como ca-

balleros y diestros en guerrear. Se ejercen bastante en labores defensivas, en lo cons-

tructivo y en lo estratégico, sin que por eso dejen de dar por lo general muestras de ser

hombres piadosos y solícitos pastores.27

25

En el que las fuentes árabes citan un ataque victorioso de los musulmanes contra Ordoño III.

26

Hermenegildo Aloitez (898-066), miembro de la más alta nobleza gallega del siglo X, fue hijo del

conde Aloito Gutiérrez y de la condesa Argilo Aloitez. Uno de los hermanos de su padre fue Hermene-

gildo Gutiérrez, conde de Tuy y de Oporto y conquistador de Coímbra. Otro de sus tíos paternos fue el

conde Osorio Gutiérrez, abuelo de la reina Adosinda Gutiérrez, la primera esposa del rey Ramiro II de

León.

Hermenegildo fue nombrado conde de Présaras por el rey Ramiro II en el año 920 y fue su mayordomo

desde 937 hasta 949. Participó en las disputas nobiliarias de la época y junto con su esposa, Paterna

Gundesindiz, fundó el monasterio cisterciense de Santa María de Sobrado de los Monjes (año 952), al que

se retiró viviendo como monje a partir del año 958 y allí le sobrevino su muerte.

27

En Tuy (o Tui), con características semejantes, es obispo a partir de este año Wiliulfo, habiendo suce-

dido a Baltario (948-951).

En Astorga es obispo a partir de este año Odoario, sucesor de Salomón (931-951), que a su vez sucedió

a San Fortis (920-930).

San Fortis fue un monje benedictino, abad de San Pedro de Montes a la vez que obispo de Astorga. Dis-

cípulo de San Genadio.

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~ 17 ~

REIMS

En Reims28

está la Corte del reino franco y hasta allí se personaron los condes cata-

lanes, acompañados por el monje Sunyer de Cuixà, el mismo que se había encargado de

ir a Roma en estos años (950 y 951) con la misión de organizar y gestionar lo mejor po-

sible los asuntos eclesiásticos en los territorios catalanes. Con este mismo fin, y com-

pletando así las gestiones anteriores en Roma, y ante la Santa Sede, se emprendió el

mencionado viaje a Reims, ante Luis IV, el cual respondió de manera solícita y favora-

ble a casi todo lo que se le planteó por parte de sus ilustres visitantes. Los condados ca-

talanes están mucho más relacionados con los dominios allende los Pirineos que con el

resto de la Península Ibérica, sus reinos y Al-Ándalus.

28

Fue a finales del siglo III o principios del IV cuando se construyen las murallas alrededor de Reims,

apoyadas en los cuatro arcos triunfales construidos en el cardo y el decumanus, arcos que así se ven con-

vertidos en puertas de la muralla. De éstas se conserva actualmente la puerta de Marte, ubicada cerca del

que fue un templo dedicado a ese dios. Las murallas estaban reforzadas por un talud de unos 10 metros de

ancho y un foso. La construcción de semejante sistema defensivo requirió el derribo de varios edificios,

tanto para abrir espacio como para obtener materiales.

El obispo Nicasio (undécimo de la ciudad) construyó una primera catedral en la primera mitad del siglo

V sobre las antiguas termas galo-romanas. Allí, estando dedicada la iglesia a Santa María la Virgen, fue

donde se bautizó Clodoveo y muchos francos, a finales del siglo V, siendo obispo oficiante de tales bau-

tismos el obispo San Remigio.

Allá por los siglos VI-VII las murallas de Reims guardaban en su perímetro unas 60 hectáreas. En el

año 916, Ludovico Pío, hijo de Carlomagno, eligió Reims para su consagración como emperador. La im-

portancia que esto otorgó a la ciudad llevó a su arzobispo Ebón (816-835) a iniciar en ese mismo 816 las

obras de una nueva catedral para reemplazar el edificio del siglo V. Para la construcción se utilizaron pie-

dras de las murallas, demostrando la sensación de seguridad que había en la época. La obra fue conti-

nuada por el arzobispo Hincmaro (845-882), siendo consagrada en el año 862. El cronista Flodoardo de

Reims describe dicha catedral como un edificio imponente, con pavimento de mármol, bóvedas bella-

mente pintadas, vidrieras, un frontón adornado de excelentes mosaicos y techo de plomo.

Por efecto de los ataques normandos sobre la ciudad, las murallas hubieron de ser restauradas (entre los

años 883-887), empleándose en ello piedras de una de las iglesias que destruyeron. El recinto fortificado

continuaba cubriendo unas 60 hectáreas.

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~ 19 ~

Año 953

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~ 20 ~

LEÓN Y CÓRDOBA

El rey Ordoño III tuvo que enfrentarse al apoyo que castellanos (cuyo conde es Fernán

González, su suegro, padre de Urraca) y navarros (cuya reina es Tota, vasalla del cali-

fato cordobés) estaban dando a su hermano Sancho29

intentando derrocarle a él. Ordoño

III pudo detener a los ejércitos atacantes a orillas del río Cea, mientras se acercaban a

León.30

Además de esto, Ordoño III tuvo que enfrentarse también a dos expediciones o aceifas

atacantes de musulmanes en sus territorios leoneses (Yilliquiyya, como llaman los ome-

yas cordobeses a las tierras de Galicia y León). En una de esas expediciones, la guiada

por el caíd Ahmad ibn Yala, resultaron muertos muchos cristianos, siendo capturados y

encaminados a Córdoba muchos niños y mujeres. En la otra aceifa, dirigida por el caíd

Galib pero contra Castilla, ocurrió otro tanto.

El 6 de agosto, los musulmanes arremetieron contra el monasterio burgalés de Carde-

ña y asesinaron a sus 200 monjes.31

29

Que le sucederá como Sancho I de León en el año 956.

30

Afluente del río Esla (afluente del Duero) que discurre por las provincias de León (sobre todo, atrave-

sando, por ejemplo, por Sahagún), Valladolid y Zamora. El Cea desemboca en el Esla cerca de Benavente

(Zamora).

31

Se piensa que este monasterio estaba ya en activo en tiempos visigodos, aunque su fundación, a tenor

de las fuentes disponibles, data del año 899.

Los 200 monjes martirizados el 6 de agosto del año 953 fueron oficial y solemnemente canonizados en

el año 1603, siendo Papa Clemente VIII. Cada año, el 6 de agosto, aniversario del martirio, la tierra del

claustro donde fueron sepultados los mártires, se teñía de un color rojizo que parecía sangre. El milagroso

prodigio, ampliamente testificado, se fue repitiendo hasta finales del siglo XIV. En el año 1674, ya una

vez levantado el nuevo claustro de estilo herreriano, se reprodujo el hecho, personándose entonces al lu-

gar el arzobispo de Burgos Don Enrique de Peralta, el cual vivamente impresionado encargó un estudio,

interviniendo médicos y teólogos. El resultado de aquello fue que allí estaba la sangre de los monjes

mártires.

Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), el monasterio de Cardeña fue convertido en campo de

concentración para prisioneros de guerra. El 1 de febrero del año 1967 un violento incendio destruyó las

tres cuartas partes del monasterio, habitado desde 1942 por la abadía trapense de Nuestra Señora de los

Mártires.

La prosperidad del monasterio en la época altomedieval se refleja en la calidad de su célebre scrip-

torium, del que salieron obras extraordinarias. El Beato de San Pedro de Cardeña fue realizado entre los

años 1175-1180. Cuenta con 290 páginas y 51 miniaturas. 127 folios se encuentran en el Museo Ar-

queológico Nacional de Madrid, 2 en la Biblioteca Francisco de Zurbarán y Basabe, también en Madrid

(donde igualmente se halla el Cartulario de San Pedro de Cardeña), 1 en el Museo Diocesano de Gerona

y otros 15 en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

El monasterio de Cardeña, digno de ser visitado, con su larga historia, ha tenido numerosas remodela-

ciones y se condensan en él varios estilos. Mucho hay en él relacionado con el Cid Campeador. En este monasterio se conserva también la bodega románica más antigua de España, manteniéndose en

uso comercial. Se elabora el tinto Valdevegón de Rioja.

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~ 21 ~

El 12 de agosto se leían en Medina Al-Zahra32

(y luego a la población cordobesa) dos

cartas que habían llegado anunciando lo exitoso de las aceifas. Cuando entraron en Cór-

doba Ahmad y Galib fueron recibidos con estruendo multitudinario. Los cordobeses

(musulmanes) se regocijaron mucho con la gran cantidad de cruces y campanas que,

además de los numerosos cautivos (mujeres y niños), los caídes traían.

Encabezada por el benedictino Juan de Gorze,33

llegó a Córdoba una embajada de

Otón I para que pudiera ser recibida por Abderramán III. Juan sabe que la carta que trae

para el poderoso califa es ofensiva contra el Islam y que él será hombre muerto en

cuanto la entregue. Resulta que dicha carta es la respuesta de Otón a la que le enviara

Abderramán en embajada del año 950 y que el rey interpretó como ofensivamente anti-

cristiana. Menos mal que el obispo de Córdoba, también de nombre Juan, pudo mediar

ante el monje Juan para que se gestionaran mejor las cosas, más prudentemente, ante el

califa, empezando por demorar la audiencia concedida. También el rabino de la ciudad,

Hasday, aconsejó lo mismo e intervino al respecto. La recepción ante el califa quedó re-

trasada al menos hasta el año 956.34

También hubo embajada catalana en Córdoba. En la carta presentada a Abderramán,

el conde Miró es llamado rey de Barcelona y Tarragona. Todo parece indicar que el

motivo de esta embajada, continuación de las tenidas entre Cataluña y Roma y Reims,

es solicitar del califa una generosa afirmación acerca de la gestión catalana sobre Ta-

rragona.

32

Cuyo Salón Rico se está construyendo ahora.

33

San Juan de Gorze. Se conmemora el 27 de febrero. Nació en Lorena, de padres campesinos. Apenas

tuvo edad para trabajar, siendo de inteligencia despierta, su padre le puso ya al frente de muchas tareas y

gestiones. Al crecer sus otros hermanos sintió la llamada a la vida monástica, impresionado sobre todo

porque conoció a una monja que se mortificaba con cilicio. Juan quiso llevar esa vida de consagración y

penitencia. Pronto se le juntaron otros con los mismos deseos de perfección. Quiso marchar pronto a

Italia, para ingresar en la familia benedictina, pero no le fue posible. Tuvo noticia de ello el obispo de

Metz y le encargó entonces que restaurara la cercana abadía de Gorze. Una vez restaurada la abadía, el

obispo nombró como abad a Einoldo, siendo Juan el portero y el administrador de la misma. Desempeñó

tan acertadamente su trabajo, y con tan ardiente caridad, que enseguida floreció material y espiritualmente

aquella abadía que tan decaída había estado.

En este año en que estamos (953), Otón I le encomendó la difícil tarea diplomática de verse con Ab-

derramán III, dura tarea en la que Juan hubo de empeñarse durante tres años.

Al regresar a Gorze, habiendo muerto el abad Einoldo, Juan fue elegido abad, prosiguiendo en su es-

piritual vida de perfección cristiana, con mucha austeridad. Se cuenta de él que tenía una memoria prodi-

giosa. Murió en el año 976.

34

Ver más en el Epílogo, al final.

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~ 22 ~

TAHERT

Al morir de grave enfermedad el califa fatimí Al-Mansur (19 de marzo), el goberna-

dor califa de Tahert, el zanata Yala Al-Ifrani, se declara vasallo del califa de Córdo-

ba.35

Al-Mansur es sucedido por su hijo Maad Al-Muizz Li Dinillah.36

35

Ismail Al-Mansur (Ismael Almanzor, 913-953) fue el tercero de los califas fatimíes en Ifriqiya, siendo

califa dese del año 946, cuando sucedió a su padre Mohamed Al-Qaim (934-946). El reino fatimí se

encontraba en profunda crisis desde la rebelión de Abu Yazid (943-947). Sin embargo, después de que la

unidad de los rebeldes comenzara a agrietarse, Ismail pudo manejar la rebelión con la ayuda de los bere-

beres ziríes. Fue después de esta vitoria cuando dio en llamarse Al-Mansur, y construyó una residencia

nueva en el Al-Mansuriya cerca de Kairouan. Se empleó a fondo en reorganizar el califato fatimí. Rea-

sumió la lucha contra los omeyas cordobeses presentes en el norte de África y recupero Sicilia reforzán-

dola, desde donde se incrementaron las incursiones sobre Italia, siendo también una amenaza para Bi-

zancio.

36

Maad Al-Muizz Li Dinillah (932-975), cuarto califa fatimí en Ifriqiya (953-975) será célebre por su

conquista de Egipto, contra los abasíes. Al-Muizz era renombrado por su tolerancia de otras religiones, y

era popular entre los judíos y cristianos.

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Año 954

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~ 24 ~

REIMS

El día 10 de septiembre, a causa de un enfrentamiento armado, a las afueras de Laon,

murió el rey Luis IV (apodado de Ultramar) de Francia, de dinastía carolingia, justo

cuando cumplía 34 años de edad, pues había nacido en Laon el día 10 de septiembre del

año 920.37

Reinó desde 936, durante 18 años.38

Habiéndose casado con Gerberga de Sajonia, hija de Enrique I el Pajarero y hermana

de Otón I,39

le nacieron 8 hijos, de los que destacan (aún viven): Lotario (rey de Francia

Occidental y que ahora, con 13 años de edad, es su sucesor),40

Carlos (duque de la Baja

Lotaringia) y Matilde (que está casada con Conrado III de Borgoña, apodado el Pacífi-

co).41

37

Hijo de Carlos III el Simple (que reinó de 898 a 922) y de la princesa inglesa Eduviges. Tenía tan sólo

3 años de edad cuando tuvo que acompañar a su madre a refugiarse tras ser depuesto del trono su padre.

Por eso, al regresar, vino de ultramar, lo que explica su apodo. Como podemos recordar, no sucedió di-

rectamente a su padre sino a Raúl I, quien a su vez había sucedido a Roberto I. En el año 921, parte de la

nobleza franca y el clero se levantaron en contra de Carlos III el Simple, sin que en aquello tuviera nada

que ver Roberto I, aunque tuvo que derrotarlo. Carlos tuvo que retirarse a Lotaringia y Roberto fue co-

ronado en Reims (29 de junio del año 922) Luego, tras reunir un ejército, Carlos III el Simple se enfrentó

contra Roberto I cerca de Soissons (15 de junio del año 923). Roberto murió asesinado, pero Carlos no

pudo recuperar el trono y acabó sus días confinado. Los nobles en asamblea eligieron a Raúl I, duque de

Borgoña, para sucederle.

A la muerte de Raúl I, Luis IV regresó a Francia para sucederle, aunque sólo pudo controlar como do-

minio propio Laon y algunos territorios norteños. Su gran oponente fue el conde Hugo de París, hijo de

Roberto I.

38

Último rey de la dinastía carolingia en Francia. Fue sepultado en Reims.

39

Hijos de Santa Matilde de Ringelheim. Hija ésta del conde sajón Dietrich, contrajo matrimonio en 909

con Enrique, duque de Sajonia, más tarde coronado rey (Enrique I el Pajarero). Después de quedar viuda

(año 932), cuando Otón I sucedió a Enrique I, el hijo expulsó a su santa madre de Palacio, porque pensaba

que se había puesto de parte de su hermano Enrique, rebelde contra Otón. Santa Matilde se fue a un mo-

nasterio y oró mucho por la reconciliación de sus hijos.

Cuando tal reconciliación se dio, ambos hermanos creyeron que su madre se había quedado con todo el

dinero que ella afirmaba que era para obras de caridad y la presionaron para que lo devolviera todo.

Cuando comprobaron que era inocente de toda sospecha, la dejaron retornar al palacio, desde donde se

dedicó a la caridad y a fundar conventos. Murió el 14 de marzo del año 968, día en que se celebra su fes-

tividad.

40

Durante su minoría de edad estuvo bajo el cuidado de Hugo de París y de su tío materno Bruno I de

Colonia. Se casará con Emma, hija de Lotario II de Italia y de Adelaida (Santa Adelaida), que luego fue

esposa de Otón I.

41

En enero del año 888, Rodolfo I de Borgoña, conde de Auxerre, fundó el reino de la Alta Borgoña o

Borgoña Superior, siendo reconocido como tal por la nobleza local cuando se descompuso el Sacro Im-

perio Carolingio tras la muerte de Carlos III el Gordo. Rodolfo I pertenecía a la Antigua Casa de Welf y

en el año 876 heredó de su padre, Conrado II de Auxerre y señor del condado borgoñón de Auxerre, los

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ROMA

El 31 de agosto, con 43 años de edad, murió en Roma Alberico II (de Spoleto), hijo de

Marozia y de Alberico I, habiendo heredado (año 925) el gran patrimonio de su abuelo

Teofilacto. Podemos recordar cómo el día en que se casó su madre por tercera vez con

Hugo de Arlés promovió una gran revuelta popular que estropeó el cortejo nupcial, tras

lo cual Marozia fue forzada a recluirse en un monasterio.

Podemos decir que el gobierno de Alberico II en Roma ha sido del todo tiránico y ab-

soluto, imponiéndose incluso al Papa Juan XI (¿su hermanastro por madre?) y a sus su-

cesores, a los que eligió él arbitraria y despóticamente.

Su gobierno fue además totalmente arbitrario y cambiante, aliándose lo mismo con los

bizantinos como con Hugo de Arlés, con quien acabó reconciliándose.42

Aún en sus mo-

mentos de mayor pacificación no renunció nunca a controlarlo todo y a inmiscuirse en

todo. No hubo más política que su propia voluntad.43

territorios de Ginebra, Lausana y Sion (lugares del entorno del Lago de Ginebra que conformaron la co-

nocida como Marca Borgoña Transjurana). Estos territorios le habían sido concedidos a Conrado en di-

ciembre del año 864, con el título de Marqués de Transjurania por Luis II el joven, entonces emperador

carolingio del Sacro Imperio, hijo del emperador Lotario I, después de haber matado Conrado al bosónida

conde Huberto.

El hijo de Rodolfo I, Rodolfo II de Borgoña, logró reunir los dos reinos de la Alta y de la Baja Borgoña

en el renovado reino de Arles (Arelato) cuando el bosónida Hugo de Arlés, rey de Italia, le cedió el reino

de Provenza (año 933), conocido también como reino de la Baja Borgoña, a cambio de lo cual Rodolfo II

renunciaba al trono de Italia. En aquel pacto convinieron también el matrimonio entre Adelaida, hija de

Rodolfo, con Lotario, hijo de Hugo. En el año 937, Rodolfo II fue sucedido por su hijo Conrado el Pa-

cífico, rey de Borgoña, el cual a su vez (en el año 993) será sucedido por Rodolfo III de Borgoña, que

será el último rey de Borgoña de la Antigua Casa de Welf.

42

Alberico se casó con Alda (año 937), hija de Hugo de Arlés y rey de Italia. Cuando murió Alda, se ca-

só de nuevo, con Estefanía, una dama de la nobleza romana que probablemente fuera hermana del que fue

Papa Juan XIII (965-972).

43

Su hijo ilegítimo Octaviano (como veremos el año próximo, 955), fue elegido Papa con el nombre de

Juan XII, y otros hijos y parientes (los Crescenzi) se repartieron el patrimonio de Alberico, siendo señores

del gobierno de Roma hasta el año 1012. Alberico II construyó el castillo de Tusculum, aunque no llegó a

ostentar del todo la titularidad del condado. También fueron hijos de Alberico II Donato y Gregorio,

siendo éste más bien el constructor material y dinástico de todo lo referente a Tusculum.

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~ 26 ~

STAINMORE

Erico I de Noruega o Erik Hacha Sangrienta (también Erik el Sanguinario), segundo

rey de Noruega, primogénito de Harald I y de su consorte Ragnhild, hija de Erico de

Jutlandia, murió en combate, en la batalla de Stainmore, en las tierras inglesas de West-

morland, habiendo reinado (al violento modo vikingo) durante 4 años y siendo de 69

años de edad.

Cuando empezó a reinar, para asegurarse el trono, mató a muchos de sus hermanos.

Puede decirse que sólo escapó de ello su hermano Haakon el Bueno que fue a refugiarse

a Inglaterra.

Allá por el año 920 llevó a cabo una agresiva expedición de vikingos a Dvina Sep-

tentrional.44

Luego fue invitado a un banquete en Dinamarca (Jutlandia) por el rey Gorm

(el Viejo). Allí conoció a la hija del rey danés, Gunnhild, y al día siguiente se casó con

ella.45

Tras muchas campañas fallidas en su ambición por resistir entronizado en Noruega,

donde cada vez era más impopular, resolvió recorrer por todos los mares (islas Orcadas,

Jorvik –donde actualmente se localiza la ciudad inglesa de York–, etc.) mostrándose con

mejorada actitud ante los vikingos repartidos por los diversos lugares. Incluso el rey

Athelstan de Inglaterra le dispensó una buena acogida al principio.46

Lo que pasó luego

fue que, como las tierras de Northumbria no son demasiado ricas, Erik acabó impo-

niéndose como frecuente saqueador, adentrándose así por muchas zonas de Escocia e

Irlanda.

Erik se hizo respetar y se hizo temer, pero todo ello mientras su reinado fue degene-

rando y desprestigiándose, ganándose no otra cosa que una oposición cada vez más

acentuada, teniendo cada vez más en contra a los reyes y reinos vecinos o con los que

entraba en contacto. Finalmente acabo siendo traicionado y depuesto. Acabó mal, lu-

chando con toda ferocidad y a la desesperada, en Stainmore, durante este año 954.

44

Norte de Rusia, por Bjamaland, costas del mar Blanco.

45

Gunnhild pasó a la historia con una fama de bruja nórdica, manipuladora y perversa, que ya no hay

quien se la quite. Lo cierto fue que Erico (o Erik) supo sacar provecho y partido de la mala reputación de

su esposa. Liquidó a más hermanos y se afianzó cada vez más en el trono noruego con mucho territorio,

prácticamente con toda Noruega para él.

En el año 934, su hermano más joven, Haakon el Bueno, regresó de Inglaterra con el apoyo de la no-

bleza noruega con la intención de derrocar a Erik, pues era duro y despótico en extremo.

46

De hecho lo nombró gobernador de Northumbria, con mandato expreso de que protegiera las fronteras

de escoceses e irlandeses, teniéndolos a todos bien controlados.

No faltan historiadores que sospechen acerca de si no será distinto el Erik de las tierras inglesas del no-

ruego (verdaderamente sangriento). Hay documentación histórica que respalda esas sospechas, pero no es

el caso que nos detengamos demasiado al respecto.

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Año 955

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~ 28 ~

LECHFELD

En una llanura a orillas del río Lech,47

el 10 de agosto, hubo una batalla decisiva.48

Otón I repelió y venció a los húngaros atacantes que en gran cantidad y bien armados

arremetieron contra los territorios centroeuropeos.49

Al frente del ejército o harka de los

húngaros estuvieron Bulcsú y sus lugartenientes Lehel y Súr.

La invasión magiar llegó cuando Otón I había terminado de sofocar una rebelión en

Franconia.50

También había algunas revueltas en el norte de sus territorios, indicio del

malestar entre los eslavos del Bajo Elba. Por todo ello, Otón tuvo que dejar la mayor

parte de sus propias tropas en su territorio ducal de Sajonia.

De todos modos, Otón fue capaz de reunir a unos 8.000 hombres para combatir a los

húngaros y los dividió en ocho divisiones de a mil (que llamó legiones), de caballería

pesada y por nacionalidades: tres de Baviera, dos de Suabia, una de Franconia (recién

derrotados por Otón) y otra de Bohemia, todo ello bajo el mando del príncipe Boleslav

(o Boleslao),51

reservándose la octava división el propio Otón, siendo esta división algo

más nutrida que las anteriores y formada por sajones, turingios y guardia personal.

47

El río Lech es un afluente del Danubio, por su margen derecha, en territorio austriaco y alemán. Con

una longitud de 285 kilómetros, se origina en Voralberg, atraviesa el Tirol y desemboca en el Danubio, en

Baviera. Después de la frontera austro-alemana, acogiendo al río Vils, se precipita en el conocido como

“Salto del río Lech” cerca de Füssen y atraviesa los estados federados de Baviera, Suabia y Alta Baviera.

Las ciudades mayores a orillas del río Lech son Landsberg am Lech y Augsburgo, donde va a parar el río

Wertach. Finalmente desemboca en el Danubio cerca de Rain am Lech. Es el afluente alemán más im-

portante del Danubio, después del río Eno. Hay construidos 24 embalses y 30 centrales eléctricas.

48

Supuso que los húngaros o magiares, siendo derrotados, dejaran finalmente de invadir Europa Central.

La batalla de Lechfeld tuvo lugar cerca de la actual ciudad alemana de Augsburgo. Esta batalla fue de-

cisiva también porque valió para que Otón I (de la dinastía sajona), con los apoyos y reconocimientos

necesarios, alcanzara el rango de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, siendo éste renovado

y recuperado, pues la autoridad imperial estaba desaparecida desde los tiempos de Berengario (de Friuli),

muerto en Verona (7 de abril del año 924).

49

Paganos, provenientes de Asia Central (llegaron por el año 896), que se establecieron en la Europa del

Este como Gran Principado. Los húngaros saquearon e incendiaron aldeas germánicas y centroeuropeas

durante cerca de un siglo, derrotando en muchas batallas a los francos. En el año 907, se libró la Batalla

de Bratislava, en 908 la Batalla de Eisenach, en 910 la primera Batalla de Lechfeld, en 919 la Batalla de

Puchen. Posteriormente cruzaron el Rin y atacaron Burgundia. Eran siempre una amenaza difícil de con-

tener, aunque se puede contar que una de las primeras batallas en las que fueron derrotados fue la de

Merseburgo, siendo vencidos con la habilidad de Enrique I el Pajarero.

50

Sur de Alemania y norte de Baviera.

51

Boleslav I (Boleslao I el Cruel), príncipe de Bohemia, hijo de Bratislav I y de Drahomira, pasó también

a la historia por haber asesinado a su hermano San Wenceslao, tras lo cual se convirtió en príncipe de

Bohemia. Boleslao mató a Wenceslao durante una fiesta (entre los años 929-935), y precisamente en ese

momento nació el hijo de Boleslao, que recibió un nombre extraño: Strachkvas (“Fiesta fatal”). Arre-

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~ 29 ~

En un movimiento evidente de bloqueo de la ruta de escape de los magiares, Otón

cruzó el río Lech (por el norte, hacia Augsburgo), forzando el levantamiento del sitio

que estaban haciendo los magiares, los cuales, viéndose acorralados, emprendieron la

pentido del asesinato, Boleslav prometió que su hijo fuera religioso y formarlo para clérigo (y así lo cum-

plió). A pesar de su acción fratricida, generalmente Boleslav es respetado por los historiadores checos

como buen jefe. No se le puede echar la culpa del fratricidio a las políticas demasiado religiosas de Wen-

ceslao, ya que Boleslao no impidió el cristianismo en Bohemia. Además envió a su hija Mlada, monja, a

Roma para gestionar que hubiera un obispado en Praga. Boleslao y Wenceslao eran además nietos de

Santa Ludmila de Bohemia, que también murió mártir, asesinada. A su muerte, Boleslao fue sucedido por

su hijo Boleslao II el Piadoso.

San Wenceslao es el patrón de la República Checa y se conmemora el 28 de septiembre. Tras la muerte

accidental de su padre (año 921), Drahomira asumió el poder y no se mostró acorde con la fe del joven

Václav que buscó refugio en casa de su abuela Ludmila, que fue estrangulada por orden de su nuera (15

de septiembre del año 921). El caos se apoderó del ducado de Bohemia y el duque Arnulfo de Baviera se

aprovechó de esas circunstancias para invadir el país durante la primavera del año 922. Wenceslao acce-

dió al trono dos años más tarde. Enrique I el Pajarero quiso entonces invadir Bohemia, pero Wenceslao le

propuso firmar un pacto de no agresión. Se acordó la paz por 129 vacas y 500 talentos de plata al año

(algo habitual en esa época). Wenceslao prefería la paz a la guerra. Muchos compañeros del soberano,

incluido su hermano Boleslao aceptaron aquello de mala gana.

Wenceslao transformó la sociedad checa no sólo en lo concerniente a la religión, sino también modi-

ficando el sistema judicial y reduciendo las condenas relativas a la pena capital o a la tortura. Fue el

promotor de la construcción de la catedral de San Vito en Praga.

Boleslao, ávido de poder y ayudado por muchos cortesanos, conspiró contra su propio hermano atra-

yéndole a la fiesta de los patronos de la iglesia que se celebraba en la ciudad de Stará Boleslav, cercana a

Praga. Desarmado, Wenceslao fue atacado por su hermano y otros conspiradores que le mataron el 28 de

septiembre delante mismo de la puerta de la iglesia.

Tres años más tarde Boleslao, arrepentido, hizo llevar los restos de su hermano al interior de la catedral

de San Vito.

Santa Ludmila fue duquesa consorte de Bohemia al ser esposa de Boirvoj I de Bohemia. Era hija del

príncipe eslavo Slavibor, el cual pactó con Hostivít el matrimonio de Borivoj I con Ludmila. De este ma-

trimonio nacieron tres hijos y tres hijas, siendo dos de ellos los duques bohemios Spytihnev I y Bratislav

I.

Boirvoj y Ludmila se casaron en el año 874. Boirvoj se hizo cristiano, siendo bautizado por el mismo

San Metodio (en algún lugar de Moravia). Más tarde y también por San Metodio fue bautizada Ludmila,

en Bohemia. Los esfuerzos de la pareja para propagar el cristianismo en sus dominios provocaron que una

revuelta de la nobleza encabezada por Strojmir les obligara a marchar al exilio. Sin embargo, la pareja

logró regresar y ocupar de nuevo el trono durante algunos años.

Tras la muerte de su marido Borivoj (allá por el año 888), Ludmila se retiró a Tetín, cerca de Beroun, y

Bohemia pasó a estar bajo dominio de Svatopluk I de la Gran Moravia, hasta que el primogénito de

Ludmila, Spytihnev, logró de nuevo la independencia de Bohemia. Tras dos años de reinado, Spytihnev

murió, siendo sucedido por su hermano Bratislao. Cuando Bratislao murió (año 921), su hijo Wenceslao

(de 8 años de edad entonces), que se había criado con Ludmila en Tetín, fue proclamado soberano de

Bohemia. Ludmila había sido la principal educadora de Wenceslao y su influencia sobre el muchacho era

grande, de ahí que su nuera y madre de Wenceslao estuviera celosa de Ludmila y eso supusiera un pro-

blema para la regencia. Drahomira, la nuera de Ludmila, mandó a dos varegos que se encargaran de ase-

sinar a Ludmila, la cual murió, parece ser que estrangulada con su propio velo, en el castillo de Tetín.

En un principio, Ludmila fue sepultada en la iglesia de San Miguel de Tetín. Algunos años antes del año

1100 sus restos fueron trasladados a la iglesia de San Jorge, en Praga, probablemente por su nieto San

Wenceslao. Fue pronto elevada a los altares como Santa. Su culto fue iniciado por su nieta pequeña,

Mlada, abadesa del convento benedictino de San Jorge, en el castillo de Praga.

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~ 30 ~

retirada hacia el sur, yéndose a sus bases en panonia. Se fueron por la margen izquierda

y occidental del río. Mientras tanto, el ejército de Otón recorría por la orilla derecha y

oriental, siendo cruenta la batalla cuando los húngaros cruzaban el río.

Después del fragor de la batalla, habiendo sido derrotados ya los húngaros, Enrique I

de Baviera, mandó ahorcar a los mandos de los húngaros. Hay que decir que una vic-

toria de los húngaros habría supuesto un peligro enorme y permanente para la Europa

Central y no habría podido consolidarse el Sacro Imperio Romano Germánico.52

Hungría siguió existiendo, pero siendo más moderada, pacífica, sin ser ya una amena-

za para Europa y la Cristiandad.53

52

Según las crónicas húngaras, al final de la batalla de Lechfeld, el jefe germánico hizo traer a los hún-

garos cautivos y les preguntó por su última voluntad antes de ser ejecutados. Lehel, el caudillo húngaro,

le amenazaría insistiendo en que los húngaros serían la venganza de Dios contra los germánicos y que le

permitiese soplar por su cuerno de batalla antes de morir. Según la leyenda, probablemente este jefe ger-

mánico habría sido Conrado el Rojo de Lorena, quien haría entregar de inmediato el cuerno de batalla a

Lehel. Repentinamente, el caudillo húngaro antes de soplar atestó un fuerte golpe en la cabeza del ger-

mano y lo mató. Pero investigaciones posteriores y según el cronista medieval Viduquindo de Corvey re-

velarían que Conrado murió cuando una flecha le atravesó el cuello, el 10 de septiembre y durante la ba-

talla de Lechfeld. La certeza de la causa de la muerte de Conrado aún es dudosa, pero el escrito medie-

val, en efecto, siendo pro-húngaro, habría servido para levantar la moral de la nación húngara tras la de-

rrota de Lechfeld en el año 955.

53

Taksony, descendiente del que fuera gran príncipe húngaro Árpad (895-907), gobernó Hungría, ya más

sedentaria y estable, empezando a tener relaciones más pacíficas y diplomátias con Otón I, reconocido ya

como emperador. El bisnieto de Taksony será San Esteban I de Hungría (1001-1038).

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~ 31 ~

LISBOA, SAN ESTEBAN

DE GORMAZ, CÓRDOBA

Durante el verano, Ordoño III de León envió un gran ejército a Lisboa y saqueó la

ciudad. Seguramente tengamos que entender esto dada la crisis sucesoria que hubo en

León desde la muerte de Ramiro II, rivalizando por el trono el craso o gordo Sancho,

hermano de Ordoño. A Sancho le apoyaron sus sublevaciones los nobles gallegos, los

castellanos con su conde Fernán González al frente y los navarros con su reina Tota.

Todo parece indicar que las periferias de León muestran deseos de independencia y rea-

firmación, por lo que intervienen en todo aquello que pueda desestabilizar a León y

sembrar disensiones en torno a la sucesión.

Ciertamente salió vencedor de todas estas contiendas Ordoño III, aunque no logró

descabezar al conde castellano Fernán González, más conde guerrero que conde bueno.

Quizá para calmar las ansias guerreras de la nobleza propia y circundante se propuso

Ordoño la campaña contra Lisboa. La ciudad portuguesa sufrió un serio saqueo que los

leoneses le infringieron, en ostentación de fuerza amenazante contra Abderramán III.

Mientras tanto, los musulmanes volvieron a hostigar Castilla, seguramente porque Ab-

derramán III busca ventaja en acercamientos del califato a los leoneses. Ordoño III apo-

yó a su suegro Fernán González contra la aceifa mora a la que ambos tuvieron que hacer

frente en San Esteban de Gormaz reconquistándola. La aceifa, que se proponía saquear

los territorios del Duero, denominados Extremadura, fue derrotada y quedó por tanto

frustrada.

Después de esto, en septiembre, Ordoño III envió una embajada a Córdoba para mos-

trar un cambio, de actitud pacificadora, en su política con el califa. Ordoño sabía per-

fectamente que, tras las últimas derrotas musulmanas, Abderramán III está bastante pre-

dispuesto a la pacificación y al entendimiento por relaciones diplomáticas.

Del modo más diplomático es como lleva en estos tiempos sus asuntos el califa Ab-

derramán.54

Vio conveniente –y así lo hizo– enviar una gran suma de dinero a Fez55

con

el que su gobernador construye en la mezquita del barrio Qayrawiyyin una réplica del

alminar de la mezquita aljama de Córdoba.56

Pero también envió tropas a conquistar la

argelina Tlemecén, expulsado de allí al pro-fatimí que la había arrebatado a los idrisíes

tiempo atrás (año 931).

54

Por ejemplo, el visir Isa ibn Futais es el encargado en Medina Al-Zahra de recibir las misivas de la

Frontera Superior, ya totalmente controlada por el califa.

55

Ciudad que le había arrebatado a sus enemigos y acosadores los chiíes fatimíes.

56

Hemos de observar que los chiíes detestan y anatematizan los alminares.

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~ 32 ~

Otro desvelo de Abderramán fue el de solucionar la animadversión surgida respecto

de las embajadas de Otón I, ya emperador tras derrotar a los húngaros. Abderramán se

percató de la necesidad de un embajador más flexible y certero que Juan de Gorze para

un acercamiento con la lejana Europa. No encontraba a nadie apto o a su gusto hasta

que se presentó a él el presbítero mozárabe Recemundo (Rabia ibn Zayd, o Rabí Ben

Zaid, como le llaman los árabes).57

Recemundo se ofreció voluntario para ser embajador

del califa a cambio de que éste le concediera un obispado. Este cargo eclesiástico sería

además más ventajoso de cara a la misión diplomática a desempeñar ante el cristiano

Otón I. Abderramán III, considerándose heredero o continuador de la práctica de nom-

brar a los obispos como hacían los reyes visigodos, destinó a Recemundo a la sede de

Ilíberis, con tal de que resultara bien su viaje y misión diplomática en la Corte de Otón

I.

Fernán González

57

Este obispo mozárabe de Granada (Ilíberis), excelente diplomático, fue también autor de El Libro de la

división de los tiempos (más conocido como El Calendario de Córdoba), una obra escrita, en el año 961,

paralelamente en latín y en árabe, dedicada al muy culto y bibliófilo califa Alhakén II, hijo y sucesor de

Abderramán III.

Recemundo fue también filósofo, gran conocedor de la astronomía y matemático de primerísimo rango.

Hablaba perfectamente latín y árabe. Además de misiones diplomáticas en la Corte de Otón I, las desem-

peñó también en la Corte de Constantinopla y en Jerusalén. Parece que estuvo más en muchos sitios que

en la propia Granada, pero esto era lo que pasaba en estos tiempos con bastante frecuencia; entre sitios

palatinos o monásticos se solían mover los obispos.

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~ 33 ~

ALMERÍA

Abderramán III elevó a categoría de Medina a la que hasta ahora había sido la mo-

desta población de Almería, por lo cual mandó construir allí una gran alcazaba,58

una

mezquita aljama y fortificaciones que resguardaran bien, con buena protección, todas

las edificaciones. La mezquita se sitúa entre la alcazaba y la costa. Almería queda así

constituida como la capital de la provincia o cora (república) de Pechina.

Ocurrió pronto, no obstante, que hubo allí un ataque de un barco andalusí mientras

arrumbaba al puerto almeriense procedente de Alejandría a un navío del gobernador ára-

be de Sicilia que se dirigía a la norteafricana Al-Mahdiyya, llevando a un mensajero

portador de despachos para el califa fatimí Al-Muizz. Reaccionó éste ordenando a su re-

presentante siciliano Al-Hasan ibn Alí que se dirigiera a Al-Ándalus con su flota. Así

pues, los sicilianos atacaron y destruyeron el puerto de Almería, quemando las embarca-

ciones y penetrando en la ciudad, causando gran masacre de la población y mucho sa-

queo.

58

Es la mayor fortificación musulmana que se conserva en España.

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~ 34 ~

ROMA

Durante el verano murió en Roma el Papa Agapito II, en el décimo año de su ponti-

ficado.59

Lo mismo que su predecesor Marino II, accedió a la sede de San Pedro pro-

movido y elegido por Alberico II. Entre las muchas pruebas para imponerse al Papa, Al-

berico le hizo jurar a Agapito que tenía que dejar elegido como su sucesor a Octaviano,

menor e hijo ilegítimo de Alberico (nieto, por tanto, de Marozia y bisnieto de Teodora,

la esposa de Teofilacto).60

Era el año 954, cuando Octaviano, que efectivamente ha su-

cedido a Agapito II con el nombre de Juan XII, tenía entonces 15 años de edad y tiene

ahora por lo tanto 16 años.61

El Papa Agapito II

59

No sabemos su edad al desconocer el año de su nacimiento. Era romano. Recibió sepultura en San Juan

de Letrán.

60

Teodora había sido también la abuela del Papa Juan XI, hijo de Marozia (corroborándolo Liutprando

de Cremona y el Liber Pontificalis) igual que también fue abuela de Sergio III. Sin embargo, según

Flodoardo (894-966), Juan XI fue hermano de Alberico II, siendo éste hijo de Marozia y de Alberico I

Esto quiere decir que probablemente Juan XI fue también hijo de Marozia (dudándose de qué padre era

hijo, pues su padre pudo haber sido el Papa Sergio III). Pero puede ser que, como queda dicho, Juan XI

fuera hijo de Marozia y de Alberico I. En todo caso, Teodora (y Marozia se le pareció en todo), según

Liutprando de Cremona se caracterizó por ser “vergonzosa puta” que, con mucha tiranía, “ejerció el po-

der sobre la ciudadanía romana como un hombre”.

61

Tenía escasa o nula formación. Informes de su tiempo concuerdan en destacar su desinterés por lo

espiritual, su afición a placeres groseros y su vida disoluta sin inhibiciones, por muy eclesiástico que lle-

gara a ser.

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~ 35 ~

No obstante todo, el Papa Agapito II, personalmente bueno y virtuoso, fue querido y

bien aceptado por la Iglesia en todas partes. Hizo cuanto pudo por reformar la decaída

disciplina eclesiástica en muchos lugares, incluidos los monasterios. Mucho hizo por

enmendar la vida díscola que dominaba en una sede tan importante como la de Reims,

apoyando a Otón I y siendo apoyado por él en todo.62

La muy poco virtuosa Marozia murió también en este año, recluida en un monasterio

de Roma. Podemos recordar que su hijo Alberico II, cuando ella se casó con Hugo de

Arlés, la encarceló en el castillo de Sant’Angelo (año 932). Cuando murió Alberico (año

954) fue sacada de allí y trasladada al monasterio en el que murió.63

Fue tremenda la vi-

da de esta mujer.64

Seguramente se aumentarán legendariamente sus hechos nefastos.65

62

Pudo reunir una asamblea sinodal en Ingelheim (Alemania), en la iglesia de Saint Remy, el 7 de junio

de 948, con asistencia de Otón I. Allí se restableció en la sede de Reims a Artando, que había sido de-

puesto por Hugo de Arlés. En las contiendas entre el Otón I y Berengario II, que aspiraba al trono de Ita-

lia, favoreció primero a éste, pero luego se puso de parte de Otón I convocándolo con todo beneplácito.

63

Los señores de Tusculum fiscalizaron totalmente las elecciones papales y sus pontificados. Siete Papas

fueron miembros de esta familia, muchos de ellos jóvenes inmaduros, libertinos o poco fervorosos; tres lo

fueron por herencia o por nefasta designación, contribuyendo prácticamente todos a dejar para la historia

una Roma deplorable y de deshonra. Entre esos Tusculanos y los que posteriormente serán los Borgia, se

cuentan varias manzanas podridas del papado en la historia. Podríamos decir que es todo un misterio que

la Iglesia pudiera mantenerse incólume durante tanto tiempo.

Marozia, origen básico de la leyenda de la Papisa Juana, estuvo implicada en el primer pontificado del

Papa Sergio III (904-911). Antes, León V intentó impedirle el acceso al trono pontificio. León fue Papa

durante un mes antes de ser encarcelado por un usurpador, el cardenal Cristóbal. Sergio se libró de ellos

dándoles muerte.

Una vez más (como antes lo hiciera Esteban VII), Sergio exhumó el cadáver del Papa Formoso, ya fa-

llecido desde hacía diez años, y le hizo condenar de nuevo. Habiendo sido ordenado por Formoso en

puridad, las aspiraciones de Sergio deberían haberse considerado en falso por él mismo, pero las sutilezas

teológicas no entraban en su modo de ser. Como buena providencia, decapitó el cadáver de Formoso;

también le amputó más dedos antes de lanzarlo al Tiber. Cuando el torso acéfalo fue a enredarse en la red

de un pescador, los despojos del difunto pontífice lograron despertar otra vez un sorprendente embeleso

de todos al ser devueltos por segunda vez a San Pedro.

Si nos atenemos a lo pornográficamente legendario, cuando Marozia se convirtió en la manceba de Ser-

gio, tenía 15 años de edad y él 45. Y tuvieron un hijo destinado a Papa. Sergio murió en sus 50 ó algo más

de edad, en el séptimo año de su pontificado, un pontificado de intrigas, pasional y sangriento.

64

Marozia no olvidaría nunca su amor de juventud con Sergio. Haberse solazado con el Papa le había

conferido una experiencia para actuar y un alborozo que sus matrimonios e innumerables aventuras no

consiguieron difuminar. El Papa Sergio la sedujo por primera vez en el Palacio de Letrán. Sus caminos se

habían entrecruzado a menudo; dado que gran parte de la niñez de Marozia había transcurrido allí, siendo

como era Senatrix de Roma. Pero llegó un momento en que Sergio cayó en la cuenta de que esta asom-

brosa niña se había convertido en una lozana mujer de arrebatadora hermosura. Por lo que respecta a

Marozia, lo que buscaba del Papa no fue tanto el placer como tal vez el éxtasis que emanaba del poder.

Teodora, madre de Marozia, ya había hecho y deshecho a dos Papas cuando, contraviniendo el derecho

canónico, tomó de la mano a su favorito galanteador, lo elevó primero a obispo de Bolonia y a arzobispo

de Rávena; y finalmente lo hizo Papa como Juan X. Liutprando, obispo de Cremona, escribió: "Teodora,

como una perdida, temiendo que le faltarían oportunidades de acostarse con su galán, le forzó a aban-

donar su obispado y se apropiara –¡Oh, crimen monstruoso!– del papado de Roma". Esto ocurría en

marzo del año 914, cuando Marozia tenía 22 años de edad. A Marozia no le importaban demasiado sus

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~ 36 ~

desmanes o que tuviera que esperar; su hijo era aún demasiado joven para ser Papa (aunque poco im-

portaba eso en aquellos años).

Fue entonces cuando irrumpieron en la escena los Alberico de Toscana. El Papa Juan X sugirió a su

compañera de lecho, Teodora, que el enlace entre Marozia y Alberico podría ser beneficioso para todos.

Marozia detectó la estrella ascendente y de esa unión nacería Alberico hijo. Alberico padre, quizá ins-

tigado por su esposa, intentó un golpe prematuro para apoderarse de la dirección de Roma y perdió la

vida. El Papa Juan X obligó a la joven viuda a contemplar su cadáver mutilado. Fue un error. Una mujer

que había dormido con el Papa Sergio conocía todos los resortes de la venganza.

65

Tan pronto murió Teodora (año 928), Marozia encarceló al Papa y ordenó que lo asfixiaran. Su hijo

mayor contaba entonces 16 años de edad. Pronto, muy pronto, tendría la experiencia suficiente para ocu-

par el papado. Había sido preparado para ello gracias a una existencia plena y sensorialmente inmoral.

Los dos Papas siguientes tuvieron un breve pontificado, uno y otro desaparecieron en misteriosas cir-

cunstancias. A la edad de 20 años, el hijo de Marozia (¿y del Papa Sergio?) se convirtió en el Papa Juan

XI.

Pero las ambiciones de Marozia iban todavía más lejos. Al fallecer Guido, su segundo esposo, contrajo

matrimonio con su hermanastro, Hugo de Arlés, rey de Provenza. Hugo ya estaba casado, pero su esposa

fue apartada con gran facilidad. Marozia tuvo mucha suerte de que su hijo fuera Papa; pudo dispensar a la

feliz pareja de todo impedimento, exculpándola de incesto. ¿Qué podía impedir a su nuevo esposo con-

vertirse en emperador y a ella en la nueva emperatriz? Era algo que Sergio habría deseado. En la prima-

vera del año 932, Juan XI ofició la boda de su madre en Roma.

Entonces todo se vino abajo a causa del segundo hijo de Marozia, el celoso Alberico, que tenía entonces

18 años de edad. Alberico II se apoderó de Roma y se hizo a sí mismo elector de Papas. Hugo de

Provenza fue forzado a abandonar a Marozia y cayó en desgracia. Alberico puso a Juan XI, su herma-

nastro, bajo arresto permanente, y lo mismo hizo con su madre Marozia, la que ahora murió con algo más

de 60 años de edad tal vez.

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~ 37 ~

CÓRDOBA

Murió en Córdoba Ahmad ibn Mohamed al-Razi, cronista o historiador de gran rele-

vancia.66

Tenía 68 años de edad y era de origen persa. Había enseñado y conferenciado

mucho en Córdoba así como también en Sevilla y en otras ciudades.

Compuso varias obras sobre la geografía y la historia de Al-Ándalus, destacando entre

ellas una topografía bien estudiada de Córdoba. En su libro Alistiyab (5 volúmenes) re-

fiere célebres genealogías andalusíes. Con todo, su libro más célebre es el de la Historia

de los reyes de Al-Ándalus,67

donde relata la historia andalusí desde la primera invasión

(año 711) hasta el reinado de Abderramán III.68

Mezquita de Córdoba. Cúpula del mihrab

66

Conocido también como al-Tariji, el Cronista, y el moro Rasis en la historiografía de los cristianos.

67

Ajbār mulūk Al-Andalus.

68

La composición de esta obra la finalizó su hijo Isa ibn Ahmad al-Razi en Córdoba después del año

977, siendo califa Hisham II. Gracias a los fragmentos transcritos por los historiadores arábigos poste-

riores como, sobre todo, a su traducción al portugués y castellano, es la única obra de Rasis que se con-

serva.

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~ 38 ~

Cónica del moro Rasis (se conserva en la catedral de Toledo, caja 26, nº 24)

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~ 39 ~

CEA

Murió Bermudo Núñez, en su condado de Cea.69

Fiel vasallo de los monarcas leo-

neses y de ascendencia regia, confirmó varios diplomas de los reyes siempre en un lugar

destacado, ostentando la dignidad condal desde por lo menos el año 950 y ejerciendo la

tenencia de las tierras de Cea desde el año 939.70

69

Del que fue su primer conde. Cea está situada al este de la provincia de León. Bermudo Núñez aparece

documentado por primera vez en el año 921 confirmando una donación en el monasterio de Sahagún, lo

que hace suponer que nació a finales del siglo IX.

70

Probablemente participó de un modo muy destacado en la batalla de Simancas (año 937), tras lo cual,

habiéndose causado gran derrota a los moros, participó también con su hermano Oveco Núñez, que pron-

to fue obispo de León, en la repoblación de Salamanca.

El conde Bermudo Núñez se casó por dos veces. De su primera mujer, Argilo, le nacieron: Froiloba

Bermúdez (primogénita, que contrajo matrimonio con el magnate leonés Muño Flaínez), Fernando Ber-

múdez (segundo conde de Cea, fallecido en el año 978), Piniolo Bermúdez, Jimena Bermúdez y Vela

Bermúdez. De su segunda esposa, Velasquita, habiendo enviudado de Argilo, le nacieron: Álvaro Ber-

múdez y Oveco Bermúdez.

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~ 40 ~

SOMERSET

Murió el rey Edred de Inglaterra, con 31 años de edad, no habiendo sanado de una en-

fermedad digestiva que le hizo sufrir mucho, sin que apenas pudiera ingerir alimentos.

Edred fue el menor de los 4 hijos que tuvieron el rey Eduardo el Viejo de Wessex y su

segunda esposa Edgiva.

A la muerte de Edmundo I, su hermano (26 de marzo del año 947), le sucedió en el

trono, siendo coronado el 16 de agosto de ese mismo año. Así pues, reinó durante 8

años. Combatió bien a los vikingos y fue siempre un ferviente católico.

Recibió sepultura en Winchester. Y al ser soltero y sin hijos, le sucede en el trono su

sobrino Edwy el Bello, hijo de Edmundo I y de Elgiva,71

que tiene 14 años de edad.

71

Santa Elgiva.

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~ 41 ~

Año 956

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~ 42 ~

ZAMORA

Después de sus últimas campañas de Ordoño III contra los moros durante el pasado

año 955, el rey leonés cambió su política en relación al califato y quiso mostrar deseos

de acercamiento y alianza pacífica con Abderramán III, sabiendo que éste se muestra

predispuesto a ello. Prueba de esta predisposición fue que el califa mandó en este año

956 una embajada a la presencia de Ordoño, que se había llegado a Zamora, encabe-

zando dicha embajada el judío Hasday, excelente diplomático como ya sabemos. Y lo

que pasó fue que al poco tiempo de firmada la mencionada alianza de paz, murió en

Zamora el rey Ordoño III. Estuvo bastante enfermo durante los meses de septiembre y

octubre y falleció el 13 de noviembre,72

a la edad de 31 años, siendo el quinto año de su

reinado. Aunque tiene a su vástago Bermudo Ordóñez, muy niño aún, nacido de su es-

posa, la castellana Urraca Fernández,73

le sucede su hermano Sancho I.74

Esta sucesión

fue posible por el apoyo que le dieron la mayoría de los nobles, entre ellos el destacado

conde castellano Fernán González, y sus familiares de Navarra. Sancho I empieza a rei-

nar a la edad de 21 años.75

Podemos destacar que Ordoño III llevó a cabo una exhaustiva reorganización de sus

territorios y continuó con el proceso de fortalecimiento de las instituciones reales que

inició su padre.76

72

Aunque según las fuentes documentales de que se dispone, pudo ser antes, durante algún día de sep-

tiembre-octubre o incluso el 30 de agosto.

73

Bermudo llegará a reinar como Bermudo II. También tuvieron Ordoño III y Urraca Fernández otro hi-

jo, llamado Gonzalo.

74

Que se caracterizó por su obesidad, por lo que pasó a la historia apodado como el Gordo o el Craso.

Era hijo de Ramiro II y de su segunda esposa Urraca Sánchez, hija de los reyes navarros Sancho Garcés y

Tota Aznar. Urraca Sánchez falleció en este año 956, el 23 de junio.

75

Reinará en dos períodos diferentes: 956-958 y 960-966. Lo iremos viendo. Sancho I será rechazado y

destronado en 958 por los nobles leoneses y castellanos, entre otras cosas porque estaba extremadamente

gordo. El conde Fernán González encabezará esa iniciativa nombrando como rey a Ordoño IV, de breve

reinado.

76

Recordemos que era hijo de Ramiro II y de Adosinda Gutiérrez. Recibió sepultura junto a ellos, en la

Iglesia leonesa de San Salvador de Palat del Rey, siendo posteriormente trasladados sus restos (y los de

sus regios familiares) a la Basílica de San Isidoro de León, aunque no en el Panteón de Reyes.

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~ 43 ~

SANTIAGO DE

COMPOSTELA

El rey Sancho I presidió una asamblea sinodal en Santiago de Compostela en el que se

proclamó al abad de Santa Cecilia de Montserrat, Cesari (Cesáreo), que se había des-

plazado a Santiago, como arzobispo de Tarragona. Esto ocurrió el 29 de noviembre. Pe-

ro resultó que los obispos catalanes no están de acuerdo con el nombramiento e impiden

que Cesari ejerza su cargo, porque Tarragona cuenta con demasiado presencia musul-

mana aún y no está eclesiásticamente controlada con unas mínimas garantías de seguir-

dad.77

Ordoño III Borrell II

77

De todos modos, no hay otro obispo registrado en el episcopologio tarraconense en estos años, apa-

reciendo Ato (o Ató) en los años 970-971. Este obispo, siéndolo de Vic anteriormente, viajó a Roma en

embajada con el conde Borrell II y el monje Gerberto de Aurillac (futuro Papa Silvestre II). Solicitaron al

Papa de entonces (Juan XII) que la sede metropolitana para los condados catalanes fuera Vic, dado que

Tarragona seguía bajo el poder de los musulmanes. De hecho se estaba construyendo en estos momentos

una considerable mezquita aljama en Tortosa.

Borrell II envió también en este año 956 embajada a Córdoba ante Abderramán III.

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~ 44 ~

RODA DE ISÁBENA

Roda de Isábena, capital del condado de Ribagorza, se vio en este año resaltada por la

consagración de su catedral, con presencia del conde Ramón II, siendo nombrado obis-

po Odesindo, hijo del conde.78

La catedral se dedicó a San Vicente mártir.

78

Roda de Isábena es una pequeña localidad de la provincia de Huesca (52 habitantes en 2001), pertene-

ciente a la comarca de Ribagorza. En el siglo X fue capital del condado de Ribagorza y sede episcopal. El

condado de Ribagorza, por el que transcurre el rió Isábena, fue uno de los originarios del que llegó a ser

más tarde el reino de Aragón. Entre los siglos X y XII se erigió aquí por dos veces la catedral, siendo con-

sagrada la primera vez en este año 956, luego destruida (año 1006) por Abdalmalik, hijo de Almanzor,

que saqueó la villa. Los cristianos la recuperaron en el año 1010 y comenzaron enseguida a construir de

nuevo la catedral, siendo consagrada en el año 1030. Como tal, la catedral siguió con vida hasta el año

1149, siendo a partir de entonces jurisdicción eclesiástica de Lérida, cuando esta ciudad fue reconquistada

por los cristianos. Roda se levanta sobre un promontorio que domina el paso hacia el valle del Isábena,

siendo en el siglo X una localidad bien fortificada, una verdadera atalaya. Roda es actualmente la pobla-

ción española más reducida que posee una iglesia catedralicia, aunque lo sea de su pasado. Allí se con-

servó durante siglos la versión más antigua de la llamada Crónica de Alfonso III, la Crónica Rotense.

Esta crónica fue escrita entre la segunda mitad del siglo X y durante el siglos XI, al parecer en el monas-

terio de San Millán de la Cogolla. Tras haber permanecido en paradero desconocido, fue recuperada al

hallarse en una biblioteca privada (año 1927).

En un orden cronológico sobre las crónicas que hacen referencia a la monarquía asturiana y a su histo-

ria, la de mayor antigüedad es la Crónica Albeldense, y a continuación la Crónica de Alfonso III. De esta

última la primera “versión” es la Crónica Rotense, así llamada por haberse hallado en la catedral de Roda

de Isábena. Posteriormente aparece la Crónica Ovetense la cual hacía mayor hincapié en la línea de con-

siderar a Don Pelayo como sucesor de los reyes de Toledo, es decir del reino visigodo; el fin de estas dos

Crónicas era demostrar el continuismo del reino visigodo en el reino de Asturias.

La Crónica Rotense (continuada como Crónica de Alfonso III) está escrita en un latín bastante bárbaro,

se cree que por un laico, que para muchos estudiosos sería el mismo rey Alfonso III, ya que en una frase

referida a la ciudad portuguesa de Viseo se dice que fue poblada “por nuestro mandato”, frase que sólo el

rey podía escribir. La obra pretendía haber sido una continuación de la Historia de los Godos de San Isi-

doro de Sevilla y terminaba al final del reinado de Ordoño I.

Una vez redactada, el rey la envió a su sobrino el obispo Sebastián, quien mejoró el estilo retocando su

tosco latín, censuró fragmentos e introdujo ciertas correcciones ideológicas como las del noble origen de

Pelayo, la exculpación del clero o la exaltación de la intervención goda en el origen del reino de Asturias.

Esta versión corregida y notificada es la conocida como la versión Ad Sebastián o Sebastianense. Por

tanto la Rotense sería la redacción primitiva de la llamada Crónica de Alfonso III, anterior a la Sebastia-

nense y consecuentemente menos manipulada.

El obispo Sebastián (finales del siglo IX), sobrino de Alfonso III, pudo serlo de la sede de Salamanca,

aunque hay fuentes que lo identifican como de Orense, ya que aparece en la Crónica Albeldense.

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~ 45 ~

MONASTERIO DE SAN

JUAN DE LAS ABADESAS

En el Monasterio de San Juan de las Abadesas,79

comenzó como abadesa Ranló, hija

del conde Delás de Ampurias, habiendo enviudado y habiendo muerto también sus hi-

jos.80

Descendimiento (San Juan de las Abadesas)

79

En Ripoll (Gerona).

80

Su hermana Virginia fue concubina del conde Miró II de Cerdaña. El monasterio de San Juan de las

Abadesas tuvo en total seis abadesas: Emma, hija de Wifredo el Velloso, a la que siguió una inepta de

quien no se conservan datos, siguiendo a continuación Adalaisa (o Adelaida), hija de Suñer de Barcelona,

Ranlo (a partir de este año 956), Fredeburga (hija de Miró II de Cerdaña) e Ingilberga (hija de Oliba Ca-

breta, conde de Cerdaña y Besalú).

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~ 46 ~

CÓRDOBA

Se dio por concluido en este año, después de tres años construyéndolo y embelle-

ciéndolo, el Salón Rico del palacio califal de Medina Al-Zahra en Córdoba. Aquí fue

por fin recibido por Abderramán III el embajador del ya emperador Otón I Juan de

Gorze,81

el 21 de junio. Su carta es elogiosa y se expresa ya en los justos términos, des-

pués de que hubiera sido reelaborada convenientemente, aviniéndose Juan a ello. Enta-

blada así la amistad, el embajador de Otón regresó a Lorena, a su monasterio de Gorze,

donde fue elegido abad. Del califa –muy presionado también por los condes catalanes–

se consiguió que no siguiera apoyando a los bárbaros piratas de Fraxinetum.82

81

San Juan de Gorze.

82

Enclave sarraceno pirata situado en el condado de Fréjus, cerca de la actual Saint-Tropez. Allá por el

año 889, una embarcación con una veintena de aventureros andalusíes, bastante embrutecidos y diestros

en pillaje, llegó a dicho enclave de Provenza. Posesionándose del lugar lo denominaron Fraxinet (Fa-

rakhshanit en árabe) en alusión a la aldea del lugar llamada Fraxinetum. Desde aquí prosperaron mucho

bastantes bandidos moros como tratantes de esclavos. Realizaban incursiones por los territorios vecinos

capturando a cuantos podían, llegando hasta el Piamonte (norte de Italia) y controlando muy eficazmente

a sus objetivos en los pasos alpinos ente Italia y Francia. Establecieron un puesto avanzado al sur de Suiza

(en el actual San Mauricio, en el cantón de Valais). No tenemos estadísticas de la cantidad de esclavos

que se exportaron desde Fraxinetum, pero hay suposiciones ciertas de que pudieron ser cientos de miles.

En el año 973, Guillermo I de Provenza derrotó a estos sarracenos en la batalla de Tourtour, habiendo

conseguido contra ellos una alianza militar con los dirigentes locales franceses. La derrota y expulsión de

los mencionados moros piratas, presagiando ya la crisis que acarrearía la caída del califato cordobés, per-

mitió un desarrollo económico y cultural en el sur de Francia. Más adelante, en su momento, lo conta-

remos.

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~ 47 ~

COSTAS FATIMÍES

DE ÁFRICA

Como represalias por el violento desembarco siciliano del año pasado en Almería, el

caíd cordobés Galib,83

al mando de 70 embarcaciones, arremetió en las costas fatimíes

(tunecinas) de África incendiando poblaciones. Fueron arrasadas por fuego las localida-

des de Marsa Al-Jaraz, Susa y Tabarka.84

83

Galib Abu Temman Al-Nasir fue un general poderoso y muy victorioso del califato de Córdoba. Sirvió

fielmente a los califas Abderramán III, Alhakén II e Hisman II. Los Anales del Califato, citándolo como

general Galib, lo alaban como hombre de acción, temeroso de Dios, fiel al califa y respetuoso con los

vencidos, mostrando hacia ellos lo que en terminología cristiana se denominó actitud caballeresca o caba-

llerosa.

Galib destacó en tres frentes: luchó protegiendo Al-Ándalus por el norte contra los ataques de los reyes

cristianos, contuvo a los fatimíes norteafricanos y protegió también las costas andalusíes afrontando vic-

toriosamente los ataques e invasiones de los vikingos daneses.

En el año 960, Galib le arrebatará Gormaz (Soria) al conde castellano Fernán González, reconstruyén-

dola como fortaleza (año 965).

Tendremos que ocuparnos más del general Galib en adelante. Hay mucha historia al respecto.

84

Galib también fue capaz de mantener como dominios del califa cordobés las ciudades de Ceuta y Tán-

ger, siempre amenazadas por los avances de los fatimíes.

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~ 48 ~

DOURDAN

En Dourdan, cerca de París, el 16 de junio, falleció Hugo,85

duque de Francia y conde

de París. Tenía 58 años de edad.

En el año 936, al fallecer el duque Rodolfo de Borgoña, Hugo llegó a controlar todo el

territorio situado entre los ríos Loira y Sena, prácticamente lo que fue la antigua Neus-

tria, con la excepción del territorio que fue cedido a los normandos en el año 911. Tuvo

un destacado papel en el regreso de Luis IV desde Inglaterra (año 936), pero al casarse

ese mismo año con Hedwige de Sajonia, hija de Enrique I el Pajarero (de Francia Orien-

tal o Alemania) y hermana de Otón I, se iniciaron las disputas entre él y Luis IV. Tras la

muerte de Luis (año 954), Hugo fue el primero en apoyar y reconocer a Lotario como

rey de Francia.

Del matrimonio de Hugo con Hedwige de Sajonia nacieron tres hijos y dos hijas: Bea-

triz,86

Hugo,87

Emma,88

Otón Enrique89

y Eudes Enrique.90

85

Hugo el Grande. Era hijo del rey Roberto I de Francia y sobrino de Eudes I. Su madre, Beatriz de Ver-

mendois, era descendiente de Carlomagno. Su primogénito, Hugo Capeto, llegará a ser rey de Francia en

el año 987.

86

Su primogénita, que se casó con el conde de Bar y duque de la Baja Lorena Federico I.

87

Hugo Capeto, duque y rey de Francia, que reinará en su momento como Hugo I.

88

Que se casó con el duque Ricardo I de Normandía.

89

Duque de Borgoña al morir su suegro Gilberto de Chalon.

90

Duque de Borgoña al morir su hermano Otón Enrique.

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~ 51 ~

Año 957

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~ 52 ~

LEÓN

Sancho I no estuvo por la labor de mantener la firma de paz con Abderramán III que

había conseguido Ordoño III antes de su muerte. Descontento con ello el califa, mandó

a tierras leonesas (que para él son gallegas), un ejército desde Córdoba al mando de Ah-

mad ibn Yala. El ataque causó una gran derrota al rey leonés. Ahmad, después de llevar

a cabo 400 decapitaciones de cristianos en territorio leonés, regresó a Córdoba victo-

rioso y con muchos caballos y bestias de carga que arrebató a los leoneses, además de

un rico botín. Las noticias de la vitoria llegaron a Córdoba el 26 de julio, mediante una

carta que fue allí muy celebrada.91

91

Las fuentes no son más explícitas al respecto, pero por estos tiempos, recién iniciado el reinado de

Sancho I, ya hay descontento nobiliario contra él y como que se barruntan conjuras. La obesidad de San-

cho I, que entre otras cosas le incapacita para guerrear a caballo, va a ser un problema que consideren los

magnates del norte.

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~ 53 ~

REINO DE NAVARRA

Contra el reino de Navarra, siendo enviada a aquellas tierras una expedición militar

del califato al mando del caíd Galib, hubo ataque y destrucción de varias fortalezas, en

las que fueron acuchillados y degollados quienes las custodiaban. Fue también una acei-

fa que arruinó muchas villas y aldeas navarras y riojanas por doquier.

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~ 54 ~

CÓRDOBA

El califa Abderramán III ordenó en Medina Al-Zahra la construcción de una mansión

palaciega92

para su visir hayib93

Yafar ibn Abderramán.94

92

De 1.000 metros cuadrados de superficie. Algunas fuentes señalan el año 961 para estos hechos.

93

Primer ministro.

94

Este personaje, un antiguo esclavo que fue esmeradamente educado de un modo muy próximo al ca-

lifa, fue muy relevante en lo constructivo y artístico, pues dirigió las obras centrales de Medina Al-Zahra

y la ampliación de la mezquita de Córdoba ordenada por Alhakén II, tal como se indica en la inscripción

del mirhab.

De las dos residencias emplazadas al sur de las viviendas de servicio en Medina Al-Zahra, la oriental es

la Casa de Yafar. La organización del edificio se adaptó espacialmente a su uso interior, para que fuera

residencia de tal alto personaje. La casa fue articulada a modo basilical y en tres destacados espacios,

organizados en torno a sus correspondientes patios: uno público, otro íntimo y otro más bien relacionado

con los diversos servicios destinados a Yafar. Tres naves longitudinales comunican entre sí mediante

puertas con arcos de herradura, y una nave transversal, abierta al patio público, interrumpe la corres-

pondencia entre las naves longitudinales y la fachada principal, adaptándose en este espacio la cons-

trucción de una estancia de baño. La fachada se organiza mediante un triple arco de herradura soportado

por sólidas columnas, muy estéticas. La pavimentación es a base de gruesas losas de mármol blanco,

excepto en el patio, donde se emplearon piedras calizas violáceas. Tanto en la fachada como en los inte-

riores hay mucha decoración de ataurique, de motivos geométricos y vegetales. Las puertas son sólidas,

de madera decorada de la misma manera. Antes del paso al espacio íntimo de la vivienda hay una letrina

y un corredor, escalonado en profundidad. Luego vienen varias estancias que culminan en una alcoba ante

la cual hay un patio con una pila de mármol en el mismo centro y provisto de surtidor de agua, sonora y

relajante a la vez.

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Año 958

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~ 56 ~

FRANKFURT

En Frankfurt, el clérigo Liutprando,95

habiendo conocido a Recemundo (embajador de

Abderramán III y obispo de Ilíberis), anda redactando su obra Antapódosis o Retribu-

ción,96

sobre la historia reciente y en curso. Recemundo le animó a ello, para ilustrar,

entretener y edificar moralmente a los posibles lectores. Liutprando, entre otros temas,

se centra en unos relatos que critican a Berengario II97

y a su esposa Willa (o Guila). Tal

95

De quien hablaremos como embajador y obispo de Cremona.

96

Pablo A. Cavallero Sada, ed. (2007): La Antapódosis o Retribución de Liutprando de Cremona, Ma-

drid, CSIC.

97

Hijo de Adalberto I de Ivrea y de Gisela de Friuli, hija de Berengario I de Italia. Los Ivrea fueron au-

mentando su poder en Italia durante la primera mitad del siglo X, concentrándose tal poder en Berengario

II. Su matrimonio con Willa de Arlés, hija de Bosón, conde de Arlés-Avignon y margrave de Toscana,

fue el detonante para que Hugo de Arlés recelara de él. Hugo de Arlés hizo cuanto pudo para eliminar a

Berengario, pero éste pudo refugiarse en Alemania contando con el apoyo de Otón I.

Berengario regresó a Italia en el año 945, acompañado de un ejército que obligó a Hugo a retirarse a

Provenza. Berengario fue acogido por las ciudades y señores de Italia como libertador y se convirtió (no-

minalmente) en el rey de Italia, aunque era titular en ese momento el hijo de Hugo, Lotario. El breve rei-

nado de Lotario terminó con su muerte el 22 de noviembre del año 950, probablemente envenenado por

orden de Berengario.

La muerte de Lotario dio a Berengario la oportunidad de coronarse rey, asociando al trono a su hijo

Adalberto (coronándolo el 15 de diciembre del año 950). Intentó legitimar su mandato en Lombardía for-

zando a la viuda de Lotario, Adelaida de Italia (Santa Adelaida), respectivamente hija, nuera y viuda de

los últimos reyes de Italia a casarse con su hijo Adalberto. Adelaida se opuso y fue encarcelada. Luego

logró escapar con su hija Emma, pero fue apresada en Como (20 de abril del año 951). Desde entonces,

Willa, la esposa de Berengario se dedicó a maltratar a Adelaida para obligarla a casarse con su hijo Adal-

berto, pero ésta siempre se negó. El 20 de agosto logró Adelaida escapar a Reggio, y de allí se acogió a la

protección de Adalberto Atto de Canosa. Adalberto, el hijo de Berengario y Willa, asedió el castillo de

Canosa, pero Adelaida logró enviar un emisario pidiendo ayuda al emperador Otón I, con quien acabó

casándose.

Cuando Lotario murió, un hijo de Otón I, Liudolfo, duque de Suabia, invadió Lombardía. Otón recibió

la solicitud de ayuda de Adelaida y vio como caída del cielo la presencia del ejército de su hijo en Italia,

así que se puso al mando de estas tropas, aplastando las ambiciones de Liudolfo sobre Italia. La movi-

lización de las tropas del emperador obligó a Berengario a retirarse. Adelaida y Otón I se reunieron en Pa-

vía y el 23 de septiembre el emperador se hizo coronar rey de los lombardos. Seguidamente, en octubre,

se casó con Adelaida para fortalecer su legitimidad por desposar a la viuda del último rey legítimo. Ante

esta maniobra Berengario no tuvo más remedio que rendir pleitesía a Otón, pero con la condición de que

le mantuviese como rey de Italia. Otón aceptó y regresó con su esposa a Alemania, fortaleciéndose así el

poder sacro-imperial de Alemania, sobre todo tras resultar derrotados los húngaros.

Berengario no veía con buenos ojos que hubiese algún poder dentro de Italia que no acatase su mandato,

y continuamente intentaba interferir en los asuntos de la Iglesia y atacaba los derechos de los nobles. En

el año 953, Liudolfo, resentido desde los sucesos del año 951, se rebeló contra su padre con la ayuda de

su cuñado Conrado el Rojo, duque de Lotaringia. Aunque Otón pudo aplastar esta rebelión (año 954), la

revuelta dio alas a Berengario para hostigar impunemente a los poderosos y feudales terratenientes, así

como a la Iglesia. Tras el descontento que causó, los afectados solicitaron la ayuda del emperador, el cual

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~ 57 ~

como Recemundo le ha contado, relata también la exitosa batalla de Simancas y Alhán-

dega que causó gran derrota de los musulmanes a manos de los cristianos y mozárabes

guiados por Ramiro II.98

(año 957) envió a su hijo Liudolfo, con quien había hecho las paces, para que acabase con los abusos de

Berengario. Liudolfo realizó una campaña brillante; en muy poco tiempo conquistó o se le unieron mu-

chas ciudades, de modo que Berengario tuvo que doblegarse después de que Liudolfo derrotase al gran

ejército que Adalberto había reunido en Verona. Pero Liudolfo murió en Pombia, cerca de Novara, de

unas extrañas fiebres (el 6 de septiembre de ese año 957), y Berengario se vio libre otra vez para hostigar

a todos los que se le oponían.

Así se continuó hasta que en el año 960 Berengario rompió con su vasallaje al emperador Otón I y atacó

al Papa Juan XII. Entonces, Otón I volvió a entrar en Italia (año 961) para defender al Papa. El ejército de

Berengario se negó a luchar (pues los soldados se sintieron incapaces de ir contra el Papa), y Berengario y

su hijo Adalberto se refugiaron en la fortaleza de San Leo, cerca de Montefeltro. Como consecuencia de

su triunfo, Otón I fue coronado emperador en Roma por el Papa (2 de febrero del año 962). En la misma

ceremonia fue coronada emperatriz (Santa) Adelaida, algo muy poco común en la historia del Sacro Im-

perio.

Al entrar en Italia (año 961), Otón I decidió ratificar la división que se había hecho de la Marca de

Ivrea, para restar poder a Berengario y favorecer a las familias afines a los intereses del Imperio. Además

reducía aún más los feudos de la familia de Berengario.

En el momento en que Otón I abandonó Roma, el Papa Juan XII rompió con todo lo acordado con él y

se alió en su contra (con bizantinos, húngaros y príncipes italianos). Otón I regresó entonces a Roma (no-

viembre del año 963) y en una asamblea sinodal depuso al Papa, acusándolo de inmoral, disoluto, in-

cestuoso, perjuro y sanguinario (los historiadores más críticos ponen en duda tales acusaciones en cuanto

a que se correspondan del todo a la realidad). Ese mismo año terminó el asedio de San Leo y Berengario

fue llevado prisionero a la ciudad alemana de Bamberg. Su esposa, Willa, que se había refugiado en la

fortaleza del Lago Orta (norte de Italia), también fue capturada y conducida con él a Bamberg, pero tras la

muerte de Berengario Willa fue llevada a un monasterio.

98

Recordemos (primeros días de agosto del año 939) que la victoria de Simancas, que se concluyó en Al-

hándega, consolidó el dominio cristiano sobre los territorios al norte del Duero y permitió también iniciar

la repoblación segura al sur de este río.

La batalla de Simancas es fundamental en la Reconquista porque es un episodio tangible no una le-

yenda, fue un suceso real a diferencia de otros episodios más o menos mitificados. Simancas sirvió como

propaganda de la fe católica en el reino de León y fuera de la Península. De Covadonga o Clavijo, nos

podemos imaginar cosas, sin embargo, Simancas es la primera gran victoria cristiana sobre los musulma-

nes, que está perfectamente documentada en fuentes árabes y cristianas.

Abderramán III había decidido causar una rotunda derrota a los cristianos del norte, castigo que no pu-

dieran olvidar en adelante, en represalia sobre todo por los ataques que llevó a cabo Ramiro II sobre Ma-

drid, Zaragoza y otros lugares, pretendiendo llegar a Toledo. Abderramán III no podía asumir la osadía

del avance del rey leonés y por eso organizó la gran campaña contra él, la yihad poderosa dirigida princi-

palmente contra Zamora.

Abderramán reclutó un gran ejército para la yihad como deber sagrado de los musulmanes (y para ob-

tener el paraíso), no como una aceifa más. Muchos se alistaron para la guerra santa del califato, aportando

todo lo necesario en dinero, alimentos, armas, caballos, etc., para combatir a los infieles de Ramiro II.

El 28 de junio del año 939, salió de Córdoba Abderramán III al frente de su inmenso ejército (100.000

hombres) con dirección a Toledo, y desde ese día ordenó el califa que diariamente se rezara en la mez-

quita aljama de Córdoba la oración de campaña, incluyendo una acción de gracias por lo que iba a ser un

éxito total (que se daba por hecho y seguro) sobre los infieles. Los 100.000 hombres reclutados por Abde-

rramán III procedieron de todas partes (Mérida, Zaragoza, el Algarve portugués de la vieja Lusitania, del

norte de África y de las fuerzas eslavas integradas en el ejército de Córdoba, etc.).

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~ 58 ~

SANTIAGO DE

COMPOSTELA

Sancho I de León, apodado el Craso y precisamente por su gordura que le impide

montar a caballo y dirigir las huestes, fue depuesto y destronado como rey de León.

Tras suceder esto, Sancho fue a refugiarse a Navarra, al lado de su abuela la reina Tota.

Y en su lugar fue entronizado Ordoño IV,99

primo de Sancho e hijo de Alfonso IV de

Como el primer obstáculo antes de acceder a Zamora era Simancas (90 kilómetros al este de Zamora),

el ejército musulmán empezó su ataque por esta zona, siendo precisamente aquí derrotados.

Precisamente Ramiro II, con Fernán González y demás condes, había organizado su resistencia militar,

prácticamente todo su ejército, en Simancas, sabiendo cuánto había en juego en la contienda. También

aportaron tropas los navarros y aragoneses.

El 19 de julio, cuando las fuerzas cristianas y musulmanas se iban concentrando en Simancas, al ama-

necer hubo un eclipse de sol total (lo relatan las crónicas cristianas y musulmanas). Los moros interpre-

taron esto en su contra.

No hay muchas noticias detalladas sobre el desarrollo de la lucha, pero todo indica que hubo muy mala

coordinación entre los mandos califales. Relatos de la época señalan, como causa del mal entendimiento,

que los generales árabes no asumieron con agrado que el mando supremo del ejército lo tuviera un gene-

ral eslavo.

El 6 de agosto, después de que las fuerza cristianas hubieran sufrido enormes estragos, la ciudad per-

manecía intacta; todos los esfuerzos musulmanes habían sino inútiles. Abderramán se desesperó por la

impotencia de su ejército ante las murallas de Simancas y porque también sus bajas eran ya enormes. Da-

das las circunstancias y que la cosa no estaba muy clara, el califa optó por una retirada a tiempo y decidió

levantar el campamento para retornar a Córdoba. Ramiro II, al ver retroceder a los moros, se animó y de-

cidió ir en su persecución.

Dicha persecución duró varios días y terminó en los barrancos de Alhándega, probablemente cerca de

Caracena (Soria), o en Atienza, o en Albendiego (provincia de Guadalajara, a 200 kilómetros de Zamora).

Aquí (21 de agosto del año 939), en medio de una gran emboscada, se lo pasó muy mal Abderramán y co-

rrió grave peligro de caer prisionero o morir. Murieron 20.000 de sus hombres. Abderramán escapó de

milagro, gracias a su escolta personal y su caballo. En el campo de batalla dicen las crónicas de la época

que se dejó sus mallas de tejido de oro puro y su ejemplar favorito del Corán, que utilizaba durante sus

aceifas. El botín fue extraordinario, el rey moro de Zaragoza, que participó en la batalla, quedó prisionero

en León. La victoria de Ramiro II había sido total y ahora Abderramán III, a su vuelta a Córdoba, tenía

que explicar lo ocurrido. La noticia se extendió por toda Europa y Oriente, hasta Bagdad.

Cuenta la leyenda que en la batalla de Simancas y Alhándega combatieron en celestial aparición San-

tiago Apóstol y San Millán, convertido desde entonces en patrono principal de castellanos y navarros. A

consecuencia de ello, Fernán González favoreció con donaciones y privilegios al monasterio de San Mi-

llán de la Cogolla. Gonzalo de Berceo lo resaltó todo en versos.

Nunca más Abderramán III se puso al frente de un ejército contra cristianos. Derrotado en Simancas y

Alhándega, ya en Córdoba, comenzó la construcción de Medina Al-Zahra, después de haber crucificado a

300 de sus soldados más relevantes tras la derrota, añadidos así a la gran lista de degollados, decapitados

y crucificados que hubo a lo largo de su reinado según fue ordenando.

99

Pasará a la historia apodado como el Malo o también como el Jorobado.

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~ 59 ~

León (el Monje) y de Oneca de Pamplona. Tiene 33 años de edad. Fue coronado en

Santiago de Compostela, el 2 de marzo, en una ceremonia con 6 obispos (5 gallegos y el

de León) y con los magnates que principalmente le apoyaron.100

Ordoño IV, que aparece ante los súbditos como mezquino y egoísta desagradable, tu-

vo pronto sin embargo su victoria contra una expedición de los moros y otra con la que

le atacó Fruela Vélaz contra Peña Real.101

Ocurrió el 2 de agosto. Después de esto, Or-

doño IV se estableció en su palacio leonés.

Urraca Fernández

100

No está claro el papel que juega Fernán González, tío de Sancho, en este golpe de estado, pero pronto

el nuevo rey obtiene su apoyo al casarse con su hija viuda (de Ordoño III) Urraca Fernández (prima car-

nal suya, ya que ambas madres son hermanas).

101

No se sabe la localización de este sitio ni mucho más sobre las mencionadas expediciones, ni acerca

del tal Fruela.

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~ 60 ~

CÓRDOBA

El depuesto Sancho I de León pidió ayuda a su abuela la reina Tota para poder re-

cuperar el trono y ella, primero mediante una embajada, recurrió al califa Abderramán

III en busca del apoyo necesario. Recordemos que Tota, además de tía carnal del califa

es también vasalla suya. También le pide Tota a Abderramán que le proporcione un mé-

dico para curar de su obesidad a Sancho. A cambio de todo ello, Tota le ofrece a Abde-

rramán algunas plazas interesantes (10 fortalezas) en las riberas del Duero.

Como Abderramán mostró su disposición para recibir a Tota, ella se puso en camino

hacia Córdoba. También fueron Sancho I102

y su reciente esposa Teresa Ansúrez.103

El

médico que Abderramán III recomendó fue el mismo Hasday, el sabio y diplomático ju-

dío que era también su médico personal. El tratamiento que le recomendó e impuso

Hasday a Sancho fue el de no permitirle como alimento durante cuarenta días sino infu-

siones. Luego, los ilustres visitantes firmaron con el califa un acuerdo por el que un

ejército navarro-andalusí tomaría Zamora y León, restaurando así a Sancho I como rey

de León y pudiera quedar expulsado Ordoño IV.104

Después de esta embajada, habiendo regresado la familia a sus tierras, murió la reina

Tota, el 15 de octubre. Tenía 82 años de edad. Había sido una mujer fuerte.105

Recibió

sepultura en el monasterio riojano de Suso (San Millán de Suso).

102

Éste a pie cuanto pudo y así por prescripción del médico Hasday que habría de tratarlo.

103

Hija de Ansur Fernández, conde de Monzón, y de Gontroda Nuñez, quien según Jaime de Salazar y

Acha (de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía) fue hija de Nuño Velaz y nieta de Ve-

la Jiménez, conde de Álava.

Del matrimonio de Sancho I (el Gordo) y Teresa Ansúrez nacieron un hijo y una hija: Ramiro (futuro

Ramiro III de León, entre los años 961-984) y Urraca Sánchez (que contraerá matrimonio con el conde

Nepociano Díaz, que podría ser hijo de Diego Muñoz, conde de Saldaña, aunque esto no esté demasiado

documentado).

Tras la muerte de Sancho I (año 966), Teresa Ansúrez ingresará como monja en el monasterio de San

Pelayo de Oviedo, llegando allí a ser abadesa. Además, se hizo cargo desde allí de la tutela del reino de

León, juntamente con su cuñada Elvira Ramírez, durante la minoría de edad de su hijo el rey Ramiro III.

104

Esto se verificó en los años 959 y 960, como enseguida veremos. No obstante, Sancho I no cumplirá

lo tratado con Abderramán III y éste pasará entonces a apoyar a Ordoño IV, pero todo quedará en unas

cuantas expediciones casi a modo de escaramuzas y castigos sin demasiada trascendencia. Sancho I aca-

bará su reinado con un territorio leonés bastante debilitado mientras se van afianzando cada vez más inde-

pendientes los condados castellanos y gallegos.

105

Fue reina de Pamplona por su matrimonio con Sancho Garcés I. Era hija de Aznar Sánchez y Onneca

Fortúnez, que eran primos hermanos, y nieta del rey de Pamplona Fortún Garcés.

Tía carnal de Abderramán III, cuando el mismo monarca dirigía una aceifa encaminada a Pamplona

(año 934), invocó sus lazos de parentesco para que el califa le concediera la paz y se alejara de su reino.

Abderramán en respuesta, impuso que ella misma se presentara en el campamento musulmán, en Cala-

horra, como prueba de sus buenos propósitos. Tota se presentó con su séquito y Abderramán la recibió

dispensándole todos los honores. Allí se hizo vasalla de Al-Ándalus la reina Tota, sellándose todo con un

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~ 61 ~

NORTE DE ÁFRICA

Los territorios fatimíes del norte de África siguen propiciando sublevaciones y ata-

ques contra los omeyas y su presencia en esas tierras. Habiéndose apoderado los fati-

míes de Tahert, su gobierno pasa al general bereber Ziri ibn Manad. Otras varias ciuda-

des del entorno están sufriendo luchas y tensiones entre tribus y tendencias varias del is-

lamismo en la zona.106

Gran mezquita de Mahdia construida por los fatimíes chiitas

amistoso tratado de no agresión y de colaboración mutua y de ella con el califa. Abderramán III invistió

entonces a García Sánchez I de Pamplona (el Vascón), hijo de Tota como rey de Pamplona y de sus ale-

daños o distritos. Después de este tratado entre Tota y Abderramán, las tropas musulmanas atravesaron el

ahora aliado reino navarro y marcharon en expedición contra el reino de León, asolando de paso las tie-

rras alavesas y castellanas.

106

El fundador de la dinastía fatimí en Ifriqiya, como califa, fue Ubayd Allah Al-Mahdi (en diciembre del

año 909). Velando por una política fiscal rigurosa y determinado a imponer el chiísmo, se enfrentó a una

fuerte oposición mostrada por un frustrado complot (año 911). A pesar de ello, los fatimíes se impusieron

poco a poco en todo el norte de África, controlando caravanas y rutas comerciales. En el año 921 fundó la

ciudad de Mahdia, haciéndola capital fatimí. En el año 945, Abu Yazid, de la tribu de los Banu Ifren,

organizó sin éxito una gran revuelta bereber para expulsar a los fatimíes. El tercer califa fatimí, Ismail Al-

Mansur, trasladó la capital a Kairuán, llegando a dominar Sicilia en el año 948. Cuando la dinastía fatimí

trasladó su base hacia el este (año 972), tres años después de la conquista final de la región, y sin aban-

donar su soberanía sobre Ifriqiya, el califa Maad Al-Muizz confió a Bologhine ibn Ziri –fundador de la

dinastía de los ziríes– la tarea de gobernar la provincia en su nombre. Paralelamente, lanzó una expe-

dición hacia Oriente, donde fundó El Cairo (año 973). Los ziríes asumieron gradualmente su indepen-

dencia con respecto al califa fatimí, lo que terminó con la ruptura con este soberano entonces lejano.

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Alminar de la Gran Mezquita de Kairuán

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Año 959

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~ 64 ~

LEÓN

El remedio saludable que le impuso Hasady a Sancho I surtió efecto y el rey leonés

quedó bastante restablecido y más en forma. Abderramán III prestó su apoyo para que

Sancho recuperara su trono en León. Tropas califales se unieron a otras de Navarra lle-

vando a Sancho a León, con el resultado de huir Ordoño IV a Asturias. Así podemos

contar que el reinado de Ordoño IV fue breve. Además, dio pruebas de su incapacidad

política y de su poco tacto diplomático. Hubo descontento entre los nobles, de modo

que se fueron mostrando cada vez más indiferentes hacia él. Esto favoreció la vuelta de

Sancho I. Como hemos dicho, Ordoño IV, teniendo noticias de cómo Sancho I se acer-

caba a Sahagún, con tropas musulmanas a su favor, contra las que no tenía efectivos, tu-

vo que abandonar el trono, él con su mujer y sus hijos.107

Por su parte, las tropas na-

varras, bastante numerosas por cierto, se dieron a atacar a Fernán González, de modo

que el conde castellano no estaba para auxiliar a Ordoño.108

Sancho I fue entronizado de

nuevo en León.

107

Ordoño IV contrajo matrimonio con Urraca Fernández, viuda de Ordoño III e hija del conde caste-

llano Fernán González. La boda debió de haberse celebrado en el año 958. Según la Crónica de Sampiro,

nacieron dos hijos de dicho matrimonio (filiis doubus), siendo uno de ellos García, el cual pasará por ser

entregado como rehén al califa Alhakén II cuando Ordoño IV esté en Córdoba intentando recabar el apo-

yo del califa (como explicamos en la nota siguiente y como veremos en su momento).

108

En un principio, Ordoño IV, con su familia, se puso en camino hacia Burgos, pero viendo que los cas-

tellanos, combatiendo contra los navarros, también le daban la espalda, tuvo que optar por cambiar su

rumbo hacia Asturias. Fernán González prestaría juramento de vasallaje ante Sancho I.

Ya en tiempos de Alhakén II, hijo y sucesor de Abderramán III en Córdoba, Ordoño IV, con una re-

ducida escolta, se presentará en Córdoba, pretendiendo que el nuevo califa le diera su apoyo, de modo

que pudiera recuperar su trono. Ordoño se dirigió primero a los más directos colaboradores del califa o a

quienes le pudieran preparar audiencia con él. Alhakén II se dispondrá en principio favorable a sus peti-

ciones, pero en verdad no se mostrará nunca interesado en prestarle ayuda. Más bien se aprovechó de las

aspiraciones de Ordoño para presionar a Sancho, pues éste aún no había hecho entrega al califato de las

10 fortalezas prometidas cuando Abderramán III y Tota habían pactado una paz y una alianza. Sancho no

cumplía lo pactado. Alhakén II, por tanto, gracias a la visita de Ordoño IV, pudo logar que Sancho I fir-

mara con él la paz convenida y entregara las plazas prometidas. Como Alhakén II ratificó con legitimidad

el acuerdo, quedaba claro que el rey de León seguía siendo Sancho I, con la consecuencia de que Ordoño

IV se fuera despidiendo de poder recuperar el trono.

Finalmente, como ya veremos en su momento, Ordoño IV, en Medinaceli, se entregará al general (caíd)

Galib, quien lo llevará a Córdoba. Ordoño IV fallecerá en la capital andalusí, tras lo cual sus restos serán

llevados a León y recibirán sepultura en el Panteón de los Reyes de San Isidoro.

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~ 65 ~

CONSTANTINOPLA

El 9 de noviembre murió en Constantinopla el emperador Constantino VII Porfirogé-

neta,109

a los 54 años de edad, habiendo reinado en los períodos 913-920 y 945-959, te-

niendo en cuenta la soberanía ejercida por Romano I.

Constantino VII fue considerado emperador bizantino en el año 913, cuando contaba

con 7 años de edad, ostentando la regencia imperial el patriarca Nicolás el Místico. Pero

Nicolás se vio obligado a firmar la paz con Simeón I de Bulgaria, teniendo que recono-

cerlo como zar (emperador) de Bulgaria, lo cual le acarreó el rechazo de los bizantinos

siendo desplazado de la regencia, pasando ésta a ser gestionada por Zoe, la madre de

Constantino.

Pero Zoe tampoco estuvo acertada en relación a Bulgaria, por lo que también fue des-

plazada de la regencia, pasando ésta a manos de Romano I Lecapeno, el cual casó a su

hija Elena con Constantino.

Según se cuenta, Constantino tiene muchos recuerdos tristes, tanto de su niñez como

de su juventud, siendo además poco agraciado físicamente. Siempre se mostró serio y

como taciturno, muy reservado, tímido por haberse visto relegado en la línea sucesoria

por el mismo Romano al querer éste favorecer más bien a sus hijos. Con todo, Cons-

tantino fue muy inteligente y capaz, más destacado en todo que Romano y sus más bien

nefastos hijos. Pudo dedicarse, según sus múltiples intereses y con acierto, al estudio de

muchos asuntos concernientes al Imperio.110

En realidad, Romano se ocupó mucho del poder en solitario hasta el año 944, cuando

fue depuesto por sus hijos, los cuales reconocieron finalmente a Constantino como em-

perador. Se llegó así al año 949, cuando Constantino dispuso una expedición contra los

piratas sarracenos instalados en Creta (y no era la primera vez, desde León VI, que esto

se emprendía), pero resultó ser, como otras veces, una expedición fracasada. Lo peor

fue que este hecho dio lugar a un serio ataque de los musulmanes sobre los territorios

bizantinos de Siria, Armenia e Italia, con pérdidas de dominios.111

Sobre Constantino-

109

Hijo de León VI y de Zoe Karbonopsina (y sobrino de Alejandro III, hermano y co-emperador de

León VI), fue apodado Porfirogéneto o Porfirogéneta (“nacido de la purpura”) como hijo legítimo (me-

jor dicho legitimado) al nacer en la sala púrpura del palacio imperial de Constantinopla que estaba des-

tinada al alumbramiento de los herederos al trono.

110

Constantino VII resalta sobre todo en su faceta de erudito y escritor. Compuso (o encargó componer a

otros en su nombre) obras como De Ceremoniis (con materia que recogerá también, con su característico

sentido crítico, Liutprando de Cremona), De Administrando Imperio (ofreciendo aquí sabios consejos y

buena doctrina política y de gobierno) y una Historia del Imperio (que recoge hechos desde el año 817).

Estos libros suponen una importante fuente de información y documentación para conocer la época de

Constantino VII y su reinado. Este emperador, con una excelente biblioteca, fue también un gran colec-

cionista de libros, manuscritos y obras de arte en general, así como buen pintor.

111

Aunque los territorios más orientales serán posteriormente recuperador por Juan I Tzimisces, del que

ya trataremos.

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~ 66 ~

pla, Constantino VII logró la derrota de un ataque por mar de los musulmanes mediante

el uso del fuego griego (año 957).

En el año 950, Constantino VII recibió en Constantinopla al jefe tribal húngaro Gyula

de Transilvania, convertido en cristiano ortodoxo y recibiendo el título de patricio. Gyu-

la y Constantino se hicieron buenos amigos, siendo fruto de esa amistad la evangeliza-

ción de Transilvania bien dirigida por el patriarca Hierotheos.112

Constantino VII se mantuvo también en excelentes e intensas relaciones diplomáticas

con los reinos del momento, incluido el califato de Córdoba, de modo que se sucedieron

embajadas de gran provecho entre él y Abderramán III.

En otoño del año 957 fue recibida en Constantinopla Olga de Kiev,113

con quien se

inició la conversión de los rusos al cristianismo.

A Constantino VII le sucede su hijo (y de Elena Lecapena) Romano II. Tiene 21 años

de edad.114

El emperador Constantino VII y su madre Zoe

112

Gyula de Transilvania fue el primer mandatario húngaro en hacerse cristiano, sólo que según la orto-

doxia bizantina y no en comunión con Roma. Posteriormente, será San Esteban I de Hungría (997-1001)

quien como católico dé lugar a la tradición católica definitiva de este reino medieval y en lo sucesivo.

113

Santa Olga. No está claro el motivo de dirigirse Olga a Constantinopla, pero sí es cierto que su visita

fue positiva y provechosa en todos los aspectos.

114

Era todavía un niño cuando fue desposado con Berta, hija ilegítima de Hugo de Arlés, rey de Italia, la

cual tomó el nombre de Eudoxia al convertirse en cristiana ortodoxa de Constantinopla. Pero cuando Hu-

go abdicó del trono de Italia (año 947), muriendo poco después Berta (año 949), Romano actuó del modo

que le había hecho prometer a su padre y se casó con quien él quiso, lo cual, sorprendentemente, lo hizo

con una tabernera o hija de un tabernero llamada Anastaso, cambiándose el nombre por el de Teófano al

casarse.

Romano II pasará a la historia como un emperador sensual y amante de los placeres, aficionado al lujo.

Con todo, fue acertado y sensato al saberse rodear de buenos ministros. Lo más destacado de su reinado

(como tendremos ocasión de considerar) será la reconquista de Creta, cuando su general (que también se-

rá su sucesor) Nicéforo Focas se la arrebate a los musulmanes y acabe con la piratería sarracena allí insta-

lada (año 961).

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~ 67 ~

GLOUCESTER

El Gloucester, el 1 de octubre, murió Edwy el Bello, conocido así por su extraordi-

naria y natural hermosura. Tenía 18 años de edad y fue rey de Inglaterra durante sus úl-

timos 4 años. Recibió sepultura en la catedral de Winchester. Era el primogénito de Ed-

mundo I de Inglaterra, apodado el Magnífico, y de Elgiva.115

Sucedió en el trono a su tío

Edred. Y a él le sucede su hermano Edgar (de 16 años de edad).

Su corto reinado se vio caracterizado por las disputas con sus familiares, la nobleza y

la Iglesia, muy representada ésta por Dunstan116

y por el arzobispo Otón de Canterbury.

Viendo los atropellos de Edwy, y sus excesos, los reinos de Mercia y Northumbria, apo-

yados por el arzobispo Otón de Canterbury, se rebelaron y eligieron a Edgar como rey

(año 958). Edwy le declaró la guerra a su hermano Edgar y pelearon en Gloucester, pero

finalmente pudieron entenderse y renunciar a una guerra civil, decidiendo repartirse el

reino (Wessex y Kent –el sur– para Edwy y Mercia y Northumbria –el norte– para Ed-

gar).

En el año 956 (invierno), Edwy se casó con Elgiva, descendiente del rey Etelredo I de

Wessex (865-871) y prima suya en tercer grado, siendo este parentesco el motivo por el

cual el Papa anuló pronto ese matrimonio. Elgiva, muy joven, murió también en Glou-

cester, un mes antes que Edwy. Fue sepultada en la catedral de Winchester. Su muerte

causó gran pena a Edwy.

115

Santa Elgiva.

116

San Dunstan. En su infancia y juventud recibió una buena formación literaria y también en el arte de la

pintura, en orfebrería y en tocar el arpa. A raíz de una grave enfermedad, se hizo monje. Restauró la aba-

día de Grastobury, donde poseía una pequeña fragua en la que solía fabricar vasos sagrados y otros ob-

jetos necesarios en el monasterio.

Justamente en torno a su fragua existen unas leyendas que cuentan que San Dunstan venció al demo-

nio. Una de esas leyendas cuenta que una vez el diablo se le apareció como una mujer bellísima que se

propuso seducirlo, pero viendo el demonio que San Dunstan no le hacía caso se le mostró en su forma

propiamente diabólica. Entonces San Dunstan lo agarró por la nariz con unas tenazas que estaban en el

fuego y el demonio tuvo que aceptar su derrota.

Por motivos de la política en contra que tuvo que sufrir, fue exiliado a Gante, hasta que el rey Edgar (el

Pacífico) lo reclamó y lo nombró obispo de Worchester, siéndolo luego en Londres y finalmente en Can-

terbury. Murió en el año 988.

La enemistad de Edwy con San Dunstan (son datos más legendarios que históricos) se originó cuando,

el día de su consagración como rey, Edwy estuvo ausente de una importante reunión nobiliaria, en la que

también estaba Dunstan, aún abad. Como se puso a buscarlo, finalmente lo encontró retozando con una

noble dama llamada Ethelgiva, negándose a asistir a la reunión. Entonces Dunstan, que era fuerte, lo co-

gió por la cintura y lo llevó a la reunión medio a rastras y en volandas, prohibiéndole para siempre que

volviera a estar con aquella dama. Como esto le sentó muy mal a Edwy, Dunstan tuvo que refugiarse en

un monasterio. Instigado por Ethelgiva, Edwy no cesó de buscar a Dunstan para apresarlo. Dunstan tuvo

que huir disfrazado y acabó exiliado, hasta que pudo volver, como dijimos, llamado por Edgar.

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Edwy el Bello

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Año 960

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SANTIAGO DE

COMPOSTELA

Arreciaron –cosa frecuente– vikingos por las costas gallegas, tras lo cual el obispo

compostelano Sisnando II ordenó levantar en todas ellas fortificaciones. Además de los

vikingos, aparecen también otros piratas, incluidos los sarracenos.

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CIRUEÑA (LA RIOJA)

García Sánchez I de Navarra, aliando de Sancho I de León y apoyado por él, en una

escaramuza llevada a cabo en Cirueña, hizo prisionero al conde Fernán González ence-

rrándolo en el castillo de Clavijo, pero no lo entregó a los musulmanes. El conde caste-

llano tuvo que hacer algunas concesiones territoriales para evitarlo y volver a su liber-

tad.

Castillo de Clavijo

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CÓRDOBA

Parece ser que el Papa Juan XII envió una embajada a Córdoba, siendo recibida por el

califa Abderramán III pero sin darle demasiada trascendencia.117

Lo que sí hizo Abderramán con toda decisión fue ordenar la construcción del castillo

de Tarifa, fortificando esta localidad con la intención de mantener e incrementar el con-

trol a ambos lados del estrecho.

Al otro lado, el norte de África, está cada vez más dominado por los fatimíes. Las pla-

zas omeyas y andalusíes de Tánger, Ceuta y Melilla, siguen acosadas por los enemigos

de Córdoba.

Castillo de Tarifa

117

Ni siquiera se sabe con certeza si el califa accedió a entregarle a los embajadores del Papa unas reli-

quias de algún o algunos mártires que en nombre del pontífice pidieron.

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EPÍLOGO

SAN JUAN DE GORZE

Abderramán III supo ser tan refinado y hábil en la diplomacia, en todo lo relativo a las

embajadas y a los protocolos, como cruel y sanguinario en las cuestiones de guerra o al

ordenar ejecuciones, incluso habiendo hecho mártir al joven San Pelayo.

En el año 949, el emperador Constantino VII, desde Constantinopla, le envió a Abde-

rramán III una carta, escrita en pergamino, con letra azul y abundantes caracteres de

oro, que comenzaba (tal como establecían las normas) dirigiéndose al califa identifican-

dose como “adorador del Mesías”. Luego seguía la carta enumerando los regalos y pre-

sentes de la embajada y todo el restante escrito iba desarrollando y concluyendo en los

asuntos o propuestas de índole práctica que correspondían a la audiencia solicitada.

Por esos mismos días y con muy cuidado protocolo, envió también Abderramán III su

delegación a Otón I. Dicha delegación iba encabezada por un obispo mozárabe, de gran

cultura y experiencia diplomática, con dominio de idiomas. Este obispo murió antes de

comparecer en audiencia ante Otón, por lo que la carta llegó a presencia del rústico ger-

mano siéndole leída sin el correspondiente comentario propiamente diplomático, sin que

Otón fuera advertido sobre la normativa diplomática internacional más vigente en todas

partes.

El protocolario encabezamiento de la carta, ensalzando la fe musulmana sobre la cris-

tiana, más bien protocolariamente rechazada (como establecían las normas diplomáti-

cas), fue mal interpretado por Otón I, considerando poco menos que aquello era una de-

claración de guerra que le hacía el califa.

Otón I retuvo durante tres años a los emisarios del califa, mientras encargaba a su her-

mano Bruno, arzobispo de Colonia, que redactara una misiva de respuesta a Abderra-

mán en la que prodigara toda clase de insultos al Islam. Luego la envió a Córdoba con la

delegación correspondiente que, evidentemente, iba en alto riesgo de martirio para el

momento en que Abderramán III escuchara la lectura de la carta. Y esa delegación, en el

año 953, la encabezó Juan de Gorze, un buen monje benedictino, modélico en todo lo

referente a la vida monástica, que santamente deseaba o no rehuía el martirio. Rondaba

ya los 50 años de edad. Los emisarios de Abderramán que habían estado retenidos fue-

ron liberados y retornaban también a Córdoba. Éstos pusieron en guardia a los embaja-

dores de Otón sobre lo arriesgado del contenido de aquella carta, tal como habían llega-

do a conocerla o sospecharla, pero sobre todo avisaron a Abderramán en cuanto llegaron

a Córdoba, poniéndole en los antecedentes de lo malamente que podía venir escrita.

El califa, que alardeaba de usar la violencia sólo como último recurso, no tenía dema-

siado interés en hacer mártires. Así que decidió demorar aquel asunto, la audiencia pro-

piamente dicha, pero no rechazar de entrada los regalos y presentes de la Corte germa-

na, porque eso era protocolariamente contraproducente, significando cerrazón de entra-

da al diálogo y a las negociaciones. Así que aceptó y recibió los regalos antes de que se

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leyera la carta, lo cual no era protocolario pero sí prudente, porque se evitaba el preten-

dido o resignado martirio, en este caso de un mensajero portador de insultos.

El califa encontró pronto un primer pretexto y tomó una primera decisión por la que

Juan de Gorze fue instalado con honores regios en las afueras de Córdoba, en una exce-

lente mansión, haciéndole saber que, si Otón había retenido a los embajadores cordo-

beses durante tres años, él tenía derecho a retener a los germanos durante seis o más. Le

hizo sabe al monje que de momento aceptaba de buen grado los regalos, pero que la lec-

tura de la carta podía esperar.

Evidentemente, Juan de Gorze no entendía aquello y, como no era tonto aunque sí in-

genuamente testarudo, le costaba aceptar que la carta y su contenido tuvieran que ser

negociables (y revisables). El obispo mozárabe de Córdoba, también de nombre Juan el

de entonces, le fue explicando que los cristianos de Córdoba, aunque había pasado ma-

los momentos, eran por ahora felices, estando reconocidos, tolerados y respetados. No

tenían que abdicar de la fe, ni circuncidarse como dhimmíes al igual que los judíos, ni

abstenerse de ciertos alimentos o bebidas por el hecho de vivir en una ciudad principal-

mente gobernada por musulmanes. Trató de hacerle comprender que su actitud les po-

dría crear dificultades a todos. Lo mismo intentó el sabio y diplomático judío Hasday,

sin conseguir hacerlo entrar en razones.

La respuesta (testaruda) de Juan de Gorze fue muy poco abierta. Le dijo al obispo de

Córdoba que su deber como cristiano y como digno embajador era sufrir lo que fuera

necesario. Y añadió sus censuras y reprimendas a cuantos vivían según las leyes de Ma-

homa o no las condenaban.

Como no había manera de hacerle entrar en otras razones, tanto el obispo mozárabe

(con sus fieles) como el propio califa (con sus mandatarios y servidores) se fueron

desentendiendo de Juan de Gorze, el cual tuvo que vagar y mendigar por Córdoba como

un alma en pena.

Como no parecía hallarse una solución diplomática al asunto, Abderramán se puso a

buscar a alguien voluntario y capaz en ocuparse de ir con una embajada a la Corte de

Otón I. Así fue como surgió Recemundo, sabio y muy conocido del califa, pues era

prácticamente el mejor de sus secretarios. Recemundo, que tampoco fue capaz de hacer

entrar en razones (diplomáticas) a Juan de Gorce, sí pudo obtener de él muy valiosas

informaciones acerca de cómo era Otón I y de cómo habría que moverse por su Corte,

amén de otros detalles y particularidades.

En su largo viaje, Recemundo tuvo la ocasión de visitar la abadía de Gorze antes de

llegar a Frankfurt, donde Otón accedió a nombrar a un nuevo embajador, también con

un mensaje conciliador.

Recemundo, que no sólo fue ante Otón I como embajador de Abderramán III sino

también como obispo de Ilíberis, pudo finalmente aclarar ante Otón I los malos enten-

didos, firmándose la paz y la amistad entre ambas partes y lográndose además la inter-

vención andalusí que impidiera los abusos de la piratería de Fraxinetum.

En la carta que portó Recemundo no se hacía mención ni de Mahoma ni de Jesucristo,

ni de nada divino o religioso. Se resaltó, eso sí, lo bueno y positivo que es hacerse ami-

gos y lo valiente que había sido Otón al enfrentarse a los húngaros invasores. Se abundó

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también, aportando solución, en lo referente a los piratas de las costas mediterráneas,

cuidando de señalar que ese era un tema preocupante también para Abderramán III.

No fue hasta mayo del año 959 cuando Recemundo regresó a Córdoba con los envia-

dos, y para entonces, Abderramán III estaba ya tan harto del asunto que ordenó que na-

die relacionado con toda esta historia entrase en su palacio antes que el testarudo fraile

Juan de Gorze, con o sin cartas, con o sin regalos, y vestido como quisiera.

A sabiendas de los logros diplomáticos obtenidos por Recemundo, Abderramán III

pudo ya disponerse a recibir a Juan de Gorze. Todo parecía ya solucionado. El califa le

hizo llegar a Juan diez libras de plata para que se pudiera vestir apropiadamente a su au-

diencia según las rigurosas exigencias del protocolo. Juan, repartiendo el dinero entre

los pobres, rechazó todo lo relativo a las exigencias protocolarias del califa en lo que a

vestimentas se refiere y Abderramán, harto ya de aquel asunto, consintió en que el

monje se presentara ante él como bien quisiera, pero que él como califa de Córdoba ha-

bría de mostrarse como marcar las reglas. Juan fue de monje raído, en riguroso hábito.

El califa, que se mostró ameno y complaciente con él, valorando también la sabiduría de

Juan a su manera, le regaló muchos libros de todos los títulos y materias. Juan se los lle-

vó muy contento a su monasterio (a Otón como que no les servían de mucho). Allí fue

elegido abad y unos años después (en febrero o marzo de 976) murió tranquila y santa-

mente. Y está canonizado.

Salón Rico de Medina Al-Zahra

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Cuentan las crónicas que Abderramán III recibió a Juan de Gorze en un día espléndido

de entre primavera-verano. Juan entró rodeado de una impresionante fuerza militar y de

la guardia califal, pisando alfombras hasta Medina Al-Zahra. Dicen que el califa recibió

al lorenés Juan con su educación más exquisita y con muy viva hospitalidad. Trascendió

mucho que durante largo rato se estuvieron mirando con curiosidad y en silencio. Abde-

rramán empezó a hablar excusándose y pidiendo disculpas por las molestias causadas y

el monje le agradeció, valorándoselo mucho al califa, el esfuerzo hecho para no resolver

aquello de manera violenta; y que finalmente no se hubieran cortado cabezas, especial-

mente la suya. Luego conversaron con placidez distendida.

Los mozárabes de Córdoba estaban disfrutando mucho de aquello. Fueron días de or-

gullo para los cristianos y días felices también para la convivencia entre las diversas co-

munidades, representadas en mezquitas, sinagogas e iglesias.

Eran los días del esplendor bibliotecario de Medina Al-Zahra, los días en que abun-

daban los regalos de libros muy preciados y valiosos. Eran esos tiempos del culmen del

califato de Córdoba, del gobierno culto y pacificado de Abderramán III que tuvieron

continuidad en su hijo y sucesor Alhakén II.

Si es cierta esa leyenda que dice que Abderramán III sólo fue feliz, como él mismo es-

cribió, 14 días en su vida, no sería de extrañar que la entrevista con el embajador de

Otón I, San Juan de Gorze, fuera uno de ellos.

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Noria elevadora de agua en el molino de la Albolaifa en Córdoba, de origen romano y

modificado en época califal. También fue la fábrica de papel más importante de Europa

en la Eda Media. La cultura del agua fue fundamental en Al-Ándalus.