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JUAN PABLO II El largo pontificado de Juan Pablo II (1978-2005) ha marcado en muchos aspectos la trayectoria de la Iglesia Católica, también en el campo social. Si por algo se caracterizó fue por el nuevo impulso que dio a la DSI, a través de sus tres grandes encíclicas sociales, la publicación del Compendio de DSI de la que fue “alma mater” y la enorme cantidad de discursos e intervenciones sociales. Perfectamente será recordado como defensor de los derechos humanos, empresa en la que se empeñó como medio concreto de defensa de la persona, a la que consagró su primera encíclica considerada como programática. En efecto, el cuño antropológico, desde una óptica personalista, va a rodear todas las aportaciones realizadas. Juntamente con esta perspectiva, su procedencia desde un país del Este europeo, con otros valores, universo cultural y sensibilidades, dio una nueva impronta al discurso social, hasta ahora demasiado occidentalizado. CONTEXTO HISTÓRICO DEL PONTIFICADO No es fácil hacer un resumen en pocas líneas de los acontecimientos que se fraguan en este periodo tan largo. En verdad podemos decir que los cambios han sido vertiginosos y las transformaciones muy profundas. Si algún acontecimiento marcó este periodo fue la caída del muro de Berlín con lo que supuso de caída de un régimen económico y de superación de una fractura mundial. El año 1989 es el símbolo que marca esta diferencia, precedida por la progresiva apertura de los regímenes soviéticos a consecuencia de las políticas aperturistas denominadas bajo el término “perestroika”. A nivel económico son años marcados por los distintos ciclos económicos que no consiguen nunca superar la situación de paro estructural: a la crisis profunda de los años 70, provocada por la crisis del petróleo, sucedió una etapa de bonanza económica, con sus necesarios vaivenes, que estuvo caracterizada por las medidas neoliberales puestas en marcha en los años 80 por los gobiernos de 1

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Tema 9 Moral socialFacultad teología Burgos

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JUAN PABLO II

El largo pontificado de Juan Pablo II (1978-2005) ha marcado en muchos aspectos la trayectoria de la Iglesia Católica, también en el campo social. Si por algo se caracterizó fue por el nuevo impulso que dio a la DSI, a través de sus tres grandes encíclicas sociales, la publicación del Compendio de DSI de la que fue “alma mater” y la enorme cantidad de discursos e intervenciones sociales. Perfectamente será recordado como defensor de los derechos humanos, empresa en la que se empeñó como medio concreto de defensa de la persona, a la que consagró su primera encíclica considerada como programática. En efecto, el cuño antropológico, desde una óptica personalista, va a rodear todas las aportaciones realizadas. Juntamente con esta perspectiva, su procedencia desde un país del Este europeo, con otros valores, universo cultural y sensibilidades, dio una nueva impronta al discurso social, hasta ahora demasiado occidentalizado.

CONTEXTO HISTÓRICO DEL PONTIFICADO

No es fácil hacer un resumen en pocas líneas de los acontecimientos que se fraguan en este periodo tan largo. En verdad podemos decir que los cambios han sido vertiginosos y las transformaciones muy profundas.

Si algún acontecimiento marcó este periodo fue la caída del muro de Berlín con lo que supuso de caída de un régimen económico y de superación de una fractura mundial. El año 1989 es el símbolo que marca esta diferencia, precedida por la progresiva apertura de los regímenes soviéticos a consecuencia de las políticas aperturistas denominadas bajo el término “perestroika”.

A nivel económico son años marcados por los distintos ciclos económicos que no consiguen nunca superar la situación de paro estructural: a la crisis profunda de los años 70, provocada por la crisis del petróleo, sucedió una etapa de bonanza económica, con sus necesarios vaivenes, que estuvo caracterizada por las medidas neoliberales puestas en marcha en los años 80 por los gobiernos de Reagan y de Thatcher, bajo el eslogan de “capitalismo popular”. Dichas medidas económicas, caracterizadas por la libertad de mercados, el protagonismo de los mercados financieros y el dominio de las transnacionales derivarían en lo que se ha llamado proceso de “globalización”. Se ponían también en cuestión los avances conseguidos en los periodos precedentes y que se habían fraguado en el “estado de bienestar”. Además, la desaparición de los regímenes centralizados, presentaba las políticas liberales como únicas soluciones, bajo la expresión “pensamiento único”.

En el panorama internacional, la superación de dos frentes poniendo término a la larga guerra fría, visualizó el profundo ahondamiento creciente entre el Norte rico e industrializado y el Sur pobre y subdesarrollado. A esta situación contribuyeron las medidas económicas liberales impuestas por los organismos económicos y financieros y el fenómeno de la Deuda externa que cayó como una losa pesada sobre los países pobres impidiendo su desarrollo.

LABOREM EXERCENS

Esta encíclica tiene fecha de 15 de mayo de 1981, aunque fue publica en el mes de septiembre debido al atentando perpetrado por aquellas fechas que supuso la

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convalecencia del Papa. Conmemora el 90 aniversario de RN y tiene la impronta del nuevo Papa.

Se trata quizás de la encíclica más difícil de leer de todo el conjunto de encíclicas sociales: el lenguaje es difícil, poco conciso, con una línea de pensamiento en la que se repiten las ideas y se prolongan los incisos, perdiéndose en muchas ocasiones la línea argumental…

El tema monográfico que aborda, tremendamente actual en el momento, no es nuevo en la enseñanza social, pero sí que lo es la perspectiva y la intención desde la que lo hace: el trabajo humano. Como afirma en el escrito “el trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial de toda la cuestión social” (LE 3). Y en efecto: la encíclica es una relectura de toda la cuestión social desde la perspectiva del trabajo. El trabajo es central porque es actividad del hombre y hombre está en el centro mismo de la misión de la Iglesia. Como tratará de demostrar, el conflicto capital-trabajo que es característica general en las últimas épocas, se va a dar por igual en los dos sistemas económicos vigentes: según el Papa, ambos utilizan el trabajo como mera mercancía o instrumento de producción en aras de la rentabilidad económica.

ESQUEMA DE LA ENCÍCLICAEsta encíclica se divide en cinco capítulosI.-INTRODUCCIÓN (1-3): el trabajo es la clave esencial de toda la cuestión

social II.-EL TRABAJO Y EL HOMBRE (4-10): se trata de presentar la doctrina sobre

el trabajo tal y como aparece en la Biblia: por una parte tiene la dimensión de dominar la tierra y por otra la de realizarse. Es lo que se distingue entre trabajo objetivo (el producto del trabajo) y trabajo subjetivo (la persona que lo realiza). Precisamente este principio ético es el fundamental: hay una prioridad del trabajo subjetivo sobre el trabajo objetivo, pues siempre es realizado por una persona.

III.-EL CONFLICTO CAPITAL-TRABAJO (11-15): se trata de aplicar esta doctrina al actual momento histórico. Se ve que el conflicto capital y trabajo se da tanto en el sistema colectivista como en el capitalista. La causa hay que situarla en que ambos han colocado prioritariamente el capital sobre el trabajo, cayendo los dos en el economicismo (el valor del ser humano se mide por sus resultados económicos) y en el materialismo (prioridad de lo material).

Igualmente, ese principio general antes invocado, cuando se aplica al tema de la propiedad, hace que el problema no sea si la propiedad es privada o pública, sino si está al servicio del trabajador: eso requiere la participación activa en la vida económica.

IV.-DERECHOS DEL TRABAJADOR (16-23): se hace un elenco de diferentes derechos que derivan de la dignidad del trabajador: derecho al trabajo (que tiene que ser garantizado por el empresario indirecto), al salario, a las prestaciones sociales, a la asociación, al cuidado en situaciones especiales…

V.-ELEMENTOS PARA UNA ESPIRITUALIDAD DEL TRABAJO (24-27): la fe cristiana da un sentido nuevo al trabajo que lo constituye como Buena Nueva desde las claves de la fe: creación, encarnación y redención.

LA ENCÍCLICA EN TESISEstas podrían ser las tesis que trata de demostrar la encíclica que estamos

estudiando: El hombre es sujeto y fin del proceso económico: la producción se ordena a él como

fin, y en dicho proceso debe actuar como sujeto humano y agente.

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La dignidad del trabajo reside más en su dimensión subjetiva, en cuanto que es una persona quien lo realiza

El trabajo tiene prioridad sobre el capital, porque el hombre que trabaja es superior al conjunto de objetos que son fruto de su trabajo. El trabajo es causa eficiente, mientras que el capital es causa instrumental

Existe una íntima vinculación entre trabajo y capital, si se atiende a la esencia misma del proceso económico y productivo: ambos se necesitan mutuamente.

Cualquier sistema de propiedad debe servir al destino universal

APORTACIONES DE LA ENCÍCLICA+Visión teológica: en el documento aparece cómo sobre el trabajo hay un plan

de Dios que lo enriquece y lo llena de vida.+Visión antropológica más que ética: la centralidad de la persona humana,

característica de los escritos de Juan Pablo II, hace que se ponga como criterio ético para la valoración de la vida económica el respeto o no a la persona humana: el trabajador ya no es una mercancía ni una pieza más del engranaje productivo.

+Visión social: el hombre es un ser en sociedad por naturaleza. Es la sociedad entera la que tiene una responsabilidad también sobre el trabajo.

+Visión jurídica: LE hace un copioso elenco de los derechos humanos aplicados al mundo del trabajo. Todos estos derechos pertenecen al hombre y tienen su fundamento en la dignidad que toda persona tiene.

TEMAS CENTRALES DE LA ENCÍCLICA1.- La cuestión del trabajoEl tema central de la encíclica no es tanto el trabajo, sino el hombre que trabaja,

el hombre en una de sus dimensiones esenciales como es el trabajo. Por eso, comienza la encíclica afirmando la clave de interpretación de toda la encíclica: detrás de todo trabajo hay una persona.

“Hecho a imagen y semejanza de Dios en el mundo visible y puesto en él para que dominase la tierra, el hombre está por ello, desde el principio, llamado al trabajo. El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas, cuya actividad relacionada con el mantenimiento de la vida, no puede llamarse trabajo; solamente el hombre es capaz de trabajar, solamente él puede llevarlo a cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra. De este modo, el trabajo lleva en sí un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona activa en medio de una comunidad de personas; este signo determina su característica interior y construye en cierto sentido su misma naturaleza” (Introducción).

El trabajo, para Juan Pablo II, no es sólo la actividad productiva, sino toda actividad transitiva del hombre a través de la cual satisface sus necesidades y se realiza como ser humano. Por eso, lo fundamental no va a ser el trabajo objetivo (el valor de un trabajo o la cualidad específica a través de la cual domina la tierra) sino el trabajo subjetivo (es decir, que es actividad humana y el hombre se realiza por él).

“Esta circunstancia constituye por sí sola el más elocuente ‘evangelio del trabajo’, que manifiesta cómo el fundamento para determinar el valor del trabajo humano no es, en primer lugar, el tipo de trabajo que se realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una persona. Las fuentes de la dignidad del trabajo deben buscarse principalmente no en su dimensión objetiva, sino en su dimensión subjetiva” (LE 6).

2.-Los sistemas económicos

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El tratamiento de los sistemas económicos es lo más original de esta encíclica. Hasta ahora se habían visto por los aspectos que los diferenciaban: la propiedad, la libertad de mercado, la iniciativa pública o privada… En esta encíclica se igualan, señalándose lo que tienen en común. Ambos coinciden en dos mismos errores que son presentados y desvelados: el economicismo y el materialismo. Si el capitalismo ha dado prevalencia al sentido objetivo sobre el subjetivo, el socialismo que quiso evitar esta realidad, ha caído en la misma. De esta manera ambos sistemas consideran al trabajo exclusivamente desde su finalidad económica, es decir, se le reduce a pura fuerza de trabajo. En el fondo, esa consideración del hombre no es sino expresión de un materialismo que “incluye, directa o indirectamente, la convicción de la primacía y la superioridad de lo que es material” (LE 13).

Pero LE no se limita a establecer un juicio crítico negativo de los sistemas económicos: plantea reformas necesarias que transformen con nuevos valores a los mismos. Lo novedoso es que la alternativa se puede dar en ambos, también en el régimen colectivista: basta con que respeten el principio de la primacía del trabajo sobre el capital. Eso se concreta fomentando la participación efectiva del trabajador en la actividad productiva. La efectiva participación es la meta que hay que conseguir en un sistema y en otro. Así, por ejemplo, en el sistema capitalista se hablará

“de la copropiedad de los medios de trabajo, a la participación de los trabajadores en la gestión y/o beneficios de la empresa, al llamado accionariado del trabajo y otras semejantes” (LE 14).

En el sistema colectivista propondrá una auténtica socialización de los medios de producción:

“El mero paso de los medios de producción a propiedad del Estado, dentro del sistema colectivista, no equivale ciertamente a la socialización de esta propiedad. Se puede hablar de socialización únicamente cuando queda asegurada la subjetividad de la sociedad, es decir, cuando toda persona, basándose en su propio trabajo, tenga pleno título a considerarse al mismo tiempo ‘copropietario’ de esa especie de gran taller en el que trabaja con los demás” (LE 14).

3.-La doctrina sobre la propiedadTambién aquí es novedosa su aportación por la simetría con la que trata ambos

sistemas económicos. El análisis del que parte es el siguiente: si el capital no está subordinado al trabajo (como sería el ideal) es porque aquél es controlado por personas distintas a los que se valen de él en el trabajo: la separación capital-trabajo se traduce en un enfrentamiento entre dos grupos sociales, cosa que ha sido posible gracias a la propiedad privada de los medios de producción. Así se afirma:

“Detrás del trabajo y el capital están los hombres, los hombres vivos, concretos; por una parte, aquellos que realizan el trabajo sin ser propietarios de los medios de producción, y por otra, aquellos que hacen de empresarios y son los propietarios de estos medios o bien representan a los propietarios. Así pues, en el conjunto de este difícil proceso histórico, desde el principio está el problema de la propiedad” (LE 14).

¿Cómo resolver este problema? Según el Papa lo importante no es tanto que la propiedad sea pública o privada, sino que esté al servicio del trabajo en el sentido de que no se subordine el trabajo a los intereses de la propiedad o a la acumulación de la misma, sino que se garantice el destino universal de los bienes. En definitiva, lo importante no de quién sea la propiedad, sino a quién sirve esta:

“El considerar el capital y el trabajo aisladamente como un conjunto de propiedades separadas con el fin de contraponerlos en la forma de ‘capital’ al ‘trabajo’, y más aún realizar la explotación del trabajo, es contrario a la

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naturaleza misma de esos medios y de su posesión. Estos no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos para poseer, porque el único título legítimo para su posesión –y esto ya sea en la forma de la propiedad privada, ya sea en la de la propiedad pública o colectiva- es que sirvan al trabajo: consiguientemente, que, sirviendo al trabajo, hagan posible la realización del primer principio de aquel orden, que es el destino universal de los bienes y el derecho a su uso común” (LE 14).

SOLLICITUDO REI SOCIALIS

El 30 de diciembre de 1987, Juan Pablo II sorprende con la publicación de otra encíclica social. En ella se conmemora el veinte aniversario de PP por lo que aborda el mismo tema que allí se trató: el desarrollo de los pueblos y el conflicto Norte-Sur. En cierta medida podemos decir que complemente LE en la vertiente macroeconómica. Esta “sorprendente” conmemoración puede ser entendida como una toma de conciencia de la importancia que el tema del desarrollo ha cobrado: quizás esta es la nueva cuestión social.

PROCESO DE ELABORACIÓNEl Pontificio Consejo Justicia y Paz recibió varias aportaciones a una consulta

realizada con motivo del aniversario de PP. Dichas aportaciones fueron elaboradas por Jorge Mejía (vicepresidente de Justicia y Paz) que las entregó al Tadeusz Styczen (polaco) quien hizo un primer borrador. Corregido por el Papa, se volvió a entregar al mismo y a Calvez SJ. (francés) junto con Carlos Soria (dominico español). Un tercer borrador elaborado por Calvez fue supervisado de nuevo por el Papa y por Ratzinger, hasta la elaboración final que vio la luz en febrero de 1988.

ESQUEMA DE LA ENCÍCLICAFrente a las dificultades objetivas de lectura de LE, SRS es mucho más clara en

cuanto al lenguaje y el esquema. Fundamentalmente se puede ver, en los siete capítulos en los que se estructura, el esquema clásico del ver, juzgar y actuar:

INTRODUCCIÓN (1-10): la doctrina de PP y sus aportacionesVER (11-26): las diferencias entre el Norte y el Sur, lejos de aminorarse, en

estos veinte años se han agrandado, haciendo perder la esperanza: convive un hiperdesarrollo con el subdesarrollo, y con la existencia del Cuarto Mundo. Además, la interdependencia del mundo se ha agrandado. La causa principal es la división del mundo en dos bloques antagónicos.

JUZGAR (27-40): se distinguen dos niveles. Un nivel ético, en el que se descubre que el verdadero desarrollo supone una subordinación del tener al ser sin descuidar la dimensión espiritual. Un nivel teológico que interpreta la división desde la clave de las “estructuras de pecado”, es decir, una serie de valores que se absolutizan: el afán de ganancia y la sed de poder.

ACTUAR (41-49): es preciso un nuevo sistema ético que se estructure desde la solidaridad. Igualmente es necesaria la reforma de mecanismos de comercio, economía y finanzas.

RESUMEN DE LA ENCÍCLICASe parte de un análisis de la situación del mundo, análisis preferentemente social

y político; se pasa después a hacer un juicio ético y teológico, denunciando los valores

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vigentes y calificándolos como estructuras de pecado; se propone luego un nuevo sistema de valores basado en la solidaridad; al terminar, se retoma el terreno político para proponer algunas iniciativas concretas.

DESARROLLO DE ALGUNOS TEMAS1.- El concepto de DSIYa hemos aludido en algunas ocasiones a la crisis en la que estaba sumergida la

DSI tras la celebración del Vaticano II. La llegada de Juan Pablo II supuso un resurgimiento y clarificación de su estatuto epistemológico. SRS es la que más colabora en esta tarea. No en vano, uno de sus objetivos al publicarla, es precisamente este (SRS 3):

“La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer (...). En efecto, no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos y por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada (...). La Iglesia, al hablar de estas cuestiones cumple su misión evangelizadora (...). La DSI no es, pues, una tercera vía entre capitalismo liberal y colectivismo marxista, y ni siquiera una posible alternativa a otras soluciones menos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una categoría propia. No es tampoco una ideología, sino la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, transcendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana. Por tanto, no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología, y especialmente de la teología moral” (SRS 41).

En este número se recogen los elementos esenciales que nos ayudan a entender mejor la DSI:

+pertenece al campo de la evangelización, es decir, no es una actividad marginal en la vida de la Iglesia sino que se coloca en su mismo corazón, como instrumento de evangelización. La evangelización auténtica engloba también el proceso de humanización al que la DSI colabora.

+define cuál es el ámbito propio de la DSI: no el terreno de las soluciones prácticas, como si fuera un sistema intermedio y alternativo, sino que se sitúa en otro orden: el campo de la moral. Ilumina, por tanto las conciencias y va dirigido al actuar.

+porque pertenece al campo de la teología, su método es propiamente teológico con las consecuencias que conlleva: la fuente principal es la fe y la tradición de la Iglesia.

+en el discurso social podemos distinguir tres niveles distintos que nos ayudarán a comprender mejor los documentos y a valorarlos en su justa medida: conjunto de principios de reflexión, de criterios de juicios y de directrices de acción.

+el objetivo fundamental de la DSI es la lucha por la justicia

2.-El concepto de desarrolloEl desarrollo es el tema central de la encíclica. Partiendo de PP hace un

diagnóstico negativo, pues las diferencias entre el Norte y el Sur, lejos de aminorarse, se han agrandado. En el análisis sociológico, se detiene en la existencia de los bloques (Este-Oeste) como una de las causas de ello. Precisamente en esto son también tratados igual ambos sistemas: los dos provocan subdesarrollo.

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En la línea de PP trata de situar el desarrollo no sólo en un aspecto técnico o económico, sino esencialmente ético. No consiste en una mera multiplicación de bienes y servicios sino que debe contribuir al desarrollo del ser del hombre. En el discurso ético el desarrollo supone una adecuada subordinación del ‘tener’ al ‘ser’:

“Este es el cuadro: están aquello –los pocos que poseen mucho- que no llegan verdaderamente a ‘ser’, porque, por una inversión de la jerarquía de los valores, se encuentran impedidos por el culto del ‘tener’; y están los otros –los muchos que poseen poco o nada- los cuales no consiguen realizar su vocación humana fundamental al carecer de los bienes indispensables. El mal no consiste en el ‘tener’ como tal, sino en el poseer que no respeta la calidad y la ordenada jerarquía de los bienes que se tienen. Calidad y jerarquía que derivan de la subordinación de los bienes y de su disponibilidad al ‘ser’ del hombre y a su verdadera vocación” (SRS 28).

Pero junto con la dimensión ética, Juan Pablo II argumenta desde la teología para llegar a la misma conclusión: el sentido último del desarrollo deriva de la fe en la creación, por la que el ser humano recibe el mandato de continuar la obra creadora de Dios (“el desarrollo es la expresión moderna de una dimensión esencial de la vocación del hombre” SRS 30) y de la fe en la salvación en Cristo que nos da el horizonte último de la vida humana y de su actividad en la historia (SRS 31).

3.-La solidaridadUna de las características que define a nuestro mundo es la de la

interdependencia (en nuestra época se hablará de globalización). Este es uno de los rasgos de hecho de nuestra sociedad que manifiesta la ineludible unidad del género humano. Pero, juntamente por ello, tiene exigencias éticas.

“Se trata, ante todo, de la interdependencia, en sus aspectos económico, cultural, político y religioso, percibida como sistema determinante y asumida como categoría moral. Cuando se reconoce así la interdependencia, su correspondiente respuesta, como actitud moral y social y como ‘virtud’, es la solidaridad” (SRS 38).

Como vemos, une interdependencia y solidaridad: en un mundo interdependiente, la virtud propia es la de la solidaridad, porque a través de ella nos hacemos todos responsables de todos. Del hecho sociológico de la interdependencia, pasamos al “deber ser” que es la solidaridad. Esta es la llamada fundamental de la Encíclica: a vivir la solidaridad, recuperando el tercer valor de la Revolución francesa tantas veces olvidado. Además, es una virtud humana y cristiana (también esto es una novedad) que romperá desde dentro el sistema de valores característico de nuestro mundo y dará como fruto la paz (“la solidaridad es el nuevo nombre de la paz” (SRS 39).

“Esta no es, pues, un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (SRS 38).

Juan Pablo II no se quedará en meros enunciados. Tiene sus consecuencias en el orden concreto tanto individual como social: por eso, se propone la reforma de las organizaciones internacionales tanto económicas como financieras.

4.-Las estructuras de pecadoEn la encíclica se recoge el concepto ‘estructuras de pecado’: se trata de un

concepto nuevo en la teología que fue acogido con gozo por amplios sectores eclesiales pues profundizaba y explicaba otro anterior de “pecado social” que se había ido

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haciendo presente en la teología de los años 70 y que aparecía en las dos declaraciones sobre la Teología de la Liberación. Con este concepto trata de enjuiciar, desde el punto de vista teológico, la actual situación de división en el mundo dividido en bloques y con enormes diferencias económicas. Pero el concepto de estructuras de pecado remite, no a lo que nosotros entendemos espontáneamente por ‘estructuras’, sino más bien a normas de comportamiento o criterios de actuación tan asimilados que los aplicamos de forma casi mecánica tanto en comportamientos individuales como sociales. Se trata del pecado mismo pero que, en cierta medida se independiza del hombre que lo comete para condicionar la actuación de los demás. De esta manera se trata de hacer presente la importancia de lo estructural, con la fuerza objetiva que tiene, pero manteniendo una primacía de lo personal. El Papa desvela las dos más importantes ante los que hay que prevenirse: “el afán de ganancia y la sed de poder” (SRS 37). Ambos valores se absolutizan y mueven los comportamientos humanos y sociales. Por tanto, la búsqueda de la justicia llevaría una acción en el campo de las actitudes y en el campo de las estructuras. Así se entiende al leer detenidamente el texto:

“Por tanto, hay que destacar que un mundo dividido en bloques, presididos a su vez por ideologías rígidas, donde en lugar de la interdependencia y la solidaridad, dominan diferentes formas de imperialismo, no es más que un mundo sometido a estructuras de pecado (…). Si la situación actual hay que atribuirla a dificultades de diversa índole, se debe hablar de "estructuras de pecado", las cuales -como ya he dicho en la Exhortación Apostólica Reconciliatio et paenitentia- se fundan en el pecado personal y, por consiguiente, están unidas siempre a actos concretos de las personas, que las introducen, y hacen difícil su eliminación. Y así estas mismas estructuras se refuerzan, se difunden y son fuente de otros pecados, condicionando la conducta de los hombres. "Pecado" y "estructuras de pecado", son categorías que no se aplican frecuentemente a la situación del mundo contemporáneo. Sin embargo, no se puede llegar fácilmente a una comprensión profunda de la realidad que tenemos ante nuestros ojos, sin dar un nombre a la raíz de los males que nos aquejan” (SRS 36).

En el fondo, el Papa habla de los valores que están moviendo las estructuras de nuestro mundo: ahí es donde está la aportación de la DSI. No se trata de nuevas formas de organización de la sociedad sino de un nuevo sistema de valores que conlleva su transformación radical y más profunda: el valor de la solidaridad. La solidaridad ha de ser la clave de acción en el nuevo sistema de valores.

CENTESIMUS ANNUS

El 1 de mayo de 1991 Juan Pablo II publica su última encíclica social que conmemoraba el centenario de la primera. Los acontecimientos de 1989 con la caída del muro de Berlín estaban muy próximos, pero merecía la pena hacer un juicio ético sobre los mismos. Dichos sucesos suponían, de hecho, el fracaso y caída del régimen colectivista. Pero también el régimen capitalista estaba fuertemente cuestionado en esta época, sobre todo en el modelo del Estado de bienestar que se cuestionaba desde posturas de un Estado mínimo. Por eso, en el fondo, dos son las preguntas que aletean en el ambiente: ¿por qué ha caído el colectivismo? ¿Es el capitalismo, y qué tipo de capitalismo, el único vencedor?

CA no es tampoco una encíclica fácil: está redactada con un estilo cuasi circular que hace venir y marchar los argumentos, dificultando su lectura. La reacción fue

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controvertida: por algunos sectores del capitalismo más liberal fue leída como el “bautismo” del capitalismo, o como la conversión de la DSI a los postulados liberales. Sin embargo, no es así, como trataremos de demostrar.

ESQUEMA DE LA ENCÍCLICALa encíclica se divide en seis capítulos, organizada desde una triple visión:

mirada al pasado, mirada al presente y mirada al futuro:“Quiero proponer ahora una "relectura" de la Encíclica leoniana,

invitando a "echar una mirada retrospectiva" a su propio texto, para descubrir nuevamente la riqueza de los principios fundamentales formulados en ella, en orden a la solución de la cuestión obrera. Invito además a "mirar alrededor", a las "cosas nuevas" que nos rodean y en las que, por así decirlo, nos hallamos inmersos, tan diversas de las "cosas nuevas" que caracterizaron el último decenio del siglo pasado. Invito, en fin, a "mirar al futuro", cuando ya se vislumbra el tercer Milenio de la era cristiana, cargado de incógnitas, pero también de promesas” (CA 3).

I.-MIRADA AL PASADO (1-21)Se trata de hacer una relectura de RN, no repitiendo lo que en ella se dice, sino

interpretando. De esta manera, se celebra la fecundidad de esta en el aspecto socioeconómico (dignidad de la persona, derechos) y en el aspecto político (preocupación del Estado por los más débiles). Igualmente se hace un elenco de los principales acontecimientos del siglo transcurrido que fueron adelantados por RN: el fracaso del socialismo; las transformaciones del Estado; las dos guerras mundiales y la división en bloques.

II.-MIRADA AL PRESENTE (22-29)El s. XX ha estado marcado por la oposición/apoyo al marxismo, que ha sido

fuente de conflictos y de transformaciones en el sistema liberal. Se analizan las causas por las que ha caído el colectivismo que se ponen en la violación de los derechos del trabajador y en la ineficacia del sistema económico.

III.-MIRADA AL FUTURO (30-52)Se analizan el futuro invitando a la construcción de un nuevo orden económico,

político y cultural que esté centrado en la persona humana:+en el campo económico: la importancia que cada vez más toma la persona

humana obliga a revisar el modelo económico de mercado.+en el campo político: la verdadera democracia tiene que aceptar la

subordinación de la libertad a la verdad. El Estado tiene una importante misión en el orden económico, pero sin los excesos del Estado de bienestar.

+en el campo cultural: se analizan las cultura y se propone una cultura de paz donde la Iglesia tenga su participación

SÍNTESIS CONCLUSIVA (53-62): se expone cómo el hombre es el camino de la Iglesia y esta antropología ha de subyacer a la Doctrina Social.

DESARROLLO DE ALGUNOS TEMAS

La encíclica, como todas, aborda a lo largo de sus páginas muchos temas que no es posible desarrollar: la empresa, el mercado, el Estado, la democracia, la propiedad… Pero quizás los temas más sobresalientes son los siguientes:

1.-El capitalismo y colectivismoLa encíclica trata de responder a una primera pregunta: ¿cuál son las causas

profundas del fracaso del colectivismo? La causa profunda es un error antropológico, ya

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que niega la libertad a la persona y su autonomía, sometiéndola al control de la sociedad de la que es una pieza más. Esta antropología profunda, que defiende el sistema cultural marxista, se materializa en un sistema económico y político centralizado y totalitarista respectivamente. Ambos sistemas han fracasado, porque la persona no puede más y se rebela: ahí están los acontecimientos de 1989. Ahora bien, el error antropológico está, en definitiva, en el ateísmo:

“Hay que añadir aquí que el error fundamental del socialismo es de carácter antropológico. Efectivamente, considera a todo hombre como un simple elemento y una molécula del organismo social, de manera que el bien del individuo se subordina al funcionamiento del mecanismo económico-social. Por otra parte, considera que este mismo bien pueda ser alcanzado al margen de su opción autónoma, de su responsabilidad asumida, única y exclusiva, ante el bien o el mal (...) Si luego nos preguntamos dónde nace esa errónea concepción de la naturaleza de la persona y de la "subjetividad" de la sociedad, hay que responder que su causa principal es el ateísmo” (CA 13).

El fracaso del colectivismo podría hacer pensar que el vencedor ha sido el otro sistema, por lo que este sería “el bueno y apetecible”. Así lo formula la misma encíclica y trata de dar respuesta:

“Volviendo ahora a la pregunta inicial, ¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los Países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? (...) La respuesta obviamente es compleja. Si por "capitalismo" se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de "economía de empresa", "economía de mercado", o simplemente de "economía libre". Pero si por "capitalismo" se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa” (CA 42)

También en esta profunda respuesta se distinguen diferentes elementos. Tomando en cuenta el contenido global de la Encíclica podríamos afirmar: lo cuestionable del capitalismo no es su sistema económico (que se ha visto su aparente eficacia) o su sistema político, sino su sistema ético-cultural. Así, por ejemplo, en el sistema económico no se plantean problemas morales acerca de la legitimidad de la economía de mercado (con su iniciativa libre, su libertad de empresa y la propiedad privada), sino con su concepción de la libertad sin obstáculos que perjudica a los más débiles. Esta concepción de la libertad pertenece al sistema ético-cultural. La libertad para el libre mercado consiste solo en una libertad negativa: que no hay impedimentos para elegir el producto. Pero una libertad que no tenga en cuenta el aspecto positivo, es decir, la finalidad, corre el peligro de ahogarse en sí misma: lo que hay que preguntarse ante una actuar económico no es solo si se es libre o no de impedimentos, sino a qué finalidad persigue, si sirve o no al bien común y a la justicia. Solo así podremos hablar de auténtica libertad (aspecto este que el libre mercado no se plantea e ignora). Lo mismo sucede a nivel político: la democracia pluralista, con su régimen de participación y libertades, no puede ser condenada. Pero sí que se cuestiona su concepción de la libertad que no se somete a la verdad y que, en definitiva, se convierte en tiranía. Es esta concepción de libertad la que se sitúa también en el orden ético-cultural. Por tanto, el Papa no condena el capitalismo de plano, en cuanto a las instituciones (empresa,

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mercado, propiedad), sino que critica la ideología que las ha inspirado y admite otra forma de organizarlas. Eso no quiere decir, como se dijo, que esté de acuerdo con el capitalismo: anima al papel rector que tiene el Estado y las fuerzas sociales en la economía (CA 15-48) y deja bien claro las limitaciones de los instrumentos que utiliza, especialmente la empresa (CA 43) y el mercado (CA 34-36), instrumentos que serían válidos si se consideran como tales (no como fines) y, por tanto, sirven a la persona:

“Da la impresión de que, tanto a nivel de Naciones, como de relaciones internacionales, el libre mercado sea el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que son "solventables", con poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son "vendibles", esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado” (CA 34).

De esta manera, analizando ambos sistemas, vuelve a unirlos en lo mismo: en lo que fallan es en su concepción antropológica, más concretamente, en su concepción de la libertad. La libertad es algo esencial al ser humano (contra el marxismo) y ha de ser entendida de forma integral (no reducida a libertad de mercado) así como sometida a la verdad. De esta manera, la libertad que era el “valor” del capitalismo frente al marxismo, es fuertemente cuestionada por su concepción limitada…

Para comprender mejor todo lo que se ha señalado, podríamos hacer el siguiente cuadro complexivo que se deduce de la lectura de toda la Encíclica:

CAPITALISMO COLECTIVISMOSistema económico Economía de mercado Planificación central

Sistema político Democracia pluralistaAutoritarismo de partido

único (totalitarismo)Sistema ético-cultural Liberalismo Marxismo

LIBERTAD HUMANA

2.-La DSI y la misión de la IglesiaCA sigue profundizando en ese propósito del Papa por clarificar mejor el

“concepto” de la DSI. Fue una de las intenciones de Juan Pablo II durante todo su pontificado. Por eso, en CA nos encontramos con una serie de afirmaciones que nos ayudarán a clarificar y profundizar en lo ya dicho:

-la DSI, aunque no tiene que ser entendida como doctrina sino como enseñanza, no renuncia a formar un corpus doctrinal:

“La Iglesia hace oír su voz ante determinadas situaciones humanas, individuales y comunitarias, nacionales e internacionales, para las cuales formula una verdadera doctrina, un corpus, que le permite analizar las realidades sociales, pronunciarse sobre ellas y dar orientaciones para la justa solución de los problemas derivados de las mismas” (CA 5).

-como había dicho en SRS, pertenece a su misión evangelizadora (en el sentido que concibe la Evangelización Pablo VI como proceso que se inicia con el testimonio de vida que conlleva la transformación de estructuras y concluye con el anuncio explícito), por lo que no es un adorno añadido:

“En efecto, para la Iglesia enseñar y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano, ya que esta doctrina expone sus consecuencias directas en la vida de la sociedad y

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encuadra incluso el trabajo cotidiano y las luchas por la justicia en el testimonio a Cristo Salvador” (CA 5 y CA 54)

-es expresión de la opción preferencial por los pobres:“La relectura de aquella Encíclica, a la luz de las realidades

contemporáneas, nos permite apreciar la constante preocupación y dedicación de la Iglesia por aquellas personas que son objeto de predilección por parte de Jesús, nuestro Señor. El contenido del texto es un testimonio excelente de la continuidad, dentro de la Iglesia, de lo que ahora se llama "opción preferencial por los pobres" (CA 11)

-surge a consecuencia de la preocupación de la Iglesia por el hombre y tiene como centro al propio hombre. La concepción antropológica, en el ámbito de los valores, es la gran aportación que la Iglesia puede hacer a nuestra sociedad:

“En los últimos cien años la Iglesia ha manifestado repetidas veces su pensamiento, siguiendo de cerca la continua evolución de la cuestión social, y esto no lo ha hecho ciertamente para recuperar privilegios del pasado o para imponer su propia concepción. Su única finalidad ha sido la atención y la responsabilidad hacia el hombre” (CA 53); “Sin embargo, solamente la fe le revela plenamente su identidad verdadera, y precisamente de ella arranca la doctrina social de la Iglesia, la cual, valiéndose de todas las aportaciones de las ciencias y de la filosofía, se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación” (CA 54).

-su finalidad fundamental es la acción:“Para la Iglesia el mensaje social del Evangelio no debe considerarse

como una teoría, sino, por encima de todo, un fundamento y un estímulo para la acción” (CA 57).

-tiene un carácter interdisciplinar:“La doctrina social, por otra parte, tiene una importante dimensión

interdisciplinar. Para encarnar cada vez mejor, en contextos sociales económicos y políticos distintos, y continuamente cambiantes, la única verdad sobre el hombre, esta doctrina entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, incorpora sus aportaciones y les ayuda a abrirse a horizontes más amplios al servicio cada persona, conocida y amada en la plenitud de su vocación” (CA 59)

-es instrumento para la justicia y la liberación:“A quienes hoy día buscan una nueva y auténtica teoría y praxis de

liberación, la Iglesia ofrece no sólo la doctrina social y, en general, sus enseñanzas sobre la persona redimida por Cristo, sino también su compromiso concreto de ayuda para combatir la marginación y el sufrimiento. En el pasado reciente, el deseo sincero de ponerse de parte de los oprimidos y de no quedarse fuera del curso de la historia ha inducido a muchos creyentes a buscar por diversos caminos un compromiso imposible entre marxismo y cristianismo. El tiempo presente, a la vez que ha superado todo lo que había de caduco en estos intentos, lleva a reafirmar la positividad de una auténtica teología de la liberación humana integral (CA 26).

3.-La pazJuan Pablo II hace una llamada urgente a erradicar de la humanidad la guerra. Él

mismo conocía las consecuencias de la misma, por lo que la argumentación que utiliza es fundamentalmente de realismo: las consecuencias de dolor, en todos los órdenes, que produce. Para su erradicación propone dos medidas: el Orden internacional, que ha de ser promovido por una autoridad mundial, y el desarrollo que prevenga del caldo de cultivo que en último caso las provoca:

“¡Nunca más la guerra!". ¡No, nunca más la guerra!, que destruye la vida de los inocentes, que enseña a matar y trastorna igualmente la vida de los que

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matan, que deja tras de sí una secuela de rencores y odios, y hace más difícil la justa solución de los mismos problemas que la han provocado (...) No hay que olvidar tampoco que en la raíz de la guerra hay, en general, reales y graves razones; injusticias sufridas, frustraciones de legítimas aspiraciones, miseria o explotación de grandes masas humanas desesperadas, las cuales no ven la posibilidad objetiva de mejorar sus condiciones por las vías de la paz” (CA 52).

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