8ª Jornada de Agendas Locales 21 en municipios vascos. Conclusiones

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8 ª JORNADA D E AGENDAS LOCALES 21 EN MUNICIPI O S VASCOS MO D ELOS URBAN O S PARA LA SOSTENIBILIDAD INFORME DE CONCLUSIONES

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MODELOS URBANOS PARA LA SOSTENIBILIDAD. INFORME DE CONCLUSIONES

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8ª JORNADA DE AGENDAS LOCALES 21EN MUNICIPIOS VASCOS

MODELOS URBANOS PARA LA SOSTENIBILIDADINFORME DE CONCLUSIONES

INDICEModelos urbanos para la sostenibilidad. El ejemplo de BoloniaInti Bertocchi, oficial del Departamento de Medio Ambiente-Ciudad de Bologna ..............................................................3

La evolución de las ciudades, en un contexto de planificación para una mayor sostenibilidadFernando de Terán, Arquitecto, Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando ..........................................6

Modelos urbanos y códigos arquitectónicosJavier Cenicacelaya, Catedrático de Arquitectura UPV/EHU. .................................................................................15

MESA REDONDA ........................................................................................................................24Moderador: JAVIER CENICACELAYA. Catedrático de Arquitectura. Universidad del Pais Vasco (UPV/EHU)

Participantes: FERNANDO DE TERAN. Arquitecto. Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

JOSE ALLENDE. Catedrático de Planificación Urbana y Regional. Universidad del Pais Vasco (UPV/EHU)

ANA RALLO. Catedrática de Zoología. Universidad del Pais Vasco (UPV/EHU)

RUFINO J. HERNANDEZ MINGUILLON. Profesor Titular de Construcción de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad del Pais Vasco (UPV/EHU)

FERNANDO BAJO. Profesor de Proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad del Pais Vasco (UPV/EHU)

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Bolonia es la capital de Emilia-Romagna, situada en el norte de Italia, entre la Valle del Po y los Apeninos. Es una ciudad de unos 280.000 habitantes, famosa por su antigua universidad y se caracteriza por un alto nivel de calidad de vida. Desde un punto de vista económico, la ciudad tiene un centro internacional de exposiciones y una industria desarrollada en el campo mecánico, electrónico y de alimentos

Bolonia esta muy bien dotada en cuanto a parques públicos, los cuales tienen una superficie de aproximadamente 1.220 hectáreas (un aumento del 14% entre 1996 y 2008), sus 22 parques históricos ocupan aproximadamente el 15% de la superficie municipal.

La ciudad de Bolonia siempre ha prestado una gran atención a los asuntos de sostenibilidad ambiental y social, participando activamente en la Agenda Local 21, y participando a la firma de los Compromisos del Aalborg en el 2006.

Recientemente, la ciudad ha adherido al “Pacto de los Alcaldes” con el compromiso concreto de reducción de las emisiones de CO2 (en un 20% para 2020) y el resultado de aumentar en un 20% la eficiencia energética y cubrir un 20% de la demanda energética con energías renovables. Para alcanzar este objetivo el primer paso será presentar un Plan de Acción de energía sostenible (SEAP) construido sobre la estructura del plan energético municipal.

Todas las políticas de sostenibilidad se caracterizan por una fuerte integración con las herramientas de planificación urbana y un enfoque multidisciplinario que involucra activamente a los diferentes sectores de la administración con el fin de construir un camino común. Un ejemplo de la integración intersectorial es Ecobudget: una herramienta para la vigilancia ambiental hecho a través de un proyecto internacional que define el objetivo de calidad para cada componente ambiental, sugiere acciones y políticas para alcanzar dichos objetivos y supervisa anual-mente el correcto funcionamiento, realizando las correcciones pertinen-tes. Este proyecto implica la participación de diferentes sectores, bajo la coordinación de la Oficina de la Sostenibilidad del Sector Ambiental.

Recientemente, el Ayuntamiento de Bolonia ha actualizado el modelo de desarrollo urbano sostenible de su territorio mediante una fuerte coherencia e integración entre sus tres instrumentos: el plan energéti-co municipal (PEC), el plan estratégico municipal (PSC) y el reglamen-to de desarrollo urbano y de construcciones (RUE). Los tres han sido aprobados entre 2007 y 2008.

Este enfoque integrado de la planificación se diferencia de la tradi-cional en dos aspectos principales: una fuerte visión estratégica, que define los objetivos de desarrollo sostenible para los próximos 20 años, y un enfoque a la inclusión social para la participación activa de la sociedad civil.

Modelos urbanos para la sostenibilidad. El ejemplo de Bolonia. Inti Bertocchi, oficial del Departamento de

Medio Ambiente-Ciudad de Bologna

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Para concretar esta “visión estratégica” del territorio de Bolonia, el PSC identifica algunas estrategias claves de la transformación que son descritas a través de las “Siete Ciudades”: figuras que reasumen los más importantes proyectos de transformación urbana que presentan algunas analogías territoriales, sociales y urbanas. Estas estrategias se apoyan en un análisis general de los cambios necesarios a nivel local, una división de la ciudad en 34 áreas (porciones de los barrios) fijando para cada una de ellas las prioridades y las intervenciones orientadas a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.

El PEC define los objetivos de reducción del consumo de energía de la ciudad en un análisis detallado del consumo y establece las estrategias energética para cada área de la ciudad que es repartida en “cuencas urbanas de energía” (BEU) que coinciden con la áreas estratégicas del Plan de desarrollo urbano (PSC) . El plan indica diferentes escenarios posibles y evalúa los impactos para cada uno en términos de emisiones de CO2 y contiene directrices y requisitos para todos los procesos de transformación de la ciudad para lograr los objetivos de Kyoto a nivel local. La construcción del Plan ha sido acompañada por un forum ciu-dadano de debate, desarrollado en cuatro reuniones públicas.

El PSC sigue algunos criterios básicos:

•Reducciónenelconsumodelatierrarural,favoreciendolatransfor-mación de zonas ya urbanizadas con un uso racional de los recur-sos no renovables.

•Eliminación/mitigación/compensacióndelimpactodelastransfor-maciones a través de un estudio de evaluación ambiental y planifica-ción (ValSAT).

•MejoradelaeficienciaenergéticayReduccióndelasemisionesdeCO2 en los nuevos proyectos, a través de una integración con el Plan Municipal de la Energía.

•Mejoraenelsistemademovilidadlocal,atravésdeundiseñoefi-ciente de transporte público integrado (tren, metro, trolebuses, mo-

nocarril) y la ubicación de nuevos asentamientos cerca de las líneas atendidas por transporte público.

El PSC se implementa a través de planes operativos municipales (POC) por un período de 5 años, que ponen en práctica algunas estrategias, con indicación precisa de como concretamente se tienen que desarrollar; estos planes también se conocen como los planes del alcalde porque tienen una duración de tiempo que coincide con el mandato legislativo del alcalde. Cada plan operativo está sujeto a una evaluación de la sostenibilidad ambiental y territorial (ValSAT), que establece los requisitos para el diseño sostenible mediante el análisis de todos los distintos componentes del medio ambiente.

El RUE es el Reglamento urbano y de construcciones para las interven-ciones directas (que no necesitan un plan operativo). Este instrumento tiene un fuerte enfoque energético y ambiental, con la introducción de algunos requisitos innovadores de cualidad ambiental. Una fuente espe-cial de incentivos voluntarios está diseñada para todos los edificios nue-vos o reestructuración global para los cuales el RUE permite aumentar el volumen del edificio hasta un 20% si el proyecto realiza una cualidad ambiental muy alta (máxima clase de eficiencia energética, recuperación de agua de lluvia y reducción del consumo, reutilización de los residuos de demolición, altos niveles de permeabilidad del suelo y de fitomasa).

Los instrumentos de planificación en los distintos niveles (PSC, POC y PUA) han sido construidos a través de una amplia participación de actores públicos y privados unidos en la “conferencia de planificación”, una planificación del area metropolitana con los municipios vecinos a través de la “conferencia de los Alcaldes”. Se le dio gran importancia a todos los niveles de participación en la comunidad civil. Un resultado muy bueno han sido los “laboratorios de planificación participativa” para el diseño de algunas partes de la ciudad, como en el caso de los Anti-guos mercados de frutas y hortalizas, una área estratégica de 30 hec-táreas cerca de la estación de tren y de la ciudad vieja. Los encuentros han contado con la participación de los ciudadanos, agentes sociales

Modelos urbanos para la sostenibilidad. El ejemplo de Bolonia.

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y económicos del territorio, junto con otros organismos e instituciones, que en conjunto han elaborado directrices para el diseño de la zona en cuatro áreas principales: movilidad y conectividad, centralidad y ser-vicios, paisaje verde y sostenibilidad ambiental y social. El laboratorio, puesto en marcha en marzo del 2005 y finalizado en junio del 2007, ha visto la participación de muchos expertos, comités del distrito, y asocia-ciones de una variedad de temas (desde la parroquia al centro social, desde la asociación deportiva al centro para los ancianos) juntas con más de un centenar de residentes para cada encuentro publico.

CONCLUSIONES

El caso estudio de Bolonia pone de manifiesto que la integración efectiva entre las políticas de sostenibilidad y la planificación urbana es posible a través de políticas intersectoriales que aborden de manera unificada los problemas urbanos y los temas energéticos / ambientales. Esto es posible dentro de un marco estratégico que une los objetivos de reduc-ción de las emisiones con las predicciones de la transformación urbana y infraestructural y de asentamiento del territorio. En esta perspectiva, el plan urbano de la ciudad puede desempeñar un papel crucial en el logro

de los objetivos de lucha contra el cambio climático y mejorar la calidad ambiental en la ciudad. Para que este proceso sea efectivo es necesario que se ponga en vigor un proceso de intercambio de opciones y una mayor participación, el contenido de los instrumentos de planificación también involucran a toda la comunidad en su eficacia y su aplicación.

Los primeros resultados de la aplicación de este modelo son muy positivos. La estrategia llamada “ciudad del ferrocarril”, por ejemplo, está tomando forma a través de una serie de proyectos importantes, como la nueva estación de tren Arata isokaki (el resultado de un concurso internacional de arquitectura), el nuevo asentamiento sostenible de los antiguos mercados, el centro científico de la universidad conectado con el centro nacional de in-vestigación, el mono carril (people mover) que conectara la estación con el aeropuerto. La ejecución de estos proyectos es coherente con los objetivos estratégicos de la PSC, y es el resultado de una evaluación exhaustiva de la sostenibilidad del proyecto y de un proceso de participación pública.

La ejecución de los proyectos privados también ofrecerá nuevos es-pacios públicos que son objeto de los laboratorios de planificación participativa donde los ciudadanos participan en primera persona en la definición de opciones de diseño, de planificación de los espacios al mobiliario urbano. Un ejemplo es el parque de Vía Larga, resultado de un laboratorio que tenia el objetivo de preservar y mejorar el paisaje agrícola histórico, así como mejorar la prestación de servicios públicos y ofrecer nuevos lugares de encuentro para los ciudadanos del distrito.

Un papel importante para el éxito de estas iniciativas está dado por la comunicación que se lleva a cabo a través de reuniones publicas, publicaciones, página Web y boletines, visitas guiadas, y el “urban center” como espacio permanente para presentar las transformacio-nes actuales y para promover encuentros de discusión.

En el 2009, Bolonia ha sido la primera ciudad en la clasificación nacional por la Calidad del Medio Ambiente Urbano de Legambiente, un grupo ambiental independiente. En el año 2009, Bolonia ha sido también procla-mada la primera ciudad italiana en las políticas de movilidad sostenible.

Modelos urbanos para la sostenibilidad. El ejemplo de Bolonia.

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Para un urbanista, es una verdadera satisfacción acudir ahora a Bilbao, un caso urbanístico verdaderamente estimulante, que muestra bien lo que se puede conseguir, cuando no falta la voluntad política de apoyo. Porque, los que venimos trabajando en ese terreno desde hace ya mucho tiempo, recordamos bien aquello que señalaba, aún en 1987 la Unión Europea, al examinar la situación de las ciudades españolas: Bilbao, como epicentro de la primera industrialización española, ha fallado en adaptarse a la segunda ola de industrialización y exhibe ahora muchos síntomas clásicos de las ciudades declinantes. (1) Y es especialmente satisfactorio hacerlo, para participar en un encuentro como este, dedicado a un tema que resulta ahora tan crucial, como el de la sostenibilidad del desarrollo urbano, dentro del cual, voy a dar unas opiniones sobre la forma en que puede contribuir en ese sentido (y las dificultades que encuentra para ello) la acción planificadora de la ciudad y del territorio, en la que sigo creyendo, a pesar de la que está cayendo gracias a los confusos liberalismos al uso. El tema obliga a un planteamiento enfocado con una gran amplitud de miras, ya que de un modo creciente, los fenómenos que afectan a la vida del hombre sobre el planeta, son de carácter global y tienen consecuencias generales. Pero esa amplitud, que tal vez pueda parecer inicialmente excesiva, no excluye la consideración posterior, dentro de ese contexto, de las situaciones mas próximas.

El punto de partida que vamos a adoptar es un reconocimiento objetivo (sin falsos alarmismos, pero sin engañosas presentaciones desde la negación de la evidencia, ni desde una indiferencia también inadmisible) de la situación actual en que se encuentra en este momento, el proceso universal de la urbanización y lo que puede esperarse acerca de él, según el resultado de las previsiones mas fiables que se hacen sobre su desarrollo inmediato, así como una consideración de lo que les está pasando a las ciudades. Pero como, en gran medida, se trata de hechos seguramente conocidos de todos, vamos a limitarnos a hacer un mero recordatorio, para tenerlos presentes, y a extraer brevemente algunas consecuencias deducibles.

Sabemos que, en estos momentos, mas de la mitad de la población humana habita en ciudades y ha adoptado las formas de vida propias de la ciudad, por lo cual puede decirse que ésta, por primera vez en la historia, es el ecosistema dominante para la vida del hombre. Pero hay que añadir algo: que se trata mayoritariamente de grandísimas aglomeraciones, que difícilmente pueden seguirse considerando ciudades, muchas de ellas con mas de diez millones de habitantes, y con un ritmo de crecimiento que hace prever, que algunas pasarán de los veinte en el año 2025, fecha en la cual, la población urbana total podría llegar a los 5000 millones.

Es sabido también, que este modelo urbano de concentración, es el punto de llegada de un proceso, inicialmente potenciado por la revolución industrial en el mundo occidental, y desarrollado luego en todo el mundo, al calor de las formas de organización que fue

La evolución de las ciudades, en un contexto de planificación para una mayor sostenibilidad.

Fernando de Terán, Arquitecto, Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

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adoptando la sociedad capitalista. Pero hay que señalar que, lo que caracteriza ahora a la situación, es que al lado de ese modelo, que permanece en la herencia formada en los siglos XIX y XX, y que se reproduce en los impetuosos crecimientos actuales del tercer mundo, se está dando simultáneamente, en los países mas desarrollados, la formación de otro modelo, que parece corresponder a la deriva que está experimentando la organización del sistema capitalista, que está dando lugar a otra forma de organización de las actividades en el espacio, basada en lo que Castells ha identificado como “el triunfo de los flujos sobre los lugares” (2) basada en la movilidad y la información. Que se traduce espacialmente en una dispersión por el territorio de las actividades y de la vivienda, invadiéndolo y transformándolo, gracias al aumento de la movilidad, en base a la multiplicación de las infraestructuras de transporte, a la generalización de las nuevas formas de comunicación e información y a la disponibilidad y consumo ilimitado de energía abundante y barata.

Ello está dando lugar a un situación claramente dual, en la que subsisten los grandes polos de concentración, en los cuales esa concentración sigue produciéndose, sobre la herencia del pasado, mientras que, simultáneamente, se produce una multiplicación del espacio ocupado alrededor, en un crecimiento disperso por el territorio, en un proceso de disolución de lo tradicionalmente urbano, que, por otra parte, produce la desaparición de las condiciones rurales o naturales precedentes, ya que lo que aparece no es ni campo, ni naturaleza, ni ciudad.

Pues bien, lo que está claro, es que ambos modelos, están resultando altamente dañinos, si no letales, para el soporte físico natural sobre el que se desarrollan, y cada vez están mas lejos de conducir a un habitat verdaderamente deseable. El modelo concentrado, llevado a los extremos de las aglomeraciones actuales, supone una agresión al medio físico y unas alteraciones del orden natural, como consecuencia de las exigencias de disponibilidad, también concentrada, de bienes de consumo, empezando por el agua, que obliga a crecientes

adaptaciones del entorno territorial, al mismo tiempo que produce cantidades ingentes de desechos en forma sólida, líquida y gaseosa, que se manifiesta en las correspondientes contaminaciones, frente a las cuales, dada su magnitud, históricamente inédita, resulta inalcanzable su incorporación, absorción, o eliminación y, por supuesto, la regeneración de las condiciones ambientales para el restablecimiento del equilibrio ecológico.

Pero si esa superaglomeración compacta, da lugar a esos problemas para el mantenimiento de las condiciones del marco biofísico del territorio en que se asienta, el nuevo modelo de ciudad dispersa o difusa, puede tener y está teniendo ya, efectos tanto o mas perniciosos y destructivos para el marco correspondiente, aparte de añadir otro tipo de inconvenientes de orden social, debidos a la fragmentación espacial, a las distancias a recorrer, a la segregación social y a la desarticulación, así como otros de carácter económico, por los costos que origina en la construcción de redes infraestructurales extensas y ramificadas para la accesibilidad, el abastecimiento de agua, gas y electricidad, y en la distribución y mantenimiento de servicios tales como el transporte público, la evacuación de residuos y las dotaciones de servicios sociales. Y es que el desarrollo de este modelo está basado en un aumento enorme de la superficie ocupada y transformada, y en la que el suelo, no sólo cambia de uso y de naturaleza (de rural o natural a semiurbana) sino también de condiciones materiales, al adquirir en gran parte, pavimentaciones impermeables, alteraciones topográficas con nuevas escorrentías, y cubriciones diversas, especialmente edificadas. Simplemente eso, a la escala en que está ocurriendo, constituye un impacto de unas dimensiones desconocidas hasta ahora.

Por todo lo dicho, no es desmesurado afirmar, como se ha hecho, que las formas actuales de la ciudad producen una destructiva alteración de la biosfera y que el proceso de urbanización está afectando gravemente a su sostenibilidad. Pero ocurre a menudo, que ese tipo de afirmaciones generales, de modo parecido a lo que

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ocurre con las referentes al cambio climático, suelen se recibidas con incredulidad, con escepticismo, o con indiferencia, con la idea de su lejanía en el tiempo y en el espacio. Lo cual, muchas veces, lo que esconde es, en primer lugar, una falta de conocimiento. Por eso conviene incluir en el recordatorio, algunos datos que pongan de manifiesto precisamente, su proximidad espacial y temporal, para que todo el mundo pueda asumir que se está hablando de algo que le afecta ya, también a él. En ese sentido es oportuno tener en cuenta que hoy sabemos bastante de la situación, como para que pueda decirse que es algo que no afecta a este país.

En efecto, los geógrafos españoles vienen ocupándose con atención de nuestro fenómeno de urbanización en las últimas décadas, y vienen señalando sus características y sus efectos. Así lo señala Troitiño: Se ha repetido a menudo que España es un país de urbanización tardía y de metropolización reciente, y que lo mas llamativo es como se ha difundido en muy pocos años por el territorio español la urbanización dispersa o difusa. El largo período de bonanza económica desde mediados de los años noventa del siglo pasado, caracterizado por crecimiento económico ininterrumpido, está siendo acompañado por un boom inmobiliario sin precedentes que entraña una también desconocida, por su extensión e intensidad, artificialización del territorio, muy consumidora de espacio y destructora de patrimonio. (…) En ese proceso de difusión territorial de la ciudad se consolidan nuevas formas de ocupación residencial de carácter extensivo, en relación con nuevas estrategias inmobiliarias,… Los municipios centrales de las áreas urbanas se desbordan y se refuerzan los fenómenos metropolitanos en las regiones urbanas, pero también en las medianas y pequeñas ciudades,… Las infraestructuras han reforzado su protagonismo, han aparecido nuevos paisajes urbanos y la realidad territorial ha cambiado de forma radical. (3)

Con ello puede decirse que ha quebrado el modelo histórico de la ciudad mediterránea, continua, integrada y sostenible y se está produciendo un modelo disperso, discontinuo y difuso,

dependiente indisolublemente del automóvil para su conectividad, disgregador de la cohesión social y, desde el punto de vista económico, generador de altos costes infraestructurales, difícilmente asumibles por los operadores privados y que, por lo tanto, acaban trasladándose al precio final o a la comunidad (dentro del conocido proceso de socializar las cargas y privatizar los beneficios) y con el acompañamiento de su progresiva degradación, dado el difícilmente soportable mantenimiento posterior por los ayuntamientos.

En ese mismo sentido, resulta espectacular al respecto, todo el panorama que ha puesto de manifiesto la edición, en 2007, del Atlas Estadístico de las Areas Urbanas de España, conteniendo la comparación de las cartografías de 1987 con las de 2000, realizadas por el Observatorio para la Sostenibilidad en España, que permiten medir de modo totalmente preciso el rápido crecimiento de la llamada superficie artificial, debida fundamentalmente a la urbanización, cuya intensidad adquiere caracteres explosivos en determinados espacios geográficos, como en el caso de la Comunidad de Madrid, con una media cercana a las 2000 hectáreas al año, que corresponde a una tasa de crecimiento del 4%. Lo que supone la correspondiente pérdida de superficie de uso agrícola o en estado natural. Y peor es lo que ocurre en el Levante: Alicante, Murcia y Valencia dan a su vez, unas tasas medias de crecimiento anual de la superficie artificial que van del 2´1% de Valencia, al 6´03% de Murcia, pasando por el 5% de Alicante.

Como en el caso de Madrid, el área urbana de Valencia está incorporando tanta superficie artificial como zonas agrícolas pierde, unas 3.500 hectáreas, especialmente alrededor de las principales vias de circulación, correspondiendo en este caso principalmente a la descentralización industrial y terciaria sobre los ejes de comunicación. Y Murcia ofrece el caso mas abultado de crecimiento de la superficie artificial, con un 78,5% para el período con una paralela pérdida de superficie agrícola y forestal. Pero quizá sea aún mas espectacular, como urbanización explosiva, el caso de Alicante, donde se han creado mas de 5000 hectáreas de superficie artificial

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(fundamentalmente en los municipios de Alicante y Elche) de las cuales corresponden en este caso, mas de las dos terceras partes a la urbanización con vivienda unifamiliar dispersa.

Se trata pues, de una importantísima transformación del territorio, con una creciente sustracción de superficies al medio rural, que van siendo ocupadas fundamentalmente por la urbanización dispersa del nuevo modelo espacial, que tuvo una implantación fulgurante. Sobre lo cual, comentando las mencionadas cartografías, señala la geógrafa Gómez Mendoza: Los procesos dispersos de ocupación del espacio en baja densidad en las regiones urbanas, metropolitanas, periurbanas y turísticas, suponen aumentar exponencialmente la movilidad, sobre todo a través del automóvil privado, y por tanto, construir nuevas infraestructuras de transporte, …. Las nuevas vías de circulación suponen barreras para la circulación de las especies, rompen los

habitats y corredores ecológicos, aumentan las resistencias al paso de los organismos y las especies …de lo cual concluye que esa forma de ocupación indiscriminada del territorio está abocada a dar necesariamente lugar a situaciones de insostenibilidad física, económica, ecológica y paisajística.(4)

Así pues, parece que no es ninguna exageración alarmista, afirmar que la forma actual de la ciudad produce una destructiva alteración de la biosfera, y que el proceso de urbanización está afectando insosteniblemente al marco biofísico. Pero habiendo constatado que esta es, efectivamente, la situación real, y una vez asumida su indeseabilidad y, por lo tanto, la necesidad de combatirla, el paso obligado siguiente es plantear que puede hacerse ante ella, empezando por tratar de dar respuesta a preguntas tales como ¿se pueden cambiar las características de la forma actual de la ciudad?, ¿se puede conseguir que el proceso de urbanización se desarrolle siguiendo criterios de sostenibilidad?

Como ocurre con el tema general del deterioro ambiental, y la necesidad del cambio hacia un modelo de desarrollo sostenible, cada vez resultan mas difícilmente defendibles las dudas y reticencias, así como las acusaciones de alarmismo injustificado, en el tema que ahora nos ocupa del desarrollo urbano y la ocupación y transformación del territorio por la urbanización. Porque las manifestaciones del deterioro por su causa, son cada vez mas visibles e injustificables. Y está cada vez mas admitido que se plantea con urgencia, la necesidad de eliminar o limitar al menos drásticamente, los negativos impactos medioambientales de las actuales formas de ciudad dentro de si misma, así como los de la urbanización sobre el medio natural. De conservar los valores de éste, mediante su preservación rigurosa, y de impulsar la adopción de formas de organización espacial, que puedan reducir el consumo de suelo y la invasión del territorio y minimicen el despilfarro actual de recursos y el trastorno del equilibrio ecológico.

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Por eso, cada vez mas, se reconoce también que ha llegado el momento de un posible ecourbanismo, ligado expresamente a la introducción de la problemática de la sostenibilidad que, por otra parte, también se ha introducido en la arquitectura, teniendo en cuenta que en la edificación y su mantenimiento, se consume una energía que exige destrucción de recursos y envenenamiento del medio, por lo que está en ensayo la sostenibilidad constructiva y la arquitectura bioclimática, con producción y uso de nuevos materiales e incorporación de energías renovables. Y en todo el mundo están abiertas líneas de investigación en relación con el tema de la ciudad sostenible que ha venido a sustituir al eterno tema de la definición de la ciudad ideal.

Ahí se inscribe todo el esfuerzo que viene haciéndose, en la mejor práctica actual de la planificación urbana, tratando de organizar la ciudad en formas reductoras de la proliferación infraestructural y del ahorro energético ligado a la reducción circulatoria, de acuerdo con la también llamada movilidad sostenible, que evita las morfologías arborescentes a favor de las reticulares en el diseño de las redes viarias, en la disposición concentrada de las áreas de vivienda en relación con el transporte colectivo, evitando la necesidad del uso del transporte individual propio de las extensiones de vivienda unifamiliar, volviendo a una compacidad bien organizada. Y también, la experiencia rica en realizaciones, de la rehabilitación de la ciudad heredada, recuperando espacios degradados, sustituyendo en ellos los usos y las actividades, renovando su aspecto y sus sistemas de transporte.

Y ahí se inscribe también, una cierta actitud de atención renovada hacia la ordenación del territorio, reclamada por la agresión sufrida por los espacios de valor agrícola, paisajístico o ecológico. En ese sentido es unánime el acuerdo en la necesidad de introducir limitaciones, articulación y estructura, en los desarrollos inorgánicos e invasores que se están produciendo, favoreciendo compactaciones y concentraciones de población y de servicios para provocar una organización polinuclear. Lo cual se manifiesta, con independencia de las medidas que se

adoptan en cada caso concreto, a través de la planificación urbanística, en algunas disposiciones de carácter general, como las adoptadas para toda Europa, por acuerdo de 1999, con objeto declarado de ir hacia un desarrollo equilibrado y sostenible en el territorio de la Unión Europea, recogidas en la Estrategia Territorial Europea (5) y en la Comunicación de la Comisión sobre una Estrategia Temática para el Medio Ambiente, que plantea la necesidad de volver a un modelo de ciudad compacta organizado policéntricamente en el territorio y advierte de los graves inconvenientes de la urbanización dispersa, por su impacto ambiental, su desorganización funcional e ineficiencia económica por elevados costes energéticos, de construcción y mantenimiento de infraestructuras y de prestación de servicios públicos. Y podrían citarse otros acuerdos europeos anteriores, como la Carta de Alborg sobre Ciudades Sostenibles de 1994 y la Conferencia de Lisboa de 1996, donde se puso en marcha la llamada Agenda Local 21.

También entre nosotros existe una cierta conciencia de la realidad y un cierto acuerdo sobre lo que habría que hacer. Y curiosamente, son también los geógrafos españoles los que mas han hecho constar recientemente la necesidad de planeamiento a escalas supramunicipales, incluso de planeamiento regional y de ordenación del territorio y han señalado algunos de los problemas que se oponen a ello. Y también existe, en determinados sectores sociales y políticos un acuerdo creciente con proliferación de asociaciones y colectivos, con organización de debates y difusión de manifiestos, como el titulado Por una nueva cultura del territorio, firmado por serios profesionales que clama por el respeto al medio natural, al paisaje, por una atención a la sostenibilidad y por un freno a los crecimientos urbanos ilimitados y dispersos, devoradores de valores ecológicos, culturales y patrimoniales.

Existe pues, en algunos sitios, una conciencia del carácter problemático de la situación que está produciendo la forma en que se desarrolla la urbanización y de la necesidad de corregirla e incluso existe una cierta acción en marcha para ello. Podría decirse pues, que se ha

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extendido la conciencia del problema, e incluso que se han puesto las bases y se han fijado los objetivos y los presupuestos conceptuales y metodológicos, de un cuerpo doctrinal para la práctica de un urbanismo sostenible. Es cierto, pero la realidad, objetivamente considerada, no puede sino constatar la enorme desproporción que existe entre el problema y la generalidad de ese conocimiento social y del reconocimiento de la necesidad de su atención. Por eso, esa práctica bienintencionada, resulta en realidad muy reducida cuantitativamente y es, realmente muy poco significativa. Porque la verdad es que no existe suficiente comprensión, ni presión social, ni decidida voluntad política.

En realidad puede constatarse que, a pesar de lo dicho, no está tan avanzada en la opinión pública general, esa convicción de que las formas actuales del desarrollo urbano sean tan indeseables e insostenibles. Es parecido a lo que ocurre con el tema del calentamiento global, sobre el que siguen existiendo incredulidades y reticencias, cundo no claros intereses, lo que lleva a que algunos países se resistan a suscribir el Protocolo de Kyoto. Por eso, en relación con el tema que nos ocupa, ocurre que en la práctica, casi todo se queda en la enunciación de buenas intenciones y en declaraciones de principios no comprometedoras, constantemente olvidadas.

Y es preciso reconocer esta situación, como primera dificultad para toda posibilidad de actuación, pero luego vienen otras. Porque la solución del problema enunciado tiene un precio que pagar que, no sólo implica la asignación y dedicación de recursos económicos importantes y la renuncia a algunas formas de conseguirlos, sino que requiere la disponibilidad de mecanismos jurídicos y administrativos de inevitable carácter coercitivo, a favor de unos principios entre los cuales figura especialmente, el que se refiere a una cierta limitación del uso indiscriminado del suelo. Y está claro que no hay acuerdo en que se pague ese precio. Y ello traslada la cuestión al terreno ideológico y político.

Cuando se defiende quitar al suelo cualquier limitación de uso, cualquier determinación, cualquier control, alegando que el mercado

es quien le asigna el uso mas conveniente, se hace desde una posición ideológica, frente a otra opción ideológica según la cual no se puede renunciar a un control social del uso del suelo, de acuerdo con valores y criterios de bien público y bienestar social, por lo que se impone una cierta corrección del mercado. Es la eterna discusión nunca plenamente racionalizable, entre liberalismo y regulación, dentro de la que siempre se ha movido la planificación del desarrollo urbano.

Recordemos, al respecto, cómo la aparición del urbanismo moderno, es imposible de separar de una superación del laissez faire a finales del siglo XIX por normas reguladoras de la salubridad pública y de la construcción de la vivienda. Y la teoría urbanística, salvo algunas excepciones como la de Le Corbusier, se pronunció siempre contra la hipertrofia urbana, a favor de la desconcentración y del equilibrio entre ciudad y campo. Toda una primera fase histórica de elaboración de planes urbanísticos, hasta la mitad del siglo XX, se desarrolló sobre el rechazo al crecimiento de la gran ciudad, planteando estrategias para detenerlo con anillos verdes y ciudades satélites: Londres, Moscú, Madrid, ….

Luego, ya en los años sesenta, hubo que renunciar a esa utopía, contraria a unas tendencias irrefrenables, inscritas al parecer, en la evolución natural de la sociedad industrial, con independencia del régimen político (la monarquía inglesa, el totalitarismo comunista o la dictadura española). En ningún caso hubo suficiente deseo, o fuerza política, para seguir las directrices de esos planes, y evitar el gran crecimiento de esas ciudades, que multiplicaron entonces considerablemente su población y su densidad. Se pasó así a una segunda fase.

En ella ya no se rechazaba el crecimiento, ni se trataba de detenerlo. Se asumía como inevitable y se trataba de organizarlo en un amplio territorio circundante. Ejemplos insignes de ello fueron la Estrategia del Sureste como nuevo plan de Londres (que conservó el anillo verde del plan anterior, incluso bajo el gobierno de la Señora Tatcher, pero ya no como cierre de la ciudad) y el Esquema Director de la Región

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de París (que gracias a una mantenida voluntad política, ha modelado totalmente la realidad actual, en uno de los mas logrados procesos de geografía voluntaria. Para Madrid, desbordado por el desarrollismo como tantas ciudades españolas, no llegó a tomarse en cuenta la interesante propuesta denominada Madrid 2000.

Y ahora estamos en una tercera fase que, en lo físico se caracteriza por la explosión de la ciudad y por su dispersión difusa por el territorio, invadiendo el espacio natural. En ella, la planificación urbanística y territorial, siguen planteando objetivos de coherencia espacial y de organización funcional con voluntad de dotar de cierta articulación y estructura a esos espacios para convertirlos en organizaciones policéntricas, como recomienda la Estrategia Territorial Europea. Planteando también el salvamento del espacio natural aún no ocupado. Pero a decir verdad, con una limitada convicción, al constatarse la escasa voluntad política de intervención, en una situación en la que, en las últimas décadas, la mayor parte de los países han optado por orientaciones decididamente liberales, convencidos de las ventajas que, para su desarrollo económico, comporta ese sistema. Entonces, ¿para que hacer planificación?

Porque, en esta situación, la planificación urbanística, con su con su tradicional ambición de ordenación territorial y de equilibrio entre naturaleza y ciudad, tiene efectivamente, un terreno de juego bastante ilusorio. Su situación se parece a la del médico al que no se le permite utilizar sus conocimientos ni administrar al paciente sus remedios, y se le obliga a asistir sin intervenir, al desarrollo de la dolencia. Por eso, sin renunciar a enunciar planteamientos ambiciosos, con la ilusión de que puedan ser útiles algún dia (ahí estaría, por ejemplo, el estudio actual de la actualización del Plan territorial de la Región de París, y otros muchos bienintencionados intentos europeos por no tirar la toalla, como en el último Plan de Roma) su acción se ha reconducido hacia un tipo de intervenciones parciales sobre el espacio, fragmentarias, acotadas, que resultan mas asequibles y mas viables por su rentabilidad económica. Las hay verdaderamente importantes

urbanística y territorialmente, por su extensión y profundidad, capaces de influir decisivamente en el futuro de la ciudad.

En ese sentido son conocidos los casos de las actuaciones en los centros de Berlín y de Copenhague, por ejemplo, recuperados para el peatón, con expulsión casi total del transporte privado y reconversión hermosa y espectacular del ambiente, o la también espectacular del centro de Londres, alrededor del Támesis, operación que, en una década, ha cambiado el aspecto y la habitabilidad de la ciudad del smog en otra por la que apetece pasear y hacer vida en la calle, con la atmósfera limpia.

En las ciudades españolas, muy mejoradas en general, en sus espacios interiores, son especialmente interesantes los casos de Bilbao (espectacular transformación de la Ría de lóbrego puerto industrial en parque fluvial y eje lúdico cultural) y de Barcelona (con la apertura al mar de una ciudad que vivía de espaldas a el). No cabe duda de que éstas son unas experiencias magníficas de resultados altamente satisfactorios para la calidad de vida en las correspondientes ciudades, que han aumentado, gracias a ello, su atractivo y su potencial económico. Pero ¿puede asegurarse que el balance sea siempre positivo en relación con la sostenibilidad?. Un dato significativo, a falta de comprobaciones sistemáticas: Londres, en la lluviosa Inglaterra, necesita mas agua que la que le proporcionan todos los canales actuales, por lo que está en construcción una enorme planta desalinizadora en la desembocadura del Támesis, cuyo próximo funcionamiento requerirá ingentes cantidades de energía. Y, por otra parte, ¿qué pasa en las periferias y en los territorios circundantes de todas esas hermosas ciudades, cuyos crecimientos parecen fuera de control?

Si nos referimos al caso español, cabe hacer una última reflexión al respecto, que vuelve al tema de la política. Porque no deja de ser contradictorio con lo anteriormente dicho, que casi todos los gobiernos autónomos, se hayan dotado de legislaciones urbanísticas, en las que

La evolución de las ciudades, en un contexto de planificación para una mayor sostenibilidad.

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la planificación urbana y territorial juega un importante papel, a través de planes de diversas escalas, directrices y normas, que incluyen muchas veces instrucciones para la protección del medio natural y del paisaje. Porque todo ello aparece arropado por enfáticas afirmaciones, en los preámbulos y en las exposiciones de motivos, de fidelidad a la Carta Europea de Ordenación del Territorio, a la Estrategia Territorial Europea y a todos los enunciados internacionales de protecciones medioambientales, presentando el desarrollo sostenible como el gran objetivo declarado. Por lo tanto, no sería del todo cierta esa afirmación anterior sobre la ausencia de interés político hacia la planificación. Nuestro problema es diferente, porque si que hay planificación. Y dejando al margen los casos de incumplimiento de la misma, lo mas grave es que todo parece indicar que el proceso de la urbanización difusa y la explosión urbana sobre el territorio, se está produciendo abundantemente, dentro de esa legalidad y dentro de esa planificación, dada la forma en que éstas han sido concebidas y en que están siendo aplicadas, que en la práctica corresponde a una total ignorancia de la sostenibilidad.

Ello se ve especialmente bien en el área levantina. El caso de Murcia presenta, como hemos visto, el crecimiento relativo mayor de superficie artificial, según el estudio citado, 78,5% con creación de 5.360 hectáreas. Pero la región cuenta con una ley de Ordenación y Protección del Territorio y otra de Protección del Medio Ambiente así como una Ley del Suelo (urbanismo y ordenación territorial). En desarrollo de las mismas se han aprobado Planes y Directrices de ámbito comarcal (como el Plan de Protección del Litoral) y algunas Actuaciones de interés Regional, pero el desarrollo urbano se hace a través de los planes municipales. Y ocurre que esa Ley del Suelo que regula la actividad urbanística, es bastante permisiva en cuanto a la recalificación del suelo no urbanizable para transformarlo en urbanizable por modificación puntual de las previsiones del planeamiento, utilizando preferentemente para ello la forma del Convenio Urbanístico, de gran desarrollo desde 1990, a través de la cual han prosperado las urbanizaciones autónomas de gran superficie. Durante 2005, por ejemplo, 22 ayuntamientos firmaron 75 convenios de este tipo, y en 2006 había

censados 80 proyectos de esos, que suponen unas 300.000 viviendas con 60 campos de golf. Ello responde a la apuesta del gobierno autonómico a favor del llamado turismo residencial, política que se mantiene a pesar de algunas protestas y manifiestos, como el lanzado en 2006 “por el territorio y el patrimonio ambiental, cultural y social” por la coordinadora denominada la Región de Murcia no se vende, en el que se afirma que las grandes inmobiliarias pretenden convertir la región en un solar ocupado por resorts, campos de golf y urbanizaciones. (6)

El caso valenciano es semejante, con 3.500 hectáreas en Valencia y unas 5.000 en Alicante-Elche, fundamentalmente ocupadas por urbanizaciones de vivienda unifamiliar. Aquí es también abundante la actividad legisladora, con una Ley de Ordenación del Territorio desde 1989, una Le sobre el Suelo No Urbanizable de 1992, actualizada en 2004, hasta la Ley Urbanística Valenciana de 2005, que sustituyó a la Ley de Ordenación del Territorio y Protección del Paisaje, además de la conocida y debatida Ley Reguladora de la Actividad Urbanística de 1994. No puede decirse pues, que se esté consumando alli, como es bien sabido, la transformación del territorio hacia la ciudad dispersa, cuya explicación está en cambio, en el carácter de esa legislación, que en general propicia el uso que se está haciendo para la provisión de grandes cantidades de suelo urbanizable en los planes municipales, de modo que los 540 municipios de la Comunidad Valenciana, tienen hoy planes urbanísticos redactados y aprobados en los años 80 por sus corporaciones democráticas, clasificando como suelo urbanizable o apto para urbanizar, un total de 75.000 hectáreas, lo que equivale a la misma superficie clasificada como suelo urbano. Lo cual quiere decir, como ha sido señalado, que “en el país valenciano, la oferta se iguala a la superficie urbanizada a lo largo de toda su historia” (7)

Como es sabido, las protestas, en este caso, han llegado al Parlamento Europeo, pero desde el Consell de la Generalitat se señala que los ciudadanos hablan en las urnas y dan mayorías absolutas. Y podría haber añadido que no se ha salido de la legalidad.

La evolución de las ciudades, en un contexto de planificación para una mayor sostenibilidad.

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El caso de Madrid es también agudo, con sus 2000 hectáreas anuales de aumento de superficie artificial, aunque aquí no se considera necesario acudir a coberturas legales, aunque existe desde 1984 una Ley de Ordenación del Territorio que creaba sus propios instrumentos de planeamiento territorial y señalaba la necesidad de construir un marco general de referencia para las políticas sectoriales y para la actividad urbanística de los ayuntamientos. Y esa intención fue afirmada por la nueva ley de 1995, que señalaba que creó la figura del Plan Regional de Estrategia Territorial. Pero ese Plan está sin hacer, porque desde el gobierno autónomo se defiende “un modelo liberal” de “máxima libertad y mínimo intervencionismo”, “facilitando la disponibilidad de suelo” (8), de acuerdo con una Ley del Suelo de la Comunidad, de 2001, en la cual, aparece definido como urbanizable todo aquel que no sea urbano o digno de protección, lo que en la práctica está dando lugar a una gigantesca oferta, que permite esa ampliación de la superficie artificial de acuerdo con la ley. En este caso, para una mezcla de usos industriales, comerciales y residenciales de baja densidad y el desarrollo de la ciudad dispersa, de lo cual se ha podido afirmar que se trata de “un modelo de expansión físico espacial, que ha dado lugar a un aumento considerable de la huella ecológica en el territorio circundante que, por lo tanto, amenaza su sostenibilidad”. (9) Lo cual, también aquí, a pesar de las protestas, produce mayorías absolutas en las urnas.

Desgraciadamente no hay que hacerse muchas ilusiones. Como ocurrió con el desarrollismo, la disconformidad social es pequeña y la oposición crítica no deja de ser minoritaria y poco operativa. Y hasta la planificación, amparada en adecuadas leyes, puede hacerse complaciente para que todo sea legal. Ese aparente escándalo que suscita el “desastre urbanístico español”, tan aireado mediáticamente, es en realidad ambiguo y superficial, y retrocede ante la consideración de los beneficios económicos, produciendo general satisfacción y aceptación. Es algo a lo que la Democracia no ha sabido, o no ha querido enfrentarse. Pero eso es otra historia.

NOTAS

(1) Comisión de las Comunidades Europeas: Tercer informe periódico sobre la Situación y evolución socio económica de las regiones de la Comunidad. Bruselas. 1987.

(2) Manuel Castells: La era de la información. La sociedad red. Alianza Editorial. Madrid. 1997.

(3) Miguel Angel Troitiño: Las áreas urbanas. En el Atlas estadísticode las áreas urbanas de España. Madrid. 2006.

(4) Josefina Gómez Mendoza: La ocupación del suelo. En la misma publicación de la nota anterior.

(5) Comisión Europea: ETE. Estrategia Territorial Europea. Luxemburgo. 1999.

(6) Datos tomados del Informe del Consejo Económico y Social de la Región de Murcia: La Ordenación Territorial en la Región de Murcia: estado de la materia. Murcia. 2006.

(7) Gerardo Roger: Nuevos instrumentos para la producción de ciudad. Revista urban, nº 6. Madrid. 2001.

(8) Esperanza Aguirre: Discurso de inauguración, recogido en Regiones Capitales. Comunidad de Madrid. Madrid. 2006.

(9) J. M. Fernández Güell: Condiciones para abordar la ordenación territorial de una región urbana dinámica: el caso de la Comunidad de Madrid. En: Primer Congreso de Urbanismo y Ordenación del Territorio. Colegio Oficial de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Madrid. 2008.

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La finalidad de este texto radica en, por una parte, recuperar el inte-rés por el valor de los modelos, y por otra en reclamar la necesidad urgente de una mayor y más precisa codificación tanto para la ciudad y la arquitectura como para el territorio.

En lo relativo a los modelos, considero de interés recordar que uno de los modos más importantes en la transmisión del conocimiento es el basado en el recurso a los modelos. Esa transmisión de conocimiento tiene lugar mediante la imitación, es decir mediante el recurso al precedente, que es tanto como decir mediante la puesta en valor de la memoria.

Hemos sido testigos de cómo desde la exaltación romántica de la interminable novedad y particularmente en el pasado siglo, a partir de

los años 20, urbanistas y arquitectos se aferraron de un modo obsesivo a la voluntad de innovar sin copiar; el término copiar fue radicalmente prohibido; pero tal propósito no deja de constituir un empeño vano, por-que para poder llevarlo a cabo, es decir innovar sin tener en cuenta el precedente, es preciso que los seres humanos seamos completamente amnésicos, quizás zombis, y hablando con un mínimo de seriedad, ¿Quién puede defender la capacidad creadora de un zombi?.

El recurso a la imitación opera en todos los ámbitos del quehacer humano. Por medio de la imitación aprendemos nuestros más tem-pranos hábitos desde la infancia, aprendemos a hablar y a caminar, y en suma, aprendemos a comportarnos con urbanidad.

La urbanidad entendida como el abanico de reglas sin las cuales es imposible vivir en sociedad; se trata de unos mínimos que la persona ha de contemplar para desenvolverse socialmente.

En relación con los modelos, si nos ceñimos a lo urbano, resulta interesante revisar aquellos que han mostrado ser exitosos a lo largo del tiempo, y aquellos otros que han devenido un colosal fracaso. Podríamos recordar el dicho popular de que “El tiempo pone a cada uno en su sitio”, para aplicarlo, no a las personas, sino a los modelos urbanos.

Veamos algunos de estos modelos

- La retícula.

- La ciudad a lo largo del camino. (La ciudad lineal).

- La ciudad jardín, y la división funcional de la ciudad.

- La ciudad en el parque, el nacimiento de las extensas periferias o banlieus.

Modelos urbanos y códigos arquitectónicos.

Javier Cenicacelaya, Catedrático de Arquitectura UPV/EHU

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Junto a esto, hemos de referirnos al grado de ocupación del suelo, donde podemos dividir los modelos urbanos en dos grandes grupos:

- Los que producen compacidad, es decir ciudades o barrios com-pactos.

- Los que producen dispersión y falta de compacidad.

Esto puede constatarse, ya desde el mismo momento en que obser-vamos la manera de ocupar la manzana.

- En la colonización española en América.

- En la colonización inglesa en América.

Y tambien en otros casos, como puede ser la ocupación realizada, de modo diferente a las dos anteriores, en Japón (ver ejemplo).

Además sería preciso hacer una referencia al grado de densificación de un determinado modelo. Historicamente cualquiera de los modelos citados ha sufrido una creciente densificación con el paso del tiempo, como puede comprobarse. (Ejemplos, ciudades de América latina, ensanches, o Nueva York)

Repasemos ahora de modo breve algunos modelos urbanos.

LA RETICULA

El recurso a la planta reticular es propio de todas (o casi todas) las ciudades de fundación, es decir las ciudades creadas ex novo.

La retícula es una consecuencia inmediata de la organización racional de los lotes de terreno, y de las alineaciones rectas de las calles.

Ya fue propuesta desde Hipodamo de Mileto en el siglo V antes de Cristo.

Roma, en la colonización de su imperio, recurrió igualmente a la retícula; como también lo hicieron los españoles y los ingleses en la colonización de América.

Y a mediados del siglo XIX la ampliación de las ciudades españolas se llevó a cabo mediante ensanches de planta también reticular.

Lo mismo ocurrió en China, donde las ciudades tambien fueron funda-das con planta reticular, modelo que pasó a Japón.

En todos los casos citados, excepto en el de los ingleses en América, las ciudades con una planta reticular eran desde el origen ciudades compactas, o estaban llamadas a serlo, es decir existía la voluntad de que así fuera, una vez se hubiera ocupado la totalidad de la manzana.

LA CIUDAD A LO LARGO DEL CAMINO

Esta es la manera más espontánea de generación de lo urbano, cuando no existe la ciudad de fundación, es decir la ciudad fundada. Y ello porque para llegar a la casa es necesario un camino, que con el tiempo puede convertirse en una calle.

Muchas ciudades se han originado al borde del camino, o al borde del río, o del mar, que harían, en cierto modo, las veces del camino de llega-da. Los cruces de los caminos han dado igualmente origen a ciudades.

La propuesta de creación de una ciudad a lo largo del camino, fue llevada a cabo por Arturo Soria y Mata en su proyecto de Ciudad Lineal para el norte de Madrid. Una ciudad a lo largo del “camino de hierro”, del tranvía, o de la línea de ferrocarril. Esta idea fue más tarde retomada por los rusos como uno de los experimentos de los “Desur-banistas” en la época de Lenin; una manera, según ellos, de disolver la ciudad en el territorio. Las “ciudades lineales” de la Unión Soviética, se consideraron, no sólo como una alternativa a la ciudad tradicional, es decir a un mundo a superar en la construcción del socialismo, sino que además y sobremanera, fueron vistas como un modelo de asen-tamiento fácilmente ampliable; porque bastaba con alargar los dife-rentes usos en bandas paralelas, a lo largo de la línea de ferrocarril; de este modo, para los “desurbanistas”, la extensión de la ciudad a lo largo del territorio, la fusión ciudad-campo, cobraba pleno sentido.

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También Le Corbusier vislumbró un futuro para las ciudades del mundo, en el que todas estarían vinculadas entre sí por caminos a lo largo de los cuales se habrían de desarrollar ciudades lineales. Dibujó un mapa de Europa absolutamente triangulado, como una auténtica red.

LA CIUDAD JARDIN Y LA DIVISION FUNCIONAL DE LA CIUDAD

A lo largo del siglo XIX fueron muchos los grupos que consideraron a la ciudad histórica y a sus periferias industriales como el origen de todo tipo de males, desde la falta de higiene y de salubridad, a la de seguridad y confort. Se concibió la idea de residir en barrios perifé-ricos a la ciudad existente destinados exclusivamente a residencia y con una abundante presencia de árboles y jardines. Era un auténtico escapismo de la ciudad hacia el campo. Así surgió entre otros el mo-delo de la Ciudad Jardín en Inglaterra, que era una ciudad satélite de otra mayor, donde la naturaleza purificante, siguiendo el viejo postula-do de Jean Jacques Rousseau, dignificaba al hombre.

Este modelo anticipaba la idea de separar la residencia, las áreas o barrios residenciales, la actividad, podríamos decir, de residir, del resto de actividades humanas que se desarrollan en la vida urbana.

Fueron también los rusos en tiempos de Lenin quienes propusieron los tres grandes centros o polos de las actividades humanas en la ciu-dad, y que denominaron los tres condensadores sociales: la vivienda colectiva (residencia), la fábrica cooperativa (trabajo), y el club de los trabajadores (ocio). En otras palabras, anunciaron la emergencia de la ciudad máquina para el hombre máquina:

Esta idea de los rusos fue tomada por Le Corbusier, quien habría de proponer casi en los mismos años, sectorizar las diferentes ac-tividades que se desarrollan en la ciudad: Areas enteras destinadas exclusivamente a residencia, otras áreas destinadas exclusivamente al trabajo (oficinas, talleres, fábricas, etc.), y otras destinadas a usos específicos, como aquellas para las compras, o las educativas, o las deportivas, etc.

Y todo ello unido por unos generosos trazados de carreteras, es decir todo ello claramente dependiente del transporte para desplazarse de un sector al otro.

Las ideas de Le Corbusier fueron ampliamente aceptadas en los Estados Unidos de América después de la Segunda Guerra Mundial. Las ciudades americanas vieron crecer las áreas residenciales don-de no se podía ejercer ningún otro tipo de actividad que no fuera el de residir. Vieron igualmente como los centros de sus ciudades eran destinados a la exclusiva actividad de los negocios, de tal modo que en ellos estaba taxativamente prohibida la residencia. En fín, vieron de un modo evidente la sectorización de la ciudad según las diversas funciones.

En los Estados Unidos, ha estado siempre vigente el ideal Jefferso-niano por el que “Una república de hombres libres es aquella en la que cada ciudadano dispone de una parcela de tierra sobre la que construir su casa”. Este ideal Jeffersoniano propagado tras la segunda guerra como el “American Way of Life”, hizo que los sectores de la ciudad destinados a residencia, fueran ocupados por viviendas uni-familiares sobre su correspondiente parcela de jardín. Las ciudades crecieron en extensión hasta alcanzar dimensiones muy importantes y en las que la red de carreteras y de autopistas no ha hecho otra cosa que crecer sin cesar. Como resultado de esta aproximación, encontra-mos en los Estados Unidos, las ciudades del mundo con una mayor ocupación del territorio, y con más baja densidad.

LA CIUDAD EN EL PARQUE

Después de la segunda guerra mundial Le Corbusier fue el gran defensor de la residencia en altura, es decir en edificios altos. Esta po-sición contrastaba con la defendida por los urbanistas de las vanguar-dias alemanas, partidarios de la residencia en edificios de poca altura.

El Ministerio para la Reconstrucción de Francia encargó a Le Corbusier un prototipo de unidad residencial, y así surgió la Unidad de Habitación de

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Marsella, la primera de las cinco que llegó a construir a lo largo de su vida.

La Unidad de Habitación se planteaba como una gran caja, con la planta baja libre, y ocupada sólo por los pilares de la estructura; incluía viviendas en duplex y una cubierta-terraza con diferentes objetos, a modo de un jardín artificial para el esparcimiento de los residentes.

Separada del suelo, la Unidad de Habitación, esa gran caja, aparecía en medio de un parque: una vez más se repetía el viejo mito rousso-niano de la vida en medio de la naturaleza purificante.

Si en Marsella Le Corbusier dispuso de todos los medios para plas-mar su idea de lugar para residir, no ocurrió así en las otras unidades de habitación que realizó. En Marsella pudo colocar una potente logia de hormigón delante de la fachada que permitía mantener la imagen inalterable y unitaria del proyecto, a pesar de que cada vecino pudie-ra cambiar las carpinterías, el color de los cerramientos, o el de las cortinas; la Unidad de Marsella, con ello, aparece imponente con el contraste y la plasticidad que dicha logía proporciona. Como digo, Le Corbusier tuvo medios que le permitieron incluir relieves en el hormi-gón, colores, y elementos variados en la cubierta-terraza.

El modelo de la Unidad de Marsella, simplificado al máximo, fue segui-do en toda Francia, y eventualmente en toda Europa.

Las periferias de Francia y de Europa, vieron desde entonces, emerger grandes cajas, o prismas con más de 10 y de 15 alturas plantados en medio de extensas superficies, y bien separados los unos de los otros. Cajas en medio de un “supuesto” parque. Así se configuraron las periferias, las banlieus de Francia y de Europa.

Con este modelo propuesto para el desarrollo urbano, las enseñanzas de la ciudad histórica, de la ciudad de siempre, con sus calles, calle-juelas, plazas, placitas, avenidas, paseos, etc. quedaban absoluta-mente liquidadas.

Surgía la ciudad en el parque, que como ya se ha dicho se convirtió en la ciudad en el parking: The City in the Park, became the City in the

Parking.

En 2005, las banlieus de Francia fueron incendiadas por sus propios moradores. Los jóvenes que protestaban contra una sociedad que los marginaba, manifestaron su rechazo a vivir en estos barrios que califi-caban de guetos y de auténticas cárceles. Manifestaron que se sentían vigilados de la mañana a la noche, controlados desde las ventanas de esos bloques; perdidos en medio de extensiones vacías, sin vida, sin actividad; no se sentían seguros, ni protegidos, y no tenían lugares por donde poder callejear, perderse, e incluso ocultarse para sus pequeñas transgresiones juveniles. Manifestaron no sólo el rechazo a una socie-dad que no los aceptaba, sino también y de un modo inequívoco, el rechazo a estos barrios, es decir a la “ciudad en el parque”.

Llegados a este punto, y a pesar de que el tema de los modelos urbanos merecería una mayor atención, considero que estamos ya en condiciones de percatarnos de la existencia de diferentes modelos para el desarrollo urbano.

Y con el paso del tiempo transcurrido, también podemos ya evaluar el comportamiento de estos diferentes modelos.

Pero tal evaluación requiere que fijemos las metas o los objetivos (los parámetros) que la sociedad contemporánea, que el momento actual busca como idóneos, para ver qué modelos los cumplen y cuales no.

Si alguna característica tiene el momento contemporáneo es el de la situación de emergencia. De una auténtica emergencia. Nos enfrenta-mos a problemas nunca vistos anteriormente; yo no haré sino enume-rar tan sólo algunos.

El calentamiento global. El ya universalmente aceptado cambio climático. La desaparición diaria de cientos de especies animales y vegetales. La superpoblación. El hambre. La escasez de agua potable. Las sequías y la desertización de extensísimas áreas del planeta. La deforestación de las selvas tropicales. La contaminación de los mares. El fundido de los casquetes polares. La desviación y el cambio de rumbo de las grandes

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corrientes marinas, como la Corriente del Golfo. La creciente escasez del petróleo, como combustible económico y de enorme versatilidad, etc.

Y a esto debiéramos de añadir otras emergencias como la inestabi-lidad política de regiones enteras en el planeta. El analfabetismo. La corrupción económica, etc.

Y ¿Qué tiene todo esto que ver con los modelos urbanos?.

Sencillamente, tomar conciencia de que necesitamos que las ciuda-des sean capaces de soportar los cambios que vienen. Que estén preparadas para resistir, para permanecer y continuar ante todos los posibles acontecimientos. Ciudades capaces de sobrevivir con el menor despilfarro de medios posible. En definitiva, ciudades con una gran resiliencia. Resiliencia que como es sabido, define la capacidad de un metal de volver a su posición original, después de haber sufrido un esfuerzo o una deformación.

¿Qué características tienen los modelos urbanos que han demostrado su vigencia a lo largo del tiempo, es decir que han permanecido y han asu-mido los más diversos cambios y acontecimientos sin resultar destruidos. O en otras palabras que han mostrado tener una mayor resiliencia?.

¿Qué características tienen los modelos que a lo largo del tiempo han demostrado ser más eficientes. Es decir consumir menos recursos de todo tipo?. Recursos tales como la extensión de las superficies pavi-mentadas, longitud de las redes de todo tipo (agua, luz, saneamiento, etc.), ciudades que se pueden recorrer a pie, o con transporte público, que tienen un mayor aprovechamiento del suelo, de la energía. Ciuda-des que disponen de todos los servicios y usos de un modo próximo a mano, sin estar sectorizados. Ciudades más seguras, más fáciles de cuidar y mantener. Etc.

Ciudades, en definitiva, más sostenibles.

Basados en los resultados a lo largo del tiempo, estamos en condicio-nes de poder afirmar que entre las características requeridas para que la ciudad pueda dotarse de una gran resiliencia están las siguientes:

- Compacidad.

- Complejidad, es decir mezcla de usos, que generan una gran inten-sidad urbana.

- Una adecuada densidad.

- Ubicación de locales de diversos usos en las plantas bajas de los edificios, como garantía de la supervisión colectiva y la seguridad ciudadana.

Según esto, los modelos que sectorizan la ciudad quedan descarta-dos (Ciudad Jardín, Le Corbusier, etc.). También aquellos que gene-ran dispersión y carecen de compacidad, (ciudad americana, ciudad lineal, etc.).

De los modelos anteriormente citados, es el reticular con una cierta densidad y con mezcla de usos el que mejor respondería a los reque-rimientos de la sostenibilidad. Y lo podemos comprobar fácilmente visitando por ejemplo los ensanches de nuestras ciudades.

Considero que es fácil de constatar, es decir que es evidente, la necesi-dad de conocer los modelos para poder elegir las opciones más ade-cuadas de cara al presente y al futuro de las intervenciones urbanas.

Pero, si es importante conocer los diferentes modelos de desarrollo urbano, no lo es menos conocer los componentes o los elementos que los conforman. Conocerlos y definirlos.

¿Qué es la manzana?, ¿cómo pueden ser las manzanas?, ¿qué es una calle?, ¿qué es una avenida?, ¿qué es una plaza?, ¿qué es un espacio publico?, etc.

Esto es importante porque es en base a los componentes o elemen-tos urbanos como los modelos quedan definidos.

Pongamos por ejemplo la calle.

Este espacio urbano para ser calificado como tal, debe estar perfec-tamente limitado por edificios, al menos en uno de sus lados, aunque

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mejor en los dos. El espacio central, el vacío, se definirá por medio de las alineaciones continuas de las fachadas de esos edificios; alineaciones en la planta (unión con el suelo) y en sus coronaciones (unión con el cielo).

Los edificios que encierran el espacio central, es decir que definen los lados de la calle, han de formar fachadas de una cierta longitud, por-que de no ser así, la linealidad se pierde, y con ello la idea de calle.

Estas condiciones constituyen lo más elemental de una calle para ser tal. Y de no darse no tendremos una calle, sino una carretera, una vía de circulación, pero no una calle.

Pasemos a otro elemento importante: La plaza.

Este espacio necesita estar perfectamente definido en su perímetro por fachadas de edificios, con una cierta longitud, de modo que de la plaza no arranque más que un limitado número de calles: dos, tres o cuatro. El espacio central ha de percibirse como bien “cerrado”, sin que la vista pueda escaparse hacia el exterior, por encima de los edificios del períme-tro, y éstos presentarán como en el caso de los que definen la calle sus alineaciones (con el suelo y con el cielo) con la mayor continuidad posible.

De no darse estas condiciones mínimas, no tendremos una plaza, tendremos un espacio abierto, indefinido, con otro carácter, pero no una plaza.

Estos ejemplos que cito pueden parecer perogrulladas, y lo serían de no haber llegado al punto al que la ciudad del movimiento moderno ha llegado, donde no sólo estos elementos de la ciudad de siempre han sido erradicados, sino que a veces otro tipo de espacios, sin carácter, ni definición, ni ningún tipo de calidad urbana, reciben el nombre de calle o de plaza, siendo en realidad otra cosa.

Por esto quiero llamar la atención sobre la importancia de una ade-cuada definición de los elementos urbanos de la ciudad de siempre.

Definirlos es tanto como valorar la codificación. O lo diré a la inversa, es mediante la codificación como podremos definir los elementos

urbanos, la arquitectura y hasta los rasgos del territorio.

Estamos, sin ningún género de dudas ante una auténtica labor de re-construcción de muchos términos que se han difuminado con el tiempo.

Y antes de proseguir con el discurso sobre los códigos, quiero seña-lar que una sociedad como la actual, de extraordinaria complejidad y diversidad, donde existe una profunda preocupación por prever lo que va a suceder mañana, o la semana próxima, o el año próximo, es decir en el futuro, una sociedad sumida en la angustia de la incerti-dumbre, necesita de códigos para sosegar esa angustia.

Queremos saber cómo será el tiempo mañana, o durante la semana; queremos asegurar la vida, la salud, la casa, el coche, etc., en fín todo aquello que realmente nos importa.

Necesitamos tener la seguridad de que los caminos, en sentido literal o figurado, que recorremos o hemos de recorrer estarán adecuada-mente señalizados y controlados.

Por ello, hoy en día, la casi totalidad de las acciones humanas están perfectamente codificadas; tienen códigos que pueden ir ajustándose para adecuarse a cada momento y circunstancia.

Pondré brevemente unos ejemplos que muestren hasta que extremo está presente la codificación en la sociedad contemporánea.

El tráfico rodado está perfectamente codificado hasta el mínimo deta-lle; también los motores de los vehículos que circulan han de cumplir determinados códigos o normativas. El piloto de un avión ha de ob-servar rigurosamente unos protocolos donde se despliegan toda una serie de códigos de obligado cumplimiento; lo mismo les sucede a los mecánicos que revisan los motores del avión, que han de seguir unos protocolos con códigos de obligado cumplimiento.

Lo mismo ha de hacer el cirujano, que tiene todas los códigos a ob-servar taxativamente fijados en estrictos protocolos de actuación. Otro tanto cabe decir con la alimentación, donde los productos han de

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cumplir toda una serie de códigos.

Los productos de la industria, avanzan modelo tras modelo, en base a muy estrictas codificaciones de un paso a otro; en los productos industriales existe un extraordinario nivel de codificación.

También existen códigos en el mundo financiero, donde su inobser-vancia, puede suponer severas consecuencias para quien la ejerce, como estamos viendo actualmente. La vida política, diplomática, social, etc. también están codificadas

Que duda cabe que aquellas acciones que más nos preocupan para preservar la salud y la vida son las que presentan una mayor codifica-ción, porque necesitamos tener la absoluta certeza del cumplimiento de los códigos, hasta de aquellos que parecen más insignificantes. Es el caso, como digo, por ejemplo, de la salud, del tráfico terrestre, marítimo o aéreo, o de la alimentación.

Además la codificación implica la seguridad de que el producto satis-face las expectativas y evita las reclamaciones.

Pues bien, nuestro afán de pre-visión, es decir de prever, o ver anti-cipadamente se relaja considerablemente cuando nos enfrentamos a la ciudad, o a la arquitectura en la ciudad, o al territorio, es decir al medio en el que habitamos.

Antes, hasta el advenimiento de la modernidad e incluso de la post-modernidad, cuando el discurso de la imitación era universalmente aceptado, la ciudad por venir, y la arquitectura por conformar la ciu-dad eran fácilmente pre-visibles.

Hoy sin embargo, si queremos prever cómo ha de ser nuestra ciudad o nuestro barrio, necesitamos no sólo un plan que establezca los usos, volúmenes, ocupaciones y alineaciones de los edificios, sino que por medio de códigos nos permita (o permita en general) pre-visualizar la forma final, el carácter final de esos espacios urbanos.

Sin embargo, la realidad nos muestra un escaso nivel de codificación

en arquitectura y en urbanismo en lo que concierne a su aspecto formal, al carácter del barrio. Se codifican la altura de los edificios, la ocupación en el solar, o la superficie a edificar, es decir los parámetros resultantes de una distribución de cargas y beneficios que el derecho administrativo aplicado al urbanismo, asigna a cada parcela edificable; pero eso no es hacer ciudad.

O si se prefiere eso no basta; porque no nos permite pre-visualizar con cierta aproximación el resultado final.

En arquitectura, las ordenanzas edificatorias establecen las dimensio-nes de los vuelos, cornisas, separaciones a medianeras, y toda una serie de parámetros en términos muy generales. Y como consecuen-cia de una creciente demanda social por el confort y la calidad de vida, las construcciones han de cumplir toda una serie de normativas: de accesibilidad, acústicas, de aislamiento térmico, etc.

Es decir, existen sin duda, determinados códigos generales a observar para garantizar unas reglas de juego iguales para todos, y para cum-plir esas ordenanzas de confort y calidad.

Pero, con todo ello, seguimos siendo incapaces de prever, o si que-remos de garantizar la forma y el carácter de la arquitectura, de los espacios públicos, de los barrios, de la ciudad en suma.

Claro que ante un afán por garantizar y asegurar unos resultados prefijados, por obligar, mediante el recurso al estricto cumplimiento de los códigos, a llegar a ese resultado final ya pre-visualizado, ante esto surge la actitud de contestación en favor de la libertad creativa del arquitecto, en lo que concierne a la forma, colores, materiales, etc., de su edificio.

Pero, ¿Puede esa actitud de contestación garantizar un resultado armónico, equilibrado, y generador de un carácter común y colecti-vo para un barrio?. O el resultado es algo “cacomórfico”, carente de armonía, como un muestrario de objetos mal avenidos.

Yo considero que el derecho del artista, del arquitecto, a diseñar su

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edificio ha de ser tenido en cuenta; pero también el derecho colectivo a un ámbito de calidad formal, armónico y equilibrado.

¿Cómo conciliar ambas solicitaciones?.

A mi entender la propuesta de Colin Rowe de la Ciudad Collage sigue siendo válida, como lo fue cuando su autor la planteó e incluso más en la actualidad. Porque como él afirma, en una sociedad plural y democrática como la nuestra han de existir espacios de acomodación y de co-existencia

La Ciudad Collage conformada por diversos paquetes o barrios, cada uno con su carácter, es capaz de acomodar los modos y maneras de entender los espacios urbanos de las diferentes visiones existentes en la sociedad actual.

Cada barrio tiene su carácter, sus rasgos; o como algunos dicen hoy su ADN.

Los barrios, al definirlos exhaustivamente, proporcionan los códigos arquitectónicos y urbanos que han de cumplirse para mantener la armonía, el carácter, y una calidad y equilibrio visuales. De modo que al actuar en el barrio, están ya fijadas las pautas a seguir.

Esta es una aproximación que trata de evitar el “cacomorfismo” al que nos tienen desgraciadamente acostumbrados las periferias de nues-tras ciudades, con su carácter perpetuamente sub-urbano, siendo el prefijo sub indicativo de una inferior calidad.

Y ¿Por qué las periferias han de ser sub-urbis, suburbanas, y no urba-nas como reclamaba recientemente en Venecia, Pier Luigi Cervellati?. ¿Por qué estar condenadas a ese nivel inferior de calidad perceptual?.

No, ninguna parte de la ciudad tiene por qué sufrir esa degradación cacomórfica.

Para terminar este texto, quiero poner unos sencillos ejemplos de codificación en la línea reclamada en los párrafos anteriores.

Uno es el caso de un barrio en una ciudad de Virginia, en los Estados Unidos de América. Los promotores de la construcción de este barrio pretenden continuar la tradición virginiana de una imagen propia del clasicismo inglés.

A los arquitectos que han de proyectar los edificios les suministran una serie de láminas que contienen ejemplos orientativos de cómo han de ser los elementos de la arquitectura. Ejemplos de porches, de ventanas, de modos de apilamiento de las masas, etc. Los códigos a respetar que-dan establecidos dentro de los márgenes que estas láminas señalan; los desarrolladores pretenden garantizar un carácter determinado, y por ello establecen, mediante el recurso a los códigos, el modo de conseguirlo.

Este es un ejemplo de una codificación arquitectónica de cara a gene-rar un barrio.

Existen otros ejemplos de codificación urbana, donde se pre-visua-lizan los elementos urbanos que han de conformar determinados barrios; o los elementos a añadir, a incluir, como rellenos, o infills, en barrios que han perdido su carácter.

Creo que el ejemplo más ilustrativo es el llevado a cabo en Berlín, para la regeneración del centro de la ciudad, después de la caída del muro; se trata del Planwerk Innenstadt, o Plan para el Centro de la Ciudad, dirigido por Hans Stimmann. El centro se dividió en sectores, y estos fueron abordados por equipos multidisciplinares.

El Plan propone rellenar los vacíos urbanos; completar las manzanas cuando han perdido una parte de las mismas; recuperar las alinea-ciones de las calles; insertar edificios nuevos en medio de anchísimas avenidas que resultaron al derribar construcciones, y así conseguir secciones de calles adecuadas; propone fijar la alineación de las co-ronaciones de los edificios, o remate con el cielo, de un modo lo más uniforme posible; utilizar las masas de árboles para definir alineacio-nes, etc.

Modelos urbanos y códigos arquitectónicos.

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Modelos urbanos y códigos arquitectónicos.

Toda una serie de estipulaciones acompañan al Planwerk Innenstadt.

El plan incluye también una serie de códigos arquitectónicos, aun no suficientemente desarrollados, pero que ya marcan la pauta para una recuperación del carácter de Berlín. Así por ejemplo, la obligatoriedad

de construir con piedra amarilla de Berlín; las fenestraciones de forma rectangular, con más altura que anchura; la introducción de zócalos pétreos, etc.

Aunque de modo breve, considero que habiendo hecho ya referencia a la importancia del estudio de los modelos urbanos, a la necesidad de codificar la arquitectura para la ciudad; y habiendo señalado la utilidad de la propuesta de la Ciudad Collage, sólo me queda volver a resaltar la condición contemporánea y su excepcionalidad, que moti-van este texto.

Estamos ante una situación de auténtica emergencia mundial.

La ciudad es el marco de las tres caras de la sostenibilidad. Es el mar-co para lo físico, para lo social y para lo económico. Un marco, donde la adecuada gobernanza será el aglutinador de esas tres caras.

Ante una situación de emergencia, y coordinados por adecuadas fórmulas de gobernanza, no hay lugar para visiones del corto plazo. Es necesario pre-ver, la visión a medio y a largo plazo. Saber hacía donde vamos, y ante que nos estamos enfrentando.

No hay ningún género de dudas que caminamos, en esta transición, hacia un estatus que esta vez, no tiene por ser mejor. Creo que los instrumentos que nos permitan pre-visualizar, y saber a donde vamos, cobrarán cada vez más valor.

En la actualidad, existe un consenso universal sobre el papel central de la ciudad para la sostenibilidad de nuestro habitat, del planeta. O dicho de otro modo, la tierra, nuestro medio, depende de cómo sean nuestras ciudades.

Y hemos de tener presente aquella reflexión de un Premio Nobel cuando se refería a la imperiosa necesidad de cuidar el planeta, y afirmaba: “La tierra es como un reloj; pero el día que se estropee no hay relojero”.

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Antes de las preguntas del público, aquellos participantes de la mesa que no habían presentado una conferencia, realizaron una breve exposición, de la que se ofrece un resumen a continuación.

Ciudad, Territorio y Agenda Local 21

JOSE ALLENDE. Catedrático de Planificación Urbana y Regional. Universidad del Pais Vasco (UPV/EHU)

El Prof. Allende aborda la necesidad y conveniencia de reclamar una política de ordenación del territorio como instrumento básico para alcanzar un desarrollo sostenible.

Observa cómo el desarrollo económico de las últimas décadas y el modelo de producción y consumo adoptado está generando cambios que resultan cada vez más preocupantes en la distribución espacial de población y actividad económica. Y por ello se observa una excesiva concentración de población en las grandes ciudades y una desertización progresiva de las zonas rurales; unas diferencias cada vez más acusadas entre los niveles de bienestar del Norte y Sur; una degradación alarmante del territorio y sus recursos naturales, así como del medio físico en general; unos desequilibrios regionales crecientemente acusados e injustos; una notable crisis o degradación vivencial y ambiental en las grandes ciudades, etc., etc. En suma, una irracional utilización y explotación del suelo y territorio, recursos estos cada vez más escasos, con consecuencias graves para el bienestar humano y particularmente para las generaciones futuras.

Es necesario un planteamiento innovador desde el desarrollo soste-nible, en relación con el modelo de uso de recursos, y en particular del suelo, transportes, energía, abastecimiento y gestión de agua, etc., capaz de armonizar las variables económicas y sociales con las ambientales-ecológicas, en el contexto territorial.

El crecimiento material ilimitado no es compatible con los límites eco-lógicos y de los recursos naturales, por lo que la ética del crecimiento material, como pilar fundamental de la sociedad industrial, debe ser reconsiderada. La nueva política del desarrollo territorial debe también incorporar con urgencia, el hecho incuestionable de que el suelo es un recurso escaso y el territorio tiene límites.

Instrumentos como la Agenda Local 21, principal documento de la Cumbre de Río 92, suponen un nuevo maridaje entre la economía y la ecología y el medio ambiente, y el territorio hasta ahora divorciadas en la práctica.

Se enumeran los principios que orientan el libro verde sobre el medio ambiente urbano, y que son los siguientes:

1.- Favorecer un uso MIXTO de las zonas urbanas (coexistencia de habitantes y actividades múltiples)

MESA REDONDAModerador: JAVIER CENICACELAYA. Catedrático de Arquitectura. Universidad del Pais Vasco (UPV/EHU)

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2.- Proteger y valorar la identidad de las ciudades, restableciendo relaciones de significado entre los lugares y su historia.

3.- Encauzar el crecimiento y desarrollo de las ciudades preferente-mente hacia la utilización de las zonas abandonadas en su interior… y no hacia la ocupación de nuevas superficies en la periferia.

4.- Reducir la repercusión del transporte privado en las zonas urbanas.

5.- Garantizar la calidad de los espacios públicos y de las zonas ver-des.

6.- Introducir criterios de ahorro energético y de uso inteligente de los recursos en la gestión de las zonas urbanas.

7.- Garantizar la participación de los habitantes en las decisiones que afecten a la organización de la ciudad y a la gestión de los problemas ambientales.

Permitir y favorecer a los ciudadanos participar DIRECTAMENTE en las decisiones que afecten a su entorno.

La integración de las Agendas Locales 21 en los procesos de planifi-cación territorial resulta ya una necesidad inaplazable.

Por medio de la Ordenación del Territorio pueden cumplirse diversos e importantes objetivos: Así, el control de la extensión de las conur-baciones urbano-metropolitanas sobre terrenos agrícolas de gran fertilidad o espacios rurales valiosos. También facilitar la integración de diversas actividades (residencia, trabajo, recreo, etc.). O del mis-mo modo controlar los residuos, el impacto ambiental del turismo de masas, la agricultura monofuncional, los biotipos naturales y semi-naturales del suelo, el medio ambiente de nuestras ciudades, etc.

El Profesor Allende terminó su intervención señalando toda una serie de competencias disponibles para los municipios-regiones en su pa-pel de activos motores del cambio.

Biodiversidad y Salud

ANA RALLO. Catedrática de Zoología. Universidad del Pais Vasco (UPV/EHU)

La Profesora Ana Rallo abordó una cuestión relativa a cómo la grave pérdida de diversidad biológica o natural que se venía detectando desde principios del siglo pasado, se está acelerando notablemente en los últimos 40 años. A la vez, en el marco mundial, la salud huma-na se deteriora, y en particular las enfermedades infecciosas parecen incrementarse a un ritmo creciente, con reaparición de algunas que se consideraban prácticamente extinguidas.

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Aunque las posibles relaciones entre estos dos procesos se mencio-naron ya en la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro. 1992), es a partir del proyecto global denominado Millenium, Ecosystem Assessmant (Informe Ecosystems and Human Wellbeing, Healthy Synthesis, 2006) cuando el problema se plantea como prioritario y se diseñan y desa-rrollan importantes proyectos integrados de investigación.

Ana Rallo señala cómo hoy se acepta que la pérdida de la biodiversi-dad incide no sólo en el bienestar sino en la salud humana.

1) De forma indirecta, por el deterioro que supone en los servicios que los ecosistemas prestan al hombre (pérdida de calidad del aire y agua, disminución y pérdida de calidad de alimentos, incremento en la exposición a tóxicos… y también bienes estéticos y culturales): incide en enfermedades físicas concretas, y además estrés, depresión …; así como pueden ser causa de inundaciones, olas de calor o frío, desertificación,

2) y de forma directa: los cambios en los ecosistemas tales como la deforestación, la eliminación de determinadas especies que se consideran “nocivas” porque son competidoras con el hombre (con uso muchas veces, de productos químicos) han sido causa de in-crementos importantes en incidencia de enfermedades infecciosas como el paludismo o malaria (transmitida por mosquitos del género Anopheles), eritema migrante o enfermedad de Lyme (cuyo vector es una garrapata), etc., etc. La investigación científica está empezando a publicar importantes trabajos en revistas de prestigio, que demuestran esta vinculación.

La Profesora Rallo expuso además varios ejemplos que despiertan un gran interés científico; como en el caso de los osos, cuyos riño-nes inoperantes durante meses de hibernación, vuelven a un normal funcionamiento tras la misma; o sus huesos y músculos que no se resienten tras la hibernación.

Edificación Sostenible

RUFINO J. HERNANDEZ MINGUILLON. Profesor Titular de Construcción de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad del Pais Vasco (UPV/EHU)

Rufino Hernández Minguillón aborda la necesidad de definir los pará-metros y los indicadores que permitan actuar individualmente en cada ciudad, en cada caso, para resolver los diferentes desequilibrios.

Analiza la crisis que se ha producido en la ciudad contemporánea, y cómo afecta a lo social, lo económico y lo medioambiental. En lo que concierne a lo social, las crisis de la ciudad actual se manifiesta en la seguridad, cuyo nivel de fragilidad ha aumentado, sujeto a incidencias como catástrofes, violencia, radiación, contaminación, desorientación, etc. Se manifiesta igualmente en la creciente dificultad de acceso a servicios básicos físicos (agua, saneamiento, energía, transporte, etc.), sociales (sanitarios, educativos, comunitarios, etc.) y de equipamien-tos (culturales, deportivos, de ocio, etc.).

Desequilibrios económicos, de ordenación, de financiación, funcio-nalidad operativa, o mantenimiento, etc., que afectan de modo im-portante a la vida en la ciudad. Asimismo, analiza la despreocupación ambiental, por el paisaje y el suelo, por la disponibilidad y uso de recursos, por la energía, o las mismas infraestructuras y redes infraes-tructurales (agua, saneamiento, comunicación, etc.).

Estas situaciones son las que implican la necesidad de una reconside-ración de lo urbano, del concepto urbano como base de la regenera-ción de la ciudad.

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Alternativas de redensificación en tejidos urbanos semiconsolidados

FERNANDO BAJO. Profesor de Proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad del Pais Vasco (UPV/EHU)

Fernando Bajo aborda cinco puntos; el primero relativo a la redensificación como herramienta eficaz para operar mejoras en el urbanismo actual; el segundo sobre un análisis atendiendo a cómputos globales que superan ampliamente los mínimos legales para el conjunto del suelo urbano; el tercero relativo a los modelos urbanos; el cuarto sobre principales objetivos urbanísticos generales; y el quinto sobre objetivos urbanísticos en suelos consolidados.

El primer punto propone incrementar la densidad y la edificabilidad, pero sin reducir el ratio de equipamientos, así como adecuar el dimensionado de las viviendas a la variada demanda social existente, y también adaptar el planeamiento a la Ley 2/2006 de Suelo y Urbanismo del País Vasco.

El segundo punto aborda diversas circunstancias que hacen que los Planes Generales sean revisados cada poco tiempo; entre ellas están la baja densidad bruta, la enorme proporción de zonas verdes, el sobre dimensionado de las parcelas calificadas como Equipamiento de Sistema General, o la reducción de los viarios. Analiza las consecuencias que estas circunstancias conllevan, como por ejemplo, la escasa compacidad, la sensación de inseguridad, la discontinuidad de la trama urbana, o el estímulo para usar el vehículo privado, entre otras.

El tercer punto aborda aspectos a ser reconsiderados en el urbanismo actual, como el dimensionado de las zonas verdes, de los equipamientos o de las propias viviendas.

El cuarto punto aborda las características del modelo urbano más adecuado al momento actual, una ciudad densa y compacta, continua, con espacios públicos de calidad, usos mixtos, etc.

El Profesor Bajo aborda como quinto punto toda una serie de objetivos importantes en suelos consolidados. Así el mantenimiento de la ordenación vigente a la hora de revisar el urbanismo; igualmente mantener los criterios de ordenación de los Planes Parciales, la urbanización existente y en ejecución, o el ritmo de ejecución.

Finalmente, propone varias fases para llevar a cabo un proceso de redensificación. Una primera de estudios de alternativas, una segunda de revisión parcial del Plan General a través de documentos específicos o PEOU (Plan Especial de Ordenación Urbana), y una tercera de modificación de los Planes Parciales o redacción del PEOU correspondiente. En todo ello, se contempla la relevancia de la participación pública.

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