87709650 Prueba Literatura e Identidad

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COLEGIO AMANECER SAN CARLOS Dirección Académica Textos escogidos. Para trabajo grupal Literatura e identidad. Cuarto año medio. San Pedro de la Paz, abril 2012 1

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COLEGIO AMANECER SAN CARLOSDireccin Acadmica

Textos escogidos. Para trabajo grupal Literatura e identidad.Cuarto ao medio.

San Pedro de la Paz, abril 2012

Los tres elementos componentes de la identidad

Si la identidad no es una esencia innata dada sino un proceso social de construccin, se requiere establecer los elementos constitutivos a partir de los cuales se construye. Propongo la idea de que estos elementos son tres[footnoteRef:2]. Primero, los individuos se definen a s mismos, o se identifican con ciertas cualidades, en trminos de ciertas categoras sociales compartidas. Al formar sus identidades personales, los individuos comparten ciertas lealtades grupales o caractersticas tales como religin, gnero, clase, etnia, profesin, sexualidad, nacionalidad, que son culturalmente determinadas y contribuyen a especificar al sujeto y su sentido de identidad. En este sentido puede afirmarse que la cultura es uno de los determinantes de la identidad personal. Todas las identidades personales estn enraizadas en contextos colectivos culturalmente determinados. As es como surge la idea de identidades culturales. Cada una de estas categoras compartidas es una identidad cultural. Durante la modernidad las identidades culturales que han tenido mayor influencia en la formacin de identidades personales son las identidades de clase y las identidades nacionales. [2: Setrata. por supuesto, de tres elementos formalesconstitutivos de toda identidad, no de los rasgos especficos que constituyen el contenido de una identidad particular, que varan en cada caso.]

En segundo lugar est el elemento material que en la idea original de William James incluye el cuerpo y otras posesiones capaces de entregar al sujeto elementos vitales de autorreconocimiento. En sus propias palabras:Esclaro que entre lo que un hombre llama m y lo que simplemente llama mo la lnea divisoria es difcil de trazar... En el sentido ms amplio posible... el s mismo de un hombre es la suma total de todo lo que l puede llamar suyo, no slo su cuerpo y sus poderes psquicos, sino sus ropas y su casa, su mujer y sus nios, sus ancestros y amigos, su reputacin y trabajos, su tierra v sus caballos, su yate y su cuenta bancaria[footnoteRef:3]. [3: William James, The Principles of Psychology, (London: Macmiilan, 1890). Vol. I, p. 291.]

La idea es que al producir, poseer, adquirir o modelar cosas materiales los seres humanos proyectan su s mismo, sus propias cualidades en ellas, se ven a s mismos en ellas y las ven de acuerdo a su propia imagen. Como lo deca Simmel,Toda propiedad significa una extensin de la personalidad; mi propiedad es lo que obedece a mi voluntad, es decir, aquello en lo cual mi s mismo se expresa y se realiza externamente. Y esto ocurre antes y ms completamente que con ninguna otra cosa, con nuestro propio cuerpo, el cual, por esta razn, constituye nuestra primera e indiscutible propiedad[footnoteRef:4]. [4: Georg Simmel, Sociologa (Madrid: Espasa Calpe, 1939), p. 363.]

Si esto es as, entonces los objetos pueden influenciar la personalidad humana. La extensin de esta influencia fue claramente apreciada por Simmel, tanto en el caso de la creacin artstica de objetos materiales como en el caso del intercambio monetario. Con respecto a lo primero, Simmel sostena que "la unidad del objeto que creamos y su ausencia influencian la correspondiente configuracin de nuestra personalidad"[footnoteRef:5]. Con respecto a lo segundo, sostena que el s mismo es tan solidario con sus posesiones concretas que hasta "la entrega de valores, sea en intercambio, sea como regalo, puede agrandar el sentimiento de relacin personal con esa posesin"[footnoteRef:6]. [5: Georg Simmel, La Filosofa del Dinero (Madrid: Instituto de Estudios Polticos, 1976), pp. 571.] [6: Georg Simmel, The Philosophy of Money (London: Routledge, 1990), p. 322.]

Es a travs de este aspecto material que la identidad puede relacionarse con el consumo y con las industrias tradicionales y culturales. Tales industrias producen mercancas, bienes de consumo que la gente adquiere en el mercado, sean objetos materiales o formas de entretencin y arte. Cada compra o consumo de estas mercancas es tanto un acto por medio del cual la gente satisface necesidades, como un acto cultural en la medida que constituye una manera culturalmente determinada de comprar o de consumir mercancas. As por ejemplo, yo puedo comprar una entrada para ir a la pera porque con la opera experimento un placer esttico. Pero tambin puedo comprar una entrada para la pera, que no me gusta mucho, para ser visto en compaa de cierta gente que yo estimo importante o de alto status. Puedo comprar un auto especial porque es esttico y necesito movilidad, pero tambin puedo comprarlo para ser visto como perteneciente a un cierto grupo o crculo particular que es identificable por el uso de esa clase de auto. En otras palabras, el acceso a ciertos bienes materiales, el consumo de ciertas mercancas, puede tambin llegar a ser un medio de acceso a un grupo imaginado representado por esos bienes; puede llegar a ser una manera de obtener reconocimiento. Las cosas materiales hacen pertenecer o dan el sentido de pertenencia en una comunidad deseada. En esta medida ellas contribuyen a modelar las identidades personales al simbolizar una identidad colectiva o cultural a la cual se quiere acceder.En tercer lugar, la construccin del s mismo necesariamente supone la existencia de "otros" en un doble sentido. Los otros son aquellos cuyas opiniones acerca de nosotros internalizamos. Pero tambin son aquellos con respecto a los cuales el s mismo se diferencia, y adquiere su carcter distintivo y especfico. El primer sentido significa que "nuestra autoimagen total implica nuestras relaciones con otras personas y su evaluacin de nosotros"[footnoteRef:7]. El sujeto internaliza las expectativas o actitudes de los otros acerca de l o ella, y estas expectativas de los otros se transforman en sus propias auto-expectativas. El sujeto se define en trminos de cmo lo ven los otros. Sin embargo, solo las evaluaciones de aquellos otros que son de algn modo significativos para el sujeto cuentan verdaderamente para la construccin y mantencin de su autoimagen. Los padres son al comienzo los otros ms significativos, pero ms tarde, una gran variedad de "otros" empiezan a operar (amigos, parientes, pares, profesores, etc.). [7: H. Gerth ant C. Wright Mills, Character and Social Structure (New York: Harbinger Books, 1964), p. 80.]

Mead sostena que en la relacin con cada uno de estos "otros" se forma en una persona una variedad de s mismos elementales ("somos una cosa para un hombre y otra cosa para otro"), pero que si se consideran los otros significativos en conjunto, se puede ver que se organizan en un "otro generalizado" en relacin con el cual se forma un "s mismo completo"[footnoteRef:8]. El otro generalizado, por lo tanto, est compuesto por la integracin de las evaluaciones y expectativas de los otros significativos de una persona[footnoteRef:9]. De este modo la identidad socialmente construida de una persona, por ser fruto de una gran cantidad de relaciones sociales, es inmensamente compleja y variable, pero al mismo tiempo se supone capaz de integrar la multiplicidad de expectativas en un s mismo total coherente y consistente en sus actividades y tendencias. [8: G.H. Mead, Mind, Self, & Society (Chicago: The University of Chicago Press, 197-4) p. 142-144.] [9: H. Gcrth and C. Wright Mills, Character and Social Structure, p 95. ]

Por lo tanto, la identidad supone la existencia del grupo humano. Responde no tanto a la pregunta quin soy yo? o "qu quisiera ser yo?" como a la pregunta: "quin soy yo a los ojos de los otros?"[footnoteRef:10]o "qu me gustara ser considerando el juicio que los otros significativos tienen de m?" [10: David J. de Levila, The Concept of Identity, (Paris: Mouton & Co., 1965), p. 7. ]

Larran, Jorge. Los tres componentes de la identidad.

NUESTRA AMRICAJos Mart.

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que lquede de alcalde, o le mortifique al rival que le quit la novia, o le crezcan en la alcanca los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en Amrica ha de despertar.Estos tiempos no son para acostarse con el pauelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen ms que trincheras de piedra.No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enrgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mstica del juicio final, a un escuadrn de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se ensean los puos, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos. Los que, al amparo de una tradicin criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado ms all de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devulvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, segn la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; los rboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las races de los Andes.A los sietemesinos slo les faltar el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los dems. No les alcanza al rbol difcil el brazo canijo, el brazo de uaspintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de Pars, y dicen que no se puede alcanzar el rbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dainos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileos, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. Estos hijos de carpinteros, que se avergenzan de que su padre sea carpintero! Estos nacidos en Amrica, que se avergenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los cri, y reniegan, bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, quin es el hombre? elque se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo carg, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? Estos hijos de nuestra Amrica, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a ms; estos desertores que piden fusil en los ejrcitos de la Amrica del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de ms a menos! Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta tierra se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los aos en que los vea venir contra su tierra propia? Estos increbles del honor, que lo arrastran por el suelo extranjero, como los increbles de la Revolucin francesa, danzando y relamindose, arrastraban las erres!Ni en qu patria puede tener un hombre ms orgullo que en nuestras repblicas dolorosas de Amrica, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apstoles? De factores tan descompuestos, jams, en menostiempo histrico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas.Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fcil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su repblica nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaa. La incapacidad no est en el pas naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza til, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composicin singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de prctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarqua en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieys no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, all donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en Amrica no es el que sabe cmo se gobierna el alemn o el francs, sino el que sabe con qu elementos est hecho su pas, y cmo puede ir guindolos en junto, para llegar, por mtodos e instituciones nacidas del pas mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del pas.El espritu del gobierno ha de ser el del pas. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitucin propia del pas. El gobierno no es ms que el equilibrio de los elementos naturales del pas.Por eso el libro importado ha sido vencido en Amrica por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autctono ha vencido al criollo extico. No hay batalla entre la civilizacin y la barbarie, sino entre la falsa erudicin y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras sta no se vale de su sumisin para daarle, o le ofende prescindiendo de l, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el inters. Por esta conformidad con los elementos naturales desdeados han subido los tiranos de Amrica al poder; y han cado en cuanto les hicieron traicin. Las repblicas han purgado en las tiranas su incapacidad para conocer los elementosverdaderos del pas, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarn, por su hbito de agredir y resolver las dudas con su mano, all donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es perezosa, y tmida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. Cmo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en Amrica donde se ensee lo rudimentario del arte del gobierno, que es el anlisis de los elementos peculiares de los pueblos de Amrica? A adivinar salen los jvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la poltica habra de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la poltica. El premio de los certmenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del pas en que se vive. En el peridico, en la ctedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del pas. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages; porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le falt, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema despus de conocer sus elementos, es ms fcil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del pas. Conocer es resolver. Conocer el pas, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el nico modo de librarlo de tiranas. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de Amrica, de los incas ac, ha de ensearse al dedillo, aunque no se ensee la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es ms necesaria.Los polticos nacionales han de reemplazar a los polticos exticos. Injrtese en nuestras repblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en quepueda tener el hombre ms orgullo que en nuestras dolorosas repblicas americanas. Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, vinimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y una mujer alzan en Mxico la repblica, en hombros de los indios. Un cannigo espaol, a la sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachilleres magnficos, que ponen de jefe de Centro Amrica contra Espaa al general de Espaa. Con los hbitos monrquicos, y el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte y los argentinos por el Sur. Cuando los dos hroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvi riendas. Y como el herosmo en la paz es ms escaso, porque es menos glorioso que el de la guerra; como al hombre le es ms fcil morir con honra que pensar con orden; como gobernar con los sentimientos exaltados y unnimes es ms hacedero que dirigir, despus de la pelea, los pensamientos diversos, arrogantes, exticos o ambiciosos: como los poderes arrollados en la arremetida pica zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo real, el edificio que haba izado, en las comarcas burdas y singulares de nuestra Amrica mestiza, en los pueblos de pierna desnuda y casaca de Pars, la bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la prctica continua de la razn y de la libertad; como la constitucin jerrquica de las colonias resista la organizacin democrtica de la Repblica, o las capitales de corbatn dejaban en el zagun al campo de bota de potro, o los redentores bibligenosno entendieron que la revolucin que triunf con el alma de la tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra haba de gobernar, y no contra ella ni sin ella, entr a padecer Amrica, y padece, de la fatiga de acomodacin entre los elementos discordantes y hostiles que hered de un colonizadordesptico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lgico. El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razn, entr, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo haban ayudado a redimirse, en un gobierno que tena por base la razn; la razn de todos en las cosas de todos, y no la razn universitaria de unos sobre la razn campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espritu.Con los oprimidos haba que hacer causa comn, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hbitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima.La colonia continu viviendo en la repblica; y nuestra Amrica se est salvando de sus grandes yerros de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeados, de la importacin excesiva de las ideas y frmulas ajenas, del desdn inicuo e impoltico de la raza aborigen, por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la repblica que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrs de cada rbol, acurrucado en cada esquina. Morir, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.Pero estos pases se salvarn, como anunci Rivadavia el argentino, el que pec de finura en tiempos crudos; al machete no le va vaina de seda, ni en el pas que se gan con lanzn se puede echar el lanzn atrs, porque se enoja y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide a que le hagan emperador al rubio. Estos pases se salvarn porque, con el genio de la moderacin que parece imperar, por la armona serena de la Naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura crtica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empap la generacin anterior, le est naciendo a Amrica, en estos tiempos reales, el hombre real.ramos una visin, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de nio. ramos una mscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetn de Norteamrica y la montera de Espaa. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la msica de su corazn, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolva, ciego de indignacin, contra la ciudad desdeosa, contra su criatura. ramos charreteras y togas, en pases que venan al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazn y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos qued el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado.La juventud anglica, como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estril, la cabeza, coronada de nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano.Se prob el odio, y los pases venan cada ao a menos.Cansados del odio intil, de la resistencia del libro contra la lanza, de la razn contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas urbanas divididas sobre la nacin natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. Cmo somos? se preguntan; y unos a otros se van diciendo cmo son. Cuando aparece en Cojmar un problema, no van a buscar la solucin a Dantzig. Las levitas son todava de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de Amrica. Los jvenes de Amrica se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor.Entienden que se imita demasiado, y que la salvacin est en crear. Crear es la palabra de pase de esta generacin. El vino, de pltano; y si sale agrio, es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un pas han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la repblica no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la repblica. El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de afuera. El general sujeta en la marcha la caballera al paso de los infantes. O si deja a la zaga a los infantes, le envuelve el enemigo la caballera. Estrategia es poltica. Los pueblos han de vivir criticndose, porque la crtica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos! Con el fuego del corazn deshelar la Amrica coagulada! Echar, bullendo y rebotando, por las venas, la sangre natural del pas! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la Naturaleza.Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus orgenes. Los oradores empiezan a ser sobrios. Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la escena. Las academias discuten temas viables. La poesa se corta la melena zorrillesca y cuelga del rbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada de idea. Los gobernadores, en las repblicas de indios, aprenden indio.De todos sus peligros se va salvando Amrica. Sobre algunas repblicas est durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Jurez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una pompa de jabn; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espritu pico de la independencia amenazada, el carcter viril. Otras cran, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que puede devorarlas. Pero otro peligro corre, acaso, nuestra Amrica, que no le viene de s, sino de la diferencia de orgenes, mtodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora prxima en que se le acerque, demandando relaciones ntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdea. Y como los pueblos viriles, que se han hecho de s propios, con la escopeta y la ley, aman, y slo aman, a los pueblos viriles; como la hora del desenfreno y la ambicin, de que acaso se libre, por el predominio de lo ms puro de su sangre, la Amrica del Norte, o en que pudieran lanzarla sus masas vengativas y srdidas, la tradicin de conquista y el inters de un caudillo hbil, no est tan cercana an a los ojos del ms espantadizo, que no d tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con que se la pudiera encarar y desviarla; como su decoro de repblica pone a la Amrica del Norte, ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocacin pueril o la arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de nuestra Amrica, el deber urgente de nuestra Amrica es ensearse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada slo con la sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueos. El desdn del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra Amrica; y urge, porque el da de la visita est prximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdee. Por ignorancia llegara, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacara de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de l. Hay que dar ocasin a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picotapara quien les azuza a odios intiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lmparas, enhebran y recalientan las razas de librera, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la Naturaleza, donde resalta en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposicin y el odio de las razas. Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercana de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y de hbitos, de ensanche y adquisicin, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un perodo de desorden interno o de precipitacin del carcter acumulado del pas, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y dbiles, que el pas fuerte declara perecederas e inferiores.Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipata de aldea, una maldad ingnita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras polticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueos, ni mira caritativo, desde su eminencia an mal segura, a los que, con menos favor de la Historia, suben a tramos heroicos la va de las repblicas; ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unin tcita y urgente del alma continental. Porque ya suena el himno unnime; la generacin actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la Amrica trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cndor, reg el Gran Sem1, por las naciones romnticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la Amrica nueva!

Sueo azulElicuraChiuailaf

La casa azul en que nac est situada en unacolinarodeada de hualles, un sauce, castaosnogalesun aromo primaveral en invierno un sol con dulzor a miel de ulmoschilcos rodeados a su vez de picafloresque no sabamos si eran realidad o visin tan efmeros!En invierno sentimos caer los robles partidos por los rayosEn los atardeceres salimos, bajo la lluvia o los arreboles, a buscar las ovejas(a veces tuvimos que llorar la muerte de alguna de ellas,navegando sobre las aguas)Por las noches omos los cantos,cuentos y adivinanzas a orillas del fognrespirando el aroma del pan horneado por mi abuela,mi madre, o la ta Maramientras mi padre y mi abueloLonko de la comunidadobservaban con atencin y respetoHablo de la memoria de mi niezy no de una sociedad idlicaAll, me parece, aprend lo que era la poesalas grandezas de la vida cotidiana,pero sobre todo sus detallesel destello del fuego,de los ojos, de las manosSentado en las rodillas de mi abuela o las primeras historias de rbolesy piedras que dialogan entre s,con los animales y con la genteNada ms, me deca, hay que aprendera interpretar sus signosy a percibir sus sonidos que suelen esconderse en el vientoTal como mi madre ahora, ella era silenciosa y tena una paciencia a toda pruebaSola verla caminar de un lugar a otro,haciendo girar el huso, retorciendo la blancura de la

lanaHilos que en el telar de las nochesse iban convirtiendo en hermosos tejidosComo mis hermanos y hermanas ms de una vez intent aprender ese arte, sin xitoPero guard en mi memoria el contenidode los dibujosque hablaban de la creacin y resurgimiento del mundo mapuchede fuerzas protectoras, de volcanes, de flores y

avesTambin con mi abuelo compartimos muchas noches a la intemperieLargos silencios, largos relatos que noshablaban del origen de la gente nuestradel primer espritu mapuche arrojado desdeel AzulDe las almas que colgaban en el infinito como estrellasNos enseaba los caminos del cielo, sus ros

sus sealesCada primavera lo vea portando flores en sus orejas y en la solapa de su vestno caminando descalzo sobre el roco de la

maanaTambin lo recuerdo cabalgando bajo la lluviatorrencial de un invierno entre bosques

enormesEra un hombre delgado y firmeVagando entre riachuelos, bosques y nubesveo pasar las estaciones:Brotes de Luna fra (invierno), Luna del verdor

(primavera)Luna de los primeros frutos (fin de la primavera y comienzo del verano)Luna de los frutos abundantes (verano)y Luna de los brotes cenicientos (otoo)Salgo con mi madre y mi padre a buscarremedios y hongosLa menta para el estmago, el toronjil parala penael matico para el hgado y para las heridas el coralillo para los riones iba diciendo ellaBailan, bailan, los remedios de la montaa agregaba l haciendo que levantara las hierbas entre mis

manosAprendo entonces los nombres de las flores y de

las plantasLos insectos cumplen su funcin Nada est de ms en este mundoEl universo es una dualidad: lo bueno no existe sin lo malo La Tierra no pertenece a la gente Mapuche significa Gente de la Tierrame iban diciendoEn el otoo los esteros comenzaban a brillar El espritu del agua movindose sobre el lechopedregosoel agua emergiendo desde los ojos de la Tierra Cada ao corra yo a la montaa para asistir a la maravillosa ceremonia de la naturaleza Luego llegaba el invierno a purificar la Tierra para el inicio de los nuevos sueos y sembradosA veces los guairaos pasaban anuncindonos la enfermedad o la muerte Sufra yo pensando que alguno de los mayores que amaba tendra que encaminarse hacia las orillas del Ro de las Lgrimas a llamar al balsero de la muerte para ir a encontrarse con los antepasados y alegrarse en el Pas Azul Una madrugada parti mi hermano CarlitosLloviznaba, era un da ceniciento Sal a perderme en los bosques de la imaginacin (en eso ando an) br> El sonido de los esteros nos abraza en el otooHoy, les digo a mis hermanas Rayn y

Amrica:Creo que la poesa es slo un respirar en paz como nos lo recuerda nuestro JorgeTeilliermientras como Avestruz del Cielo por todas las tierras hago vagar mi pensamiento tristeY a GabiCaui Malen y Beti, les voy diciendo:Ahora estoy en el Valle de la Luna, en Italia junto al poeta Gabriele MilliAhora estoy en Francia, junto a mi hermano

AraucoAhora estoy en Suecia junto a Juanito Cameron y a LasseSderbergAhora estoy en Alemania, junto a mi queridoSantos Chvez y a DorisAhora estoy en Holanda, junto a Marga a Gonzalo Milln y a Jimena, Jan y Aafke,Juan y KataLlueve, llovizna, amarillea el viento en AmsterdamBrillan los canales en las antiguas lmparas de hierro y en los puentes levadizosCreo ver un tulipn azul, un molino cuyas aspas giran y despeganTenemos deseos de volar: Vamos, que nadaturbe mis sueos me digoY me dejo llevar por las nubes hacia lugaresdesconocidos por mi corazn.

33 nmero de muerte y resurreccin. Hernn Rivera LetelierMe han pedido mucho que escriba sobre los mineros sepultados en la mina San Jos, de Copiap. Me han llamado medios de distintos pases, me han ofrecido estipendios por artculos de tantas palabras o caracteres en diarios, en revistas, en sitios de Internet, y hasta me han ofrecido hacer un guin para una pelcula. "Porque usted fue minero, nos interesa su visin de lo que est ocurriendo con esos 33 hombres".Yo me he negado sistemticamente. Solo he aceptado entrevistas. Ahora escribo para explicar por qu me he negado. Me he negado justamente por eso, porque tambin fui minero, y escribir ahora sobre estos compaeros sepultados, hacer literatura con su tragedia, sera como sentarme a escribir un cuento o un poema ante el lecho de muerte de mi padre, de mi hijo, o de mi hermano. No sirvo para eso. Mi tica no me lo permite. Puedo ser un hijo de puta en muchos aspectos, pero nunca en algo como esto. Mi tica es mi esttica y viceversa. Estoy sufriendo la tragedia como la estamos sufriendo todos, he llorado como hemos llorado todos, grit de felicidad como todos cuando supe que estaban vivos -no sal a tocar la bocina de mi auto porque no tengo auto, pero en casa izamos una bandera rayada con un mensaje de fuerza y esperanza-, y aunque nunca fui ni ser un patriotero -me carga por ejemplo que toquen el himno nacional en los partidos de ftbol- el corazn se me puso como un puo cuando o sus estrofas saliendo desde las fauces de la tierra, picamente desentonadas por la voz ronca de estos 33 chilenos humildes.Yo andaba por Centroamrica cuando me enter de la noticia. Al primer medio que me llam desde Chile -los mineros llevaban cuatro o cinco das enterrados- les dije que si esos hombres no haban muerto sepultados por el derrumbe, iban a sobrevivir hasta que los encontraran. Dije textualmente que me los imaginaba all abajo organizndose, dndose nimo entre ellos, narrndose historias, contndose chistes, inventando mentiras. Que los mineros, como los pescadores, eran hombres acostumbrados a luchar contra la adversidad, contra la fuerza de la Naturaleza, que eran ingeniosos, que eran aperrados, que no se echaban a morir fcilmente. Que eran muy creyentes. Ahora que saben que sabemos que estn vivos, ahora que saben que sus familias los esperan, y entienden que tendrn que soportar an una larga espera, su nimo no desmayar, seguirn resistiendo. De eso estoy seguro. Son 33, un nmero sagrado. Yo cuando era nio y venda diarios por las calles -en uno de mis libros lo consigno-, solo venda 33 diarios, con eso me alcanzaba para comer y nunca me quedaba con diarios que regresar. Treinta y tres era la edad de Cristo, y eso me daba suerte. Soy supersticioso igual que todos los mineros. El 33 es el nmero de la muerte y la resurreccin.

Ellos estaban muertos y resucitaron. Dos cosas solicito para estos mineros, si es que se pudiera. Solo dos cosas. La primera, al Gobierno, que no desaproveche esta oportunidad de oro que tiene de pasar a la historia -junto a los 33-, haciendo cambios profundos en la legislacin laboral de la pequea minera, para que nunca ms vuelvan a ocurrir desdichas como esta -y de pasadita que haga colgar de los testculos a los dueos de la minera-. La segunda va para los medios de comunicacin: que no transformen esta larga temporada en el infierno de nuestros compatriotas en un vulgar reality show. Una vez que estn afuera que hagan el espectculo que quieran -con su anuencia o sin ella-, pero por ahora que respeten el dolor, el suplicio, el padecimiento indecible que significa estar ah, con millones de toneladas de roca encima, a 700 metros por debajo de la vida, en la boca del estmago del mismsimo infierno. Pnganse en su lugar. A ver si alguien puede siquiera imaginarlo.(Hernn Rivera Letelier es escritor chileno, premio Alfaguara de Novela 2010 con El arte de la resurreccin. Durante 30 aos trabaj en las minas de Atacama, en la Pampa chilena)

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