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80grados.net http://www.80grados.net/la-historia-como-artificio/ por Iván Chaar López | 13 de Mayo de 2011 | 2:45 am – 23 Comments La historia como artificio En un reciente artículo publicado por la revista digital 80grados, el prof esor e historiador Gervasio García nos presenta una ref lexión en torno a la relación entre la literatura y la historia, el reclamo de verdad de la historia y la necesidad, me atrevo a añadir responsabilidad, de que el historiador o la historiadora def ienda lo argumentado. Aprovecho el momento, entonces, para responder varios de los planteamientos que nos ha presentado García sobre la historia como disciplina y el reclamo de verdad. Sin embargo, antes de elaborar mis argumentos vale la pena armar cierto contexto al debate sobre la crisis de la disciplina de la historia y sus manif estaciones isleñas. Sobre todo, es importante posicionar a nuestro autor en el desarrollo de la disciplina en Puerto Rico y su relación con las corrientes intelectuales del último cuarto del siglo XX. Creo que esto es f undamental debido a que mi generación llegó al f inal de la discusión y muchos sólo han tenido acceso a los debates por medio de expresiones trilladas sin haber bregado directamente con la producción intelectual que García critica. Con-texto: discusiones de larga duración La discusión sobre la historia, la verdad, el lenguaje y el relativismo, como bien se demuestra en la variedad de f uentes consultadas por el autor, se viene desarrollando desde hace bastante tiempo en variados entornos geográf icos y ha contado con intensas polémicas. Los asuntos sobre el relativismo pueden llevarse, incluso, hasta las discusiones, en el mundo “occidental”, de los sof istas en el siglo V a.C. En otras palabras, la producción intelectual sobre estos temas es abundante y ha sido expandida por siglos de pensamiento. A los textos citados se le pueden añadir los trabajos de David Harlan, Keith Jenkins, Eric Hobsbawm, Richard Rorty, Paul Ricoeur, Michel Foucault, Michel de Certeau, Geof f Eley, E.P. Thompson, John Lewis Gaddis, Joan W. Scott, Gayatri Chakravorty Spivak, Ranajit Guha y tantos otros intelectuales que han articulado, de una f orma u otra, ref lexiones en torno al ejercicio del historiador, la relación entre la historia y el lenguaje, los dilemas epistemológicos de la disciplina (la producción de conocimiento), etc.

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por Iván Chaar López | 13 de Mayo de 2011 | 2:45 am – 23 Comments

La historia como artificio

En un reciente artículo publicado por la revista digital 80grados, el prof esor e historiador Gervasio García nospresenta una ref lexión en torno a la relación entre la literatura y la historia, el reclamo de verdad de la historiay la necesidad, me atrevo a añadir responsabilidad, de que el historiador o la historiadora def ienda loargumentado. Aprovecho el momento, entonces, para responder varios de los planteamientos que nos hapresentado García sobre la historia como disciplina y el reclamo de verdad.

Sin embargo, antes de elaborar mis argumentos vale la pena armar cierto contexto al debate sobre la crisis dela disciplina de la historia y sus manif estaciones isleñas. Sobre todo, es importante posicionar a nuestro autoren el desarrollo de la disciplina en Puerto Rico y su relación con las corrientes intelectuales del últ imo cuartodel siglo XX. Creo que esto es f undamental debido a que mi generación llegó al f inal de la discusión y muchossólo han tenido acceso a los debates por medio de expresiones trilladas sin haber bregado directamente conla producción intelectual que García crit ica.

Con-texto: discusiones de larga duración

La discusión sobre la historia, la verdad, el lenguaje y el relativismo, como bien se demuestra en la variedad def uentes consultadas por el autor, se viene desarrollando desde hace bastante tiempo en variados entornosgeográf icos y ha contado con intensas polémicas. Los asuntos sobre el relativismo pueden llevarse, incluso,hasta las discusiones, en el mundo “occidental”, de los sof istas en el siglo V a.C. En otras palabras, laproducción intelectual sobre estos temas es abundante y ha sido expandida por siglos de pensamiento. A lostextos citados se le pueden añadir los trabajos de David Harlan, Keith Jenkins, Eric Hobsbawm, Richard Rorty,Paul Ricoeur, Michel Foucault, Michel de Certeau, Geof f Eley, E.P. Thompson, John Lewis Gaddis, Joan W.Scott, Gayatri Chakravorty Spivak, Ranajit Guha y tantos otros intelectuales que han articulado, de una f ormau otra, ref lexiones en torno al ejercicio del historiador, la relación entre la historia y el lenguaje, los dilemasepistemológicos de la disciplina (la producción de conocimiento), etc.

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En nuestro entorno isleño, la ref lexión teórica y metodológica sobre la disciplina de la historia ha sido exigua yrelativamente reciente. Gervasio García f ue, precisamente, uno de los actores principales en los debatesmetodológicos que se suscitaron con el surgimiento del grupo de la “nueva historia” a partir de la década de1970. Este grupo, inf luenciado por los trabajos de la Escuela de los Annales, la historia social y las teoríasmarxistas, esbozó sus crít icas contra la (“vieja”) historia realizada por Aida Caro, Arturo Morales Carrión, LidioCruz Monclova y Ricardo Alegría, entre tantos otros.1Entre los señalamientos presentados estaban el pobreanálisis de los conf lictos internos en la sociedad puertorriqueña, la producción de un pasado homogéneo ydócil, la excesiva atención a “las grandes f iguras” de la polít ica, la diplomacia y la economía, así como el pobreestudio de las estructuras de producción, las dinámicas económicas, las relaciones sociales y la invisibilizaciónde los trabajadores como agentes históricos.2Para atender estos nuevos asuntos se debía expandir el archivohistórico y emplear nuevos recursos metodológicos. Las f uentes consultadas por los “nuevos” historiadores ehistoriadoras eran locales, producidas en los municipios. Según comenta Fernando Picó, muchos documentoseran recientes adquisiciones o catalogaciones del Archivo General de Puerto Rico. Entre éstas se encontrabanprotocolos notariales, censos y documentos de tribunales regionales/municipales y de haciendas, entre otros.La integración de f otograf ías e imágenes en movimiento como parte del acervo histórico f ue otra de lasimportantes aportaciones a la disciplina que dieron paso, posteriormente, al estudio de esa produccióncultural. “Lo que estaba en juego”, argumenta Picó, “era qué movía el cambio histórico, si las iniciativas dearriba o las de abajo”. En el grupo había variedad de posiciones al respecto, no todos y todas pensaban igualu otorgaban similar peso al agenciamiento de abajo y de arriba. En lo que sí coincidían era en el rechazo y lacrít ica de la Vieja Historia.

Los recursos metodológicos a emplear f ueron la demograf ía, el análisis cuantitativo, el análisis de estructurasa largo plazo (la longue durée de los Annales), la historia oral y el análisis de contenido. Mediante lademograf ía y el análisis cuantitativo, estos historiadores pretendían identif icar, integrar y analizar lastransf ormaciones poblacionales y estructurales de la economía en Puerto Rico, ver cómo cambiaba laorganización de la producción, así como estudiar el papel de la clase trabajadora y, aunque a menores rasgos,de la mujer en el desarrollo social y polít ico del país.

Una vez comenzada la década de 1990, la nueva historia ya había entrado en crisis por la llegada de nuevasvertientes intelectuales y académicas al país. El terreno de operación de esas recientes maniobrasintelectuales lo f ue la teoría. Los duros cuestionamientos a la objetividad por el giro lingüístico o cultural y elsurgimiento de los estudios subalternos y de género socavaron los espacios de poder ocupados por aquellosintegrantes de la “nueva” historia. Las metodologías de las ciencias sociales ahora resultaban increíblementeproblemáticas por su f uerte componente determinista y su conf ianza “ciega” en la ciencia. Asimismo, el usoirref lexivo de categorías e identidades como cultura, nación, mujer, hombre, heterosexual y homosexual, pormencionar sólo algunos ejemplos, comenzó a ser seriamente crit icado.

Al grupo de académicos e intelectuales que sostuvieron estos planteamientos y otros más le llamaron “losposmodernos”, una especie de identidad dif usa que les f ue impuesta pues ninguno de ellos la asumióvoluntariamente. Los señalamientos de los historiadores de la “nueva” historia y de otros intelectuales surgíancomo respuestas a las crít icas del concepto de nación, así como del nacionalismo como proyecto polít ico ycultural.3Algunos señalaban, como lo hace García, el hecho de que “los posmos” armaran sus planteamientosen una enjundiosa verbosidad y en un intricado juego léxico que dif icultaba el acceso a lo que se comunicaba.Para muchos intelectuales esto constituía cierta arrogancia del saber, ¿quizá porque se veían ref lejados? Def orma trillada, su expresión gráf ica ha venido a estar representada por el tropo del paréntesis –esaherramienta visual y lingüística que abre posibilidades signif icativas que apuntan a la polisemia de las palabrasy la apertura de la comunicación-.

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Aunque no los menciona ni los agrupa bajo esta (cuestionable) identidad, es a dicha corriente intelectual a laque Gervasio García responde, nuevamente, con su ensayo “La Historia y la verdad másverdadera”.4Examinemos, f inalmente, cuáles son sus planteamientos en torno a la historia como disciplina y sureclamo de construcción de verdad.

¿Qué es/hace la historia?

Según el autor, la historia se compone de “la def inición de un problema relevante, la apuesta a una solución ouna contrapropuesta, la validación de evidencias en conf licto, la armazón de juicios af ines, la f uerza de unaconclusión creíble”. Para lograr este producto distinguible, el historiador o la historiadora debe, destacaGarcía, armarse de “testimonios f actuales de lo que hicieron y pretendieron hacer los personajes envueltos”en la trama investigada. Estos testimonios f actuales son un surtido de documentos o f uentes que sirvencomo evidencia para sus planteamientos. Por aquí comienzan mis desacuerdos con el autor.

Una historia comienza con la articulación de un problema relevante, pero cómo def inimos dicha relevancia¿Qué parámetros objetivos, si algunos, existen que la determinen? El acto mismo de discriminar entreproblemas “relevantes” e “irrelevantes” se encuentra plagado por cierta irremediable arbitrariedad. CarlosPabón nos sugiere esta idea cuando dice,

¿[c]uál es, entonces, la verdad de la historia? Desde la perspectiva del “giro lingüístico”, la historia produce“una verdad” con “hechos” que la sustentan, pero es el historiador quien construye esa “verdad” y quienescoge esos “hechos”, y les otorga signif icado al transf ormar esos f ragmentos del pasado en unarepresentación narrativa.5

En ese sentido, la historia es la f iccionalización de la realidad, de lo vivido y de lo experimentado, no porque nohaya existido sino porque no sucedió como lo presentamos. Esto no signif ica que hay un f alseamiento de losucedido, que se predique un acontecimiento sobre premisas f alsas, sino que no existe manera de teneracceso directo ni total al hecho tal cual sucedió. Toda historia sigue ciertas estructuras narrativas mediante lascuales f ingimos (una de las acepciones de f icción) que los sucesos tuvieron lugar como decimos.

Cuando un historiador arma su relato, éste será inevitablemente una representación del acontecimiento debidoa que un relato se encuentra limitado por los conf ines del lenguaje. El ejercicio de contextualizar un suceso yadscribirle signif icado sucede a posteriori lo que signif ica que el acontecimiento, de cierta manera, carece desentido. O sea, de lo que habla la historia (el pasado) no lleva consigo un signif icado inherente. El signif icadodel pasado se construye en el presente para el f uturo.

Si bien el lenguaje es un recurso inevitable en cualquier esf uerzo por entender o comunicar algo sobre unsuceso, eso no signif ica que el mismo en sí no exista. La dif erencia entre el “hecho” o el “suceso” y lo que sedice de éste es que la palabra nunca podrá ser la cosa, siempre se quedará corta; es la limitación del lenguaje– esto no quiere decir que el lenguaje no tenga una increíble f uerza para imprimir/crear memorias. El “hecho”,me parece, t iene cierta independencia de la representación solo hasta que lo invocamos. Una vez lo tornamosen palabra entra el problema de la representación.

Esto nos conduce a cierta inestabilidad e incertidumbre de lo que se habla y lo que se historiza. Mas, la f altade certezas no conlleva el cruzamiento de los brazos sino el reconocimiento de nuestros límites cognoscit ivosy epistemológicos. El dilema de la incertidumbre conf igura la introducción del reto ético, del continuocuestionamiento de nuestras posiciones y los juegos de poder que entraman nuestras vidas.

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Mucho del debate en torno a la representación, la historia y el reclamo de verdad ha estado marcado por ladialéctica realidad-f icción. Empero, muchos de los argumentos han obviado que la inmaterialidad de lasrepresentaciones no signif ica que éstas no tengan sus expresiones materiales, que dejen su huella ennuestros cuerpos o en el mundo f ísico que nos rodea. Los f lujos inmateriales de la red son, por ejemplo, tanreales o existentes como las muelas con las que masticamos lo que comemos.

La memoria t iene cierta materialidad pues nos lleva a entender y actuar en el mundo de manerasinsospechadas. La historia es un artif icio por el cual componemos un argumento y una tradición ética sobrelos escombros del pasado.

Trazos del pasado“los datos no bastan” porque “[l]a mitad de la cuestión,por lo menos, consiste en el modo de interpretar esos datos”.

- Fiódor Dostoievski, Crimen y castigo

Un dato es producto del discurso, su materialidad emana de su construcción. Cuando presentamos algo comoun dato lo hacemos inscribiéndolo dentro de unas f ormas de entendimiento, atravesándolo con sentido ygenerando una relación con otros datos.

Utilicemos uno de los ejemplos que nos provee García: los muertos en la Guerra en Irak. “Estos muertos, ¿sonun dato o una interpretación? Díganselo”, sentencia el historiador, “a los muertos”. Consideremos estos datosa la luz de lo que piensan algunos académicos islámicos ya que los muertos son, en su mayoría, musulmanes.Según ellos, la verdadera vida reside en el espíritu al cual nutrimos de buena o mala manera con las accionesque llevamos a cabo en nuestra vida. La muerte sería, entonces, el f in de la existencia corpórea, mas no el f inde la existencia misma. Para ello sería necesario, quizá, un metafisi-cidio. Esa muerte a la que alude García es,por tanto, una interpretación de ciertos sucesos, una f orma de adjudicarle sentido a lo sucedido.

Pero, ante esa necesidad de arraigar el relato historiográf ico en el dato como expresión objetiva eincuestionable de la realidad valdría la pena presentar varias preguntas. ¿Somos los historiadores contadoresde números, archiveros de humanos deshumanizados? ¿Qué peligro se corre cuando convertimos el ejerciciode la historia en la recopilación de números? ¿Puede la vida, la violencia límite o el trauma que vive unsobreviviente de una guerra o un genocidio explicarse al hacer su experiencia un objeto abstractorepresentado por el tropo numérico?

Por otro lado, este ejemplo que nos presenta García recurre al recurso retórico de llevar al absurdo unplanteamiento. Cuando se argumenta que el dato es una construcción o es producto del discurso, no se niegael acontecimiento como tal sino la manera en que lo entendemos y lo signif icamos. El asunto es uncuestionamiento epistemológico sobre cómo se produce conocimiento sobre algo a lo cual no tenemosacceso directo ni que podemos conocer en su totalidad.

El documento histórico, ese producto material que f unge como expresión de la existencia, debe ser muycuestionado y leído crít icamente. Si bien García no discute esto en su artículo, él sí ha argumentado en otrasinstancias, como en “Historia y hechicería”, que el historiador sólo t iene acceso a f ragmentos cargados ysesgados de la totalidad del pasado. Es parte de nuestra responsabilidad, nos dice, armarlos a pesar de quenos sea imposible lograr esa totalidad. Consecuentemente, las f uentes del historiador serán trazos yf ragmentos del pasado, ventanas por las cuales asomamos nuestras cabezas para ver desde ciertaperspectiva, ángulo y lugar un pedazo pretérito. Los trazos del pasado están inscritos como la f otograf ía enparticulares f ormas de mirar.

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La producción historiográf ica del país cuenta con abundantes ejemplos en los que se trata la f uentedocumental de manera acrít ica sin mirar más allá de los números que en ella se desglosa o los posiblesprejuicios de su productor. Se parte de la premisa de la neutralidad del lenguaje y el dato sin considerar lascomplicadas tramas que yacen en sus operaciones, sus disposit ivos y su manuf acturación.

Los datos y los documentos históricos son, además, productos históricos en sí mismos. Nuestroentendimiento de lo que consideramos una f uente y lo que no ha estado en continuo cambio. Los archivos sehan agrandado, dinamitado y desterritorializado. Las maneras de leer los documentos también han cambiado ybien queda plasmado con la crít ica a la “vieja” historia que montó el grupo de la “nueva historia” o las crít icasdirigidas a estos últ imos por “los posmodernos”.

La verdad como autoridad

“La ausencia de certezas absolutas –llámense Dios, Razón, Verdad o Ciencia– bajo las cuales cobijarse y sentirseseguro de que el mundo tiene sentido, puede ser una condición que produzca desasosiego, pero no tiene porqué considerarse una situación catastrófica que desemboque en anything goes”.

- Carlos Pabón6

“To articulate what is past does not mean to recognize “how it really was.”It means to take control of a memory, as it flashes in a moment of danger.”

- Walter Benjamin, “On the Concept of History”

El reclamo de verdad es, ante todo, una preocupación por poder enf rentar al poder con alguna razóncontundente. Al poder, nos han sugerido muchos intelectuales, no se puede conf rontar si no es con laexposición razonada de lo irref utable. Mas, ¿qué hacer cuando la verdad es una quimera como la objetividad?Cuestionar la inviolabilidad de la verdad constituye un serio ataque a las jerarquías del saber, a la autoridadotorgada al historiador como artíf ice del pasado y guardián apostado en los portones de la realidad.

Consideremos esa primera oración del texto de Gervasio García: “El otro día escuché decir que “la historia esun cuento con notas al calce”, de la boca inocente de una estudiante de maestría en historia”. García trata a laestudiante de maestría de la misma manera que los abuelos suelen decirle a sus nietos: “eso es cosa dejóvenes, deja que crezcas para que sepas”. Hay cierta inf antilización del serio planteamiento de la estudiante aquien se caracteriza, por medio de la f rase “la boca inocente”, con la identidad de la ignorante, la que no sabelo que dice. Lo que ella no supo, quizá, era que le planteaba un serio reto a su prof esor; al concluir lapronunciación de su oración, la estudiante cometió parricidio. García se topó con el contundente argumentodel ocaso de los ídolos.

Lo que está en juego, para García y tantos otros historiadores, no es exclusivamente la posibilidad de producirverdades, sino el colapso de las autoridades. La imposibilidad de aprehender la realidad y sus inciertasmanif estaciones constituye un reto directo a las estructuras de poder, así como al espacio que ocupan enéstas.

Si bien es cierto que hay muchas y muchos que en su momento cuestionaron las jerarquías del saber y ahoralas ref uerzan desde los espacios privilegiados de la academia, también es cierto que sus sillas t ienen laspatas serruchadas. El colapso es inminente pues la crít ica a las estructuras de poder, acto que conlleva delriesgo del que habla García, se dirigió a los conceptos mismos sobre los que se edif icaba. En cuestión noestaba solamente el objeto material (la f igura del docente, el historiador, el académico, el documento histórico,el dato, etc.) sino la manera en que lo entendemos. El riesgo reside en el acto mismo del cuestionamiento, enla condición escéptica que resiste la aniquilación del pensamiento crít ico.

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Algo que García obvia en su crít ica a la historia redactada por los “innombrables” (¿“posmodernos”?) esacomodar en justa perspectiva sus aportaciones.7La mof a del vocabulario técnico y la cita descontextualizadade f rases como que la verdad es “un producto de juegos de lenguaje” ignora los importantes trabajosrealizados desde esa “vertiente” intelectual. Hay en la burla de García un terrible ref orzamiento de su posiciónde poder y autoridad respecto a ese “otro” abstracto que “atenta” contra la historia y la producción deverdades.

Los trabajos, por ejemplo, sobre raza, género y sexualidad de María del Carmen Baerga han servido comoexcelentes argumentos para intentar comprender los entramados de las relaciones de poder en el país. Susref lexiones han expandido y cuestionado la labor intelectual de la “nueva historia” al integrar nuevassubjetividades en el relato histórico. La caricaturización de esa producción intelectual demuestra uno de losriesgos a los que se expuso y aún se exponen los historiadores “innombrables”.

In-concluso

Uno de los planteamientos más contundentes en el texto de García y que no he discutido es el asunto de larecepción de la historia redactada por ese grupo “innombrable”. Empero, yo sería más abarcador en la crít ica ypropondría una seria ref lexión sobre a quién y para qué habla la academia y la intelectualidad del país. Loscírculos de debate suelen ser increíblemente cerrados por el lenguaje, el tono, la estructura del trabajoacadémico y el posicionamiento de los autores respecto a sus lectores, entre otra suerte de posibilidades. Eldebate que está re-activando Gervasio García es una excelente oportunidad para tener más presente cómo laproducción intelectual es recibida, interpretada y atendida por otros espacios.

La historia es algo que existe en la medida que lo enmarcamos mediante nuestros relatos. No, no digo que delo que habla la historia no exista sino más bien que nunca tendremos acceso directo a aquello a lo que seref iere. La historia es, por tanto, un artif icio por el cual procuramos explicar el presente del pasado y delf uturo. Es una operación radicada en la incertidumbre de nunca acabar.

Por medio de la concatenación de letras, palabras, imágenes y silencios, la historia se va presentando comojuego espectral de múltiples tiempos. Historiar es intentar tomar control de la memoria que, siempre en f uga,se dibuja y desdibuja como nubarrones en un día lluvioso.

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