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PABLO VI El Cardenal Montini es elegido el 21 de junio de 1963 en pleno Concilio Vaticano II. Dirige la Iglesia hasta 1978. A él le cabe la enorme dificultad de llevar adelante la finalización del Concilio, con todo lo que supuso y, especialmente, poner en práctica lo allí acordado. Todo Concilio supone en la Iglesia una periodo de crisis (como fue evidente) pero también de santidad. Su primera encíclica programática, Ecclesiam Suam, profundizaba en una de las claves del propio Concilio y que tanta repercusión tiene para la propia DSI: el diálogo. Diálogo con el mundo y diálogo al interior de la Iglesia. También de él es la célebre frase: “constructores de la civilización del amor”, que en definitiva es el objetivo de la DSI. A Pablo VI se deben, en el terreno social que es el que tratamos de desarrollar, una encíclica y una carta apostólica que siempre es estudiada con el rango de encíclica, como luego veremos. La encíclica primera es Populorum Progressio; la segunda lleva por título Octogesima Adveniens. Pero otros dos documentos importantes se publican en su pontificado que hacen referencia a la DSI: el Sínodo del 71 (La justicia en el mundo) y el Sínodo del 74 (Evangelii Nuntiandi). EL CONTEXTO DE AMBAS ENCÍCLICAS Esta época es propiamente la época del desarrollo: no sólo a nivel internacional gracias al proceso descolonizador, sino también a nivel nacional (véase el caso de España). Junto al proceso de desarrollo viene parejo el proceso de urbanización y del éxodo rural, con todo lo que conlleva. Además, en esta época se empieza a tomar conciencia de las enormes desigualdades que afectan a la humanidad. Existe un sector rico y una enorme masa de pobres. ¿A qué es debido? A nivel teórico se establecen diferentes teorías: +por una parte, en 1960 Rostow plantea la teoría de las etapas del desarrollo. Según esta teoría el subdesarrollo es una etapa previa del desarrollo, que llegará a todos y que está al alcance de todos. Sólo hace 1

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Tema 8 Moral social. Facultad teología Burgos

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PABLO VI

El Cardenal Montini es elegido el 21 de junio de 1963 en pleno Concilio Vaticano II. Dirige la Iglesia hasta 1978. A él le cabe la enorme dificultad de llevar adelante la finalización del Concilio, con todo lo que supuso y, especialmente, poner en práctica lo allí acordado. Todo Concilio supone en la Iglesia una periodo de crisis (como fue evidente) pero también de santidad. Su primera encíclica programática, Ecclesiam Suam, profundizaba en una de las claves del propio Concilio y que tanta repercusión tiene para la propia DSI: el diálogo. Diálogo con el mundo y diálogo al interior de la Iglesia. También de él es la célebre frase: “constructores de la civilización del amor”, que en definitiva es el objetivo de la DSI.

A Pablo VI se deben, en el terreno social que es el que tratamos de desarrollar, una encíclica y una carta apostólica que siempre es estudiada con el rango de encíclica, como luego veremos. La encíclica primera es Populorum Progressio; la segunda lleva por título Octogesima Adveniens. Pero otros dos documentos importantes se publican en su pontificado que hacen referencia a la DSI: el Sínodo del 71 (La justicia en el mundo) y el Sínodo del 74 (Evangelii Nuntiandi).

EL CONTEXTO DE AMBAS ENCÍCLICASEsta época es propiamente la época del desarrollo: no sólo a nivel internacional

gracias al proceso descolonizador, sino también a nivel nacional (véase el caso de España). Junto al proceso de desarrollo viene parejo el proceso de urbanización y del éxodo rural, con todo lo que conlleva. Además, en esta época se empieza a tomar conciencia de las enormes desigualdades que afectan a la humanidad. Existe un sector rico y una enorme masa de pobres. ¿A qué es debido? A nivel teórico se establecen diferentes teorías:

+por una parte, en 1960 Rostow plantea la teoría de las etapas del desarrollo. Según esta teoría el subdesarrollo es una etapa previa del desarrollo, que llegará a todos y que está al alcance de todos. Sólo hace falta tiempo. Esta teoría era en el momento la más extendida. Sin embargo, los datos no han corroborado la teoría, sino que al contrario: las divisiones se han agrandado entre el Norte rico y el Sur empobrecido.

+de ahí que se haya establecido otra categoría denominada teoría de la dependencia. Según esta, que tiene diferentes versiones, el subdesarrollo no es una etapa previa al desarrollo, sino consecuencia del mismo. En el fondo, esta teoría percibe que las diferencias entre el Norte y el Sur no se podrán acortar, sino que al contrario, se alargarán, debido a mecanismos dominados por el mundo rico: el comercio internacional y los mecanismos financieros que, de seguir así, impedirán un desarrollo armónico de la humanidad.

A nivel político, el desarrollo democrático es notable por todo el mundo. Se concluye prácticamente el proceso descolonizador. Durante esta época se produce un fragor “revolucionario”: ante las injusticias sociales evidentes (dictaduras, explotación injusta de la tierra…) se observa con buenos ojos y se trata de legitimar y apoyar el movimiento revolucionario, como se evidencia en múltiples “revoluciones” de la época: revolución castrista, nicaragüense… En esta misma línea, y como consecuencia del nuevo aire conciliar, se produce un fuerte deseo de diálogo entre el catolicismo y los sectores no creyentes. Así se extienden grupos como cristianos por el socialismo o foros de este tipo que funcionan en paralelo con otras tendencias más confesionales, como la democracia cristiana.

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A nivel social se produce el fenómeno del Mayo del 68, con lo que supone de proclamación de una nueva utopía, así como de crisis y de crítica a unos estilos de vida y a una forma de vivir. Aparecen así respaldados nuevos movimientos sociales que tendrán voz a la hora de configurar los valores de nuestro mundo: feminismo, ecología…

A nivel de DSI, paradójicamente el Concilio sumerge a la enseñanza social en una etapa de crisis. Lo que en principio tendría que haber supuesto un relanzamiento, sin embargo le supone una etapa de silencio: en efecto, las críticas a la DSI se alzan, sobre todo desde la teología de la liberación que la consideraba demasiado condescendiente e ideologizada. Quizás por eso el término no aparece en el Concilio y Octogesima Adveniens no se publica como una encíclica social. Tendremos que esperar al pontificado de Juan Pablo II para vislumbrar un relanzamiento fructuoso.

POPULORUM PROGRESSIO

El 26 de marzo de 1967, fiesta de la Pascua, se publica Populorum Progressio. Es la primera encíclica social de Pablo VI que, paradójicamente, no coincide con la celebración de ningún aniversario social. Este dato quizás nos haga presagiar una intuición de Pablo VI: la nueva cuestión social es el problema del desarrollo, sobre el que hay que centrar toda la atención y la preocupación social.

GÉNESIS DE LA ENCÍCLICA La preocupación social de Pablo VI estuvo entre sus primeras prioridades. De hecho, al poco del comienzo de su Pontificado, abre un dossier con vistas a la publicación de una encíclica. Cuatro fueron los años en los que se fue madurando y cinco las redacciones necesarias para configurar el texto definitivo: atrás quedaban muchos contactos, encuentros, debates…

¿Qué acontecimientos hay detrás de este escrito que lo provocan en último término? El propio documento señala tres:

+las ideas y la experiencia ecuménica que había supuesto el Concilio Vaticano II, pocos meses antes clausurado. Él mismo lo señala:

“Apenas terminado el Concilio Vaticano II, una renovada toma de conciencia de las exigencias del mensaje evangélico obliga a la Iglesia a ponerse al servicio de los hombres para ayudarles a captar todas las dimensiones de este grave problema” (PP 1).

+los viajes realizados: antes de su pontificado y durante el mismo, especialmente los viajes a Tierra Santa, África y la India, donde pudo ver con sus propios ojos la miseria en la que se sumergen millones de personas (PP 4).

+la constitución de la Comisión Justicia y Paz, como consecuencia del Concilio, y que tiene como objetivo la preocupación de la Iglesia por la justicia y por la paz que ha despertado una nueva sensibilidad (PP 5).

ESTRUCTURA DE LA ENCÍCLICAEl título indica la finalidad de la encíclica: “Sobre la necesidad de promover el

desarrollo de los pueblos”. Es fundamentalmente una encíclica destinada para promover la acción. Se divide en dos grandes apartados que expresan claramente la tesis y definición del desarrollo:

I.-El desarrollo integral del hombre (6-42): desarrollo de todo el hombre

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II.-El desarrollo solidario de la humanidad (43-89): desarrollo de todos los hombres. Se detiene a analizar tres medidas:

a.-asistencia a los débiles, desde la solidaridad: tanto a título individual como por naciones

b.-equidad de las relaciones, desde la justicia social: ¿libre comercio?c.-promoción de un mundo más justo, desde la caridad: fraternidad

universal

NOVEDADES DE LA ENCÍCLICAA nivel del texto, Pablo VI es un clásico en lengua italiana. Su estilo es ágil,

sencillo y fluido. Una cosa llama la atención del lector: es la primera ocasión en la que se citan autores contemporáneos, muchos de los cuales proceden del mundo del pensamiento. Indica ya una cercanía al mundo no clerical.

A nivel de características generales de esta encíclica podríamos señalar las siguientes:

+se trata de una llamada urgente a la acción, como indicaba el título: la actual situación de injusticias nos invita a actuar sin demora, todavía se puede hacer algo. Esa actuación puede ser de dos tipos:

-individual, y se proponen formas concretas:“Ello exige a este último mucha generosidad, innumerables sacrificios, y un

esfuerzo sin descanso. A cada uno toca examinar su conciencia, que tiene una nueva voz para nuestra época. ¿Está dispuesto a sostener con su dinero las obras y las empresas organizadas en favor de los más pobres? ¿A pagar más impuestos para que los poderes públicos intensifiquen su esfuerzo para el desarrollo? ¿A comprar más caros los productos importados a fin de remunerar más justamente al productor? ¿A expatriarse a sí mismo, si es joven, ante la necesidad de ayudar este crecimiento de las naciones jóvenes?” (PP 47). -pero también puede ser colectiva, es decir, del conjunto de naciones.

Igualmente, las formas concretas de actuación son variopintas, pero no etéreas: en el documento se señalan formas precisas de actuación, como la propuesta de un fondo mundial alimentado con los gastos armamentísticos y también propuestas en la línea de reformar los sistemas:

“Hará falta ir más lejos aun. Nos pedimos en Bombay la constitución de una gran Fondo Mundial alimentado con una parte de los gastos militares, a fin de ayudar a los más desheredados” (PP 51).

“Entiéndasenos bien: la situación presente tiene que afrontarse valerosamente y combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo. El desarrollo exige transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender, sin esperar más, reformas urgentes” (PP 32).

+la encíclica tiene un marcado carácter de denuncia profética. En efecto, el tono del escrito es marcadamente profético, en la línea de los grandes clásicos bíblicos o patrísticos, en el sentido que señala las injusticias de la época presente, señala sus responsables e invita a la conversión y renovación. Esta denuncia va contra hechos concretos de injusticia e igualmente contra los sistemas que los provocan:

“Hoy día, nadie puede ya ignorarlo: en continentes enteros son innumerables los hombres y mujeres torturados por el hambre; incontables los niños subalimentados…” (PP 45).

“Es decir que la regla del libre cambio no puede seguir rigiendo ella sola las relaciones internacionales” (PP 58).

Al conmemorar Sollicitudo Rei Socialis esta encíclica, señala las tres aportaciones que a su juicio son más destacables:

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+el profundizar en el carácter ético del desarrollo, es decir, no es una cuestión meramente económica o técnica, sino moral.

+la relación que hace entre desarrollo y cristianismo: lo cristiano es la dimensión más honda de lo humano

+el agrandar la cuestión social y descubrirla con ese carácter de universalidad+el hacer ver la dimensión política del desarrollo, al unirlo estrechamente con la

paz: el desarrollo es el nuevo nombre de la paz.

RESUMEN DE LA ENCÍCLICAI.- Se parte de un análisis de los hechos: se busca tener más para ser más (6), con

un mayor desequilibrio (8), mayor conciencia de la injusticia (9) y peligro de conflicto. Ante esto, es necesario actuar: objetivo de la encíclica.

II.- Llamamiento a la fraternidad de los pueblos, desde la solidaridad, la justicia social (búsqueda de igualdad) y la caridad universal.

DESARROLLO DE ALGUNOS TEMAS1.-El desarrolloA la hora de acercarse al desarrollo se hace desde la óptica en la que la Iglesia

puede aportar algo: su visión global del hombre y de la humanidad. Por eso, la visión que ofrece sobre el desarrollo no es puramente económica, sino una visión ética: es un proceso de humanización, ser más. Por eso, el desarrollo tiene un carácter dinámico que se constituye en un deber personal a la vez que comunitario:

“En los designios de Dios, cada hombre está llamado a desarrollarse, porque toda vida es una vocación (...); por sólo el esfuerzo de su inteligencia y de su voluntad, cada hombre puede crecer en humanidad, valer más, ser más” (PP 15).

Por tanto, el desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico (PP 14); ni se identifica con el tener, sino que se integra en el ser (PP 19); y tiene que ser integral: alcanzar a todo el hombre y a todos los hombres (PP 14). Acaba su reflexión con una maravillosa descripción que nos hace comprender mucho mejor esta dinámica de crecimiento y que concluye en el humanismo integral, donde Dios está presente (cf. PP 42):

“Así se podrá realizar, en toda su plenitud, el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas. Menos humanas: Las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más humanas, por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo, Padre de todos los hombres” (PP 20-21).

Este objetivo del desarrollo exige reformas. Nótese que, en el contexto de la época se planteaba un debate muy fuerte entre dos opciones opuestas con un mismo

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objetivo: ¿reforma o revolución? ¿Es lícita al revolución violenta en aras de la justicia? Pablo VI opta por la primera, siguiendo la tradición más eclesial:

“Entiéndasenos bien: la situación presente tiene que afrontarse valerosamente y combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo. El desarrollo exige transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender, sin esperar más, reformas urgentes” (PP 32).

Y llena de contenido estas reformas que tienen que ser protagonizadas por todos, con una importante labor del Estado: reforma agraria, industrialización, progreso social y promoción espiritual (PP 33-42).

En este contexto ha de ser leído el célebre paréntesis de PP 31 en el que aborda el tema de la revolución violenta:

“Sin embargo ya se sabe: la insurrección revolucionaria - salvo en caso de tiranía evidente y prolongada, que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país- engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas” (PP 31).

Se alude aquí al uso de la violencia, tras un proceso de discernimiento, donde ha de tenerse en cuenta la norma general: la violencia está rechazada por los efectos perniciosos que luego provoca, como repetidamente se ha demostrado en la historia. Pero, igualmente, se recuerda la excepción en la que el uso de la violencia puede ser legítimo y que no hace sino retomar el principio clásico del tiranicidio: en caso de tiranía evidente y prolongada que atente contra la dignidad humana y el bien común. En el fondo, a lo que el Papa está invitando es a una lucha contra la violencia estructural que se pueda producir y contra la que es preciso oponerse. La obediencia a la autoridad soberana tiene sus límites. Por eso, este paréntesis que será después corregido y profundizado en la DSI, concluirá afirmando que la necesaria lucha es preferible que sea siempre “no violenta”.

Junto al desarrollo integral del hombre (de “todo el hombre”), PP profundiza en la otra pata de su tesis: el desarrollo solidario (“de todos los hombres”), que no se puede despreciar por la creciente interdependencia. En este desarrollo solidario tienen especial obligación moral los países más ricos (PP 44). Igualmente, para posibilitarlo es necesario la reforma del comercio internacional que grava peligrosamente a los países más pobres y que descansa sobre la injusticia del libre cambio:

“Las naciones altamente industrializadas exportan sobre todo productos elaborados, mientras que las economías poco desarrolladas no tienen para vender más que productos agrícolas y materias primas. Gracias al progreso técnico, los primeros aumentan rápidamente de valor y encuentran suficiente mercado. Por el contrario, los productos primarios que provienen de los países subdesarrollados, sufren amplias y bruscas variaciones de precios, muy lejos de esa plusvalía progresiva. De ahí provienen para las naciones poco industrializadas grandes dificultades, cuando han de contar con sus exportaciones para equilibrar su economía y realizar su plan de desarrollo. Los pueblos pobres permanecen siempre pobres y los ricos se hacen cada vez más ricos” (PP 57).

“Es decir que la regla del libre cambio no puede seguir rigiendo ella sola las relaciones internacionales” (PP 58).

Finalmente, para conseguir ese desarrollo solidario hay que profundizar en una auténtica fraternidad humana (PP 67-73) que favorezca el intercambio y el diálogo mutuo y que sea garantía de paz (“el desarrollo es el nombre de la paz” (PP 76).

“El desarrollo es el nuevo nombre de la paz. Las diferencias económicas, sociales y culturales demasiado grandes entre los pueblos provocan tensiones y discordias y ponen la paz en peligro (...). La paz se construye día a día, en la

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instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres” (PP 76).

Pero para que estas propuestas no se queden en meros sentimientos o intenciones, el Papa vuelve a urgir un nuevo Orden Jurídico Internacional y una autoridad mundial que lo dé forma.

2.-Juicio sobre el capitalismoHay que partir de que la intención de la encíclica no es hacer un análisis

detallado de los sistemas económicos vigentes. Por eso, no aparecen tratados de una manera sistemática. Sin embargo, encontramos alusiones a ellos de una manera o de otra. Si del socialismo no encontramos una descalificación explícita (aunque sí que hay alusiones a aspectos: violencia…) en el texto nos encontramos con una descalificación del capitalismo liberal:

“Pero, por desgracia, sobre estas nuevas condiciones de la sociedad, ha sido construido un sistema que considera el provecho como muestra esencial del progreso económico, la concurrencia como ley suprema de la economía, la propiedad privada de los medios de producción como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes. Este liberalismo sin freno, que conduce a la dictadura, justamente fue denunciado por Pío XI como generador de "el imperialismo internacional del dinero". No hay mejor manera de reprobar tal abuso que recordando solemnemente una vez más que la economía está al servicio del hombre” (PP 26).

Algunas interpretaciones han señalado que lo que se está criticando aquí es un capitalismo ya pasado, que fue promovido en los inicios de la revolución industrial. Sin embargo, en el contexto de la encíclica, donde se describe una situación de subdesarrollo y donde se proponen iniciativas concretas al Estado en materia económica, podemos decir que tal interpretación es errónea. El capitalismo viene definido por esas tres notas: el lucro, la competencia y la propiedad privada como derecho absoluto. Y ese capitalismo hay que reconocer que es el que rige en las economías de algunos países subdesarrollados y el que marca el funcionamiento general de la economía internacional.

3.-El tema de la propiedadEn este contexto del subdesarrollo, donde son necesarias tantas reformas

agrarias, el tema de la propiedad tenía que aparecer. Lo hace con un tono auténticamente profético, repitiendo lo que es la doctrina tradicional desde el Concilio: el principio primero es el destino universal de los bienes, incluida la tierra; eso supone que el resto de medios, incluida la propiedad, le están subordinados a este principio prioritario. Finalmente, toda propiedad, incluida la renta, tiene siempre una dimensión social, que no puede quedar al arbitrio libre las personas ni a la pura especulación:

“Dios ha destinado la tierra y todo lo que en ella se contiene, para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia, inseparable de la caridad. Todos los demás derechos, sean los que sean, comprendidos en ellos los de propiedad y comercio libre, a ello están subordinados: no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización, y es un deber social grave y urgente hacerlo volver a su finalidad primaria” (PP 22).

Teniendo claros estos principios, es posible abordar la cuestión de las reformas agrarias y la posibilidad de expropiación de tierras cuando estas no benefician al bien común (PP 24).

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OCTOGESIMA ADVENIENS

Se trata de una Carta que el Papa envía al Cardenal Maurice Roy, presidente de la Comisión Pontificia Justicia y Paz con ocasión de la celebración de los ochenta años de RN. Lleva fecha, por tanto, del 15 de mayo de 1971. Aunque sea una carta, su importancia es fundamental por el tema y por las aportaciones que en ella se contienen.

NOVEDAD DEL DOCUMENTOYa hemos apuntado que dicho documento no alcanza el rango de encíclica.

Mucho se ha discutido sobre las causas de ello. Sin duda, las repercusiones de la Humanae Vitae publicada en 1968 pueden estar detrás de ello: tras esta encíclica, Pablo VI no publicó ninguna otra. Las reacciones fueron tan negativas que, indudablemente afectaron al ánimo del Papa. Se ponía en cuestión el que la Iglesia se pudiera pronunciar sobre comportamientos morales que entrañan una complejidad científica y social enorme. Ello tenía sus repercusiones en los temas que la DSI trataba.

Otro factor que puede explicar este hecho es que se estaba a las puertas de la convocatoria de un Sínodo, el primero, sobre el tema “La justicia en el mundo”. Quizás el Papa no quería condicionar de este modo las discusiones que en el aula sinodal se pudieran hacer, sino que quería dar esa libertad y diálogo de la que hizo gala.

Otro elemento que también tuvo que intervenir en la decisión es que lo que dice no añade, en general, grandes novedades al pensamiento social de la Iglesia. Para que se publique una encíclica es necesario una novedad, una aportación genuina al desarrollo del tema: el Papa pudo pensar que no existía tal.

Pero, en el fondo, también subyacería la crisis en la que se encontraba sumida el concepto mismo de DSI. Como ya hemos señalado anteriormente, la DSI era cuestionada fuertemente en el seno de la propia Iglesia y acusada de ideología, de poca capacidad transformadora… Se estaba fraguando una nueva concepción de la DSI, su estatuto epistemológico. Además, el propio Papa hace en este documento una declaración de humildad manifestando que ante la complejidad de la situación actual no es posible dar una voz unívoca y universal: se requiere el discernimiento de las distintas comunidades eclesiales (OA 4), por lo que la suya debería ser entendida como una voz más, autorizada, en ese proceso.

“Frente a situaciones tan diversas nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. No es este nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia tal como han sido elaboradas a la largo de la historia…” (OA 4).

A pesar de todas estas elucubraciones, la OA tiene una gran novedad: la aparición de lo político como elemento que nos puede ayudar a entender mejor la sociedad en su globalidad. O mejor, se pasa de lo económico a lo político o social, como dando a entender que es precisamente aquí donde se debe jugar el destino de la humanidad: la política tiene una misión rectora de todos los órdenes sociales, también el económico. Por eso, el documento quiere ser una invitación a participar en la vida política y social por parte de los cristianos: a ellos les cabe el deber de reorientar humanamente la sociedad. Esa es la orientación y el objetivo fundamental.

ESQUEMA DE LA CARTA

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El Documento está dividido fundamentalmente en tres partes:I.-Nuevos problemas sociales (8-21): se hace un elenco descriptivo de problemas

que tienen su fuerza en este periodo, pero también se trata de interpretar sus raíces y consecuencias: la urbanización, el proceso de industrialización, la emigración, los medios de comunicación social, el respeto al medio ambiente…

II.-El fenómeno de las ideologías (22-41): se hace un discernimiento de las ideologías dominantes, marxista y liberal, y la posibilidad de encuentro con ellas.

III.-El cristiano ante los nuevos problemas (42-52): es una invitación, desde la DSI, a la acción política por parte de los cristianos que puede ser plural.

DESARROLLO DE ALGUNOS TEMAS1.-La nueva comprensión de la DSIEs algo que ya hemos apuntado anteriormente. El Papa descubre la rapidez y

complejidad de los cambios sociales existentes y percibe la incapacidad de dar una palabra única para todos ellos. Por eso, invita al proceso de discernimiento a las comunidades cristianas que ha de dar como resultado una decisión en lo más profundo de la conciencia humana, a la que se le da su verdadero protagonismo que el Concilio había redescubierto:

“A estas comunidades cristianas toca discernir, con la ayuda del Espíritu Santo, en comunión con los obispos responsables, en diálogo con los demás hermanos cristianos y con todos los hombres de buena voluntad, las opciones y los compromisos que conviene asumir para realizar las transformaciones sociales, políticas y económicas que se consideren de urgente necesidad en cada caso” (OA 4).

Hay otro pasaje en el que Pablo VI explica muy bien qué entiende por DSI, cuya terminología no utiliza intencionadamente:

“La enseñanza social de la Iglesia acompaña con todo su dinamismo a los hombres en esta búsqueda. Si bien no interviene para confirmar con su autoridad una determinada estructura establecida o prefabricada, no se limita, sin embargo, a recordar unos principios generales. Se desarrolla por medio de la reflexión madurada al contacto con situaciones cambiantes de este mundo, bajo el impulso del evangelio como fuente de renovación, desde el momento en que su mensaje es aceptado en la plenitud de sus exigencias. Se desarrolla con la sensibilidad propia de la Iglesia, marcada por la voluntad desinteresada de servicio y la atención a los más pobres; finalmente, se alimenta de una rica experiencia multisecular que le permite asumir, en la continuidad de sus preocupaciones permanentes, las innovaciones atrevidas y creadoras que requiere la situación presente del mundo” (OA 42).

En estos dos pasajes encontramos el nuevo concepto desde el que ha de ser concebida la enseñanza social: no como doctrina cerrada y que ha de aplicarse tal cual, sino como un proceso complejo que tiene tres etapas: análisis, juicio y discernimiento que tiene a la acción como cometido fundamental; un proceso en el que el sujeto es toda la comunidad cristiana, cada uno desde su papel que le corresponde. Se señalan así los tres elementos que aparecerán en los discursos sociales y que nos ayudarán a entender mucho mejor el pensamiento social: principios, criterios de juicio y directrices de acción.

2.-La acción política de los cristianosEn estos tiempos se debatía cómo hacerse presente los cristianos en la vida

política. Durante mucho tiempo se había optado por una presencia unitaria en bloque, que partía de una incompatibilidad de otros proyectos con la fe cristiana. Sin embargo, cada vez se cuestionaba más esta postura y se ensayaba la posibilidad de que el cristiano

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participara activamente en movimientos políticos marxistas o de otra índole. Con reflexiones del pasado, se provocaba una ausencia del cristiano en la arena política. ¿Era esto posible? Pablo VI hace una distinción de enormes consecuencias:

“La acción política -¿es necesario subrayar que se trata aquí ante todo de una acción y no de una ideología?- debe estar apoyada en un proyecto de sociedad coherente en sus medios concretos y en su aspiración, que se alimenta de una concepción plenaria de la vocación del hombre y de sus diferentes expresiones sociales. No pertenece ni al Estado, ni siquiera a los partidos políticos que se cerraran sobre sí mismos, el tratar de imponer una ideología por medios que desembocarían en la dictadura de los espíritus, la peor de todas. Toca a los grupos establecidos por vínculos culturales y religiosos –dentro de la libertad que a sus miembros corresponde- desarrollar en el cuerpo social, de manera desinteresada y por su propio camino, estas convicciones últimas sobre la naturaleza, el origen y el fin del hombre y de la sociedad” (OA 25).

Se distinguen aquí tres niveles: la acción política es el primer nivel, que no es otra cosa sino el ejercicio del poder en una sociedad. Ese ejercicio del poder ha de hacerse en un marco que le dé sentido y que le oriente hacia la construcción social: el proyecto de sociedad (segundo nivel). De hecho, existe pluralidad de proyectos en el mundo contemporáneo, dependiendo de los valores, ideales que lo inspiran: concepción plenaria del hombre, dentro de la cual se sitúan las ideologías (tercer nivel).

Las ideologías serían el conjunto de ideas, cerrado, fundado en unos principios, pocos, con vistas a la transformación del mundo.

Se distingue también el espacio propio de cada institución: al Estado y a los partidos no les corresponde entrar en el tercer nivel, que queda para las Iglesias y para la sociedad civil. Al Estado y a los partidos le compete una tarea de organización social, no de ideologización. Tiene que respetar el pluralismo ideológico que se da en una determinada sociedad.

El compromiso del cristiano con los partidos queda en ese proyecto de sociedad que tratará de realizar a través de la acción política: no se legitima el ir más allá. Porque un cristiano no puede adherirse plenamente a los dos grandes sistemas ideológicos del momento, ni el marxista ni el liberal:

“No le es lícito, por tanto, al cristiano favorecer la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de la violencia y a la manera como ella entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva. Tampoco apoya el cristiano la ideología liberal, que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de las iniciativas individuales y no ya como fin y motivo primario del valor de la organización social” (OA 26).

En definitiva, y siguiendo PT, aunque no es lícita una adhesión a las ideologías vigentes (marxista y liberal), es posible un compromiso con los movimientos históricos que se han derivado de ellas (socialismo, comunismo, capitalismo…) (OA 30) y que el documento analiza. El compromiso con esos movimientos históricos, de cualquier tipo, ha de ser fruto de un discernimiento que nos ayude a comprender la compatibilidad o no con la fe que se profesa.

Una última derivación de estos postulados de OA es la consagración del pluralismo político de los cristianos, que ha sido tan debatido y muchas veces incomprendido:

“En las situaciones concretas, y habida cuenta de las solidaridades que cada uno vive, es necesario reconocer una legítima variedad de opciones

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posibles. Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes” (OA 50).

Aunque es cierto que se daba así puerta abierta a la colaboración abierta entre marxismo y cristianismo, cerrado desde Pío XI, no puede entenderse este pluralismo como ilimitado. No es legítima cualquier opción, ni cualquier pluralismo de opciones

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