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Historia de la Filosofía Tema 8 La filosofía racionalista: Renato Descartes (s. XVII) TEMA 8 LA FILOSOFÍA RACIONALISTA: RENATO DESCARTES (S. XVII) 1. INTRODUCCIÓN: LA FILOSOFÍA MODERNA Y EL RACIONALISMO 2. RAZÓN Y MÉTODO EN DESCARTES 3. LA DUDA METÓDICA 4. EL COGITO (RES COGITANS): CRITERIO DE VERDAD 5. LAS IDEAS Y SUS CLASES 6. DIOS: LAS RES INFINITA 7. EL MUNDO: LA RES EXTENSA 8. LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD: LAS TRES SUSTANCIAS 9. EL HOMBRE: DUALISMO ANTROPOLÓGICO 10. INFLUENCIA E IMPORTANCIA DEL RACIONALISMO CARTESIANO 1. INTRODUCCIÓN: LA FILOSOFÍA MODERNA Y EL RACIONALISMO La filosofía moderna (ss. XVII y XVIII) supera los presupuestos medievales. Sus principales características son: -Usa las lenguas vernáculas y produce tratados originales. En la Edad Media se usa el latín y las obras son básicamente comentarios. -Se desarrolla fuera de las universidades, lejos de la labor docente. Los filósofos medievales son profesores universitarios dedicados a la enseñanza. -Es autónoma, producto de la sola razón, emancipándose de la teología a la que está subordinada en la Edad Media. Es el paso de la tutela de la fe a la independencia de la razón. -Sitúa la verdad en la subjetividad o conciencia humana, lugar de la racionalidad. La razón no debe ser coartada o regulada por ninguna instancia exterior ajena a sí misma, sea la revelación, la 1

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Historia de la Filosofía Tema 8 La filosofía racionalista: Renato Descartes (s. XVII)

TEMA 8

LA FILOSOFÍA RACIONALISTA: RENATO DESCARTES (S. XVII)

1. INTRODUCCIÓN: LA FILOSOFÍA MODERNA Y EL RACIONALISMO

2. RAZÓN Y MÉTODO EN DESCARTES

3. LA DUDA METÓDICA

4. EL COGITO (RES COGITANS): CRITERIO DE VERDAD

5. LAS IDEAS Y SUS CLASES

6. DIOS: LAS RES INFINITA

7. EL MUNDO: LA RES EXTENSA

8. LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD: LAS TRES SUSTANCIAS

9. EL HOMBRE: DUALISMO ANTROPOLÓGICO

10. INFLUENCIA E IMPORTANCIA DEL RACIONALISMO CARTESIANO

1. INTRODUCCIÓN: LA FILOSOFÍA MODERNA Y EL RACIONALISMO

La filosofía moderna (ss. XVII y XVIII) supera los presupuestos medievales. Sus principales

características son:

-Usa las lenguas vernáculas y produce tratados originales. En la Edad Media se usa el latín y las

obras son básicamente comentarios.

-Se desarrolla fuera de las universidades, lejos de la labor docente. Los filósofos medievales son

profesores universitarios dedicados a la enseñanza.

-Es autónoma, producto de la sola razón, emancipándose de la teología a la que está subordinada

en la Edad Media. Es el paso de la tutela de la fe a la independencia de la razón.

-Sitúa la verdad en la subjetividad o conciencia humana, lugar de la racionalidad. La razón no

debe ser coartada o regulada por ninguna instancia exterior ajena a sí misma, sea la revelación, la

tradición, la autoridad o la fe. Es el único juez a quien compete discernir la verdad y lo conveniente

en todos los ámbitos humanos, sea el conocimiento, la moral o la política.

-Centra su interés en el estudio del conocimiento, la naturaleza y el hombre en tanto ser

racional y libre, alejándose del interés por los temas teológicos medievales.

-Toma como modelo de racionalidad la nueva ciencia físico-matemática, con una base racional

y experimental, no trascendente o religiosa, que permite una nueva noción del mundo. La teología

ya no es la ciencia suprema.

-Se divide en dos corrientes: el racionalismo continental (Descartes, Malebranche, Spinoza y

Leibniz) y el empirismo inglés (Bacon, Hobbes, Locke, Berkeley y Hume). La evolución de ambos

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está estrechamente ligada, pero adoptan posiciones opuestas en teoría del conocimiento cuando bus-

can fundamentar y garantizar la validez de la nueva ciencia.

Las características de la corriente racionalista son:

-La importancia de la razón en el origen del conocimiento, frente a los sentidos o la experiencia.

Los sentidos suministran información, pero esta resulta confusa por sí misma y debe ser interpreta-

da por la razón. La razón es la justificación filosófica del conocimiento. Para que un conocimiento

sea válido, en su producción tiene que intervenir la razón.

-La existencia de ideas o verdades innatas, que se activan con ocasión de producirse una expe-

riencia. Conocemos que tales proposiciones son verdaderas, sin necesidad de emplear los sentidos.

-La razón es lo opuesto al criterio de autoridad, es decir, a la imposición de la creencias por la

tradición o la opinión de una persona de gran prestigio. En este caso la razón pertenece al sujeto hu-

mano, quien con tal instrumento racional puede prevenir errores.

-El modelo de conocimiento es el matemático. Para los racionalistas del siglo XVII, el modelo

matemático supone claridad, certeza y verdad definitiva, eliminando cualquier factor subjetivo o

prejuicio.

-La razón es el único instrumento para conocer la realidad. Con ella caerían todos los velos que

pudieran ocultarla y se perdería el miedo a lo desconocido.

-Inversión teológica. Recurren a Dios para garantizar que las ideas innatas y las conclusiones dedu-

cidas a partir de ellas son válidas. Dios es así el principio fundamental, tanto a nivel ontológico co-

mo gnoseológico (es el primer eslabón de la cadena causal y de la deductiva). Por eso se habla de

“inversión teológica”: Dios ya no es algo “sobre” lo que se habla (como ocurría en la Edad Me-

dia), sino algo “desde” lo que se habla.

2. RAZÓN Y MÉTODO EN DESCARTES

El francés Renato Descartes (1596-1650) estudia en el colegio jesuita de la Flèche, una de

las más famosas escuelas de Europa. Al terminar sus estudios se siente muy decepcionado por la in-

certidumbre de los saberes recibidos, tanto que se queja de no haber aprendido nada cierto y útil pa-

ra la vida. Se gradúa en derecho y estudia algo de medicina. Decidido a buscar la verdad por sí mis-

mo, alterna sus estudios con la profesión de soldado. Vive en Holanda hasta que, incitado por pa-

sión intelectual de la reina Cristina de Suecia, acude a Estocolmo donde muere al poco tiempo. Ma-

temático y científico, funda la filosofía moderna con obras como Reglas para la dirección del es-

píritu, Discurso del Método, Meditaciones Metafísicas o Principios de Filosofía.

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2.1 LOS OBJETIVOS DE LA FILOSOFÍA CARTESIANA

Dos son los objetivos fundamentales que Descartes trató de alcanzar:

-Por un lado, trató de arrojar luz sobre el problema del conocimiento. La crisis de la Escolástica

había provocado la conmoción en los cimientos del saber, puesto que se cuestionaban las antiguas

certezas, el criterio de verdad basado en las Sagradas Escrituras o en las autoridades intelectuales,

así como el propio método escolástico-silogístico. Además, hay un renacer del escepticismo -de for-

ma más significada en Montaigne- por el que se considera inútil todo intento de buscar la verdad.

-Por otro lado, Descartes pretendía establecer una filosofía construida como ciencia estricta. Es-

ta pretensión se basaba en el supuesto de que ha de haber una sola ciencia, puesto que la razón

de los seres humanos también es única. La filosofía sería el tronco común, la ciencia, de la que

arrancarían las demás ramas de la ciencia: La filosofía es como un árbol cuyas raíces son la metafí-

sica, el tronco la física y las ramas que surgen de ese tronco todas las demás ciencias.

Como la razón humana es común, lo que urge es saber cómo funciona, cuáles son sus facultades,

sus reglas, pues estas serán también las de la ciencia única y, por tanto, las de una filosofía construi-

da como ciencia estricta. Si el fundamento de la ciencia es la razón, y si la razón funciona metódica-

mente, es preciso indagar cuál es el método más apropiado para la razón.

2.2 LA CRÍTICA A LA TRADICIÓN FILOSÓFICA

Antes de realizar propuesta alguna, Descartes pasa revista a algunos de los métodos más

empleados, por ver si satisfacen los requisitos necesarios para construir un auténtico conocimiento.

La conclusión no puede ser más crítica: la filosofía ha fracasado en su intento de construir un siste-

ma filosófico coherente y seguro por no haber utilizado un buen método:

-La Escolástica aplicaba el razonamiento silogístico a principios generales alcanzados por la

fe, por la verdad revelada, o por los escritos de Aristóteles o de la Iglesia. Descartes en el Dis-

curso del Método, cuestionó la efectividad del silogismo como arte de descubrimiento por varias ra-

zones.

--En primer lugar, señala que la conclusión del silogismo no es algo nuevo, sino que ya es-

tá en las premisas, pues los silogismos parten de verdades más generales (premisas) para

llegar a conclusiones más particulares.

--En segundo lugar, el silogismo tiene valor epistémico si aceptamos la verdad de la pre-

misa general. Cuando no se acepta, no tiene ninguna fuerza probatoria. Por ello, con-

cluye que los silogismos sólo servirían para hablar de cosas ya sabidas o, lo que es peor, pa-

ra hablar con poco juicio de las que se ignoran, pero no para aprender cosas nuevas.

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-Tampoco creía Descartes que el criterio adecuado de verdad fuera el empírico. Los empiris-

tas parten de la experiencia; pero la experiencia siempre lo es de algo particular, concreto. ¿Cómo

podrían los empiristas elevarse desde experiencias particulares a una verdad general? Tendrían que

hacer una inducción completa, es decir, acumular todas las observaciones de los casos, reales y po-

sibles, para llegar a afirmar un principio general; pero tal estudio completo de casos es imposible.

Ahora es preciso buscar ese método propio de la razón que sirva para construir el edifi-

cio del conocimiento y la filosofía como ciencia. La superación del escepticismo dependerá tam-

bién de que tal método exista.

2.3 EL MÉTODO CARTESIANO

Si las distintas ciencias no son más que manifestaciones de un mismo y único saber elabora-

do por la razón, para todas ellas ha de ser posible utilizar un mismo método. El método matemáti-

co era para Descartes la expresión de modelo correcto de funcionamiento de la razón, que se des-

pliega en intuiciones y deducciones:

-La intuición consiste en la captación de las verdades simples que emanan de la propia razón. Es un

“instinto natural” que, al captar las verdades, lo hace sin posibilidad de duda o error. Es un conoci-

miento inmediato.

-La deducción es el proceso mental en el que, a partir de intuiciones simples, se accede a lo com-

plejo. Las intuiciones simples se conectan entre sí por medio de deducciones.

Puesto que el saber es unitario y lo construye esa misma razón, no había motivos para no ex-

tender ese mismo método a los demás campos del saber y sí para hacer partícipes a las demás cien-

cias del éxito que estaba teniendo la matemática -con Galileo y Newton-, la única que proporciona-

ba verdades universales y ciertas. El proyecto cartesiano debía iniciarse formulando el método y

aplicándolo, primero, a la raíz del saber, a la metafísica (que contiene los principios del conoci-

miento), luego a la física (que estudia cómo está compuesto el universo en su conjunto), y después

a las demás ciencias.

Descartes definió el método como un conjunto de reglas ciertas y fáciles, gracias a las cua-

les quienes las observen exactamente no tomarán nunca lo falso por verdadero, y alcanzarán -sin

fatigarse con esfuerzos inútiles, sino incrementando progresivamente su saber- el conocimiento

verdadero de todo aquello de que sean capaces (Reglas para la dirección del espíritu, 4).

La primera ventaja del método es que permite evitar el error y, en segundo lugar, que facilita

aumentar los conocimientos. Descartes dedicó al método dos de sus obras, Reglas para la direc-

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ción del espíritu y Discurso del Método. Al ser esta última posterior, Descartes pudo sintetizar en el

ella su método resumiéndolo en las cuatro reglas siguientes:

a) PRIMERA REGLA: REGLA DE LA EVIDENCIANo admitir jamás como verdadero cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era; es decir, evi-tar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente que no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda.En esta primera regla muestra una confianza absoluta en la razón siempre que se eviten dos vicios:

uno, apresurarse en afirmar un juicio y, por ello, tomar por verdadero lo que no lo es (a esto llama

precipitación) y otro, negarse a aceptar lo que se presente a la mente como verdadero (a esto llama

prevención). Si se evitan ambos, la mente o espíritu sólo aceptará como verdadero lo que se le

muestre como evidente. La evidencia es para Descartes el criterio de verdad, es decir, la regla

para decidir que algo puede aceptarse como verdadero sin posibilidad de ponerlo en duda. ¿Cómo

saber que algo es evidente a la razón? Lo evidente va acompañado de dos características: claridad y

distinción. Una idea es “clara” cuando se hace presente y manifiesta a un espíritu atento, y es

“distinta” cuando se muestra diferente de todas las demás.

b) SEGUNDA REGLA: REGLA DEL ANÁLISISDividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuese posible, y cuantas requiriese su mejor solución.La segunda regla aconseja dividir todo problema (dificultad) hasta llegar a sus elementos simples

que ya son indivisibles. Son ejemplos de elementos indivisibles, según Descartes, “que existimos”,

“que pensamos”, “que el triángulo está determinado por tres líneas solamente”… Estos elementos

indivisibles los capta la razón por intuición, un modo de conocimiento racional e inmediato y que

no deja lugar a dudas. Es por intuición como sabemos que existimos, que pensamos, etc.

c) TERCERA REGLA: REGLA DE LA SÍNTESISConducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos; y suponiendo un orden aun entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros.La tercera regla recomienda una reconstrucción de la dificultad o problema partiendo de los elemen-

tos simples e indivisibles a que nos ha llevado la regla anterior. Del conocimiento evidente de una

verdad captada por intuición la mente va pasando a otra, y así sucesivamente. A ese proceso de la

mente que pasa del conocimiento intuitivo de una verdad evidente a otra, de esta a otra, etc., lo lla-

ma Descartes deducción. Pero esta deducción cartesiana no es sino una cadena o sucesión de in-

tuiciones para llegar al conocimiento de lo complejo.

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Estos procesos deductivos aconsejados en la tercera regla son semejantes a la deducción geo-

métrica: a partir de la intuición de verdades simples evidentes (por ejemplo, a partir de la intuición

de la idea de triángulo), se pueden reconstruir deductivamente otros conocimientos más complejos

(como, por ejemplo, que la suma de sus ángulos mide 180º). Y esos modelos de largas cadenas de

deducciones que se hacen a partir de definiciones y axiomas, pueden aplicarse, según Descartes, a

todas las ramas del saber.

d) CUARTA REGLA: REGLA DE LA ENUMERACIÓNHacer, en todo, enumeraciones tan completas, y revisiones tan generales, que estuviera seguro de no olvidar nada.Esta cuarta y última regla tiene como propósito poner la mente a cubierto de posibles errores por fa-

llos de la memoria. Si la enumeración de los pasos dados de verdad a verdad (de eslabón a esla-

bón) no es completa y se pasa por alto un error, se pone en peligro la trabazón del proceso, y

con ello, la certeza de la conclusión. Y sabemos que Descartes buscaba verdades seguras, sin asomo

alguno de duda.

3. LA DUDA METÓDICA

Establecido el método, se hace necesario aplicarlo para alcanzar una primera verdad

clara y distinta, indubitable, que sirva como cimiento de todo el desarrollo posterior de su filoso-

fía. Encontrada una primera verdad, podremos alcanzar distintas verdades, en las diferentes ramas

del saber, procediendo con igual método. Es en este punto donde Descartes utiliza la duda, reformu-

lando el escepticismo defendido por Montaigne. Dudar de todo como herramienta metódica.

3.1 CARACTERÍSTICAS DE LA DUDA

Los rasgos básicos de la duda propuesta por Descartes son:

-Metódica: El estado de duda es una etapa preliminar. No es un fin en sí misma, sino un medio, un

camino que conduce a la certeza.

-Universal: Se aplica sin restricción alguna a todo aquello que puede ser dudado.

-Exagerada: Con ello se quiere decir que es radical. Descartes nos dice que tenemos que dudar de

aquello que es falso, pero también -y esto es lo esencial- de aquello que podamos plantear alguna

duda, incluso en el caso de que no podamos demostrar que es falso.

-Provisional: Por esta razón, la duda no es definitiva, sino un estado provisional de la mente que

busca la verdad.

-Teorética: No se extiende al ámbito práctico. Su aplicación es puramente teórica.

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3.2 MOTIVOS DE DUDA

El proceso de duda alcanza en Descartes tres estadios diferentes que, en un proceso crecien-

te de radicalización, tendrán como resultado la evidencia de una primera verdad clara y distinta:

a) PRIMER MOTIVO DE DUDA: LOS DATOS PROCEDENTES DE LOS SENTIDOS

Este primer motivo tiene en cuenta los sentidos, cosa lógica, por otra parte, en un racionalista. Los

sentidos nos han engañado alguna vez, y por tanto, “es prudente no fiarse nunca por completo

de quienes nos han engañado alguna vez”, dice Descartes en el Discurso del Método. Para la ma-

yoría de los hombres, lo más probable es que los sentidos no nos engañen, pero Descartes piensa

que la probabilidad no equivale a certeza, y certeza era lo que estaba buscando.

b) SEGUNDO MOTIVO DE DUDA: LA CONFUSIÓN ENTRE VIGILIA Y SUEÑO

Una cosa es dudar de que las cosas sean como los sentidos nos las muestran, pero no parece lógico

pensar que las cosas no existan. No parece que yo pueda dudar, por ejemplo, de que estoy sentado

leyendo estos apuntes. Sin embargo, se plantea Descartes, me ha sucedido alguna vez haber soñado

que estaba en este mismo sitio haciendo lo que ahora hago, cuando en realidad dormía plácidamente

en mi cama. ¿No podría ser que también ahora esté soñando, pues “no hay indicios ciertos para dis-

tinguir el sueño de la vigilia”?

La imposibilidad de distinguir si soñamos o estamos despiertos (en vigilia) fue el segundo mo-

tivo aducido por Descartes para poner en duda la realidad de todo el mundo exterior.

c) TERCER MOTIVO DE DUDA: LA HIPÓTESIS DEL GENIO MALIGNO

Aunque estuviera soñando y las cosas que creo estar viendo fueran ilusiones, algunas cosas no ofre-

cen duda; por ejemplo, las verdades matemáticas. Soñando o despiertos, seguirá siendo igualmente

verdad que un triángulo sólo puede tener un ángulo recto. El argumento parece contundente pero

Descartes echa mano de un motivo para dudar incluso de las verdades matemáticas que roza lo ex-

travagante: ¿y si mi entendimiento estuviera manipulado por un “genio maligno” que se complacie-

ra en engañarme haciéndome tomar por verdadero lo que no lo es? Esta hipótesis de un genio ma-

ligno que anulara la certeza de los propios razonamientos matemáticos, tercer motivo de duda,

hace desvanecerse la posibilidad de hallar una verdad indubitable.

4. EL COGITO (RES COGITANS): CRITERIO DE VERDAD

Parece que nada resiste a la duda llevada a este extremo de radicalidad. El no estar seguro de

nada parece sumirle en un completo escepticismo, pero no es así: le conduce a la verdad absoluta.

Del hecho mismo de dudar surge la primera certeza. En efecto, si dudo, si estoy persuadido de que

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nada hay en el mundo, si soy engañado por cierto genio maligno, si, en definitiva, pienso, hay que

concluir que yo soy, que yo existo. Pues, si yo no soy nada, ¿cómo puedo dudar'? De manera

que la afirmación “pienso, luego existo” (cogito ergo sum) se presenta como la primera certeza ca-

paz de resistir a todo posible motivo de duda.

“Pienso, luego existo”, es la primera verdad firme y segura sobre la que se propone Des-

cartes fundamentar la Filosofía. Es una verdad intuida, es decir, fruto de la intuición: a la vez que

pienso, en ese mismo momento percibo mi existencia. Pensamiento y existencia están tan íntima-

mente ligados que si dejara por un instante de pensar, cesaría por completo de existir. Por tanto, la

proposición “dudo de que existo” es, a todas luces, contradictoria y absurda. San Agustín ya antici-

pó esta primera verdad con su “si fallor, sum” (si me equivoco, existo).

Una vez establecida su propia existencia, Descartes investiga cuál es su naturaleza o es-

encia. ¿Qué clase de cosa soy yo? No soy esencialmente un ser físico, ya que, aplicando el método

de la duda, puedo dudar de que posea un cuerpo o de que existan siquiera los objetos externos. Los

únicos atributos que no puedo negar de mí mismo son los mentales. Por ello, he de inferir que “soy

una sustancia cuya naturaleza o esencia completa consiste en pensar”. Y “pensar” incluye

cualquier estado psíquico o vivencia mental: Soy una cosa que piensa, es decir, una cosa que duda,

entiende, concibe, afirma, niega, quiere y también imagina y siente.

Por tanto, el cogito es la primera verdad, pero además es el prototipo de toda verdad.

Cree que esta intuición es indudable por ser clara y distinta. Por ello concluye: Todo cuanto perciba

con igual claridad y distinción será verdadero y cierto. El problema será ahora escapar del solipsis-

mo (aislamiento del yo) al que parece condenarle ese cogito.

5. LAS IDEAS Y SUS CLASES

Para escapar de un cogito que solo garantiza la existencia del yo , debe saber si lo que

piensa como verdadero es realmente verdadero, o sea, si el pensamiento puede ser objetivo y

captar la realidad. Como no puede salir del cogito -por ser la única evidencia-, debe partir del

interior de este, así que la argumentación será a priori. Del cogito ha de extraerse todo

conocimiento, incluido, claro, el de que existe la realidad extramental. ¿Con qué cuenta Descartes

para llevar esto a cabo? Con dos elementos: el pensamiento como actividad (“yo pienso”) y las

ideas que piensa ese “yo”.

Debe, pues, partir de las ideas analizándolas cuidadosamente para buscar si alguna de ellas

sirve para romper el cerco del cogito y salir a la realidad extramental escapando del solipsismo.

Según su origen distingue tres tipos de ideas:

-Ideas adventicias, aquellas que parecen llegadas de fuera de mí, puesto que parecen representar

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realidades o cosas externas a mí. Por ejemplo, ideas de hombre, de casa, de libro, etc. Dice “pare-

cen” porque Descartes aún duda de la existencia de realidades exteriores.

-Ideas fácticas, las ideas formadas por mi propia mente a partir de ideas adventicias. Por ejemplo,

la idea de Centauro, ser mitológico mitad hombre y mitad caballo.

-Ideas innatas. Algunos contenidos del pensamiento -pocos, pero muy importantes- no son de nin-

guna de las dos clases anteriores. No lo son, por ejemplo, las ideas de pensamiento, de existencia,

de extensión, de infinitud, que también se encuentran en el yo. Esta clase de ideas no proceden de la

experiencia sensible ni las ha construido a partir de esa experiencia. ¿Cuál es, pues, su origen? Son

innatas, dice Descartes, “nacidas conmigo”.

6. DIOS: LAS RES INFINITA

A Descartes le interesaba especialmente la idea innata de infinitud, que identificó con la idea

de Dios. Una vez probado que la idea de un Dios infinito que hay en la mente es innata, tenía

que demostrar que Dios existe, pero no sólo como idea innata en mi mente, sino también y sobre

todo como realidad extramental. Para demostrar su existencia elaboró varios argumentos:

-El argumento noológico, ya formulado por san Agustín, reformulado por Descartes del siguiente

modo: la idea de la existencia de un ser infinito en mi mente, en tanto que realidad objetiva (con-

ceptual), ha de tener una causa proporcionada a la idea (es decir, la causa debe tener al menos tanta

realidad formal -en acto- como realidad objetiva hay en dicha idea), luego ha de existir un ser infini-

to que sea la causa de la idea de ser infinito en mi mente.

-La tercera vía tomista sobre lo contingente y lo necesario: la realidad contingente de nuestra

existencia –que llega a ser y que deja de ser- requiere un fundamento necesario, y ese fundamento

es Dios.

-El argumento ontológico, ya formulado por san Anselmo, reformulado del siguiente modo: si ten-

go en mi mente la idea de Dios y lo concibo como el ser más perfecto que pueda pensarse, entre sus

perfecciones habrá de encontrarse la existencia, pues de lo contrario no sería el ser más perfecto que

pueda pensarse, y siempre podría pensar en otro más perfecto, a saber, en uno que existiera.

7. EL MUNDO: LA RES EXTENSA

Cuando Descartes consideró probada la existencia de Dios como ser perfecto, es decir,

de infinito poder, de infinita sabiduría, de infinita veracidad y bondad, tenía el camino expedito

para poder afirmar, superando la duda, que existía la realidad exterior o mundo. En efecto, si

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Dios es el autor de mi naturaleza, y Dios es infinitamente veraz y bueno, no puede complacerse en-

gañándome, no ha podido crear mi razón de tal modo que me induzca a tomar como falso aquello

que se me presente como evidente. La hipótesis del genio maligno se desvanece, y ya no hay razo-

nes para temer que cuando yo pienso que el mundo existe esté sufriendo un error. Dios garantiza

que a mis ideas adventicias les corresponde una realidad extramental.

El Dios cartesiano, sin embargo, no avala la veracidad de todas las ideas adventicias. Cuan-

do veo un color o percibo un aroma, por ejemplo, Dios no está avalando la existencia de esas cuali-

dades. Para Descartes, como para Galileo y para la Física moderna en general, sólo existen real-

mente las cualidades llamadas primarias, es decir, la forma o figura, la extensión y el movi-

miento (las cualidades que se pueden describir matemáticamente). El resto de las cualidades que

captamos en los cuerpos (colores, sabores, sonidos, olores, etc.), conocidas como cualidades se-

cundarias, sólo tienen existencia subjetiva. Por lo tanto, según Descartes, el Dios autor de mi en-

tendimiento sólo garantiza del mundo exterior aquello de lo que puedo tener certeza, y certeza

solamente se tiene de lo que puede percibirse clara y distintamente.

En el proceso anterior podemos encontrar una inconsecuencia bastante grave, a saber:

Descartes nos señala que en la regla de la evidencia (claridad y distinción) no se sigue criterio abso-

luto de certeza (o de verdad) más que porque Dios me lo garantiza y, por tanto, mientras no haya

demostrado la existencia de Dios dicho criterio no podrá ofrecerme seguridad; ahora bien, para de-

mostrar la existencia de Dios, Descartes recurre al criterio de certeza; lo cual constituye un círculo

vicioso y, por tanto, una demostración poco rigurosa.

8. LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD: LAS TRES SUSTANCIAS

El término realidad lo tomó Descartes del vocablo latino res que quiere decir cosa. Así

pues, la realidad está compuesta por cosas. Ahora bien, si cosa significa ser real y la palabra ser

también viene del latín, que significa existir, se puede deducir que el término cosa es equivalente a

sustancia, que Descartes, en la tercera de sus Meditaciones definió de la siguiente manera: “aquella

cosa que existe de tal manera que no necesita ninguna otra para existir”. Lo que ocurre es que

esta definición de sustancia únicamente es aplicable a Dios, por lo que de manera analógica Descar-

tes aplicará este término cuando se refiere a la sustancia pensante o yo, así como a la sustancia ex-

tensa o mundo corpóreo. De este modo, ambas sustancias no pueden existir sin la acción de Dios.

Por tanto, hay dos clases de sustancias:

-La sustancia infinita: Dios (res infinita), a quien corresponde absolutamente esta definición.

-Las sustancias finitas: el yo (res cogitans) y el mundo (res extensa).

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Por otro lado, Descartes dice que a cada sustancia le corresponde un atributo, que cons-

tituye su esencia y por el que se conoce. El de Dios es la infinitud; el del alma, el pensamiento;

y el del cuerpo, la extensión. Las sustancias finitas (el yo y el mundo) tienen, además, una serie

de cualidades variables no esenciales: los modos. Son modos del pensamiento: amar, soñar, sen-

tir..., y de la extensión: la figura, movimiento, tamaño, posición… Por ejemplo, un cuerpo

(sustancia) es extensión (atributo) que tiene una figura determinada (modo).

9. EL HOMBRE: DUALISMO ANTROPOLÓGICO

El hombre es un compuesto de dos sustancias, la sustancia pensante y la sustancia ex-

tensa. Y, como el entendimiento tiene una idea clara y distinta de la sustancia pensante y una idea

clara y distinta de la sustancia extensa, es evidente, según Descartes, que se trata de dos sustancias

distintas, independientes, y que el alma puede existir sin el cuerpo, esto es, que de la muerte del

cuerpo no se sigue la muerte del alma.

Esta posición de Descartes, según la cual cuerpo y alma son sustancias autónomas, tiene impor-

tantes consecuencias: por un lado, la afirmación de la inmortalidad del alma; por otro lado, la

afirmación de la libertad del hombre. En efecto, el alma, en tanto que sustancia pensante, queda

excluida del mecanicismo1 y la necesidad, propios de los cuerpos (sustancia extensa).

Sin embargo, a pesar de concebir cuerpo y alma como dos sustancias autónomas, Descartes es cons-

ciente de la interacción real entre ambas en el caso del hombre. Pues, cuando mi cuerpo está he-

rido -dice en su sexta Meditación-, no sólo percibo la herida mediante el entendimiento, sino que

además siento dolor. ¿Cómo conciliar este hecho con la concepción de cuerpo y alma como sustan-

cias independientes? Se trata de un punto oscuro de la filosofía de Descartes; y su solución de corte

fisiológico, según la cual el alma estaría localizada en un punto concreto del cuerpo, la glándu-

la pineal, situada en la parte central del cerebro, y a través de la cual tendría lugar la interacción

cuerpo y alma, no es, en absoluto, satisfactoria.

10. INFLUENCIA E IMPORTANCIA DEL RACIONALISMO CARTESIANO

El racionalismo cartesiano, y en general el racionalismo moderno, alcanzó una serie de con-

clusiones filosóficas de enorme influencia en la filosofía posterior:

-El racionalismo: la fuente fiable de conocimiento es la razón. Ni la autoridad de los maestros

antiguos, ni tan siquiera la información que nos ofrecen los sentidos resultan fiables a la hora de es -

tablecer verdades seguras. Sólo lo que razón humana es capaz de establecer deductivamente, a partir

1 El mecanicismo es una doctrina filosófica nacida en el siglo XVII, que afirma que la única forma de causalidad es la influencia física entre las entidades que conforman el mundo material.

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de verdades claras y distintas puede ser considerado como un conocimiento seguro. Esto no quiere

decir que el racionalismo rechace por completo el conocimiento sensible en el trabajo del científico.

Lo que los racionalistas sostienen es que la fuente de la verdad científica es la razón y los principios

racionales innatos.

-El determinismo: todo sucede necesariamente. Los fenómenos de la naturaleza se rigen por le-

yes fijas e invariables, predeterminadas desde la creación del mundo por Dios.

-La matematización de las ciencias: las leyes que rigen los fenómenos han de reducirse a ex-

presiones matemáticas. Las matemáticas son la ciencia más segura de todas y, por tanto, el modelo

de conocimiento científico. Sólo si logramos reducir todos los fenómenos a cantidades matemáticas

lograremos un conocimiento seguro.

-El optimismo racionalista: todo tiene una explicación racional. La razón humana es capaz de

descubrir las leyes que rigen el mundo físico si utiliza el modelo adecuado de la ciencia, que consis-

te en expresar matemáticamente todas las regularidades físicas.

Estos postulados dieron lugar, con el tiempo, a una posición intelectual según la cual la ra-

zón humana es el criterio último de verdad, y no el dogma religioso o a la autoridad de los filósofos

antiguos. Como consecuencia de esta actitud se inició, durante la Época Moderna, un proceso de

autonomía de la razón, que se extendió poco a poco, no sólo a la ciencia, sino también a la ética y

a la política. El racionalismo dio lugar también al idealismo moderno. Para esta postura la realidad

es primero pensada por el sujeto -o percibida por el sujeto, como luego dirán los empiristas-, conce-

bida de un modo subjetivo, por lo que nuestro conocimiento del mundo es siempre una proyección

del sujeto que conoce.

Además, el racionalismo se constituyó en una de las filosofías -junto con el empirismo- que funda-

mentaron teóricamente el método científico propuesto por Galileo. Para hacer ciencia hay que utili-

zar la razón y la experiencia. Su adecuada conjunción dio lugar a la ciencia moderna y a la técnica

de ella derivada. Los inventos y descubrimientos científicos se sucedieron desde entonces sin parar

y el ser humano, por primera vez en mucho tiempo, fue capaz de explicar y dominar muchas fuerzas

de la naturaleza. Este progreso técnico generó una confianza inusitada en la capacidad racional.

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