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 Dossier Sujetos en emergencia: nueva crítica de la modernidad peruana Coordinado por Julio Ortega y Natalia Matta

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  • Dossier

    Sujetos en emergencia: nueva crtica

    de la modernidad peruana

    Coordinado por Julio Ortega y Natalia Matta

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  • Julio Ortega*

    Presentacin

    El 28 de julio de 2009, al conmemorarse el 188 aniversario de la independencia delPer, en su informe a la nacin el presidente Alan Garca prometi que en 2021, cuandose conmemore el bicentenario de la emancipacin, el Per ser un pas del primer mundo.En doce aos, culminando el programa econmico neoliberal, la Repblica habra elimi-nado la pobreza que hoy afecta a ms del 32 por ciento de la poblacin. Aun si la polticase ha convertido en una retrica del espectculo, la crtica de ese informe fue puntual ypersuasiva en buena parte de los medios peruanos. Notablemente, la crtica de la retricapoltica se poda leer como parte de la sintomatologa de un debate ms interno: el carc-ter conflictivo de la modernidad en el Per. Ese debate afecta y define a los agentessociales y culturales, compromete el registro disciplinario del ejercicio acadmico, y alno estar dirigido por autoridades ni teoras dominantes es ms horizontal y dialogado. Enlos ltimos aos, adems, la reflexin por el lugar del Per en el proyecto moderno hadejado de girar en torno a los temas de la identidad, al eje de polaridad tradicional-moderno, a las ideologas como grandes relatos; y, lo que quiz sea ms importante, haexcedido la visin culturalista de una diferencia autrquica que ocult la diferencia declase, esa fbrica del poder en el Per.

    La pregunta por el programa modernizador se inscribe crticamente en la naturaliza-cin dominante del neoliberalismo globalizado, cuya conversin de la vida cotidiana enmercado compulsivo ha terminado por problematizar las bases de la comunidad, losvalores de la civilidad, y la racionalidad misma del orden social. El voluntarismo del dis-curso presidencial forma parte de la patologa compensatoria: el mercado consume tam-bin el futuro, desvalorndolo. Unas semanas despus del malhadado discurso, el pasasista a una ceremonia ms elocuente: despus de 25 aos de la matanza de campesinosen el pueblo de Putis, el Ministerio Pblico y el Equipo Peruano de Antropologa Foren-se entregaba a los comuneros 92 atades con los restos de las vctimas, 28 de las cualesfue posible identificar. Se espera ahora que la Fiscala de Ayacucho haga la denuncia dela matanza ante el Poder Judicial. Las exhumaciones de 2008 no pudieron identificar a la

    * Julio Ortega es profesor de literaturas hispnicas en Brown University, donde dirige el Proyecto Tran-satlntico. Sus ltimos libros son: Transatlantic Translations. Dialogues in Latin American Literature(2006); Rubn Daro: Obra potica (ed.; 2007); Adis Ayacucho (2008); Imagen de Carlos Fuentes(2008); El hacer potico (2008); y Antologa del Nuevo Cuento Latinoamericano (2009). Julio Ortegacoordin este dossier en colaboracin con Natalia Matta, Teaching Fellow en el Departamento deEstudios Hispnicos de Brown University, quien ha publicado artculos y reseas sobre letras colonia-les y modernas del Per y actualmente est trabajando en su tesis doctoral sobre Historia y modernidaden el Per: mestizaje, utopa andina y nacin en la nueva novela histrica peruana. Ib

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    mayora de las vctimas porque sus parientes haban sido tambin asesinados. El velato-rio de 90 de los 400 desaparecidos coincida con el sexto ao del Informe de la Comisinde la Verdad y Reconciliacin que, presidida por el filsofo Salomn Lerner, ex rector dela Universidad Catlica, todava no ha sido asumida por el Estado peruano, y cuya docu-mentacin de la matanza de unos 70.000 peruanos en la guerra sucia entre SenderoLuminoso y el ejrcito carece de representacin en la vida nacional. La verdad de laComisin de la Verdad es todava un hueco en el lenguaje. Porque el Informe tendra queser seguido no slo por la exhumacin de las fosas comunes y el enjuiciamiento de losculpables, sino por un nuevo Contrato Social. Despus de todo, en su genealoga la ideamisma del contrato social se debe a la necesidad de darle un lugar a las vctimas.

    La Comisin de la Verdad terminaba recomendando la creacin de un Museo de laMemoria pero el gobierno no pareca cmodo con la idea de proponer, precisamente, unarepresentacin oficial de la matanza. Mario Vargas Llosa le plante al presidente AlanGarca la necesidad del museo y ste le pidi que la presidiera, lo que el escritor acept.El museo, en manos de varios comits ahora, parece orientarse a construir un espaciovisual e informativo sobre los hechos, haciendo de la memoria conciencia y leccin. Hayconsenso pblico en concebir este museo como necesidad educativa, y hasta reparadora,aunque no deja de ser irnico que su proyecto sea previo a las sanciones por los crme-nes. Anticipa a pasar pgina cuando apenas se ha empezado a citar a los culpables. Escierto que los jefes de Sendero Luminoso han sido juzgados y estn en prisin, pero losmilitares, salvo en muy pocos casos de rango menor, no han sido encausados.

    El debate sobre el Museo de la Memoria, eso s, ser propicio para definir el conflic-to y sus representaciones. Dada la intimidad conflictiva de la vida pblica peruana actual,no sera extrao que el debate sea ms interesante que el museo mismo. Por lo pronto, ungeneral se ha adelantado a declarar que ese museo debe representar el punto de vista dela Fuerza Armada. Aunque los museos no pueden sino ser mediaciones estatales, y nosera sensato hacerse ilusiones sobre sus resultados, no tendr ms remedio que docu-mentar los hechos con su contundencia irresuelta. Siendo la memoria una economa delolvido, tampoco sera raro que las polticas de la tachadura impongan tambin aqu suviolencia. Despus de todo, quienes rehsan la memoria han demostrado estar mscmodos con la paz de los sepulcros.

    Pocas veces se haba hecho ms transparente la ideologa liberal como en el caso deBagua, en la Amazona peruana, donde los indgenas organizados se rebelaron ante elintento del gobierno de ocupar sus tierras para hacerle espacio a las transnacionales queexplotaran el gas natural; los muertos, policas y campesinos, son las ltimas vctimasde la violencia de un sistema que sin preguntarles a ellos decidi que el subsuelo era delEstado y no de los campesinos. El gobierno tuvo que retroceder, pero ms retrocedi laidea misma de nacin en este Per.

    Pero el movimiento por los derechos humanos tiene muchos otros protagonistas,agentes y sujetos cuya funcin en esta verdadera formacin discursiva peruana ha adqui-rido la edad moral de la enunciacin, y se expresa desde los lugares de la memoria testi-monial, el teatro bilinge, el arte pblico, el cine verista, el circuito internutico, en laconcurrencia creativa de una sociedad civil desencantada de la poltica, crtica del mer-cado del desvalor, y capaz de rearticular la demanda de certeza. Extraordinariamente,cada quien tiene un lugar de la memoria en esa Memoria en construccin, cuyos espa-cios y escenarios de exploracin son distintos pisos ecolgicos de la significacin; esto

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  • es, de la reproduccin de la pregunta por la verdad. As, hay artesanos que han represen-tado en el arte popular las migraciones desencadenadas por la violencia; asociaciones demujeres que han organizado talleres de testimonio y hasta concursos de historias de vida,seguramente bajo el poderoso ejemplo de los testimonios de los familiares (no menosvctimas) de los campesinos asesinados o desaparecidos; y hay no pocos escritores(scar Colchado, Alonso Cueto, Santiago Roncagliolo, Daniel Alarcn, Ivn Thays,entre muchos ms) cuyas obras han elaborado, con agudeza, con valor, la posibilidadms incierta: la de dar una imagen a lo que no tiene imagen, la violencia.1

    Otros intelectuales, periodistas y cronistas han trabajado articulando el margen delluto y el margen de la denuncia documentada. Son ejemplares las investigaciones deGustavo Gorriti en torno al terrorismo de Sendero Luminoso, y de Ricardo Uceda sobreel terrorismo de Estado en el gobierno de Fujimori; constituyen un verdadero nuevognero donde la historia, la crnica y el reportaje de investigacin adquieren un valoranaltico sobre la naturaleza poltica de la violencia. En esa margen esclarecedora serecuperan el sentido, su humanidad zozobrante, y la dignidad del pensamiento crtico enuna poca de corrupcin estatal, complicidad de buena parte de los medios, y amoralis-mo de la clase dominante y la media ascendente. Por su parte, los psicoanalistas nosdicen que el racismo equivale a la autonegacin irrisoria, a la represin del otro en el yo.Pero hay tambin espacios digitales, bitcoras y redes de portales, que son ya el primerrecinto donde la memoria no se deja domesticar y ejerce su tiempo pleno de presente. ElEquipo de Antropologa Forense propone otro tipo de concurrencia: utiliza la tcnica delFlash Mob (la muchedumbre convocada en un lugar pblico) bajo el lema de Abre tuparaguas, suerte de manifestacin minimalista, en la cual llevar un paraguas y abrirlosupone ofrecerle refugio a los otros. Sobresale en esta esfera pblica de un arte polticoperformativo la capacidad de sintona del grupo teatral Yuyachkani, que ha llevado susobras a las comunidades mismas donde la violencia cundi, y sigue elaborando la formapopular de la pregunta por la identidad migratoria de la vida peruana.

    La literatura peruana y tambin la reflexin crtica sobre su sistema, produccin yrepresentaciones han tenido en estos aos una funcin extraordinaria: han asumido laresolucin de la violencia. Si el Estado peruano no fue capaz de dirimir la demanda dejusticia, si el aparato jurdico careca de la independencia necesaria para cumplir sudeber, y si la mayora de los medios confirmaba el silencio de las clases en control, laliteratura hizo suyo el imaginario de los derechos humanos. No para aleccionar a nadie,ni reemplazar al testimonio o a la denuncia, sino para despertar en la escena de la lecturauna humanizacin de la conciencia. Y si la conciencia se forja en el ejercicio de la liber-tad y sostiene la identidad del sujeto, este discurso construye los trminos del nuevoContrato Social, el de una comunidad recuperada por la imaginacin crtica.

    se es el contexto donde emergen los nuevos sujetos y sus representaciones. Son lospersonajes que en los relatos de Cronwell Jara hacen el camino de la migracin delcampo a la ciudad, buscando la ltima orilla de lo marginal donde afincar su castellanoandino, que es tambin una nueva lengua peregrina, cuyo discurso parece ser la materiade otra nacin. Y son los personajes que recorren la urbe en los relatos de FernandoAmpuero, buscando en la negociacin de lo casual cohabitar con la violencia. Si en

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    1 Vanse Favern Patriau (2006), Gutirrez (2007) y Saucedo Segami (2007).

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  • Montacerdos (1981) de Jara (uno de los relatos ms conmovedores del peregrinaje delcastellano andino y sus sujetos fundadores de una pre-urbanidad) se trata del drama delafincamiento; en Caramelo verde (1992) de Ampuero (una confesin tan eficaz que elnarrador nos hace cmplices de su crimen) se trata de la desocializacin, de la fuga a laselva, donde los aviones que transportan la cocana dictan la hora, habiendo sustituido altiempo del reloj. Y cmo no concluir que tanto la corrupcin endmica como el narco-trfico son el otro lado del mercado neoliberal? Como en las novelas de Gabriel GarcaMrquez, donde el contrabando es la racionalidad econmica y la prostitucin es la rela-cin social paralela, en el nuevo relato peruano los sujetos marginales al sistema lo con-firman desde su revs, el mercado negro.

    Otros sujetos toman la palabra en la nueva novela histrica, en una verdadera saga dereconstruccin. Miguel Gutirrez, Edgardo Rivera Martnez, Luis Enrique Tord, LuisNieto Degregori, Enrique Rosas Paravicino, Fietta Jarque han elaborado el linaje de unamemoria regional que la historia documenta y la narracin libera, ya sea con la crtica,con el lirismo o con el mito, esa historicidad de los sujetos despierta en el presente connuevos reclamos y protestas. La memoria, nos dicen estas novelas histricas, construyelos saberes de la pertenencia como ms durables. La literatura responde, as, a las fractu-ras del pas con una labor reconstitutiva y, a veces, reparadora.2 La literatura es lo ltimoque prevalece de las restas del pasado. En el cuento ngel de Ocongate (1986) deRivera Martnez, un ngel cado de la iglesia de un pueblo andino (un ngel peruano dela historia) no sabe quin es, ha olvidado su funcin, y se echa a caminar en busca de susignificado perdido. Es una cifra del lenguaje sin referente, pero en el relato su parbolase convierte en una leccin de lectura: el lenguaje sin articulacin, como en la Comediadantesca, es el Infierno.

    Antonio Cornejo Polar observ, a propsito de Jos Mara Arguedas, que la migra-cin es una saga donde recomenzaba el relato contemporneo peruano. Anbal Quijanose ha remontado a los orgenes de la prctica colonial para inscribir la dominacin perua-na en un esquema de modernidad incautada por las nuevas formas coloniales. GustavoGutirrez se remont al padre Las Casas para situar a Jos Mara Arguedas en un cristia-nismo cuyo sujeto es el pobre, recuperando la dimensin tica de nuestro trabajo. Alber-to Flores Galindo resitu la crtica en los sujetos andinos, cuya historicidad busc articu-lar desde el presente. Fernando Fuenzalida, Luis Millones y Rodolfo Cerrn Palomino,por otro, ampliaron la nocin de la contemporaneidad peruana, sus visiones, negociacio-nes y hablas, que entre el campo y la ciudad ilustraban el paso del nuevo sujeto, hecho deganas y hervores como haba apostado Arguedas. En la crtica de arte, Gustavo Bun-tix desarroll lo que probablemente es el primer modelo de articulacin de arte, mercadoy museologa en el Per, postulando leer en ello las ruinas anticipadas de la modernidad;su crtica radical se demostr no slo polmica sino tambin profundamente recuperado-ra de la actualidad creativa popular en los aos de la peor violencia. Mirko Lauer analizla cultura material, en su caso los artesanos, para pasar luego a recuperar el proceso delas vanguardias peruanas como una secreta y a menudo iluminada construccin del mar-gen cosmopolita y nativo a la vez, alterno a las fuerzas dominantes. Y en la crtica polti-ca del poder y de la cotidianidad, que en este caso postula la reconstruccin del tejido

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    2 Vanse Vich (2000) y Matta (2009).

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  • social y la comunidad posible, los trabajos de Julio Cotler, Carlos Ivn Degregori, MaxHernndez, Carlos Franco y Maruja Barrig han estado siempre comprometidos con elposicionamiento de los sujetos que disputan incluso las disciplinas sociales y su lecturatopolgica. Precisamente, estos migrantes, pobladores nuevos, mujeres dirigentes, lde-res comunales, negociantes y empresarios de a pie, que hace tiempo configuran los pro-cesos de informalidad, permean la sociedad entera; y ponen en cuestin, con su fluidez yestrategias de desborde, el campo de objetos definidos que las disciplinas presuponen,cuya teora es la legibilidad de la informacin social. Nuestros mejores crticos, por ello,no se han resignado a la autoridad y han practicado su propia desautorizacin. Ya lohaba previsto Arguedas, a propsito de demasiados doctores.

    Pues bien, este dossier propone la actualizacin de esa tradicin crtica de la moder-nidad desigual (raigal, situada y desencadenante) a travs de una muestra de trabajosdebidos a cuatro crticos peruanos. Por un lado, se discute la representacin de los suje-tos emergentes y en emergencia ledos con rigor y libertad por este grupo de jvenesestudiosos, que han decidido radicar en su pas, y cuya capacidad analtica ha sido proba-da en sus previos trabajos. Por otro, se postula una puesta al da de la problematicidad delo moderno en el Per, vista a partir de los orgenes de la novela peruana y su lugar en lalectura (valiosa reconstruccin de Marcel Velzquez Castro); debatida en la intimidaddel dilogo quechua-espaol en la novela Rosa Cuchillo (1997), paradigmtica del archi-vo de la violencia (estudio debido a Vctor Quiroz); observada desde el drama de larepresentacin del mundo material en la poesa de Jos Watabane, uno de los mayorespoetas contemporneos peruanos, prematuramente muerto en 2007 (trabajo de VctorVich, que resume sus investigaciones sobre el autor); y discutida, no sin bro, a propsitode Madeinusa (2006), la primera pelcula de la directora peruana Claudia Llosa, cuyoxito internacional ha reconocido su capacidad tcnica, pero cuya representacin desujetos andinos ha resultado problemtica y, por lo mismo, ejemplar del conflicto ideol-gico que, inevitablemente, transparenta en el espacio de la produccin y el consumo(elocuente desmontaje crtico de Juan Carlos Ubilluz Raygada).

    De modo que estos sujetos emergentes asumen su varia emergencia (el sujeto repre-sentado en el primer relato de la modernizacin; el sujeto andino entre dos aparatos deguerra que terminan arruinando sus propias versiones de lo moderno; el sujeto poticoque redefine la materialidad del mundo para poner a prueba el uso del habla, esa deman-da de humanidad; y el sujeto femenino, irrepresentable en los trminos de su moderniza-cin como estereotipo social) y protagonizan una modernidad cuestionada como ilusincosmopolita (Velzquez), recusada por la violencia (Quiroz), interrogada por el hablanominativa (Vich), y puesta en duda en su procesamiento de una imagen del mundoandino (Ubilluz). As, estos sujetos acarrean sus representaciones pero tambin el esce-nario de su lectura, donde la perspectiva del crtico los reinscribe para que revelen susmecanismos de enunciacin. De distinto modo, en estos trabajos se prosigue el debatesobre la modernidad y sus lugares de memoria ilusorios, zozobrantes, recobrados y vuel-tos a perder. La modernidad, probablemente, sea esa permanente sustitucin de los testi-gos que documentan su intrnseca violencia. La crtica, una vez ms, prueba con bro ysolvencia, ser el gnero del relevo, capaz de retomar la lectura de la crisis del presente yrevelar la retrica que lo encubre; esto es, procesa la patologa de lo moderno, que pro-mete el bienestar sin bien del primer mundo, construir el museo de las ruinas y represen-tar a las vctimas de ayer desde el exotismo de hoy.

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  • Bibliografa

    Favern Patriau, Gustavo (ed.) (2006): Toda la sangre: antologa de cuentos peruanos sobre laviolencia poltica. Lima: Matalamanga.

    Gutirrez, Miguel (2007): La novela y la guerra. En: Libros & Artes, 18-19 y 20-21, pp. 11-16;18-25.

    Matta, Natalia (2009): El lugar de la memoria en Yo me perdono (1998) de Fietta Jarque. En:Crnicas urbanas, 14, pp. 151-158.

    Saucedo Segami, Carmen (2007): Intersecciones entre cultura e ideologa: una lectura de RosaCuchillo de scar Colchado Lucio. En: Lhymen. Cultura y literatura, IV, 4, pp. 49-65.

    Vich, Vctor (2000): El secreto poder del discurso. Notas sobre Miguel Gutirrez (y sobre el IncaGarcilaso). En: Revista de Crtica Literaria Latinoamericana, 26, 51, pp. 141-153.

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