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  • ECOLOGIA, ESPIRITUALIDAD YCONOCIMIENTO

    -de la sociedad del riesgo a lasociedad sustentable-

    Vctor M. Toledo

  • Primera edicin: 2003

    Programa de las Naciones Unidas para el Medio AmbienteOficina Regional para Amrica Latina y el CaribeBoulevard de los Virreyes 155Col. Lomas de Virreyes11000, Mxico D. F.www.pnuma.org

    Universidad IberoamericanaBoulevard del Nio Poblano 2901,Unidad Territorial Atlixcyotl, 72430Puebla, Puebla.www.iberopuebla.net

    ISBN 968-7913-24-X

  • Este libro es para Cosqui, fiel y sereno,quin cuid nuestra casa durante 12aos, y quin habr de guiar mis pasospor la larga noche

  • PRLOGO

    INTRODUCCIN1. De la sociedad del riesgo a la sociedad sustentable

    LA SOCIEDAD DEL RIESGO2. La globalizacin del riesgo3. La guerra biolgica: una puerta hacia el infierno4. Bioterrorismo: pesadilla de Occidente5. La religin del automvil6. Los peligros de la carne7. El riesgo ecolgico: una amenaza global

    HACIA UNA SOCIEDAD SUSTENTABLE8. Ecologa, espiritualidad, conocimiento9. Pueblos indios y biodiversidad: una visin planetaria10. Ecologa sagrada en tierras mayas11. Tomar caf es tomar conciencia: agroforestera indgena

    en mesoamrica12. Ciencia para una sociedad sustentable13. Taosmo, teora de la resiliencia y sabidura indgena14. El mito de la escala: la superioridad de la pequea pro-

    duccin15. Construyendo la sociedad sustentable: el caso de Ro

    Grande do Sul

    LITERATURA CITADA

    CONTENIDO

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    15

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  • PRLOGO

    Es probable que nunca antes los seres humanos hayamos esta-do frente a un mundo tan vertiginoso, y por lo mismo indescifra-ble, como el actual. Anthony Giddens (1999) le ha llamado unmundo desbocado y Francis Fukuyama (1999) la gran ruptu-ra, en tanto que para el historiador J. R. McNeill (2000) se tratade algo nuevo bajo el sol. Casi todos sus analistas, pensadoresde las ms dismiles corrientes, estn de acuerdo en que esteprogresivo aceleramiento y complejidad de la realidad contempo-rnea es consecuencia del proceso globalizador, apuntalado porlos impresionantes mecanismos tecnolgicos, informticos y eco-nmicos del ltimo medio siglo y por la explosin demogrfica dela especie humana.

    Ello sin embargo nos deja casi en la misma situacin de inde-fensin e impotencia. Se alcanzan a explicar las causas y orge-nes, pero para la percepcin individual y colectiva, el panoramasigue siendo incierto y confuso. El haber acompaado un dobleproceso de reflexin terica y de accin social de casi tres dca-das, me ha convencido de que el vrtigo del mundo contempor-neo se ve atenuado mediante el reconocimiento de la existenciade una sociedad globalizada cuyos mecanismos perversos es ne-cesario develar y superar (la sociedad del riesgo), para susti-tuirla por un nuevo modelo societario y civilizatorio (la sociedadsustentable). Ello permite asumir una actitud que activa nuestracapacidad transformadora y socializadora, y que nos dota de unanueva mstica, de un cauto optimismo, de una nueva visin para laactividad social y poltica. Semejante perspectiva facilita no slola adquisicin de una nueva conciencia, tambin opera como labrjula que orienta la existencia y los proyectos sociales y polti-cos de carcter realmente alternativo.

    Como preludio de una reflexin ms acabada y profunda, elconjunto de ensayos reunidos en este libro intenta ofrecer al lec-

  • 8tor algunas claves para entender la sociedad del riesgo y parareconocer en el aparente caos contemporneo los perfiles deun prometedor movimiento de ideas, conocimientos y actitudescuyo fin ltimo es, est siendo, la construccin de una sociedadsustentable. Por lo anterior el libro es apenas una primera aproxi-macin, sin ninguna pretensin terica, que refleja el estado delarte de un conjunto de ideas, ms intuidas que procesadas, sur-gidas de la experiencia del autor durante su transitar acadmico ysocial de las ltimas tres dcadas. El ttulo invoca por igual lastres fuentes ms notables de las que se nutre este esperanzadorproyecto: la ecologa poltica, la espiritualidad y la metamorfosisdel conocimiento cientfico

    La ecologa poltica, concebida tanto como la explosiva gene-racin de ideas y conceptos que han inundado al mundo en lasltimas cuatro dcadas, como los miles de iniciativas y movimien-tos sociales construidos en torno a temas como la agriculturaecolgica, el riesgo urbano e industrial, el consumo sano y seguro,la apreciacin profunda por la naturaleza o la conservacin de lavida y del planeta, ello ha venido a transformar con tal fuerza ymagnitud los escenarios actuales, que hoy es imposible visualizarcualquier proyecto alternativo sin tomar en cuenta, e incluso sinpartir, de los planteamientos y experiencias derivados de esa co-rriente.

    De acuerdo con el historiador Morris Berman (1987), el mun-do moderno, industrializado, es un mundo desencantado dondela realidad aparece como algo externo al ser humano. La espiri-tualidad surge entonces como un mecanismo de reencantamientodel mundo, de defensa y de recuperacin del ciudadano actualfrente al agobiante mundo materialista, racional y tecnolgico dela civilizacin industrial. Lo espiritual encuentra hoy en da su prin-cipal abrevadero en las culturas y los pueblos indios del mundo.Sus cosmovisiones, conocimientos y prcticas, constituyen unreservorio de inspiracin civilizadora, y sus movimientos, iniciati-vas y demandas, aparecen cada vez ms articuladas al movimientoambiental, tanto que en muchos casos se hace difcil distinguirlos.

  • 9Finalmente, el cuestionamiento y la transformacin del conoci-miento cientfico, donde existe un cada vez ms profundo y ex-tendido movimiento de ideas cimbrando los cimientos filosficos,tericos y prcticos de la actividad cientfica convencional, con-forma el otro eje innovador, no slo porque pone al descubierto elpapel jugado por la ciencia y la tecnologa en la creacin de unmundo injusto, perverso y peligroso, sino porque ofrece elemen-tos para su superacin. Desde el pensamiento complejo hastala ciencia post-normal, participativa y dialogal, hoy existe todauna gama de propuestas innovadoras y crticas que han surgidocomo opciones frente a la inoperancia, ceguera y omnipotenciade la ciencia convencional.

    La idea de reunir estos ensayos se fue volviendo cada vez msntida en la medida en que los sucesos de la ltima dcada, quealcanzaron su cenit el 11 de septiembre de 2001, me fueron con-venciendo de la necesidad de comunicar lo ms ampliamente po-sible una visin y un panorama que por lo comn no traspasa losreducidos crculos de la academia. Hoy, como quizs nunca an-tes, es urgente y necesario comunicar al gran pblico ciudadanola informacin que se maneja en los medios cientficos, universi-tarios y acadmicos; y ello requiere de un esfuerzo especial queconsiste en hacer accesible al sentido comn lo que el alud deinformacin, trminos, conceptos tericos e ideologas diversas,insisten en presentar como algo confuso e indescifrable. No setrata del mero ejercicio de difusin cientfica, cuya inocuidad einoperancia se hace cada vez ms evidente, sino de ofrecer alciudadano datos, sntesis, interpretaciones y descubrimientos quele sirvan para potenciar una visin integrada del mundo, una ex-plicacin coherente y, por fin, una nueva conciencia.

    Seis de los quince captulos que conforman este libro (captulos2 a 5, 8 y 15), son versiones revisadas de artculos periodsticospublicados en el diario La Jornada de Mxico. Por ello estoy endeuda con la hospitalidad brindada por sus editores, especialmen-te Luis Hernndez-Navarro, al haberme aceptado como un cola-borador espordico durante los ltimos aos. Merece especial

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    mencin el captulo dedicado al automvil, la deidad sanguina-ria, reproducido en la revista Ecologa Poltica (Barcelona), por-que examina uno de los casos menos conocidos y ms impactantesdel riesgo industrial. El captulo 6, Los peligros de la carne, estinspirado en un ensayo publicado hace casi dos dcadas en larevista, ya desaparecida, Ecologa, Poltica, Cultura. Decid in-cluirlo porque el asunto que aborda (la alimentacin carnvora)no slo se mantiene vigente sino que se ha vuelto cada vez msdecisivo como un factor de alto riesgo en las sociedades indus-triales. Igualmente el captulo dedicado al riesgo ecolgico (cap-tulo 7) y su proyeccin a una escala global, es una reelaboracinde un texto que he incluido en varias publicaciones por la sencillarazn que contiene datos actuales y esenciales sobre este pre-ocupante tema.

    Los tres captulos dedicados a ilustrar la importancia de lospueblos indios en la construccin de una sociedad sustentable (9,10y 11), tienen diferentes orgenes. El captulo 9 que aborda lasrelaciones entre los pueblos indios y la biodiversidad, es una ver-sin reducida y traducida al espaol de mi artculo sobre el temapublicado en la Encyclopedia of Biodiversity en el 2000. Laecologa sagrada en tierras mayas (captulo 10) es el fruto delconocimiento directo de dos experiencias, una en Yucatn y laotra en Chiapas. Por ello agradezco sinceramente a mis amigos ycolegas el Antroplogo William Aguilar de la Universidad Aut-noma de Yucatn, y el P. Oscar Rodrguez, actual coordinador dela Misin Jesuita de Bachajn, el haber compartido conmigo talesvivencias. El captulo sobre los sistemas cafetaleros de los indge-nas de Mesoamrica, ha sido posible gracias a la informacin yexperiencia compartida generosamente por Patricia Moguel coneste autor durante la ltima dcada. Su involucramiento y com-promiso, acadmico y social, con los proyectos de caf orgnicode varias organizaciones indgenas me ha permitido describir unfenmeno indito y prometedor tanto en lo productivo y ecolgicocomo en lo social, cultural y poltico.

    El libro contiene dos captulos (12 y 13) dedicados a examinar

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    someramente un tema que merece una publicacin entera: la re-volucin epistemolgica que hoy sacude los medios acadmicosdel mundo. Ello est propiciando no slo una reelaboracin de losenfoques principios y mtodos de la ciencia contempornea, tam-bin est auspiciando el reordenamiento de las maneras de orga-nizar, realizar y transmitir el conocimiento cientfico. En este casoestoy en deuda con mis interlocutores reales o virtuales: RolandoGarca, Benjamn Ortiz, Manuel Gonzlez de Molina, SilvioFuntowicz, Narciso Barrera-Bassols y Alicia Castillo. Los cap-tulos tienen orgenes distintos, y slo tienen en comn que son lasversiones escritas de conferencias ofrecidas en dos foros. El ca-ptulo 12, que se publica por primera vez, es el texto ligeramentemodificado de la conferencia magistral ofrecida en el II Encuen-tro de Instituciones del Sistema SEP-CONACyT (Puerto Vallarta,octubre de 1999) de Mxico. El captulo 13, que intenta mostrarla enorme sintona de tres saberes aparentemente distantes, es elensayo preparado para el homenaje ofrecido al reconocido epis-temlogo Rolando Garca por la Universidad Iberoamericana (Pue-bla, agosto de 2002).

    El libro remata con dos captulos, uno dedicado a echar abajoel mito de las grandes explotaciones de carcter agroindustrial endetrimento de la agricultura familiar, y el otro a mostrar una pro-metedora experiencia. El primer ensayo fue publicado en la re-vista brasilea Agroecologia e Desenvolvimento Rural Sustentvel(junio de 2002), mientras que el ltimo captulo describe breve-mente el proyecto del estado brasileo de Ro Grande do Sul,hasta donde conozco el experimento de sustentabilidad de ma-yor magnitud y trascendencia en el planeta, y cuya experienciaconoc de primera mano en el otoo de 2001 durante mi participa-cin en el II Congreso Internacional de Agroecologa en PortoAlegre, Brasil. Agradezco infinitamente a quienes hicieron posi-ble esa visita, adems de recorridos e informacin: Francisco R.Caporal, J.C. Costa Gomes, J. A. Costabeber, y otros amigosbrasileos.

    Este libro no hubiera visto la luz, sin el entusiasta apoyo de

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    Benjamn Ortiz de la Universidad Iberoamericana, siempre dis-puesto a compartir nuevas aventuras, y de la sensibilidad de Enri-que Leff del Programa de Naciones Unidas para el Medio Am-biente (PNUMA), eterno promotor del conocimiento crtico. Igual-mente agradezco a Pablo Alarcn por su valioso apoyo tcnicoen la elaboracin de dibujos, cuadros y bibliografa, y a ClaudioAmescua del PNUMA por su labor editorial. A Patricia Moguel,le debo como siempre, tiempo, paz, amor y pan, ingredientes sinlos cuales la inspiracin y la reflexin no fructifican.

    No puedo dejar de sealar, por ltimo, el enorme placer perso-nal que me ha provocado la redaccin de estos ensayos, un gne-ro en el que no slo me siento cmodo y altamente gratificado,sino que me deja con una sensacin nica: la de estar cumpliendocon una tarea que es igualmente noble, necesaria y urgente.

    Casa de las Hormigas,Morelia, Michoacn,

    enero de 2003

  • INTRODUCCIN

  • El paraso que ofreca la civilizacin industrial es hoy una rea-lidad reducida a un nmero limitado de seres humanos. Las ten-dencias del mundo globalizado han echado por tierra la promesade un mundo mejor, con ms progreso, justicia y seguridad paratodos los miembros de la especie humana. La utopa industrial seencuentra hoy seriamente cuestionada pues ni el mercado ni latecnologa, ni la ciencia en su versin dominante, han sido capa-ces de ofrecer a los seres humanos las condiciones de bienestar ycalidad de vida previamente vislumbrados. Por lo contrario, cadavez aparece ms ntida la imagen de un mundo donde la injusticia,la incertidumbre y el riesgo se han vuelto comunes.

    Para los millones de seres humanos marginados de los benefi-cios del modo industrial, la sociedad del riesgo aparece como fal-ta de oportunidades para sobrevivir en un mundo sumamente pe-ligroso. Carentes de alimentos suficientes y sanos, agua potable,viviendas, medicamentos oportunos y disponibles, informacin,educacin y cultura, y oportunidades de trabajo digno y bien re-munerado, los condenados de la tierra deben enfrentarse a unmundo lleno de riesgos y amenazas que reducen drsticamentesus expectativas de vida y los reducen a un estado enajenante deelemental supervivencia.

    Por otro lado, a los beneficiarios de la civilizacin industrial, elmodo de vida moderno los enfrenta a un mundo que no por dotar-les de suficientes satisfactores materiales les garantiza una vidaplena y segura. Obligados a la competencia individualista, a lacotidianidad marcada por los ritmos de la maquinaria industrial, ala satisfaccin mediante el consumo compulsivo, a la vida ins-tantnea, los ciudadanos modernos tambin se enfrentan a un

    1. DE LA SOCIEDAD DEL RIESGO A LA SOCIEDADSUSTENTABLE

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    mundo inseguro: deterioro de la unidad familiar, ciudades peligro-sas, alimentos inseguros, medicamentos riesgosos, patologa indi-vidual y colectiva y, ltimamente, terrorismo civil y de estado(Fukuyama, 1999).

    Finalmente, sobre todos los miembros de la especie humana secierne cada vez de manera ms tangible, el espectro del riesgoecolgico. En los ltimos veinte aos se ha pasado de catstrofespuntuales de carcter local, a eventos regionales sin consecuen-cias expansivas, a accidentes y eventos localizados regionalmentepero con consecuencias ms all de su rea de origen, hasta even-tos de dimensin claramente global. Adems, en los ltimos aosse acumularon suficientes evidencias que demuestran la existen-cia de fenmenos no registrados anteriormente tales como el in-cremento en el nmero e intensidad de los ciclones, la produccinde gases contaminantes de la atmsfera derivados de las quemasagrcolas, pecuarias y forestales, y el registro de 1997 y 1998como los aos ms calientes de la historia reciente. Destacantambin los acontecimientos que revelan cmo los seres huma-nos perdieron el control a escala global sobre dos elementos natu-rales: el fuego (los incendios forestales de 1997 y 1998) y el agua(las inundaciones de Europa central y Asia en 2002).

    Y sin embargo este mundo de riesgos, encuentra por fortunasu contraparte y su contracorriente en nuevos y esperanzadoresmovimientos sociales, proyectos locales y regionales, redes decomunicacin y organizacin, solidaridades con el universo natu-ral, retornos a la apreciacin profunda por la vida, y nuevas ma-neras de elaborar, transmitir y aplicar el conocimiento cientfico.

    Frente a la sociedad del riesgo los ciudadanos del mundo echanmano de tres recursos que an permanecen inviolados por el avan-ce de la industrializacin: su alianza con la naturaleza, es decir eluso conservacionista del mundo vivo y el aprovechamiento res-petuoso de los procesos orgnicos, que son locales, baratos y se-guros; la recuperacin del recuerdo, en donde la espiritualidadaparece como el elemento de salvacin frente al mundo materia-lista, individualista y mercantilizado, y la disponibilidad de un co-

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    nocimiento que despojado de sus atributos normales se vuelveuna suerte de ciencia de y para los pueblos.

    Esta triloga de la esperanza: lo ecolgico, lo espiritual y nuevasformas de crear y utilizar el conocimiento derivan, a su vez, en laconstruccin terica y prctica de una nueva utopa que hoy al-canzamos a vislumbrar bajo el trmino de sociedad sustentable.Aunque el concepto de desarrollo sustentable o sostenible, hoy seha vuelto un trmino utilizado de manera indiscriminada y oportu-nista por innumerables sectores sociales (desde gobiernos, ban-cos y corporaciones hasta empresas, centros acadmicos y orga-nismos diversos) existe una definicin legtima hecha implcita enlos movimientos sociales que es necesario rescatar.

    En efecto, las prcticas y experiencias de numerosos movi-mientos ciudadanos en todo el mundo encierran elementos paraconfeccionar una versin legtima, profunda, crtica y socialmen-te adecuada del desarrollo sustentable. Las siguientes seccionesestn dedicadas a ofrecer un conjunto de principios que aparecencomo los elementos clave para visualizar una sociedad sustentable.

    LA CONCIENCIA DE ESPECIE

    Para vivir como humanos afirma Leonardo Boff (2001:25) loshombres y las mujeres necesitan establecer ciertos consensos,coordinar ciertas acciones, refrenar ciertas prcticas y construirexpectativas y proyectos colectivos. Se necesita un punto de refe-rencia para la totalidad de los seres humanos, habitantes del mis-mo planeta, que ahora se descubren como especie, interdepen-dientes, habitantes de una misma casa y con un destino comn.

    Desde nuestra perspectiva, ese marco de referencia provienede lo que hemos denominado la conciencia de especie (Toledo,1992), un rasgo que aparece de manera recurrente en los militan-tes de los nuevos movimientos sociales.

    Bajo la conciencia de especie ya no slo se pertenece a unafamilia, a un linaje, a una comunidad, a una cultura, a una nacin,

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    o a una cofrada religiosa o poltica. Antes que todo se es parte deuna especie biolgica (el Homo sapiens), dotada de una historiay necesitada de un futuro, y con una existencia ligada al resto delos seres vivos que integran el hbitat planetario y, por supuesto,en ntima conexin con el planeta mismo. Esta conciencia la ad-quiere el ser humano mediante un acto de socializacin, es decirno es producto de una iluminacin individual, sino que se derivade su participacin en un proceso colectivo de reflexin y auto-crtica.

    La conciencia de especie otorga a los seres humanos una nue-va percepcin del espacio (topoconciencia) y del tiempo (crono-conciencia), que trasciende la estrechsima visin a la que le con-dena el individualismo, racionalismo y pragmatismo del Homoeconomicus, ese que fomenta la civilizacin industrial. En efecto,en el mundo moderno, los seres humanos tienden a volverse acto-res racionalistas, individualistas y maximizadores de ganancias(Siebenhner, 2000), y por consecuencia, a construir una ideolo-ga individual y colectiva basada en esa racionalidad. Estos valo-res, que constituyen los fundamentos ideolgicos de la economade mercado, son totalmente perversos en una perspectiva social.Esta visin est marcada por lo instantneo de las mercancasconvertidas ya en el fin supremo de la actividad humana, en unmundo que tiende a mercantilizar hasta el ltimo rincn de la vidasocial, y en donde el propio ser humano termina convertido enmercanca.

    LA TOPOCONCIENCIA

    La topoconciencia permite al individuo incorporarse, es decir,tomar conciencia de su propio cuerpo y de su ubicacin en elespacio. En realidad se trata de un acto extrao para la moderni-dad industrial, por el cual el ser humano encuentra lo que M.Berman (1992) ha llamado el anclaje somtico. La ausencia deeste reconocerse como entidad biolgica es, segn M. Berman,

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    la causa principal de las ideologas. La somatizacin de la vidahumana es uno de los componentes de los individuos que hanadquirido ya una conciencia de especie. A diferencia de las po-cas premodernas, hoy la informacin proveniente de los avancescientficos y tecnolgicos contemporneos brindan al individuo laoportunidad de construir una visin integral por las diferentes es-calas del espacio, una visin que va del propio cuerpo al cuerpodel planeta, y que reconoce y recorre a la casa o el hogar, a lacomunidad o al barrio, a la regin o el municipio, a la nacin, comombitos de extensin de su propio cuerpo (Boada y Toledo, 2003).

    La topoconciencia dota al ser humano de una visin integraldel espacio, desde su propio cuerpo hasta la dimensin planetaria,y le permite recorrer las diferentes escalas reconociendo la exis-tencia de diferentes procesos y su conexin entre ellos. Todo loque existe se encuentra por lo tanto interconectado, y cada ac-cin de diferente escala incide en las acciones de las otras esca-las y viceversa. Lo local no est por lo tanto aislado de lo global,de la misma manera que lo (bio-) regional afecta lo individual yviceversa. La espacializacin de los fenmenos le otorga, en fin,una ventaja porque le permite comprender muchos fenmenosque hoy son propios de un mundo globalizado. Entre estos se en-cuentran la creciente articulacin e interaccin de los procesosnaturales y los sociales, o la estrecha interdependencia de losseres humanos con el resto de los seres vivos.

    LA CRONOCONCIENCIA

    La modernidad conforma una poca donde los individuos tien-den a ser mutilados en su capacidad para percibir el tiempo comoproceso histrico. Lo instantneo reemplaza a la historia. Laconciencia de especie implica tambin la recuperacin de la vi-sin evolutiva, es decir la restauracin de la capacidad para re-cordar, para percibir el tiempo en toda su profundidad. Ello lepermite ubicarse como parte de los distintos procesos histricos.

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    Se comienza por recordar la propia historia individual, su rolcomo parte de una familia, sus relaciones ms cercanas con pa-rientes y amistades. De ah se extiende hacia la historia de sucolectividad ms prxima: su barrio, su comunidad, su comarca,su regin, hasta llegar a la historia de su pas. Se pasa despus ala historia de la especie humana, con una dimensin de unos 2millones de aos, a la historia de la Tierra (5 mil millones de aos)y a la historia del universo (15 mil millones de aos).

    Esta conciencia integral del tiempo, es decir del pasado, le per-mite relativizar los fenmenos del presente incluyendo su propiaactuacin o comportamiento. Ello le dota de una conciencia delos ritmos de los diferentes procesos y de la importancia relativadel presente. La comprensin de los fenmenos de cambio en susdiferentes escalas lo induce, en fin, a construir el futuro desdeuna perspectiva que ubica lo individual, lo familiar y lo humano enel torrente de la evolucin biolgica, geolgica y finalmente cs-mica.

    UNA TICA PLANETARIA POR LA SUPERVIVENCIA

    La conciencia de especie no slo permite recobrar una per-cepcin original del ser humano, hoy casi olvidada o suprimida enla realidad industrial: la de su pertenencia (y por consiguiente suidentificacin) con el mundo de la naturaleza. Tambin lo condu-ce a restablecer un comportamiento solidario con sus semejantesvivientes (humanos y no humanos) y no vivos y a edificar unatica de la supervivencia basada en la cooperacin, la comunica-cin y la comprensin de una realidad compleja.

    Frente al individualismo y el narcisismo auspiciado por la civili-zacin industrial, materialista y mercantilista, basada en una com-prensin simplista del mundo (derivada de los modelos reduc-cionistas y mecanicistas que hoy dominan la ciencia contempor-nea), la conciencia de especie opone una visin que fomenta uncambio radical en los sistemas de valores y en los estilos de vida

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    de los individuos, las familias y los conglomerados humanos. Setrata entonces de trascender los esquemas indivi-dualistas basa-dos en la satisfaccin egosta y el consumismo de lo material,para asumir comportamientos dirigidos a la reorganizacin de lasociedad. En ello juega un papel central la resolucin de conflic-tos.

    La conciencia de especie auspicia un cambio en las actitudesdel individuo en por lo menos tres planos o dimensiones: el tico,el poltico y el espiritual. En el plano de la tica, se trasciende paraalcanzar un comportamiento solidario, que en el fondo es una re-accin del individuo frente a los cada vez mayores peligros queacechan la supervivencia del planeta y de la humanidad. Se tieneconciencia de que de seguir las actuales tendencias, la sociedadhumana terminar autodestruyndose. Frente al impulso suicida,este estado de conciencia provoca una reaccin vital en el indivi-duo que lo impulsa a participar en iniciativas colectivas, convir-tindolo en el militante de nuevos movimientos sociales y polti-cos. Y en ello la tolerancia y el respeto a lo diferente adquieren unvalor supremo.

    Finalmente, su nueva percepcin del espacio y del tiempo lodota de un nuevo instinto por las cosas profundas de la vida,remitindolo a una dimensin de espiritualidad o para utilizar eltrmino de Umberto Eco, de religiosidad laica. Donde se ve quelo que he definido como tica laica, es, en el fondo, una ticanatural, que ni siquiera el creyente desconoce. El instinto natural,llevado a justa maduracin y autoconciencia, no es un funda-mento que da suficientes garantas? (Eco, 1999).

    LOS CINCO PILARES DE UNA SOCIEDAD SUSTENTABLE

    En la construccin de una teora y una prctica para (o hacia)la sociedad sustentable, estamos obligados a deslindar un modelosocietario alternativo al de la actual civilizacin industrial y susactuales polticas neoliberales. Este modelo debe operar como un

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    faro para los movimientos sociales actuados por los protagonistasarriba definidos. Ello implica identificar elementos o principiosradicalmente diferentes u opuestos a los que dominan el mundomoderno. La crtica profunda de la civilizacin industrial permiteubicar al menos cinco principios esenciales que operan como lospilares de una posible sociedad sustentable, los cuales se hallanen permanente articulacin unos con otros.

    LA DIVERSIDADEn la perspectiva termodinmica, lo diverso se opone a lo ho-

    mogneo, pues en el universo la complejidad representada por lavariedad se va incrementando en la medida que se reduce laentropa, es decir, el orden aumenta con la diversidad (ello sepone de manifiesto en los principios que rigen, por ejemplo, lallamada teora de la informacin). La diversidad de paisajes,biolgica, gentica, sexual, tecnolgica, etolgica, cultural y final-mente ideolgica o poltica, constituye un rasgo preponderante dela sociedad sustentable. Ello la sita, en franca oposicin a lamoderna sociedad industrial cuyos fundamentos impulsan lahomogeneizacin o la uniformizacin en todos esos mbitos.

    La heterogeneidad de paisajes, la variedad de especies, la di-versidad de culturas, comportamientos, actitudes, tecnologas eideas, es un rasgo que debe fomentarse y garantizarse en unasociedad sustentable. La simplificacin ecolgica, biolgica, cul-tural, conductual, poltica, etc. es una tendencia que permanece,oculta o develada, en las sociedades industriales. Entre ms seacenta el dominio del mercado acumulador de capital, ms searraigan los mecanismos destructores de la diversidad en todossus mbitos.

    La dimensin ms trascendente de la diversidad encuentra suexpresin en la tolerancia (ideolgica, religiosa o poltica), es de-cir, en el pluralismo, que es la esencia de la democracia. La into-lerancia a la idea o a la creencia diferente u opuesta, de algunaforma remite a, es decir es un reflejo de, la despiadada guerra

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    mercantil que hoy domina, como accin y como ideologa, a lamoderna sociedad industrial, y en donde una mercanca triunfacuando logra la eliminacin impa y brutal de las otras mercancascontra las que compite.

    En el escenario de la actividad humana, la diversidad de com-portamientos, creencias, y preferencias debe ser un factor poten-ciador de una nueva riqueza y no lo contrario. Porque un pensa-miento que elimina por principio al otro es simple y sencillamenteun pensamiento suicida. (E. Cohen, 1999:12).

    El respeto por el otro, por lo diferente es la base del consenso.De lo contrario, el ser humano se seguir comportando como unorganismo primitivo, como un animal esencialmente depredadorincapaz de tolerar las diferencias. No importa todo lo que la hu-manidad haya avanzado en trminos de comunicacin, tecnolo-ga, transporte o conocimiento; en el fondo seguir manteniendoun comportamiento primario, destructor de todo aquello que nocoincida con sus propias creencias, vivencias, recuerdos y estir-pes. La intolerancia ms peligrosa, afirma Eco (1999:131) esprecisamente aquella que surge en ausencia de cualquier doctri-na, como resultado de pulsiones elementales.

    LA AUTOSUFICIENCIAToda sociedad sustentable debe fomentar la autosuficiencia de

    los ciudadanos, las familias, las comunidades o barrios, las ciuda-des, las regiones y las naciones por entero. La autosuficiencia,que no es lo mismo que la autarqua (la cual conduce al aislamien-to) promueve la autodeterminacin (self-reliance), la autonomapoltica o el empoderamiento de los actores sociales y sus institu-ciones societarias.

    En el nivel de las ciudades, los conglomerados urbanos debenbuscar la autosuficiencia energtica, alimentaria, hidrulica y ellose logra cuando estos mismos principios se aplican a la escala delas familias, es decir de los ncleos sociales y productivos bsi-cos. Luchar por hogares autosuficientes significa pensar de ma-

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    nera diferente en el abasto, la salud, la alimentacin, el manejo dela basura y la energa de los ncleos domsticos.

    En el mbito regional, se buscar dar realidad a la idea de bio-regin. Ello implica lograr la autosuficiencia de los sectores rura-les, urbanos e industriales y sus actores de un cierto espacio re-gional. Bajo esta perspectiva surge una nueva visin de laplaneacin regional en la que los recursos y servicios de la natu-raleza (la llamada oferta ambiental) se ponderan en funcin delas demandas sociales de carcter rural, urbano e industrial. Elreto consiste en lograr el mximo de autosuficiencia regional delos principales recursos (agua, aire, energa, alimentos, materiasprimas) mediante una accin concertada entre productores, dis-tribuidores, transformadores y consumidores, es decir, medianteel acoplamiento entre lo natural, lo rural y lo urbano-industrial.

    El principio de la autosuficiencia se opone al de especializaciny al de dependencia, y se apoya en el de la diversidad, pues laexistencia de un ser o una institucin o un fragmento de naturale-za (paisaje o regin) basada en sus propias capacidades, slo esposible cuando se fomenta la variedad o la diversidad (de com-portamientos, elementos, o factores). La sociedad industrial, do-minada por el capital, induce la dependencia de los individuos,familias, ciudades, conglomerados, regiones enteras, respecto delmercado y de la tecnologa. La sociedad de consumo vuelve de-pendientes a todos los sectores, desde el nivel de los individuoshasta la escala regional.

    Finalmente, la autosuficiencia facilita el surgimiento o manteni-miento de otro principio esencial; el de resiliencia que es la capa-cidad de responder a lo inesperado, es decir la capacidad de unaentidad de amortiguar los cambios impredecibles y hasta catas-trficos de su entorno (un tema recurrentemente abordado por lallamada Teora del Caos).

    LA INTEGRALIDADUn rasgo notable de la llamada civilizacin moderna, materia-

    lista, industrial y tecnocrtica, ha sido la tendencia a separar a la

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    sociedad de la naturaleza, al sentimiento del pensamiento, al cuerpodel espritu, a oriente de occidente, a las ciencias de las artes.Esta escisin que marca buena parte de las expresiones humanasdel mundo moderno y que impide una visin completa o integralde la realidad, condena a los seres humanos a vivir dentro de unmundo fragmentado y, por lo tanto, incomprensible.

    La induccin de visiones parciales, fragmentadas, compartimen-tarizadas, es un rasgo de la sociedad moderna, y es una conse-cuencia o un reflejo de las tendencias a la especializacin quedominan buena parte de la vida social contempornea.

    En franca oposicin a esa tendencia, la integracin de la reali-dad inducida por un nuevo pensamiento complejo, derivado de lasnuevas formas de aprehender la realidad surgidas en las cienciasnaturales y sociales, permite comprender cabalmente muchos delo fenmenos y procesos naturales, humanos y sociales.

    La sociedad sustentable debe basarse en una bsqueda por laintegracin de todo aquello que permanece separado o en vas dehacerlo en el aparato industrial. Dicho de otra manera, la socie-dad sustentable debe basarse en una visin integral u holstica dela realidad natural y social. Para esta operacin se hace necesa-rio superar el paradigma moderno que fracciona, atomiza y redu-ce. Hay que llegar al paradigma holstico contemporneo que ar-ticula, relaciona todo con todo y considera la coexistencia del todoy de las partes (holograma), la multidimensionalidad de la realidadcon su no linealidad , con equilibrios y desequilibrios, caos y cos-mos, vida y muerte. (Boff, 1999: 23).

    Sentimiento y pensamiento, cuerpo y espritu, naturaleza y so-ciedad, oriente y occidente, tradicin y modernidad, pasado yfuturo, rural y urbano, local y global, intelectualidad y manualidad,arte y ciencia, femenino y masculino, son algunos de los camposbinarios que tienden a permanecer irremediablemente separados.De entre estos destacan tres que hoy en da adquieren una noto-riedad indiscutible: la oposicin entre lo local y lo global, entre lomasculino y lo femenino, y entre lo tradicional y lo moderno.

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    LA EQUIDADLa sociedad sustentable slo puede llegar a realizarse a travs

    de la construccin de una sociedad justa. Ello significa eliminartodos aquellos mecanismos, procesos y justificaciones que man-tienen la desigualdad en todos sus mbitos: social, regional, pro-ductivo, sexual, cultural. En un mundo que en las ltimas dcadasha acentuado las diferencias entre pobres y ricos, se deben desac-tivar todos aquellos mecanismos que continan ensanchando labrecha. Ello implica una oposicin decisiva contra las corporacio-nes transnacionales, los grandes bancos internacionales y otrasinstituciones monoplicas que hoy han acumulado descomunalesfortunas, mientras la pobreza y la marginacin social continanincrementndose. Deben por lo tanto crearse mecanismos depoltica pblica y de organizacin social, que fomenten la igualdadde los individuos, los sectores y los pases en los ms elementalesindicadores de bienestar: alimentacin, salud, educacin, vivien-da, informacin, esparcimiento y cultura.

    LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVAUno de los principales desencantos de los ciudadanos del mun-

    do contemporneo est relacionado con la llamada democraciaformal, porque sta ha dejado de representar y expresar las ne-cesidades y aspiraciones de la gente. El centralismo poltico, lacorrupcin y, en fin, la ausencia de mecanismos efectivos de con-trol sobre los representantes en el rgimen de partidos, son algu-nos de los factores que han hecho que la democracia formal pier-da legitimidad. El paulatino incremento del abstencionismo en laselecciones es quiz su mejor indicador. Frente a esta situacin,los nuevos movimientos sociales estn mostrando que es posibleerigir instrumentos de participacin efectiva ya no solamente enel caso de los puestos de eleccin, sino en prcticamente cadaaspecto de la vida social. Ello representa un movimiento contra lacentralizacin de las decisiones, en los diferentes mbitos, y unarecuperacin del poder local, municipal y regional.

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    La democracia participativa, es por lo tanto, una piedra funda-mental en la construccin de una sociedad sustentable, porquecomo principio garantiza que las decisiones de cualquier ndole,sean efectivamente tomadas de manera directa y colectiva. Hoyen da, la idea de lo participativo est ya presente en innumera-bles mbitos tales como la investigacin cientfica y tecnolgica,la educacin, la planeacin regional, la prctica religiosa y, porsupuesto, la gestin poltica.

  • LA SOCIEDAD DEL RIESGO

  • Vivir es peligroso afirma Riobaldo el personaje central de lanovela de Guimaraes Rosa, Gran Serton: Veredas, una de lasobras maestras de la literatura brasilea. Y nunca una frase dichadesde uno de los tantos rincones olvidados de las reas ruralesdel mundo subdesarrollado (el seco nordeste brasileo) ha ad-quirido tanto significado para tanta gente en tan poco tiempo. El11 de septiembre de 2001 pasar a la historia como la fecha enque el proceso de universalizacin de la sociedad del riesgo, eltrmino creado por U. Beck (1998) en su despiadado anlisis dela civilizacin industrial contempornea, cerr su ciclo.

    Hoy, junto a las mercancas y las informaciones ya globalizadas,es decir, distribuidas por todos los rincones del mundo, se ha es-parcido un nuevo producto: el riesgo. Todo lo que se gana depoder por medio del llamado progreso tcnico y econmico afir-ma Beck se ve eclipsado cada vez ms por la produccin deriesgos. Y estas inseguridades y peligros no aparecen espont-neamente. Provienen de las dos principales irracionalidades quehoy padece el mundo contemporneo: la dilapidacin de la natu-raleza (crisis ecolgica) y la explotacin y marginacin de milesde millones de seres humanos (crisis social).

    En 1992 escuch sorprendido las palabras del presidente delBanco Mundial (BM) durante la inauguracin del primer congre-so internacional de economa ecolgica en Washington, recono-ciendo sin cortapisas la existencia de una crisis ecolgica global.Casi una dcada despus vuelven a azorarme las declaraciones deWolfensohn, el actual presidente del BM: lo que se ha vuelto evi-dente es que el 11 de septiembre ...la pobreza de un lugar delmundo se traslad en forma de violencia a otro lugar del mundo.

    2. LA GLOBALIZACIN DEL RIESGO

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    La aseveracin anterior es todo menos que trivial, a pesar deprovenir de uno de los personajes ms poderosos del orbe, y porlo contrario encierra una visin de consecuencias profundas. Loque se reconoci una dcada atrs con la crisis ecolgica, vuelvea confirmarse mediante los efectos provenientes de la despiadadadesigualdad econmica y social: que ya estamos habitando unsolo mundo. Que hoy en da la antigua percepcin de que el es-pacio social y geogrfico estaba formado de estancos separadosy distantes (regiones, pases, territorios) se ha vuelto insosteni-ble y que es justamente eso, una visin obsoleta, es decir inservi-ble ya para interpretar la realidad presente. La globalizacin delriesgo nos viene a recordar que el mundo, que el espacio socialmundializado, ya es slo uno, de la misma manera que la socie-dad y la naturaleza no son ya sino las dos caras o los dos compo-nentes de un mismo proceso.

    Y es que no es slo el resurgimiento islmico como nosilustr Samuel Huntington en El choque de civilizaciones (1997)lo que se ha puesto en juego. Ms all de las particulares conno-taciones ideolgicas, econmicas o militares que adquiere la nuevaguerra, existe un hecho incontrovertiblemente indito: hoy ya esposible mediante la oferta tecnolgica, informtica y cultural quefacilita la globalizacin de los medios trasladar el riesgo que en-traa la pobreza del frica subsahariana, el Medio Oriente oCentroamrica hasta Nueva York, Londres o Tokio. El terroris-mo, como antes los flujos de migrantes, se ha convertido pordesgracia en el agente globalizador de la crisis social de la espe-cie humana.

    Esta globalizacin de la inseguridad que ha seguido un cami-no ascendente en las ltimas dcadas, cobra sentido en dos ver-tientes: en su dimensin ecolgica a travs de los nuevos fen-menos de escala global tales como la destruccin de la capa deozono, el incremento de las temperaturas (1998 fue el ao mscaliente registrado) y sus potenciales consecuencias (como lasubida del nivel del mar por el derretimiento de los cascos pola-res), el incremento en el nmero y la intensidad de los huracanes

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    y la proliferacin incontrolada de la contaminacin de agua, cos-tas, aire y alimentos; y, en su vertiente social, el mundo se fuehaciendo ca-da vez ms peligroso en tanto la injusticia, lamarginacin y la desigualdad se multiplicaban a la par del incre-mento demogrfico de las mayoras. Las proyecciones estadsti-cas del BM (una entidad no precisamente subversiva o extremis-ta) son sencillamente lapidarias: hacia el 2025 la poblacin delos pases ricos ser la misma, mientras que la del resto, la mayorparte de la cual sobrevive con uno o dos dlares al da, seincrementar en 2 mil millones!

    Si no se modifican de golpe las actuales situaciones, las nue-vas armas del terrorismo que se incuban en las regiones pobresdel mundo (y en las que la guerra qumica y biolgica se vislum-bra de manera angustiante), terminarn extendiendo la sociedaddel riesgo hasta los ltimos bastiones y baluartes de la poblacinprivilegiada. Nadie puede hoy soslayar la posibilidad nada re-mota de que as como un microbio arrasa a las masas ms empo-brecidas, desinformadas y desprotegidas del mundo (en fricahan muerto 17 millones de personas a causa del SIDA y viveninfectadas ms de 25 millones), las poblaciones privilegiadas deoccidente se enfrenten a un microorganismo esparcidointencionalmente.

    Frente a las evidencias de globalizacin de los efectos de ladoble crisis (ecolgica y social), ya cada vez menos podrn igno-rar, soslayar o negar que todos nos hemos vuelto ciudadanosglobales. Es decir, que lo que afecta a un sector o una esfera dela sociedad globalizada repercute en el resto y viceversa. La es-trecha interdependencia que la ecologa poltica revel entre losfenmenos sociales y los de la naturaleza, tambin ha comenza-do a confirmarse, por una u otra va, entre los diversos sectoresdel conglomerado humano.

    La leccin capital del mundo globalizado es que ms all delo que cada quin piense, crea, o sienta, existe una identidad y undestino comunes. Avanzamos entonces hacia una responsabili-dad globalmente compartida y por lo mismo hacia la necesidad

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    de encontrar con urgencia una tica de la solidaridad y de la su-pervivencia. Y ms nos vale, porque si vivir el hoy es peligroso,la perspectiva futura no resulta nada halagea: cada vez menosciudadanos lograrn evadir esta terrible circunstancia.

  • En La espada en la piedra, la magistral historia convertidapor Walt Disney en pelcula infantil, Merln el mago vence a lamalvada hechicera echando mano del ltimo recurso que le que-da: se convierte en un microbio infeccioso. Ms all (o ms ac)de la fantasa disneylandiana, la realidad cae contundente: se es-tima que una bomba atmica de 12.5 kilotones que explotara en-cima de una ciudad podra causar unas 80,000 muertes, en tantoque slo 100 kilos de esporas de ntrax podran acabar con entreuno y tres millones de personas!

    Hablar de guerra biolgica hoy en da es acercarse a las puer-tas del infierno. Porque, cmo soslayar el hecho de que una solabacteria convertida en arma de destruccin al dividirse cada 20minutos da lugar a ms de cien mil copias en tan slo 10 horas?Cmo olvidar que durante el siglo veinte el virus de la viruelase cobr la vida de 500 millones de seres humanos? Cmo evi-tar imaginarse las escenas resultantes de una sola cucharada deesporas del ntrax esparcidas en un centro comercial mediante lasimple tecnologa del aerosol?

    La guerra biolgica es sin duda la forma ms perversa y horri-pilante de autodestruccin que haya engendrado el ser humanoconvertido ya en un organismo suicida. Ello significa utilizar lavida para la muerte, siniestra ocurrencia surgida no de la con-ciencia del universo sino del Homo demens.

    Pocos de los actuales protagonistas se salvan de haber alimen-tado, en el pasado o en el presente, este instinto suicida. Quieneshan hecho la historia de las armas biolgicas suelen remitirnos ala Roma antigua y al ao 1336 cuando los trtaros utilizaron ca-tapultas para lanzar cadveres infectados. Tambin suelen igno-

    3. LA GUERRA BIOLGICA: UNA PUERTA HACIA ELINFIERNO

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    rar que la destruccin de la poblacin indgena de Amrica acausa de las bacterias y virus trados por los europeos fue quizsla mayor hecatombe de la historia, un hecho vergonzoso que hasido documentado con detalle por el historiador A. Crosby en suImperialismo ecolgico (1986).

    Tampoco puede soslayarse que las armas biolgicas han sidoutilizadas por los principales gobiernos del mundo para llevar acabo un terrorismo de estado. La prctica de infectar a las po-blaciones aborgenes (los pueblos sin historia como les llamEric Wolf, 1982) con enfermedades exticas, es decir mortales,fue una accin realizada recurrentemente durante la expansineuropea.

    Aunque de manera restringida, Inglaterra, Alemania y Japnemplearon armas biolgicas durante la segunda guerra mundial.En los ochenta y principios de los noventa el gobierno Sudafricanoutiliz de manera secreta vacunas, venenos y bacterias esparci-das en el agua para acabar con la poblacin negra. Desde lossetenta, los cubanos han estado acusando a los Estados Unidosde eliminar cerdos, caa de azcar, tabaco y abejas mediante laintroduccin intencional de virus y bacterias a la isla.

    Estados Unidos mantuvo durante tres dcadas un programa deproduccin de armas biolgicas (en Fort Detrick) hasta que en1972 firm con otros cien pases, la Convencin de Armas Bio-lgicas y Toxinas. Este tratado, de enorme importancia para re-gular a nivel mundial la peligrosa guerra biolgica, ha sido sinembargo violado de manera recurrente.

    Entre 1988 y 1992, la ex-Unin Sovitica mantuvo un progra-ma clandestino de produccin de armas biolgicas llamado Bio-preparat que inclua tres grandes fbricas. En la actualidad, orga-nizaciones ambientalistas y pacifistas han denunciado las accio-nes promovidas por los Estados Unidos en algunos pases de Asiay Sudamrica para probar armas biolgicas (hongos, insectos yvirus) durante el combate a los cultivos de coca, opio y marigua-na.

    En fin, suele citarse a los gobiernos de unos 17 pases como

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    entidades sospechosas de producir secretamente armas biolgi-cas y de violar los acuerdos internacionales. Entre estos se en-cuentran Irq, Irn, Libia, Siria y Egipto, pero tambin Israel,India, China y Rusia.

    En la era de los sin precedentes en la historia, las armasbiolgicas han llegado ya a las manos del otro terrorismo, unasituacin que es todava ms peligrosa, incontrolable e imprede-cible porque se trata de acciones que responden a voluntades in-dividuales o de pequesimos grupos. El paso de las armas biol-gicas del terrorismo de estado al terrorismo civil, implicaavanzar un peldao en la escala del riesgo.

    Y es que ante el uso mediato o inmediato de las armas biolgi-cas lo que hoy comienza a jugarse no es solamente la suerte delos pases occidentales o de las naciones islmicas. Lo que sepone sobre la mesa es el destino de todos. Bajo la perspectiva dela guerra biolgica lo que se considera el comienzo de una gue-rra santa puede ser el inicio de una batalla infernal por la super-vivencia de la especie.

    Hoy, en el mundo globalizado que promueve y facilita el mo-vimiento de mercancas, informaciones y seres humanos a lo an-cho y lo largo del planeta, los microorganismos convertidos enarmas letales pueden igualmente esparcirse a travs de los cana-les de comunicacin y de transporte y convertirse en epidemiasincontrolables. La velocidad y la amplitud con las que se expan-di el virus del SIDA es ms que un ejemplo.

    Los ciudadanos de todo el mundo estamos obligados a impul-sar iniciativas tendientes a exigir decisiones y acciones sensatasen los gobiernos involucrados en la nueva guerra que desactivenla amenaza de las armas biolgicas. Si los principales actores delactual conflicto se han vuelto ciegos al riesgo que implica el em-pleo de grmenes, las sociedades civiles deben denunciar hastael cansancio los enormes peligros que ello implica. De lo contra-rio nos veremos abriendo una puerta hacia el infierno.

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    Hoy, frente a la amenaza del terrorismo hay que bajar las cor-tinas, tapizar de muros las puertas y ventanas, cerrar los escapa-rates, prepararse para lo peor, amurallarse, vigilar a los descono-cidos, sospechar de los diferentes, garantizar en fin, la seguri-dad interna. Hemos sido testigos de la creacin de acuerdos,manifiestos, legislaciones, instituciones, objetos, aparatos, m-quinas y dispositivos para evitar el terrorismo en los principalespases de Occidente. Casi sin excepciones ha sido una afirma-cin del pensamiento nico.

    Y es que la idea de detener y destruir a toda costa la amenaza,ha diluido y finalmente sepultado el inters por comprender alotro, por entender las causas de su barbarie, por descifrar losmotivos que los mueven a realizar actos irracionales o suicidas.Las masas informadas y educadas de Occidente se han vuelto losmontonos ejecutantes de un acto reflejo: todos se pertrechan yse ponen del lado de las fuerzas positivas de la creacin (Bush),sin preguntarse si ese es el camino ms adecuado para realmentedetener y desactivar el terrorismo.

    La lucha contra el terrorismo es hoy un viaje por comporta-mientos monocordes. De las resoluciones de la APEC, pasamosa la declaracin de Bruselas respaldada por 40 ministros euro-peos, y de ah al documento de la conferencia de Madrid avaladapor 32 jefes y ex-jefes de estado, para despus saltar a la LeyPatritica (antiterrorista) promulgada casi instantneamente porel congreso norteamericano.

    Mientras tanto en los planos ms vulgares y domsticos de lavida cotidiana, de la tecnologa y del mercado, el paseo se iniciacon la propuesta de la prensa britnica de convertir al prncipe

    4. BIOTERRORISMO: PESADILLA DE OCCIDENTE

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    Carlos en el embajador antiterrorista o con el acto de prohibir150 canciones en la radio norteamericana por sus posibles alu-siones al terror, para terminar en un hecho nunca antes imagina-do: la convocatoria del Pentgono en internet solicitando a losinventores del mundo todo lo que el ejrcito norteamericano sue-a con volver realidad para detener al terrorismo, desde un siste-ma global de video capaz de garantizar el seguimiento continuode un individuo por todos los rincones del orbe, hasta una com-putadora capaz de reconocer los idiomas de oriente o de detectarel ms mnimo acento rabe o iran en los angloparlantes.

    Bajo el embeleso del mercado, unas cuantas semanas fueronsuficientes para comenzar a disfrutar de los nuevos diseos de latecnologa antiterrorista. Los ciudadanos ya pueden disponer gra-cias a Vital Living, una pequea empresa de Carolina del Norte,del paquete casero para detectar ntrax en su propio hogar, o siusted labora en un edificio de ms de diez pisos ya no tiene por-que preocuparse de su miedo al vaco, hoy ya se encuentra dispo-nible por slo 800 dlares el miniparacadas producido por Exe-cutivechute.

    Y sin embargo, se puede realmente detener el terrorismo bio-lgico? no es tambin una forma de locura haber soslayado estapregunta tan simple como significativa? De entrada, la guerrabiolgica pertenece a una dimensin cualitativamente diferenteporque est basada ya no en artificios humanos (enormes y cadavez ms sofisticadas mquinas de destruccin que implican uncomplejo conocimiento tecnolgico) sino en simples organismosvivos: diminutos microorganismos, invisibles y silenciosos, peromucho ms efectivos, letales y poderosos que las armas conven-cionales.

    Y es que no se requieren ms que un pequeo cuarto y algunosmateriales de bajo costo para construir una fbrica casera de or-ganismos infecciosos, los cuales por cierto se reproducen por smismos. Completa el cuadro la tecnologa de los aerosoles quepermite diseminar en el aire una sustancia convertida en partcu-las muy finas.

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    Bastara con que 40 o 50 muyajidines (guerreros santos) es-parcieran microorganismos en una veintena de sitios estratgi-cos (aeropuertos, centros comerciales, edificios pblicos, con-ductos de agua o aire) para provocar una catstrofe de incalcula-bles consecuencias en el espacio y en el tiempo. El bioterrorismo,ms aun cuando lo ejecutan individuos dispuestos al sacrificio,es tcnicamente indetenible. Se pueden realizar acciones o ini-ciativas tendientes a disuadir a sus autores, pero una vez tomadala decisin su ejecucin es prcticamente inevitable. En trmi-nos militares la paradoja no puede ser ms desquiciante: frente ala amenaza de los grmenes todo el aparato blico desarrolladopor Occidente resulta inapropiado e inoperante porque fue dise-ado para enfrentar otra clase de guerra.

    Y es que no hay peor enemigo de la moderna civilizacin in-dustrial que el mundo de lo orgnico (cuya complejidad se basaen principios irreconocibles para el rgido mundo de las mqui-nas: la diversidad, las tramas, la autorreplicacin, la energa so-lar). Por algo estamos viviendo y sufriendo una crisis ecolgicade escala global: la racionalidad del mundo industrial esintrnsicamente incompatible con los patrones y principios de lanaturaleza. Y la guerra biolgica se centra justamente en el ladoblando de las impresionantes sociedades industriales, aquellaparte de la naturaleza que no puede ser suprimida por un mundode metales, vidrio, plstico y cemento: el cuerpo humano que es,para decirlo pronto, un ecosistema microbiano, un pequesi-mo fragmento del mundo natural.

    Hoy resulta urgente reconocer esta realidad: que el mundoindustrializado es altamente vulnerable a la guerra biolgica. Queel bioterrorismo es indetenible por su simpleza y su organicidad.Ello implica detener la guerra de inmediato e iniciar un procedi-miento tendiente a eliminar las causas que generan el terrorismo.Frente a la complejidad del mundo moderno, se requieren solu-ciones igualmente complejas, inteligentes y profundas. Slo aspodrn las sociedades occidentales recuperar su paz, slo as po-drn dormir sin pesadillas.

  • El mundo moderno, laico, racional y pragmtico, tiene tam-bin sus deidades, a las cuales ha engendrado como smbolosinequvocos de su cosmovisin y de su prctica social. Si hubie-ra que elegir entre el amplio espectro de candidatos (entre losque deben citarse al reloj, a la computadora, al excusado, a lacoca-cola, al avin o al petrleo), por sus mritos, caractersticase impactos, tendramos que seleccionar a dos. Ambos sondevoradores insaciables de los recursos naturales del planeta(energa, minerales, bosques, selvas, agua, suelos) ycontaminadores comprobados, cada uno domina sobre espaciosdiferentes, y los dos son cuadrpedos. Monarca de lo urbano elprimero y emperatriz de lo rural la segunda, estas dos indiscuti-bles deidades del mundo moderno son el automvil y la res. Dela segunda escribimos en el captulo siguiente pues su prolifera-cin testimonia la conversin de la alimentacin en la era indus-trial hacia una dieta fundamentalmente carnvora.

    Dado el paulatino desplazamiento que la civilizacin indus-trial provoca de la poblacin humana del campo a las ciudades,el automvil es cada vez ms el diseo ms notable de la moder-nidad, la deidad ante la cual millones de seres humanos se incli-nan, con reverencia, sin importar nacionalidad, clase social, reli-gin, grupo cultural o ideologa. Como veremos, no se trata deuna divinidad compasiva y justiciera, sino de una deidad voraz,sucia, insegura y, sobre todo, sanguinaria (De la Cueva, 1996). Y,o la fe que se profesa es de una consistencia inusitada, o bien lademencia y la imbecilidad del mundo moderno no tienen lmites.

    En efecto, visto sin anestesia, es decir tomada la prudente dis-tancia que permite superar el alud propagandstico y mercadotc-

    5. LA RELIGIN DEL AUTOMVIL

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    nico que adormece a la mayora de los ciudadanos modernos, elautomvil aparece como una suerte de mquina infernal, devo-radora por igual de seres humanos y de recursos naturales, y cau-sa primaria del efecto sobre la estabilidad del ecosistema plane-tario.

    La Organizacin Mundial de la Salud nos informa que ademsdel cncer, las enfermedades cardiovasculares, las contagiosas yel SIDA, la otra causa principal de la muerte de los seres huma-nos de hoy en da es el automvil. De 1970 a la fecha, el auto hamatado ms norteamericanos que las dos guerras mundiales, msla de Corea y la de Vietnam tomadas juntas. En Espaa, el nme-ro acumulado de muertes provocadas por el automvil alcanzen el ao 2000 el cuarto de milln de personas, y en Alemania enun slo ao las muertes por auto quintuplicaron el nmero demuertes por droga. El 85% de los accidentes mortales ocurren,sin embargo, en los pases en desarrollo y transicin.

    La cifra global da escalofros. En 1999, su majestad el autohizo desaparecer de la faz de la tierra a entre 750,000 y 880,000seres humanos (mayoritariamente jvenes) y dej heridos a en-tre 23 y 34 millones de personas (incluyendo peatones y ciclis-tas). Esto quiere decir que en una dcada, la mquina favoritaeliminar a 8 millones de personas y afectar la vida de otras 200a 300 millones. En unos aos, este sacrificio de vidas humanasno tendr parangn en la historia, pues ninguna religin, inclu-yendo la devastadora conquista espiritual de Amrica, habr he-cho desaparecer tantos seres en su nombre. La comprobacinemprica de esta tragedia la tiene el propio lector: es difcil nosaber de un accidente automovilstico, mortal o no, con personasconocidas.

    De acuerdo con el detallado anlisis del Transport ResearchLaboratory (www. factbook.net/EGRF), la tendencia prevista serel aumento de los accidentes, no la disminucin, principalmenteen los pases pobres y menos desarrollados. El efecto homicidadel automvil se incrementar por tres razones. La primera esdemogrfica. Cada vez hay ms automotores: si en 1950 se cons-

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    truyeron ocho millones de automviles, para el inicio del nuevomilenio fueron 40 millones. Esto significa que por cada dos sereshumanos que nacieron en el ao 2001 se fabric un auto. A eseritmo habr mil millones de automotores en el ao 2010. La po-blacin total del parque vehicular se estima entre los 600 y los700 millones (Wards Communications), las tres cuartas partes deuso individual o familiar y el resto para transporte comercial oindustrial. Casi el 80% de los automotores que existen en el mundose localizan en Europa, Japn y los tres pases del TLCAN: Ca-nad, Estados Unidos y Mxico.

    La segunda explicacin tiene que ver con la racionalidad pro-ductiva. El auto es quizs la mercanca perfecta, el diseo soa-do bajo la lgica del capital: se produce en serie y dura cada vezmenos; se vende mucho y con muchas ganancias. En efecto, des-de que Alfred Sloan, director de la General Motors de 1920 a1955, introdujo la produccin en masa y el concepto deobsolescencia programada, no ha dejado de perfeccionarse lafabricacin masiva de autos que se vuelven efmeros, es decir,que tienen un corto promedio de vida.

    De acuerdo con un estudio de la Wards Communications, elparque vehicular del planeta tiene un promedio de vida de seisaos y medio, en tanto que los modelos ms recientes tienden adurar no ms de cuatro aos. Estos dos factores, aunados a laconstruccin de modelos diseados para velocidades cada vezmayores, han hecho del automvil el diseo moderno ms riesgosodel orbe. Ya desde los aos sesenta el activista norteamericanoRalph Nader denunci el elevado porcentaje de defectos de f-brica en los automotores, un hecho que ha provocado el retiro ola reparacin de millones de unidades en los ltimos aos.

    La tercera razn es ideolgica, el ingrediente que faltaba. Lasociedad de consumo ha logrado crear una pseudosacralidad al-rededor del automvil. El auto, dice E. Ditcher (1970) en Lasmotivaciones del consumidor, se ha vuelto un smbolo, y sus con-sumidores se han convertido en feligreses. Bajo la religin delauto millones de seres humanos anestesiados por la publicidad,

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    creen encontrar prestigio, libertad de movimiento y, sobre todo,poder. Hoy, la antropologa de la modernidad encuentra en elautomvil un rito de iniciacin por el cual los adolescentes de lassociedades industriales se convierten en adultos. Bajo esta ideo-loga, el dominio de la velocidad se ha vuelto uno de los prin-cipales objetivos de la existencia del ser urbano e industrial. Sefabrican autos para violar, cada vez ms fcilmente, la velocidadpermitida, y en ningn lugar del mundo nadie hace nada por apli-car la ley. Ya es un lugar comn el que nadie respete las normasde mxima velocidad permitida.

    Es probable que ninguno de los dioses creados por el esprituhumano a lo largo de su historia haya tenido mayores impactosecolgicos que esta moderna deidad engendrada por la necesi-dad de movimiento y de transporte. Aun ms, contrariamente alo que provoca el automvil, la mayora de los dioses existenteshan promovido entre sus seguidores una actitud prudente haciala naturaleza. El automvil no slo utiliza y dilapida recursosnaturales de toda ndole durante su construccin y su consumo,tambin genera toda una gama de contaminantes letales de im-pacto global. Los datos son apabullantes. Los automotores con-sumen ms de la quinta parte de toda la energa utilizada por lahumanidad y casi la mitad del petrleo. A lo anterior debeagregarse el consumo de nquel (el 95% de la produccin total),zinc (35%), acero (20%), aluminio (12%), cobre (10%) y caucho(6%).

    Durante su construccin y su uso el monarca excreta, adems,los siguientes contaminantes: metano, ozono, monxido de car-bono, xido nitroso y, por supuesto, bixido de carbono, el prin-cipal agente del efecto invernadero, el mecanismo que est pro-vocando el calentamiento del planeta. De acuerdo a los estudio-sos del tema, el parque vehicular del mundo emite sobre 900millones de toneladas mtricas de bixido de carbono cada ao,representando el 15% del total de este contaminante que la so-ciedad humana arroja a la atmsfera. Por cada nuevo auto que seconstruye, con un peso promedio de una tonelada y media, se

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    generan entre quince y veinte toneladas de residuos, algunos deellos txicos.

    Todo lo anterior se ve coronado por una paradoja ambiental:la tendencia a fabricar autos ms pesados, de mayor potencia ycon ms arranque (conocidos como light trucks), ha dado lu-gar a diseos menos eficientes energticamente, es decir, que con-sumen ms, no menos, combustible, y que son ms contaminan-tes. Ms all de la propaganda envolvente y de los mensajesverdes de las fbricas automotrices, la realidad es contundente:En los Estados Unidos los modelos menos eficientes ecolgica-mente hablando, pasaron de la quinta parte del total de autosvendidos en 1975 a la mitad del total del ao 2000. En suma, losefectos de los automotores sobre la salud y el equilibrio del pla-neta son ms que evidentes.

    El impacto ms conocido y vivido directamente de los auto-mviles es sobre el espacio y el aire de las ciudades. La toxicidaddel aire urbano, provocado principalmente por el monxido decarbono, el plomo y el ozono, es hoy en da un problema queafecta a cientos de ciudades de todo el mundo y que amenaza lasalud de millones de seres humanos. La respiracin del aire con-taminado por los autos afecta el sistema nervioso, las vas respi-ratorias, y el sistema cardiaco y vascular. Adems del ruido, lasobresaturacin de los automotores en las ciudades da lugar aotra nueva paradoja: los modelos diseados para abatir el tiempode traslado se ven obligados a transitar a velocidades mnimaspor el congestionamiento del trfico.

    El ltimo aspecto es el poltico. El podero de esta modernadeidad parece no tener lmites. Difcilmente los gobiernos de losprincipales pases industriales (EUA, Japn, Francia, Alemania,Italia) pueden sustraerse a la influencia, intereses y opinin delos principales fabricantes de autos y, por supuesto, nadie olvidala celebre frase de Charles E. Wilson, presidente de la GeneralMotors (GM) y secretario de defensa norteamericano en los cin-cuenta: lo que es bueno para los Estados Unidos es bueno parala GM y viceversa. La expansin o consolidacin de la reli-

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    gin del automvil ha derrocado gobiernos, desencadenado gue-rras, modificado tratados o inducido enormes fraudes y actos decorrupcin, mientras que los tapetes de asfalto y de cemento hanarruinado regiones agrcolas, afectado zonas de conservacin dela biodiversidad, modificado paisajes y alcanzado el mundo sub-marino (el canal de La Mancha).

    Todo indica que en los tiempos que vienen, los seres humanosseguirn tendiendo nuevas alfombras a la deidad motorizada, lacual se reproducir a ritmos cada vez mayores. Hoy, los fabrican-tes de autos se preparan para conquistar nuevos territorios: Chi-na (donde el gobierno se ha propuesto como meta dotar de auto-motores a 200 millones de ciudadanos), India y Latinoamrica.El automvil ir entonces agregando nuevos sbditos a sulargusima fila de seguidores en todo el planeta. Slo los umbra-les de la capacidad del ecosistema planetario, de Gaia, de la tie-rra, parece que lograrn detener este impulso suicida del Homosapiens, del mono que piensa. Contrariamente a lo esperado,una vez ms la naturaleza tendr que echar mano de sus propiasfuerzas para ensearle a los humanos el camino correcto.

  • Ofrecerle a un chino un vaso de leche fresca es exactamente lomismo que invitarle un sndwich de jamn a un judo o a un mu-sulmn. Los chinos, como muchos otros asiticos (japoneses,coreanos, indochinos) tienden a no gustar de la leche por razonesfisiolgicas (pues son deficientes en lactasa, la enzima que des-compone el azcar que contiene la leche de los mamferos) su-plantando el calcio y la protena de los lcteos por una gran va-riedad de verduras y por la carne del cerdo, la misma que judosy musulmanes rechazan por razones religiosas. Mientras que paralos estadunidenses comer carne de caballo es simplemente impo-sible y en cambio un filete de res es como comprar un cadillac,uno de cada tres franceses (y otros europeos) comen normalmen-te filetes de caballo y en la India, no obstante tener una poblacinde millones de cabezas de ganado bovino, alimentarse con carnede res resulta un sacrilegio.

    Finalmente, la probabilidad de que un japons se desayune asu mascota como lo hacen o lo hicieran muchos miembros deotras sociedades actuales (por ejemplo grupos de pastores) o an-tiguas (como los aztecas con el perro o izcuintle) es tan baja comoque un europeo acepte sobre su mesa un rebosante plato de chin-ches, gusanos, orugas y grillos. El uso de los insectos como ali-mento es una prctica harto comn entre muchas sociedades nooccidentales (sobre todo del trpico hmedo) y particularmentenotable en Mxico donde existen, en conjunto, ms de 500 espe-cies de insectos que son alimento para ms de una docena degrupos indgenas (Ramos-Elorduy, 1982; Ramos-Elorduy et al,1984).

    Cada cultura y cada civilizacin ha escogido, por diversas ra-

    6. LOS PELIGROS DE LA CARNE

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    zones de carcter material o ideolgico, a determinadas especiesa partir de las cuales hace derivar las protenas de origen animalrequeridas por el metabolismo humano. Entre los diversos estu-diosos que se han dedicado a investigar la antropologa alimenti-cia de los seres humanos, destacan los agudos anlisis de MarvinHarris (Harris, 1985; Harris y Ross, 1978), quin ha discutidocon audacia las principales preferencias y aversiones de las so-ciedades en torno a los alimentos de origen animal, y ha reveladoel entramado de factores ecolgicos, tecnolgicos, econmicos,fisiolgicos y culturales que los determinan.

    SER MODERNO, SER CARNVOROLa variedad de recursos alimenticios, cabal expresin de la

    diversidad cultural del mundo, es sin embargo un rasgo severa-mente amenazado por una tendencia hegemnica que expandepor todos los rincones del orbe una dieta que se caracteriza por elsobreconsumo de carne (de reses, puercos y pollos). Ello se vuel-ve un hbito de los ciudadanos del mundo moderno, y tieneenormes repercusiones sobre la salud de los seres humanos y delplaneta. Se trata en efecto del modelo industrial de alimentacinque privilegia el consumo de la protena animal por sobre la ve-getal, y el uso excesivo de la carne de res, de cerdo y de pollo.

    El incremento desproporcionado de la demanda de carne haaumentado las poblaciones de animales utilizados. Las estadsti-cas indican que, por ejemplo, el nmero de reses para carne yleche pas de 720 millones en 1950 a 1530 millones en el 2001,y el de cabras y ovejas creci de mil millones a 1750 millones enel mismo perodo (Brown, 2002). Se estima que, de seguir losritmos actuales, la poblacin productora de carne de res y lechealcanzar los 3 mil millones en 2050 (Morgan, 1997). En mu-chos pases la poblacin de reses supera a la de sus ciudadanos, yel peso acumulado por todas las reses del mundo sobrepasa elpeso de la totalidad de los seres humanos (Rifkin, 1992). Lospases con el mayor nmero de reses son India (donde no se co-men), Brasil, EUA, China y Argentina.

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    Este crecimiento explosivo de los animales proveedores decarne ha incrementado la presin sobre los recursos vegetalesque a su vez alimentan a las especies animales. Esto est provo-cando tales cambios sobre los ecosistemas del planeta, que hoyla ganadera se considera una de las principales causas de fen-menos como la desertificacin, la deforestacin, la contamina-cin de suelos y aguas y la generacin de gases que producen elllamado efecto invernadero en la atmsfera (pues las reseserutan metano uno de los principales gases contaminadores).

    SISTEMAS GANADEROS, SISTEMAS ECOLGICOSComo consumidores en las redes alimenticias o cadenas tr-

    ficas, cada hato ganadero impacta de manera diferente los eco-sistemas del planeta, de acuerdo con sus propias caractersticasbiolgicas y a la forma en que se efecta la produccin. Hoy esposible dis-tinguir tres principales sistemas ganaderos en el mun-do: 1) la ganadera extensiva, en la cual los animales pastorean oforrajean libremente sobre recursos vegetales nativos, inducidoso cultivados; 2) la ganadera mixta o integrada a la agricultura,en la cual los animales domesticados se encuentran articulados alos sistemas agrcolas, los cuales les dotan de alimento por me-dio de semillas y de los esquilmos agrcolas (rastrojos); y 3) laganadera intensiva industrializada, en la cual los animales seencuentran confinados de manera masiva y alimentados in situpor medio de frmulas nutritivas especiales.

    En trminos generales, las ganaderas bovina de carne, caprinay ovina son de carcter extensivo. Este sistema ganadero aportael 10% de la carne de res del mundo, y dado el creciente sobrepas-toreo est provocando la severa degradacin de numerosas re-giones semidesrticas del mundo: norte de Africa, Medio Orien-te, Asia central, Mongolia, norte de India, China y Mxico y surde los Estados Unidos. Este fenmeno conocido tcnicamentecomo desertificacin provoca la eliminacin de la diversidadflorstica, la disminucin de la cobertura de vegetacin originaly la erosin de los suelos (Brown, 2002).

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    La ganadera extensiva provoca, adems, agudos fenmenosde deforestacin en las regiones tropicales del mundo, pues elavance de esta modalidad pecuaria implica la transformacin delas enormemente ricas selvas tropicales en extensos y monto-nos pastizales para alimentar el ganado. Ello ha sido especial-mente notable en Latinoamrica, donde la ganadera extensivahaba eliminado ya unos 32 millones de selvas tropicales haciaprincipios de los noventas (Toledo,1992c). Una parte importantede la carne de res generada en los pastizales de la Amrica tropi-cal ha servido de insumo para la prspera industria norteameri-cana de las hamburguesas.

    La llamada ganadera mixta integrada a la agricultura es lams benigna. Esta es una modalidad de origen campesino, gene-ralmente de pequea escala y manejada como una empresa fami-liar o por cooperativas. Su ventaja es que tiende a la bsqueda deuna articulacin casi perfecta con la produccin agrcola, la cualprovee de alimentos a los animales y como contraparte estos fer-tilizan los campos agrcolas a travs de sus estircoles. Por locomn este sistema se ve complementado por el libre pastoreode los animales en la vegetacin circundante durante los pero-dos de escasez del ao o su confinamiento temporal con disposi-cin de forraje, por lo que debe considerarse una ganadera alta-mente flexible de carcter semi-intensivo. Se estima que bajoesta modalidad se produce an ms de la mitad de la carne de resy de cerdo del mundo y el 90% de la produccin de leche devaca.

    El sistema industrializado intensivo es el ms irracional desdeel punto de vista ecolgico y el que se expande ms rpidamente.Esta modalidad consiste en el establecimiento a gran escala degranjas, donde los animales son confinados, alimentados, cura-dos y reproducidos de manera masiva y mediante tecnologassofisticadas. Se trata por lo tanto de crear una fbrica de ali-mentos animales, lo cual conlleva una racionalidad productivabasada en la produccin especializada, estandarizada y en serie.El sistema industrial genera casi el 40% de la carne de res del

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    mundo, la mitad de la de pollo y cerdo y dos tercios de la produc-cin de huevo.

    Adems del uso de medicamentos y substancias diversas paraincrementar la velocidad de crecimiento y el peso de los anima-les (hormonas, sulfas, antibiticos), la ganadera industrializadase sirve de frmulas alimenticias conocidas como piensos o ali-mentos balanceados que son la piedra angular en la fabricacinde las carnes. Estos alimentos son confeccionados con granos(maz, trigo, sorgo), oleaginosas, productos pesqueros, y dese-chos de los propios animales (por ejemplo sangre, plumas, es-tircoles), as como insumos qumicos especiales. Los volme-nes de alimentos vegetales o acuticos desviados del consumohumano directo para alimentar a los animales de la ganaderaindustrial son descomunales. Se estima que un 70% de todo elgrano bsico producido en los Estados Unidos se va para los ali-mentos balanceados, y cerca de un tercio de la produccin mun-dial tiene el mismo destino (Rifkin, 1992).

    Una radiografa de los componentes de los alimentos balan-ceados utilizados en Mxico para alimentar cerdos, pollos y re-ses durante los aos ochenta (Toledo, et al. 1989) mostr la ex-trema irracionalidad de este fenmeno. Los animales se comie-ron toda la produccin nacional de sorgo ms un volumen impor-tado equivalente al 72% de lo producido internamente, hasta lle-gar a un total de ocho millones de toneladas de ese grano. Lomismo pas con el 70% de la produccin nacional de oleaginosas,pues contra lo que normalmente se piensa stas tienen funda-mentalmente un uso forrajero y slo se utilizan en la industriaaceitera de manera secundaria. Toda la produccin nacional desoya (686 mil toneladas) ms un milln de toneladas importadasde este producto, y entre un 10 y 15% del maz y el 10% del trigoproducido, termin tambin en el estmago de los animales. Paracoronar el absurdo, los mexicanos dejaron de comer cerca del40% del total de la produccin pesquera nacional, pues unas 400mil toneladas de dos especies: anchoveta y sardina, se convirtie-ron en harinas compuestas para alimentar a pollos y cerdos.

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    DE LA SALUD PLANETARIA A LA SALUD HUMANABajo los actuales patrones de sobreconsumo, la carne no slo

    es peligrosa para la salud del planeta, tambin lo es para la saluddel ser humano. En un reporte reciente, la Organizacin Mundialde la Salud (WHO, 2000) llama la atencin sobre lo que conside-ra una nueva epidemia global: el sobrepeso y la obesidad quesufren enormes contingentes de ciudadanos de los pases indus-trializados y de las clases emergentes de los pases en desarrollo.Hoy se reconoce que las diferentes condiciones de obesidad sonuna de las primeras causas de las principales enfermedades y dela muerte prematura del ciudadano moderno: diabetes, padeci-mientos cardiacos, infartos, hipertensin, problemas renales, cn-cer y osteoartritis.

    La sobrenutricin, en la que el uso excesivo de la protenaanimal aparece como uno de los principales factores causales sino es que el primero, es un padecimiento que agobia a extensascapas de los ciudadanos del mundo industrial y que alcanza sumxima expresin en el pas ms poderoso del orbe: los EstadosUnidos. Las estadsticas se dejan caer como fras espadas: msde la mitad de la poblacin adulta norteamericana (55%) sufrede problemas de sobrepeso, y el 25% son definitivamente obesos(unos 40 millones). Paradjicamente, esta situacin es fuerte-mente influenciada por las minoras: el 65% de los adultos deorigen latino y de mujeres negras presentan problemas desobrepeso. Los varones negros tienen mayores problemas con supeso que los blancos. Por la situacin anterior, en los EstadosUnidos mueren cada ao unas 300,000 personas por problemasderivados de su alimentacin excesiva, y el costo del cuidado dela obesidad (tratamientos y terapias) alcanza los 117,000 millo-nes de dlares anuales (NIH, 1996).

    Hay todava un ltimo aspecto relativo a la salud humana de-rivado de la fabricacin de carne bajo los sistemas industrialesque buscan la reduccin de tiempos y costos: el empleo permiti-do o clandestino de innumerables substancias utilizadas en elengorde y salud de los animales, tales como el clenbuterol (re-

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    ductor de grasas), hormonas diversas y sulfamidas (antibiticos).Estas substancias entran al cuerpo humano y afectan su metabo-lismo en diversos grados. Son por lo tanto substancias txicas.El confinamiento, estandarizacin y monotona a la que son ex-puestos los animales, seres vivos al fin, han dado lugar tambin aanomalas inexplicables e impredecibles como la llamada enfer-medad de las vacas locas, que desde 1987 infect cientos demiles de cabezas de ganado en Inglaterra a partir de la encefalitisespongiforme y que, aparentemente, se transmiti a varios con-sumidores.

    PROTENA VEGETAL O ANIMAL? LA INEFICIENCIA ENERGTICA DELAS GANADERAS

    El carcter de consumidor primario y hasta secundario (es de-cir que se alimenta de otros animales) de las ganaderas contem-porneas hacen a estos sistemas menos eficientes que los siste-mas agrcolas, dado que existe una prdida en la transferencia dela protena y energa vegetales a la materia animal. De acuerdocon los ndices de conversin registrados para estas ganaderasse requieren de 2.7, 2.5 y 3.5 kg de alimentos balanceados paraproducir un kilogramo de carne de pollo, huevo y carne de cerdo,en tanto que la produccin lechera es ms eficiente.

    En trminos globales, es posible obtener la misma cantidad deprotena de los vegetales sembrados en una superficie hasta cin-co veces menor que la necesaria para mantener a un hato ganade-ro. De acuerdo con cada tipo de ganado, se pierde una cantidaddeterminada de protena vegetal en protena animal durante latransformacin energtica. Por lo tanto, slo el 6% de la protenavegetal consumida como forraje por una res se convierte en pro-tena animal, 9% en el caso del cerdo, 18% en la carne del pollo,27% en el huevo y 31% en la leche. En trminos energticos, serequieren 188 kilocaloras de forraje para producir una solakilocalora de protena de oveja, de 122 a 164 para obtener unade res, 65 en el caso de los cerdos, 20 en el de pollos y huevo y 30para obtener una kilocalora de protena de leche.

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    En resumen, desde el punto de vista ecolgico resulta ms efi-ciente obtener protena vegetal que animal en trminos de la ener-ga y, por lo mismo, en funcin del espacio requerido durante laproduccin. Ello significa hacer descansar la alimentacin hu-mana ms en los productores primarios (las plantas), primer es-labn de captacin de energa solar en la cadena trfica, que enel consumo de productos animales.

    Contraviniendo la idea de un vegetarianismo extremo y estric-to, todas las evidencias sugieren que una dieta nutricionalmentecorrecta requiere, a fortiori, de una proporcin importante dealimentos animales, pues stos constituyen, tanto cualitativa comocuantitativamente, un recurso mejor de protena que los alimen-tos vegetales, adems de contener otros ingredientes esencialescomo vitaminas y minerales. A ello habra que agregar la dimen-sin del volumen, pues por ejemplo, para alimentar a un indivi-duo de 80 kilos seran necesarios 1.5 kilos de trigo diarios, entanto que slo 340 gramos de carne seran suficientes para pro-porcionar la misma cantidad de protena.

    Todo indica que la opcin adecuada es la de una combinacinbalanceada entre alimentos vegetales y animales, y esto no esms que un reconocimiento a lo que la tradicin an se empeaen mantener vivo: cocinas, dietas y platillos que al combinar todauna gama de productos naturales no hacen sino recordarnos, atravs del paladar y la nutricin correcta, que la vida es diversi-dad, flexibilidad y balance. Una realidad que la modernidad in-dustrial niega y suprime.

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    Los seres humanos organizados en sociedad afectan a la natu-raleza (su estructura, su dinmica, su evolucin) por dos vas: alapropiarse los elementos naturales (aprovechamiento de recur-sos naturales) y al expulsar elementos ya socializados, pues alproducir, circular, transformar y consumir, los seres humanos(como individuos y como conjunto social) excretan materiales(desechos) hacia la esfera de lo natural.

    Durante la produccin primaria o rural, las sociedades extraenmateriales y energas de la naturaleza a travs de la agricultura,la ganadera, la silvicultura, la pesca y las actividades de extrac-cin (mineral o energtica). Estos productos arrancados a la na-turaleza se convierten en materias primas que luego sern trans-formadas a travs de la produccin artesanal, manufacturera y/oindustrial para su posterior consumo, o bien como productos (ali-mentos y otros bienes) para ser consumidos directamente por losseres humanos.

    Por lo anterior, la naturaleza posee un triple valor (material)para la sociedad: es la fuente primaria de toda produccin (so-cial), es el reservorio final (y reciclador) de todo desecho genera-do por la sociedad, y es el espacio ambiental que permite la regu-lacin de los ciclos del aire, agua y nutrientes y la moderacin delas temperaturas, requeridos por los individuos de la especie hu-mana (servicios ambientales).

    El producto ms relevante de la sociedad industrial vuelta mo-dernidad es el reposicionamiento de la naturaleza respecto de lasociedad y de la sociedad respecto de la naturaleza. Los tres si-glos de industrializacin que nos han precedido, han sido sufi-cientes para subsumir los procesos naturales en los procesos so-

    7. EL RIESGO ECOLGICO: UNA AMENAZA GLOBAL

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    ciales y viceversa, y han desencadenado una contradiccin dedimensiones globales entre la naturaleza y la sociedad, cuya re-solucin implica una reformulacin de todo el modelo civilizatorioy no slo de aspectos o dominios sectoriales (tecnolgicos, ener-gticos, econmicos, culturales, etc.).

    Hoy da Beck (1986: 89), afirma:

    ...la naturaleza ya no puede ser pensada sin la sociedad y la socie-dad ya no puede ser pensada sin la naturaleza Las teoras socia-les del siglo XIX (y tambin sus versiones modificadas en el sigloXX) pensaron la naturaleza esencialmente como algo dado, asig-nado, a someter; por tanto, como algo contrapuesto, extrao, comono sociedad. Estas suposiciones las ha suprimido el propio proce-so de industrializacin. A finales del siglo XX, la naturaleza noest ni dada ni asignada, sino que se ha convertido en un productohistrico, en el equipamiento interior del mundo civilizatorio des-truido o amenazado en las condiciones naturales de su reproduc-cin. El efecto secundario inadvertido de la socializacin de lanaturaleza es la socializacin de las destrucciones y amenazas dela naturaleza, su transformacin en contradicciones y conflictoseconmicos, sociales y polticos: las lesiones de las condicionesnaturales de la vida se transforman en amenazas mdicas, socialesy econmicas globales para los seres humanos, con desafos com-pletamente nuevos a las instituciones sociales y polticas de lasociedad mundial superindustrializada.

    En esta perspectiva, los innumerables eventos atpicos que hanasolado al mundo contemporneo, han dejado de ser meros fe-nmenos naturales para volverse fenmenos producidos por lasociedad en combinacin con los procesos fsico-biolgicos. Msque de eventos de la naturaleza se trata de fenmenos naturo-sociales o socio-naturales. No es ya la naturaleza la que comouna fuerza ciega desencadena fenmenos destructivos e inespe-rados, sino son sus reacciones a los impactos que la sociedadhumana imprime sobre ella, lo que toma la forma de nuevos even-tos sin precedentes en la historia humana.

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    As, la visin antropocntrica se vuelve insostenible. La espe-cie humana no slo es una parte ms del cosmos, sino que no esni el centro del universo ni la culminacin del proceso de evolu-cin csmica. Por ello, los seres humanos estn obligados a man-tener el delicado equilibrio del ecosistema planetario, en un actode solidaridad con su entorno, es decir, con todas las cosas vivasy no vivas, puesto que formamos parte de una inmensa comuni-dad csmica y planetaria. Para utilizar las palabras de Boff (1996):...todos somos interdependientes, tenemos el mismo origen y elmismo destino [] de tal forma que cada uno vive por el otro,para el otro y con el otro.

    Conforme pasa el tiempo, y un nmero mayor y ms precisode informes y datos llegan a la mesa de los analistas, las amena-zas, anomalas y accidentes de esta sociedad del riesgo comolo seala U. Beck (1986), rebasan las fronteras regionales y na-cionales hasta llegar a adquirir una dimensin global. En los lti-mos veinte aos se ha pasado de catstrofes puntuales de carc-ter local, a eventos regionales sin consecuencias expansivas, aaccidentes y eventos localizados regionalmente pero con conse-cuencias ms all de su rea de origen, hasta a eventos de dimen-sin claramente global.

    En la ltima dcada, a los fenmenos globales ya reconocidosdurante los ochenta, tales como el exceso de bixido de carbonoy otros gases en la atmsfera o la reduccin de la capa de ozonoatmosfrico por efecto de los clorofluorocarbonos y otros conta-minantes industriales, se han venido a agregar nuevos procesosde dimensin planetaria descubiertos por la investigacin cient-fica. Entre estos deben citarse los enormes volmenes de azufreque la sociedad humana deposita cada ao en la atmsfera, elgran porcentaje de energa solar captada por las plantas que esdesviado hacia fines humanos o los volmenes de agua dulceque son extrados del ciclo hidrolgico para las actividades hu-manas.

    En efecto, se estima que las actividades extractivas de la so-ciedad humana desvan ya, directa o indirectamente, ms de la

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    mitad del flujo de agua disponible del ciclo hidrolgico (Postelet al., 1996), y probablemente hasta un 40% de la produccinprimaria neta (PPN) de la fotosntesis terrestre (Vitousek et al.,1986). La PPN es la energa solar captada y transformada por lasplantas en materia (o tejido) vegetal, que es la base de toda lapirmide energtica del ecosistema planetario.

    Adems, en los ltimos aos se acumularon suficientes evi-dencias que demostraron la existencia de fenmenos no registra-dos anteriormente tales como el incremento en el nmero e in-tensidad de los ciclones, la produccin de gases contaminantesde la atmsfera derivados de las quemas agrcolas, pecuarias yforestales, y el registro de 1997 y 1998 como los aos ms ca-lientes de la historia reciente.

    En los ltimos aos, los seres humanos perdieron tambin elcontrol a escala global sobre dos elementos naturales: el fuego yel agua. Durante 1997-1998, tuvo lugar una secuencia de incen-dios forestales en unos 18 pases que afect una superficie decuando menos 8.7 millones de hectreas. Los pases ms afecta-dos fueron Indonesia, Brasil, Canad, Mxico, Guatemala, Hon-duras y Nicaragua (Linden, 1998). Por otra parte, durante el ve-rano de 2002, las lluvias torrenciales llegaron inesperadamentesobre una amplia porcin de Europa central y Asia, provocandoinundaciones en varios pases como la Repblica Checa, Aus-tria, Alemania, Rusia, Irn e India.

    Contrariamente a lo esperable, la dcada de los noventa triplicel nmero de catstrofes naturales con respecto a los setenta.De acuerdo al World Disasters Report (la publicacin anual de laCruz Roja Internacional) durante 1998 los desastres naturalesafectaron a ms de 126 millones de personas en todo el mundo,provocaron el desplazamiento de 13.5 millones (superando alnmero de refugiados por causas de guerras o conflictos polti-cos) y cau