7 Iglesias Apocalipsis

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Pregunta: "¿Qué representan las siete iglesias en Apocalipsis?" Respuesta: Las siete iglesias descritas en Apocalipsis capítulos 2-3, son literalmente siete iglesias que existían en el tiempo en que Juan el apóstol estaba escribiendo el Apocalipsis. Aunque se trataba literalmente de iglesias de ese tiempo, también hay un significado espiritual para las iglesias y creyentes de la actualidad. El primer objetivo de las cartas, era comunicarse con las iglesias existentes, y suplir sus necesidades de entonces. El segundo propósito es revelar siete diferentes tipos de individuos/iglesias a través de la historia e instruirlos en la verdad de Dios. Un posible tercer propósito, es usar las siete iglesias para visualizar siete diferentes períodos en la historia de la Iglesia. El problema con esta opinión, es que cada una de las siete iglesias, describe situaciones que pueden encontrarse en la Iglesia en cualquier tiempo de la historia. Así que, aunque puede haber algo de verdad en que las siete iglesias representen siete eras, hay demasiada especulación a este respecto. Nuestro enfoque debe centrarse en el mensaje que Dios nos da a través de las siete iglesias. Las siete iglesias son: (1) Efeso (Apocalipsis 2:1-7) – la iglesia que había dejado su primer amor (2:4). (2) Esmirna (Apocalipsis 2:8-11) – la iglesia que sufriría persecución (2:10). (3) Pérgamo (Apocalipsis 2:12-17) – la iglesia que necesitaba arrepentirse (2:16). (4) Tiatira (Apocalipsis 2:18-29) – la iglesia que tenía una falsa profetisa (2:20) (5) Sardis – (Apocalipsis 3:1-6) – la iglesia que se había quedado dormida (3:2). (6) Filadelfia (Apocalipsis 3:7-13) – la iglesia que había perseverado pacientemente (3:10). (7) Laodicea (Apocalipsis 3:14-22) – la iglesia con una fe tibia (3:16).

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Pregunta: "¿Qué representan las siete iglesias en Apocalipsis?" Respuesta: Las siete iglesias descritas en Apocalipsis capítulos 2-3, son literalmente siete iglesias que existían en el tiempo en que Juan el apóstol estaba escribiendo el Apocalipsis. Aunque se trataba literalmente de iglesias de ese tiempo, también hay un significado espiritual para las iglesias y creyentes de la actualidad. El primer objetivo de las cartas, era comunicarse con las iglesias existentes, y suplir sus necesidades de entonces. El segundo propósito es revelar siete diferentes tipos de individuos/iglesias a través de la historia e instruirlos en la verdad de Dios. Un posible tercer propósito, es usar las siete iglesias para visualizar siete diferentes períodos en la historia de la Iglesia. El problema con esta opinión, es que cada una de las siete iglesias, describe situaciones que pueden encontrarse en la Iglesia en cualquier tiempo de la historia. Así que, aunque puede haber algo de verdad en que las siete iglesias representen siete eras, hay demasiada especulación a este respecto. Nuestro enfoque debe centrarse en el mensaje que Dios nos da a través de las siete iglesias. Las siete iglesias son: (1) Efeso (Apocalipsis 2:1-7) – la iglesia que había dejado su primer amor (2:4). (2) Esmirna (Apocalipsis 2:8-11) – la iglesia que sufriría persecución (2:10). (3) Pérgamo (Apocalipsis 2:12-17) – la iglesia que necesitaba arrepentirse (2:16). (4) Tiatira (Apocalipsis 2:18-29) – la iglesia que tenía una falsa profetisa (2:20) (5) Sardis – (Apocalipsis 3:1-6) – la iglesia que se había quedado dormida (3:2). (6) Filadelfia (Apocalipsis 3:7-13) – la iglesia que había perseverado pacientemente (3:10). (7) Laodicea (Apocalipsis 3:14-22) – la iglesia con una fe tibia (3:16).

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Métodos de interpretación del libro de Apocalipsis JUNIO 13, 2012

tags: apocalipsis, Biblia, Escatología, Interpretación Bíblica, Principio de interpretación

Métodos de interpretación

Cuando se trata de interpretar un texto bíblico y especialmente si se trata de un libro profético, debe considerarse el sistema o método interpretativo que ha de aplicarse, ya que de ello dependerá el resultado final de la interpretación. Hay diferentes sistemas, de los que se sintetizan los más comunes.

1) Preterista: El nombre preterista es una combinación de dos palabras latinas praeter (pasado) y ire (ir) y quiere decir lo que ya es pasado, es decir, que pertenece al pasado. Según este punto de vista, todo lo que se menciona en Apocalipsis se cumplió en el siglo primero, en la época en que Juan escribió este libro. Los preteristas enseñan que el simbolismo en Apocalipsis describe eventos históricos que ocurrieron durante la segunda mitad del siglo primero; el libro de Apocalipsis se refiere a lo que ocurrió en el pasado sin ninguna referencia al presente y al futuro.[1]

2) Histórica: Este punto de vista de la interpretación encuentra en Apocalipsis un registro de la historia de la iglesia desde los tiempos de los apóstoles hasta el presente. John MacArthur escribe al respecto:

“Los intérpretes historicistas a veces recurren a la alegorización del texto a fin de hallar en él los varios acontecimientos históricos que creen que el texto describe (p. ej. La caída de Roma ante los bárbaros, el surgimiento de la Iglesia Católica Romana, la llegada del Islam, incluso la Revolución Francesa). No es sorprendente que tal método subjetivo y arbitrario haya dado origen a un gran número de interpretaciones conflictivas de los reales acontecimientos históricos en Apocalipsis.”[2]

Kistemaker por su parte escribe:

“Asignan los siete sellos y seis trompetas a la iglesia primitiva y a la Edad Media, entienden que Apocalipsis 10 y 11 habla de la época de la Reforma, y aplican el mensaje de la sétima trompeta a la verdadera iglesia. Las dos bestias en el capítulo 13 son el papa y el poder papal, las siete plagas se cumplieron en la revolución francesa y en las revoluciones modernos, y la destrucción de Babilonia es la caída del papado.”[3]

Las variaciones en cuanto al método de aplicar el mensaje de Apocalipsis a la historia son numerosas y autodestructoras.

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3) Idealista: La escuela idealista ve descrita en Apocalipsis la batalla sin fin entre el bien y el mal en cada siglo o época, según esta opinión, Apocalipsis no es un registro histórico ni una profecía. Una vez más citamos a Ryrie:

“Este enfoque ve en el Apocalipsis un desarrollo gráfico de los grandes principios en conflicto constante. El libro no registra acontecimientos reales que hayan sido cumplidos o que hayan de acontecer, más bien, retrata simplemente el forcejeo a lo largo del tiempo entre el bien y el mal. Este punto de vista espiritualiza y alegoriza el texto”[4] concluye Ryrie.

Es evidente que los idealistas se concentra más en interpretar el texto del Apocalipsis a la luz de alguna situación cultural o sociopolítica que en interpretar dicha realidad a la luz del texto bíblico.[5]

4) Futurista: Por último, esta escuela sigue un sistema de interpretación sencilla, literal o normal. El método futurista ve que desde el cuarto capítulo del libro todavía está por cumplirse. El método futurista, a diferencia de los otros tres, reconoce plenamente el reclamo de Apocalipsis de ser una profecía.

Esta escuela de interpretación ofrece un enfoque más objetivo y claro del mensaje de dicho libro. Por su parte Carballosa aporta lo siguiente:

“La escuela futurista, sin tener que apelar a la alegorización ni a la espiritualización del lenguaje simbólico utilizado en el Apocalipsis, proporciona un acercamiento a la interpretación de dicho libro que produce una comprensión armoniosa de las profecías tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

Los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis contienen siete cartas dirigidas por el apóstol Juan a siete iglesias de su época, situadas en Asia Menor (actual Turquía). Éfeso (Apocalipsis 2:1-7) (1) En aquel tiempo Éfeso era la capital de la provincia romana de Asia Menor. Años antes el apóstol Pablo había visitado la ciudad y mediante su predicación muchos efesios habían acudido al Señor Jesús por la fe. Cuarenta años después, Éfeso recibió este mensaje del apóstol Juan, quien lo redactó de parte del Señor. Primero el Señor se complace en reconocer lo bueno que había en esos creyentes. Nombra sus obras, su trabajo, su paciencia y su rechazo a pactar con el mal, aun cuando esto les costaba sufrimientos. Pero los cristianos de Éfeso habían dejado su “primer amor”, el cual había llenado su corazón y su vida. El agua aún corría en el arroyo, pero la fuente se había agotado. En la historia de la Iglesia la decadencia no empezó porque se hacían menos obras o se tenía menos paciencia, sino porque

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el amor hacia el Señor se había enfriado. Cristianos, preguntémonos cada uno: ¿Dónde estoy a ese respecto? Quizás amé mucho al Señor al principio de mi vida cristiana. Mi gozo era buscarle en oración, leyendo su Palabra y sirviéndole. Pero, ¿en dónde estoy ahora? ¿Es Jesús aún la fuente de mis grandes gozos? ¿Procuro complacerle siempre? Esmirna (Apocalipsis 2:8-11) (2) La vida, el mensaje y el martirio de Policarpo, creyente de Esmirna en el siglo segundo, nos ayudan a comprender mejor el significado de la carta a “Esmirna”. Policarpo rehusaba adorar al emperador romano y exhortaba a los cristianos a permanecer fieles a Cristo, su único Señor. Su valentía y amor por Cristo le costó la vida. Cuando las multitudes se reunieron para asistir a su suplicio, el procónsul le dio una alternativa: «Maldice a Cristo y te liberaré». La respuesta de Policarpo ha atravesado los siglos: «He servido a Cristo durante 86 años y él nunca me ha defraudado. ¿Cómo podría maldecir a aquel que me salvó?». Debido a su respuesta, fue condenado a la hoguera. Cuando las llamas iban a devorar su cuerpo, se oyó esta oración: «Señor, te agradezco porque me has tenido por digno de vivir esta hora, a fin de formar parte de tus testigos». Cristianos, esta fe de origen divino es nuestra riqueza. Fue demostrada viva y poderosamente a través de la vida de personas débiles en apariencia, pero que triunfaron al seguir a Jesús. Hoy, en nuestros países llamados cristianizados, a veces quizá temamos dar testimonio de nuestra fe, por miedo a ser rechazados o menospreciados. ¡Que podamos mantenernos firmes por la gracia de Dios, a pesar de la oposición! Pérgamo (Apocalipsis 2:12- 17) (3) En la Antigüedad, Pérgamo era una ciudad sin igual en toda Asia Menor por su cultura y sus cultos idólatras. Detrás de ella se levantaba un cerro cubierto de templos paganos. Bajo ese aspecto de religiosidad se ocultaba una triste realidad: Pérgamo se hallaba “donde está el trono de Satanás”. En efecto, la Biblia nos enseña que detrás de los ídolos se esconden los poderes diabólicos. En este entorno difícil los creyentes de Pérgamo mantenían firme el nombre del Señor. No negaban su fe. Uno de ellos, Antipas, había pagado con su vida su fidelidad a Jesús. Pero el Señor tuvo que condenar el hecho de que algunos de la iglesia de Pérgamo tuviesen una enseñanza destructora de la fe. Quizá con el pretexto de libertad defendían cierta permisividad culpable que privaba a los creyentes de la comunión con el Señor. ¿No es un peligro muy actual? Uno dice ser cristiano pero vive al límite de la inmoralidad y de la corrupción. Nuestra conducta no debe basarse en la moral de la mayoría. Entonces Jesús se presenta como Aquel que tiene la espada de dos filos. En la Escritura a menudo la espada es el símbolo de la Palabra que discierne y pone al desnudo las motivaciones ocultas. ¡Cristianos, Jesús nos llama a manifestar la integridad moral, que es lo que debe caracterizar nuestra vida! Entonces experimentaremos la comunión de su amor y sentiremos su aprobación. Tiatira (Apocalipsis 2:18- 29) (4) Jesús se presenta a la iglesia de Tiatira como el Hijo de Dios, cuya

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mirada penetra y discierne todo. Él ve lo que es bueno en esta iglesia: sus “obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras”. Creyentes, ¿nuestro compromiso para con el Señor es mayor ahora que al principio de nuestra vida cristiana? Pidámosle que renueve nuestro amor por él, a fin de que una verdadera frescura nos anime. Pero el Señor Jesús también vio lo que iba mal en esa iglesia: “Toleras que esa mujer Jezabel”. Este nombre es el de la esposa del rey Acab (1 Reyes 16), y es el símbolo de aquellos que dicen hablar de parte de Dios (ella se llama a sí misma profetisa), pero alejan del Señor la mirada y la fe de los cristianos. Su mensaje perverso los orienta hacia objetos de veneración, de adoración, a los cuales la Palabra llama ídolos, es decir, todo aquello que puede ocupar el lugar de Dios en nuestro corazón. Con la excusa de ser más abiertos o mediante un espíritu sectario que se apega a tradiciones humanas, se puede propagar una enseñanza ajena u opuesta a la Escritura. A los que en esa iglesia no se dejan desviar con esa mala influencia, el Señor dice: “lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga” (Apocalipsis 2:25). ¿Cuál será la recompensa que promete a aquel que permanece firme en la fe? Una parte con él en el gobierno de su reino futuro y desde ya el gozo de la esperanza de su retorno. Sardis (Apocalipsis 3:1- 6) (5) “Tienes nombre de que vives, y estás muerto”. ¡Qué triste constatación debe hacer el Señor sobre el estado moral de la iglesia de Sardis! Tener el nombre de vivir es tener la re putación de ser cristiano, cuando realmente se está muerto para Dios, es decir, sin verdadera relación con él. Uno puede tener una religión, estar orgulloso de la fe de sus antepasados, pero esto no basta. También uno puede haber tenido padres cristianos y haberlos honrado. Eso es bueno, pero también es necesario recordar su fe (no sólo su integridad moral) y como ellos, tener una verdadera fe personal. Para estar vivo es necesario haberse apropiado personalmente del mensaje del Evangelio y haber creído en Cristo, el único Salvador. ¡La iglesia de Sardis sólo tenía el nombre de vivir! De hecho estaba muerta. Esto nos impresiona pero también debe hacernos reflexionar. ¿Qué es una iglesia local realmente viva? Es un grupo de creyentes (cada uno miembro del cuerpo de Cristo), cuya vida colectiva en un lugar determinado está, en relación viva y estrecha con Cristo, el Jefe y centro de la Iglesia. Sólo él edifica, alienta, ama y santifica a su Iglesia. Esta vida falta, o llega a faltar, si para aquellos que están así reunidos, Cristo no es, o ya no es más, el blanco y centro de la reunión. Si sentimos esta falta de vida en la iglesia local, podemos empezar por decírselo al Señor y escudriñar la Biblia para que Él nos hable. Filadelfia (Apocalipsis 3:7-13) (6) Jesús no hace reproches a la iglesia de Filadelfia. Estos cristianos tenían poca fuerza, pero eran fieles a su Señor. “Has guardado mi palabra”, les dice Jesús dos veces. Es una poderosa aprobación, porque él había dicho a sus discípulos: “El que me ama, mi palabra guardará” (Juan 14:23). La iglesia de Filadelfia guardaba la palabra de Jesús porque lo

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amaba. Congregada alrededor de Él, conocía el poder de este Nombre que salva y reúne, y su Señor puede decirle: “No has negado mi nombre”. Filadelfia significa «amor de los hermanos». Si amamos a Jesús, también amaremos a aquellos que le aman. Jesús había abierto una puerta a esta iglesia: le daba la posibilidad de hablar de él y nadie podía impedírselo. ¡Creyentes, nuestros vecinos, colegas y conocidos son personas a las que el Señor pone en nuestro camino y a quienes podemos hablar de Él! “Te he amado… te guardaré”. Estas palabras del Señor Jesús a la iglesia de Filadelfia también se dirigen a todos los que desean guardar su Palabra y ser sus testigos. ¡Que esto sea un anhelo ferviente en cada uno de nosotros! Por medio de su gracia, apliquémonos a honrar el hermoso nombre de Jesús mientras aguardamos su retorno. Laodicea (Apocalipsis 3:14-22) (7) Laodicea estaba situada al borde del río Lycus, en la encrucijada de tres grandes vías de Asia Menor. Había llegado a ser un centro de negocios muy rico, por lo cual sus habitantes estaban particularmente orgullosos. Esta mentalidad había contagiado a los miembros de la iglesia, los cuales decían gustosos: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad”. Hoy en día la iglesia está igualmente contaminada por esa autosatisfacción. Entonces, ¿dónde hallar puntos de referencia? Jesús se presenta como la única referencia: “He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero”. El Señor hace un fuerte reproche a Laodicea por su tibieza. Ser tibio es ser indiferente a Jesús. En el fondo es menospreciarlo. ¿Tibio, pretencioso, inconsciente? ¿Es ésta mi condición ante Dios? Entonces necesito escuchar su consejo: comprarle oro refinado en fuego, vestiduras blancas y colirio. Estos son símbolos de lo que viene sólo del Señor: la justicia, el testimonio y el discernimiento. Las palabras del Señor son muy severas, pero están llenas de amor (v. 19). Él desea que le abramos la puerta de nuestro corazón para experimentar su presencia, su amor y su comunión. Aquel que nos amó y sufrió tanto, ¿no tendría el derecho de ser amado, escuchado y servido por los que apelan a él?

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“Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco” Apocalipsis 2:6 /15

Al leer estos pasajes del Apocalipsis, la pregunta que surge es: ¿Cuál es la obra de los nicolaítas que tanto aborrece Dios?

Hay algunos tratados que intentan sugerir que los nicolaítas eran una secta que estaba invadiendo a las iglesias cristianas con costumbres antinomianas y que profesaban el libertinaje. No obstante, muchos tratados históricos y responsables que han abordado este tema, descartan tal aseveración.

Para entender la obra de los nicolaítas, es necesario en primer lugar definir el origen de la palabra.

Nicolaíta proviene del griego NICO que significa dominio o conquista sobre otros y LAOS que significa pueblo, gente común, seglar o laico. De ahí podemos analizar la composición NICOLAOS que viene a ser algo así como DOMINIO SOBRE EL PUEBLO.

En segundo lugar, es importante considerar el mensaje a las siete iglesia de Asia menor detallado en Apocalipsis capítulos 2 y 3.

Históricamente se ha interpretado que el mensaje a las siete iglesias, denota el estado espiritual que ha vivido la iglesia a través de la historia, desde los apóstoles hasta la venida del Señor.

La mención de los nicolaítas, Dios la hace en dos iglesias, Éfeso y Pérgamo. En el caso de Éfeso, es un reconocimiento al rechazo de la obra de los nicolaítas, pero en Pérgamo es una dura reprensión a acoger la doctrina de los nicolaítas. Esto nos permite inferir que en esa iglesia, se había consolidado aquella corriente de pensamiento.

¿Cuál es la obra o doctrina de los nicolaítas?

La carta a Éfeso representa el inicio de la iglesia desde el día de Pentecostés, mientras que la carta a Pérgamo nos muestra la decadencia espiritual de la iglesia. Éfeso significa “Deseada”, pero Pérgamo significa “Casamiento”

La deseada iglesia de Cristo había decaído hasta llegar al punto de olvidar su compromiso con su Señor y definitivamente “contraer matrimonio” con otro. La pregunta que brota inevitablemente es ¿Con quien se casó la iglesia de Pérgamo?

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Para responder esta pregunta, es imprescindible considerar lo que El Señor le dice a esta iglesia:

“Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás” (Apoc. 2:13)

La Biblia es sumamente clara en precisarnos que el trono de satanás no esta en el cielo ni en el infierno, sino que en el mundo. El Señor Jesucristo lo dijo con plena claridad:

“No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” Juan 14:30

Considerando esto, ya podemos saber con quien se casó la iglesia de Pérgamo. Ella no considera que debe estar alejada del mundo y a salir de él. Ella mora en el mundo y mora donde esta el trono del mismo diablo.

Pérgamo tipifica al compromiso que la iglesia asumió con el estado y con el mundo. Las convicciones se habían echado por tierra a fin de agradar al mundo por sobre los mandatos del Señor.

Muchos ubican el período de esta iglesia aproximadamente por el año 320 dC en pleno gobierno de Constantino, quien por primera vez institucionaliza el concepto de césaro - papismo, osea la presencia de un líder político y religioso, que en la actualidad se conoce como papa.

La obra y doctrina de los nicolaítas, consistió en jerarquizar a la iglesia, destruyendo el armazón horizontal, para levantar uno piramidal. Esa es la obra y doctrina que tanto aborrece El Señor.

Así nace el clero ( Nico ) y el laicado ( Laos ). Una casta clerical con privilegios especiales, fuerte vínculo con el césar y un evidente dominio sobre el resto del pueblo (laicos)

Los nicolaítas comenzaron a dividir al pueblo de Dios en dos grupos. Los Clérigos que eran personas “apartadas”, doctas, espirituales y con privilegios, y los laicos que correspondían al resto del pueblo.

Desde aquel tiempo comienza esa estructura piramidal dentro de la iglesia, aún no teniendo asidero en las santas escrituras. La sencillez de la iglesia, se vio paulatinamente reemplazada por una institución organizada con jerarquías y con moldes seculares y paganos extraídos del romanismo. En otras palabras, era el nacimiento de la iglesia de Roma.

La jerarquía y la Biblia

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Desde siempre la organización del hombre ha buscado una estructura piramidal. Recordemos la experiencia de la torre de babel (Génesis 11) o el de la misma solicitud del pueblo en el tiempo de Samuel, cuando se revela un desprecio por la teocracia y un anhelo por la monarquía según el molde mundano.

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La Jerarquía es un mal enquistado en el corazón del hombre. Es un molde conforme a la naturaleza pecaminosa. Así lo revela la necia solicitud de la madre de los hijos de Zebedeo (Mateo 20:20-28) ante lo cual nuestro Señor Jesucristo responde:

“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” Mateo 20:25-27

Tal como lo declara nuestro Señor Jesucristo en el pasaje citado, la jerarquía produce un enseñoramiento y El no quiere eso de su pueblo. Las jerarquías son propias del hombre caído y no de la voluntad de Dios.

A Dios jamás le han agradado las jerarquías, de ahí que su sentir frente a la doctrina de los nicolaítas es considerada como aborrecible. La revelación de la escritura nos muestra que el anhelo de Dios es estar en medio y no sobre su pueblo. Ciertamente el pecado lo arruinó todo; cuando Adán y Eva desobedecieron, se creó una gran brecha que mas tarde vino a eliminar nuestro amado Salvador y Señor Jesucristo.

Cuando observamos la casta sacerdotal en el antiguo pacto, parecería que Dios hubiera instituido una jerarquía eclesiástica. El sumo sacerdote era superior al sacerdote. Uno puede entrar al lugar santísimo, pero el otro solo hasta el altar del incienso. No obstante, debemos considerar que el sacerdocio nunca fue la imagen misma de las cosas conforme al pleno agrado de Dios, sino que sombras, emblemas y símbolos de lo que había de venir.

Cristo terminó con eso, rasgando el velo del templo y abriendo el lugar santísimo para darle acceso directo a Dios, a cualquier pecador que transita por medio del sacrificio de la cruz del Gólgota.

En el nuevo testamento, la instrucción de los ministerios y dones del Espíritu Santo expresados en las cartas de Pablo a los Romanos, Corintios o Efesios, y lo dicho por el apóstol Pedro en su primera epístola, de ninguna manera enseñan la jerarquía en la iglesia, por el contrario, se enfatiza la igualdad de importancia en cada uno de los miembros de la asamblea. Es decir, se deja en claro que tanto el obispo como el que sirve a las mesas, tienen la misma importancia, y nos son parte de un escalafón jerárquico como lo vemos en la actualidad.

Nuestro Señor Jesucristo lo enseñó con tanta precisión, veamos:

“...aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro

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Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo” Mateo 23:6-11

El texto es suficientemente decidor. Dios no desea las jerarquías entre los hermanos. Los fariseos eran una casta que se arrogaba el privilegio de servir a Dios y de sentirse mejores o mas importantes que los demás. Cristo condenó abiertamente aquella postura hipócrita y que no dista tanto de lo que pasa en la actualidad en la iglesia evangélica. Parece que pasajes tan categóricos como el citado, se han extinguido de los púlpitos así como por encanto.

Hoy, el término “ministro” es como un grado jerárquico, y la feligresía actúa frente a los tales como si fueran algo así como seres angélicos. Esto es el legado del nicolaítismo. El clero por sobre los laicos.

El apóstol Pedro, tan manipulado por la iglesia de Roma, jamás actuó como los “ministros” de la actualidad, menos como el papa del Vaticano. Recordemos como corrigió aquella recepción dada en la casa de Cornelio:

“ Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre” Hechos 10:25-26

La actitud de Cornelio, es propia al de todo ser humano que no tiene conocimiento de Dios. Es la clásica actitud religiosa que pretende hacer “dioses” de los hombres. Desde tiempos remotos, el hombre ha elevado a los altares a individuos que han demostrado rasgos de piedad y de espiritualidad, y no me refiero exclusivamente a la iglesia de Roma, sino que a antiguas religiones y culturas paganas como el budismo, el zoroastrismo, el Islam, etc. etc. Lo triste e increíble, es ver que la iglesia evangélica también muestras aristas muy similares a esta costumbre humana y que Dios aborrece.

La jerarquía dentro de la iglesia evangélica

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Muchos de los “ministros” de la iglesia actual no conforme con la herencia del nicolaítismo al dividir la membresía entre clero y laicos, han subdividido los ministerios en rangos jerárquicos.

Por ejemplo, ahora el obispo es superior al pastor. Esto, no solamente es un insulto a la enseñanza bíblica, sino que un atentado al intelecto. En la Biblia, los términos anciano, pastor u obispo indican absolutamente el mismo oficio, y nunca expresan un rango jerárquico. Es una presunción anti bíblica enseñar que entre los ministerios existe un escalafón jerárquico. Esto revela la búsqueda de algunas personas vanidosas que desean estar sobre los demás. Es muy frecuente encontrar a conocidos pastores, y que ahora se proclaman obispos, como si aquello los elevara de rango.

Veamos los que enseña Pedro al respecto:

“Ruego a los ancianos que están entre vosotros... Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros” 1Pedro 5:1-2

Las palabras de Pedro son exageradamente claras. Los ancianos u obispos (es exactamente lo mismo) no están sobre la grey como lo reclama el nicolaítismo, sino que “ENTRE” ellos. La función del pastor no es establecer una dictadura

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hegemónica e infalible, sino que servir entre los hermanos. Si aún no es suficiente este argumento, sigamos leyendo a Pedro:

“no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” 1Pedro 5:3

La palabra señorío ya había sido advertida por el Señor Jesucristo en Mateo 20:25-27, y es una característica propia del mundo y no de la que debiera existir entre los hermanos.

Recordemos la instrucción dada por Dios a Moisés respecto a la construcción del altar:

“No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él” Éxodo 20:26

La palabra jerarquía denota una estructura escalonada y ascendente, que sitúa a personas u otras cosas en un orden según su importancia. El texto de Éxodo, nos revela que Dios prohíbe al hombre subir por gradas en su altar y elevarse por sobre los demás, porque lo único que quedará al descubierto es su desnudez.

Es eso lo que justamente pasa cuando un individuo se pone por sobre sus semejantes; las deficiencias y bajezas quedan al descubierto. Cuando la lupa es fijada en los hombres, solo podremos observar imperfecciones, pero si la fijamos en la persona de Cristo, solo descubriremos impecable perfección. El nicolaítismo pretende eclipsar al único que debe estar sobre nosotros: a nuestro Señor Jesucristo.

Las gradas son la clásica estructura de los templos evangélicos de la actualidad. Muy semejantes a las capillas y catedrales romanistas, exhiben imponentes altares y ostentosos sitiales (Luis XV) para el clero por sobre la altura de los laicos. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta es simple; es el legado del nicolaítismo dentro de la iglesia.

El clero y sus distintivos especiales

No conforme con la organización dividida entre el clero y los laicos, los seguidores del pensamiento nicolaíta, también incorporaron a sus formas, el uso de atuendos que los distinguían de lo seglar.

Se instituye el uso de sotanas, pectorales y de cuello clerical al mas puro ejemplo de la iglesia de Roma. Ellos dicen que aquellas vestimentas los distingue como “siervos de Cristo”, pero en el fondo no es mas que una cómoda conservación de costumbres religiosas y a veces, una vanidosa satisfacción de sentirse distintos a los demás.

Los fariseos ya tenían esta costumbre de distinguirse de los demás utilizando atuendos extravagantes, y justificaban aquella forma de vestir, interpretando literalmente pasajes de la torá. El Señor Jesucristo habló categóricamente al respecto:

“Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman

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los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas..” Mateo 23:5- 6

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Recuerdo una inauguración de un templo evangélico cuyos asientos estaban divididos entre el clero y los laicos. Obispos y pastores en los primeros asientos, diáconos y “el resto” en la galería....¿no es eso justamente lo que El Señor objeta en el texto citado anteriormente?

Un conocido hermano español, dijo una vez: “No existe mas grande título para alguien, que el de hermano”

No obstante, hoy el título de solo “hermano” no satisface, y los nombres deben ir precedidos por prefijos tales como reverendo, obispo, doctor u otro término que lo diferencie de los laicos.

Lo curioso de todo esto, es que a las mismas membresías o “laicos”, pareciera que les fascinara esta forma de organización, pues de ellos mismos salen expresiones tales como: “mi obispo”, “mi pastor”, “ministro”, etc., etc., y sus comportamientos no distan mucho de lo que ocurre en el mundo católico.

Por favor no mal interpretar

Esta observación que es comprobada y avalada por la historia de la iglesia y también por hombres sencillos y fieles al Señor, no persigue el restar importancia a los ministros ni a los diversos ministerios. Por el contrario, nuestra convicción es que el cuerpo de Cristo que es la iglesia, se compone de miembros con diversas funciones, todas con el mismo valor y todas sometidas entre sí. Nadie es mas importante ni nadie es inferior a otro (1 Corintios 12:1-31).

Los pastores cuidan el rebaño, los maestros enseñan, los evangelistas predican la buena nueva, los diáconos sirven, y todos se someten recíprocamente sin necesidad de que exista una jerarquía nicolaíta.

El llamado es a reivindicar el sentir de la iglesia de Éfeso; aborrecer la obra de los nicolaítas y desaprobar el enseñoramiento de algunos que piensan que porque ejercen tal o cual oficio en las iglesia, son mayores que los demás.

Esta reprobación y advertencia, ya estaba analizada en detalle por el apóstol Juan en su tercera epístola, veamos:

“Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia” 3 Juan 9-10

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Juan acusa categóricamente a este Diótrefes, revelando su altanería y soberbia osadía al pretender ponerse por sobre los demás. La iglesia de Cristo, siempre ha tenido que ver el surgimiento de hombres que luego de un tiempo

Familia Levill Perniciaro
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se ensoberbecen e implantan una hegemonía destructiva y totalmente alejada de la voluntad de Dios. Esa es la repudiable actitud del nicolaítismo que tanto mal ha traído al pueblo de Dios.

A manera de conclusión

Finalmente, es necesario precisar una vez más que todo este breve estudio no tiene el propósito de fomentar el desorden o de restar importancia a los hermanos que nos presiden en nuestras asambleas, eso sería algo inaceptable. El objetivo es informar acerca del origen extra bíblico del sistema nicolaíta y de cultivar en nuestras congregaciones la sencillez de la iglesia primitiva que tanto se ha perdido en la actualidad.

Hoy existen muchos hermanos sinceros que derraman lágrimas por el trato arrogante de aquellos que se auto proclaman “los ungidos” en cuyas corporaciones existen estas jerarquías eclesiásticas tan aborrecidas por El Señor según lo ya tratado en este estudio.

El deber del creyente que desea agradar a Cristo, es obedecer a los hermanos que nos presiden, a los pastores y líderes, pero aquello no tiene ninguna relación con defender la existencia de jerarquías dentro de la iglesia, aceptando castas clericales y grupo laicos en la membresía.

Que Dios nos ayude a cultivar en nuestras congregaciones aquel sentir que hubo también en Cristo Jesús, es decir, considerar al otro, como superior a uno mismo (Filipenses 2: 3) y no teniendo mas alto concepto de sí, que el que debemos tener (Romanos 12:3)

Que la gracia de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo sea con todos, Amén.

Familia Levill Perniciaro