5° ANTOLOGÍA DE LECTURAS para la Comprensión Lectora

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LIBRO DE ESPAÑOL LECTURAS DE 5°, CRUZADA NACIONAL PARA FOMENTO A LA LECTURA Y LA COMPRENSIÓN LECTORA, TelemediaSEP // ETC EDITORIAL EDUCATIVA & FUNDACIÓN LECTURA X BASURA A. C. // ATP FJIR 2012.

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ANTOLOGA ESPAOL LECTURAS 5 PLAN DE ESTUDIOS 1993

Un sueo de palabras

Un dulce sueo de palabras quiero que conozcan, amigos mos. El dorado grano de las mazorcas trae la vida en primavera: los granos rubios de la mazorca tierna nos dan su fuerza. Un hermoso collar de jade nos pone al cuello la primavera; pero un tesoro an ms rico nos da la vida, si la fidelidad anima el corazn de los amigos. Tecayehuatzin

(traduccin de ngel Mara Garibay K.)

El Principito y el zorro

Buenos das! dijo el zorro. Buenos das! contest muy atento el Principito. Se dio la vuelta pero no vio nada. Estoy ac dijo la voz, bajo el manzano. Quin eres? Eres muy lindo! dijo el Principito. Soy un zorro dijo el zorro. Y t eres un hombre? Los hombres tienen fusiles y cazan. Es muy molesto. Tambin cran gallinas. A m me gustan las gallinas. Y t buscas gallinas? No dijo el Principito, yo busco amigos.

Antoine de Saint-Exupry(fragmento)

Cancin de mayo

En las maanicas del mes de mayo, cantan los ruiseores, retumba el campo. En las maanicas, como son frescas, cubren ruiseores las alamedas. Rense las fuentes, tirando perlas a las florecitas que estn ms cerca. Vstense las plantas de varias sedas, que sacar colores poco les cuesta. Los campos alegran tapetes varios; cantan los ruiseores, retumba el campo. Lope de Vega

El sol

El sol tiene propiedad de resplandecer y de alumbrar, y de echar rayos por s; es caliente y tuesta, hace sudar Los nahuas hacan fiesta al sol una vez cada ao en el signo que se llama nahui ollin" y antes de la fiesta ayunaban cuatro das, y en la fiesta del sol ofrecan incienso y sangre de las orejas cuatro veces, una en saliendo el sol, otra al medioda y otra a la hora de vsperas y cuando se pona. Y cuando a la maana sala, decan: "Ya comienza el sol su obra. Qu ser, qu suceder en este da?" y a la puesta del sol decan: "Acab su obra o su tarea el sol". A veces cuando sale el sol parece de color de sangre y a veces parece blanquecino, y a veces sale de color enfermizo por razn de las tinieblas o de las nubes que se le anteponen. Cuando se eclipsa el sol parece colorado, parece que se entristece o que se turba el sol...

Fray Bernardino de Sahagn(fragmento)

El casamiento del piojo y la pulga

El piojo y la pulga se van a casar, y no se han casado por falta de pan. Responde la hormiga desde su hormigal: Que se hagan las bodas, que yo dar el pan. Albricias, albricias, ya el pan lo tenemos! pero ahora la carne dnde la hallaremos? Ah responde el lobo desde su lobal: Que se hagan las bodas, que carne aqu hay. Albricias, albricias, ya carne tenemos!, pero ahora el vino dnde lo hallaremos? Responde el mosquito desde el mosquital: Si me dan un frasco, lo voy a buscar Albricias, albricias, ya vino tenemos!, pero de quien guise ahora s qu haremos? Responde la araa desde el araal: Que se hagan las bodas, que yo ir a guisar. Albricias, albricias, quien guise tenemos!, pero ahora quien cante dnde lo hallaremos? Responde una rana desde su ranal: Que se hagan las bodas, que yo ir a cantar. Albricias, albricias, quien cante tenemos!, pero de quien baile ahora s qu haremos? Responde una mona desde su nogal: Hgase la boda, que yo ir a bailar. Albricias, albricias, ya todo tenemos!, slo de madrina quin sabe qu haremos. Responde la gata desde la cocina: Que se hagan las bodas, yo ser madrina. Albricias, albricias, madrina tenemos!, pero y el padrino dnde lo hallaremos? Responde el ratn, como buen vecino:

Si amarran la gata, yo ser padrino. Se hicieron las bodas, hubo mucho vino, Se solt la gata, se comi al padrino. Se solt la gata, se comi al ratn, ay, qu mala suerte!, todo se acab! Cancin popular mexicana

El campesino y los pasteles

C Una vez fue un campesino a la ciudad. Y se encontr con un grave problema. Solamente tena veinte pesos, y le estaba doliendo una muela. El campesino pensaba: Si me saco la muela y pago al dentista, no puedo comer; si lo gasto en comer, me seguir doliendo la muela. Estaba el buen hombre con estos pensamientos cuando fue a pararse enfrente de una pastelera. All se qued largo tiempo mirando embobado los pasteles, hasta que pasaron por all dos muchachos y le dijeron para burlarse:untos pasteles te atreveras a comer en una comida? Hombre, me comera quinientos! Quinientos! Dios nos libre! Pues de qu poco se asustan ustedes y de esta forma comenzaron a discutir, ellos diciendo que no y l insistiendo que s. Qu apuestas? dijeron los muchachos. Pues. . . si no me los como, me dejo sacar esta muela y el campesino seal la que le dola. Los muchachos aceptaron alegres la apuesta. El hombre comenz a comer y, cuando ya no tena ms hambre, dijo: He perdido, seores. Entonces llamaron a un dentista y le sacaron la muela. Los muchachos se rean diciendo: Miren a ese tonto, que por hartarse de pasteles deja que le saquen una muela. Entonces les respondi el campesino: Ms tontos son ustedes, porque gracias a esta apuesta he matado el hambre y, adems, me han sacado una muela que me haba dolido toda la semana. Juan de Timoneda

Qu ser, que ser?

Las adivinanzas juegan al "qu ser?" slo el que no se duerma adivinar. En medio del mar estoy y sin m no hay bonanza; soy primera en el amor y final de la esperanza. En medio del cielo estoy sin ser el sol ni la luna, y hago brillar las estrellas, no slo en la noche oscura. El pirul me tiene a m, sin ser sus hojas ni ramas; si no me ve, no se alarma; porque vivo en su raz. En medio del sol estoy, pero no puedo alumbrar; soy principio y fin del oro, pero no puedo brillar. El burro la lleva a cuestas, metida est en el bal, yo no la tuve jams, y siempre la tienes t. Ms de veinte seoras en una sala: slo las que se juntan son las que hablan.

La colibr

La colibr era tan pobre que no se poda casar, por eso da y noche lloraba su mala suerte. El ruiseor, su viejo amigo, le tuvo lstima y decidi ayudarla. Para eso llam a los animales del bosque y les dijo: Una pajarita se quiere casar, pero como es muy pobre, no lo puede hacer. No tiene collar, ni vestido, ni zapatos, ni peine, ni espejo. Nada, nada tiene la infeliz. Todos debemos darle algo. Los animales dijeron que la ayudaran de mil amores. La codorniz dijo: Yo dar el collar. El azulejo dijo: Yo dar los zapatos. La tortuga dijo: Yo dar el peine. La abeja dijo: Yo dar la miel. El pavo real dijo: Yo dar la cola. El cardenal dijo: Yo dar el manto. Y as, la colibr se cas y cuando tuvo sus primeros hijitos el ruiseor fue el padrino.

Leyenda yucateca(versin de Ermilo Abreu Gmez)

La cabra

La cabra suelta en el huerto andaba comiendo alfalfa. Perejil comi despus, y despus tallos de malva. Era blanca como un queso, como la Luna era blanca. Cansada de comer hierbas, se puso a comer manzanas. Nadie la vio, sino yo. Mi corazn la miraba. Ella segua comiendo flores y ramas de salvia. Se puso a balar despus, bajo la clara maana. Su balido era en el aire un agua que no mojaba. Se fue por el campo fresco, camino de la montaa. Se perfumaba de malvas el viento cuando balaba. scar Castro

Hrcules y el len

Hace mucho tiempo, en una regin llamada Nemea, existi un len muy feroz. Otros animales huan al verle, y todos los habitantes de los alrededores estaban asustados: crean que ese terrible len haba bajado de la luna y que era inmortal. Lo cierto era que ante el temor de todos, la fiera haca cada vez ms destrozos. Tambin por aquellos lugares viva Hrcules, un gigante notable por su enorme fuerza, quien, al enterarse de los estragos realizados por el len, se dirigi al bosque en su bsqueda. Despus de mucho caminar logr verlo, y ocultndose para no ser descubierto por la bestia, le dispar una flecha. Grande fue su sorpresa al ver que rebotaba en la dursima piel del len, y ms creci su asombro al descubrir que lo mismo suceda con las dems flechas que le disparaba. El len, ya furioso, se lanz sobre Hrcules, pero ste le dio un golpe tan terrible con su famosa maza, que el animal cay al suelo aturdido, y antes de que pudiera levantarse, lo cogi entre sus brazos y comenz a apretarle el cuello hasta que lo ahorc. Cuando fue a quitarle la piel, se dio cuenta de que no poda atravesarla con su espada y tuvo que arrancarla con las mismas garras de la fiera. Al ver que la piel de aquel len era tan dura se hizo con ella, una vez curtida, una coraza para protegerse en los combates.

Mito griego

El Quelite

Qu bonito es El Quelite!, bien haya quien lo form!, que en sus orillas tiene de quin acordarme yo. Maana me voy, maana, maana me voy de aqu; el orgullo que me queda, que t me quisiste a m. Camino de San Jacinto, camino de San Joaqun, no dejes amor pendiente como me dejaste a m. Camino de San Ignacio, camino de San Gabriel, no dejes amor pendiente como el que dejaste ayer. Debajo de un limn verde me dio sueo y me dorm y me despert un gallito, cantando qui-qui-ri-qu. Yo no canto porque s, ni porque mi voz sea buena, canto porque tengo gusto, en mi tierra y en la ajena. Cancin popular mexicana

El rey y el mercader

Haba una vez un comerciante muy rico. Viva en un palacio y tena muchsimos criados. Vesta traje de terciopelo y cuando sala a la calle montado a caballo, iba rodeado de muchos soldados que lo custodiaban. Todo esto lo supo el rey del pas, el cual orden que trajeran a su presencia al rico mercader. El comerciante lleg al palacio real en compaa de cincuenta soldados. Cmo es eso? dijo el rey. Tienes muchos criados y tu casa es mejor que la ma. Seor respondi el comerciante, todo el dinero que gasto es mo. S, pero no est bien que vivas mejor que yo dijo el monarca. Has cometido un delito y lo pagars con tu cabeza. Seor lagrime el comerciante, y he de morir slo por eso? Morirs dijo el rey, a menos que contestes tres preguntas que te har. Las preguntas son: Dnde est el centro de la tierra? Cunto tiempo se tarda en dar una vuelta alrededor del mundo? En qu estoy pensando ahora? El infeliz comerciante se llen de miedo porque saba que no podra contestar las preguntas. Seor pregunt, me da Vuestra Majestad tiempo para contestar? Tienes seis semanas dijo el rey. Ni una ms. El comerciante busc por todo el pas quien pudiera contestar a las preguntas, pero todo el mundo se rea de l. Al fin, al pasar por una choza, se encontr con un pastor de ovejas. Qu se dice del rey? pregunt el pastor. Malas noticias respondi el comerciante. Y le cont lo que le haba sucedido.

nimo dijo el pastor, llvame al palacio y no perders la cabeza. Dame tu capa de terciopelo y haz que me acompaen tus soldados. El pastor, cubierto con la capa del comerciante, lleg a la presencia del rey. Vengo dispuesto a contestarle dijo el pastor. El rey sonri. Bien dijo, dnde est el centro de la tierra? Aqu dijo el pastor dando con el pie en el suelo. Si no lo cree, puede empezar a cavar y convencerse. Bien contestado dijo el rey. Ahora contesta la segunda pregunta: Cunto tiempo se tarda para dar una vuelta alrededor del mundo? Eso es muy fcil respondi el pastor. Si Vuestra Majestad se levanta con el sol y sigue con l hasta la maana siguiente, dar la vuelta al mundo en un solo da. El rey se ech a rer. Nunca pens que contestaras tan aprisa. Y ahora la tercera pregunta: En qu estoy pensando? Vuestra Majestad est pensando en que soy un rico comerciante, cuando en realidad soy un pastor. Y al decir esto, se quit la capa de terciopelo. El rey se ri mucho. Eres ms sabio que el comerciante dijo. A l le perdonar la vida y har que a ti te den un saco de dinero.

Cuento rabe(adaptacin de Armida de la Vara)

La Luna en casa

La Luna, la Luna tiene miedo de caer al ro, parece, en el casero, que alguien, de atrs, la sostiene. Nadie sabe lo que pasa, nadie sabe cosa alguna. Si se va a caer la Luna, por qu no cae en mi casa? Si cae sobre el tejado y en hallarla soy primero, la pondr en el cristalero con un vaso a cada lado. Los dos estamos acordes en arreglarla distinta: t le pondrs una cinta, yo le pintar los bordes. Y tendremos que cuidarla frgil es como una pompa, para que no se nos rompa, por si vienen a buscarla. Horacio Rega Molina

El tigre y el zorro

El tigre ya estaba cansado de las maldades del zorro, no poda ms. El zorro se meta hasta en su vida privada, que es mucho decir, y por eso el tigre determin matar a su enemigo a como diera lugar. Sin embargo, matar a un zorro gil, listo, y sin vocacin para el martirio, no era fcil. Adems el zorro tena una vista rapidsima, como de relmpago; odo avizor, olfato infalible, y dos pares de patas elsticas que mucho le haban servido desde que naci. El tigre se daba cuenta de que tendra que ser ms listo que el zorro para poderlo atrapar, y para eso le habl al buitre. Los dos estuvieron media hora hablando en secreto; el buitre se cubra un poco con el ala para hablarle al tigre a la oreja, no fuera que la brisa se llevara sus palabras por el bosque, y los animales, pero sobre todo el zorro, se enteraran de sus planes. Otro da por la tarde el tigre se dej caer en un claro del bosque, y levant sus patas al cielo, como si estuviera muerto. Enseguida se vio al buitre que volaba en crculos cada vez ms bajos alrededor del tigre, que ya se senta cansado de estar tieso, hacindose el muerto. La noticia corri. El tigre, el seor de la selva, haba muerto! Y all van corriendo todos los animales para ver si era cierto. El zorro, al contrario, lleg con cautela, sin apuros de ninguna clase. Abri mucho los ojos y desde lejos pudo ver el cadver de su enemigo; cuando se acerc ms, estir su agudo hocico y empez a olfatear. Acrcate ms, vers que est bien muerto le dijo el buitre, parado sobre la cabeza del cado. El zorro no dijo nada y continu olfateando. Por fin dijo con mucha desconfianza: Mi vista me dice que est muerto, pero mi olfato me avisa que huele a vivo, y como yo tengo mejor olfato que vista, pues... Y sin dar tiempo a nada el zorro dio media vuelta y ech a correr. El tigre, enojadsimo, lanz un rugido y sali de estampida tras l, pero el zorro ya le llevaba mucha ventaja.

Ernesto Morales

Quin pinta?

Quin pinta, quin pinta la flor con roco y el cielo con tinta? A quin se le pierde encima del rbol su pintura verde? Quin mueve, quin mueve la cola del viento y la de la nieve? Quin marcha, quin marcha con gorro de nube, con capa de escarcha? Mara Elena Walsh

El girasol

Una hermosa ninfa de las aguas llamada Clitia, se enamor del sol cuando lo vio caminando por la extensin de los cielos. Ella viva slo para mirar su resplandeciente luz. Al tocar su piel el calor del sol, la ninfa pensaba que le enviaba una caricia, y eso la haca sentirse feliz. Al sentarse la ninfa junto a un arroyo, sus cabellos largos le caan sobre la espalda y el rostro, como muchas gotas de agua puras y brillantes. Esper que el sol bajara a acariciarla, pero despus del ocaso, cuando todo lo cubra la noche, el sol no volvi. Despus de nueve das de estar esperando en vano, llor mucho porque se acababa su esperanza: nueve das y noches permaneci cubierta de lgrimas y desde entonces el roco apareci; pues al principio el roco no naci para refrescar las flores, brot de la tristeza. Qu haremos ahora con la ninfa Clitia? se preguntaron los dioses en el Olimpo. Haremos de ella una flor que cuide siempre el paso del sol, con esperanza dijo el ms sabio. La ninfa se convirti paulatinamente en una flor que hasta hoy se mueve siguiendo siempre la marcha del sol: su nombre es profundo y sencillo: girasol.

Carlos Montemayor

Amanecer

El sol sale cada da, va tocando en cada casa, da un golpe con su bastn y suelta una carcajada... Que salga la vida al sol, de donde tantos la guardan, y veris cmo la vida corre de sol empapada!... Nicols Guilln (fragmento)

Luna y agua

La luna pesca en el charco con sus anzuelos de plata. El sapo canta en la yerba, la rana suea en el agua. Y el mirlo afila su voz y el pico contra las ramas. Alejandro Casona

Poema de Quetzalcatl

Quetzalcatl reinaba en Tula. Todo era dicha y abundancia, los vveres no se vendan por precio entonces. Es fama que eran tan grandes y gruesas las calabazas, que un hombre con los brazos abiertos apenas si poda abarcarlas... Tambin se produca el algodn de mil colores pintado: rojo, amarillo, rosado, morado, verde, verdeazulado, azulmarino, verde claro, amarillo rojizo, moreno y matizado de diferentes colores y de color de len. Todos estos colores eran naturales, as nacan de la tierra, nadie tena que pintarlos. Tambin se criaban all aves de rico plumaje: color de turquesa, de verde reluciente, de amarillo, de pecho color de flama. Y aves preciosas de todo linaje, las que cantan bellamente, las que en las montaas trinan. Tambin las piedras preciosas y el oro eran vistos como si no tuvieran precio: tanto era lo que todos tenan. Tambin se daba el cacao, el cacao ms rico y fino, y por todas partes se alzaban las plantas de cacao. Todos los moradores de Tula eran ricos y felices, nunca sentan pobreza o pena, nada faltaba en sus casas, nunca haba hambre entre ellos... Bernardino de Sahagn

Esto

Cantar del agua en el ro, cantar continuo y sonoro: arriba bosque sombro y abajo arenas de oro. Cantar de alondra escondida en el oscuro pinar; cantar del viento en las ramas floridas del retamar. Cantar... Cantar de abejas ante el repleto tesoro del colmenar. Juana de Ibarbourou

Pipa llega a su casita de campo

Haba una vez en un pueblecito de Suecia un huerto hermoso, y en el fondo se alzaba una casita de campo. Era la casa de Pipa Mediaslargas. Pipa no tena ni padre ni madre, pero no crean que siempre fue as. Hubo un tiempo en que Pipa tena un padre al que quera mucho. Tambin, naturalmente, haba tenido una madre que muri cuando Pipa era muy chiquita. Ahora la nia pensaba que su madre estaba all arriba, en un lugar del cielo. Por eso Pipa miraba hacia arriba de cuando en cuando para saludar a su madre, y le deca: No te preocupes por m, yo s cuidarme solita. El padre de Pipa haba sido un capitn de barco y ella haba recorrido con l todos los mares. Pero sucedi un da que en uno de esos viajes los cogi una tempestad y el padre de Pipa cay al agua y desapareci. La nia estaba segura que su padre, a fuerza de nado, haba llegado a una isla desconocida donde haba canbales a montones, los cuales lo haban nombrado rey. Mi padre anda todo el da con una corona de oro en la cabeza deca Pipa. Y con seguridad est construyendo un barco para venir por m, y entonces, naturalmente, ser la princesa de los canbales. Pipa no viva sola en su casita de campo; la acompaaba el seor Nilson, que era un monito que le haba regalado su padre; ella lo recogi del barco junto con una maleta llena de monedas de oro cuando volvi a tierra. Pipa era una nia muy, muy fuerte, ms fuerte que el ms fuerte polica del mundo; con decirles que cuando quera poda levantar un caballo, est dicho todo. Y a veces quera. Un da Pipa abri su maleta de monedas de oro, tom una y se compr un caballo. Un caballo para ella sola! lo amarr de uno de los pilares del corredor de su casa, y cuando necesitaba

el corredor para otra cosa, levantaba el caballo y lo sacaba al huerto. Pipa tena dos vecinitos que se llamaban Toms y Anita. Adems de guapos eran buenos, educados y obedientes. Nunca se mordan las uas y andaban limpios y bien planchados. Los dos hermanitos jugaban siempre juntos, pero deseaban tener un compaerito de juegos. Por eso cuando lleg Pipa, fue una novedad para Toms y Anita. Y fue una novedad verdaderamente grande porque ellos nunca haban siquiera soado que pudiera existir una nia como Pipa. Porque no les he contado cmo era Pipa? Pues vern: tena el cabello color zanahoria recogido en dos trenzas levantadas, como palos. Su nariz pareca una papita llena de pecas. Su boca era grande y tena unos dientes blancos, blancos. Su vestido era nico. Ella se lo haba confeccionado con una tela que haba sido azul, pero como no le alcanz, le aadi aqu y all trozos rojos. En sus piernas, largas y delgadas, llevaba unas medias tambin largas, una de color negro y la otra de color caf. Traa siempre unos zapatotes donde sus pies nadaban. Su padre se los haba comprado en Amrica del Sur, y Pipa no quera usar otros. Para colmo, siempre llevaba a su monito en un hombro, eso s, muy bien vestido con pantalones, chaqueta y un sombrero de paja. Ese da Toms y Anita estaban frente a su casa cuando Pipa sali de la suya y camin por la banqueta con un pie en el borde y el otro abajo. Toms y Anita la siguieron con la vista hasta que desapareci. Pero luego volvi, ahora caminando de espaldas: no haba querido tomarse la molestia de dar media vuelta para regresar. Al llegar ante la casa de Toms y Anita se detuvo. Toms le pregunt por qu andaba de espaldas. Que por qu ando de espaldas? Estamos en un pas libre, no? Pues entonces puedo andar como me d la gana. Yo he recorrido todo el mundo y he visto cosas mucho ms importantes que andar de espaldas. No s qu habras dicho si me hubieras visto andar con las manos, que es como anda toda la gente de Indochina. Eso no es verdad! exclam Toms. Tienes razn. Te he dicho una mentirota del tamao de una casa, dijo tristemente Pipa. Pero no se puede pedir a una nia cuya madre es un ngel y cuyo padre es el rey de los canbales que diga siempre la verdad, no les parece? Y a propsito, en el Congo Belga no hay una sola persona que diga la verdad. All la gente se pasa el da entero, de la maana a la noche, diciendo mentiras, y nadie se escandaliza. Por eso de vez en cuando digo alguna mentira. Pero podemos ser amigos a pesar de todo, verdad?

Claro que s! dijo Toms comprendiendo de pronto que aquel da no sera como todos, que iba a ser un da especial.

Astrid Lindgren

Bailecito de bodas

Por el totoral, bailan las totoras del ceremonial. Al tuturuleo que las totorea, baila el benteveo con su bentevea. Quin vio al picofeo tan pavo real, entre las totoras, por el totoral? Clavel ni alhel, nunca al rondaflor vieron tan seor como el bentev. Cola color s, color no, al ojal, entre las totoras, por el totoral. Benteveo, bien al tuturul, chicoleas t con tu ten con ten. Quin picar a quin, al punto final,

entre las totoras, por el totoral? Por el totoral, bailan las totoras del matrimonial. Rafael Alberti

La feria de Zapotln

La feria de Zapotln se hizo famosa por todo este rumbo. Como que no hay otra igual. Nadie se arrepiente cuando viene a pasar esos das con nosotros. Llegan de todas partes, de cerquita y de lejos, de San Sebastin y de Zapotiltic, de Pihuamo y desde Jilotln de los Dolores. Da gusto ver el pueblo lleno de fuereos, que traen sombreros y cobijas de otro modo, guaraches que no se ven por aqu. Noms al verles la traza se sabe si vienen de la sierra o de la costa. Muchos tienen que quedarse a dormir en los portales, en el atrio de la parroquia o en la plaza, junto a los puestos de la feria, porque no hay lugar para tanta gente. En todas las casas hay parientes de visita y duermen de a tres y de a cuatro en cada pieza. Los corrales se vacan de gallinas y guajolotes. Y no hay puerco gordo, ni chivo ni borrego que llegue vivo al da de la funcin.

Juan Jos Arreola(fragmento)

Pregn

Vendo nubes de colores: las redondas, coloradas, para endulzar los calores! Vendo los cirros morados y rosas, las alboradas, los crepsculos dorados! El amarillo lucero, cogido a la verde rama del celeste duraznero! Vendo la nieve, la llama, y el canto del pregonero! Rafael Alberti

El mito del diluvio

Se dice que muchos, muchos aos antes de la llegada de los espaoles a nuestra tierra, sucedi lo que les voy a contar: Haba llovido mucho en aquel ao y continuaba lloviendo desde la maana hasta la noche, sin que un rayo de sol ni de luna iluminara los campos. Las lindas estrellas se haban ocultado quiz para siempre, y los pjaros escondidos en sus nidos piaban tristemente, cubriendo con sus alitas empapadas a los bebs pajaritos; as, las madres cuidaban de sus hijitos temblorosos de fro. Lloraban las madres y se aterrorizaban los nios porque vean caer del cielo torrentes de agua en forma de grandes culebras que azotaban los campos, destruan los sembrados, anegaban las ciudades, el huracn azotaba los rboles y sus ramas se desgajaban, como enormes gigantes heridos, y el hogar tolteca corra peligro. As estaba aquel pas de nuestros antepasados en los das del diluvio. Por qu el cielo se mostraba tan severo con los hombres?... Ah!, porque haban faltado a su deber, no eran trabajadores, ni adoraban a sus dioses, ni eran respetuosos con los otros hombres, sus hermanos. Entonces los hombres pensaron hacer algo para salvar a la familia: construyeron una gran pirmide como montaa de ladrillo y cemento especial, que llamaron Tolan Chololan, alta, hasta el cielo, para escapar de la inundacin. Ah elevaron un altar a Tlloc, el dios de las lluvias, y a Quetzalcatl, el dios del viento; y subieron a sus familias por las grandes escalinatas de piedra hasta llegar a la cumbre... el dios de las aguas, compadecido de los hombres al ver su actividad y unin en el trabajo, hizo cesar el diluvio, y la afliccin del pueblo termin.

Leyenda tolteca(adaptacin de Estefana Castaeda)

Naranjas

Naranjas que caan al corral de mi casa de una casa vecina, rodando por las tapias... Encendidas naranjas que trae, en su canasta, una nia que viene cantando desde el alba: "Naranjitas de China, no me compra naranjas?..." Ay, cmo me recuerdan el solar de mi casa con el color alegre de sus hojas amargas! Cuntas cosas me dice de mi vida lejana, esa nia que viene vendiendo unas naranjas! Sol... provincia... canciones Esa nia que pasa no comprende que, a gritos, va vendiendo mi infancia! Jaime Torres Bodet

El ser ms poderoso del mundo

Un mago de la India pasaba cierta hermosa tarde por la orilla del ro Ganges, el gran ro sagrado de los brahmanistas y budistas. De repente oy fuerte aleteo sobre su cabeza y, movido por la curiosidad, alz la mirada y vio un bho que llevaba un ratoncito en el pico. El mago prorrumpi en grandes gritos y agit los brazos para asustar al bho; ste dej caer, en efecto, al ratoncito, que qued en el suelo como muerto. El mago lo recogi, lo cur, y despus, usando su poder mgico lo convirti en una lindsima jovencita. La contempl con agrado y le habl de esta suerte: Vamos, mi linda nia, a quin desearas como esposo? Dime tu pensamiento, pues mi poder es grande y no hay duda de que alcanzar a satisfacer tus aspiraciones. La joven, que ya no se acordaba de su humilde estado anterior, exclam: Quiero por marido al ser ms poderoso del universo. Esta respuesta no satisfizo mucho al mago, que era hombre, sencillo y de apacibles sentimientos; pero como tambin era fiel a su palabra, se dispuso a cumplir los deseos de su ahijada. El sol dijo, es el ser ms poderoso del universo. Es la luz del mundo y el calor de la vida. Ser tu esposo. Y volvindose hacia el astro bienhechor, que en aquel momento resplandeca en medio de los cielos, le suplic que aceptara la mano de la joven. Mas he aqu que el sol, que haba escuchado toda la pltica, respondi: Con gusto me casara con la joven, pues es muy bonita, pero no soy el ms poderoso. Cmo puedo serlo, si una nube ligera puede eclipsarme y dejarme en la sombra? Y pronto qued probado, porque en aquel instante pas una nube y oscureci al sol. Entonces el mago pidi a la nube que se casara con su ahijada, pero la nube respondi:

Con mucho gusto lo hara, pues es muy bonita; mas tampoco soy el ser ms poderoso del mundo. El viento me arrastra y me lleva de un lado a otro, sin que yo pueda resistir a su voluntad. Iba el mago a ofrecer al viento la mano de la muchacha, cuando observ que se estrellaba contra una poderosa montaa, rugiendo furiosamente, y no la mova ni una pulgada; por lo cual ofreci su ahijada a la montaa, recibiendo esta sorprendente respuesta: Dnde est mi poder? Slo tengo resistencia inerte. Las tormentas se disipan en su golpe violento contra m, pero soy incapaz de obrar; no puedo moverme; nada puedo hacer. Aquel ratoncito que excav su madriguera a mis pies es ms fuerte que yo, puesto que no puedo impedirle que roa mis entraas para hacer en ellas su vivienda. El mago se maravill del resultado de su bsqueda; pero luego comprendi que cada ser tiene una fuerza superior, que es la fuerza de su propia naturaleza. Entonces devolvi a la joven su condicin natural, y como vio que era un ratoncito hembra, llam al ratn que haba labrado su casa en la montaa, para que ambos formaran un matrimonio feliz, que al fin y al cabo era lo que l deseaba.

Cuento hind(versin de Carlos H. Magis)

La felicidad

Mira la amapola por el verdeazul! Y la nube buena redonda de luz. Mira el chopo alegre en el verdeazul! Y el mirlo feliz con toda la luz. Mira el alma nueva entre el verdeazul! Juan Ramn Jimnez

Historia de los dos que soaron

Cuentan unas crnicas muy antiguas, escritas por hombres sabios y amigos de la verdad, que hubo en El Cairo un hombre muy rico, tan generoso y caritativo que termin por repartir entre los pobres toda su fortuna, quedndose solamente con la casa de sus padres. Como no guard nada para s, tuvo que empezar a trabajar para ganarse la vida. Una tarde regres tan cansado del trabajo que se durmi debajo de una higuera de su jardn, y en sueos vio a un desconocido que le dijo: Tu fortuna est en Persia, en Isfajan; vete a buscarla. A la maana siguiente el hombre despert en la madrugada y emprendi el largo viaje hasta Isfajan. Atraves desiertos, cruz ros caudalosos, pele con fieras que lo atacaron. Al fin lleg a Isfajan, pero tan cansado estaba que no pudo entrar a la ciudad y se acost a dormir en el patio de un templo a Mahoma, que all se llaman mezquitas. Junto a esa mezquita haba una casa grande y lujosa, y toc la casualidad que esa misma noche, mientras el hombre de El Cairo dorma profundamente, una pandilla de ladrones atraves el patio de la mezquita y se meti en la casa para robarla. Despertaron los dueos y pidieron socorro a gritos; despertaron los vecinos y tambin gritaron, mientras que los ladrones huan por las azoteas. Cuando el jefe de los vigilantes lleg, hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo y lo llevaron a la crcel. El juez lo hizo comparecer y le dijo: Quin eres y cul es tu patria? El hombre declar: Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Yacub El Magreb.

El juez le pregunt: Qu te trajo a Persia? El hombre dijo la verdad: Un hombre me orden en un sueo que viniera a Isfajan, porque ah estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfajan y veo que la fortuna que me prometi ha de ser esta crcel. El juez se ech a rer. Hombre desatinado le dijo, tres veces he soado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardn y en el jardn, un reloj de sol y despus del reloj de sol, una higuera, y bajo la higuera un tesoro. No he dado el menor crdito a esa mentira. T, sin embargo, has venido caminando hasta aqu bajo la sola fe de tu sueo. Que no vuelva a verte en Isfajan. Toma estas monedas y vete. El hombre las tom y regres a su patria. Debajo de la higuera de su casa (que era la del sueo del juez) desenterr el tesoro. As, Dios lo bendijo y lo premi.

Cuento rabe

Consejos a Giang, mi hermana menor

Pap y mam noche y da estn los dos trabajando Yo voy a clase, y t, Giang, te quedas solita en casa. Hermanita, yo te pido que no te alejes jugando de la puerta. Cuando tras las mariposas corras, ten mucho cuidado de no acercarte al estanque junto al patio, porque podras resbalar y caer al agua. Con tierra no has de jugar, porque pueden tus ojitos enfermarse. Y si te enfermas, adis juegos y paseos! Y adems, pap y mam estaran preocupados. Da y noche pap y mam estn siempre trabajando, y yo sentado en el aula por mi hermanita que est sola en casa, estoy temblando. Tran Dang Khoa (8 aos)

El Pas de las Cien Palabras

rase una vez un pas no recuerdo bien su nombre, pero le llamaremos el "Pas de las Cien Palabras". En ese pas los hombres eran muy felices. Vivan en un pueblo ni grande ni pequeo, y todos se conocan. Si alguna vez se peleaban dos, los dems los separaban; si alguien se enfermaba, los vecinos lo cuidaban, le daban sus medicinas, barran y sacudan; si uno tena que salir de viaje, los amigos le ayudaban a acomodar las ropas en la maleta, lo despedan y cuando regresaba, iban a esperarlo para darle la bienvenida. En fin, todos se queran y se ayudaban. Yo no podra decirles en este momento si la tierra era muy buena o muy mala; lo cierto es que, como era de todos y la trabajaban juntos, la cosecha la repartan entre todos, bien repartidita, y siempre les alcanzaba. Adems, tenan un comedor donde almorzaban juntos despus de trabajar la tierra, y donde cenaban cada noche. La comida era de lo mejor, pues en la cocina trabajaban los mejores cocineros y cocineras del pueblo, y la comida nunca les quedaba cruda o quemada, sin sal o demasiado salada. Ya se imaginarn cmo coman aquellos nios, y con qu apetito. Cada da pareca una fiesta. Los nios vivan... cmo creen que viviran los nios?... pues juntos en unas casitas hechas a su medida. No como en las casas de los mayores, donde las mesas son demasiado altas y los pies cuelgan al sentarse, donde no alcanzan las cosas del armario. No; eran unas casitas hechas expresamente para los nios, con todas las cosas que a los nios les gusta juntar: botecitos y

cajas, pedazos de madera, mecates, piedritas, pinceles y papeles de colores... en fin! ... eso lo saben mejor ustedes que yo. Cada tarde, cuando los paps regresaban del trabajo, los nios iban a jugar con ellos sobre la hierba, delante de las casas. All jugaban a la pelota, elevaban papalotes, miraban libros... Por la noche, mientras los nios dorman, los padres y los nios mayores se reunan para decidir lo que haran otro da: sembrar trigo, cortar naranjas sin golpearlas, plantar papas, vacunar a las gallinas, dar de comer a los puercos, ordear. Cada ao escogan al que mejor saba clavar y pulir madera para carpintero; al que haca las paredes ms derechitas, para albail; al que ms pronto destapaba un cao, para plomero, y para maestros a los que saban ms cuentos. Por ltimo, tambin escogan a un secretario para no dejar a los nios jugar y gritar frente a la casa de un enfermo; para hacer que en las reuniones hablara un nio despus de otro y no todos a la vez; para que hubiera bastantes casas para todos, y cosas as. Pero por qu se llamaba el "Pas de las Cien Palabras"? Pues porque slo tenan cien palabras para decirse todo. Como comprendern ustedes, no hablaban demasiado, porque las palabras no les alcanzaban. En un momento las decan todas, y se quedaban callados. Pero una vez un hombre se anim a inventar una. Esa palabra era su nombre. Una palabra muy extraa, pero como era bastante sencilla, la aprendieron primero los nios, y despus todos la saban. La palabra, es decir, el nombre, era "Poeta", y as le llamaban a aquel hombre, aunque no saban bien qu quera decir. Lo cierto es que Poeta haca canciones muy lindas, y cuando sala en el teatro tena a todos con la boca abierta. Y sucedi que Poeta comenz a inventar ms y ms palabras, hasta que. . . se imaginan lo que pas?. . . Pues que ahora el "Pas de las Cien Palabras" tendr que cambiar de nombre.

Marta Mata(adaptacin de Armida de la Vara)

Mara del Carmen

Que comienzo y que comienzo, yo no quisiera empezar, porque el que comienza acaba, y yo no quiero acabar. Mariquita, Mara, Mara del Carmen, prstame tu peineta para peinarme. Los pajarillos y yo nos levantamos a un tiempo, ellos a cantarle al alba, y yo a llorar mi tormento Mariquita, Mara, Mara del Carmen, prstame tu peineta para peinarme. Yo quisiera, si pudiera, ponerle puente a la mar, para que la vida ma dejara de navegar. Mariquita, Mara, Mara del Carmen, prstame tu peineta para peinarme. A la mar fui por naranjas, cosa que la mar no tiene; el que vive en la esperanza, la esperanza lo mantiene. Mariquita, Mara, Mara del Carmen, prstame tu peineta para peinarme. Voy a echar la despedida, la que ech San Pedro en Roma: entre tantos gavilanes, quin te comer, paloma!

Mariquita, Mara, Mara del Carmen, prstame tu peineta para peinarme. Cancin popular mexicana

Prometeo

Prometeo era hijo del titn Japeto y de la Tierra. Se le admita en el Olimpo, la morada de los dioses, y tomaba parte en sus discusiones. Prometeo amaba a los hombres, que eran desgraciados, y haca llegar sus peticiones a los dioses. Bajaba a la tierra y andaba entre los hombres, a quienes ense la manera de contar el tiempo, el alfabeto, los nmeros, la navegacin y hasta la medicina. Pero los hombres slo conocan el fuego en el rayo y en el sol. Coman la carne cruda; no podan trabajar los metales ni tener en sus casas una llama encendida. Los dioses, indiferentes al sufrimiento de los hombres, haban determinado que el fuego, "la flor roja", que es amorosa y civilizadora, pertenecera slo a los dioses. Prometeo, dispuesto a ayudar a sus amigos, se acerc a la rueda del Sol, y encendiendo en ella una antorcha, corri a traerla a la tierra. Para castigar a Prometeo, los dioses enviaron al mundo a Pandora, con una caja sellada que contena todos los males. La recibi un hermano de Prometeo, la abri impacientemente, y las calamidades salieron volando de la caja y se esparcieron por todo el mundo. As, los hombres empezaron a sufrir epidemias, terremotos, pestes y diluvios. La desgracia cay sobre ellos como una lluvia inacabable. Y Prometeo fue encadenado a las rocas de un volcn, el Vesubio, a donde llegaban los buitres. Sus gritos resonaban en

las grutas de la montaa, pero los dioses no quisieron escucharlo. Slo Hrcules, generoso y fuerte, se apiad de Prometeo y con flechazos mat a los buitres que lo rondaban. As, el hroe pudo verse libre. El fuego cambi la vida de los humanos: en las casas haba fuego y calor; los metales derretidos fueron trabajados, y as nacieron desde las armas para defenderse de las fieras y los instrumentos de caza, hasta la confeccin de joyas para el adorno de hombres y mujeres. Desde entonces tuvo Prometeo un lugar superior al de los hroes que son solamente hombres, y se aproxim a los propios dioses.

Mito griego

La cometa

Empieza a hacer calorcito, ya viene la primavera, se fue el tiempo de los trompos y llega el de las cometas. Frente a casa hay un campito que dicen no tiene dueo; all me voy los domingos a remontar mi lucero. Le emparejo bien los tiros y le acorto algo el del medio para que vaya hacia arriba, bien arriba, mi lucero. Y lo recojo y lo aflojo hasta hacerlo tocar tierra; qu lindas son las cometas: afljale que colea! Veinte tiritas de trapo lleva la cola, lo menos: trapo que en casa se pierde mam lo encuentra en el cielo. Por ver si le corto el hilo a alguna otra cometa, en la cola le ato un vidrio que brilla como una estrella. Vengan a ver mi lucero: cuando est bien serenito, por intermedio del hilo le mando una carta al cielo. Fernn Silva Valds

Mi papalote

Se han soltado los vientos, madre, y es bueno que me fueras dando para comprar un papalote en figura de sol: grande y colorado, la armazn de carrizo y los tirantes de hilacho. No quiero, como otros aos, comprar un papalotito de popotes, hecho con papel de china y los tirantes de engrudo, para no ms ir corriendo por la calle, contra el viento, sin que se sostenga slo con el aire, ni se atore en los alambres de la luz, ni con cualquier rabieta caiga al suelo y se rompa. Ir al campo, hasta el algodonal, o a las trojes... Si no quieres, madre, que vaya tan lejos, subir a la azotea; vers qu bonito, sin necesidad de correr, el aire coge mi papalote; yo tendr que hacerme fuerte para que no me lleve; si colea, no ser para caerse; vers qu bonito ir subiendo, aprisa, casi arrancndome el hilo de las manos; en lo alto, madre, la figura del sol parecer que se re, y yo tendr el gusto de sujetarla y moverla a mi antojo, como si moviera y sujetara, con un cordn, al sol de veras, ttere de mis juegos. El cielo est azul parejo, no hay una nube, y los vientos, madre, se han soltado. Agustn Yez (fragmento)

Jirafa

Ciempis

El tren que camina al revs

Alguna vez has viajado de noche en un tren? Afuera est todo oscuro. T tienes sueo; empiezas a dormitar. De pronto sientes un sobresalto: El tren est caminando para atrs! Est rodando, rodando rpidamente en direccin contraria a la que llevaba antes. Est regresando a tu pueblo! Pero por qu las gentes que van en el tren estn tan tranquilas? No se han dado cuenta? 0 quiz eres t el que anda equivocado. A lo mejor el tren est yendo hacia adelante. No, porque t sientes clarsimo que camina hacia atrs... De pronto se ven unas luces; el tren pasa junto a unas casas iluminadas. Entonces ves que realmente van caminando para adelante. Uf! Qu bueno! Te reclinas tranquilo en el asiento y miras por la ventana. Ahora todo est oscuro otra vez y el tren corre que te corre. Cierras los ojos y te pones a pensar: Qu chistoso que sintiera yo clarito que el tren iba al revs! Y si trato de sentir otra vez lo mismo? Haces un esfuerzo; como que cambias una palanquita dentro de tu cabeza. Ya! Ya ests sintiendo en tu espalda que el tren va para atrs! S, est corriendo, corriendo, corriendo en la otra direccin. Mejor no, mejor que vaya hacia donde tiene que ir! Hay que hacer otra vez un esfuerzo, hay que cambiar otra vez la palanquita. Aprietas los ojos, inclinas el cuerpo hacia adelante y logras por fin cambiar nuevamente el rumbo del tren. Qu alivio! S, vamos bien. Te reclinas en el asiento y te duermes tranquilamente. Si no has viajado de noche en un tren, quiz de todos modos te ha pasado lo mismo, en un camin, por ejemplo, o en un coche. Y tampoco hace falta que est oscuro: cualquier momento es bueno, con tal de que cierres bien los ojos y pongas todo tu empeo en imaginarte que vas al revs...

Margit Frenk Alatorre

Romance de la doncella guerrera

El padre La hija (o don Martn) La madre El prncipe La reina El rey Un narrador El padre: Pregonadas son las guerras de Francia con Aragn, cmo las har yo, triste, viejo, cano y pecador! Oh maldita suerte ma, yo te echo mi maldicin: que me diste siete hijas, y no me diste un varn! Un narrador: Ah habl la ms chiquita, en razones la mayor: La hija: No maldigis a la suerte, que a la guerra ir por vos; me daris las vuestras armas, vuestro caballo trotn. El padre: Conocernte en los ojos, hija, que muy bellos son. La hija: Yo los bajar a la tierra cuando pase algn varn. El padre:

Conocernte en los pies, que muy menuditos son.

La hija: Pondrme las vuestras botas, bien rellenas de algodn. El padre: Conocernte en los pechos, que asoman bajo el jubn. La hija: Yo los apretar, padre, al par de mi corazn. El padre: Tienes las manos muy blancas, hija, no son de varn. La hija: Yo les quitar los guantes, para que las queme el sol. Un narrador: Al despedirse de todos, se le olvida lo mejor: La hija: Cmo me he de llamar, padre, cmo me he de llamar yo? El padre: Don Martinos, hija ma, que es como me llamo yo. Un narrador: Dos aos anduvo en guerra, y nadie la conoci,

si no fue el hijo del rey, que de ella se enamor. El prncipe: Herido vengo, mi madre, de amores me muero yo, los ojos de don Martn son de mujer, de hombre no. La reina: Convdalo t, mi hijo, a las tiendas a comprar; si don Martn es mujer, corales querr llevar. Un narrador: Don Martn, como entendido, a mirar las armas va. Don Martn: Qu rico pual es ste para con moros pelear! El prncipe: Herido vengo, mi madre, amores me han de matar; los ojos de don Martn roban el alma al mirar. La reina: Llevarslo t, hijo mo, a la huerta a descansar; si don Martn es mujer, a los almendros ir. Un narrador: Don Martn no ve las flores, una vara va a cortar. Don Martn: Oh, qu varita de fresno para el caballo arrear!

El prncipe: Herido vengo, mi madre, amores me han de matar; los ojos de don Martn nunca los puedo olvidar. La reina: Convdalo t, mi hijo, a los baos a nadar; si el caballero no es hombre, se tendr que acobardar. Un narrador: Todos se estn desnudando, don Martn muy triste est. Don Martn: Cartas me fueron venidas, cartas de grande pesar, que se halla el conde mi padre enfermo para finar; licencia le pido al rey para irle a visitar. El rey: Don Martn, esa licencia no te la quiero negar. Un narrador: Ensilla el caballo blanco, de un salto se va a montar, por unas vegas arriba corre como un gaviln. La hija: Adis, adis, el buen rey, y tu palacio real!, que dos aos te serv como doncella leal, y otros tantos te sirviera, si no fuera al desnudar.

Un narrador:

yela el hijo del rey de altas torres donde est, revienta siete caballos para poderla alcanzar. La hija: Corre, corre, hijo del rey, que no me habrs de alcanzar hasta en casa de mi padre, si quieres irme a buscar!... Campanitas de mi iglesia, ya os oigo repicar; puentecito de mi pueblo, ahora te vuelvo a pasar. Abra las puertas, mi padre, bralas de par en par! Madre, squeme la rueca, que traigo ganas de hilar, que las armas y el caballo bien los supe manejar! La madre: Abre las puertas, Martinos, y no te pongas a hilar! Ya estn aqu tus amores, los que te van a llevar.

El ciruelo y el ro

Haca tiempo que se conocan, pero nunca haban platicado; quizs por timidez o quizs porque desde que tenan memoria haban estado juntos. Una tarde de verano, ms alegre y luminosa que otras, el ro sinti de pronto ganas de hablarle y, al pasar junto al ciruelo, le dijo: Aunque me ves todos los das, no s si sabes quin soy. Yo soy el ro. Vengo desde la montaa, en donde nac como un hilito y despus fui creciendo poco a poco con la ayuda de mis hermanos, otros arroyitos de plata. Mi vida es bastante agitada pues no paro de andar y, mientras camino, voy regando los campos y los trigales, las milpas y las huertas. Tambin doy agua a los pueblos y las ciudades que encuentro a mi paso. Slo descanso al final de mi carrera, cuando desemboco en el mar. Y eso por poco tiempo, pues mi madre, la fuente de la montaa, no quiere holgazanes: luego me alienta de nuevo para que vuelva a recorrer mi cauce cumpliendo con mi labor. Me lo imaginaba respondi el ciruelo. Y no te quejes! Quizs eres ms feliz que yo, que no recuerdo ni cundo ni cmo nac. Sospecho que algn chiquillo goloso al pasar por aqu dej caer en la tierra hmeda de tus orillas el hueso de la ciruela que se haba comido; pero no puedo asegurarlo. Lo peor es que debo estarme siempre quieto y, para colmo, medio adormecido durante el invierno. Por suerte, cuando en febrero el sol empieza a entibiar el aire, comienzo a sentir un dulce cosquilleo en todo mi cuerpo. Ya lo conozco y s que pronto renacern las flores en mis ramas dormidas, que luego me llenar de hojas y que despus empezarn a crecer mis ciruelas en pequeos racimos, verdes, al principio, y despus, de un alegre rojo brillante. Es entonces cuando todo el mundo se acuerda de m, pero nicamente para arrancar mis frutas y seguir tranquilamente su camino.

Comprendo tu desencanto dijo el ro; pero creo que exageras: yo he visto, ms de una vez, que algunos chiquillos vienen a jugar a tu lado o a sentarse bajo tu sombra. Seguramente piensan como yo: que en todas nuestras andanzas no hemos visto otro rbol ms generoso y bello. Sobre todo cuando ests cubierto de puras flores, en primavera, o cuando brilla entre tus hojas verdes y oscuras el rojo violceo de las ciruelas maduras! Cmo brillan hoy. El ciruelo, que nunca haba odo un elogio, se turb un instante, pero de inmediato respondi con sinceridad: Si lo que dices es cierto, todo eso te lo debo a ti. S que sin tu ayuda no seran tan abundantes mis flores, ni mi follaje tan verde y espeso, ni seran mis hijas tan dulces, frescas y hermosas. Y ahora que somos amigos te confieso que mi nica distraccin es contemplarme reflejado en tu corriente, porque en el movimiento de tu espejo me veo gracioso y gil: mi imagen juguetea como si yo bailara. Eso me ayuda a sentir que estoy vivo, aunque siga casi inmvil con mis races aferradas al suelo. Casi todo lo que han dicho es muy cierto se oy de repente decir a unos nios que estaban trepados al rbol saboreando las ricas ciruelas, y agregaron: Tambin nosotros somos muy felices de tenerlos a los dos, aunque jams se nos haya ocurrido confesarlo. Y a pesar de lo que ha dicho nuestro querido ciruelo, venimos aqu a menudo, cuando estamos de vacaciones, y no slo por sus dulces frutos rojos! Claro que nos da mucho gusto saborear las ciruelas, pero tambin nos encanta sentarnos en este rinconcito para gozar de tu fresca sombra, generoso amigo, y mirar todo lo que t reflejas, ro andariego: Nubes que cambian a cada instante de formas y colores, rboles que danzan, la luz del atardecer que multiplica su oro en la plata quebradiza de tus aguas...

Cuento japons(versin de Carlos H. Magis)

Tiene la Tarara

Tiene la Tarara un jardn con flores y me da, si quiero, siempre las mejores La Tarara, s, la Tarara, no, la Tarara, madre, que la quiero yo. Tiene la Tarara un dedito malo, que curar no puede ningn cirujano. La Tarara, s, la Tarara, no, la Tarara, madre, que la quiero yo. Tiene la Tarara un cesto de frutas, y me da, si quiero, de las ms maduras. La Tarara, s, la Tarara, no, la Tarara, madre, que la quiero yo. Cancin popular

Los hijos del sol

En la regin de los Andes peruanos, cerca del valle del Cuzco, hay una colina llamada Tampu-Tocco, que en lengua quechua la lengua hablada por los pueblos muy antiguos de la zona Tihuanaco quiere decir Posada con nicho". Cuenta una antigua leyendo india que en esta colina haba tres cavernas de las cuales surgieron los fundadores del imperio inca. De la cueva central salieron los hijos del Sol: Manco-Cpac, sus tres hermanos, Cachi, Ucho, Auca, y sus cinco hermanas. De las cuevas laterales salieron los diez jefes de los primeros clanes con su gente. Manco-Cpac y sus hermanos, por ser de origen divino, se convirtieron en los jefes superiores de todos los clanes. Como la regin prxima a la colina Tampu-Tocco era muy rida e inhospitalaria, decidieron buscar un lugar ms apropiado para instalarse. El viaje dur varios aos, pues no era fcil encontrar un lugar habitable en plena montaa. Durante la peregrinacin, Manco-Cpac dio pronto muestra de ser el ms prudente, sagaz y aguerrido de los cuatro varones. Los clanes lo eligieron como el jefe supremo de toda la tribu. Cuando ya haban descendido bastante, fueron encontrando algunos valles ya habitados por otras tribus con las que trabaron amistad y convivieron algunas temporadas. En esa poca, Manco-Cpac eligi por esposa a Mama-Ocllo, doncella muy inteligente y hbil en las tareas domsticas. Tambin por entonces Manco-Cpac y el pueblo comprendieron que era muy difcil gobernar entre cuatro jefes. Manco-Cpac y el consejo de los jefes de clanes resolvieron dar a los otros hermanos tareas especiales segn su condicin divina. Cachi, el violento, debi volver a la gran caverna de Tampu-Tocco para conservar el fuego sagrado; desde entonces vive en la gran cueva como dios del fuego y los volcanes; Ucho, el audaz, qued convertido en

un dolo, dios de la guerra en la colina de Huanacauri; Auca, magnnimo y prudente, fue elegido dios protector del pueblo. Manco-Cpac y su pueblo siguieron despus el peregrinaje hasta llegar al valle del Cuzco; el bastn de oro del emperador les avis que era un lugar frtil y al abrigo de los terribles huracanes andinos. El valle estaba ya ocupado por algunas tribus o grupos que pronto reconocieron la superioridad de los incas y se fundieron con ellos. Manco-Cpac y Mama-Ocllo les ensearon el cultivo del maz y otros granos, y el cuidado de la llama, el animal de ms utilidad en esa zona. De este modo echaron las bases de un gran imperio, unieron a las tribus vecinas, ms por el afn de progreso que por el uso de la fuerza, y fundaron el Cuzco, capital del imperio Inca o sea el de Los hijos del Sol.

Leyenda incaica

(versin de Carlos H. Magis)

Recuerdos de Iza (un pueblecito de los Andes)

Creerase que la poblacin, despus de recorrer el valle, perdi la razn y se traz una sola calle. Y as bajo la cordillera se apost febrilmente como la primavera Sus mujeres y sus flores hablan el dialecto de los colores, y el riachuelo que corre como un caballo, arrastra las gallinas en febrero y mayo. Pasan por la acera lo mismo el cura, que la vaca y que la luz postrera. Aqu no suceden cosas de mayor trascendencia que las rosas. Como amenaza lluvia, se ha vuelto morena la tarde que era rubia. Parece que la brisa estrena un perfume y un nuevo giro. Un cantar me despliega una sonrisa y me hunde un suspiro. Carlos Pellicer (fragmento)

Trptico

HidalgoDesde nio fue Hidalgo de la raza buena. Muy temprano ley libros donde se explicaba el derecho que tiene el hombre a ser honrado y a pensar y a hablar sin hipocresa. Vio a los negros esclavos y se llen de horror. Vio maltratar a los indios que son tan mansos y generosos y se sent entre ellos como un hermano viejo, a ensearles las artes finas que el indio aprende bien: la msica que consuela; la cra del gusano, que da la seda; la cra de la abeja, que da la miel. Tena fuego en s y le gustaba fabricar; hizo hornos para cocer ladrillos. Todos decan que hablaba muy bien y que saba mucho el cura de Dolores. Decan que iba a la ciudad de Quertaro una que otra vez, a hablar con un grupo de valientes y con el marido de una buena seora. Un traidor le dijo a un comandante espaol que los amigos de Quertaro trataban de hacer a Mxico libre. El cura mont a caballo, y lo sigui todo su pueblo que lo quera como a su corazn. Se le fueron juntando los caporales y los sirvientes de las haciendas, que eran la caballera; los indios iban a pie con palos y flechas y con hondas y lanzas. Entr triunfante en Celaya, con msica y vivas. Al otro da junt al Ayuntamiento, lo hicieron general, y empez un pueblo a nacer. l fabric lanzas y granadas de mano. l dijo discursos que dan calor y echan chispas, como deca un caporal de las haciendas. Declar libres a los negros y les devolvi sus tierras a los indios; l public un peridico que llam "El despertador americano". Gan y perdi batallas. Un da se le juntaban siete mil hombres y otro da lo dejaban solo. La mala gente quera ir con l para robar en los pueblos y para vengarse de los espaoles. Pero l les avisaba a los jefes espaoles que si los venca en la batalla, los recibira en su casa como amigos. Eso es ser grande! Se atrevi a ser magnnino sin miedo a que lo abandonara la soldadesca, que quera fuera cuel. Iban juntos Allende y l buscando amparo en su derrota, cuando los espaoles les cayeron encima. Lo fusilaron una maana, y su cabeza estuvo expuesta en una jaula, en la Alhndiga de Granaditas donde estuvo su gobierno. Pero Mxico es libre.

Jos Mart

(fragmento)

BolvarFue un hombre verdaderamente extraordinario. Vivi entre llamas y lo era. Como los montes, era l ancho en la base, con las races en el mundo, y por la cumbre, enhiesto y afilado, como para penetrar mejor en el cielo rebelde. Su gloria lo circunda, inflama y arrebata. No es vencer el sello de la divinidad? Vencer a los hombres, a los ros hinchados, a los volcanes, a los siglos, a la naturaleza. Ha recorrido con las banderas de la redencin ms mundo que ningn conquistador con las banderas de la tirana: habla desde el Chimborazo con la eternidad y tiene a sus plantas, en el Potos, bajo el pabelln de Colombia picado de cndores, una de las obras ms brbaras y tenaces de la historia humana. Como el sol llegan a creerlo, por lo que deshiela y fecunda y por lo que ilumina y abrasa.

Muere l en Santa Marta, pero permanece en el cielo de Amrica con el inca al lado y el haz de banderas a los pies, calzadas las botas de campaa, porque lo que l no dej hecho, sin hacer est hoy, porque Bolvar tiene qu hacer en Amrica todava!

Gabriela Mistral(fragmento)

San MartnSan Martn fue el libertador del sur, el padre de la Repblica Argentina, el padre de Chile. Sus padres eran espaoles y a l lo mandaron a Espaa para que fuera militar del rey. Hablaba poco, pareca de acero; miraba como un guila; nadie lo desobedeca; su caballo iba y vena por el campo de pelea, como el rayo por el aire. En cuanto supo que Amrica peleaba para hacerse libre, vino a Amrica; qu le importaba perder su carrera, si iba a cumplir con su deber? Lleg a Buenos Aires; no dijo discursos; levant un escuadrn de caballera y en San Lorenzo fue su primera batalla: sable en mano se fue San Martn detrs de los espaoles que venan muy seguros, tocando el tambor, y se quedaron sin tambor, sin caones y sin bandera. Hay hombres que no pueden ver la esclavitud. San Martn no poda, y por eso se fue a libertar a Chile y a Per. En slo dieciocho das cruz con su ejrcito los Andes altsimos y fieros. Iban los hombres como por el cielo, hambrientos, sedientos; abajo, muy abajo, los rboles parecan hierba; los torrentes rugan como leones. San Martn encuentra al ejrcito

espaol y lo deshace en la batalla de Maip; lo derrota para siempre en la batalla de Chacabuco; liberta a Chile. sos son hroes: los que pelean para hacer pueblos libres, a los que padecen pobreza y desgracia por defender una gran verdad.

Jos Mart(fragmento)

El alba

El paisaje marino en pesados colores se dibuja. Duermen las cosas. Al salir, el alba parece sobre el mar una burbuja. Y la vida es apenas un milagroso reposar de barcas en la blanda quietud de las arenas. Jos Gorostiza

El destierro del Cid

En la batalla de Zamora, en Espaa, mataron a traicin al buen rey Sancho el Fuerte. Hereda el trono su hermano Alfonso. Sancho el Fuerte era muy querido de sus vasallos, y ms lo era del Cid Campeador, llamado Rodrigo Daz de Vivar. En Santa Gadea, de la ciudad de Burgos, sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo, el Cid toma juramento al nuevo rey de Castilla, y le dice:

Villanos te maten, rey, que no guerreros hidalgos; mtente en un despoblado con los cuchillos mellados; squente el corazn vivo por el costado si t fuiste o consentiste en la muerte de tu hermano Alfonso jura que nada tuvo que ver en la muerte de su hermano Sancho, y es aclamado rey de Castilla. Despus se vuelve muy enojado contra el Cid; y le dice: Mucho me has apretado, Rodrigo. El juramento fue duro, por eso saldrs de Castilla en un plazo de nueve das. Tambin queda desterrado todo el que te sirva o acompae. Vete de mis reinos, Cid. Pero irs solo; tu mujer y tus hijas quedarn aqu. En su casa de Vivar est Rodrigo. Lo acompaan unos cuantos amigos que se atreven a seguirlo. Somos pocos, pero firmes. Jams te abandonaremos. Contigo gastaremos nuestros caballos, nuestro dinero y vestidos. Te seguiremos como leales vasallos le dice su primo hermano Alvar Fez de Minaya. As sale el Cid de las tierras de Vivar, y se encamina hacia Burgos. Mira hacia atrs y sus ojos se llenan de lgrimas. Queda su casa con las puertas abiertas, vaca y triste.

Cuando atraviesa la ciudad de Burgos lleva sesenta caballeros con l, cada uno con su pendn. Nios, hombres y mujeres se asoman a las ventanas para verlo pasar, y dicen por lo bajo: "Qu buen vasallo sera si tuviera buen seor." De buena gana lo invitaran a pasar para que descansara un poco; le daran agua y pan, y le prepararan una buena cama. Pero el rey lo ha prohibido con penas muy severas. Tienen hambre aquellos hombres, y mucha sed. Han caminado todo el da por las asoleadas y desrticas tierras de Castilla. El Cid llega a la posada donde siempre paraba. Llama a la puerta, pero nadie contesta. Llama otra vez a gritos, y golpea la puerta con la empuadura de su espada. En eso se abre la puerta y una nia de nueve aos habla llorosa: Campeador, no podemos darte asilo. El rey lo ha prohibido. Si lo hiciramos el rey nos quitara nuestra casa y nuestras tierras, y nos sacara los ojos de la cara. Nada ganas con esto, Campeador. Sigue adelante y que Dios te bendiga. El Cid comprende el llanto de la nia. Triste est su corazn cuando atraviesa la ciudad. El rey tambin ha prohibido que se le vendan alimentos. Pero Martn Antolnez, el leal burgals, no le tiene miedo al rey. l les da pan y vino, y se une a ellos. Se cumplen los nueve das del plazo. Castilla se acaba ya. La primera noche que el Cid duerme fuera de su tierra, en sueos oye una voz que le dice: Cabalga, buen Cid, cabalga, cabalga, Campeador, que nunca tan en buena hora ha cabalgado varn. Bien irn las cosas tuyas mientras vida te d Dios. Alejandro Casona (adaptacin de Armida de la Vara)

Oda del albail tranquilo

El albail dispuso los ladrillos. Mezcl la cal, trabaj con arena. Sin prisa, sin palabras, hizo sus movimientos alzando la escalera, nivelando el cemento. Hombros redondos, cejas sobre unos ojos serios. Pausado iba y vena en su trabajo y de su mano la materia creca La cal cubri los muros, una columna elev su linaje, los techos impidieron la furia del sol exasperado. De un lado a otro iba con tranquilas manos el albail moviendo materiales. Y al fin de la semana, las columnas, el arco, hijos de cal, arena, sabidura y manos,

inauguraron la sencilla firmeza y la frescura. Ay, qu leccin me dio con su trabajo el albail tranquilo! Pablo Neruda

Cristbal Coln

Hace casi medio milenio un joven marino lleg de Italia a Portugal en busca de ayuda para una gran empresa. l deca llamarse Cristforo Colombo; ahora lo conocemos como Cristbal Coln. Este joven haba navegado ya todos los mares conocidos hasta entonces, porque su vocacin de marino era evidente desde su niez. Le interesaba todo lo relacionado con

embarcaciones y con el mar, y desde pequeo se haba ganado la vida ayudando a su hermano Bartolom a dibujar mapas y a construir esferas armilares; le encantaba ir a los muelles para ver cmo los marineros descargaban de sus veleros mercancas tradas de pases lejanos: monos, colmillos de elefantes, alfombras y sedas exticas. Y entonces se pona a soar que l tambin iba por el mar al encuentro de aquellas tierras que dibujaba en los mapas de su hermano, las que visit Marco Polo en su aventurado viaje a Japn, China y la India. Cuando estaba en casa, se pasaba horas y horas inclinado sobre un viejo mapa, que demostraba que la tierra era redonda. Y deca: "Si parto en lnea recta de una playa del occidente de Europa y navego hacia el poniente, podra llegar al Asia mucho ms rpido que los portugueses, que contornean el frica, navegando hacia el Sur y luego hacia el Este. Ms sencillo sera dirigirse al Oeste desde Lisboa. Por qu no intentarlo?" Y haca estudios y clculos, pero cuando los contaba, nadie le haca caso. Qu locura pretender cambiar la ruta de las Indias! decan encogindose de hombros. Y le volvan la espalda. La verdad, crean que Coln estaba medio chiflado. Pero Coln no se desanimaba, y a fuerza de insistir consigui una entrevista con el rey don Juan de Portugal. Tampoco tuvo mucha suerte con el rey. Tambin don Juan dudaba. Cmo puedes estar tan seguro de que Asia est cerca y al otro lado del Atlntico? le deca. Porque he estudiado los antiguos mapas. Y si, como supongo, la Tierra es redonda, a fuerza tienen que existir tierras al otro lado del Atlntico. Si su majestad me confa la direccin de un barco hallar las tierras que visit Marco Polo, estoy seguro. Quiz tu idea sea buena dijo el rey quiz no. Reunir a los sabios del reino y escucharemos sus consejos. Pero despus que los sabios oyeron las proposiciones de Coln dijeron que eso no era posible, que estaba loco si trataba de cruzar el Atlntico en direccin contraria a la acostumbrada. Coln sali del palacio muy desanimado, pero pensando que todava en Europa haba muchos reyes a quienes exponerles su proyecto. An quedaban, por ejemplo, Fernando e Isabel, reyes de Espaa. Y a Espaa se dirigi.

Cuando Coln consigui exponer sus teoras en palacio el soberano pens que esa idea no estaba del todo mal, y la reina fue de la misma opinin. Pero cmo podran los reyes ocuparse en equipar una expedicin cuando la guerra contra los moros no les dejaba tiempo ni dinero para nada? Como el rey de Portugal, los de Espaa reunieron a los sabios del reino, y despus de muchas deliberaciones, dijeron no a las proposiciones de Coln. Tal vez cuando se arroje a los moros de Espaa podra tomarse en consideracin ese proyecto. Aguarda, pues, y vuelve entonces le dijeron. No puedo aguardar ms contest Coln. Ir a ver al rey de Francia. Pero la reina Isabel lo hizo llamar de nuevo. Haba algo en aquel loco proyecto que la fascinaba. Por eso decidi que la expedicin se hiciera patrocinada por los reyes de Espaa. Ella, Isabel, empeara sus propias joyas, si era necesario... Y as fue. Equip Coln sus carabelas en el puerto de Palos, y en un amanecer de verano, en agosto de 1492, las tres carabelas desplegaron las velas adornadas con una gran cruz, y comenzaron a navegar por el Atlntico. Por primera vez surcaban un mar desconocido, sin divisar tierra por ninguna parte. El azul de las aguas los rodeaba, y sus carabelas eran como cscaras de nuez en medio de la inmensidad. Y los viejos marineros, hbiles y arriesgados, comenzaron a tener miedo, a hablar del viento del Este que soplaba sin cesar y que impeda variar el rumbo del buque; de las serpientes marinas, inmensas y voraces, que se tragaban las embarcaciones con todo y tripulacin; de que quiz no volveran jams a Espaa; de que no debieron aventurarse por el mar con un loco por capitn. A duras penas Coln alcanzaba a apaciguar a sus marineros, que ya pensaban arrojarlo al mar por la borda del buque. De nada sirven los lamentos ahora les deca. Vamos en busca del Oriente por el Occidente, y con la ayuda de Dios llegaremos a donde me propongo y volveremos a Espaa cargados de oro. Los marineros, rezongando, volvan a sus puestos, pero por ms que sus ojos se fijaban en el horizonte, no lograban divisar tierra. As pasaron muchos das; de nuevo los hombres murmuraban contra Coln y el motn estaba a punto de

estallar. Lo impidieron ciertos signos de que la tierra estaba cerca. Una noche se vio cruzar, volando por encima de las carabelas, una bandada de pjaros; cierta tarde los marineros vieron flotar unas caas sobre el agua. Sin embargo, no lograban divisar ms que agua y agua en el horizonte. Volva a rugir el motn, y los marineros ms rebeldes hablaban otra vez de arrojar a su capitn al agua, cuando se oy la voz del viga de la Pinta, Rodrigo de Triana, que gritaba a todo pulmn: Tierra! Tierra! Los marineros pensaron que era un espejismo, pero Coln, con gran tranquilidad, tom el catalejo y dijo: Aquello es tierra. Pocos marineros pudieron dormir aquella noche; la mayor parte se qued sobre cubierta, contemplando aquella tierra a la vista, preguntndose si a la maana siguiente divisaran los techos dorados de los palacios orientales, o si era un mundo desconocido el que tenan enfrente. Al amanecer, cuando comenz a disiparse la oscuridad, fue cobrando forma, lentamente, una pequea isla; una fra y blanca playa; altas palmeras verdes, hmedas por el roco de la madrugada. Haba en ella calma y un gran silencio. Silenciosos tambin estaban los marineros asombrados, silenciosos y en suspenso. Silb un pjaro oculto entre unos arbustos, y otros contestaron. Ms tarde, algunos hombres de piel oscura, completamente desnudos, hablando una lengua desconocida, llegaron a la orilla del mar, asombrados al ver los veleros que la noche les haba ocultado. Era el 12 de octubre de 1492. La primera playa de Amrica se extenda ante los ojos de Cristbal Coln.

El torito

Este torito que traigo no es pinto ni colorado, es un torito barroso, de los cuernos recortado. Lzalo, lzalo, lzalo, lzalo que se te va! Y chame los brazos, mi alma, si me tienes voluntad. Lzalo, lzalo, lzalo, lzalo que se te fue! chame los brazos, mi alma, y nunca te olvidar. Este torito que traigo lo traigo desde Tenango, y lo vengo manteniendo con cascaritas de mango. Lzalo, lzalo, lzalo, lzalo que se te va! Y chame los brazos, mi alma, si me tienes voluntad. Este torito que traigo lo traigo desde Jalapa, y lo vengo manteniendo con pura sopa borracha. Lzalo, lzalo, lzalo, lzalo, que se te fue! chame los brazos, mi alma, y nunca te olvidar. Este torito que traigo lo traigo desde Campeche, y lo vengo manteniendo con pura sopa de leche.

Lzalo, lzalo, lzalo, lzalo que se te va! Y chame los brazos mi alma, si me tienes voluntad. Cancin popular mexicana

El cuento de nunca acabar

Haba una vez un rey a quien le encantaba or contar cuentos. Apenas se terminaba uno cuando ya quera que otro cuento empezara, y no haba narrador que aguantara ese maratn. El rey era caprichoso como un nio malcriado, y a tanto lleg su deseo de escuchar cuentos, que no se tent el corazn y ofreci la mano de su hija al hombre que fuera capaz de contarle un cuento que no terminara nunca. "Cuando yo muera deca, l heredar mi reino, pero si no puede continuar el cuento indefinidamente, le cortar la cabeza." Muchos jvenes y viejos intentaron ganarse la mano de la princesa, y por supuesto el reino tambin, pero todos fracasaron, y el rey mand que les cortaran la cabeza con una hachita muy filosa que mand hacer expresamente. Por esa razn los que pretendan contentar al rey estaban muy asustados, y ya no aparecan por el palacio tantos hombres como al principio. Pero como nunca falta un arriesgado, una maana, tempranito, lleg un joven bien parecido y bien dispuesto a heredar el reino... y la mano de la princesa, naturalmente. Muchos amigos y parientes le haban advertido el peligro si fracasaba, pero este joven bien parecido, no se dej impresionar. Tena tanta seguridad en s mismo, que ni el recuerdo de la hachita filosa lo hizo desistir. Le hicieron pasar inmediatamente a la presencia del rey. El soberano estaba tan hambriento de cuentos que le rog que empezara en ese instante. Para escuchar mejor, el rey se baj del trono, tom un cojn grandote y se acomod en l lo mejor que pudo, como gallina en nido nuevo; cruz las piernas y se detuvo el mentn con una mano. Cuando el joven vio que el rey estaba en posicin y actitud de escuchar, empez as:

Has de saber, oh rey! (no se sabe por qu razn todos comenzaban as) que haba una vez un tirano que ansiaba llegar a tener las mayores riquezas. Todo lo que la regin produca le pareca poco para l. Era un tirano ambicioso como todos los tiranos, ambicioso y previsor, porque mand a sus esclavos, que eran miles, construir un granero enorme, tan grande, que pasaron aos y no podan terminarlo. Cuando por fin qued terminado, el granero era alto como una altsima montaa, y desde lejos poda verse con unas nubecitas en la cima. Pareca un volcn. Entonces el tirano comenz a llenarlo de trigo. Hileras interminables de esclavos llevaban en sus espaldas sacos y ms sacos llenos de trigo, y lo vaciaban en aquel granero gigantesco. Muchos aos tardaron en llenarlo, pero lo llenaron al fin. Y como si hubieran estado esperando slo eso, las langostas cayeron sobre aquel reino, destruyndolo todo. Cuando la plaga haba acabado con la ltima briznita verde, atacaron el granero del rey. El granero estaba muy bien construido, pero como a la mejor cocinera se le quema la sopa, los albailes se haban descuidado y haban dejado un agujerito en una pared del granero. Era un agujero tan, pero tan chiquito, que slo una langosta esbelta podra pasar por l. Una de ellas penetr, pues, por el agujerito y sali llevndose un grano de trigo; entr otra y sali con un grano de trigo; entr una tercera y se llev otro grano de trigo... Llevaba el narrador cinco horas haciendo que las langostas penetraran una a una al interior del granero, cuando el rey lo interrumpi para decirle: Quiero saber lo que pas cuando las langostas acabaron de sacar todo el trigo. Debe su majestad perdonarme replic el joven cortsmente pero todava no ha llegado ese momento, y no puedo contar la segunda parte del cuento hasta no haber terminado la primera, y apenas voy empezando... Y entr otra langosta ms y se llev otro grano de trigo, y luego otra ms y... Hasta all pudo escuchar el rey, porque comenz a cabecear, luego a roncar y despus a soar con langostas. A veces se medio despertaba para preguntar: todava se estn llevando el grano?", pero al or al narrador que segua repitiendo: "y entonces otra langosta se llev otro grano de trigo", volva a dormirse para volver a soar con esbeltas langostas entrando y saliendo del granero. As pasaron seis largos meses y todava las langostas no acababan de sacar todo el trigo; entonces el rey comprendi claramente que no podra resistir ms, y pregunt entre bostezo y bostezo:

Durar tu cuento mucho tiempo todava? Oh, rey! (as decan, no s por qu razn, todos los narradores de entonces), no puedo saber cunto tardar, porque las langostas han sacado apenas unos puados de trigo, pero el granero todava est lleno. Con el tiempo seguramente acabarn de vaciarlo. Tenga el rey paciencia... "Y entonces otra langosta entr... " El rey, por supuesto, caa en letargos que duraban horas para no or el cuento de nunca acabar. En cierto momento se lleg a preguntar si vivira bastantes aos para poder or el final del cuento. Este pensamiento lo pona triste, triste, y lo haca lanzar profundos suspiros que se oan hasta las cuadras, donde los caballos despertaban asustados cada vez que suspiraba el rey. Transcurrieron semanas, meses, pas un ao, y el narrador segua con el mismo sonsonete de las langostas, hasta que una tarde, despus de una siesta ms prolongado que las acostumbradas, el rey, colmada su paciencia, interrumpi al joven bien parecido para decirle: Amigo, has mantenido tu promesa, pues voy viendo que tu cuento no se acabar nunca. No me interesa saber lo que hizo la langosta a quien le toca entrar ahora en el granero; puedes, por lo tanto, quedarte con mi hija y mi reino, con tal que me dejes en paz y que no vuelvas a proferir una sola palabra referente a las langostas y a los granos de trigo. Y as qued interrumpido el cuento de nunca acabar.

Cuento popular(versin de Armida de la Vara)

El agua que est en la alberca

El agua que est en la alberca y el verde chopo son novios y se miran todo el da el uno al otro. En las tardes otoales, cuando hace viento, se enfadan: el agua mueve sus ondas, el chopo sus ramas; las inquietudes del rbol en la alberca se confunden con inquietudes del agua. Ahora que es primavera, vuelve el cario; se pasan toda la tarde besndose silenciosamente. Pero un pajarillo que baja desde el chopo a beber agua, turba la serenidad del beso con temblor vago. Y el alma del chopo tiembla dentro del alma del agua. Pedro Salinas

El Principito y yo

Cuando era pequeo me encantaban los relatos sobre la vida de los animales extraos que viven en lugares casi desconocidos. Me gustaban tanto, que una vez tendra entonces unos seis aos quise dibujar una boa; pero mi dibujo no tuvo el xito que yo esperaba. Nadie lo entendi y hasta hubo quien se burl de mis pretensiones de ser pintor. Ante semejante fracaso decid hacerme aviador: de ese modo podra viajar a mi antojo por el mundo y ver con mis propios ojos esos fabulosos animales. He cumplido este ltimo propsito y he viajado mucho; en mi vida de explorador no me han faltado emociones ni aventuras. Hoy quiero contarles la ms extraordinaria de todas.

Hace ms de seis aos iba en mi avioneta cruzando el Sahara cuando de pronto el motor empez a fallar y deb aterrizar en pleno desierto. Al revisar el motor vi que la avera era bastante seria y sent entonces quizs por primera vez en mi vida un terrible desamparo y un miedo enorme: no llevaba conmigo ni las refacciones, ni las herramientas necesarias para reparar el motor y, para colmo de males, la comida y el agua potable que llevaba slo podran alcanzar para una semana, a lo sumo. Entretanto ya haba oscurecido. Decid pasar la noche sobre la arena, cerca de mi avioneta, y buscar al da siguiente, con ms calma, la manera de salir a flote de mi angustiosa situacin. En realidad la preocupacin no me dej pegar los ojos hasta que el cansancio me venci cerca del amanecer. Imagnense, pues, mi sorpresa cuando entre sueos me pareci or una extraa vocecita que deca:

Por favor... dibjame un cordero. Me par de un salto frotndome los ojos por si se trataba de un sueo. Pero no, ah estaba, enfrente de m, un extrao personaje. Yo no poda salir de mi asombro: mi visitante vesta un traje estrafalario, slo semejante a los que recordaba haber visto en mis viejos libros de cuentos, y no pareca una persona extraviada en el desierto como lo estaba yo pues no daba muestras ni de tener sed o hambre, ni de tener miedo como el que yo sufra. Adems, si a primera vista me pareci un hombre pequeito, inmediatamente la viveza de los ojos y su carita ingenua me hicieron ver que se trataba de un chiquillo. Cuando al fin pude hablar, le pregunt quin era y qu estaba haciendo solo en medio del desierto. El muchachito, como si no me hubiera odo, repiti muy serio: Por favor, dibjame un cordero. Aturdido como estaba con tantas peripecias, saqu de mi mochila un lpiz y unas hojas de papel casi sin pensarlo; pero en seguida record que despus de mi fallida experiencia infantil no haba vuelto a dibujar nada, y que no saba ni por dnde empezar. As se lo dije a mi visitante, pero el chiquillo sin darle importancia a mi advertencia, insisti tranquilamente: Eso no importa; dibjame un cordero. En otras circunstancias me habra negado, pero en ese momento no era del todo dueo de mis actos, y trat de complacerlo, pero slo atin a repetir mi dibujo infantil: el de la boa muy panzona porque se haba tragado un elefante, con el cual empez y termin mi carrera de pintor. Entonces s que mi sorpresa no tuvo lmites! Al entregarle mi dibujo, el chiquillo me reproch: No te he pedido un elefante dentro de una boa! la boa es peligrosa y el elefante me dar mucha lata porque en mi pas todo es muy pequeo... Lo que quiero es un cordero! Desde ese instante ya nada poda sorprenderme: mi extrao visitante era la nica persona que haba sabido interpretar aquel dibujo que me cost tantas lgrimas! De inmediato el chiquillo se gan mi simpata y agradecimiento, me cur el mal humor y hasta consigui que me olvidara, al menos por un rato, de mis angustias. Entonces puse todo mi empeo en complacerlo e intent dibujar el cordero que me peda. Todo fue intil; el chiquillo miraba mis garabatos, sonrea con indulgencia y los rechazaba siempre con alguna objecin: el primero porque estaba flaco y pareca muy enfermo, el segundo porque tena unos cuernotes que ms

pareca un carnero, ste por una cosa, aqul por otra, y as todos. Ya desalentado, se me ocurri una inocente broma: hice un dibujo geomtrico muy simple, y al entregrselo trat de justificarme dicindole: Es una caja; el cordero que quieres est adentro. Los agujeros son para que pueda respirar. Jams pens que mi treta diera el resultado que dio. El muchachito vio mi dibujo y los ojos se le pusieron brillantes, despus exclam con insospechable alegra: Por fin!, esto es precisamente lo que quera. Luego se puso algo serio y dijo muy preocupado: Pero, oye, necesitar mucha hierba mi corderito? Por qu me lo preguntas? repliqu intrigado. Porque en mi planeta todo es muy pequeo, me contest. Sin prestar atencin en ese momento a lo de en mi planeta", le asegur que habra hierba suficiente, pues yo haba dibujado un cordero muy pequeo. El chiquillo inclin su cabeza para mirar nuevamente el dibujo y murmur como si hablara consigo mismo: Ni tan pequeo!... Eh, mira, se ha dormido! As fue como conoc al Principito. Principito, s! Ese chiquillo que se me apareci en la situacin ms angustiosa de mi vida, y del cual ustedes ya conocen algunas ancdotas, es el hijo del rey de un lejano, pequeo y raro planeta. Necesit algn tiempo para conocer su historia, y esto a fuerza de paciencia para ir juntando algunas palabras y frases sueltas entre las peripecias que me iba contando. As, poco a poco, fui conociendo su vida y sus aventuras, al mismo tiempo que iba creciendo nuestra amistad. Nunca ms he vuelto a verlo. Desapareci, tan misteriosamente como haba llegado, la vspera del da en que mis amigos lograron encontrarme y me salvaron de una muerte segura. Cuando desapareci me puse muy triste; despus, al ver llegar a mis compaeros, comprend claramente que el Principito se me haba aparecido slo para acompaarme en mi triste situacin, para que pudiera soportar sin volverme loco el desamparo en el desierto inmenso, la sed, el hambre y el miedo.

Nunca ms he vuelto a verlo, pero no he podido olvidarlo. Tampoco he olvidado sus plticas, que me ensearon a ser ms feliz. Por eso mismo he querido que tambin sea amigo de todos ustedes. Ya he contado algunas de sus aventuras; ahora ya saben quin es.

Antoine de Saint-Exupry(adaptacin de Carlos H. Magis)

Balada amarilla

En lo alto de aquel monte hay un arbolito verde. Pastor que vas, pastor que vienes. Olivares soolientos bajan al llano caliente. Pastor que vas, pastor que vienes. Ni ovejas blancas ni perro ni cayado ni amor tienes. Pastor que vas, Como una sombra de oro, en el trigal te disuelves, pastor que vienes. Federico Garca Lorca

El encuentro de Moctezuma y Corts

"envi a vuestra alteza muy larga y particular relacin..." escribe Hernn Corts a Carlos V, emperador de Espaa, para darle cuenta de sus descubrimientos, de su admiracin por las nuevas tierras y de la lucha por adentrarse en ellas y conquistarlas en nombre de su rey y seor. Por medio de estas cartas de relacin hemos podido reconstruir los pasos de la conquista y el choque de dos culturas: la espaola y la indgena. Aqu relata su encuentro con Moctezuma II, gran rey de Tenochtitlan: Ya junto a la ciudad est un puente de madera como de diez pasos de anchura, y por all est abierta la calzada para que el agua pueda entrar y salir, y tambin sirve de fortaleza, porque quitan y ponen algunas vigas muy largas y anchas de que el dicho puente est hecho, todas las veces que quieren. Pasado este puente nos sali a recibir aquel seor Moctezuma como con doscientos seores, todos vestidos con ropa muy lujosa a su uso. Venan en dos procesiones, muy arrimados a las paredes de la calle, que es muy ancha, hermosa y derecha. El dicho Moctezuma vena por enmedio de la calle con dos seores, uno a su derecha y otro a su izquierda, y cuando nos encontramos, yo me baj y fui a abrazarlo solo, y aquellos dos seores que con l iban me detuvieron con las manos para que no lo tocara, y luego los tres hicieron como que iban a besar la tierra, y entonces el dicho Moctezuma mand a uno de los que iban con l que me tomara del brazo, y l con el otro iba un corto trecho delante de m.

Y despus que l me habl, vinieron tambin todos los dems a hablarme, uno detrs de otro muy ordenadamente, y despus volvan a su lugar en la procesin. Seguimos andando hasta llegar a una muy grande y hermosa casa que l tena arreglada para aposentarnos. Y all me tom de la mano y me llev a una gran sala que estaba junto al patio donde entramos, y me hizo sentar en un estrado muy adornado que haba mandado hacer para l, y me dijo que all lo esperara, y l se fue. Al poco rato, ya cuando todos mis soldados estaban aposentados volvi con muchas joyas de oro y plata, de plumajes y con cinco o seis mil piezas de ropa de algodn, muy hermosas y bien bordadas, y despus de drmelas, se sent en otro estrado cercano, y dijo: Hace mucho tiempo, por medio de nuestras escrituras y nuestros antepasados, sabemos que no somos naturales de estas tierras, que somos extranjeros, que hemos venido a ellos de lugares extraos, y tenemos noticia de que hace muchsimo tiempo lleg a nuestras tierras un seor de quien todos eran vasallos, pero que volvi al lugar de donde haba venido, y siempre hemos pensado que sus descendientes haban de venir un da a sojuzgar esta tierra y a nosotros; y como vienes de donde el sol sale, creemos y tenemos por cierto que ese seor muy poderoso de que hablas es tambin nuestro seor natural, a quien obedeceremos y tendremos por seor. Tambin dijo que no creyera ms que lo que vean mis ojos, y no lo que me contaran de l sus enemigos, que muchos de ellos eran sus vasallos que con mi llegada se haban rebelado. S que te han dicho que mis casas tienen paredes de oro deca lo mismo que todas las cosas de mi servicio, y eso no es verdad. Ya ves que las casas son de piedra, cal y tierra, y mrame, yo no me hago dios, como te han contado, soy de carne y hueso como t y cada uno de tus guerreros, soy mortal y palpable. Cuando l se fue nos enviaron muchas gallinas, pan y frutas y otras cosas necesarias, y as estuve seis das, muy bien provisto de todo lo necesario y visitado de muchos de aquellos seores."

Hernn Corts(fragmento)

El jilguero

En la llama del verano que ondula con los trigales, sus regocijos triunfales canta el jilguerillo ufano. Canta, y al son peregrino de su garganta amarilla, trigo nuevo de la trilla tritura el vidrio del trino. Y con repentino vuelo que lo arrebata, canoro, como una pavesa de oro cruza la gloria del cielo. Leopoldo Lugones

La culebra

Todo el da en San Miguel Tejocote se oye el cocoroc de las gallinas, el coinc coinc de los puercos y el jijay jijay de los burros. Pero no siempre fue as. Antes, en San Miguel Tejocote las gentes y los animales hablaban el mismo idioma. Creo que entonces todos los das eran como una fiesta en donde todos hablan a la vez. No sera rebueno dijo un nio a don Paciano, el carbonero que yo pudiera hablar con chichitn, el perro, o miztn, la gata, o hasta con los animales del bosque, tochtli, el conejo, o mazatl, el venadito que todas las tardes baja a beber agua? No sera rebueno eso? S, porque aprenderas mucho de ellos le dijo don Paciano. Cuando hablaban con los animales, los nios eran ms listos que ahora. Entonces, por ejemplo, los nios no pedan dinero a cambio de alguna ayuda; no se ponan exigentes ni caprichudos. Coatl, la culebra, les ense eso a las gentes. La culebra? Esa mera dijo don Paciano, y les voy a contar cmo estuvo la cosa. Sucedi que un campesino araba su tierrita, cuando oy que alguien gritaba desde la otra orilla de su milpa. "Auxilio! Auxiliooooooooo!" deca la voz con desesperacin. Y all va el campesino, muy compadecido, para ver lo que pasaba. Y va viendo una culebra aplastada por un tronco cado. Aydame, por favor dijo la culebra. Si nadie me saca de aqu morir de hambre y de sed. El hombre levant el tronco y sali la culebra. Removi su largo cuerpo, se sacudi las astillitas del tronco y dijo:

Ay, qu bueno, y ahora te voy a comer! Cmo! dijo el campesino. Si acabo de salvarte la vida! "Mesmamente" por eso te voy a comer dijo la culebra, porque como dice el dicho: El bien que se hace con el mal se paga. Ayyy, no! dijo el hombre. Ests completamente equivocada. El bien que se hace con el bien se paga. Y la culebra contest: No, nunca es as! y te lo voy a demostrar. Vamos a preguntarle a tres animales. Si los tres me dan la razn, te como sin remedio. Convenidos en esto, encontraron un burro. Amigo burro le dijo el hombre, yo salv a esta culebra cuando estaba atrapada por un tronco, y ahora quiere comerme, porque ella dice que el bien que se hace con el mal se paga. Crees t que ella tiene razn? El burro masca y masca un poco de pasto y al fin dice: La culebra tiene razn. Yo he trabajado toda mi vida para los hombres. Menos mal que todava estoy fuerte, pero deja que me ponga viejo, y con toda seguridad me matarn para aprovechar mi cuero. Como si lo viera. Por eso el bien que se hace, con el mal se paga. Al menos as pasa con nosotros los burros. Ya viste? dijo la culebra. Para qu nos dilatamos? Mejor te como de una vez. Ay, no! grit el campesino. Todava quedan dos para preguntarles. Se fueron y encontraron una gallina. Y el hombre le dijo: Amiga pollita, yo saqu a esta culebra de abajo de un tronco, y ahora me quiere comer. Dice que el bien que se hace con el mal se paga. Estoy seguro de que t tambin piensas que est equivocada. Dselo, por favor! Aj! dijo la gallina. As es "mesmamente"! Yo pongo mi huevo todos los das para que la gente se lo coma. El da que no lo ponga, hasta la olla del caldo voy a dar. Y eso no es justo. Por eso yo pienso que el bien que se hace con el mal se paga. Por lo menos as es para las gallinas.

Al or esto la culebra salt y se puso enfrente del pobre hombre, y le grit: No te lo dije? De veras que te ests poniendo necio. Podemos terminar este asunto de una vez. No, no! grit el hombre. Me debes otra oportunidad ms. Acurdate del trato. Despus de alegar bastante, se fueron en busca de otro animal. Ya la culebra estaba pero bien confiada de que se iba a comer al hombre. De pronto se encontraron con un coyote. El hombre le grit: Amigo coyote, amigo coyote, necesitamos que decidas en un caso muy serio que traemos entre la culebra y yo. Har lo que pueda dijo el coyote muy serio. Entonces empieza el hombre: Esta culebra dice que el bien que se hace con el mal se paga, pero yo digo que el bien que se hace con el bien se paga. De eso cmo lo voy a saber yo? dijo el coyote. Todo mundo sabe que un coyote nunca hace un bien. Tienes que juzgar a fuerzas exigi la culebra, mientras lo miraba con ojos feroces. Yo tengo hambre. Se lo explico para que lo entienda le dijo el hombre. Yo alc un tronco de encima de la culebra. Ahora dice que me tiene que comer. S dijo la culebra, todos saben que el bien se paga con mal. A m me parece que los dos se estn adelantando dijo el coyote. Antes de juzgar hay que saber si el hombre de veras hizo algn bien. Alz un tronco. Bueno, pero eso, qu quiere decir? Si la culebra se puede zafar de casi cualquier lado No dijo la culebra. Me tena bien apretada. Si no fuera por este buen hombre, seguro que yo me hubiera muerto. Por eso me urge comrmelo. El coyote sacudi la cabeza. La cosa es seria dijo. Tendr que verlo todo. Los tres regresaron a donde estaba el tronco.

Yo estaba debajo de esto dijo la culebra. Cmo estaba acostada? pregunt el coyote. La culebra se puso nuevamente como estaba cuando la encontr el campesino. Y el tronco? pregunt el coyote al hombre. Dnde se hallaba? Lo tendrs que poner otra vez para que lo pueda ver. El hombre levant el tron