40 aniversario promoción medicina 1970-1976 Santiago de Compostela

40 Facultad de MedicinaPromoción 1970-1976Santiago de Compostela7 Mayo 2016

DISCURSO DEL ANIVERSARIO DE LA PROMOCIÓN 1976Juan María de Prada

Queridos amigos y compañeros, muchos son los recuerdos de aquellos años. Muchos y agradables en su mayoría, porque los malos -que sin duda los hubo-, han quedado sepultados en el olvido, y ya no forman parte de mi memoria.Debo reconocer, sin embozo, que la entrada en la Universidad y el aprendiza-je de la profesión a la que dedicaría mi vida, estuvo marcada por la ilusión y el entusiasmo. Ilusión por esa mayoría de edad que los estudios universitarios sancionaban, y también, cómo no, porque era la culminación de la enseñanza básica, la prueba de que habíamos hecho bien el trabajo previo. Y entusiasmo, porque la Universidad no era entonces la continuación obligada del bachiller -como hoy tal vez sea-, sino el premio a los elegidos, a ese reducido número de estudiantes a los que se nos entregaba el privilegio de la educación supe-rior, que recibíamos conscientes y felices, pues habíamos puesto todo nuestro esfuerzo y afán por conseguirlo.

Recuerdo con emoción el primer día de clase, la entrada en el ala por res-taurar del centenario edificio, que a duras penas resistía el paso del tiempo. Crujían los escalones de madera y la endeble barandilla temblaba con el alborozado trasiego de los principiantes entre las aulas, ajenos al derrumbe que amenazaba los techos y emocionados por aprender los fundamentos de la profesión elegida.

Ya en los asientos, tras el acomodo y la disposición de folios y bolígrafos, escuchábamos atentos el magistral discurso del profesor, cuya voz llegaba a nuestros oídos tamizada por los susurros y comentarios de los compañeros.-Ya yo y Testut -clamaba el profesor Echeverri desde su orgullosa mirada, in-sinuando que la sabiduría del manual que habíamos comprado, también a él pertenecía.

-¿Quiénes fueron los primeros hombres que pisaron la luna? - preguntaba el profesor Villarino ante nuestra sorpresa -pues no estábamos en una clase de Historia, sino de Farmacología-, para a continuación explicarnos que quien no supiera los nombres de Neil Armstrong y Edwin Aldrin, no merecía la conside-ración de alumno universitario y debía volver a la escuela.


-Esta tarde me pasas los apuntes -decía el último de la fila a su inadvertido compañero-. Se me ha acabado la tinta del bolígrafo”, e impasible este le respondía:-Después se los pedimos a la rubia de la cola de caballo, que parece muy avispada, y está de muerte.

Albricias juveniles. Ronroneo de quereres y descaros. Apremios de gozos y obligaciones. Y entre risas, cuchicheos y garabatos pasaba la hora de clase.“¡Estudiar, estudiar y estudiar!”, nos recomendaba el profesor Espinós tras sus soberbias exposiciones, porque era el único modo de conocer lo poco que aún sabíamos; mientras Varela Novo escudriñaba el calado de nuestra inteligencia desde la tarima de la cátedra, por si hubiera algún candidato digno de ser su discípulo. Y Masa, el viejo y cariñoso profesor, parecía asegurarnos desde el fondo de su compasiva mirada, que la profesión que habíamos elegido nos traería muchas satisfacciones y alegrías, pero también no pocas decepciones y desalientos.

Recuerdo las prácticas de Anatomía en los primeros tanteos, el estudio del esqueleto, la minuciosa exploración del cadáver, los tendones y músculos que desligábamos y el fuerte olor a formol que despedían. Quedan en mi memo-ria algunas anécdotas que el paso del tiempo convirtió en alegre chiquillada, pero que entonces tributó los consiguientes correctivos. La farsa del rito litúrgi-co de la misa ante el atril del recio manual; el amago de esgrima que alguno practicaba con los largos huesos del cuerpo, o el quiebro de engaño al cam-biar de lugar alguna pieza para hilaridad y jolgorio de los compañeros. Risas y chanzas que poco a poco iban centrándonos en el respeto por la máquina humana que debíamos conocer, en sus insondables secretos.

De Corporis Humanis Fabrica, nos saludaba el esqueleto de la obra de Vesalio desde la pared, y nos acuciaba a conocerla con la danza de la muerte, pues ¿de qué otro objetivo sino de salvar a nuestros semejantes de la Parcaversa-ban nuestros estudios? Después, vendrían las sesiones de laboratorio, los semi-narios, las visitas al hospital y el contacto con los pacientes, camuflados bajo una bata blanca que protegía nuestra impericia y nos integraba en el confuso tropel de sanitarios.

Y de este modo, entre disección y redoma, apuntes robados y prácticas clíni-cas, íbamos descubriendo los arcanos de una profesión que buscaba detectar los primeros pasos de la enfermedad para ponerle rápido y certero remedio.

Aprendíamos con Jiménez Díaz que la Medicina, además de una ciencia, era un arte, y que para llegar al diagnóstico debíamos disponer nuestros cinco sentidos, escuchar al paciente y percibir los síntomas y signos que la enferme-dad mostraba. Más tarde, atenderíamos las advertencias de Lain Entralgo, y aprenderíamos que el ser humano no era sólo materia sino también espíritu, un ser integrado en su entorno anímico y social, y que la curación no podía provenir únicamente de los remedios químicos o físicos al fallo orgánico, sino también de la comprensión de las dolencias del alma y de su alivio.

Pero nuestra vida de estudiantes de Medicina no terminaba entre las páginas de los manuales, los apuntes, las clases magistrales o las prácticas hospitala-rias. También fuera, en las calles y plazas de Santiago, había vida. Mucha más, y si cabe, más intensa que la que disfrutábamos en nuestra entrañable facultad y el viejo hospital. El Franco, La Raiña, la rúa del Villar, el Toral, el Preguntoiro, Montero Rios, la Plaza Roja, formaban el paisaje en el que día a día se iban desgranando nuestros sueños y anhelos de juventud, enjugada su dulce memoria en las húmedas y centenarias losas del pavimento. Las tazas, la alegre y enjundiosa charla en los bares, la parranda, las partidas de cartas y las demoradas tertulias hasta el amanecer en los pisos compartidos, tenían en muchos de nosotros a sus más fieles y entusiastas parroquianos.

Debíamos estudiar, sí, era nuestra obligación; para eso nuestros padres cos-teaban nuestro estancia en la ciudad. Pero también teníamos que divertirnos y aprender a vivir, porque la recibida independencia, lejos del control o la cen-sura paterna, era el mejor camino iniciático para la vida; un acelerado curso de aprendizaje por error y corrección con riesgo limitado, del que debíamos sacar el máximo provecho.

Así, como adultos que ya éramos, además de estudiar y prepararnos para el futuro, tomábamos partido en los asuntos que preocupaban a nuestro país; tal vez con más pasión que temor, con más ingenuidad que cordura. El viejo régi-men agonizaba, sumido en sus propias contradicciones y en su inadaptación a los nuevos tiempos, y reprimía con porras y balas la menor discrepancia. Un anhelo de libertad había anidado en el corazón de los españoles y los viejos usos de la dictadura resultaban cada vez más y más obsoletos y obscenos. Como colectivo ilustrado, también los universitarios compostelanos nos alza-mos contra la opresión. Con tanta bondad como entusiasmo, nos sumamos a la ola del cambio político que se extendía por muchas otras universidades de España, y que clamaba libertad sin ira y sin rencor, amnistía y democracia.

Eran los prolegómenos del cambio de régimen, los inicios de la tan alabada Transición política, de la que sin duda fuimos aventajados protagonistas.

A Santiago se llega llorando y se abandona con llanto, decía el aforismo popular, y no le faltaba razón. Sin apenas darnos cuenta estábamos en la puerta de salida, con lágrimas aflorando a los párpados y la emoción de ser licenciados. Seis años atrás habíamos llegado desde nuestros pueblos y ciu-dades para estudiar, y ahora debíamos despedirnos de la entrañable ciudad que nos acogió y dejar atrás tantos y tantos amigos y recuerdos. Seis años con sus alegrías y penas, sus fracasos y éxitos, sus amores y despechos, que fueron modulando nuestra alma juvenil con la pátina del conocimiento y la experiencia. Seis años entre la lluvia tranquila, las clases en la facultad, las prácticas del hospital y las noches de juerga o insomnio bajo la cálida luz del flexo. Seis años habían pasado de estudio y tesón, ilusiones y sueños, cuando Franco murió y España se dispuso a recuperar el pulso perdido de la Historia.Después de tantos esfuerzos y afanes, conseguíamos al fin el título deseado. ¡Ya éramos médicos!, y orgullosos volvimos a nuestros lugares de origen con el parco prontuario de la profesión en la mochila y el callado temor de no po-seer la suficiencia que aseguraba nuestro flamante certificado. ¡Ya éramos mé-dicos!, y los enfermos estaban ahí, esperando nuestros remedios y consejos. Ahora debíamos aprender a curar o, al menos, a mitigar las penas del alma y del cuerpo de nuestros semejantes. ¡Ahora teníamos la responsabilidad y el orgullo de ser médicos!.

Hoy, cuarenta años después, cuando aún nos queda mucho por recorrer, re-cordamos aquellos años universitarios con la impronta de la nostalgia y el cariño. Nostalgia por un tiempo especial, tan cargado de experiencias y anhe-los, que han determinado sin duda nuestro posterior discurrir y éxito, nuestra honrada y generosa aportación a la sociedad, nuestro compromiso con los pacientes. Y cariño, porque desde la luz de la madurez, hoy sabemos que aquellos avatares y devaneos, aquellas lucubraciones y creencias, aquellas denodadas luchas y compartidos sentimientos, formaban parte del sueño juve-nil por encontrar el sentido de la vida, por organizar la propia y prepararla para ese futuro que hemos ido descubriendo y disfrutando durante todos estos años, y que hoy, por fortuna, siguen iluminando nuestra existencia y aportán-donos la alegría de vivir, de curar a nuestros semejantes, y la satisfacción de encontrar recompensa a nuestros desvelos.

Pero no quisiera terminar este breve repaso de evocaciones y lembranzas, sin

recordar también a aquellos compañeros que lamentablemente ya no están con nosotros, pero no hemos olvidado. Que la lectura de sus nombres sirva de sentida ofrenda a su memoria:

Los doctores: Carmen Míguez Baños, Fernando Sastre Fernández, Avelino Pé-rez Gómez, Javier Fernández Valbuena, Abraham Vila Movilla, Miguel Angel Liste Jiménez, Pilar Santos Bermúdez, Gonzalo Lago Viguera, Elena Carballal Durán, Jesús M. César Pérez, Pedro Lorenzo Pin, José Díaz Fernández, José Arias Mon, Isidoro Pintos Costa, Ramón Rodríguez Serantes, José Francisco Pensado Pousa y Pérez-Schofield Lorenzo

Para ellos y sus familias, mi más cariñoso recuerdo y el de todos sus colegas y amigos.

MULTIMEDIA: VIDEO DISCURSO JUAN MARÍA DE PRADA

DISCURSO DEL ANIVERSARIO DE LA PROMOCIÓN 1976Juan Jesús Gestal Otero

Bienvenidos a la Facultad. Vuestra casa.Me alegra mucho recibiros.

Lo habitual era celebrar los veinticinco y los cincuenta años, pero ultimamente estoy observando que se quiere volver por la Facultad antes, lo que me parece muy bien. La pasada semana una promoción que hacía 10 años que habían terminado se reunieron para compartir unos pinchos a mediodía en la Facul-tad, y hoy lo hacéis vosotros que ya hace cuarenta años que dejasteis estas aulas.

Ante todo felicidades, que disfrutéis mucho de este reencuentro. Algunos es posible que no os hayáis vuelto a ver desde las Bodas de Plata, ya han pasado 15 años, y en algún caso más tiempo o incluso desde la licenciatura.

Las organizadoras me dijeron que queríais que os diera una pequeña charla. Pensé, querrán que repasemos el punto de ruptura, o el mecanismo de acción de los insecticidas organofosforados? Esto hoy ya no es de actualidad, pensé, les hablaré del MERS o del Zica. Lo consulté con la almohada y ésta me dijo: Pero que vas a hacer?, No, nada de Higiene, querrán que les hables de la Facultad. De como es hoy, de sus perspectivas futuras.

Utilizando mi metro. Vosotros dejásteis la Facultad seis años después que yo, y desde entonces ha cambiado mucho. El Plan de estudios, sin ir más lejos, incluso su denominación. El año pasado terminó la última promoción de la Li-cenciatura y este lo hace la primera que curso el Grado completo.

El Grado adaptado al EEES (conocido como Plan Bolonia) ha sido muy denos-tado por llevarse a cabo en un momento en el que el profesorado no solo no aumentó, como tenía que haber sido, sino que disminuyó y sigue haciéndolo, y aumentando también el número de alumnos.

Tiene sin embargo muchos aspectos positivos como puede ser la mejor forma-ción practica de los alumnos. Tienen muchas más prácticas clínicas que en la li-


cenciatura (un mes de dedicación a tiempo completo a práctica clínica en cada uno de los cuatrimestres en 3º, 4º y 5º curso; un mes de prácticas de verano (optativas) en 3º, 4º y 5º y un rotatorio totalmente práctico en 6º en todos los hospitales universitarios de Galicia. Estamos ya consiguiendo, en la casi tota-lidad de los puntos de prácticas, una relación de un tutor o más por alumno.

Los alumnos del Grado tienen que salir de la Facultad con competencias profe-sionales (clínicas y de investigación y comunicación) que debemos comprobar su adquisición mediante una ECOE y la presentación y defensa de un TFG.

Hoy precisamente estamos realizando la ECOE a 309 alumnos, para lo que hemos tenido que organizar cinco ruedas de 20 estaciones cada una, que re-petiremos tres veces a lo largo del día (a las 8:00h se inició la primera que ha finalizado a las 11:30h; ahora a las 12:00h estará comenzando la segunda, y a las 16:00H se iniciará la tercera). Completar cada rueda lleva unas tres horas y media.

En cada una de las estaciones, el estudiante debe resolver la situación clínica que se le presenta, que puede ser entrevistar y/o explorar a un paciente es-tandarizado (un actor especialmente adiestrado), demostrar una determinada habilidad clínica con un maniquí, interpretar una prueba diagnóstica (analíti-ca, imagen, etc.), emitir un juicio clínico, proponer una pauta de tratamiento, o cualquier otra actividad relacionada con la práctica clínica médica habitual.

De las 20 estaciones 7 están basadas en pacientes estandarizados, cada una con una estación complementaria; 4 en maniquís y 2 son estaciones pictográfi-cas. Esta estructura de prueba, en la que se evalúan 20 ítems por estación, en total 400 ítems a cada alumno, cumple con las recomendaciones de la Confe-rencia Nacional de Decanos de Facultades de Medicina.

Su preparación y organización es muy compleja e involucra a muchísimas per-sonas: Un coordinador, que es el Prof. Víctor Arce; la Comisión Académica, que aprueba la estructura de la ACOE; el Grupo de Trabajo, responsable de la selección y elaboración de los casos clínicos de cada una de las estaciones y de asignar los profesores responsables de ellas, y finalmente, los Coordina-dores de las ruedas, a los que tenemos que sumar al menos 35 actores y más de cien profesores, PACS, colaboradores docentes y MIR, uno por estación.

Posiblemente sea la mayor ECOE de España. Utilizamos cien consultas al mis-

mo tiempo, un importante desafío de organización y de recursos económicos.

La ECOE, permite no solo evaluar a los alumnos, sino, y es lo más importante, evaluarnos a los profesores, indicándonos las competencias en las que tene-mos que mejorar la formación de nuestros alumnos. Prueba imprescindible para mantener los estándares de calidad del Grado, que nos va a permitir una mejora continua.n este curso también hemos dado dos pasos importantes para la Facultad de Medicina. El primero la firma el pasado nueve de octubre del Convenio de colaboración en la docencia clínica, que con la generosidad de todas las partes consiguió poner fin al conflicto de Medicina, que se venía arrastrando desde hace cerca de veinte años. Establece que “A Facultade de Medicina da USC será a única que imparta o Grao en Medicina no SUG, correspondendo a responsabilidade académica do mesmo aos órganos de goberno e os de-partamentos da Facultade de Medicina e Odontoloxía da USC que serán os encargados da planificación e organización docente da titulación, sen prexuí-zo da colaboración das Universidades da Coruña e de Vigo e do SERGAS na docencia clínica, conforme ao estipulado neste convenio”.

Un magnífico acuerdo para Galicia y para las tres universidades, al impedir la innecesaria duplicación o triplicación de la titulación y permitir utilizar todos los recursos sanitarios do SERGAS para la docencia clínica de Medicina.El segundo paso fue el acuerdo para la construcción de la nueva Facultad de Medicina e Odontoloxía frente al Hospital Clínico, algo por lo que venimos peleando desde hace dieciséis años. Se ha incluido un millón de euros en los presupuestos de la Xunta de este año, para la elaboración del proyecto, y se están iniciando por la Universidad los tramites para convocar el Concurso de ideas en el Boletín de la UE, para elegir, entre los estudios de arquitectura que se presenten, cinco a los que se les encarga el anteproyecto, que deben pre-sentar en tres meses, eligiendo entonces (confiamos que antes de fin de año) el que nos guste, al que se le encargará el proyecto de la nueva Facultad, que esperamos pueda estar listo para empezar la construcción en 2018.

Debe ser un edificio o conjunto de edificios amplio (22.000 m2); con una línea de construcción que concilie el estilo, la historia y la excelencia constructiva del actual, con el nuevo entorno, la lógica evolución de los materiales y las nuevas técnicas de edificación, fomentando el ahorro energético y la accesibi-lidad. Dotado de todas las instalaciones y preinstalaciones para el uso docen-te de las TICs. Un edificio clásico y muy moderno a la vez, pensado para una

duración de cien años, por lo que deberá contar con espacios y diseño que permita futuras ampliaciones y adaptaciones.

Comunicado subterráneamente con el hospital; con aparcamiento subterráneo (7.000 m2). Formado por un Aulario con los laboratorios de prácticas; área de Simulación para pre y postgrado; área de Servicios generales y adminis-tración; área de Despachos, y área de Laboratorios de investigación. Por sus singularidades Anatomía; Medicina Legal y Forense y la Clínica Odontológi-ca, tendrán un tratamiento diferenciado

Será la cuarta sede de Medicina, y la segunda propia. La primera, en 1648 fue el Colegio de Santiago Alfeo, hoy llamado de Fonseca. Edificio construido en el solar de la casa natal de Alonso III de Fonseca y Ulloa, entre 1532 y 1544 siendo desde entonces y hasta finales del siglo XVIII el epicentro de la vida de la Universidad de Santiago cuyo embrión se iniciara unos años antes, en 1495, con la creación del Estudio de Gramática por el notario y ex-regidor de la ciudad Lope Gómez de Marzoa, impulsado a partir de 1501 por Diego de Muros III y II; consolidándose como Universidad con Alonso III de Fonseca y Ulloa, quien en 1522 impulsó el nuevo Colegio compostelano de Santiago Alfeo, para estudiantes de teología, autorizado en 1526, por bula del papa Clemente VII, para la obtención de los grados propios de los estudios univer-sitarios. Posteriormente, en su testamento de 1531, dispuso todo lo pertinente para la construcción, en donde había sido su casa, de “un colegio y universi-dad donde los moradores y naturales del Reino de Galicia pudiesen estudiar, aprender y ser enseñados en gramática y otras facultades”.

Inicialmente el Colegio se ubicó en lo que fuera el Hospital de Santiago Alfeo en la Azabachería, pasando a Fonseca al finalizar su construcción en 1544 manteniendo el nombre de Colegio de Santiago Alfeo, hoy Colegio de Fonse-ca.

Alonso III de Fonseca, el fundador de nuestra universidad, fue un destacado humanista y mecenas, con proyección continental; mantuvo correspondencia con Erasmo de Rotterdam, y situó en las corrientes culturales de la época a la Iglesia gallega, como arzobispo de Santiago desde 1507 a 1523, y posterior-mente a la española al ser nombrado en 1523 arzobispo de Toledo y Primado de las Españas, sucediendo prácticamente al Cardenal Cisneros. Fue también miembro del Consejo Real de Carlos I y bautizó a Felipe II.

No sé si sabéis que el Hospital de Santiago Alfeo fue el más antiguo de la ciu-dad. Inicialmente estuvo situado al lado de la iglesia de San Félix de Solovio. López Ferreiro asegura que ya a finales del siglo IX el obispo Sisnando (877-920) “reedificó la iglesia de San Félix de Solovio y levantó junto a ella una casa que sirviese [...] de vivienda a los ministros jubilados del Templo Apos-tólico y de hospedaje a los pobres y peregrinos”. Más tarde Gelmírez, en 1128, de acuerdo con el Cabildo lo trasladó a las proximidades de la entrada septentrional de la Catedral (por donde entraban los peregrinos del camino francés) y le concedió parte de las limosnas de algunos altares para sufragar las reformas y su mantenimiento. Fue un famoso lugar medieval de acogida a los peregrinos que llegaban a Santiago, conocido como Hospital Mayor, Viejo, o de Santiago Alfeo.

Tras la construcción del Hospital Real por orden de los Reyes Católicos, una bula de Julio II, de 1507, ordenó la supresión y extinción de “los cuatro hospi-tales que había en la ciudad de Santiago, que son el Hospital Viejo de Santia-go Alfeo, el de Sancta María del Camino, Sancta Ana y Sant Andrés” y que se pasasen sus rentas al nuevo Hospital Real.

Esta anexión, sin embargo, se frustró y el viejo hospital siguió funcionando durante algunos años, siendo cedido a la Universidad con el compromiso de la impartición de unas lecciones de cirugía. Por entonces ya se pensaba en crear la Facultad de Medicina lo que se retrasó hasta 1648, en que se pasó la Gramática a los Jesuitas, con cuyos fondos se dotó.

En el siglo XVII, fue vendido a los monjes benedictinos de San Martín Pinario para ampliar sus dependencias y se demolió. De él tan solo se conserva su her-mosa puerta románica por la que se accede desde el Obradoiro al Colegio de San Xerome (el rectorado). Allí pueden ver la primera intervención quirúrgica ocular. Búsquenla. No es como la rana de Salamanca, pero, ... Hubo otros dos Fonseca: Alonso I de Fonseca y Ulloa, arzobispo de Sevilla, y Alonso II de Fonseca y Acevedo, Arzobispo de Santiago, sobrino por parte de madre del anterior y padre de nuestro Fonseca. A ellos, no sé si sabéis, se debe el dicho: El que se fue de Sevilla, perdió su silla, al negarse en 1469 Alonso II a regresar a Santiago dejando la sede de Sevilla que había intercambiado temporalmenten en calidad de administradores apostólicos, en 1465, con su tío materno Alonso I, para cumplir el destierro de 10 años al que fuera conde-nado al haber pretendido pagar con dinero y joyas de la catedral, el rescate para evitar dos años de carcel, entre 1465 y 1467, en la fortaleza de Vimian-

zo, a los que le había condenado el juzgado de Noya, por su participación en diversas trifulcas en Castilla y en Galicia.

Arreglados los problemas por Alonso I en menos de cinco años, quiso volver a Sevilla pero su sobrino se negó (1469), y hubo de recurrir a la fuerza, con in-tervención armada del Duque de Medina Sidonia y de D. Beltrán de la Cueva apoyado en la visita de Enrique IV a Sevilla para hacerse obedecer, reforzan-do la bula papal de Pio II de 18 de octubre, de la que Alonso II, enamorado de Sevilla, no hacía caso.

Su segunda sede fue el Colegio de la Compañía de Jesús, a donde pasó en 1769, al ser expulsados de España los Jesuitas por Carlos III, y nuevamente a Fonseca en 1846, permanenciendo allí hasta su traslado a San Francisco en 1928.

Este edificio en el que nos encontramos, nuestra Facultad de Medicina fue su primera sede propia, construida gracias a D. Eugenio Montero Ríos, al lado del Hospital Real, en un lugar privilegiado de la ciudad. El inicio de las obras (Junio de 1910) y la mayor parte de su construción tuvo lugar durante el deca-nato de Ángel Martínez de la Riva (1852-1929), decano entre 1907 y 1921. Su sucesor en el decanato, Francisco Piñeiro Pérez (1864-1951), era en 1909 alcalde de Santiago y tuvo un papel crucial en la puesta en marcha de las obras de la Facultad, en una iniciativa compartida con el Rector Cleto Tronco-so. Luego ya como decano (1921- 1931), le correspondió a Francisco Piñeiro la finalización de las obras y el traslado al nuevo edificio. Un hermoso edificio de estilo ecléctico, construído con sólidos muros de cantería de granito, obra de los arquitectos Francisco Arbós y Tremanti (fallecido en 1916, antes del re-mate de la obra) y de Isidro de Benito.

En su interior, la Facultad alberga entre otras joyas (esculturas de Asorey), la Galería de Decanos, y el Museo Nacional de Anestesia, este último por haber tenido lugar en nuestro hospital las primeras intervenciones con éter y desde luego la primera con cloroformo de España.

La Galería de Decanos es una pinacoteca singular, por ser uniforme y com-pleta. Todos los retratos tienen un formato similar, y están los de todos los decanos desde José Varela de Montes, a mediados del siglo XIX, hasta Jesús Otero Costas. Los cuadros no se cuelgan hasta que se jubilan, por eso no estan ni el de Javier Jorge ni el de Andrés Beiras, que ya están pintados, y falta por

pintar a José María Fraga, que todavía no se ha decidido a hacerlo.

Con anterioridad a Varela de Montes, tenemos identificados cuatro decanos más en el siglo XIX. De tres de ellos no encontramos imágenes, si de Manuel Jacobo Fernández Mariño, del que tenemos en el despacho de la Secretaría una reproducción fotográfica en lienzo de un cadro que posee la familia. Los nombres de los cuatro figuran en un cadro con la fachada del Colegio de Fon-seca, obsequio del pintor Vicente Prego, con el que se abre la galería.

Sus autores son destacados pintores: Mariano Tito Vázquez Sánchez, Elvira Santiso García, Manuel López Garabal, Francisco Luis López Carballo, Felix Revello de Toro, Manuel Bonome Abeledo, L. Cabezas, María Consuelo Gil de la Peña, Manuel Quintana Martelo y Vicente Prego Vázquez. De dos cua-dros, está todavía pendiente determinar la autoría.

Bueno, ya he agotado mi tiempo. De todo lo que falta, que es mucho, habla-remos en las Bodas de Oro.

Disfruten mucho de este día de reencuentros y de volver a revivir miles de his-torias y anécdotas de la juventud.

Muchas gracias por invitarme y por la atención.

Adolfo Cid FeijooAdolfo Cid Feijoo


Adolfo Sanz GonzálezAdolfo Sanz González


Alicia Cepedano Dans


Alicia Salgado Fernández


Ángeles Cabido Rivero


Ángeles Vaquero Morillo


Arturo Núñez García


Augusto Nores Lorenzo


Bernardo Seoane Díaz


Berta Uriel Latorre


Blanca Pedregal Arias


Carlos De La Torre Fraga


Carmen Álvarez Busto


Carmen Murias Taboada


Carmen Naveira Gómez


Carmen Sáez Fernández


Cesáreo Otero Villar


Concepción Iglesias Mecias


Concepción Moreno López


Daniel Sánchez Rodríguez


Darío Durán Muñoz


Demetrio González álvarez


Diego Vela Nieto


Dolores Gómez Gesto


Doris Medin Guyatt


Eduardo Martínez Villa


Eleuterio López Louzao


Emil Shabbagh Hannun


Enrique Naveira Abeión


Eugenia Rodríguez García


Eustaquio Puga Muñoz


Fernando Valle Inclán


Fernando Merelo de Barberá


Gerardo Robles García


Ghaleb Jaber Ibrahim


Gonzalo López Blanco


Gonzalo López-Abente Ortega


Gonzalo Descalzo Señoráns


Guillermo Pardavila Caamaño


Inmaculada Enma Pérez Castro


Javier Massó Romero


Javier Pereira Tizón


Javier Vilas González


Jesús Salgueiro Alonso


Jesús Arias Sampedro


José Antonio Lamelas García


José Antonio Mato Mato


José Damián Álvarez Hernández


José Fernánez Fungsasta


José Lage Parente


José Manuel Picos Martínez


José María Ríos Torres


José María Belenguer Márquez


José María de Prada Vicente


José Viñas Martínez


José Manuel Gulías López


Jovita Paz Rodríguez


Juan Pablo García Losada


Juan Pereira Pombo


Julia Rodríguez Villanueva


Julio Glez Yebra Pimentel


Justo González Ballesta


Lidia Vázquez Ramírez


Lourdes Pérez Bares


Luis Ocampo Pereira


Luis Seoane Quian


María Ángeles Rico Diaz


María Ángeles Toscano Novello


María Antonia Viña Liste


Mari Carmen Silva Rodríguez


María Dolores Rey Fraga


María Dolores Vila Fernández


María Jesús Blanco Rodríguez


María Jesús Fernández Mouriño


María José Allegue Vilasó


Manuel E. Álvarez Vilches


Manuel M Liñares Stolle


Manuel Pueyo Martínez


Manuel Antonio López López


Marcial Fraga García


Marga Cueto Baelo


María Carro Roibal


Marianela Saez Silva


María González Rodríguez


Mauricio Iribarren Díaz


Miguel Ángel Jorge Echeverri


Miguel Rial Otero


Naif Hawtmeh


Nemesio Álvarez García


Nieves Mariño Rodríguez


Nieves Pastor Benavi


Nieves Vaquero Morillo


Pedro Rodríguez Baldonedo


Pilar Pérez Saavedra


Rafael Villar Piñón


Ramiro Segade Andrade


Ramiro Touriño Gracia


Remedios Rivas Lombardero


Rosario Briones Cabana


Salvador Pita Rodríguez


Santiago Pérez- Schfield Lorenzo


Sergio Martínez Fernández


Sven Gunther Cando


Teresa Yebra Pimentel


Vicente Parga García


Vicente Souto Lago


Virginia Fernández Redondo


MULTIMEDIA: VIDEO ORLA

Ensaladade langostinos aguacate y salsa rosa

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Merluza en salsa verde con almejas

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Carrillera de ibérico estofada con su guarnición

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Soufflé de chocolate con helado de vainilla

Bodega

Blanco Albariño Condes de Albarei

Tinto Abadía da Cova

Aguas de Mondariz

Café

MULTIMEDIA: VIDEO ESTÁS GENIAL

MULTIMEDIA: VIDEO PIÑÓN

MULTIMEDIA: VIDEO MARTA Y GONZALO

MULTIMEDIA: VIDEOGUILLERMO

MULTIMEDIA: VIDEO VILCHES Y LA BANDA DE NASH

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