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SIGLO XVIII

4.1 España y la Provincia Jesuítica del Paraguay a fines del siglo XVII y

comienzos del XVIII

4.1.1 Situación general de España y América

El siglo XVII se presentó para España como una época de crisis. Cerrada en su

creencia mercantilista, la enorme afluencia de oro y plata americana fue, en realidad, el

factor que produjo su ruina económica. Los intereses ultramarinos fueron sacrificados al

monopolio sevillano y vastas regiones americanas marginadas a causa de la preferencia por

zonas ricas en metales preciosos. El comercio ilícito se había convertido por tanto, en una

actividad rentable para las colonias hispanoamericanas, aisladas y limitadas en sus

actividades económicas. Al centro de contrabando caribeño, se incorporará otro en la región

rioplatense a partir de 1680: la colonia portuguesa de Sacramento. Se abría otro foco de

conflictos que perturbará enormemente la vida de los pueblos misioneros llamados

frecuentemente a intervenir en los pleitos entre España y Portugal por el dominio de la

Colonia.

Pero el siglo XVIII se inauguró con el sello de la monarquía borbónica al instalarse

en España en la persona de Felipe V en el año exacto del comienzo de la centuria. Se

produjo entonces, la apertura española a las corrientes europeas y el inicio de un proceso de

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renovación de las estructuras del estado. Se tendió a la centralización administrativa y a la

abolición de los regímenes regionales que habían caracterizado el reinado de Carlos II.

Esa tendencia a la centralización se hizo extensiva a los territorios americanos con

la finalidad de obtener un aprovechamiento completo de sus recursos. Pero en este intento

por combinar lo tradicional con lo innovador, produjo rupturas que afectaron el tejido social

americano y que se manifestaron en el incremento de un sentido de autodeterminación entre

los criollos. Dentro de este contexto se ubican las alteraciones de los comuneros del

Paraguay (1724 – 1735) donde se barajaron argumentos de la superioridad del “común”

sobre la autoridad del rey.

Por parte de la Corona, esta doble actitud, entre innovadora y tradicional, alcanzó su

máxima expresión en el despotismo ilustrado de Carlos III, revolucionario en cuanto al

librecambismo y conservador en el absolutismo político. La fuerza de las corrientes

reformistas tiene su representación española en políticos como el conde de Aranda,

Floridablanca, Capomanes, Gálvez y en escritores como Jovellanos, Ustáriz, Bernardo de

Ulloa, cuyas ideas tuvieron enorme difusión.

4.1.2 La Provincia jesuítica del Paraguay a comienzos del siglo XVIII

Los comienzos del siglo XVIII parecieron traer alguna tranquilidad para la

Provincia jesuítica del Paraguay por lo que Astrain define la situación como “bastante

felíz”. (ASTRAIN, 1925, p. 477, IV) Los hechos que así lo indicaban eran los siguientes:

• La toma de la Colonia del Sacramento en 1705 con el poderoso concurso de los

guaraníes, había alejado el peligro de los portugueses.

• En todo el territorio de la provincia había tranquilidad y, si bien el Obispo de

Córdoba había molestado a los jesuitas, ya había muerto en 1710.

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• Las autoridades religiosas y también las civiles, desde entonces habían dejado a

la Compañía ejercer su benéfica acción espiritual sobre los españoles y sobre los

indios convertidos que aumentaron hasta 1721.

• Funcionaban diez colegios, los de Asunción, Buenos Aires, Córdoba,

Corrientes, Santiago del Estero, La Rioja, Salta, Santa Fe, Tarija y Tucumán y,

en 1710 se abrió la residencia de Salta. Las reducciones eran las de Chiquitos,

del Paraná, del Paraguay y del Uruguay.

En efecto, durante el siglo XVII la Compañía había logrado una importante

consolidación en sus actividades básicas: la evangelización en las zonas fronterizas y la

enseñanza en los centros urbanos. Con un ejemplar espíritu de empresa y una

administración controlada y racional, fue transformando las propiedades que obtenía por

vía de donaciones de favorecedores y simpatizantes, en unidades de producción que

sostenían y acrecentaban el primordial objetivo espiritual.

No obstante, con el tiempo, la situación se complicará notablemente la región

rioplatense por la variedad y cantidad de aspectos diferentes, complejos y enmarañados

que fueron surgiendo a lo largo del siglo XVIII:

• Multitud de empresas apostólicas;

• Tribulaciones de los jesuitas por las revueltas civiles;

• “revolución sin ejemplo en nuestras antiguas colonias”

• “dudas domésticas que se suscitaron acerca de algunas operaciones

económicas”

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• “el conato de ciertos funcionarios españoles en poner la mano sobre los indios

convertidos...”

• “el tratado desastroso de límites que sacudió desde sus cimientos” a la

provincia. (ASTRAIN, 1925, p.479, IV).

En consecuencia, si bien algunos acontecimientos dieron cierta tranquilidad, se

sucederán nuevos problemas con la colonia de Sacramento, la revuelta de los comuneros, la

firma del Tratado de Madrid, a los que se incorporará una serie interminable de

acontecimientos encadenados, que no volverán a dar felicidad a la Compañía y tranquilidad

a los indios misioneros y al Colegio.

En nuestro trabajo, primero nos ocuparemos de la realidad del Colegio en el medio

directo donde actuaba, la ciudad de Corrientes; de sus propiedades en la jurisdicción y del

análisis de sus tareas propias a través de las Cartas Anuas, para tratar en el próximo capítulo

el desarrollo de los problemas apuntados.

4.2 La ciudad de Corrientes a fines del siglo XVII y primera mitad del XVIII:

aspecto general y sentimientos de sus habitantes respecto a los jesuitas

La ciudad de Corrientes presentaba, a fines del siglo XVII, un aspecto muy

modesto, con calles que, el rector del Colegio, Padre Pérez describía en una carta de 1739,

como llenas de charcos y de lodo. (CA 1735-1743, p. 155).

Las viviendas particulares eran de paredes de tierra apisonada, con pocos adornos

pero con importantes puertas de madera, teniendo como característica, una galería a la calle

que servía de protección en los días de lluvia o en los de intenso calor, propios de la zona.

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No obstante la ciudad mostraba algún progreso, había familias que vivían con

cierto grado de bienestar, gracias a un incremento del comercio con Buenos Aires, Santa

Fe y Asunción.

La población rural se hallaba muy dispersa, diseminada en las estancias, ocupada

en el rodeo de ganado y en el comercio, actividades éstas que adquirieron gran importancia.

Subsistían antiguos problemas como las rivalidades por cuestiones políticas y los

ataques de los indígenas quienes, en febrero de 1707 hicieron una nueva embestida que

retomaron en 1710 obligando a realizar expediciones y entradas en el Chaco.

En cuanto al sentimiento religioso, se habían ido perdiendo muchas prácticas

piadosas y había un sentimiento de indiferencia generalizada. Según Labougle, (1978: 152)

nadie se ocupaba de las fiestas de guardar, ni de la conservación de las iglesias, estando la

de la Merced, amenazando ruina. Este sentimiento de indiferencia hacia lo religioso

también aparece en una carta del rector del Colegio, Padre Ignacio Pérez al provincial

Machón en 1739 en la que lamenta:

“la falta de asistencia a la iglesia, hasta en lassolemnidades mayores y funciones sagradas del año,concurriendo nadie para oír la Palabra de Dios, sino unas pocaspersonas devotas, casi las únicas asistentes a todas las fiestassolemnes” (CA 1735-1743, p. 153)

A los ojos de este mismo religioso, las virtudes también eran pocas, concordando

con la pérdida de la piedad y devoción por parte de los habitantes de la ciudad.

Los jesuitas eran objeto de un doble sentimiento. Por un lado, la antipatía que se

había ido gestando desde tiempo atrás pero, paralelamente, había también un

reconocimiento explícito a las labores de los Padres como el efectuado por el Cabildo en

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1716, tanto respecto a la labor de la Compañía a favor de la educación de los niños, como

en la asistencia a los enfermos.

La hostilidad por parte de los habitantes de Corrientes hacia los jesuitas también se

debió en gran parte, por los empeños de éstos en conseguir lo que habían pactado con la

ciudad respecto a la entrega de cabezas de ganado para el mantenimiento del Colegio. A

esto se sumaba, entre 1704 y 1706, un nuevo conflicto por las vaquerías entre correntinos y

los pueblos del Uruguay lo que motivó los reclamos del Teniente de Gobernador Gabriel de

Toledo ante el gobierno de Buenos Aires.

De allí derivó la orden que el Superior Lauro Núñez enviara el 16 de marzo de 1706

al superior de los religiosos misioneros, Padre Bartomé Ximenes para que pusiera remedio

a la situación impidiendo a los indios que entraran a vaquear desde el río Corriente hasta el

río Santa Lucía.

El Padre Gabriel Patiño, fue enviado a recorrer los pueblos de una y otra banda del

Uruguay, a fin de examinar a todos los curas de los pueblos y comprobar si autorizaban

vaquerías. El resultado enviado al Gobernador de Buenos Aires, concluía que no hubo

vaquerías ilegales entre 1705 y 1706. (BNRJ, I-29-3-60; I-29-3-6148)

Los problemas de los correntinos con la Compañía, trajeron como consecuencia

que, en la ciudad, muchos de los vecinos comenzaron a retirar los niños de la escuela de los

jesuitas, lo que determinó la intervención del Teniente de Gobernador Pessoa y Figueroa

que pregonó un Bando ordenando que los restituyeran. El Cabildo, en 1708, trató también

ese problema y resolvió obligar a todos aquellos que tuvieran niños de nueve a diez años

que los enviasen a la escuela.

48 Manuscritos da Coleção De Angelis, Rio de Janeiro, mecanografiados por el Padre Bruxel, S.J., existentes enel IAP.

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Además, causaban especial antipatía, las mercedes, donaciones y legados de tierras

que iba reuniendo la Compañía, a las que se agregaron, en 1711 en nueva merced, las

tierras del Rincón de Ambrosio, a 16 leguas de la ciudad.

La existencia del Colegio también se vio perturbada en 1707, según la carta del

Padre Salvador Rojas desde San Borja del 20 de diciembre de 1708, dirigida al Provincial.

En ella habla de las necesidades y epidemias que sufrieron los pueblos de las doctrinas, con

pérdida de las cosechas de trigo, de manera que apenas se pudo pasar con los residuos que

tuvieron las del Uruguay, con los que apenas se sustentaron a sí mismos, pero socorrieron a

algunos otros pueblos y también “acudieron con mucha caridad a muchos del Paraná

donde fue mucho mayor la carestía; y también al Colegio de las Corrientes, que no tuvo

otro refugio estrechándose a sí propios, por caritativa compasión de sus hermanos.”

(MCA, 1970, p. 236, IV).

4.3 El Colegio de Corrientes en el siglo XVIII

4.3.1 Evolución edilicia del Colegio

En 1739 el Colegio aún no podía brindar la totalidad de los servicios que eran

comunes a este tipo de instituciones, como lo demuestra el rector del mismo, Padre Ignacio

Pérez en carta al Provincial Antonio Machoni del 14 de julio de ese año (CA 1735-1743, p.

152) donde dice no contar con una casa de Ejercicios donde pudiesen reunirse un grupo de

señoras que querían hacerlos con motivo de culminarse una misión predicada por el Padre

Oyarzábal, debiendo desalojar para ello, las habitaciones de los esclavos. No obstante,

según los inventarios de los bienes realizados en el momento de la expulsión, se señalan

como que no redituaban ganancias la “Iglesia del Colegio, una Capilla y una Casa de

Ejercicios” (En: GUTIÉRREZ, 1967, p. 141).

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En 1742, el Padre Cardiel lo visitó y lo describió luego, en su Carta Relación de

1747, (En: FURLONG, 1953, p.190) en el capítulo que tituló Viaje a los colegios pequeños

y a las Misiones de Mocovíes, diciendo:

“Después de 12 años que estuve en estas Misiones deGuaranís, fui al Colegio de las Corrientes, en donde estuvecomo huésped algunos meses. Estos Colegios, fuera del deCórdoba y Buenos Aires, son de fábrica muy humilde,comúnmente de tapia o de adobes, y de un suelo, a modo de unapobre granja o cortijo de allá; y los Conventos de los otrosReligiosos aun son peores. Hay en cada Colegio de éstos 7 ó 8sujetos.” (En: FURLONG, 1953, p. 190)

En 1749, el Colegio seguía siendo precario porque, según el Memorial que

presentaba al Rector, el Padre Provincial Manuel Querini, observaba que “...las paredes y

el techo de la Escuela de niños amenaza ruina, la cual se compondrá cuanto antes, para

que algún día no haya alguna desgracia...” (En: FURLONG, 1967, p. 102).

Pero este edificio, con el tiempo, se convirtió en “la construcción más vasta y sólida

de Corrientes, con dos patios rodeados de corredores y techados con tejas cocidas”

(MAEDER, 1981, p. 121), ya que el Colegio pedirá posteriormente, un terreno para instalar

un horno de tejas. Según el inventario de 176749, el conjunto constaba de varios cuartos,

algunos con doble ventana hacia los dos patios, cinco de ellos con vista hacia la huerta, una

sacristía nueva y dos iglesias en el primer patio.

49 Ver MAEDER, 1997:118-120 o GUTIÉRREZ, 1967: 142-143

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XI - Plano parcial del Colegio de los jesuitas. Corresponde al primer patio situado en la cuadra donde

se encuentran las calles Tucumán y P. Martínez (GUTIÉRREZ, 1979)

En el segundo patio había, además, cinco cuartos que servían de contrasacristía,

almacén y herrería, al frente había tres aposentos más, el refectorio y el anterreflectorio y,

hacia el norte, cuatro oficinas. Los patios estaban rodeados de corredores con pilares, los

cuartos tenían ventanas vidriadas y las paredes eran de barro y tejas. Vicente Fidel López

dice que entre los escombros del antiguo Colegio Nacional de Corrientes, construido donde

estaba el Colegio jesuítico se han encontrado maderas que, por sus proporciones indican

que debían soportar un peso considerable, lo que hablaría de una construcción sólida.

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En el Archivo de la Provincia de Corrientes se encuentra un legajo con los planos

que le fueran encomendados al Departamento Topográfico en 188150, con un informe

adjunto del Ingeniero encargado del mismo, Narciso Chiapa, “Memoria descriptiva de la

Casa de Gobierno” que permite una aproximación más real a lo que fuera en edificio del

Colegio en el momento de la expulsión de la Compañía, ya que, en 1824, fue destinado a

ser residencia de las autoridades provinciales:

“...con frente de cincuenta y tres con veintisiete metrossobre la calle Sud América a los doce metros de la Barranca delRío y a los veinte metros del puerto de descarga llamado de la“Casilla” o “Punta de San Sebastián”. Fondo de cincuenta concuarenta y tres metros sobre la calle Tucumán” (AGPC, Archivosde Administración, 1881)

II - Frente del colegio de los jesuitas, ocupado por la casa de Gobierno, el Cabildo, la Aduana, almacenes

y el correo, hasta su demolición definitiva para la construcción del Colegio Nacional.

50 Archivo “Antecedentes de la casa de Gobierno”, Expedientes de Administración, 1881. Los planos se hicieronen 1884. El Cabildo y la Casa de Gobierno tuvieron su sede en el edificio del Colegio en 1772 y 1814,respectivamente.

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XIII - El patio del Colegio (GUTIÉRREZ, 1979)

Continúa haciendo referencia a que los cimientos eran de piedra y cal para luego

describir las factura de paredes y techos:

“...las paredes al descubierto tienen ochenta y noventacentímetros de espesor, tanto interiores como exteriores, de lamisma fábrica.

Los techos de azotea de dos hiladas de ladrillos y una detejuela, con maderamen de urunday y quebracho de corazón deseis pulgadas por ocho y en algunas partes con correas de dospor tres; las puertas y ventanas con rejas de hierro; las últimasson de algarrobo con marcos de urunday y quebracho.

La altura general del edificio hasta la cornisa es de cuatrometros y setenta centímetros y el parapeto, inclusive cornisa, deun metro y seis centímetros.

La vereda de piedra amburguesa con cordón de hierro”(AGPC, Archivos de Administración, 1881)

Los pisos de las piezas, según esta misma “Memoria descriptiva” son de baldosas

francesas “sobre contra piso de ladrillo del Rosario” pero, en el resto del edificio, son de

ladrillo. Los revoques son de argamasa, “todo blanqueado, con excepción de las piezas, que

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son empapeladas, con cielorraso de madera y hierro”. Los corredores estaban sustentados

con horcones de urunday y quebracho con pisos de ladrillo. Describe el edificio como en

perfecto estado, sólido siendo su situación importante. Por ello, quién hace el informe,

Narciso Chapo, lo evalúa en cincuenta mil pesos fuertes. Acompaña al informe un plano de

lo que fue en esa oportunidad la Casa de Gobierno junto a dos planos más de la fachada

sobre la calle Sud-América y de la otra, sobre la calle Tucumán.

Después de utilizar la ermita de San Sebastián, los Padres construyeron una capilla

provisoria en el mismo solar donde estaba el colegio, sobre la calle San Luis y en 1730

colocaron la piedra fundamental para una Iglesia que, según Gutiérrez (1967, p. 140) “tuvo

el mérito de ser la primera obra de piedra que se realizó en Corrientes”. En la

construcción de ambos edificios, Iglesia y Colegio, debieron haber participado, según

apreciación del autor mencionado, los coadjutores jesuitas, Hermano Antonio Forcada y el

catalán José Grimau que estuvo en la ciudad en 1774. Por tanto había comenzado a

solucionarse el problema que el Padre Querini mencionara en su visita de 1749 respecto a

su estado ruinoso.

En 1763 se comenzó con la construcción de la Iglesia en la que habría colaborado,

según el mencionado estudio de Gutiérrez, el jesuita arquitecto Herman Dionisio de

Fuentes, quien se encontraba en Corrientes desde 1755. Si bien no alcanzó a terminarse por

completo antes de la expulsión, poco le faltaba puesto que tenía los caballetes del techo y la

madera de la cubierta además de una torre incorporada a la misma Iglesia y no separada de

ella como era común en la zona.

No obstante las dificultades en la construcción, la Iglesias, vieja y nueva estaban

bien provistas en mobiliario, imágenes, ornamentos sagrados, cuadros, (MAEDER, 1997, p.

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120) pudiéndose decir lo mismo del Colegio en cuanto a muebles, libros, ropa y útiles

diversos.

4.3.2 Las propiedades del Colegio de Corrientes

Vicente Fidel López dice que, al terminar la primer década de vida del Colegio, a

fines del siglo XVII, “los Padres Jesuitas lograban consolidar las bases económicas de su

fundación” (LÓPEZ, 1931, p. 29).

Las propiedades que, en 1698 eran suficientes para sostener el funcionamiento del

colegio, se fueron acrecentando por donaciones o mercedes. El 4 de marzo de 1759 se

registra la donación efectuada por Pascual Núñez, de un terreno en la ciudad a favor del

mismo y, el 13 de octubre de 1766, el cabildo acordó hacer merced de la isla Cabral a la

Compañía “atendiendo a los notorios méritos y servicios a S. M. Y a esta República con

que siempre se distinguieron los RR.PP”, según una cita de Labougle (1978, p. 60)

El inventario de 1767 relevado por Maeder (1997, p.121) indica las siguientes

propiedades situadas en las afueras de la ciudad:

• Estanzuela del Riachuelo comprada a Juana Cabral, Nicolás González y

otros, a dos leguas de la ciudad, en la otra banda del Riachuelo.

• La chacarita vieja o del Rey comprada al Dr. Ignacio Pesoa y Figueroa, a

media legua de la ciudad en la otra banda del Pantano.

• La Estancia del Sombrero “compra de media legua de frente a Roque

Verón y a Clara de Almirón respectivamente, más una donación que

hizo el maestro Narciso Núñez de otra legua” (MAEDER, 1997, p. 122)

A cinco leguas de la ciudad desde la boca del sombrero Grande hasta el

arroyo Pehuajó.

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• Dos cuadras en la desembocadura del Riachuelito

• Cuatro cuadras en el mismo Riachuelito, que no fueron utilizadas.

• Un lugar de estancia llamado Rincón del Portillo, en litigio.

• Varios terrenos: uno sobre el camino a Itatí otro en la Ensenada de 500

varas y un tercero de 350 por 500 varas y cinco o seis leguas sobre la

costa del Paraná.

• La Estancia de Rincón de Luna: tuvo su origen en una merced concedida

el 6 de junio de 1690 por el Gobernador José Herrera y Sotomayor.

4.3.2.1 La estancia de Rincón de Luna

A mediados del siglo XVII comenzaron a formarse como unidades productivas, las

estancias, donde se cuidaba y marcaba el ganado cuya dispersión era evitada por la

existencia de “rincones” naturales formados por riachos y esteros. Estos especiales sitios

eran solicitados en merced a medida que se iba descubriendo sus características y

conveniencias para la cría del ganado. Uno de ellos fue precisamente el Rincón de Luna”

situado entre los esteros Batel y Batelito.

Era esta estancia, una lonja de 50 km de longitud y un ancho entre 2 y 11 km,

resultando una superficie de 40.000 a 45.000 hectáreas, con palmeras y aislamiento

suficiente como para mantener protegida a la hacienda. Tenía tres puestos: Chico, Grande y

del Ombú, con sus corrales, herramientas y ranchos. (MAEDER, 1981, p. 205-206)

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XIV - La estancia de Rincón de Luna (MAEDER, 1981, p. 201)

En su Memorial, luego de la visita del 27 de octubre de 1749, el Padre Provincial

Manuel Querini la mencionó como que fuese la única, con recomendaciones de cuidado:

“...siendo el Rincón de Luna la única finca del Colegio, secuidará con empeño, como también el cañaveral en SantaCatalina y se tengan los trapiches en la chacra en buen estado”(En: FURLONG, 1967, p. 102)

Esta propiedad sufrió idas y venidas en cuanto a su consolidación como pertenencia

de la Compañía, porque se habían superpuesto mercedes, postergando su efectiva

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apropiación hasta 1722 y su utilización recién hacia 1740 cuando alcanzó plena

producción.51

La cuestión se inició cuando el cabildo de Corrientes y el gobernador comenzaron a

otorgar mercedes de tierras sobre la margen izquierda del río Santa Lucía y apareció la

solicitud de Baltasar Maciel, quien por primera vez llama al lugar con el nombre de Rincón

de Luna, sobre el mismo. Pero esas tierras también fueron requeridas por el Padre José

Mazo, procurador de la Compañía de Jesús en nombre del Colegio que se estaba fundando

en Corrientes, necesarias para el sustento del mismo. El gobernador de Buenos Aires,

Agustín Robles, otorgó la merced al Colegio el 3 de abril de 1696, cumpliéndose con las

formalidades de su posesión el 2 de noviembre de 1697. En su estudio sobre esta propiedad,

ya citado, MAEDER señala este doble otorgamiento de mercedes sobre el mismo lugar,

indicando que tal vez Maciel desistió de ejercer sus derechos porque en 1722 su hijo y

heredero suscribió una escritura de donación a favor del Colegio de Corrientes de las tierras

del Rincón de Luna, en reconocimiento por la asistencia que los Padres le habían brindado,

pero haciendo mención a que el Colegio ya las poseía por merced. (MAEDER, 1992 a, p.

120-121) No obstante, en la primera época, los jesuitas no pudieron usufructuar la estancia

debido a la amenaza de los charrúas, la larga distancia hasta Corrientes, lo difícil de las

comunicaciones por estar entre esteros y ríos, la falta de personal para su administración y

algún conflicto con las autoridades, lo que llevó a la Compañía a solicitar su permuta por

otro lugar más accesible en la zona del río Ambrosio, que les fue concedido en 1711.

Pero con el acto de Maciel, el Rincón de Luna fue conservado y los jesuitas se

dedicaron luego a su explotación que alcanzó a dar beneficios para el mantenimiento del

51 Un estudio completo de las propiedades y bienes de los jesuitas en Corrientes, en MAEDER: 1997: 118-123 ypara la Estancia de Rincón de Luna, MAEDER, 1992: 115-136

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Colegio recién a partir de 1740 cuando se habían generalizado las estancias en la región.

Para dimensionar el rendimiento de la estancia, mencionaremos las conclusiones a las que

llega MAEDER (1981, p.207) basándose en los informes presentados por su administrador

entre 1768 y 1783. Había en el primero de los años, 7.869 vacunos; 3626 equinos; 856

mulares y 292 ovinos y, al considerar las cantidades de los años siguientes, efectúa las

siguientes apreciaciones:

“Como de las existencias del Rincón de Luna se hanhecho apreciaciones excesivas respecto a su opulencia, vale lapena reparar en estas cifras, que sólo demuestran unaprovechamiento mediocre de una estancia excepcionalmentegrande y bien ubicada. Para un promedio anual de 10.000cabezas durante 15 años, resulta una utilización de 4 hectáreaspara cada cabeza.” (MAEDER, 1981, p. 208)

La valuación que menciona Maeder de la estancia de Rincón de Luna, efectuada en

1768, le otorga un valor de 14.660 pesos. (MAEDER. 1997, p.124).

Labougle, en su estudio sobre el destino que se le diera luego de la expulsión, hace

otras consideraciones al respecto a su rendimiento y al número de cabezas de ganado

existentes, considerándola como opulenta y “la mejor de cuantas había en toda la

gobernación del Río de la Plata” (LABOUGLE, 1969 a, 109)52. Este autor refiere también

que, en 1769, cuando el depositario de Rincón de Luna, debió rendir cuentas de su gestión,

hizo una detallada estimación de los bienes “cuyo conjunto, incluido el terreno, ascendía a

16.524 pesos y 3 cuartillos de real” , añadiendo:

“Tenía atahona, trapiche, herramientas en gran cantidad,viña, siembra de trigo, maíz y maní; 30.000 cabezas de ganadorecogido y 2.000 cabezas de ganado alzado, cuyo precio era de 4reales cada una” (LABOUGLE, 1969, a, p.119)

52Volveremos sobre el tema en el capítulo VI al tratar el destino de los bienes de los jesuitas.

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Era una gran estancia en extensión que contaba con todo lo necesario para alcanzar

tal vez mayores rendimientos que podrían ser utilizados en un Colegio que estaba planeado

para perdurar.

XV - Plano de la Estancia del Rincón de Luna. En AGPC, Temporalidades de Corrientes

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XVI - Temporalidades de Corrientes (MAEDER, 1997, p.119)

4.3.2.2 Otras dependencias en las propiedades

De acuerdo a las necesidades y actividades para mantener en funcionamiento el

Colegio, los jesuitas compraban esclavos para el cultivo de posesiones y huertas, pastoreo

de ganado, fábrica y reparto de las Iglesias, Colegios y Casas de alquiler, oficinas de

carpintería y herrería además de tareas domésticas como “hacernos la barba, sangrarnos,

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hacernos de vestir y de calzar y generalmente para el servicio de nuestros Colegios”

(FURLONG, 1963, p. 86).

Por consiguiente, había dependencias para estos esclavos en las diferentes

propiedades. El Colegio de Corrientes, según las referencias de Maeder, (1997, p.121) tenía

un solar destinado a la ranchería con 29 cuartos; en la estanzuela del Riachuelo había un

rancho desde donde una negra esclava con sus tres hijos, la controlaba. La viña de Santa

Catalina, también tendría instalaciones para los esclavos ya que era atendida por el hermano

Antonio Lugas y el negro esclavo Cipriano, capataz de la chacra y 4 esclavos de trabajo,

sumando 23 personas las familias de los esclavos. Otro tanto ocurriría en la estancia de

Rincón de Luna, donde había 13 esclavos.

4.3.2.3 Dependencias en las propiedades rurales

Además del ya mencionado horno de ladrillos y tejas que, en el momento del

inventario, consultado y referido por Maeder (1997, p.121-123) tenía depositados 9.000

ladrillos, otros 3.000 de deshecho y mucho material crudo, existían en la estanzuela del

Riachuelo: una casa vieja con techo de palmas y cuatro cuartos; en la viña de Santa

Catalina, una casa de adobe y teja para capilla y despensa y dos cobertizos; en la chacarita

vieja, una casa techada con teja, con cuatro cuartos y capilla, además de otros 3 cuartos

techados con paja; la estancia del Sombrero era similar en dependencias a la del Riachuelo

y la estancia del Rincón de Luna, tenía una capilla con techo de palmas seguida de dos

aposentos y una despensa, conjunto dotado de todo lo necesario para el culto además de

herramientas de carpintería y útiles de labranza. En la cercanía se hallaban 11 ranchos y 3

corrales, (MAEDER, 1981, p. 205-206) con todo lo necesario para las tareas propias de una

estancia.

Page 22: 4 – EVOLUCIÓN DEL COLEGIO SEGÚN LAS CARTAS ANUAS DEL

141

4.4 El Colegio de Corrientes según las Cartas Anuas del período 1714 – 1763

Las Cartas abarcan etapas de duración variable y corresponden a los siguientes años:

1714 - 1720; 1720 – 1730; 1730 – 1735; 1735 – 1743; 1750 – 1756 y 1756 – 1763, a través

de las cuales seguiremos la vida del Colegio. Como ya dijimos en el capítulo

correspondiente al análisis de las fuentes, las cartas Anuas de 1689 a 1693, no fueron

consultadas en este trabajo, solo las conocemos por las referencias de Vicente Fidel López

(1931, p.8) Según este autor, se encuentran fotografías de ellas en el Colegio del Salvador

en Buenos Aires. Las que parecen no haber sido encontradas son las de 1743 a 1750, siendo

las de 1763 las más próximas a la expulsión.

4.4. 1 El Colegio según la Carta Anua de 1714 a 1720

La primera Carta Anua del siglo XVIII con la que contamos, es la correspondiente a

los años 1714 a 1720, aún inédita y está escrita por el Padre Manuel Querini. En la misma

aparece una noticia muy breve con respecto a las actividades desarrolladas por el Colegio

de Corrientes donde el autor aclara que no hay nada especial en lo concerniente a las

labores apostólicas. No hace referencias a otras situaciones extrañas a los ministerios

propios, limitándose a mencionar los trabajos para la salvación de las almas “convirtiendo

pecadores ya endurecidos en los vicios, cultivando las congregaciones y catequizando a los

niños” (CA 1714-20, p. 22-23).

También aparece algún caso ejemplificador como es común en este tipo de escritos,

como lo es el de una mujer que había hecho malas confesiones, no pudiendo el Padre darle

la absolución en ninguno de los cuatro idiomas que hablaba, aparte del latín. Al advertirle

que seguramente algo había callado, la mujer impresionada, hizo una correcta confesión.

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142

Respecto a este período, hay algunos hechos que se relacionan con la vida del

Colegio que figuran en trabajos actuales, como los que refiere Labougle (1978, p.168-169)

respecto a la intervención del Padre Sebastián Pimentel, Rector del Colegio de Corrientes,

para aquietar a los soldados que se oponían a realizar una entrada contra los indios en 1716,

lo que demostraría cierta ascendencia de los jesuitas del colegio sobre el ánimo de los

indígenas a la vez que demostraría el papel del rector como árbitro en los conflictos en la

ciudad. Este mismo autor refiere que, en 1719, una epidemia de viruelas causó estragos no

obstante el cuidado que pusieron los Padres jesuitas para asistir a los enfermos.

4.4.2 El Colegio de Corrientes en la Carta Anua de 1720 a 1730

Escrita por el Padre Pedro Lozano, esta Carta refleja dos realidades: por un lado, la

situación propia del Colegio con sus actividades pastorales, la repercusión de las mismas y

referencias biográficas de los Padres o Hermanos que murieron en él. Por el otro, una nueva

situación problemática se incorpora a las ya existentes la que, teniendo origen en Asunción,

repercutió directamente en Corrientes, ya de por sí perturbada en sus ánimos por

sentimientos contradictorios acerca del accionar de la Compañía. Se trata de la revolución

de los Comuneros que comenzó en 1721 y se extendió hasta 1735, repercutiendo

notablemente en Corrientes. Estas cuestiones por su trascendencia serán consideradas en un

capítulo aparte de nuestro trabajo.

Respecto a la primera de las realidades mencionadas, encontramos que, en 1728,

año en que el Padre Lozano comienza sus referencias, el Colegio de “Las Corrientes”

contaba con seis sacerdotes y dos hermanos coadjutores. El número de religiosos era

semejante al de los Colegios de Santa Fe, donde los sacerdotes eran seis, con un hermano

coadjutor y un hermano escolar; de La Rioja con seis sacerdotes y hermanos; un tanto

Page 24: 4 – EVOLUCIÓN DEL COLEGIO SEGÚN LAS CARTAS ANUAS DEL

143

menor en Salta con ocho sacerdotes y tres hermanos. El de Buenos Aires doblaba el número

de sacerdotes, siendo doce y siete hermanos, según los datos proporcionados por la Carta

mencionada.

A la referencia del cumplimiento satisfactorio de los ministerios sagrados por parte

de los Padres, Lozano incorpora una carta del Teniente Gobernador de la ciudad que, por

propia iniciativa escribió al Padre Provincial Lorenzo Riglos, el 7 de julio de 1728. En la

misma reconoce que los Padres de la Compañía “son aquí los únicos que se dedican a la

salvación de las almas y a la instrucción de la juventud” y que realizan múltiples

actividades apostólicas siendo caritativos con los pobres “e incansables en la asistencia a

los enfermos y moribundos a los cuales acuden a toda hora aún en la noche intempestiva”

(CA 1720-1730, p.127). Esta actitud de servicio les gana la confianza entre los vecinos.

La Carta Anua refiere también, como es acostumbrado, los que fallecieron y sus

actuaciones. En este Colegio, fueron: el Padre Bartolomé Navarro y el hermano coadjutor

Francisco de Ortega. El primero era natural de San Fernando del Valle de Catamarca, fue

profesor de filosofía por tres años en la Compañía y por seis de derecho canónigo en la

Universidad de Córdoba. Lozano lo caracteriza como un hombre “muy apreciado por su

erudición e incansable en los estudios”. Distinguido por su oratoria, adoctrinó por cinco

años a los indios en las misiones del Paraguay. Su salud era débil y el asma no le permitía

acostarse, pasando diez años durmiendo muy poco, hasta que murió el 23 de junio de 1728,

a los 58 años de edad y 41 de Compañía.

El hermano Ortega murió el 18 de agosto de 1724, a los 64 años y 37 de Compañía.

Natural de Burgos, fue maestro de primeras letras y de catecismo.

Page 25: 4 – EVOLUCIÓN DEL COLEGIO SEGÚN LAS CARTAS ANUAS DEL

144

Más adelante en la Carta y, cuando hace referencia al Colegio de Salta, menciona

que el 1º de julio de 1728, murió allí el Padre Juan de Casas de 60 años, natural de la región

de Toledo, que fuera Rector del Colegio de Corrientes. (CA 1720-1730, p. 221).

4.4.3 El Colegio según la Carta Anua de 1730 a 1735

La Carta de estos años, escrita también por el Padre Lozano, refleja los problemas

derivados de la revolución de los Comuneros, de tal manera que las referencias al Colegio

resultan de ella y reflejan el ánimo del autor ante la dimensión que habían tomado los

acontecimientos.

La única mención que hace en este capítulo, fuera del referido conflicto, es que el

Colegio albergaba once sujetos, ocho de los cuales eran sacerdotes. El Colegio había

crecido en relación con el período anterior de las Anuas, porque el número de religiosos era

bastante mayor:!! Sujetos, 8 de los cuales, eran sacerdotes. Los otros Colegios en esta

misma época contaban con las siguientes cantidades:

• Colegio de Córdoba: 86 sujetos, 20 sacerdotes, 20 hermanos coadjutores.

Los demás, escolares de los estudios menores y mayores. En la

Academia y Colegio: el mismo rector y un canciller especial, que es

jesuita y los siguientes profesores que totalizaban el número de 8. Anexa

al Colegio Máximo está la casa del noviciado con 48 novicios y 4

sacerdotes.

• Colegio Convictorio de Córdoba: 6 sujetos para dirigir los estudios y

administrar las cosas temporales.

• Colegio de Santa Fe: no especifica el número de sujetos.

Page 26: 4 – EVOLUCIÓN DEL COLEGIO SEGÚN LAS CARTAS ANUAS DEL

145

• Colegio de Buenos Aires: 12 sacerdotes, por ser más populosa que otras

ciudades.

• Colegio de La Rioja: 6 sacerdotes, 3 hermanos coadjutores.

• Colegio de Santiago del Estero: 9 sacerdotes.

• Colegio de Tucumán: 7 Padres, 2 hermanos y 2 Padres de la misión de

Lules.

• Colegio de Salta: 6 sacerdotes.

• Colegio de Tarija: 7 sacerdotes.

No consta el número de religiosos del Colegio de santa Fe.

Salvo el Colegio de Córdoba que tenía, en sus diversas casas, un número mayor de

sacerdotes y el de Buenos Aires, el Colegio de Corrientes tenía más sacerdotes que el de La

Rioja, Tucumán, Salta y Tarija. (CA 1730-1735, p.8, 38-48, 84-106). Por lo tanto había

crecido también su importancia y aumentado las actividades ejercidas.

Luego de estas referencias, el tema se desvía hacia la revolución de los comuneros.

4.4.4 El Colegio en la Carta Anua de 1735 a 1743

Esta Carta sigue ocupándose de la revolución de los Comuneros y su repercusión

sobre las fundaciones de la Compañía de Jesús con la movilización de indios por orden del

Gobernador Bruno Mauricio de Zabala hacia el Tebicuary, a lo que se sumó el asedio de la

Colonia de Sacramento de 1735 a 1736, también con tropa de los indios misioneros.

Entre tantas perturbaciones, esta Carta Anua, dedica un capítulo especial a “La

misión en la ciudad de Corrientes, llamada de San Juan de Vera” que adquirió especial

trascendencia en los momentos que se vivían.

Page 27: 4 – EVOLUCIÓN DEL COLEGIO SEGÚN LAS CARTAS ANUAS DEL

146

Anualmente y respondiendo a las necesidades de las diferentes regiones de la

Provincia, se organizaban estas misiones en las que participaban activamente los Colegios,

ya sea en su organización como en la recepción de los misioneros y en la implementación

de las actividades propias.

El origen de esta misión está explicado por Lozano en esta Anua a través de la carta

que el Padre Ignacio Pérez, rector del Colegio de Corrientes, dirigió al Padre Provincial,

Antonio Machoni, el 11 de agosto de 1739, luego de finalizada la misma donde puso

empeño en demostrar el enorme bien que hizo a la gente, la visita del Padre Oyarzábal.

Lozano dice al comenzar su Anua, que el Padre debió dirigirse en misión a la ciudad de San

Juan de Vera, aunque los habitantes de Villarrica también pretendían misión para el pueblo

de Espíritu Santo, distante cuarenta leguas de Asunción, justamente por los efectos de los

sucesos ocurridos allí, en relación a los Comuneros.

El autor, a pesar de las tribulaciones en la elaboración de su Carta, llama la atención

sobre la situación geográfica de la ciudad de San Juan de Vera, situada en la confluencia de

“los dos inmensos y famosos ríos Paraná y Paraguay. Porque el primero de los

mencionados ríos pasa por delante de la ciudad en siete brazos correntosos...” (CA 1735-

43, p.152).

El Padre Oyarzábal llegó a la ciudad el 14 de julio de 1739 y lo que sucedió aparece

relatado por el Padre Pérez quién, a su vez, manifiesta sus intenciones al escribir y que

coinciden con los propósitos generales de las Anuas:

“edificación de todos a los que llegue esta noticia”“estímulo a los sujetos de esta nuestra Provincia, a emprenderbenéficas misiones” (CA 1735- 43, p.152).

Page 28: 4 – EVOLUCIÓN DEL COLEGIO SEGÚN LAS CARTAS ANUAS DEL

147

Anticipa al Padre Provincial Machón el gran consuelo que sintió ante los

excelentes resultados de la misión a tal punto que le pareció imposible poder describirlos

pues, para hacerlo “precisaría la lengua de un ángel del cielo” (CA 1735- 43, p.152).

Ambos Padres, el rector del Colegio y el misionero ya habían tenido un contacto

epistolar previo ya que, según cuenta el primero, el Padre Oyarzábal le había escrito desde

Candelaria para consultarlo sobre la fecha más conveniente para realizar el viaje y

encontrar la gente suficiente. Considerando las dificultades que presentaba la navegación

por el Paraná debido a la inestabilidad del tiempo y el viento, el Padre Pérez le aconsejó la

fecha del 14 de julio, produciéndose el arribo del misionero “exactamente en la fecha

determinada, no retardándose ni una hora” (CA 1735- 43, p.155).

Ya mencionamos las apreciaciones del Padre Pérez respecto a la pérdida de

devoción en la población hasta tal punto que muchos ignoraban la existencia de Dios. Pero

sus reflexiones son mayores. Dice que los vicios eran éstos abundantes con evidente

pérdida de la noción de pecado que se manifestaba “en una gran desfachatez en robar, en

perseguir y calumniarse mutuamente, siendo el vicio principal la lujuria” (CA 1735- 43, p.

153).

Al respecto, el Padre Pérez registra el testimonio de cierta señora que les manifestó

que ellos conocían solo la superficie exterior de los inmensos males que manifestaban los

pobladores, especialmente con respecto al concepto que las mujeres estaban para que los

hombres se sirviesen de ellas.

Estas características auguraban tan escaso éxito a la misión que varios se mostraron

escépticos como el religioso que manifestara que “aunque viniese un ángel del cielo, para

predicarles, no se convertirían tampoco” (CA 1735- 43, p.154) a lo que otro añadió que

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148

eran inútiles los artificios del Padre Oyarzábal quien pronunciaba graves sentencias. Este

empeño no resultaría y le pronosticaba: “Ya verá el fracaso de sus trabajos” .

La carta, extensa y detallada, registra diferentes aspectos de la misión emprendida

que analizaremos por partes:

• Llegada y recepción del Padre

El rector del Colegio envió una canoa al encuentro del Padre para conducirlo a

tierra, arribando éste descalzo con la cruz en la mano para hacer su entrada a la ciudad.

Gran cantidad de gente se reunió para oír las sentencias que, a viva voz, iba pronunciando

el Padre. Se trasladó hasta la iglesia matriz donde, encaramado a una mesa, explicó las

razones de su misión. El pueblo realizó un acto de contrición mientras lloraban con tal

intensidad que los lamentos se oían desde el Colegio.

• Asistencia a los oficios de la misión

Entre ocho y doce mil eran los asistentes a los oficios religiosos, de manera tal que

la capacidad de las iglesias resultó insuficiente para albergarlas por lo que se debió

improvisar al lado de la matriz, en la plaza mayor, una tribuna para la prédica. También

asistieron los religiosos de San Francisco, los mercedarios y demás clérigos y la gente de

campo que dejaron las estancias para asistir a la misión.

• Reacciones de los asistentes

La prédica era escuchada con gran devoción y todas terminaban con un acto de

contrición y propósito de enmienda. Eran dóciles para con el Padre y, a su pedido, se

retiraban rezando a sus domicilios, rezando el rosario por el camino. Ya no se ocupaban de

los negocios temporales, procuraban, en cambio, llorar por sus pecados. El Padre se ganó la

admiración de todos, le besaban los pies y lo llamaban “el Santo Padre”, se acercaban a él

Page 30: 4 – EVOLUCIÓN DEL COLEGIO SEGÚN LAS CARTAS ANUAS DEL

149

arrastrándose sobre sus rodillas desnudas. Los deseos de penitencias alcanzaban a todos,

muchos se maltrataron sus espaldas y se azotaron sin que nada pudiera hacer el Padre para

detenerlos y marchaban en procesión con los brazos extendidos en forma de cruz o bien

llevando la cruz a cuestas, o arrastraban piedras pesadas con sus pies. Los Padres jesuitas

acompañaban también a los penitentes con coronas de espinas y sogas en el cuello; el

misionero, además de la corona, “andaba ceñido con pesadas cadenas de fierro, los pies

descalzos, azotándose, por toda la duración de la procesión, con una disciplina de fierro”

(CA 1735-1743, p.159). Las mujeres distinguidas de la ciudad, también hacían penitencia,

llevando cilicio y caminado descalzas.

• Ceremonias religiosas

Se hizo una noche, el llamado “ asalto de almas” (CA 1735-1743, p.156)

ceremonia destinada a las mujeres que, delante de la estatua de la Virgen de los Dolores,

debían rezar el rosario y realizar la procesión con ella.

Los sermones eran especialmente impresionantes y provocaban abundantes lágrimas

a tal punto que personas que habían asistido en Europa “a misiones muy conmovedoras,

afirmaban, que ni allí habían visto semejante conmoción de ánimos y fuerza de lágrimas”

(CA 1735-43, p.158). Varios religiosos cantaban las estrofas de la Pasión del Señor,

ayudando a la creación de un clima penitencial.

Hombres y mujeres asistían, por separado al rezo del salmo “Miserere”, los

primeros, lo hacían en la iglesia matriz, las segundas en las demás iglesias. A la caída de la

tarde se restituyó la antigua costumbre de rezar el rosario que era cantado con procesión los

domingos por las calles de la ciudad.

• Evidencia de pecados

Page 31: 4 – EVOLUCIÓN DEL COLEGIO SEGÚN LAS CARTAS ANUAS DEL

150

Al brindar ejemplos de conversión, el Padre Pérez manifiesta las faltas de los

pobladores. Se trataba de muchas uniones ilegítimas, matrimonios aparentes, deshechos por

las discordias, robos y ofensas mutuas.

• Efectos de la misión

El Padre Pérez dice que hasta los religiosos y clérigos se confesaron, lo mismo que

los seglares que, no pudiendo asistir a causa de las distancias, sintieron no poder oír las

palabras del misionero y varias mujeres, “determinaron encaminarse a la ciudad de Santa

Fe, distante a más de cien leguas” (CA 1735-43, p. 161) para asistir allí a una misión. Las

costumbres de la ciudad se reformaron completamente y volvieron a florecer las virtudes

entre sus habitantes. Desde el momento mismo del desembarco del Padre, ya se produjeron

milagros como el de una señora que, postrada en la cama desde hacía tiempo, se levantó y

siguió al misionero entre las calles enlodadas.

Otro ejemplo demuestra que el Santuario de la Virgen de Itatí, tan venerada en la

actualidad, ya era objeto de peregrinaciones. El Padre Pérez relata que durante la misión

llegaron a Corrientes, algunas carretas con campesinos que regresaban de dicho Santuario.

Invitados a participar de la misión, se manifestaron remisos pues ya se habían confesado en

ocasión de la peregrinación, por lo que decidieron continuar su viaje. Tuvieron un destino

muy diferente a otro grupo que iba en sentido contrario, hacia la misión, pues: “a la

distancia de unas diez leguas de la ciudad les alcanzó el castigo de Dios; pues fueron

asaltados por los indios mocobíes, en un lugar, adonde jamás habían llegado antes, y todos

fueron asesinados” (CA 11735-1743, p.164). Los demás, que pasaron muy cerca de ellos,

“no cayeron en manos de los bárbaros”.

• Ejercicios en el Colegio

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151

Como el Padre rector del Colegio, sabía que las señoras deseaban hacer los Ejercicios

de San Ignacio, pidió al misionero que se detuviese allí por un tiempo más para dárselos.

Como no había casa apropiada para hacerlos, se desalojaron las mansiones de los esclavos

para el albergue de ochenta y nueve señoras:

“...las cuales hicieron los Ejercicios de nuestro santo Padremuy edificadamente, guardando exactamente las distribuciones deldía, no hablando ellas, ni una sola palabra, invirtiendo diez horasdiarias en las prácticas espirituales” (CA 1735-1743, p.165).

Los efectos de estos Ejercicios parecen haber asombrado al rector del Colegio por el

gran fervor que excedió la intención de los mismos ya que muchas mujeres ya no querían

volver a sus casas y “pasar en la soledad de las selvas el resto de su vida, sirviendo solo a

Dios, otras querían marcharse perpetuamente detrás del misionero”, o bien esconderse en

sus casas para no ver ni ser vistas por hombre alguno. En sus casas quisieron destruir todas

sus vanidades, rompiendo los espejos y adornos, haciendo penitencias secretas con cilicios

que no se quitaban ni durante la noche.

• Influencia de la misión sobre el Colegio y la ciudad

El rector, al final de su carta expresa su deseo que esta misión “infiltre a los Padres

de este colegio un ferviente celo apostólico” para que perseveren en los bienes logrados

(CA 1735-43, p.166). Para ello ordenó funciones públicas eucarísticas, las cuales servían

también como acción de gracias.

Las personas, después de la misión, continuaron hablando más con lágrimas que

con palabras, reanimándose las prácticas religiosas que se habían perdido produciéndose un

notable cambio en las costumbres de la ciudad.

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152

El Padre Cardiel que visitó el Colegio en 1742, comprobó los frutos de esta misión

pues dice que en el mismo “...hay gran concurso de confesiones; y universalmente, en

todos estos colejuelos, si hay celo, se pueden hacer muy considerable fruto, porque la gente

es humilde y dócil...” (En: FURLONG, 1953, p.190).

4.5 Las Cartas Anuas de 1750 a 1756 y de 1756 a 1762

La Anua de 1750 a 1756 dirigida al Padre General Luis Centurión por el Provincial

del Paraguay, Padre José Barreda, muestra desde el comienzo, una profunda desazón ante la

ruina paulatina y evidente de las misiones. La Provincia estaba agitada “por extrañas y

horrendas clases de injurias”, derivadas de la ejecución del Tratado de Madrid. (CA 1750-

1756, p.3). Esta preocupación ocupa gran parte de la misma, de manera que no se refiere en

forma particular a cada Colegio, solo lo hace en forma general.

Por su parte, las Anuas de 1756 a 1762, enviadas por el Padre Pedro José Andréa

al General Lorenzo Ricci, son aún más breves, como el mismo autor lo dice, a causa de

demoras en las informaciones y “por las actuales calamidades” no le habían llegado todas

las noticias sobre los resultados alcanzados, por lo que las referencias a los Colegios se

hacen también en forma muy general. (CA 1756-1762, p.2).

4.5.1 Los Colegios en la Carta Anua de 1750 a 1756

En esta Carta, el Padre Barreda dice que los cuatrocientos sujetos de la Provincia

cumplen con eficacia sus tareas al toque de la campanilla, tanto sea en los Colegios como

en las casas de campo. En éstas, viven por lo común un sacerdote y un hermano que se

ocupan de los servicios religiosos y la administración de las estancias, respectivamente.

Todos los Colegios estaban comprometidos con deudas al comenzar su

provincialato, pero luego, con una mejor administración, adquirieron algo de tranquilidad,

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153

contribuyendo los Colegios a salvar a la residencia de Montevideo que no conseguía salir

de su postración.

Los Padres siguieron con sus ministerios a pesar de las calumnias que pesaban

sobre ellos. Las clases de la enseñanza primaria y secundaria continuaron, elevándose el

número de alumnos en la Universidad de Córdoba y de convictores en el seminario de

Monserrat. Los Colegios no ahorraron gastos para cumplir con la realización de los

Ejercicios y hay casas para ello: dos en Buenos Aires, una en Asunción y otra en Tarija,

esperándose que también otras ciudades proporcionen semejantes asilos.

También la Carta menciona la continuidad de las misiones campestres,

coincidiendo con las anteriores en cuanto a la idea del éxito de las mismas. Los campesinos

se reúnen en una aldea determinada o acuden a las capillas que se encuentran diseminadas a

grandes intervalos al correr la noticia de la llegada de los Padres a quienes llaman “Padres

santos”, nombre heredado de los antiguos misioneros.

En cuanto al vicio más común que el Padre Barreda señala en la parte destinada a

los Colegios, es el del juego pues “tienen ocio que sobra, se retiran ellos a lugares

apartados y a la espesa selva, como si fuesen fieras, y pierden allí por el juego semanas y

meses enteros.” (CA 1750-1756, p.8).

El Padre Oyarzábal, que había estado en misión en Corrientes, aparece en esta

Anua, enviado a predicar en el Perú, ante los ruegos del Obispo de La Paz. La prédica suya

y del Padre Manuel Vergara que fuera con él, fue muy útil ya desde las primeras ciudades

donde la ejercieron.

Sin hacer referencia a ciudades concretas, la Carta dice que se han conservado,

aumentado y fundado Congregaciones como la Cofradía de la Buena Muerte y la del

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154

Sagrado Corazón. Tal vez, éstas no existían en el Colegio de Corrientes porque no son

nombradas Anuas en esta etapa debido a las circunstancias especiales que se vivían en la

ciudad respecto a la Compañía y a ella se refería el Padre Barreda cuando decía que

“apenas hay una ciudad en la Provincia, que no hubiera pedido esta clase de sodalidades,

y lo haya conseguido” (CA 1750-1756, p.10).

Especial efecto trajo la introducción, para el Viernes Santo, los sermones piadosos

y ejercicios de la agonía del Señor, el que atrae mucha gente a las iglesias.

Por su actuación en el ámbito de la Provincia del Paraguay, merece destacarse un hecho

que registra esta Carta y que es la referencia especial al fallecimiento del Padre Pedro

Lozano (CA 1750-1756, p.124 - 126), quién escribiera las Cartas Anuas entre 1720 y 1743.

Después de indicar la fecha y lugar de nacimiento ocurrido en Madrid, 16 de junio de 1697,

dice que ingresó en la Compañía a los 14 años, caracterizándolo como “de muy tierna edad,

pero de muy buen talento, se formó bien, durante el noviciado, en la virtud religiosa, la cual,

en adelante, nunca se le borró.” (CA 1750-56, p.124). Luego el Padre Barreda se refiere a su

destino en las misiones del Paraguay y el hecho de que fuera encargado de la redacción de la

Historia del Paraguay”, en la que trabajó “26 años, alcanzando a escribir cinco volúmenes

grandes sobre nuestra historia, sin contar varios opúsculos sobre otras materias.”53 Pero,

luego de tanto tiempo en este retiro, fue enviado a Real Audiencia de La Plata54, cuando ya su

salud estaba resentida y resultaba perjudicial un largo viaje de 340 leguas. Dice el Padre

Barreda:

“A un genio tan pacífico, como lo tenía él, nada más ajenoque los tribunales de la justicia; y, para su salud, ya gastada por

53 Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán escrita por el P.Pedro Lozano de laCompañía de Jesús, que con noticias del autor y notas de Andrés Lamas, fuera editada en Buenos Aires, Casaeditora Imprenta Popular, 1875.54 Charcas o Chuquisaca o Sucre. Enviado para informar sobre los inconvenientes derivados del Tratado deMadrid.

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155

sus pesados estudios, nada más perjudicial, que este largo viaje de300 leguas. Sabiendo muy bien que este acto de obediencia lecostaría la vida, sin embargo la sacrificó gustosa por el bien de laProvincia” (CA 1750-1756, p.125).

No obstante, cumplió con lo ordenado y empezó su camino, alcanzando a cumplir

buena parte del mismo, porque cuando estaba en Humaguaca, el 8 de febrero de 1752, falleció

a los 55 años. Los Padres de la Compañía que estaban en Salta a 50 leguas, acudieron ante la

noticia de su enfermedad, pero al llegar, ya lo encontraron muerto. El cura párroco del pueblo

le había dado hospedaje y lo había asistido, destacó luego las virtudes de Lozano en su

enfermedad y todos “se edificaron mucho de la paciencia y demás virtudes que ejercía

Lozano en su última enfermedad y más todavía de las señales de su austeridad en el cuerpo

del difunto, llamándole Santo” (CA 1750 – 1756, p.126).

4.5.2 Los Colegios en la Carta Anua de 1756 a 1762

En esta Carta hay también referencias al número total de sujetos con que contó la

Provincia del Paraguay, en la parte destinada a los Colegios en general. Eran éstos

trescientos cincuenta, disminuyendo en 50 el número de los registrados en la Anua anterior.

Doscientos eran sacerdotes, cincuenta hermanos y el resto coadjutores, repartidos en los

diez Colegios que la Carta menciona: Córdoba, Asunción, Buenos Aires, Belén, Santiago

del Estero, Salta, San Miguel, Corrientes, La Rioja y Tarija, además de las tres residencias:

Jujuy, Catamarca y San Felipe de Montevideo, misiones de guaraníes, Chiquitos y Chaco.

El Padre Andréa refiere las actividades que se cumplían en todos, sin destinar

capítulos a cada uno de ellos (CA 1756-62, p.3). Dice que en cada uno se imparte las

primeras letras y gramática para los alumnos externos, enumerando los estudios que se

realizaban en los más grandes, Asunción y Buenos Aires y en la Universidad de Córdoba

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156

que era muy famosa en esa época. A los alumnos se les enseñaba una sólida piedad, buenas

costumbres y trato familiar, por medio de pláticas públicas. También en los Colegios,

cuando lo permite el número de sujetos, se enseñaba catecismo en la plaza pública y en la

cárcel. Continuaba la costumbre indicada en la Anua anterior de los sermones de Semana

Santa, manteniéndose las congregaciones marianas y las cofradías del Sagrado Corazón y

de la Buena Muerte, fundadas en todas partes.

Destaca el Padre que la labor de la Compañía no se limita solo a estas tareas de

enseñanza, sino que “se dedica también a la santa predicación, tanto en la ciudad como en

sus alrededores, hasta en lugares apartados” (CA 1756-1762, p. 4). Además siguieron con

las congregaciones, Ejercicios y misiones campestres. Los Ejercicios se dieron para

externos cada año en todas partes, también para el clero secular y algunos regulares y

monjas. Las misiones campestres, “laudable costumbre, introducida ya por los antiguos

Padres, y continuada hasta hoy, con no menos loor” (CA 1756-62, p.5).

Respecto a estas últimas, se vuelven a reflejas en esta Anua, las condiciones de la

gente del campo con relación a sus necesidades espirituales, las distancias que los

separaban, su escasa concurrencia a misa y a los sacramentos. “Toda su religión consiste en

ser cristianos bautizados, pero no viven como tales; pues son inclinados a toda clase de

vicios, a robos, perjurios, deshonestidades, adulterios, al juego y a la holgazanería.” (CA

1756-62, p.5) Similar descripción a la hecha por el Padre Barreda en su Anua, es la

efectuada por este Padre en la suya respecto a la recepción que tenían estas misiones por

parte de la gente que, apenas se corre la voz de la llegada de los Padres, “se encaminan

todos a ellos, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, dejando sus casas y ganados, que les

suministran su sustento cada día; los escuchan muy atentos, y dóciles, se confiesan de sus

pecados, y vuelven a casa contentísimos.” (CA 1756-62, p. 6)

Page 38: 4 – EVOLUCIÓN DEL COLEGIO SEGÚN LAS CARTAS ANUAS DEL

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Como los resultados de estas misiones se hicieron tan evidentes a los ojos de las

autoridades eclesiásticas, que el obispo del Río de la plata, Don Cayetano Agremon, hizo en

1761, una donación de seis mil pesos, para con las rentas, pagar los gastos de la Compañía

en las mismas. Según lo ya manifestado en Cartas anteriores, se reitera en ésta, el hecho que

los Colegios no ahorran gastos para emprenderlas, al contrario, se hicieron permanentes.

Tampoco los detenían los peligros que los amenazaban “ parte por las incesantes

invasiones de infieles, parte, y más que nada, por un clima malsano, la inclemencia de la

temporada, y por los malos caminos, y las pesadas vueltas y revueltas.” (CA 1756-62, p.9)

También menciona el Padre Andréa la cuestión de las deudas de los Colegios y

residencias que fueron saldadas, a excepción de las de Montevideo y Jujuy, pero ya se

habían tomado las providencias del caso. Dice que se han restaurado los edificios de los

Colegios y de las iglesias, sin hacer mención a ninguno en particular.