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HISTORIA CRÍTICA NO. 30, BOGOTÁ, JULIO-DICIEMBRE 2005, pp. 39-65
Un puerto en la selva. Naturaleza y raza
en la creación de la ciudad de Tumaco,
1860-1940
Claudia Leal León
En tiempos coloniales Tumaco era un caserío ubicado en una isla de 200 hectáreas
separada de la costa por un estrecho canal. El caserío importaba algunos bienes para
la zona andina y para las minas de oro de Barbacoas, distantes dos días de camino y
explotadas desde el siglo XVII por esclavos negros1. En la segunda mitad del siglo
XIX Tumaco comenzó su lenta transformación en ciudad. Las primeras etapas de
este proceso inspiraron a un viajero, en 1891, a describir el lugar como:
[...] bella población, bastante grande, construída toda de madera y con
techos de cinc o de paja. Su calle principal que casi pudiera llamarse el
malecón, corre recta a la orilla del mar por varias cuadras. Ese es el centro
cómodos y elegantes, y los almacenes, que son muchos, están ricamente
surtidos de toda clase de mercancías [...]2
Artículo recibido el 30 de marzo de 2005 y aprobado el 15 de julio de 2005.
Ph.D. en Geografía, Universidad de California en Berkeley y profesora asistente del Departamento de Historia,
Universidad de los Andes.
Tumaco: haciendo
ciudad, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia - IRD, Universidad del Valle, 1999, pp. 15-53.
Monografías, 2 tomos, Bogotá, Imprenta Nacional, 1921, Tomo I, p. 141.
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La transformación de Tumaco fue el resultado de la exportación de tagua, la semilla de
una palma que crecía de manera abundante en los alrededores del puerto. Esta semilla,
entre 1850 y 1940 para hacer botones en Europa y Estados Unidos. El crecimiento
de Tumaco fue por tanto impulsado por un fenómeno general de la historia de
Durante este período los países de la región sufrieron grandes cambios estimulados
por la demanda de alimentos y materias primas generada por la insdustrialización
de Europa y Estados Unidos. La economía y la transformación urbana de Tumaco
muestran cómo este fenómeno llegó hasta rincones muy remotos. En particular, la
economía de la tagua generó nuevas oportunidades para descendientes de esclavos
que migraron de la zona minera de Barbacoas a establecerse cerca de los taguales y
facilitó la formación de un pequeño grupo de comerciantes blancos que importaban
algunas mercancías y compraban semillas de tagua que luego exportaban.
La historia del ascenso urbano de Tumaco revela contradicciones asociadas con su
dependencia de la extracción y exportación de un producto de la selva. La riqueza
producida por la exportación de tagua no creó una metrópoli en la selva, sino una
pequeña y desalentadora ciudad. El volumen del comercio y el valor de las semillas
generaron ganacias sin precedentes en aquel remoto puerto, pero esos recursos
carecía de fuerza por una razón más importante: aunque el comercio convirtió las
semillas en productos de exportación, éstas no fueron procesadas localmente. La
riquezas naturales y la demanda internacional de un sólo producto. Al enfatizar las
limitaciones de una economía basada en la extracción de recursos naturales, esta
en zonas selváticas.
Las contradicciones que caracterizaron a Tumaco no se limitaban al tamaño de la
economía: incluían divisiones y tensiones raciales. Tumaco estaba marcada por las
divisiones que caracterizaban su economía. En la ciudad personas negras conformaban
la clase trabajadora y en la selva recogían las semillas de tagua, mientras unos cuantos
blancos manejaban el comercio de exportación y disfrutaban de la mayoría de las
ganacias. La forma en que las élites interpretaban la relación entre la selva y la ciudad
también establecía diferencias y de este modo moldeaba el carácter de la ciudad.
Aunque los bosques cercanos proveían los recursos necesarios para el desarrollo
de Tumaco, la élite concebía a la ciudad en oposición a la selva. Las personas más
privilegiadas del puerto trataron de crear un lugar ‘civilizado’ que contrastara con
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el medio costero que consideraban salvaje y con el cual asociaban a la gente negra.
Pero las costumbres traídas por los negros de las selvas -especialmente los bailes-
estropeaban el sueño urbano de las élites locales. Tumaco vivía entonces con las
divisiones raciales que caracterizaban su economía y con las tensiones generadas por
ciertas asociaciones entre raza y ciudad.
1. La biología y la economía de la tagua
El puerto de Tumaco vivió durante ocho décadas del comercio de tagua, gracias a
factores asociados a la naturaleza de una especie de palma y a la conformación de
una organización social encargada de la extracción y la exportación de ese producto.
Tagua es el nombre con el que se conoce tanto a un grupo de varias especies de palmas
que crecen en las selvas de Panamá, Colombia y Ecuador, como a sus semillas. Las
características de estas últimas incidieron en que en la segunda mitad del siglo XIX
fábricas italianas y alemanas comenzaran a usarlas para hacer botones. Al material de
tagua pueden ser cortadas y teñidas con facilidad y, por lo tanto, utilizadas para la
fabricación de objetos pequeños como mangos de bastón y piezas de ajedréz3. Pero
fue sobre todo la elaboración de botones la que dio lugar a la prolongada demanda
internacional de tagua. Esta comenzó tímidamente en la década de 1840 y decayó
hacia 1940, cuando la competencia de los botones de plástico acabó con un negocio
cuyo epicentro había pasado de Europa a Estados Unidos como resultado de la
Primera Guerra Mundial4.
La distribución de una de las especies de palma de tagua fue fundamental en el
desarrollo de la economía tumaqueña. Las cuatro especies que forman el género
Phytelephas producen las semillas que fueron comercializadas en el mercado
internacional. Este es uno de los tres géneros que componen la subfamilia botánica de
3 El estudio más completo sobre la biología de la tagua es BARFORD, Anders S., “A Monographic Study of
Opera Botánica, No. 105, Lund, Suecia, Botaniska Foerening,
1991. Otras fuentes utilizadas para este artículo son BARFORD, Anders S., “The Rise and Fall of Vegetable
Principes, Vol. 33, Lawrence, Kansas, International Palm Society, 1989, pp. 181-190 y ACOSTA
SOLÍS, Misael, Tagua, Quito, Editorial Ecuador, 1944.
4 OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial, 1830-1910, Bogotá, Siglo XXI - Fedesarrollo, 1984,
pp. 418-420; , 23 de marzo 1910; BELL, P. L., Colombia, A Commercial Handbook, Department of
Commerce
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las taguas dentro de la gran familia de las palmas. Tres de las especies de este género
crecen en Colombia en planicies aluviales anegadizas donde forman grandes grupos
denominados taguales. Estas especies son P macrocarpa, característica del Magdalena
Medio, P seemannii
P tumacana P tumacana
está distribuida en los ríos que desembocan en la ensenada de Tumaco, al norte de la
isla, como también en los ríos Mira y Mataje hacia el sur, el puerto de Tumaco pudo
volverse un importante exportador de estas semillas5.
Tener una amplia oferta natural de tagua cercana no garantizaba la persistencia del
negocio, porque las semillas podían acabarse, como ha sucedido con tantos recursos
naturales extraídos del medio para su venta en el mercado. El biólogo colombiano
Rodrigo Bernal encontró que los recolectores de tagua habrían podido cosechar
hasta el 86% de las semillas de una población de P seemannii sin afectar su capacidad
para sobrevivir6. Gracias a esta característica los taguales lograron mantenerse y
reproducirse a pesar de la remoción de miles de sus semillas. Estas eran recogidas
del piso del bosque después de que el fruto maduraba, se caía y se rompía. Debido a
que las palmas pueden tener hasta cinco metros de altura, los recolectores no podían
alcanzar el fruto. Además, éste está recubierto por una cáscara de color café oscuro,
dura y con puntas, de la que se deriva el nombre con el cual se conoce a la tagua en
la zona de Tumaco: cabecinegro. Al caer el fruto, la cáscara se rompe y los roedores
se comen la pulpa dejando las semillas ‘limpias’; todo lo cual facilitaba el trabajo de
los recolectores.
El duradero comercio de la tagua en Tumaco fue posible debido a las propiedades de
la semilla, la distribución de las palmas y su capacidad para reproducirse a pesar de
la intensiva cosecha de semillas, y también debido al desarrollo de una organización
social para la recolección y el comercio de este producto. Esta organización implicó,
en primer lugar, la conformación de un grupo de recolectores. Las oportunidades
generadas por el comercio de tagua incentivaron la migración de gente negra
proveniente de la zona minera de Barbacoas hacia las tierras baldías cercanas a
Tumaco7. Al construir sus casas en las inmediaciones de los taguales y limpiar de
5 El Concejal, 30 de septiembre de 1911.
6 BERNAL, Rodrigo, “Demography of the vegetable ivory palm Phytelephas seemannii in Colombia, and the
Journal of Applied Ecology
1998, pp. 64-74.
7 WEST, Robert, [1957], Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e
Historia, 2000, pp. 152-167.
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vegetación los canales que facilitaban el acceso a las zonas de cosecha, estos migrantes
y sus descendientes adquirían derechos para recolectar tagua8. El trabajo de recolección
era sencillo y podía realizarse durante todo el año. Los recolectores buscaban las
semillas en el piso del bosque, las almacenaban en canastos y las transportaban
hasta sus casas. El afán de cosechar tagua llevó a algunos a tumbar las palmas para
obtener las semillas del fruto verde. Esta práctica, denominada maceo, preocupó a
las autoridades tumaqueñas que tomaron varias medidas para evitarla. Aunque la
práctica siguió, las continuas exportaciones de tagua indican que el maceo no tuvo
efectos graves sobre los taguales9.
La economía de la tagua no sólo incentivó la creación de un grupo de recolectores,
sino también uno de comerciantes exportadores, que conformaron el ápice de la
pequeña élite blanca de Tumaco. En la década de 1870 el puerto ya contaba con un
grupo de comerciantes que se unió para evitar la imposición de un impuesto a las
exportaciones de tagua10. Estos comerciantes operaban creando casas comerciales,
que solían tener un sólo dueño y llevar su nombre. Cada casa comercial tenía un
almacén y una bodega con su muelle, donde llegaban sus agentes compradores o los
propios recolectores a descargar las semillas11. Los comerciantes secaban la tagua al
sol durante semanas y hasta meses antes de exportarla. La élite comercial era pequeña:
en 1911 tan sólo doce casas se encargaban del comercio de exportación12. Algunos
de sus dueños provenían de Barbacoas, otros eran inmigrantes de España, Italia,
Inglaterra, los Estados Unidos y probablemente también de Ecuador y otras partes
de Colombia. Pocos comerciantes lograron mantenerse en el negocio por períodos
quiebra13.
Baldíos, Tomo 11, ff. 210-242.
9 Sobre recolección ver El Concejal, 30 de septiembre de 1911 y , 3 de octubre de 1914. Sobre el
maceo ver Albores, 25 de febrero de 1907; , 22 de enero de 1910; 1 de marzo de 1910; 2 de abril
de 1910; 16 de julio de 1910; 6 de agosto de 1910; 23 de septiembre de 1910; 15 de octubre de 1910; 15 de
noviembre de 1910; 8 de junio de 1912; 28 de junio de 1912; 20 de julio de 1912; 24 de agosto de 1912; 7 de
febrero de 1913; El Concejal, 20 de mayo de 1911; 30 de septiembre de 1911; Gil Blas, 5 de septiembre de 1912;
13 de octubre de 1912; 9 de noviembre de 1912; El Micrófago, 21 de noviembre de 1914; 28 de noviembre de
1914; AGN, Fondo Baldíos, Tomo 33, ff. 38-47; Tomo 57, f. 44; Tomo 58, f. 61.
10 El Montaráz, 1 de mayo de 1878, 20 de julio de 1878; El Elector, 20 de noviembre de 1878.
11 El Fiscal, 12 de marzo de 1914.
12 El Concejal, 31 de enero de 1911.
13 DUEÑAS DE ANTHALZER, Carmen, Historia económica y social de Manabí, Quito, Abya-Yala, 1986.
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La relación entre estos comerciantes y los recolectores estaba mediada por el
endeude. Tal como sucedió en esos mismos años con el caucho en el Amazonas, los
comerciantes proveían a los recolectores de los bienes necesarios para su manutención
a cambio de que estos últimos pagaran la deuda adquirida en tagua. El precio al que
se avaluaban las semillas era inferior al del mercado, la diferencia correspondía a una
suerte de interés cobrado sobre el adelanto de mercancías. Después de pagar los bienes
avanzados y adquirir otros más, los recolectores seguían endeudados y tenían que
volver a recoger tagua, perpetuando así la relación de endeude con el comerciante. Un
Antes [de la crisis del mercado causada por la Primera Guerra], el
campesino tenía recogido un quintal de tagua a las 11am, sin necesidad
de cultivar la palma. Es más trabajando todo el día, sólo o con su mujer
desnuda, podía recoger tres quintales [...]. Con eso venía a Tumaco,
hallaba posada gratis en el muelle del comerciante, éste lo pampeaba, le
preguntaba por los hijos, le ofrecía ser su compadre cuando naciese el
que le trajese más tagua. Ocho días de baile, embriaguez y toda crápula
seguían a éste viaje. [...] Después de quince días volvía a dedicar otro
día a ir al monte a taguar. Volvía a Tumaco, mas como al patrón ya se le
debía un valor igual al precio de [los tres quintales que traía], se ocurría
a otro patrón; a éste se le vendía dos quintales y el tercero se dejaba al
primitivo –ya hecho compadre– en parte de pago de lo debido. […]
Entrampados así los comerciantes […] entregaron ingentes sumas de
dinero que están hoy perdidas14.
Este relato parcial y exagerado está marcado por una ideología racial que representaba
a los negros como perezosos y por los efectos negativos de una fuerte disminución en
el precio de la tagua. Sin embargo, el autor de estas palabras tenía razón al señalar que
de los comerciantes15. Tal como lo observó un viajero a principios del siglo XX, “[a] la
pequeña hacienda [los recolectores le] consagran la mitad de la semana y la otra mitad, 16. Además de cultivar plátanos, maíz y caña, los habitantes
de las selvas cercanas a Tumaco pescaban, cazaban y utilizaban diversos materiales
14 , 3 de octubre de 1914.
15 Para un análisis de las relaciones de endeude en América Latina, sobre todo en las haciendas, ver , entre otros,
Slavery and other forms of
Unfree Labor, New York, Routledge, 1988.
16 TRIANA, Miguel, Por el Sur de Colombia, Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1950, p. 48.
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del bosque para construir sus casas y fabricar sus utensilios. Por esta razón, ellos no
dependían completamente de la tagua para sobrevivir. Aunque la venta de tagua les
daba acceso a bienes indispensables que ellos no podían producir, como sal, telas,
hachas y machetes, los recolectores tenían otras ocupaciones y su necesidad de vender
tagua no era tan urgente. Así, los comerciantes se veían en la obligación de darles
concesiones, como crédito, para garantizar un suministro constante de semillas.
La organización para la extracción y exportación de tagua –caracterizada por la
existencia de un grupo de recolectores, otro de comerciantes y un intercambio entre
ellos mediado por deudas– compensaba la falta de capital de la región. A pesar de
su pobreza, los grupos negros que habitaban la zona podían recoger tagua porque
ésta era una actividad sencilla e intensiva en mano de obra. Los comerciantes, por
su parte, corrían el riesgo de perder el capital prestado, debían montar un almacen
y comprar una canoa, pero minimizaban otros costos: no tenían que pagar salarios,
supervisar trabajadores ni invertir recursos para asegurar el acceso a los taguales.
Esta organización, además, garantizaba la oferta de tagua a precios competitivos en
el mercado internacional debido al subsidio tanto de los recolectores como de la
naturaleza misma. Gracias a sus actividades de subsistencia, los recolectores podían
vender la tagua a precios que no cubrían sus necesidades básicas de reproducción.
El carácter extractivo de la actividad reforzaba este subsidio. Producir las semillas
no costaba nada, pues nadie había plantado o cuidado las palmas17. Por lo tanto, el
precio que los comerciantes pagaban por la tagua no incluía costos de producción, ni
cubría el total de los costos de extracción. Así, la existencia de los taguales y la lógica
de la economía campesina garantizaron precios competitivos para el funcionamiento
de esta economía extractiva.
escala. Sin embargo, es posible que la tagua silvestre haya sido incluida en listados de los activos o cultivos de
habitante del río Mira entrevistado por Eduardo Restrepo en 1997 dijo que allí se había sembrado tagua. En
cualquier caso, sigue siendo cierto que prácticamente todas las semillas de tagua fueron recogidas de taguales
silvestres. 25 de mayo de 1912; 14 de marzo de 1914; El Fiscal, 26 de mayo de 1915; 10 de
abril de 1916; , 4 de noviembre de 1916; AGN: Fondo Baldíos, Tomo 68, f. 267; RESTREPO,
Tumaco: haciendo ciudad, Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología - IRD, Universidad del Valle,
1999, p. 61.
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Debido entonces a la biología de P tumacana y al desarrollo de una serie de relaciones
económicas, Tumaco se erigió en puerto exportador de tagua. Los pocos datos
existentes sobre exportación de estas semillas indican que hasta el 50% de la oferta
nacional salió por el puerto de Tumaco18. Cartagena, Barranquilla y Panamá exportaron
se diferenciaba de los demás puertos exportadores en que la tagua provenía de sus
áreas aledañas y en la gran importancia de este producto dentro de sus exportaciones.
representaba entre un 14% y un 30% del total de las exportaciones de Tumaco, y
entre el 32% y el 57% de las exportaciones producidas localmente19. Las ganancias
generadas por el comercio de este producto permitieron que Tumaco se convirtiera
en ciudad.
2. La ciudad soñada
En la segunda mitad del siglo XIX el caserío de Tumaco se transformó en un pequeño
pueblo. Hacia mediados del siglo Tumaco apenas tenía una calle comercial paralela
que pasaron por Tumaco en 1853 no se llevaron una buena impresión: el clima les
pareció enfermizo y las casas miserables. Por esos días el pequeño puerto vivía de la
importación de sal y otros productos para Barbacoas y el sur de la actual Colombia20.
Tumaco comenzó a cambiar en la década de 1860 cuando el comercio de tagua cobró
importancia. El primer barco de vapor ancló allí en 1860 y al poco tiempo comenzaron
a formarse las primeras casas comerciales21. El creciente movimiento del puerto
generó un aumento en la población: en 1881 Tumaco contaba ya con 1.200 habitantes
y diez años después un visitante estimó que allí vivían 1.500 personas22. Quienes
conocieron Tumaco en ese entonces dejaron registrados comentarios elogiosos. Un
18 Por ejemplo en 1917 las exportaciones de Tumaco representan 54.3% del total nacional: Anuario de Comercio
Exterior, 1917.
19 Las exportaciones más valiosas eran oro de Barbacoas y quina de los Andes. Anuario Estadístico 1875, Bogotá,
Imprenta de Medardo Rivas; El Vapor, 10 de febrero de 1878; El Fiscal, varios números, 1909-1915.
20 PÉREZ, Santiago, Selección de escritos y discursos de Santiago Pérez, Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, 1950,
Geografía Física y Política de la Confederación
Granadina. Vol. 1, Estado del Cauca, Tomo II: Provincias de Chocó, Buenaventura, Cauca y Popayán, Obra dirigida por
el General Agustín Codazzi, Popayán, Universidad del Cauca, 2002, pp. 404 y 430.
21 MERIZALDE DEL CARMEN, Bernardo, , Bogotá, Imprenta del Estado
Mayor General, 1921, p. 130.
22 , 23 de octubre de 1881; BRISSON, Jorge, Viajes por Colombia en los años de 1891 a 1897, Bogotá,
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como la metrópoli comercial del sur y lo describió como un asentamiento bonito y
relativamente grande23.
A partir de 1908 Tumaco aceleró su transformación urbana después de que el gobierno
nacional le cedió al municipio el usufructo de sus baldíos. Tal cesión permitía al concejo
municipal gravar la extracción de tagua, la actividad más rentable en aquel territorio.
Como toda la tagua se exportaba, el concejo optó por recoger este dinero cobrando
un impuesto a la exportación. Con esta nueva entrada los ingresos municipales se
triplicaron de la noche a la mañana24. El concejo invirtió muchos de esos recursos
en darle a Tumaco una apariencia urbana.
La élite entendía bien que las ciudades eran más que casas y calles: debían tener
preocupación de los habitantes de Tumaco fue la construcción de una iglesia. Desde
respetabilidad al puerto. En 1902 Tumaco adquirió un aspecto más inusual cuando
se inauguró el teatro municipal. Con los ingresos de la tagua, el concejo municipal
tres pisos, estaba adornado con arcos y balcones y ocupaba una cuadra entera al lado
de la plaza25. El concejo también organizó la construcción de un colegio para niñas,
similar al de varones pero más modesto, y una escuela para niños con arquitectura de
inspiración caribeña26. El municipio, además, acondicionó una casa como hospital.
discursos27.
establecer cuántas de las personas de ambos censos vivían en el puerto. TOVAR PINZON, Hermes, TOVAR
Convocatoria al poder del número. Censos y estadísticas de la Nueva
Granada, 1750-1830, Bogotá, Archivo General de la Nación, 1994, pp. 336-341.
23 BRISSON, Jorge, op. cit op. cit., p. 141.
24 Gil Blas, 19 de septiembre de 1912; El Concejal, 10 de marzo de 1911; , 14 de octubre de 1916;
La Idea, 21 de octubre de 1916.
25 , 4 de enero 1913.
26 Revista de Colombia, Volumen Centenario, No. 12, Bogotá, 15 de diciembre de 1910, p. 365.
27 , 11 de septiembre de 1915.
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El dinero de la tagua alcanzó para realizar otro tipo de obras públicas que sirvieron
para modernizar a Tumaco. En 1912 el consejo convirtió la extensa plaza Cristobal
Colón en un parque con kiosco en el medio y un simpático diseño de senderos
simétricos. La torre de la iglesia fue adornada con un reloj que contribuyó a inculcar
a los tumaqueños una nueva forma entender el tiempo. El concejo también construyó
un matadero, tres muelles y dos puentes sobre el estero que partía la isla en dos. La
construcción de un muro para proteger parte de la isla de los embates del mar fue
tal vez la obra más larga y costosa. Además, el concejo pavimentó varias calles con
piedra, construyó andenes, puso elegantes barandas de hierro alrededor de la escuela
de niñas y del cementerio, instaló lámparas en las calles principales y dotó a la ciudad
de tres excusados públicos28.
tagua, constituyeron otra contribución importante para la conversión de Tumaco en
una pequeña ciudad. El centro reforzó su papel de símbolo de aquella transformación
y de eje social y comercial del puerto gracias a que las familias más adineradas
construyeron hermosas casas de dos pisos, que solían tener almacén y bodega
en el primero y habitaciones en el segundo. Sus balcones y los techos de zinc que
reemplazaron a las hojas de palma les daban prestancia y un toque moderno. Bajo la
dirección de los misioneros agustinos que llegaron a Tumaco en 1899, los residentes
del puerto recogieron fondos para remodelar la iglesia y construir una nueva en 191829.
elementos más notorios del nuevo paisaje urbano de Tumaco.
económica y la creación de nuevos grupos sociales. El establecimiento de algunas
empresas fue la mayor novedad. Un aserradero y un astillero permitieron la fabricación
local de muebles y barcos, mientras que talleres más pequeños sirvieron para la
manufactura de gaseosas, pasta e incluso cigarrillos30. Estos establecimientos, al igual
que la construcción de casas y obras públicas, ofrecieron nuevas oportunidades de
28 , 11 de mayo de 1912; 25 de mayo de 1912; 12 de octubre de 1912; 4 de enero de 1913; 21 de
junio de 1913; 21 de feb de 1914; 11 de septiembre de 1915; Gil Blas, 26 de julio de 1912; 19 de septiembre
de 1912; El Revisor, 10 de febrero de 1909; El Fiscal, 10 de noviembre de 1917; Revista Nacional de Colombia,
Bogotá, 7 de diciembre de 1912.
29 , 8 de enero de 1910; 19 de agosto de 1910; 24 de enero de 1914; MERIZALDE DEL
CARMEN, Bernardo, op. cit, p. 192.
30 , 29 de enero de 1910; 21 de mayo de 1910; 19 de junio de 1910; 7 de febrero de 1914; 16 de
enero de 1915; El Fiscal, 1 de julio de 1914; 1 de octubre de 1918; 12 de noviembre de 1918; Unión Obrera, 26
de abril de 1919; El Anzuelo, 18 de mayo de 1919.
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empleo a quienes llegaban a la isla provenientes de los ríos que bañan el litoral. Los
migrantes también trabajaron como estibadores, engrosaron el grupo de pescadores
que atendía un mercado cada día más amplio y hasta llegaron a ser emboladores31.
Las mujeres pobres se emplearon en el servicio doméstico, crearon un grupo de
planchadoras y lavanderas y también vendieron sus favores a los hombres32. De este
modo se fue formando una clase trabajadora en el puerto.
Las nuevas oportunidades económicas también promovieron la creación de un grupo
medio. El número de artesanos creció en las primeras décadas del siglo XX con la
proliferación de carpinteros, hojalateros, herreros, pintores, joyeros, sastres, fotógrafos
y reparadores de zapatos, relojes y sombreros33. La ciudad también necesitaba un
operador para el nuevo telégrafo, algunos tipógrafos, enfermeras y maestros. El estado
empleaba tumaqueños con cierto nivel de educación como secretarios, concejales y
jueces. Un mayor mercado local facilitó el establecimiento de algunas tiendas y un
par de farmacias34. En 1911 Tumaco contaba con 23 tiendas y 34 pulperías35. No
faltó quien pusiera restaurantes y desde 1905 hoteles36. Los dueños de los mejores
negocios formaron, junto con los grandes comerciantes, la élite tumaqueña. A ellos
habría que añadir a un pequeño número de profesionales, principalmente abogados,
pero también un par de médicos y algún dentista, contador e ingeniero37.
Tanto los profesionales como los artesanos y las lavanderas hallaron formas de
entretenimiento más variadas de las que conocieron sus antepasados. Las celebraciones
31 , 20 de junio de 1914.
32 Gil Blas, 11 de julio de 1912; 17 de agosto de 1912; 19 de septiembre de 1912; , 6 de septiembre
de 1913; 3 de octubre de 1914; El Fiscal, 18 de marzo de 1914; Unión Obrera, 19 de abril 1919.
33 , 24 de agosto de 1912; 7 de marzo de 1914; 3 de octubre de 1914; Gil Blas, 11 de mayo de
1912; 9 de noviembre de 1912; Virutas, 22 de junio 1913; El Micrófago, 3 de enero de 1914; 3 de octubre de
1914; 7 de noviembre de 1914; El Fiscal, 15 de julio de 1914; 23 de junio de 1915; El Ariete, 7 de agosto de
1915; , 9 de diciembre de 1916; 20 de noviembre de 1919; 30 de noviembre de 1919; Unión
Obrera, 19 de abril de 1919; 26 de abril de 1919.
34 La Palabra, 17 de noviembre de 1910; , 7 de septiembre 1912; 18 de enero de 1913; El Ariete,
21 de agosto de 1915; El Anzuelo, 4 de mayo 1919.
35 El Concejal, 31 de enero de 1911.
36 , 9 de julio de 1910; 2 de octubre de 1910; 5 de julio de 1913; 31 de octubre de 1914; 2 de enero
de 1915; El Micrófago, 7 de marzo de 1914, 19 de julio de 1913; El Fiscal, 12 de marzo de 1914; 9 de diciembre
de 1914; Gil Blas, 29 de agosto de 1912; 19 de octubre de 1912; Unión Obrera, 26 de abril de 1918; La Voz, 18
de diciembre de 1919.
37 , 26 de noviembre de 1910; 1 de junio de 1912; 24 de enero de 1914; El Micrófago, 31 de enero
de 1914; 4 de julio de 1914; El Fiscal, 16 de junio de 1915; , 24 de noviembre de 1917; 20 de
noviembre de 1919; La Voz, 18 de diciembre de 1919; El Anzuelo, 25 de mayo de 1919.
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HISTORIA CRÍTICA NO. 30, BOGOTÁ, JULIO-DICIEMBRE 2005, pp. 39-65
50 Un puerto en la selva. Naturaleza y raza …
religiosas ganaron prominencia con la llegada de los misioneros agustinos, en especial 38. Tumaco estrenó banda
municipal y con ella alegres retretas en el parque Colón39. Los deportistas del puerto
organizaron novedosas carreras de bicicletas y partidos de basketbol para la dicha y
asombro de los tumaqueños40. Los billares y las riñas de gallos continuaron siendo una
de las principales formas de diversión masculina41. Los hombres de la élite crearon
los clubes Central y Santander, donde podían comer, tomar, hablar de política y jugar
cartas, ajedrez y billar. Las mujeres eran poco bienvenidas en estos establecimientos,
pero podían divertirse con las obras y conciertos del teatro municipal y, desde 1914,
con las funciones del cinematógrafo Kosmos. Allí también asistían aquellos hombres
blancos, mulatos y negros de clase media, que tenían igualmente vedada la entrada
a los clubes sociales.42
La élite local estaba convencida de que un desarrollo urbano cabal requería de un
ambiente que a su modo de ver pudiera ser considerado culto. Por ello el concejo
fundó el Instituto Pedagógico de Varones y contrató, entre 1911 y 1914, a un pedagogo
alemán para que lo dirigiera43. El concejo y algunos residentes compraron imprentas
que publicaron, entre 1900 y 1930, más de 20 periódicos donde se discutían los sucesos
de la región, se daban a conocer las noticias más destacadas del resto del mundo y
se promovía la literatura. El Fiscal
los más duraderos. Las tertulias literarias sirvieron como espacio de encuentro para
los intelectuales locales, que además formaron sociedades literarias y organizaron
competencias literarias44. Estas personas se preocuparon por crear una biblioteca
pública con libros donados por ellos mismos45.
La transformación física, social y cultural que le dio a Tumaco un carácter urbano
se basó en una economía que dependía de la disponibilidad de recursos naturales
38 , 27 de septiembre de 1913; 12 de abril de 1914; El Fiscal, 24 de junio 1914.
39 El Camarada, 23 de mayo de 1915; 13 de junio de 1915; La Juventud, 4 de septiembre 1920.
40 1 de marzo de 1910; 21 de junio de 1913; La Juventud, 4 de septiembre de 1920.
41 , 29 de enero de 1910; 19 de junio de 1910; 14 de diciembre de 1912; El Fiscal, 18 de abril de 1914;
17 de junio de 1914; 15 de enero de 1919; El Micrófago, 18 de julio 1914; TRIANA, Miguel, Por el sur, op. cit., p. 39.
42 , 22 de enero de 1910; 2 de abril de 1910; 4 de enero de 1913; 11 de enero de 1913; 24 de
octubre de 1914; El Micrófago, 4 de julio de 1914; 24 de octubre de 1914; El Fiscal, 3 de junio de 1914; 26 de
junio de 1915.
43 , 10 de agosto de 1912; 14 de enero de 1913; 14 de junio de 1913; 15 de agosto de 1914; 26
de diciembre de 1914.
44 , 26 de noviembre de 1909.
45 , 2 de octubre de 1909; 4 de julio de 1914; El Fiscal, 16 de junio de 1915.
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HISTORIA CRÍTICA NO. 30, BOGOTÁ, JULIO-DICIEMBRE 2005, pp. 39-65
Claudia Leal León 51
mercadeables. El momento crucial de esta transformación se dio en la década de
1910, cuando el municipio utilizó el impuesto sobre la tagua para crear un paisaje
urbano. La formación de nuevas clases sociales y los cambios en la vida diaria de los
tumaqueños contribuyeron a marcar la diferencia entre esta ciudad y los caseríos de
había convertido en una ciudad de 6.000 habitantes46.
3. El desarrollo truncado de una ciudad dividida
El crecimiento de Tumaco descansaba sobre una economía débil que generaba sueños
del puerto evidenciaba tanto los alcances como los límites de su transformación.
Las ciudades son redes de actividades económicas interconectadas; su desarrollo
que producen. El comercio de la tagua constituía el motor económico de Tumaco,
pero este motor tenía poca capacidad de arrastre. La economía que alimentó las
pequeña demanda de obreros, sastres, empleados públicos y tal vez un doctor y
un par de restaurantes. Este proceso, sin embargo, no estuvo acompañado por la
creación de otros sectores relacionados, como plantas de procesamiento de tagua o
sistemas de transporte, que sirvieran de multiplicadores que jalonaran el desarrollo
del puerto47. Para completar, Tumaco sólo surtía un mercado rural minúsculo. Esta
economía basada en la extracción de un recurso natural produjo más una fachada
que un sólido entramado urbano.
Las falencias del paisaje urbano de Tumaco y de la vida que se desarrollaba en él
muestran hasta dónde llegó su transformación. En 1920, al culminar la década
de mayores cambios, un periódico local daba claras luces de las frustraciones que
acompañaron la creación de esta ciudad:
El aspecto material de la población, si bien es atrayente y simpático
[…] deja […] que desear […]. Nótese que tenemos casuchas, casitas
y caserones. Poco más, poco menos, todas carecen de habitaciones
espaciosas, y de buenos pisos; las paredes mal pintadas y mal comunicados
46 El Anzuelo, 11 de mayo de 1919.
47 En 1930 había una pequeña fábrica de botones en Tumaco, de propiedad de un italiano, conocida como la
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52 Un puerto en la selva. Naturaleza y raza …
los aposentos; muy bajos los cielos rasos y, lo que es peor aún, muy mal
pero en cambio hay otras como los llamados callejones oscuros [que son
estrechos y angostos…]. En la plaza Cristóbal Colón aún se ven casas de
aspecto rústico y vetusto y hace falta un jardinero y una verja de hierro.
[El] decorado [de la iglesia parroquial] es pésimo y le falta una segunda
torre al costado izquierdo [...]. El Teatro Municipal tiene 18 años, su
aspecto es tosco y sin gracia48.
periodista había lamentado que la ciudad tuviera una enramada como teatro y, en 1914, 49. Así, hasta
los logros más destacados eventualmente generaron vergüenza en vez de orgullo.
La mayoría de los proyectos públicos no respondieron a las más elementales
expectativas. La historia de los esfuerzos realizados para proteger a Tumaco contra
los ataques del mar es emblemática de los logros urbanos del puerto. El océano
golpeaba a la isla causando fuerte erosión, al punto de llevarse una sección entera
conocida como La Punta50. Desde por lo menos 1890 los tumaqueños habían
tratado de construir un muro de contención. Después de varios intentos fallidos,
ésta fue destruida por una marea, en 1919, dejando a Tumaco más desprotegido que
nunca51
sucias, encharcadas e invadidas de maleza52. Un reportero local decidió ponerle
humor al asunto cuando preguntó: “¿Brazo de mar, ciénaga, lago, laguna o qué será 53. Los puentes amenazaban con caerse, las plazas
parecían selvas y los excusados públicos no funcionaban bien, mientras perros,
48 , 22 de enero de 1920.
49 , 5 de diciembre de 1914; , 8 de diciembre de 1919.
50 , 15 de octubre de 1910; 6 de septiembre de 1913; 5 de diciembre de 1914; 23 de enero de
1915; El Micrófago, 21 de noviembre de 1914, El Fiscal, 14 de diciembre de 1919.
51 La Palabra, 5 de noviembre de 1910; , 31 de octubre de 1914; El Micrófago, 9 de agosto de
1913; El Fiscal, 18 de abril de 1914; 31 de marzo de 1915; 16 de febrero de 1916; El Micrófago, 7 de agosto de
1914; Unión Obrera
Revista de Ingeniería, No. 2, Pasto, Facultad de Matemáticas e
Ingeniería, 1908, pp. 69-76.
52 15 de octubre de 1910; 23 de agosto de 1913; Gil Blas, 11 de julio de 1912; Virutas, 17 de
junio de 1913; El Micrófago, 1 de agosto de 1914.
53 El Fiscal, 9 de mayo 1914.
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Claudia Leal León 53
gatos y gallinas se paseaban por toda la ciudad54. El alumbrado público fallaba con
frecuencia y tenía una cobertura bastante limitada55. Para completar este panorama
desolador, el telégrafo solía dañarse y el correo tomaba semanas en llegar56. ¿Quién
podía admirar una ciudad que permanecía aislada del resto del mundo, con caminos
por calles y potreros enmontados en lugar de plazas?
Los celebrados logros culturales también ilustran el tipo de ciudad que era Tumaco. El
colegio de varones cerró después de tan sólo tres años de labores y tuvo que funcionar
como escuela primaria57. Las funciones del Teatro Municipal, que tanto ayudaban a darle
un aire cosmopolita al puerto, eran eventos esporádicos. La frecuente desintegración
de la banda municipal solía dejar a los tumaqueños sin las muy apreciadas retretas58.
La biblioteca pública permanecía cerrada por falta de fondos. Algunos de los pocos
‘profesionales’ del puerto no eran graduados59. Un visitante de cualquier ciudad del
interior se habría horrorizado ante la perspectiva de vivir en una población en la que
faltaban muchas de las comodidades asociadas con la vida urbana.
La exportación de tagua generó sueños urbanos pero se quedó corta en hacerlos
realidad. La venta de un producto del bosque sin ningún procesamiento, ni vínculos
horizontales con otro tipo de actividades, representó un logro para Tumaco, pero
no creó una economía fuerte. Las economías extractivas, que dependen de tomar
productos de la naturaleza, han sido típicas de las selvas tropicales, donde la gran
diversidad de plantas y animales ha facilitado encontrar materiales demandados en
otras regiones. El caucho, extraído en esta misma época de los bosques de África y
de Centro y Sur América, constituye tal vez el mejor ejemplo60. Estas economías han
generado crecimiento urbano, pero sólo ciudades de tercera categoría.
54 , 23 de enero de 1915; 8 de enero de 1910; 14 de diciembre de 1912; 25 de abril de 1914; 1 de
agosto de 1914; El Fiscal, 1 de julio de 1914; 1 de octubre de 1918; El Micrófago, 28 de marzo de 1914; El Eco
, 30 de noviembre de 1919.
55 , 28 de marzo de 1914; El Micrófago, 12 de julio de 1913; El Fiscal, 10 de febrero de 1915.
56 El Micrófago, 22 de noviembre de 1913; El Fiscal, 18 de marzo de 1914; 17 de junio de 1914; 10 de febrero de 1916.
57 , 26 de diciembre de 1914.
58 En 1909 Tumaco había creado su primera escuela de música y banda. En 1910 el concejo creó otra escuela,
había fracasado. En 1915 había una nueva banda, pero en 1919 un periodista lamentaba la falta de una, y no se
sabe qué pasó con la banda de 1920. El Revisor, 10 de febrero de 1909; Gaceta Departamental, 26 de febrero de
1909; El Concejal, 31 de octubre de 1910; El Micrófago, 19 de julio de 1913; 21 de noviembre de 1914; El Fiscal,
24 de marzo de 1915; El Anzuelo, 11 de mayo de 1919; La Juventud, 4 de septiembre de 1920.
59 , 31 de diciembre de 1919.
60 Sobre el auge del caucho en el Amazonas ver, entre otros: WEINSTEIN, Barbara, The Amazon Rubber Boom,
1850-1920, Stanford, Stanford University Press, 1983; DOMÍNGUEZ, Camilo y GÓMEZ, Augusto, La Economía
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HISTORIA CRÍTICA NO. 30, BOGOTÁ, JULIO-DICIEMBRE 2005, pp. 39-65
54 Un puerto en la selva. Naturaleza y raza …
estructura racial. Las categorías de blanco y negro servían para marcar límites entre
personas con fenotipos y culturas más variadas de lo que esa oposición sugiere, y
sirven aquí para señalar divisiones sin las cuales es imposible dar cuenta de lo que
era Tumaco. Los comerciantes blancos que exportaban las semillas recolectadas por
descendientes de esclavos formaban el ápice de la pirámide social del puerto, mientras
que gente negra estaba en la base. Pero los grupos negros no conformaban un todo
homogéneo: representaban los sectores más pobres, así como también la mayoría de
los sectores medios. Miguel Triana, un bogotano que visitó Tumaco en 1906, quedó
impresionado con la posición alcanzada por algunas personas negras:
empleados de color con tal seriedad y fundamento, que nos creimos
trasladados a una república negra. Las familias negras mandan sus hijos
a las escuelas, con gran provecho para la educación de su raza […]
En la iglesia, en el teatro, en los paseos, las señoritas negras, a pesar del
abigarrado gusto de sus trajes, hacen comprender que se ha establecido la
selección verdadera de la raza Africana, por el donaire señoril y el recato
de las maneras y movimientos61.
A pesar de la movilidad social que la ciudad permitía, había límites claros a las
posiciones alcanzadas por personas negras. Hubo hombres negros que montaron
hombres blancos y discutieron estrategias políticas en reuniones de su partido,
mientras sus mujeres pudieron haber ido a cine con una vecina blanca. Pero ninguna
persona negra era dueña de una casa comercial, la principal fuente de poder en la
región. Además, los blancos establecían límites muy claros en su interacción con
personas de piel oscura y cabello ensortijado. Los padres de una de las familias de
la élite blanca nunca hubieran aceptado que un hijo suyo se casara con una de las
elegantes señoritas negras que tan buena impresión dejaron en el señor Triana. Un
comentario publicado en un periódico en 1920 expresa claramente las barreras que
demarcaban la división racial en Tumaco:
Extractiva en la Amazonia Colombiana, 1850-1930, Bogotá, Tropenbos, Corporación Araracuara, 1990; BARHAM,
Brad y COOMES, Oliver, Prosperity’s Promise: The Amazon Rubber Boom and Distorted Economic Development, Boulder,
Colorado, Westview Press, 1996; STANFIELD, Michael Edward, Red Rubber, Bleeding Trees, Albuquerque,
University of New Mexico Press, 1998. Sobre el auge del caucho en Africa ver COQUERY-VIDROVITCH,
Catherine, Le Congo au Temps des Grandes Compagnies Concessionaires, 1898-1930, Paris, Mouton & Co, 1972.
61 TRIANA, Miguel, Por el Sur, op. cit., 39.
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HISTORIA CRÍTICA NO. 30, BOGOTÁ, JULIO-DICIEMBRE 2005, pp. 39-65
Claudia Leal León 55
Con gran extrañeza hemos sido informados que habiéndose presentado
unas señoritas de la raza llamada humilde al Colegio S C de Jesús, fueron
advertidas por la R Madre Superiora de que al ingresar al Establecimiento
quedaban sujetas a los vejámenes que les dirigirían a diario las alumnas de
raza blanca, a quienes no podría imponer ningún castigo para no disgustar
a los padres de estas señoritas62.
63.
Las divisiones raciales también marcaban la geografía de la ciudad. Con la expansión
de Tumaco, el centro adquirió mayor valor simbólico en la medida en que se constituía
del resto de la ciudad. Allí estaban las casas comerciales muy bien ubicadas en las
inmediaciones de las dos calles principales: la Calle del Comercio, que corría a lo largo
de la orilla del mar, y la Calle Márquez, que llevaba el nombre de uno de los mayores
comerciantes del puerto. Este moderno centro de la ciudad, zona de encuentro de
diferentes grupos sociales, representaba el poder de la élite blanca. En contraste, el
barrio de Pueblo Nuevo era primordialmente un área habitada por familias negras.
Este barrio surgió en las primeras dos décadas del siglo XX con la expansión de
Tumaco hacia el noroccidente, al otro lado del estero que dividía la isla en dos64.
La ideología de la élite blanca se nutría de la división racial que marcaba la economía
de la tagua. Este grupo privilegiado había realizado grandes esfuerzos por construir
la ciudad como una forma de crear un lugar civilizado en medio de la selva, ambiente
considerado salvaje. La élite estaba convencida de que las mujeres y los hombres que
recolectaban tagua pertenecían a las selvas donde vivían65. Pero resulta que muchas
de esas personas habían migrado a la ciudad, junto con su pobreza y sus costumbres,
donde conformaban la mayoría de la población. Las palabras de un periodista local
racial de la ciudad:
Tal es la Policía de Tumaco, compuesta casi en su totalidad de morenos
incultos y analfabetas, quienes en vez de cargar la vara de la justicia y
62 La Juventud, 16 de octubre de 1920.
63 , 8 de enero de 1910 y 23 de abril de 1910.
64 Véase mapa de Tumaco en MERIZALDE DEL CARMEN, Bernardo, op. cit.
65 El Montaráz, 24 de mayo de 1879.
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HISTORIA CRÍTICA NO. 30, BOGOTÁ, JULIO-DICIEMBRE 2005, pp. 39-65
56 Un puerto en la selva. Naturaleza y raza …
seguridad deberían estar, canalete en mano, cargando en su potrillo o
canoa racimos de plátanos para la venta […] puesto que ese es y debe
ser su elemento, y su puesto y no el de guardianes de sociedad66.
Las ideas sobre la naturaleza y la raza afectaban la forma en que las élites entendían
el medio urbano y, por lo tanto, marcaban el carácter de la ciudad misma.
La contradicción entre la ciudad ideal que la élite soñaba y la realidad tumaqueña
queda aún más clara en las frecuentes quejas que sobre la música de la gente negra
aparecían en los periódicos locales. Mientras los negros bailaban al ritmo de tambores
y marimbas, las élites blancas preferían valses y otros ritmos de origen europeo. La
presencia de la música negra en la ciudad causaba escozor entre los poderosos del
puerto, que solían quejarse de los bailes de la gente negra. Estas críticas constituyen
la forma más frecuente en la que los blancos se referían a los habitantes negros de la
estos autores tenían sobre la vida urbana civilizada. Ellos consideraban a la música
monótona y a las letras inmorales, pero lo que más les disgustaba era el baile67. En
Al principio los bailes se hacen con cierto orden, pero a medida que los
negros van ingiriendo aguardiente, se convierten las danzas en saltos
desaforados; los cantos en gritos estridentes; la música en sonidos broncos
y destemplados. No pocas veces los bailes terminan en puñetazos, palos
y cuchilladas68.
que gente embriagada perdía el control y se comportaba de manera degenerada. Un
observador notó con disgusto que “en esas bacanales, no sólo se cometen faltas de la
peor ralea, sino que la embriaguez que en ellas domina, es origen de riñas, heridas y 69
con marimba acrecentaban la molestia de los hombres literatos del puerto.
Acusaciones de salvajismo dominaban los escritos de la élite sobre estos bailes.
Un periodista de Buenaventura opinaba que “[l]os instrumentos... los tocan con
66 El Fiscal, 13 de mayo de 1914.
67 El Correo de la Costa, 16 de marzo de 1879 y 18 de septiembre de 1910.
68 MERIZALDE, op. cit. p. 153.
69 El Micrófago, 27 de septiembre de 1913.
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HISTORIA CRÍTICA NO. 30, BOGOTÁ, JULIO-DICIEMBRE 2005, pp. 39-65
Claudia Leal León 57
desesperacion, con frenesi, y el canto, con una aspereza y monotonía tan salvaje, que 70. Ante los
ojos de estos hombres las marimbas no pertenecían a las ciudades; las corrompían.
Su sonido representaba la llegada del desorden del bosque al ambiente urbano
humanizado. Un periodista tumaqueño contrastó los logros de la ciudad con el atraso
Tumaco, población que va adquiriendo tintes de civilización y de progreso, se despoje
de esos antiguos hábitos coloniales. La marimba, el instrumento de los pueblos salvajes, 71.
Para las élites tumaqueñas el salvajismo en el mundo estaba simbolizado por África,
en la región por las selvas y en Tumaco por el barrio negro de Pueblo Nuevo, “área 72.
La geografía de la ciudad y las relaciones entre sus residentes, vistas en parte a través
del desprecio que los blancos sentían por las manifestaciones culturales negras,
semejaban las profundas divisiones de la economía tumaqueña. Una pequeña élite
blanca, que comprendía una proporción minúscula de los habitantes de la ciudad,
era dueña de las casas comerciales, ocupaba los puestos más altos de la burocracia
y controlaba la prensa local. Esta élite compartía la ciudad con gente negra que, a
pesar de las posibilidades que había para la movilidad social, no lograba acceder a los
círculos sociales más altos. Los hombres letrados asociaban a los negros con la selva
y consideraban que estos expresaban el salvajismo del que ellos querían escapar con
la construcción de la ciudad. Por esta razón, los curas –que también eran hombres 73.
Las divisiones raciales expresaban la estructura de la economía y determinaban el
culturales.
Conclusión
En la introducción a un libro reciente sobre historia ambiental latinoamericana,
del siglo XIX y principios del siglo XX en América Latina es uno de los temas
70 El Correo de la Costa, 16 de marzo 1879.
71 El Micrófago, 27 de septiembre de 1913.
72 Citado por TRIANA, Por el Sur, op. cit. p. 41; ver también , 20 de septiembre de 1913 y 18 de
septiembre de 1910.
73 Cita de MERIZALDE, op. cit., p. 204. Ver también El Micrófago, 27 de septiembre de 1913.
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58 Un puerto en la selva. Naturaleza y raza …
destacada relación que existe entre economía y ambiente –evidente en la importancia
de productos agrícolas y extractivos como el café, los bananos, el güano y el nitrato– ha
sido en gran medida ignorada. Debido a que los académicos han estudiado por mucho
tiempo los efectos sociales, políticos y económicos de la integración latinoamericana
a la economía mundial, este popular tema sirve para demostrar, a una audiencia aún
no convencida, la necesidad de tomar en serio a la naturaleza74.
En las dos décadas pasadas han aumentado los trabajos que indagan sobre las
dimensiones ambientales del desarrollo exportador. Algunos estudios recientes se han
concentrado en la aparición de pestes asociadas con las plantaciones y en el papel de la
investigación agrícola, es decir, de formas particulares de entender el mundo natural75.
Pero buena parte de la literatura reciente, así como algunos estudios pioneros, se
concentran en los cambios del paisaje. En su estudio sobre la zona cafetera, publicado
en 1949, el geógrafo James Parsons explica cuidadosamente la transformación de un
de cultivos76. Los estudios más recientes tienden a llamar nuestra atención sobre los
costos ambientales del crecimiento económico de ese período. En su estudio sobre la
larga destrucción del bosque atlántico brasilero, Warren Dean dedica unos capítulos
a la contribución de la exportación de café al desastre. De manera similar, Reinaldo
Funes cuenta cómo la producción de azúcar en Cuba convirtió los bosques de la isla
en cultivos de caña y pastizales improductivos77.
El caso reconstruido aquí muestra cómo una actividad extractiva intensa y duradera
como la recolección de tagua tuvo un impacto leve sobre el bosque. La recolección
de tagua no amenazó la supervivencia del ecosistema del que dependía, ni generó una
y el mundo urbano. Esta conexión ha sido estudiada desde distintos ángulos por
Territories, Commodities and Knowledges: Latin American Environmental Histories
in the Nineteenth and Twentieth Centuries, London, Institute for the Studies of the Americas, 2004.
75 Ver, entre otros, McCOOK, Stuart George, States of Nature: Science, Agriculture, and Environment in the Spanish
Caribbean, 1760-1940, Austin, University of Texas Press, 2002; SOLURI, John, “People, Plants, and Pathogens:
Hispanic American
Historical Review, No. 80, Washington, 2000, pp. 464-501.
76 PARSONS, James, La colonización antioqueña [1949], Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1979.
77 DEAN, Warren, With Broadax and Firebrand, The Destruction of the Brazilian Atlantic Forest, Berkeley, University of
California Press, 1995; FUNES MONZONTE, Reinaldo, De Bosque a Sabana. Azúcar, deforestación y medioambiente
en Cuba, 1492–1926, México, Siglo XXI, 2004.
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HISTORIA CRÍTICA NO. 30, BOGOTÁ, JULIO-DICIEMBRE 2005, pp. 39-65
Claudia Leal León 59
autores que trabajan primordialmente sobre ciudades estadounidenses78. En este
artículo examino el tema en una región selvática de Sur América. Aunque la selva ha
sido el lugar privilegiado en América Latina para examinar asuntos ambientales con
cierta perspectiva histórica, quienes han trabajado el tema no han hecho explícitas
las conexiones entre la naturaleza y los procesos urbanos79. En este estudio exploro
la relación entre selva y ciudad de tres maneras: la forma en que el desarrollo de
Tumaco fue afectado por la naturaleza misma, por una organización social creada
para transformar la naturaleza en mercancía y por las ideas de la naturaleza que se
tenían. Veamos estos puntos uno por uno.
Primero, la biología de Phytelephas tumacana le brindó a Tumaco el potencial de
convertirse en un puerto de cierta importancia. El material que compone la semilla
podía utilizarse para la producción de botones, las palmas crecían profusamente en los
alrededores del puerto y cerca de ríos que garantizaban transporte barato. Además, la
capacidad de la especie para reproducirse a pesar de que buena parte de sus semillas
fueran recolectadas hacía posible una alta intensidad de cosecha sin afectar los
taguales. Si las semillas de tagua fueran más pequeñas o más blandas no habría habido
un mercado para ellas y el destino de Tumaco habría sido muy distinto. Lo mismo
habría pasado si la especie tuviera una distribución diferente o si las poblaciones de
tagua que rodean a Tumaco hubieran declinado debido a la persistente recolección
de sus semillas. Las economías del auge exportador latinoamericano dependían de la
naturaleza de maneras similares. La fertilidad de las pampas argentinas, para citar un
ejemplo bien conocido, le dieron a una zona poco importante del imperio español
la posibilidad de convertirse en una de las economías de más rápido crecimiento
más general: cómo la naturaleza afectó el desarrollo latinoamericano durante el auge
exportador. Este fenómeno ha sido reconocido a veces, tal como lo indica la expresión
78 Dos buenos ejemplos son CRONON, William, Nature’s Metropolis, Chicago and the Great West, New York,
W.W. Norton & Co, 1991 y DAVIS, Mike, Ecology of Fear, New York, Metropolitan Books, 1998. Ver también
BRECHIN, Gray, Imperial San Francisco, Berkeley, University of California Press, 1999 y el clásico de WILLIAMS,
Raymond, The Country and the City, New York, Oxford University Press, 1975.
79 Mucha de esta literatura se ha centrado en el Amazonas; ver, entre otros muchos: CLEARY, David, “Towards
Latin American
Research Review, Austin Texas, Latin American Studies Association, No. 36, 2001, pp. 65-96 y RAFFLES, Hugh,
In Amazonia, A Natural History, Princeton University Press, 2002. Otras zonas selváticas también han recibido
atención, ver, por ejemplo, LEAL, Claudia y RESTREPO, Eduardo, Unos bosques sembrados de aserríos, historia de
, Medellín, ICANH, Universidad de Antioquia, Universidad Nacional
sede Medellín, 2003. BROWDER, John, Rainforest Cities, New York, Columbia University Press, 1997 es un
ejemplo de un estudio sobre las ciudades de la selva.
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‘lotería de los productos básicos’80. Pero en muchos casos las implicaciones de la
naturaleza de los productos de exportación ha sido un tema dejado de lado.
Segundo, el potencial ofrecido por la biología de la tagua logró realizarse a través del
desarrollo de relaciones económicas que transformaron una semilla en una mercancía
o un ‘producto natural’. La exportación de tagua descansaba sobre la ocupación
de los bosques por parte de gente negra, la conformación de una élite comercial
en una isla olvidada, y la relación entre los dos grupos afectada por el legado de la
esclavitud. Mientras gente negra realizaba el trabajo manual y subsidiaba el comercio
de la tagua, personas blancas manejaban el comercio de exportación, tomaban riesgos
y recaudaban las ganancias. De manera similar, el impresionante crecimiento de la
economía argentina después de 1880 dependió de factores sociales que permitieron
el aprovechamiento del potencial de las pampas: la derrota de las tribus indígenas y
la inmigración de trabajadores europeos, entre otros.
Tercero, las nociones de que la ciudad es opuesta a la selva y que la gente negra
pertenece a este último ambiente imprimieron a la ciudad un carácter particular. Ante
los ojos de la élite, la naturaleza salvaje de la selva entraba a Tumaco a través de la
presencia de los negros, que conformaban la mayoría de la población del puerto. El
contradicciones inherentes al proyecto urbano de las élites. Estas soñaban con tener
gente negra subsidiaban y permitían el comercio de la tagua. Sin embargo, concebían
a su ciudad en oposición tanto a los bosques, como a la supuesta naturaleza de estos
trabajadores. Con ello negaban y ocultaban las fuerzas que facilitaban sus aspiraciones
urbanas. El pensamiento racial y las ideas sobre lugares urbanos revelan mucho sobre
la relación que diferentes sociedades tienen con la naturaleza, porque las ciudades
suelen ser pensadas como los ambientes más anti-naturales y las características raciales
suelen ser consideradas naturales. Tumaco es un lugar privilegiado para explorar
las nociones paralelas de raza y ciudad porque heredó una fuerte división racial de
tiempos coloniales y está rodeado de selvas, ambiente que suele ser considerado como
naturaleza prístina.
Al introducir preocupaciones sobre divisiones raciales y pensamiento racial este artículo
establece vínculos entre el creciente campo de la historia ambiental latinoamericana y
trabajos recientes que acentúan la importancia de la categoría de raza para entender el
80 Para un ejemplo del uso del término ver THROP, Rosemary, Progreso, pobreza y exclusión. Una historia económica
de América Latina en el siglo XX, Washington, Banco Interamericano de Desarrollo, 1998, p. 50.
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pasado y el presente de América Latina. Historiadores y antropólogos han explorado
formas en que indios y negros han participado en política y contribuido a formar sus
naciones81. Aunque han puesto menos atención a la interacción entre naturaleza y
raza, unos cuantos académicos han hecho aportes interesantes al tema. Algunos han
mirado la forma en que ciertas regiones o geografías han sido asociadas a categorías
raciales82. El estudio de la forma particular que tomó el movimiento eugenésico en
América Latina ha relacionado las preocupaciones sobre raza y naturaleza desde la
perspectiva de la historia de la ciencia. Sin embargo, este tipo de investigaciones han
sido poco trabajadas por los historiadores ambientales83. Aquí he examinado cómo
una ideología que conecta raza y naturaleza negó tanto el papel de la selva, como el
de la gente negra en la construcción de Tumaco. El sueño de crear una metrópoli en
la selva resalta las contradicciones que surgieron de la forma en que las personas de
esta sociedad se relacionaban entre ellas y con la naturaleza.
81 Ver, entre otros, WADE, Peter, Gente negra, nación mestiza: dinámica de las identidades raciales en Colombia [1993],
Bogotá, Uniandes, Universidad de Antioquia, 1997; APPELBAUM, Nancy, MACPHERSON, Anne S. y
Race and Nation in Modern Latin America, Chapel Hill, The University
of North Carolina Press, 2003; SANDERS, James, Contentious Republicans, Popular Politics, Race, and Class in
Nineteenth-Century Colombia, Durham, Duke University Press, 2004.
82 Ver, entre otros, WADE, Peter, op. cit.; ORLOVE, Benjamin, “Putting race in its place: order in colonial and
Social Research, Vol. 60, No. 2, 1993, 301-336; APPELBAUM, Nancy,
Muddied Waters, Race, Region, and Local History in Colombia, 1846-1948, Durham, Duke University Press, 2003;
MÚNERA, Alfonso, Fronteras imaginadas. La construcción de las razas y de la geografía en el siglo XIX colombiano,
Bogotá, Planeta, 2005.
83 STEPAN, Nancy, “The Hour of Eugenics”: Race, Gender, and Nation in Latin America, Ithaca, Cornell University
Press, 1991. Para un caso de historia ambiental ver JOHNSON, Melissa, “The Making of Race and Place in
Environmental History, Durham. North Carolina, American Society
for Environmental History and Forest History Society, No. 8, 2003, pp. 598-617.
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