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 Departamento de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales-Universidad Autónoma de Madrid  A L -MUT A N A BB ī  FRE NTE A LA ENCRUCIJADA DEL  S I G L O IV H ./ X C . C LA V ES P A R A UN A L E CTUR A I Tesis doctoral presentada por ROSALÍA LÓPEZ-HERRERA SÁNCHEZ para acceder al grado de Doctor en Filología Árabe Directora CARMEN RUIZ BRAVO-VILLASANTE Catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid Madrid, 10 de junio de 2007

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Departamento de Estudios rabes e Islmicos y Estudios Orientales-Universidad Autnoma de Madrid

AL-MUTANABB FRENTE A LA ENCRUCIJADA DEL SIGLO IV H./ X C. CLAVES PARA UNA LECTURA

I

Tesis doctoral presentada por ROSALA LPEZ-HERRERA SNCHEZ para acceder al grado de Doctor en Filologa rabe

Directora CARMEN RUIZ BRAVO-VILLASANTE Catedrtica de la Universidad Autnoma de Madrid

Madrid, 10 de junio de 2007

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A H asan y Mah

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Agradecimientos

Esta tesis no hubiera sido posible sin la generosa ayuda de tanta gente... A H asan al-Ahad, entonces alumno de doctorado de m la Universidad de Damasco y hoy profesor en su Departamento de Lengua y Literatura rabes, agradezco infinitamente haber tenido la paciencia de leer conmigo verso a verso este insondable divn de alMutanabb que con esmero comentamos y algunos de cuyos , secretos me ense a desvelar. A Mah Ab H ` le debo su amr incondicional apoyo para poder finalizar mis estudios en dicha Universidad. Desde Espaa, mi queridsima profesora y amiga, Carmen RuizBravo siempre se ha mostrado dispuesta a colaborar generosamente en todo aquello que necesitara. Su gua, indicaciones, correcciones y observaciones han sido fundamentales para la elaboracin y finalizacin del trabajo. Dada la distancia que nos separa de nuestro querido mundo rabe, la cooperacin de algunos queridos amigos ha sido preciosa para la recopilacin de material. La ayuda desinteresadsima de Haysam Mohannad, siempre presto y raudo a mis solicitudes ha sido particularmente valiosa. Tambin la de Michel Mouton, querido amigo y arquelogo que se encontraba en Damasco al tiempo de la elaboracin de la primera parte de la tesis, y al que cansamos con pedidos de libros y copias. As mismo Roda, antigua empleada de la Biblioteca al-Asad y por lo cual hizo de puente con la misma. En la pesadsima etapa de correccin, algunos familiares solcitos se lanzaron a esa empresa, como mi padre, Juan Lpez Herrera y mi hermano, Juan Lpez-Herrera con quienes quedo en deuda.

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SISTEMA DE TRASCRIPCIN Se han adaptado los caracteres utilizado por los arabistas espaoles (revista alQan al programa Windows XP aqu utilizado: ara)

a/ b t t h

j d d r z s

s d z `

g f q k l m

n h /w /y `

El hamza inicial no se transcribe; la t `marba se transcribe t slo en estado constructo; el artculo al- no vara ante consonantes solares y deviene l- entre vocales; el alif maqs ; slo se transcribe la flexin nominal si el sustantivo va sufijado por ra: un pronombre.

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REFERENCIAS ABREVIADAS

Al-Barq : Abd al-Rah al-Barq , q m n q arh w Ab ayyib. 4 vols en 2 tomos. d n -l-T Beirut, D al-Kit al-Arab1986. r b , Al-MaarrAb Al : -l`al-Maarr d n Ab ayyib al-MutanabbMu Ahad. , arh w -l-T . iz m 4 vols. Edicin de ` Abd al-Mad Diy 2 ed. El Cairo, D al- Ma 1992. (Daj b. r rif, `ir al- Arab). Al-UkbarAb : -l-Baq Al-Ukbar ` , arh w Ab ayyib al-Mutanabb d n -l-T al-musamm bi-l-tibiy f arh w 2 vols. Edicin de Mus al-Saqq Ibr m al-Iby y n al-d n. af , h r Abd al-H zalabBeirut, D al-Marifa, (s. d.). af . r Al-W idAb asan Alal-W idD n Ab ayyib al-MutanabbEdicin de h : -l-H h, w -l-T . Friedrich Dieterici. Berln, 1861. R. Blach Abou re, -T ayyib al-Motanabb: Un Pote Arabe du IVe Sicle de lHgire (Xe Sicle de J.-C.): Abou -T ayyib al-Motanabb. Paris, Adrien-Maisonneuve, 1935. G.A.L.: Carl Brockelmann, Ta`r al-adab al-arab6 vols.Traduccin de Abd al-Hm j . al al-Na 5 ed. El Cairo, D al-Ma 1983. (Traducido del alemn Geschichte der r. r rif, arabischen Litteratur. Leiden, Brill, Zweite des Supplementbnden angespasste Aufl, 1943-49). M. M. kir, Al-Mutannab Al-Mutanabb Ris : : la Ma baat al-Madan1407/1987. , f -l-tar il taq q fati-n El Cairo, .

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Ah de la vida! Nadie me respnde? Aqu de los antaos que he vivido! La Fortuna mis tiempos ha mordido; las Horas mi locura las esconde. Que sin poder saber cmo ni adnde la salud y la edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, y no hay calamidad que no me ronde. Ayer se fue; maana no ha llegado; hoy se est yendo sin parar un punto: soy un fue, y un ser, y un es cansado. En el hoy y maana y ayer, junto paales y mortaja, y he quedado presentes sucesiones de difunto.(Quevedo, Poemas escogidos..., p.52).

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INTRODUCCIN

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INTRODUCCIN

Como una gota de agua en el mar de obras que conforman la bibliografa sobre esta cumbre de la literatura rabe, aparece esta tesis con la que deseamos llenar un vaco existente en el arabismo espaol. Al leer el titulo de este estudio, muchos pensarn que es una osada atreverse con el panegrico en al-Mutanabb por mltiples razones. Desde su inicio como poeta, Ab ayyib ha merecido la -l-T atencin de los fillogos e intelectuales, provocando una vorgine de produccin crtica en torno a su obra; pero sus versos no slo han atrapado a estudiosos, sino que han enloquecido al gran pblico e inspirado a poetas y literatos: ya el gran al-Maarrtitul su personal exgesis de la antologa potica mutannab Mu Ahad o El iz m milagro de Ahad, en el que se detuvo a explicarlo palabra por m palabra dejndonos en herencia su particular mirada, as como un testimonio nico de la lengua potica del siglo IV/X. Ms all de estas consideraciones, nos hemos atrevido con la casida tradicional en una poca especialmente opaca: cuando el Imperio vive una crisis sin camino de vuelta provocada, entre otros, por la fragmentacin del mismo y la creciente injerencia de elementos ajenos en el poder poltico. De todos es conocida la complejidad del estudio de la literatura en este perodo, cuando la comunidad rabe conoce una proliferacin de innumerables escuelas de pensamiento y de tendencias religiosas con su origen, en parte, en la traduccin de obras extranjeras en el pasado. La casida, que conocemos por su dificultad intrnseca, no permanece ajena a todos estos elementos que le influyen tanto en su forma como en su fondo y culmina en un barroquismo absoluto, y, ms all, en un manierismo potico que dificulta su comprensin y la torna en un desafo para el arabista o el estudioso rabe. Adems, desde antiguo la casida rabe es un fenmeno dentro de la lrica mundial difcil de entender para una persona acostumbrada a la tradicin occidental. Como seala Andras Hamory: The success enjoyed by such a predictable genre (la13

poesa) is intriguing. In the West, a good deal of modern poetry has embraced the shock value of unpredictability with such ardor that a large segment of our audience now simply confuses unpredictability and ardor; all the more reason then to try to understand the vitality, in 1 other times and places, of unusually conventional genres . Esto convierte la tarea del arabista en una aventura quijotesca que no le producir sino desasosiego, como asevera Pedro Martnez Montvez: (Pues) el objeto de comprensin se le aproxima unas veces, casi lo tiene y lo palpa, lo conoce y lo sita, se le distancia en otras ocasiones terrible, dolorosamente; ahora se le ilumina y va mostrando ntidamente sus perfiles, ahora se le oscurece por completo2. Pese a que la dificultad que reconocemos se encuentra en la lrica mutanabb, su grandeza intrnseca, el hecho de que todava no goza de una traduccin completa al espaol y la admiracin de los rabes por su figura, han sido las razones que nos han impulsado a no cejar en nuestro empeo, pues si bien al-Mutanabb una figura es reconocida, todava no existe una antologa en espaol, como ocurre en otras lenguas. El hecho de haberme encontrado en Damasco en el perodo de investigacin ha supuesto un impulso, siendo que todos aquellos que me rodeaban me impelan con entusiasmo a proceder de esta forma, al pensar que no hay mejor embajador de la cultura rabe ante otros pueblos que esta gran figura de la poesa. Otro motivo para la seleccin del tema ha sido la proliferacin tanto de fuentes antiguas en las que se comenta verso a verso la obra de nuestro poeta, como de estudios antiguos y modernos del autor, pues su genio potico, al igual que ocurri en poca precedente con AbTamm fue objeto de un intenso debate entre m, sus crticos contemporneos. Su lrica manierista desafiaba los cnones aceptados hasta entonces, heredados de la poesa preislmica. Personajes de las1

Andras Hamory, On the Art of Medieval Arabic Literature. 2 ed. Princenton, Princenton University Press, 1975. (1 ed. 1974), pp. 6-7. 2 Literatura rabe de hoy. Madrid, Cantarabia, 1990, p. 17.

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letras tales como Ibn , al-Q urnal-Maarr Ibn S inn d al- , , da, y en nuestros das un T H h usayn, al-Aqq y Rgis Blachre d sirven de ejemplo para comprobar la atencin permanentemente renovada de la que ha gozado al-Mutanabb desde antiguo. Si a eso sumamos que en Damasco no slo tena acceso a las magnficas bibliotecas Al-Asad y del IFEAD, sino a la ayuda generosa y desinteresada de profesores universitarios y amigos, encontramos el terreno labrado para acometer una empresa de estas dimensiones. As, este estudio de investigacin viene a insertarse en la larga cadena formada por un rosario de estudios y comentarios pero, cmo afrontar el fenmeno potico en la cultura rabe y en un perodo tan alejado en el tiempo del que slo conservamos trazos aislados? Cmo acercarnos a un personaje tan complejo, escurridizo e inquieto como al-Mutanabb plasmar toda su riqueza? y Cmo dar fe del gnero laudatorio, no slo como fenmeno literario sino como profesin y como arte, permaneciendo fiel al espritu de su letra? Consciente de todos estos retos hemos elegido a este grande entre los grandes (considerado por muchos la cumbre de la literatura rabe), para tratar de acercarnos como estudiosos y como lectores a la literatura clsica rabe en todo su esplendor. Edward Said nos ha advertido del peligro de estudiar la literatura, ms particularmente la poesa, cindonos al texto: No veo ninguna utilidad particular en la insistencia en que un poema es un objeto solitario que existe con independencia de todo contexto, puesto que claramente no es as. Cada poema o poeta es 3 involuntariamente la expresin de colectividades . No slo el poema es producto de una cultura en un momento histrico dado, sino que el crtico que aborda el estudio del texto literario tambin est condicionado por las circunstancias que le tocan vivir en lo que l denomina la mundaneidad del crtico: Es3

Vase El mundo, el texto y el crtico. Traduccin de R. Garca Prez. Buenos Aires, Debate, 2004, p.214.

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ms, los crticos no son meramente los alqumicos traductores de textos en realidad circunstancial o mundaneidad; porque ellos son objeto y tambin productores de circunstancias, las cuales se hacen sentir con independencia de cualquiera que sea la objetividad que los 4 mtodos del crtico posean . He aqu el principal escollo encontrado: cmo acometer el estudio de una obra compleja, lejana en el tiempo, desde el punto de vista de un arabista en el siglo XXI. En su magnfica monografa sobre el discurso potico en poca abbas, Jamel E. Bencheikh confiesa que su intencin inicial era limitarse a profundizar en los modos de creacin potica y en las estructuras ling sticas del mismo. Pronto hubo de abandonar este camino para abordar la produccin lrica abbas en el contexto cultural de la sociedad del momento, ya que Lanalyse structurale laisserait chapper une part de vrit, elle serait, dans une certaine mesure, fictive et trompeuse. En ignorant ses prmises socioculturelles, elle nexpliquerait pas le pourquoi de la cration5. Volviendo a posturas tericas, quiz aquella que ms se aproxima al ngulo elegido es la de la hermenutica. Reconstruir lo que Hans R. Jauss denomina el horizonte de expectativas del receptor coetneo al poeta, producto de las normas aceptadas como consecuencia de lecturas de obras anteriores: El horizonte 6 transubjetivo del entendimiento que condiciona el efecto del texto . Para l, con esta teora se resuelve el problema que suscita la lejana de la obra literaria en el tiempo y en el espacio. Tambin ofrece un marco nuevo para entender el fenmeno de la originalidad, que aqu se origina en la ruptura de este horizonte de expectativas.74 5

Ibd., p.54. Jamel E. Bencheikh, Potique Arabe, (prcede de): Essai sur un discours critique. Paris, Gallimard, 1989, p.4. 6 Hans R. Jauss, La historia de la literatura como provocacin. Traduccin de J. God Costa y J. L. Gil Aristu. Barcelona, Pennsula, 2000, p. 165. 7 Tres son los elementos que dan lugar a este horizonte de expectativas: En primer lugar, ciertas normas conocidas o la potica inmanente del gnero; en segundo lugar, las relaciones implcitas respecto a obras conocidas del entorno histrico y literario, y en tercer lugar, la oposicin entre ficcin y realidad, funcin potica y prctica del lenguaje, que, para el lector que reflexiona, existe siempre durante la lectura como posibilidad de comparacin (ibd., p. 166).

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En nuestro caso, sobrepasaramos los lmites de una normativa puramente esttica. La potica no ha de limitarse a lo meramente textual, sino que tiene que interrelacionarse con el proceso general socio-histrico. Siempre, teniendo en cuenta que lo literario es el fin ltimo de nuestra investigacin, el fenmeno literario, aunque huyendo de la mera acumulacin de datos y escuelas, como nos advierte Pedro Martnez Montvez: Es algo ms que una episdica cuestin de escuelas, tendencias o posturas; es una cuestin de reivindicacin de la propiedad y la dignidad de la interpretacin literaria, sin personalismos ni petulancias 8 intolerables . En nuestra aproximacin a la lrica mutanabb hemos intentado recrear las circunstancias que marcaron su produccin: la situacin histrica, religiosa y cultural que le toc vivir al autor. Ms an, se trata de reconstruir la mentalidad del poeta medieval que opta por un tipo de poesa, en un momento en que la prosa est en su auge y la lrica se dira que ha agotado sus recursos expresivos9. Una vez seleccionado el autor y el fenmeno de la lrica, iniciamos una primera lectura de su divn (d n). A medida que w avanzamos, siempre bajo la paciente gua de H asan al-Ahad, m profesor de literatura abbas de la Universidad de Damasco y experto en la lrica de esta poca, comenzamos a ver que era imposible deslindar al poeta de la complejidad de su poca. Tratar de entender su lenguaje potico, sus temas preferidos o incluso su personalidad era imposible sin bajar a las profundidades del siglo IV/X. Por ello elegimos hacer un corte transversal en el mismo, en sus diferentes dimensiones socio-culturales como tema de nuestra tesina, ofreciendo al tiempo textos del momento, testigos directos de la historia. Dicha propuesta se titul: El siglo IV/X en la pluma de sus contemporneos y fue presentada en esta misma

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Pedro Martnez Montvez, op.cit., p.16. Idea esta inspirada en la propuesta de Brian Stock para estudiar la literatura medieval desde una perspectiva de evolucin de las estructuras cognitivas a partir de la transformacin de una sociedad eminentemente oral a otra escrita (vase: Historical Worlds, Literary History. En R. Cohen, The Future of Literary Theory. Nueva YorkLondres, Routledge, 1989, pp.44-56).

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universidad como trabajo de 2 ao de tercer ciclo (bajo la direccin de Carmen Ruiz Bravo-Villasante). Yendo al tema que ahora nos ocupa, hemos preferido ceirnos al panegrico (y a la elega, como manifestacin secundaria del elogio). Este gnero, preferido del momento y objeto de estudio de la crtica abbas, nos permite penetrar en la poesa como hecho cultural y como profesin. Deslindar el arte del oficio es el desafo para cualquier crtico contemporneo: cmo sentir arte en unas palabras compuestas por encargo de un mecenas, con un fin poltico o interesado. Por otro lado, el gnero laudatorio ha sido el nervio vertebrador de la produccin de este poeta, el gnero preferido a travs de los tiempos. Un breve repaso a su produccin revela la existencias de piezas cortas, descriptivas o de circunstancia, algunas stiras, sobre todo en el perodo que transcurri en la corte de K r, unas cuantas f elegas que no sobrepasan los dedos de las manos, pero, sobre todo, panegricos, que saba manipular a su voluntad para expresar aquello que urga en el momento de su creacin; lo converta ya en un poema pico, ya en un poema jactancioso. El panegrico siempre ser el punto de partida para la creacin. La eleccin de este tema ofrece evidentes ventajas para la labor crtica. Tomando como punto de partida las antologas glosadas de al-Ukbaral-W idAb , h, -l-Al al-Maarry aquella ` ms reciente de al-Barq , hemos cotejado la informacin a pie de q lnea con aquella de los libros de crtica contemporneos al autor a los que hemos tenido acceso, como, Yat al-dahr f mat mah ahl sin al-dahr del interesantsimo al-Ta o la celebrrima Al- wasa de lib al- . urn Una vez traducida la obra en base a los comentarios existentes (debido a la enorme complejidad de la misma), hemos procedido al estudio de la produccin crtica antigua. Ambos, comentarios y obras crticas, nos han permitido adentrarnos en la mirada del hombre contemporneo, la reconstruccin de su mentalidad colectiva y de la evolucin del lenguaje crtico. Durante la labor de traduccin hemos18

trenzado la letra del texto con las observaciones de crticos y comentaristas. En aras de la fidelidad al texto y de la honestidad profesional, estas aclaraciones se ofrecen, bien entre parntesis si se trata de interpretaciones de los comentaristas antiguos, bien en notas a pie de pgina, si se trata de aclaraciones explcitas de los mismos. Esta fase ha sido la ms larga, pues ha requerido de un trabajo detallado y meticuloso. Sin embargo, se ofrece tras la parte terica centrada en el estudio de la poca, la literatura y el anlisis de los textos. En una tercera etapa nos hemos adentrado en la poesa abbas a partir del siglo III/IX, para ver la realidad de la vida potica de la que ha sido heredero el poeta. El anlisis crtico de esta antologa ha constituido la cuarta etapa. Para ello nos ha resultado preciosa toda la bibliografa a nuestro alcance, desde que Rgis Blachre dedicara su preciosa monografa al poeta, suscitando en ella la cuestin de la identidad religiosa de al-Mutanabb . En nuestras manos han cado estudios de la ms diversa ndole: histrica, crtica, ideolgica. Nos han resultado de especial auxilio los valiossimos trabajos de los fillogos rabes, ms prximos a la lengua y a la cultura que lo vieron nacer: Ihn Abb s s, awqD Mah M. kir, T H ayf, m d h usayn y un largusimo etctera han sido nuestra luz y gua para penetrar en ese bosque frondoso que es la literatura abbas. Ellos nos han ayudado a saborear las casidas, observar cules han sido ms celebradas, ver las razones de su xito y la forma cmo han de analizarse. Porque nunca hay que olvidar que estamos frente a una forma de expresin esttica, heredera de un pasado cultural. Esto es lo que nos recuerda Wahab R miyya10 cuando reivindica para la lrica preislmica una mirada que sobrepase las posturas crticas tericas modernas, incapaces de transmitirnos la individualidad del poeta hil. Para l, a pesar de su complejidad, esta poesa es, antes que nada, transmisora de la subjetividad delWahab R miyya, iru-nal-qad wa-l-naqd al- Kuwait, al-Ma al-Wa li-lm ad d. lis an Taq wa-l-Fun wa-l- b, 1996, pp. 180-181. fa n d10

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autor y, partiendo del texto, l propone hacer una reconstruccin de la mentalidad colectiva y de la evolucin del lenguaje potico como elementos auxiliares del anlisis. Limitarnos a la literatura crtica hubiera sido encerrarnos de nuevo en una pompa de jabn. Hemos imitado a Muh ammad Arkoun 11 o Abdelfatah Kilito cuando decidieron abordar el texto desde el contexto socio-cultural. Para ello nos hemos lanzado a la lectura de todas aquellas fuentes y estudios modernos que nos pudieran ayudar a la comprensin de la poca y del oficio de poeta, en su calidad de engranaje en la sociedad del momento. Desde el principio nuestra pregunta ha sido por qu alMutanabb restringido su produccin al gnero laudatorio. l supo ha subir en la escala social a lo ms alto, pues se inici como poeta de pequeos mecenas, para convertirse en poeta oficial de la corte hamdan en Alepo y la ijd FusExtrao es que cuando por en . fin logra llegar a la corte buy, la abandona en pocos meses desesperanzado y prefiere volver a su Kufa natal. Una rpida lectura sugiere que la poesa para este gran poeta no era slo un modo de vida o de medro social. Las respuestas a estas cuestiones no las encontramos en los libros de biografas de la poca, ni en los comentarios de los crticos que se interesaron por l, ni en una lectura ideolgica de sus versos, sino que hemos de deducirlo al confrontar los textos. Esto nos ha permitido formular la hiptesis de que el poeta ha buscado, desde la innovacin del panegrico, revitalizar la casida clsica en el marco de una civilizacin donde la lengua y cultura persas comienzan a tener cada vez mayor influencia. Al-Mutanabbpareciera demostrarnos que la casida no slo es una forma de reasentamiento de la identidad rabe en una sociedad en profunda crisis, sino un vehculo de transmisin cultural y una forma de experiencia esttica todava vlida. l trata de devolver a esta forma potica su tradicional funcin social y literaria de forma nica.11

Vase Mohammad Arkoun, Contribution a ltude de lHumanisme Arabe au IV/Xme sicle: Miskawayh (324/325-932/1030, Philosophe et Historien. Paris, Librairie Philosophique, 1970; Abdlelfattah Kilito, Les Sances. Rcits et Codes Culturels chez Hamadhn et Harr. Paris, Sindbad, 1983

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A pesar de la dificultad inherente, este viaje al mundo de alMutanabbnos ha significado un enorme enriquecimiento tanto personal como cognitivo. En lo personal, por haber logrado disfrutar con sus imgenes, entender su dolor y sonrer con su irona. En lo cognitivo, por habernos obligado a volver a los primeros siglos de esta riqusima civilizacin, en plena efervescencia tanto social como cultural, a los textos de primera mano de aquellos fundadores de su cultura (ummah al-kutub), para avanzar aunque sea mnimamente t en la comprensin de la realidad de hoy.

Cunto tiempo perdido! Ojal mi vida hubiera transcurrido entre gentes de algn tiempo pasado. En sus albores, los Tiempos trajeron alegra a sus hijos, pero, 12 nosotros hemos llegado a l cuando est en su final.

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Versos 38 y 39 de la casida 27-257 en nuestra traduccin del divn de al-Mutanabb .

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PARTE I

EL MUNDO HISTRICO Y CULTURAL EN EL QUE SURGE AL-MUTANABB

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I

En cuanto a los pases alejados de Bagdad, en la mayora de ellos se haban hecho con el gobierno los ms fuertes, quienes se haban apoderado de numerosos hombres y riquezas y se limitaban a dirigir sus misivas en nombre de los califas e invocar sus nombres (oficialmente). En la sede del Califato, las riendas del poder estaban en manos de otros, por lo cual los califas se convirtieron en seres humillados y aterrorizados. stos se conformaban con gobernar nominalmente y con que se conservara el protocolo. La situacin social se poda parecer a lo sucedido tras la fragmentacin del reino de Alejandro, hijo de Filipo, a manos de reyezuelos (Alejandro Magno) [...], a causa de la falta de construcciones, los cortes en los caminos, la destruccin de numerosas poblaciones, la emigracin de sus gentes, la supremaca de los bizantinos y otros reyes extranjeros sobre grandes zonas de las marcas musulmanas.

(Al-Mas , Al-tanb wa-l-i f, p. 400) d h r

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CAPTULO I: OTRA VEZ EL SIGLO IV H./X C.

1. 1. EL ESTADO DE LA CUESTIN

El siglo IV/X marca un punto de inflexin en la historia de mundo rabe. Aunque poseemos una visin lineal y totalizadora de la historia rabe, concebida como un continuum, la asuncin por los buyes del poder fctico en Bagdad en 334/946 es smbolo de la desintegracin real del Imperio abbas, de la ascensin de dinastas locales de diverso origen y de la ramificacin de la actividad cultural en las distintas provincias rabes. Ante la gravedad del hecho histrico, nos sorprende la relativa escasez de estudios monogrficos. En los aos treinta, 13 14 Adam Mez y Ahad Am dedican dos grandes monografas al m n tema. Mientras que el trabajo de Am tiene como objeto de debate n la crisis y decadencia del Imperio islmico, Mez se centra en el mismo siglo IV/X y lo denomina por primera vez el siglo del Renacimiento del Islam. Este trmino va a permanecer en la literatura y va a centrar el debate sobre la existencia o no de un humanismo rabe. Sin embargo, estos estudios son la base de una primera incursin en el tema, con un carcter divulgador y de generalizacin, muy diferente a los posteriores. Otra obra inestimable, ms cercana a nosotros en el tiempo y de mayor dimensin, es la editada por J. C. Garcin15 quien, con otros estudiosos, presenta una visin global junto con un estudio del estado de la cuestin del mundo rabe entre los siglos X y XV. Su13

Se trata de la excelente obra, de Adam Mez, The Renaissance of Islam. Traduccin de S.K. Bukhsh y D.S.Margoliouth, London, Luzac, 1937. (Edicin en espaol: El Renacimiento del Islam. Traduccin de Salvador Vila. Granada, Escuela de Estudios rabes, 1936; Reproduccin facscmil; El Renacimiento del Islam. Edicin de M. del Amo e I. Corts. Granada, Universidad de Granada, 2002). 14 Ahad Am Z al-Isl 4 vols. El Cairo, Maktabat al-Nahdal-Mis m n, uhr m. a riyya, 1945. (La obra se centra en la vida social e intelectual del perodo desde al-Mutawakkil hasta el fin del siglo IV/X, segn las distintas regiones del Imperio islmico). 15 Jean Claude Garcin (et al.), tats, Societs et Cultures du Monde Musulman Mdieval: X-XVe Sicles. 3 vols. Paris, Presses Universitaires de France, 1995.

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ltimo captulo es inestimable por plantear lo que deben ser los temas pendientes de discusin en este importante perodo de la historia. Quizs el primero en dar un giro total a la orientacin de su planteamiento sea Louis Massignon quien, a propsito de nuestro celebrado al-Mutanabb se fija en un rasgo esencial de la poca, , cual la fuerza y gestacin del movimiento chi-ismael. Lo denomina el siglo ismael del Islam, para seguir de cerca los efectos polticos del ismaelismo, como fue el movimiento poltico social de los 16 crmatas . Pese a pertenecer a diferentes generaciones, desde los sesenta y quiz con mayor intensidad en el mbito de lo que podramos denominar una escuela francesa de arabismo, publican sus obras grandes especialistas en este siglo, como Louis 17 Massignon, Laoust, Mohammad Arkoun y Marc Berger . Ellos nos dan una inmersin histrico-ideolgica en el siglo IV/X mediante un corte transversal marcado por los temas estudiados. Mientras que Louis Massignon se centra en la figura de al-H Henri Laoust all , hace una excelente introduccin a Ibn Ba y su perodo; a Mohammad Arkoun analiza este momento a travs de la mirada filosfico-histrica de Ibn Miskawayh y Marc Berger profundiza en la obra de al-Tawh . Desde aqu hay que hacer un elogio del papel d fundamental desempeado por M. Arkoun gracias a su mirada perspicaz y totalizadora, as como a su extensa lectura y conocimientos que le permiten sugerir nuevos temas de debate o replantear ciertos aspectos de la cultura18. Posteriormente, ser16

Louis Massignon, Mutanabbi, devant le Si Ismaelien de lIslam. En AAVV, Al cle Mutanabbi. Recueil Publi a lOccasion de son Millnaire. Beirut, 1936, pp.117(Mmoires de lInstitut Franais de Damas). 17 Mohammad Arkoun, op.cit.; H. Laoust, La Profession de Foi dIbn Batta (Tradicionniste et Jurisconsulte Musulman dcole Hanbalite Mort en Irak a Ukbara en 387/997). Damasco, Institut Franais de Damas, 1958; Louis Massignon. La Passion dal-Hall Martyr, Mystique de lIslam. 2 vols. Paris, Gallimard, 1975. (Existe una j, traduccin al espaol: La Passion de Hallaj, mrtir y mstico del Islam. Edicin de H. Mason y traduccin de A. Lpez Tobojadas y M. Tabuyo Ortega. Barcelona, Paids, 2000); Marc Berger, Essai sur la Personalit Morale et Intellectualle d H n alAb ayy Tawh , Styliste et Humaniste Arabe du IVe/Xe sicle. Damasco, Institut Franais de d Damas, 1979. 18 En nuestro estudio las referencias a Mohammad Arkoun van a ser muy numerosas. Sus sugerencias, a nuestro modo de ver, son muy atractivas, como aquella en la que

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Joe L. Kraemer 19 quien nos ofrezca una monografa sobre el tema desde el punto de vista de la transmisin del saber y de los crculos intelectuales de la poca. Su introduccin es inestimable por situarnos en el marco histrico de forma global y ofrecernos una bibliografa actualizada. Con la introduccin histrico-ideolgica deseamos colocar al lector en el marco preciso de este siglo precioso para una inmersin en el perodo formativo del Islam, haciendo breves miradas retrospectivas. Hay que tener en cuenta que el nimo que preside nuestra investigacin es profundizar en lo que ha podido ser el contexto histrico cultural de al-Mutanabb por tanto, a la hora de y, precisar temas vamos a dejar de lado numerosas e interesantes cuestiones relacionadas con la historia de la religin islmica, los conflictos sociolgicos y polticos, para tratar de hacer un esbozo de la evolucin de las letras hasta su momento.

1. 2. EL DESTINO DEL IMPERIO

Los acontecimientos que marcan la vida del Imperio en el siglo IV/X son fruto de la culminacin de una serie de corrientes que se encontraban soterradas en la sociedad rabe anterior. De un lado, el Califato abbas viene experimentando un debilitamiento progresivo desde la larga guerra civil que sigue a la muerte de H n al-Rad en 193/809, lo que provoca la aparicin de r una serie de Estados independientes de distintas caractersticas. Hacia el ao 324/935 el Imperio islmico se haba desintegrado de facto en una serie de principados independientes: los buyes se haban hecho con Fars, Rayy, Isfahn (Isbah y l; Muh n) ib ammad

asegura que este es el siglo del individualismo y de la filosofa o la existencia en su origen de una conexin estrecha entre adab y filosofa (v. Contribution ltude de lHumanisme Arabe ..., p.192 y ss.) 19 Joe L. Kraemer, Humanism in the Renaissance of Islam. The Cultural Revival during the Buyid Age. Leiden, Brill Academic Publishers, 1986.

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bin Ily (356/967) 20 se apoderaba de Kirm los hamdanes s n; 21 gobernaban en Mosul (al-Maws y Diy Egipto y Siria (al- m) il) r; eran gobernadas por los ijdes; los samanes eran dueos de Jorasn y Transoxania; los bar des de Ahw W y Basora (alz, si Bas los crmatas (qarma ocupaban al-Yam y Bahrein; ra); es) ma Tabaristn (T abarist y se encontraban en poder de los n) urn daylames; los fatimes se expandan por el Magreb e Ifriq y, ya finalmente, en Al-Andalus los omeyas prolongaban su poder. Por otra parte, los fuertes conflictos doctrinales latentes desde la poca de los califas ortodoxos van tomando forma de confesiones religiosas refrendadas y reconocidas, dotadas de un cuerpo doctrinal. Paralelamente, distintas influencias culturales de origen vario luchan por ejercer su influencia sobre una poblacin cada vez ms arabizada e islamizada, lo que da lugar a una prolfica actividad cultural.

1.2.1. Los buyes (b yes o buwayhes)

A pesar de la descomposicin del Imperio, Bagdad segua teniendo una presencia central, tanto en lo poltico como en lo cultural. Desde ah ejerca al poder la dinasta de los buyes22, a cuya corte acudira al-Mutanabb final de su vida. al Pero la entrada de Muizz al-Dawla en Bagdad en 334/945 no es sino culminacin de un proceso de decadencia y desestructuracin interna iniciado mucho antes, desde la guerra civil desatada tras la muerte de H n al-Ra (170/786-193/809) por la r d sucesin, y el progresivo debilitamiento de la autoridad califal que, tras al-Mutas (218/833-227/942), se convierte en una presencia im formal frente al poder real de sus oficiales turcos.20

Fundador de la dinasta de los ily ses en Kirm que gobiernan hasta 364/975. n Vase Edmund C. Bosworth, Ily sides, EI 2, vol. III, p.1185.22

Mafizullah Kabir, The Buwihid Dynasty of Baghdad. Calcutta, Iran Society, 1964; M.H. Zubayr, Al-Ir f asal-buwayh(334-447/945-1058). El Cairo, D al-Nahd alq l- r r a Arabiyya, 1964; H asan al-Munaymina, Ta`ral-Dawla al-buwayhiyya al-siy wa- lj s iqtis wa l-i wa l-taq: maqi`. F d tim f ris, D al- miiyya, 1987 r

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Al-Mas en su Mur d al-dahab destina largos prrafos a describir las alianzas de los califas abbases con los distintos jefes militares de diverso origen. Finalmente el peligroso juego de alMustakf bi-Ll que se apoya ora en el hamdan Ni r al-Dawla h, s (m.317/929-357/968), ora en el emir turco T n (m.333/944) en su z lucha contra los crmatas, se quiebra cuando entreg el poder a Ibn Nuwayh al-Daylamel cual entra en Bagdad en el 334/ 945. Con su , entrada, el califa pierde su poder fctico y se convierte en una mera presencia nominal. Los buyes eran en su origen daylames, del clan de rdil Awand de las llanuras de l vecinas al Mar Caspio. Rudos n, n campesinos y ganaderos, servan como mercenarios a los monarcas persas, como nos describe AbIsh al-S `24. En cuanto a su q b confesin religiosa, este pueblo fue islamizado en virtud de las predicaciones de los ales huidos de la represin abbas desde 175/791. Al-H bin Zayd al-D al-Kab(m.270/884), que funda asan r un reino independiente en Daylam l expande la doctrina zayd n, en la regin, lo cual hace pensar que la nueva dinasta buy profesa este tipo de creencias. Sin entrar en los vericuetos de la historia de los daylames , tan slo vamos a referirnos a los fundadores de la dinasta, los hijos de Buwayh (o B ), de oscura identidad, AlH y , asan y Ahad que m posteriormente se convirtieron en Im al-Dawla (323/935-338/949) d , Rukn al-Dawla (322/934-366/976) y Muizz al-Dawla (323/935356/967). Eran mercenarios al servicio del mejor postor. Cuando el hermano menor, Muizz al-Dawla entra en Bagdad, el califa es depuesto, hecho ste sumamente grave en la historia del Califato, cuando the son of an obscure Daylam pauper, of a humble family only recently converted to Islam, became the overlord of the Abbasid caliph, son of the Family of the Prophet, the Shadow of God on23

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Al al-H bin usayn al-Mas , Mur d al-dahab wa ma al din awhar. 7 vols. Edicin de A. Charle y S. Shulla. Beirut, Man r al- mia al-Lubn t niyya, 1965-1979. (La traduccin ha sido publicada en 5 vols, Paris, Socit Asiatique, 1965-1974). 24 Vase AbIsh al-S ``, Al-muntaza min ta`ral-tEdicin de M. H. Al-Zubayd q b j . , Bagdad, Wiz al-I`l 1977, pp. 30-32. rat m, 25 Vladimir Minorsky, La domination des Dailamites. Paris, 1932; Vladimir Minorsky, Daylam, EI 2, vol. II, 189-94; Mumammad S. Khan, The Early History of Zayd ism Sh in Dayl and Gn, ZDMG, 125 (1975), pp.301 y ss. m l

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Earth26. Su hermano mayor, Al (Im al-Dawla), gobern Fars, d mientras que el Segundo, H (Rukn al-Dawla), recibi l en su asan ib dominio. Sin entrar en grandes pormenores, queremos sealar, a grandes trazos, lo que supuso el gobierno de los buyes para el Imperio y la civilizacin rabo-islmica. Desde un punto de vista poltico, se puede dividir en tres grandes etapas: el perodo temprano (334/945-366/977); un segundo momento, de florecimiento del Imperio (366/977-403/1012) y, en tercer lugar, la decadencia (403/1012-447/1055). La primera etapa es la de formacin y consolidacin del poder a manos de los tres hermanos y de sus hijos. Con Ad al-Dawla (367/978-372/983) se ud inicia el perodo de fuerza y expansin, ya que pretende aunar las tres regiones divididas. En la tercera etapa, y con la nueva desintegracin del poder, la dinasta sucumbe ante los selyuques. En este mismo marco poltico nos interesa reflexionar sobre lo que ha marcado el devenir del Imperio: las relaciones entre el califa y su emir, luego rey (malik). As, y como hemos mencionado al inicio del captulo, la humillacin y el mal trato de los buyes a la suma autoridad del califa es la culminacin de un proceso de debilitamiento del poder iniciado mucho antes27. Este debilitamiento del poder poltico iba acompaado de una prdida de autoridad moral, mermada por las persecuciones religiosas (la emprendida por al-Ma`m contra los h n anbales o por al-Mutawakkil contra los muztaziles, por ejemplo). Aunque formalmente, como reproduce el texto de Hil al-S `, el soberano buy reconoce la autoridad califal, l b de hecho se convierte en la suprema autoridad del Imperio, consiguiendo que se invoque su nombre en las oraciones de los viernes tras la mencin del califa:

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Joe L. Kraemer, Humanism in the Renaissance of Islam...., p.33. Por ejemplo, T n lider la deposicin de Al-Mutaqq a quien ceg durante el z , proceso de 333/994.

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Cuando termin (el califa con la ceremonia de coronacin) de Ad al-Dawla, le dijo a ste: - Dios te ha elegido para nosotros y ud para los musulmanes. Te ha ordenado lo que te ha ordenado; te ha prohibido lo que te ha prohibido; y quedo libre ante Al del resto. Levntate ante el nombre de Al y acrcate a m. As hizo. El Califa asi el mechn de cabello suelto y lo at a la corona en un lugar preparado para esto[...]. Luego cogi una espada que se encontraba entre dos cojines enfundada en su vaina negra y adornada con plata, se la coloc, aadindola a la espada que figuraba previamente entre 28 las vestiduras .

Tambin Mas nos transmite las continuas humillaciones d a que es sometido el califa: Muizz al-Dawla destron a al-Mustakf en 334/944, al-Mu (334/946-363/974) es obligado a abdicar en favor de su hijo al-T (363/974-381/991), quien a su vez fue ` despojado del poder por el buy Bah al-Dawla en 381/991. ` La irrupcin de esta dinasta en la vida del Califato supone la consolidacin de lo que Arkoun denomina la desacralizacin del 29 poder . Esta desacralizacin del poder no significa que hubiera una separacin real entre poder religioso y secular, sino que the relationship between emir and caliph, as it evolves in the Buyid age, parallels the arrangement in the Byzantine Empire, where the emperor was viewed as Gods representative, enjoying a special relationship to the Church, and was crowned by the Patriarch of Constantinople 30. Un indicio de esta conjuncin sern los ttulos adoptados por los reyes buyes, que culminan con la adopcin por Ad al-Dawla del ttulo dual de Ad al-Dawla y T ud ud al-Milla (Brazo del Estado y Corona de la Religin Islmica31). Esta relacin poder-religin es la derivada de la mirada trascendente del hombre medieval sobre el mundo. En lo social, religin y poder seHilal-S `, Rus D al-Jil Bagdad, Ma l b m r fa. baat al- , 1964, p.84. n Mohammad Arkoun, Contribution a ltude de lHumanisme Arabe...., p. 171. 30 Joe.L. Kraemer, op.cit., p. 39. 31 La palabra milla es de origen arameo y originariamente significaba palabra. En el Corn se utiliza con una connotacin ms estrictamente religiosa que umma (comunidad) para referirse a la comunidad religiosa del Islam. Tambin designaba a otras comunidades religiosas. En el Imperio Otomano pas a ser un trmino tnico para designar a aquellas sociedades que gozaban de cierta autonoma bajo la direccin de sus lderes poltico-religiosos (cf. Bernard. Lewis, El lenguaje poltico del Islam. Traduccin de M. Lucini. Madrid, Taurus, 1990, p.71).28

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bifurcan ahora ms que nunca, con la formacin de las doctrinas de las distintas confesiones y sus respectivas movilizaciones. El califa de Bagdad se convertir en una reminiscencia del pasado, desposedo de autoridad religiosa y temporal real. La otra consecuencia importante ser la persianizacin de la corte, como nos transmiten los textos32. Segn Minorsky, la dominacin buy, junto con la de los samanes en Jorasn y Transoxania, marcan el intermezzo iran de la historia islmica33. Pareciera natural que esta dinasta de origen daylam dejara traslucir la herencia cultural iran en su gobierno. Los buyes tenan en mente la restauracin de la monarqua persa, quedndonos como testimonio una moneda de plata acuada en Rayy en 351/962, donde el soberano Rukn al-Dawla es descrito como emperador persa y viste corona, con una inscripcin en pahlevi que dice que se incremente la gloria del rey de reyes34. Mientras que Rukn al-Dawla reclama para s el titulo de monarca, Ad al-Dawla supone el cenit de este proceso, con su ud ceremonia de investidura en 368/977: When he appeared in Baghdad as a prince who had gained extraordinary military and political successes and, apart from that, as a ruler who was convinced of his descent from Ardashir I and Bahram V, everything that had happened so far in that city was put into the shade. A true Persian king of kings presented himself to the caliph who, from the emirs point of view, was nothing but a high priest decorated with the characteristics of kingship by subservient writers such as Masudi35 and others. Adud al-Dawlas rule was not based on the sword alone, as was the case with other emirs and local rulers; it was the result of his royal descent and of divine decision 36.32

Este tema ha sido ampliamente tratado por Wilferd Madelung, The Assumption of the Title Sh hansh by the B h yids and the Reign of Daylam (Dawlat al-Daylam), JNES, XXVIII (1969), pp. 84-108; 168-183; Heribert Busse, The Revival of Persian Kinship under the B yids. En D. S. Richards, Islamic Civilization 950-1150, London, Cassier, 1973. (Papers on Islamic History, III), pp.47-69. 33 Vladimir Minorsky, La domination des Dailamites.., p.4; V. Minorsky, Daylam, p.190. 34 Joe L. Kraemer, Humanism in the Renaissance of Islam...., p.44. 35 La crnica del al Mas llega nicamente hasta al-Mu (334/946-363/973), califa d ttere entre las manos de los buyes. 36 Heribert Busse, The Revival of Persian Kinship., pp. 62-63.

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En el mbito prctico, sin embargo, el reconocimiento de una instancia superior permita a los soberanos buyes evadir sus responsabilidades hacia Ahl al-Bayt (la Casa del Profeta) como seguidores chies, probablemente de la secta zayd. Por otro lado, nunca impusieron la lengua persa al pueblo rabe y, al contrario, fomentaron la lengua y cultura rabes, conociendo Bagdad un florecimiento cultural y una explosin de las letras y las ciencias. Al tiempo que se habla de florecimiento y decadencia, hay que decir que la vida social del Imperio dista de ser tranquila. El perodo se caracteriza por la influencia y fuerza econmica de los oficiales del ejrcito, columna vertebral del Imperio, quienes son los principales beneficiarios, junto con la aristocracia civil conformada por burcratas y funcionarios, del modificado rgimen de concesiones de tierras ( iq). Segn el nuevo sistema, las antiguas concesiones para usufructo (iq al-istigl son sustituidas por concesiones en l) propiedad (iq al-taml fomentando la formacin de una k) aristocracia feudal de signo terrateniente de carcter ms poderoso que la anterior burguesa y propietarios civiles, y fatal para la vida econmica del Imperio. La vida social de este perodo est marcada por las 37 agitaciones populares debidas a las luchas interconfesionales y de clase entre chies y sunnes, por el declive de la agricultura, base de la economa, y por la ruina del Estado y el descontento popular que: Chez les dsherits dominaient la dtresse, la revolte ou lvasion dans lascse, tandis que les privilegis se consacraient a la recherche febrile de la puissance, de la fortune et des jouissances 38.

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Claude Cahen, Mouvements Populaires, Arabica (1958), pp. 225-250; Claude Cahen, Nomades et Sedentaires dans le Monde Musulman de Milieu du Moyen Age. En D. S Richards, Islamic Civilzation 950-1150..., pp. 93-104; Henri Laoust, Les Agitations Religieuses a Baghdad aux IV et V si cles de lHgire. En D. S. Richards, Islamic Civilizacion.,, pp. 169 y ss. ; Samhi Sabari, Mouvements Populaires Bagdad lpoque Abbaside IXe-XIe sicles. Paris, Adrien-Maisonneuve, 1981. 38 Mohammad Arkoun, Contribution a ltude de lHumanisme Arabe..., p. 170.

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Kennedy describes la situacin de la siguiente manera: The history of the Buyid emirate of Baghdad was a catalogue of disasters. The financial problems which had plagued the alter Abbaside were aggravated by the strife between Buyid princes and the war within the city between Sunnis and Shiis and Turks and Daylamis. Outside Baghdad, the countryside was increasingly under the control of Bedouin chiefs like the Uqaylids of Jazira, or the Mazyadid chiefs of the Banu Asad in the Hillah area. Only when a strong ruler like Adud al-Dawla (amir in Baghdad 367-72/978-83) could use the resources of Fars to sustain his rule in Baghdad was anything like peace and 39 security established . El control central es fuerte en las ciudades, pero la rebelin se extiende fuera de este marco. En el campo abundan los ayyar (errantes), grandes masas populares no n integradas en la sociedad. La vida en la polis, de la que es ejemplo Bagdad40, entra en profunda crisis. De un lado, las rivalidades religiosas marcan la convivencia. De otro, Bagdad inaugura un perodo de decadencia y abandono que va a continuar hasta alcanzar un estado ruinoso como 41 nos lo describe al-Muqaddas, del que tratar de sacarla Muizz alDawla en 350/ 961 y, tras l, Ad al-Dawla, quien emprende una ud amplia renovacin de la ciudad:En este ao (369/979), Ad al-Dawla orden la ud reconstruccin de las viviendas y zocos de Bagdad, que se encontraban en mal estado, unos por incendio y otros por su demolicin, no restando de ellas ms que un amasijo de tierra. Comenz por ordenar la restauracin de las mezquitas pblicas, tambin en estado de mxima devastacin, para lo que gast inmensas sumas de dinero. Procedi primero a la demolicin de lo que quedaba de los edificios, para reemplazarlos por slidas39

Hugh N. Kennedy, The Abbaside Caliphate: A Historical Introduction. En J. Astiany, Abbaside Belles-Lettres. Cambridge, Cambridge University Press, 1990. (The Cambridge History of Arabic Literature). 40 Sobre Bagdad en este perodo ver Guy Le Strange, Baghdad durning the Abbside Caliphate. Oxford, Clarendon Press, 1924; Marius Canard, Bagdad aux IVe si de cle lHgire (Xe Siecle de lEre Chrtienne), Arabica, IX (1962), 267-87; Robert Brunschvig, Mutazilisme et Asharisme a Bagdad, Arabica, IX (1962), pp. 345-56. 41 Vase Ahsanu-t-Taqasim fi Marifat al-Aqalim. Edicin de G. S. A, Ranking y R. F. Azoo. 2 ed, Frankfurt, Institute fur Geschichte der Arabisch-Islamischen Wissenschaften, 1921. (Coleccin Islamic Geography, vol. XXX), p.120.

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construcciones, elevadas y bien decoradas. Orden que sus administradores, muecines, im mes y recitadores cornicos fueran pagados regularmente y dispuso lo necesario para la manutencin de aquellos forneos o pobres que se refugiaran en las nuevas mezquitas. Todas estas cuestiones haban sido descuidadas en los ltimos tiempos y nadie reparaba en ellas. Seguidamente, dispuso la reconstruccin de las mezquitas, tambin en terrible estado, situadas en los arrabales de Bagdad, ponindolas de nuevo en funcionamiento. Tal tarea la puso en mano de profesionales capacitados, los cuales eran controlados por un inspector de los ales. Paralelamente oblig a los dueos de las propiedades que haban sido vctima de incendios y que se destruyeron durante los enfrentamientos a que reconstruyeran de la mejor manera posible tanto su estructura, como su terminado y decoracin. Quien no pudiera hacer frente al gasto generado, podra adquirir un prstamo del Tesoro, que devolvera cuando sus circunstancias fueran ms favorables. A aquel en quien no se confiara o estuviera ausente se le design un albacea a quien se permita tener acceso a la cantidad debida. Bagdad fue reconstruida y recobr su tradicional brillo42.

Tras la desintegracin del Imperio surgen otros centros donde se concentra el poder poltico y administrativo, tales como Jorasn, Alepo y El Cairo, que se convertirn en centros culturales de suma importancia, fuente de ulemas, filsofos y hombres de letras, aunque Bagdad seguir siendo foco de una intensa actividad cultural. De entre todos los temas, la vida religiosa merece mencin aparte. El hecho de que los nuevos soberanos sean chies no implica en s novedad alguna en la vida de una sociedad caracterizada por los continuos enfrentamientos interconfesionales, confesiones estas en pleno proceso formativo. As, frente a un poder central sunn, se erigen incontables movimientos de contestacin chies: los ismaeles que se extienden en el Norte de frica, el gobierno chi de los 43 hamdanes en Mosul y luego en al- m o Siria , los crmatas en 42

Ibn Miskawayh, Kit tarib al-umam. Edicin de H. F. Amendroz y D. S. b Margoliouth. Oxford, Fox, Jones and Co. Kemp Hall Press, 1921 vol.V, pp.404-405. 43 Al- m: La zona izquierda, frente al Yaman, la derecha, tomando como referencia la zona central de Arabia, revela un uso temprano del trmino Bil al- m que d abarcaba lo que en el siglo XX se vino a conocer como la Gran Siria, que inclua las modernas Siria, Lbano, Jordania,Israel, Cisjordania y las hoy provincias turcas de

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Bahrein, los zaydes en Yemen y los fatimes en el Norte de frica. Demogrficamente, y aunque es difcil de precisar, el mapa confesional de la poblacin actual no coincide con el de aquel momento44. S parece que Bagdad posea una fuerte comunidad chi concentrada esencialmente en el barrio de Karj. Por otro lado, los soberanos buyes, aunque no fuerzan a la conversin, favorecen el chismo e impulsan toda una serie de actos religiosos que han 45 perdurado hasta nuestros das , como la celebracin de la Ar `, celebrada por primera vez en 352/963. Veamos como lo relata Ibn alAt r:El da diez de muh a rram de este ao al-Muizz al-Dawla orden a la gente que cerrara sus tiendas, cesaran la actividad de compraventa en el zoco, y que salieran a llorar en las calles, vistiendo mantos de fieltro (iqb que salieran las mujeres con sus cabellos sueltos, sus b); rostros ennegrecidos, sus ropas desgarradas; que las plaideras se pasearan y se flagelaran sus caras por la muerte de H usayn bin Al , que Al los tenga en su gloria. La gente as hizo y los sunnes no pudieron impedirlo, debido al gran nmero de chies en la ciudad y a 46 que el Sultn estaba de su parte .

Hatay (Iskandar Gaziantep y Diarbakir (Diy Bakr) (cf. H. Lammens- C. E. n), r Bosworth, Al- m, EI 2, vol. IX, pp. 261-273). 44 Los chies eran normalmente minoritarios en los grandes centros urbanos a excepcin de Qumm, Kufa, K y Rayy. Irn, Jorasn eran chies, a excepcin de Nisapur y n Sabziv Shiraz, Isfahn y el sureste de Irn era sunnnes, frente a Daylam, T r. abarist n y El oeste de Irn era una mezcla de ambas confesiones: sunnismo en urn; Hamad frente al chismo extremista de las montaas. El norte de Iraq y Azerbaiyn n, dominaba la sunna, mientras que la mayor parte del sur iraqu a excepcin de Basora era chi; En Siria, gran parte de la franja del desierto era ismael, mientras que Damasco segua fiel a la sunna. En Egipto, a pesar de poseer un gobierno ismael, el pueblo segua fiel a la sunna; en el Hiyaz y Yemen el chsmo era importante, aunque en aquel estaba siendo absorbido por el sunnismo. En el Golfo los crmatas eran muy importantes, pero tambin se hallaban importantes reductos de chismo duodecimano (cf. Moojan Momen, An Introduction to Shii Islam. The History and Doctrines of Twelver Shiism, New Haven y Londres, Yale University Press, 1985, p.83). 45 De entre estas iniciativas, la construccin de altares en las tumbas de los im mes y la costumbre de peregrinar a ellas. La propaganda chi se llevaba a cabo mediante los man j o poetas que recitaran composiciones en honor a Al su familia (v. ibd., qib n y p. 82). 46 Ibn al-At Al- tar r, j al-k . (s.l y s.d.), vol. VII, p. 181. mil

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Segn Cahen: Les Buwahides ont eu en vue na jamais t une perscution des Sunnites par les Shiites-ils avaient des uns et des autres dans leur armmais linstauration dune sorte de condominium abbaside shite, qui liberait ceux-ci de lobligacion dune certaine takiyya, et leur conferat, comme aux Sunnites, une organisation officielle: aux fond ils reprenaient du cot shiite ce qui avait t le rev de plusieurs Abbasides depuis al-Mamun47. Debido a la gravedad de las confrontaciones entre los grupos sunnes de B al-Bas y chies de al-Karj con motivo de las b ra celebraciones religiosas, Ad al-Dawla hace prevalecer su visin ud pragmtica y conciliadora y prohbe las celebraciones con motivo de Ar y al-Gad y la actividad proselitista de los predicadores ` r, 48 populares (qus s. s ) En otro plano, y como hemos mencionado, la decadencia paulatina de la vida poltica y social del Imperio en descomposicin contrasta con el florecimiento de las ciencia, las artes y las letras, captulo este que merece atencin aparte. Pero sigamos brevemente la historia de las dinastas que sirve al-Mutanabb su obra lrica. con

1.2.2. Los hamdanes

En ninguna corte se sinti al-Mutanabb cmodo como tan 49 en la de Sayf al-Dawla . En ella pas nueve largos aos, particularmente prolficos, donde produjo bellsimas casidas. Por ello, la disnasta de los hamdanes guarda un particular inters para nuestra investigacin.

47 48

Buwayhides., p.1391. M. Kabir, The Bawihid Dynasty of Baghdad., p.212. 49 Marius Canard, Histoire de la Dynastie des Hamdanides de Jazra et de Syrie. Argel, La Typo-litho-Carbonell, 1951; R. J.Bikhazi, The Hamdanid Dynasty of Mesopotamia and North Syria. Ann Arbor, University Microfilm International, 1984; Hugh N. Kennedy, Nomads and Settled People in Bil al-Sh in the 4th/9th and 5th /10th Centuries. Actas d m del coloquio sobre Bil al- m f r al-abb , Amn, Universidad Jordana, 1991. d l-as s

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Descendientes de la tribu beduina de los Ban Taglib, establecidos en la Alta Mesopotamia (al- ra) desde poca az preislmica, constituan uno de los cinco grupos tribales que dominaban la regin. Su poder fue utilizado por los abbases en el siglo IV/X en su lucha contra los crmatas del desierto. Aunque se puede considerar al noble y valeroso Ab -lHay ` el fundador de la dinasta y del emirato de Mosul, sern sus dos hijos Abd All b. H n, Nir al-Dawla (317/924-358/969) y h amd s Alb. H n, Sayf al-Dawla (333/945-356/967), los que hayan amd pasado a la memoria colectiva como ejemplo de gobernantes de sus sendos principados, a saber, Mosul y Alepo. N ir al Dawla hereda s una parte del emirato de su padre, aunque consigue expandirlo 50 considerablemente. Sayf al-Dawla arrebata Alepo a los ij des en 333/944 y hacia 336/947 se convierte en dueo de un Estado que comprende la Siria del norte y que, tericamente, pertenece a Mosul. La dinasta hamdan, pese a su origen tribal y beduino, copi el sistema poltico abbas y se apoyaron para gobernar en oficiales turcos. Mientras que Nir al-Dawla ocupa la mayor parte s de su gobierno en tratar de afianzar su autonoma frente al poder califal, ser Sayf al-Dawla el que pase a la historia como ejemplo de virtud y protector del Islam frente a Bizancio. Este idealizado retrato del prncipe hamdan ha sido creado por la literatura, que se ha encargado de ensalzarlo y alabarlo, como nos transmite al-Ta : lib

Los hamdanes son familia de reyes y prncipes, cuyos rostros irradian luz, su lengua se inclina a la pureza, sus manos a la generosidad y su intelecto a la ecuanimidad. Sayf al-Dawla es famoso por su seoro y por ser la joya ms preciosa de la familia. Y es que ha sabido- que alcance la satisfaccin divina - hacer de su reino un paraso en nuestros das y pilar del Islam, debido a que es el protector de las fronteras y resuelve las cuestiones de manera sabia. En sus batallas contra los rabes rebeldes sabe limitar su podero, desenmascarndolos, sometiendo su ferocidad y aspereza para proteger a sus sbditos de sus malos hbitos. Con sus algaradas en50

Dinasta fundada por Muh ammad b. Tug al-Ij en 323/935; v. A. S. Ehrenkreutz, j d K r, EI 2, vol. IV, pp.436-7. f

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las fronteras obtiene venganza de la opresin de los bizantinos, pone 51 fin al mal que suponen y es motivo de mejora para el Islam .

Debido a la generalizada decadencia que asolaba a numerosas provincias del Imperio, Alepo viva una difcil situacin econmica y social. No obstante, Sayf al-Dawla la convierte en un importante centro cultural, polo de atraccin para intelectuales y entre ellos Alfarabi (al-F b m.339/950) y al-Mutannabb r , (m.354/965). Poetas y hombres de letras lo convierten en la reencarnacin del ideal rabe del prestigioso de nobles hbitos, ayj defensor del Islam y de la causa rabe, frente al enemigo Bizancio y a los rabes tribales (ar que desde el desierto amenazan la b) unidad interna. Parece, no obstante, que esta versin no es tan exacta. Normalmente se divide este perodo en dos grandes pocas: la primera, que llega hasta la primera mitad del siglo IV/X, est marcada por el xito tanto a nivel interno como externo. A partir del ao 350/ 961-2, en que sufre serios reveses frente a los bizantinos, pierde gran parte de su territorio, llegando Alepo a ser asediada y arrasada en 351/962, lo que la convierte en vasalla temporal del enemigo. Al tiempo, amenazan a su pueblo las rebeliones internas, la difcil situacin econmica y el acoso de las plagas. Estos y otros hechos impulsan a Ibn H awqal 52a someter a dura crtica la administracin del monarca, quien deja un Estado muy debilitado a su sucesor, Saad al-Dawla (356/967-381/991), a merced de los dos grandes poderes: bizantinos y fatimes y de las rapias de las tribus del desierto hasta que Alepo sucumbe ante los fatimes en 406/1015, y posteriormente se convierte en un Estado semiautnomo regido por otra familia de origen beduino, los mird 53, en 414/1023. sesAbd al-Malik al-Ta al-N b , Yat al-dahr f uar lib s r mat `al-asDamasco, alr. Ma abaa al-H anafiyya, (1887C.), 1304 H., vol. I, p.11. 52 Kit s al-ard b rat . Edicin de Edicin de F. Sezgin., Frankfurt, Institute for the History of Arabic-Islamic Science, 1992. (Coleccin Bibliotheca Geographorun Arabicorum), pp.177-178. 53 Familia perteneciente a la tribu de BanKil b.La dinasta fue fundada por S bin lih Mird Vase S. Shamma, Mird o Mird s. s sides, EI 2, vol. IV, pp.117-125.51

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1.2.3. Los fatimes

Con el perodo fatim se inicia una etapa de esplendor en las 54 tierras egipcias . Si bien nuestro poeta no lleg a Egipto en poca fatim, si lo hizo con el anterior gobierno de los ij des. Pero la dinasta fatim tiene particular inters para nosotros, ya que sus miembros profesan la doctrina ismael, de la cual se desgaja el carmatismo, que se suele atribuir a al-Mutanabb . Ms atrs en la historia, desde 254/868, Egipto conoce un gobierno independiente del poder central cuando su gobernador, Ahad b. T n (m.270/884), aprovecha el caos imperante en que m l viva el Califato -que entonces traslada su capital a Samarra- declara un Estado independiente, que cubre no slo Egipto sino tambin parte de Siria y Palestina y crea un ejrcito compuesto por turcos y nubios esclavos. Aunque los abbases recuperan el control en 292/905, una nueva dinasta constituida por la familia ij de origen iran, d, gobierna de forma independiente entre 323/935-358/969. Desde 349/961 el poder real est en manos de un esclavo nubio, K r55, a f quien elogia y satiriza al-Mutanabb . Los fatimes proceden de una rama del chismo ismael, de un tal Ubayd All que anuncia al mundo que no slo es h, descendiente de Al Fima, a travs del sptimo Im sino que y m, es el mahd (gua divino esperado). Ubayd All comienza su labor h de proselitismo en Siria, de donde es expulsado por los crmatas, al negarse a creer en sus pretensiones religiosas y polticas. Al-Uqayb (Ubayd?) se traslada a Ifr qriy(Tnez). All se hace con el poder y declara un Califato independiente en 297/910. En un movimiento expansionista, casi un siglo despus, el ejrcito fatim encabezado por awhar se hace finalmente con Egipto (358/969), adonde seMarius Canard, Fimids, EI 2, vol. II, pp.850-864; Bernard Lewis, The Origins of Ismilism. A Study of the Historical Background of the Fatimide Caliphate. Cambridge, W. Heffer & Sons, 1940; Thierry Bianquis, Damas et la Syrie sous al Domination fatimide 359-468/969-1076 JC. Essai dInterpretation des Chroniques Arabes Medivales. Damas, IFEAD, 1989. 55 V. supra, nota 49.54

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traslada el califa fatim al-Muizz. ste instala con su corte en AlQ (El Cairo), recin fundada junto a Fus hira . Los fatimes tenan pretensiones universalistas y su aparicin en la vida del Imperio supone una verdadera revolucin. El anuncio formal de un segundo Califato es una afrenta al poder central, la confirmacin de su absoluta decadencia. Los fatimes rivalizan polticamente con los buyes por el control de la zona entre Egipto e Iraq. Tambin se dan disensiones en el mbito religioso, ya que se enfrentan con stos por la expansin de su influencia entre la poblacin. Este conflicto con Bagdad se ahonda cuando los selyuques toman Bagdad en 447/1050, ya que son sunnes extremos de tendencia h anbal. El gobierno de los fatimes pone a prueba la capacidad de la confesin ismael para adaptarse y conseguir fundar y mantener un Estado. El Egipto fatim ser un ejemplo de buena administracin y prosperidad econmica, de convivencia interconfesional de una lite chi y un pueblo eminentemente sunn, que se ha islamizado lentamente, pero que se aferra a sus creencias. Aunque la poltica religiosa del gobierno pasa por distintas etapas, en general, la fe ismael permanece como creencia de la clase gobernante y El Cairo 56 (Al-Q hira) , junto con la recin inaugurada universidad de alAzhar, como centro de educacin en la nueva religin. Frente a sta, Fus el resto del pas gozan de cierta libertad religiosa, excepto y en tiempos de la persecucin religiosa emprendida por al-H akam (386/996-1021). En el siglo IV/X, Fus una ciudad prspera y floreciente, es heredera de la anteriormente esplendorosa Bagdad, centro cultural , de educacin y de actividad intelectual de enorme relevancia. Egipto haba experimentado una lenta arabizacin, y en estos momentos encontramos una cultura rabe autctona en proceso de expansin. Al-Muqaddasen su descripcin de la capital fatim da fe de la vitalidad de la vida en esta ciudad:56

Rgis Blachre, La Fondation du Caire et la Renaissande de lHumanisme AraboIslamique ou Ive Siecle, Colloque International sur lHistoire du Caire, El Cairo, General Egyptian Book Organization, 1969, pp.95-6; Ayman Fu` F. Sayyid, La Capital de d lEgypte jusqua lEpoque Fatimide: Al-Qahira et al-Fustat, Essai de Reconstruction Topographique. Beirut, Franz Stainer, 1998.

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Ninguna capital puede rivalizar con ella en poblacin, una poblacin compuesta por importantes personajes y gentes de bien. Fussorprende por su comercio, con maravillosos productos, por su nivel de vida, sus perfectos baos, y sus alcaiceras elegantes. No hay en el Islam mezquitas ms frecuentadas, ni gentes mejor engalanadas, ni puertos con ms embarcaciones que los suyos. Es ms populosa que Nisapur, ms majestuosa que Basora, ms grande que Damasco. En ella abundan las comidas agradables, con deliciosas carnes, baratos dulces a base de pltano y dtiles frescos, abundantes verduras y hutab. El agua es ligera y el aire sano. Esta capital es fuente de ulemas. Sus inviernos son templados y sus habitantes prsperos y amantes de la paz, serviciales y sinceros, recitan correctamente El Corn y gustan de hacer el bien, su calidad de buenos creyentes es 57 conocida en el mundo entero .

1.3. ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

Pretender ofrecer un panorama de la situacin religiosa en este preciso momento de la historia entraa una gran dificultad58. De un lado, las diferentes confesiones religiosas musulmanas o sectas estn en pleno perodo formativo, por otro, hacer una reconstruccin de las mismas a travs de las fuentes requiere un esfuerzo interpretativo que exige al estudioso una amplia formacin en el pensamiento y la cultura islmicos y sobre todo tratndose de sectas chies, cuyos textos son esotricos y complejos. Adems, los antiguos rabes escriban muchas veces movidos por simpatas o antipatas y, en numerosos casos, bajo la presin de un poder religioso o poltico.

57 58

Ahsanu-t-Taqasim...,p.197. R. Caspar, Trait de Thologie Musulmane, vol. I. Rome, Pontificio Istituto di Studi Arabi e dIslamistica, 1987; A. Abd al-H d, Dir t f am s -l-firaq wa-l-aq al-isl `id miyya. Bagdad, miat al-Ird, 1967; Mohammad Arkoun, Introduction a la Pense Islamique Classique. En M. Arkoun, Essais sur la Pense Islamique. Paris, Maisonneuve, 1973.

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Dice Adam Mez59 que la distribucin geogrfica de las sectas en el siglo IV era muy diferente de la actual: Basora era sunn y Kufa chi; Egipto y Siria eran sunnes ; Tiberades, Nablusa y la mayor parte de Transjordania eran favorables al sunnismo; Arabia, salvando algunos centros urbanos, era ch. Todo el Oriente, sin embargo, era sunn, con excepcin de Qumm, conocido por su fanatismo chi. Persia era sunn excepto en las zonas lindando con Babilonia o con regiones rabes chies. Es complicado para el hombre contemporneo entender la evolucin religiosa desde la muerte del Profeta. Numerossimas sectas surgen, perecen en el camino, se funden con otras, y es que, segn Ivanov: For him (el musulmn de hace mil aos), law, regulating every aspec of life, not only personal, and family, but also social and political, was inseparably connected with religion60. Y, entre todas las cuestiones, la definitiva sera la dinstica. Segn Mohamed . Yabri, en este perodo lo que esta en juego es la orientacin de lo que va a ser la propia cultura raboislmica. Los distintos grupos confesionales luchan por imponer su influencia poltica y su propia concepcin del mundo: As pues, la aristocracia persa, utilizando su tradicin religiosa y cultural zorostrica, maniquea y mazdea, haba emprendido una ofensiva ideolgica global destinada a desacreditar la religin rabe para, de este modo, derrocar el poder y el Estado rabes. El joven Estado abbas hizo frente a estos ataques promoviendo el movimiento mutazil, haciendo suyas sus ideas y promocionando, a travs de la traduccin, la difusin de las obras cientficas de los enemigos 61 tradicionales de los persas (Bizancio y Grecia) . Aqu habra que preguntarse sobre la esencia de este conflicto, concebida como una forma de ver el mundo y concebir el ms all, o como el deseo de dominar e imponerse por la fuerza.59

Adam Mez, op.cit., p.60. Vase la opinin de M.Moomen citada anteriormente (n.44). Sera interesante hacer una revisin documentada de esta cuestin para estudiar su evolucin a travs del tiempo. 60 Wladimir Ivanov, Early Shiite Mouvementes. Bombay, Royal Asiatic Society, 1941, p.2.61

El legado filosfico rabe: Alfarabi, Avicena, Avempace, Averroes, Abenjaldn, lecturas contemporneas. Madrid, Trotta, 2001, p.50.

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Parece que en la definicin de las distintas sectas las circunstancias polticas han desempeado un papel fundamental.

1.3.1. El sunnismo

Hacia 950 ya exista un acuerdo tcito sobre lo que era la sunna del Islam aunque todava estamos hablando de un perodo formativo, en el que existan agudas rivalidades entre escuelas 62 legales y teolgicas . En ese sentido, el trmino no estaba generalizado. Opina M. Watt que: By 950, despite these continuing rivalries, there was in actual practice a wide area of agreement. It was the matters falling within this area of agreement that gave stability to the intellectual structure. This wide agreement also coincides with a deep underlying loyalty to the community of Islam, a loyalty which seldom found expression, but which must have been a potent factor making for unity and homogeneity 63. Este debate entre escuelas y tendencias de lo ms extremas entre s viene marcado por dos hechos fundamentales: la influencia del saber traducido de otras culturas y los grandes acontecimientos histricos que marcan el devenir de las distintas corrientes. Pero para situarnos debidamente, primero debemos hacer un breve resumen sobre la situacin de la transmisin de saber 64 religioso, bsico para todo desarrollo posterior . En primer lugar, la62

Henri Corbin, Histoire de la Philosophie Islamique. Des Origienes jusqua la Mort dAverros. Con la colaboracin de Seyyd S. Nar y Osman Yahha. Paris, Gallimard, 1964. (Versin espaola: Historia de la filosofa islmica. Traduccin de A. Lpez, M Tabuyo y F. Torres Oliver. Madrid, Trotta, 1994); Abdurrahmn Badawi, Histoire de la Philosophie en Islam. 2 vols. Paris, Librairie Philosophique, 1972; Montgomery Watt, The Formative Period of Islamic Thought. Edimburgo, The University Press,1973, pp. 279-318; George Makdisi, The Sunn Revival. En D. S. Richards, Islamic Civilization..., pp.155-168; Miguel Cruz Hernndez , Historia del pensamiento islmico. 2 vols. Madrid, Alianza Editorial,1981; Joe L. Kraemer, Humanism in the Renaissance of Islampp.6065; M. L. Young, John D. Latham y Robert B. Serjeant, Religion, Learning and Science in the Abbaside Period, Hampshire, Variorum, 1991. (The Cambridge History of Arabic Literature), pp.1-15 . 63 Montgomery Watt, The Formative Period of Islamic Thought..., p.317. 64 Vase Salvador Gmez Nogales, Sunn Theology. En M.J.L.Young, John Latham y Robert B. Serjeant, Religion, Learning and Science..., pp. 1-15 y P. W, Baxer, Islamic Legal Literature.En ibd. pp. 139-154.

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recoleccin de la tradicin de Profeta o hadiz (h t) parece haber ad finalizado hacia mediados del III/IX. Debido al volumen de hadices en circulacin, no todos ellos de igual valor. Los muh addit o n tradicionalistas haban hecho sus propias selecciones, entre las que se van a imponer seis libros por su autoridad, entre ellos el de Buj r (m. 256/870) y Muslim (m. 261/875). A raz de este esfuerzo de recoleccin y formacin de lo que deba ser la sunna o prctica generalizada, (concepto este de origen rabe y, por tanto, fcilmente adoptable por los creyentes rabes musulmanas), se desarrollan las escuelas legales65. Al principio estas escuelas surgen en distintas zonas por consenso de una mayora, conforme a las tradiciones locales. Paulatinamente se transforman en escuelas vinculadas a un maestro. Las de AbH fa (m. 150/769) y su rival, Sufy al-Tawr an n (m.161/778), en Kufa. En Medina y Egipto domin la escuela de M b. Anas (m. 179/796) y al- fi(m. 204/820). En Siria, lik encontramos desde poca omeya a los seguidores de al- Awz (m. 155/ 774). Otras escuelas atribuibles a maestros son la de Ahad m b. H anbal (d. 241/855) o la escuela z fundada por D d bin hir w 66 Jalaf (m. 267/884) . El primero en desarrollar un mtodo hermenutico basado en los hadices y el Corn fue al- fipor lo cual se sita en esta , poca, principios del III/IX, el surgimiento de las primeras escuelas seguidoras de maestros. Fue la sistematizacin de estudio de la a lo que permiti un acercamiento entre ellas. El hecho de ar cultivar una disciplina en comn: us al-fiqh o (principios de la l jurisprudencia) hace que vayan salvando diferencias y que para esta poca sean cuatro las que prevalezcan, las mismas que han perdurado hasta nuestro das, a saber, la h anaf extendida en aquellos das en Bagdad, la h anbail, la m en Basora, el Magreb lk y Al-Andalus y la fi en ciertas partes de Oriente y promovida por los buyes en Mesopotamia. La quinta, la z hiriyya estaba extendida65

Para esta tensin entre escuelas doctrinales en esa poca, vase Adonis (Ad s, Al n Ahad Sa Al-t wa-l-mutah m d), bit wwil. Bah -l-ittb wa-l-ibd inda al-arab. 4 ed. t f Beirut, D al-Awda, 1986 (1 ed. 1977), vol. II, pp.13 y ss. r66

As resume el debate Montgomery Watt, The Formative Period of Islamic Thought..., pp. 260-261; E. Chaumont, al- fiiyya, EI 2, vol. IX, pp.185-189;

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en Mesopotamia e Irn. Este saber religioso se impartir desde el siglo XI en una institucin formalmente reconocida de la madraza o madrasa. Tambin desde la mitad del siglo III/ IX nos encontramos con que el principio rector de la organizacin de este saber, es decir, taql vs. i d67, ha adquirido su definicin final. Por taql d tih d entendemos la aceptacin o sumisin a una autoridad, mientras que i d significara una confrontacin creativa con los textos de la tih Revelacin. A principios del siglo IV/X parece unnime la aceptacin de que, una vez finalizada la resolucin de los grandes problemas jurdicos a manos de los grandes alfaques, se cerraba la puerta del razonamiento independiente, lo que no implica que si se planteara un problema nuevo no se recurriera de nuevo al i d. Asimismo hay tih que advertir que los alfaques distinguan entre i d mu (el tih laq acto creativo por el cual los im mes fundadores crean un corpus legal islmico) y el i d f tih -l-madh (o desarrollo creativo de la ley b en el seno de las grandes estructuras del madhab o escuela) Este ltimo tipo, asociado con el taql ser el que prevalezca en el d, 68 tiempo . Frente a estos principios rectores, la bida o innovacin siempre ser rechazable. En el caso de la sunna, tras la formacin y consolidacin de este corpus legislativo y de la tradicin, junto el de las distintas disciplinas que entran en estos mbitos, muchos hablan de esclerosis del pensamiento religioso. A esto contesta Garcini: Jusquau XIIIe sicle on observe plutt une continuit des volutions hormis dans certains domaines qui sont intrinsquement ou accidentallement lis a la rptition. Cest le cas des sciences du hadith [...]. La thologie spculative progressivement intgra des notions philosophiques dans son appareil conceptuel, mais sa

67

N. Calder, Tak EI 2, vol. X, pp. 148-9; D. B. Macdonald, Idjtih EI 2, vol. III, l d, d, pp.1052-3; M. Das , Al- i d wa-l-taql Qatar, D al-Taq 1986; I d wa q tih d. r fa, tih taql (Nmero especial), Islamic Law and Society, 3,2 (junio,1996); Un excelente d, resumen del estado de la cuestin viene recogido Jean Claude Garcin (et al.), tats, Societs et Cultures, vol. III, pp 185 -188. 68 N Calder, Tak l d..., p.148.

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mfiance a lgard de la philosophie, voire son opposition, la priva 69 peut-tre dun possible renouveau . Esta consolidacin de las escuelas no supone en absoluto el cese de la confrontacin de la concepcin sunn del Islam con las nuevas formas de pensamiento religiosas, que a menudo buscan un fin poltico, surgidas tanto dentro de la misma ortodoxia sunn del Islam como entre los innumerables grupos chies.

1.3.1.1. El kal m

El kal (la palabra) surge de la confrontacin con la m tradicin helenstica a mediados del siglo I/VII del Islam. El kal m tiene un segundo sentido de teologa racional y especulativa y sus especialistas reciben el nombre de mutakallim o telogos n racionalistas. Parece que el kal m, como disciplina bien estructurada, surge en el Califato de H n al-Rad (170/786r 193/809), con los dos grandes mutakallimes: Ibn al-H akam (m. 180/795-200/815) y D r bin Al-`Amr (m. 200/815). ir Aunque este autor es contemporneo del fundador del iztiz el telogo y asceta Wil b. al-A`70 (m.131/948-9), ambos l, s movimientos teolgicos deben ser diferenciados, ya que este ltimo conforma una escuela aparte de teologa, con una serie de principios de los que partir para posterior elucubracin, y por los cuales se consideraban a s mismos escuela aparte. Sin embargo, ha existido cierta confusin entre ambos grupos y, en general, se ha considerado a la mutazila como un amplio grupo que abarca en su seno a todos aquellos dedicados al kal m.

69 70

Jean Claude Garcin (et al.), op.cit., vol III,pp. 192-3. Sobre la discusin acerca del origen real del itiz ya que se duda de la personalidad l, del fundador, entre W il bin A` y su segundo, Amr b. Ubayd (m.144/761). V. ibd., s pp. 209-214.

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El itiz 71 surgi hacia mediados del siglo II/VIII, entre los l denominados mutazil (o aquellos que se separan), a causa de n una discusin teolgica con el predicador al-H asan al-Bas r (m.110/728), sobre si el musulmn pecador permanece o no en la comunidad. Los mutazil sostienen que el creyente se convierte n en f es decir, situado en un rango intermediario. sik, El itiz florece como movimiento intelectual en el perodo l de H n al-Rad y tiene como fundamento los cinco principios r bsicos conocidos de: al tawh (o unidad divina, carente de atributos d divinos), adl (justicia divina, por la cual Dios no quiere ms que hacer el bien), al-wad wa l-wa (promesa de castigo al pecador); d al- manzila bayna al-manzilatayn (la postura intermedia del pecador) y al `amr bi l-mar wa l-nah al-munkar (el mandato de hacer el f an bien y la prohibicin de hacer el mal). A pesar de ello, el itiz se l caracteriz por la extrema diversidad doctrinal que, si bien generalmente distribuida segn las dos grandes escuelas de Basora y Bagdad, sus estudiosos llegan a concepciones teolgicas en algunos casos totalmente opuestas, como fue el caso del rechazo de al-Nazm (m. 221/836) a la teora atomstica adoptada por su to z Ab -l-Hudayl (m. 227/841). Esta falta de unanimidad y la contradiccin interna son las caractersticas ms relevantes del primer perodo del itiz hasta el l, ltimo cuarto del siglo III/IX, considerado su poca dorada, cuando al-Ma`m declara en 219/833 el Corn creado como dogma del n Imperio e instaura la mih o inquisicin contra los opositores, la cual na durar hasta la retractacin del califa al-Matawakkil en 234/848 y su adhesin a las doctrinas tradicionalistas. La despolitizacin del itiz ms su repliegue a los l, mbitos acadmicos, es sntoma de la escasa popularidad de esta forma de pensamiento entre las masas. El perodo de plata mutazil se extiende desde el fin del II/IX a mediados del V/XI tras la asuncin de los selyuques. En este segundo perodo se da una maduracin, con la constitucin de verdaderas escuelas y de un sistema de pensamiento. La oposicin entre ambas escuelas, la de71

Josef Van Ess, Une Lecture a Rebours de lHistoire de Mutazilism. Paris, Geuthner, 1979; D.Guimaret, Mutazila, EI 2, vol. VII, pp.785-795; George F. Hourani, Islamic and Non-Islamic Origins of Mutazilite Ethical Rationalism, IJMES, 7 (1976), pp.59-87.

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Basora y la de Bagdad, se torna ms aguda que anteriormente, como nos ha dejado reflejado AbRad al-N r su resumen sab en de las confrontaciones entre ambas en su celebre Al-mas fi-l-jil `il f 72 bayna al-bas n wa-l-bagd r iyy diyy . Los dos grandes n ayjs van a ser al- (m. 303/915) y su hijo Ab ub -l-Him (m.321/933), quienes la convierten en la escuela de teologa por excelencia. En nuestra poca el itiz penetra en el mbito de la jurisprudencia, con l los h anafes Mu ahhar b. Sulaym y Ab l-H n asan al-Karj (m. , 340/952). A pesar del predominio del itiz en esta poca y su clara l influencia en numerosos hombres de letras e intelectuales, como los gegrafos Ibn H awqal ( m. 376/981) y al-Muqaddas 385/990), o (m. al-Tawh (m. 414/1023), la teologa o kal en su sentido ms d m, amplio, sigue siendo cultivada por los seguidores de Muh ammad bin Karr bin Kullab (m.998-1100), cuya doctrina fue declarada por m Mah al-Gazna oficial de su imperio y sus seguidores. m d Parece que como escuela teolgica es absorbida 73 posteriormente por el a arismo , cuya figura fundadora, Ab -lH asan al-A r ` (m.324/935-6), trata de crear una sntesis entre la corriente tradicionalista y el iztiz Antiguo mutazil, su obra a veces l. puede desorientar al especialista, y fue atacada por ambos extremos, e. d., h anbales y mutaziles. A pesar de toda la oposicin que enfrenta, el a arismo se conviene en escuela fundamental de las tierras arabfonas durante el periodo abbas, y trata de penetrar en la escuela legal fi A mediados del siglo V/XI son perseguidos . por los sultanes buyes frente a la adopcin formal que hacen de su credo los selyuques, recibiendo el apoyo oficial del gran ministro Niz al-Mulk (m.484-5/1092). A su vez, esta escuela se m compromete oficialmente a ayudarles contra los fatimes. Hasta principios del siglo VII/XIV, sus enseanzas se identifican casi totalmente con la ortodoxia.

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Vase Ab Ra al-N b al-MutazilAl-mas fl-jil bayna al-bas n wa-l d s r , `il f riyy bagd diyy Edicin de M. Ziy y R. Al-Sayyid. Trpoli, Mahad al-Inm n. da `al-Arab , 1977. 73 Montgomery Watt, Ash`ariyya, EI 2, vol.I, pp. 717-8; George Makdisi, Ashar and the Asharites in Islamic Religious History. En George Makdisi, Religion, Law and Learning in Classical Islam. Hampshire, Vermont, Variorum, 1991, pp.37-48

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1.3.1. 2. El h anbalismo El h anbalismo es una escuela legal y teolgica, creada por Ahad bin H m anbal (m.241/855), que rechaza todo razonamiento en teologa que no sea una interpretacin de la letra (z del Corn hir) y de la tradicin por medio del razonamiento analgico (qiy y de la s) justa opinin (ra`De igual manera recusa toda ciencia especulativa, ) incluyendo al-kal m. El h anbalismo como escuela conoce un primer perodo, desde la reaccin sunn de al-Matawakkil (232-47/947-61) hasta la llegada de los buyes (334/945) (etapa formativa), en la que los dos hijos de Ibn H anbal desempean un papel fundamental. Una segunda fase se extiende en el perodo buy (334-447/945-1055), cuando encontramos una escuela activa, con un fuerte apoyo y 75 dotada de un cuerpo doctrinal comparable al de las otras escuelas . En el siglo IV/X el fin ltimo de esta corriente es aunar a los musulmanes bajo un mismo credo y evitar los crecientes cismas, lo 76 cual explica que todas sus profesiones de fe se pronuncien radicalmente contra las distintas escuelas especulativas sunnitas y las sectas chies. Asimismo se dedican tratados de heresiografa a este sujeto, bajo las denominaciones de Maq q al-isl l miyy aln; milal wa l-nih al firaq. al; Quizs el ms importante idelogo de este siglo sea Ubayd All bin Ba (m. 387/997), cuya profesin de fe (Al-Ib alh a na 77 sag ra) se convierte en un tratado de ideologa h anbal. Pero sus representantes son numerosos, como Ab Abd All bin H h mid (m.403/1012), del crculo del califa al-Q (m. 422/1031) y el suf dir Ab usayn bin Sam (m.387/997), cuyas enseanzas son -l-H n74

74

Henri Laoust, bilaEI 2, vol. III, pp.161-6; George Makdisi, LIslam Hanbalisant. H an , Paris, Geuthner, 1974; Un excelente resumen de este movimiento en nuestro perodo concreto lo ofrece Henri. Laoust en su introduccin a La Profession de Foi dIbn Ba a..,op.cit. 75 La herencia de esta escuela ha llegado hasta nuestros das, particularmente a travs del movimiento reformista de Ibn Taymiyya (m.728/1328), el wahabismo saud y la salafiyya moderna. 76 Ver ibd. . pp.117-8. 77 Ubayd All bin Ba Al-iIb an a al-firqat al-niya wa munabat al-firaq h a, na ar al-madm ma. 2 vols. Beirut, D al l, 1988 r

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prohibidas por Ad al-Dawla para aminorar la crudeza de los ud enfrentamientos nterconfesionales. En el mbito poltico, el h anbalismo es un potente factor movilizador de la poblacin, y director de la lucha antichi en Bagdad en este siglo. A su doctrina recurre en 408/1017 al-Q (381/991dir 381/1031), quien, en un esfuerzo nico y desesperado por frenar la influencia del chismo en la poltica en general y poner freno al desafo fatim-ismael, prohbe el debate teolgico tanto chi como mutazil. Asimismo obliga a los juristas h anafes a retractarse de sus ideas mutaziles pblicamente. En 409/1018 el califa promulga un tratado sobre el Corn creado, amenazando de muerte a aquel que afirme lo contrario. De esta manera hace de la fe h anbal el credo oficial del Estado. Segn Kraemer; This Sunni restoration was no doubt a symptom of the decline of the Buyid dynasty and signified a growing swell of support for Sunni traditionalism.78

1.3.1.3. El sufismo

En este somero repaso de la vida religiosa del momento que nos concierne, no podemos olvidar el sufismo79 (tas awwuf), que, aunque ciertos autores duden de su participacin en la formacin y desarrollo de la doctrina sunn80 , tiene una importante presencia en la vida religiosa, social y poltica del Imperio. El sufismo, cuyos primeros rastros se remontan al siglo II/VII en Kufa, es un movimiento esotrico y asctico que busca a la unin del creyente en Dios. Parece generalizada la afirmacin de que el sufismo crece 81 en ambiente sunn , debido, en gran parte, a la existencia de un78 79

Humanism in the Renaissance of Islam, p.63. J. O. Hunwick, Tas awwuf EI 2, vol. X, pp. 337-56; George C. Anawati y Louis , Gardet, Mystique Musulmane. Aspects et Tendances , Experiences et Techniques. Paris, Librairie Philosophique, 1961; Arthur J. Arberry, Le Soufism: La Mystique de lIslam, Paris, Le Mail, 1988; Claude Bounad, Le Soufisme, al-Tas awwuf et la Spiritualit Islamique. Paris, Maisonneuve et Larose, 1991. 80 Montgomery Watt, The Formative Period of Islamic Thought., p. 263. 81 Vase ibd., p. 263; Henri Corbin, Histoire de la Philosophie Islamique...., pp. 268269; Moojan Moomen, An Introduction..., pp.208 y ss ; Sobre el sufismo de carcter chi

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im mediador entre el creyente y Dios en el chismo. Sin entrar en m debates doctrinales -dada la complejidad de esta doctrina que conoce numerosas formas y escuelas- no slo debido al uso de un lxico especial, sino tambin de una tcnica distinta, la lengua y estilo sufes estn imbuidos de un contenido gnstico (irf y una n) conciencia imaginativa. El sufismo irradia en un principio desde la escuela de Bagdad, ejemplificada por Muh sib (m.243/857), al- unayd (m.298/910) y al-H (m.309/922). Esta poca se caracteriza por all ser la de los grandes tratados de mstica, como Kit al-lim de b ` Sarr (m. 378/988), Kit al-taarruf de Kallab (m.388/998) y Q b d al-qul de Ab al-Makk b T lib (m.386/996). El movimiento lucha por imponerse, aunque encuentra la oposicin de la autoridad poltica y de los ulemas literalistas, lo que culmina con la ejecucin de alH En la prctica, parece que el sufismo, a causa de su all. popularidad, ha contribuido al arraigo de la doctrina sunn, si bien no todos los entregados a esta forma de religiosidad seguan sus ideales. Como respuesta a la degradacin de los tiempos y a los malos hbitos de los sufes, al-Qu ayr (m.465/1072) se ve impulsado a escribir su Ris donde hace una exposicin de la la, doctrina de las distintas tar o escuelas y sus maestros, para qas guiar a los jvenes al correcto camino pues:-Sabed, Al tenga misericordia de vosotros, que se han terminado la mayora de los verdaderos seguidores de esta `ifa (grupo) y, en nuestros das, no queda de ella ms que el rastro, como aqul que dijo: En cuanto a mi tienda, sta es como la vuestra pero las mujeres del barrio no son como la ma.

remitirse a Henri Corbin, Cuerpo espiritual y tierra celeste. Traduccin de A. C. Crespo. Madrid, Siruela, 1996; Henri Corbin, El hombre de luz en el sufismo iranio. Traduccin de M. Tabuyo y A. Lpez. Madrid, Siruela, 2000; Pierre Lory, Alquimia y mstica en el Islam. Traduccin de G. Lpez Anguita. Madrid, Alquitara, 2005.

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El sufismo se ha visto invadido por una laxitud general. Ms bien dira que se ha difuminado. Los ayjs bien guiados han pasado a la historia y son pocos los jvenes que toman de verdad su vida y 82 hechos como ejemplo.

1.3.2. El chismo Con el xito de la revolucin abbas el chismo (de Al at o grupo de Al de lo que se gener el trmino de a) no ve , satisfechas sus aspiraciones polticas y religiosas, sino que sigue sufriendo persecucin83. Pero su fuerza movilizadora est lejos de haber perdido su energa y numerosas son las facciones que se van a aliar en nombre de la causa de Ahl al-Bayt (La Familia del Profeta) desafiando la autoridad central. As nos lo manifiesta AbBakr al84 Juw rizm (m.383/993) en una carta que enva a un grupo chi de Nisapur, testimonio nico de la poca, tras describir la persecucin sufrida con los omeyas:Si deseas hablar mal de los abbases y vers que tienes gracias a Al- motivo para insultar, rememora sus actos asombrosos y no cesars de relatar sus hechos. Cuando se recoge el tributo ( baya) y el botn de guerra (fay), ambos son distribuidos entre daylames y turcos, y entregados al magreb o al fargan de turno. Si entrega su alma un im de los im m mes de nuestra religin o un miembro de la casa del Profeta, nadie acude a sus funerales, ni se decora con escayola su tumba. Por contra, si muere un hediondo de ellos, o un jugador empedernido, un hombre ridculo o mal hallado, asisten a sus funerales hombres de bien y cades, y generales y gobernadores llenan la mezquita. Se considera musulmn a materialistas (dahry )82

Abd al-Kar al-Qu , Al-ris al-qu m ayr la ayriyya. El Cairo, Ma baat al- H n, 1972, ass vol I, p.22. 83 Montgomery Watt, The Formative Period of Islamic Thought., pp.,271-278; E. Kohlberg, From Im miyya to IthnAshariyya, BSOAS, 39 (1976), pp.521-34.I; Jl. Kraemer, Humanism in the Rennaissance of Islam, pp. 65-72; Henri Corbin, Histoire de la Philosophie Islamique..., pp.53 y ss.; K. L Howard, Sh Theological Literature. En , M. L. Young, John D. Latham y Robert B. Serjeant, Religion, Learning and Science ....., pp. 16-32; Wladimir Ivanov, Early Shiite Mouvementes, op.cit; Arzina R. Lalani, Early Sh Thought. The Teachings of Imam Muh ammad al-B qir. Londres, Nueva York, I. B. Tauris & The Institute of Ismaili Studies, 2000. 84 AbBakr Muh ammad bin al -Abb al-Juw s rizm poeta y prosista chi de gran fue prestigio del siglo IV/X.

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sofistas, no parndose a considerar si estudian los textos filosficos y maniquestas. Sin embargo, asesinan a aquellos conocidos por su chismo y vierten la sangre de todo aquel que lleva el nombre de Al []. Las hazaas (a manos de los omeyas), con ser importantes y numerosas, horribles y atroces, son pequeas y escasas comparadas con las de los abbases, quienes construyeron la ciudad de los poderosos y dilapidaron en el pecado y la diversin las riquezas de los musulmanes. Pensar que ellos Al los tenga en la buena senda- son los im mes mahdes y ortodoxos, los que juzgan con la verdad y con ella aplican la ley; la cual es base para la homila que pronuncia el ayj los viernes y conforme a ella los fieles hacen su oracin. Y si bien el chismo se ha reducido considerablemente en Jorasn y ha prcticamente desaparecido en el Hiyaz, en las dos ciudades 85 sagradas, Siria, Kufa y Basora , la ra, y las do