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¿Independencia?, Manuel Castells a La Vanguardia (24/07/2010) Lo que se ha planteado en la conciencia colectiva es el derecho a ser quien se c ree ser Pues sí, dice el 47% de los catalanes según el sondeo del Instituto Noxa para La Van guardia realizado tras la manifestación multitudinaria para afirmar el derecho a d ecidir como nación. Pues no, sostiene el 36%. Nunca el sentimiento independentista había alcanzado un tal nivel. "Bueno", dicen los escéptico-realistas, "¿y qué?". ¿Adónde l eva esta exacerbación nacionalista? ¿Y cómo podrían conseguir la independencia? Este rea lismo ramplón olvida dónde germinan los cambios sociales: en las mentes de las perso nas. La psicología política y la experiencia histórica coinciden en señalar que cuando u na mayoría social piensa algo contrario a lo proclamado en los frontispicios insti tucionales y cuando este pensar se hace práctica, son las instituciones las que ca mbian. Ciertamente, hay resistencia al cambio, frecuentemente mediante represión. Pero si el cambio mental y social es profundo, el cambio institucional acaba teniendo l ugar, en tiempos y formas que varían según los intereses en juego. En Quebec, al fin al se llegó de forma democrática al mantenimiento en Canadá, pero con un alto nivel de autogobierno, tras haber puesto a voto la independencia. En Escocia, de momento gobierna el partido independentista. En Bélgica se considera inevitable la separa ción de Flandes, poniendo fin a un reino unitario binacional que precisamente albe rga la capital de Europa. Pero aquí, ya andamos recordando el artículo 8 y advirtiendo que la sacrosanta Const itución (inteligente arquitectura de compromisos hecha para ser cambiada) es tan i ntocable como la España eterna de esencias mesetarias. Así las cosas, la cuestión de l a independencia como objetivo se transforma en la independencia como proceso. Y teniendo en cuenta el arraigado pacifismo de la ciudadanía catalana, aun en condic ión de rauxa por el pisoteo institucional a su dignidad, la primera expresión de ese independentismo social se podría dar en el sistema político catalán. Las consecuencia s más claras son la nueva hegemonía de Convergència (en menor medida de Unió) y la crisi s del proyecto del PSC como partido bisagra entre socialismo catalanista y socia lismo nacionalista español. Esto conlleva a la liquidación del tripartito en condici ones más tristes de las que en realidad mereció la experiencia. El independentismo p opulista de Laporta no despega (aunque puede cambiar si se radicalizan las postu ras) y la esperanza del independentismo razonable que era ERC se diluye en el mo mento clave en luchas internas y maniobras florentinas sólo comprensibles para los iniciados. E incluso Iniciativa, siempre buena gente, no se decide a entrar de lleno en la lucha por la autodeterminación. Así, parece que Artur Mas tendrá la responsabilidad de canalizar institucionalmente el vuelco ideológico producido en Catalunya. Su tare a no será fácil, porque hay dos peligros. Primero, una fractura ideológica en Cataluny a si se radicaliza el españolismo de un sector minoritario pero amplio de la ciuda danía. No sería el 50-50 de Euskadi pero podría llegar a un 60-40 por las personas ate morizadas ante el avance del independentismo. Aquí, el pacto posible con un Montil la mucho más catalanista de lo que se cree disminuiría el riesgo de enfrentamiento c ivil. El segundo peligro es mayor: utilizar el sentimiento nacional catalán como a rma de negociación de autonomía alternativamente con PSOE y PP como se hizo anterior mente. Dicha estrategia fue útil en su momento para obtener mayores cuotas de auto gobierno, pero no integra plenamente el sentimiento nacional. Y es que mientras desde las instituciones españolas niegan la especificidad nacional de Catalunya, c on anteojos de leguleyos que de tanto legajear se olvidaron de mirar a la socied ad, lo que se ha planteado en la conciencia colectiva es el derecho a ser quien se cree ser y decidir lo que se quiere ser. Esta afirmación nacional no se trapich ea en los pasillos de una política desprestigiada. ¿Y entonces? Aquí hay que recurrir a lecciones de la historia y la geografía en situac iones similares. En último término, lo que ocurre en la sociedad civil es lo que dec

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  • Independencia?, Manuel Castells a La Vanguardia (24/07/2010)

    Lo que se ha planteado en la conciencia colectiva es el derecho a ser quien se cree ser

    Pues s, dice el 47% de los catalanes segn el sondeo del Instituto Noxa para La Vanguardia realizado tras la manifestacin multitudinaria para afirmar el derecho a decidir como nacin. Pues no, sostiene el 36%. Nunca el sentimiento independentista haba alcanzado un tal nivel. "Bueno", dicen los escptico-realistas, "y qu?". Adnde lleva esta exacerbacin nacionalista? Y cmo podran conseguir la independencia? Este realismo rampln olvida dnde germinan los cambios sociales: en las mentes de las personas. La psicologa poltica y la experiencia histrica coinciden en sealar que cuando una mayora social piensa algo contrario a lo proclamado en los frontispicios institucionales y cuando este pensar se hace prctica, son las instituciones las que cambian.Ciertamente, hay resistencia al cambio, frecuentemente mediante represin. Pero si el cambio mental y social es profundo, el cambio institucional acaba teniendo lugar, en tiempos y formas que varan segn los intereses en juego. En Quebec, al final se lleg de forma democrtica al mantenimiento en Canad, pero con un alto nivel de autogobierno, tras haber puesto a voto la independencia. En Escocia, de momento gobierna el partido independentista. En Blgica se considera inevitable la separacin de Flandes, poniendo fin a un reino unitario binacional que precisamente alberga la capital de Europa.

    Pero aqu, ya andamos recordando el artculo 8 y advirtiendo que la sacrosanta Constitucin (inteligente arquitectura de compromisos hecha para ser cambiada) es tan intocable como la Espaa eterna de esencias mesetarias. As las cosas, la cuestin de la independencia como objetivo se transforma en la independencia como proceso. Y teniendo en cuenta el arraigado pacifismo de la ciudadana catalana, aun en condicin de rauxa por el pisoteo institucional a su dignidad, la primera expresin de ese independentismo social se podra dar en el sistema poltico cataln. Las consecuencias ms claras son la nueva hegemona de Convergncia (en menor medida de Uni) y la crisis del proyecto del PSC como partido bisagra entre socialismo catalanista y socialismo nacionalista espaol. Esto conlleva a la liquidacin del tripartito en condiciones ms tristes de las que en realidad mereci la experiencia. El independentismo populista de Laporta no despega (aunque puede cambiar si se radicalizan las posturas) y la esperanza del independentismo razonable que era ERC se diluye en el momento clave en luchas internas y maniobras florentinas slo comprensibles para los iniciados.

    E incluso Iniciativa, siempre buena gente, no se decide a entrar de lleno en la lucha por la autodeterminacin. As, parece que Artur Mas tendr la responsabilidad de canalizar institucionalmente el vuelco ideolgico producido en Catalunya. Su tarea no ser fcil, porque hay dos peligros. Primero, una fractura ideolgica en Catalunya si se radicaliza el espaolismo de un sector minoritario pero amplio de la ciudadana. No sera el 50-50 de Euskadi pero podra llegar a un 60-40 por las personas atemorizadas ante el avance del independentismo. Aqu, el pacto posible con un Montilla mucho ms catalanista de lo que se cree disminuira el riesgo de enfrentamiento civil. El segundo peligro es mayor: utilizar el sentimiento nacional cataln como arma de negociacin de autonoma alternativamente con PSOE y PP como se hizo anteriormente. Dicha estrategia fue til en su momento para obtener mayores cuotas de autogobierno, pero no integra plenamente el sentimiento nacional. Y es que mientras desde las instituciones espaolas niegan la especificidad nacional de Catalunya, con anteojos de leguleyos que de tanto legajear se olvidaron de mirar a la sociedad, lo que se ha planteado en la conciencia colectiva es el derecho a ser quien se cree ser y decidir lo que se quiere ser. Esta afirmacin nacional no se trapichea en los pasillos de una poltica desprestigiada.

    Y entonces? Aqu hay que recurrir a lecciones de la historia y la geografa en situaciones similares. En ltimo trmino, lo que ocurre en la sociedad civil es lo que dec

  • ide la suerte de los procesos de cambio, siempre empujando, y a veces desbordando, los cauces institucionales. Por eso las entidades cvicas convocantes de la manifestacin del 10-J se enfrentaron al intento de las instituciones de liderar el cortejo.

    Un anuncio de los tiempos venideros: o los partidos e instituciones se suman a esa movilizacin de la sociedad civil, articulndola institucionalmente, o se vern superados por ella. Con qu objetivos? No tiene sentido hablar de programa de independencia, porque si se plantea sera el resultado de un proceso. Lo inmediato es la afirmacin del derecho a decidir, o sea, a un referndum sobre la independencia vinculante en Catalunya con formas de negociacin con el Estado espaol mediante una reforma de la Constitucin. Pero la oposicin del Estado espaol ser dursima. Yah es donde el proceso se complica, porque, bloqueadas las vas institucionales, slo queda la desobediencia civil.

    Se habla estos das en Barcelona de pagar los impuestos en una cuenta propia de Catalunya sustrayndolos al Estado espaol, de bloquear el Parlamento espaol en votos clave mediante la ausencia en bloque de los diputados catalanes, de cursar miles de querellas legales contra las decisiones de la administracin central, de boicotear la prensa de Madrid que miente sobre Catalunya, de boicotear Iberia, y otras formas imaginativas de expresar la determinacin pacfica de los catalanes de que a las malas no van a poder con ellos. Porque no es slo una cuestin de identidad sino de bienestar econmico y social, como Flandes en Blgica. Catalunya sabe que puede ser, en el marco europeo, un pas productivo y competitivo hoy lastrado por una Espaa montada, en buena medida, en una economa especulativa de la finanza y el ladrillo, eslabn dbil de la economa europea. La necesaria solidaridad econmica y social de Catalunya hacia una Espaa en crisis requiere como contrapartida un respeto a valores fundamentales de una nacin hoy en da negada y vilipendiada por quienes, en parte, viven a su costa. As no, seores o seoritos. Pas el tiempo del ordeno y mando.