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El lenguaje comienza allí donde la comunicación está en peligro. (Henry MILí..ER, SexusJ 3.1 Lenguaje, lengua y habla Situado el tema del lenguaje en las coordenadas semióucas tal y como se ha hecho en el capítulo anterior, pasamos ya al lenguaje verbal, caract e- rística fundamental de la especie homo Japiens y sistema simbó]jco que es ) sin duda, el más poderoso de cuantos se conocen y el que hace posible la tradición, la historia y la cultura. En 10 sucesivo nos limitaremos al estu- dio de este tipo de lenguaje, y sólo accidentalmente se hará referencia a los lenguajes animales o a los lenguajes humanos de carácter no verbal. El lenguaje verbal, como ya se ha insinuado, es primariamente oral, consiste en sonidos producidos po.r medio de los órganos fonadores; derivadamente, es también escrito, en cuanto lo s sonidos, y ciertas características de éstos, como la intensidad, las pausas entre ellos, etc., son representados por me- dio de marcas visibles sobre algún material. No rodas los lenguajes t!scritos son, desde luego, de este tipo. No hay que olvidar que hay lenguajes es- critos de tipo pictográfico, como el nakhi ya citado o el chino primitivo, cuyos caracteres representan tipos de objetos o situaciones sobre la base de una relación fundamentalmente icónica, como los hay de tipo ideográfico, y tal es el chino actual, cuyos caracteres representan contenidos significati- vos o ideas, pero si n correspondencia con un sistema fonológico determi- nado. Por cierto, esto es lo que permite que los hablantes de disrintos dialectos chinos cuyas diferencias fonéticas les impiden entenderse entre sí, puedan, en cambio, entenderse por medio del lenguaje escrito. Como curio- sidad adicional puede notarse que el japonés escrito incluye tanto caracte- res silábicos como caracteres ideográficos (que originariamente fueron toma- dos del chino y, por tanto, eran pictográficos). Es patente que los lenguajes 48

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El lenguaje comienza allí donde la comunicación está en peligro. (Henry MILí..ER, SexusJ

3.1 Lenguaje, lengua y habla

Situado el tema del lenguaje en las coordenadas semióucas tal y como se ha hecho en el capítulo anterior, pasamos ya al lenguaje verbal, caracte­rística fundamental de la especie homo Japiens y sistema simbó]jco que es) sin duda , el más poderoso de cuantos se conocen y el que hace posible la tradición , la historia y la cultura. En 10 sucesivo nos limitaremos al estu­dio de este tipo de lenguaje, y sólo accidentalmente se hará referencia a los lenguajes animales o a los lenguajes humanos de carácter no verbal. El lenguaje verbal, como ya se ha insinuado, es primariamente oral , consiste en sonidos producidos po.r medio de los órganos fonadores; derivadamente, es también escrito, en cuanto los sonidos, y ciertas características de éstos, como la intensidad, las pausas entre ellos, etc., son representados por me­dio de marcas visibles sobre algún material. No rodas los lenguajes t!scritos son, desde luego, de este tipo . No hay que olvidar que hay lenguajes es­critos de tipo pictográfico, como el nakhi ya citado o el chino primitivo, cuyos caracteres representan tipos de objetos o situaciones sobre la base de una relación fundamentalmente icónica, como los hay de tipo ideográfico, y tal es el chino actual, cuyos caracteres representan contenidos significati­vos o ideas, pero sin correspondencia con un sistema fonológico determi­nado. Por cierto, esto es lo que permite que los hablantes de disrintos dialectos chinos cuyas diferencias fonéticas les impiden entenderse entre sí, puedan , en cambio, entenderse por medio del lenguaje escrito. Como curio­sidad adicional puede notarse que el japonés escrito incluye tanto caracte­res silábicos como caracteres ideográficos (que originariamente fueron toma­dos del chino y, por tanto, eran pictográficos). Es patente que los lenguajes

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3. ¿De lo abstracto a lo concreto o de lo concreto a lo abstracto? 49

escriros de tipo ideográfico, y a larl¡ori los de tipo pictográfico, constitu­yen recursos tan especiales que se desvían en aspectos importantes de las ca racterísticas propias del lenguaje verbal, más aún que los lenguajes es­critos de tipo alfabético. Por ello, cuanto digamos, en general, sobre el lenguaje hu mano irá básicamente referido al lenguaje oral.

Vale la pena recordar aquí que el lenguaje hablado no es la única rea­lización sonora del lenguaje humano. Hay talTlbién el lenguaje si lbado. El lenguaje silbado ha sido caracterizado como «una versión acústicamente simplificada del lenguaje hablado» , del cual conserva el vocablda rio y la sintaxis, y en una gran medida la fonolog ía (Busnel y Classe, Whistled LOI1-

I!,uoges, p. 108). Los lenguajes silbados consti tuyen realizaciones foné ticas del lenguaje verbal más simples que el lenguaje hablado, respecto al cual resultan complementarios. Por ello, los lenguajes silbados parecen haberse desarrollado preferentemente en lugares de geografía quebrada y entre pas­tores, que encuentran en el los un medio más apto para la comunicación a distancias medias (hasta un par de kilómetros). Aunque se h.; señalado la existencia de unos treinta lenguajes si lbados distintos, los que mejor se co­nocen son el mazateco, que se emplea en una región de México por los indios del mismo nombre; el que se uüliza en Aas, pueblo del Pirineo francés; el de la región de Kuskoy, en Turquía, y el llamado silbo de la is la Gomera, que antaño estaba extendido por todas las Canarias. Natural­mente, lo que se si lba en cada lugar es el lenguaje de la zona , quiero decir , entre los maza tecas la lengua mazateca , en Aas el dialecto francés local (que tiene influencia s del español), en Kuskoy el turco y en la Gomera el castellano. Las diferencias más dignas de mención son que el maza teca silbado se basa en el tono, es un lenguaje tonal, mientras que los otros tres ejemplos citados se basan en la art iculación, son lenguajes articulados. Según parece, el grado de inte ligibilidad de estos lenguajes para sus usuar ios es normal , teniendo en cuenta el papel que juega el contexto extrali ngüís tico en cada episodio de comunicación, pues es, por otro lado, patente que, debido a su simplicidad fonética, estos lenguajes tienen un grado de ambi­güedad mucho más alto que el que puede encontrarse en los correspondien­tes lenguajes hablados (véase la obra ci tada de Busnel y Classe y El silbo gomero, de Ramón Trujillo).

Hay que mencionar, finalmente, que se ha hablado también de un len­guaje mental; ya hemos tenido contacto con es te concepto al discut.ir la teoría de Occam, y se tra ta indudablemente de una categoría que, bajo un nombre u otro, ha tenido vitalidad bastante para es tar presente en la fi lo­sofía desde Aristóteles, por lo menos, hasta nuestros días. Pero trátase también de una categoría tan polémica y espinosa que no me parecería aceptable dar por supuesto su utilidad ni su capacidad explkativa, de manera que nada de lo que en lo sucesivo se diga debe entenderse referido al len· guaje mental a menos que este concepto haya sido explícitamente in trodu­cido. De hecho, una buena porción de los problemas que habremos de dis­cutir giran en torno a esta supues ta forma de lenguaje, cuya función es

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50 Principios de Filosofia del Lenguaje

primordial para el problema de las relaciones entre el pensamiento y el lenguaje.

Hablando ya, por tanto, del lenguaje verbal, y primariamente de su forma oral, Jo primero que hay que decir es que tal lenguaje puede enten­derse en principio corno una facultad biológica y psicológica que poseen única y exclusivamente los individuos de la especie humana, y que por ello es característica de ésta. Se trata , pues, de algo totalmente natural. El len­guaje, en cuanto facultad, pertenece a la estructura biopsíquica del ser hu­mano, y es producto, en definitiva, de de terminados caracteres alcanzados en el curso de la evolución, entre los que hay que subrayar la complej idad del cerebro y .la peculiar conformación de los órganos fonadores. Todo lo referente a la facultad lingüística es tema de la biología y de la psicología del lenguaje (se dirá algo sobre estos temas en el capítulo quinto).

Pero es ta facultad, con ser común a todos los hombres y característica de su naturaleza, ha dado lugar a una considerable variedad de sistemas verbales o lenguas, que, aunque podrían estar todas ellas últimamente rela­cionadas entre sí lógica e históricamente, constituyen maneras muy diferen­tes de realizarse esa facultad, las cuales son convencionales en el sentido de que están determinadas no por la naturaleza, sino por la cultura y por la historia. Esto es 10 que Saussure llamó lengua (langue), a diferencia de lenguaje (iangage) entendido como facul tad. La lengua para él era «un pro4

ducto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones ne­cesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de. esa facultad en los individuos» (Curso de lingüística general, p. 51). Este pro­ducto social es un sistema de signos, un sistema gramatical, que está «viI:­tualmente existente en cada cerebro, o, más exactamente, en los cerebros de un conjunto de individuos, pues Itl lengua no está completa en ninguno, no existe perfectamente más que en la masa» (op. cit., p. 57). A diferencia de la lengua, el habla (parole) está constituida por el conj un to de actua­ciones lingüísticas individual'es en las que se actua lizan esas convenciones que constituyen la lengua. Al distinguir lengua y habla, afirma Saussure, Sf! dist ingue lo social de lo individual, lo esencial de lo accesorio (loe. dI.).

Bajo su aparente simplicidad, esta distinCión encierra, sin embargo, grandes problemas. Que hay que hacer distinciones de este tipo y que el uso ordinario del término «lenguaje» tiende a ocultarlas, es cosa clara. De­cimos que el lenguaje distingue al hombre del animal (facultad), hablamos del lenguaje castellano (lengua) y afirmamos de alguien que en cierta ocasión utilizó un lengua je muy rebuscado (habla). Es patente la equivocidad de la palabra «lenguaje». Pero la forma en que Saussure explicó las diferencias entre estos aspectos de la re~lidad lingüística ha origin:.tdo un sinfín de encontradas interpretaciones y ha suscitado críticas, algunas de ellas justi4

ticadas. En un importante trabajo sobre es te tema, Coseriu ha pasado re4

vista a una represen tativa muestra de tales interpretaciones señalando los puntos débiles de la dicotomía saussuriana que son responsables de la con­fusión engendrada (<<Sistema, norma y habla», recogido en Teoría del len­gua;e y lingüística general) . Según Coseriu, los tres aspectos fundamentales

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3. ¿De lO abstracto é'I io concreto o ae lo COflcfeto a lo abstracto? 51

del concepro de lengua corresponden a tres clases di fcrc1ll'cs de oposlCión v constituirían, en re,¡Jidad , más bien [res conceptos di st'intos. En rrimer íugar, la lengua como re;ll ithH! psíquicn, puesto que súlamt:: mc existt: en 1:1 mente (aunque S~lu ssure hable más bien del cerebro), y en cu<mlu se op0nc al habla , que es psicofísica. E n segundo lugar, la lengua en cuanto re¡tlidad SOCi¡.ll , puesto q ue SÓlO existe comp!eL'l en ia masa y se impune ;11 individuu ; se opone así u lo individuld, que es el habla. Y cn tercer lugar , la lengua cOlno sistemll func ional dc posibi lidad(.:s que se re,diza en el habhl, lo que, aparen temente , corresponderí<1 a hl oposición entre lo abstracto (leng uH ) y 10 concreto (habla). Aquí h<ly que recordar que para S,¡ussure la lengua en! algo tan concre to corno el haoln (p . 59 del Curso), pero en esto, sin duda, se equivocaba y con ello introducía un elemenLO de incoherencia que sólo podía en turbiar ia perfecta comprensión de lo que es una g ral11;Í1 ica. Saussure afirma de los signos lingüísticos que «no por ser escncialmeme psíquicos son absrracciones», y que el conjunto de asociaciones que cons­ti tuye la lengua «son realidades que tienen su asienro en el cerebro» , y que dichos signos son, por decirlo así , tangibles , puesto que «la esc rirura puede fij:¡rlos en imágenes convencionall.:s» (loc. dt.).

Pero es patente que nada dc CS[Q hace a la lengua concreta, pues si los signos son signos tipo, entonces In lengua es Ul1ll abslracción por mucho que esos signos tipo puedan representarse por escrito, ya que cad;l repre­sentación 110 será otra cosa que un episodio de habla (es de<: ir, de /1(/role, aunque escrita); y si se trata de signos acontecimiento, entonces ya no es­t¡l1110S en el ámbito de In lengua , sino cL!rllllx:nlc cn el del habl:l. Es posible que la lIbicación de la lengua en el cerebro, sobre la que Saussure insiste, contribuya a crear esta ilusión de concreción , otro aspec ro Imís de ese confuso rnenmlismo que ha convertido a Saussure en Lkil pasto p:1I":1 cierras tendencias especu lati vas de la filoso[í¡l francesa.

Por la oIJosición entre lo individual y Jo soci¡¡1 es justamente por donde antes se quiebra la construcción de S¡¡ussu rc . Lo social l..llIcda situ,ldo en el pÍ<1Il0 de lo funcional, y por tafl[O, y ,1 pesal" ele 1<1 imención de Sallssure, en el plano de lo :lbstracro , que es el plano de In lengua , micntr:ts que lo único concre to es el fenómeno purllrnente inJividu:d, el h,lb1:1, cuya ;lrticu­bción con lo social y con lo funcional, y en definitiva con b lengua, qued:l sum ida en la más completa oscuridad. Falta un plano inrcl"Illcdio cnITc lengua y habhl en el que los actos individuales de habla lPleden 1"01"lna1i­zados con· algún grado de ;¡bstmcción, a la ve;!. que se Illues t re oper~lIi va­mente la conexión entre Jo individual y lo socia!' Por cst:t brechll precisa ­menLe se ha prec ipirado también, y con ri.l%ón, la crític:¡ desde e l Cl.lin p O

marxista. Así , Ponúo (Prodll(:úón Lin$!,iiísLica (: ideoLo$!,ía sociaL, pp. lB7 ss.) ha sDorayado la insuficiencia del concepto S<lLlssurj~no de lo social bus­canelo su origen en la perspectiva propia de la sociedad burguesa en la que acríticamente Saussure se sin'la y que le impide manejar las c ltegor ías dialécti<:as neccsmias para el an,ílisis de lo social. Al colocar lo social exclu­sivamente en el nivel de la lengua, lo social queda asumido C0l110 aquel lo ajeno ,'¡ ind iv iduo , regiuo por leyes independientes y manifiesro esencial-

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52 Principios de Filosofía del Lenguaje

mente a través de la constricción impersonal. El habla, puesto que es pro­ducida por el individuo, no tiene, por lo mismo, nada de social, excepto el servirse de la lengua como instrumento. Y así, todo lo referente al acto de comunicación queda encerrado en el ámbito de! individuo y desconec­téldo de 10 propiamente social. En ello ve Ponzio (p. 193) una muestra de la separación ent re lo público y lo privado, caracterís tica de la sociedad burguesa. El habla, ca tegorizada como fen ómeno individual , oculta ideológi­camente el hecho de que las relaciones de comunicación, como todas las relaciones entre individuos, son socia les y como ta l constituyen manifesta­ción de una est.ructura que , si el análisis dialéctico es correcto, es una es­tructura de dominación y por consiguiente es alienante. La posición de Saussure queda facilitada por el hecho de que la lengua, tal y como él la considera, y a pesar de sus declaraciones en contra , es una entidad abs­tracta.

3.2 Sistema y norma

Para resolver esa insuficiencia de la dicotomía saussuriana y paliar su rigidez, Coseriu ha propuesto desdoblar e! concepto de lengua en dos con­ceptos dist intos, pero íntimamente conectados, los cuales, a su parecer, ya están implícitos en el propio Saussure, y sin duda venían siendo de hecho utilizados en la lingüística es tructural : los conceptos de sistema funcional y de sistema normal , abrev iadamente, sistema y norma. Ambos son grados sucesivos de formalizac ión y abstracción realizados sobre la realidad lin­güística concreta que es el hablar.

El primer grado de abstracción es la norma, que contiene todas aquellas estructuras, sean fonológicas , morfológicas, sintácticas o semánticas, que, permitidas por la lengua, son trad icionales y caracterizan a la comunidad , a un subgrupo de la misma , O simplemente al individuo. Pues Coseriu admite tamo una norma propiamente social como una norma ind ividual. Es, si n embargo, la primera la que más interés tiene y desempeña un papel más decisivo en la teoría lingüística, y la que el mismo Coseriu especial­mente toma en consideración, como cuando afirma: «La norma es un siste­ma de realizaciones obligadas, de imposiciones sociales y culturales , y varía según la comunidad. Dentro de la misma comunidad lingüística nacional y dentro del mismo sistema funcional pueden comprobarse varias normas (lenguaje familiar , lengua je popular, lengua li teraria , lenguaje elevado, len­gua je vulgar , ete.) , distintas, sobre todo , por lo que concierne al vocabu­lario , pero él menudo también en las formas gramaticales y en la pronun­ciación» (<<S istema , norma y habla) , p. 98 de Teoría del lenguaje ... ).

El sistema, por su parte, cons tituye un grado ulterior de abstracción en el estudio del lenguaje, y contiene todos aquellos elementos que son «esenciales e indispensables» en la lengua , esto es, el conjunto de «oposicio­nes funcionales) en que ésta consiste. Al pasar del habla a la norma se pres­cinde de fado aquello que es puramente individual , ocasional y momentá-

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neo. Al pasar de la norma al sistema. se abandona todo cuanro es pura repetición y hábi ro individua l (norma individual). así como todo 10 que sea costumbre y tradición del grupo O subgrupo al que el individuo pene­nece:: (norma social).

Distinguir qué aspecros pertenecen al sis rema y cuáles a la norma pue­de ser más o menos fácil . según los casos. Parece claro que las diferencias de pronwlciación que distinguen a unos grupos regionales de arras o a diversos est ratos sociales entre sí son diferencias que pertenecen a la nor­ma, como también lo son, sin duda . las preferencias características de un grupo social frente a otro a la hora de elegi r eorre términos sinónimos. También pertenecerían a la norma. según Coseriu, ciertas formaciones irre­gulares. como «anduve» por «andé». y ciertas construccivnes, como ~~se me» frente a «me se», la cual es a veces tenida por incorrecta.

E n todo caso, no es competencia nuestra entrar en los detalles de la aplicación de la distinción de Coseriu. ni tampoco se aprecia en ello interés 6!osófico. Lo único que ahora interesa es dc6nir cuidadosamente una serie de categorías que son útiles para el análisis del fenómeno lingüístico y de las cuales hemos de hacer uso en el curso ulterior de esta investigación. Concretamente, la diferencia entre sistema y norma me parece importante para corregir las insuficiencias del concepto saussuriano de lengua. y por tanto para sa tisfacer crít icas como las que ya hemos visto. Habiendo tenido. de otra parte, los conceptos de Saussure tanta influencia en la filosofía del lenguaje. y no sólo en la ciencia lingüística. la apor tación de Coseriu me parece digna de puntual mención. Pienso que el conceptO de norma repre­senta un nivel del análisis lingüístico en el que es fácil plantear toda una serie de problemas de índole estrictamente social sobre los que no es pa­sible alcanzar, en cambio, claridad con la mera distinción entre lengua y habla. Por ejemplo. y por 10 que nos puede interesar más cercanamente en una perspectiva filosófica, todos los problemas que se refieren a las rela­ciones ent re el lenguaje y las clases sociales. y que giran en torno al fun­cionamiento del lenguaje como vehículo de la ideología. Desde luego, no se encuentra en el trabajo de Coseriu ninguna sugerencia en este sent ido, y no cabe atribuirle paternidad alguna en el alcance que propongo dar a su conceptO de norma. Pero no se ve tampoco ninguna razón por la que no sea lícito dárselo. La lista de normas que como ejemplo menciona Co­seriu invita a añadir nuevas categorías, como podría ser la de lenguaje de clase. Si cabe distinguir entre un lenguaje familiar . un lenguaje vulgar y un lenguaje literario, con mayor razón podría distinguirse un lenguaje de clase, esto es. una norma lingüística conectada al carácter de clase de un grupo social. y cuya manifestación en el habb. exprese la pertenencia del individuo a esa clase. Tomando el término «clase» en su sentido marxista, 13 norma lingüística de clase sería fundamentalme nte de dos tipos, según caracteri­zara a las clases dominantes o a las clases dominadas. La aspiración a im­poner la norma lingüística de las clases dominantes como el lenguaje total de la sociedad equivaldría precisamente a utiliza r el lenguaje como vehículo de la ideología. De esta manera , lo que es en principio neutral e igua1-

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54 Principios de Filosofía del Lenguaje

mente apto para todas las clases sociales, eJ sistema de la Icnglla, resultaría ideológicamente Jimitado y deformado al utilizarse para la expres:ón de los in tereses de las clases dominantes , dando lugar a un peculiar tipo de nOf­

ma lingüística. Este tipo de norma tendría carác ter semántico, especialmen­te, y se manifestaría tanto en la selección del léxico «aceptable) como en los sentidos y cargas semánticas asignados «normalmente» al vocabulario, y en particular a la porción del vocabulario más apta para la expresión de la ideología (por ejemplo, los términos de evaluación moral, los predicados abstractos expresivos de cualidades individuales, ete.). A este nivd puede, según estimo, plantearse con relativa facilidad toda una serie de problemas sobre el lenguaje que resultan extremadamente complicados dentro de una dicotomía como la de lengua y habla. Son el tipo de problemas que preocu­pan a un autor como Ponzio y que le hacen sent.irse tan incómodo con la distinción de Saussure. Pero sobre [Oda ello habremos de volver con más detalle en un capítulo ulterior.

3.3 Competencia y actuación

Paralela a la distinción de Saussure entre lengua y habla, y parcial­mente coincidente con ella, es la distinción entre competencia (competence) y actuación (performance) introducida por Chomsky como parte importante de su teoría del lenguaje (Aspectos de la teoría de la sintaxis) cap. 1, secc. 1). La actuación, en cuanto uso real del lenguaje en situaciones concretas, pa­rece coincidir suficientemente con el habla en el sentido de Saussure. No así la noción de competencia, pues mientras que la lengua, como vimos, era para Saussure un sistema de signos y de convenciolJes regulativas de éstos, la competencia lingüística para Chomsky no es tanto el sistema, en cuanto inventario o repertorio inerte, sino la interiorización por el hablante de dicho sistema, entendiendo éste, además, fundamenta lmente como un mecanismo generador de [Odas las posibles expresiones correctas de la len­gua. Con esto aspira Chomsky a entroncar, por encima de Saussure, con la concepción de Humboldt, que entendía la lengua como fuerza creadora (enér­geia) más que como producto acabado (érgon).

La competencia es aquello que hace posible la actuación o comporta­miento lingüístico, y que se manifiesta en éste. Esta manifestación, sin embargo, es imperfecta, pues en condiciones reales la competencia y la actuación no coinciden. Cualquier fragmento de habla mostrará, según Chomsky, titubeos, cortes e irregularidades características de todo tipo, truto de las condiciones peculiares del sujeto, tales como el alcance de su me­moria, falta de concentración, distracciones, errores, etc. ¿Cuándo coinci­dirán la competencia y la actuación? Solamente en el caso de un hablante que no se halle afectado por estas circunstancias, que pertenezca a una comunidad lingüística homogénea y que conozca perfectamente ]a lengua que habla (op. cit., pp. )·4). Pero individuo tal no existe en la realidad. Como afirma Chomsky, se trata de un hablante-oyente ideal, y éste es jus-

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t;unente el objeto de la teoría lingü ística. ¿Por qué? Porque como sólo en este caso ideal coinciden la competencia y la acruación, sólo aquí aparecerá clan. mente cJ sistcma de la lengua. Por eso añade Chomsky que <da gra­mática de una lengua aspira a ser la descripción de la competencia inrrín­seca del hablame-oyentc ideal». Por cierto que esto, litera irnt:me, es in­eXi.Kto, o por lo menos confundentc, en la medida en que puede dar a en rcnder que no es la competencia del hablante real la que le interesa al lingüista. En rigor, sin cmbargo, y si se at iende a 10 que parece ser la intención de Chomsky, no hay diferencias entre la competencia de un ha­blame real y la de un hablame ideal. La diferencia estaría en la actuación . Miem ras que la oe un hablame real no corresponderia 6elmente a su comperencia, la de ese supuesto hablante ideal, en cambio, sí correspon­dería. Y cumo 10 único que tenemos accesible de forma di recta en nuestra experiencia es el comportamiento de los hablantes reales, puesto que este comportamiento no mani6esta fielmente su competencia, hay que concluir que debemos dejar a un lado a éstos y ocuparnos únicamente de ese ha­blante ideal en el qu..:: no hay divergencias entre su competencia y su ac­tuación.

La competencia, a diferencia de la actuación y en cuanto que la hace posible, es una rea lidad mental, y de aquí que la teoría lingüística, para ser propiamente ciemí6c3, haya de ser mentalista. Tal menta lismo consis te simplemente en tomar el comporramiento )jngüist ico como dato para el es­LUdio de la competencia, haciendo de ésta, y no de aquél, el objeto de la teoría del lenguaje. A reforzar esra actitud mentalisra tiende la frecuente referencia de Chomsky a la competencia como un tipo de conocimiento, a saber, el conocimiento inconsciente que el hablante tiene de su lengua. La competénciH lingü ística consiste, según esto, en el conocimiento tácito que el hablante tiene de la gramática de su lengua. Esto es importante porgue comporta ya una manera específica de catcgorizar 10 que en principio sólo es una facultad O capacidad lingüística general. Esta facultad es un tipo d~ conocimiento, aunque sea tácito, y con todo lo que ello pueda implicar. El contenido de este conocimiento es la gramática de la lengua de que se tratc , y conocerla tácitamente consiste, al parecer, en tenerla interiorizada. Por eso ChoITlsky pasa en muchos contextos de identificar la competencia con el conocim iento tácito de la gramática, a identificarla con la gramática ~ ,..,..;- P.Af A {'( '-. misma. Así, cunndo escribe que hay que considerar la competencia lingüís- /~~~ <,-' tica, el conocimiento de una lengua, como un sistema abst racto que subyace ,f,§ ~;:.; a la conducta, y que está constituido por reglas que conjuntamente de ter- 1::: ;:::::~"-::-..-::- :::::.. minan la for ma y sign ificado de un número potencialmente infinito de ora- 1--" ln;;l'O 1 :,:. , .A dones, y que tal sistema constituye una gramática generativa (El lengua;e \. - .. -' -y el entendimienlo, p. 62 de la primera edición inglesa). ,"': /

En todo esto hay, por lo pronto, dos aspectos fu ndamentales que dis- "::':~~ .: tinguir cuidadosamente. De un lado, el haber separado de esa forma la competencia y la actuación lingüísticas reservando a la primera el carácter de tema de la teor ía del lenguaje. De otra parte, el haber categorizado la comperencia como conocimiento inconscien te del sistema gramatical de la

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56 Principios de Filosofia del Lenguaje

lengua. Las consecuencias principales de la teoría chomskiana pata la psi­cología y la filosofía del lenguaje derivan de ambos aspectos y de las recí­procas conexiones entre ellos.

Es claro que, al separar así la competencia de la actuación subrayando el carácter mental de la primera, Chomsky ha psicologizado la teoría lin­güística, dejando planteados importantes problemas para los propios psicó­logos del lenguaje. Pero como los psicólogos (y me refiero, naturalmente, a los psicólogos científicos) venían ocupándose fundamentalmente del com­portamiento humano, bien porque, a la manera de los conductistas extre­mados, hicieran de él el objeto único de la psicología, bien porque consi­deraran que el comportamiento es la única prueba empírica suficientemente fiable en psicología, la posición de Chomsky ha producido enorme perple­jidad entre ellos. ASÍ, por ejemplo, en una reciente I ntroducció1'l a la psi­cología del lenguaje, el autor, Pe ter Herriot, menciona el carácter peculiar de la doctrina de Chomsky, y señala dos rasgos que distinguen el modelo chomskiano «de cualquier teoría psicológjca reciente» (cap. 3, p. 73), a sa­ber: en primer lugar, que no recurre a ninguna prueba relativa al compor­tamiento para justificar sus componentes y, en segundo término, que tal prueba no es lógicamente posible, porque si la actuación nunca responde fielmente a la competencia, entonces no es posible inf.erir ésta a partir de aquélla. De lo que concluye el autor que el modelo de Chomsky no es empí­ricamente verificable en principio y que la competencia, así separada de la actuación, no es accesible a la psicología científica.

Aunque son bastantes los que piensan de esta manera, no quiero decir que esa opinión .sea unánime. Hay que recordar que algunos psicólogos . y biólogos del lenguaje, como Miller y Lenneberg, han acogido con entu­siasmo el planteamiento de Chomsky (véase, por ejemplo, Nuevas direc­ciones en el estudio del lenguaje, recopilación de Lenneberg, y la obra de éste Fundamentos biológicos del lenguaje). Pero, en mi opinión, la actitud de estos últimos se ha debido a la significación que la posición de Chomsky tuvo como parte de la crítica al conductismo radical de Skinner, y ha pasado por alto las deficiencias teóricas de la metodología chomskiana . La verdad es que reacciones como la de Herriot hay que atribuirlas al hecho de que Chomsky ha presentado su teoría del lenguaje como una teoría de la competencia lingüística, concebida ésta como realidad mental, y ha dado así la impresión de que 10 dado como objeto para la lingüística sería esa capacidad mental y no el comportamiento lingüístico. De hecho, sin embargo, la competencia no es, dentro del sistema de Chomsky, sino un concepto teórico presuntamente necesario para explicar no otra cosa que el comportamiento de los hablantes, y más concretamente el hecho de que cualquier hablante produce una variedad en principio ilimitada de nuevas oraciones , que establece entre ellas diferentes tipos de relaciones, etc. Jus­tamente por ello hay que suponer que, en condiciones ideales, la compe­tencia coincide con el comportamiento, a saber, en aquellas condiciones en las que se prescinde de la influencia que sobre la actuación ejercen los elementos extralingüísticos como la emotividad del hablante, el alcance de

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su memoria, su grado de cu ltura , posibles afecciones de sus órganos fona­dores, etc. Es deci r, qu(' el lingüist<l , como cualqu ier ot ro científico, abstrae de aquella porción de io dado yue le inte resa lo que le resu lta relevan te, desentendiéndose de lo demás. No de otra manera que lo hHce el fís ico cua ndo construye sus conceptos de movim iento y acele ración abstrayendo estas ca racrerísricas de ot ras que , en los cuerpos reales, interfieren con ellas. Pero Chomsky, como es el caso de muchos orros científicos en diferentes discipl inas, posee ideas mu y confusas sobre las ca racterísticas metodológicas y epistemológicas de su propia ac ti vidad. Por partí r de su oposición a Ski n­ner, que además no es un lingü ista , sino un psicólogo, y por haber aceptado la con traposic ión enrre menle y conduna (conlrapos ición nefast.a si las hay), Chomsky ha creído que la teoría lingüística tiene como objeto lo mental, aproximándola así de moJo peligrosamente confundente a la psicología del lenguaje, hasta el punto de presentar a la primera como una «rama particu· lar de la ps icología cognitiva» (El lenguaie l ' el entend;,niento, p. 1 de la pr imera edición inglesa). .

El hecho es que Skinner, como psicólogo, ha estudiado el comporta· miento lingüístico en su conocida obra Verbal Bchavior, mientras que Chomsky, como lingüi sta, ha es tudiado, y con gran agudeza y penetración, el sistema de la lengua , específicamente el de la lengua inglesa, y der ivada­mente los elementos que pudieran ser comunes a rodas las lenguas, lo que se ha llamado gramátic<l universal , y que consideraremos con más deteni­miemo en un momento ulter ior. Ahora bien, el mero eSlUdio del sis tema lingüístico , en cuanto rea lidad abstraída a partir del comportam iento, no obliga a colocar el sistema en ningú n sitio, y en particular no auto ri za a situa rlo precisamente en la mente humana , como si éste fuera un espacio de tipo peculiar, ni permite otorgarle una real idad propiamente men tal. La decisión sobre este punro habrá que tomarla por razones internas a la psi· cología científica, y la mera consideración, por muy profunda que sea, de esa abs tracción que es el sistema, no puede dar razones suficientes para esa decisión.

Chomsky, por su parte, ha intentado su ministrar tales razones a través del requ isito de adecuación explicat iva , que consiste en lo siguiente. Una teoría lingüís tica, en cuanto hipótesis sobre la estructura del sis tema de una lengua , es descriptivamente adecuada cuando sus descripciones corres­ponden a la intuición del hablante narivo para un conjunto sign ifi ca ti vo de casos cruciales (con independencia de que el hablante sea o no consciente de esa intuición); y es además explicarivameme adecuada cuando consigue seleccionar una gramát ica descr iptivamente adecuada sobre la base de los daros lingüísticos primarios, esro es, sobre la base de los datos que el niño encuentra en su experiencia (Aspectos de la teoría de la sintaxls, cap . 1, secc. 4, pp. 24-26 de la edición original). Así, pues, justificar explica ti va­mente una teoría lingüística resulta muy parecido a justificar por qué el niño adquiere precisamente el sistema de la lengua a la que está expuesto, au nque no sea lo mismo. Chomsky, sin embargo, no riene el menor incon­veniente en dar el pequeño salto necesario para afirmar que el problema

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58 Principios de Filosofía del Lenguaje ...., ~ _.- _ ......

de la adecuación explicat iva «es esencialmente el problema de construir una teoría sobre la adquisición del lengua je, una explicación de las capacidades innatas específicas que la hacen posible) (op . cit) p. 27 de la edición ori ­ginal ). Es deci r , que no lendremus una leuría lingüíst ica completamente justifi cada ¡el menos que contemos con Ll ll~ teoría paralela sobre la adqui ­sición del lenguaje, y además lInfl ten fÍa que recu rra a capacidades innatas de tipo específlc0 (lo que se refie re a este úlr imo aspecto lo veremos en el capítulo quintol. La psicologización , particula rmente en un sent ido men­talista, queda consu lTIild <l d(; una manera (.'videntcmente hábil. pero no por e llo conv incente. Pues al concebi r así el l ipo más fuene de just ificación para una reo ría del lenguaje , se proyectan sobre lH lingüística exigencias LJuc son ajenas al mero estudio del sistema de la lengua y que son más bien pi"Opias de una CIencia como la psicología , que posee su metodología y su marco teórico específicos . En defini tiva, una teor ía sobre la adquisición del lenguaje no es más que una teoría sobre el desa rro llo de ciertos aspectos del componamienro del niño en relación con su medio , a lo que se puede añadir, na turalmen te, ut1n teoría sobre las facultades específicas innatas que lo hacen p05ible; por tanto, lIna parte de la teoría del aprendiza je, algo que es totalmente distinto de la cons trucción de::: una gramática. Diferencia que, por cierto, Chomsky ti ende a oscurecer cuando afi rma que ei niño que está adquir iendo su lengua nativa está construyendo inconscientemente la gramática de esa lengua y, por taoro , inconsciememente formulando una reoría lingüís ti ca (A.I"pectos, Glp. 1, secc. -1 , p . 25 de la edición o riginal ).

Con es to no pretendo negar ni la íntima re/ación que · la psicología del lengua je rie:::n e (."on la li ngü ísrica ni el hecho de que el mayor impulso para esa relación ha venido de /a obra de Chomsky. y ello es cierto hasta tal punto que el término «(psicolingü ística» , que había comenzado a usarse para una psicología del lenguaje especialmente vinculada}' atenta a los desarro-110s de la lingüíst ica, se ha extendido por efecto de la obra de Chomsky y se aplica especialmente a cuanms psicólogos está n en alguna med ida bajo su in Auencia (véase .1- G reene , Psycholingutstics, introducción). Tam­poco hay que entender lo anterior como prej uzgando un juicio determinado sobre la críuca. de Sk inner por Cho msky. Aparte de su exceso de carga emotiva y de posibles malentendidos en cues tiones de detalle, la crítica tenía bás icamente buen sent ido y exte rior izaba una laudable sensibilidad hacia la uni lateral idad y la desmesu ra del conduc ti smo radicul skinneriano. Pero rechazar las ex u·apolaciones doct rinales rea lizadas por Skinner a par­tir de! método conduct ista no ob liga a reto rnar a UIl menta lismo precien­tífico ni ex ime de emplear algún tipo de control empírico cuando se hacen afirmaciones sobre la rea lidad. No es ahora momento de entrar en los de­ralles de esta polémica, que constiwye, en defin itiva, una discusión sobre la metodología aprop iada para el es tud io ps icológico del lenguaje, pero el lector debe recordar , a favor de Chomsky, que el conductismo radical de Skinner deja fuera de su consideración importantes porciones de nuestra experiencia e impl ica una concepción sumamente restri ngida y anticuada de 10 que e~ I~ ciencia (véase, por eiemplo, el mtícu lo de Angel Riviere «(El

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l'Inális is experimenral de la cond ucta y el conduct ismo radica l como filoso­fí¡¡» ); y a favo r de Skinner debe tener en cuen ta que la crít ica de Chomsky eS lá realizada sobre la base de una extrapolación (como lal , inj ustificada) desde los resu ltados del análi sis lingü ís tico formal a los requ isitos de una teoría sobre la adqu isición del lenguaje, para Jo que no ofrece apoyo em­pír ico a lguno (puede ve rse sobre ello los arríclllos recogidos bajo ei título ¿Chomsky o 5killller? La génesis deL lenglla;e y la introd ucción de l recopi­lador , Ra món Bayés).

Siga mos con nuestro tema , q ue es el de los conceptos de competencia y actuació n en cllanro categorías generales para el análi sis de l fenómeno li ngüíst ico. Las ambigüedades y vaci laciones que hemos visto en Cho msky a la ho ra de caracterizar la competencia han or igi nado una serie de propues­tas en el sent ido de d is tinguir va rios tipos de comperencia, cuando no han ll evado pu ra y simplemente a rechaza r la uti lidad del concepto, as í como la de su corre lato, el de ac tuac ión, sobre la base de que ambos términos son hoy más un estorbo que una ayuda (Sampson, The Form 01 Language, pá­ginas 203-204). Ent re las propuestas mencionadas puede ci tarse la de Greene (Psycholingrúslics, pp_ 97-98), q ue d istingue entre un senr ido déb il y Otro fuerte de la com petencia, que aproximadamente corresponden a la adecuación desc rip t iva y a la adecuación expl ica ti va; la de Derwing, que cree encont rar en las obras de Chomsky tres conceplOS di ferentes de com­petencia, a saber: como modelo idealizado de la actuación , como compo­nente cent ral de tal modelo y como ent idad abs trac ta independiente y apar­re de la actuación (TranslormationaL Grammar as a Theory 01 Langllage Acquisition, Cl'lp. 8), y la de Campbell y Wales (<<The Srud y of Language Acqu isitio fl» ), que di stinguen tambi én , a la pos tre, (res concep tos de co m­petencia; en la forma que vamos a ver con mayor detenimiento.

Campbell y W ales comienzan iguHlmente di stinguiendo un sen tido dé­bil y un sentido fue rte de la competencia. En el primer sentido, la compe­tencia t:s aquella capacidad que puede oponerse a la aC función y encon trarse sólo imperfectamente reAejadn en és ta. Pero las diversas capacidades o competencias de los seres humanos pueden estar sujetas a cie rtas li mita­ciones, algunas de las cua les pueden no ser específicas de ¡el capacidad de que se trate. Por ejemplo (y son ejemplos de los autores), la capncidad para el cá lculo nritmé tico está limitada por la cantidad de info rmación q ue el cerebro humano puede manejar en un tiempo dado, pero esrn limitación no es específica de la capacidad de cálculo, si no genér ica para todas las capacidades mentales; o ta mbién , de manera semejante, nues tra capacidad para ca minar está limi tada por la cant idad de (iempo que podemos pasar sin comer o descansar , pero tal limi tac ión es general para tod as las capa­cidades fís icas y no afec ta solamente a la capacidad de andar. Po r e llo podemos excluir dichas limitaciones a la hora de dar una exp licación teórica de estas capacidades, explicación que en esa medida resul tará idealizada, y que nos proporcionará un sent ido más fuerte de esas capacidades o com­pe tencias. De forma análoga podemos, al ex plica r la capacidad lingüís tica , presc indir de limilaciones n(1 específiCl!S, como el alcance de la memoria,

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60 Principios de Filosofía del Lenguaje - -el carácter de las capacidades sensomororas que afectan a la producción y recepción del habla, e tc., llegando así a un concepto fuerte de la compe­tencia lingüíst ica.

Pues bien, Campbell y Wales mantienen que Chomsky, aunque aparen­temenle interesado en caracteri zar la competencia en este sent ido fue rte tes dec ir, la capacidad humana específicamente lingüística), de hecho está operando con una competencia más restringida, a saber, la que queda cuan­do a la competencia en sentido fuerte se le resta la c~pac i dad para producir y entender expresiones no tanlQ gramatic ... les cuanto «apropiadas para el contexto en el que se emplean) (op. cit ., p. 247). El término «cont~xto» incluye aquí lantO el contexto propiamente lingüístico como la situación. Al prescindir del contexto, pa rticularmente deJ contexto de si tuación, la com­petencia queda r.educida a la capacidad para produci r y comprender expre­siones gramaticales, lo que cons ri ruye una reducción desafortunada del ob­jeto de la psicología del lenguaje (o psicolingüíst ica, que para este caso es lo mismo), reducción que de hecho rea li za Chomsky a pesar de haber repa­rado alguna que orra vez en la importancia de esa adecuación entre el uso del lenguaje y la situación (véase AJ-pectos, p. 6 de la edición original, y El lenguaje y el entendimiento, p. LO , también de 1 ... ed ición inglesa). En resu­men, tenemos, según Campbell y W~l les. [res conceptos de competencia lingüís tica. Pr imero, entendida como simple ca pacidad que subyace al com­portamiento lingüístico. Segundo, entendida como la capacidad anterior me­nos las limitac iones inespecíficas; su característica centra l sería la aptitud pa ra emplear expresiones adecuadas al contexto. A esta capacidad la deno­minan competencia de comunicación. Y tercero , 1 ... capacidad anterior, ex· ceptuando justamente esa característi ca, con lo que quedaría lo que ellos llaman una competencia gramatic¡tl, es to es, la capacidad para emplear ex­presiones bien formadas. De ellas es precisa mente la capacidad de comuni­cación la que of rece a la psicología del lenguaje un instrumento más útil para el estudio del comportamiento lingüíst ico.

Pos teriormente. Chomsky, después de quejarse de que el término «com· pe tencia » es confundente porque sugie re «capacidad) (ability), ha recogido una distinción muy semejante a la anter io r . De un lado, lo que llama «com· pe tencia gramatical»> a saber, el estado cognosciti vo que abarca todos aque­llos aspectos de la forma y del significado que pueden as ignarse propia­mente al subsistema de la mente humana encargado de relacionar entre sí las represen taciones de la forma y del significado. Sigue llamando a este subsistema «facultad del lenguaje» , au n reconociendo que esta denomina­ción es un tanto confundente. Por otra parte, la «competencia pragmática» , que es la que subyace a la capacid ad de usar el conocimiento anter ior . jun to con el resto del sistema conceptual , pa ra tales o cua les propósitos. y asu me que es posible , en principio, tener compieta competencia grama­·ti ca l y carecer de competencia pragmáticti . ( Rules and Represent"ations. ca­pítulo 1).

El resumen de la prolija di scusión anterior puede ser éste. Primero, que el concepto de competencia sól0 Tiene buen sentido corno conceptf

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3. ¿De lo abstracto a lo concreto o de 1,) concreto a lo abstracto? 61 - .~

teOrlCO para el estudio de l com ponam iento lingüístico. Y segundo, que, en esa med ida, el concepto de competencia que interesa es el de competenci a de comu nicación, pues si nuestro tema, !o yue encon tr,lnl0S como (hloo, es la conducta lingüís ti ca, no está jusrifi cado prescindi r del contexto. Natural­mente, la competencia a la que se hace referencia es una compt:tcnci¡¡ de co municación específic<lmentc lingüístic<l en el sentidtl hl.lll1<lno , esto es, una competencia de comunicación ve rbal, pues es claro que un:J competencia de comunicación genérica hay que presumirla él l menos en todos los organ ismos vivos en !a medida en qu~ éstos son su jetos de conduc tas semiós icas, segú n se apuntó en el capítulo precedente .

En su ca racter izac ión de la competencia, Chomsky se ha quedado por debajo de sus pretensiones de radicalidad al desa tender la act ividad lingüís­tica y sus ci rcunstancias propias (cfr. Sánche% de Zava b , 1 ndaf!.aciones pra­xiológicas, in troducción y capítu los I y 2). Pero tan pronto como se atiende a ella se re para en que la competencia exige una ca rac ter izació n más com­pleja en el sentido apuntado. E incluso hay razones para d istinguir en ésta dos aspeccos que, además, no coinciden genét icamente, a saber: la capaci ­dad de entender las expresiones verba les y la capacidad para p rod ucirl as; o como las ha llamado Sánchez de Zavala (loe. cit.), la cuasicompetencia de recepción y la cuasicompetcncia de producción, de [as cuales apa rece antes en ei desarro llo infant il la pr imera .

3.4 La creatividad del lenguaje

Cho msky ha afir mado que el uso del lengua je se caracteriza por ser creativo, y que esta creatividad se manifies ta en los hechos siguientes (El lenguaje y el entendimiento, cap. 1, p . 10 de la edición inglesa) . Pri mero, en que el uso del lenguaje ~s innovado r, en cuanto que gran parte de las expresiones que pronu nciamos son totalmente nuevas y no const ituyen una repe tición de las ya escuchadas con anterior idad . ChOlllSky añade, incl uso , q ue ni siqu iera son «semejantes en estructura» (similar in pattern) a éstas, al menos en un sentido út il de «semej ante» y «es tructura» (sen tido que Chomsky no ilus tra n i acla ra). Este hecho sería, según pi tnsa Chomsky, in­compatib le con la concepció n conductista del uso del lenguaje como con­junco de hábitos, y con el recurso a la analogia para explicar la aparición de expresio nes aparentemen te nuevas. No hace falta decir que el inte rés de Chomsky por señalar es ta supuesta creat ividad de la cond ucta li ngüís­tica obedece a su polémica act itud frente al conduct ismo skinneriano.

Chomsky, sin embargo, parece oscilar en la for mulación de su tes is, pues pasa de afirmar, como acabamos de ve r , que mucho de lo q ue decimos es nuevo , o de afi rmar que el número de est ructu ras o pautas (patt erns) es mucho mayor q ue el número de segundos en una vida , a decir que es po­tencialmente infinito (loc. cit.; véase también el comienzo del cap. 1, secc. 3 de A spectos). Pero hay aquí dos cues tiones d istin tas que resultan confu n-

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62 Principíos de Filosofía ·del Lenguaje _._--'~;"'._-_._------ --_._---_._----

didas. Una es la afirmación de hecho, y por tanto comprobable por obser­vación de la conducta lingüísti ca de Jos seres humanos, de que normalmente utilizamos expresiones que no habíamos escuchado antes. Otra es la afir­mación de que el número de expresiones que pueden formarse correcta­mente en un lenguaje es porencialmente infinito. Esta última es una afirma­ción que enuncia una característ ica de los sistemas lingüísticos más bien que del uso de lales sistemas, y para comproba rla basta recurrir a las reglas del s;'= tema , sin que sea relevante ocuparse del comportamiento. De todas fo rmas, las. consecu·cncias de esta afirmación no ticncn por qué ser especial­mente inrercsantcs. Téngasc en cucnta que para que esa afirmación sea verdadcra basta con que no haya límite para la longitud de una oración, de mancnl que siempre sea posible fo rmar una oración más larga que otra dada (y, por consiguiente, aumenta r el número de oraciones bien formadas). Que esro es posible en las lenguas que conocemos parece claro, si sc tiene en cuenta que tales lenguas cuentan con recursos como las oraciones de rehai vo, la conjunción y todos los demás modos de unión de oraciones sim­ples que pueden aplicarse reiterada c indefinidamente a cualquier expresión por larga o compleja que sea. Naturalmente, por encima de cierto orden de longitud o complejidad , una oración se torna en mayor o menor medida improbable, pero esto es ya otro asunto , si bien desde el punto de vista de un estudio empírico puede que sea el asun to que nos interese. Piénsese que, a estos efectos, lo que nos interesa no es tanto las oraciones grama­ticalmente correctas, como tales , sino, de éstas, aquell as que empíricamente pueden ser entendidas, y cuya ut ilización tiene , por ello, un grado apre­ciable de probabi lidad. Pues es patente que una oración de cierta comple: ¡idad o longitud , por ejemplo, con diez cláusulas de relativo en su interior, no es comprendida por un cerebro normal, y por tanto es altamente impro­bable que aparezca en ningún contex[Q. Es evidente que lo que interesa para un estud io del uso del lenguaje son aquelJas oraciones que, además de ser gramaticalmente correctas, pueden ser entendidas. Siguiendo un uso común, podemos llamar a tales oraciones «aceptables». Aquellas oraciones que, aun siendo correctas en un sent ido formal , gramatical , no son acepta­bles, no nos interesan para un estudio como el presente, cn el que lo que cuenta es el uso del lenguaje , del cual se está predicando la creatividad. De hecho, cabe espcrar que nos interesen más aquellas oraciones que, aun no siendo gramaticalmente correctas, son normalmente utilizadas y enten­didas. En resumen, con vistas a subrayar la creatividad del uso del len­guaje, es relevante el hecho de que frecuentemente entendemos y pronun­ciamos oraciones que, lite ralmente al menos, no habíamos encontrado an­tes; pero no es relevante que el número de oraciones correctas sea infinito, pues sólo un limitado subconjun to de éstas pueden empíricamente ser comprendidas y son, por tanto , uti lizadas (cfr. Sampson, The Form 01 Language, pp. 67-70, Y Cooper, Knowledge 01 Language, cap. 6).

A la creatividad en el ambiguo sentido anterior , Chomsky añade un segundo sent ido, aquel en el que puede afirmarse que el uso del lenguaje

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3. ¿De lo abstracto a lo concreto o de lo concreto a lo abstracto? 63 --- ----está «li bre del control de estímulos detectables, ex ternos o imernos» (loe:. d i .. p. I J l. Esta es, aún más que la anterior , si cabe, una tesis íl1li mamenre ligada al a taque con mI el conducrismo y a la polémica con filósofos em pi­ristas como Quinc:, a la que me referiré en un capítu lo ulte rior. Lo ún ico que Chomsky quie re decir es , simplemente, que el uso del lenguaje no está unívocamente determinado por Jos estímu los, lalllO ex ternos como in­lernos. Ahora bien, es lO es igualmen te cierro pa ra otros comporram ientos de l ser humano, e incluso para ciertos tipos de conducta animal , especia l­mente en animales superiores, y Chomsky mismo reconoce que ni con éste ni con el primer sentido de la creatividad hemos ido más allá de los límites de la explicación mecánica. Por ello propone pasar a un tcrcer sentido , que es el que t iene la creat ividad cuando consiste en que el uso del lengua je resul ta ser «coherente y apropiado para la situación » (loe. cit.). Chomsky añade que, aunque no podemos decir de manera clara y definida en qué consiste esro, no hay duda de que tales concepros son significativos , puesto que podemos dist inguir entre eJ uso normal del lenguaje y las expresiones erráticas de un demente o el producto de un ordenador con un componente de azar. E l lector no puede dejar de pensar , en es te punto, que es perfec­tamente posible suministrar mayores precisiones sobre esos conceptos , y que la cuasidogmática forma en que Chomsky se limita a formu lar el as­pecro decisivo de la creativjdad deja ti este concepto sum ido en una vague­dad tota l e injustificada.

Tenemos, en resumen , que el uso del lenguaje es crea ti vo porque es coherente y apropiado con respec to a la situación en la que se da tal LI SO,

y qLle esto diferencia al uso normal del lengua je de las manifestaciones lin­güísticas de un demente o de un ordenador. La cuestión es que o tro tamo puede afirmarse de otras manifestaciones y compor tamientos no lingüíst i· cos, así del hombre como de diversos organismos animales. No sólo el uso normal del lenguaje , sino también el comportamiento normal de un ser humano, la utilización de sus miembros, la posición y mov imiento de su cuerpo, los gestos, erc. , son coherentes y apropiados para la situación en la que se encuentra . Esto, y no únicamente las man ifestaciones lingüís ti cas, constituye el conjunto de los criterios para distinguir a la persona norma l del demente o de la máquina (más claramente en el primer caso; lo de la máquina es distinto porque se trata de una entidad de tipo diferente al del hombre) . Y esto tampoco es privativo del hombre. Dentro de sus pro­pias condiciones de vida y de sus específicos recursos genét icos, cualquier organismo animal se caracteriza por un repertorio de formas de conducta que podemos considerar normales, puesto que son coherentes y apropiadas para la si tuación; no sería , en cambio, normal el componam ienro de ese organismo cuando no fuera coherente ni ap ropiado, por ejemplo , porque se hallara bajo los efectos de determinadas sustancias, estimulaciones eléctri ­cas, etc., según ha podido comprobarse en experimenros con ratas, simios y otros animales. Por consiguiente, la creatividad en es te tercer sentido no caracteriztl particularmente al uso del lenguaje : más bien cflfacrer iz<1 en

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64 Principios de Filosofía del Lenguaje - ---- - -general a codo comporcamiento humano, e incluso animal, que estemos dis­puestos a considerar norma l. Puesto que tampoco en los dos primeros sentidos su ministra un criterio suficiente para ca racterizarlo, ¿qué queda del concepto de creatividad? Lo único digno de señalarse es la caracterís­tica forma l, que el lenguaje natural comparte con los lenguajes artificiales, de no haber límite para el número de oraciones correctas distintas que puede construirse aplicando las reglas del sistema. En este sentido, la creatividad del comportamiento lingüíst ico no es distinta de la creatividad que se manifiesta en la activ idad del matemát ico cuando resuelve problemas de ari tmética o en la ac tividad del lógico cuando deduce teoremas en su cálculo (cfr. Sampson, The Form 01 Longuage, p. 53). Se trata de la crea­tividad que puede atribuírsele al uso de cualquier sistema bien definido (sobre este concepto, véase la sección 4.6). Si efectivamente los lenguajes naturales son sistemas bien definidos, corno parece pretender Chomsky (hay una interesante discusión de este punto por H ockett en El estado actual de la lingüística), parece razonable pensar que es to nos sum inist ra una pista importante para llegar a averiguar cuáles son las características del modo de funcionar el cerebro humano. Pero no parece , en cambio, ofrecer ningún in terés especial para un estudio empírico del uso del lenguaje, y es indu­dable que, en este contexto, las afirmaciones de Chomsky sobre la creati­vidad desenfocan el terna totalmente .

Es curioso que la sobrevaloración de la creatividad por parte de Chorn­sky se produce en conexión con su crítica a la analogía cuando se recurre a ésta para explicar el hecho de que seamos capaces de produci r y entender oraciones nueva5-. Y es cu rioso justamente porque la analogía puede dar lugar a otro sentido de la creatividad que Chomsky no considera, y que se' encuentra más cercano del sentido que usualmente riene ese término en el lenguaje ordinar io. Es la creat ividad propia de la actividad artística, y que consiste en que los productos futuros de tal actividad pueden no encajar del [Oda en una defin ición constru ida sobre I~ base de ejemplos anteriores . Así , por ejemplo, cuando apareció la pintura abstracta , ésta habría sido incluida bajo el concepto de pintura por analogía con la pintura usual, y a pesar de que tal concepto no sería del todo adecuado para esta nueva forma de entender la pintura . De manera semejante, el uso del lenguaje es creat iv) en el sentido de que continuamente extendemos y ampliamos el sentido de las palabras y expresiones a nuevos objetos, fenómenos y si­ruaciones para los cuales , en principio, no eran totalmente adecuadas. Según Sampson (op . cit. , pp. 54 s.), es to corresponde a la concepción del segundo W ittgenstein acerca del lenguaje como un conjun to de usos entre los cuales no habría más que semejanzas parciales (parecidos de familia) . Según esto, la concepción d¡;. Wittgenstein en su segunda etapa, que ya veremos con detalle en orro capítulo, implicaría un concepto de creatividad del uso lin­güístico mucho más claro y menos problemático que el concepto chomskia­no. Esta creatividad de orden semántico es paralela al proceso de creación de nuevas formas sintácticas, e incluso fonéticas , que caracteriza la evolu­ción de la len~ua. Pero , como el; sabido , la teoría lingüís ti ca de Chomsky

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3. ¿De fa abstracto a fa concreto o de fa concreto a fa abstracto? 6S - - _. es rá ligada a una consideración sincrónica de la lengua que hace abstrac­ción de sus procesos de modificación .

.3.5 Recapitulación terminológica

El término «lenguaje» se emplea con un alto grado de ambigüedad, como ya habrá podido apreciarse.

En primer lugar, se 11ama lenguaje a cualquier sistema de signos que cumpla con una s condiciones mínimas, como las enunciadas en la sección 2.4, an teriormente.

En segundo lugar, y limitándonos al lenguaje verbal humano, se puede llamar lenguaje a la facultad específica humana (especie horno sapiens) de comunicarse por medio de sonidos articulados. Los fundamentos y presu­puestos biológicos de esta facultad los estudia la biología del lenguaje, y su desarrollo y patología, la psicología del lenguaje.

En tercer lugar, puede llamarse lenguaje a un producto particular de la facultad lingüística, es decir, a una lengua, como el latín o el castellano. De las lenguas trata la lingüística aplicada.

En cuarto lugar, puede hablarse del lenguaje, en general, para referirse a aquello que es común a todas las lenguas, 10 cual recibe también el nomo bre de gramática universal , y es objeto de la teoría lingüística .

En quimo lugar, se habla de lenguaje, añadiéndole algún calificativo, cuando se hace referencia a un modo particular de usar la lengua, es decir , a lo que Coseriu llama norma lingüística. Se habla así de lenguaje literario, vulgar, científico, político, ·etc. En su aspecto más general, esto es tema para la teorín lingüística , y en cuanto a sus aspectos concretos, especial­mente por lo que se refiere a :lquellos tipos de lenguaje vinculados a grupos sociales característicos, para la sociología del lenguaje.

En sexto y último lugar, se emplea también el término «lenguaje» para referirse a un acto individual de habla, como cuando decimos «Tu lengua­je en esa ocasión fue grosero».

Por 10 que se refiere al lenguaje verbal humano, los sentidos anteriores pueden reducirse a tres fundamentalmente distintos. El lenguaje como fa­cultad, el lenguaje como sistema de signos y el lenguaje como conjunto de episodios individuales. Recordando la distinción entre signo tipo y signo acontecimiento (introducida en la sección 2.2), el lenguaje como sistema constituye un conjunto de tipos y el lenguaje como episodios de habla constituye un conjunto de acontecimientos.

La ambigüedad señalada es corriente en Jos escri tos de todo tipo so­bre el lenguaje; y muy especialmente en las obras de carácter filosófico , por 10 que debe tenerse en cuenta a fin de evitar posibles confusiones. En esta investigación, y aun cuando en muchas ocasiones utilizaré tér­minos específicos como «lengua», «norm3», «sistema», «uso», «habla», etcétera, seguiré empleando, por razones así de estilo como de brevedad, el término «lenguaje» en cualquiera de las acepciones relatadas, pero siem· pre estará claro, por el contexto, de qué acepción se trate .

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66 Principios de Filosofía del Lenguaje __ ~~ _____ ~~~_~ __ c __ ~=-~~ __ ,

Lecturas

Un excelente estudio de los conceptos de lengua y habla en Saussure, y de las interpretaciones que de ellos se han dado en la lingüística, es el trabajo de Coseriu, ya citado, que bajo el título «Sistema, norma y habla» se halla incluido en su libro Teoría del lengua;e y lingüística general (Gre­dos, Madrid, 1967). No hace falta añadir que este trabajo contiene además, naturalmente, una clara exposición del concepto de norma.

Para los cdnceptos de competencia y actuación en Chomsky, puede verse su libro El lengua;e y el entendimiento (Seix Barral, Barcelona, 1971), que sin duda constituye el mejor resumen hecho por el autor de las implica­ciones filosóficas de su teoría del lenguaje. Se encontrará un planteamiento más técnico y más riguroso de esos conceptos en el primer capítulo de su obra principal, Aspectos de la teoría de la sintaxis (Aguilar, Madrid, 1970). El breve libro de John Lyons, Chomsky (Grijalbo, Barcelona, 1974), es, no obstante su brevedad, muy claro y riguroso, y trata estas cuestiones en el capítulo octavo .