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EL ESPECTADOR / DOMINGO 30 DE SEPTIEMBRE 2018 30 / Cultura ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Advertía que hubiera podido es- cribir “50 volúmenes”, pero se li- mitó al “interés periodístico” y, sabiendo del compromiso de don Guillermo con la verdad y su rigor de editor, le garantizaba: “No he escrito nada de lo cual no tenga un testigo… La intención general es dar palos para ambos lados… puedo responder por cada una de las palabras escritas… puedes es- tar seguro de que allí no hay una línea que no sea cierta y honesta… te ruego vigilar que los títulos no tengan demasiada intención polí- tica… tú me conoces y sabes el ca- mino de regreso, el largo camino de regreso que he tenido que ha- cer para escribir estas crónicas objetivamente”. Su “caro Guillermo” era el úni- co con licencia para “leer minu- ciosamente… tachar las cosas in- convenientes”. Gabo sabía que esa serie iba a despertar “polémi- ca” en un país de “sectarios” y “dogmáticos”. Aún así, le pidió: “Procura no dar la impresión de que hubo más oportunidad para mí que para ellos… tratar de ser imparciales y liberales a toda cos- ta”. También que no usara “ni una línea de esta carta en la propagan- da de las crónicas”, porque “las cartas privadas resultan ridículas cuando se publican”. Con estos relatos, le envió por correo postal un paquete de nega- tivos, “las únicas fotos —muy ma- las— que me mandaron mis ami- gos de Moscú”, porque su fotó- grafo no pudo pasar más allá de Berlín; una de él en la Plaza Roja y otra en un “coctail” en Varsovia con “el delegado de U.S.A.”, que le pedía publicar para “ir arreglán- dome” con el Departamento de Estado, esto en días en que le ha- bían notificado que no podía vol- ver a Inglaterra. Hay pistas de viajes: dos sema- nas a Casablanca (Marruecos), “invitado por un médico árabe (al parecer Mohammed Tebbal), que es uno de los grandes amigos que voy dejando regados por el mun- do”. Todos los mensajes son va- liosos, incluso los que se dejaban a mano en los hoteles, pero el más importante para un amante de la literatura es uno mecanografiado en abril 5 de 1966, en el que García Márquez le anuncia la versión fi- nal de su mayor esfuerzo y que quiere que El Espectador publi- que el primer capítulo: “… en so- bre aparte te mando, pues, el pri- mer capítulo de CIEN AÑOS DE SOLEDAD (mayúsculas del ori- ginal). No solo es la primera vez que se publica esto, sino que es la primera vez que anticipo un capí- tulo de una novela en proceso. ¡Salud!”. La “exclusiva” salió en tres páginas del Magazín literario del domingo 1° de mayo de 1966. Gabo se la describió así: “Es un mamotreto de más de 1.000 cuar- tillas, donde cuenta la historia de la familia Buendía, desde la fun- dación de Macondo, hasta que un ventarrón arrastra el pueblo, cien años después”. Le anticipaba un alcance global: “Esta novela será entregada el mes entrante a Suda- mericana (el sello que la publicó en Argentina en 1967), y ya hay vendidas opciones para las si- guientes editoriales: Harper & Row, de Nueva York; Julliard, de París; Feltrinelli, de Milán; Auf- bau-Verlag, de Berlín, para su dis- tribución en las dos Alemanias, Austria y Suiza; J. M. Meulehoff Uitgever, de Holanda, y para una editorial de Rumania”. Al final, le echaba el cuento de cómo celebró: “Me metí en Ba- rranquilla en un barril de Martini, y mis amigos (los de La Cueva) me subieron en un jet de PAA. A las ocho de la noche, después de ha- ber pasado un día en Kingston, el barril fue abierto en la aduana de México, y fui rescatado sano y sal- vo. Pero todavía no se me pasa el guayabo”. Le mandó después “los cortes de la censura soviética a la edición en ruso”, de lo que no hay rastro, por ahora. En mayo 6 le agradecía “el monumental des- pliegue” y su felicidad es tan ple- na como preocupante: “Ya me siento convertido en una especie de Sofía Loren”. El 20 de enero de 1968 le infor- ma desde Barcelona su infruc- tuoso aislamiento para “agarrar- le el paso” al próximo libro, El otoño del patriarca. La locura de Cien años lo estanca: “Hago mu- cha pereza, leyendo un poco de aquí y de allá, y luego el litro de Valdepeñas que me empaco al al- muerzo me deja fuera de comba- te hasta el día siguiente. Empiezo a darme cuenta de que no hay na- da más aburrido que ser escritor profesional”. Gracias a eso, a este periódico llegaron piezas únicas, “chivitas” las llamaba Gabo, como un cuen- to que sólo había sido publicado en inglés en la revista Playboy en 1971, “El ahogado más hermoso del mundo”, y que hacía parte de los ocho de La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Tal vez en medio de los afanes de la fama mundial de Gabo, des- de entonces prefieren intercam- Cartas PÁGINA 29 ‘‘ En sobre aparte te mando, pues, el primer capítulo de Cien años de soledad . Es la primera vez que anticipo un capítulo de una novela en proceso. Salud! . Gabo en la redacción de El Espectador frente a otro gran amigo: Mike Forero Nougués. / Archivo ‘‘ Tendría que escribir una serie de 25 entregas si te contara en detalle cómo logré sobrevivir en París . ‘‘ He llegado a la conclusión de que en Colombia era un muchachito insoportable, relleno de aserrín . Facsímiles de cartas escritas a mano o mecanografiadas por García Márquez para don Guillermo Cano. El archivo que conservará la Universidad de Texas. Versión original (izq.) de “Cien años de soledad” y una de las ediciones del viaje por los países socialistas.

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Page 1: 30 22...del domingo 1 de mayo de 1966. Gabo se la describiÒ asÌ: 6Es un mamotr eto de mÀs de 1.000 cuar - tillas,donde cuentala historiade la familia BuendÌa, desde la fun - daciÒn

EL ESPECTADOR / DOMINGO 30 DE SEPTIEMBRE 2 01 8 EL ESPECTADOR / DOMINGO 30 DE SEPTIEMBRE 2 01 830 / / 31

C u l t u ra

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Advertía que hubiera podido es-cribir “50 volúmenes”, pero se li-mitó al “interés periodístico” y,sabiendo del compromiso de donGuillermo con la verdad y su rigorde editor, le garantizaba: “No heescrito nada de lo cual no tengaun testigo… La intención generales dar palos para ambos lados…puedo responder por cada una delas palabras escritas… puedes es-tar seguro de que allí no hay unalínea que no sea cierta y honesta…te ruego vigilar que los títulos notengan demasiada intención polí-tica… tú me conoces y sabes el ca-mino de regreso, el largo caminode regreso que he tenido que ha-cer para escribir estas crónicaso b j e t i va m e n t e ”.

Su “caro Guillermo” era el úni-co con licencia para “leer minu-c i o s a m e n t e… tachar las cosas in-c o nve n i e n t e s ”. Gabo sabía queesa serie iba a despertar “polémi -ca” en un país de “sectarios” y“dogmáticos”. Aún así, le pidió:“Procura no dar la impresión deque hubo más oportunidad paramí que para ellos… tratar de serimparciales y liberales a toda cos-ta”. También que no usara “ni unalínea de esta carta en la propagan-da de las crónicas”, porque “lascartas privadas resultan ridículascuando se publican”.

Con estos relatos, le envió porcorreo postal un paquete de nega-tivos, “las únicas fotos —muy ma-

las— que me mandaron mis ami-gos de Moscú”, porque su fotó-grafo no pudo pasar más allá deBerlín; una de él en la Plaza Roja yotra en un “coctail” en Varsoviacon “el delegado de U.S.A.”, que lepedía publicar para “ir arreglán-dome” con el Departamento deEstado, esto en días en que le ha-bían notificado que no podía vol-ver a Inglaterra.

Hay pistas de viajes: dos sema-nas a Casablanca (Marruecos),“invitado por un médico árabe (alparecer Mohammed Tebbal), quees uno de los grandes amigos quevoy dejando regados por el mun-do”. Todos los mensajes son va-liosos, incluso los que se dejaban amano en los hoteles, pero el másimportante para un amante de laliteratura es uno mecanografiadoen abril 5 de 1966, en el que GarcíaMárquez le anuncia la versión fi-nal de su mayor esfuerzo y quequiere que El Espectador publi -que el primer capítulo: “… en so-

bre aparte te mando, pues, el pri-mer capítulo de CIEN AÑOS DESOLEDAD (mayúsculas del ori-ginal). No solo es la primera vezque se publica esto, sino que es laprimera vez que anticipo un capí-tulo de una novela en proceso.¡ Sa l u d ! ”. La “exc l u s i va ” salió entres páginas del Magazín l i t e ra r i odel domingo 1° de mayo de 1966.

Gabo se la describió así: “Es unmamotreto de más de 1.000 cuar-tillas, donde cuenta la historia dela familia Buendía, desde la fun-dación de Macondo, hasta que unventarrón arrastra el pueblo, cienaños después”. Le anticipaba unalcance global: “Esta novela seráentregada el mes entrante a Suda-mericana (el sello que la publicóen Argentina en 1967), y ya hayvendidas opciones para las si-guientes editoriales: Harper &Row, de Nueva York; Julliard, deParís; Feltrinelli, de Milán; Auf-bau-Verlag, de Berlín, para su dis-tribución en las dos Alemanias,Austria y Suiza; J. M. MeulehoffUitgever, de Holanda, y para unaeditorial de Rumania”.

Al final, le echaba el cuento decómo celebró: “Me metí en Ba-rranquilla en un barril de Martini,y mis amigos (los de La Cueva) mesubieron en un jet de PAA. A lasocho de la noche, después de ha-ber pasado un día en Kingston, elbarril fue abierto en la aduana deMéxico, y fui rescatado sano y sal-vo. Pero todavía no se me pasa elg u aya b o ”. Le mandó después “loscortes de la censura soviética a la

edición en ruso”, de lo que no hayrastro, por ahora. En mayo 6 leagradecía “el monumental des-pliegue” y su felicidad es tan ple-na como preocupante: “Ya mesiento convertido en una especiede Sofía Loren”.

El 20 de enero de 1968 le infor-ma desde Barcelona su infruc-tuoso aislamiento para “a g a r ra r -le el paso” al próximo libro, Elotoño del patriarca. La locura deCien años lo estanca: “Hago mu-cha pereza, leyendo un poco deaquí y de allá, y luego el litro deValdepeñas que me empaco al al-muerzo me deja fuera de comba-

te hasta el día siguiente. Empiezoa darme cuenta de que no hay na-da más aburrido que ser escritorp ro f e s i o n a l ”.

Gracias a eso, a este periódicollegaron piezas únicas, “chivitas”las llamaba Gabo, como un cuen-to que sólo había sido publicadoen inglés en la revista Playboy en1971, “El ahogado más hermosodel mundo”, y que hacía parte delos ocho de La increíble y tristehistoria de la Cándida Eréndira yde su abuela desalmada.

Tal vez en medio de los afanesde la fama mundial de Gabo, des-de entonces prefieren intercam-

CartasPÁ G I NA 29

‘‘ En sobre apartete mando, pues, elprimer capítulo de‘Cien años desoledad’. Es laprimera vez queanticipo un capítulode una novela enproceso. Salud!”.

Gabo en la redacción de El Espectador frente a otro gran amigo: Mike Forero Nougués. / Archivo

EL CAMINANTEFERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

Una mujer así, que solía decir “yo ni cola-boro ni me rindo” cuando la tendían sobreuna camilla y la torturaban con golpes, pin-chazos y picana para que diera nombres,direcciones y teléfonos. Una mujer así, quevivió por una causa y la hizo suya, y se des-vivió por los pobres y los oprimidos, por loseternamente humillados, y dio la vida porellos y por la posibilidad de un futuro unpoco más justo. Era callada. Dicen que dul-ce y profunda. Delgada. Tenía los ojos os-curos, grandes. Observaba. Desde niña sehabía dedicado a observar lo que ocurría, atratar de entender la vida y sus diferencias.Todo empezó a aclarársele cuando leyó aCarlos Marx, poco antes de cumplir 20años. Con Marx comprendió que había ex-plotados, cientos de miles de explotados, yunos cuantos explotadores. Con Marx en-tendió que la felicidad era luchar, y desdeentonces no dejó de luchar. Abandonó sugente, su familia, su tierra, Chacabuco, ypartió hacia Buenos Aires porque desdeallí iba a cambiar el mundo.

Fue profesora. Enseñó a Marx. Se ena-moró. Se casó. Entre sus días, años conRubén Ricardo Roitvan, y su observar yaprehender, se dio al amor a la manera delos revolucionarios, sin más compromisoque las ideas y la lucha, sin más reclamosque por indisciplina. Tomó. Dio. A losveintitantos, cuando su compromiso porlos otros se volvió total, se divorció. Seenamoró otra vez de un hombre, que erahombre y a la vez compromiso y lucha yrevolución y lealtad, de nombre Fernan-do Aval. Él, ella y dos compañeros másfundaron un movimiento armado urbanoperonista al que llamaron Montoneros.Ella había sido antiperonista y atea, peroaunque no creyera en Dios ni en Perón,de ahí podría surgir el gran cambio deaquella Argentina de los años 60. En ju-nio del 70, su nombre, Norma Arrostito,su alias, Gaby, su imagen y la de sus com-pañeros aparecieron en millones de car-teles pegados por todo el país. Como en elviejo Oeste, abajo decía “Se buscan”, ymás abajo se los señalaba de haber sidolos autores del asesinato del general Pe-dro Eugenio Aramburu.

Ellos lo llamaron “ejecución revolucio-naria”, y justificaron su proceder con losmiles de fusilamientos que había ordena-do Aramburu contra quien fuera o dijeraser peronista en los 50, y con la desapari-ción del cadáver de “la compañera Evita”.Ella escribiría después que la tarde del se-cuestro se había puesto una peluca rubia yhabía vigilado la zona. En el 73 fue amnis-tiada y volvió a sus clases. Un año más tar-de, Perón insultó a los Montoneros en laplaza de Mayo, y ella y su gente dieron laorden de que se retiraran y volvieran a laclandestinidad. Durante dos años, cambióde casa cada tres o cuatro días, instruyó alos nuevos militantes, organizó golpes yconvenció de la necesidad de seguir en lalucha a quienes habían empezado a que-brarse. A finales del 76, el ejército informóque la había asesinado. Los principalesdiarios del país publicaron la noticia aocho columnas en sus primeras planas,

con adjetivos que anunciaban la lle-gada de un nuevo y maravillosopaís, pero todo fue un montaje.Meses más tarde la capturaron.La llevaron a la Escuela de Mecá-nica de la Armada. La torturaron.La mostraron como un trofeo. In-tentaron doblegarla. Ella dijouna y mil veces: “Yo ni colaboroni me rindo”, porque sólo una

mujer así podía enfrentarse alos represores, gritarles queno iba a colaborar conellos, que no iba a delatar asus compañeros, y acla-rarles que jamás se iba a

re n d i r.

Una mujer así

biar notas a mano, al menos hasta1978. Hay una enviada desde Ale-mania, en la que le avisa que logróautorización para publicar en ElEspectador un adelanto de sunovela sobre el dictador del quetanto le habló: “Te están mandan-do de Barcelona el fragmento pu-blicable de El otoño. Por arreglocon el editor —que no ha autori-zado más avances que este— sólopuede ser publicado la última se-mana de abril, o más tarde, peronunca antes. Te ruego ocupartepersonalmente de que se cumplael trato”.

Otras hablan de variados te-mas cotidianos: mensajes cruza-dos para Ana María, con referen-cias a Mercedes Barcha —la es-posa de Gabo—, sobre coincidiren vacaciones, sobre novelas deotros autores que le manda desdeEuropa como recomendación delectura; por qué se comieron unapata de jamón que les estabanguardando, por qué diablos nollega la suscripción El Especta-dor, que no va a Estados Unidos arecibir el premio Books Abroad-Neusdadt de la Universidad deOklahoma, etc. La mayoría en-viados desde la calle RepúblicaArgentina, en Barcelona, dondecompró residencia, siguiendolos consejos de doña Ana MaríaBusquets. Detalle que le agrade-ce a ella y a Guillermo Cano el 18de noviembre de 1967, con unafrase que bien podría ser el lemade la capital catalana: “Re s u l t óser una ciudad estupenda, entreotras cosas porque a cada mo-mento es como uno quiere quesea: se presta para todo”.

Ni siendo el escritor más famo-so del mundo dejaba de saludar asus compinches de El Especta-dor: “En Navidad estaré en Ba-rranquilla por 10 o 15 días… h a réel sacrificio de treparme a Bogo-tá para tomarnos un trago… a b ra -zo de siempre a mi padre ‘Ulises’(Eduardo Zalamea Borda, aquien resalta como ‘mi padreinolvidable’, por lo que le enseñóde literatura universal), al ‘clanCano’, al ‘helado Salgar’ (don Jo-sé Salgar, el jefe de redacción) y atodos los compañeros… sería te-rriblemente formidable que nosamarráramos una inmensa la-d ra d o ra … ¿Cuándo volveré?¿Cuándo vendrán ustedes? Ca-brona distancia!”.*Esto no se hubiera publicado sin lavaliosa ayuda de doña Ana MaríaBusquets y la familia Cano Busquets.Espere mañana: Las polémicascartas sobre el cine colombiano.

‘‘Empiezo a darmecuenta de que no haynada más aburridoque ser escritorp ro fe s i o n a l ”.

‘‘Tendría queescribir una serie de25 entregas si tecontara en detallecómo logrésobrevivir en París”.

‘‘He llegado a laconclusión de que enColombia era unmuchachito insoportable,relleno de aserrín”.

Facsímiles de cartas escritas a mano o mecanografiadas por García Márquezpara don Guillermo Cano. El archivo que conservará la Universidad de Texas.

Versión original (izq.)de “Cien años desoledad” y una de lasediciones del viaje porlos países socialistas.

Page 2: 30 22...del domingo 1 de mayo de 1966. Gabo se la describiÒ asÌ: 6Es un mamotr eto de mÀs de 1.000 cuar - tillas,donde cuentala historiade la familia BuendÌa, desde la fun - daciÒn

EL ESPECTADOR / DOMINGO 30 DE SEPTIEMBRE 2 01 8 EL ESPECTADOR / DOMINGO 30 DE SEPTIEMBRE 2 01 830 / / 31

C u l t u ra

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Advertía que hubiera podido es-cribir “50 volúmenes”, pero se li-mitó al “interés periodístico” y,sabiendo del compromiso de donGuillermo con la verdad y su rigorde editor, le garantizaba: “No heescrito nada de lo cual no tengaun testigo… La intención generales dar palos para ambos lados…puedo responder por cada una delas palabras escritas… puedes es-tar seguro de que allí no hay unalínea que no sea cierta y honesta…te ruego vigilar que los títulos notengan demasiada intención polí-tica… tú me conoces y sabes el ca-mino de regreso, el largo caminode regreso que he tenido que ha-cer para escribir estas crónicaso b j e t i va m e n t e ”.

Su “caro Guillermo” era el úni-co con licencia para “leer minu-c i o s a m e n t e… tachar las cosas in-c o nve n i e n t e s ”. Gabo sabía queesa serie iba a despertar “polémi -ca” en un país de “sectarios” y“dogmáticos”. Aún así, le pidió:“Procura no dar la impresión deque hubo más oportunidad paramí que para ellos… tratar de serimparciales y liberales a toda cos-ta”. También que no usara “ni unalínea de esta carta en la propagan-da de las crónicas”, porque “lascartas privadas resultan ridículascuando se publican”.

Con estos relatos, le envió porcorreo postal un paquete de nega-tivos, “las únicas fotos —muy ma-

las— que me mandaron mis ami-gos de Moscú”, porque su fotó-grafo no pudo pasar más allá deBerlín; una de él en la Plaza Roja yotra en un “coctail” en Varsoviacon “el delegado de U.S.A.”, que lepedía publicar para “ir arreglán-dome” con el Departamento deEstado, esto en días en que le ha-bían notificado que no podía vol-ver a Inglaterra.

Hay pistas de viajes: dos sema-nas a Casablanca (Marruecos),“invitado por un médico árabe (alparecer Mohammed Tebbal), quees uno de los grandes amigos quevoy dejando regados por el mun-do”. Todos los mensajes son va-liosos, incluso los que se dejaban amano en los hoteles, pero el másimportante para un amante de laliteratura es uno mecanografiadoen abril 5 de 1966, en el que GarcíaMárquez le anuncia la versión fi-nal de su mayor esfuerzo y quequiere que El Espectador publi -que el primer capítulo: “… en so-

bre aparte te mando, pues, el pri-mer capítulo de CIEN AÑOS DESOLEDAD (mayúsculas del ori-ginal). No solo es la primera vezque se publica esto, sino que es laprimera vez que anticipo un capí-tulo de una novela en proceso.¡ Sa l u d ! ”. La “exc l u s i va ” salió entres páginas del Magazín l i t e ra r i odel domingo 1° de mayo de 1966.

Gabo se la describió así: “Es unmamotreto de más de 1.000 cuar-tillas, donde cuenta la historia dela familia Buendía, desde la fun-dación de Macondo, hasta que unventarrón arrastra el pueblo, cienaños después”. Le anticipaba unalcance global: “Esta novela seráentregada el mes entrante a Suda-mericana (el sello que la publicóen Argentina en 1967), y ya hayvendidas opciones para las si-guientes editoriales: Harper &Row, de Nueva York; Julliard, deParís; Feltrinelli, de Milán; Auf-bau-Verlag, de Berlín, para su dis-tribución en las dos Alemanias,Austria y Suiza; J. M. MeulehoffUitgever, de Holanda, y para unaeditorial de Rumania”.

Al final, le echaba el cuento decómo celebró: “Me metí en Ba-rranquilla en un barril de Martini,y mis amigos (los de La Cueva) mesubieron en un jet de PAA. A lasocho de la noche, después de ha-ber pasado un día en Kingston, elbarril fue abierto en la aduana deMéxico, y fui rescatado sano y sal-vo. Pero todavía no se me pasa elg u aya b o ”. Le mandó después “loscortes de la censura soviética a la

edición en ruso”, de lo que no hayrastro, por ahora. En mayo 6 leagradecía “el monumental des-pliegue” y su felicidad es tan ple-na como preocupante: “Ya mesiento convertido en una especiede Sofía Loren”.

El 20 de enero de 1968 le infor-ma desde Barcelona su infruc-tuoso aislamiento para “a g a r ra r -le el paso” al próximo libro, Elotoño del patriarca. La locura deCien años lo estanca: “Hago mu-cha pereza, leyendo un poco deaquí y de allá, y luego el litro deValdepeñas que me empaco al al-muerzo me deja fuera de comba-

te hasta el día siguiente. Empiezoa darme cuenta de que no hay na-da más aburrido que ser escritorp ro f e s i o n a l ”.

Gracias a eso, a este periódicollegaron piezas únicas, “chivitas”las llamaba Gabo, como un cuen-to que sólo había sido publicadoen inglés en la revista Playboy en1971, “El ahogado más hermosodel mundo”, y que hacía parte delos ocho de La increíble y tristehistoria de la Cándida Eréndira yde su abuela desalmada.

Tal vez en medio de los afanesde la fama mundial de Gabo, des-de entonces prefieren intercam-

CartasPÁ G I NA 29

‘‘ En sobre apartete mando, pues, elprimer capítulo de‘Cien años desoledad’. Es laprimera vez queanticipo un capítulode una novela enproceso. Salud!”.

Gabo en la redacción de El Espectador frente a otro gran amigo: Mike Forero Nougués. / Archivo

EL CAMINANTEFERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

Una mujer así, que solía decir “yo ni cola-boro ni me rindo” cuando la tendían sobreuna camilla y la torturaban con golpes, pin-chazos y picana para que diera nombres,direcciones y teléfonos. Una mujer así, quevivió por una causa y la hizo suya, y se des-vivió por los pobres y los oprimidos, por loseternamente humillados, y dio la vida porellos y por la posibilidad de un futuro unpoco más justo. Era callada. Dicen que dul-ce y profunda. Delgada. Tenía los ojos os-curos, grandes. Observaba. Desde niña sehabía dedicado a observar lo que ocurría, atratar de entender la vida y sus diferencias.Todo empezó a aclarársele cuando leyó aCarlos Marx, poco antes de cumplir 20años. Con Marx comprendió que había ex-plotados, cientos de miles de explotados, yunos cuantos explotadores. Con Marx en-tendió que la felicidad era luchar, y desdeentonces no dejó de luchar. Abandonó sugente, su familia, su tierra, Chacabuco, ypartió hacia Buenos Aires porque desdeallí iba a cambiar el mundo.

Fue profesora. Enseñó a Marx. Se ena-moró. Se casó. Entre sus días, años conRubén Ricardo Roitvan, y su observar yaprehender, se dio al amor a la manera delos revolucionarios, sin más compromisoque las ideas y la lucha, sin más reclamosque por indisciplina. Tomó. Dio. A losveintitantos, cuando su compromiso porlos otros se volvió total, se divorció. Seenamoró otra vez de un hombre, que erahombre y a la vez compromiso y lucha yrevolución y lealtad, de nombre Fernan-do Aval. Él, ella y dos compañeros másfundaron un movimiento armado urbanoperonista al que llamaron Montoneros.Ella había sido antiperonista y atea, peroaunque no creyera en Dios ni en Perón,de ahí podría surgir el gran cambio deaquella Argentina de los años 60. En ju-nio del 70, su nombre, Norma Arrostito,su alias, Gaby, su imagen y la de sus com-pañeros aparecieron en millones de car-teles pegados por todo el país. Como en elviejo Oeste, abajo decía “Se buscan”, ymás abajo se los señalaba de haber sidolos autores del asesinato del general Pe-dro Eugenio Aramburu.

Ellos lo llamaron “ejecución revolucio-naria”, y justificaron su proceder con losmiles de fusilamientos que había ordena-do Aramburu contra quien fuera o dijeraser peronista en los 50, y con la desapari-ción del cadáver de “la compañera Evita”.Ella escribiría después que la tarde del se-cuestro se había puesto una peluca rubia yhabía vigilado la zona. En el 73 fue amnis-tiada y volvió a sus clases. Un año más tar-de, Perón insultó a los Montoneros en laplaza de Mayo, y ella y su gente dieron laorden de que se retiraran y volvieran a laclandestinidad. Durante dos años, cambióde casa cada tres o cuatro días, instruyó alos nuevos militantes, organizó golpes yconvenció de la necesidad de seguir en lalucha a quienes habían empezado a que-brarse. A finales del 76, el ejército informóque la había asesinado. Los principalesdiarios del país publicaron la noticia aocho columnas en sus primeras planas,

con adjetivos que anunciaban la lle-gada de un nuevo y maravillosopaís, pero todo fue un montaje.Meses más tarde la capturaron.La llevaron a la Escuela de Mecá-nica de la Armada. La torturaron.La mostraron como un trofeo. In-tentaron doblegarla. Ella dijouna y mil veces: “Yo ni colaboroni me rindo”, porque sólo una

mujer así podía enfrentarse alos represores, gritarles queno iba a colaborar conellos, que no iba a delatar asus compañeros, y acla-rarles que jamás se iba a

re n d i r.

Una mujer así

biar notas a mano, al menos hasta1978. Hay una enviada desde Ale-mania, en la que le avisa que logróautorización para publicar en ElEspectador un adelanto de sunovela sobre el dictador del quetanto le habló: “Te están mandan-do de Barcelona el fragmento pu-blicable de El otoño. Por arreglocon el editor —que no ha autori-zado más avances que este— sólopuede ser publicado la última se-mana de abril, o más tarde, peronunca antes. Te ruego ocupartepersonalmente de que se cumplael trato”.

Otras hablan de variados te-mas cotidianos: mensajes cruza-dos para Ana María, con referen-cias a Mercedes Barcha —la es-posa de Gabo—, sobre coincidiren vacaciones, sobre novelas deotros autores que le manda desdeEuropa como recomendación delectura; por qué se comieron unapata de jamón que les estabanguardando, por qué diablos nollega la suscripción El Especta-dor, que no va a Estados Unidos arecibir el premio Books Abroad-Neusdadt de la Universidad deOklahoma, etc. La mayoría en-viados desde la calle RepúblicaArgentina, en Barcelona, dondecompró residencia, siguiendolos consejos de doña Ana MaríaBusquets. Detalle que le agrade-ce a ella y a Guillermo Cano el 18de noviembre de 1967, con unafrase que bien podría ser el lemade la capital catalana: “Re s u l t óser una ciudad estupenda, entreotras cosas porque a cada mo-mento es como uno quiere quesea: se presta para todo”.

Ni siendo el escritor más famo-so del mundo dejaba de saludar asus compinches de El Especta-dor: “En Navidad estaré en Ba-rranquilla por 10 o 15 días… h a réel sacrificio de treparme a Bogo-tá para tomarnos un trago… a b ra -zo de siempre a mi padre ‘Ulises’(Eduardo Zalamea Borda, aquien resalta como ‘mi padreinolvidable’, por lo que le enseñóde literatura universal), al ‘clanCano’, al ‘helado Salgar’ (don Jo-sé Salgar, el jefe de redacción) y atodos los compañeros… sería te-rriblemente formidable que nosamarráramos una inmensa la-d ra d o ra … ¿Cuándo volveré?¿Cuándo vendrán ustedes? Ca-brona distancia!”.*Esto no se hubiera publicado sin lavaliosa ayuda de doña Ana MaríaBusquets y la familia Cano Busquets.Espere mañana: Las polémicascartas sobre el cine colombiano.

‘‘Empiezo a darmecuenta de que no haynada más aburridoque ser escritorp ro fe s i o n a l ”.

‘‘Tendría queescribir una serie de25 entregas si tecontara en detallecómo logrésobrevivir en París”.

‘‘He llegado a laconclusión de que enColombia era unmuchachito insoportable,relleno de aserrín”.

Facsímiles de cartas escritas a mano o mecanografiadas por García Márquezpara don Guillermo Cano. El archivo que conservará la Universidad de Texas.

Versión original (izq.)de “Cien años desoledad” y una de lasediciones del viaje porlos países socialistas.