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    Clínica y Salud

    ISSN: 1130-5274

    [email protected]

    Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid

    España

    MORENO MARTÍN, FLORENTINO

    Reflexiones sobre el trauma psicológico y la violencia política: De las guerras centroamericanas de los

    80 al 11 de marzo de 2004Clínica y Salud, vol. 15, núm. 3, 2004, pp. 253-271

    Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid

    Madrid, España

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180617834002

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    Clínica y Salud , 2004 , vol. 15 n.°3 - Págs. 253- 271. ISSN: 1135 -08 06 

    Clínica y S alud, 2004, vol. 15 n.º 3   253

    ARTÍCULOS

    Reflexiones sobre el traumapsicológico y la violencia política: Delas guerras centroamericanas de los

    80 al 11 de marzo de 2004

    Reflections about psychological traumaand political violence: From Central

    American wars in the eighties to 3/11 2004

    terrorist attacksFLORENTINO MORENO MARTÍN1

    RESUMEN

    Desde la óptica del psic  ólogo social y a partir de su experiencia en diver- sos procesos b é licos el auto r explica las razones del é xito del modelo de estr é s postraum  á tico a costa del tradicional conc epto de trauma ps í quico; defiende que no son los criterios causales defendidos en este mod elo los que influyen m  á s directamente en la aparici  ón de los trastornos emoc ionales en tiempo d e guerra, y describe qu é aspectos son m  á s relevantes en la aparici  ón de estos trastornos y cu  á les influyen m  á s directamente en su prevenci  ón.

    ABSTRACT

    From a social psychology point o f view and from his experience in a num- ber of wars, the author examines why PTSD model is a successful one, con- trary to the traditional conc ept of psychological trauma. He advocates that the 

    1 Profesor ti tular de P sicolog ía Social . Facultad de Psicolog ía. Universidad Complutense de

    Madrid. fmo [email protected] .es 

    Fecha de Recepción: 13-12-2004 Fecha de Aceptación: 14-12-2004

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    INTRODUCCIÓN

    L a noc he d e l 1 1 d e Ma r zo d e2004 el azar me puso frente a unhombre que tenía mi misma eda d ys e ha b ía criado en el barrio en elq u e t r a n s c u rrió   m i i n f a n c i a . É lesperaba not ic ias sobre la suertede su hijo en uno de los pabellonesdel IFEMA, yo le acompa ñaba trasuna pegat ina en la que un colegaha b ía e s c r i t o “ ps ic ó l ogo ” . En la

    larga espera hasta que fuimos lla-m a d os pa r a la id en t if ic a c ió n d e lc a dá ver de su hijo, tuvimos ocasiónde hablar de muchas cosas . Eranconversaciones breves, interrumpi-das constantemente por el pi t idopersistente de los telé fonos móvi-les. Pasé con él una noche ca rga dade acontecimientos dolorosos paraun joven pa dre: la noticia de la apa -rición de un cuerpo que podría s e rel de su hijo, la identificación delc a dá ver en una nave de techos a ltí-simos, los lamentos dirigidos hacia

    un c i e l o d e l q ue c a ía una l luvia

    helada y finísima, la l lamada a suesposa, y finalmente el traslado alTa na torio S ur do nde le es perab atoda la familia y un nutrido grupode a migo s d e s u hijo.

    Desde aquel jueves dramá t ico,tuvieron que pasar varias semanaspara q ue, una vez recuperad o m íni-mamente, pudiera salir de mi per-plejidad. Hac ía má s de veinte a ñosque, de una u o t ra forma, es taba

    relacionado con la violencia políticay s u s e f e c t o s . H a b ía v i v i d o d eforma directa las guerras centroa-mericanas de los a ños 80 y colab o-rado en varios programas de aten-c ió n a re fugiados de l as guerrasbalcá nica s d e los 90. Hab ía realiza-do investigaciones sobre los efec-t os d e la guerra y p rogr a m a s d eintervención para paliarlos. A pesard e q u e l a m a y o r p a r t e d e e s t o sestudios y acciones se desarrolla-ron en t iempo de guerra y sobrevíct imas reales , los atentados del

    11 de Marzo supus ieron para m í

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    most influential factors in the emergence of emotional disorders during w ar are not the causal ones as the model c laims. The author also describes the 

    most relevant aspects in t he emergence of this d isorder and t hose aspects with a higher impact on prevention.

    PALABRAS CLAVE

    Trauma, Estr é s postraum  á tico, Duelo.

    KEY WORDS

    Trauma, Post-traumatic Stress disorder, Mourning.

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    una extrao rdinaria novedad . Ha staentonces mi par tic ipac ió n en losprocesos b é licos hab ía sido siem-p r e d e s d e f u e r a , e l e g i d a . C o nmayor o menor implicación perso-nal , quienes estaban sometidos aldrama de la guerra o el terror eranotros. Las comunida des y personasa la s q u e in t e n tá b a m o s a y u d a restaban sometidas a unos proble-m a s c o n lo s q u e no s p o d ía m o ssentir má s o menos concernidos os o lid a rio s , p e r o c u y a g é n e s i s ydes a rrol lo nos eran a jenos . Tod oe s o c a m b ió   el 11 de Marzo. Lasbombas es taban d i r ig idas cont ranosotros. El azar me puso aquella

    n o c h e u n a b a t a b l a n c a c o n u n apegatina, pero de igual modo pudohaberme puesto del otro lado deld r a m a c l a m a nd o a l c i e l o por m idesgracia.

    Durante los d ías y semanas pos-teriores a la catá strofe de Madrids e h a b ló   y escribió   mucho sobrel o s e f e c t o s p s i c o ló g i c o s d e l o sa t en t a d os , e l t r a um a y e l e s t ré spostraumá tico. Cientos de psic ó lo-g o s y o t ro s p ro f e s i o n a l e s d e lasalud mental, se hicieron presentes

    en todos los frentes atendiendo alas víctimas directas, reforzando yasesorando a las instituciones, ela-borando g uías y proyec tos d e inter-vención o respondiendo a las pre-guntas d e los medios de c omunica -c ión. Como otros muchos colegas,particip é   en aquel esfuerzo inten-tando adaptar lo que hab ía apren-d i d o d e o t r a s s i t ua c i ones a unaca tá strofe en la que estaba directa-mente involucrado como ciudada-no. Las reflexiones que se mues-tran a continuación surgieron como

    a d a p t a c ió

    n d e e x p e r ie n c i a s e n

    otras realidades a las inquietudesque me plantearon algunas perso-nas en aquel los d ías de horror eincertidumbre.

    1) Por qué es tan controvertido eltérmino“trauma psí quico” y tanaceptado el “trastorno por estréspostraumático” (TEPT)?

    El conc epto “ t r auma ps íquico ”es tá   profundamente enraizado enel lenguaje común asociado a unode los principios del psicoaná lisisc lá s i c o : d e t e r m i na d os a c on t ec i -mientos del pasado, especialmen-

    te de la infancia , q uedan g raba dosen el inconsciente y condicionannuestras formas de pensa r, s entir ya c t ua r en l a v i d a a d u l t a . E s t a npopular esta visión, que la segun-da ent rada del d icc ionar io de l aReal Academia de la Lengua defi-ne el trauma como “ choque emo-cional que produce un da ño dura-dero en e l inconsc iente ” . S e h aextendido en el idioma una visióndel trauma como una herida psico-ló g i c a d u r a d e r a , p r o d u c i d a p o ra lg ún h e c h o e x t r a o r d in a r io . L a

    controversia sobre la convenienciade util izar el concepto de traumaen salud mental se ha basado enla d i f i cul t ad por contes tar a dosp re g u n t a s f un d a m e n t a le s : q u éc a r a c t e rís t i c a s d e b e n t e n e r l o sa g e n t e s c a u s a le s d e l t ra u m a yc ómo identificar las manifestacio-nes d e s u existencia.

    Si el concepto de trauma ps íqui-c o p e r d ió   f u e r z a y a c e p t a c ió npública fue, en primer lugar, por sulaxitud en la identificación de los

    hechos traumató

    ge nos y la dificul-

    F. Moreno 

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    tad para concretar agentes causa-l e s m á s o m e n o s u n i v e r s a l e s .Durante la d éca da de los 70 y parted e l o s 8 0 d e l p a s a d o s i g l o s eextendió   l a creencia de que cual-quier hecho d i splacentero comou n a f r u s t r a c ió n , u n g r it o o u n abofetada, provocaba da ños irrever-s ib les en l a mente de los n iño s ,incluso de los adultos. La supuestaapar ic ió n de “ t r aumas ”   por cual-quier hecho extraordinario generóno pocas disputas sobre la capaci-d a d d e e n c a j e d e l a a d v e r s i d a dhumana. La segunda razón de supérdida de peso en salud mental ,fue e l uso a veces abus ivo de l a

    existencia de traumas como expli-c a c ión de compor tamientos anó -malos o t r as tornos emociona les ,todo ello unido a la ambig üedad ala hora de describir qué  manifesta-ciones conductuales eran las quedefinían la existencia de un traumaps íquico.

    El declive del uso de concepto“ trauma ps íquico”   en salud mentalc o i n c i d ió   c o n l a e c l o s ió n d e lm o d e l o d e l t r a s t o r n o d e e s t ré spos t raumá tic o (TEP T) inc luid o en

    1980 como trastorno de ansiedaddentro de los cr i ter ios diagnósti-c o s d e l o s t r a s t o r n o s m e n t a l e s(DS M-III) y refo rmula do en e l DS M-IV y p o s t e r io r e s e d i c io n e s d e lc a tá logo de la

    American Psychiatr ic Associa-tion (1994, 2000). Desde entoncesla presenc ia de l mod elo del TEP Te s t a n p o d e r o s a q u e n o s ó lo hamodificado de forma sustancial lavieja concepció n del t rauma ps í-q uico, s ino que ha a fectado a todo

    el siste ma a sistenc ia l y leg a l vincu-

    lado a las v íctimas de hechos vio-lentos.

    C ómo una categoría d i agnósticapensada inicialmente para descri-b ir un a r e a c c ió n e s p e c íf i c a d ee x c o m b a t i e n t e s a m e r i c a n o s d e lVietnam con problemas psiquiá tri-c os d e i n t eg r a c ió n soc ia l , se hageneralizado tanto y ha calado tanpro fund a m ent e e n e l en t ra m a d oa c a d émico, asistencial y legal? Ami juicio existen tres razones fun-damentales:

    Determinaci  ón biol  ógica . En pri-m er l uga r e l TE P T s e p r es e n t a

    como un t ras torno adapta t ivo debase biológica, vinculado al funcio-namiento fi logené t ico. El directordel servicio de psiquiatría del hos-pital Bellevue de Nueva York, con-tes taba a s í  a la pregunta A)por quéel estrés postraumá tico? En situa-c i ones d e i nm i nen t e pe l i g r o d emuerte, la natura leza , a tra vés d e lallamada “ respuesta de miedo” , pre-pa r a a l o rga n is m o pa r a una res -pues t a i nm ed i a t a d e hu i d a o d elucha. Las verdaderas cascadas dehormonas y neurotransmisores que

    se desencadenan en el cerebro dela m ena za d o es tá n diseña d a s pa r ag r a b a r e n la m e m o r ia t o d o s lo sdeta lles de la situac ión d e p elig ro (afin de evitarlos en el futuro), pararea c t iv a r c ond uc t a s a u t om á t i casque favorezcan la supervivencia ypara dotar a la masa muscular deto d a la fue rza po s ib le (Truji llo ,2004).

    Concreci  ón conductual . A diferen-cia de otros criterios diagnósticosmás imprecisos co mo e l de neuros is

    de guerra, síndrome del soldado o

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    trauma ps íq uico , el TEP T de fine co nclarida d ta nto las ca rac terísticas delevento traumá tico como sus mani-festaciones conductuales (reexperi-mentación, evitac ión, embotamientoa fec t i v o y s ob r eex c i t a c ió n) y sucatalogación temporal (agudo, cró-nico , de inicio de mora do ) .

    Posib i l idad de tratamiento . Laevolución previsible d el TEP T y s udiagnóstico a partir de manifesta-c i ones c o nd uc t ua les p rec i s a s leha c en s us c ep t i b l e d e a b or d a j esespec ífico s con elementos precisospara evaluar el éxito del tratamien-to. (Foa, Keane y Friedman, 2000).

    Pese a las ventajas funcionalesde l TEP T s ob re el viejo co nc ep tode “ trauma ps íquico” , son muchasl a s c rít i cas que d iversos autoreshan real izado del concepto desdeel campo puramente epistemológ i-co hasta el aplicado (véanse Sum-merfield, 2001; Ferná ndez Liria yRodríguez Veg a , 2002).

    Aplicabilidad limitada . El modelode TEP T enc a ja bien pa ra d es cribira personas que han vivido un acon-

    tecimiento extremo en una entornoq u e h a b i t u a l m e n t e e s e s t a b l e ys e g u ro , c o m o p u d ie ro n s e r lo sex c om b a t ien t es en Vie t na m q ueregresaban a una sociedad indife-rente y pac íf i ca o los a rgent inosq ue volvieron a B uenos Aires tras lad e r r o t a d e L a s M a l v i n a s . S i nembargo el modelo funciona peorpara interpretar las reacciones dequienes v iven en s i tuac iones deguerra má s o menos prolongada ,como las vividas en Centroaméricaen los 80 o las de los Balcanes de

    los 90. En estos casos las amena-

    zas son permanentes , los hechosextremos aparecen continuamentey la adaptación de las víctimas nova dirigida a una sociedad previsi-ble sino ca ó tica. Lo que debe defi-ni r un t ras torno emociona l o dec o n d u c t a e s p r e c i s a m e n t e s uc a rá cter de respuesta minoritaria,desadaptada y d i s func iona l , a lgoq ue no s uele o currir en esta s situa-ciones de violencia extrema dondela mayor parte de manifestacionesde sc rita s en e l TEP T so n b á s ica-mente ada ptativas y c omunes a losmiembros de la comunidad afecta-da .

    No universalidad . Las formas dereacción a la s s ituaciones d e peligroo a la contemplación de la muertedes crita s e n el TEPT difieren en sugrado de universal idad. Mientrasque la sobreexcitación o hiperalertaparece una respuesta común, la evi-t a c ión y el embotamiento afectivoresponden más a modelos de la lla-ma da cultura o cc identa l.

    Psicologicismo. Ta nto la de sc rip-c ión d e lo s d es enc a d ena n t es d e ltrastorno como las propuestas de

    t ra t a miento , i gnoran la pode ros ainfluencia del entorno social y cul-tural del tra umatiza do, so bre lo q uese hab la m á s a delante.

    2) Es la presencia de muertes yamenazas lo que genera eltrauma?

    El modelo de la Asociación Ame-ricana de Psiquiatría sobre la apari-c ión del trauma es muy concreto ala hora de definir los agentes cau-

    sales del trastorno de estré

    s pos-

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    traumá tico. Los criterios son dos: a) la persona ha experimentado, pre- senciado o le han explicado uno (o m  á s) acon tecim ientos caracteriza- dos p or muertes o amenazas para su i n t eg r i d ad f  í s i ca o la de los dem  á s b) la persona ha respondido con un temor, una desesperanza o un horror intensos . La s manifesta -ciones d e reexperimentac ión, evita-c ión, embotamiento y sobreexcita-c ió n s e d a ría n , s e g ún e l DSM-IVcomo resultado de es a presencia oevocación de muertes y amena zas .

    S i n n e g a r l a i m p o r t a n c i a q u ep u e d e n t e n e r la s im á g e n e s d e

    muertos o muti lados o estar pre-sentes en s i tuac iones de pel igroevidente, los resultados de algunasinvestigaciones en situaciones deguerra no parecen confirmar la pre-valencia de este factor a la hora deexplicar el malestar psicológico ylos tras tornos emoc iona les.

    Durante la guerra civil sandinis-tas-contras de los a ños 80 la com-p a r a c ió n d e l a s a l u d m e n t a l d eniños nicarag üenses que vivían enzonas de guerra en el inter ior de

    Nicaragua controladas por los san-dinistas, con niños nicarag üensesque vivían e n refugios seg uros de laregión de El Para íso en Honduras(cont ro lados por l a “ c on t r a ” ) noconfirman esa tendencia. Los niñosque vivían en los refugios hondure-ños, a lejad os de los comba tes y losa c t os d e guer r a , m os t r a b a n unasalud mental mucho má s deteriora-da que los que vivían expuestos al as emboscadas , bombardeos y ala contemplación de ases ina tos ymutilaciones en las zonas donde se

    desarrollaba la guerra. Estos niñ

    os

    e x p e r i m e n t a b a n d e f o r m a m á sclara el miedo de la situación bé li-ca, pero tenían recursos para afron-tar lo , mient ras que aquel los quevivían en zonas má s seguras, comolos refugios, sufrían de forma pasi-va los problemas emoc iona les deri-v a d o s d e la a n s ie d a d (M o re n o ,1991). El mismo efecto se observóen varios campamentos de refugia-dos nicarag üenses de Costa Rica:los distintos miembros de las fami-lias tenía n má s problemas de saludmenta l en e l re fugio , que en l aszonas de guerra de las que prove-n ía n y d o n d e h a b ía n e s t a d oe x p u e s t o s a m a y o r e s p e l i g r o s

    (Pacheco, 1988). Este mismo hechoy a fue ob s er v a d o en l a S egund aGuerra Mundial por Anna Freud yDorothy Burlingham (1943) en lasf a m o s a s g u a r d e ría s b r i t á n i c a sdonde los londinenses enviaban asus hi jos para protegerlos de losbombardeos alemanes.

    Pasadas las horas o d ías poste-riores al combate o el atentado, laper s is t enc i a d e m a n ifes t a c ionestraumá t icas que denoten un tras-t o r n o e m o c i o n a l r e l e v a n t e , n opod emos a tribuirla exclusivame nte

    a los acontecimientos bélicos con-cretos como los bombardeos, loscombates o la contemplación de lamuerte.

    3) Qué acontecimientos tienenuna relación más clara con laaparición de trastornosemocionales en situaciones deviolencia polí tica y cuáles son losmodelos de intervención quetrabajan sobre ellos?

    Sin negar la importancia de la

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    vivencia de situaciones extremas ola contemplac ión de escenas dan-tescas, hay dos grupos de aconte-cimientos vinculad os a las a cc ionesde guerra y terror que tienen unaimportancia mayor como predicto-r e s d e l t r a s t o r n o e m o c i o n a l e ntiempos de guerra: la elaboraciónde las pérdidas afectivas (especial-mente la muerte de familia res direc -tos o amigos íntimos, pero ta mbiénlas mutilaciones o las rupturas sen-timentales) y los cambios forzososd e c a rá cter negativo o interpreta-dos nega t ivamente ( l as p é rdidasdel hogar familiar, el exilio forzoso,e l c a m b i o d e e s t a t u s l a b o r a l o

    social , la derrota política o militardel bando con el que se simpatiza,etc.). Ambos hechos van en oc as io-n e s a s o c ia d o s : m u c h a s f a m ilia sc e n t ro a m e ric a n a s y b a lc á n i c a stuvieron que salir huyendo a refu-gios c ontrola dos por Nac iones Uni-das, tras la pérdida de uno de susmiembros; también es relativamen-t e f r e c u e n t e q u e l o s f a m i l i a r e sdirectos de los as esinados en aten-tados terroristas cambien de domi-cilio y de status , especialmente sivivían en lugares donde los autores

    d e l c r im e n t i e n e n c i e r t o a p o y opopular.

    La importancia de la elaboraciónde las pérdidas afectivas se tomóen los a ños 80 como eje c entral deltrabajo con afectados por la guerraen Nicaragua, especialmente conmenores. El trabajo directo con losn iño s c e n t ro a m e r ic a n o s p a r e c eindicar que lo m á s a d e c u a d o e sque los menores participen activa-mente del proceso de duelo, por-que es en el frac as o de elaboración

    de es te proceso donde res ide l a

    aparición de tras tornos perdurab les(Metraux, 1989; Neimeyer, 2002).U n h e c h o q u e re f re n d a b a e s t ahipó tesis fue la comparación de losestudios clínicos que se llevaron acabo con huér fanos de guerra deuna de las regiones de Nicaragua(INSSBI, 1988) con un estudio simi-lar hecho con hijos de desapareci-dos y asesinados durante la repre-s ión de los a ños setenta en Argenti-na (Movimiento Solidario de SaludMental, 1987). En el segundo casola salud mental de la mayor parted e l o s n iño s e s t a b a s e r ia m e n t ea fec tada , mient ras que ent re loshuérfanos nicarag üenses no llega-

    ba al siete por ciento el número deniños afectados por alg ún trastor-no, siendo éstos menos graves quelos de los argentinos. La explica-c ión de este hecho puede busca rseen c ómo unos y otros elaboraronsu duelo. Mientras que a los niñosnicaragüenses se les informaba dela muerte de sus familiares y se lespermitía exteriorizar sus sentimien-tos , a los niños argent inos se lesocul taba la real idad, por razoneso b v i a s d e s e g u r i d a d ( M o r e n o ,1991).

    Existen evidencias recientes deq ue las pérdida s afec tivas tienen unim p a c t o m u c h o m a y o r q u e la sv iv enc ia s d irec t a s d e hec hos d emuerte o amenaza. Distintos estu-dios con víctimas de las matanzasde Las Torres G emelas de NuevaYork, uti l izando metodolog ía s d ediagnóstico basadas en el modelode l TEPT co nfirman q ue pa sa do sseis meses desde la catá strofe loss íntomas de es t rés postraumá ticose mantenían de forma m á s signifi-

    ca tiva entre q uienes ha bían perdido

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    seres queridos que entre quienesha b ían vivido de cerca los atenta-dos pero no ten ían que l amentarp é rd id a s d e s e re s c e rc a n o s . L ahiperactivación nerviosa desenca-d e n a d a p o r h e c h o s n o v e d o s o samenazantes remite de forma natu-ra l cuando se recupera l a sensa-c ión de control sobre la situación,mientras que la pé rdida de seressignificativos exige unas condicio-nes má s complejas para su supera-c ió n. (Vé a s e N a t iona l Cen t e r fo rP TD S , 2 0 0 4 ) h t t p : //w w w. d a r t -mouth.edu/dm s /pts d/ )

    Un e j em plo m uy re l ev a n t e d e

    cómo la elab orac ión de las pérdidasafectivas puede ser tomada como elmotor de la intervención con vícti-ma s d e la violencia política lo consti-tuye la experiencia del grupo desalud mental de Médico s del Mundoiniciada por los psiquiatras DomingoD íaz y Vicente Ib á ñez en Mó s t a r(Díaz, Ferná ndez, Gonzá lez, Ibáñez,Massip y Rodríguez, 2002).

    En una reciente publicación dosmiembros de este grupo, tomandoc o m o r e f e re n c i a e l m o d e l o d e l

    duelo, proponen un sistema de tra-bajo con víctimas de guerra alter-na t ivo a l de l TEP T, b a sa do en e lproces o de elabo rac ión individual ycolectivo del duelo por las p érdi-das. Las ventajas que Alberto Fer-ná ndez Lir ia y Beatr iz RodríguezVeg a (2002) enc uentra n en c entra r-se en la elab orac ión de las pérdidasy no en los s íntomas de estrés , sonlas siguientes:

    —  El duelo es una experiencianormal que cualquier sujeto sufre

    ante la pé

    rdida d e un se r querido, s e

    t ra t a de un proceso que se debevivir aunque en tiempo de guerra hade realizarse en condiciones difíc i-les; as í se evita la estigmatizac ión d epartida de las víctimas como enfer-mos que lo son en función de unaespecial vulnerabilidad individual.

    — El duelo no s e refiere nece sa -r i amente a l e fec to de una expe-riencia puntual (como un trastornoque sigue a un trauma) sino a unt ra b a jo q u e d e b e s e r re a liz a d ofrente a las pérdidas, lo cual per-mi te , a l a vez , dar cuenta de l asdificultades para afrontarla, espe-cialmente en los casos en los que

    la misma si tuación traumá t ica had es t ru id o lo s m ec a n is m os ha b i-tuales o convencionales de elabo-ración de l duelo.

    — El esq uema d el duelo, co nce-bido como un trabajo de elabora-c ión, permite situar y entender laf u n c ió n d e d i s t i n t o s e l e m e n t o s(rec urs o s ps i c o ló g i c o s , e n t o r nointerpersonal, contexto cultural ysocial.. .) a lo largo de un proceso,y es útil para planifica r intervenc io-nes y as igna r tareas en las mis-

    mas. En este sentido Ferná ndez yRodríguez toman las cuatro tareaspropues ta s p or J . Worden (2002)c om o b a s e pa r a l a a c c ión indivi-dual y colectiva: aceptar la pérdi-da, experimentar emociones vin-culadas a lo perdido, capaci tarsepara desenvolverse s in el objetoperdido y recolocar afectos. A par-tir de es ta s p remisa s s ugieren ejer-c i c i o s d e t r a b a j o i n d i v i d u a l ycomunitario en los que se posibili-ta que las víctimas puedan elabo-rar el duelo dotando de significado

    la situació

    n vivida .

    Reflexiones sobre el trauma psicol  ógico y la violencia pol í tica: De las guerras centroamericanas...

    260 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3

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    E l s e g u n d o d e l o s e l e m e n t o srelevantes, los c amb ios forzoso s deca rá cter negativo, es el eje sobre elq ue Ma r t ín B a ró   propon ía h a c e rgirar la intervenció n preventiva yrehabilitadora sobre las víctimas dela guerra de El Salvador. Su hip óte -sis central era que la guerra esta-blec ía unas relaciones aberrantesque los individuos somatizaban yexpresaban a través de los trastor-nos afectivos y comportamentales.El modo má s efectivo para superares te proceso pasa ba , pa ra Mar tínB a ró   (1988) por un trabajo de tomade c onciencia q ue implica ba el des -montaje d e lo que él calificaba de la

    institucionalización de la mentira.

    La implicación en actividades dereiv ind icac ió n s o c i a l, d e a c c ió ntransformadora o, si se quiere, depsicolog ía de la liberación, ha cala-do en la prá ctica de diversos gru-p o s , e s p e c i a lm e n t e e n Am é ricaLatina donde determinad os colecti-vos han preferido emprender acc io-nes centradas en la recuperaciónde la memoria histórica por encimade la elaboración particular de due-los diferidos (véase Mar t ín Beris-

    tain, 1999). Las ceremonias conme-morat ivas de determinados even-tos, la construcción de esculturas,la expresión musical, teatral y po é-t ica que l levan a cabo estos gru-pos , t iene como objet ivo centraldar nuevo significado a lo vivido,confrontar los hechos, sacarlos a laluz, darles un sentido colectivo quepermita respirar a los que sufren.Estas manifestaciones en el ordens imb ó l i c o s on c om pl em ent a r i a scon la elaboración de documentosde denunc ia o l as propues tas de

    a c c ió

    n para q ue los culpables sea n

    lleva do s a nte los tribuna les . (P á ez yMartín, 2000)

    4) Por qué no haycorrespondencia directa entrelos sucesos traumatógenos(hechos violentos, pérdidasafectivas y cambiossignificativos) y los sí ntomaspostraumáticos

    Todo s los q ue ha ya n vivido decerca situaciones extremas de vio-lencia bélica, ya sean guerras pro-longa d a s o a t en ta d os t e rro ris t a scomo los de los trenes en Madrid,

    han comprobado que la aparic iónde problemas importantes de saludmental no es homog énea entre lapoblación. En la aparición y conso-l i d a c ió n d e la s m a n i fe s t a c io n e st raum á t i cas ex i s ten impor tantesdiferencias debidas, fundamental-mente a los siguientes fa ctores:a) Característica s d e los hechosviolentos

    Parece lógico pensar que cuantomás intenso, cercano y repetido seael estresor existen más posibilidades

    de provocar t r as tornos menta lesentre q uienes lo ha n vivido . El mod e-lo del estrés postraumá tico, al situarla presencia de un hecho de muerteo amenaza como el factor desenca-denante, nos l leva a suponer queexiste una proporcionalidad entre laintensidad y cercanía del hecho y elimpacto sobre la salud mental. Estoes as í sólo en determinadas circuns-tancias. La intensidad de los hechostraumatógenos se establece siempreno sobre parámetros a bso lutos, s inopor contraste con el nivel de violen-

    cia del lugar en el que se produce.

    F. Moreno 

    Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 261

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    Veinte muertos por un a tenta do en laGinebra de 2004 provocará n unaelevación mucho mayor de personascon estrés agudo que si se dan enBa gda g. Co mo se ha dicho anterior-mente, las reacciones fisiológicas ypsicológicas descritas en el modelode estrés postraumá tico son básica-mente adaptativas cuando respon-den a hechos inusuales que exigenuna activación extraordinaria y unaconcentración casi absoluta en losucedido La respuesta de la semanaposterior al 11 de marzo es un ejem-plo parad igmá tico: la mayor parte deciudadanos madrileños tuvieron lareacc ión má s ada pta t iva : concen-

    t r a r s e c a s i ob s es i v a m ent e en l os uc ed id o , d es c u id a r s us l a b or escotidianas, dormir poco, buscar indi-cios de peligro, consolar a las v ícti-mas, expresar su desconsuelo con ell lanto, con la colocación de lazosnegros o flores. Si los atentados serepitieran, como sucede en las gue-rras prolongadas, estas reaccionesdejaría n d e s e r a d a p t a t i v a s pa r aconvert i rse en un pel igro para lasupervivencia. Cuando en 1982 trasmás de tres a ños de pa z tras la insu-rrección sandinista, comenzaron los

    ataques de la “Contra ” , las reaccio-nes de la población civil solían serextremas, de desbordamiento emo-cional. Unos a ños después, cuandose generalizó   el conflicto y todo elpa ís vivía en torno a la guerra, lasreacciones eran mucho más matiza-das, en la mayor parte de las ocasio-nes de una frialdad sorprendente. Lanor m a l i z a c ió n en e l horror , conpocas reacciones típica mente pos-traumá t i cas , es una carac terísticahabitual en las guerras prolongadasy en d eterminad os conflictos de ba ja

    intensidad pero continuados en el

    tiempo. Esta realidad se interpretacomo forma de preservar la saludmental de los ciudadanos, incapacesde mantener de forma continuada lahiperalerta inicial. Pese a que contri-buya a la supervivenc ia , t ambiénfavorece la prolonga ción de la guerraya que cierto desentendimiento y laasunción de inevitabilidad engrasanlas instituciones militares.

    Algo similar sucede con la cerca-nía física a los estresores . En losc a s o s d e t e rro r is m o lo c a liz a d o ,d ond e ex i s t en l uga r es em b l em acomo la estación madrileña de Ato-cha o la “zona cero”   de Manhattan

    quienes viven má s cerca del lugaren el que oc urrieron los hec hos sue-len es tar más afectados por algunoss íntoma s d el TEP T, q ue los q ueviven en zonas má s alejadas. Estasdiferencias, que van desapareciendocon el t iempo, está n l igadas a l areexperimentación lógica de quienrevive por asociación los sucesostraumá t icos . Que existan lugaresdonde concent rar l as emocionescon expresiones simb ó l icas comoflores, velas, poemas o fotografía s ,tiene un efecto terapéutico evidente

    en los momentos posteriores a losactos de terror ya que cumplen unafunción básica en la elaboración deld ue l o : l a c ons t a t a c ió n d e q u e e lhecho ha ocurrido y la pérdida esevidente. La concentración emocio-na l de es tos lugares es t ra t égicosmarca también otro momento claveen la vida de los afectados cuandolas autoridades retiran las expresio-nes espontá neas de dolor para sus-tituirlas por placas conmemorativaso monumentos má s impersona les.

    En las guerra s convenc iona les

    Reflexiones sobre el trauma psicol  ógico y la violencia pol í tica: De las guerras centroamericanas...

    262 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3

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    como las centroamerica nas o las deBosnia, donde la amenaza de nue-vos ataques es una realidad, la cer-ca nía a los estresores se vive de unmodo muy diferente. En estos luga-res se suele dar el l lamado efectof ron t e r a (Moreno , D e l a Co r te ySabucedo, 2004). Las personas queviven en los lugares cercanos a lalínea fronteriza o en zonas de activi-dad militar, afrontan el miedo antelas amenazas previsibles con con-ductas de evi tación y prevención,que lo mitigan en parte (construc-c ión de refugios, sistemas de vigi-l a nc i a , pa u t a s c onv enc i ona l es yhasta supersticiosas de buscar ali-

    mentos, etc.). Se trata de c onductasactivas que permiten, si no superar-lo, s í  al menos afrontarlo. Quienesviven en zonas donde la actividadbélica es menos previsible manifies-tan mucha más ansiedad, a menudoa s oc i a d a c on d o l enc i a s f ís ic a s ytras tornos psicos omá ticos. El ele-mento clave aquí es la s ensación defalta de control sobre la propia vida,d e e fec t os t a n nega t i v os pa r a e lequilibrio emocional.

    Por último, el tiempo transcurrido

    desde los hechos t raumatógenoses, obviame nte, el elemento c lave ala hora de detectar las expresionesde trastorno emocional . Mientrasq ue en los c a sos de terrorismo, c onactos intensos pero anormales, lohab itual es q ue la mayo r parte de lap o b l a c ió n se recupere de formaprogresiva y los s íntomas traumá ti-c o s s e v a y a n m i t i g a n d o h a s t ades a parecer; en las guerras prolon-g a d a s e s m á s u s u a l q u e e s t a smanifestaciones aparezcan muchodespués de producirse los hechos

    violentos má

    s s igni f icat ivos . Las

    condiciones de peligro que imposi-bilitan elaborar adecuadamente laspé rd idas , provocan a menudo l aaparición de duelos diferidos.

    b) Participación

    Otro de los elementos que con-f i r m a n q ue l a c on t em pl a c ió n d ehec hos d r a má t i cos no es e l e le-mento causa l bá sico de los trastor-nos emo cionales en tiempo d e gue-rra, es la reiterada confirmación deq ue las personas má s directa menteinvolucradas en las acciones vio-le n t a s n o s o n la s q u e m u e s t ra npeores indicadores de salud men-

    t a l . A l gunos es t ud i os em p ír icosdesarrollados en tiempo de guerra(vé a n s e P u m a n ä ki , 1982,Martín-Baró , 1990) informan de quelas personas que está n má s involu-c r a d a s p o lít i ca y soc ia lmente enu n o d e l o s b a n d o s e n f re n t a d o sresis ten mejor los desequi l ibr iosgenerados por el conflicto. Por unlado, los soldados en las guerrasconvencionales encuentran en laobediencia a la superioridad la jus-t i f i cac ió n d e s u s c o n d u c t a s ; l a sa cc iones militares s e a utomatiza n y

    q uienes las come ten se sienten exi-midos de resp onsa b ilida d mo ra l.Algo similar, pero con una implica-c ió n p e r s o n a l y u n v ínc u l o a l ao r g a n i z a c ió n t e r r o r i s t a m u c h omayor, ocurre entre los activistasdel terror, entre quienes no cabe laduda moral sobre la rectitud de susa c c i ones , ha s t a e l pun t o d e q uea l g u n o s d e e l l o s s e s u i c i d a n a ltiempo de cometerlas (De la Corte,Sabucedo y Moreno, 2004). Duran-t e l a s g u e r r a s c o n v e n c i o n a l e saquel los sectores de la población

    civil que no se identifican con nin-

    F. Moreno 

    Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 263

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    guno de los bandos tienen asegu-rado, como m ínimo, el vac ío social,lo q ue, como se verá  m á s a delante,es uno d e los e lementos bá sicos d evulnerabilidad.

    En algunos textos donde, desdeuna visión c lá sica de ra íz psicoanalí-t ica , se recoge este fenómeno deausencia de trastorno emocional enlos so ldado s , s e interpreta comoconfirmación de las tendencias ase-sinas o impulsos destructivos inna-to s (Forna ni , 1972; Vers t ryng e ,1979). Hay otro modo de interpretareste hecho desde una perspectivamá s funcional. Desde mi punto de

    v is t a la pa r tic i pa c ió n d i r ec t a ensi tuaciones de al to estrés es unaforma de canalizar la ansiedad quep ro v o c a n e s t o s h e c h o s y d e d a rsentido a lo que está   sucediendo,un sentido difícil de encontrar deotro mod o. C on la pa rticipación a cti-va s e elimina, o se reduc e a l mínimo,una de la base del estrés: la sensa-c ión de falta de control, que cuandose consolida se convierte en inde-fensión aprendida . No es esta desd eluego la única ni la má s importanteexplicación del porqué  los humanos

    nos involucramos en la guerra ni elmotivo de este artículo (véase More-no, 1991), pero s í  una explicacióndiferente de la relación entre partici-pac ión y equilibrio mental en situa-ciones extremas. Sobre todo tenien-d o en c uen t a q ue t a m b ién s e d aeste fenómeno en a quellas persona sque part ic ipan act ivamente en laguerra desde posiciones no belige-rantes , esto es , los profesionalessanitarios, los equipos de rescate,etc. La c onfirma ción de es ta relac iónes la que fundamenta que las orga-

    nizaciones humanitarias promuevan

    en t iem po d e guer ra o d e t e r ro racciones de participación social non e c e s a r i a m e n t e v i n c u l a d a s a laspecto político o militar del conflic-to, sino a la reconstrucción, la aten-c ión a las víctimas, etc.(véase Fer-ná ndez y Rodríguez , 2002).

    c) Vulnerabilidad personal

    La ra íz e t imoló g i c a d e t r a um acomo herida, se ha ut i l izado conf r e c u e n c i a c o m o m e t á f o ra p a raexplicar que, al igual que un mismogo lpe c on un objeto pued e s er leta lpara un cuerpo flá cido e irrelevantepara uno flexible y musculoso, los

    hechos traumatógenos a fec tan ded is t i nt o m o d o a q u ie n e s t ie n e nmenor capacidad para encajar losfrente a quienes t i enen recursospara afrontarlos. Ante los mismoshec hos d r a má t i cos der ivados deatentados terroristas o de guerrasco nvenciona les , s iempre resultanmá s a fec tados quienes par ten deu n a s i t u a c ió n d e d e s v e n t a j a . E lhecho de estar previamente enfer-mo, ser v ie jo , pob re , hué r f a no ,c a r ec er d e r ed es d e a poy o , e t c .s upone un f a c t o r d e d es v en t a j a

    a ña d id o q ue res u lt a f a v orec ed ordel trastorno ps íquico, puesto queincrementa la vulnerabilidad de losindividuos má s dependientes (Ib á -ñez, Díaz y Moreno, 1999). La gue-rra y los actos de terror ademá s deg e n e r a r i m p a c t o s e m o c i o n a l e se s t r e s a n t e s , e x i g e n u n a a m p liodespliegue de actividad extra queva desde la b úsqueda de atenciónmé dica, real izació n de ges t ionesadministrativas, atención a l lama-das y asuntos similares en los pa í-ses como Espa ña donde los actos

    terroris tas no rompen el s is tema

    Reflexiones sobre el trauma psicol  ógico y la violencia pol í tica: De las guerras centroamericanas...

    264 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3

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    público de protección social, hastala búsqueda de refugio, seguridad yalimento en situaciones de guerrasab iertas como las Centroa merica -nas o las Balc á nicas. La fragilidaddel estado de salud, la escasez derecursos económicos y, sob re todo ,la limitación de redes sociales sonlos primeros elementos q ue se sue-l e n t e n e r e n c u e n t a c u a n d o s ede be n prioriza r los rec urso s en pro-yec tos de a tenc ión a víc t imas deguerra (Moreno, 1999)

    d) Elaboración so ciocog nitiva.El co ntexto soc ia l

    Uno de los grandes méritos deIgnacio Martín B a ró , a l que todosas ociamos al concepto de “ traumapsicosocial”   fue aportar una visiónunitaria del trauma que no excluíala s a proximac iones clínicas, socia-les o polít icas , s ino que las inte-graba. En algunos foros he encon-t ra d o a c o le g a s q u e h a b la n d et ra u m a p s íq u i c o , t r a um a s oc i a l ,t r auma polít i co , t r auma ps icoso-c i a l , e t c . c o m o s i s e t r a t a r a d efe nómenos de naturaleza diferen-t e . No e r a e s t a l a p ro p u e s t a d e

    psic ó logo hispano salvadoreño a lconsiderar el trauma como un pro-ceso dialéctico, q ue de be explica r-se desde la relación en la que see n c u e n t r a e l i n d i v i d u o c o n l asociedad y su historia. De hecho,en su hoy c é lebre artículo, MartínB a ró , (1988), intenta superar lasque a su juicio eran aproximacio-nes pa rciales a l des a rrollo d el trau-ma ps íq uico provoca do po r la g ue-rra: una de naturaleza b á sicamen-te cog nitiva, la de s u colega sa lva-doreño J o a q uín Samayoa (1987)

    cent rada en los procesos deshu-

    manizantes generados por la gue-rra (desatención selectiva, aferra-m ien t o a p r e ju ic i os , a b s o lu t iz a -c ión, idealización y rigidez ideoló-gica) y otra basada en los aspec-tos afectivos, la del grupo chilenoliderado por la psic ó loga ElisabethLira (1988) que destacaba las fun-ciones del miedo provoca do por elt e rro r is m o d e es t a d o (s ens a c ió nde vulnerabi l idad, estado exacer-b a d o d e a l e rt a , s e n t im ie n t o d epérdida de control y alteración delsentido de realidad). Mart ín B a rópar te de es tas formas de aproxi-marse a los efectos de la violenciapolítica, para proponer un modelo

    de trauma psicoso cial , que precisapara su comprens ió n y solución,no s ó lo a tender a l prob lema delindividuo sino a sus raíces socialesy a las formas ideológicas en quese concretan las relaciones socia-les. Con el propósito de no repetircontenidos, remito al lector al art í-culo de l profesor Ama lio B la nco enesta misma revista .

    P artiendo de este enfoque d ialéc-t i co , se exponen en e l s iguienteapartado algunos de los condicio-

    nantes sociales, políticos y cultura-les que median ent re los hechosbélicos y la aparición de los trastor-nos y la recuperac ión de las víctimas.

    5) Por qué es tan importante lacomunidad y el contexto social,polí tico e histórico en laaparición y superación deltrauma psí quico?

    In c lu s o a d o p t a n d o l a p o s t u ra

    s c onv enc i ona l d e ev a l ua r e l

    F. Moreno 

    Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 265

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    trauma exclusivamente a través delos criterios diagnósticos del DSM-IV, las ma nifesta ciones co nductua -les de estrés postraumá t ico está ncondicionadas por la relación delindividuo con su entorno social y suhistoria.

    a) El apoyo social. La pertenen-cia de la víctima de la guerra o elterrorismo a una c omunida d estruc-turada, con mecanismos de apoyosoc ia l reg lado y e fec t ivo reduceradicalmente la aparición de s ínto-mas traumá ticos.

    E n un a r e v is t a c o m o e s t a d e

    Ps icolog ía C línica y de l a Sa lud ,n o e s p r e c i s o a h o n d a r e n u nhecho tan evidente como la rela-c ión entre apoyo social efectivo ysalud mental . Un marco estable yseguro de relaciones afect ivas esgarantía de equilibrio emocional yuno de los principales amortigua-dores d e los envites de la vida . Lacons ta t ac ión de que las personasrel igiosas muestran menos s ínto-mas de trastorno emocional en lassituaciones b é l icas, al margen dela interpretación trascendente que

    se le pueda da r desde la teolog ía ,se interpreta desde la psicolog íasocial como una confirmación d ees te e fec to de a compa ñamiento ya poy o s oc i a l q ue s ue l en d a r l a sc o m u n id a d e s re lig io s a s a s u smiembros.

    Cuando no existe el marco afec-tivo natural, los proyectos de inter-v e n c ió n in tentan sus t i tu i r lo conredes de apoyo creadas para pro-veer seg urida d y s ensac ión de con-trol . En estos grupos de tarea, no

    es tan importante el propó

    sito for-

    mal para el que se reúnen (traba josde reconstrucción, talleres de coci-na, teatro.. .) como la calidad de lasrelaciones interpersona les (Día z e ta l, 2002).

    Precisamente por ser tan impor-tante l a segur idad que provee e lafecto, es por lo que en determina-da s s ituaciones d e violencia políticase manifiestan de forma tan claralos efectos del trauma. Me refiero alas guerra s o los conflictos políticosen los que los grupos famil iares ,profesionales o de amigos se pola-r i zan apoyando cada par te a unode los miembros enfrentados. La

    i n s e g u r i d a d q u e g e n e r a e l q u eparte de tu grupo de referencia vitalapoye o justifique la acción de losque uno considera sus enemigos,e s d e m o l e d o r a , e s p e c i a l m e n t ecuando med ian p érdida s d e vida s.

    En ambientes muy polar izadospor la tensión política o religiosa , lanecesidad de un marco estable einc ond i c iona l d e a pr ob a c ió n , e suna de las razo nes q ue lleva a a lgu-nas personas, especialmente jóve-nes, a vincularse de forma efectiva

    a insti tuciones militares o gruposradicales en los que el sentimientode identida d e s fortísimo.

    La v io lenc ia polít ica t iene unarelación ta n directa con la identida dpersonal, que resulta muy complejono mostrar s ignos de estrés pos -t raum á t i c o c ua nd o en e l c írculoa fec t ivo inmedia to se mant ienenpos t ura s opues t a s . Tod a v ía hoy,casi 70 a ños después de iniciada laguerra civil espa ñola , hay gruposfamiliares en los que no se puede

    hab lar ab ier t amente de esa con-

    Reflexiones sobre el trauma psicol  ógico y la violencia pol í tica: De las guerras centroamericanas...

    266 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3

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    tienda sin generar profundas a ltera-ciones emoc iona les. Es un fenóme -no común a todas las guerras, civi-les o de otro tipo, en las que antesdé   que se desataran las hostil ida-des , la historia hab ía hecho conviviry formar redes familiares a perso-nas con ca racterísticas ideológicas ,étnicas, religiosas o culturales dife-rentes.

    b) El estigma y la imagen socialde la víct ima. En la aparic ión delt r a u m a s u e l e h a b e r u n a ló g i c am a y o ría - m i n o r ía . C u a n t o m á sminor it a rio y po co v is ib le s ea e lgrupo a fec tado , má s probabilida-

    des tiene de manifestar trastornostraumá ticos.

    L a ps i c o l og ía s o c i a l d e c o r t ecognitivo ha dado una gran impor-tancia a los procesos de atribución,especialmente en los casos de vio-lencia familiar y política . Uno d e losfe nómenos má s estudiados, el del“mundo jus to ” e s m u y ú t i l paraexplicar la relación que en muchosca sos s e da entre una ma yoría indi-ferente y una minoría d e víctimas.S eg ún se ha observado en proce-

    sos sociales y en estudios experi-mentales el mero hecho de obser-var a una persona que ha sufr idomalos tratos o ha s ido v íctima deun ataque, hace que los observa-dores a tribuyan d e forma c as i auto-má t ica alguna razón a ese cast igoo desgracia (Lerner, 1980). En eseproceso de atribución es muy fre-cuente que el observador culpe, enparte o totalmente, a la víctima dela situac ión en la que se encuentra.E s u n f e n ó m e n o q u e s u e le s e rin terpretado como una forma de

    defensa de l a ident idad persona l

    del obs erva dor: el mundo s e mueves eg ún una lógica de intercambiosprevisibles, má s o menos justos, demodo que si uno recibe un mal esporque lo ha provocado o no hahecho lo posible por evitarlo. Cuan-t o m á s s e p a r e c e la v íc t im a a lobservador má s probab le es quese de este proceso de atr ibución,pues es má s senc illo p onerse en sulugar y sentirse amenazado.

    Es te fenó meno de culpa b iliza -c ión de las víctimas se d a de formaa u t o má t i c a en t od a s l a s guer r a sc u a n d o l a v íc t im a p e rt e n e c e a lbando contrar io, a ún después d e

    acabadas las hostil idades. Esto noa f e c t a d e m a s ia d o a l p ro c e s o d etraumatización, pues no se sueleesperar empatía del antiguo enemi-go. Sin embargo el fenómeno tieneun impacto muy relevante en pa í-s es c on una a c t i v i d a d t e r r o r i s t aco ntinuada . Espec ialmente en luga -res como el Pa ís Vas co donde losa c t i v i s t a s t i e n e n c i e r t o a p o y osocial . Durante mucho tiempo servíctima de un atenta do terrorista has upues t o en E s pa ña , y en o t r oslugares, un estigma a ñadido al del

    trauma directo de los atentados ys u s s e c u e l a s f ís i c a s . E n e s t o scasos los procesos de a t r ibuc iónd e b u e n a p a r te d e la s o c i e d a d(“algo habrá  hecho” , “en pa rte é l s elo busc ó” , etc.) suele mantener alas víctimas a una prudente distan-cia , cuando no bajo sospecha, loq u e p r o d u c e u n s e n t im ie n t o d eabandono y soledad que eleva losefectos del trauma y que se tiendea mi t igar con terapia . No pareceque vaya a suceder algo a s í con lasvíctimas del 11 de Marzo. En este

    ca so la premeditada elecció

    n de un

    F. Moreno 

    Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 267

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    objetivo indiscriminado y aleatorio,es incompatible con la atribuciónde responsa bilida d a las v íctimas.

    c ) L a s c o n s e c u e n c i a s d e l aa c c ión colectiva y el sentido q ue sele otorga, determina la aparición deltrauma.

    E n oc a s iones s e o lv id a q ue laforma en que terminan las guerras,las q ue aca ba n, condiciona no s ó lolos aspec tos polít icos y económi-cos de los lugares devas tados , sinola recuperación de la salud mentalde los afectados. No me refiero alas interpretaciones clá sicas de la

    Ciencia Polít ica cuando atr ibuyendeterminadas guerras a la frustra-c ión co lectiva por los resultad os deuna contienda anterior, sino a algom uc ho m á s c o n c re t o . C u a n d o aprincipios de los a ños 80 llegué   aNicaragua, la guerra contra Somo-za estaba muy reciente y por tantoha b ía miles de víctimas (lisiados,v iudas , hué r fanos , e tc . ) . Que yosepa no exist ió   por entonces nin-gún prog rama de s alud mental pa rapa lia r los efectos de la guerra. Estose puede interpretar como una evi-

    dencia de la importancia que tuvola inclusión en 1980 del trastornop o r e s t ré s p o s t r a u m á t i c o e n e lDSM-III. Pero por mi experienciadirecta creo q ue no se trata ba tantode que hubiera una necesidad dea t enc ión no detec tada n i sa t i s fe-cha, sino de un fenómeno de má scalado: la inmensa mayoría de lasvíctimas de la guerra contra Somo-za daban un sentido político colec-t ivo a los males que sufrían. Losc o n s id e r a b a n c o m o u n t r ib u t o ,como una aportación extrema al fin

    superior de a ca ba r con la dicta dura

    y c o n s t r uir u n n u e v o p a ís . L o smuertos en co mbate d ab an nombrea los mercados y las avenidas, lasv i u d a s y m a d r e s d e l o s c a íd o stomaban parte en todas las activi-dad es c onmemorativas y los disca -pac itados de g uerra s olían ser teni-d os en a l t a e s t i m a . Una d é c a d adespués, cuando al ser derrotadose n l a s u r n a s l o s s a n d i n i s t a s e n1990, acabó   formalmente la nuevag u e r r a s a n d i n i s t a s - c o n t r a , l a smuestras de estrés postraumá tico,se extend ían por todos los estratosde la población.

    La forma en que se c ierran los

    procesos bé l icos o las contiendasterroristas, determinan la evoluciónde los a fectados de una forma muydirecta. En las guerras convencio-nales los vencedo res d an una signi-ficación a todas las pérdidas incor-porando a las víctimas a la victoriacomo héroes. Los derrotados tien-den a a sumir los valores de los ven-ced ores y a volca r en sus dirigentesla responsabi l idad de los hechos.As í  s o lían darse las guerras hastano hace demasiado tiempo. No esnada extra ño q ue el famo so TEPT

    se redac tara para descr ib i r a l asvíctimas americanas de una guerra,la de Vietnam, que provoc ó   tantorechazo entre la población de Esta-d o s U n id o s y q u e re c i b ió   a l o sexcombatientes con indi ferencia ,c ua nd o no c on d es pr ec io . E s enes tas cond ic iones en l as que l asvíct imas, a l mirarse en el espejocolectivo, no encuentran sentido als a c r if ic i o v iv id o , a la s p é r d i d a sf a m i l i a r es , a l a s m ut i l a c i ones ymuestran las conoc ida s expresio-nes de reexperimentac ión, embota-

    miento emocional, etc.

    Reflexiones sobre el trauma psicol  ógico y la violencia pol í tica: De las guerras centroamericanas...

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    En el momento de redactar estaslíneas leo en la prensa que uno delos as pectos clave pa ra alcanzar lapaz definitiva en Irlanda del Nortees el debate entre republicanos yunionistas sobre la oportunidad detomar fotografías de la entrega delos arsenales de armas del IRA. Esun dato má s que confirma la hipó-tesis q ue aqu í s e d efiende. La exis-tencia o no d e un testimonio g rá ficoq u e p u e d a d a r u n s e n t i d o d e“ derrota ”   o “ c a p i t u l a c ió n ”   a l o srepublicanos irlandeses es lo sufi-c i en t em ent e im por t a n t e no s ó lopara la a l ta polít ica, sino para losproblemas de salud mental con los

    q ue vivirá n la po sg uerra los milita n-tes cató licos y protes tantes .

    P a s a d a s a l guna s s em a na s t r a sun a contec imiento e xtremo comolas bombas del 11 de Marzo, o alacabar formalmente un conf l i c tobélico convencional como en Nica-ragua o Bosnia, la recuperación delas víct imas depende de diversosfactores, alguno de los cuales ya seh a n m e n c io n a d o a q u í: e l a p o y osocial , la adecuada elaboración delduelo por las pérdidas, la normali-

    zac ión de las condiciones de vida,el cese efect ivo de las amenazas ,e t c . La m a y or pa r te d e d eb a t esentre profesionales suele centrarseen e l m om ent o i nm ed i a t a m ent eposterior a los combates y atenta-dos. En todos los foros en los quehe pa rt ic ipa d o pa ra t ra t a r s ob r eprocesos de reconstrucción socialy cultura l, pos terior a los mome ntosde emergenc ia , s uelen c ont rapo -nerse visiones diferentes sobre elmodo má s a decuad o de afrontar, a

    medio y l a rgo plazo , los e fec tostraumá ticos del terrorismo y la gue-rra. A mi modo de ver existen tresmodelos que podríamos denominar“ la higiene del olvido ” , “ la confron-tac ión de los hechos tra umá ticos ”  y“ la recuperac ión de la memoria his-tórica ” . El primero propugna q ue nohay mejor terapia que o lv idar losuced ido y recons t rui r l a v ida a lmargen de los hechos. El segundo,que suelen defender b á sicamentelos profesionales sanitarios, consi-dera q ue hay q ue afrontar los s ínto-ma s q ue dificultan la vida cotidiana ,los trastornos, centrá ndose en téc -nicas que mitiguen el sufrimiento

    sin ir má s allá . El tercero pretendedar un nuevo significado colectivoa lo v iv ido e incorporar lo comosigno d e identida d p ositivo a la bio-grafía de las víctimas.

    Con independencia de la opciónque se defienda para el apoyo, ela c om pa ñamiento o el tratamientoc lín i c o d e l a s v íc t i m a s , m á s om e n o s i n v a s i v a , c o n m a y o r om e n o r o r ie n t a c ió n c om uni t a r i a ,conviene recordar que, pese a quela atención psicológica a las vícti-

    mas de guerra y de terrorismo tieneuna corta historia, los conocimien-tos ac umulad os en este campo so ninfinitamente mayores y má s efecti-vos que lo que se ha avanzado enla reflexión sobre cómo prevenir lasguerras y los odios entre los colec-t ivos humanos. No es fá ci l saberq ué  puede aportar la investigaciónps i c o ló g i c a a e s t e t e r r eno en e lfuturo, pero no encuentro un retoque pueda ser m á s e levado paranuestra profesión.

    F. Moreno 

    Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 269

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