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    Jos Mart y el humanismo en Amrica Latina.

    Pablo Guadarrama Gonzlez

    Convenio Andrs Bello. Bogota.2003. (ISBN: 958-698-121-5)

    ndice

    El autor

    Nota introductoria del autor

    Prlogo, por Enrique Ubieta Gmez

    Humanismo y desalienacin: un proyecto histrico inacabado

    El proyecto humanista en el pensamiento latinoamericano. Bases ticas

    El tema de la cultura en el pensamiento latinoamericano

    Mart y el positivismo sui gnerislatinoamericano

    Mart y la conceptualizacin latinoamericana de humanismo

    Humanismo prctico y desalienacin en Jos Mart

    Otros pensadores

    Enrique Jos Varona ante la condicin humana

    El humanismo vital de Jos Enrique Rod

    El monismo esttico de Jos Vasconcelos

    El humanismo americanista de Pedro Henrquez Urea

    La dimensin concreta de lo humano en Jos Carlos Maritegui

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    Nota introductoria del autor

    El tema del humanismo nos ha motivado desde nuestros primeros estudios sobre la

    trayectoria del pensamiento latinoamericano. En trabajos anteriores hemos querido analizar

    algunas de sus particularidades en distintas pocas, as como el quehacer de pensadores de

    nuestra Amrica.

    En esta ocasin se trata de un conjunto de ensayos, algunos de ellos presentados en

    congresos internacionales dedicados al pensamiento del hroe nacional cubano Jos Mart.

    Otros fueron elaborados especialmente para este libro. En l se aspira, adems de la

    valoracin de la talla de sus ideas, a recuperarlas para las circunstancias actuales de esa gran

    patria bolivariana que Mart tambin so.

    Nuestro agradecimiento ms profundo va dirigido, ante todo, a Mart, por haber sido lo que

    fue y por seguir inspirando tanto a los cubanos como a muchos hombres que en todas partes

    del mundo luchan por la dignificacin humana.

    Tambin debemos agradecer al sinnmero de personas que nos han impulsado y animado

    en estos estudios sobre el pensamiento latinoamericano, en especial sobre el de Jos Mart.

    Los nombres no importan, sino sus actos. A todos ellos gracias por estimularnos a pensar y a

    tratar de actuar en correspondencia con nuestras ideas.

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    Prlogo

    Por Enrique Ubieta Gmez *

    Cuando en 1982 anunciaron en la Facultad de Filosofa de la Universidad Estatal de Kev la

    inusual presencia de un conferencista invitado proveniente de Cuba, nosotros, estudiantes

    cubanos de quinto ao, sonremos doblemente prejuiciados: primero, porque conocamos a

    ciertos aspirantes aspiraban a ser, segn una literal y mala traduccin, candidatos a

    doctor que reunan muchos mritos personales, pero pocos estrictamente acadmicos;

    segundo, porque una formacin eurocntrica y teoricista nos haca desconocer y despreciar

    la tradicin latinoamericana de pensamiento. El conferencista se nombraba Pablo

    Guadarrama, y no habl de Hegel, sino de Enrique Jos Varona. Un amigo y yo le

    tradujimos, con incredulidad, ante un auditorio sorprendido.

    Despus, ya en Cuba, fueron dos las fuentes de referencia que tuve de Pablo: la lectura de

    sus textos, todava solitarios en el anlisis de la produccin filosfica nacional, siempre

    tiles en mis estudios de pensamiento cubano, salvadora reorientacin que me propici el

    Instituto de Literatura y Lingstica de La Habana; y los comentarios de mis amigos de

    Santa Clara, ahora colegas suyos de la Universidad Central. Pablo es un autor informado,

    polmico, un trabajador incansable y un promotor de los estudios filosficos; su biblioteca

    es probablemente la ms completa del pas en temas y autores latinoamericanos, abierta a la

    consulta de todos, incluidos, en primer lugar, los ms jvenes.

    Ahora es menester decirlo: cuando los filsofos cubanos (jvenes y menos jvenes, con

    las excepciones que fija la regla) andbamos de espaldas a la tradicin latinoamericana y de

    cara a la teora sovitica este-europea o euro-occidental, lo que, desde luego, no es un

    error, sino parte de esa misma tradicin ignorada o subestimada, Pablo se empe en

    reconstruir, desde el marxismo, los hilos lgicos que nos unan al pasado. Hoy podemos

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    Humanismo y desalienacin: un proyecto histrico inacabado

    Resulta paradjico que mientras la comunidad internacional ha discutido con ardor en los

    tiempos recientes si debe crear o no un alto comisionado para enjuiciar las violaciones de los

    derechos humanos que se cometen en el mundo, algunas filosofas hayan querido inaugurar y

    despedir el siglo XX poniendo en la picota al humanismo. Desde que la filosofa se

    constituye en actividad intelectual especfica el componente humanista ha estado presente

    como elemento consustancial a toda reflexin cosmovisiva. Aunque no han faltado

    momentos en el devenir de aquella en los que el lugar de la problemtica antropolgica ha

    sido desplazada como en el medioevo o en que la condicin humana ha sido cuestionada

    ante evidencias de imperfeccin, etc., ha prevalecido como tendencia regular la confianza en

    la perfectibilidad humana y en el papel enriquecedor de la moral.

    Nietzsche abri los ataques contra aquellas concepciones que conciben la existencia de una

    progresiva trayectoria del gnero humano. A su juicio, constitua un gran error considerar al

    hombre actual (Europa) como el tipo superior humano,1 ya que para l los griegos y los

    hombres del Renacimiento eran superiores a los actuales y el incremento de la moralidad, en

    lugar de enaltecer al hombre, haba marcado su decadencia. Tal concepcin del desarrollo

    humano poda atentar contra cualquier intento de elevar al hombre a niveles ms dignos de

    existencia que no fuese el cultivo de la incontenible voluntad, especialmente del hombre

    europeo, para quien, segn su criterio, deba construirse la historia. Por el hecho de partir de

    una postura marcadamente misantrpica, su filosofa constituye una de las anttesis del

    humanismo.

    Tampoco resulta casual que Heidegger, quien contribuy notablemente en su clebre carta

    Sobre el humanismo a la divulgacin de la idea de la crisis de ste al vincularlo al ocaso de

    1 Friedrich Nietzsche, Obras completas, t. XIII, Buenos Aires, Editorial Aguilar, pg. 292.

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    la metafsica, haya coqueteado con el rgimen nazi, con lo que dio pruebas tambin de que

    este debate no se circunscribe al mundo de la teora.

    En la actualidad, cuando el fracaso del socialismo real se identifica como la consumacin

    de la inutilidad del humanismo, la filosofa posmodernista busca innumerables argumentos

    para acentuar la tesis sobre la presumida causa perdida del humanismo. La renuncia a esta

    concepcin est unida a la conformista concepcin que presupone abandonar cualquier

    proyecto que se proponga niveles superiores de desalienacin humana. Pues, como asegura

    Lyotard: El recurso a los grandes relatos est excluido; no se podra pues, recurrir ni a la

    dialctica del Espritu ni tampoco a la emancipacin de la humanidad para dar validez al

    discurso cientfico posmoderno.2 Queda claro, entonces, que ser cientfico presupone

    aceptar el mundo tal y como est y no proponerse mejorarlo un pice, como ndice de la

    mejor forma de contemplativa interpretacin terica del mundo.

    La cuestin no slo trasciende los planos sociopolticos, donde, indudablemente, siempre

    resulta ms comprometida y riesgosa, sino que llega a todos los rdenes de la sociedad

    contempornea, pues, a juicio de Vattimo, la crisis del humanismo est relacionada con el

    crecimiento del mundo tcnico y de la sociedad racionalizada....3 Siguiendo esta lgica, la

    humanidad estara condenada fatalmente al ocaso de los valores humanistas, a menos que

    est dispuesta a renunciar a seguir cultivando la ciencia, la tcnica y el racional

    aprovechamiento y ordenamiento de la vida social, conquistas estas que jams estar en

    disposicin de echar por la borda.

    Por otro lado, resulta ms preocupante que la resignada aceptacin de un deterioro del

    humanismo, concebido en su sentido acadmico ms genrico, pueda servir de justificacin a

    2 F. Lyotard,La condicin posmoderna, Mxico, Ediciones Rei, 1989, pg. 109.3 G. Vattimo,El fin de la modernidad, Barcelona, Editorial Gedisa, 1990, pg. 36.

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    prcticas que alejen al hombre del humanitarismo y de la filantropa que usualmente han

    acompaado a ese movimiento. Nikolai Berdiaeff planteaba: El fin del humanismo seala

    tambin el fin del humanitarismo.4 Esto ltimo es lo que puede resultar ms preocupante en

    las actuales circunstancias, cuando las brechas de desarrollo econmico entre los pases del

    Norte y del Sur y entre los sectores sociales dominantes y las amplias masas populares se

    acrecientan con la oleada neoliberal.

    El humanismo, entendido en su formulacin ms amplia, ha encontrado innumerables

    definiciones. Usualmente se maneja en su expresin clsica histrica como ese movimiento

    cultural que se despliega en la poca renacentista entre aquellos intelectuales, profundos

    admiradores de la cultura grecolatina, que intentaban rescatar la dignidad humana tan

    atrofiada por siglos de servidumbre y teocentrismo. En tal caso se presenta como un nuevo

    tipo de fe en los valores humanos hechos para el hombre, y, por tanto, trascendencia del

    Logos,5por lo que no se diferenciara mucho de otro tipo de religiosidad, en tal sentido

    antropocntrica, lo cual no deja de implicar algunos riesgos.

    Algo ms apropiado sera concebirlo en sentido general, segn Garca Gall, como un

    conjunto de ideas que destacan la dignidad de la persona, la preocupacin por su desarrollo

    armnico y la lucha por crear condiciones favorables al logro de tales fines.6En este caso se

    acenta mucho ms el carcter activo del hombre como sujeto transformador de sus

    condiciones de existencia, en correspondencia con ideales de vida dignos.

    El humanismo no constituye una corriente filosfica o cultural homognea. En verdad, se

    caracteriza en lo fundamental por propuestas que sitan al hombre como valor principal en

    4 Nikolai Berdiaeff,Il destino delluomo nel mondo contemporaneo, Editoriale Bombiani, 1947, pg. 25.5 Giuseppe Toffannin, Historia del humanismo desde el siglo XIII hasta nuestros das, Buenos Aires,Ediciones Nova, 1953, pg. 514.6 G. J. Garca Gall, El humanismo martiano, en Simposio internacional de pensamiento poltico yantiimperialismo. Memorias, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1989, pg. 118.

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    todo lo existente, y, a partir de esa consideracin, subordina toda actividad a propiciarle

    mejores condiciones de vida material y espiritual de manera que pueda desplegar sus

    potencialidades siempre limitadas histricamente. La toma de conciencia de estas

    limitaciones no se constituye en obstculo insalvable, sino en pivote que moviliza los

    elementos para que el hombre siempre sea concebido como fin y nunca como medio. Sus

    propuestas se dirigen a la reafirmacin del hombre en el mundo, a ofrecerle mayores grados

    de libertad y a debilitar todas las fuerzas que de algn modo puedan alienarlo.

    Todo poder supuesto a potencias aparentemente incontroladas por el hombre, que son

    expresin histrica de la incapacidad de dominio relativo sobre sus condiciones de existencia

    y engendradas consciente o inconscientemente limitando sus grados de libertad, se inscriben

    en el complejo fenmeno de la enajenacin. Desde el mundo antiguo aparecen

    manifestaciones precoces que indican la preocupacin humanista y desalienadora del hombre,

    pese a que no hayan sido formuladas en tales trminos. Tanto en China, en India donde la

    tica alcanz niveles impresionantes desde la antigedad como en las culturas amerindias y

    de otras latitudes hay evidencias del privilegiado lugar que se le otorg siempre al hombre,

    aun cuando se subordinara su existencia a la creacin divina. Confucio y sus discpulos

    preferan rechazar toda especulacin sobre el universo para hacer del hombre el objeto

    propio del saber7a tenor con las ideas humanistas que profesaban. En India prevaleci una

    concepcin eminentemente dinmica del hombre, opuesta a la pasividad que por lo regular se

    observaba en otras culturas.8Sin embargo, el desmedido elogio de los indiscutibles valores de

    la cultura griega conduce en ocasiones a hiperbolizaciones, como la de considerar que estos

    7 Para ellos el principio de este saber, nico interesante y el nico eficaz, era la vida en sociedad, el trabajodel conocimiento, de vigilancia, de perfeccionamiento proseguido en comn, la cultura humanista, gracias a lacual el hombre se constituye en dignidad. Michel Granet, El pensamiento chino, Mxico, Editorial UTEHA,1959, pg. 338.8 P. Masson-Oursel y otros,La India antigua y su civilizacin, Mxico, Editorial UTEHA, 1957, pg. 192.

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    fueron los primeros en preocuparse por los problemas eminentemente humanos,9

    desconociendo los extraordinarios aportes de otras culturas antiguas, tanto orientales como

    occidentales, para la conformacin del pensamiento humanista.

    Es evidente que tambin fueron comunes al humanismo antiguo determinados rasgos

    pesimistas10 y lamentaciones que reflejaban cierto malestar de algunos sectores sociales por

    las relaciones esclavistas prevalecientes y las formas humillantes que estas presuponan para

    gran parte de la poblacin. Sin embargo, la mayor parte de la intelectualidad, que profesaba

    ideas humanistas, se encontraba en una ventajosa situacin socioeconmica que le permita

    apreciar la situacin del hombre en el mundo desde una perspectiva optimista, aun cuando,

    filantrpicamente, llegasen algunos a manifestar sus deseos por mejorar la situacin de los

    ms sufridos. No es menos cierto que fue en la cultura griega donde el humanismo alcanz

    ribetes descollantes. Este hecho se evidencia desde el mismo momento en que la

    preocupacin cosmognica y cosmolgica fue cediendo terreno a la antropolgica a travs

    del giro llevado a cabo por los sofistas y, en particular, por Protgoras con su sentencia: El

    hombre es la medida de todas las cosas.11

    Pero junto al pensamiento humanista, en la antigedad se fueron conformando

    paulatinamente los grmenes de lo que hoy en da denominaramos elementos desalienadores.

    La alienacin humana siempre presupone, antes de su despliegue pleno, la constatacin de

    temores, indecisiones, incapacidad, impotencia por ignorancia, etc., factores que

    empequeecen y limitan al hombre. El pensamiento humanista, por su naturaleza

    emancipatoria, es la anttesis de esas actitudes; sin embargo, en su devenir no puede evadir la

    9 Probablemente el comn denominador de los aportes de los griegos a la alta tradicin intelectual deOccidente fue el descubrimiento del hombre. Ralph Turner, Las grandes culturas de la humanidad, LaHabana, Ediciones Revolucionarias, 1979, pg. 563.10 G. Klaus; M. Buhr, Philosophisches Wterbuch, t. I, Leipzig, VEB Bibliographisches Institut, 1970, pg.484.11 Platn, Obras completas, t. I, Buenos Aires, Ediciones Anaconda, 1946, pg. 660.

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    compaa de tales rasgos debilitadores, que atentan contra el carcter afirmativo del hombre

    en el mundo.

    La simple toma de conciencia de esas manifestaciones de obstculos al amplio desarrollo

    de la libertad humana no constituye la actitud decisiva para su superacin, pero, al menos, se

    convierte en factor propiciador para que otros pensadores y, lo que es ms importante,

    lderes, polticos, funcionarios, etc., se esfuercen por realizarla en sus respectivos radios de

    accin. As, por ejemplo, la inconmensurabilidad de la actividad consciente siempre ha

    preocupado a los filsofos desde la antigedad hasta nuestros das, y aunque muchos de ellos,

    como Herclito,12Platn, Berkeley, Spencer, etc., hayan puesto lmites a la posibilidad del

    hombre de conocer el mundo y a s mismo, ninguno paraliz su labor intelectual, dirigida, en

    ltima instancia, a ofrecerle herramientas epistmicas y ticas para conformar una vida

    superior.

    La filosofa se ha ido construyendo en su historia universal como un permanente proceso de

    aportacin parcial por parte de sus cultivadores entre los cuales se encuentran tambin los

    pensadores latinoamericanos de distintos instrumentos desalienadores que contribuyen en

    diferente grado a la consolidacin del lugar del hombre en el mundo. Cuando han constatado

    los distintos peligros enajenantes, que en circunstancias diversas afloran en la vida humana,

    han aportado, en la mayor parte de los casos, las vas para superarlos.

    No es menos cierto que no han faltado quienes se han limitado a constatar o a poner de

    manifiesto formas enajenantes, como la subordinacin al poder de los dioses, de los

    gobernantes, de las fuerzas ocultas de la naturaleza, etc., sin contribuir mucho a encontrar los

    mecanismos para evadirlos, porque han partido de la fatal consideracin de que estos son

    12 No podrs descubrir los lmites del alma aunque la recorras en todas direcciones, tan profunda es sumedida. Julin Maras,La filosofa en sus textos, t. I, Barcelona, Editorial Labor, 1963, pg. 27.

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    consustanciales a la condicin humana. Pero de haber prevalecido estos criterios fatalistas en

    la historia de la civilizacin, hoy difcilmente podran las nuevas generaciones humanas

    enorgullecerse de los avances alcanzados en todos los rdenes del perfeccionamiento social.

    Pero aun aquellos pensadores que se limitaron a plantear algunas de las modalidades que

    adquiran las distintas formas de enajenacin y no dieron otros pasos para superarlas, al

    menos prepararon el camino y sirvieron de premisa a sucesores ms audaces que avanzaron

    algo ms en el proceso desalienador del hombre.

    Cuando Jenfanes evidenciaba que los hombres de las distintas culturas han imaginado a

    sus dioses con los rasgos antropomrficos de los habitantes de las regiones que habitan 13

    preparaba el camino a Epicuro, y, en especial, a Feuerbach y a Marx, para anlisis superiores

    sobre la enajenacin religiosa. Pero su labor no fue de simple constatacin, sino tambin de

    sugerencia para que la accin humana no cesara en su incansable bsqueda.No ha habido ni

    habr jams hombre alguno que tenga un conocimiento cierto en torno a los dioses

    aseguraba y en torno a todas las cosas de las cuales yo hablo; pues an en el caso de que

    alguien dijese la verdad no tendra l mismo conciencia de ello. Pues no hay sino opiniones

    sobre todo. Los dioses no han mostrado a los hombres todo desde el principio, pero los

    hombres buscan, y con el tiempo encuentran lo mejor.14 Tal era la mejor recomendacin que

    poda ofrecerle a quienes pudieran albergar la idea de que el reconocimiento de la existencia

    divina presupona la absoluta inactividad y el conformismo.

    13 Pero los mortales creen que los dioses tienen un nacimiento y vestiduras, voces y cuerpo similar al deellos. Y los etopes representan a sus dioses chatos y negros, y los tracios dicen que tienen ojos azules ycabellos rojos. Pero si los bueyes, los caballos y los leones tuviesen manos y con ellas pudiesen dibujar yrealizar obras como los hombres, los caballos dibujaran figuras de dioses semejantes a los caballos, y los

    bueyes a los bueyes, y formaran sus cuerpos a imagen del propio. R. Mondolfo, El pensamiento antiguo, t.I, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1971, pg. 189.14Ibid.

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    El criterio de que el hombre debe ser el principal artfice de su autoperfeccionamiento

    impregn todo el pensamiento griego y estuvo presente hasta en filsofos antagonistas como

    Platn y Demcrito. Este ltimo, con acierto, sostena que la primera y mejor de todas las

    victorias es vencerse a s mismo.15 Consecuente con ese criterio, Epicuro quiso emancipar al

    hombre de su propensin hacia el vicio de los placeres, y otorgarle un digno lugar en su

    relacin con los dioses al mantener a estos alejados de las vicisitudes terrenales.

    Recomendaba: A la perfeccin de los dioses, que realiza el supremo ideal del sabio, debe ser

    dirigido un culto desinteresado de admiracin, no el culto servil de la imploracin y de los

    conjuros, constituido por el inters y el temor.16 Similar actitud potenciadora y dignificante

    del hombre, que no es otra cosa que contribucin desalienante, asumi tambin en su

    cuadrifrmaco ante el temor a la muerte, al dolor, a las enfermedades, etc. No fue simple

    casualidad que Marx, quien hurg en planos ms profundos de la enajenacin, eligiera a

    ambos pensadores para su tesis doctoral en filosofa.17

    El tema de la superacin de la enajenacin que producen los placeres mundanos en el

    hombre estuvo presente tambin en los representantes del idealismo, como en el caso de

    Platn, para quien la sabidura, la inteligencia, la memoria y todo lo que es de la misma

    naturaleza, la justa opinin y los razonamientos verdaderos son, para todos los que los

    poseen, mejores y ms apreciables que el placer a la par ms ventajoso a todos los seres

    presentes y futuros, capaces de participar de ellos.18No es posible considerar en un mismo

    15Ibid., pg. 138.16Ibid., t. II, pg. 308.17 En la fundamentacin de su eleccin, Marx argumenta: Puesto que todos los filsofos antiguos partieronde la conciencia como de presupuesto sin exceptuar a los escpticos siempre les hizo falta un puntoseguro de apoyo; tal funcin la cumplen las representaciones, tal como se hallan en el saber general. Epicuro,en cuanto filsofo de la representacin es, en este punto, el ms riguroso, y define por eso, mejores talescondiciones de fundamento, Es, adems, el ms consecuente, y lleva as, como los escpticos, por otra parte, asu perfeccin a la filosofa antigua. Karl Marx, Tesis doctoral, en Karl Marx; Friedrich Engels, Categorasfundamentales (1836 - 1844), Caracas, Ediciones del Rectorado de la Universidad Central de Venezuela,1991, pg. 121.18 Platn, op. cit., pg. 573.

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    de toda su tica, es lograr un hombre virtuoso y digno, 22 que se enaltezca permanentemente.

    El cultivo de la dignidad humana ms all de limitaciones clasistas constituy un

    elemento sustancial en su pensamiento social que le hace ocupar un sitio destacado en la

    trayectoria del humanismo antiguo.

    La lucha del humanismo frente a las tendencias enajenantes opositoras fue adquiriendo en

    la filosofa romana nuevos ribetes. El primero trataba de mantener viva la tradicin

    desalienante de pensadores como Tito Lucrecio Caro, quien, siguiendo la tradicin epicrea,

    sostena: Oh raza de los hombres sin ventura! Cundo a los dioses concedi existencia y

    los arm de clera inflexible, cuntos gemidos, asimismo entonces, qu heridas y qu llantos

    a nuestra descendencia ocasionaron!.23

    Mientras los elementos enajenantes afloraban de manera temprana en la era cristiana en

    varios pensadores, uno de ellos, el esclavo-filsofo Epicteto, recomendaba a los hombres, en

    concordancia con los tiempos que se anunciaban, lo siguiente: Lo principal, haz de saberlo,

    es tener creencias slidas, pensar que existen y gobiernan el mundo con bondad y con justicia

    y que te pusieron sobre la tierra para que los obedezcas y para que te doblegues a todo

    acontecer y lo aceptes de una manera voluntaria....24 Ese sera el nuevo sesgo que iran

    tomando las reflexiones antropolgicas durante varios siglos.

    La visin humanista del mundo sufri una fuerte sacudida durante el medioevo cuando la

    concepcin teocntrica del mundo desplaz a todo criterio que pretendiera otorgarle al

    22 La dignidad ocupa una posicin intermedia entre la autosuficiencia y la cortesa servil. Su campo es el de

    las relaciones e intercambios de la vida social. El hombre suficiente es el que evita todo intercambio yconversacin con sus semejantes o compaeros; su verdadero nombre parece haberle sido dado por estacaracterstica, porque el autosuficiente es el que se basta a s mismo. Por otra parte, el hombre servilmentecorts u obsequioso quisiera tratar y frecuentar a todos los hombres de cualquier manera y en cualquiercircunstancia. Ninguno de ellos merece encomio. Pero s lo merece el hombre digno, que guarda una posicinintermedia entre ambos. Este, en efecto, ni trata con todos los hombres ni huye el trato de todos: trata con losque tienen un mrito o son dignos de ello, y tan slo con ellos. Aristteles, Gran tica, Madrid, EditorialAguilar, 1964, pg. 100.23 Tito Lucrecio Caro,De la naturaleza de las cosas, Madrid, 1968, pg. 273.24 Epicteto, Enquiridion. Manual, en Julin Maras, op. cit.,pg. 206.

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    hombre un lugar ms all del concebido por la interpretacin unilateral de las sagradas

    escrituras. Una de las supremas expresiones de ese criterio, que inculcaba la subordinacin

    total del hombre respecto a Dios, se alcanza en Toms de Aquino, para quien en slo Dios

    consiste la beatitud del hombre.25 A su juicio, para el conocimiento de cualquiera verdad

    necesita el hombre del divino auxilio, de manera que el entendimiento sea movido por Dios a

    sus actos.26

    Superar esa concepcin empequeecedora del hombre sera el largo empeo de la filosofa

    de los nuevos tiempos. Lograr el retorno del hombre a s mismo constituy la esencia del

    movimiento renacentista,27pero sus objetivos parecan ser incluso ms ambiciosos, pues se

    trataba, como plantea Windelband, de otorgarle tambin un puesto en el cosmos.28 El

    reconocimiento de las potencialidades humanas se convirti en tarea fundamental de los

    principales humanistas de esa poca, que encontraron un paradigma en el mundo grecolatino

    donde el hombre haba alcanzado extraordinarios xitos en la conquista de su condicin de

    Ser por excelencia, al menos en este planeta.

    Los logros alcanzados en el desarrollo cientfico y tcnico en ese perodo expansivo de la

    historia humana, cuando la sociedad burguesa se resiste a seguirse conservando en los

    estrechos lmites de los muros citadinos, posibilitan cada vez una mejor comprensin del

    valor de lo humano, aun cuando no haya sido cotizado igualmente en aquellos nacientes

    pases del capitalismo como en las colonias que los amamantaran hasta nuestros das. A

    partir de ese momento el saber humano recobr la dignidad perdida, por cuanto se identific25 Toms de Aquino, Summa teolgica, en Eduardo Torres, Antologa del pensamiento medieval, LaHabana, Editorial Ciencias Sociales, 1975, pg. 426.26Ibid.,pg. 477.27 N. Abbagnano,Historia de la filosofa, La Habana, Editorial Estudios, 1967, pg. 24.28 De ah que tome la filosofa natural del Renacimiento como punto de partida de su problemtica; el puestodel hombre en el cosmos, y la metamorfosis de las ideas que se lleva a cabo en este aspecto bajo el influjo delas invenciones y descubrimientos as como el cambiante estado cultural por ellas provocado, lleg a serdecisivo para la nueva imagen de la cabal concepcin del mundo. W. Windelband, Historia de la filosofaantigua, Mxico, Antigua Librera Robredo, 1943, pg. 47.

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    con las nuevas formas de poder. Las audaces teoras cosmovisivas de Coprnico, 29 Kepler o

    Bruno se hicieron peligrosas no slo para las creencias religiosas hasta entonces dominantes,

    sino tambin para los intereses socioeconmicos feudales que resguardaban frente a la

    ofensiva de las fuerzas sociales emergentes.

    La tesis de Francis Bacon en su Nuevo rgano de que en el hombre ciencia y poder

    coinciden en un mismo punto, porque el desconocimiento de la causa hace imposible la

    obtencin del efecto correspondiente,30 sintetiza la labor que emprendera el hombre

    moderno por ocupar paulatinamente niveles superiores de vida y dejar atrs aquellos

    elementos extraos a su naturaleza emancipatoria. El afn por lograr una aceleracin en el

    conocimiento cientfico, que le posibilitara al hombre crear mejores condiciones de

    existencia, y la superacin del oscurantismo y la supersticin, hacan parecer que se

    aproximaba el fin de toda alienacin humana.

    Sin embargo, muy pronto algunos de aquellos titanes del pensamiento, que haban

    emprendido esa colosal empresa, indudablemente humanista y desalienadora, se percataron

    de que, cual pesada rmora, otros factores, como la injusta distribucin social de la riqueza,

    frenaban el avance hacia el humanismo real. Los utopistas del Renacimiento fueron los

    abanderados de la denuncia de los hasta entonces soslayados ingredientes enajenantes, que a

    partir de entonces se iran constituyendo en blanco preferido de los nuevos portavoces de la

    desalienacin. Toms Moro, al respecto, escriba que estimo que dondequiera que exista la

    propiedad privada y se mida todo por el dinero ser difcil lograr que el Estado obre justa y

    29 Coprnico y el significado histrico de su obra, en el siglo XVI, nos parece que traducen la dialctica delpoder y el saber en sus interrelaciones y dominios al ser un smbolo de toda una tradicin y contradiccin dela mstica y de la razn del Renacimiento, traducido como su osada y su temor a la grandeza y la miseria dela raza humana mediante un mundo que perda su finitud. Elena Moraes Garca, Poder e saber, saber e

    poder no seculo XVI. Uma anlise sobre o caso Coprnico, en Uma histria da filosofa. Razo e mstica naidea de media. Rio de Janeiro, Universidade Federal do Rio de Janeiro - Universidade Aberta, 1988, pg. 165.30 Francis Bacon, Nuevo rgano, en Julin Maras, op. cit., pg. 846.

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    acertadamente, a no ser que pienses que es obrar con justicia permitir que lo mejor vaya a

    parar a manos de los peores, y que se vive felizmente all donde todo se haya repartido entre

    unos pocos que, mientras los dems perecen de miseria, disfrutan de la mayor prosperidad. 31

    A partir de entonces la lucha contra las distintas formas de enajenacin traer aparejada de

    un modo u otro, cada vez en mayor grado, la definicin ante la problemtica socioeconmica.

    El estudio de las dems formas de alienacin no se abandonar; por el contrario, se irn

    esclareciendo progresivamente con la Ilustracin,32 la filosofa clsica alemana, el marxismo

    y algunas filosofas del siglo XX. Pero, precisamente, al irse delimitando el decisivo

    significado de la enajenacin en las relaciones econmicas, se fueron haciendo ms

    comprensibles sus mltiples modalidades, especialmente las surgidas en las novedosas

    condiciones del mundo contemporneo.

    El concepto de enajenacin, que hasta entonces haba tenido una connotacin

    eminentemente religiosa, como xtasis o grado de ascensin mstica hacia Dios,33 fue

    tornndose ms terrenal y con una carga sociolgica ms declarada. En ese momento se

    trataba de procesos en los cuales el hombre, como agente consciente, tena su cuota de

    responsabilidad en la gestacin de los poderes enajenados. De ese modo, Rousseau, quien

    tambin fue agudo crtico de la principal forma de enajenacin que constituye la propiedad

    privada sobre los medios fundamentales de produccin, especialmente la tierra, utiliza el

    concepto en diferentes planos, entre ellos en el proceso mediante el cual el individuo, a travs

    del contrato social, cede parte de sus prerrogativas en favor de la comunidad, 34 a la cual l, en

    31 Toms Moro; T. Campanella, Utopas del Renacimiento, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1956, pg.35.32 En esa labor tendra tambin un lugar especial la Ilustracin latinoamericana al aportar ideas de profundocontenido humanista y desalienador, algo que hemos analizado en nuestro texto Humanismo e ilustracin enAmrica Latina, en Pablo Guadarrama y otros,Filosofa en Amrica Latina, La Habana, Editorial Flix Varela,1997.33 N. Abbagnano,Diccionario de filosofa, La Habana, Ediciones Revolucionarias, 1966, pg. 402.34 Jean-Jacques Rousseau, Obras escogidas, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1973, pg. 612.

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    ltima instancia, se subordinar. El ginebrino apunt que ante las desigualdades naturales que

    existen entre los hombres se hace prevalecer la igualdad social, que presupone desestimar las

    diferencias naturales. No cabe duda de que este proceso constituye tambin una forma de

    alienacin como lo es el igualitarismo, que ha empantanado algunos proyectos socialistas

    contemporneos.

    La teora de la alienacin de tal modo se articul a las concepciones jusnaturalistas

    prevalecientes en el siglo XVIII sobre el contrato social, en las que se acentuaba la prdida

    por parte del hombre de su libertad originaria y, en particular, la del individuo frente a los

    poderes del Estado, convenciones, instituciones, etc. Pero, al tiempo, al signo negativo que

    hasta entonces siempre haba en este concepto se le aadi una carga positiva,35 pues a partir

    de entonces se entendera tambin como el paso a una etapa superior de comunidad y

    asociacin humanas que superaba estadios anteriores ms primitivos. Posteriormente tambin

    encontrara eco en la economa poltica inglesa a travs del proceso de objetivacin del valor

    de los productos, premisa de la que partira posteriormente Marx para plantear su teora del

    fetichismo de las mercancas.

    La antropologa naturalista que prevaleci durante el siglo XVIII, especialmente entre los

    materialistas franceses, desarroll una propensin a considerar al hombre un ser tan natural

    como los dems que pueblan esta tierra, como se aprecia en el caso de Holbach, 36 porque su

    intencin desalienadora estaba orientada a presentarlo como un producto de la naturaleza

    misma sin necesidad de la intervencin de fuerzas divinas para su existencia y desarrollo. Esa

    35 E. Masticelli y otro,Diccionario de trminos marxistas, Madrid, Editorial Grijalbo, l977, pg.17.36 El hombre slo, aunque una de las partes ms pequeas del globo, que no es en s ms que un puntoimperceptible de la inmensidad, el hombre slo cree que el universo se hizo para l, se imagina que es elconfidente de la naturaleza; se cree eterno, y se da orgullosamente el nombre de seor de toda la naturaleza.(...). El hombre no tiene ningn motivo para creerse un ser privilegiado por la naturaleza, pues que est sujetoa las mismas vicisitudes que sus dems producciones. P. Holbach, Sistema de la naturaleza, La Habana,Editorial Ciencias Sociales, 1989, pgs. 78-79.

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    justificada intencin desalienadora, sin duda, atentaba contra la consideracin que

    tradicionalmente el humanismo moderno le vena asignando al hombre, aunque mucho

    menos que la degradacin provocada por el darwinismo social decimonnico. Esto no

    signific una ruptura con el humanismo, pues la mayor parte de los valores que este

    cultivaba, dirigidos a engrandecer la dignidad humana, no slo se mantuvieron, sino que,

    incluso, se enriquecieron con las nuevas conquistas que el pensamiento ilustrado se plante y

    tradujo en las demandas polticas de las revoluciones burguesas.

    La proyeccin desalienadora del pensamiento ms avanzado se enriqueci con la labor de

    estos materialistas que, como Holbach, dedicaron esmerada atencin a derrumbar misterios

    como los de ultratumba. Hemos probado sostena el materialista francs que el

    maravilloso dogma de la otra vida slo est fundado sobre suposiciones ideales y

    constantemente desmentidas por la reflexin; que esta hiptesis no es tan slo intil a las

    costumbres de los hombres, sino que no puede servir ms que a entorpecerlos, quitarles el

    deseo de trabajar en su verdadera felicidad, alucinarlos con prestigios, con opiniones daosas

    para su tranquilidad, y, en fin, adormecer la vigilancia de los legisladores, y dispensarles de

    dar a la educacin, a las instituciones y a las leyes de la sociedad toda la atencin que les

    deben.37 Y, finalmente, recomendaba: No te turbes, hombre, con los fantasmas que la

    impostura ha creado; renuncia a toda esperanza vaga; lbrate de tus temores, y sigue sin

    miedo el camino que la naturaleza te ha trazado; simbralo de flores si puedes, y aparta las

    espinas que el destino puede haber esparcido en l.38 Esto evidencia que sus ideas se

    distanciaban del fatalismo que aparentemente el naturalismo planteaba.

    37Ibid., pg. 235.38Ibid.,pg. 236.

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    Las ideas humanistas alcanzaron un esplendor extraordinario durante la Ilustracin porque

    los avances de las ciencias, los retrocesos del oscurantismo y el fanatismo religioso, las

    conquistas del incipiente desarrollo industrial, el florecimiento de las ciudades, la aparicin

    de legislaciones y documentos que encontraron consenso universal, como laDeclaracin de

    los derechos del hombre y el ciudadano, la secularizacin de la vida y, sobre todo, del arte,

    ofrecan al hombre amplias perspectivas de lograr niveles superiores de dominio y de

    entronizacin como verdadero seor del mundo.

    Pero, simultneamente, los acechos de nuevas formas de enajenacin que generaba la

    naciente sociedad burguesa, que podan atentar contra el tan anhelado y cultivado

    humanismo, comenzaban a preocupar a filsofos, artistas, escritores, etc. entre ellos a

    varios significativos pensadores latinoamericanos, entre quienes destaca Jos Mart, se

    plasmaran a travs de diversas manifestaciones culturales y desde distintas perspectivas

    ideolgicas. Sin embargo, a todas ellas les era comn la preocupacin por mostrarle al

    hombre de los nuevos tiempos que la modernidad estaba preada de encantos, pero tambin

    de conjuros. Y que el hombre, como hijo ya adulto de la civilizacin, deba emprender las

    prximas batallas que, por supuesto, no se reduciran a simples polmicas tericas sin

    esperar por otros que no fueran sino hombres similares a l, y sin ms o menos poderes

    extraordinarios para batir los nuevos demonios alienantes que no fueran sus propias y

    naturales fuerzas humanas.

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    El proyecto humanista en el pensamiento latinoamericano. Bases ticas.

    La historia recoge en su haber varias formas de humanismo desde la antigedad, aun

    cuando usualmente este trmino se trate de circunscribir al pensamiento que se produce a

    partir del Renacimiento o de la decadencia de la Edad Media. Generalmente, se reconocen

    los orgenes del humanismo en la cultura grecolatina, pero se ignoran sus manifestaciones

    en el pensamiento oriental, y, dada la subordinacin que se oper en l durante el

    medioevo respecto a la teologa,39ha motivado que se le otorgue mayor reconocimiento a

    su trascendencia a partir de la constitucin de los pilares del mundo moderno.

    Cuando el hombre comenz a tomar conciencia de su especial circunstancialidad en el

    mundo, inici sus reflexiones sobre ella y su proyeccin como ser cualitativamente

    diferente a los de su entorno como ser laboral, moral, etc., sin embargo, no todo el

    producto de esas precoces consideraciones ontolgicas, gnoseolgicas, ideolgicas, etc.,

    pasaron a formar parte del acervo humanista del pensamiento universal. Para alcanzar tal

    condicin antes debieron trascender por el reconocimiento de su autenticidad en varios

    planos, especialmente en el tico y axiolgico en su sentido ms amplio, en tanto el

    hombre mismo fuese considerado valor y fin supremo de todo criterio y actividad

    humanos. Slo a partir de ese momento podra plantersele inquietudes respecto a los

    factores que podran alejarlo de su ser al enjuiciarlo desde una perspectiva subhumanizada

    o naturalizada, esto es, alienada, que lo distanciaban de su justa autovaloracin como ser

    eminentemente moral. Indudablemente, este paso implicaba situarse en los umbrales

    indispensables de la filosofa.

    En tanto la lmpara de Digenes no comenzara a iluminar algunos recnditos rincones

    hasta entonces inexplorados por la mente humana no estaran en condiciones las nacientes

    preocupaciones antropolgicas de asumir posiciones ms definitorias a favor o en contra

    39 Giuseppe Toffanin, Historia del humanismo desde el siglo XIII hasta nuestros das, Buenos Aires,Editorial Nova, 1953, pg. 32.

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    del humanismo. Esto no significa que con anterioridad no se apreciasen elementos de lo

    que posteriormente se ira constituyendo en las bases ticas que las diferentes culturas y

    pocas de la humanidad se intercambiaran y apropiaran a manera de herencia comn.

    An quedan muchas incgnitas por despejar en cuanto a las recprocas influencias del

    pensamiento humanista que se produjeron entre las culturas orientales y la grecolatina.

    Del mismo modo que las que se dieron entre el Viejo Mundo y el no menos antiguo

    mundo americano. El pensamiento no vino a estas tierras como ddiva del conquistador

    europeo. En los pueblos precolombinos hubo fermentos humanistas y desalienadores que

    muchas veces fueron apagados y todava siguen en su mayora subestimados por las

    distintas culturas dominantes.

    El mito tambin fue en Amrica cuna de la reflexin filosfica, aun cuando ese nio del

    pensamiento fuese drsticamente asfixiado antes de articular palabras superiores. Es

    posible hoy en da dedicar detenido anlisis a desentraar algunas de las expresiones de

    los intentos desalienadores que se apreciaron en las culturas originarias de estas tierras,

    que se fundaban en una concepcin del hombre, no por distinta inferior de las importadas

    por los conquistadores.

    Independientemente de los diferentes grados de desarrollo socioeconmico que tuvieron

    nuestros pueblos, a partir de los testimonios que se han podido rescatar se evidencia una

    permanente preocupacin por otorgar un privilegiado lugar al hombre en sus cosmogonas

    y cosmologas. As se aprecia en el Popol Vuh, donde se plantea que no habr gloria ni

    grandeza en nuestra creacin y formacin hasta que exista la criatura humana, el hombre

    formado.40 De lo que se infiere, si los textos son fidedignos, que no interesaba tanto la

    formacin del mundo en s como la de su principal producto y valor: el hombre. Son

    mltiples los ejemplos que prueban la preocupacin existente en estos pueblos ancestrales

    40Popol Vuh. Libro comn de los quiches, La Habana, Casa de las Amricas, 1975, pg. 5.

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    no de manera catica, sino regulada. Y en tal regulacin el papel de las voluntades de los

    dioses muchas veces era secundario y responda de algn modo a la actuacin y exigencia

    de los propios hombres.

    Laurette Sjourne, impresionada por lo que denomina el humanismo quetzalcoaltiano,

    llama la atencin sobre el significativo hecho de que las colosales construcciones de

    Teotihuacn fuesen destruidas y reconstruidas cclicamente cada 52 aos, que en aquella

    poca era el promedio de vida humano. Los aztecas ...a la vez que respondieron con

    mpetu al reto del mundo exterior, proyectaron sus obras en un tiempo que dominaban. Es

    el hombre, y no las fuerzas ciegas, quien fija el ciclo vital al final del cual las cosas,

    habiendo cumplido su misin en la marcha hacia la plenitud, son reemplazadas por otras

    destinadas al mismo fin.42 Esto significa que la mxima de Protgoras referida al hombre

    como medida de todas las cosas no era ajena al pensamiento nahutl, aunque fuese

    desconocida la paternidad de la idea.

    Los niveles de enajenacin no llegaron a la sublimacin que se presenta en otras

    religiones ms espiritualizadas. La visin naturalista, monofisista y antropologizada que

    se aprecia en muchas de sus concepciones religiosas presupone una concepcin del

    hombre como ser con un podero superior al que le han adjudicado aquellas religiones que

    han alcanzado mayor universalidad. La mitologa de los pueblos aborgenes de estas

    tierras descansaba sobre fuertes pilares ticos y apoyaba el futuro devenir de aquellas

    comunidades en aquellos valores que reconocan como inherentes y consustanciales a la

    condicin humana, como la abnegacin ante el trabajo, la valenta, la bondad, el

    desinters, el amor a la familia y a la comunidad, etc.

    Algo que caracteriza a este pensamiento y que constituye una de sus fundamentales

    bases ticas es la consideracin de que la causa del posible deterioro de las relaciones

    humanas radica en el hombre mismo y no en los designios divinos o en la eterna42 Laurette Sejourne,Antiguas culturas precolombinas, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, pg. 281.

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    naturaleza misantrpica del propio hombre. Por el contrario, plantean las fuentes de la

    regeneracin humana en el culto a la dignidad, a la honradez, al honor, al respeto a la vida

    y a la naturaleza, al desinters por los bienes, etc., que tanto impresionaron y an causan

    asombro al invasor europeo. Si en general las instituciones penales y jurdicas no haban

    alcanzado en los pueblos precolombinos los niveles acostumbrados en el mundo de los

    conquistadores no era por simple falta de desarrollo de la conciencia jurdica o de las

    instituciones judiciales, sino porque la conciencia moral posea un radio mayor de accin

    y eficiencia, lo cual indica proximidad ms constante a los niveles de humanizacin a los

    que se aspira, y proporcional distanciamiento de formas posteriores de enajenacin que

    estas culturas desconocieron.

    Un aspecto muy consustancial a estos pueblos fue tambin su culto al trabajo y no a la

    holgazanera como prejuiciadamente propag el conquistador europeo. Desde

    Quetzalcolt, que enseaba a los hombres las diversas formas de cultivar la tierra y las

    artes, hasta los descendientes de nuestros aborgenes se aprecia este distinguible

    componente de una tica laboral, que en muchos casos se vincula indisolublemente al

    espritu colectivista que impone hasta cierto punto lograr la subsistencia de la comunidad.

    Hay pruebas testimoniales que demuestran que entre los aztecas existan organizaciones

    filantrpicas de ayuda mutua y comunitaria que trascendan las relaciones familiares. Del

    mismo modo, las formas de esclavitud generalizada del tipo asitico, muy diferente a la

    grecolatina en cuanto al trato a los esclavos, constituyen ndices de los ingredientes

    humanitarios que componan aquella poderosa cultura.

    La alta estimacin de la actividad productiva y del servicio comn que prevaleci en

    estos pueblos, que an mantienen sus huellas, constituye uno de los componentes

    esenciales de las bases ticas y una de las mejores expresiones de los significativos pasos

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    desalienadores que pueden apreciarse en estas culturas, de las cuales debimos

    enorgullecernos cuando en 1992 nos convoc el quinto centenario de su abortiva historia.

    En el seno de la escolstica latinoamericana tambin se dieron manifestaciones muy

    consecuentes con ese proyecto humanista latente en el pensamiento precolombino. Desde

    los primeros momentos de ese largo proceso de transculturacin que se produjo entre

    Europa y Amrica, la problemtica humanista estuvo tan presente en el incipiente

    nacimiento del pensamiento filosfico que se convirti en su eje nucleico principal, pues

    la disputa sobre la condicin humana de nuestros aborgenes constituy el primer captulo

    de su historia.

    Estas reflexiones antropolgicas concretas le han permitido a ese pensamiento salvar los

    escollos del ontologicismo abstracto y la carga metafsica que era comn por entonces a la

    escolstica europea. Las preocupaciones por el hombre, su naturaleza, esencia y condicin

    diferenci al pensamiento latinoamericano. La discusin sobre la posibilidad o no de

    considerar a un tipo de hombre muy concreto, en este caso el latinoamericano, como

    representante tambin de la especie humana marc definitivamente el punto de partida del

    filosofar en Amrica Latina hasta nuestros das, y parece que se mantiene en ltima

    instancia con plena actualidad cuando grandes mayoras subsisten en condiciones

    infrahumanas.

    El humanismo ha sido, es y ser consustancial a la reflexin filosfica de estas tierras.

    En las polmicas entre Seplveda y Las Casas este ltimo tuvo que recurrir a la tica

    aristotlica43 para encontrar argumentos que sirvieran a su causa defensora de los

    aborgenes americanos, aun cuando no dejase de ser moralmente reprochable tambin su

    propuesta de sustituir con negros esclavizados la deteriorada poblacin indgena. Esto

    43 Birgit Gerstenberg, Philosophishches Denken im Prakolumbischen Mxico un die Philosophie derKolonialzeit in Lateinamerika, en Wie und warum Enstand Philosophie in Verschiedenen RegionenderErde?, Berln, Dietz Verlag Berlin, l988, pg. 251.

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    Bien es cierto que en el caso de Espaa la entrada a la modernidad tuvo un retraso que

    los pueblos latinoamericanos an sentimos al no arraigar plenamente el culto a la

    tolerancia, el respeto a la racionalidad o a la secularizacin, etc., como conjunto de

    valores creados por la civilizacin. Sin embargo, el muro de los Pirineos fue permeado

    por algunas de las ideas humanistas y desalienadoras de inspiracin renacentista que

    fueron tomando arraigo en el mundo cultural latinoamericano a pesar del traslado a estas

    tierras del tribunal de la Santa Inquisicin. Los efectos de este ltimo hecho se hicieron

    sentir en la merma de la actividad filosfica desde finales del siglo XVI y el consecuente

    incremento de la reflexin teolgica. Pero las preocupaciones de carcter tico, poltico y

    econmico se mantuvieron latentes y a travs de ellas emergi ms de una vez la hidra

    filosfica, que desde aquellos tiempos ha sido vista siempre como peligrosa y

    comprometida actividad.

    Desde entonces algunos han argumentado la ausencia de pensamiento propiamente

    filosfico en Amrica Latina por no alcanzar el grado de vuelo terico, pureza y

    sistematicidad que se aprecia en Europa. Se ignora que tambin en aquellas latitudes la

    filosofa no solamente despliega sus alas al anochecer como el bho de Minerva, sino que

    se ve obligado constantemente a posar sus garras sobre las telricas ramas de los rboles

    para lograr el indispensable alimento terrenal. Sera en nuestra Ilustracin y, en especial,

    en el pensamiento de la independencia donde alcanzara niveles de trascendencia que

    llegan a la actualidad por la perenne posposicin de muchas de sus aspiraciones de

    dignificacin del hombre latinoamericano. Cuando los humanistas del siglo XVIII, como

    Francisco Javier Clavijero, exaltaron la eticidad de los aborgenes americanos destacando

    en ellos el amor por el trabajo, la verdad, la modestia, el desprecio al vicio y las

    enseanzas en la austeridad y la honestidad,47 contribuan a preparar el terreno ideolgico

    para la emancipacin poltica que ya se preparaba como justo intento por recuperar la47Humanistas del siglo XVIII, Mxico, Ediciones Unam, 1962, pg. 15.

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    dignidad estropeada por la dominacin colonial. La reivindicacin de los valores del

    hombre autctono de Amrica se constituy en fuente frecuente de polmicas durante la

    Ilustracin, pues algunos sectores de la ascendente clase criolla trataron de marginarlos,

    como an puede observarse, y hasta se cuestionaban el reconocimiento de su condicin

    humana y racional.48

    La Ilustracin latinoamericana desempe un significativo papel en el proceso

    desalienador del pensamiento escolstico prevaleciente al iniciar la crtica al dogmatismo

    y al ergotismo a travs de la defensa de la experimentacin y el avance cientfico como

    medio de potenciacin humana. Benito Daz de Gamarra, Flix Varela, Eugenio de Santa

    Cruz y Espejo constituyen algunas muestras de los significativos pasos que emprendi la

    reflexin filosfica por reivindicar en el hombre su capacidad de conocer la naturaleza y

    las propias relaciones sociales, enajenadas de manera creciente por la mercantilizacin

    progresiva. Ese mismo espritu humanista y desalienador fue el que educ a los prceres

    de la independencia y les inspir a retar no slo a los poderes polticos dominantes, sino a

    todas aquellas fuerzas hostiles al mejor desempeo de la actividad humana. Esa fue la

    simiente que dejaron Simn Rodrguez y Andrs Bello en Bolvar, quien en uno de sus

    discursos caraqueos lleg a sostener que si se opone la naturaleza a nuestros designios

    lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca. 49 As dejaba expresada su firme

    conviccin en la capacidad y la voluntad humanas, que tanto le fue de utilidad en adversas

    situaciones de su batalla perenne. Bolvar pona todas sus esperanzas para lograr sus

    empeos emancipadores en la capacidad de los hombres para unirse con un objetivo

    48 ... los indios resultaron expresamente excluidos de la Ilustracin, fundndose as la pretensinhegemnica de los criollos ilustrados con respecto a los dueos antiguos del pas. Sin embargo, estainhabilitacin ideolgica de los indios ya no se fund en supuestas caractersticas tnicas, sino en la

    pretendida falta de capacidad de elevarse hacia posiciones ilustradas, lo cual, desde el punto de vista delos pensadores ilustrados de tendencia popular, resulta igual a negarles a los indios la posicin del almaracional, repitindose en las condiciones del siglo XVIII otra argumentacin ideolgica elaborada en el

    siglo XVI. Colectivo de autores bajo la direccin de Adalbert Dessau, en Politische IdeologischeStromungen in Lateinamerika, Berln, Akademie Verlag, 1987, pg. 57.49 Simn Bolvar, Obras, t. II, La Habana, Editorial Lex, 1949, pg. 994.

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    comn, en este caso la independencia. Pensaba que esta unin no nos vendr por

    prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos50 con lo que

    acentuaba su conviccin de que los hombres son los sujetos responsables de la accin

    histrica.

    El contenido humanista del pensamiento bolivariano se expres de mltiples formas,51

    pero, especialmente, en su profunda conviccin de que el hombre es el nico y verdadero

    gestor de s mismo y, consecuentemente, de sus acciones. El logro de la independencia de

    los pueblos respecto al imperio hispano-lusitano constituy uno de los resultados ms

    fructferos del acumulado proceso de preparacin ideolgica que las ideas humanistas y

    desalienadoras del pensamiento latinoamericano haban engendrado. Sin embargo, este

    paso no fue ms que la entrada a nuevos terrenos de lucha por la emancipacin superior

    del hombre de nuestra Amrica.

    Esa Amrica mestiza estuvo en el centro del humanismo martiano, que parta, ante todo,

    de su equilibrada confianza en la naturaleza y en las virtudes del hombre. Con envidiable

    objetividad justipreci las acciones humanas como el producto de la articulacin de

    factores educativos y culturales que deben poner lmite a sus pasiones ms negativas. Por

    esa razn sostena: El deber del hombre virtuoso no est slo en el egosmo de cultivar la

    virtud en s, sino que falta a su deber el que descansa mientras la virtud no haya triunfado

    entre los hombres.52 La formacin de cada persona era, a juicio de Mart, el producto

    50Ibid., t. I, pg.174.51 Bolvar no lleg a escribir obras propiamente filosficas, pero en todo su epistolario, en numerososdocumentos, proclamas, etc., se aprecian innumerables reflexiones de profundo carcter filosficorespecto a los ms diversos problemas, entre ellos la existencia de Dios, las potencialidades de lanaturaleza, el conocimiento humano, el poder de la ciencia, el papel de las artes y de la moral y de lasideas en el desarrollo social, entre otras. En ellas se aprecia tanto su concepcin particular sobre el lugarde la filosofa en el saber humano como la recepcin creadora que hay en l de las ideas de la Ilustraciny, en general, su ideario profundamente humanista. (...). Su misin emancipadora no se limit aderrumbar los poderes polticos que subyugaban al hombre latinoamericano, sino tambin otros

    pseudopoderes que han enajenado al hombre cuando este no posee los instrumentos adecuados paradestruirlos. Pablo Guadarrama, Filosofa e ilustracin en Simn Bolvar, en El Basilisco, Oviedo, 2

    poca, nm. 18, 1995, pgs. 23-28.52 Jos Mart, Los cubanos de Jamaica en el Partido Revolucionario cubano (publicado en Patria el 18de junio de 1892), en Obras completas, t. II, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1975, pg. 24.

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    dialctico de la articulacin de las actitudes individuales con las enseanzas que

    emanaban del ejemplo de los pueblos y sus luchas por la libertad y por condiciones ms

    humanas de existencia. Tal criterio se lo confa en carta a Ramn Emeterio Betances,

    empeado junto a l en las independencias de Cuba y de Puerto Rico, al escribirle: Los

    pueblos, amigo mo, aunque desordenados e inconscientes, pueden ms con el empuje de

    sus fieros sentimientos que con la soberbia y el pecado de los hombres.53 El pueblo, para

    Mart, era el confesor por excelencia y quien mejor podra exonerar la culpabilidad de los

    lgicos errores humanos. Mart, como eximio humanista y, especialmente, como

    revolucionario, confiaba en la nobleza humana, por lo que aseguraba: El alma humana es

    noble, puesto que llega a soportar la vida, en la que suele dejar de hallar totalmente

    placeres, por la mera conciencia de su deber, de su capacidad para el beneficio de otros.

    Goza en su martirio, si prolonga su martirio, otros se aprovechan de l. 54 Pero, a la vez,

    junto a esa fe se manifiesta su justificado recelo ante algunas acciones de los hombres que

    podan conducirlo en ocasiones a comportarse como un animal. De ah que afirmase: La

    vida tiene sus bestias y sus fieras, sus pavos reales y sus guilas. 55 Esta visin tan

    objetiva del hombre y de sus acciones se encontraba en correspondencia con las ideas que

    conforman su humanismo prctico.

    Ese humanismo martiano se sustenta en un consolidado optimismo que orienta la

    actividad humana hacia un constante perfeccionamiento de su ser que se articule

    adecuadamente con el entorno social en que se gestan las acciones individuales. El deber

    de un hombre sostena no es forzar las condiciones de vida para ocupar en ella una

    situacin ms alta que las que sus condiciones le permiten, sino hacer en cada una de las

    condiciones en que se halle la mayor suma de mejor obra posible. Es, adems, un deber

    53 , Carta a Ramn Emeterio Betances (s/f), enIbid., t. VIII, pg. 56.54 , Cuaderno de apuntes nm. 9, enIbid., t. XXI, pg. 253.55Ibid.,pg. 252.

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    corregir todo error que se note en algunas de las condiciones anteriores. 56 El humanismo

    en Mart pone de manifiesto su expresin pedaggica y poltica concreta, aunque haya

    hecho uso frecuente de formulaciones filosficas. Pero en l, como en otros relevantes

    pensadores latinoamericanos, la filosofa fue, ante todo, acerado e insustituible bistur que

    permiti desentraar los males que aquejaban a los pueblos latinoamericanos en su

    proceso desalienador y contribuir significativamente a su extirpacin. La lucha contra las

    distintas formas de enajenacin en las que se ve envuelto el hombre latinoamericano

    durante estos quinientos aos de historia ha sido objeto de reflexin desde distintos

    ngulos por el espiritualismo, el eclecticismo, el positivismo, el irracionalismo, el

    marxismo, la analtica, la filosofa de la liberacin, etc., en el pensamiento

    latinoamericano. Cada corriente ha tratado por diversas vas de contribuir a la que

    considera ms adecuada para el logro del humanismo real.

    De ningn modo puede considerarse que todas las corrientes de pensamiento que han

    estado de una manera u otra presentes hasta el momento en el filosofar latinoamericano

    han aportado de manera similar a ese proyecto humanista, desalienador y liberador que

    como reclamo incumplido se ha ido construyendo en este medio milenio. Muchas veces

    los resultados han traicionado las aspiraciones de los encargados de formular los

    proyectos y, en particular, de fundamentarlos tericamente. De tal modo, el eclecticismo y

    el espiritualismo, que tuvieron por fuente comn la ideologa de matriz francesa, en

    ocasiones, lejos de contribuir al proceso emancipador del pensamiento que urga a los

    pueblos latinoamericanos, se convirtieron en obstculo, por lo que encontraron fuertes

    opositores en los ms preclaros filsofos, como el cubano Jos de la Luz y Caballero. Sin

    embargo, como apunta el historiador boliviano Guillermo Francovich, la ideologa

    encontr arraigo en Amrica porque se basaba en los grandes principios que sostenan a

    la Enciclopedia: afn de colocar al hombre en el plano terreno, dentro de las leyes de la56Ibid.

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    naturaleza de la que forma parte, confianza en la ciencia, en la filosofa y en la

    perfectibilidad humana; culto apasionado a la razn; deseo de liberar al hombre y a la

    sociedad del influjo de las concepciones religiosas,57 adems de ser una corriente de

    carcter eminentemente tico y poltico que buscaba fundamentacin cientfica a sus

    normas,58 lo que le hizo encontrar distinguidos adeptos en esta regin, como los

    argentinos Manuel Fernndez de Agero, Juan Crisstomo Lafinur, Diego Alcorta y el

    cubano Flix Varela, entre otros.

    Pero sera errneo considerar que el espiritualismo no produjo frutos significativos para

    el proyecto humanista del pensamiento latinoamericano. Tanto en las obras de los

    argentinos Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento y Esteban Echeverra,

    como en las del chileno Francisco Bilbao, se atesoran ideas muy significativas para la

    historia de nuestra perenne emancipacin. La mayor aspiracin de Alberdi era liberar al

    hombre latinoamericano de todas las ataduras materiales que lo mantenan enajenado; por

    eso planteaba:

    Libertad es poder, fuerza, capacidad de hacer o no hacer lo que nuestra voluntaddesea. Como la fuerza y el poder humano residen en la capacidad inteligente ymoral del hombre ms que en su capacidad material o animal, no hay msremedio que extender y propagar la libertad, que generalizar y extender lascondiciones de la libertad, que son la educacin, la industria, la riqueza, lacapacidad, en fin, en que consiste la fuerza que se llama libertad.

    E insista en el cultivo de la espiritualidad para el logro de la liberacin: La espada es

    impotente para el cultivo de esas condiciones y el soldado es tan propio para formar la

    libertad como lo es el moralista para fundir caones.59

    Tales formulaciones indican que si bien el espiritualismo se caracteriz por hiperbolizar

    las potencialidades de lo ideal buscando ms all de su objetividad la fortaleza de la

    determinacin universal, no es menos cierto que sembr tambin en muchos de aquellos

    57 Guillermo Francovich,La filosofa en Bolivia, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, pg. 69.58 Jos Ferrater Mora,Diccionario de filosofa, Mxico, Editorial Atlante, l944, pg.352.59 Juan Bautista Alberdi,Bases y puntos de partida para la organizacin poltica de la Repblica Argentina,Buenos Aires, Editora La Cultura Popular, 1933, pg. 22.

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    hombres la profunda confianza en la capacidad humana para perfeccionarse a travs del

    cultivo del propio espritu. Sin embargo, la crtica a las limitaciones del espiritualismo por

    su elaborada metafsica se fue revelando incluso hasta en algunos de los que inicialmente

    se haban identificado con l, como es el caso de estos pensadores argentinos que

    finalmente se orientaron hacia el positivismo.

    En lo que concierne a la evolucin de las ideas ticas en ese pas, como en otros donde

    especialmente el positivismo se hizo fuerte, este hecho tuvo un extraordinario significado

    al apreciarse una afirmacin progresiva de la moral cvica60 en oposicin a la moral

    teolgica. Como asegura Ricaurte Soler, este fenmeno se apreci a partir de la

    independencia en otras naciones hispanoamericanas, y dio lugar a que la temtica moral

    adquiriese un contenido poltico y social en lo fundamental.

    Los mejores exponentes de tales transformaciones en el pensamiento tico y del

    positivismo latinoamericano sui gneris se encuentran en Jos Ingenieros y en Enrique

    Jos Varona. El primero contribuy notoriamente al enfrentamiento a todo tipo de

    dogmatismo, ya fuera teolgico o filosfico, en la conformacin de la tica. A partir del

    criterio de que la tica es una ciencia social accesible a la investigacin histrica y a los

    mtodos cientficos,61 insisti en que no poda ser el producto ni de clrigos ni de

    filsofos, sino de la actividad social de la propia humanidad, encarnada en sus pueblos y

    diversas generaciones, de lo que, a la vez, se deriva el carcter relativo y progresivo de

    toda moral. Su enfoque, no obstante las huellas del socialdarwinismo, contribuy

    extraordinariamente al proceso de precisin de las bases ticas del proyecto humanista y

    desalienador del pensamiento latinoamericano cuando puso su atencin central en la

    dignificacin de la actividad productiva del hombre, en el papel de la educacin y de las

    instituciones de la sociedad poltica y civil en el logro de su eterno perfeccionamiento,

    60 Ricaurte Soler,El positivismo argentino, Panam, Imprenta Nacional de Panam, 1959, pg. 210.61 Jos Ingenieros,Hacia una moral sin dogmas, La Habana, Editorial Luz-Hilo, 1960, pg. 22.

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    cuando siembran en el hombre, especialmente en la juventud, confianza en sus autnomas

    capacidades transformadoras y de autosuperacin moral.

    A su juicio, el trabajo contiene fuerzas morales que dignificarn a la humanidad del

    porvenir,62 y criticaba abiertamente la holgazanera y otros vicios que las sociedades

    clasistas y elitistas estimulaban, con lo que reproducan la injusticia social, que para l era

    condicin de inmoralidad. Sus propuestas de perfeccionamiento estaban vinculadas a

    necesarias transformaciones sociales que implicaban no slo incrementar los niveles

    culturales y, en especial, los cientfico-tcnicos de los hombres, sino formas de

    autocontrol de la produccin por parte de los trabajadores que multiplicasen el beneficio

    de la colectividad,63 a travs de la cooperacin.

    Entre los nuevos elementos que Ingenieros acentuara a la moral que propugnaba

    destacan el optimismo histrico, el patriotismo, el latinoamericanismo, el

    antiimperialismo, el colectivismo, expresiones todas de la terrenalidad sociopoltica que le

    impregna a sus ideas sobre la moral, que debe ser fomentada por las nuevas generaciones.

    Coincidiendo en gran medida con muchas de estas ideas de forma independiente, Varona

    haba partido del criterio de que el hombre es un ser sociable, por consiguiente, moral

    (...). La moralidad no es sino el sentimiento, ms o menos claro, que tiene el individuo de

    su dependencia con respecto al cuerpo social: en una palabra, la solidaridad social.64

    Sus ideas ticas, a pesar de las lgicas limitaciones que le impona su visin

    socialdarwinista, entre otros factores,65 se caracterizaron por valiosos rasgos, entre los que

    destacan: combatir los sistemas ticos especulativos asentados sobre bases idealistas y

    religiosas; asumir una postura en esencia materialista al tratar de analizar cientficamente

    los fenmenos morales destacando la importancia del factor social en su desarrollo;

    62 ,Las fuerzas morales, La Habana, Editorial Vida Habanera, 1961, pg. 28.63Ibid.,pg. 25.64 Enrique Jos Varona, Conferencias filosficas, 3 serie, La Habana, Establecimiento Tipogrfico

    O'Reylly, l988, pg. 78.65 Pablo Guadarrama, Las ideas ticas de Enrique JosVarona, en Islas, nms. 55-56, Santa Clara,septiembre de 1976 - abril de 1977, pgs. 171-202.

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    plantear su carcter histrico progresivo; indicar su recproca interaccin con otras formas

    de la conciencia social; acentuar el papel de la educacin en su cultivo; atisbar la

    influencia de los intereses de clase en su desenvolvimiento; propugnar por una tica

    emprendedora que lleg a superar sus transitorias manifestaciones de escepticismo y

    pesimismo; y utilizar sus enseanzas sobre la moral como un arma crtica y de combate

    contra el sobreviviente despotismo espaol sobre la isla y contra las nuevas fuerzas

    oligrquicas que de nuevo enajenaban la soberana nacional.

    Una de las particularidades diferenciales del positivismo que se aprecia en Amrica

    Latina con relacin al europeo consisti en sus preocupaciones antropolgicas, que

    concluyeron en propuestas de significacin humanista. El espritu cientificista, que irradi

    durante la segunda mitad del siglo XIX y que seguira repercutiendo an durante las

    primeras dcadas del XX, no desvi la preocupacin humanista latente en el pensamiento

    latinoamericano anterior. Ms bien, contribuy a enriquecerla en cuanto a su dimensin

    desalienadora al abrirle nuevas perspectivas al hombre de estas tierras, respecto al proceso

    de autoconocimiento de su identidad,66 orgenes, posibilidades y perspectivas con el

    deseado desarrollo cientfico, educativo, civil y agroindustrial.

    Es cierto que la sombra de la nordomana, que Rod denunciara oportunamente, llev a

    algunos de sus seguidores a que se subestimasen los valores de las culturas aborgenes,

    pero, a la larga, el espritu latinoamericanista se impuso de manera general en los

    simpatizantes del positivismo, como en Justo Sierra,67 por su arraigada vocacin popular,

    que en ocasiones les llev, como en Ingenieros y Varona, a coquetear con ideas

    socialistas. No dejan de resultar significativos los vnculos realmente existentes entre la

    66 A despecho de lo que han sostenido diversas imputaciones superfluas o tendenciosas, nuestrospositivistas no repudiaron al unsono el patriotismo, los valores populares y autctonos, las fuenteshispnicas o el espritu religioso. Dichos pensadores contribuyeron, en suma, a sentar las bases de unacaracterologa nacional que pueda amalgamarse crticamente con distintas interpretaciones ulterioressobre nuestra forma de ser. Hugo Biagini, Filosofa americana e identidad, Buenos Aires, Editorial

    Universitaria, 1989, pg. 122.67 Daysi Rivero Alvisa e Ileana Rojas Requena,Justo Sierra y la filosofa positivista en Mxico, La Habana,Editorial Ciencias Sociales, 1987.

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    temprana recepcin del pensamiento socialista y marxista en Amrica Latina con el

    positivismo, al punto de que algunos llegan a emparentarlos. En verdad, no existi tal

    filiacin, sino una confluencia en determinados aspectos, como privilegiar el desarrollo

    cientfico-tcnico y la constitucin de las bases materiales de una sociedad superior a la

    conocida hasta entonces, especialmente en esta regin donde las estructuras y relaciones

    precapitalistas deformaban el andamiaje de la cultura de nuestros pueblos.

    Del mismo modo que, a nuestro juicio, resulta improcedente admitir un pretendido

    positivismo vernculo en Amrica Latina, sera ridculo sugerir tal carcter autctono en

    el caso del pensamiento socialista o marxista. Pero, no cabe duda de que tanto aquel como

    estos tuvieron arraigo porque encontraron condiciones sociales y antecedentes tericos en

    el seno de nuestras culturas que facilitaron su proliferacin. El ideal de lograr una

    sociedad ms justa, donde los hombres mantuviesen y enriqueciesen su decoro sin atentar

    contra la existencia y dignidad del resto pudiendo vivir en igualdad y armona, constitua

    una ancestral aspiracin del pensamiento de estas tierras, incluso desde antes de la llegada

    de los invasores europeos.

    Nada tiene de extrao que los primeros representantes de las ideas de orientacin

    socialista tambin se nutriesen del espritu ilustrado y humanista que les anteceda. Uno

    de los primeros representantes del marxismo en Cuba, Carlos Balio, consideraba que el

    socialismo es un movimiento eminentemente moral y regenerador, el nico capaz de

    moralizar las costumbres y las ideas68. Sin embargo, no era por la va de reproducir el

    eticismo abstracto y, exclusivamente, a travs de la prdica educativa aunque tampoco

    la exclua que pensaban lograr tal objetivo, a diferencia de los que la criticaban por su

    idealismo y planteamiento especulativo de los problemas. Los moralistas aseguraba

    Balio que pretenden abolir la inmoralidad y el vicio manteniendo la presente

    organizacin industrial, se esfuerzan ciegamente en atacar el efecto dejando en pie las68 Carlos Balio,Documentos y artculos, La Habana, Ediciones Dor, l976, pg.109.

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    causas.69 De tal modo evidenciaba la superioridad de su anlisis integrador del papel de

    las ideas ticas que fijaban sus races en ltima instancia en el necesario desarrollo

    socioeconmico en lugar de hacerlo en su autnomo devenir. Pero tampoco volvan

    absoluto este factor, como injustamente se hiperboliza al considerarse que el marxismo es

    un economicismo. Esto se muestra en otro precursor del marxismo en Amrica Latina, el

    chileno Luis Emilio Recabarren, quien consideraba que el progreso econmico que ha

    conquistado la clase capitalista ha sido el medio ms eficaz para su progreso social, no as

    para su perfeccin moral....70

    Para lograr tal perfeccionamiento, Recabarren consideraba, con razn, que no slo eran

    necesarias trascendentales transformaciones en todos los rdenes de la vida

    socioeconmica y poltica, sino que tambin era imprescindible la educacin del hombre

    y el cultivo de su espiritualidad en los nuevos valores ticos. A su juicio: El mayor y ms

    violento desarrollo de la educacin, de la cultura, de la moral, del sentimiento de

    solidaridad, sern los factores virtudes determinadas e ineludibles que precipitaran a

    la sociedad nueva a la perfeccin de su sistema, sin dejar lugar a ningn momento de

    vacilacin, de caos o de desorden de ninguna naturaleza.71 De tal modo, este criterio

    suyo articulaba con la tradicin humanista, ilustrada y desalienadora del pensamiento

    latinoamericano anterior. Especialmente, este ltimo elemento se aprecia cuando sostiene

    que no hay nada imposible para la voluntad del hombre; descubri el vapor, la

    electricidad, la mecnica, la radiografa, la aeronavegacin, etc. Todo lo que quiera lo

    hace ahora el hombre organizado el subrayado es nuestro, que busca la manera de

    organizar la vida de modo que slo produzca felicidad y amor.72 Es evidente que su

    acentuacin en la necesidad de un perfeccionamiento de la moralidad y una mejor

    69Ibid.70 Luis Emilio Recabarren, Obras, La Habana, Casa de las Amricas, 1976, pg. 61.71Ibid.,pg. 32.72Ibid., pg. 54.

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    organizacin humana tena que ver directamente con el sentido progresivo que apreciaba

    en la historia y que deba conducir a niveles superiores de eticidad y autocontrol humanos

    que presupone una sociedad socialista para que el hombre sea efectivamente ms libre.

    El ideario marxista en Amrica Latina se insert en las tradiciones humanistas y

    desalienadoras del pensamiento latinoamericano y contribuy al perfeccionamiento de sus

    bases ticas. De ah que uno de sus ms grandes representantes, Maritegui, en la

    bsqueda de una dimensin ms concreta de lo humano73 se haya enfrentado a quienes

    pretendan encontrar cierta antieticidad en el marxismo, del mismo modo que se enfrent

    a las unilaterales ideas del socialismo tico.74 Maritegui, con el enfoque

    profundamente dialctico que le era caracterstico, conceba al socialismo como heredero

    de los valores morales creados por las sociedades que le antecedieron; por eso, sostena:

    Hoy un orden nuevo no puede renunciar a ninguno de los progresos morales de la

    sociedad moderna,75 y reconoce incluso los aspectos positivos del liberalismo, a pesar de

    sus limitaciones, que supo acertadamente criticar del mismo modo que enfrent aquellas

    73

    Las reflexiones mariateguianas sobre el hombre constituyeron una sntesis dialctica de esa formasuperior de humanismo concreto que encontr nutrientes, por una parte, en el marxismo, especialmentepor su propuesta de superar la enajenante sociedad capitalista mediante el socialismo; por otra, en lasideas de un conjunto de pensadores europeos, que desde diferentes pticas filosficas contribuyeron a unamejor caracterizacin de los logros, valores y antivalores de esa especie an en evolucin conocida comohomo sapiens; as como de los aportes a una mejor comprensin del factor humano en el desarrollohistrico, especialmente en este contexto cultural que encontr en la herencia del pensamientolatinoamericano. Y finalmente de su preocupacin, as como de aquella generacin intelectual peruana

    progresista que le acompa en el empeo de situar al indio en el pedestal genuinamente humano que portantos siglos el humanismo occidental le ha negado. Pablo Guadarrama, La dimensin concreta de lohumano en Jos Carlos Maritegui, en Coatepec, Revista de la Facultad de Humanidades de la Unam,ao IV, primavera - verano, Toluca, 1995, pg. 23.74 Jos Carlos Maritegui, Defensa del marxismo, en Obras completas de Jos Carlos Maritegui,

    Lima, Editora Amauta, 1987, pgs. 55 y 72.75 , Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana, La Habana, Casa de las Amricas, 1969,pg. 62.

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    tergiversaciones del socialismo y del marxismo de las cuales l mismo fue acusado, 76

    que incidieron en el fatal desenlace del llamado socialismo real.

    Algo que impresiona en el marxista peruano es haber podido delimitar el verdadero

    radio de accin de la esfera moral sin sobrestimarla ni subestimarla en su especificidad

    con relacin a los restantes niveles de la actividad social. En tales anlisis destacan sus

    ideas sobre la cuestin indgena en Amrica Latina. Segn su criterio, el socialismo nos

    ha enseado a plantear el problema indgena en nuevos trminos. Hemos dejado de

    considerarlo abstractamente como problema tnico o moral para reconocerlo

    concretamente como problema social, econmico y poltico. Y entonces lo hemos sentido,

    por primera vez, esclarecido y demarcado.77 Este problema no implicaba dejar de

    considerarlo, a su vez, como de profunda incidencia moral.

    Los marxistas latinoamericanos, en su generalidad, han contribuido a perfilar de forma

    superior las bases ticas de nuestro pensamiento y, en especial, a que el hombre

    descubriese en el trabajo la condicin tica vital del progreso y la desalienacin humanos.

    Para Maritegui, el destino del hombre es la creacin. Y el trabajo es creacin, vale decir

    liberacin. El hombre se realiza en su trabajo. 78 De premisas similares partira aos

    despus Ernesto Che Guevara al criticar las secuelas de la enajenacin que prevalecan

    en la naciente sociedad socialista, en especial en la relacin del hombre con su trabajo.

    En la trayectoria del pensamiento socialista, que ha dejado una impronta imborrable en

    la cultura latinoamericana contempornea, independientemente de la crisis que en la

    actualidad le afecta, siempre estuvo presente, ms all de ortodoxias y heterodoxias, la76 Por supuesto que por marxismo tambin hoy en da se pueden entender muchas posiciones, inclusoantagnicas, y el marxismo de Maritegui no poda estar descontaminado de impurezas, como no lo estninguno. Pero a lo que el Amauta, a nuestro juicio, se refera era a mantener viva la perspectiva cientfica deMarx para estudiar la sociedad que le correspondi vivir y la proyeccin humanista superadora de la misma.Segn el, 'mientras el capitalismo no haya tramontado definitivamente, el canon de Marx sigue siendovlido'. Para Maritegui el marxismo es, sobre todo, superacin. Pablo Guadarrama, Maritegui y la actualcrisis del marxismo, en Maritegui en el pensamiento actual de nuestra Amrica, coloquio internacionalconvocado por Casa de las Amricas del 18 al 21 de julio de 1994, en Cuadernos Casa Amauta, Lima - La

    Habana, 1995, pg. 116.77 Jos Carlos Maritegui, Siete ensayos..., pg. 24.78Ibid., pg. 136.

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    preocupacin por reivindicar el humanismo marxista, como se apreci en el mexicano

    Vicente Lombardo Toledano, para quien: El socialismo es humanismo puro, es la

    vindicacin del hombre, que lo redime de las sombras de la ignorancia y de sus originales

    temores religiosos.79Anbal Ponce, quien profundiz en la problemtica del humanismo,

    sostena que el socialismo, aunque digan lo contrario sus enemigos, aspira a realizar la

    plenitud del hombre, es decir, a liberar al hombre de la opresin de las clases para que

    recupere con la totalidad de sus fuerzas la totalidad de su yo80 y, de ese modo, superar las

    fuerzas enajenantes reproducidas por el capitalismo.

    No solamente fueron los marxistas y los socialistas quienes denunciaron el carcter

    inhumano de esa sociedad; pensadores como Antonio Caso, Carlos Vaz Ferreira,

    Alejandro Korn y otros, que abran una nueva etapa el pensamiento filosfico

    latinoamericano, tambin lo criticaron. Sin embargo, el espritu antipositivista y

    anticomunista que inspir a la mayor parte de los representantes de esta nueva generacin,

    que incorrectamente a partir de la clasificacin de Francisco Romero se conoce

    como la de los fundadores, motiv cierta ruptura en la evolucin de la trayectoria

    humanista y desalienadora de nuestro pensamiento.

    Aun cuando reivindicaban en su mayora la urgencia de un nuevo humanismo porque

    consideraban que los valores fundamentales del anterior estaban en crisis dada la

    profunda tragedia del hombre al rebelrsele sus creaciones materiales y espirituales, como

    sostena Samuel Ramos,81 algunos de estos pensadores, en correspondencia con su

    posicin irracionalista, negaron la posibilidad de un perfeccionamiento tico de la

    sociedad asentada en una concepcin pesimista del hombre. As, Caso planteaba que el

    progreso moral no existe. La cultura de aprovechamiento se difunde en magnficos

    79 Vicente Lombardo Toledano, citado por Millon R. Lombardo, en Biografa intelectual de un marxista

    mexicano, Mxico, Universidad Obrera de Mxico, 1964, pg.163.80 Anbal Ponce, Obras, La Habana, Casa de las Amricas, 1975, pg. 207.81 Samuel Ramos,Hacia un nuevo humanismo, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1979, pg. 11.

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    desarrollos siempre perfectibles, pero hoy es tan malo el hombre como lo fue siempre. 82

    De tal manera, se apartaba de la tendencia prevaleciente en el pensamiento ilustrado y

    posilustrado anterior. Caso admita la existencia de un progreso en los rdenes intelectual

    y cientfico-tcnico,83 pero, precisamente, vea en el desarrollo de la industria uno de los

    posibles peligros futuros en la estabilidad ecolgica de la humanidad. Su precoz

    tecnofobia se adelantara a las preocupaciones que han invadido la mente del hombre de

    fines del anterior milenio y de comienzos del actual, y no slo de los filsofos, sino de los

    estadistas que, ante los reales peligros que amenazan la indiscriminada explotacin de los

    recursos naturales y humanos, llegaron a convocar una Reunin de la Tierra en Ro de

    Janeiro. Al considerar Caso que el hombre era una vctima de sus propias conquistas 84 y

    que no nacimos para ser libres, sino para ser buenos,85 por lo que, a su juicio, la nica

    salida es la entrega a una vida eminentemente religiosa, ataba de nuevo eslabones al

    proceso alienador del cual el pensamiento latinoamericano anterior haba tratado

    progresivamente de emanciparse.

    En tanto, Jos Vasconcelos, luego de exaltar los valores de la que consideraba era la

    antigua raza mexicana, precisaba que en la raza latina se haba producido una

    decadencia moral86 de la cual era necesario sobreponerse para realizar su aspiracin de

    aquella integral raza csmica en la que se rescataran los ms preciados elementos de la

    humanidad. A su juicio, la raza blanca haba puesto las bases materiales y morales para

    la unin de todos los hombres,87 pero, bsicamente, haba cumplido su misin al

    mecanizar el mundo. Sin embargo, esto no era suficiente para realizar su proyecto82 El hombre es un renacimiento. El humanismo es ms verdadero que el hombre, porque el hombre noexiste sino como proceso, como humanizacin. Antonio Caso, La persona humana y el estadototalitario, Mxico, Ediciones Unam, 1941, pg.167.83 ,El concepto de historia universal y la filosofa de los valores, Mxico, Ediciones Botas, 1933, pg.30.84 ,El peligro del hombre, Mxico, Ediciones Stylo, 1942, pg. 61.85 ,La persona humana..., pg. 34.86 Jos Vasconcelos, Bolivarismo y monrosmo, en Pginas escogidas, Mxico, Ediciones Botas, 1940,

    pg. 93.87 , La raza csmica, en Vasconcelos. Antologa, Mxico, Secretara de Educacin Pblica, 1942,pg. 90.

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    humano, el cual no estara completo si no depona su orgullo y se fusionaba con el indio.

    De tal modo criticaba los nuevos obstculos alienantes que la civilizacin occidental traa

    aparejados y que deban ser superados mediante una vuelta a las races. Por tal motivo,

    invoc la necesidad de no dejarse arrastrar por el espritu xenoflico, e inculcaba en

    nuestros pueblos la urgencia de hacer vida propia y ciencia propia, 88 a fin de al