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UNA PREGUNTA que escuche' en ms de una ocasin despus de la aparicin de Juan Salvador Gaviota

ILUSIONES - Richard Bach

Nota del Autor

FUE UNA PREGUNTA que escuch en ms de una ocasin despus de la aparicin de Juan Salvador Gaviota.

Qu escribirs ahora, Richard? Despus de Gaviota, qu?

Entonces contestaba que no tena que escribir nada nuevo, ni una palabra, y que la suma de mis libros deca todo lo que me haba propuesto hacerles decir. Cuando has pasado hambre durante algn tiempo, te han embargado el coche y te han sucedido cosas por el estilo, te sientes extrao al no tener que trabajar hasta medianoche.

Con todo, casi ningn verano olvid a mi antiguo biplano. En l sala a sobrevolar los verdes ocanos de nuestras praderas del Medio Oeste norteamericano. Cobraba tres dlares por pasajero y empec a sentir que creca la antigua tensin: an quera decir algo; algo que no haba dicho.

Escribir no me produce ningn placer. Si pudiera volverle la espalda a la idea agazapada en la oscuridad, si pudiera abstenerme de abrirle la puerta para dejarla entrar, ni siquiera cogera la pluma.

Pero alguna que otra vez se produce una gran explosin: cristales, ladrillos y astillas atraviesan violentamente la fachada, y un personaje se yergue sobre los escombros, me agarra por el cuello y me dice dulcemente: No te soltar hasta que me pongas en palabras, sobre el papel.

As me encontr con Ilusiones.

Incluso ah, en el Medio Oeste, me tumbaba boca arriba, vaporizando nubes, y no consegua sacarme la historia de la cabeza... Qu sucedera si apareciera un autntico experto, capaz de explicarme cmo funciona mi universo y cul es el sistema para domearlo? Qu sucedera si encontrara a un superdotado... si visitara nuestro tiempo un Siddartha o un Jess, con poder sobre las ilusiones del mundo merced a su conocimiento de la realidad que se oculta detrs de ellas? Y qu sucedera si le encontrara en persona, si pilotara un biplano y aterrizara en el mismo prado donde lo hago yo? Qu dira ese individuo, y cmo sera?

Quiz no se parecera al mesas de las pginas pringosas de mi diario, y tal vez no dira nada de lo que este libro dice. Pero si fuera cierto lo que me dijo l -por ejemplo, que materializamos magnticamente en nuestras vidas todo aquello que albergamos en nuestro pensamiento-, estara justificado, de alguna manera, el que yo haya llegado a este trance. Y lo mismo vale para ti. Quiz no tengas este libro en las manos por pura coincidencia; quiz hayas venido aqu para recordar algn elemento de estas aventuras.

He optado por pensar as. Y he optado por pensar que mi mesas est posado all, en otra dimensin, y que no es en absoluto ficticio: nos vigila, y re porque encuentra divertido que las cosas sucedan tal como las hemos planeado.

1

1. Vino al mundo un Maestro, nacido en la tierra santa de Indiana de Indiana, criado en las colinas msticas situadas al este de Fort Wayne.

2. El Maestro aprendi lo que concerna a este mundo en las escuelas pblicas de Indiana y luego, cuando creci, en su oficio de mecnico de automviles.

3. Pero el Maestro traa consigo los conocimientos de otras tierras y otras escuelas, de otras vidas que haba vivido. Los recordaba, y presto que los recordaba adquiri sabidura y fuerza, y la gente descubri su fortaleza, y acudi a l en busca de consejo.

4. El Maestro crea que disfrutaba de la facultad de ayudarse a s mismo y de ayudar a toda la humanidad, y puesto que lo crea, as fue, de modo que otros vieron su poder y acudieron a l para que les curase de sus tribulaciones y sus muchas enfermedades.

5. El Maestro crea que es bueno que todo hombre se vea a s mismo como hijo de Dios, y puesto que lo crea, as fue, y los talleres y los garajes donde trabajaba se poblaron y atestaron con quienes buscaban su sabidura y el contacto de su mano, y las calles circundantes con quienes slo anhelaban que su sombra pasajera se proyectara sobre ellos y cambiara sus vidas.

6. Sucedi, en razn de las multitudes, que varios capataces y jefes de talleres le ordenaron al Maestro que dejara sus herramientas y siguiera su camino, porque el apiamiento era tal que ni l ni los otros mecnicos tenan espacio para trabajar en la reparacin de los automviles.

7. Se intern, pues, en la campia, y sus seguidores empezaron a llamarlo Mesas, y hacedor de milagros; y puesto que lo crean, as fue.

8. Si estallaba una tormenta mientras l hablaba, ni una sola gota de lluvia tocaba la cabeza de uno de sus oyentes, y quienes estaban en el fondo de la multitud, escuchaban sus palabras con tanta nitidez como los primeros, aunque en el cielo retumbaran rayos y truenos. Y siempre les hablaba en parbolas.

9. Y les dijo: En cada uno de nosotros reside el poder de prestar consentimiento a la salud y a la enfermedad, a las riquezas y a la pobreza, a la libertad y a la esclavitud. Somos nosotros quienes las domeamos y no otro.

10. Un obrero habl y dijo: Es fcil para ti, Maestro, porque a ti te guan y a nosotros no, y no necesitas trabajar como trabajamos nosotros. En este mundo el hombre debe trabajar para ganarse la vida.

11. El Maestro respondi y dijo: Una vez viva un pueblo en el lecho de un gran ro cristalino.

12. La corriente del ro se deslizaba silenciosamente sobre todos sus habitantes: jvenes y ancianos, ricos y pobres, buenos y malos, y la corriente segua su camino, ajena a todo lo que no fuera su propia esencia de cristal.

13. Cada criatura se aferraba como poda a las ramitas y rocas del lecho del ro, porque su modo de vida consista en aferrarse y porque desde la cuna todos haban aprendido a resistir la corriente.

14. Pero al fin una criatura dijo: Estoy harta de asirme. Aunque no lo veo con mis ojos, confo en que la corriente sepa hacia dnde va. Me soltar y dejar que me lleve a donde quiera. Si contino inmovilizada, me morir de hasto.

15. Las otras criaturas rieron y exclamaron: Necia! Sultate, y la corriente que veneras te arrojar, revolcada y hecha pedazos contra las rocas, y morirs ms rpidamente que de hasto!

16. Pero la que haba hablado en primer trmino no les hizo caso, y despus de inhalar profundamente se solt; inmediatamente la corriente la revolc y la lanz contra las rocas.

17. Mas la criatura se empecin en no volver a aferrarse, y entonces la corriente la alz del fondo y ella no volvi a magullarse ni a lastimarse.

18. Y las criaturas que se hallaban aguas abajo, que no la conocan, clamaron: Ved un milagro! Una criatura como nosotras, y sin embargo vuela! Ved al Mesas, que ha venido a salvarnos a todas!

19. Y la que haba sido arrastrada por la corriente respondi: No soy ms mesas que vosotras. El ro se complace en alzarnos, con la condicin de que nos atrevamos a soltarnos. Nuestra verdadera tarea en este viaje, esta aventura.

20. Pero seguan gritando, an ms alto: Salvador!, sin dejar de aferrarse a las rocas. Y cuando volvieron a levantar la vista, haba desaparecido, y se quedaron solas, tejiendo leyendas acerca de un Salvador.

21. Y sucedi que cuando vio que la multitud creca da a da, ms hacinada y apretada y enfervorizada que nunca, y cuando vio que los hombres le urgan para que les alimentara con sus milagros, para que aprendiera por ellos y viviera sus vidas, se sinti afligido, y ese da subi solo a la cima de un monte solitario y all or.

22. Y dijo en el fondo de su alma: Ser un Portento Infinito, si esa es tu voluntad, que apartes de m este cliz, que me ahorres esta tarea imposible. No puedo vivir las vidas de los dems, y sin embargo diez mil personas me lo suplican. Lamento haber permitido que sucediera todo esto. Si esa es tu voluntad, autorzame a volver a mis motores y a mis herramientas, y a vivir como los otros hombres.

23. Y una voz le habl en las alturas, una voz que no era ni masculina ni femenina, poderosa ni suave, sino infinitamente bondadosa. Y la voz le dijo: No se har mi voluntad, sino la tuya. Porque lo que t deseas es lo que yo deseo de ti. Sigue tu camino como los otros hombres, y que seas feliz en la Tierra.

24. Al escucharla, el Maestro se regocij, y dio las gracias, y baj de la cima del monte tarareando una cancioncilla popular entre los mecnicos. Y cuando la multitud le urgi con sus penas, y le implor que la curara y aprendiera por ella y la alimentara incesantemente con su sabidura y le entretuviera con sus milagros, l le sonri y le dijo apaciblemente: Renuncio.

25. Por un momento, la muchedumbre qued muda de asombro.

26. Y l continu: Si un hombre le dijera a Dios que su mayor deseo consista en ayudar al mundo atormentado, a cualquier precio, y Dios le contestara y le explicara lo deba hacer tendra el hombre que obedecer?

27. Claro, Maestro!, clam la multitud. Si Dios se lo pide deber soportar complacido las torturas del mismsimo infierno!

28. Cualesquiera que sean esas torturas, y por ardua que sea la tarea?

29. Deber enorgullecerse de ser ahorcado, deleitarse de ser clavado a un rbol y quemado, si eso es lo que Dios le ha pedido, contest la muchedumbre.

30. Y qu harais pregunt el Maestro a la concurrencia- si Dios os hablara directamente a la cara y os dijera:

OS ORDENO QUE SEIS FELICES EN EL MUNDO, MIENTRAS VIVIS Qu harais entonces?

31. La multitud permaneci callada. Y no se oy una voz, un ruido, entre las colinas ni en los valles donde estaba congregada.

32. Y el Maestro dijo, dirigindose al silencio: En el sendero de nuestra felicidad encontraremos la sabidura para la que hemos elegido esta vida. Esto es lo que he aprendido hoy, y opto por dejaros ahora para que transitis por vuestro propio camino, como deseis.

33. Y march entre las multitudes y las dej, y retorn al mundo cotidiano de los hombres y las mquinas.

2

CONOC a Donald Shimoda a mediados del verano. En los cuatro aos que llevaba volando no haba encontrado a ningn otro piloto que hiciera lo que yo: dejarse llevar por el viento de un pueblo a otro, ofreciendo paseos en un viejo biplano a tres dlares por diez minutos de vuelo.

Pero un da, un poco al norte de Ferris, en Illinois, mir abajo desde la carlinga de mi Fleet y vi un viejo Travel Air 4000, dorado y blanco, bellamente posado sobre el heno esmeralda-limn.

La ma es una vida libre, pero a veces me siento solo. Vi el biplano all, lo pens unos instantes y resolv que nada perda con bajar. Reduje gases, inclin el timn de direccin, y el Fleet y yo iniciamos un descenso lateral. Volvieron los ruidos familiares: el del viento en los cables de las alas y ese apacible y lento poc-poc del viejo motor que hace girar perezosamente la hlice. Me sub las gafas para vigilar mejor el aterrizaje. Los tallos de maz ondulaban abajo, muy cerca, como una jungla de follaje verde; tuve el vislumbre de una empalizada y luego se extendi el heno recin cortado hasta donde alcanzaba la vista. Enderec la palanca de mando y el timn de direccin: una grcil vuelta alrededor del campo, el roce del heno contra los neumticos y despus el familiar y sereno chasquido crepitante del terreno duro debajo de las ruedas. Despacio, despacio; luego, una rpida descarga de estrpito y potencia para rodar hasta el otro avin y detenerse a su lado. Reducir gases, oprimir el interruptor, y el suave clac-clac de la hlice, cada vez ms lento, en medio del silencio implacable de julio.

El piloto del Travel Air estaba sentado en el heno, con la espalda reclinada contra la rueda izquierda de su avin, y me miraba apaciblemente.

Tambin yo le mir, durante medio minuto, escudriando el misterio de su aplomo. Yo no habra tenido la sangre fra precisa para quedarme tranquilamente sentado, observando cmo otro avin se posaba en el mismo campo y se detena a diez metros del mo. Le salud con una inclinacin de cabeza. Sin saber por qu, lo encontr simptico.

-Me pareci que estabas solo -dije, a travs de la distancia que nos separaba.

-Tu' tambin lo parecas.

-No quise molestarte. Si estoy de ms, me voy.

-No. Te esperaba.

Sonre al orle.

-Perdona que te haya hecho esperar.

-No importa.

Me quit el casco y las gafas, sal de la carlinga y baj al suelo. Pisar la tierra produce una sensacin agradable cuando se han pasado un par de horas en el Fleet.

-Espero que no te importe el jamn y queso -dijo-. Jamn y queso y tal vez una hormiga.

No hubo ni un apretn de manos ni presentacin de ninguna naturaleza.

No era corpulento. El pelo hasta los hombros, ms negro que el caucho del neumtico contra el que se apoyaba. Ojos oscuros como los de un halcn, de esos que me gustan en un amigo y que, sin embargo, me incomodan mucho en cualquier otro. No s por qu pens en l como en un maestro de karate dispuesto a hacer una demostracin discretamente violenta.

Acept el bocadillo y el agua que me ofreca en la tapadera de un termo.

-Pero quin eres? -pregunt-. Hace aos que voy as y nunca he visto a otro acrbata del aire en los campos.

-No sirvo para muchas otras cosas -respondi, bastante complacido-. Trabajitos mecnicos, soldaduras, forcejear un poco, desguazar tractores. Cuando me quedo mucho tiempo en un mismo lugar, tengo problemas. De modo que prepar el avin y ahora me dedico a la acrobacia area.

-Qu modelos de tractores?

-Los D-8, los D-9. Fue por poco tiempo, en Ohio.

-El D-9! Tan grande como una casa! Con una primera de doble traccin. Es cierto que puede derribar una montaa?

-Hay mejores sistemas para mover montaas -contest, con una sonrisa que tal vez dur una dcima de segundo.

Estuve un minuto largo recostado contra el ala inferior de su avin, estudindole. Una ilusin ptica... era difcil mirarle de cerca. Era como si hubiera un halo luminoso alrededor de su cabeza, que diluyera el fondo hasta reducirlo a un tono plateado, tenue y nebuloso.

-Te ocurre algo? -inquiri.

-Qu clase de problemas tuviste?

-Bah, nada importante. Se trata sencillamente de que en estos tiempos me gusta ir de un lado a otro. Como a ti.

Di la vuelta a su avin, con el bocadillo en la mano. Era un modelo 1928 1929, y no tena ni un raspn. Las fbricas no producen aviones tan impecables como el suyo, ah posado sobre el heno. Por lo menos veinte capas de butirato aplicado a mano; la pintura estaba estirada como un espejo sobre las costillas de madera. Debajo del borde de la carlinga le la palabra Don, escrita en letras gticas doradas, y la matrcula adherida al porta mapas deca: D. W. Shimoda. Los instrumentos acababan de salir del embalaje: eran los originales, de 1928. Palanca de mando y barra del timn de direccin fabricadas con roble barnizado; palanca de gases, mando de mezcla y avance de encendido a la izquierda. Ya no se encuentran avances de encendido ni siquiera en las antigedades mejor restauradas. Ni un raspn, ni un remiendo en el fuselaje, ni una salpicadura de aceite. Ni siquiera una brizna de paja sobre el suelo de la carlinga, como si el biplano no hubiera volado nunca y se hubiera materializado all mismo despus de atravesar medio siglo por un tnel del tiempo. Sent un extrao escalofro en la nuca.

-Cunto hace que llevas pasajeros? -le pregunt.

-Aproximadamente un mes, ahora. Cinco semanas.

Menta. Cinco semanas por los campos y, seas quien fueres, tendrs mugre y aceite en el avin y habr una brizna de paja en el suelo de la carlinga, por mucho que te esmeres para evitarlo. Pero aquel artefacto... ni aceite sobre el parabrisas, ni manchas de heno volador aplastado contra los fuertes de ataque de las alas y los alerones de cola, ni insectos estrellados contra la hlice. Un avin que atraviesa la atmsfera estival de Illinois no puede estar en semejantes condiciones. Examin el Travel Air durante otros cinco minutos. Despus volv al punto de partida y me sent sobre el heno, debajo del ala, de cara al piloto. No tena miedo. El fulano segua resultndome simptico, pero haba algo que no encajaba.

-Por qu no me dices la verdad?

-Te la he dicho, Richard -respondi-. Adems, puedes ver el nombre pintado en el avin.

-Nadie puede estar llevando pasajeros en un Travel Air durante un mes sin que el avin se le manche de aceite, amig mo, y de polvo. Sin que tenga que aplicar un remiendo al fuselaje. Y por amor de Dios! sin que se le llene el suelo de paja.

Sonri plcidamente.

-Hay cosas que ignoras.

En ese momento era un ser extrao procedente de otro planeta. Le cre, pero no encontr la forma de explicar la presencia de su avin refulgente, posado en el prado estival.

-Es cierto. Pero algn da lo sabr todo. Y entonces te regalar mi avin, Donald, porque ya no lo necesitar para volar.

Me mir con inters y arque las cejas negras.

-De veras? Cuntamelo.

Estaba exultante. Al fin! Alguien dispuesto a escuchar mi teora.

-Supongo que durante mucho tiempo la gente no pudo volar porque no lo crea posible; por eso no aprenda los principios elementales de la aerodinmica. Yo quiero creer que en alguna parte existe otro principio: no necesitamos aviones para volar, ni para atravesar paredes, ni para llegar a los planetas. Podemos aprender a hacerlo sin la ayuda de ningn tipo de mquinas. Si lo deseamos.

Esboz una sonrisa a medias, seriamente, y asinti con una sola inclinacin de cabeza.

-Y piensas que aprenders lo que deseas recogiendo pasajeros en los campos, a tres dlares por cabeza.

-El nico aprendizaje digno de ese nombre es el que yo consiga por mi cuenta. Si en el mundo hubiera alguien, que no lo hay, capaz de ensearme ms que mi avin, y que el cielo, acerca de lo que deseo saber, correra ahora mismo a buscarle. O a buscarla.

Los ojos oscuros me escrutaron fijamente.

-Y no crees que si realmente quieres aprender esto, es que alguien te est guiando?

-Me est guiando, claro. Acaso no nos guan a todos? Siempre he sentido que algo me vigila, como quien dice.

-Y piensas que te conducirn hasta el maestro que podr ayudarte.

-Si el maestro no resulto ser yo, s.

-A lo mejor es as como sucede -dijo.

-.-

Una flamante camioneta avanz silenciosamente por el camino en direccin a nosotros, levantando una tenue polvareda parda, y se detuvo junto al campo. Se abri la puerta y bajaron de ella un anciano y una nia de unos diez aos. La atmsfera estaba tan tranquila que el polvo continu flotando.

-Llevan pasajeros, verdad? -pregunt el hombre.

Era Donald Shimoda el que haba descubierto el lugar, de modo que permanec callado.

-S, seor -respondi fogosamente-. Anda hoy con ganas de volar?

-Si subo, har algunas acrobacias, rizar el rizo conmigo all arriba?

Los ojos del hombre titilaron. Quera saber si lo reconocamos, a pesar de su jerga de palurdo.

-Si lo desea, lo har. Si no, no.

-Y supongo que me cobrar una fortuna.

-Tres dlares en metlico, seor, por diez minutos de vuelo. O sea, treinta cntimos por minuto. Y lo vale, segn me dice la mayora de la gente.

Tuve la extraa sensacin de sentirme un poco espectador mientras permaneca all sentado, ocioso, escuchando el modo en que el individuo promocionaba su mercanca. Me gust lo que dijo, siempre en un tono muy medido. Me haba acostumbrado tanto al sistema que yo empleaba para reclutar mis clientes (Os garantizo que arriba la temperatura es diez grados ms baja, amigos! Venid a donde slo vuelan los pjaros y los ngeles! Todo por slo tres dlares, apenas doce monedas de veinticinco centavos... ), que haba olvidado que poda haber otro.

Volar y tener que vender el viaje adems, entraaba una cierta tensin. Estaba acostumbrado a ella, pero no por eso dejaba de existir: si no consigo pasajeros, no como. Como en aquel momento poda quedarme sentado, sin que mi almuerzo dependiera del desenlace, aprovech la oportunidad para relajarme y mirar.

La nia tambin se mantena apartada, observando. Rubia, de ojos castaos y expresin solemne, estaba all porque su abuelo estaba. No quera volar.

En la mayora de los casos se produce la situacin inversa: nios vidos y adultos cautelosos. Pero cuando uno se gana la vida con ese trabajo tambin adquiere un sexto sentido, y comprend que la nia no volara con nosotros en todo el verano.

-Cul de ustedes, caballeros...? -pregunt el hombre.

Shimoda se sirvi una taza de agua.

-Richard le llevar. Yo estoy comiendo. A menos que prefiera esperar.

-No, seor. Estoy listo para partir. Podremos volar sobre mi granja?

-Desde luego -asent-. Bastar que seale en qu direccin desea ir, seor.

Saqu las mantas, la caja de herramientas y las cacerolas de la carlinga delantera del Fleet, le ayud a instalarse en el asiento para pasajeros y le puse el cinturn de seguridad. Despus me deslic en la carlinga posterior y ajust mi propio cinturn.

-Me echas una mano, Don?

Siempre que alguien acciona la hlice del Fleet, tira con demasiada fuerza y por complejas razones el motor no arranca. Pero aquel hombre la hizo girar muy lentamente, como si la conociera de toda la vida. El muelle de arranque chasque, las chispas saltaron en los cilindros y el viejo motor se puso en marcha, con la mayor espontaneidad. Don volvi a su avin, se sent y entabl conversacin con la nia.

El Fleet levant vuelo en medio de una fuerte descarga de potencia y de pajas arremolinadas. Subi treinta metros (si el motor se detiene ahora, nos asentaremos sobre el maz), ciento cincuenta metros (ya podemos volver y posarnos sobre el heno... al oeste tenemos ya la dehesa), trescientos metros y luego nos enderezamos en medio del viento, siguiendo el rumbo que marcaba el dedo del hombre, hacia el sudoeste.

Tres minutos de vuelo y describimos un crculo sobre una granja con establos del color de carbones incandescentes y una casa marfilea en medio de un ocano de menta. En el fondo, un huerto con maz tierno, lechuga y tomates.

El ocupante de la carlinga delantera mir hacia abajo mientras sobrevolbamos la finca, enmarcada entre las alas y los cables del Fleet.

En la galera apareci una mujer, con un delantal blanco sobre el vestido azul, saludando con la mano. El hombre contest el saludo. Ms tarde comentaran la nitidez con que se haban visto a travs del cielo.

Finalmente me mir e hizo una inclinacin de cabeza. Ya era suficiente, gracias, y que podamos regresar.

Describ un vasto crculo alrededor de Ferris, para que la gente se enterara de que haba una funcin de vuelo, y despus trac una espiral sobre el campo de heno para ensear dnde estaba, exactamente, el escenario. En el momento en que planeaba para aterrizar, sesgndome sobre el maizal, el Travel Air despeg y se dirigi inmediatamente hacia la granja que nosotros acabbamos de dejar atrs.

Yo form parte, hace tiempo, de una escuadrilla de cinco acrbatas del aire, y por un momento tuve la misma sensacin de actividad febril... un avin que remontaba el vuelo al tiempo que otro aterrizaba. Tocamos tierra con un plcido impacto ronroneante y rodamos hasta el otro extremo del campo, junto al camino.

El motor se detuvo, el hombre se desabroch el cinturn de seguridad y le ayud a bajar. Sac la cartera del interior del mono y cont los billetes de dlar, mientras mova la cabeza.

-Ha sido un paseo estupendo, hijo.

-Eso pensamos. Vendemos un buen producto.

-El que vende es su amigo!

-Cmo dice?

-Lo que he dicho. Su amigo sera capaz de venderle tizones al diablo, s seor. No piensa lo mismo?

-Por qu lo dice?

-Por la nia, claro. Mi nieta Sarah volando!

Mientras deca esto miraba al Travel Air que, como una lejana mota de plata en el aire, sobrevolaba la granja. Hablaba con la serenidad con que lo habra hecho si hubiera notado que en la rama seca del huerto acababan de brotar flores y manzanas maduras.

-Desde que naci, esa criatura huye despavorida de los lugares altos. Grita. Se espanta. Es tan difcil que Sarah trepe a un rbol como que sacuda un avispero con la mano desnuda. Ni siquiera se atreve a subir la escalera del desvn, y no lo hara aunque el Diluvio estuviera inundando el patio. Es un prodigio con las mquinas, no les tiene miedo a los animales... pero tiene fobia a las alturas! Y ah est, volando.

Me habl de eso y de otros tiempos singulares. Recordaba la poca en que los acrbatas del aire pasaban por Galesburg, haca muchos aos, y por Monmouth, pilotando biplanos iguales a los nuestros pero realizando con ellos toda clase de locas piruetas.

Observ cmo el lejano Travel Air aumentaba de tamao, picaba sobre el campo en un ngulo mucho ms empinado que el que yo habra intentado con una nia que tena miedo a las alturas, sobrevolaba el maz y la cerca y se posaba en un aterrizaje en tres etapas realmente espectacular. Donald Shimoda deba tener mucha experiencia como piloto para tomar tierra as con un Travel Air.

El avin fue a detenerse junto a nosotros, sin consumir ms combustible, y la hlice traquete apaciblemente hasta inmovilizarse. La observ con atencin. No haba insectos aplastados contra su superficie. Ni una sola mosca estrellada contra la gran pala de dos metros cuarenta.

Me levant de un salto para ayudarles, desabroch el cinturn de seguridad de la nia, abr la portezuela de la carlinga delantera para que saliese y le mostr dnde deba pisar para que su pie no atravesara la tela del ala.

-Te ha gustado? -pregunt.

No me prest atencin.

-Abuelo, no tengo miedo! No me he asustado! La casa pareca un juguete y mam haca seales con la mano y Don dijo que yo tena miedo porque una vez me haba cado y muerto, pero que ya no debo temer! Ser piloto, abuelo. Tendr mi propio avin y yo misma me ocupar del motor y volar a todas partes y llevar pasajeros! Podr hacerlo?

Shimoda sonri al viejo y se encogi de hombros.

-l te ha dicho que seras piloto, verdad, Sarah?

-No, pero lo soy. Ya me apao con los motores. T lo sabes!

-Bueno, eso lo hablars con tu madre. Es hora de volver a casa.

Los dos nos dieron las gracias y se dirigieron hacia la camioneta -l, andando y la nia corriendo-, transformados ambos por lo que haba sucedido en el campo y en el cielo.

Llegaron dos coches, y luego un tercero, y a medioda se agolp la gente que quera ver Ferris desde el aire. Realizamos doce o trece vuelos tan rpidamente como pudimos, y a continuacin fui a la estacin de servicio del pueblo, por gasolina para el Fleet. Despus tuvimos algunos pasajeros, y luego unos cuantos ms; cay la tarde y seguimos volando hasta la puesta del sol.

En alguna parte, un cartel deca 200 habitantes, y cuando oscureci tuve la impresin de que a todos incluso a algunos forasteros, los habamos paseado por el aire.

Con el ajetreo de los vuelos olvid preguntarle a Don qu haba sucedido con Sarah, y qu le haba dicho l: si haba inventado la historia de la muerte anterior de la nia, o si pensaba que era cierta. En alguno de los aterrizajes estudi detenidamente su avin mientras los pasajeros cambiaban de asiento. No tena ni una marca, ni una gota de aceite en ninguna parte. Aparentemente, volaba esquivando esos mismos insectos que yo tena que limpiar de mi parabrisas cada una o dos horas.

Cuando pusimos punto final a la jornada, apenas quedaba un ligero resplandor en el cielo. Y cuando termin de acomodar los tallos de maz secos en mi cocina porttil de hojalata, y los hube cubierto con trozos de carbn y hube encendido el fuego, la oscuridad era total y las llamas arrancaban reflejos de colores de los aviones posados cerca de nosotros y de la paja dorada que nos rodeaba.

Ech una mirada al interior de la caja de provisiones.

-Las opciones son: sopa, cocido o spaghettis -dije-. Pera o melocotn. Quieres melocotn en almbar?

-Es lo mismo -respondi afablemente-. Cualquier cosa o nada.

-Hombre, no tienes apetito? Ha sido una jornada de mucho movimiento!

-No me has dado muchas razones para tener apetito, a menos que el cocido sea bueno.

Abr la lata de cocido con mi Cuchillo de Salvamento de Oficial de Swiss Air, hizo lo mismo con la de spaghettis, y puse ambos recipientes en el fuego.

Tena los bolsillos repletos de dinero: para m, era una de las horas ms placenteras del da. Saqu los billetes y los cont, sin preocuparme demasiado por estirarlos. Sumaban ciento cuarenta y siete dlares, y en seguida realic un clculo mental, operacin sta que no me resultaba fcil.

-Esto supone... supone... vamos a ver... cuatro, me llevo dos... cuarenta y nueve vuelos en una jornada! He pasado la barrera de los cien dlares por da, Don... el Fleet y yo solos! T debes haber sacado fcilmente doscientos... llevas muy a menudo dos pasajeros por vuelo?

-S, a menudo -asinti. Y agreg-: Respecto de ese maestro que andas buscando...

-No busco ningn maestro -respond-. Lo que hago es contar dinero! Con esto puedo vivir una semana. No me importa que la lluvia me tenga parado una semana ntegra!

Me mir y sonri.

-Cuando termines de nadar en dinero -dijo-, tendras amabilidad de pasarme mi cocido?

3

TROPELES Y HERVIDEROS y multitudes de gente, torrentes de seres humanos precipitndose hacia un hombre colocado en el centro del torbellino. Despus, la muchedumbre se convirti en un ocano capaz de ahogarle, pero l, en lugar de ahogarse, march sobre las aguas, silbando, y desapareci. El ocano de agua se troc en otro de hierba. Un Travel Air 4000 blanco y dorado baj para posarse sobre la hierba. El piloto sali de la carlinga y despleg un cartel de tela con la inscripcin: VUELE - 3 DLARES - VUELE.

Eran las tres de la maana cuando me despert.

Se interrumpi el sueo y lo record todo, y por alguna razn me sent feliz. Abr los ojos y la luz de la luna me mostr el enorme Travel Air posado junto al Fleet. Shimoda estaba sentado sobre sus mantas enrolladas, en la misma posicin en que le vi la primera vez, con la espalda apoyada contra la rueda izquierda de su avin. No es que le viera claramente. Pero notaba que estaba all...

-Hola, Richard -dijo parsimoniosamente en la oscuridad-. Te ha explicado eso lo que est ocurriendo?

-Qu es lo que me tiene que explicar algo? -pregunt, aturdido. An estaba recordando y no atin a sorprenderme por el hecho de encontrarle despierto.

-Tu sueo. El hombre y las multitudes y el avin -explic pacientemente-. Yo aviv tu curiosidad, y ahora lo sabes, no? Los peridicos se ocuparon de m: Donald Shimoda, a quien empezaban a llamar el Mesas Mecnico, el Avatar Norteamericano, el mismo que desapareci un da delante de veinticinco mil atnitos testigos oculares.

Lo record. Haba ledo la noticia en un anaquel de peridicos de una aldea de Ohio, porque figuraba en primera plana.

-Donald Shimoda?

-A tu servicio -respondi-. Ahora ya lo sabes, de modo que no tendrs que devanarte los sesos preguntndote quin soy. Sigue durmiendo.

Pens largamente en eso, antes de volver a conciliar el sueo.

-.-

-Puedes hacerlo...? Yo no crea... Cuando te endilgan una tarea como sa, la de Mesas, se supone que debes salvar el mundo, no es as? No saba que el Mesas poda devolver sencillamente las llaves, como has hecho t, y renunciar.

Estaba sentado sobre el carenaje del Fleet y estudiaba a mi extrao amigo.

-Quieres hacer el favor de pasarme una llave de dos bocas, Don?

Hurg en la bolsa de herramientas y me la arroj. Tal como haba sucedido esa maana con las otras herramientas, la que acababa de lanzarme perdi velocidad y se detuvo a treinta centmetros de m, flotando como si no la afectara la gravitacin, despus de hacer un perezoso giro en el aire. Sin embargo, apenas la toqu, sent su peso en la mano y volvi a ser una vulgar llave de aviacin de cromo vanadio. Bueno, no tan vulgar. Una vez se me rompi en la mano una palanca barata y desde entonces he comprado siempre las mejores herramientas que haba en plaza... y sta era una Snap-On que, como sabe cualquier mecnico, no es una llave para usar todos los das. Por su precio, podra ser de oro, pero es un placer empuarla y puedes estar seguro de que nunca se romper, cualquiera sea el trabajo para el que la emplees.

-Claro que puedes renunciar! Puedes renunciar a lo que quieras, si ya no tienes ganas de hacerlo. Puedes renunciar a respirar, si lo deseas -hizo flotar un destornillador Philips, slo para entretenerse-. De modo que yo renunci a mi condicin de Mesas, y si te parece que me pongo un poco a la defensiva, tal vez sea porque ste es todava mi estado de nimo. Es mejor que conservar el trabajo y aborrecerlo. Un buen mesas no aborrece nada y disfruta de libertad para recorrer todos los caminos que se le antojen. Bueno, esto vale para todos, por supuesto. Todos somos hijos de Dios, o hijos de lo que Es, o ideas de la Mente, o como t quieras llamarlo.

Ajust las tuercas de la base de cilindros del motor Kinner. El viejo B-5 es una buena fuente de energa, pero estas tuercas tienden a aflojarse cada cien horas de vuelo y es prudente adelantarse a los problemas. Menos mal: la primera tuerca que apret con la llave dio un cuarto de vuelta, y me felicit por haber tenido la sensatez de verificarlas en su totalidad esa maana, antes de cargar otros pasajeros.

-Bien, s, Don, pero yo pensaba que el oficio de Mesas era distinto de los otros, sabes? Acaso Jess volvera a clavar clavos para ganarse la vida? Tal vez sea simplemente que suena un poco raro.

Reflexion, tratando de interpretar mi idea.

-No entiendo lo que quieres decir. Lo raro es que no renunciara cuando empezaron a llamarle Salvador. En lugar de pensar en s mismo al recibir esa mala noticia, intent razonar: Muy bien, soy el hijo de Dios, pero todos lo somos. Soy el salvador, pero tambin lo sois vosotros! Vosotros podis ejecutar los prodigios que ejecuto yo! Eso lo entiende cualquiera que est en su sano juicio.

Haca calor en el carenaje, pero no tena la sensacin de estar trabajando. Cuanto ms deseo hacer algo, tanto menos lo defino como un trabajo. Me complaca saber que lo que haca era evitar que los cilindros pudieran desprenderse del motor.

-Dime si necesitas otra llave.

-No la necesito -respond-. Y he progresado tanto, desde el punto de vista espiritual, que tus triquiuelas me parecen simples juegos de saln de un alma moderadamente evolucionada. O tal vez de un aprendiz de hipnotizador.

-Hipnotizador! Vaya, eres cada vez ms amable! Pero ms vale ser hipnotizador que Mesas. Qu trabajo ms tedioso! Por qu no me dara cuenta de que iba a ser as?

-Te diste cuenta -contest sagazmente.

l se limit a rer.

-Has pensado alguna vez -continu-, que quiz despus de todo no sea tan fcil renunciar, Don? Que a lo mejor no consigues acomodarte sencillamente a la existencia de un ser humano normal?

Esta vez no ri.

-Tienes razn, s -asinti, y se pas los dedos entre el pelo negro-. Cuando me quedaba demasiado tiempo en un lugar, ms de un da o dos, la gente se daba cuenta que yo era un ser extrao. Rozas mi solapa y te curas de un cncer, y antes de que transcurra una semana ah estoy, nuevamente en medio de una multitud. Este avin me mantiene en movimiento y nadie sabe de dnde vengo ni a dnde ir a continuacin, lo cual me cuadra muy bien.-Tu vida va a ser ms difcil de lo que piensas, Don.

-De veras?

-S, nuestra poca va claramente de lo material a lo espiritual... y aunque la marcha es lenta, tambin es portentosa. No creo que el mundo te deje en paz.

-No es a m a quien quieren, sino mis milagros. Y puedo ensearle a algn otro cmo se ejecutan: que sea l el Mesas. No le explicar que se trata de un trabajo tedioso. Adems: NO hay ningn problema que, por su magnitud, sea ineludible.

Salt al suelo y me dediqu a ajustar con mucho cuidado las tuercas del tercer y el cuarto cilindro. No todas estaban flojas, pero algunas s.

-Creo que citas al perrito Snoopy, no es verdad?

-Cito la verdad all donde la encuentro, gracias.

-No puedes evadirte, Don! Qu hars si empiezo a venerarte ahora mismo? Qu hars si me canso de trabajar en el motor y empiezo a suplicarte que te ocupes de repararlo? Escucha, te dar hasta el ltimo centavo que gane desde ahora hasta que se ponga el sol si me enseas a flotar en el aire! Si no lo haces, sabr que tengo el deber de empezar a adorarte, Santo Mensajero Enviado a Aliviar Mi Carga.

Se limit a sonrerme. An no creo que entendiera que no poda evadirse. Cmo poda saberlo yo y l no?

-Disfrutaste del espectculo completo, como el que vemos en las pelculas filmadas en la India? Muchedumbres en las calles, miles de millones de manos que te tocan, flores e incienso, tarimas doradas con tapices plateados.

-No. Antes de incluso conseguir el trabajo prev que no podra soportar eso. De modo que escog los Estados Unidos y slo tuve las aglomeraciones.

Para l era doloroso recordar, y lament haber exhumado el tema.

Sigui hablando, sentado en el heno, atravesndome con la mirada como si yo fuera trasparente.

-Quera decirles; Por amor de Dios, si tanto anhelis la libertad y la dicha, Cmo no os dais cuenta de que nada de eso est fuera de vosotros? Decid que lo tenis, y lo tendris! Comportaos como si fuera vuestro, y lo ser! Es que acaso es tan difcil, Richard? Pero la mayora ni siquiera me escuchaban. Milagros... As como la gente acude a las carreras de coches para presenciar los accidentes, as tambin acuda a m para presenciar milagros. Al principio te defrauda, y al cabo de algn tiempo simplemente te aburre. No entiendo cmo pudieron soportarlo los otros mesas.

-Cuando lo planteas en esos trminos, pierde un poco de su encanto -respond. Ajust la ltima tuerca y guard las herramientas-. A dnde iremos hoy?

Fuimos hasta mi carlinga y en lugar de fregar el parabrisas, Don hizo un pase con la mano y los insectos que estaban pegados cobraron vida y se alejaron volando. Su propio parabrisas nunca necesitaba una limpieza, claro est, y ahora saba que su motor jams necesitara mantenimiento.

-No lo s -respondi-. No s a dnde vamos.

-Qu significa eso? T conoces el pasado y el futuro de todo. Sabes exactamente a dnde vamos!

Suspir.

-S. Pero procuro no pensar en ello.

Durante un rato, mientras me ocupaba de los cilindros me puse a pensar: Caray, bastar que me quede al lado de este hombre y no tendr problemas, no me ocurrir nada malo y todo saldr a las mil maravillas. Pero la forma en que lo dijo -Procuro no pensar en ello- me trajo a la memoria la suerte que haban corrido los otros Mesas enviados a este mundo. El sentido comn me orden enfilar hacia el sur inmediatamente despus del despegue y alejarme de l todo lo que pudiera.

Pero, como dije, se siente uno muy solo cuando vuela sin compaa, como yo, y me senta contento de haberle conocido, de tener sencillamente un interlocutor que saba distinguir un alern de un estabilizador vertical.

Debera haber enfilado hacia el sur. Pero despus del despegue me qued con l y volamos rumbo al norte y el este, hacia ese futuro en el que Don procuraba no pensar.

4

DNDE HAS APRENDIDO todas esas cosas, Don? Sabes tanto... o a lo mejor creo yo que lo sabes. No. Sabes mucho. Es todo fruto de la experiencia? No recibiste ningn adiestramiento formal para llegar a ser Maestro?

-Te dan un libro para que lo leas.

Colgu de los cables un pauelo recin lavado y mir a Don.

-Un libro?

-El Manual del Salvador. Una especie de biblia para maestros. Por ah tengo un ejemplar, si te interesa.

-S! Dices que se trata de un libro corriente que te ensea...?

Hurg un poco en el compartimiento de equipajes del Travel Air y sac un volumen de pequeo formato, forrado con un material que pareca gamuza.

Manual del Mesas,

impreso en letra gtica antigua.

Recordatorios para el Alma

Evolucionada.

-Qu cuento es se del Manual del Salvador? Aqu dice Manual del Mesas.

-Bueno, eso.

Empez a recoger los cacharros dispersos alrededor de su avin, como si pensase que era hora de proseguir viaje.

Hoje el libro, que consista en una coleccin de mximas y prrafos breves.

Perspectiva:

Utilzala u Olvdala.

Si has abierto esta pgina,

olvidas que lo que sucede

a tu alrededor no es real.

Piensa en esto.

Recuerda de dnde has venido,

a dnde vas, y por qu provocaste

el desbarajuste en el que te has metido, para empezar.

Recuerda que tendrs una muerte horrible.

Todo depende del buen entrenamiento,

y la disfrutars ms si no pierdes de vista

todos estos detalles.

Sin embargo, debes tomarla con un poco de seriedad.

Las formas de vida menos avanzadas

no entendern generalmente que marches riendo

al patbulo, y te menospreciarn

por loco.

-Has ledo esto acerca de la prdida de la perspectiva, Don?

-No.

-Dice que tendrs una muerte horrible.

-No es inevitable. Todo depende de las circunstancias y de la forma en que resuelvas apaarte.

-T tendrs una muerte horrible?

-Lo ignoro. No te parece que sera un poco absurdo, ahora que he dejado el oficio? Bastar una discreta y modesta ascensin. Lo decidir dentro de pocas semanas, cuando termine lo que he venido a hacer.

Le reproch que bromeaba, como acostumbraba a hacerlo alguna que otra vez, y no imagin entonces que lo de las pocas semanas fuera en serio.

Volv a la lectura del libro y comprob que se trataba realmente de los conocimientos que necesitara un maestro.

Aprender

es descubrir

lo que ya sabes.

Actuar es demostrar que

lo sabes.

Ensear es recordarles a los dems

que saben tanto como t.

Sois todos aprendices,

ejecutores, maestros.

Tu nica obligacin

en cualquier perodo vital

consiste en ser fiel a ti mismo.

Ser fiel a otro ser o a otra cosa

no slo es imposible,

sino que tambin es el

estigma del falso

mesas.

Los

interrogantes ms sencillos

son los ms profundos.

Dnde has nacido? Dnde est tu hogar?

Adnde vas?

Que haces?

Plantatelos de tiempo en tiempo,

y observa cmo cambian

tus respuestas.

Enseas mejor

lo que ms necesitas

aprender.

-Te veo muy callado, Richard -coment Shimoda, como deseoso de entablar conversacin.

-S -respond, y continu leyendo. Si este era un libro escrito exclusivamente para maestros, no quera soltarlo.

Vive

de manera tal

que nunca te avergences

si se divulga por todo el mundo

lo que haces o dices...

aunque

lo que se divulgue

no sea cierto.

Tus amigos

te conocern mejor

en el primer minuto del encuentro

que

tus relaciones ocasionales

en mil

aos.

La

mejor forma

de rehuir la responsabilidad

consiste en decir: Tengo

responsabilidades.

Not algo extrao en el libro.

-Las pginas no estn numeradas, Don.

-No -respondi-. Basta con abrirlo y encuentras lo que ests buscando.

-Un libro mgico!

-No. Puedes hacerlo con cualquier libro. Incluso con un peridico viejo, si lo lees con suficiente atencin. No has fijado nunca algn problema en tu mente y has abierto luego cualquier libro que tengas a mano para observar lo que te dice?

-No.

-Bien, intntalo alguna vez.

Lo intent. Cerr los ojos y me pregunt qu me sucedera si segua junto a aquel extrao individuo. Era divertido estar con l, pero no poda librarme de la sensacin de que, dentro de no mucho tiempo, le ocurrira algo nada regocijante, y no quera estar cerca cuando pasara. Pensando en eso, abr el libro con los ojos cerrados; volv a abrirlos y le.

La criatura estudiosa

que llevas adentro,

el travieso ser espiritual

que encarna tu autntica personalidad,

te gua por la vida.

No vuelvas la espalda

a los futuros posibles

antes de estar seguro de que no tienes

nada que aprender de ellos.

Siempre gozars de libertad

para cambiar de idea

y elegir otro futuro,

u otro

pasado.

Elegir otro pasado? Literal o figuradamente, o qu quera decir...?

-Creo que estoy un poco mareado, Don. No s cmo podra asimilar estas lecciones.

-Con prctica. Un poco de teora y mucha prctica -respondi-. Necesitars aproximadamente una semana y media.

-Una semana y media.

-S. Convncete de que conoces todas las respuestas, y las conocers. Convncete de que eres un maestro y lo sers.

-Nunca he dicho que quisiera ser un maestro.

-Es cierto -asinti-. No lo has dicho.

Pero conserv el manual, y no me pidi que se lo devolviera.

5

LOS AGRICULTORES del Medio Oeste necesitan buenas tierras para prosperar. Los aviadores errabundos tambin. Deben mantenerse prximos a sus clientes. Deben encontrar campos situados a cien metros del pueblo, campos cubiertos de pasto, o de heno, o de avena, o de trigo segado hasta la altura de la hierba; despejados de vacas inclinadas a ramonear la tela del fuselaje; prximos a una carretera; con un portn en la cerca para permitir el acceso de la gente; alineados de manera que el avin no tenga que rozar en ningn momento los tejados de las casas; suficientemente llanos para que el avin no se descalabre al rodar a 75 kilmetros por hora; lo bastante grandes para aterrizar y despegar sin peligro en los clidos y apacibles das de verano; todo esto, contando con la autorizacin del propietario para volar por all durante una jornada.

Pens en ello mientras enfilbamos hacia el norte un sbado por la maana, el mesas y yo, viendo cmo los manchones verdes y dorados de la tierra desfilaban serenamente trescientos metros ms abajo. El Travel Air de Donaid Shimoda ruga junto a mi ala derecha, y su pintura espejeante reflejaba los rayos del sol en todas direcciones. Un estupendo avin, pens, pero demasiado grande para hacer acrobacias con mal tiempo. Puede llevar dos pasajeros, pero tambin pesa el doble que un Fleet y, en consecuencia, necesita mucho ms espacio para despegar y volver a posarse. Yo haba tenido un Travel Air, pero finalmente lo cambi por el Fleet, que puede aterrizar en parcelas pequeas, mucho ms fciles de encontrar en las cercanas de los pueblos. Con l poda maniobrar en un campo de 170 metros, en tanto que el Travel Air necesitaba 330 o 430 metros. Si te atas a este individuo, pens, te atas a las limitaciones de su avin.

Y efectivamente, apenas lo pens descubr que estbamos rebasando una preciosa pradera aledaa a un pueblo. Una parcela de algo ms de 300 metros dividida en dos. Una de las mitades haba sido vendida sin duda al municipio y estaba ocupada por un campo de bisbol.

Como saba que el avin de Shimoda no poda aterrizar all, inclin mi pequea maravilla voladora sobre el ala izquierda, manteniendo el morro hacia arriba y el motor parado, y me zambull hacia el campo como si realmente llevara yo la pelota. Tocamos tierra algo ms all de la cerca, a la izquierda del campo, y nos detuvimos cuando todava sobraba espacio. Slo haba querido fanfarronear un poco, demostrarle lo que poda hacer un Fleet bien pilotado.

Un golpe a la palanca de gases me hizo virar para volver a remontarme, pero cuando me dispona a despegar vi que el Travel Air se aproximaba para tomar tierra. Con la cola baja y el ala derecha levantada, pareca un cndor majestuoso virando para asentarse sobre el palo de una escoba.

Volaba bajo y muy lentamente, y se me erizaron los pelos de la nuca. Estaba a punto de presenciar una catstrofe.

Un Travel Air no puede pilotarse a menos de 90 kilmetros por hora para aterrizar, porque se caa y termina convertido en chatarra. Pero aquel biplano dorado y blanco se detuvo en el aire. Bueno, no quiero decir que se detuviera literalmente, pero no iba a ms de 45 kilmetros por hora: Un avin que se caa a 80, entendedme bien, y que, as frenado en el aire, se pos con un suspiro sobre el csped! Utiliz la mitad, quiz las tres cuartas partes del espacio que yo haba empleado para asentar el Fleet.

Permanec en la carlinga, mudo de asombro, mientras l rodaba hasta donde estaba yo y aparcaba. Cuando desconect el motor me qued mirndole tontamente, hasta que exclam:

-Has encontrado un campo estupendo! Cerca del pueblo, eh?

Nuestros primeros clientes, dos chicos montados en una Honda, ya se acercaban para averiguar qu suceda.

-Qu significa eso de cerca del pueblo? -grit venciendo el estrpito de los motores que aun reverberaba en mis odos.

-Bueno est a cien metros de l.

-No, no me refiero a eso. QU ME DICES DE ESTE ATERRIZAJE? En el Travel Air! Cmo has conseguido aterrizar aqu?

Me hizo un guio.

-Magia!

-No, Don... te hablo en serio! He visto cmo aterrizabas.

Se dio cuenta de que yo estaba conmovido y ms que un poco asustado.

-Richard, quieres saber cmo flotan las llaves en el aire y cmo, se curan todas las enfermedades y cmo el agua se convierte en vino y cmo se camina sobre las olas y cmo se posa un Travel Air en treinta y cinco metros de hierba? Quieres conocer la explicacin de todos estos milagros?

Me sent como si me estuviera enfocando con un rayo lser.

-Quiero saber cmo has aterrizado aqu...

-Escucha! -grit a travs del espacio que nos separaba-. Este mundo? Y todo lo que hay en l? Ilusiones, Richard! Todo en l son ilusiones! Lo entiendes?

No me hizo guios, ni me sonri. Fue como si estuviese sbitamente furioso conmigo por no saberlo yo desde haca mucho tiempo.

La motocicleta se detuvo junto a la cola de su avin. Los chicos parecan ansiosos por volar.

-S -fue todo lo que atin a decir-. Entiendo lo de las ilusiones.

Los chicos le acosaron al momento pidindole un vuelo y a m me toc buscar inmediatamente al dueo del campo y pedirle autorizacin para utilizar el prado.

Slo hay un modo de describir los despegues y aterrizajes que realiz ese da el Travel Air: decir que pareca un falso Travel Air. Como si fuera en realidad un E-2 Cub, o un helicptero disfrazado de Travel Air. Por alguna razn, me resultaba mucho ms fcil aceptar que una llave de dos bocas flotara en el aire que mirar impasiblemente cmo su biplano levantaba vuelo, con pasajeros!, a 45 kilmetros por hora. Una cosa es creer en la levitacin cuando la ves, y otra muy distinta creer en los milagros.

Segua pensando en lo que Don haba dicho con tanta vehemencia. Ilusiones. Alguien haba dicho eso mismo antes... cuando yo era nio y estudiaba magia... es lo que explican los prestidigitadores! Nos advierten cuidadosamente: Mirad, lo que vais a presenciar no es un milagro; no tiene nada de mgico. Es un efecto, es la ilusin de la magia. Entonces sacan un candelabro de una nuez y truecan un elefante en una raqueta de tenis.

Con un sbito arranque de lucidez, saqu del bolsillo el Manual del Mesas y lo abr. En la pgina slo haba dos oraciones.

No existe

ningn problema

que note aporte simultneamente

un don.

Buscas los problemas

porque necesitas

sus dones.

No supe muy bien porqu, pero la lectura de ese texto mitig mi confusin. Segu releyndolo hasta aprenderlo de memoria.

El pueblo se llamaba Troy, y su dehesa prometa ser tan productiva para nosotros como lo haba sido el campo de heno de Ferris. Pero en Ferris yo me haba sentido seguro y en cambio aqu flotaba en el aire una tensin que no me gustaba nada.

Los vuelos que para nuestros pasajeros eran una aventura sin par en la vida, eran, para m, una simple rutina, ensombrecida adems por aquel extrao desasosiego. Mi aventura era aquel personaje con el que volaba... la tcnica increble con que remontaba su avin y los argumentos enigmticos que me haba dado para explicar lo que haca.

Los habitantes de Troy estaban tan poco pasmados por el milagro del vuelo del Travel Air como lo habra estado yo si a medioda hubiera odo el repique de una campana del pueblo que llevara muda sesenta anos... Ignoraban que era imposible que sucediera lo que estaba sucediendo.

-Gracias por el paseo! -exclamaban.

Y:

-Esto es todo lo que hacen para ganarse la vida? No trabajan en ninguna parte?

Y:

-Por qu han elegido un pueblo tan pequeo como Troy'?

Y:

-Jerry, tu granja no es ms grande que una caja de zapatos!

Tuvimos una tarde muy activa. Acudi mucha gente a volar e bamos a ganar un montn de dinero. Sin embargo, algo empez a decir, dentro de m, que nos furamos, que nos furamos de aquel lugar. En otras oportunidades no he hecho caso de esa voz interior, y siempre lo he lamentado.

Aproximadamente a las tres de la tarde ya haba repostado en dos ocasiones, despus de hacer tantas veces el viaje de ida y vuelta a la estacin de servicio Skelly con dos bidones de veinte litros de gasolina, cuando me di cuenta de que el Travel Air no haba llenado su depsito ni una sola vez. Shimoda no repostaba desde antes de llegar a Ferris, y ya haca siete horas, casi ocho, que pilotaba sin poner a su avin una sola gota de combustible ni de aceite. Y aunque sabia que era un hombre bueno, y que no me hara dao, volv a asustarme. Si estiras realmente la gasolina, reduciendo las revoluciones al mnimo y escatimando mucho la mezcla en vuelo, es posible mantener el Travel Air en funcionamiento durante unas cinco horas. Pero no ocho, con despegues y aterrizajes.

Volaba sin pausa, viaje tras viaje, mientras yo verta la gasolina en el depsito de la seccin intermedia y agregaba un litro de aceite al motor. Haba una cola de gente esperando turno y l no pareca inclinado a desilusionarla.

Sin embargo, le alcanc en el momento en que un matrimonio, con su ayuda, suba a la carlinga delantera. Procur parecer tan circunspecto y despreocupado como pude.

-Don, cmo marchan tus reservas de combustible? Necesitas gasolina?

Permanec parado, junto a la punta del ala, con un bidn de veinte litros, vaco, en la mano.

Me mir fijamente a los ojos y frunci el ceo, atnito, como si le hubiera preguntado si necesitaba aire para respirar.

-No -respondi, y me sent como un bobo de primaria relegado al fondo del aula-. No, Richard, no necesito gasolina.

Me fastidi. S algo sobre motores de aviones y combustible.

-Muy bien, entonces -le espet airadamente-. No quieres uranio?

Ri y se distendi en seguida.

-No, gracias. Llen el depsito el ao pasado.

E inmediatamente se meti en la carlinga y parti con sus pasajeros, repitiendo el despegue sobrenatural en cmara lenta.

Primeramente dese que la gente se fuera a su casa; despus, que nosotros partiramos de prisa, con gente o sin ella; y finalmente, que yo tuviera el sentido comn necesario para salir de all solo, sin tardanza. Lo nico que quera era despegar, encontrar un gran campo vaco lejos de toda ciudad y sentarme a escribir en mi diario lo que suceda, tratando de descifrar su sentido.

Permanec fuera del Fleet, descansando, hasta que Shimoda volvi a aterrizar. Me encamin hacia su carlinga, azotado por la rfaga de viento que despeda la hlice del potente motor.

-Ya he trabajado bastante, Don. Seguir viaje, bajando lejos de las ciudades para descansar un poco. Ha sido un placer volar contigo. Te ver pronto, eh?

No pestae.

-Un vuelo ms y te acompaar. Esa persona est esperando.

-Acepto.

El aludido esperaba en un destartalado silln de ruedas que haban bajado por una rampa hasta el campo. Estaba contorsionado y crispado en el asiento como si se hallara bajo los efectos de una intensa fuerza de gravedad, pero haba anunciado su deseo de volar. Haba ms gente alrededor, cuarenta o cincuenta personas, algunas en sus coches, otras esperando fuera, y todas miraban con curiosidad, preguntndose cmo se las ingeniara Don para pasar al hombre del silln a la carlinga.

l ni siquiera lo pens.

-Quiere volar?

El hombre del silln de ruedas forz una sonrisa torcida y asinti con un movimiento lateral de cabeza.

-Vamos, hgalo! -dijo Don parsimoniosamente, como si se dirigiera a alguien que hubiera esperado demasiado tiempo entre bambalinas y a quien le tocara entrar en escena. Pensando retrospectivamente, si hubo algo de extrao en el episodio fue la energa con que habl Don. Su tono fue natural, es cierto, pero tambin imperioso, como si pretendiera que el hombre se levantase y subiese al avin, sin excusas. Lo que ocurri a continuacin se desarroll como si el hombre hubiera estado fingiendo y hubiese llegado a la ltima escena, despus de la cual no haba justificacin para seguir representando el papel de tullido. Pareci una operacin ensayada. La poderosa fuerza de gravedad se extingui, como si nunca hubiera existido, y l salt del silln de ruedas, medio corriendo, sorprendido de si mismo, en direccin al Travel Air.

Yo estaba cerca, y le o.

-Qu ha hecho? -pregunt-. Qu ha hecho conmigo?

-Va a volar o no va a volar? -dijo Don-. Son tres dlares. Antes del despegue, por favor.

-Estoy volando! -exclam.

Shimoda no le ayud a subir a la carlinga, como acostumbraba a hacerlo con otros pasajeros.

Los espectadores que se hallaban en los coches se apearon... circul un fugaz murmullo y despus se hizo un silencio atnito. Aquel hombre llevaba once aos inmvil, desde el da en que su camin se precipit desde un puente.

El individuo salt al interior de la carlinga como un nio que acabara de echarse encima una sbana para imitar un par de alas, y se desliz hasta el asiento sin dejar de agitar los brazos, como si fueran un juguete nuevo.

Antes de que nadie atinara a hablar, Don accion la palanca de gases y el Travel Air surc los aires, describi una curva sobre los rboles y se remont como un enloquecido.

Es posible que en un minuto coexistan la alegra y el terror?

Se sucedieron muchos minutos as. La gente estaba pasmada por lo que slo se poda definir como la curacin milagrosa de alguien que se la mereca, y al mismo tiempo sent que, cuando los dos bajaran, ocurrira algo muy poco grato. La multitud estaba apiada, a la expectativa, y las multitudes apiadas se convierten en turbas, que no presagian nada bueno. Transcurra el tiempo. Los ojos taladraban el pequeo biplano, que volaba con placidez absoluta bajo el sol, y se gestaba algo violento, presto a estallar.

El Travel Air traz algunos ochos perezosos, una espiral cerrada, y luego apareci flotando sobre la cerca como un platillo volante pesado y ruidoso. Si Don conservaba un poco de sentido comn, dejara al pasajero en el otro extremo del campo, volvera a despegar y desaparecera. Segua llegando gente. Otro silln de ruedas, que una mujer empujaba velozmente.

Don rod hacia la muchedumbre, hizo virar el avin para que la hlice quedara apuntando en direccin contraria y desconect el motor. La gente corri hacia la carlinga y por un instante pens que arrancara la tela del fuselaje para llegar hasta ellos.

Fue un acto de cobarda? Lo ignoro. Me dirig a mi avin, accion la palanca de gases y tir de la hlice para poner en marcha el motor. Luego sub a la carlinga, puse el Fleet en direccin al viento y levant vuelo. Cuando vi por ltima vez a Donald Shimoda, estaba sentado sobre el borde de su carlinga, rodeado por la multitud.

Vir hacia el Este, luego hacia el Sudeste, y al cabo de un rato descend para pasar la noche en el primer campo extenso que encontr, con rboles y con un arroyo del cual podra beber. Estaba lejos de toda ciudad.

6

HASTA HOY no puedo especificar qu fue lo que se apoder de m. Seguramente, la premonicin de desastre inminente, que me indujo a alejarme incluso de aquel hombre extrao y curioso que se llamaba Donald Shimoda. Cuando se trata de confraternizar con la catstrofe, ni el Mesas en persona tiene suficiente poder para hacerme quedar.

En el campo reinaba el sosiego: se trataba de una inmensa pradera silenciosa, desnuda bajo la cpula del cielo. El nico rumor era el de un arroyuelo, pero para captarlo haba que forzar mucho el odo. Nuevamente solo. Uno se habita a la soledad, pero basta interrumpirla un da para que haya que volver a empezar el proceso de acostumbramiento desde el principio.

-Muy bien, no estuvo mal durante algn tiempo -dije en voz alta, dirigindome a la pradera-. No estuvo mal y tal vez tenga mucho que aprender de ese individuo. Pero las muchedumbres me hartan incluso cuando estn de buen talante... Y si estn asustadas y van a crucificar a alguien, o a venerarlo, entonces lo lamento, pero no lo soporto!

El discurso me pill desprevenido. Shimoda podra haber dicho exactamente las mismas palabras. Por qu se qued all? Yo haba tenido la prudencia de partir y no era ni remotamente un mesas.

Ilusiones. Qu entenda l por ilusiones? Eso importaba ms que todo lo que haba dicho o hecho. Fue categrico cuando proclam: Todo en el mundo son ilusiones!, como si slo con su nfasis pudiera grabarme la idea en la cabeza. Ciertamente era un problema, y yo necesitaba su gracia, pero an no saba lo que significaba.

Al cabo de un rato encend una fogata y me prepar una especie de goulash de sobras con restos de carne, fideos secos y dos salchichas que llevaba conmigo desde haca tres das y que habran salido beneficiadas con un buen hervor. La bolsa de las herramientas estaba aplastada contra la caja de las provisiones y saqu instintivamente de su interior la llave de dos bocas. La mir, la limpi y la utilic para revolver el goulash.

Estaba solo, entendedlo bien, sin que nadie me observara, por pura diversin intent hacerla flotar en el aire, como lo haba hecho l. Si la arrojaba hacia arriba y parpadeaba cuando llegaba a su apogeo y empezaba a bajar, tena la fugaz sensacin de que flotaba. Pero luego se desplomaba sobre el suelo o sobre mi rodilla y la fantasa se disipaba rpidamente. Cmo haca l, con esta misma herramienta?

Si todo esto es ilusin, seor Shimoda, entonces, qu es lo real? Y si esta vida es ilusin, por qu la vivimos? Al final me di por vencido, lanc la llave otro par de veces y desist. Entonces me sent sbitamente contento, repentinamente feliz de estar donde estaba y de saber lo que saba, aunque eso no fuera la clave de toda la existencia, ni aun de unas pocas ilusiones.

Cuando estoy solo, a veces, canto. Oh, yo y mi viejo PAINT..., enton, palmoteando el ala del Fleet con autntico cario (recordad que no haba nadie que pudiera orme). Vagaremos por el cielo... brincando por los campos de heno hasta que uno de los dos afloje... Yo compona la msica y la letra a medida que cantaba. Y no ser yo quien afloje, Paint... A menos que se te rompa un LARGUERO... y entonces te ceir con alambre de ENFARDAR... y seguiremos volando... SEGUIREMOS VOLANDO...

Cuando me siento inspirado y feliz, los versos son infinitos, porque entonces la rima no es importante. Haba dejado de pensar en los problemas del mesas: careca de medios para descifrar quin era o qu quera decir; por tanto, dej de esforzarme y supongo que eso fue lo que me regocij.

Aproximadamente a las diez se extingui el fuego, y con l mi cancin.

-All donde ests, Donald Shimoda -dije, desenrollando la manta debajo del ala-, te deseo un vuelo dichoso y que no encuentres muchedumbres. Si eso es lo que anhelas. No, retiro lo dicho. Te deseo, querido mesas solitario, que encuentres todo lo que anheles encontrar.

Cuando me quit la camisa, su manual cay del bolsillo. Lo le all donde se abri.

El vnculo que une

a tu autntica familia

no es de sangre, sino

de respeto y de goce mutuo

Es raro que los miembros

de una familia

se cren bajo

el mismo techo.

No vi qu aplicacin tenan tales palabras en mi caso y me dije una vez ms que nunca deba permitir que un libro sustituyera a mi propio entendimiento. Me arrebuj debajo de la manta y luego me sent como si hubieran apagado una lamparilla: abrigado y lcido bajo el cielo y bajo varios millares de estrellas que tal vez fueran ilusiones, pero bellsimas, en verdad.

-.-

Cuando despert amaneca, entre un resplandor rosado y sombras de oro. No me desvel la luz, sino algo que me rozaba la cabeza, muy suavemente. Imagin que era un tallo de heno. La segunda vez supuse que era un insecto, le di una violenta palmada y casi me romp la mano... Una llave de dos bocas es un trozo de hierro muy duro para darle con toda la fuerza, y me despej rpidamente. La llave rebot contra la articulacin del alern, se clav por un momento entre la hierba y luego se remont majestuosamente para seguir flotando en el aire. Despus, mientras la observaba, totalmente despejado, fue a posarse plcidamente sobre la tierra y se qued quieta. Cuando por fin me decid a levantarla, comprob que era la misma vieja llave de dos bocas que yo conoca y estimaba, tan pesada como siempre, tan ansiosa como siempre por encarnizarse con los irritantes tornillos y tuercas.

-Vaya con la maldita...!

Nunca digo demonios ni maldito, lo cual es un resabio de la personalidad que adquir en mi infancia. Pero estaba realmente intrigado y no se me ocurri ninguna otra exclamacin. Qu le suceda a mi llave? Donald Shimoda estaba por lo menos a cien kilmetros de aquel lugar, ms all del horizonte. Sopes la herramienta, la examin, la balance, y me sent como un antropoide prehistrico incapaz de entender la rueda que gira delante de sus ojos. Tena que haber una explicacin sencilla...

Al fin capitul, ofuscado, la guard en la bolsa y encend el fuego para frerme un poco de pan. No tena prisa por irme. Poda pasar el da all, si me apeteca.

El pan acababa de hincharse en la sartn y haba llegado el momento de darle la vuelta, cuando o un ruido en el cielo, por el Oeste.

No era posible que el ruido procediera del avin de Shimoda ni que alguna otra persona me hubiera rastreado precisamente hasta ese campo, entre tantos otros similares que se multiplicaban por millones en el Medio Oeste. Pero supe que se trataba de l y empec a silbar... mirando el pan y el cielo y buscando una frase aplomada para saludar su llegada.

Era el Travel Air, efectivamente, que pas a ras del Fleet, se remont bruscamente para describir un viraje espectacular y luego plane por el espacio para posarse a 90 kilmetros por hora, la velocidad a que debe aterrizar un Travel Air. Acerc su avin al mo y apag el motor. No dije nada. Agit la mano, pero permanec mudo. Incluso dej de silbar.

Sali de la carlinga y se aproxim al fuego.

-Hola, Richard.

-Llegas tarde -respond-. Casi se me quema el pan.

-Lo siento.

Le pas una taza con agua del arroyo y un plato de estao con la mitad del pan y un poco de margarina.

-Cmo han ido las cosas?

-Bien -respondi con una sonrisa tenue y fugaz-. Sal con vida.

-Dud que lo lograras.

Permaneci en silencio.

-Sabes una cosa? -dijo al fin, contemplando el contenido del plato-. Esto es realmente espantoso.

-Nadie te obliga a comer mi pan frito -respond, enfadado-.

-Por qu todos lo aborrecen? NO LE GUSTA A NADIE! Qu explicacin tiene eso, Sublime Maestro?

-Bien -manifest sonriendo-, y ahora hablo en mi condicin de Dios..., dira que t crees que es sabroso y que, en consecuencia, le encuentras buen sabor. Prubalo sin pensar vehementemente lo que piensas y descubrirs que recuerda a un... incendio... despus de una inundacin... en un molino harinero. No te parece? Supongo que le echaste aposta esta brizna de hierba.

-Disculpa. Cay de mi manga, no s cmo. Pero no te parece que el pan bsico, en s mismo... no la hierba ni este trocito chamuscado que veo ah... el pan bsico, no crees que...?

-Horrible -dijo, devolvindome todo lo que le haba dado, menos un mordisco-. Prefiero morir de hambre. An tienes el melocotn?

-En la caja.

Cmo me haba encontrado? Un avin de 8 metros de envergadura no es fcil de hallar en veintisis mil kilmetros cuadrados de praderas, sobre todo con el sol de frente. Pero me promet a mi mismo que no se lo preguntara. Si deseaba decrmelo, ya me lo dira.

-Cmo me has encontrado? Podra haber aterrizado en cualquier lugar.

Haba abierto la lata de melocotn y coga las rodajas con un cuchillo... lo cual no era nada fcil.

-Los iguales se atraen -mientras escurra una rodaja.

-Cmo dices?

-Es una ley csmica.

-Oh.

Termin el pan y despus fregu la sartn con arena del arroyo. Un pan excelente!

-No te molestara explicrmelo? Cmo puedo tener semejanzas con tu excelsa personalidad? O cuando hablaste de los iguales te referas a los aviones?

-Nosotros, los hacedores de milagros, debemos mantenernos unidos -manifest.

Lo dijo de tal manera que la frase fue al mismo tiempo amable y atroz.

-Eh... Don. Con relacin a tu ultimo comentario... Quieres tener la gentileza de aclarar a qu te refieres cuando hablas de nosotros los hacedores de milagros?

-A juzgar por la posicin de las llaves de dos bocas que veo en la bolsa de herramientas dira que esta maana has ensayado el viejo truco de la levitacin. Me equivoco?

-Yo no he ensayado nada! Me despert... la llave me despert, por s sola!

-Oh. Por s sola. -Se rea de m.

-S, POR S SOLA!

-Sabes tanto de obrar milagros, Richard, como de preparar pan frito.

No le contest. Me limit a sentarme sobre la manta arrollada y me qued tan callado como pude. Si quera decir algo, que lo dijera cuando quisiese.

-Algunos de nosotros empezamos a aprender estas cosas subconscientemente. Nuestra mente consciente no las acepta, de modo que obramos portentos en sueos. -Mir el cielo y las primeras nubecillas de la jornada-. No seas impaciente, Richard. Todos estamos en camino de ilustrarnos. Ahora lo captars muy pronto y antes de darte cuenta sers un viejo y sabio maestro espiritual.

-Porqu dices que suceder antes de que me d cuenta? No quiero darme cuenta! No quiero saber nada!

-No quieres saber nada.

-Bueno, s, quiero saber por qu existe el mundo y qu es, y por qu estoy aqu y a dnde ir a continuacin... Quiero saber eso. Cmo volar sin un avin, si se me antojara.

-Lo lamento.

-Qu lamentas?

-No sucede as. Si descubres lo que es este mundo, cmo funciona, automticamente empiezas a obrar milagros, o lo que la gente denominar milagros. Pero, desde luego, nada es milagroso. Cuando aprendes lo que sabe el mago, sus actos dejan de ser mgicos. -Apart la mirada del cielo-. T eres como todos los dems. Ya lo sabes. Sencillamente ignoras, an, que lo sabes.

-No recuerdo -dije-, no recuerdo que me hayas preguntado si yo quera aprender lo que, sea lo que fuere, ha hecho que las multitudes y las desgracias te buscaran durante toda tu vida. Aparentemente, se me ha borrado de la memoria.

Apenas termin de pronunciar estas palabras, comprend que contestara que lo recordara ms tarde, y que al decirlo estara en lo cierto.

Se estir sobre la hierba, utilizando como almohada los restos de harina que quedaban en el saco.

-Escucha, no te inquietes por las multitudes. No podrn tocarte a menos que lo desees. Eres mgico, recuerda: haces PUF! y te vuelves invisible y atraviesas las puertas.

- La muchedumbre te atrap en Troy, no es cierto?

-Acaso dije que no quera que lo hiciera? Yo lo permit. Me gust. Todos nosotros tenemos algo de sensiblera, porque de lo contrario jams prosperaramos como Maestros.

-Pero acaso no has renunciado? No le...?

-Tal como marchaban las cosas, me estaba convirtiendo en el nico-y-Exclusivo-Mesas-de-Todas-las-Horas, y se es el cargo del que dimit indeclinablemente. Pero no puedo olvidar lo que aprend en el curso de toda la vida, no crees?

Cerr los ojos y tritur una brizna de paja.

-Escucha, Donald, qu es lo que quieres dar a entender? Por qu no te franqueas conmigo y explicas lo que ocurre?

Permaneci un largo rato callado y finalmente respondi:

-Quiz deberas decrmelo t. Dime qu es lo que yo te quiero dar a entender, y te corregir si te equivocas.

Reflexion un minuto y resolv apabullarle.

-Muy bien, te lo dir.

Hice una pausa experimental, para verificar cunto poda esperar Don si mi explicacin no brotaba con suficiente fluidez. El sol ya estaba suficientemente alto para irradiar calor, y lejos, en un campo que no alcanzbamos a ver, un agricultor trabajaba con un tractor Diesel, cultivando maz en domingo.

-Muy bien, te lo dir -repet-. En primer lugar, no fue una coincidencia nuestro encuentro en aquella parcela de Ferris, tengo razn?

Hizo tan poco ruido como el heno al crecer.

-Y en segundo lugar, entre nosotros dos existe una especie de pacto mstico que aparentemente yo he olvidado y t no.

Soplaba un viento suave y sus rfagas modulaban el ronquido lejano del tractor.

Una parte de mi ser, que no pensaba que lo que yo deca fuera ficcin, escuchaba mis palabras. Estaba confeccionando una historia verdica.

-Dir que nos encontramos hace tres o cuatro mil aos, da ms da menos. Nos gusta el mismo tipo de aventuras, probablemente odiamos el mismo tipo de brbaros, cada uno de nosotros aprende con la misma alegra y ms o menos con la misma rapidez que el otro. T tienes mejor memoria. El hecho de que volviramos a encontrarnos fue lo que justific que dijeses: Los iguales se atraen. -Cog otra brizna de paja-. Qu tal?

-Al principio pens que sera una larga marcha -coment-. Ser una larga marcha, pero pienso que existe una ligera posibilidad de que esta vez llegues a la meta. Sigue hablando.

-Adems, no hace falta que siga hablando, porque ya sabes qu es lo que sabe la gente. Pero si no dijera todo esto, no sabras qu es lo que creo saber, y si no se cumple esa condicin, no podr aprender nada de lo que deseo aprender. -Dej la brizna.- Qu provecho sacas de esto, Don? Por qu te ocupas de gente como yo? Cuando alguien est tan avanzado como t, todos esos poderes portentosos no son ms que ventajas accesorias. No me necesitas, no necesitas absolutamente nada de este mundo.

Volv la cabeza y le mir. Tena los ojos cerrados.

-Como la gasolina del Travel Air?

-Justamente -asent-. De modo que lo nico que te queda en el mundo es el hasto... no tienes margen para las aventuras cuando sabes que nada de lo que suceda en el mundo te podr afectar. Tu nico problema es la falta de problemas!

Pens que haba pronunciado un discurso sensacional.

-En eso te equivocas -respondi-. Explcame por qu abdiqu de mi funcin... sabes por qu renunci al trabajo de Mesas?

-Dijiste que fue por las multitudes. Todos te esperaban para que les reemplazaras en la ejecucin de sus milagros.

-S. La segunda razn, no la primera. La fobia a las muchedumbres es tu cruz, no la ma. Lo que me harta no son las multitudes, sino ese tipo de multitud que es totalmente indiferente a lo que he venido a decir. Puedes ir desde Nueva York hasta Londres sobre el ocano, puedes estar sacando eternamente monedas de oro de la nada, y ni siquiera as conseguirs despertar su inters, sabes?

Al decir esto, su expresin reflej una inmensa soledad, la mayor que yo le haba visto manifestar a un ser humano viviente. No necesitaba alimentos, ni techo, ni dinero, ni fama. Lo que le mataba era el anhelo de comunicar lo que saba, cuando a nadie le importaba en la medida suficiente para escucharle.

Frunciendo el entrecejo para no romper a llorar, le mir a los ojos:

-Bien, t te lo has buscado -dije-. Si tu felicidad depende de lo que hagan los dems, supongo que estars en aprietos.

Irgui la cabeza y sus ojos centellearon como si le hubiera pegado con la llave. De pronto pens que no sera prudente incitarle a enojarse conmigo. Cuando te alcanza el rayo, te fres en seguida.

Luego volvi a lucir su fugaz sonrisa.

-Sabes una cosa, Richard? -murmur lentamente-. Tienes... razn!

Volvi a callar, casi hipnotizado por lo que yo haba dicho. Sin notarlo, segu hablndole durante horas acerca de cmo nos habamos conocido y lo que me faltaba aprender, y todas estas ideas hendan mi cabeza como cometas matutinos y aerolitos fulgurantes. Don estaba muy quieto, sin decir una palabra. Hacia el medioda complet mi versin del universo y de todo lo que resida en l...

-...y me siento como si apenas hubiera empezado, Don. Hay tantas cosas que decir. Cmo s todo esto? Cul es la explicacin?

No respondi.

-Si pretendes que conteste mi propia pregunta, confieso que no lo s. Cmo puedo decir todas estas cosas ahora, cuando jams lo intent antes? Qu me ha sucedido?

Silencio.

-Don? Ya puedes hablar.

No pronunci una palabra. Yo le haba descrito el panorama de la vida, y mi mesas, que pareca haber encontrado en esa sentencia fortuita acerca de la felicidad todo lo que necesitaba saber, se haba quedado profundamente dormido.

7

MIRCOLES por la maana, son las seis, no estoy despierto y BUM!, se produce ese estruendo colosal, repentino y violento como el de una sinfona tonante: sbitos coros de mil voces, palabras en latn, violines y timbales y trompetas con suficiente potencia para hacer trizas un cristal. El suelo se estremeci, el Fleet se bambole sobre las ruedas y yo sal de abajo del ala como un gato que ha recibido una descarga dc 400 voltios, con los pelos erizados cual signos de exclamacin.

El cielo estaba teido por un amanecer de fuego helado, las nubes palpitaban con colores delirantes, pero el explosivo crescendo lo dilua todo.

-BASTA! BASTA! PAREN LA MSICA, PRENLA!

Shimoda grit con tanto bro y furia que le o por encima del estrpito, y el ruido ces inmediatamente mientras los ecos se alejaban rodando y rodando y rodando. Luego se troc en un dulce cntico sagrado, plcido como la brisa; Beethoven en sueos.

Don no se dej impresionar.

-HE DICHO BASTA!

La msica ces.

-Uf! -suspir.

Me limit a mirarle.

-Hay una hora y un lugar para cada cosa, no crees? -pregunt.

-Vaya, una hora y un lugar, vaya...

-Un poco de msica celestial est bien, en la intimidad de tu propia mente y tal vez en ocasiones especiales, pero a primera hora de la maana, y con tanta potencia? Qu haces?

-Qu hago yo? Don, estaba durmiendo profundamente... por qu me preguntas qu hago?

Sacudi la cabeza, se encogi de hombros, impotente, resoll, y volvi a meterse en el saco de dormir, debajo del ala.

El manual estaba boca abajo sobre la hierba, donde haba cado. Lo volv cuidadosamente y le.

Justifica

tus limitaciones,

y ciertamente

las tendrs.

Los mesas encerraban muchos enigmas para m.

8

COMPLETAMOS EL DA en Hammond, Wisconsin, llevando a unos cuantos pasajeros. Cenamos en el pueblo y luego emprendimos el regreso.

-Don, admito que esta vida puede ser interesante, o tediosa, o lo que tu quieras que sea. Pero ni siquiera en mis momentos de mayor lucidez he podido entender por qu estamos aqu, para empezar. Hblame un poco de eso.

Pasamos frente a la ferretera (cerrada) y al cine (abierto: La jaura humana) y en lugar de responder se detuvo y dio media vuelta en la acera.

-Tienes un poco de dinero, no?

-Mucho, por qu?

-Vamos a ver la pelcula -dijo-. Invitas?

-No s, Don. Entra t. Yo volver a los aviones. No me gusta dejarlos demasiado tiempo solos.

Qu era lo que haca que una pelcula fuera sbitamente tan importante?

-A los aviones no les suceder nada. Vamos al cine.

-Ya ha empezado la pelcula.

-Pues la veremos empezada.

Ya estaba comprando su entrada. Lo segu al interior de la sala y nos sentamos en una de las ltimas filas. Deba de haber unas cincuenta personas en la penumbra que nos circundaba.

Al cabo de un rato olvid por qu habamos entrado y me dej atrapar por la trama, que de todos modos siempre me ha parecido propia de un clsico del cine. Deba ser la tercera vez que la vea. Dentro de la sala, el tiempo se enrosc y se estir como siempre lo hace en una buena pelcula, y durante un rato prest atencin a los detalles tcnicos: cmo estaba montada cada escena y cmo enlazaba con la siguiente, por qu cada una de ellas apareca en un momento determinado y no ms tarde. Trat de enfocar la pelcula desde ese ngulo, pero la historia me envolvi y olvid mi intencin.

Cerca del final, Shimoda me toc el hombro. Me inclin hacia l, mirando la pantalla, deseando que dejara para ms tarde lo que me quera decir.

-Richard?

-S.

-Por qu ests aqu?

-Es una buena pelcula, Don. Shhh.

Los protagonistas dialogaban.

-Por qu es buena? -pregunt.

-Es entretenida. Shhh. Te lo explicar luego.

-Rompe el trance. Despierta. Son todas ilusiones.

Me irrit.

-Donald, faltan pocos minutos y despus podremos hablar tanto como quieras. Pero djame ver la pelcula. De acuerdo?

Susurr apasionada, dramticamente:

-Richard, por qu ests aqu?

-Escucha, estoy aqu porque t me pediste que entrara! Me volv y trat de ver el final.

-Nadie te oblig a entrar. Podras haber dicho no, gracias.

-ME GUSTA LA PELCULA...-Un hombre sentado en la fila de delante se volvi para mirarme brevemente-. Me gusta, Don. Hay algo de malo en eso?

-Absolutamente nada -respondi, y no agreg una palabra hasta que termin la sesin y nos pusimos a caminar, primero frente a la tienda donde vendan tractores usados y despus, por la oscuridad, hacia el campo y los aviones. Amenazaba lluvia.

Medit sobre su extraa conducta en el cine.

-Lo haces todo por alguna razn? -le pregunt.

-A veces.

-Por qu la pelcula? Por qu quisiste ver sbitamente sa?

-Hiciste una pregunta

-S. Tienes una respuesta?

-Esta es mi respuesta. Entramos en el cine porque hiciste una pregunta. La pelcula fue la contestacin.

Se estaba burlando de m.

-Cul fue mi pregunta?

Hubo un largo y penoso silencio.

-Preguntabas, Richard, por qu ni siquiera en tus momentos brillantes has podido descifrar por qu estamos aqu.

Lo record.

-Y la pelcula fue la respuesta.

-S.

-Ah.

-No lo entiendes -dijo.

-No.

-Era una buena pelcula -explic-. Pero la mejor pelcula del mundo sigue siendo una ilusin, no? Las pelculas ni siquiera se mueven: slo parecen hacerlo. La luz cambiante parece moverse sobre una pantalla plana montada en la oscuridad.

-Bien, s -empezaba a entender.

-Las otras personas, todas las que encuentras en cualquier lugar adonde vas a ver una pelcula, por qu estn all, cuando slo se trata de ilusiones?

-Bueno, por entretenerse -dije.

-La diversin. Eso es. Primera razn.

-Podra ser para educarse.

-S. Siempre lo es. Aprendizaje. Segunda razn.

-Fantasa, evasin.

-Eso tambin es diversin. La primera.

-Razones tcnicas. Para ver cmo est filmada la pelcula.

-Aprendizaje. La segunda.

-Para matar el aburrimiento...

-Evasin. Ya lo has dicho.

-Por un motivo social. Para estar con amigos -dije.

-Razn para ir al cine, pero no para ver la pelcula. De todos modos, es una diversin. Primera razn.

Le bastaban dos dedos para enumerar todas las alternativas que se me ocurran. La gente va a ver pelculas para divertirse, o para aprender, o para ambas cosas a la vez.

-Y una pelcula es como una vida, Don. Es eso?

-S.

-Entonces por qu iba a escoger nadie una mala vida, una pelcula de horror?

-La gente no va a ver las pelculas de horror slo para divertirse. Al entrar al cine ya sabe que es una pelcula de horror -manifest.

-Pero por qu?

-Te gustan las pelculas de horror?

-No.

-Has visto alguna?

-No.

-Pero algunas personas invierten mucho tiempo y dinero en ver monstruosidades, o problemas melodramticos que otros individuos juzgan necios y aburridos...? -dej flotando la pregunta, para que yo contestara.

-S.

-T no ests obligado a ver las pelculas que les gustan a esas personas, ni ellas a ver las que te gustan a ti. Esto es lo que llamamos libertad.

-Pero por qu alguien podra tener inters en horrorizarse? O en aburrirse?

-Se trata de personas que piensan que se lo han ganado porque ellas, a su vez, horrorizan a los dems, o porque les gusta la emocin del pnico, o porque suponen que las pelculas tienen que ser aburridas. Puedes creer que muchas personas disfrutan, por razones que ellas juzgan muy sensatas, al imaginar que estn indefensas en sus propias pelculas? No, no puedes creerlo.

-No, no puedo -respond.

-Mientras no entiendas eso, te preguntars por qu algunos individuos son desdichados. Son desdichados porque han elegido serlo, y eso est muy bien, Richard!

-Hum.

-Somos criaturas proclives a jugar, a divertirnos, somos las nutrias del Universo. No podemos morir, no podemos herirnos, as como no es posible herir las ilusiones proyectadas sobre la pantalla. Pero podemos creer que estamos heridos, y creerlo con todos los detalles torturantes que nos plazcan. Podemos convencernos de que somos vctimas, muertos y ejecutores amortajados por la buena y la mala suerte.

-En muchas vidas? -pregunt.

-Cuntas pelculas has visto?

-Oh.

-Pelculas sobre la vida en este planeta, sobre la vida en otros planetas; todo lo que implica espacio y tiempo es puro cine y pura ilusin -dijo-. Pero durante un rato podemos aprender mucho y divertirnos mucho con nuestras ilusiones, no es cierto?

-Hasta qu extremo llevas esta metfora del cine, Don?

-Hasta qu extremo quieres llevarla? La pelcula de esta noche la has visto en parte porque yo quera verla. Muchos seres eligen una vida ntegra porque les gusta compartir las cosas. Los actores de la pelcula de esta noche han trabajado juntos en otras. Antes o despus... eso depende de la que hayas visto en primer trmino; o puedes verlos al mismo tiempo en pantallas distintas. Sacamos las entradas para estas pelculas y pagamos el precio cuando aceptamos creer en la realidad del espacio y en la realidad del tiempo... Ni el uno ni el otro son ciertos, pero quien no est dispuesto a pagar ese precio no podr aparecer en este planeta, ni en ningn otro sistema espacio-tiempo.

-Hay seres que no tienen absolutamente ninguna vida en el espacio-tiempo?

-Hay seres que no van nunca al cine?

-Entiendo. Aprenden por otras vas?

-Has dado en el clavo -asinti, satisfecho conmigo-. El espacio-tiempo es una escuela bastante primitiva. Pero muchas personas conservan la ilusin aunque sea aburrida, y no quieren que se enciendan las luces temprano.

-Quin escribe el guin de estas pelculas, Don?

-No experimentas una sensacin extraa cuando piensas en lo mucho que sabramos si nos interrogramos a nosotros mismos en lugar de hacer preguntas a terceros? Quin escribe estos guiones, Richard?

-Nosotros -contest.

-Quines actan?

-Nosotros.

-Quin es el cameraman, el operador, el administrador de la sala, la taquillera y el distribuidor, y quin asiste a todo lo que ocurre? Quin disfruta de libertad para irse en la mitad del espectculo, en cualquier momento, para cambiar el argumento cuando se le ocurre, para ver la misma pelcula una y otra vez?

-Djame adivinar -dije-. Cualquiera que lo desee?

-Esa libertad te parece suficiente? -pregunt.

-Y por esto es tan popular el cine? Porque sabemos instintivamente que las pelculas son un reflejo de nuestra propia vida?

-Quiz s... quiz no. No importa mucho, verdad? Qu es el proyector?

-La mente -dije-. No. La imaginacin. Es nuestra imaginacin, digas lo que digas.

-Qu es la pelcula? -inquiri.

-Lo ignoro.

-Lo que entra en nuestra imaginacin con nuestro consentimiento?

-Tal vez, Don.

-Puedes coger un carrete de pelcula en tus manos -dijo- y est todo concluido y completo: el comienzo, la mitad y el final estn todos all en el mismo segundo, en la misma millonsima de segundo. La pelcula existe independientemente del tiempo que registra, y si la conoces, generalmente sabes lo que va a suceder antes de entrar en el cine: lucha y emociones, ganadores y perdedores, amor, catstrofes... sabes que lo encontrars todo. Pero para que esto te capte y te arrastre, para disfrutarlo al mximo, debes introducirlo en un proyector y dejar que corra frente al objetivo minuto a minuto... para experimentar cualquier ilusin necesitas espacio y tiempo. De modo que pagas la entrada, te instalas en la butaca y olvidas lo que sucede fuera y la pelcula empieza para ti.

-Y nadie sufre realmente? La sangre no es ms que salsa de tomate?

-No, es sangre autntica -dijo-. Pero influye tan poco sobre nuestra vida real que dara igual si fuera salsa de tomate.

-Y la realidad?

-La realidad es portentosamente indiferente, Richard. A la madre no le importa qu papel representa su hijo cuando juega: un da es el villano, al da siguiente es el hroe. Lo que Es ni siquiera tiene noticia de nuestras ilusiones y nuestros juegos. Slo se conoce a S mismo, y nos conoce a nosotros a su imagen y semejanza, perfectos y completos.

-No s si quiero ser perfecto y completo. Hablando de aburrimiento...

-Mira el cielo -dijo, y fue un cambio tan sbito de tema que mir hacia arriba. Haban algunos cirrus fragmentados, muy altos, y los primeros rayos de la luna plateaban los bordes.

-Una noche preciosa -coment.

-Es perfecta?

-Bien, siempre es perfecta, Don.

-Quieres decir que el cielo siempre es perfecto, a pesar de que cambia a cada segundo?

-Caray, qu listo soy. S!

-Y el mar siempre es perfecto, y tambin cambia constantemente -agreg-. Si la perfeccin es el estancamiento, el cielo es una marisma! Y lo que Es no est aficionado a las marismas.

-No es aficionado a las marismas -le correg, distradamente-. Perfecto, y constantemente cambiante. S. Me has convencido.

-Te convenc