3- Amar Desde El Reino

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Fidel Aizpurúa AMAR HOY DESDE EL REINO La afectividad de la Vida Religiosa integrada en la cultura actual

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AMAR HOY DESDE EL REINO

Fidel Aizpura

AMAR HOY DESDE EL REINO

La afectividad de la Vida Religiosa integrada en la cultura actualFrontera - Hegian

n 3

Introduccin

Tema 1: Mirada y rastreo

Taller de lectura y dilogo

Tema 2: Los mecanismos

Taller de lectura y dilogo

Tema 3: La bsqueda

Taller de lectura y dilogo

Tema 4: La preguntaTaller de lectura y dilogo

Introduccin

Enfocar la realidad desde el lado del afecto, pensado y vivido, es dar con ese punto de vista que aproxima y explica muchos de nuestros comportamientos, muchas de nuestras vivencias. Por eso, para escritores, pensadores, cientficos incluso, el tema es inagotable. Este cuaderno no tiene grandes pretensiones desde el lado acadmico. Quiere ser una reflexin, donde la experiencia, siempre corta pero siempre viva, tenga su sitio adecuado. Precisamente por este remitirse a la experiencia no se espere un estudio con sesuda bibliografa. Se citarn libros de actualidad, artculos periodsticos que nos hagan llegar las voces de lo que hoy se piensa sobre el tema, referencias, a veces muy coyunturales, que nos hablen de ese hoy en el que se cuecen muchas de nuestras actuales vivencias. En ese marco de hoy se quiere engarzar la experiencia de lo afectivo que la Vida Religiosa trata de encajar y orientar.

Por eso mismo, ya desde ahora, se pide al amable lector un voto de confianza a nuestra sociedad de hoy, por ser la nuestra, para tratar de hacer valoraciones liberadas de acritud, de condena global, de fcil desprestigio en materia moral. El mundo de hoy es nuestro mundo, de todos. Seamos comprensivos a la vez que discernidores; valormoslo como a un hermano del alma aunque con sagacidad para situar bien los problemas. Una visin conciliadora e integradora no est reida con la profeca; el abrir horizontes, el suscitar la pregunta no es algo opuesto a una mirada compasiva y acogedora al mundo entorno. Ver al mundo de hoy como enemigo, por la razn que sea y en el mbito que sea, es, no lo olvidemos, echar piedras sobre el propio tejado. Aunque solo fuera por eso, apelamos a la comprensin ms fraterna y profunda.

Este es un "cuaderno de frontera". Ello quiere decir que no todos los posicionamientos han de ser compartidos, que no todas las opciones han de ser comunes. Quiere decir que, aun contando con un modo moderado en la forma y en el fondo, no tienen porqu coincidir las opiniones de los lectores y del autor. Nos daramos por satisfechos si aportramos algo a la reflexin, si la oferta de pensamiento quedara ampliada, si se hiciera ms respirable el mbito de nuestras vivencias personales y comunitarias. La frontera siempre es un sitio peligroso, pero rico en experiencias; un lugar de riesgo, pero posibilitador. El "carisma de la frontera" sigue siendo altamente beneficioso para la vida de la Iglesia y para la misma sociedad, envueltas ambas, con frecuencia, en la nube pegajosa y liante de cualquier justificacin estructural.

No extrae, pues, que no entremos a grandes y ajustadas definiciones; la sugerencia, la intuicin, el acercamiento sern la herramienta que utilizaremos para trabajar el tema. En el fondo, creyendo en la capacidad implicativa del lenguaje, se buscar algn tipo de respuesta, algn enriquecimiento que haga ms vivo el mundo hermoso y complejo de la experiencia afectiva.

A todas estas pginas subyace una tesis que, desde ahora, desvelamos: el mundo del afecto no es algo fatal, un elemento incontrolable en el que uno tenga que sumergirse y dejarse llevar no se sabe muy bien adnde. Por el contrario, creemos que es algo que se puede construir, contrastar, orientar, ir llenado de sentido. No son esfuerzos estriles todos aquellos que toman por campo de trabajo el ancho mundo del afecto. Incluso ms, estas pginas quieren sostener que la espiritualidad evanglica del Reino de Dios puede imprimir a esta labor en las honduras de lo humano un sesgo definitivo. Un tipo de dinmica as ser algo enriquecedor de la vida humana, un contraste til para enfocar esas mociones ltimas del sistema operativo de lo humano tan decisivas para el mundo de relacin sobre el que se asienta la vida afectiva.

Ojal pudiramos escapar a planteamientos tpicos no contrastados que, a la larga, son estriles. Cmo nos daramos por bien pagados si, en la confrontacin con estas pginas, alguien encontrara alguna luz para reafirmar sus ms hondas opciones, sean cuales fueren. Tendramos la evidencia de haber dado con el mayor fruto de un amor maduro: crecer en las races de la persona para abrazar desde ah al hermano ensanchando as los lmites, siempre deseosos de horizonte, del amor humano. Y, mezclado a ese logro, la formidable potencia que la opcin por el Reino imprime a toda la realidad.

"Se parece el Reino de los cielos a la levadura que meti una mujer..." (Lc 13,21). No sabemos hasta dnde llegar el fermento, pero est activo.

Tema 1

Mirada y rastreo

Antes de trabajar las posibilidades y dificultades que la vida afectiva plantea a la Vida Religiosa, ser bueno el mirar y rastrear el enorme esfuerzo que la persona de hoy, la de siempre, ha desplegado para tratar de entenderse en este componente fuerte de la realidad humana que es lo afectivo. Es una pregunta viva que pide respuestas igualmente vivas. Miremos, pues.

1. El ancho mundo del afecto

Hemos dicho que no nos meteramos en el difcil mundo de la precisin cientfica, de la definicin exacta. Nosotros globalizamos ms y desde ah quisiramos sugerir.

a) Comprensin global del mundo del afecto

Podramos decir, tomando el smil de los ordenadores, que el ancho mundo del afecto es como nuestro sistema operativo, como ese mundo de rdenes bsicas sobre las que luego se pueden asentar los diversos "programas" de la vida (el de la fe y el de opcin evanglica como uno de ellos). En ese sistema juegan una serie de planteamientos que han brotado y se han conformado en las ms elementales experiencias vitales: la idea que nos hemos hecho de la persona (la nuestra y la de los dems), la idea a la que hemos llegado acerca del sentido de la vida en el grupo social, la misma idea de Dios que se nos ha inculcado y que hemos elaborado en sus estratos ms iniciales. Esto juega de tal modo en la vida de la persona que luego determina mltiples de nuestras actuaciones. Para esto, como para todo, los aos iniciales de la vida, los ambientes familiares, las experiencias primeras de apertura a la vida son decisivas. A veces la "fuerza" del Evangelio como correctivo de estos elementos bsicos se estrellar como contra un muro. O casi.

El mundo del afecto, por lo tanto, hace referencia a la historia personal en cuanto algo en s y en cuanto algo asumido. Es justamente en esto segundo donde a la persona se le plantean todos los interrogantes. Los elementos intocables de nuestro sistema operativo nos sobrepasan hasta llegar a veces a desconocerlos, tan enraizados estn en los ltimos componentes de lo nuestro. Pero su posterior reordenamiento, la posibilidad de una creciente asuncin, la pretensin de influir algo sobre ellos dndoles otra direccin es, sin duda, una posibilidad abierta. Y ello por muy limitada que se suponga esta posibilidad en casos donde la persona ha llegado a estar marcada por sus circunstancias histricas. Negar una puerta abierta a la manipulacin de este mundo es echarse en brazos de un destino ciego; creer, por el contrario, que esto es pan comido, es una increble ingenuidad.

El mundo del afecto hacer relacin a las pulsiones ltimas por las que, a veces incomprensiblemente, se mueve nuestra vida. Ah se hallan insertos los gozos ltimos, tan personales; los miedos ltimos, tan causantes de pavores insuperables a veces; las paradojas ltimas, tan inconfesables y, con frecuencia, tan difciles de aceptar aunque sean evidentes; las heridas ltimas que uno va tragando en ese disloque interno que produce la experiencia de toda enfermedad. Todo eso se mezcla en algo que, con frecuencia, tiene una manera extraa de percibirse y de tratarse. Extraos a nuestro propio fin, a nuestro propio componente. Esto ha generado el hondo caudal de tragedia que acompaa, en una medida o en otra, la existencia humana.

De forma ms sencilla pero tal vez ms certera quiz el mundo ancho y complejo del afecto pueda ser resumido en el simple afn de querer y querer y ser querido. Ah se inscriben los enormes esfuerzos vitales por dar con ese interlocutor en el que lo nuestro quede entendido al menos en la verdad que nosotros queremos otorgarle; y, adems, est esa otra bsqueda de alguien a quien entender amndole. Aqu se establece ese trasvase de vida que sostiene la dbil espina dorsal de nuestra existencia y que hace crecer la realidad personal hasta hacerla valiosa y con prometedores horizontes. Ya deca el viejo aforismo de Sir 6,14: "Quien encuentra un amigo fiel, encuentra un tesoro", el tesoro de entender y situar mejor la realidad de su propia existencia. Por eso le resulta tan vital.

b) Dejarse envolver, saber discernir

A nadie se nos escapa que, tanto en la Vida Religiosa como en cualquier otro gnero de opciones vitales, hay no pocas personas que, por unas razones o por otras, se han situado fuera de la corriente de lo afectivo. A ello les han llevado mltiples causas: la superficialidad que llega a hacer una costra impenetrable, obstculo ante el que se estrella toda pregunta en serio por las realidades de la vida; los escozores no curados que llevan a no buscarse nuevas complicaciones en este mundo del afecto; los desconocimientos increbles que han llegado a forjar una idea fantasmal e inexistente de toda esta realidad; los desengaos hondos para los que ya no hay blsamo que suavice y cure; los posicionamientos irrevocables que provienen de ideologas espirituales o morales que, puestos por delante, impiden cualquier planteamiento en novedad y gozo. Todas estas causas han hecho que el mundo de la afectividad sea un tren perdido cuya marcha se mira desde el andn en el que uno ha instalado ya su vida.

Por eso, es preciso animar a dejarse envolver por este torbellino que es el mundo afectivo en la inmensidad de sus variantes y races. Dejarse envolver es saberse parte viva de algo que puede ser enormemente posibilitador para la construccin de la verdad de la persona; desear entrar en este mundo sin frenes pero con la certeza de que en ello se juega mucho de lo nuestro; mantener la certeza de que ah se juega algo de lo que nadie va a ahorrarnos el trabajo y el gozo de lo hecho por nosotros mismos. Dejarse envolver como quien sabe que si logra atinar en el tratamiento correcto del tema, esto ha de producir, sin duda, frutos de vida altamente positivos.

Todo esto no est reido con un discernimiento perpetuo acompaante de nuestro trabajo en el mundo del afecto. Precisamente porque mucho de este mundo es global, difuso, paradjico, conviene incidir en una ineludible tarea de discernimiento: saber cada vez ms cules son los objetivos en este momento de la propia vida, querer entrar con decisin en los problemas dispuestos a asumir riesgos, trabajar lo ms posible para que esto sea algo que no desbarate los otros componentes de la propia realidad. No habr que ahorrarse este esfuerzo que tiene todos los sntomas de un trabajo: el gozo por lo conseguido, el esfuerzo y hasta el enfado por los momentos estriles, el sudor molesto de quien sabe que ha puesto la carne en el asador, los hermosos logros que uno va incorporando a su vida. Precisamente porque es un verdadero trabajo es algo tambin de verdad positivo para la persona, a la corta o a la larga.

Ya lo decimos desde ahora, para esta peculiar, hermosa y, a veces, dura labor, las ayudas sern imprescindibles. Ayudas que se traducirn sobre todo en personas, en aumento de la capacidad reflexiva, en contraste vital con situaciones similares en cualquiera de los campos de la vida que uno frecuente, participacin real en el mundo afectivo de los otros por el cauce de la sintona y del compartir en esos niveles. Quiz esto ltimo sea lo ms difcil, pero, sin duda, lo ms fecundo.

Cualquier sistema vital (el de la Vida Religiosa, por ejemplo) que apaga estos anhelos es un sistema sospechoso. Lograr imponer una ataraxia afectiva como si ello fuera un logro definitivo es no haber entendido el torbellino del amor y, ms al fondo, el vrtigo de la vida. De ah que proclamemos ya desde estas pginas iniciales la reivindicacin bsica de hacer parte de este mundo en cualquiera de las situaciones vitales en las que uno se inserte y de las que haga parte. Negarse a esto es una mutilacin vital de consecuencias incalculables y nefastas.

c) Otra mirada

Proviniendo de una cultura, social y religiosa, donde lo relativo al afecto ha sido globalmente maltratado y malentendido, es difcil dejar de mirar el tema con mirada desconfiada, esquinuda y hasta enemiga. Los transfondos morales que han jugado un papel decisivo han empobrecido, ridiculizado y vaciado de sentido, en no pocos aspectos, lo relativo al mundo del afecto.

Y, sin embargo, habr que intentar mirar ese mundo del afecto con otra clase de mirada: un modo abierto que aleje prejuicios innecesarios, un talante benevolente que comprenda y excuse al menos lo mismo que en otros aspectos importantes de la vida, incluso una capacidad crecientemente flexible para encajar el riesgo de tratar un asunto vivo. Esta mirada fecunda y abierta es absolutamente necesaria si se quiere tratar el tema con posibilidades de xito. En el fondo, abolir los viejos modos que persisten rutinariamente no es tarea fcil; estn inextricablemente mezclados a las races institucionales de los grupos religiosos. No nos extrae que persistan. Pero el trabajo por crearse otra mirada, por situar el corazn en terrenos de ms novedad y libertad ser, a la larga y si se sabe hacer con el correlativo discernimiento, un beneficio de incalculables frutos en humanidad y en fe correctamente entendida.

d) Escuchar la voz

Una actitud cerrada y visceralmente tradicional ante el tema de lo afectivo hace odos sordos a los modos nuevos y a los lenguajes en que hoy se expresa lo afectivo. No se trata de participar sin ms en el aturdimiento y en el guirigay que, con frecuencia, es el modo como la sociedad de hoy presenta el mundo de lo afectivo. Escuchar la voz que habla el lenguaje del afecto con modos actualizados es tratar de situarse en el lado valorador de un componente humano y social evidente; es trabajar por llegar a sntesis, lo ms pacificadoras posible, donde el corazn y la vida se reconcilien al mximo; es vibrar solidariamente con todos aquellos para los que el logro de una vida afectiva en riqueza no es un simple pasatiempo sino una tarea de existencial.

e) Una vuelta a los sentimientos

Al decir de los analistas, el pensamiento de hoy postula una vuelta a los sentimientos que, con los debidos correctivos, puede ser un enriquecimiento para la manera de vivir el afecto. Nadie duda del efecto serenizante y enriquecedor de la ternura, del cuidado amoroso, del rumiar el devenir humano desde el lado de la honda y matizada comprensin de la realidad. Nadie duda del efecto positivo de la suma de sentimientos. Pero tambin, cualquiera es consciente del peligro de aislamiento que rodea al sentimiento interior y del peligro de dispersin que le acecha cuando sale afuera. De ah que ser necesario un tratamiento eficaz de los sentimientos, mezclado ste con una creciente apertura y una mayor clarificacin. Con esos correctivos y sabiendo que "los sentimientos hay que vivirlos con entera libertad, sin ocultarlos como si fuesen una vergenza, pero tampoco entregarlos a cualquiera", los sentimientos pueden ser vehculo valioso en la comprensin y vivencia del mundo afectivo, a la vez que elemento vinculante en opciones de vida en grupo, como lo es la Vida Religiosa.

2. Un modo peculiar de vivir lo afectivo

Ese es el modo de nuestra cultura de hoy. Y, por lo tanto, conviene echarle una mirada para rastrear las maneras ms caractersticas de esa vivencia, sabiendo que, de una o de otra forma, se hace parte de esta realidad y ah es donde el religioso/a de hoy tiene que ir insertando su vivencia de lo afectivo, incluso con el componente evanglico.

a) Modos peculiares, denominador comn

No es preciso hacer gran esfuerzo para mostrar que el tema del amor y del afecto es componente continuado de la persona histrica. Pero cada poca, debido a un complejo conglomerado de variables antropolgicas, sociales e histricas, lo vive a su manera. Destaquemos tres rasgos:

* El socilogo A.MONCADA analiza cmo el amor libre, la emancipacin de la mujer, la rpida disolucin de las ligazones amorosas, han desencadenado una reaccin conservadora y de serias coacciones para consolidar el vnculo de la pareja por el matrimonio. As, la vida sentimental y familiar se convierte en un mecanismo disuasorio de la participacin poltica. O de otro modo: cuanto ms ames y te sientas ms feliz con los tuyos, menos te ocupars de la vida pblica, del mundo social, de sus conflictos. Esta manera involucionada de vivir la relacin de pareja es rasgo claro y peculiar de vivir el afecto hoy.

* Por otro lado, la manera como el sector joven vive el afecto es, as mismo, peculiar. "Los jvenes de ahora han desublimizado el amor y lo viven como sentimiento gozoso y dispersivo. No buscarn, como generaciones pasadas, la criatura ideal. Encuentran una, luego otra, se poseen mutuamente como objetos que se consumen rpidamente. Esta experiencia sexual emprica erosiona el sentimiento amoroso, porque el placer que proporcionan las satisfacciones erticas sucesivas no se renueva, es parcial, limitado al acto, y acaba despertando una gran angustia. Entregados a su pasin fungible, necesitan siempre nuevos objetos en que agotar su energa pulsiva, estableciendo relaciones sin compromiso alguno. Al no entregarse nunca total y verdaderamente, el amor estn lejano como una estrella de otra galaxia". Quiz sea parcial este modo de valorar, pero refleja una peculiaridad evidente del modo afectivo de la juventud actual.

* Tal vez sera interesante percatarse del esfuerzo que la sociedad de hoy est haciendo por extender el uso, disfrute y asimilacin de lo afectivo y lo sexual a sectores a los que antes les estaba vedado este tema: tercera edad, mundo de las deficiencias psquicas, etc. Es, sin duda, un rasgo peculiar, aunque modesto, de una manera de entender lo afectivo ms como patrimonio de la persona que como algo de uso y disfrute de ciertas bandas exclusivas de la sociedad.

Pero la caracterstica ms peculiar por la que se podra caracterizar la manera con la que la sociedad de hoy vive este componente de lo humano que es el mundo afectivo es la inercia, una especie de falta de pasin, en sentido positivo, un dejarse llevar por las aguas comunes de lo que hace todo el mundo, un no poder de unos modos uniformados de comportamiento en los que uno se ve irremediablemente atrapado. Todo esto lleva a un empobrecimiento enorme de la vida afectiva y, lo que es peor, a no desear trabajar el tema, a sentirse fatalmente envuelto en un indiscernido torbellino que incapacita para el anlisis.

Y, sin embargo, debajo de todo esto hay una sed inapagada, un afn por vivir a fondo lo que solamente se vivencia a nivel superficial, una intuicin de que se da ah un mundo de verdad que atrae y obsesiona. En esta paradoja se desenvuelve no poco de lo que la persona de hoy elabora en torno a la realidad afectiva.

b) La dificultad mayor: recuperar la profundidad

No pocos pensadores de hoy han dejado en evidencia la urgente necesidad que la persona tiene de recuperar la dimensin de profundidad, a la que llaman "dimensin perdida". Quedan aterrados ante un estilo de sociedad donde el cada vez ms/cada vez mayor/cada vez mejor, nuestro "todo vale" de ahora, son los dinamismos que activan la vida del ciudadano de hoy. Ese caminar en la horizontalidad lleva, irremediablemente, a un estilo de vida despersonalizado, superficial e inhumano en todas sus variantes.

Una vez ms se comprueba que el enemigo mayor de la vida humana, en todas sus facetas, es la banalizacin, la enorme superficialidad a la que sometemos los procesos vitales. Ante una manera como esa de entender la vida se estrella cualquier argumento. La misma vida afectiva queda empobrecida y en riesgo de prdida de sentido cuando no se la sabe situar en esa profundidad vital que da a las cosas los perfiles y los matices peculiares que las van integrando en la verdad de lo que somos. Situar el afecto en la profundidad, en la realidad ms honda de la persona, es una tarea no solo pendiente para la persona de nuestra cultura, sino imprescindible si quiere contrarrestar el empuje hacia la superficie, terreno donde los devastadores de la historia y de la vida hacen su agosto

c) El ancho mundo del desamor

El mundo del desamor siempre ha sido ancho y profundo. Quiz particularmente hoy. O tal vez como nunca nos hace mella el amor vulnerado. Aqu entran las grandes soledades, las vidas en profundo olvido, el mundo del amor de los queridos por nadie, los que no saben el sabor de un beso de amor, los que no han sentido nunca la clida presin de una mano acariciadora, los que no saben cmo se susurra el cario ni cmo es el brillo de un rostro vuelto a quien se ama. Adems, cada vez es ms amplio y extenso el mundo de los amores rotos, de los caminos que fueron hermosos y estn hoy intransitables de zarzas, de las imposibilidades harto comprobadas, del sometimiento a unas circunstancias de vida que parecen incambiables, de los muchos quebrantos de corazn y de cuerpo que conlleva el vivir con quien el amor no es planta viva. Y luego estn las situaciones afectivas de difcil superacin (amores rechazados socialmente, situaciones afectivas sin salida, perplejidades grandes en cuestiones de amor). Y el duro mundo de los incomunicados, de los envueltos en penumbras continuas, de los que tienen por compaero de dilogo la bebida alienante, las drogas alienantes, las fugas alienantes. Y crece el nmero de los que, sobre todo en materia afectiva, no han visto nunca cumplidos sus deseos. Ancho mundo todo l, profunda herida.

Obviar todo este mundo sera igual que volver el rostro a la inevitable realidad de un amigo enfermo. Trabajar, aunque fuera poco, por reconstruir este derribo solo ser posible desde una sintona de amor en esa profundidad en la que se aproximan todos los que se ven necesitados de salud en el corazn.

d) El mundo de la mujer

Todo el mundo coincide hoy en sealar, como una caracterstica peculiar de nuestra sociedad, los logros sociales que la mujer ha alcanzado, ha arrancado ms bien, en pro de su igualdad. Pero mirando el fenmeno ms de cerca observa uno que no es oro todo lo que reluce. La mujer como hecho social dbil es algo que sigue en pie, ya que en los pases ms desarrollados (EEUU, por ejemplo) las mujeres representan los dos tercios de los adultos pobres, el 75% de las mujeres ganan la mitad anual del salario de los hombres, el 80% de los puestos de trabajo femenino estn peor remunerados que los hombres, solo el 8% de los jueces federales son mujeres. Pensemos lo que pasa en los pases ms explotados. Incluso en los nuestros el nico cambio destacable en los ltimos quince aos es que ahora los hombres de clase media creen que ayudan ms en casa. Imaginemos, a niveles de clases sociales bajas, las limitaciones y opresiones con las que se entremezcla la vida de no pocas mujeres. Nada decimos de la crueldad sexual, de las historias de denigracin y despotismo que encierran muchas de las alcobas de cualquier domicilio. Cambiar los fundamentos de una cultura no es cosa de das. Es preciso ser crtico.

Y, sin embargo, el crecimiento en el mundo del afecto pasa por una integracin y equilibrio entre la realidad hombre/mujer. "El hombre secularmente est dispuesto de una manera, como un conjunto de compartimentos estancos, uno lo dedica al trabajo, otro a los amigos, otro a sus aficiones, otro al amor...La mujer es mucho ms capaz de dedicar la casa entera a esa quemazn, a esa alegra, a esa inundacin gozosa y dolorosa que es el amor". Es necesario un trasvase entre ambas realidades para que el mundo del afecto funcione en nuestra sociedad de hoy.

e) La dificultad para generar procesos

Siempre han sido difciles los procesos afectivos; tambin en nuestra sociedad de hoy. Esta dificultad genera modos no asimilados de vivir la afectividad. De ah que se la vida como a saltos, a trompicones, a momentos tpicamente dedicados a ella. No se la vive como algo envolvente, como un proceso generador de amor.

Esta dificultad se manifiesta en la dialctica amor/sexo en la que el segundo de los trminos se lleva la parte del len. "El amor no quiere decir simplemente sexo. El amor salpimenta el sexo. Llegar al sexo sin amor, insisto, es bailar sin msica". Sin embargo, gran parte del hecho social empuja al sexo sin amor, en sus mltiples variantes. El trabajo por generar procesos en los que el amor envuelva al sexo y a todos los otros componentes del mundo afectivo es una tarea que la sociedad de hoy tiene pendiente y de la que depende no poco de la humanizacin del mundo del afecto, tan necesario para una vida integradora y equilibrada.

f) Un fenmeno de hoy?

Nos referimos al amplio fenmeno del erotismo. Cierto que, desde los viejos tiempos ha habido modos muy directos de tratar el tema. Pero, como fenmeno social, tal vez sea una caracterstica de la moderna sociedad. El mismo mundo censurador de antao ha dado pie a una desinhibicin que quiz conlleva el mismo riesgo de despersonalizacin que antes. "La libre satisfaccin ertica produce una paradjica insatisfaccin ntima y un creciente aislamiento. La carencia de amor mueve a un apoderarse de los cuerpos ante la imposibilidad de poseer las almas. Se escapa as el espritu del objeto sexual y el del sujeto no encuentra ni asidero ni reposo". Y, sin embargo, este es un dato con el que hay que contar, dadas las dimensiones sociales que va tomando.

Un discernimiento continuado, un aprecio de la belleza junto con un rechazo de lo srdido, sern instrumentos vlidos para saber moverse en esta realidad e incluso para integrarla, en la medida de lo posible, en la construccin del procesos afectivo. El principio rector de todo este asunto ser el grado de humanizacin o su contrario que lo compone.

g) Entra la castidad en este esquema de sociedad?

Globalmente hablando, es preciso decir que cualquier opcin de vida en castidad, mxime la castidad por opcin religiosa, entra con mucha dificultad en una manera de entender la castidad tal como la venimos describiendo. Si en modos religiosos teocrticos goz, al menos a nivel oficial, de gran predicamento, hoy, a nivel popular, es un elemento cultural que de depreciado ha pasado a ser prcticamente no considerado.

No creo innecesario el ser flexible para escuchar las voces de aquellos que discrepan de nuestras maneras habituales de valorar lo religioso y desde ah la castidad por motivos de fe. Ellos niegan la castidad dictada en trminos absolutos, impuesta absolutamente a todos como norma universal de la que haya que derivar categoras ticas generales que consideran represoras. Para ellos la castidad est depreciada en las personas que dicen haber optado por ellas ya que es algo que se les impone, que los desmotiva de cara al mundo del afecto y que, adems, no cumplen. Identifican la castidad religiosa con un puritanismo exagerado y opresor. E incluso, llegan a acusar de inhumanidad ciertas posturas oficiales sobre enfermedades como el SIDA, pidiendo simblicamente una condena del estado moderno a la cerrazn, segn ellos, que postula como nica salida al problema el de la continencia.

Cerrar sistemticamente los odos a estas opiniones o disentir en todo por principio tal vez sea cerrarse a una realidad social que, en parte, tambin influye en la correcta situacin de la vivencia de lo afectivo en la Vida Religiosa dentro de nuestro concreto mundo de hoy.

3. Insertos en este hoy

Es en este marco donde la Vida Religiosa tiene que ir construyendo su opcin de vida que incluye un amor desde la ptica del Reino. Por muy ajenas que parezcan ambas realidades, es preciso ir aproximndolas. En el fondo, son elementos integrados, como una es la vida de cualquier persona en unidad total con su momento histrico.

a) No al mundo de los tpicos

Como toda institucin, larga en aos, la Vida Religiosa tiene el peligro de vivir en un mundo tpico, indiscernido, sin contexto. Persistir en vivir los componentes de la Vida Religiosa, uno de ellos el de la afectividad desde el Reino, sin considerar el contexto en el que nos movemos hoy es, por decirlo de algn modo, un suicidio. No puede llevar sino a una inadmisible alienacin que no la salva ni siquiera la posible buena voluntad con la que se hace.

Esos tpicos sin contraste son muy plurales. Nos referimos a algunos de ellos: aquel que todava no ha logrado erradicar el sentimiento de que la virginidad es un modo de vida (estado, dicen) superior al del matrimonio; aquel que dice que el celibato nos hace ms libres, siendo esto as cuando se lo asimila desde races antropolgicas vlidos, si no, en ciertos casos, es un obstculo al crecimiento personal; aquel que afirma taxativamente que la opcin clibe lo es por el Reino, cuando la captacin y vivencia de los mecanismos del Reino no es algo que va de s; aquel que recurre al tpico de una opcin hecha desde la madurez, cuando sabemos que "nadie alcanza plenamente la madurez y la integracin total de su mundo afectivo-sexual". Ajustar esta clase de afirmaciones es colaborar a situar nuestra opcin clibe en la verdad y en el contraste del mundo en el que realmente nos movemos.

Por otra parte, es preciso caer en la cuenta de que una vida clibe desde el Reino es un modo de amor peculiar, no habitual. Requiere un tratamiento adecuado para que no se convierta en algo nocivo para la persona. No queremos decir, claro est, que sea un modo deficiente de amor, sino simplemente recalcar su peculiaridad de amor ms difcilmente encajable en los esquemas psicolgicos habituales. Adems, los procesos afectivos en la Vida Religiosa, por motivos complejos aunque explicables, tienen, con frecuencia, los rasgos de lo que podramos llamar un amor tardo: se descubre y pasa por todas las etapas en la adultez, lo que le otorga tambin la peculiaridad de los amores en poca tarda, con una reduccin del tiempo del proceso y una frecuente inadecuacin entre edad y experiencias afectivas.

Por lo tanto, modestia y decisin. Modestia para no manejar tpicos indiscernidos que nos otorgan un estatus afectivo que no existe a priori. Decisin para intuir que en la afectividad desde el Reino se esconde algo de valor digno de ser buscado y trabajado. Y desde ah, en la mayor conexin con el hoy que vivimos, tratar de construir una vida lo ms coherente posible desde los postulados del Reino.

b) Las viejas races

Ser preciso aprender a convivir con ellas, sobre todo en este complicado mundo de lo afectivo. Muchas comunidades religiosas no han recibido a tiempo la posible terapia que podra haber reconvertido su vida afectiva y haberla adecuado al momento antropolgico, momento de grandes mutaciones sociales y eclesiales, que les ha tocado vivir. Quiz es ya tarde. Pero esa es la hora que se tiene mano y desde ah habr que insistir en una bsqueda que libere de complejos y que trate de alcanzar la mayor madurez posible.

Segn J.M.CASTILLO, la integracin de lo afectivo se alcanza cuando se dan estos tres elementos: 1) la resolucin de Edipo como renuncia a los fantasmas parentales (renuncia, podramos decir, a buscar "padres" o "madres" por la vida). 2) La capacidad para integrar en una relacin las corrientes sensuales y tiernas de la sexualidad. 3) La capacidad para el encuentro del otro como "t", libre y diferente, y no como mero objeto de dependencia o de posesin y de dominio.

Estn muchos religiosos/as adultos por esta labor? Nos tememos que les pilla tarde. Pero hay que repetir, a pesar de todo, que el camino por el que habra que haber seguido era ese y que el modo de ir integrando los procesos afectivos de la Vida Religiosa al mundo de hoy es ese. Cualquier ayuda que colabore a saber conllevar con humanidad las inerradicables viejas races de una afectividad poco cultivada, har un favor notable a la Vida Religiosa.

c) Tema por tratar

Insertar la problemtica afectiva, crear procesos actualizados, es tarea tan ardua para muchos que, unido todo ello a un cierto alejamiento del hecho social, se sigue respondiendo con el silencio. No tratar el tema, no darle salida por ningn lado es responder sin dar ninguna respuesta. Los grupos religiosos casi ni se lo plantean seria y ordenadamente, no lo hacen tema de formacin permanente. Es sintomtico que contando no pocas comunidades religiosas con tcnicos de casa (psiclogos, socilogos, etc.), no logren estos ser empuje para la madurez afectiva del hermano. Por eso realizan su trabajo fuera de casa, con otras personas.

Ha habido autores que han tratado el tema con agudeza y acierto. Quiz su mayor mrito no sea solo la perspicacia del anlisis o las posibles "soluciones" que aportan, siempre dentro de la ortodoxia moral. Tal vez su mayor valor sea el haber colaborado a poner sobre la mesa todo un mundo que est por tratar y que pide cada da una respuesta nueva y actualizada. Nos tememos que, hoy por hoy, son prdicas en desierto, o casi. Sus frutos son tardos, pero vendrn porque les asiste la mayor de las verdades: el tiempo es su aliado y la vida nos va llevando a ello.

d) La dificultad cara adentro del grupo

Hay comunidades religiosas, generalmente insertas en medios de vida que no son los conventuales de siempre, que estn ms capacitadas para llevar adelante una adecuacin entre sus procesos afectivos y el mundo entorno del que hacen ms consciente parte. Sin ninguna duda, su mejor ayuda es precisamente el esfuerzo que realizan como comunidad por buscar un modo de Vida Religiosa que sintonice ms significativamente con el mundo de hoy. Esto se nota en la vivencia del proceso afectivo.

No obstante, con frecuencia son grupos integrados por personas que, en una fuerte medida, provienen de ambientes oficialmente descontextualizados y, por lo tanto, no es de extraar que surjan los pequeos problemas de ajuste, incluso en el mundo de lo afectivo. As se hace ms viva la dificultad para acogerse en las maneras ntimas de ser al ponerse estas ms en evidencia, ms en comn; las celotipias que acompaan inevitablemente la vida de las personas se hacen ms manifiestas, ms pesadas, ms ridculas; la dialctica en la sintona de afectos de un religioso/a con otro, sobre todo en el mundo femenino, es vivido no pocas veces desde el lado de la rivalidad y del mal humor; la pequea herida diaria que se establece como agravio comparativo entre las personas con ms capacidad afectiva y aquellas otras que tienen los mecanismos ms apagados es ms sangrante; la dificultad para soportar el peso del corazn, el propio y el del hermano, se hace ms consciente y a veces parece ms imposible de superar.

Y, sin embargo, por la dicha mejor adecuacin con el hoy social, estos grupos tienen el horizonte y la posibilidad de lograr un proceso afectivo denso mucho ms a la mano que los grupos tradicionales donde el tema casi ni se trata. Lo hemos dicho, es un fruto ms de la adecuacin a la sociedad en la que se hallan insertos.

e) La dificultad cara afuera del grupo

Siempre lo ha sido. Tradicionalmente se ha reaccionado generando una serie mltiple de defensas de todo tipo, legales, morales, de costumbres, etc. Todo este mundo defensivo se resquebraja desde el momento en que el grupo religioso decide encarar, en el grado que sea, la realidad social de la que hace parte. Porque, ciertamente, una cosa es teorizar sobre la insercin y otra cosa vivirla. Una de las consecuencias de una insercin plasmada en un plan de vida es la mutacin en las relaciones afectivas con aquellos con los que se convive.

Suele decirse, no sin cierta ingenuidad, que el ideal de una buena relacin con el vecindario de la fraternidad se resume en el dicho "casa abierta, corazn abierto". Ambas realidades son importantes. La casa abierta exige flexibilidad y una capacidad de acogida a la que no se nos ha acostumbrado. Pero eso no es nada cuando uno decide de verdad abrir su corazn a las personas que van incidiendo en el propio camino personal. Ah el riesgo es mayor porque la acogida es mayor, situndose con frecuencia en niveles que para uno son totales. Se experimenta en ese caso una pluralidad de amores que exige no poco esfuerzo y tiempo para situar, ordenar, asimilar. El riesgo de un desencaje amenaza siempre estas situaciones. Pero si se va haciendo una obra de asimilacin, discernimiento e integracin; si se da el tiempo necesario para que las cosas avancen al ritmo de la alteridad de la vida; si se logra ir aplicando los correctivos necesarios para que esto funcione en positivo, quiz estamos dando con ese camino de maduracin personal que hace fecunda cualquier opcin, incluida la opcin de amar desde el elemento ordenador y determinante de Reino de Jess. Tal vez aqu se halla ms vivamente planteado el problema de la adecuacin de la vida afectiva de la Vida Religiosa en relacin con el mundo que a uno le ha tocado vivir, ya que la traduccin de ese mundo pasa, sobre todo, por el entramado de personas en las que la vida de uno se ve envuelto. Incrementar los instrumentos fraternos que conjuren los riesgos y abran las posibilidades es la gran tarea de la fraternidad en todo este asunto.

f) El contencioso de la Vida Religiosa femenina

Precisamente por la situacin de la mujer en la sociedad de hoy todava problematizada por su no lograda igualdad, la Vida Religiosa femenina sufre tambin, dentro de la Iglesia y de la Vida Religiosa, una situacin de dificultad manifiesta. Esta situacin, acentuada por un clericalismo masculino que imbuye la vida de la Iglesia desde sus grandes cuerpos legislativos hasta las actuaciones diarias de cualquier clrigo de la Iglesia, requiere un tratamiento que hasta ahora no se le ha dado.

Porque la Vida Religiosa femenina ha sido campo de un tradicional machismo clerical, le urge una tarea de liberacin que incluye elementos como estos: una formacin adecuada que logre poner en su sitio la pretendida capacidad orientadora de los clrigos por el mero hecho de serlo; un cambio de mentalidad que piensa, de salida, que lo que dice el clrigo tiene ms fundamento que lo que piensa la religiosa; la asuncin de los riesgos que conlleva toda capacidad de decisin, porque es preciso estar a las dura y las maduras; la lucha en todos los frentes posibles, desde la pequea actuacin del capelln o del prroco hasta las grandes lneas de actuacin eclesial.

Si la mujer es "otro yo" en la humanidad comn, tambin lo es, sin paliativos de ninguna clase, en la Iglesia y en la Vida Religiosa. Adecuar los procesos afectivos a esta ineludible realidad es una manera ms de ser sensible a la lucha que la mujer lleva a cabo en la sociedad de hoy por el logro de su ms inmediata igualdad.

g) Puede la Vida Religiosa de hoy reorientar todo esto?

Es preciso ser cauto. Cualquier logro no ser ahorrndose un gran esfuerzo, sobre todo el de la adecuacin con el hoy social. El alejamiento de esta realidad deriva, entre otras cosas, en una imposibilidad para generar modos de procesos afectivos vlidos. Por eso mismo, se necesita una flexibilizacin que lea la realidad de hoy no como un sarampin pasajero sino como el advenimiento, el de la era secular, de una manera totalmente diversa de entenderse y de entender la vida.

Al mismo tiempo, se necesitan, como verdaderos impulsores de una nueva reorientacin en lo afectivo y en otros asuntos bsicos, planes de vida, maneras plsticas de lanzarse a vivir la Vida Religiosa en modos no habituales. Son los mismos modos que maneja el hombre de hoy animados, eso s, por una opcin evanglica. Las viejas maneras con las que la Vida Religiosa se sita en la sociedad adolecen de esta conexin social que podra abrir sus horizontes y puede impulsar la reorientacin de los procesos afectivos desde lados nuevos.

Hasta el vocabulario necesita una adecuacin. Trminos como "consagracin", "voto de castidad", "virginidad", "celibato", etc., necesitan ser repensados conceptualmente. Si no, resultan totalmente inelocuentes para el mbito social en el que se quiere vivir el contenido de esas palabras.

TALLER DE LECTURA Y DIALOGO

1. Leer Mulieris dignitatem, n 6-11 y hacer un pequeo resumen de la visin bblica y espiritual que ah maneja en torno la realidad compuesta en la relacionalidad hombre-mujer.

2. Hacer cinco grupos de trabajo que tome, cada uno, dos de las diez preguntas del siguiente cuestionario. Una vez respondidas y por escrito, se puede hacer una o dos sesiones de puesta en comn para enriquecimiento del conjunto.

a) Sientes inquietud por cmo entender y vivir mejor en la realidad social del mundo que te rodea (barrio, vecindario, pueblo, ciudad, pas)?

b) Crees que tu proceso afectivo, en la medida de su existencia, puede ir encajando con tu hoy social?

c) Cmo tiene que ser, en concreto, esa "otra mirada" con la que enfoquemos el hoy del mundo afectivo?

d) Crees que es necesaria en nuestros grupos religiosos una "vuelta a los sentimientos"?

e) Piensas que la banalizacin de la vida afecta a nuestros procesos afectivos?

f) Sienten las comunidades religiosas femeninas una particular urgencia en la adecuacin de la vivencia de la afectividad con la sociedad de hoy?

g) Piensas que los tpicos en torno a la vida afectiva dentro de la Vida Religiosa son muchos todava?

h) Hasta dnde las comunidades religiosas son deudoras de viejas races en materia afectivo-sexual?

i) Cmo solventar las dificultades que conlleva la creacin de un proceso afectivo equilibrado tanto en las dificultades de cara adentro como en las de cara afuera del grupo religioso?

j) Te sientes con fuerza para ir trabajando da a da en esta tarea de adecuacin de lo afectivo a la vivencia de lo social?

Tema 2

Los mecanismos

No es nuestra pretensin dibujar minuciosamente los inextricables mecanismos de los procesos afectivos. Pero, antes de plantear la bsqueda de quien intenta amar desde el Reino hoy, es preciso, adems de contar con el contexto actual en el que quedan insertos, esbozar, siquiera de modo muy aproximativo, el talante de esos mecanismos. Hay mucho indiscernimiento y mucho lirismo vaco en todo esto. Por eso, cualquier pequeo esfuerzo que se haga, puede ser bienvenido.

1. Lo oscuro

Formados en modos mentalmente frreos y en maneras fijas de entender a la persona, no nos extraa que, a veces, el mundo del afecto nos parezca oscuro y embarullado. Como todo lo que compone la base de lo humano, el mundo afectivo anda en los fondos de la zona oscura (verdadera) de nuestra persona, ah donde uno es lo que es para bien y para mal. Hace referencia a esa dura mezcla de deseos insaciados, de anhelos perseguidos, de pretensiones inconfesables. No nos extrae que, con frecuencia, los procesos afectivos sean problemticos hasta extremos con no poca frecuencia irresolubles. Y, lo que todava hace ms difciles las cosas, esa problematicidad implica a otras personas, con lo que el asunto se complica y genera dificultad hasta lmites a veces no fciles de superar.

Pues bien, si, con sensatez a raudales, se logra no embarullar ms las cosas, poner un dique, a base de comprensin y cercana, a esas hondas concntricas del amor en conflicto, ya se habr hecho mucho. Si, adems, se tiene el suficiente equilibrio para asistir con humanidad a esa, a veces, ceremonia de tinieblas, dura con frecuencia, ya se est siendo luz. El acompaamiento solidario es base imprescindible para cualquier ulterior curacin, para cualquier crecimiento que aleje lo ms posible al amor que crece y vive de la confusin y el barullo.

2. Lo lento

Una mala comprensin de la estructura honda de la realidad personal ha hecho que, en materia de procesos afectivos, se le haya querido imponer un ritmo que no poda soportar. Los resultados son devastadores. Trabajar el mundo del afecto es trabajo lento, al que es preciso darle todo el tiempo necesario. Incluso, el ideal sera acompasar las diversas etapas del proceso afectivo con los tiempos personales apropiados. Es trastornante el tener un amor de adolescencia a los cuarenta aos; es desequilibrador cerrarse en un amor pretendidamente nico a los cincuenta aos; es, a veces, difcil encontrar una respuesta de amor personal en el otoo de la vida. El ideal es que a cada tiempo de la vida corresponda la parte respectiva del proceso. El ideal, porque a veces son las circunstancias las que marcan el ritmo y la persona religiosa sufre una enorme arritmia afectiva.

Es un buen sntoma no exasperarse ni por la lentitud ni por la irregularidad. Mantener la certeza de que, parodiando a M.BENEDETTI, lento viene el amor, lento, pero viene, es una gran sabidura. No imponer ritmos inadecuados e insoportables, ser solidario con el ritmo del otro es la manera como el corazn amigo abraza y estrecha a aquel a quien se ama. Es la fraternidad en el corazn a la que est llamada la persona humana.

3. Lo radical

Radical porque afecta a la raz. De ah su decisividad. La raz misma de nuestra entidad personal se ve envuelta en un proceso afectivo que la determina. Por eso, situar lo afectivo fuera de la raz es destrozarlo, separarlo del lugar que lo hace crecer. Pretender, por el contrario, que todo lo radical tenga que ver con el proceso afectivo, quiz sea una exageracin. De cualquier modo, estar hoy por un radicalismo en lo afectivo es una forma de decir que se quiere tomar absolutamente en serio el valor peculiar de lo afectivo como componente y envoltura de la raz personal.

El psicoanlisis distingue en este terreno de lo radical envuelto por lo afectivo entre instinto y pulsin. "El instinto, a diferencia de la pulsin, supone un comportamiento no aprendido, sino biolgicamente adquirido; el instinto se dirige de un modo automtico y casi mecnico hacia un objeto bien preciso y se despierta por unos estmulos bien determinados. Sin embargo, a medida que se asciende en la escala biolgica, el instinto va perdiendo rigidez y va ganando flexibilidad. A llegar a la especie humana estalla convertido en pulsin. Y la pulsin se derrama por todo el ser viviente, nos recorre por entero, hasta el punto de que todo en el hombre tiene una dimensin sexual".

Lograr este trnsito es una de las mayores aspiraciones de quien sita los procesos afectivos en lo serio de su vida, en lo radical. Quiz haya que decir una palabra de esperanza a este "arcaico corazn" de la persona que le haga creble y ms al alcance de la mano la posibilidad de dar madurez a los instintos bsicos de las pulsiones del amor. As funciona la raz de la persona cuando se la pone en contacto con la dinmica del afecto.

4. Lo arriesgado

Ya hemos aludido al componente de riesgo que conlleva todo proceso afectivo, sobre todo en lo que concierne a la vida de las personas que interfieren en l. El desarrollo de un proceso afectivo, segn cmo se lo trate, puede constituir una avalancha que se lleve todo por delante, algo destructor. Conviene, pues, como hacen los bancos, analizar los riesgos, medirlos para ver si se adecan al ritmo del proceso. Si no, habr que poner medidas de freno (alejamiento provisional, mesura en la relacin, dejar el control a un tercero) precisamente para que la relacin progrese a un ritmo apropiado. De cualquier forma, la reaccin ante el riesgo que se manifiesta en modos de comportamiento defensivos, y que suele ser habitual entre los religioso/as adultos, es camino que, a la larga, no lleva a ninguna parte. Aqu riesgo y miedo se hacen aliados, para mal.

Un baremo que puede indicar con aproximacin si el riesgo est bien asumido puede ser este: que de esa relacin salgan fortalecidas las propias opciones personales bsicas. Es decir, cuando aquello que uno considera componente valioso de su vida sale potenciado al filo de una relacin personal, es indicio claro de que los riesgos van siendo asumidos. Incluso, potenciarn los valores positivos de esa relacin. De cualquier manera, pinsese que un proceso afectivo es, ante todo, algo prctico. Y toda praxis conlleva riesgos inevitablemente.

5. Lo tpico

Una manera, del todo cuestionable, de vivir las cosas grandes es vivirlas tpicamente. Ante la imposibilidad de encajar esa magnitud se da una respuesta trillada y tpica. Ello indica el alto nivel de superficialidad en el que se enraza la vida. Por todo esto, el amor ha generado tpicos a raudales: el tpico de la belleza fsica como garanta nica de un amor fuerte; cuando a esto se suma la fortuna prspera, el tpico llega a lmites extremos. El tpico de un "para siempre" no trabajado y, por lo tanto, irreal. El tpico del amor nico donde, como suele decirse, tres son ya multitud. El tpico de construir una familia o trabajar por los hijos, cuando los divorcios y separaciones, mayoritariamente en los diez primeros aos de convivencia, con el horizonte econmico ya despejado y los hijos encarrilados, le hacen volver a uno a la dura realidad, a la dura soledad. Y multitud de tpicos menores de los que se aprovechan a tope los inventores del consumo. Aadamos a este mundo tpico del amor humano el matiz religioso (Dios nos ha unido, somos hermanos, etc.) y se acrecienta ms el riesgo de una vida en el vaco.

Cmo escapar al riesgo del tpico en la vivencia del amor en todas sus variantes? No ser tiempo perdido el continuar, si se puede, en esa desigual batalla por reformular todo: el lenguaje, los smbolos, las actuaciones de vida, los estilos de relacin. Quiz los mejores antdotos sean una vida en trabajada profundidad y, desde el lado cristiano, una fe crecientemente cultivada en sus contenidos bsicos. Si no, imposible.

6. Lo herido

Parece que, de alguna manera, la herida es algo inseparable del gozo del amor. As lo atestiguan desde la sensibilidad de los msticos hasta el ltimo amor de la adolescente que sufre sin recursos para superar el dolor que ella cree nico en el mundo. Entran en este campo del amor herido todo el cmulo de imposibilidades que envuelve los procesos afectivos. Y es que el amor conlleva determinados sufrimientos que la persona sensible acusa ms, aunque tambin goza ms.

Parece legtimo aspirar a sufrir solamente las heridas positivas del amor, aquellas que lo hacen ms verdadero y ms fecundo: la necesaria lejana que da el perfil a las cosas; el silencio necesario que ayuda a asimilar experiencias marcantes; el sosiego suficiente para encajar la imposibilidad de compenetracin total; los lenguajes inadecuados que hablan de lo inmaduro y de lo por hacer. Todo ese mundo puesto delante ms como un reto y una posibilidad que como un peso amargo.

7. Lo dialctico

Es posible que siempre haya existido en los procesos afectivos una tensin dialctica entre lo particular y lo universal. Hay que descartar, de salida, el planteamiento que sita lo afectivo, por ms sublime, en el exclusivo campo de lo universal. Amar a todos en general para no verse mezclado en ningn amor concreto es un a priori sin posibilidad de llegar a ser real. Por otra parte, un amor particular cerrado sobre s mismo, termina por estrangularse. Lo correcto parece ser el amor que lleva desde una honda e insustituible experiencia personal a las otras playas y mares de los amores que se van adhiriendo a esa espina dorsal. Conservando el amor experimentado como punto de partida su naturaleza de espina dorsal, quedara infecundo sin la realidad de los otros amores que en l van quedando integrados.

"El amor no debe reducir el mundo al tamao de unos ojos; ha de amarlo a travs de quien se ama; ha de mejorarlo porque lo habita quien ama. El amor es una luz que todo lo ilumina irremediablemente. En l caben no solo el t y el yo y el nosotros, sino el ellos tambin. Si ellos estn ausentes, el amor se consume en su pequea ancdota. Y ha de ser, por el contrario, un proyecto total: por eso y nada ms es el motor del universo".

8. Lo valioso

"Lo ms valioso que posee el individuo es lo que le han aportado los dems". Y eso ms valioso se adensa, con frecuencia, en la plural aportacin de los dems al proceso afectivo personal. Efectivamente, es cosa harto comprobada que el aprecio, la estima y el amor contienen unas posibilidades de regeneracin muy grandes. Hay interiores personales que han experimentado largos y penosos deterioros y que han comenzado a reconstruirse desde la captacin y vivencia de la fidelidad de otro que acompaa su vida. No vamos a ser ingenuos diciendo que un proceso regenerativo brota de una simple mirada tierna. Pero que el potencial amoroso puede hacer mutaciones definitivas, eso parece claro. Del mismo modo que es innegable el componente trgico y hasta destructor de un amor desorientado, igualmente hay que valorar la capacidad impulsora de un amor valioso.

Por supuesto, estos dinamismos vivos del afecto no quedan constreidos a los mbitos estrictos de los amores oficiales o socialmente reconocidos. Abarca el ancho mundo de la relacin y, con frecuencia, aparecen en marcos de vida al margen. As brilla ms, por ser ms libre, el valor de una relacin regeneradora y viva.

9. Lo leve

Con ser algo tan en la entraa, los contenidos de los procesos afectivos son algo sutil, leve y amenazado por la finitud. "A veces pensamos que, de pronto, el amor se termina, y no es verdad. Se va terminando, igual que la vida. El amor empieza a terminarse con no s qu impuntualidad, con una mala palabra, con una mala contestacin, con una falta de entrega, con una falta de generosidad. Eso va acumulndose fatalmente hasta que llega a su ltimo destino, que es la terminacin del amor".

Quiz la nica manera de mantenerse vivo en esta levedad sea el cultivo exquisito y expreso de la fidelidad, del cuidado en los detalles, de la participacin solidaria en lo poco que configura el cada da de la persona querida, el echar la suerte y el corazn a un lado de la vida. Esta participacin en lo concreto es ineludible a la hora de conformar un proceso afectivo y de conjurar el riesgo de que pueda terminar, algo tan sutil y tan leve.

10. Lo clido

Un cartel que muestra el abrazo de dos enamorados tiene la leyenda: "Aqu tienes tu casa". Ms all de su intencin publicitaria, se refleja ah una verdad hermosa: que la casa real de la persona es la realidad viva de otra persona. Ah, en esa calidez vital, se verifica la hermosura honda que el cario intuye. Por eso, cuando se califica a la persona amada como "casa ma", se est diciendo la verdad que se anhela. Ah, como en casa, el desnudamiento existencial cobra todos los tintes de la ofrenda del amor. No extraa que, en la medida en que se d esta situacin, nazca, crezca y se renueve cada vez el gozo del encuentro, el relmpago de la identidad, la inmediatez que no requiere ningn tipo de explicacin previa. En esas circunstancias, el tiempo cobra la dimensin nueva de lo vivido con intensidad y en creciente expansin. Ah se palpa la cercana con un realismo inequvoco y, desde ah, se viven con otro dinamismo los problemas que genera la vida. La seguridad de este apoyo vital es lo que hace que estos gozos soporten cualquier peso e incluso cualquier contradiccin generados por el proceso afectivo o por cualquier otra circunstancia adversa.

Creemos que ninguna situacin vital exige necesariamente la renuncia a esta clase de entregas aunque, eso s, tengan que ser vividas en modos diversificados. Lo clido del amor, en su mltiple presencia, es, de algn modo, anuncio del amor pleno, ese incluso que se derrama y se anuncia en las pginas del Evangelio.TALLER DE LECTURA Y DIALOGO

1. Tomar como lectura comn las pginas de J.GARRIDO, Grandeza y miseria del celibato cristiano, Ed.Sal Terrae, Santander 1987, pp.63-70. Tras leerlas en privado hacer un comentario comn sobre sus contenidos. Citar algunos otros textos de referencias que ayuden entender mejor y de forma sencilla los mecanismos del proceso afectivo.

2. Hacer cinco grupos y que cada uno de ellos tome dos de las diez cuestiones aqu propuestas. Que las comenten en privado y luego, en una segunda sesin, se pongan los resultados en comn para enriquecimiento del grupo.

a) Tratas con creciente paciencia tus oscuridades afectivas?

b) Crees que tu proceso afectivo crece al ritmo de las etapas de tu vida?

c) Piensas que tus instintos personales se van transformando en pulsiones de amor?

d) Cmo asumes realistamente los riesgos del amor?

e) Cmo liberarse de los tpicos de los que inevitablemente se ve rodeado el mundo del afecto?

f) Te ves cada vez ms capacitado/a para encajar el sufrimiento fecundo que genera el amor vivo?

g) Observas si cada vez queda ms clarificada la dialctica entre lo universal y lo concreto en tus relaciones afectivas?

h) Crees realmente que tu trabajo afectivo te regenera y regenera a otros?

i) Cmo cuidar lo leve y frgil de todo proceso afectivo?

j) Cmo vivir con creciente gozo lo clido del afecto?

Tema 3

LA BUSQUEDA

Establecido el marco general en el que se mueve el mundo de lo afectivo en nuestra sociedad y aproximados a los mecanismos que funcionan en la verdad del amor, podemos adentrarnos en la bsqueda ms propia que la Vida Religiosa hace en torno al mundo afectivo, componente suyo tambin.

1. La mirada a la Palabra

El derecho y la obligacin (el Espritu empuja a ello) que el creyente tiene de mirar a la Palabra para iluminar su propia realidad cristiana, alienta a abrir las pginas del Evangelio, siquiera significativamente, para lanzar la pregunta bsica de cmo amar desde el Reino.

Tengamos en cuenta que, debido a un cierto fundamentalismo religioso del que en modo alguno nos hemos visto libres, se han querido tomar las pginas del Evangelio como apoyo ideolgico de la opcin de celibato en sus diversas variantes. Pretender encontrar en las pginas bblicas las "razones" por la que uno hace opciones eclesiales totalmente posteriores a ellas es, adems de un anacronismo, una impropiedad. Pero, sin embargo, no se puede renunciar (sera bloquear el Mensaje) a beber el contenido inspirador del Evangelio y, desde ah, iluminar una situacin concreta de vida cristiana, la de amor desde el Reino, por ejemplo. Esta segunda opcin, claro est, es la nuestra. Por eso, nosotros tomaremos un pequeo ramillete de textos, a modo de ejemplo, para animar al lector/a a volcarse sobre las pginas de la Palabra en bsqueda de esos elementos inspiradores que iluminan y alientan nuestras opciones de fe. Leamos, pues, la Palabra:

a) Ya desde el principio: Lc 2,41-52

Cierto que este texto habla de la ruptura de Jess con todo el mundo de la tradicin juda: para encontrar a Dios no ser preciso ir al Templo, sino ir al Padre. Pero, dado que los componentes histricos del relato pueden ser tenidos en cuenta, vemos ah la realidad de un Jess que, muy dotado para lo religioso, se ve atrapado por dentro ya desde adolescente por un proyecto de vida que apunta a las realidades ms profundas del pueblo y de la fe de Israel. No es un chico que se "pierde", sino que se queda. Algo tendra que vislumbrar por ese camino de pertenencia exclusiva a "las cosas de mi Padre". Jess cogido por dentro ya desde el principio.

Sin sacar de quicio el texto, pero s nos resulta sugerente de cara a esa primera hora de la Vida Religiosa donde uno se ve, a veces, fuertemente atrapado en sus lados vivos por la fuerza y el anhelo del Evangelio. Cierto que esos impulsos tendrn que ser probados y discernidos por el duro caminar en la Vida Religiosa. Pero son muy valiosos porque quiz habr que recurrir a ellos muchas veces si se quiere reencontrar la frescura de una opcin. Tal vez en ese principio decidido y decisivo halle la ilusin por seguir adelante quien se vea acechado por la debilidad y por la fatiga en el largo camino que es el de construir un interior orientado al Reino.

b) En la barahnda de la vida: Mc 1,35

Este texto parece querer indicar el tipo de respuesta que Jess esboza a un planteamiento de su ministerio que la gente quiere encauzar por el camino del mesianismo poltico, como sera lo obvio. Jess busca otra orientacin para su vida personal. Y lo interesante es que lo haga en el marco de una oracin nocturna. En este caso, quiz en muchos otros, Jess ha tratado de imprimir a su vida la ptica correcta en el mbito de una intensa oracin. Es ah donde sin duda ha ido modelando esa opcin por el Reino en totalidad. Es una oracin que la suponemos densa y fuerte, extremosa incluso, donde ha ido resolviendo la pregunta por el modo del mesianismo. Es seguramente ah donde el Padre ha ido tocando sus fibras ms vivas hasta apropiarse de ellas y posibilitar as el que el proyecto del Reino llegara a la plenitud deseada.

A veces se ha propuesto la oracin como remedio a las deficiencias en materia de afectividad. No estamos muy seguros del xito. Sin embargo, concebir la oracin constante y tenaz, en modos contantes y sonantes, como un mbito donde se puede ir moldeando, poco a poco, la fibra viva en la que se asienta la verdad de lo que somos; entender el trabajo orante como un marco en el que se puede ir entrando en el secreto que el Padre tiene para la vida personal y del grupo; usar el camino orante como la posibilidad de desvelar y hacer atrayente, cada vez ms, la huella y el deseo del Padre sobre la propia historia, eso s que puede ser una ayuda para captar con creciente salud el tema del amor desde el Reino.

c) En un gnero de vida humano y en libertad: Lc 8,1-3

He aqu un texto singular por muchos conceptos. Por el estilo itinerante de vida de Jess y de su grupo; por la mezcla de los Doce y un grupo de mujeres; por su nivel significativo: la comunidad formada por los Doce y mujeres excluidas; por dar el nombre expreso de tres de ellas. Todos esos niveles son interesantes para el tema que nos ocupa. Reflejan estos breves versos la verdad de un Jess que forma el nuevo grupo de la fe ms all de los prejuicios habituales sobre estados de vida, sobre consideracin de personas, sobre calificaciones sociales. Un Jess que plantea el Reino en estos trminos es uno que ha tenido que llegar a integrar de forma intensa el deseo salvador del Padre y la honda necesidad de la vida humana. En ese sentido, Jess se desvela como respuesta a la necesidad ms fuerte de la vida. Solo un corazn y una vida en perfecta integracin podra ser respuesta para tales necesidades. Solo un corazn del todo orientado al Reino, en dedicacin honda y mstica para desvelar la realidad de la incidencia de Dios en la historia podra ser luz para otros.

No en vano el texto citado ha sido muy evocador para muchos movimientos religiosos en la historia de la fe. La Vida Religiosa tiene, aun hoy da, no poco que replantearse como espacio de vida y libertad. A nivel de ampliar modos de vida en sintona con la exclusin social hasta formar la comunidad evanglica tiene no poco donde agilizarse. Una forma de entender el asunto desde esta flexibilidad creyente y vital solamente podra brotar de quien va entrando en esos secretos del comportamiento evanglico de Jess que el texto sugiere.

d) La difcil primaca del Reino: Mt 19,1-12

Este texto sobre los "eunucos por el Reino" ha sido texto obligado en los manuales de Vida Religiosa ya que se ha querido encontrar en l la fundamentacin precisa del voto de castidad. Sin embargo, tal como lo tenemos hoy, no cabe duda que el texto est articulado en asuntos relativos al matrimonio y su problemtica. Efectivamente, lo que el texto mantiene es que el repudio que la ley sostiene es una corruptela del deseo salvador de Dios, del "principio", y que, el no tocar otra mujer que la suya (est ledo desde el lado del hombre) es, en el caso de quien no tuviera inconveniente reconocido para hacerlo (como los dos que ah se nombran) una verdadera vocacin, un modo de comportamiento de quien va siendo familiar al secreto del Reino. De ah que el nmero de los que han recibido ese don parece restringido, y ms vista la reaccin de los discpulos. Se trata de caer en cuenta de que la tremenda opcin en materia afectiva que es unir la vida a una sola mujer es camino de vida y de fe para l, quiz por el gran misterio de fidelidad que es la vida humana, derivado del bsico misterio de fidelidad que es la relacin de Dios con la historia. De todos modos, esto es un desvelamiento de pura fe y, por lo tanto, no imponible a la estructura matrimonial de modo directo y absoluto. En el fondo, se est hablando aqu del modo de entender lo afectivo de un orientado al Reino, de uno que ha llegado a esa difcil primaca que da sentido a las cosas hasta en sus niveles ms hondos.

Aunque, como decimos, el texto no apunta directamente a problemticas de Vida Religiosa, tal como lo entendemos es aplicable por extrapolacin. El ser eunuco del que habla el pasaje puede significar, por ampliacin, no solo el "no tocar mujer" de quien hace del Reino la norma orientadora, sino el tocar la mujer abandonada, la que no es pretendida por nadie, la que no es repudiada porque no est casada. Es el ser eunuco que apunta a todo el ancho mundo de la desafeccin con el que la persona del Reino se va identificando y conformando ms. La formulacin del pasaje evanglico es negativa. Podemos darle ese otro giro del trabajo y esfuerzo que tiende hacia el mundo del desamor, siempre tan vivo, quiz hoy ms que nunca en la persona urbana y secular.

e) En matrimonio con el pueblo: Jn 1,19-28

Este texto de la embajada a Juan Bautista sostiene un significado muy plural. Nosotros nos atenemos solamente a uno: el evangelista pone en boca del Bautista una confesin de su no mesianidad en favor de Jess, mesas nico. Lo hace bajo la figura del texto levirtico de desatar la correa de la sandalia ya que era uno de los dos gestos (el otro era escupirle en la cara) que componan el ritual de trasmisin del derecho-obligacin de llevarse a la mujer sola. El Bautista no es quin (no se trata de ninguna humildad, sino de impropiedad) para desatarle la correa de la sandalia a Jess. O sea: no est por encima de l en la lista de pretendientes y no hay cuestin de desatar nada porque el Esposo, Jess, no ha renunciado a la Esposa, el pueblo. Por eso se puede decir que Jess ha tenido como vocacin al pueblo y ello en el marco de lo esponsal, en los mbitos de un amor cuya hondura nosotros no sabremos nunca apreciar pero que la fe de la primitiva Iglesia ha sabido perfectamente intuir.

La Vida Religiosa, en la fecundidad de su opcin por el Reino, y contando con lo concreto de una vida clibe, se halla en condiciones ptimas para ejercer su "matrimonio con el pueblo" que no es solamente un populismo de corte demaggico y contemporizador. Es el afn porque lo comn, lo de todos, los valores de grupo vayan saliendo adelante. Es la colaboracin, sin esperanza ni consuelos, en favor del bienestar humano y creyente de todos aquellos que se hallan singularmente en situaciones de desatencin institucional. Es ser sensible a todo aquello que nace de la base, que se expresa en categoras de pueblo, que se celebra en el gozo del vecindario. Hecho todo ello desde la ms simple pertenencia a lo comn, sin afanes de liderazgo estril y en el simple ideal de llegar a ser un buen vecino. Modos seculares de la mstica de lo esponsal que aparecen con frecuencia en los escritos evanglicos, particularmente en el Evangelio de Juan.

Con este simple rastreo a travs de los textos evanglicos podemos establecer cinco modos bsicos de entender el amor desde el Reino:

1) El amor desde el Reino tiene que hacerse presente de algn modo, pero con vivacidad, desde las primeras horas de opcin de Vida Religiosa. Si no, faltara un punto de referencia al que habr que remitirse en muchas ocasiones de la vida.

2) Vivir el amor desde el Reino no postula, en modo alguno, un alejamiento de la realidad concreta de los problemas de la vida. Por el contrario, el amor desde el Reino est llamado a ser fecundo en esos mbitos ms reales, ms duros, de lo diario. Es su vocacin sanadora.

3) Solo en lugares donde crece la valoracin de lo humano en recia profundidad y la libertad en anchura cada vez mayor puede vivir con salud el amor desde el Reino.

4) Hacer una reorientacin y una organizacin de las opciones vitales, grandes y pequeas, desde el amor del Reino es haber dado con el ncleo del Evangelio.

5) Al fin y al cabo, el amor desde el Reino termina en el otro, en el pueblo que ms soporta el peso de la historia, porque la innegable fecundidad de este amor est llamada a generar vida en "matrimonio", en sintona total, con la historia.

2. Una tarea de restauracin

Puede la Vida Religiosa entrar con vivacidad por esta dinmica? No son impedimento inamovible los modos otros con los que el tema ha sido enfocado en nuestra historia reciente de la Vida Religiosa? Hay recursos personales y comunitarios que sean capaces de afrontar el reto de entender la afectividad-sexualidad desde perspectivas nuevas? Es posible una comprensin del Mensaje en esta dinmica de novedad que estamos sugiriendo? Son preguntas que no tienen respuesta fcil ni obvia. Muchos religiosos han sucumbido ante esta enorme tarea, convencidos de que les han enseado a soportarse, pero no a amarse.

Y, sin embargo, es preciso creer en las posibilidades de una obra restauradora por medios sencillos y tenaces. Hoy ms que nunca la Vida Religiosa est necesitada de hermanos terapeutas, de personas que, con una honda y compasiva comprensin de su propia realidad personal, se acerquen al mundo herido que la Vida Religiosa viene soportando, quiz como algo constitutivo de sus propias dinmicas. Estas posibilidades a las que nos referimos son:

* la hoy ms evidente que nunca posibilidad de una flexibilizacin en nuestros modos diarios de vivir la Vida Religiosa y lo afectivo con ella. Despus de la rigidez tremenda en que se ha desarrollado la vida de muchos religiosos/as hoy se nos invita, desde muchos lados, a modos ms flexibles de vida, ms posibilitadores de cara al difcil logro de la madurez deseada y soada por no pocos.

* la cercana en modos ms inmediatos a la persona en necesidad de apoyo, de aclaracin, de sosiego, de consuelo incluso. La libertad de expresin, la posibilidad de un dilogo personal ms respetado, la evidente sensibilidad por la dignidad de cada persona hacen que esa cercana posibilite la reparacin y el ajuste de muchas conductas afectivas que uno solo no sabra encauzar.

* la apertura ideolgica abre tambin muchas posibilidades a una reorientacin del tema afectivo. Muchos temas que hasta ahora haban sido considerados prohibidos saltan a la palestra del dilogo con ms naturalidad. La misma formacin permanente que, poco a poco, va haciendo parte constitutiva de la Vida Religiosa colabora a esa flexibilizacin ideolgica y, con ella, a una posibilidad de sanacin en el dominio afectivo.

* la normal y creciente facilidad para acudir a la ayuda de especialistas (psiclogos, mdicos, etc.) como instrumentos que faciliten la comprensin de las dificultades que genera la vivencia de lo afectivo y como mediaciones de terapias de alivio.

* la fraterna libertad para acercarse al corazn del hermano sin tener que soportar presiones externas; la posibilidad real de un cultivo personalizado de la amistad sin ver en ello contubernios ni extraas "desviaciones"; el mayor respeto por parte de las estructuras a los acercamientos personales que la vida va efectuando en la persona de los hermanos; he aqu todo un conjunto de posibilidades que animan a una obra restauradora en lo referente al mundo del afecto.

Posiblemente todo esto parezca una generalizacin. Pero los que han vivido caminos duros en el mundo del afecto saben que estamos hablando de un horizonte nuevo y de un aire ms limpio. Hay quien piensa que esto no llega demasiado tarde. Su posibilidad de reorientacin es garanta de verdad y nimo para quien quiere de verdad amar desde el Reino, o sea, vivir un afecto integrado viviendo una fe integrada.

Pero no es solamente a nivel personal el campo a trabajar para que el mundo del afecto se mantenga vivo y creador. Tambin es necesario, del todo, el empuje estructural. Crear modos de vida organizativo que apoyen todo esto es obra comn, requisito imprescindible. Cito tres puntos, a modo de sugerencia:

* una necesaria evolucin en el hbitat de la Vida Religiosa, sobre todo en la vivienda y lo que comporta. La estructura conventual conlleva, entre otros muchos modos cuestionables, una dificultad manifiesta para la relacin personal, base de todo proceso afectivo. Si el corazn abierto es algo a lo que est abocado necesariamente el trabajo afectivo, esto no podr darse sin un modo de vivienda flexible y abierto. Razn de ms para no cansarse de tantear en estos caminos de bsqueda.

* el anhelo de que las comunidades religiosas encuentren un modo de conformacin que no pase siempre y del todo por el solo parmetro del despacho del superior. O sea: mientras las fraternidades se conformen por dinmicas sobre todo estructurales, difcilmente se har creble al interior necesitado de horizonte afectivo que en esos hermanos/as concretos hay una posibilidad real

* el avance efectivo en la comprensin y vivencia del tema de la obediencia y de la disponibilidad en la Vida Religiosa. Es normal que la estructura, si no se le hace verlo as, no mire con frecuencia a los intereses vitales de la persona. No son los suyos. Por eso, es preciso hacerle ver, para bien del conjunto de intereses, los de la persona y los del grupo. Estas necesidades bsicas, las afectivas y otras, modifican los mecanismos de una obediencia simplemente organizativa.

Toda esta tarea es ardua, pero hermosa. Y, por lo dems, es el campo nico en el que muchos religiosos/as han de librar su particular batalla por encauzar y reconstruir este sector de la personalidad y de la fe. No apuntarse cada da a esta tarea sera renunciar a un mundo de verdor y de futuro. Trabajar tenazmente los componentes bsicos de la persona, uno de ellos este de la afectividad, es el modo mejor de creer en el futuro, el que cada uno, cada grupo, se va labrando. No hay otro.

Por otra parte, casi nada hemos dicho de cmo insertar todo este trabajo en la realidad social que envuelve la vida del religioso/a. Quiz, con ser decisivo, el problema mayor no es an la insercin en el hecho social sino el trabajo previo por aclararse y reorientar, poco a poco, aspectos muy concretos del proceso afectivo. Luego vendr lo dems.

3. Una obra de difcil logro

Pero la dificultad no afecta solo al colectivo mayoritario y adulto de la Vida Religiosa. Quiz los jvenes religiosos/as tienen menos inconvenientes histricos debido a la pertenencia a un mundo ms flexible que el de pocas anteriores. Pero persiste la misma dificultad para generar procesos afectivos correctos y valiosos. La doble integracin que pretende el mundo afectivo en la Vida Religiosa, la que afecta a la persona y la que mira al hecho social, es algo que persiste, con variantes, en la vida de los religiosos/as jvenes. La resolucin de esta problemtica afecta, lo sabemos, a la gnesis vocacional, al simple nmero de vocaciones. Razones todas ms que suficientes para que dirigir ahora la mirada a este otro sector.

Cuando hablamos de una "pedagoga del afecto" de cara al mundo de los religiosos/as jvenes estamos refirindonos a cosas muy concretas: la ajustada comprensin del bagaje afectivo con el que ella joven de hoy accede a un proyecto de Vida Religiosa; el anlisis correcto de los horizontes reales que la Vida Religiosa les abre para encauzar, enriquecer y llevar a buen puerto su proceso afectivo; los procesos de personalizacin que los grupos de Vida Religiosa son capaces de construir para contexto vital del trabajo afectivo de los/las jvenes, ms all del lmite estrecho y peculiar de las fraternidades de formacin. Habr que tener en cuenta todos estos datos para aprender el delicado arte de acompaar, participar y ayudar a sobrellevar las soledades peculiares del mundo del afecto hasta llegar a hacerlas fecundas desde una lectura creyente de la realidad.

Es, justamente, en este punto de la insercin en la realidad de hoy donde el joven religioso/a trabaja con presupuestos ms nuevos:

* Desde un punto de vista aparentemente positivo, el joven religioso/a de hoy mantiene una continuidad con el mundo afectivo en que ha vivido siempre (sus amigos/as), tiene una capacidad ampliada para absorber el mundo del erotismo y su flexibilidad para mezclar situaciones afectivas mltiples es ms notable.

* Desde un lado ms discutible se percibe mucho ms dbil su capacidad para iniciar procesos de ruptura, alarga muchsimo el tiempo de sus indecisiones afectivas y termina por mostrar el lado embarullado en el que realmente estn inmersas muchas de sus experiencias.

* No cabe duda que, desde el punto de vista de insercin de su proceso afectivo en el hoy social, el joven religioso/a tiene una posibilidad de integracin mayor, llegando ms fcilmente a un equilibrio emocional entre lo que siente como ms suyo en la entrega al Reino y su sentido de pertenencia real a la sociedad de la que nunca ha salido. Por otra parte, la vivencia plural del afecto en modos y personas hace, por un lado, que se amplen sus posibilidades de crecimiento afectivo y, por otro, que ese caudal del afecto anegue tambin esas otras parcelas de los mundos del desamor hacia los que no pocos religiosos/as jvenes son muy sensibles.

De cualquier modo, al joven religioso/a, aunque parta de premisas diversas a las de los religiosos/as adultos, no le ser ahorrado el trabajo, arduo a veces, de construir el adecuado proceso afectivo que le sea ms fecundo en vida y en fe. Ciertamente en esto, ya lo hemos dicho, el futuro es el que se va labrando cada cual.

4. Compaeros/as del desamor

Cmo el religioso/a de hoy, joven o adulto, puede integrar en esta mentalidad que pretende insertar los procesos afectivos en los sociales repensar y vivir de forma nueva el llamado voto de castidad? Quiz haya que comenzar por clarificar la nocin de voto. Tradicionalmente se ha entendido el voto como virtud; pero tal vez haya que dar paso a una nocin de voto como situacin de vida. En ese caso, el voto no sera primordialmente algo que mirara a una espiritualidad intimista sino una visin de los sectores dbiles de la historia desde un profundo amor a la realidad del Reino que pretende su sanacin y revalorizacin.

Desde esta perspectiva, podra ser entendido el voto de castidad como un hacer voto de ser compaero/a del desamor; como la promesa firme que va involucrando (es algo dinmico) a toda la persona, al grupo religioso incluso, en la solidaridad vital con los fondos ms heridos de la vida de los que uno va haciendo parte. El carcter oblativo del voto ya no sera, en ese caso, una ofrenda extraa de lo fsico o de lo espiritual incluso a "la divinidad" o al Evangelio divinizado, sino una ofrenda al corazn destrozado de aquel que soporta con la mayor dureza los pesos de la historia. Para no pocos religiosos/as, jvenes incluso, este planteamiento puede ser algo carente de mstica, de sublimidad. Pero es preciso pensar seriamente si no ha llegado ya el tiempo de enfocar la espiritualidad de la Vida Religiosa desde posicionamientos similares. TALLER DE LECTURA Y DIALOGO

1. Si alguien ha ledo de la obra de J.B.METZ, Las rdenes religiosas. Su misin en un futuro prximo como testimonio vivo del seguimiento de Cristo, Herder 1978, Barcelona, pp.56-89 podra exponer, brevemente, qu juicio le merece esa visin de los votos. Se compagina con la visin tradicional? Es ms posibilitadora?

2. Valorar uno de los textos bblicos propuestos en este tema. Sugerimos el de Mt 19,1-2. Es posible darles entre todos una lectura nueva?

3. Haced una consideracin de los cinco modos bsicos de entender el amor desde el Reino. Para diversificar el trabajo podran encargarse dos o tres personas de cada uno de los puntos.

4. Que los religiosos/as ms adultos de la comunidad digan por qu es tan difcil hacer en ellos una obra de restauracin en lo afectivo. No centrarse en ancdotas sino tender a pequeas sntesis de vida

5. Que los religiosos/as ms jvenes de la comunidad digan cmo ven ellos este asunto de lo afectivo, qu posibilidades se les van abriendo, qu dificultades no terminan de aclararse.

6. Finalmente, qu juicio ideolgico y prctico merece la definicin del voto de castidad como "compaa en el desamor"? Puede llegar a tener esto consistencia y futuro?

Tema 4

La pregunta

Llegados a este ltimo captulo, estamos en condiciones para hacernos ya, a modo de sntesis, algunas preguntas que, trabajadas, puedan abrir horizontes ms amplios en la vivencia del Amor desde el Reino. Lo hacemos en forma de tesis y ser el dilogo sobre ellas la otra parte del trabajo. Estos planteamientos siguen teniendo la misma preocupacin de todo el trabajo: valorar el hoy social para tratar de insertar ah el Amor desde el Reino.

1. La espina dorsal del Amor desde el Reino (AR) no es el Reino sino el amor. Nos referimos a la experiencia fontal del amor, incluso de un solo amor, desde donde se extiende, como un racimo, todo el conjunto de amores que desencadena el proceso afectivo. El Reino envuelve, orienta, ordena y plenifica ese ncleo vivo del amor. As desvela el Evangelio su calidad de correctivo de la historia.

2. En la dinmica del AR es mayor dificultad captar los mecanismos del Reino que los del amor. Estos, con ser complejos, pertenecen a nuestra entidad. Aquellos, con ser claros ideolgicamente es difcil hacerlos confluir con la realidad humana. De ah el trabajo de la fe.

3. El AR no exige rupturas infecundas sino esfuerzos integradores.

4. El AR conlleva necesariamente una nueva visin de la historia humana. Esa visin es nueva por la creciente profundidad con la que se le quiere leer; por la total solidaridad en la que uno se va viendo envuelto; por el corazn compasivo en el que uno se va adhiriendo a sus lados ms sufrientes.

5. Traducir el llamado voto de castidad por la "compaa en el desamor" supone el voto como situacin de vida, la mirada compasiva al ancho mundo del desamor, la certeza de que ese es el objetivo final del Evangelio. As el AR es lenguaje de la compaa que el Padre presta a nuestra historia, anhelante de amor.

6. Mezclar la Palabra con el AR no es fcil por la carga de religin con la que la hemos envuelto. Una lectura secular de la Palabra puede colaborar a hacer ms viable el AR como elemento dinamizador de la vida.

7. La Vida Religiosa, a pesar de nuevas dinmicas, instrumentos ms valiosos, posibilidades ms a la mano no podr entender el AR mientras no se vuelque con decisin vital al mundo del desamor. Es su posibilidad y su reto.

8. Tal vez el AR no sea algo elocuente a la sensibilidad de hoy si, a la par, no se cultiva expresamente una vuelta a los sentimientos, un crecer en ternura, cercana, vuelta al corazn del otro.

9. Las dificultades para construir un proceso afectivo, tanto de cara adentro del grupo religioso como de cara afuera del mismo, hablan de la verdad de lo afectivo como componente de la realidad personal. Por eso, el AR no puede ser un por supuesto del grupo religioso, sino una tarea deliberadamente comn.

10. Hacer una tarea de restauracin de lo afectivo y, con ello, del AR no es dar simples retoques a los planteamientos de siempre. Es aprestarse, con realismo y decisin, a replantear muchos aspectos de la vida personal que han quedado deformados. Es trabajo para quien mantiene realmente vivos los ncleos de su persona.

11. Del mismo modo que no es posible asumir los mecanismos del afecto desde fuera, como si uno no se viera realmente implicado en ellos, tampoco se puede entender el AR sin situarlo en lo vivo e implicativo de la realidad personal. Un AR que no interroga a la vida es un lirismo vaco, cuando no un engao.

12. Quiz son trabajos perdidos el tratar de convencer a la sociedad de hoy de las excelencias del celibato. Mejor emplear esos esfuerzos en acompaar vidas heridas.

13. Los gozos del celibato, como los del AR, solo pueden ser vividos a la par que los simples gozos y soledades del amor. Aqu, distanciar es destruir.

14. Por ser mujer, la religiosa que se plantea el AR hoy tiene ms dificultad y ms posibilidades. Ms dificultad porque ser mujer implica, hasta en esto, lucha mantenida; ms posibilidades porque nadie le podr arrebatar su capacidad peculiar de dedicarse por entero a esa mediacin gozosa y dolorosa que es el amor.

TALLER DE LECTURA Y DIALOGO

1. Leer, como complemento, del libro de J.B.METZ-T.RAINER PETERS, Pasin de Dios. La existencia de las rdenes religiosas hoy, Ed. Herder, Barcelona 1992, pp.53-84. Si alguien pudiera hacer una pequea sntesis, mejor. Distribuirla por escrito antes de la reunin y comentarla un poco.

2. Elegir, para un primer encuentro, las tesis que resulten ms sugerentes. Comentarlas una por una.

3. Para un segundo encuentro, comentar el resto.

4. Hacer una valoracin del conjunto de los cuatro temas de este cuaderno. Te ha aportado algo su estudio? Abre posibilidades? Qu sugerencias haras al autor de este trabajo?

5. En qu puntos personales y comunitarios habra que comenzar a tomar nuevas direcciones?

Recordar aquella curiosa clusula de la "no parvedad de materia" en este solo aspecto de lo afectivo-sexual.

Cmo va a encarar de un modo nuevo este tema un joven sacerdote en cuya ordenacin se insiste en la peculiaridad y diferencia de su persona respecto a la de los dems y termina la ceremonia, hoy en da, en un inacabable besamanos? Cmo va a encajar la problemtica afectiva de un modo nuevo una joven religiosa a la que se le pone un hbito diferenciador, se le coloca en un trabajo diferenciador, se le da un mbito relacional diferenciador y se la rodea de una espiritualidad diferenciadora?

Tomemos, por ejemplo, un lenguaje censurado hasta ahora, tanto a nivel social como a nivel religioso: el lenguaje de la caricia. Cmo se entiende? Cmo se prctica? Cf A.GALA, El guila bicfala, Madrid 19932, pp.269-271; La "terapia de la caricia", en Vida Nueva n 1095 de 31/7/93 p.33.

Cf C.GURMENDEZ, Vuelta a los sentimientos, en Babelia/EL PAIS, n 88, sbado 19 de junio de 1993, pp.2-3.

Hasta en aquel "tenan todos un mismo sentir" en torno al Evangelio de Hech 4,32 creemos reconocer algo de esto.

Cf C.GURMENDEZ, art.cit., p.2.

Hasta cierto punto parece lgico que la VR haya estigmatizado las pasiones descontroladas; pero el aplicar la misma medida represiva a los sentimientos quiz ha contribuido a un notable empobrecimiento de las personas.

As lo atestiguan las viejas tragedias, los desinhibidos versos de Ctulo, los dramas shakespearianos, el Bergerac de Rostand, la novela romntica y cualquiera de los ltimos libros en los anaqueles de nuestras libreras.

Cf A.MONCADA, La crisis de la pareja, Ed. La lectura, Madrid 1992.

Cf G.GURMENDEZ, art.cit., p.3. Ver el film "Amo tu cama rica" que trata parecida problemtica.

Cf J.L.ARANGUREN, La vejez como autorrealizacin personal y social, Madrid 1992, pp.41-42; AA.VV., La sexualidad del deficiente, Ed. Ceac, Madrid 1988.

En la hermosa cancin "Palomas al vuelo" del disco de Mecano, Descanso dominical, se dibuja la problemtica ante el afecto conflictivo: "Una opina que aquello no est bien; la otra opina que qu se le va a hacer; y lo que opinen los dems est de ms". Un pequeo botn de la muestra de verse envuelto en una especie de fatalidad que sobrepasa a la persona.

"'El guila bicfala' lleva siete ediciones en un mes. Ha sido algo bastante raro. Quiz la gente est deseando que le hablaran de amor". A.GALA en LA RIOJA 18-7-93 p.6.

Ver, por ejemplo, la todava viva obra de P.TILLICH, La dimensin perdida, Bilbao 1970, en la que se refiere a la dimensin de profundidad como esa dimensin perdida que el hombre de hoy necesita urgentemente recuperar.

Un antdoto contra la superficialidad, adems del cultivo de la reflexin en todas sus variantes, es la cercana al lenguaje potico. El que en las libreras haya aumentado, aunque siempre ser poca y son todava escasas las capas sociales que se acercan al mundo de lo potico, es un signo positivo de posibilidades de profundizacin en la vida y, desde ah, de posibilidades para una vida afectiva enriquecida. Cf G.SANTAYANA, Interpretaciones de poesa y religin, Ed. Ctedra, Madrid 1993.

Ver una problemtica similar en la novela de M.HIDALGO, Azucena, que juega al tenis, Ed.Mondadori, Madrid 1988.

An suena hiriente y con cierto realismo aquel aforismo de los Rolling Stones en "Let it bleed", donde decan: "Este es un mundo de hombres, y las mujeres solo tienen un lugar en l: bajo las sbanas".

Ver estos datos en el artculo de M.PEREZ OLIVA, La mujer difamada. La autora norteamericana Susan Faludi advierte sobre la ofensiva ideolgica contra el feminismo, en Babelia/EL PAIS 27-3-93, pp.2-3.

Cf A.GALA, entrevista en LA RIOJA 18-7-93 p.6.

As lo ve tambin, a su manera, la encclica de Juan Pablo II, Mulieris dignita