25258045 Gonzalez Gil Manuel Cristo Misterio de Dios 01

251
M. GONZÁLEZ I HISTORIA SALUTK Serie' de monografías de Teología dogmática CRISTO EL MISTERIO DE DIOS Cristología y soteriología

Transcript of 25258045 Gonzalez Gil Manuel Cristo Misterio de Dios 01

  • M. GONZLEZ I HISTORIA SALUTK Serie' de monografas de Teologa dogmtica

    C R I S T O EL MISTERIO

    DE DIOS

    Cristologa y soteriologa

  • BIBLIOTECA DE

    AUTORES CRISTIANOS Declarada de inters naci nal

    ESTA COLECCIN SE PUBLICA BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCIN DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

    LA COMISIN DE DICHA PONTIFICIA UNIVER-SIDAD ENCARGADA DE LA INMEDIATA RELA-CIN CON LA BAC EST INTEGRADA EN EL AO 1976 POR LOS SEORES SIGUIENTES:

    PRESIDENTE

    Emmo. y Rvdmo. Sr. Dr. VICENTE ENRIQUE Y TARANCN, Cardenal Arzobispo de Madrid-Alcal y Gran Canciller de

    la Universidad Pontificia

    VICEPRESIDENTE: H m o. Sr. Dr. FERNANDO SEBASTIN AGUILAR, Rector Magnfico

    VOCALES : rjr. ANTONIO ROUCO VRELA, Vicerrector; Dr. GABRIEL PREZ RODRGUEZ, Decano de la Facultad de Teologa; Dr. JULIO MANZANARES MARIJUN, Decano de la Facultad de Derecho Cannico; Dr. ALFONSO ORTEGA CARMONA, Decano de la Facultad de Filosofa y Letras y Vicedecano de la Seccin de Filologa Bblica Trilinge; Dr. MANUEL CAPELO MARTNEZ, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales; Dr. SATURNINO ALVAREZ TURIENZO, Vi-cedecano de la Seccin de Filosofa; Dr. CLAUDIO VlLA PALA, Vicedecano de la Seccin de Pedagoga; Dr. ENRIQUE FREIJO BALSEBRE, Vicedecano de la Seccin de Psicologa.

    SECRETARIO; Dr. JUAN SNCHEZ SNCHEZ, Catedrtico

    de Derecho Cannico.

    LA EDITORIAL CATLICA, S. A. APARTADO 466 MADRID MCMLXXVI

    HISTORIA SALUTIS Serie monogrfica de Teologa

    dogmtica

    COMIT DE DIRECCIN

    JOS ANTONIO DE ALDAMA, S. I.

    CNDIDO POZO, S. I.

    JESS SOLANO, S. I.

  • C R I S T O , EL M I S T E R I O

    DE DIOS Cristologa i) soteriologa

    I

    P O R

    M A N U E L M. G O N Z L E Z GIL PROI'FSOR EN LA FACULTAD DE TLOLOGA

    DE LA UNIVERSIDAD SOPHIA (TOKIO)

    BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID . MCMLXXVI

  • (C) Biblioteca de Autores Cristianos, de La Editorial Catlica. S. A. Madrid Con censura eclesistica Depsito legal M 1601-1976 ISBN 84-220-O741-X obra completa ISBN 84-220-0742-8 tomo I Impreso en Espaa Pnnted n Spain

    NDICE GENERAL

    Pgs.

    VOLMENES PUBLICADOS -. x

    PRESENTACIN DEL COMIT DE DIRECCIN x m

    PRLOGO xv

    SIGLAS xx

    BIBLIOGRAFA GENERAL x x m

    LIBRO PRIMERO

    EL MISTERIO DE CRISTO EN LA FE DE LA IGLESIA

    Proemio 5

    PRIMERA TASE: La revelacin del misterio en el Nuevo Testa-men to 8

    i. El nacimiento de la fe de los apstoles y de la cristologa 16 2. Enunciados primitivos del misterio 19 3. Presentacin del misterio en los evangelios sinpticos 26 4. Elaboracin del misterio en las epstolas paulinas 34 5. Formulacin del misterio en la literatura joanea 44 6. Tematizaciones del misterio en los escritos posteriores 55 7. Eplogo 63

    SEGUNDA FASE : La interpretacin del misterio en la T r a d i c i n . . . . 66

    1. Marco histrico 71 2. Perodo inicial (S.II-III) 74 3. La cristologa teolgica (s.iv) 84 4. La cristologa ontolgica (s.v-vi) 90 5. La cristologa antropolgica (s.vi-vn) 115 6. Clausura de la poca patrstica (s.vni) 123 7. Mirada retrospectiva 125

    TERCERA FASE : La reflexin sobre el misterio en la teologa 131

    1. Edad Media y la escolstica (S.XI-XIV) 134 2. El Renacimiento y el Tridentino (s.xv-xvn) 145 3. La Ilustracin y el Vaticano I (S.XVIII-XIX) 149 4. La Edad Contempornea y el Vaticano II (s.xx) 153 5. Balance y programa 163

  • VIII ndice general

    LIBRO SEGUNDO

    EL MISTERIO DE CRISTO EN SU REALIZACIN HISTRICA

    Pags

    PRIMERA PARTE Nacimiento e infancia 173

    Capitulo 1 El evangelio de la infancia 174 1 Los misterios de la infancia como evangelio 175 2 El mensaje del evangelio de la infancia 179

    Captulo 2 El designio del Padre 183 1 La iniciativa del Padre 184 2 El envo del Hijo 191 3 La plenitud de los tiempos 197

    Capitulo 3 La venida del Hijo 204 1 La actitud filial de Jess 206 2 La unicidad de la filiacin de Jess 209 3 La trascendencia divina de la filiacin de Jess 212 4 La filiacin de Jesucristo y la nuestra 224 5 Por que se encarna precisamente el Hijo 227

    Capitulo 4 La forma de Siervo 236 1 Jess hombre como nosotros 238 2 Las limitaciones humanas 241 3 La insercin en la historia 245 4 La potencialidad salvifica 248

    Capitulo S El Dios hombre 252 1 El contenido de la formula dogmtica 254 2 La enseanza del Nuevo Testamento 257 3 El enfoque bblico dogmtico 261 4 Vas de acceso al misterio del Dios hombre 265 5 La aveacion del antropomorfismo divino 277

    Capitulo 6 La intervencin del Espritu Santo 281 1 El hecho de la presencia del Espritu Santo 281 2 El modo de la intervencin del Espritu Santo 284 3 La razn d i la intervencin del Espritu Santo 287

    Captulo 7 El misterio de la encarnacin 289 1 La encarnacin como misterio de Dios 289 2 Los nombres del Dios hombre 295

    SEGUNDA PARTE Vida publica 303

    Captulo 8 El bautismo 306 1 Preliminar exegetico 307 2 Perspectivas cristologicas 310 3 Santidad ntica de Jess 315

    Capitulo 9 Las tentaciones 323 1 Preliminar exegetico 324 2 Historicidad del hecho 329 3 Realidad existencial de la tentacin 332 4 Santidad moral de Jess 337

    ndice general

    Capitulo 10 La predicacin 1 Actividad predicadora de Jess 2 El mensaje 3 El auditorio 4 Jesucristo como predicador del remo

    Capitulo 11 Los milagros 1 Consideraciones preliminares 2 Los milagros de Jesucristo en los evangelios 3 Historicidad de los milagros 4 El sentido de los milagros 5 El milagro y la fe 6 El poder taumatrgico de Jess 7 Los milagros y el misterio pascual

    Capitulo 12 La ciencia humana de Jesucristo 1 El testimonio escriturstico 2 Teoras clasicas sobre la ciencia de Cristo 3 Elaboracin teolgica

    Capitulo 13 La conciencia humana de Jess 1 El problema histrico 2 El problema psicolgico 3 La conciencia moral humana de Jess

    Capitulo 14 La transfiguracin 1 La transfiguracin y su sentido 2 El Profeta esperado 3 Jess como Profeta y Maestro 4 Jesucristo, Palabra de Dios 5 Palabra y evento

  • HI S TORI A SAL UTIS

    VOLMENES PUHUCADOS

    Fase precristiana.

    Cristo y su obra.

    De los Evangelios al Jess histrica. Introduccin a la Cris-tologa (J. Caba). Cristo, el misterio de Dios. Cristologa y soteriologa, 2 vols. (M. M.a Gonzlez Gil de Santivaes). Mara en la obra de la salvacin (C. Pozo). Dios revelado por Cristo (S. Vergs-J. M. Dalmu). La Iglesia de la Palabra, 2 vols. (J. Collantes). La salvacin en las religiones no cristianas (P. Dambo-riena).

    Los tiempos de la Iglesia.

    Teologa del signo sacramental (M. Nicolu). Ministros de Cristo. Sacerdocio y sacramento del orden (M. Nicolu). La uncin de los enfermos (M. Nicolu). El matrimonio cristiano y la familia (J. L. Larrabe).

    El final de la historia de la salvacin.

    Teologa del ms all (C. Pozo).

    V J O N el presente volumen, la serie Historia salutis alcanza una meta importante. No slo es relevante en s la publicacin de una obra que abarca una Cristologa y una Soteriologa, dada la actualidad de muchos de los temas implicados en ellas (pinsese, por ejemplo, en la grave problemtica de las crti-cas a lo que se llama el modelo calcedonense, o en los intentos de una interpretacin secularizada de la redencin), Para la serie es una fecha sealada completar con este volumen la fase que en el plan de conjunto designamos bajo el epgrafe Cristo y su obra.

    En cuanto al autor, de modo semejante a lo que sealba-mos al prologar la obra de P. Damboriena, La salvacin en las religiones no cristianas (BAC 343), se trata hoy, una vez ms, siguiendo un plan deliberado, de un telogo espaol que nos trae referencias culturales sumamente enriquecedoras para nuestra serie. Ya el mero hecho de que el R. P. Manuel Ma-ra Gonzlez Gil de Santivaes, una vez terminados sus estu-dios de Filosofa (Granada) y Teologa (Oa en Espaa y Marneffe en Blgica) con los respectivos doctorados, se espe-cializara en Sagrada Escritura, nos parece un dato interesante. En efecto, el P. Gonzlez Gil fue discpulo en Bonn durante dos semestres, en los que estudi lenguas semticas y crtica textual de manuscritos hebreos, del profesor Paul Kahle, el conocido coeditor, con Kittel, de la Biblia Hebraica (KITTEL-KAHLE). Esta preparacin escriturstica la continuara en el Pontificio Instituto Bblico de Roma. Creemos un valor muy positivo que temas tan delicados como los de la Cristologa y la Soteriologa los desarrolle un telogo que procede del campo de la Escritura.

    Desde Roma, el P. Gonzlez Gil marcha al Japn. La gue-rra mundial le impondr un parntesis en sus trabajos cient-ficos, que tendr que cambiar por trabajos pastorales; en los ltimos aos de la guerra, una serie de dificultades le har des-plazarse de Japn a Sanghai. Terminada la contienda, se in-corpora como profesor al Seminario de Tokio, dependiente de la Universidad catlica Sophia, de la misma ciudad. All con-jugares un dato constante en su personalidad cientficala enseanza de la Escritura (Nuevo Testamento) con la de la

  • Dogmtica (Escatologa, Cristologa y Soteriologa). Cuando en 1956 se funda la Facultad Teolgica, eclesistica y civil, de Tokio, el P. Gonzlez Gil es el primer decano de ella. Des-de entonces hasta 1974 ha desarrollado all su trabajo de ense-anza. Sus publicaciones son poco accesibles para nosotros. Las ms importantes son dos libros, una Introduccin a los Evangelios y una Soteriologa, publicados en Tokio en japons. La presente monografa es el fruto de sus ya largos aos de enseanza teolgica en los dos tratados que constituyen su subttulo. El P. Gonzlez Gil la escribi pensando publicarla en japons. El Comit de Direccin de Historia salutis invit al autor a que la publicara en Espaa, en esta serie y para el amplio mundo de los lectores de lengua espaola.

    Al hacer esta invitacinpor cuya aceptacin queremos dar aqu al P. Gonzlez Gil las ms expresivas gracias, pen-samos que nuestro mundo cultural no deba verse privado de los frutos de tantos aos de trabajo teolgico de un telogo es-paol que ha vivido tan lejos de nuestras fronteras. Por otra parte, la lectura del manuscrito nos convenci de su radical originalidad. Hace aos lamentaba K. Rahner la prctica des-aparicin en Dogmtica actual de trabajos teolgicos sobre los misterios de la vida de Cristo l. En esta lnea se han hecho re-cientemente algunos interesantes intentos 2. Sin embargo, tanto en los tratados clsicos, De mysteriis vitae Christi 3, como en los intentos contemporneos, el tratado sobre los misterios de la vida del Seor coexiste con tratados sistemticos de Cristo-loga que se le yuxtaponen4. La originalidad de la presente

    1 ber den Versuch eines Aufrisses einer Dogmatik, en Schriften zur Theo-logie t . i 3. a ed. (Einsiedeln 1958) p . n y 20.

    2 Vase, por ejemplo, A. GRILLMEIER, R. SCHULTE y C H . SCHTZ, Die Mysterien des Lebens Jesu; H. U. VON BALTHASAR, Mysterum Paschale, en J. F E I N E R - M . LOHRER, Mysterium Salutis t.3/2 (Einsiedeln 1969) p.1-326.

    3 Vase la estructura de la 3. a parte de la Suma Teolgica de Santo To-ms, en la que las primeras 26 cuestiones son sistemticas y slo a partir de la 27 entra un esquema que sigue los misterios de la vida del Seor. Tam-bin el tratado de SUREZ, Misterios de la vida de Cristo (BAC 35 y 55), debe verse en el conjunto de sus comentarios a la 3.a parte de la Suma; tambin en l se guarda la misma estructura.

    4 Los trabajos a los que se venere la nota 2 constituyen los captulos 8 y 9 del t.3 de Mysterium Salutis, en un conjunto de 13 captulos que tiene el tomo; todo el resto de los captulos son, en una forma u otra, sistemti-cos. Baste aqu evocar el captulo 6: D. WIEDERKEHR, Entwurf einer syste-matischen Christologie, en Mysterium Salutis t.3/1 (Einsiedeln 1970) p.477-648.

    monografa radica en haber sabido entretejer toda la sistem-tica de la Cristologa y de la Soteriologa en torno al esquema de los misterios de la vida de Cristo. Ello resulta especialmente sugestivo en una serie que quiere estructurarse como Histo-ria de la salvacin.

    El lector recibe as una honda reflexin teolgica que se incardina en la concrecin histrica de los hechos de la vida de Jess. Por otra parte, por contenerse en esta monografa la reflexin hecha por un telogo que es, a la vez, un excelente escriturista, el lector se siente impresionado por el sabor bbli-co del tratado. No es slo la maestra exegtica con que se trata la vertiente escriturstica de los temas. Es algo ms hondo. Es una forma mentis bblica que estructura las reflexiones teol-gicas al hilo de la narracin evanglica.

    JOS ANTONIO DE ALDAMA, S. I.

    CNDIDO POZO, S. I.

    JESS SOLANO, S. I.

    21 de noviembre de 1975, festividad de la Presentacin de Nuestra Seora.

  • P R O L O G O

    Un libro sobre Cristo, el misterio de Dios, no veo cmo pueda prologarse mejor que parafraseando y adaptando la pre-facin de Lucas a su evangelio (Le 1,1-4).

    Muchos, por cierto, son los que han consagrado sus es-fuerzos a entretejer una exposicin bien trabada de los acon-tecimientos salvficos realizados entre nosotros con efecto pe-renne, cuyo eje es el misterio de Cristo. Una bibliografa que intentase dar noticia aproximada de toda esta literatura for-mara de por s un grueso volumen; y aun la referente a algu-nos puntos determinados, como el de la resurreccin, ocupara centenares de pginas. Esto podra disuadir de tomar la pluma para aadir un tomo ms a esa biblioteca tan bien surtida. Pero no es asi.

    Precisamente por eso me he animado a redactar algo por mi parte, en forma ordenada y concisa, entresacndolo de lo mucho bueno que en tantsimas publicaciones anda repartido. No me gua prurito de novedad, sino propsito de informa-cin, completa en cuanto sea posible, aunque no exhaustiva porque es imposible. Creo que una presentacin condensada de lo que se juzga ms autntico y perdurable aporta su utili-dad y puede impulsar un avance hacia una penetracin ms personal y ms profunda del misterio.

    He procurado informarme de todo con exactitud revisan-do atentamente, en cuanto mis fuerzas me lo han permitido, tanto los comentarios clsicos como los escritos de los exege-tas y telogos modernos ms autorizados. Mi deuda hacia ellos es inmensa, como podr verificar el lector perspicaz. Con todo, compilar todo ese material, aun despus de haberlo cribado rigurosamente, equivaldra a componer una enciclopedia. Se hace, pues, inevitable una seleccin; y sta, a cambio de la exposicin ms detallada de algunos temas, lleva consigo la indicacin sucinta y tal vez la omisin completa de otros, en s no menos interesantes. El autor tiene que cargar con la responsabilidad de esta seleccin. Pero, para no defraudar del todo al lector, indico en la bibliografa general y en la de cada

  • XVI Prlogo

    captulo o prrafo las publicaciones donde encontrar tratados con amplitud extremos que aqu slo se insinan. Porque, naturalmente, ni pretendo suplantar las obras de autores cuyos mritos reconozco y cuyos estudios utilizo, aun cuando no siempre apruebe incondicionalmente todas sus opiniones; ni quiero imponer mi modo de ver al telogo estudioso; ni mu-cho menos abrigo la ilusin presuntuosa de decir la ltima palabra sobre el misterio de Cristo, inagotable aunque el mun-do se llenase de libros (cf. Jn 21,25).

    Tomo por guas a los que desde el principio fueron testi-gos oculares y pregoneros autnticos del evangelio, cuyo tes-timonio est consignado en los libros del Nuevo Testamento; porque estoy persuadido de que su autoridad es incontrover-tible, as como de que su testimonio debe entenderse en con-formidad con la fe tradicional de la Iglesia. El lector me dis-pensar de explayarme aqu en la defensa de esta conviccin, comn a todo cristiano. Sus fundamentos podr estudiarlos en obras que abordan directamente los problemas de la fe en general y de nuestra fe en Jesucristo en particular.

    A lo que en mi libro aspiro, estimado lector, es a ayudarte para que consolides y profundices tu conocimiento de las cosas de Jesucristo, sobre las que ya posees una instruccin bsica suficiente. Mi intencin, pues, no es primariamente apologtica, aunque en ms de una ocasin me detendr a ex-poner los motivos que apoyan nuestra fe en los eventos capi-tales de la vida de Jess. Tampoco pienso reducirme a la exe-gesis, si bien a ella dar ms cabida, ya que la Sagrada Escri-tura es el punto de partida y el alma de toda teologa (cf. DS 3886; DV 24; O T 16). Como su ttulo indica, el propsito de esta monografa es la reflexin teolgica sobre Cristo, el misterio de Dios.

    Cristo, el misterio de Dios o, ms condensamente, el misterio de Cristo. Misterio de Dios, porque es el designio amoroso de Dios-Padre de salvar a todos los hombres, sin distinciones de razas y pueblos. Misterio de Cristo, en cuan-to que Dios-Padre revela y lleva a cabo su designio en Jesu-cristo y por l. A estas dos frmulas se suman otras dos: el

    Prlogo XVII

    misterio, por ser accin y revelacin salvfica, es tambin evan-gelio: el evangelio de Dios y el evangelio de Cristo. Todas estas expresiones han sido acuadas y declaradas por Pablo en sus epstolas (cf. Ef 1,9-10; 3,3-6.9; 6,19; Col 1,25-27; 2,2; 4,3; Rom 1,1.9; 16,25-26; 1 Cor 2,7-9; etc.).

    Recientemente, el concilio Vaticano II, en sus mltiples documentos, repite con frecuencia la frmula breve: el mis-terio de Cristo (v.gr., LG 8; DV 24; SC 2.16.102; CD 12; PO 4.22; O T 16; AG 13.21.24). La misma, como ms concisa, se emplear aqu por lo general, pero para el ttulo se ha ele-gido la otra, como ms explcita: El misterio de Dios, Cris-to. Ambas resumen todo cuanto puede enunciarse acerca de la persona, el mensaje y la obra de Jesucristo, colocndolos adems en el contexto de la historia de la salvacin, cuya cumbre es el mismo Jesucristo (cf. v.gr., LG 9; DV 17; SC 2.5; AG 3; etc.).

    El contenido de este libro est determinado por estas ideas. El misterio de Dios y de Cristo no es una nocin abstracta, sino una accin que se inserta y desarrolla en la historia. Por tanto, nuestro tema central ser la realizacin histrica del misterio de Cristo. Pero para su inteligencia no podemos pres-cindir de la de los siglos pasados, desde la primera procla-macin e interpretacin hasta los ltimos conatos de penetra-cin especulativa; porque la historia del dogma cristo-soterio-lgico es para nosotros normativa en parte, y en parte instruc-tiva, si no queremos perder de vista el misterio o descarriar-nos en su explicacin. Por consiguiente, nuestro primer paso ser repasar el proceso de su revelacin y declaracin en el libro primero: El misterio de Cristo en la fe de la Iglesia. A con-tinuacin estudiaremos, en el libro segundo: El misterio de Cristo en su realizacin histrica. Despus de estos anlisis nos esforzaremos por reunir en un haz sus resultados en el libro tercero: El misterio de Cristo en sntesis teolgica. Esta ser la marcha de nuestro trabajo.

    Por lo que hace a su enfoque. Hoy da, como es sabido, se reorganiza toda la teologa: a la consideracin esttica se prefiere la dinmica; a la forma silogstica, la exegtica; a la armadura sistemtica, la perspectiva histrica. Son conocidas las circunstancias que han provocado este giro radical en la impostacin de los problemas, y tendremos ocasin de men-

  • XVIII Prlogo

    clonarlas. El cambio no poda menos de afectar muy particu-larmente al discurso teolgico sobre Jesucristo. Era costum-bre inscribirlo, asaz poco expresivamente: tratado sobre el Verbo encarnado; o bien se divida en dos secciones: sobre la encarnacin y sobre la redencin; rara vez se enlazaban ambas temticas: sobre Cristo Redentor; otros se resignaban al epgrafe verdico, pero algo incoloro: el Cristo de la fe.

    Claro est que el ttulo es lo de menos; lo que cuenta es la incorporacin de los elementos que integran el misterio de Cristo, que, a nuestro parecer, son: su estructura trinitaria y su valor salvfico, su dimensin histrica y su dinamismo escatolgico, y, finalmente, su arraigo antropolgico. Todos estos elementos, ntimamente relacionados entre s, deben con-jugarse para captar, en la medida a nosotros accesible, toda la significacin del misterio de Cristo. Por eso se ha elegido un ttulo que, en su resonancia bblica, los sugiere. La empre-sa no es fcil, pero merece ser acometida una vez ms. Al eje-cutarla aqu, tentativa e imperfectamente, ha intervenido un juego complicado de opciones teolgicas, que a su paso se irn razonando.

    En cuanto a la tonalidad. Se evita en lo posible la pol-mica. Primero, por razn de brevedad: una discusin deta-llada de las opiniones divergentes aumentara exorbitantemen-te el volumen del libro y podra fatigar al lector; en las notas bibliogrficas se le ofrecen elementos para que l mismo pue-da examinar la cuestin y formarse su opinin propia. Se-gundo, porque parece ms ventajosa la presentacin directa y serena de las posiciones que se adoptan y de los motivos en que se basan: la profesin de fe y la exposicin de su inteli-gencia que se juzga acertada, no es una batalla para derrocar a un enemigo obstinado en resistir a la verdad, sino un tes-timonio para invitar a un amigo que titubea en creer o en asentir.

    Se ha procurado dar realce al valor vital del dogma cris-tolgico. Un tratado teolgico no puede contentarse con una lucubracin descarnada y fra, sino que debe poner de relieve el alcance existencial del dogma; y cuando escudria el mis-terio de Cristo, no puede olvidar que Jess, siendo Hijo de Dios, vivi ntegramente nuestra experiencia humana para capacitarnos y ensearnos a vivirla como debe vivirse. Con

    Prlogo XIX

    todo, la teologa del misterio de Cristo debe mantenerse en su campo, sin diluirse en pltica devota ni encaramarse en teora poltica: las derivaciones ascticas o sociales de este misterio corresponden a otras disciplinas de la ciencia sagrada.

    Para terminar, recordemos que la actitud del telogo ante Cristo, el misterio de Dios, no puede ser otra que la del que escriba: doblo mis rodillas ante el Padre..., pidindole que os conceda (la gracia de) que lleguis a comprender la anchura y largura, la altura y profundidad' del misterio de Cristo, a fin de que seis colmados de la plenitud de Dios (Ef 3,14-19).

    * # #

    No quiero cerrar este prlogo sin cumplir el deber de ex-presar mi gratitud ms sincera a mis colegas de profesorado en la Facultad de Teologa de la Universidad Sophia (Tokio), muy en especial al R. P. Pedro Nemeshegyi, S.I., por sus palabras de aliento, sus oportunsimas advertencias y su ca-ritativa colaboracin, tanto en la composicin de este libro como durante todo el perodo de mi actividad docente. Al clausurarla, a ellos y a todos mis antiguos discpulos, quienes tal vez perciban aqu el eco de lecciones que con tan ben-vola atencin escucharon, dedico estas pginas con todo afecto.

    25 de mayo de 1975.

    MANUEL M. GONZLEZ Y G I L DE SANTIVAES, S.I.

    Facultad de Teologa. Universidad Sophia.

  • SIGLAS i. PUBLICACIONES PERIDICAS

    A AS Acta Apostolicae Sedis (Roma). Ang Angelicum (Roma). Bibl Bblica (Roma). BThB Biblical Theology Bulletin (edicin inglesa). BThB Bulletin de Thologie Biblique (edicin francesa) (Roma, PIB). BZt Biblische Zeitschrift Neue Folge (Paderborn). Cath Catholica (Mnster). CBQ. Catholic Biblical Quarterly (Washington). CCat Civilt Cattolica (Roma). CIRev Clergy Review (London). CiT Ciencia Tomista. Conc Concilium (edicin espaola). DThom Divus Thomas (Piacenza). ErbA Erbe und Auftrag. EspVie Esprit et Vie (Paris). EstB Estudios Bblicos (Madrid). EstE Estudios Eclesisticos (Madrid). E T L Ephemerides Theologicae Lovanienses (Louvain). FrZtPhTh. . Freiburger Zeitschrift fr Philosophie und Thologie. GLeb Geist und Leben. Greg Gregorianum (Roma). H a r T h R . . . . Harvard Theological Review (Cambridge). HeyThJ Heythrop Theological Journal. I rThQ. Irish Theological Quarterly, The (Maynooth). JBLit Journal of Biblical Literature (Philadelphia). JThSt Journal of Theological Studies (Oxford). KerD Kerygma und Dogma (Gttingen). LVie Lumire et Vie (Lyon). MlScRe.. . . Mlanges de Science Religieuse. M T h Z t . . . . Mnchener Theologische Zeitschrift (Mnchen). NovT Novum Testamentum (Leyden). N R T Nouvelle Revue Thologique (Louvain). NTSt New Testament Studies (Cambridge). Ornt Orientierung (Zrich). RB Revue Biblique (Paris). RechScR.. . . Recherches de Science Religieuse (Paris). RET Revista Espaola de Teologa. RevScPhTh. Revue des Sciences Philosophiques et Thologiques (Le

    Saulchoir). RevScR Revue des Sciences Religieuses (Strasbourg). RTho Revue Thomiste. ScCat Scuola Cattolica (Milano). ScEccl Sciences Ecclsiastiques (Montral). ScEspr Science et Esprit (Ami du Clerg) (Paris). ScottJTh. . . . Scottish Journal of Theology. Slmt Salmanticensis (Salamanca). ThGl Thologie und Glaube.

    Siglas xxi

    ThPh Thologie und Philosophie (Frankfurt). ThPQ. Theologische Praktische Quartalschrift. T h Q Theologische Quartalschrift (Tbingen). ThRev Theologische Revue. T h R u n d . . . . Theologische Rundschau. ThSt Theological Studies (Woodstock). T L Z Theologische Literatur Zeitung (Berlin). T rThZt Trierer Theologische Zeitung (Trier). VerD Verbum Domini (Roma). Z K T Zeitschrift fr katholische Thologie (Innsbruck). Z N T W Zeitschrift fr Neutestamentliche Wissenschaft (Berlin). ZTK Zeitschrift fr Thologie und Kirche (Tbingen).

    2. PUBLICACIONES EN SERIE NO PERIDICA

    AnaBi Analecta Biblica (Roma). BAC Biblioteca de Autores Cristianos (Madrid, Editorial Catlica). tBi tudes Bibliques (Paris). LDiv Lectio Divina (Paris). QDis Quaestiones Disputatae (Freiburg in Breisgau, Herder). SBS Stuttgarter Bibelstudien. Katholisches Bibelwerk (Stuttgart).

    3. COLECCIONES DE DOCUMENTOS

    DS DENZINGER-SCHONMETZER, Enchiridion Symbolorum, Defini-tionum et Declarationum (33ia6s).

    PG M I G N E , Patrologiae Cursus compietus. Series graeca (Paris 1857SS).

    PL MIGNE, Patrologiae Cursus compietus. Series latina (Paris 1844SS).

    SChr Sources Chrtiennes.

    4. DOCUMENTOS DEL CONCILIO VATICANO II AQU CITADOS

    NOTA: Utilizamos, por lo general, la edicin VATICANO II, Documentos conciliares completos. Edicin bilinge (Madrid, Razn y Fe, Apos-tolado de la Prensa, 1967).

    AG Ad gentes: Sobre la actividad misionera de la Iglesia. ChD Christus Dominus: Sobre el ministerio pastoral de los obispos. DV Dei Verbum: Sobre la divina revelacin. GS Gaudium et spes: Sobre la Iglesia en el mundo actual. LG Lumen gentium: Sobre la Iglesia. NAe Nostra aetate: Sobre las relaciones de la Iglesia con las reli-

    giones no cristianas. O T Optatatn totius: Sobre la formacin sacerdotal. PO Presbyterorum ordinis: Sobre el ministerio y vida de los pres-

    bteros. SC Sacrosanctum concilium: Sobre la sagrada liturgia. UR Unitatis redintegratio: Sobre el ecumenismo.

    5. DICCIONARIOS

    C F T Conceptos fundamentales de teologa. Tr . de Handbuch Theologischer Grundbegriffe.

  • XXII Siglas

    DBS Dictionnaire de la Bible. Supplment (Pars). D T C Dictionnaire de la Thologie Catholique. EnCat Enciclopedia Cattolica. H T T L Herders Theotogisches Taschenlexikon (Freiburg irn Breis-

    gau, Herder, 1972). LTK Lexikon fr Thologie und Kirche (2.a ed.) (Freiburg im

    Breisgau). RGG Religin in Geschichte und Gegenwart (3. a ed.). SMun Sacramentum Mundi. T W N T Theologisches Wrterbuch zum Neuen Testament (Stutt-

    gart).

    Pueden consultarse tambin: J. B. BAUER: Bibeltheologisches Wrterbuch (Gratz, Styria, 1962) Tr . : Diccio-

    nario de Teologa Bblica (Barcelona, Herder, 967). Enciclopedia de la Biblia (Garriga). X. LON-DOTOUR (d.): Vocabulaire de Thologie Btbque (Paris, Cerf, 1970).

    Tr . : Vocabulario de Teologa Bblica (Barcelona, Herder, 1973).

    6. TRATADOS SISTEMTICOS DE TEOLOGA

    MySal Mysterium Salutis. Grundriss heilsgeschichtlicher Dogmatik (Hrsg. J. Feiner und M. Lohrer) (Einsiedeln, Benziger, 1969SS). Trad. : Mysterium Salutis. Manual de teologa como historia de la salvacin (Madrid, Cristiandad, 1971SS).

    NOTA: A la cristologa corresponde: Band III : Das Chris-tusereignis (en dos partes). Trad.: Volumen III : Cristo, tomos I y II.

    STh Summa Theologica Sancti Thomae Aqunatis. Editio latina (BAC 77.80.81.83.87). El nmero 83 contiene la pars ter-tia, donde entra la cristologa.

    Edicin bilinge con introducciones y comentarios (BAC) (varios nmeros). La pars tertia se encuentra en n.191 (c.1-26) y n.131 (c.27-59).

    BIBLIOGRAFA GENERAL

    En la imposibilidad material de ofrecer al lector una informacin, no ya completa, pero n i siquiera aproximada, de la inmensa produccin literaria concerniente a nuestro tema, he preferido, tanto en esta bibliografa general como en la de cada parte, captulo o seccin, ro abrumarle con elencos in-terminables de autores y obras, sino seleccionar, casi exclusivamente entre las publicaciones de los ltimos nueve o diez aos, las que juzgo podrn in-teresarle ms y guiarle mejor para un estudio ms comprensivo y personal. All encontrar referencias a escritos de fechas anteriores. Claro est que la mencin de un libro o artculo no implica necesariamente la recomenda-cin incondicional de todo su contenido.

    Para mayor comodidad del lector, cito la edicin espaola de los libros extranjeros traducidos al castellano, aunque, por desgracia, no he logrado completar su lista, y algunas versiones son menos fieles al original de lo que se hubiera deseado.

    Finalmente, advierto que he optado por sustituir las bibliografas puestas en cabeza al empedrado de notas intercaladas en el texto, que, si pueden ayudar al confrontamiento de cada asercin, estorban tambin el avance reposado de la lectura.

    Abreviamos los nombres de las editoriales ms conocidas y los de las ciudades donde radican:

    Bar. . . Barcelona. Brg. . . Brugges. Brx.. . Bruxelles. FfM.. Frankfurt am Main. G . . . Gottingen. M a . . . Madrid. NY. . . New York. Pa.. . . Pars. Slm... Salamanca. Z... . Zrch. Bln.. . Berln. D s . . Dusseldorf. FiB... . Freiburg im Breisgau Lv . . . . Louvain. Mch.. Mnchen. Ro... . Roma. Trn. . . Tournai.

    1. TRATADOS DOGMTICOS Y CRISTOLGICOS

    (Se indicarn con solo el nombre del autor.)

    JESS SOLANO, De Verbo incarnato, en Sacrae Theologiae Summa III tract.i (BAC 62, 4 ig6i) p.9-322.

    WOLFGANG PANNENBERG, Grundzge der Christologie (G 2I966); trad. esp. Fundamentos de Cristologa (Slm, Sigeme).

    Wzb. . B s l . . . Cmb.. G.. . . Mnz.. NkVl. Pdb.. . Snt. . . Tu . . . . Bil . . . . Eins. . Lon. . Mst... R g b . . S tg . . . Wn.. . .

    Wrzburg. Basel. Cambridge. Gtersloh. Mainz. Neukirchen-Vluyn. Paderborn. Santander. Tbingen. Bilbao. Einsiedeln. London. Mnster. Regensburg. Stuttgart. Wen.

  • xxrv Bibliografa general

    RAYMOND E. BROWN, Jess God and Man. Modern Biblical Reflections (Mil-waukee, Bruce, 1967); trad. esp. Jess, Dios y Hombre (Snt, Sal Terrae, 1973)-

    MICHAEL SCHMAUS, Der Claube der Kirche. Handbuch katholischer Dogma-tik (Mch, Hueber, 1960-1970); trad. esp. El Credo de la Iglesia Catlica (Ma,

    Rialp, 1970). JOSEF RATZINGER, Einfhrung in das Christentum (Luzern 1970); trad. esp.

    Introduccin al cristianismo (Slm, Sigeme). CHRISTIAN DUQUOC, Christologie, Essai dogmatique. I: L'Homme Jsus. II: Le

    Messie (Pa, Cerf, 1968-1972); trad. esp. Cristologia. Ensayo dogmtico so-bre Jess de Nazareth. El Mesas (en un tomo) (Slm, Sigeme, 1974).

    KARL RAHNER, WILHELM THSING, Christologie-systematisch und exegetisch (FbB, Herder, 1972); trad. esp. Cristologia. Estudio sistemtico y exegti-co (Ma, Cristiandad, 1975).

    KARL HERMANN SCHELKLE, Theologie des Neuen Testamentes. II: Gott war in Christus (Ds, Patmos, 1973).

    Louis BOUYER, Le Fils ternel. Theologie de la parole de Dieu et christologie (Pa, Cerf, 1974).

    WALTER KASPER, Jess der Christus (Mnz, Grnewald, 1974). JOS IGNACIO GONZLEZ FAUS, La Humanidad Nueva. Ensayo de Cristologia

    (dos volmenes) (Ma, EAPSA, 1974).

    Citamos tambin: H. BOUSS, J. J. LATOUR, Problmes de Christologie (Pa-Brg, Descle, 1965); K. RAHNER, Schriften zur Theologie; trad. esp. Es-critos de teologa. Otras cristologas se mencionarn en el libro primero, fase tercera n.4

    en las notas (p. 153-164).

    2. ARTCULOS DE DICCIONARIOS

    C F T Jesucristo: II 415-452. DBS Jsus-Christ: IV 966-1073. D T C Jsus-Christ: VIII 1,1246-1411. EnCat Ges Cristo, VI 223-273. L T K Christologie: II 1156-1166; Jess Christus: V 922-964. NCE Jess Christ: II (en Dogmatic Theology) VII 918-930. RGG Christologie: I 1745-1789; Jesus-Christus: III 619-653. SMun Cristologia: II 59-73; Jesucristo: IV 12-77.

    3. COMENTARIOS BBLICOS, ESPECIALMENTE AL NUEVO TESTAMENTO

    Biblia Comentada por profesores de la Universidad Pontificia de Salamanca. Nuevo Testamento (BAC 239a.b. 243.249).

    La Sagrada Escritura. Texto y comentarios por profesores de la Compaa de Jess. Nuevo Testamento (BAC 207a.b. 211.214).

    The Jerome Bible Commentary (New Jersey, P. H., 1968); trad. esp. Comen-tario Bblico-S. Jernimo (5 tomos) (Ma, Cristiandad, 1971SS).

    A New Catholic Commentary on Holy Scripture (Ed. R. C. Fuller al.) (Lon, Nelson, 1969).

    Regensburger Neues Testament (Rgb, Pustet). Herders Theologischer Kommentar zum Neuen Testament (FiB, Herder). Los comentarios publicados en la serie de tudes Bibliques. RAYMOND E. BROWN, The Gospel according to John (Anchor Bible) (NY,

    Doubleway) Vol. 1 (I-XII) (1966). Vol. 2 (XIII-XXI) (1970). Vase tambin la bibliografa al principio del libro primero, primera fase.

    CRISTO, EL MISTERIO DE DIOS

    1

  • LIBRO PRIMERO

    EL MISTERIO DE CRISTO EN LA FE DE LA IGLESIA

    Primera fase: L A "REVELACIN DEL MISTERIO EN EL NUEVO TESTAMENTO.

    Segunda fase: L A INTERPRETACIN DEL MISTERIO EN LA T R A -DICIN.

    Tercera fase: L A REFLEXIN SOBRE EL MISTERIO EN LA T E O -

    LOGA.

  • Un Seor, una fe (Ef 4,5)

    Los artculos relativos al misterio de Cristo se introducen en el smbolo repitiendo, explcita o implcitamente, su pri-mera palabra. La forma gramatical es casi indiferentemente, tanto en los textos antiguos como en las traducciones moder-nas, singular o plural: creo en Jesucristo, o creemos en Jesucristo (cf. DS 2-71).

    Creo, porque la fe y entrega a Jesucristo es un compro-miso personal, del que no es posible evadirse escabullndose en la masa de los creyentes.

    Creemos, porque el acto individual de fe se incorpora en el de toda la comunidad cristiana, y el de la Iglesia de hoy se une, a travs de los siglos, con el testimonio primordial de los apstoles.

    El cristianismo no es un sistema que cada uno profesa por su cuenta y puede individualmente declarar a su antojo, sino la creencia de la comunidad eclesial, que se viene t rans-mitiendo desde hace casi dos mil aos, por cuya integridad se debatieron los ms altos ingenios y por cuya verdad dieron su vida millares de mrtires: una creencia que es t ambin esperanza de salvacin para todos los hombres y para la so-ciedad e historia humanas, y, ms hondamente an, es vi-vencia de aquel Jess que nos am y se entreg a la muer t e por todos y cada uno de nosotros (cf. Gal 2,20; 1 Jn 3,16).

    Es la razn de que la cristologa deba tomar su pun to d e partida en la fenomenologa de la fe en Jesucristo, tal como es predicada, creda y vivida en la Iglesia desde sus comienzos hasta nuestros das.

    El lector tendra tal vez gusto en que se le presentase aqu, en una vista panormica, esta vivencia de la fe en nuestros das; no sera menor el placer del autor en hacerlo. Se agolpan a la memoria los nombres de quienes en los l -timos tiempos la vivieron y hoy da la viven con una inten-sidad admirable. Ni puedo olvidar la demanda de un alum-no: lo que queremos saber es lo que usted piensa y siente de Jesucristo. Es siempre la pregunta que nos hacemos, como se la hizo el mismo Jess a sus discpulos: quin dicen los hombres que soy yo?... y vosotros, quin decs que soy? (Mt 16,13.15). Pero estas vivencias son parte, nada ms, de la vivencia de toda la Iglesia.

  • 6 Prolegmenos

    Aunque el trabajo sea menos grato y reclame ms tena-cidad y paciencia en el estudio, la teologa no puede con-tentarse con la descripcin de estas vivencias modernas, sino que tiene que recorrer la historia de la fe de la Iglesia desde sus orgenes.

    Porque nuestra fe de hoy entronca con la de dos milenios pasados y adquiere ms firmeza y anchura de corazn al con-templarla en sus mismas races y en toda su expansin his-trica.

    Para una informacin sumaria bastara con hojear un ca-tecismo explanado. Pero a una teologa del misterio de Cristo se le pide una exposicin ms detallada y es menester des-plegar el panorama de la fe de la Iglesia a lo largo de la historia; porque la fe de la Iglesia tiene tambin su historia. La razn teolgica de ello es precisamente, como se acaba de indicar, que el misterio de Cristo no es una teora cien-tfica, sino una verdad salvfica revelada, proclamada, creda, confesada y vivida en la fe de la Iglesia.

    La fe de la Iglesia, desde sus orgenes hasta nuestros das, es normativa para todo cristiano que no quiera excluirse a s mismo de la comunidad eclesial. Conocindola y acep-tndola es como nos unimos a las generaciones cristianas pa-sadas y, a travs de ellas, a los testigos oculares y heraldos autnticos del misterio de Cristo (cf. Le 1,2), de modo que, en comunin con ellos, en la unidad de una misma fe y con-fesin, alcancemos la comunin con Dios Padre y con su hijo Jesucristo (cf. 1 Jn 1,1-4). Y as es tambin como nos-otros hoy, conservando en la fuerza del Espri tu el tesoro recibido (cf. 2 T i m 1,14), contr ibuimos con nuestro testi-monio de fe al testimonio que ha venido dndose en la Iglesia sin interrupcin desde el t iempo de los apstoles y de los autores inspirados del Nuevo Tes tamento , en una misma fe al mismo y nico Seor (cf. Ef 4,5).

    Para estar dispuestos a dar razn de nuestra esperanza (cristiana) a todo el que sobre ella nos pregunte (cf. 1 Pe 3,15), con la amplitud que exige un tratado teolgico, estudiamos en primer trmino el misterio de Cristo en la fe de la Iglesia.

    Ahora bien, en la historia del dogma se distinguen neta-mente tres fases. La pr imera corresponde a la proclamacin del misterio de Cristo durante la generacin de sus discpulos: su contenido lo encontramos en el Nuevo Testamento, que

    Un Seor, una je 7

    la Iglesia de todos los t iempos ha considerado siempre como norma fundamental y constitutiva de su fe: norma normans. La segunda fase comprende las siete centurias de elaboracin fatigosa para fijar, contra tergiversaciones errneas, la inter-pretacin legtima del misterio: es la edad de los Padres de la Iglesia y de los primeros concilios ecumnicos; su interpre-tacin es tambin normativa para la Iglesia: norma normata. La tercera y lt ima fase abarca toda la era de reflexin teol-gica sobre el misterio y de sistematizacin de su contenido: se extiende desde los comienzos de la E d a d Media hasta nues-t ros das.

  • PRIMERA FASE: LA REVELACIN DEL MISTERIO EN EL NUEVO TESTAMENTO

    i. El nacimiento de la fe de los apstoles y de la cnstotoga.

    2. Enunciados primitivos del misterio. A. La cristologia primitiva segn Actos. B. La cristologa de los himnos litrgicos antiguos. G. Resumen.

    3. Presentacin del misterio en los evangelios sinpticos. A. Mateo. B. Marcos. C. Lucas

    4. Elaboracin del misterio en las epstolas paulinas. A. El Seor de la gloria. B Jesucristo crucificado. C. El misterio de Cristo.

    5. Formulacin del misterio en la literatura joanea. A. Evangelio. B Epstola. C. Apocalipsis. D. Juan el Telogo).

    6. Tematizaciones del misterio en los escritos posteriores. A Las epstolas pastorales B. Las epstolas de Pedro. C. La epstola a los Hebreos.

    7. Eplogo. A. Unidad o multiplicidad? B. Una cnstologia del mismo Cristo?

    B IBLIOGRAFIA

    1. Introducciones al Nuevo Testamento

    A. ROBERT, A. FEUILLET, Introduction a la Bible (tomo II) (Trn 21962), trad.: Introduccin a la Biblia (tomo II) (Bar, Herder, 1970).

    W. G. KUMMEL (P. Fene, J. Behm), Einleituftg m das Neue Testament (Hei-delberg, Meyer, 17ig73).

    W. C. VAN UNNIK, The New Testament. Its History and Message (NY, Har-per & Row, 1965).

    C. F. D MOULE, The Birth of the New Testament (Lon, Black, 1962), trad. esp. El nacimiento del Nuevo Testamento (Estella, Verbo Divino, 1973).

    A. WIKENHAUSER, J. SCHMID, Einleitung in das Neue Testament (FiB, Her-der, 1973).

    2. Teologa bblica neo-testamentaria

    A. HISTORIA Y PROBLEM TICA

    RUDOLF SCHNACKENBURG, Neutestamenthche Theologie. Der Stand der For-schung (Mch, Kosel, 1963).

    K. H. SCHELKLE, Wort und Schnft. Beitrage zur Auslegung und Auslegungs-geschichte des Neuen Testaments (Dus, Patmos, 1966).

    FRANZ MUSSNER, Praesentia Salutis. Gesammelte Studien zu Fragen und Themen des Neuen Testaments (Dus, Patmos, 1967).

    J. GNILKA, Zur neutestamenthchen Christologie ThRev 64 (1969) 293-300. Neue Jesus-Literatur ThRev 67 (1971) 249-258. H. J. KRAUS, Die bibhsche Theologie. Ihre Geschichte und Problematik (NkVl,

    Neukirchener V., 1970). W. G. KUMMEL, Das NT. Geschichte der Erforschung sexner Probleme (FaM-

    Mch, Alber, 2i97o). GERHARD SCHNEIDER, Jesus-Bucher und Jesus-Forschung ig66-igyi T h P Q

    120 (1972). W. J. HARRINGTON, The Path ofBibhcal Theology (Dublin, Gil & Macmillan,

    1973)-E. KASEMANN, The Problem of a New Testament Theology NTSt 19 (1972-

    1973) 235-245- H T T L : I 322-335 Bibhsche Theologie.

    B. EXPOSICIONES SISTEMTICAS

    R. BULTMANN, Theologie des Neuen Testaments (Tu 61968). O. CULLMANN, T)ie Christologie des Neuen Testaments (Tu, Mohr, 4i966). P. LAMARCHE, Christ vivant. Essai sur la christologie du Nouveau Testament:

    Div 43 (1966), trad. esp. Cristo vivo (Slm, Sigeme, 1968). H. CONZELMANN, Grundriss der Theologie des Neuen Testaments (Mch, Kai-

    ser, 2ig68). V. TAYLOR, The Person of Christ in New Testament Teaching (Lon 1958) La

    personne du Christ dans le Nouveau Testament LDiv 57 (1969). W. G. KUMMEL, Die Theologie des NT nach semen Hauptzeugen Jess, Pau-

    lus, Johannes (Go, Vandenhoeck, 1969).

  • 1 0 Bibliografa

    E SCHIVEITZER, Jess Christus im vielfalhgen Zeugms des Neuen Testaments (Hamburg 2i97o)

    BRUCE VAWTER, This Man Jess An Essay towards a New Testament Christo-logy (NY, Doubleway, 1973)

    J JEREMAS, Theologie des Neuen Testaments. Teil I Die Verkundigung Jesu (Gu, Mohr, 1971) trad. esp Teologa del Nuevo Testamento I La pre-dicacin de Jess (Slm, Sigeme, 1974)

    M GARCA CORDERO, Teologa de la Biblia. II y III Nuevo Testamento (BAC 335-336, 1972).

    E LOHSE, Grundriss der neutestamenthchen Theologie (St 1974) J. PIKAZA, F. DE LA CALLE, Teologa de los Evangelios de Jess (Slm, Sige-

    me, 1974). SCHMAUS, I p 627-666. MySal III-I p 245-409

    Vanse, ademas, en los diccionarios y comentarios arriba catalogados, los artculos sobre la teologa del Nuevo Testamento y de cada uno de los hagiografos o libros.

    3. Problemas y temas varios de exgesis

    X. LEON-DUFOUR, tudes d'Evange (Pa, Seuil, 1965). H. SCHURMANN, Ursprung und Gestalt. Erorterungen und Besinnungen zura

    Neuen Testament (Dus, Patmos V, 1969). H SCHLIER, Problemas exegeticos fundamentales en el Nuevo Testamento (Ma,

    Fax, 1970). C. K BARRETT, New Testament Essays (Lon, SPCK, 1972)

    Al n.2

    J RIEDL, Strukturen christologischer Glaubensentfaltung im Neuen Testament ZKT 87 (1965) 443-452.

    REGINALD H. FULLER, The Foundatwns of New Testament Christology (Lon, Lutherworth, 1965).

    E. HAENCHEN, Diefruhe Christologie ZThK 63 (1966) 145-159 R. N. LONGENECKER, Some Distinctwe Early Christological Motivs NTSt 14

    (1968) 526-545. J. GNILKA, Jess Christus nachfruhen Zeugmssen des Glaubens (Mch, Kosel,

    1970). W. THUSING, Erhohungsvorstellung und Parusieerwartung m der altesten

    nachosterlichen Christologie SBS 42. W DUMPHY, Maranatha Development in Early Chnstiamty I r T h Q 37

    (1970) 294-308. K WENGST, Der Apostel und die Tradition. Zur theologischen Bedeutung

    urchristhcher Formeln bei Paulus ZThK 69 (1972) 145-162. J ERNST, Anfange der Christologie SBS 57 (1972). P. HOFFMANN, Studien zur Theologie der Logienquelle (Mst, Aschendorff,

    1972). U WILCKENS, Die Missionsreden der Apostelgeschichte (NkVl, Neukirche-

    ner V., 21963). J DUPONT, tudes sur les Actes des Apotres LDiv 45 (1967). J. C. O ' N E I L L , The Theology of Acts m Its Historical Setting (Lon, SPCK,

    1970). G. SCHILLE, Fruhchnsthche Hymnen (Bln 1967). R. P. MARTIN, Carmen Christi. Phihppians 2,5-11 (Lon 1967).

    Bibliografa 11

    W. STENGER, Der Christushymnus in Tim 3,16. Aufbau, Christologie, Site im Leben TrThZt 78 (1969) 33-48.

    M. BLACK, The New Testament Chnstological Hymns (Cmb, Cambridge Uni-versity, 1971).

    A l n . 3

    fe. JOHNSON, The Theology of the Gospels (Lon, Duckworth, 1966). *S. SCHULZ, Die Stunde der Botschaft. Einfuhrung m die Theologie der vier

    Evangehen (Furche 1967) D. T . ROWLINGSON, The Gospel-Perspectwe on Jess Christ (Philadelphia-Westminster 1968). W. PESCH (Frsg.), Jess in den Evangehen -SBS 45 (1970). A. VOGTLE (Hrsg.), Das Evangehum und die Evangehen. Beitrage zur Evan-

    gelienerforschung (Dus, Patmos, 1971). G. M. STYLER, Stages in Cnstology in the Synoptic Gospels NTSt 10 (1964)

    398-409. W. LYNCH, Jess in the Synoptic Gospels (Milwaukee, Bruce, 1967). E. P. SANDERS, The Tendencies of the Synoptic Gospels (Lon, Cambridge Uni-

    versity, 1969). W. TRILLING, Chnstusverk undigung in den synoptischen Evangehen (Mch

    1969). L'annonce du Christ dans les evangdes synoptiques LDiv 69 (1971). F. CHRIST, Jess Sophia. Die Sophia-Christologie bei den Synoptikern (Zu,

    Zwmgli V., 1970). HOFFMANN, AL , Onenherung an Jess. Zur Theologie der Synoptiker (Fest-

    schrift Josef Schmid) (FiB, Herder, 1972). B RIGAUX, Temoignage de l'vangile de Matthieu (Pa-Brg, Desclee, 1967). M. DIDIER, AL., L'vangile selon Matthieu. Redaction et theologie (Lv, Du-

    culot, 1972). L. RAMAROSON, La structure du premier Evangile ScEsprXXVI (1974) 69-112. T H DE KRUIJF, Der Sohn des lebendigen Gottes. Em Beitrag zur Christologie

    des Matthausevangehums AnaB 16 (1962). J. M. GIBBS, Purpose and Pattern in Matthew's Use of the Tule Son of God

    NTSt 10 (1964) 446-464. R PESCH, Der Gottessohn xm matthaischen Evangehenprolog. Beobachtungen

    zu den Zitationsformeln der Reflexionszitate Bibl 48 (1967) 395-420. R. PESCH, Eme alttestamentliche Ausfuhrungsformel im Matthausevangehum

    BZt 10 (1966) 220-245, 11 (1967) 79-97. W ROTHFCHS, Die Erfullungszitate des Matthaus-Evangehums (Stg, Kohl-

    hammer, 1969). M. D. JOHNSON, Reflections on a Wisdom Approach to Matthew's Christolo-

    gy CBQ 35 (1973) 44-64. BDA RIGAUX, Le temoignage de l'vangile de Marc (Pa-Brg, Desclee, 1965). J. DELORME, Aspects doctnnaux du second Evangile E T L 43 (1967) 74-79-E. GRASSER, Jess m Nazareth (Mark VI, 1-60). Notes on the Redaction and

    Theology of St Mark NTSt 16 (1969) 1-23. K. G. REPLOH, Markus-Lehrer der Gemeinde SBS 9 (1969). M. HORTSMANN, Studien zur markimschen Christologie. Mk 8,27-9,13 ais

    Zugangzum Christusbild des zweitenEvangehums(Mst, Aschendorff, 1969). QUENTIN QUESNEL, The Mind of Mark. Interpretation and Method through

    the Exegetis of Mark 6,52 AnaB 38 (1969). P. LAMARCHE, Commencement de l'vangile de Jess, Christ, Fus de Dieu N R T

    92 (1970) 1024-1036. R. TREVIJANO ETCHEVERRA, Comienzo del evangelio. Estudio sobre el prlogo

    de San Marcos (Burgos, Aldecoa, 1971).

  • 12 Bibliografa Bibliografa

    gemm S r ^ 1 " ' D% Men^^werdung des Sohnes Gottes un Markusevan-J- T A M B R E ^ Z ^ , C h n i t o l S ' e des Markusevangehums (Tu, Mohr, 1972). EDUARD S C H " E I T Z 7 lSttgy Mark B T h B 3 ( ' " 3 ) 6-273-

    56 (1965) 1 8 g' ( iQ60 ^n G e f t e , m r a " s m o t I 1 ' und dle markimsche Chmlologie Z N T W 56

    ' SIS26.' DS MesslasZehel">">s des Markusevangehums NTSt 14 (1968)

    47 (1968)DE L E S E > Le secret messiamque dan*, l'evangile de Marc LDiv

    MARTm'RLChIlSJ0l08le der lukanischen Schnften in Grundzugen (1968). Gutersloher V efanthche Motive in der Chnstologie des Lukas (Gu,

    ^"Lr^^)*' He md Geschlchte ,n der Theologie des Lukas (Mch,

    ! H. MARSHATT tTerTSrfSe de l'evangile de Luc (Pa-Brg, Desclee, 1970).

    van i o , r ? Historian and Theologian (Grand Rapids, Zonder-T K * . JMATTTf! l t ;\T lr /0g:y -fLufee m Recent Stud.y BThB 1 (19-71) 115-144-

    CBO i W r n C ^ T 1 " ^ FeeruOTtim, and /ie Purpose of Luke-Acts W E R N E R G If 276-293-

    63 (1972) i ^ 1 " L " f e a S ! " d e r AnklaSe der heuttgenTheologie Z N T W

    (Gemhlnui ArT ,EvanS'le de Luc. Problmes htteraues et theologiques \vranmoux, Duculot, 1973).

    Al n.4

    L. CEREAUX / 1 1 ? mafeSies d St Paul LDiv 2 4 (1959). F- MUSSNER Sr l I f dms [a thelg>e de S. Paul LDiv 6 (1951). A- FEUILLER' Lechr,T^

    n der VauJ-mxschen Theologie BZt 9 (1965) 59-7. E. JUNGEL P,,h J\ gesse de Dleu d'aprs les eptres pauhniennes (1966). J. BLANK Paul UndJfus (Tu> Mohr, 3 I 967) .

    1968).' /eSUS- m e Theologtsche Grundlegung (Mch, Kosel,

    ' ig7o)ERBS ' P a u ' u s " Entum/semer Theologie (Wuppertal, Brockhaus,

    1971). ^ " ' " ^ 2 U r Theologie des Apostis Paulus (Stg, Calwer,

    der UrknrhT/^'iP'rt Rolle des APosteh in der theologischen Enlwicklung G. E t c H H o u n u , t e t ' I 9 7 l ) -

    1972). ' fteoge des Pau/us m Umms (NkVl, Neukirchener V.,

    A. fcMEA

    TNcf,mSe,,e PTVehUven ^ Mohr- 2 l ^a) .

    R- BALES L' L l0,fe Pauhmenne et traditwn hibhque (Pa, Desclee, 1973). phesiens i r T , nc?l

  • 14 Bibliografa

    P. ANDRIESSEN, A. LENGLET, Quelques passages diffi< i'/

  • 16 El misterio de Cristo en el NT

    cuerdan en la proclamacin del mismo y nico misterio, que ellos testifican y que la Iglesia siempre ha credo y siempre cree (cf. i Cor 15,11). /

    Para mayor precisin cientfica convendra trazar la evo-lucin de la proclamacin neotestamentaria de la fe, desde sus enunciados primitivos y balbucientes hasta sus formu-laciones ms acicaladas y casi tcnicas. Para ello parecera obligado el atenerse al orden cronolgico de composicin de los libros del N T . Pero ste, aparte de ser en muchos casos discutible y discutido, no coincide necesariamente con el gentico de ideas; y apenas puede fijarse con seguridad la dependencia, no puramente literaria, sino precisamente ideolgica, de unos escritos respecto de otros dentro del mismo NT. Hay, pues, que resignarse en la exposicin a un orden en gran parte convencional. A pesar de todo, podrn distinguirse algunas lneas de tradicin teolgica que enla-zan las diversas presentaciones del misterio de Cristo. *

    1. El nacimiento de la fe de los apstoles y de la cristologa

    Como prolegmeno a la exposicin de la cristologa de cada autor o libro del N T , hay que asentar varias premisas fun-damentales.

    Evidentemente, el N T , en su totalidad, es, bajo unas u otras formas, la proclamacin del mensaje de la salvacin aportada por Cristo, con la invitacin apremiante a la decisin resuelta y gozosa de la fe en el Seor Jess (cf. Rom 10,9). Pero la proclamacin apostlica del mensaje presupone en sus pregoneros la persuasin de que verdaderamente Jess es el Seor y Salvador.

    Si preguntamos ahora por el origen o fundamento de esa conviccin suya, no hallaremos otro sino su experiencia pas-cual: la de haberle visto resucitado (cf. Le 24,34, etc.) y de sentirle presente por la presencia del Espritu (cf. Act 5,32). En su lugar discutiremos la realidad del evento implicado en aquella experiencia; pero es indudable, porque ellos mis-mos lo confiesan, que de ella naci su fe.

    Cierto que ya durante el ministerio pblico de Jess le

    *NOTA.En adelante, lo mismo en este captulo que en el resto del libro, mientras no se trate directamente de sus personas, los nombres de Mateo, Pedro, Pablo, Juan, etc., se refieren a los escritos del NT que se les atribuyen, sin dirimir las cuestiones de autenticidad o pseudonomia literaria, que suponemos conocidas del lector por alguna Introduccin bblica como las citadas en la bibliografa. Entindase lo mismo de las expresiones: epstolas paulinas, literatura joanea, etc.

    El nacimiento de la je 17

    haban seguido con entrega generosa y fe inicial en su per-sona; pero Juan nos dice que slo cuando l resucit de entre los muer tos . . . creyeron (con fe plena) en la Escritura y en la palabra que Jess haba dicho (Jn 2,22; cf. DV 19, con las otras citas all indicadas en la nota). Marcos insina la misma idea recalcando la torpeza de los discpulos para captar el misterio de Jess.

    Las profesiones explcitas de fe, no ya en la mesianidad, sino en la divinidad de Jess, que, con anterioridad a aquel hecho decisivo, ponen los evangelistas en labios de los dis-cpulos o de la turba, no responden a la exactitud de un reportaje histrico, sino a una anticipacin didctica para convidar al lector a un acto explcito de fe en la dignidad trascendente del Seor, en conformidad con la fe pospascual de la Iglesia. Claro est que sta no hizo ms que confirmar, completar y explicitar la fe incipiente prepascual de los apstoles.

    El texto de Juan arriba citado deja entrever que al pr imer momento de la experiencia pascual sigui un t iempo de re-flexin, cuyo objeto fue doble: la Escritura y la palabra de Jess. Juan se refiere ah a un dicho particular del Maestro; pero la reflexin no se redujo, sin duda, a aquella sola palabra, sino que abarc todo lo que Jess haba hecho y dicho durante todo el perodo que con ellos haba convivido, desde el bautismo de Juan hasta el da de su elevacin a los cielos (cf. Act 1,1.21-22). La fe en Jess resucitado se regocija del presente glorioso del Seor y anhela su futura venida, pero tambin vuelve la mirada hacia el pasado de su vida entre los hombres. Para los apstoles, el Cristo de su fe pospascual no es un personaje distinto del Jess de su convivencia pre -pascual; por eso recuerdan la palabra que Jess haba dicho.

    El segundo objeto de reflexin fue la Escritura. Lucas apunta la misma idea al decir que el Seor resucitado les abri la inteligencia para comprender las Escrituras, segn las cuales el Mesas tena que padecer y resucitar de en t re los muertos al tercer da (Le 24,45-46). A las Escri turas del A T acuden ellos en sus sermones y en sus escritos para explicar la razn y el modo de la vida y de la muerte de Jess, de su humillacin y de su gloria. Baste con citar la antigua frmula de fe, t ransmitida por Pablo: muri por nuestros pecados segn las Escrituras. . . y resucit al tercer da segn las Escrituras (1 Cor 15,3-4).

    La proclamacin del mensaje necesita un lenguaje con-creto, que, por su parte, supone ciertas nociones o categoras

  • 18 El misterio de Cristo en el NT

    conceptuales como base de la intercomunicacin de ideas. Es fcil de adivinar que estas categoras se descubrieron ante todo en las mismas Escrituras. Adems, la proclamacin del mensaje se inaugur en el ambiente judo de Palestina. En consecuencia, su formulacin no pudo menos de tener un color netamente veterotestamentario y judaico. En esa atms-fera espiritual del A T y del judaismo de la poca haba vivido Jess y haba predicado el advenimiento del reino de Dios; y en la misma pregonan sus discpulos la exaltacin de Jess como Cristo y Seor (cf. Act 2,36).

    Pero, a medida que la buena nueva comenz a difundirse ms all de los confines de Palestina, fueron crendose rpi-damente focos de evangelizacin en la dispora, que atrajeron al cristianismo, no slo a judos y proslitos, sino tambin a gentiles imbuidos en una mentalidad totalmente extraa a las tradiciones israelitas. Era natural que aqu la formula-cin del mensaje tomase matices helensticos.

    Sin entrar en la discusin de un tema que nos llevara muy lejos, aceptamos los resultados de estudios concienzu-dos por especialistas en la materia: la matizacin helenstica del mensaje no alter su ncleo; aunque el ropaje verbal y conceptual en que se envuelve muestre huellas de las filo-sofas o religiones populares del mundo helnico, el pensa-miento se ha conservado ntegro. Lo mismo en la poca del N T que en la posterior de los concilios, ms que de una helenizacin del cristianismo, hay que hablar de una cris-tianizacin del helenismo. Por otra parte, es sabido que en el judaismo de la poca se haba infiltrado ya un fermento importante de ideologa helenista. En todo caso, los trmi-nos prestados del helenismo adquieren un significado nuevo 2.

    La reflexin sobre el misterio de Cristo y la formulacin del mensaje en categoras asequibles a los variados auditorios, adems de la adaptacin a la mentalidad judaica o helnica, trajo consigo una cierta conceptualizacin o sistematizacin, y para decirlo con la palabra que el lector ya presiente: una teologizacin del misterio. Porque en el N T se hace ya teolo-ga: una teologa dirigida por el Espritu de la verdad, que tambin para hacerla se les ha dado.

    Diramos que era un proceso psicolgicamente inevitable; porque el espritu humano tiende instintivamente a organi-zar en alguna forma sus experiencias y sus convicciones. Las grandes sntesis se reservan a los genios, pero no hay

    Cf. v.gr. HTTL 3,272-281: Hellenismus.

    Enunciados primitivos 19

    quien, a su manera y en su medida, no se construya una filosofa o un sistema del mundo y de la vida. Cuando ese sistema tiene por objeto los misterios de Dios, se le deno-mina teologa.

    En el N T no pudo menos de haber teologa, al menos en embrin. Con ms exactitud, no pudo menos de haber una multiplicidad de teologas. Porque la experiencia pascual, idntica objetivamente en cuanto que se hizo visible el nico Seor glorioso y se infundi el nicp Espritu de la verdad, tuvo que ser subjetivamente distinta segn la diversidad de caracteres y perceptividad psicolgica de los que vieron al Seor y recibieron su Espritu. Y lo que se dice de la expe-riencia pascual hay que extenderlo a la reflexin subsiguiente. La mocin e inspiracin divinas no alteran las capacidades naturales de sus receptores. Ms an, el nico Seor y el nico Espritu reparten carismas diferentes para mantener, paradjicamente, en la multiplicidad de vivencias, la unidad de la fe (cf. 1 Cor 12,4-13).

    De hecho descubrimos en el N T teologas diversas y aun divergentes. Este fenmeno no debe desconcertar al creyente, porque, aunque a primera vista le dificulte la sntesis, enri-quece su conocimiento del misterio. Teologas divergentes no son por fuerza teologas opuestas; ms bien son las lneas que , part iendo de un mismo punto , se expanden en un abanico, tanto ms fascinante cuanto ms abierto: aqu todas las va-rillas estn unidas en su extremidad de arranque por aquella primera experiencia insustituible: realmente el Seor ha re-sucitado, Jess es el Seor (Le 24,34; Rom 10,9).

    2. Enunciados primitivos del misterio

    Investidos de la misin de predicar el Evangelio y forta-lecidos por el Espritu Santo, los apstoles pregonaban el mensaje de salvacin, instruan a los nefitos y presidan las reuniones de oracin en que se parta el pan eucarstico (cf. M t 28,19-20; Act 1,8; 2,42). Desde el principio, pues hubo kerygma, catequesis y liturgia. Pero no ses inti de m o -mento la necesidad de poner por escrito los recuerdos y la interpretacin de la vida y persona de Jess, el Cristo. Slo ms tarde, circunstancias que no nos toca explicar aqu m o -tivaron la redaccin de los libros que integran el N T . El caso es que de los dos primeros decenios de la historia de la Iglesia

  • 20 El misterio de Cristo en el NT

    no se conserva n ingn documento cristiano. A pesar de ello, basndonos en los escritos posteriores, podemos remontarnos a ese perodo preliterario y rastrear el contenido de la predi-cacin de los apstoles y de la fe de la Iglesia primitiva.

    A. La cristologa primitiva segn Actos.Recurrimos, en pr imer lugar, al l ibro de los Actos.

    Sobre su testimonio hay que hacer una advertencia. Lu-cas era un hombre de cultura helnica: conoce el modo de escribir la historia de los clsicos griegos y, al componer la suya de la Iglesia, imita la tcnica de aqullos. Adems re-lata sucesos de los que le separa ya el lapso de medio siglo aproximadamente y, a la luz del progreso de la reflexin cristiana, puede corregir las formulaciones arcaicas. El tiene tambin su teologa propia y con ella colora la de los tiem-pos ms antiguos. Sin embargo, su sinceridad de historiador no le permite desfigurarla del todo, y, por fidelidad a sus fuentes, reproduce algunas de aquellas expresiones ms ru-dimentarias. Esto vale particularmente respecto a los ser-mones incluidos en los captulos uno al trece: ni son discur-sos taquigrafiados ni puras invenciones del autor, sino, ms bien, presentaciones esquemticas de lo que sola ser la predicacin apostlica en circunstancias parecidas a las des-critas en la narracin, que, por lo dems, son de todo punto verosmiles.

    Los resultados de anlisis verificados por exegetas com-petentes pueden resumirse en estas dos lneas: en Actos se refleja una cristologa primitiva que afirma la exaltacin de Jess como Cristo y Seor, con perspectiva a su futura parusa. Ni slo entronizacin en el presente, ni slo manifestacin de poder en el porvenir; sino ambas enlazadas en la fe del Resu-citado-exaltado, que consumar su obra de salvacin en un futuro de fecha indefinida, pero ejerce ya en el t iempo actual una actividad salvfica, como lo muestran especialmente la efusin del Espritu sobre la comunidad de los creyentes y la vitalidad de la Iglesia. Se aplica al Jess muerto en la cruz y resucitado por Dios el concepto de Mesas en el sentido pleno, depurado de las esperanzas judaicas: el del Rey-Sal-vador escatolgico que en nombre de Dios establece y rige su reino. Solamente se corrige un punto: el establecimiento del reino no se reserva nicamente para el en por venir, sino que se adelanta al momento presente, puesto que ya desde ahora el Espritu del Mesas se difunde sobre los que le reco-nocen y confiesan.

    Este modo de presentar la persona de Jess podemos de-nominarlo esquema prospectivo; afirma la entronizacin ac-

    Enunciados primitivos 21

    tual de Jess , que exige como consecuencia necesaria su ma-nifestacin gloriosa futura. La consideracin retrospectiva se reduce prct icamente a la identificacin del Cristo glorificado con el Jess de la vida pblica y de la pasin.

    Leamos algunos textos. Dios ha constituido Seor y Mesas a este Jess a quien vosotros crucificasteis (Act 2,36). Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis, a quien Dios ha resucitado de los muertos (Act 4,10). Dios ha cum-plido as lo que por boca de los profetas haba pronunciado acerca de los padecimientos de Crisfo.. . Cuando el Seor (Dios-Padre) haga venir los t iempos de la consolacin y enve a Jess, el Cristo que os est predestinado; al cual deben reco-ger los cielos hasta los t iempos de la restauracin de todas las cosas (Act 3,18-21).

    Estas ltimas frases, de fuerte sabor apocalptico, no ex-cluyen una exaltacin actual, previa a la parusa; ms exac-to es decir que la incluyen. Jess no haba sido arrebatado a los cielos como Elias, a quien su discpulo y sucesor, El-seo, no vio ms despus de su rapto (2 Re 2,12); al con-trario, Pedro y los otros apstoles haban visto al Seor despus de su resurreccin; por eso estn persuadidos de que Dios le ha establecido como Jefe y Salvador, para otor-gar a Israel el arrepentimiento y el perdn de los pecados, ya desde el presente (Act 5,30-31): posee dignidad mesinica y ejerce accin salvfica desde ahora, que culminar en la consolacin y restauracin final.

    Hemos citado prrafos de los discursos de Pedro; pero la misma idea de exaltacin presente encontramos en el dis-curso de Pablo en Antioqua (Act 13,16-41). La frase ms significativa a nuestro propsito es la siguiente: la promesa hecha a los padres . . . Dios la cumpli resucitando a Jess, segn lo que est escrito en el salmo segundo: T eres mi hijo, hoy te he engendrado (Act 13,32-33). El versculo del salmo citado est, sin duda, relacionado con la profeca de Natn al rey David sobre su descendiente: all dice Yahv: yo ser para l un padre, y l ser para m un hijo (2 Sam 7, 14; cf. 1 Par 17,13). El pensamiento que aqu se trasluce es el de la entronizacin mesinica de Jess en virtud de su resurreccin.

    Para enunciar la misma idea se acude tambin al salmo 110. Lo cita Pedro en su primer sermn (Act 2,34-35); segn Marcos, Jess lo haba aprovechado como pregunta insinuante en una de sus ltimas discusiones (Me 12,35-37 Par-)> y a l

  • 22 El misterio de Cristo en el NT

    haba aludido en su respuesta ante el sanedrn (Me 14,62), en un texto de carcter muy primitivo.

    Como conclusin podemos decir que en Actos se manifiesta una cristologa antigua de entronizacin actual y de parusa futura, de majestad mesinica obtenida por la resurreccin y de manifestacin gloriosa reservada para los tiempos de la restauracin final; y notamos el acento soteriolgico de esta exaltacin de Jess como Seor y Cristo, como Jefe y Sal-vador, para el arrepentimiento y el perdn de los pecados, en la restauracin final.

    Al mismo t iempo observamos un pr imer esfuerzo por interpretar la pasin segn las Escrituras o, digamos, segn el designio de Dios manifestado en las antiguas profecas (Act 2,23; 3,18.21.24). Entre ellas se menciona la referente al Siervo de Yahv (Is 52,13-53,12; cf. Act 3,13.16; 4,30; 5,31; 8,30-35), cuya aplicacin a Cristo veremos repetirse en adelante.

    B. La cristologa de los himnos litrgicos antiguos.La cristologa que acabamos de pergear aparece tambin en las frmulas litrgicas antiguas. Su presencia en los escritos posteriores se advierte en que se destacan del contexto inme-diato, sea por su vocabulario o r i tmo peculiar, sea por su mismo arcasmo.

    Era natural que en la ceremonia del bautismo y en los gapes de oracin y eucarista se entonasen plegarias e him-nos a imitacin de la antigua salmodia sinagogal, tomando frases del A T y acomodndolas a la nueva fe en Jess resu-citado y Seor. Este salterio cristiano se ira paulatinamente enriqueciendo; pero algunos de sus cantos ms logrados se repetiran con frecuencia en las reuniones litrgicas. No es, pues, de maravillar que algunas de aquellas aclamaciones y oraciones, lo mismo que algunos relatos y profesiones de fe, se perpetuasen en el lenguaje cristiano y percibamos su eco en los escritos de fecha ms reciente.

    Un ejemplo clsico es la profesin de fe citada por Pablo en la epstola a los Corintios, de que en su lugar se hablar (1 Cor 15,3-5); Y suele admitirse que algunas tradiciones evanglicas tuvieron su estructuracin en la liturgia eclesial.

    A nuestro propsito hace, ante todo, la exclamacin: Ma-ranatha (1 Cor 16,22), conservada en su forma aramaica, que delata su cuna en las comunidades de origen judo. Puede interpretarse, ora en sentido indicativo-asertivo: nuestro Seor viene, o est para venir, ora en sentido imperativo-depreca-torio: Seor nuestro, ven. En la conclusin del Apocalipsis

    Enunciados primitivos 23

    hallamos su equivalencia en griego: ven, Seor Jess (Ap 22, 20). E n esta frase brevsima se condensa la misma cristologa de exaltacin presente y parusa gloriosa que hemos visto en Actos: fe en la dignidad actual del que es nuestro Seor, y esperanza viva de su venida futura (cf. 1 Cor 11,26).

    Como citas de himnos primitivos suelen sealarse cuatro textos: dos de poca neotestamentaria posterior (1 Pe 3,18; 1 T i m 3,16), dos de autor reconocido y de fecha anterior y ms segura (Rom 1,3-4; F l p 2,6-11), que nos remiten al perodo preliterario. Los cuatro t ienen un pun to en comn: en vez de la mirada prospectiva a la parusa, arrancan retros-pectivamente de la vida mortal de Jesucristo, para concluir con su entronizacin y seoro celeste. T res de ellos, adems, concuerdan en el uso de un binario caracterstico: carne y espritu. Unas palabras sobre cada uno.

    a) Su hijo, Jesucristo nuestro Seor, nacido del linaje de David segn la carne, establecido Hijo de Dios en poder segn el Espritu santificador desde la resurreccin de entre los muertos (Rom 1,3-4). La presencia de vocablos no-pau-linos, en particular el empleo de carne y espritu en u n sentido distinto del paulino caracterstico, y aun cierta aspe-reza en la frasentese el uso de Hijo de Dios dos veces con connotacin diversa, demuestran que tenemos aqu un ds-tico insertado algo forzadamente en este contexto.

    Transpi ra aqu todava una cristologa ligada al concepto veterotestamentario del Mesas, como la que hemos encon-t rado en los discursos de los Actos. Su transfondo es el de la profeca de Natn, releda y amplificada en los salmos 2 y 110: all el Mesas es preconizado como descendiente de David, a quien Dios ha elevado a la dignidad de hijo predilecto suyo (cf. 2 Sam 7,14; Sal 2,6-7; 110,1). Estos dos aspectos del m e -sianismo, descendencia davdica y entronizacin celeste, se reparten en las dos fases de la existencia de Jess: su existencia terrena prerresurreccional y su existencia supraterrena pos-resurreccional. Pero Pablo, al insertar este dstico, ha tenido cuidado de corregir de paso un malentendido que pudiera ocasionar: Jess, el hijo de David segn la carne, exaltado a la dignidad de hijo predilecto de Dios por la fuerza del Espr i tu divino, es siempre e invariablemente Hijo de Dios (Rom 1,3a).

    b) Las epstolas pastorales son posteriores a la de los Romanos, por lo menos, una decena de aos. En la p r imera a Timoteo encontramos tambin u n himno, cuyo comienzo seala el pronombre relativo, sin concordancia con n ingn antecedente: por confesin unnime (o a todas luces), g rande

  • 24 El misterio de Cristo en el NT

    es el misterio de la piedad (de la verdad y de la fe, cuyo con-tenido es Cristo): el cual se hizo manifiesto en la carne, fue justificado (aprobado, exaltado victoriosamente) en el espritu (o por el Espritu), ha sido visto por los ngeles, proclamado a las naciones, credo por el mundo, exaltado a la gloria (i Tim 3,16).

    El ritmo del versculo pone de manifiesto su carcter hm-nico. Por los enunciados de los dos ltimos dsticos sospe-chamos que su composicin es de un periodo ms avanzado de la propagacin del Evangelio. Pero esto no excluye la posibilidad de que para su comienzo se utilizase una frmula ms arcaica.

    Su semejanza con el himno anterior salta a la vista, pero se nota tambin una diferencia: aqul historizaba, ste locali-za. All se indicaban dos etapas sucesivas, aqu se sealan ms bien dos mbitos donde se desarrolla y contina la exis-tencia de Jess: el de la carne y el del espritu. Tampoco en el resto del versculo hay que buscar una serie cronolgica de acontecimientos, sino la idntica glorificacin del Seor en diversos espacios o esferas.

    c) En cambio, otro himno, uno de los que parecen pro-venir de una liturgia bautismal y haber sido incorporados en el contexto de la primera carta de Pedro, presenta ms mar-cadamente aquellos dos modos de existencia como dos etapas de una trayectoria recorrida por Jesucristo: dado a la muerte segn la carne, pero vivificado segn el espritu... Por la resurreccin de Jesucristo, que est a la diestra de Dios, des-pus de haber subido al cielo (i Pe 3,18.21-22). A la muerte sufrida por nuestros pecados segn la carne o en la carne, en su condicin de existencia terrena, ha seguido su resurrec-cin, su subida a los cielos, su vivificacin segn el espritu o en el mbito de la accin vivificadora de Dios.

    d) El cuarto de los himnos se lee en la epstola a los Filipenses (Flp 2,6-11). Se introduce con el pronombre rela-tivo, cuyo antecedente acaba de enunciarse en la frase anterior: Cristo Jess. Como en los dos ltimos citados, no hay refe-rencia al mesianismo davdico. Tampoco aparece la anttesis carne-espritu que hasta ahora habamos encontrado. Pero s se conserva la contraposicin entre dos estados o condicio-nes de existencia sucesivas, y se recalca con fuerza la distancia entre ellos y el paso de la primera a la segunda. Ms an: la consideracin retrospectiva al perodo precedente a la exalta-cin de Cristo no se ha detenido en la situacin terrestre de

    Enunciados primitit os 25

    Cristo, incluida su muertey muerte de cruz, parece inser-cin de Pablo, sino que insina una dignidad trascendente, tal vez incluso la preexistencia de aquel que puede reclamar para s o ya posea en s la forma o modo de ser propio de Dios; l ha renunciado a ese modo de existencia, a la doxa divina, para tomar la forma de esclavo humilde y paciente, como el Siervo de Yahv. An no se ha llegado a la frmula de Juan para enunciar la encarnacin del Verbo (Jn 1,14), pero ya se preludia.

    La resurreccin no se menciona expresamente, porque un himno no tiene que adoptar el lenguaje de la historia; pero, evidentemente, la exaltacin o entronizacin de Jesu-cristo comporta, como condicin para su actividad salvfica de Seor, su victoria sobre todo poder adverso, incluido tambin el de la muerte; o bien se expresa la resurreccin con otro esquema.

    La parusa gloriosa no se nombra. El pensamiento se de-tiene en el seoro actual de Jesucristo, quien por su obedien-cia y humillacin ha sido sobre-exaltado y, para gloria de Dios, es reconocido y proclamado como Seor. Esta palabra nos recuerda la aclamacin Maranatha, de que arriba habla-mos, y la confesin de fe bautismal que en otro pasaje cita Pablo: Jess es el Seor (Rom 10,9).

    C. Resumen.Los pocos datos de la poca preliteraria que se rezuman en los escritos del NT, ms que una cristolo-ga, son una profesin de fe en el Seor Jess, el descendiente de David, el muerto en la cruz, el exaltado a la dignidad su-prema, el Salvador universal y escatolgico. Pero ya en esta profesin de fe se entrevn unos grmenes de cristologa: la confesin de Jess como Mesas encuadra su persona y obra en la historia de la salvacin; la mirada retrospectiva a su existencia segn la carne introduce la reflexin sobre sus reivindicaciones prepascuales; la consideracin de su modo de ser en la forma de Dios inicia la cristologa descendente, que luego encontraremos. En fin, una galaxia luminosa, pero todava informe, que poco a poco se ir condensando en cons-telaciones cada vez ms definidas. El punto de partida, ano-tmoslo de nuevo, es la fe en la resurreccin-exaltacin de aquel Jess que haba vivido entre los suyos.

  • 26 El misterio de Cristo en el NT

    3. Presentacin del misterio en los evangelios sinpticos

    La composicin de los evangelios sinpticos, como es sabido, es posterior a la de la mayora, si no totalidad, de las epstolas paulinas, exceptuando tal vez las pastorales. Sin embargo, de ellos se puede y suele hablar antes que de aqullas, porque su teologa es menos desarrollada o ms primitiva que la de Pablo.

    Decimos su teologa, porque el anlisis de su redaccin pone de manifiesto que sus autores no se han contentado con zurcir tradiciones antiguas, sino que se han esforzado por com-poner obras personales.

    Es cierto que se mantienen fieles a la tradicin recibida, y de esta fidelidad suya proviene su semejanza en contenido y estructura; pero cada uno de ellos ha organizado el mate-rial tradicional segn un punto de vista peculiar o ha sub-rayado las ideas que juzgaba ms importantes. Al par que transmiten los datos de la tradicin, los interpretan teolgi-camente; porque, en todo caso, no pretenden ser biografas, sino testimonio y proclamacin, kerygma y catequesis. In-cluso Marcos, desdeado un tiempo como demasiado inge-nuo y desprovisto de preocupaciones ideolgicas, es hoy da estimado como telogo consciente y penetrante, a pesar de su estilo desmaado.

    Para descubrir las perspectivas teolgicas de cada sinp-tico habra quizs que examinar, a travs del texto mismo, los elementos copiados simplemente de sus fuentes y los aportados por el evangelista; y tal vez sera menester co-menzar por estudiar la cristologa de la fuente denominada Q. Pero este anlisis microscpico nos llevara muy lejos y posiblemente slo traera resultados discutibles. Una lec-tura atenta y comparativa de estos tres evangelios es su-ficiente para hacer percibir su teologa particular del mis-terio de Cristo.

    A. Mateo.El lector erudito se sorprender de que co-mencemos por el evangelio de Mateo cuando se reconoce casi unnimemente, no slo que es posterior a Marcos, sino tam-bin que depende en gran parte de l. Con todo, nos decidi-mos a invertir el orden por una razn: leyendo Marcos nos sen-timos alejados de Palestina y del mundo judaico, no obstante las palabras aramaicas intercaladas en la narracin y el sabor semtico de su sintaxis; el ambiente de Marcos no es el de una comunidad palestinense, ni siquiera el de una especficamente judeo-cristiana. En cambio, Mateo, aunque redactado despus de la toma de Jerusaln y de la dispersin del pueblo, o quizs

    En los evangelios sinpticos 27

    precisamente por ello, nos hace respirar todava una atmsfera juda.

    Ante todo, Mateo vive en la tradicin del A T : lo cita con doble frecuencia que Marcos, con quien coincide, tal vez por haberlas tomado de l, en una veintena de textos; pero aade por su cuenta otros tantos, la mitad de los cuales no se aducen en el resto del N T . Adems Mateo se muestra versado en el estilo y procedimientos rabnicos de discusin y hermenutica escriturstica. En fin, su problemtica ,se mantiene en el te-rreno del enfrentamiento del cristianismo con el judaismo.

    En efectoy con esto pasamos a su teologa, Mateo con-centra su atencin en el que con terminologa moderna llama-ramos problema de identidad de la nueva comunidad cristiana, nacida en el seno de la sociedad religiosa judaica. Por eso su evangelio es eminentemente eclesiolgico: de hecho, es el nico que usa la palabra misma de Iglesia (Mt 16,18; 18,17), q u e

    tan frecuente era ya, como se ve en los Actos y en el epistolario paulino. La Iglesia, segn Mateo, realiza las esperanzas del pueblo israelita, pero superndolas. Entre el pueblo elegido de la antigua alianza y el nuevo pueblo de Dios media un lazo de continuidad discontinua, como la de la meta alcanzada al fin de la carrera o la del grano nacido de la espiga: continuidad porque es realizacin de lo prometido, y discontinuidad porque es superacin de lo preparado.

    Pero si la Iglesia es la realizacin trascendente de Israel, no con la estrechez de una raza, sino con la amplitud de una misin, hay que aceptar que el t iempo de la profeca se ha clausurado para dar paso al reino de Dios, y esto presupone la venida del Mesas que haba de establecerlo. As, la eclesio-loga de Mateo tiene por base una cristologa, cuyo ncleo est constituido por la tesis de la mesianidad de Jess.

    Jess el llamado Cristo o Mesas (Mt 1,16). La afirmacin no es exclusiva de Mateo: la hemos encontrado ya en la cris-tologa primitiva y la encontramos tambin en los otros evan-gelios; pero Mateo la acenta ms. Basta observar con qu ahnco da a Jess el ttulo de Hijo de David en un nmero de veces triple al de los otros dos sinpticos. Con l encabeza su evangelio: genealoga de Jesucristo, hijo de David... (1,1). En la misma idea insiste en la narracin del nacimiento: Jos, como descendiente de David, es invitado por el ngel a reco-nocer al Nio nacido de su esposa, la virgen Mara, como legal-mente hijo suyo y as hijo tambin de David; en su nacimiento virginal Mateo ve cumplida, con creces, una promesa hecha a la casa de David (1,20-23); y en el episodio de los magos que

  • 28 El misterio de Cristo en el NT

    buscan al recin nacido Rey de los judos, cita una profeca dirigida a la dinasta davdica (2,1-7). Luego son los ciegos quienes imploran la misericordia de Jess invocndole como Hijo de David (9,27; 20,30-31 con par.), y ms extraamente la mujer cananea (15,22; Me 7,25-26 no tiene esa invocacin): Mateo insina que los milagros de Jess le muestran como hijo de David (12,23). Por fin, en la entrada en Jerusaln, las turbas le vitorean: Hosanna al Hijo de David (21,9), y el mismo Jess defiende la legitimidad de esa aclamacin, que repiten hasta los nios (21,15-16; cf. M e 11,9-10; Le 19,38; Jn 12,13).

    Jess es, pues, el Hijo de David, el Mesas. Pero Mateo se esmera por recortar bien el concepto; podemos reducir a cinco las notas con que lo caracteriza.

    Primero, no es un mesianismo nacionalista :racial. Israel no queda excluido, pero ha perdido sus prerrogativas exclusivis-tas; el reino de Dios se establecer en el mundo, no por media-cin del pueblo israelita, sino, diramos, a sus espaldas. La responsabilidad recae sobre el mismo pueblo, descarriado por sus escribas y fariseos hipcritas (23,13.15, etc.).

    Es interesante una comparacin con el segundo evangelio en este punto. Marcos, como luego veremos, habla de la incomprensin de los discpulos; Mateo pone de relieve la incredulidad del pueblo. En Marcos nos llama la atencin el secreto mesinico; en Mateo, las retiradas de Jess sealan el camino hacia la institucin de la Iglesia (14,13; 15,21; 16,4-5.13), hasta llegar a la declaracin tajante: yo os digo: el reino de Dios se os quitar a vosotros y se entre-gar a un pueblo que d sus frutos (21,43, sin par.).

    Segundo, el mesianismo segn Mateo jams recurre a la violencia. Nunca se podr parangonar a Jess con un cabecilla de zelotes o guerrilleros revolucionarios, como los que por aquellos tiempos pululaban en Palestina. Se ha observado que Mateo es el nico en recordar la frase de Jess: quien a espada mata, a espada muere (26,52). Y l es tambin el nico que cita por largo como cumplida en Jess la profeca de Isaas sobre la mansedumbre del Siervo de Yahv (12,17-21; Is 42,1-4).

    Tercero, como consecuencia de lo anterior, el mesianismo de Mateo no es triunfalista, sino todo lo contrario. En esto concuerdan todos los evangelistas: el Mesas slo entrar en su gloria y en la posesin plena de sus poderes a travs del sufrimiento y la muerte ignominiosa de cruz. As lo anuncia Jess apenas Pedro ha proclamado su mesianidad (16,16.21-23 par.). El triunfo del Mesas no es intramundano, sino esca-

    En los evangelios sinpticos 29

    tolgico. A la cruz seguir la resurreccin y entronizacin, en que es investido por Dios de todo poder en el cielo y en la tierra (28,18). Su gloria de Mesas se manifestar, como en cifra, en el juicio sobre aquella ciudad de Jerusaln que le* haba rechazado, y en toda su magnificencia, al fin de los tiempos, en el juicio sobre todo los pueblos (c.24-25; sobre todo, 25,31-46, sin par.).

    Cuarto, el mesianismo de Jess es supramundano: el hijo de David es tambin Hijo de Dios. Mateo ha incluido esta profesin de fe en la confesin de Pedro, adelantando a aquel momento una inteligencia de la divinidad de Cristo que los apstoles alcanzaron slo despus de su resurreccin: respon-di Simn Pedro: T eres el Mesas, el Hijo de Dios vivo (16,16; cf. M e 8,29; Le 9,20). La afirmacin del mesianismo de Jess desemboca en la fe de su divinidad. Porque Cristo mismo es el centro del misterio revelado por Dios a los sencillos de corazn: el misterio del Hijo en reciprocidad de conocimiento inmediato y de intimidad con el Padre (11,25-27; L e 10,21-22).

    Mateo entronca as, sin poderse decir que se deriva de ella, con la cristologa esbozada en el himno utilizado por Pablo en el encabezamiento de la epstola a los Romanos (Rom 1,3-4); pero, naturalmente, la ha amplificado y or-questado.

    Quinto, el mesianismo de Jess es, segn Mateo, el de la presencia de Dios entre los hombres. Con una inclusin 3 no dudosa, Mateo cita al principio de su evangelio la profeca del Emmanuel , que traducido significa: Dios est con nosotros (1,23); y, despus de recordar la presencia de Cristo entre los que en su nombre se aunan (18,20) y su identificacin con sus hermanos, los pequeos (25,40-45), concluye con la promesa de la presencia perenne de Jess en su Iglesia: estar con vosotros (28,20). Mateo, anticipando esta presencia gloriosa de Cristo, ha pintado en su evangelio la figura del Jess histrico con los rasgos hierticos del Pantocrator, del Seor escatol-gico, presente y actuante en su Iglesia.

    B. Marcos.El que en nuestras biblias ocupa el segundo lugar entre los evangelios es, de hecho, en la opinin casi unnime de los especialistas, el ms antiguo de todos; su autor

    3 Inclusin es el procedimiento literario de encuadrar el desarrollo ms o menos extenso de una idea mediante la repeticin de una frase idn-tica o similar al principio y al fin. Un ejemplo tomado del mismo Mateo es 4,23 y 9,35. Los captulos encerrados por la inclusin han expuesto el tema enunciado en la clusula: predicaba el evangelio y curaba toda en-fermedad: enseanza (c.5-7) y milagros (c.8-9).

  • 30 El misterio de Cristo en el NT

    fue el creador de este nuevo gnero literario que denominamos, como l lo hizo: evangelio de Jesucristo ( I , I ) .

    Evangelio de Jesucristo en el doble sentido de que lo predic Jesucristo y de que tiene por objeto al mismo Jesucristo. La buena nueva pregonada por l es inseparable de su persona. Marcos muestra ms inters por la persona y accin de Jess que por su doctrina; y la exhortacin puesta en sus labios a creer en el evangelio porque el reino de Dios est a la mano (1,15), habr que interpretarla en la mente del evangelista como una llamada urgente a creer en Jesucristo: l es el evangelio como l es el reino (autobasilea, que dira Orgenes).

    Pero la persona de Jess, al igual que el reino, es un misterio y, como tal, para los de fuera es un enigma slo aceptable por aquellos a quienes es dado conocerlo por revelacin (4,11). La revelacin de Jess, lo mismo que la del reino, se otorga progresivamente: primero, en parbolas; luego, a los que la han aceptado en la penumbra, se les manifiesta con claridad; porque al que tiene, se le da ms; y al que no tiene, se le quita aun lo que tiene (4,25). El misterio es, en cierto sentido, una paradoja. Pablo dir que es escndalo y absurdo en su aspecto exterior, pero en s mismo poder y sabidura de Dios, perceptibles al creyente (1 Cor 1,23-24). Esta idea se ve ilustrada en el evangelio de Marcos, particularmente con los ttulos de Cristo que preferentemente emplea.

    En Marcos no advertimos aquella insistencia en los clara-mente mesinicos, como el de hijo de David, que veamos en Mateo; cierto que el transfondo mesinico no se ignora, ya que constitua el marco ideolgico e histrico de las reivindica-ciones de Jess; pero no se pone ah el acento.

    En cambio, no se puede menos de advertir el relieve dado por Marcos al ttulo de Hijo de Dios. L o leemos ya en el mis-mo epgrafe, segn la lectura ms probable: evangelio de Jesu-cristo, Hijo de Dios ( I , I ) . Luego es dos veces la voz del Padre, que reconoce a Jess como Hijo amado o nico (1,11; 9,17). Finalmente, al pie de la cruz, la confesin del centurin lleva la paradoja al extremo de proclamar al crucificado como ver-daderamente Hijo de Dios (15,39).

    Lo curioso es que este ttulo se ponga tambin en boca de los endemoniados (3,11; 5,7). Es lgico que, segn Mar-cos, Jess no quisiese aceptar ese testimonio; pero sospe-chamos que Marcos quiere, con todo, recordarnos a lo largo de su evangelio que Jesucristo es verdaderamente Hijo de Dios, puesto que posee poderes estrictamente divinos: do-minio plenamente universal sobre toda la creacin, aun so-bre aquellas fuerzas que el hombre no puede subyugar.

    En los evangelios sinpticos 31

    En Cristo obra un poder que excita el estupor y temor del hombre ante lo divino (1,27; 4,41; 5,15; 6,50-51). Al dejar sin respuesta aquella pregunta de los espectadores despus de la tormenta apaciguada: quin es ste a quien los vientos y el mar obedecen? (4,41), Marcos parece sugerirnos la nica acep-table: verdaderamente es Hijo de Dios.

    Jesucristo es, s, Hijo de Dios, pero en la paradoja de la humillacin y del sufrimiento. Este es un misterio profundo, cuya inteligencia slo alcanzaron los apstoles cuando contem-plaron al Seor resucitado; porque antes, aunque le seguan fielmente, ni siquiera los doce (3,14) haban sido capaces de comprender ni sus parbolas, ni su persona ni, mucho menos, su camino; sus corazones estaban entorpecidos (4,13; 6,52; 7,18; 8,17.21.33; 9,32).

    El misterio del Hijo de Dios muerto en la cruz lo expresa Marcos con otro ttulo muy frecuente en su evangelio: el de hijo del hombre. Con ste, como es sabido, se designa al Cristo glorioso y juez escatolgico (8,38; 13,26; 14,62), y al Jess de la vida pblica que tiene poder y autoridad de nivel divino para perdonar pecados y declarar o rescindir la ley del sbado (2,10.18); pero con l tambin se seala la trayectoria de humillacin y muerte. Marcos no es el nico en emplearlo con esta significacin, pero s es quien le da ms nfasis (8,31; 9,9. 12.31; 10,33.45; 14,21.41). Los pasajes referentes se agrupan en la segunda parte del evangelio, donde Marcos va escalonando in crescendo las profecas de la pasin; profecas que terminan con el prenuncio de la resurreccin, enlazando la derrota de la cruz con la gloria del trono a la diestra de Dios (14,62).

    Este es en resumen el misterio que Marcos se esfuerza por hacernos comprender. Por ser misterio es tambin un se