25 años de historias A la Orilla del Viento · como hormiguitas iban juntando, juntando cositas....

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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICAOCTUBRE DE 2016 25 años de historias A la Orilla del Viento

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25 años de historiasA la Orilla del Viento

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EDITORIAL

Tonadas A la Orilladel VientoE L I A C R O T T E F R A N C O

La afi rmacióndel azar lo convierteen necesidadD A N I E L G O L D I N

Desde esta orilla:los caminos de una colecciónB R E N D A B E L L O R Í N

Por cielo, mar y tierra.25 años de la colecciónA la Orilla del VientoM A U R I C I O G Ó M E Z M O R I N

Ignacio Padilla,el hombre que fueun mapaA D O L F O C Ó R D O V A

El secreto:escuchar al lectorConversación conEva Janovitz, María de la Concepción Cabreray Socorro VenegasV I R G I N I A B A U T I S T A

A la Orilla del Viento:25 años después S A N D R A L I C O N A

De cómo arruinamosa una generación J U A N A I N É S D E H E S A

NOVEDADESTRASFONDOJ U A N V I L L O R O

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José Carreño Carlón

DI R EC TO R G EN ER AL D EL FCE

Roberto Garza

EDITO R D E L A GACE TA

Ramón Cota Meza

R EDACCI Ó N

Martha Cantú, Adriana Konzevik,

Susana López, Socorro Venegas,

Rafael Mercado, Karla López y

Octavio Díaz

CO N S E J O ED ITO RIAL

León Muñoz Santini

DIS EÑ O ED ITO RIAL

Susana Figueroa León

Angélica Antonio Monroy

EDITO R A S D E E S TE N Ú M ERO

Erika A. Dávalos Camarena

ARTE Y FO R MACI Ó N

Ernesto Ramírez Morales

VERS I Ó N PAR A I NTER N E T

Impresora y Encuadernadora

Progreso, sa de cv

I M PR E S I Ó NSuscríbase en

www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/laGaceta/

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La Gaceta del Fondo de Cultura Económica

es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227,

Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Ciudad de México. Editor responsable: Roberto Garza. Certifi cado de licitud de título

8635 y de licitud de contenido 6080, expedidos por la Comisión Califi cadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de

febrero de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho

de Autor con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro postal: Publicación periódica: pp09-

0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716.

DISEÑO DE P O RTADA : ER IK A A . DÁVALOS C AMARENA , A PARTIR DE L A S I LUS TR ACION E S DE J UAN G EDOVI US , ANTHON Y B ROWN E,

IAN FALCO N ER , VALER IA GALLO, S EBA S TIAN M E SCH EN M OS ER , PALO MA VALDIV IA , I SO L , K ATJA M EN S I N G , DAVI D M CK EE ,

K E S TUTIS K A S PAR AVIČ I US , SATOS H I K ITAM U R A Y O L IVER J EFFERS

25 años de historiasA la Orilla del Viento

A la memoria de nuestro querido Nacho Padilla

Hace 16 años el catálogo de Obras para Niños y Jóvenes del Fondo de Cultura Económica anunciaba: “Estos títulos ya forman parte de la alimentación balanceada de las nuevas generaciones”. En ese entonces la colección A la Orilla del Viento ya presumía en sus filas a La peor señora del mundo de Francisco Hinojosa, y también obras de otros grandes escritores como Pascuala Corona, Alicia Molina, Vivian Mansour,

Emilio Carballido, sin olvidarnos del potente programa de traducciones que dio a conocer en español la obra de Bruno Heitz, Marie Aude Murail y Uri Orlev, entre otros. Y a los más reconocidos ilustradores, como Isol, Anthony Browne, Mauricio Gómez Morin, entre muchos más.

Durante 25 años, A la Orilla del Viento ha nutrido el mundo interior de padres e hijos y ha demostrado que la buena literatura es para todos los lectores, sin importar su edad, condición socioeconómica o educa-ción. Como proyecto de formación de lectores ha contribuido a ampliar el acceso al libro, no sólo en librerías o ferias, sino en escuelas y bibliote-cas, donde sigue siendo fundamental acompaña r a los docentes,bibliotecarios y mediadores de lectura.

Hoy vivimos uno de los momentos más venturosos de la literatura infantil y juvenil gracias a escritores e ilustradores que encontraronuna veta insospechada en los nuevos lectores y una editorial dispuestaa arriesgarse y crecer a su lado. Y la fórmula que se revelaba en nuestro catálogo hace 16 años ha sido siempre la misma: “cero óxido abúrrico”y mucho, todo, “de materia gris, imaginación y sales de cacumen”.La alquimia la completan nuestros lectores, con los que celebramos25 años de vivir, reír, gozar y amar la mejor literatura A la Orilladel Viento.�W

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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTOPOESÍA

Compuestas a lo largo de los 25 años de la colección A la Orilla del Viento,estas tonadas de Elia Crotte han sido acompañadas por lectores de distintas edades

y generaciones, quienes han escuchado por primera vez, en la voz de Crotte,muchos de nuestros libros narrados y transformados en canciones.

Recuperamos aquí algunas de ellas.

Ya sabes que hay otra orillaque suele en el viento estar,tú sabes que hay otra orillaal otro lado del mar.Siempre A la Orilla del Viento,cuentos podrás disfrutar.Siempre A la Orilla del Viento,cuentos, cuentos, cuentos…podrás encontrar.

(TONADA DE LA PEOR SEÑORA DEL MUNDODE FRANCISCO HINOJOSA)

Hubo en Turambuluna horrible señoraque nos molestabahora tras hora.

No daba descanso,nos atormentaba,nos arañaba,gritaba y pateaba…

Hasta que un díanos decidimosy de sus maldadesnos deshicimos.

Era insoportable,no era nada amable,era un ser terrible,era detestable.

Sus botas con picosy su enorme puroeran la promesade un dolor seguro.

En este lugar ya no la soportamos,y con grandes ideasnos rebelamos.

(TONADA DE EL AGUJERO NEGRODE ALICIA MOLINA)

Un pequeño problemael que tiene Camila.Un regalo ha de encontrarpara alguien especial.Un regalo ha de buscarque mamá pueda conservar.Busca por todas partes,dónde podrá encontrarle.La sorpresa la atrapócuando un duende apareció.Duende verde y misterioso,alborotado y tramposo…Nunca más se perdió el tiempo,la paciencia ni el buen humor,y entre cambalache y juegoeste cuento se acabó.

(TONADA DE RABIETA TREBEJOSDE MANUEL MONROY)

Rabieta y su abuelacomo hormiguitasiban juntando, juntando cositas.Un calcetín fue el regalodonde guardar lo coleccionado.Cositas, cositas, guardaron con calma,y ya para siempre las llevan en su alma.Cositas, cositas,en el corazón,y ahora las tenemosen una canción.

(TONADA DE EL PROFESOR ZÍPERY LA FABULOSA GUITARRA ELÉCTRICADE JUAN VILLORO)

Con una cuerda,una canción,el genial Zípertransforma el rock.

Ricky Coyote,el gran rockero,ha sorprendidoal mundo entero.

Banda increíblesuena estridente,líquida nubemueve a la gente.

Música y ciencia:¡combinación!Tremendo invento:¡brocolización!

Con una cuerda,una canción,el genial Zípertransforma el rock.

Tonadas A la Orilla del VientoE L I A C R O T T E F R A N C O

Narradora oral, promotora de lectura y especialista en formación lectora

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DOSSIER

Más allá de la trama de una historia, autor e ilustrador construyen personajes.

Personajes que trascienden las páginas del libro y se instalan en la vida cotidiana de

sus lectores, como un amigo o una compañía que el lector anima y completa no sólo con los elementos que le brinda el texto,

sino a través de sus propias vivencias e imaginación. Esta edición especial de

La Gaceta da cuenta de las andanzasde los diferentes actores que han

hecho posible que se produzca esta magia y que nuestros lectores

disfruten de lo mejor de la literatura infantil en el mundo. Son 25 años de

contar historias y de construir entrañables personajes para nuestros lectores A la

Orilla del Viento. Apenas 25.

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A Gabriel Zaid

Como aconteció con el naci-miento del propio Fondo de Cultura Económica, el catá-logo de libros para niños y jó-venes es una mezcla de azar y necesidad.

Tuvo diversos orígenes. Men cio no dos. Durante la ges-tión de Jaime García Terrés, una colaboradora externa

había propuesto una colección de historia de Méxi-co para niños. Pocos meses después, ya con Enrique González Pedrero como director, en una cena con los integrantes del comité de redacción de La gaceta, surgió la idea de crear una colección de literatura in-fantil. Si mal no recuerdo, pensamos que podría que-dar a cargo de Francisco Hinojosa, que había escrito para ese entonces un par de libros para niños. Pero él decidió dedicarse enteramente a escribir, y el proyec-to quedó huérfano, abierto a concurso.

Nadie me preguntó si el FCE debería publicar li-bros para niños. De haberlo hecho, no sé qué habría contestado. Supongo que fácilmente habría encontra-do razones para estar tanto a favor como en contra. Pero de lo que estaba seguro era de que si se decidía que el FCE debía incursionar en ese mercado, debía hacerlo rindiendo honor a su propia tradición. Invo-qué los dos manes tutelares que forjaron el FCE —Da-

niel Cosío Villegas y Arnaldo Orfi la Reynal— y diseñé una propuesta integral. Siempre pensé en un catálogo de obras para niños, no en una colección aislada. Y siempre consideré que nuestro catálogo debía consi-derarse como un acontecimiento político.

De Cosío Villegas tomé la idea de que el valor de publicar libros tiene que ver con los efectos que éstos producirían en el espacio público. Por eso siempre quise inscribir el proyecto en una agenda de recono-cimiento de los derechos de los niños, la igualación de oportunidades y la formación de ciudadanía.

A partir del ejemplo de Orfi la me dije que nuestro ámbito era Iberoamérica, no sólo México, y que debía-mos alimentarnos de lo que se publicaba en el mundo.

Si nos manteníamos fi eles a esos dos principios, el proyecto cumpliría con la misión del FCE. Fue por eso que detonamos un cambio en el mercado edito-rial en nuestro país como lo había hecho el FCE en otras ocasiones.

Desde luego, no nacimos en el vacío. Nos precedía una larga tradición que debíamos honrar. Quise ha-cerlo con un guiño: asignando el número uno de la co-lección A la Orilla del Viento a un libro de Pascuala Corona, una narradora oral rescatada por la entraña-ble Teresa Castelló.

Pero también había que marcar una ruptura, ale-jarse de una voluntad nacionalista chata y no guiarse por criterios pedagógicos. Jugar y experimentar, abrir se al mundo, dejar entrar el fabuloso caudal de nuevos creadores que estaban revolucionando la lite-

ratura para niños. Ante todo, apostar por la inteligen-cia de los lectores y por su capacidad de apropiación. La identidad, nacional o personal, se refuerza abrién-dose a lo extraño y potenciando la capacidad de apro-piación cultural. Sin mezcla no hay evolución.

Nada me ayudó tanto como no saber nada del cam-po del libro para niños. “Si no sabes, inventa”, me dijo en algún momento Alejandro Katz. Pero también ha-bía que escuchar. No hubiéramos crecido como lo hi-cimos sin preguntar a algunas personas como Car-men García Moreno, que había creado la primera feria del libro infantil en nuestro país y se había pateado la feria de Boloña recogiendo muestras que aquí ningún editor mexicano se animó a publicar. A todo el grupo de IBBY México, que fue sin duda impulsor del cam-bio. Y sobre todo al público: a los niños y a sus padres. Aclaro, escuchar no signifi ca acatar, sino construir dialogando.

Qué estimulante fue experimentar hasta dónde se podía llegar con los niños.

Menciono tres casos ejemplares. La publicación de La peor señora del mundo de Francisco Hinojosa. Pancho me entregó dos manuscritos y me dijo que uno era impublicable. Pronto vi a cuál se refería. Y de inmediato decidí publicarlo. Pero tenía que tomar precauciones. Lo di a dictaminar a dos “expertas”, ambas me dieron una respuesta negativa. Sin embar-go, mantuve mi decisión. Rebeca Cerda, entonces di-rectora de arte, se lo dio a ilustrar a El Fisgón. El re-sultado fue magnífico. Quise que fuera un blasón,

BIBLIOTECAS HOY

MEMORIAS

La afi rmación del azarlo convierte en necesidad

El proyecto de obraspara niños y jóvenes del FCE

25 años despuésD A N I E L G O L D I N

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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO

una marca que nos distinguiera en el momento del lanzamiento en la feria internacional del libro en la Ciudad de México. Hicimos una ampliación de varios metros de la ilustración central para colocarla en el stand. Y surtió efecto. Todos los pequeños querían ese título. Los padres en cambio se esforzaban por convencerlos de comprar otros más tradicionales como La ovejita negra. Generalmente vendíamos los dos. Veinticinco años después, La peor señora del mun-do ha marcado a generaciones de lectores.

El segundo caso va en sentido inverso. Como yo re-cordaba la impresión que me había causado a los 13 años la lectura de Puente en la selva de B. Traven, quise incluirlo en la primera camada de nuestros libros. Poco me importaba que el autor, como me aclaró su viuda, nunca lo hubiera imaginado como una novela para niños o jóvenes. Es una novela apa-sionante que narra una noche aciaga en más de 200 páginas y que le permite al lector avizorar siglos de opresión. Así empezó a circular un libro de adultos en un catálogo de niños. Hace unas semanas, durante la inauguración de la exposición de B. Traven en el Mu-seo de Arte Moderno, su directora, Sylvia Navarrete, me contó que había llegado a él gracias a esta obra pu-blicada en A la Orilla del Viento. Las fronteras entre los niños y los adultos son siempre permeables y ese diálogo puede enriquecer a ambos.

El tercero está relacionado con la sofi sticación es-tética. Me refi ero a la publicación del libro ilustrado La escoba de la viuda de Chris van Allsburg, impresa en dos tintas (sepia y gris para colmo). Habíamos he-cho una apuesta decidida por la ilustración. En Los Especiales de A la Orilla del Viento, la colección dedi-cada a los álbumes, publicamos una muy cuidada se-lección de lo mejor que se estaba produciendo en el mundo. Recuerdo que algunos críticos decían que nuestros libros eran demasiado sofi sticados para los niños mexicanos. La escoba de la viuda no es en efecto una obra sencilla, pero eso no era razón para que no fuera comprado con sus magros recursos por un niño en una comunidad de Chiapas, como efectivamente sucedió, según me relató Horacio de la Rosa.

Siempre prestamos mucha atención a la selección de las obras. No sólo en términos de calidad, que es un concepto vago, sino en su variedad (temática, estética e incluso en difi cultad de acceso). Teníamos presente que nuestro objetivo no era publicar una serie de li-bros excelentes, sino un catálogo concebido como un dispositivo para crear un mercado y, al mismo tiempo, un espacio social para la palabra. Los niños a los que nos dirigíamos, los niños a los que queríamos formar, eran antes que nada sujetos e interlocutores. Tam-bién pretendíamos incidir en la valoración social de la diversidad.

Cuidábamos cada aspecto del libro: los textos, el diseño, la impresión, para que los libros fueran leídos, usados, queridos.

En el catálogo debía estar al menos uno de los li-bros preferidos de cada uno de nuestros lectores. Para ello debíamos elegir también libros para muy pocos. Si cada lector encontraba en nuestro catálogo su libro, se iba a sentir animado para explorar otras propuestas.

Iniciamos traduciendo novelas y libros ilustrados, particularmente de la producción anglosajona de am-bos lados del Atlántico. Especialmente de un autor por el que hicimos una apuesta decisiva: Anthony Browne, un verdadero maestro en el arte de imbricar textos e imágenes en una narración polisémica.

Poco a poco fuimos publicando autores propios (mexicanos o extranjeros). Así entraron a nuestro ca-tálogo autores que hoy son clásicos; pienso en Isol (que ganó el premio Astrid Lindgren) o en Javier Sáez (que recientemente ganó el Premio Nacional de Ilus-tración en España).

Mirado en retrospectiva, creo que lo verdadera-mente notable de esa colección (incluso cuando se le compara con otras a nivel internacional) fue la apues-ta por la diversidad de estéticas, temas y formatos.

El criterio que seguimos fue que a cada libro le de-bíamos dar un tratamiento especial. Dejarlo respirar de manera natural para potenciar su capacidad de se-ducción. Aunque esto fuera contra la racionalidad económica más primaria que sugería publicar todos los libros en el mismo formato y en encuadernado rústico, ya que al parecer nadie estaba dispuesto a pagar por los libros cuidados y empastados. Cuando le presenté nuestra colección a don José Luis Martí-nez me reclamó que tuvieran tantos tamaños. Cier-tamente, no era fácil acomodarlos en un librero, y presentaban no pocos problemas para la exhibición en librerías, pero era preciso sacudir a toda la cadena. Apostar por la creación de un mercado sólido supone cuestionar los paradigmas.

Una cuestión esencial era trabajar para que los adultos estuvieran dispuestos a gastar en ellos. Tal vez alguien estudie un día el diseño de la política de precios que establecimos. Puedo resumir el retode esta forma, ¿cómo lograr que un padre que está dispuesto a pagar 80 pesos por unas palomitas y un refresco, o 250 pesos por un libro para él, esté dis-puesto a gastar lo mismo por un libro para sus hijos?

Transformar esto supone un trabajo tenaz en di-versos frentes. El objetivo era lograr la revaloración social del libro y del niño como sujeto cultural. En-tre otras cosas impulsamos cursos, seminarios, la magnífi ca exposición de las obras de Anthony Brow-ne en el Tamayo y otros museos de México y Latinoa-mérica, la atención personalizada en todas las ferias, la discusión pública sobre la formación de lectores, la profesionalización de los autores e ilustradores, etc. E hicimos una clara apuesta por la ampliación del mercado a nuevos públicos.

Me vienen a la mente cuatro adjetivos para descri-bir nuestro proyecto: integral, sistémico, sistemático, coherente. Son semejantes, pero no idénticos. Integral supone un proyecto editorial que comprende todas y cada una de las etapas del proceso; el cuidado de los textos, el diseño, la impresión, la defi nición de la polí-tica de precios, la promoción, la atención en el punto de venta y, tan importante como ello, la incidencia en la recepción del lector, pues había también que trans-formar las maneras en que se recibían los libros en los hogares y las escuelas. De ahí que debía ser sistémico. Desde la perspectiva sistémica, cada elemento afecta a todos y todos los elementos buscan a un tiempo pre-servar y transformar el sistema. También era sistemá-tico porque no podíamos hacerlo de una sola vez. Ha-bía que ir cubriendo etapas e insistir, e insistir y volver a insistir. Y no podía dejar de ser coherente: la fi losofía general del proyecto se debía refl ejar no sólo en cada parte del proceso editorial, sino en la propia organiza-ción del trabajo.

Tuve la inmensa suerte de que la consolidación del proyecto se diera en los once años que estuvo al fren-te de la editorial Miguel de la Madrid. Él venía de ser presidente de México, no tenía necesidad de imponer su autoridad. Todo mundo la reconocía. Y él me dio su confi anza. Eso me comprometió más. Cada decisión debía ser cuidada en extremo. Podían ser decisiones personales, pero no caprichosas, respondían a las ne-cesidades del proyecto.

De la Madrid me permitió incidir en todas las par-tes del proceso. Desde la defi nición de la política de precios, hasta en la manera en que se promovían en los diferentes mercados: Estados Unidos, Colombia, España, Argentina… Cada uno jugaba un papel espe-cial en la visión integral del proyecto.

También me permitió construir y dirigir un gran equipo, pues el proyecto de obras para niños y jóve-nes siempre fue un proyecto colectivo.

Sería injusto no reconocer a algunos protagonis-tas. Ernestina Loyo, que estuvo al cuidado de las edi-ciones desde el principio. A Mauricio Gómez Morín, que asumió la dirección de arte cuando salió Rebeca Cerda, y fue cómplice fundamental. A Cristina Álva-rez que inició la promoción escolar. A la gran Eva Ja-novitz, con la que reinventamos las estrategias de promoción y comercialización dentro y fuera del ca-nal escolar, con un grupo de promotores maravilloso entre los cuales destaco a Horacio de la Rosa y Con-cepción Cabrera. A Joaquín Sierra, un gran diseñador. A Gabriel Ruiz, con quien montamos las exposiciones y a Manuel Hinojosa con quien hicimos festivales.A Gerardo Méndez y Marcela Romero, cuentacuen-tos de cabecera. En total debieron haber pasado más de 40 personas. Pero el equipo nunca fue mayor a 21. Todos, inclusive las secretarias, Claudia, Catita y Lu-pita, participaban activamente. Habían leído los li-bros, podían promoverlos. Las habíamos formado como lectoras y promotoras. En cierta medida refl e-jaban a nuestro público. Si estábamos pugnando por habilitar y estimular su desarrollo, debíamos empe-zar por casa.

La visión integral y la coherencia rindieron frutos. En algún momento el catálogo llegó a representar más del 35% de las ventas y 50% de las exportaciones del FCE.

Al cabo de pocos años nuestro catálogo integra-ba obras para para bebés, novelas, música y Espa-cios para la Lectura, una colección de obras sobre el campo de la cultura escrita desde múltiples discipli-nas. Para mí era muy claro que había un vínculo en-tre obras de académicos como Emilia Ferreiro, Ro-ger Chartier o Robert Darnton y obras de Browne o Francisco Hinojosa. Tal vez ese vínculo no era visible para el público, pero le daba solidez y nos distinguió de otros estupendos proyectos editoriales para niños y jóvenes. Refl ejaba la dimensión política del proyec-to: abrir espacios para el diálogo, para el empodera-miento de los niños, para el reconocimiento de la di-versidad. Reconocerse parte de la historia y ayudar a construirla.

Una de las escenas que mejor refl ejaba este espíri-tu fueron los seminarios que organizamos. Ahí traji-mos a Michèle Petit, Geneviève Patte, Roger y Anne Marie Chartier, a Delia Lerner y muchos otros. Esos seminarios estaban abiertos a todo el mundo y me encantaba ver a chicos de 16 y 17 años tomando apun-tes a un lado de investigadores como Emilia Ferreiro o Elsie Rockwell. En algunos casos, de esos semina-rios surgieron libros que tuvieron una gran repercu-sión en el campo.

De manera inversa también trabajamos por hacer eventos de los libros. Es el caso de las exposiciones, festivales o sesiones de narradores orales. En resu-men, se trataba de estimular el paso del libro a la vida y de la vida al libro.

Tal vez todavía haya personas que consideren que el FCE no debió haber incursionado en ese campo. Yo no lo creo. Considero que el Fondo contribuyó a crear un mercado del que hoy se benefi cian muchos otros editores y libreros, y una sociedad que reconoce a los niños y lentamente les abre espacios para ser prota-gonistas. Quizá fue un azar, pero visto en retrospec-tiva, no me cabe duda de que era necesario.�W

En una cena con los integrantes del comitéde redacción de La Gaceta, surgió la idea de crearuna colección deliteratura infantil.

En el catálogo debía estaral menos uno de los libros preferidos de cada uno de nuestros lectores. Para ello debíamos elegir también libros para muy pocos.Si cada lector encontrabaen nuestro catálogo su libro, se iba a sentir animado para explorar otras propuestas.

El criterio que seguimos fue que a cada libro le debíamos dar un tratamiento especial. Dejarlo respirar de manera natural para potenciar su capacidad de seducción.

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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO

H ay pocos proyectos edi-toriales que refl ejen de manera tan integral una concepción profun-da del peso de la cultura escrita y de las maneras en que el lector infantil y juvenil se puede rela-cionar con ella. Este es el caso de A la Orilla del

Viento. Su singularidad estriba en que se creó, y se ha seguido desarrollando durante estos 25 años, bajo una visión amplia de la lectura, donde conver-gen, por un lado, la conciencia de que se requieren textos estimulantes y retadores para crecer como lector y, por el otro, la convicción de que el niño es un sujeto (no sólo un target de mercadeo) con autono-mía y sensibilidad para apreciar una obra literaria de alto contenido estético. En esta concepción subyace la idea de que los textos se acompañan y actualizan a través de una infi nidad de actos singulares. Éstos se tomaron en cuenta para crear una plataforma de me-diación y difusión con el fi n de garantizar que la co-lección contribuya a formar ciudadanos de la cultura escrita, algo que he podido corroborar en mi propia experiencia. Desde aquí quisiera explorar el impacto que ha tenido la oferta del Fondo de Cultura Econó-mica en la región hispanoamericana.

A la Orilla del Viento ha sido un espacio para for-marme como lectora y especialista en libros para ni-ños. Gracias a ella, como muchos latinoamericanos, pude adentrarme en la obra de grandes exponentes de la literatura infantil como Chris van Allsburg, Da-vid McKee, Satoshi Kitamura, Taro Gomi, Cornelia Funke. Era una estudiante de letras cuando tuve la suerte de participar en la curaduría de la exposición de Anthony Browne en Caracas en 1996, publiqué mi primer artículo fuera de Venezuela en el periódico de Espacios para la lectura y me formé leyendo libros de la colección con este mismo nombre, vi como la institución en la que trabajaba —el Banco del Libro— siempre seleccionaba títulos del catálogo del FCE para las bibliotecas públicas y comunitarias. Poste-riormente, en mi ejercicio como profesora de litera-tura infantil, he constatado cómo los libros de A la Orilla del Viento nunca faltan en las bibliografías de los otros profesores ni en los trabajos de los alumnos del Máster en Libros para Niños y Jóvenes UAB-BL. Repasemos por qué.

MÁS Y MEJORES LIBROS PARA UN MAYOR NÚMERO DE LECTORESEl catálogo —rico y variado en temas, formatos, pro-puestas narrativas y gráfi cas, diseñado para atender las necesidades e intereses de diversas etapas lecto-ras— constituye un acervo invaluable para el público hispanohablante. Contiene obras universales que cuentan experiencias vitales con las que una amplia gama de lectores puede identifi carse a pesar de (o gracias a) que una parte signifi cativa de ellos se hace en clave experimental.

La colección siempre estuvo marcada por la inno-vación, sin condescender con las ideas de que los ni-ños no comprenderían ciertas aproximaciones o re-chazarían estilos per se. En este sentido, se ha aposta-

do por obras complejas de autores reconocidos por la crítica especializada, como Browne y Jeff ers, pero que rara vez se traducían al castellano, así como por títulos de editoriales pequeñas e independientes de mercados reducidos, como el sello francés Grandir Editions, la casa belga De Eenhoorn y las editoriales japonesas Riron-sha y Bronze Publishing. Esto ha contribuido a que los latinoamericanos estemos fa-miliarizados con obras de lugares remotos, que nos apropiemos de obras de autores como Mandana Sa-dat, Olivier Douzou y Carl Cneut como parte de nues-tro acervo inmediato y que podamos atisbar las cul-turas en las que se inscriben.

La internacionalización no ha ocurrido en una sola dirección: creadores hispanoamericanos como Javier Sáez Castán, Isol, Claudio Romo y Juan Palo-mino se han vuelto protagonistas del escenario in-ternacional; y autores mexicanos como Francisco Hinojosa, Toño Malpica y Juan Villoro, trascienden las fronteras de lo local y se han vuelto también de dominio global. Isol fue galardonada por uno de los mayores premios que es posible recibir en el campo de la literatura infantil, el Astrid Lindgren Memorial Award, y el libro Animalario universal del profesor Revillod de Sáez Castán logró interesar al impene-trable mercado editorial francés, entre muchos otros idiomas a los que también se ha vendido, tales como el alemán, chino o italiano. En los últimos tiempos, autores mexicanos jóvenes como Alberto Laiseca, Alberto Chimal, Verónica Murguía y Vivian Man-sour han encontrado en la colección un lugar para di-fundir su obra y reelaborar lo local para mostrar que puede ser de interés más allá de las fronteras del país, tal como sucede en otro nivel con la excelente recopilación de Fabio Morábito de Cuentos populares mexicanos ideada con editorial Siruela o con el ál-bum Hago de voz un cuerpo, ilustrado por Gabriel Pa-checo y galardonado por la Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia. Asimismo, iniciativas sos-tenidas en el tiempo como el Concurso de Álbum Ilustrado A la Orilla del Viento —que ha difundido la obra de autores como Carmen Segovia, Antonio Ven-tura y Aitana Carrasco—, y el Premio Hispanoameri-cano de Poesía para Niños, organizado por el FCE y la Fundación para las Letras Mexicanas —entre cu-yos ganadores se encuentran la uruguaya Mercedes Calvo y el mexicano Luigi Amara— han permitido no sólo dar a conocer en todo el mundo la obra de los au-tores galardonados, sino también invitar a nuevos talentos a participar en el ramo del álbum ilustrado y la poesía infantil, respectivamente.

LA LINGUA FRANCA DEL FONDOLo internacional ha dejado —sobre todo en el nuevo milenio— de ser ajeno no sólo por la selección ofreci-da, sino también porque gracias a los excepcionales canales de distribución de la editorial, estos libros se han vuelto una presencia familiar en bibliotecas, es-cuelas, librerías y programas de promoción de la lec-tura. La distribución que el FCE hace a través de sus fi liales ha permitido que las obras sean un “lenguaje común” para los hispanoamericanos. Como ya lo de-cía, garantiza una bibliografía básica que conecta a las personas que estudian y promueven los libros para niños y jóvenes. Esto, a su vez, resulta propicio

para que los libros del catálogo se incluyan en los planes de lectura de diferentes países. Por un lado, los mediadores los conocen y gracias a esto los esco-gen. Por el otro, las fi liales conocen bien al público de cada lugar, de modo que tienen una ventaja compara-tiva frente a otras editoriales (están atentos a qué ofrecer y familiarizados con el circuito de distribu-ción y promoción local). Esto, aunado a la política de precios asequibles de la colección desde un comien-zo, ha incidido en la amplia circulación de sus libros; aunque ésta sea debatible en términos de mercado, es incuestionable desde el punto de vista de la for-mación de lectores. Tan sólo en ventas por licitacio-nes a los ministerios de Argentina, Chile y Guatema-la, entre 2015 y 2016 se han vendido casi 400 000 ejemplares de 27 títulos diferentes.

UNA PLATAFORMA PARA LOS LIBROSY LOS LECTORES

La consolidación del catálogo estuvo apuntalada por el desarrollo de una infraestructura para lecto-res y mediadores. El ímpetu fundacional y la disposi-ción de recursos dieron lugar a una red de promoto-res sustentada en múltiples actividades: seminarios a cargo de los especialistas más importantes so-bre las intersecciones entre los estudios de la cultu-ra escrita y la producción de textos por y para niños (como Anne Marie Chartier, Emilia Ferreiro y Mi-chèle Petit), exposiciones en museos, un periódico, la creación de la colección Espacios para la Lectura, el desarrollo y la participación en proyectos sobre dis-tintas perspectivas del proceso lector (programas para bebés, actividades para niños sordomudos, la web chicosyescritores, etc.). Todo este entramado, or-questado por el visionario Daniel Goldin y su equi-po, sirvió de base para explorar nuevas y diferentes posibilidades de animación a la lectura y de capaci-tación de mediadores, que siempre van más allá del esquema de la venta escolar prescriptiva. Este lega-do, continuado y reinterpretado en el tiempo por Mi-riam Martínez con una apuesta por traducciones de distintas latitudes y un empuje a la consolidación de la venta y gestión de derechos de libros a diferen-tes idiomas; Eliana Pasarán con un sostenido tra-bajo gráfi co con autores como Javier Zavala y su in-terés en consensuar esfuerzos con las fi liales; y So-corro Venegas con su inclusión de jóvenes autores mexicanos antes no contemplados en el catálogo y su profundización en la venta de derechos —en los últi-mos tres años se han vendido los derechos de más de 50 títulos a editoriales de más de 15 idiomas diferen-tes—, se ha extendido al ámbito de la promoción de la lectura y del libro infantil en la región al punto en que los autores de A la Orilla del Viento y de Espacios para la Lectura son voces autorizadas que contribu-yen a formar mediadores en diversos contextos. En este sentido, el proyecto de Obras para Niños y Jóve-nes del FCE ha generado un modelo que ha permiti-do que instituciones en toda Hispanoamérica consi-deren que el respaldo de la investigación, la valida-ción de conceptos, así como la generación de una red de organizaciones y personas claves del medio, son un soporte inestimable para propiciar el encuentro entre los niños y los libros.�W

ARTÍCULO

Desde esta orilla:los caminos de una colección

B R E N D A B E L L O R Í N

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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO

El arte detiene el tiempo.

Luis Cardoza y Aragón

C omo embajador de la Feria Internacional del Libro In-fantil y Juvenil, este año visi-té la Feria del Libro de Bolo-nia con el fin de proponer y organizar ahí el próximo año una amplia exposición sobre ilustración infantil mexica-na contemporánea. ¡Uf!, us-tedes disculparán el título

tamaño ferrocarril pero eso es lo que queremos mos-trar al mundo editorial: el variopinto registro genera-cional, creativo, estético y conceptual, y la impecable calidad de la ilustración infantil que se hace hoy en México, la cual ya es reconocida y procurada en el mundo editorial global. Año con año, en el marco de la feria, tiene lugar la muy prestigiosa Exposición Anual de Ilustración de la Feria de Bolonia de la que se deriva el Catálogo Anual de Ilustradores. Es un concurso donde no hay recompensas económicas ni diplomas para la pared. La distinción consiste única y exclusivamente en ser seleccionado para este im-portantísimo acontecimiento. Este año ha sido dis-tinguido con ese honor nuestro querido colega y fan-tástico artista Juan Palomino; el año pasado la ilus-tradora mexicana Irma Bastida Herrera obtuvo la Manzana de Oro de la 24ava Bienal de Ilustración de Bratislava en Eslovenia —adonde también queremos llevar la muestra— que es algo así como el premio no-bel de ilustración. Con enorme orgullo y alegría les decimos, ¡felicidades Irma y Juan!

Valga esta introducción para dar contexto y mar-car el derrotero del largo y sinuoso camino de la ilus-tración infantil en México durante estos 25 años para ganarse a pulso el lugar destacado e imprescindible que ahora tiene. Desde que los ilustradores eran con-siderados como los matacuaces que le echan leña a la caldera, una especie de mercenarios inferiores del gran arte, y se concebía a la ilustración de los libros infantiles como algo necesario pero a un tiempo me-nospreciable, como ese perrillo faldero que acompa-ñaba obedientemente al “Señor Texto”; hasta el me-recido papel protagónico —junto a la narrativa litera-ria, su compañera de viaje— en igualdad llana y dupla esencial, y a los ilustradores como creadores, como autores con derecho pleno en la magia del aconteci-miento narrativo.

Cuenta la leyenda que al principio fue el Verbo. Lo que se cuenta poco es que mientras esto sucedía, unos traviesos personajes hacían cosas raras: esgrafi aban y dibujaban formas en las rocas de las cavernas. ¿Qué fue primero, la palabra o la imagen? Es muy probable que con sus primeros balbuceos y gruñidos, el hombre haya hecho también sus primeros garabatos y rayas. Nunca lo sabremos de cierto, puesto que de los gara-batos hay pruebas pero a las palabras se las lleva el viento. Y es tan ocioso como preguntarnos si fue pri-mero el huevo o la gallina. Lo que sí podemos afi rmar con seguridad es que ambas, palabras y rayas, surgie-ron como actividades distintas y complementarias, necesarias y esenciales —junto al famoso pulgar sepa-rado— de nuestro devenir y distingo como seres hu-manos. Como quiera que hayan surgido estas dos ac-tividades humanas capitales, nacieron hermanas. No siamesas, pero sí cuatas, parecidas y diferentes, des-iguales y combinadas. Juntas nos ayudan a cumplir nuestros viejos anhelos: entender, comunicar, cono-cer, recrear, divertirnos y extendernos. Pero cada una

tiene su propio modo de ser, expresar y aludir. La pa-labra, efímera, etérea y precisa, hace habitable al mundo nombrándolo. Lo reinventa y hace próximos, prójimos a los extraños, a la otredad. La imagen, quie-ro decir la imagen humana, es la representación de lo que no se nombra, casi imperecedera, material y per-pleja, es el registro de lo que despejó la palabra: la mi-rada, lo subjetivo. Es su otro lado. Y con su testimonio categórico nos brindan juntas la conciencia del tiem-po, de nuestra ineludible dimensión como seres histó-ricos y fi nitos a la intemperie, es decir, a merced del tiempo. Ambas, palabra e imagen, nos resumen y nos confunden a un tiempo, nos contienen y nos liberan, nos explican y nos preguntan. Y nos enaltecen como algo más que esa superespecializada y efi ciente má-quina de trabajo. Nos hicieron resonadores, lectores del mundo y de su conciencia, entrañada en la pala-bra, en la mirada y en la imagen. La escritura vino después, como hija predilecta y refi nada, como conse-cuencia casi irremediable de la promiscuidad inces-tuosa entre sus dos predecesoras, para reu-nirlas en un estrecho, nuevo y dialéctico abrazo entre lo efímero y lo perdura-ble, lo diáfano y lo oscuro, lo singu-lar y lo genérico, lo semejante y lo diverso, lo personal y lo común, lo sencillo y lo com-plejo, lo visible y lo invisible, la vigilia y el sueño, el corazóny la razón.

¿No es acaso la escritura un di-bujo y el dibujo otra escritura?

Bien dijo Georges Bataille que la literatura es al fi n la infancia re-cuperada. Por su cuenta, y desde su pequeña pero inexpugnable trinchera, los libros infantiles, al reunir de nuevo a la palabra y la imagen, mantienen intacta la fogata, la tradición y el riesgo. Me parece que por su fi loso estado de gracia, por su mirada inaugural, por su indómita curiosidad, los niños lo tienen bien sabido desde siempre.

Las imágenes que ilustran este artículo sir-ven para dar cuenta de este papel esencial de la ilustración en el boom y el éxito indiscutible de la LIJ actualmente, como justo reco-nocimiento a la labor tenaz y vir-tuosa del gremio ilustrado y, en especial, el reconocimiento y agradecimiento a la colec-ción A la Orilla del Viento, como la cuna donde nos iniciamos, y como el espa-cio que se constituyó pio-neramente en escuela y ta-ller para nuestra formación profesional, y donde se pro-yecta ron como a r tistas consagrados muchos ilus-t r adores y d i señ adores mexicanos destacadísimos; en la mejor tradición renova-dora de lo que fueron en su momento la revista Colibrí y la colección de Libros del Rincón de la SEP.

Este empuje, esta eclosión, este ameritamiento de la ilustración mexicana contemporánea tiene a edito-res liminares y ejemplares como sus principales cul-pables a los que quiero hacer un reconocimiento pú-blico: al equipo inicial de IBBY México, especialmen-te a doña Carmen García Moreno, a Pilar Gómez, Norma Torres y Carlos Pellicer López por el impor-tantísimo Concurso Latinoamericano Antoniorro-bles. También de ese fabuloso equipo inicial en el FCE, a Rebeca Cerda, quien arranca el proyecto de las colecciones infantiles y reúne a los primeros ta-lentos artísticos para ese empeño en dicha editorial. Y al fi nal, pero no al último, al querido amigo Daniel Goldin, quien tuvo, entre otras, la atingencia o la des-ventura —según sea el caso— de contratarme como el editor de ilustración de A la Orilla, lo que me dio la oportunidad de ponerme del otro lado del mostrador y compartir con mis colegas este increíble periplo. Es muy larga de lista de amigos y compañeros de viaje. Imposible nombrarlos a todos pero que sepa cada uno en especial que a todos los tengo contantes y sonan-tes en mi pienso y en mi agradecimiento.

Quiero volver a decir, y no me canso de ello, que la experiencia de trabajar con Daniel Goldin y con el gran equipo que formó en el FCE es la experiencia

profesional más importante de mi vida. Daniel nos inmiscuyó en un derrotero muy claro con respec-

to a la línea editorial para las colecciones infan-tiles del FCE: fundar un catálogo en español de las mejores historias de los mejores autores e ilustradores de libros para niños y jóvenes

del mundo. Pero este objetivo explícito es-taba inspirado en un propósito implícito y

profundo: la promoción de la lectura para construir ciudadanía. Formar usuarios plenos de la palabra. Y esto implicaba algo más que la publicación de libros: la formación de una red social de indi-viduos e instituciones para impulsar ho-

rizontal, democrática e incluyentemente la cultura escrita como eje transversal de

los espacios de esparcimiento y educación. Esto signifi có en la práctica la formación de

un equipo editorial y un equipo de promotores, la publicación de libros y la organización de ac-tividades académicas y de formación. Todo esto

modificó definitiva y definitoriamente el uni-verso y el mercado edito-

rial de las publicaciones infantiles en México. Y

cobra un especial y emergente senti-

do en nuestro ajado presente como país.

El nombre de A la Orilla del Viento

nació de un agua-cero de ideas y

quiso evocar un lugar imposible

pero factible. Creo que se logró con cre-

ces. ¡Larga vida a ese territorio libre y cálido

de la palabra y la imagen!¡¡Larga vida A la Orilla

del Viento!!�W

DISCURSO

Por cielo, mar y tierra.25 años de la colección

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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO

S us conversaciones, sus ideas y sus libros conducen a un territorio muy amplio. Sus parajes, fantas-males y góticos, están llenos de grutas, bestias y tribus perdidas. La literatura inglesa y Cervantes eran un eje, pero no un límite; en las tierras menos exploradas de su narrativa se vislumbraban fu-turos cómics y guiones de cine.

De su literatura para niños, en la que el humor y los juegos de palabras atrapan y no sueltan, nos queda una región fantástica integrada por ciudades y pue-blos a los que se antoja ir.

En la República Imaginaria, un dragón es condena-do a vivir en el Bosque del Exilio (Los papeles del dra-gón típico, Algar, 2010); en el pueblo de San Juan de los Azulejos no pasa nada hasta que el Capitán Añil pro-pone un viaje por el Mar Embotellado (Las tormentas del Mar Embotellado, Algar, 2008); aquel Pueblo de la Máquina fue fundado por Sancho de la Chatarra, quien venía del imperio de Trapisonda (Por un torni-llo, fce, 2009); de la guerra entre la Sociedad de los Osos Polares y la Sociedad de las Guacamayas Silves-tres se tienen pocas señales geográfi cas pero muchas leyes rotas (Todos los osos son zurdos, fce, 2010), y en el pueblo de Quimera vive un guerrero con un gran secreto (El hombre que fue un mapa, fce, 2014).

El mapa que todavía es Ignacio Padilla nos aguar-da con laberintos monstruosos, abismos insonda-bles, bestias olvidadas, androides, personajes encu-biertos y claves, muchas claves para ir a otros textos y explorar a otros autores. Ningún nombre se lee al azar. Ignacio Padilla, tampoco. Su repentino falleci-miento abre un vacío. Este escritor era capaz de ilu-minarnos con ensayos cervantinos, sorprendernos con una teoría del fi n del mundo, llevarnos por un ar-chipiélago de identidades latinoamericanas y dester-nillarnos de risa con un cuento para niños. Era un

puente intergeneracional y un renovador ideológico. Sus conversaciones vinculaban al mundo académico más erudito con el lector de a pie y la cultura pop. Va-loraba la literatura infantil como un género al que re-sultaba muy difícil encarar con éxito. Era el miem-bro más joven de la Academia Mexicana de la Lengua, pero recordaba con humor que había sido linchado en la Universidad de Salamanca cuando defendió su te-sis doctoral. Hizo, junto con su querida Ix-Nic Irue-gas, la traducción de Alicia en el País de las Maravi-llas (fce, 2015) y tradujo también la obra capital de Maria Nikolajeva: Retórica del personaje en la litera-tura para niños (fce, 2014).

Habíamos imaginado que Ignacio Padilla enve-jecería. Contábamos con él. Sabíamos que llegado el momento habría otro libro suyo que podría acompa-ñarnos en la duda. Quizá la mayor cualidad de su lite-ratura es que nos muestra con ironía, a veces con te-rror, que todos somos un poco Jekyll y Hyde. Él decía que esa posibilidad, esa conciencia, tendría que hacer-nos más tolerantes. Nos queda ese mapa amplio lleno de pasadizos, certezas, titubeos y juegos. El mapa del hombre que es Nacho Padilla.

Recupero aquí la semblanza y entrevista que escri-bí en mi blog, Linternas y bosques, hace dos años, y algunas preguntas que le hice para el suplemento in-fantil “Gente Chiquita” del periódico Reforma (29 de mayo, 2010). Un recuerdo y una invitación a conocer al maestro y amigo que fue Nacho Padilla para mí, y para tantos. 

IGNACIO PADILLA, EL FÍSICO CUÉNTICOVive entre dos ciudades, habla siete lenguas, tiene dos hijos. Traduce, prologa, hace crítica literaria y cróni-ca. Llega a la plaza tocando la g uitarra y la armónica. Revisa manuscritos, es promotor cultural e imparte conferencias. Se coloca en el centro y la gente empie-za a rodearlo. Escribe cuento, teatro, novela y ensayo (y ha recibido premios en todos esos géneros). Carga

en la espalda un gran bombo que hace sonar con un golpeador conectado a un pedal de pie (a los niños les encanta, abren bien los ojos). Es profesor de tiempo completo en la Universidad Iberoamericana, investi-gador del Centro de Estudios Cervantinos y titular de la cátedra Rosario Castellanos en la Universidad He-brea de Jerusalén. La plaza ya está llena, algunos bai-lan, otros le toman fotos y aplauden cuando hace so-nar los dos platillos atados entre sus rodillas. Viaja, cocina, dibuja. Corrige tesis, da entrevistas, habla en la radio. Deja la guitarra, toca un pequeño violín, el público sonríe. Un pandero atado al pie, un ex diplo-mático, una maraca atada a su muñeca, uno de los re-presentantes del movimiento literario del Crack, y el gran fi nal: deja de moverse, se queda en silencio y sil-ba, sólo silba, el integrante más joven de la Academia Mexicana de la Lengua. ¡La plaza aplaude!

Cuando los niños se acercan a saludarlo, recuerdo que Nacho Padilla también escribe para ellos. Ganó el Premio Nacional de Cuento Infantil Juan de la Caba-da (1994) por su cuento Las tormentas del mar embo-tellado y el Premio Nacional de Obra de Teatro para Niños (2008) por La maquinota. Traduce al español al éxito de ventas inglés, el escritor Kevin Brooks; es un gran lector de clásicos juveniles y un explorador de monstruos, y sueña con escribir un cómic. 

Pero la defi nición de diccionario de Nacho no es la de hombre orquesta, ni intelectual, ni académico: “soy un contador de historias, un físico cuéntico, es-cribo porque no podría no escribir, porque estoy en-fermo de escribir, porque me hace muy feliz contar y leer historias”. 

¿Cuál es la principal diferencia que identifi cas entre es-cribir para niños y escribir para adultos?Las historias para adultos las escribo sin pensar de-masiado en quién las leerá. En cambio, en una histo-ria para niños siempre tenemos presente a un lector fantasma que escribe junto a nosotros: un lector que

FRAGMENTO

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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO

es el niño que fuimos, con quien debemos estar en constante conversación mientras vamos escribiendo cada palabra, cada frase.

¿Cómo enganchas a un niño en una historia? La verdad es que no lo sé. Me planteo el reto de escri-bir un libro que a mí me hubiera gustado leer, o un li-bro que tenga las sorpresas, el humor, el amor y el lenguaje que tenían los libros que a mí me engancha-ron cuando era niño.

¿Qué opinas de la producción actual de literatura in-fantil y juvenil en Latinoamérica?La literatura para niños en América Latina está en un magnífi co estado de salud. Hay autores extraordi-narios y muy sabios. Además, hay la enorme ventaja de que contamos con los mejores ilustradores del mundo y que se les da su merecido lugar en el trabajo de escritura y edición. En pocos lugares del mundo se reconoce que la ilustración en libros para niños es tan importante como la escritura.

¿Existe la literatura juvenil?No creo en la literatura juvenil. Creo en literatura universal que es más o menos atractiva para lectores jóvenes. Ni Cortázar ni Stevenson, por ejemplo, son considerados meramente literatura juvenil por el he-cho de que gusten a los jóvenes.

¿A qué jugabas cuando eras niño? ¿A qué juegas ahora?Antes y ahora jugaba en serio a escribir, a contar histo-rias y a disfrutar que me las contaran. Desde luego, an-tes jugaba futbol y ahora ya no lo hago. Jugaba juegos de mesa como Risk y Estrategia Submarina, a los que estoy volviendo ahora para jugarlos con mis hijos.

¿En qué creías? Creía en mi país y en un futuro glorioso para mi país. Creía en un Dios bastante distinto del Dios en el que creo ahora.

¿A qué le tenías miedo? Al infierno y al diablo, a la muerte y al dolor y a la guerra.

¿Qué momento viviste que juraste que era magia pura?El momento en que leí El Conde de Montecristo y Pe-dro Páramo. 

¿De dónde vienen tus historias? Por ejemplo, ¿cómo surgió el cuento Por un tornillo?Nunca sé de dónde surgen mis ideas, quizás una ma-ñana despierto con una fotografía mental y, a partir de esa foto, escribo una historia. En este caso esta ima-gen es la de una enorme máquina en medio de la selva. Me pregunto de dónde salió esa máquina, para qué sirve, quién la puso ahí... pero creo que nunca respon-do las preguntas del todo, cada lector debe hacerlo.

¿Qué es esta máquina?La máquina es patrimonio de la humanidad, es la oc-tava maravilla del mundo y hasta el presidente le en-vió una medalla. Los habitantes limpian la máquina, la enjabonan, le hacen himnos. Pero, ¿qué es exacta-mente?, eso cada quién lo decide después de leer el libro.

¿A quién se parecen tus personajes?Todos tienen pedazos de gente que conozco, de mis amigos, de mis hijos... Tengo dos hijos, Constanza y Esteban. A ellos les cuento historias todo el tiempo, han leído y escuchado mis historias desde antes de nacer y son mis principales críticos. Ellos fueron los primeros en leer Por un tornillo y los primeros en te-ner el libro impreso.

¿Qué sueños te falta cumplir?Me gustaría dirigir una película y hacer un cómic.

El escritor orquesta continúa por otro rincón de la plaza. Un nuevo público se reúne a escuchar al maestro por la Universidad de Edimburgo y doc-tor por la Universidad de Salamanca; cambia la gui-tarra por el acordeón; asesor de cultura del gobierno del estado de Querétaro y profesor visitante de la Universidad de las Américas Puebla; improvisa con todos los instrumentos, nadie reconoce la melodía; un joven que fue prisionero de muerte en Tanzania y tesista linchado en Salamanca; el público se empieza a ir; realidad y fi cción se mezclan con los platillos en sus rodillas, el bombo en su espal-da, el diablo y Cervantes, las tribus perdidas, el pan-dero y la armónica.

Y luego silencio. El hombre deja de tocar. Se libera de todos los instrumentos y camina, otra vez, hasta el centro de la plaza. La gente lo mira, vuelve a reunirse a su alrededor. Nacho carraspea, mueve los brazos y empieza a contar un cuento.�W

Monedas en la fuenteFragmento de Última escala en ninguna parte,novela infantil inédita de Ignacio Padilla

¿Cómo llegó tanta gente a dedicar tanto tiempo a via-jar hacia ninguna parte? ¿Y cómo empecé yo mismo a vivir entre aviones y aeropuertos? De entrada, quiero aclarar que no es culpa de los aviones. Ni de los aero-puertos. He tenido mucho tiempo para pensar en este asunto y ahora puedo asegurar que la culpa la tienen las fuentes. Sé que no todos los viajeros intermina-bles comenzaron sus viajes como yo. Hasta los viajes más largos tienen un principio, y ese principio siem-pre es distinto. El mío comienza en la Fuente de la Ci-beles, donde hace más de cuarenta años arrojé una inocente moneda la primera vez que fui a Europa.

La idea de las monedas me la había dado mi tío Ma-clovio unos días antes de mi partida. Así que él es, en buena parte, responsable de lo que me pasa. Me ima-gino que los demás viajeros tendrán también alguien a quien culpar. ¿Quién no tiene un tío Maclovio o una tía Maclovia que siempre mete la nariz en las vidas ajenas? Nadie está a salvo de tener algún pariente que se emociona muchísimo cuando se entera de que pen-samos salir de viaje. Te dan mil consejos y dos mil palmaditas en la espalda. Te encargan que saques muchas fotos, te piden que les envíes postales y algu-nos hasta te exigen que les traigas un salchichón gi-gante, un libro pesadísimo que no van leer o hasta un puñado de arena de cada playa que visites. Con cara de sabihondos y experimentados viajeros, los tíos Ma-clovios nos advierten, además, que no olvidemos arrojar una monedita en cada fuente que se cruce por nuestro camino, porque eso, dicen, garantiza que al-gún día el destino nos traerá de vuelta a ese lugar maravilloso.

Mi tío era uno de esos tíos Maclovios. Digamos que era el más Maclovio de los tíos. Le daba por entrome-terse en los viajes ajenos aunque él mismo fuera el opuesto exacto de un viajero: nunca, que yo sepa, sa-lió de nuestro pueblo. Es más: nunca lo vi fuera de su casa. Era demasiado gordo y tal vez demasiado pere-zoso para moverse. Se la pasaba sentado en el cober-tizo de su casa o frente a la televisión. Si le pregunta-ban por qué no estiraba un poco las piernas, mi tío respondía que su frágil corazón no estaba hecho para las emociones fuertes. Lo inesperado lo ponía ner-vioso y lo desconocido de plano lo aterrorizaba.

—Cuando uno viaja hay que ponerse en manos del destino —me decía mi tío Maclovio mientras tomába-mos una limonada en el cobertizo—. Y el destino, so-brino querido, es demasiado caprichoso. El destino no es de fi ar.

—¡Pero de eso se trata, tío! —replicaba yo—. Los viajes deben sorprendernos siempre.

—No lo creo —decía él—. No me gustan las cosas que no puedo controlar ni prever. Cualquier día estás en un país lejanísimo, pierdes tu pasaporte y te me-ten a una cárcel maloliente llena de piojos y ratas y políticos. Otro día planeas un día de campo y se des-ploma sobre tu cabeza la tormenta perfecta. En los viajes la gente te habla como si nada en idiomas que nadie entiende. Y entonces puede ser que pidas sopa y te sirvan un fi lete. Yo, sobrino mío, soy vegetariano. Además, si te mueves demasiado por el mundo pue-des llegar a un punto a partir del cual ya no te será posible regresar. Así que mejor me quedo aquí, tan tranquilo.

No es que a mi tío no le interesara conocer luga-res más allá de nuestro pueblo. Pero para eso esta-

ban los libros, decía él. En los libros viajar no se sale de control, no mucho. En los libros no pi-caban los mosquitos de la malaria ni hacía falta hacer largas filas para entrar en mu-

seos. En los libros tampoco era necesario arriesgarse a probar comidas indescifrables ni escuchar saludos o insultos en idiomas tam-

bién indescifrables. En un buen libro de aventu-ras o en una guía de viajes uno podía visitar paí-ses remotos sin tener que abandonar el cómodo

sillón de casa. Todo eso, en opinión de mi tío Maclovio, bastaba para ser un gran viajero. Siempre era más seguro que otros se toma-sen el riesgo de desplazarse y le enviasen postales y le contasen lo que habían visto.

Así quedamos todos a salvo y tan contentos, concluía mi tío.�W

Me llamo Ignacio Padilla, todos me dicen Nacho. Nací en la Ciudad de Méxicopero vivo en Querétaro. Me gusta mucho leer y viajar.He vivido en África, España, Escocia, Inglaterra, Italia, pero siempre he vuelto ami patria y siempre heestado haciendo una cosa que es lo mismo que viajar: escribir. Me gusta mucho cocinar y como de todo, salvo mantequilla de cacahuate, pero me atrevo a probar delo más extraño. Disfruto mucho dar clases; me gustan los monstruos, los héroes, el cine, las historias de terrory las historias románticas y el cine de animación. No puedo estarme quietomucho tiempo.

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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO

Creer en el lector, escucharlo, saber qué piensa y qué siente, establecer con él “una comu-nicación de pares”, una inte-racción cercana y, sobre todo, hablarle con honestidad. Ésta ha sido la clave para el éxito de la colección de literatura infantil y juvenil A la Orilla del Viento del FCE, que feste-

ja en noviembre 25 años de vida.Creado en 1991 por el editor Daniel Goldin, este ca-

tálogo pionero tuvo el “gran acierto de apostar desde el principio por la formación de sus propios lectores”, es decir, no se limitó a la edición y a la venta de libros, coinciden las promotoras Concepción Cabrera, Eva Janovitz y Socorro Venegas.

Incluso, fueron sus propios lectores —niños y ado-lescentes de diversas edades y experiencias lecto-ras, desde los que están aprendiendo a leer hasta losgrandes lectores— quienes eligieron el nombre de A la Orilla del Viento tras una serie de entrevistas realiza-das en los primeros años de existencia de la colección.

A la fecha, la serie ha publicado 226 títulos, un promedio de nueve por año. Estos libros han sido me-dios para transportar a los niños y jóvenes a mundos llenos de aventuras y ciencia fi cción, suspenso y hu-mor, tragedia y amor, poesía y drama; y han sido

confeccionados por escritores, dibujantes, ilustrado-res y caricaturistas de distintos países y culturas.

“El éxito se debe a que se antepuso el fomento de la lectura a la comercialización de los ejemplares y se capacitó a un equipo de promotores para despertar la curiosidad y el amor por los libros y guiar a los maes-tros y a los padres. Ninguna editorial había hecho esto en México”, comenta Concepción Cabrera.

La maestra que formó parte del primer equipo de A la Orilla del Viento, en el que ha trabajado durante 23 años, destaca que hace un cuarto de siglo no exis-tía un público lector de literatura infantil y juvenil en el mercado editorial mexicano “eso lo sabíamos, por eso decidimos formarlo, cultivarlo, hacerlo crecer con paciencia y dedicación. Pero también se apoyó la formación de promotores, de libreros e ilustradores, para mí fue una segunda carrera”, agrega.

Por su parte, la pedagoga egresada de la UNAM, Eva Janovitz, quien también vio nacer y crecer esta colección “que ha marcado la edición en México y en los países de habla hispana”, afi rma que logró conso-lidarse “con un trabajo profesional a largo plazo, sa-biendo que no había nada hecho y teníamos la opor-tunidad de probar y crear”.

Quien es considerada una pionera en la lectura con bebés recuerda que durante los diez años que laboró en este proyecto “hubo mucha pasión, compromiso y confi anza en lo que hacíamos. Creíamos en los lecto-

res, los escuchábamos y fueron generosos en mos-trarnos diversos caminos. Creamos muchos espacios de encuentro”, dice.

Socorro Venegas, la actual Coordinadora General de Obras para Niños y Jóvenes del FCE, defi ne A la Orilla del Viento como “un patrimonio cultural de México que ha sido vital para los países de la región de habla hispana, para los que se ha convertido en una referencia”.

Está convencida de que, antes que libros para ni-ños y jóvenes, es una colección literaria. “Lo que se encuentra en ella de verdad tiene un peso específi co como literatura. Cada título muestra el ingenio, la creatividad y el talento de escritores e ilustradores y, como la mejor literatura de los clásicos, ha resistido el paso del tiempo.” La también escritora señala que “el fi n primordial de este acervo, y creo que se ha lo-grado, es que los niños y jóvenes se apropien de los li-bros y hagan de la lectura un acto gozoso, rico, pleno y desafi ante que los acompañe a lo largo de toda su vida”.

EXPERIENCIA LECTORADe producción sencilla, con interiores a una sola tin-ta, “pero con un diseño muy cuidado, portadas im-pactantes e historias escritas e ilustradas por auto-res talentosos”, esta colección “ha sido pionera en la construcción y la consolidación de uno de los merca-

ENTREVISTA

El secreto: escuchar al lector

Conversación con Eva Janovitz,María de la Concepción Cabrera

y Socorro VenegasV I R G I N I A B A U T I S T A

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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO

dos editoriales más prometedores y dinámicos de la actualidad” explica Socorro Venegas.

La comunicóloga egresada de la UAM Xochimilco asegura que A la Orilla del Viento innovó desde su na-cimiento al proponer una nueva clasifi cación para sus contenidos, pues no están agrupados por edad, sino por la capacidad lectora del público: Para los que están aprendiendo a leer, Para los que empiezan a leer, Para los que leen bien y Para los grandes lectores.

“Ha favorecido mucho que la serie esté clasifi cada por experiencias lectoras, en cuatro niveles. Eso faci-lita seleccionar los libros y el público al que te diriges. Es una división menos rígida que la de por edades, más lúdica, menos agresiva, a la gente le agrada, la hace sentir importante”, señala Concepción Cabrera.

Egresada de la Universidad Pedagógica Nacional, Cabrera indica que el primer paso de una buena pro-moción es, aunque parezca algo obvio, realmente leer el libro. “Los niños se dan cuenta cuando no conoces bien la historia. A eso me refi ero cuando digo que hay que ser honestos. Hay que platicar con ellos para sa-ber qué les gusta y recomendarles otras historias. Ayudarlos a pasar al nivel superior”, añade.

Cuenta que es importante despertar primero el gusto por la lectura, por las historias, por los escrito-res o ilustradores, y que los lectores se sientan en li-bertad de comprar después el libro si así lo deciden, no presionarlos en ese sentido.

“Vas haciendo cadenas, enlazas el libro con el au-tor y el ilustrador y el niño se va involucrando en la lectura. La interacción cercana es fundamental. Al niño no sólo le interesa tener un buen libro, sino sen-tirse acompañado por sus padres y amigos”, apunta la jefa del Departamento de Promoción Académica de la Coordinación General de Obras para Niños y Jóvenes del FCE.

Eva Janovitz coincide en que los cuatro niveles de experiencia lectora que estableció A la Orilla del Viento son acertados. “Sobre todo porque la colec-ción Barco de Vapor había incorporado de manera muy fuerte el criterio de clasifi car los libros por eda-des, criterio que siempre nos pareció absurdo, porque la experiencia lectora no está determinada por la edad y mucho menos se puede generalizar.”

Para Janovitz, excoordinadora nacional del Pro-grama Salas de Lectura, esta nueva jerarquización representó “un cambio de fondo que fue muy útil para las personas que eligen los libros para niños y para los mismos lectores, pues inclusive permitió a los adul-tos que consideraran esa clasifi cación también para ellos mismos. Muchos adultos encontraron en los li-bros infantiles una nueva oportunidad para formar-se como lectores”.

Las tres entrevistadas consideran que la división basada en la experiencia lectora sigue vigente después de 25 años, y prueba de ello, afi rman, es que ahora di-versas editoriales utilizan parámetros muy similares para sus libros dirigidos a este sector de la población.

ESTRATEGIAS EXITOSAS¿Pero cuál fue el secreto en la promoción editorial que permitió posicionar este acervo no sólo en Méxi-co, sino en diversos países de Hispanoamérica? “Lle-var los libros a donde están los niños y los jóvenes, a las escuelas, bibliotecas, librerías, centros culturales y ferias”, afi rma sin dudar Concepción Cabrera.

“La promoción se inicia donde están nuestros lec-tores. Llegamos a las escuelas y les presentamos los libros a maestros y alumnos; pero además les propo-nemos darles seguimiento, asesorías y talleres. No los dejamos solos, los guiamos siempre”, narra.

La asesora y tallerista detalla que las escuelas son el punto de partida del fomento de la lectura, pero que esta labor se vuelve más creativa y lúdica en los otros espacios antes mencionados, donde la presen-cia de niños y jóvenes aumenta cada año, convirtién-dolos en “foros vivos”.

La también directora de jardines de niños dice que “a lo largo de estos 25 años se ha dado vida a progra-

mas como el taller para bebés y padres Balbuceando letras; el club de lectura Leyendo en el Fondo; las lec-turas colectivas Los abuelos también cuentan y Sába-dos de cuentacuentos; el recorrido Los jueves en li-brería, para profesores y estudiantes; las visitas guia-das Maestros a la librería, y de grupos escolares a la Impresora y Encuadernadora Progreso; los talleres Verano en el Fondo; y el modelo de cultura para la paz Estaciones de lectura.

Explica que, para realizar estas labores, el FCE po-see una plantilla de seis cuentacuentos profesionales y diversos promotores que se mueven por seis de sus librerías: Rosario Castellanos, Daniel Cosío Villegas, Octavio Paz y Estación de Lectura Zócalo-Pino Suá-rez en la Ciudad de México; Elena Poniatowska en el Estado de México y Estación de Lectura de Apatzin-gán en Michoacán.

Janovitz describe otras estrategias de promoción y comercialización que han apoyado el posicionamien-to de la colección A la Orilla del Viento en el mercado del libro infantil y juvenil: “están la venta directa de libros en eventos de formación a la lectura; la crea-ción de actividades especiales como seminarios, en-cuentros, congresos, festivales y ferias de libro, tanto para adultos como para niños, donde siempre están presentes los libros; el apoyo y la capacitación a libre-ros y distribuidores; la promoción directa en colegios y la participación permanente en los medios de co-municación”, dice.

La también colaboradora de la Unesco menciona que estas actividades partían de dos premisas: “reco-nocer que la venta de libros está íntimamente rela-cionada con la formación de lectores y hacer hincapié en que el lector requiere elegir los libros que desea leer y, para ello, era fundamental la promoción de las ferias de libro escolares”.

Música de fondo, producción de sonidos, dar vida a los personajes en pequeñas obras de teatro, llevar a los autores, editores, diseñadores o ilustradores para que interactúen con los lectores, votar por los títulos y premiarlos, promoverlos en las redes sociales y has-ta convertir a los niños en Booktubers. Todo ha sido válido en la conquista de más lectores.

LIBROS PARA LA PAZEl Centro Cultural La Estación, en Apatzingán, cuya primera etapa arrancó el 14 de julio de 2014 en este municipio michoacano, es un ejemplo de cómo el Fondo de Cultura Económica ha consolidado sus es-trategias de fomento de la lectura, formación de lec-tores y promoción del libro como vehículos para el diálogo y la paz.

“El proyecto fue generar un modelo de gestión para una cultura de paz. Ese modelo que no existe en el ámbito del trabajo de la cultura escrita. Queríamos empezar a dialogar a través de nuestros libros”, co-menta Socorro Venegas.

Maestra en literatura por el Centro de Investiga-ción y Docencia en Humanidades de Morelos, Vene-gas explica que este modelo requiere, además de la participación ciudadana, el apoyo de los tres órdenes de gobierno.

“Esta iniciativa retoma esa tradición de ir por los lectores, abrir el acceso al libro, pero los retos de este país son otros. Ahora tenemos una comunidad muy dolida y violentada por el crimen organizado, la vio-lencia viene de afuera. Los libros han ido de alguna manera sanando a la gente, los lazos familiares, veci-nales, laborales, poco a poco los lectores se han ido transformando”, detalla.

El espacio, que se inaugurará en su totalidad este mes de octubre, integra diversas estaciones: la de Lectura y la Memoria, la de Música, la de Artes Plás-ticas, una biblioteca comunitaria y una Ludoteca. Ve-negas adelanta que se publicará un libro de distribu-ción gratuita que narre los logros de esta experiencia para compartirla con otros promotores del país.

“Es una experiencia modélica. Había mucha vio-lencia en la convivencia, pero poco a poco la presen-

cia de los libros fue cambiando todo. Debemos unir-nos e impulsar más proyectos como éste, si no nos su-mamos, la resta nos costará a todos muy caro”, concluye la también cuentista y novelista, quien pre-cisa que esta aventura se emprendió con la compañía de los títulos de A la Orilla del Viento.

RETOS Y FESTEJOSUn cuarto de siglo después de haber publicado su pri-mer título, El pozo de los ratones y otros cuentos al ca-lor del fogón, de Pascuala Corona, la colección A la Orilla del Viento enfrenta retos diferentes porque México vive ahora una realidad distinta, advierte So-corro Venegas.

“Nuestras colecciones deben refl ejar el mundo ac-tual, los momentos difíciles y abordar temas de no fá-cil acceso, como el acoso cibernético, el bullying en las escuelas, la violencia en las calles. El país tiene otras necesidades”, añade.

La narradora asegura que, ya consolidado y posi-cionado a nivel nacional e internacional, este acervo debe enriquecer más su rama juvenil: “ahora son lec-tores que tienen acceso a mucha información, es un público desatendido, se da por hecho que el joven es lector y no es así. Debemos trabajar en ello”.

Lo que más le preocupa a Venegas es cómo mante-ner a los lectores cerca. “Que sean un puente para leer otras colecciones del Fondo, que sigan encon-trando un libro para ellos en la editorial. Es vital mantener la calidad de la serie y el diálogo de los títu-los entre sí, porque esa energía le da cohesión y singularidad.”

Janovitz piensa por su parte que “hay que seguir cuidando la selección de libros a publicar y la edi-ción, responder a las nuevas tendencias editoria-les, sin descuidar el camino andado. La era digital y las redes sociales son una realidad y es importante con si derarlas”.

Subraya que este acervo ha formado lectores de distintas generaciones en diversos países. “Es una co-lección valorada y buscada a nivel nacional e interna-cional. Ha sido un referente para los investigadores y especialistas. Recuerdo haber requerido tirajes de al-gunos libros de hasta veinte o veinticinco mil ejem-plares. Afortunadamente he vivido el encuentro de padres que fueron niños lectores de A la Orilla del Viento y que hoy leen con sus hijos.”

En esta madurez cultural de la colección han in-tervenido, además de Daniel Goldin y Socorro Vene-gas, Miriam Martínez y Eliana Pasarán, quienes en distintas épocas han coordinado el área de Obras para Niños y Jóvenes del FCE.

“Hoy cada año vendemos los derechos de autor de más de 23 títulos. Ya no nos buscan para ver qué esta-mos haciendo, sino porque saben que lo que hacemos tiene calidad”, remarca Venegas.

Por este motivo, dice, el festejo de los 25 años de A la Orilla del Viento ha convocado, durante lo que va de 2016, a numerosas instituciones y países en la or-ganización de cerca de cien actividades.

En lo que resta del año destacan la publicación del álbum ilustrado El pozo de los ratones, de Pascuala Corona, ilustrado por David Álvarez; una exposición conmemorativa en la estación Zócalo del Metro de la Ciudad de México; la participación en el Festival In-ternacional Cervantino, en la Feria Internacional del Libro de Chile y en la FIL Guadalajara, entre otras; y el lanzamiento de la app interactiva de Trucas de Juan Gedovius. Es importante remarcar también la visita a México de autores como Anthony Browne, Sa-toshi Kitamura y Sebastian Meschenmoser, quienes ofrecerán conferencias, talleres y exposiciones de su obra en distintos lugares en noviembre de este año.

“A la Orilla del Viento seguirá teniendo presencia donde están sus lectores, incluyendo el internet, las redes sociales y los libros electrónicos. Ya no perderá jamás la interacción cercana, el contacto que ha teni-do con ellos. Y los seguirá enamorando”, promete Concepción Cabrera.�W

“El éxito [de la colección] se debe a que se antepuso el fomentode la lectura a la comercialización de los ejemplares y se capacitó

a un equipo de promotores para despertar la curiosidad y el amor porlos libros y guiar a los maestros y a los padres. Ninguna editorial

había hecho esto en México.”

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REPORTAJE

A la Orilla del Viento25 años después¡El viaje continúa con viento a favor!

S A N D R A L I C O N A

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En la imaginación de Juan Villoro, la metáfora A la Orilla del Viento es una invitación a zarpar. A Francisco Hinojosa lo remite a un lugar tranquilo en el que solo caben dos: el lec-tor y un libro. Para Alicia Molina es un impulso que nos lle-va a explorar el universo. En Mónica Brozon despierta conceptos como libertad y aventura, “que son fundamen-tales cuando se trata de leer”. En A la Orilla del Viento, dice Vivian Mansour, está lo más importante: los lectores, “los ojos que recorren todas las maravillas que viven y per-viven no en el cielo ideado por los dioses griegos, sino en

esa tierra milagrosa que son los libros del Fondo de Cultura Económica reunidos en una colección que siempre trae consigo aire puro y prístino para todos, grandes y pequeños”, y que 25 años después sigue teniendo el viento a favor, lo que signifi -ca que ¡¡¡el viaje continúa!!!

Hace un cuarto de siglo, la creación de una de las colecciones más emblemáti-cas del Fondo —la primera dedicada al público infantil— durante la administra-ción de Miguel de la Madrid Hurtado y con el editor Daniel Goldin en el timón, no sólo era pertinente y necesaria, “era imprescindible”. En voz de Villoro, “el futuro de la cultura de la letra dependía de crear nuevos lectores. Hoy, muchos de los que empezaron leyendo hace 25 años ya tienen doctorado en letras”. Él mismo es au-tor de varios libros publicados en la colección, entre ellos uno de los más vendidos, El libro salvaje que, junto con La peor señora del mundo de Francisco Hinojosa han alcanzado la categoría de best seller.

En su experiencia, dice, “es un privilegio formar parte de una colección que yo hubiera querido leer de niño. Nunca tuve acceso a libros como éstos, pero el arte existe para brindarnos una segunda infancia. A la Orilla del Viento me permite regresar voluntariamente a la niñez, un lujo extraordinario”.

Esta singular colección, que actualmente dirige la escritora y editora Socorro Venegas, coordinadora general de Obras para Niños y Jóvenes del Fondo, muestra la diversidad de propuestas estéticas, gráfi cas y literarias que han llevado a lecto-res de distintas edades —desde los que están aprendiendo a leer hasta los grandes lectores— por los más variados universos con un espíritu de alegría, variedad y respeto hacia el lector.

En palabras de José Carreño Carlón, director del FCE, A la Orilla del Viento vino a revolucionar en México y América Latina un mercado editorial que hoy es mucho más rico y diverso, gracias a aquella decisión de pensar en los niños como protagonistas del libro y la lectura. Y hoy, sin duda, “son los niños los que han lo-grado ponerse al centro de la industria editorial. Más del 40% de las ventas de li-bros del catálogo del Fondo son de nuestras colecciones de Obras para Niños y Jó-venes. Y 25 años después contamos con más de 600 títulos vivos en un catálogo que reúne a los más talentosos escritores e ilustradores de la literatura infantil y juvenil del mundo. Hemos publicado a Amos Oz, de Israel, Anthony Browne, del Reino Unido, Oliver Jeff ers, de Australia, y ya, procedentes de nuestra América, contamos con la argentina Isol, la única autora hispanoamericana que ha recibi-do el premio Astrid Lindgren”.

En este texto, precisamente, se recogen algunas de las voces de los protagonis-tas de la serie: editoras como Miriam Martínez y Eliana Pasarán; los escritores Juan Villoro, Francisco Hinojosa, Alicia Molina, Vivian Mansour, Antonio Mal-pica, Mónica Brozon, Verónica Murguía y Martha Riva Palacio; y los ilustradores David Lara, Abraham Balcázar y Ricardo Peláez, nos regalan su testimonio sobre lo que ha signifi cado para ellos formar parte de esta colección, la manera en que ésta ha contribuido o enriquecido el desarrollo de la literatura infantil y juvenil en México, sus obras y autores favoritos y hasta qué despierta en su imaginación la frase: “A la Orilla del Viento”.

Pancho Hinojosa —así se le conoce cariñosamente en el medio literario—, autor de una buena cantidad de títulos de la colección, como A golpe de calcetín, Amadís de anís... Amadís de codorniz, Aníbal y Melquiades, Buscalacranes, De domingo alunes y del clásico La fórmula del doctor Funes —que el año pasado llevó a la panta-lla grande el cineasta José Buil— recuerda que cuando se creó la colección, si bien el Fondo tenía ganado a un sector universitario, era importante formar más lec-tores, “y qué mejor manera de hacerlo que dirigirse a niños y jóvenes. En lo perso-nal me siento honrado de pertenecer a un sello que, desde antes de publicar en él, ya era como mi casa”.

Hinojosa asegura haber descubierto a muchos autores en esta colección, “pero si tuviera que elegir a uno, me quedaría con Anthony Browne. Creo que fue un gran acierto el que tuvo Goldin al convertirse en su editor en español”.

Alicia Molina está en la génesis de A la Orilla del Viento, su libro El agujero ne-gro fue uno de los primeros que publicó en 1991 y sigue tan vivo en el catálogo que, hasta 2015, llevaba 18 reimpresiones: “La calidad de esta colección desencadenó un movimiento muy importante en el país y estimuló la creación de programas de lectura y la producción de nuevas editoriales dedicadas a la literatura infantil y ju-venil. Que mis libros formen parte de ella es un privilegio que siempre agradezco porque me coloca entre muchos autores que admiro y aprecio: Vivian Mansour, los hermanos Malpica o Francisco Hinojosa —cuyo libro La peor señora del mun-do, es una de las mayores obras de la literatura mexicana de todos los tiempos y en cualquier género— y porque me ha permitido encontrar lectores en todo el país y en América Latina. Si la memoria no me juega una mala pasada, porque luego paso horas zurciendo huecos, entre mis álbumes favoritos de la colección están Los misterios del señor Burdick de van Allsburg, todo Anthony Browne, El corazón y la botella de Jeff ers, El pájaro del Alma de Mijal Snunit, Selma de Jutta Bauer, desde luego, Trucas de Gedovius y Tener un patito… de Isol”

La también autora de El cristal con que se mira y El zurcidor del tiempo, entre otros títulos, agradece además “el diálogo con quienes han sido mis editores. Su lectura profunda y cuidadosa, sus propuestas exigiendo una congruencia interior del texto. La selección del ilustrador, que hace una nueva lectura y que enriquece el texto con ese discurso paralelo y rico de las imágenes, la producción editorial siempre pulcra y, fi nalmente, la promoción que se realiza en colegios y librerías, acercando a los niños con los libros, enlazando temas y autores con los intereses y la curiosidad de cada pequeño. A la Orilla del Viento ha sido para mí ese punto des-de donde emprender el vuelo para explorar el universo. Un proyecto de tal mane-ra creativo y efi ciente que ha crecido y se ha fortalecido durante 25 años inaugu-rando siempre caminos nuevos”.

Uno de sus libros ha hecho temblar a chicos y grandes, su manejo del misterio y el miedo han logrado que Alguien en la ventana solo pueda leerse en compañía, con la luz prendida y las uñas al fi lo de los labios. Mónica Brozon celebra que gra-cias al FCE y, en especial, A la Orilla del Viento, éste y otro de sus libros —próxi-mamente un tercero— se conozcan dentro y fuera del país.

“Cada vez que se integran más autores mexicanos jóvenes a las fi las de A la Orilla del Viento, esto es importante por la proyección que da a los escritores y a la literatura infantil y juvenil de México en los países donde tiene presencia. La convocatoria de sus premios, de las que me parece que ya sólo queda la de álbum ilustrado, ha contribuido a estimular la creación e impulsar nuevos talentos. Es una colección muy vasta y diversa, pero la mayoría de los libros que he leído de ella me han gustado. Algunos tal vez no tanto, y en eso entra la subjetividad del gusto, pero indudablemente en todos ellos hay una gran calidad literaria y de edi-ción. Me gusta leer a los colegas mexicanos, tanto sus obras clásicas como sus no-vedades y tengo algunos favoritos de fuera, como Isol y David Almond”, apunta Brozon.

Tanto sus historietas como sus ilustraciones retratan personajes de los sub-mundos urbanos, paisajes contaminados y polvosos, alegorías del mundo rural y la pobreza incrustada en la metrópolis mexicana. Por más de veinte años, Ricardo Peláez ha dibujado para entrevistas, ensayos y artículos que analizan los confl ic-tos contemporáneos, aunque también ha explorado la pintura y el trazo de imáge-nes para libros infantiles.

Para él, la creación de la colección A la Orilla del Viento signifi có el desarrollo de una línea editorial que se había desatendido por la mayor parte de las editoria-les comerciales, “que entendían los libros destinados al público infantil y juvenil desde una perspectiva cuadrada y tradicional, llena de paradigmas obsoletos, como que la imagen debe subordinarse a la palabra, el discurso gráfi co no es auto-ral, que el lector es incapaz de descifrar mensajes visuales complejos, que la na-rrativa visual es solo la antesala de la lectura sin imágenes y otra buena cantidad de atavismos. La serie demostró, en suma, que la lectura de imágenes es cosa seria y no sólo para niños, sino para todas las edades”.

Como una responsabilidad, así ve Peláez su trabajo en la ilustración infantil porque, sostiene, “los autores de libros para niños estamos contribuyendo con nuestro quehacer al desarrollo de nuevos lectores pero, y creo que más trascen-dentalmente, a la conformación de los nuevos ciudadanos. Y puesto que somos lo que consumimos, es indispensable que la oferta editorial que brinda el Fon-do sea de la mejor calidad. Lo más valioso de la gama de autores que conforman la colección es su diversidad temática y estilística. Primero como lector y luego como ilustrador, ésta ha constituido una fuente de aprendizaje y desarrollo de mi cultura visual. Los primeros autores que me vienen a la mente son: Kestutis Kasparavičius, por su estrambótico e inagotable universo visual y los esposos An-drej Dugin y Olga Dugina, por la espectacularidad de su técnica y la riqueza de de-talles que pueblan sus imágenes. Siempre me causó curiosidad el nombre de la colección. No sabía si era una contradicción, un sinsentido, una extraña imagen poética, una evocación u otra cosa. Creo que en ello radica su mayor virtud: en el hecho de que siembra más dudas que respuestas. Todo el que la lee o la escucha se queda con ella dando vueltas, buscándole sentido. Un sentido que, en todo caso, está en todos y cada uno de los libros que la conforman”.

Otro autor entrañable de la colección, lo llaman cariñosamente Toño, Toño Malpica. Nunca se anda por las ramas y de tajo apunta que para él es “un tremen-do honor” formar parte de A la Orilla. Considerando que venía de publicar en otras editoriales —aunque también muy buenas con colecciones de origen más recien-te—, cuando llegó al Fondo de Cultura Económica —y además por la puerta grande, en Los especiales de A la Orilla del Viento—, fue un poco como haberse sacado la lotería “o como abrir la puerta de una casa y sentirte de inmediato en el hogar, con mucha gente querida y conocida y encontrar, a la mesa, una silla con tu nombre”.

Los libros de A la Orilla del Viento, afi rma, se han vuelto indispensables en los hogares mexicanos, en las escuelas, en las bibliotecas. “No me puedo imaginar cómo fue la decisión en su momento. Supongo que los implicados tuvieron las du-das que todos tenemos, pensaron que podía no funcionar, que crecería muy de a poco o que tendría mala respuesta. Quién sabe. Lo cierto es que ahora se ve que fue muy pertinente y súper necesario. Estar en ella no sólo implica formar parte de una colección bonita e importante y muy bien distribuida, también signifi ca re-cibir un espaldarazo en tu carrera, es un aval y una confi rmación de que lo que se está escribiendo en el país cuenta con la calidad necesaria para seguir sumando títulos y brincando las fronteras. Todos los autores son muy buenos. Excepto Toño Malpica, que se les coló quién sabe cómo.” A la pregunta ¿A qué le remite la frase A la Orilla del Viento? Responde: “No sé, debe ser como cuando te dicen que alguien vive allá donde el viento da la vuelta. Me gusta imaginar que alguien te cita a la orilla del viento y tú lo dejas todo para estar a tiempo; y ahí, en efecto, nada te mueve el peinado, ni te acongoja ni te pesa. Y, seguro, está lleno de libros y de ami-gos. Y hay, claro, una silla con tu nombre”.

Para Martha Riva Palacio, autora de Buenas noches, Laika y Lunática, esta co-lección ha sido un parteaguas en la historia de la literatura infantil y juvenil en México, porque surgió en un momento en el que, desde su punto de vista, era ne-cesario redefi nir qué signifi caba escribir para niños y jóvenes más allá de la mora-leja y la condescendencia.

“Mi primer acercamiento a A la Orilla del Viento fue como lectora y desde en-tonces pude ver que uno de los méritos de la colección es su diversidad. El que su catálogo esté formado por autores e ilustradores con estilos y visiones tan diferen-tes es lo que precisamente la vuelve tan interesante. Ha sido un espacio en el que se han dado a conocer propuestas de gran calidad sin censurarlas ni acotarlas. La orilla del viento es uno de esos territorios intangibles que se encuentran entre la geografía y el mito. O los cuentos de hadas. Me hace pensar en el rey de los monos cruzando de un salto el océano, pero también en esa sensación indefi nible que sentía de niña cuando me contaban un cuento antes de dormir.”

En la cocina literaria de cada uno de los cerca de 230 títulos que conforman la colección, hay un editor que ha sabido elegir los ingredientes que hacen de cada uno de los libros una obra única. Miriam Martínez, por ejemplo, tuvo a su cargo el área de Obras para Niños y Jóvenes del Fondo, desde ahí trazó su muy particular mapa de esta colección que, dice, ha demostrado su valía en su continuidad edito-rial: tanto en su nivel literario y gráfi co sostenidos, como en la fi delidad de sus lec-

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tores, el resultado de las ventas del backlist y la traducción de muchos de sus títu-los en diversos países.

“Todo ello demuestra que fue una apuesta visionaria en un momento fl orecien-te que siguió cultivándose y creciendo en diferentes y, a veces, difíciles circuns-tancias. Ahora la apuesta por los niños en la cultura es escasa y suele tener los más bajos presupuestos, pero A la Orilla del Viento habla del nivel que pueden tener los proyectos en nuestro país cuando tienen una estructura y compromiso sólidos y logran trascender generaciones para alcanzar continuidad, cuando los editores respetan una línea editorial y un proyecto, sin dejar de mirar y abrirse a nuevas cosas. Se trata de una colección que siempre ha apostado por ‘leer por placer’ an-tes de cualquier ideología o pedagogía. Para mí la mejor promoción de lectura es la publicación de un buen libro. Luego hay muchas cosas que hacer, claro. Muchas que aún no hemos hecho como país. Sin embargo, la lectura literaria es imprescin-dible en la educación.”

Sobre su participación en la colección y el signifi cado para su trayectoria profe-sional dice: “Signifi ca un gran aprendizaje como lectora, a nivel personal y profesio-nal. Como lectora, un mundo ampliado, nuevos lenguajes y miradas. Intereses nuevos. Conocí muchos autores e ilustradores de los nunca había escuchado. Asombro y placer. No olvido la primera vez que leí Los misterios del señor Burdick. ¿Qué era ese libro? ¿Era un libro, una película, un sueño, un secreto? Como edito-ra, tuve la enorme oportunidad de aprender y compartir con muchas niños y ni-

ños, padres de familia, un valioso equipo joven, en su momento, pero también muy experimenta-do, tanto de promotores inigualables que si-guen al pie del cañón, como Conchita Cabrera, como de vendedores cómplices en las librerías, editores en formación, y el trabajo cercano con autores e ilustradores que demostraron un gran gozo en la discusión y la palabra, con el país, en el profesionalismo de su trabajo dedicado a niñas y niños. Creo sinceramente que no hay editor de li-bros para niños que haya pasado por el FCE y no se sienta orgulloso y privilegiado de haber sido parte del proyecto. Es indiscutible que A la Orilla del Viento (incluyo Los Especiales) ha sido un re-ferente para muchos lectores, promotores, auto-res e ilustradores de Hispanoamérica. Si bien es debatible el tema de la competencia a nivel comer-cial con las demás editoriales, he considerado

siempre como una función social su precio accesible y plataformas de distri-bución únicas y muy difícilmente posibles sin el compromiso de sus editores y el apoyo del Estado. Por supuesto, el precio suele ser una decisión de lectura. Des-taco aquí la labor de promoción de lectura de Daniel Goldin que posibilitó la visi-bilización necesaria de los libros para llegar a muchos lugares. Si vas a un hospi-tal con una pequeña biblioteca, en muchísimas escuelas del país y de toda Latinoamérica, en muchas casas mexicanas, aun con pocos libros, suele haber siempre un libro de la colección. Si preguntas a alguien por algún autor mexica-no de un libro para niños es muy probable que mencione uno de FCE. Por otro lado, los concursos aún vigentes, tanto de álbum ilustrado como de poesía con la Fundación para las Letras Mexicanas han sido importantísimos. El primero, para dar una plataforma de experimentación, libertad e incluso formación y, por supuesto, distribución amplia a autores ahora de primera talla y muy prestigia-dos internacionalmente, como Isol. La colección de poesía, para dar un lugar a un género imprescindible y mucho más allá de los valores de mercado y aprendizaje por competencias de la época”.

“Tuve la oportunidad de publicar, con un excelente equipo editorial, el primer libro de autores de gran talento y sencillez, abiertos para el diálogo como Mercedes Calvo, Clau-dio Romo (con Mauricio Gómez Morín), Ai-tana Carrasco, Juan Palomino, Paloma Val-divia: todos ellos publicados y reconocidos ahora internacionalmente. Asimismo, tuve la fortuna de trabajar muy de cerca con au-tores de la talla de Juan Villoro o Gabriel Pacheco. Los recuerdo con especial respe-to pues fueron quienes, a partir de comen-tarios y discusiones editoriales, decidie-

ron prácticamente rehacer su propuesta desde un nivel de exigencia y compromiso asombrosos. Hay muchos autores de quienes hablar y reconocer. A la Orilla del Viento me recuerda otra vida posible, otra manera de vivir, un límite como posibilidad, algo que sientes y no ves, pero existe: ahí donde hay aliento pero también libertad para crear.”

Por esa cocina editorial que es el área de Obras para Niños y Jóvenes del Fondo también pasó Eliana Pasarán: “Hace 25 años, tanto como ahora, los niños no te-nían un espacio signifi cativo en el mundo editorial mexicano. Los autores mexi-canos dedicados exclusivamente a este género podían contarse con los dedos. Que una editorial como el Fondo, avalada por el prestigio de sus ediciones, por fi n pres-tara atención a este público era tan necesario como lo sigue siendo ahora para fo-mentar el amor por la lectura entre los lectores en formación a través de obras de inmejorable calidad literaria y estética”.

“Editar y seleccionar las obras que darían continuidad a un catálogo tan rico, incluyente y bien pensado fue un reto apasionante, lleno de matices y aprendizaje en torno al mundo de la infancia en toda su complejidad y de la edición de pro-puestas de lectura en imágenes. La creación de A la Orilla del Viento, con difusión nacional e internacional, sin duda marcó un hito en el mercado de publicaciones mexicanas y latinoamericanas, no sólo al incluir en su catálogo a los mejores au-tores de otros países dedicados a este género, sino también al fomentar la germi-nación y fl orecimiento de autores, ilustradores, promotores de lectura y todo un ejército de personas mexicanas y latinoamericanas que ahora gira en torno al de-sarrollo lector de niños y jóvenes.”

Luciana la pejesapo de Verónica Murguía está en la colección Los Especiales de A la Orilla del Viento. Así que Vero también for-ma parte de esta familia extendida que es el catálogo infantil del Fondo y al respecto dice: “Gracias a la colección pude leer a Pan-cho Hinojosa, a Emilio Carballido y a Alicia Molina. Luego, en la misma colección leí a Magolo Cárdenas, a Silvia Molina y a Juan Vi-lloro. Compré Trucas del formidable Juan Gedovius. Fue como abrir una ventana y mi-rar un paisaje genial e inesperado”.

“No quiero exagerar, pero no me puedo imaginar cómo estaría la cosa sin la co-lección. Mi educación lectora de LIJ sería muy pobre. Por ejemplo, Ma y Pa Drá-cula, de Ann Martin o Bonícula de Deborah y James Howe, son libros muy impor-tantes para mí. No los leí de niña, los leí como escritora novata de libros para ni-ños y me estimularon muchísimo. Además, la colección tiene varios libros de Isol, a quien considero una ilustradora de excepción, así como La sorpresa de Sylvia van Ommen. Ya habría querido yo imaginar y dibujar La sorpresa. Es un libro pre-cioso. Llegar A la Orilla del Viento es como estar en la cima de una montaña, des-de donde se ven miles de cosas.”

En palabras del ilustrador Abraham Balcázar, formar parte de esta historia le ha enriquecido mucho porque A la Orilla del Viento ha sido un testimonio de esti-los y temáticas para lecturas infantiles. “Por ejemplo, me encantan los libros de Olga Dugina y Andrej Dugin, me dejan viajar por horas en los mundos fantásticos creados por esta pareja de increíbles ilustradores.”

Cuando era niño, antes de que aprendiera a leer, el ilustrador David Lara tenía a la mano historietas o cómics. “Mi mamá nos leía cómics a mi hermano y a mí, le-yendo estos cuentitos, como los llamábamos, aprendí a leer. En aquel tiempo los criterios para hacer una historia eran muy libres, leía historias de niños traviesos que por más no recibían castigo por sus acciones. En ocasiones, estos personajes de historieta se accidentaban pero sin lesionarse gravemente, había golpes entre los personajes, con el puño cerrado o con algún objeto, había explosiones que ha-cían reír al lector y en muchas ocasiones se presentaban personajes sujetando un arma amenazando a otros personajes, en fi n, que las libertades creativas eran infi nitas.”

“Quizá por esa razón nuestra infancia estuvo lle-na de actos audaces. Mis primos sujetaban un cohe-te encendido en la mano para que explotara entre los dedos, en la escuela un compañero se fracturó una pierna intentando volar desde el techo de su casa con una toalla amarrada al cuello a manera de capa, yo mismo me lesioné las costillas tratan-do de emular las hazañas de Tarzán o el Hombre Araña. No quiero con esto condenar el medio de la historieta, sería como condenar la escuela por un día que la maestra me llamó la atención, las histo-rietas llenaron de diversión mis tardes de lectura. Es en ese contexto que apareció la colección A la Orilla del Viento, con historias más congruentes con la realidad, es decir, a pesar de contener his-torias fantásticas, los personajes están sujetos a confrontar y vivir las consecuencias de sus actos y esto los vuelve cercanos al lector, sin ser histo-rias aleccionadoras, presentan ejemplos de vida a través de sus personajes.”

“La colección reúne autores emblemáticos de la LIJ. Siendo dibujante, admira-ba el trabajo de muchos autores que conocí por primera vez en las publicaciones de la serie, es el caso de Chris van Allsburg, Olga Dugina y Andrej Dugin, entre otros, pero también descubrí en la colección autores nacionales, reconocía su tra-bajo de otros medios, e igualmente me sorprendió lo que hacían en el tema de los libros ilustrados, es el caso de Ricardo Peláez y Rafael Barajas. Busqué una opor-tunidad de colaborar en la colección animado por Tania Janco, que era mi maes-tra de grabado a fi nales de la década de los noventa, ella también es autora del Fondo y me consiguió una entrevista con Mauricio Gómez Morín. Me presenté con los mejores dibujos que tenía en ese momento, la mayoría pin ups de superhé-roes; Mauricio revisó la carpeta y me comentó: ‘Me gustan tus dibujos pero aquí hacemos libros infantiles, mi recomendación es que aprendas a dibujar niños y luego regresas’. La colección de autores y mi ansia por pertenecer a ese selecto grupo me llevó a evolucionar en mi propio trabajo.”

Lara asegura que A la Orilla del Viento contribuyó a la evolución del medio edi-torial enfocado en la literatura infantil: “Por un lado las editoriales inauguraron sus propias colecciones de libros infantiles y en muchas ocasiones siguieron pa-rámetros establecidos por la colección. Por el otro, los cómics para niños dejaron de producirse, quizá por no alcanzar el nuevo estándar que la colección estableció en el mercado”.

“Siento que los autores de A la Orilla tienen un compromiso social con los lectores porque van más allá de entregar un producto de en-tretenimiento, en muchas ocasiones represen-ta el primer acercamiento al arte y muchas de las lecturas han acompañado al público lector a lo largo de los años, volviendo entrañables a los personajes de la colección, cuyo nombre siempre me evoca un lugar inimaginable, como lo era la Dimensión desconocida, aquel programa de TV de la década de los ochenta, sólo que al atravesar la orilla del viento, al encontrarme con esas lecturas, mi vida cambió de manera positiva y para siempre.”�W

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25 AÑOS DE HISTORIAS A LA ORILLA DEL VIENTO

L a culpa la tuvo el éxito de la no-vela infantil. Mientras los jóve-nes lectores mexicanos no tu-vimos a nuestro alcance más que los libros amarillentos y polvosos de Editorial Molino heredados de nuestros padres y hermanos; mientras nuestro horizonte de lecturas se redu-cía a unos Salgaris por aquí, un

Mujercitas por allá, unas ediciones más o menos fi eles de los cuentos de Grimm, Andersen y Perrault, y lo que buenamente nos acercaba Fernández Editores de Dis-ney, estábamos muy en paz con la idea de un día gra-duarnos en literatura “de grandes” y comportarnos, de una vez y para siempre, como lectores serios y como gente adulta. Tal vez, en un arranque de frivolidad, se nos iba a permitir pasar por Conan Doyle, por Agatha Christie o, si se descuidaban los mayores, por Oscar Wilde (mi abuela insistía en negarnos a Dorian Grey por inmoral; cuando fi nalmente logré quedarme en su biblioteca a solas, lo abrí, me aburrí mortalmente y volví a El fantasma de Canterville), pero no mucho más. Hasta mediados de la década de los ochenta y principios de los noventa, se esperaba de los niños mexicanos que leyeran lo que había, no pidieran de-masiadas fantasías y se apuraran muchísimo a crecer para solazarse con Juan Rulfo.

Esos éramos los de antes. Ya después, esos niños que crecieron sin conocer la palabra fayuca ni los castilli-tos Exin, se encontraron con una oferta bibliográfi ca infi nitamente más rica y emocionante. Si tomamos en cuenta que la primera feria del libro infantil se llevó a cabo en 1980 y que desde entonces el universo de edi-toriales infantiles ha ido creciendo, es fácil entender que la idea no sólo de lo que es un libro infantil, sino del acto mismo de lectura, cambió radicalmente en ape-nas diez años. Los lectores de los setenta, por ejemplo, no conocimos los álbumes ilustrados porque en Méxi-co no se hacían y prácticamente no había importados: tal vez alguno de Juventud o de Minotauro, pero era raro encontrarlos. Veíamos, sí, hasta el cansancio, los monitos que incluían las versiones de Bruguera de Los hijos del capitán Grant o de Miguel Strogoff , y, por su-puesto, a Tintín, a Astérix y a todo lo que Goscinny qui-so ponernos enfrente (el gran visir Iznogud, el justicie-ro Lucky Luke), pero el discurso y la experiencia del ál-bum nos pasaron básicamente de noche.

No teníamos álbumes, tampoco novelas. Teníamos cuentos que narraban un episodio de principio a fi n y que estaban acompañados por dibujos; teníamos li-bros informativos que narraban procesos; antologías de leyendas y mitos de todo el mundo, poemas, rimas, cuentos tradicionales. Pero en ningún momento nos

enfrentábamos con una historia contada en muchos capítulos, con tramas, subtramas y personajes prota-gónicos y secundarios. Eso también llegó en los noven-ta, con propuestas editoriales como la de SM y su Bar-co de Vapor y, más tarde, con la colección A la Orilla del Viento, del Fondo de Cultura Económica; con las pro-puestas de la editorial colombiana Norma y los gana-dores de su premio Norma Fundalectura, o hasta con los títulos de autores y tema “mexicanos” de la edito-rial Castillo. Esas colecciones vinieron a enseñarle a los niños de este país que era posible leer una historia con protagonistas de su edad que no fuera Corazón y que no pretendiera alimentarle a fuerzas un mensaje nacionalista o católico o del tipo que fuera, con el mis-mo empeño estéril con que su mamá insistía en relle-narlo de betabeles, y que era posible quedarse dentro de una misma historia durante varios días, leyendo noche tras noche las aventuras de un niño como ellos mismos, sin solemnidades, narradores juzgones ni pá-ginas que se resquebrajaran. Y ahí fue cuando los jó-venes lectores conocieron un mundo que les costaría —les cuesta, todavía— mucho dejar atrás.

Ahí fue donde la puerca torció el rabo y los lectores su concepción de un libro para niños. Ese tipo de lec-tores autónomos, acostumbrados hasta cierto punto a verse representados en las historias que consumían, desarrollaron gustos literarios distintos de los de ge-neraciones anteriores. Y para quienes veíamos el fenó-meno desde los laterales, se revelaba un panorama no por anunciado menos interesante; comenzó a hacerse evidente que esos gustos que ya se habían amoldado a las maneras y los ritmos de la nueva narrativa no ten-drían una transición tersa —ni resignada, como de al-guna manera fue la nuestra— a la literatura “adulta” y clásica, que no dejarían ir ese sentirse dentro de los li-bros tan fácilmente. En algún punto de su historia lec-tora, esos niños que empezaron a leer con La peorseñora del mundo, El mundo, septiembre adentro (y otras formas de evitarlo) o El Pampinoplas, cumplirían doce o trece años y voltearían a ver a sus editoriales de confi anza y preguntarían: “Y ahora, ¿qué sigue?”.

Durante mucho tiempo, en los albores del siglo vein-tiuno, todas las juntas de la Gerencia de Obras para Ni-ños y Jóvenes del Fondo de Cultura Económica llega-ban a un punto neurálgico (es decir, que nos daba a to-dos los presentes dolores de cabeza); unas veces unos y otras, otros, insistíamos en poner sobre la mesa un tema que se revelaba como un confl icto que ya se había pospuesto hasta más allá de su plazo fatal; un drama lector que, por complicado, se había elegido ignorar. Cada determinado tiempo surgía, cual pariente incó-modo, la pregunta: “¿Y el proyecto para jóvenes?”.

Quien lo tomó por su cuenta fue Andrea Fuentes, entonces editora y, para todo fi n práctico, lideresa su-

prema del catálogo. Ella fue quien abrazó la idea de crear una colección para jóvenes (se les llamaba ab-surdamente “lectores precarios”, como si estuvieran defectuosos, a lo que Andrea se resistió siempre) y le fue, poco a poco, dando forma; quien convocó a La Máquina del Tiempo (léase, Leonel Sagahón, Alejan-dro Magallanes, Andrés Mario Ramírez y Roxana Ruiz) para hacer el diseño, y quien encabezó la selec-ción de títulos.

Como siempre que se emprende una tarea editorial de ese tamaño, fue un momento emocionante y diver-tidísimo. (Haciendo un apunte poco ortodoxo, pero para eso es mi texto, diré que para mí, que había pa-sado la vida en un matrimonio codependiente y tor-tuoso con la literatura “seria”, eternamente ponién-dole los cuernos con la novela rosa y cuanta fi cción ju-venil en lengua inglesa me caía en las manos, la tarea de revisar sistemáticamente autores que conocía de oídas y poderme dedicar de forma profesional a sola-zarme en mis placeres culpables, representó un mo-mento defi nitorio en mi trayectoria de lectora y escri-tora; como los lectores veinte años menores que yo, tomé ese camino y no he vuelto a mirar hacia atrás.) Las selecciones y contrataciones empezaron a desfi -lar por los escritorios de los correctores; se diseñaron y pusieron a punto las versiones al español de Coram Boy, The Kite Rider, Feed (parece ser que M. T.Ander-son todavía recuerda la larguísima lista de preguntas y precisiones sobre el texto que recibió de México), y se dieron las discusiones que se tenían que dar sobre la pertinencia de que una editorial estatal y con tanto vínculo escolar publicara una novela tan arriesgada y tan interesante como Lady de Melvin Burgess (se de-cidió en contra y la publicó después Daniel Goldin en Océano Travesías). Todo eso pasó y, al fi nal, nació A Través del Espejo.

Han pasado de eso al menos un par de lustros. El catálogo ha ido creciendo y alimentándose, y otras editoriales emprendieron procesos similares al mis-mo tiempo o un poco después. Y, sin embargo, todavía le debemos al mercado títulos que se atrevan a com-petirle a los divergentes y las Katniss. Si bien un buen número de autores mexicanos tomaron la estafeta de las traducciones y entregaron a los estantes textos que ya no eran de niños y con los que se permitían ju-gar y arriesgar mucho más, como sucede con Muchas gracias, señor Tchaikovsky de Mónica Brozon, o con #Másgordoelamor de Antonio Malpica, todavía los es-critores y editores mexicanos andamos quedando a deber con novelas que se atrevan y que propongan algo a esos lectores que cada vez leen y conocen más. Quedan riesgos, tratamientos y propuestas que abor-dar. Tenemos la mesa y los lectores puestos; es mo-mento de atenderlos.�W

ARTÍCULO

De cómo arruinamosa una generación

J U A N A I N É S D E H E S A

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EMA Y EL SILENCIO

L A U R A E S C U D E R O ,

I L U S T R A D O P O R R O G E R Y C A Z A

Este poemario ganador del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2015, de la autora argentina Laura Escudero e ilustrado por el ecuatoriano Roger Ycaza, fue elegido entre 318 propuestas concursantes. Ema nos lleva por un recorrido donde encuentra a diferentes personajes y los presenta con poemas rítmicosy evocadores. Un elemento constante en ellos es el silencio que acompañaa Ema todo el tiempo, pero no esun silencio de tristeza o pesadumbre, es un silencio que le permite descubrir y apreciar su entorno, maravillarse con el caer de las hojas de los árboles, observar a las abejas en sus recorridos, sentir la lluvia sobresu piel... Realiza el viaje a través de su infinita imaginación y aprecia cada detalle de las cosas con las que se encuentra. Algunas dudas la acechan, pero tiene la capacidad de respondera todo con ingenio excepcional. Cuando su viaje termina, regresaa casa y lleva con ella los amigos y la música que recolectó en su andar.El libro está acompañado porlas atractivas ilustraciones de Roger Ycaza, que funcionan para enriquecer los escenarios y las descripciones de la autora e, incluso, le permiten al lector realizar una segunda lectura.

Premio Hispa noa merica no de Poesía

pa r a Niños

1ª ed. en español, 2016, 40 pp.

FCE/ FLM

WILLY Y LA NUBE

A N T H O N Y B R O W N E

En esta nueva aventura vemos a Willy, el pequeño chimpancé, huir de una nube gris y lluviosa que lo persigue a todas partes. Mientras los demás están contentos y felices disfrutando del sol, Willy debe irse a un rincón con la nube encima. Incluso llama a la policía, pero por lo absurdo del asunto, se burlan de él. Es hasta que Willy se pone furioso que todo cambia… Anthony Browne explora una vez más las emociones que todo niño experimenta durante su infancia. Mediante una interesante metáfora, el autor pasa por sentimientos como el miedo, la preocupación, el enojo, la frustración, que al final desembocan en calma y alegría. Es una excelente analogía de aquellos días en los que todo va mal y, tal como Willy, pareciera que traemos una nube negra sobre nosotros. Este libro ayudará a los pequeños a identificar los sentimientos de su vida cotidiana y a encontrar una solución para los días en los que se sienten tristes. Con este libro, Browne llega a los 30 títulos de su autoría publicados en nuestro catálogo.

Los Especia les de A l a Orill a del Viento

1ª ed. en español, 2016, 32 pp.

BESTIARIO DE SERES FANTÁSTICOS MEXICANOS

N O R M A M U Ñ O Z L E D O ,

I L U S T R A D O P O R I S R A E L

B A R R Ó N

¿Cuáles son los seres más tenebrosos y peculiares de la tradición oral popular mexicana? Este libro es una selección de los seres que se han encargado quitar el sueño, aterrorizar y también maravillar a miles de personas a lo largo de la historia en México. Desde los más conocidos, como La Llorona, las sirenas en su versión mexicana o la bruja felina hasta monstruos tan extraños como el Ek Chapat, el gigante Wa wa pach o el Ñek. Gracias a las elaboradas y detalladas ilustraciones de Israel Barrón, los niños podrán adentrarse al mundo de la tradición oral popular y descubrir seres antropomorfos y zoomorfos que tienen características escalofriantes, divertidas y misteriosas; algunos de los seres que conocerán, comoel Junchoo, comen carne humana, otros te dan dinero si los cuidas,como el Cholito de la suerte y otros sólo sacarán al crédulo un buen susto, como la Cihuatlaco. Por medio de versos llenos de ritmo y musicalidad, la autora busca acercar a los más pequeños las bestias más extrañasdel folclore mexicano.

Los Especia les de A l a Orill a del Viento

1ª ed. en español, 2016, 56 pp.

EL DRAGÓN BLANCOY OTROS PERSONAJES OLVIDADOS

A D O L F O C Ó R D O V A ,

I L U S T R A D O P O R R I K I B L A N C O

El dragón blanco y otros personajes olvidados retoma a los personajes secundarios de los clásicos infantiles para convertirlos en protagonistas de sus propias historias. Este proyecto fue ganador por unanimidad del Premio Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2015 y consta de seis cuentos cuyas historias tienen la carga de los textos originales pero, al mismo tiempo, mantienen una vida propia que permite que sean disfrutados aunque no se conozcan los textos de los que parten. El Rey Mono de El maravilloso Mago de Oz, el Gato de Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas, el Rey Cisne de Los cisnes salvajes y otros personajes recorren los nuevos caminos que Córdova ha trazado, sin perder su identidad.Con apenas una novela publicada,el autor demuestra en esta obra su gran cercanía con la literatura infantil y un estilo potente y sagaz que atrapará a lectores de todas las edades. Las ilustraciones de Riki Blanco son reducidas en elementos pero de gran elegancia y expresividad.

Los Especia les de A l a Orill a del Viento

1ª ed. en español, 2016, 128 pp.

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EL FONDO, LA CASAY LA INTRODUCCIÓN DEL PENSAMIENTO MODERNOEN MÉXICO

J A V I E R G A R C I A D I E G O

Javier Garciadiego narra en este libro los antecedentes históricos, socialesy económicos que incidieron en la formación y consolidación de dos instituciones culturales mexicanas: el Fondo de Cultura Económica, una de las editoriales más importantes de América Latina, y La Casa de España, que se convertiría a la postre en El Colegio de México. En esta apasionante y fecunda historia tuvieron un lugar preponderante tanto la penetración del pensamiento europeo a España como la llegada a México de los intelectuales españoles exiliados durante la Guerra Civil. El autor muestra la forma en la que esta conjunción preparó el terreno fértil en el cual el Fondo de Cultura Económica inició su labor de traducir y editar las grandes obras del pensamiento universal, y con ello marcar la inserción de México a los grandes debates e ideas del siglo XX.

Libros sobre Libros

1ª ed. 2016, 538 pp.

EN GRADO DE TENTATIVA. POESÍA REUNIDA

F R A N C I S C O H E R N Á N D E Z

Palabra y vida son una misma en la poesía de Francisco Hernández. Algunos de sus grandes temas son el viaje interior, la exploración del deseo y el acercamiento a figuras como Hölderlin, Schumann y Trakl. Esta magna recopilación dividida en dos tomos reúne por primera vez la obra de Francisco Hernández, misma que abarca cuatro décadas de creación por parte del escritor nacido en San Andrés Tuxtla, figura fundamental de la poesía mexicana contemporánea. El primer tomo, prologado por el joven poeta Christian Peña, abarca los libros publicados de 1974 a 2003. El segundo, con un prólogo de Hernán Bravo Varela, presenta la voz del jaranero Mardonio Sinta, heterónimo del poeta, y reúne los libros que vieron a la luz de 2004 hasta la fecha, además de poemas inéditos y coplas

Poesía

1ª ed. 2016, 2 volúmenes

UNA MODERNIDAD CRUEL

J E A N F R A N C O

A través de sus páginas, esta obra de Jean Franco, profesora emérita en literatura comparada de América Latina por la Universidad de Columbia, y considerada una de las pioneras en este campo, ofrece un profundo análisis agudo sobre el ejercicio sistemático de la violencia en los países latinoamericanos desde la década de 1960 hasta nuestros días.La crueldad es un elemento constitutivo de la modernización en las sociedades latinoamericanas; las manifestaciones y los perpetradores reciben difer entes nombres, aunque la problemática es la misma. Le hará cuestionarse al lector ¿por qué las más graves violaciones a los derechos humanos han ocurrido en contextos democráticos? ¿Cuáles son los elementos que posibilitan el ejercicio de la crueldad sin que esto sea visto como un crimen? Una obra básica para entender el proceso histórico que ha llevado a esta modernidad a la deshumanización de las víctimas, el intento de supresión de su memoria y el legado de pérdida inexplicable registrado de modo tardío en textos literarios.

Sociología

1ª ed. en español, 2016, 392 pp.

QUINCE CARTASSOBRE LA EDUCACIÓNEN SINGAPUR. REFLEXIONES DESDE LA PERSPECTIVA ESTADUNIDENSE

F E R N A N D O M . R E I M E R S

Y E . B . O ’ D O N N E L L ( E D S . )

En 2015, un grupo de académicos de Massachusetts visitó Singapur para conocer de cerca el sistema de enseñanza de ese país, donde, al hacer de la educación un tema de prioridad estratégica, se organizó todo un esquema de formación docente ligado a la idea de un líder transformador. A partir de esa idea, dicha nación ha obtenido en el siglo XXI óptimas calificaciones en las pruebas internacionales de rendimiento escolar. Así, esta reunión de ensayos presenta la investigación de los expertos norteamericanos en torno a una línea educativa que presenta seis puntos clave: seleccionar y atraer a los educadores de mayor calidad; proporcionarles paquetes de compensaciones y salarios competitivos; profesionalizar la docencia; desarrollar el liderazgo escolar; priorizar la coherencia sistémica, y enfatizar el aprendizaje emanado de otros sistemas. En estas quince “cartas” o breves ensayos, el grupo dirigido por el Dr. Fernando Reimers reflexiona acerca de las enseñanzas e implicaciones prácticas de un sistema educativo innovadory exitoso.

Educación y Pedagogía

1ª ed. en español, 2016, 161 pp.

CIELO SANGRIENTO.LOS IMPACTOS DE METEORITOSDE CHICXULUB A CHELIÁBINSK S E R G I O D E R É G U L E S

La Tierra es una casa frágil y vulnerable ante los innumerables cuerpos que surcan el espacio y que en ocasiones, durante su trayectoria, se encuentrany chocan con ella. En este libro, el número 242 de la gran colección La ciencia para todos, el reconocido físico, escritor, conferencista y divulgador de la ciencia Sergio de Régules expone de una forma amena y documentada la historia de tres de estos impactos: el de Chicxulub, que probablemente terminó con los dinosaurios; el de Tunguska, que impactó Siberia en 1908 con una energía de 300 veces la bomba de Hiroshima, y el de Cheliábinsk en 2013, que gracias a la tecnología fue apreciado por virtualmente todo el mundo. De Régules muestra cómo el estudio de cada uno de ellos ha modificado no sólo la manera en la que el ser humano entiende y hace ciencia, sino también su concepción misma de la vida y la muerte en el planeta.

L a Ciencia pa r a Todos

1ª ed. 2016, 162 pp.

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La literatura infantil:el bosque inagotable

Fragmento deLa utilidad del deseo

J UA N V I L L O R O

UN APARATO QUE FUNCIONAAL DESARMARSE: EL LENGUAJE Lewis Carroll escribió Alicia en el País de las Maravillas para Alice Liddell, hija del decano del colegio de Christ Church en Oxford, coautor de un diccionario de griego clásico. No es exagerado decir que la aventura escrita para la hija celebra el trabajo del padre. Carroll entiende la escritura como un laboratorio lingüístico. A él se debeun irrenunciable concepto filológico: las “palabras maletín”, vocablos que llevan otros dentro.

No hay literatura infantil sinjuegos de palabras. Uno de los errores más socorridos de los malos practi-cantes del género consiste en empo-brecer el lenguaje para ajustarse a un lector de vocabulario limitado. Con el mismo afán simplificador, consideran que, si abundan los diminutivos, la historia es “tierna”.

La relación con el lenguaje es una aduana difícil de franquear; lo decisivo no es simplificar el vocabulario, sino asumir otro grado de dificultad.

Obviamente, la literatura infantil debe servirse de un campo lingüístico apropiado para quienes cursan la educación primaria, pero eso no implica renunciar a la invenciónde palabras o a jugar con ellas. Un personaje de los hermanos Grimm debe su fortuna a un fascinante nombre abstruso: Rumpelstizchen. Del mismo modo, Humpty Dumpty cautiva menos por ser un huevo que por llamarse así. ¡Bienvenidos al lugar del abracadabra, el poema y el baile del Jabberwocky, de Lewis Carroll, y los pingüinos de Francisco Hinojosa que festejan la vida exclamando “yanka, yanka, tubú, tubú”!

En su espléndido libro Chamario (en Venezuela “chamo” es niño), el

poeta Eugenio Montejo honró la inteligencia infantil con versos quese estructuran como un juego de Lego.

Su poema “La bicicleta” es un ejemplo de este gozoso ensamblaje;las palabras se convierten en un medio de transporte; giran comola rueda, no siempre visible, de un vehículo:

La bici sigue la cleta

por un ave siempre nida

y una trom suena su peta…

¡Qué canción tan perseguida!

El ferro sigue el carril

por el alti casi plano,

como el pere sigue al jil

y el otoño a su verano.

Detrás del hori va el zonte,

detrás del ele va el fante,

corren juntos por el monte

y a veces más adelante.

Allá se va el corazón

en aero plano plano

y con él se va la canción

escrita en caste muy llano.

Montejo demuestra que no hay variante literaria más proclive a los neologismos —y, en este sentido, más joyceana— que la literatura infantil. Ningún clásico ha pasado por ahí sin reinventar el idioma. Los artificios lingüísticos pertenecen a la naturaleza del género por la sencilla razón de que sus lectores se asoman al amanecer del idioma: cuando las palabras son algo que se aprende, resulta más fácil, más atractivo y más necesario transformarlas.

Obviamente, un poema como el de Montejo se dirige a un niño con buen vocabulario para su edad (descompo-nerlo sólo divierte si también se sabe armarlo). En la literatura infantil, la

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Page 23: 25 años de historias A la Orilla del Viento · como hormiguitas iban juntando, juntando cositas. ... y ahora las tenemos en una canción. (TONADA DE EL PROFESOR ZÍPER Y LA FABULOSA

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tipo de lucha entre el bien y el mal. La ficción adulta puede ser una evasión sofisticada, un entretenimiento de primer orden; la literatura infantil debe ser eso y algo más: una disquisi-ción ética.

Hay un caso ejemplar de un filósofo consagrado a la fábula: Sócrates pasó el último día de su vida versificando a Esopo. Poco antes de morir, demostró a sus verdugos que sus manos podían ser sometidas con grilletes, perono su mente. La elección de Esopo es significativa. Toda fábula entraña una moraleja. Injustamente acusado, Sócrates conquistó su libertad bajo palabra. En su última hora demostró lo que vale una fábula.

No hay modo de exagerar la importancia de las aventuras parala mente infantil. Alexander von Humboldt descubrió su fascinación por los parajes remotos al leer una adaptación para niños de Robinson Crusoe, hecha por su tutor, Joachim Heinrich Campe, quien también escribió silabarios para aprender a leer y fundó una librería especializada en temas educativos.

La historia de Defoe adaptada por Campe fue el antecedente de los viajes de Alexander von Humboldt al continente americano y de su titánico Cosmos. Por su parte, su hermano Wilhelm fue pionero del territorio gemelo a la fabulación infantil:la filología.

El novelista que tanto influyó enlos hermanos Humboldt se había beneficiado de la lectura de John Locke. Daniel Defoe estudió en una academia de protestantes disidentes donde se leía al precursor del libera-lismo, proscrito en las universidades de Oxford y Cambridge. Entre los muchos empeños de Locke destaca una antología de las fábulas de Esopo adaptadas por él mismo al inglés de su época. No es casual que alguien interesado en la literatura infantil concibiera la idea de la tabula rasa,el desafío de que el hombre entienda desde cero, por sí mismo. ¿Y hay mejor representación de la tabula rasa que una isla desierta? Esopo influyó en Locke, quien a su vez influyó en Defoe, estímulo decisivo de los hermanos Humboldt. Una cadena de sentido que transformó la cultura de Occidente.

De Crusoe a Tarzán, pasando por los habitantes del Bosque de los Cien Acres, la literatura infantil ha practi-cado el principio lockiano de pensar en soledad. Aislados del resto del mundo, los personajes deben encon-trar su propio método de superviven-

cia y, algo aún más difícil, de convivencia.

EL ESFUERZO DE SER FELIZCuando empecé a escribir cuentos para niños pensé que uno de los aspectos más relajantes del género sería el de llegar a un final feliz. La experiencia adulta nos vuelve escépti-cos: la dicha sin fisuras resulta inverosímil y un final donde los protagonistas queden contentos parece hecho en Hollywood.

En la literatura adulta, la felicidad existe en calidad de prefiguración; es algo que se proyecta más allá del libro. Una de las grandes paradojas de la lectura es que un placer intenso puede venir de un pasaje triste o doloroso.El arte transforma lágrimas en metáforas y angustias en melodías.

En cambio, en la literatura infantil la felicidad es un requisito moral. Su comparecencia resulta obligatoria, pero debe venir de un triunfo del bien. Estamos ante una teoría del conoci-miento que reclama una solución ética. En otras palabras: la dicha de los héroes debe ser merecida. Llegar a la

meta no puede derivar de una chiripa; tiene que ser una conquista. Decir “colorín colorado” o “fueron felices y comieron perdices” no basta. El teorema planteado por el autor reclama estricta solución: si el héroe carece de méritos, no puede gozar en la última página.

Al ocuparse del mal, el escritor alude a las amenazas del mundo externo, pero también a las posibilida-des de los propios niños de ejercer la maldad: algunos diablos y algunas brujas son internos. La mente infantil lidia con los terrores de la realidad y con los que ella misma crea. En este sentido, el final feliz representa el cumplimiento del bien en el terreno de los hechos, pero también es una tranquilizadora experiencia interna: con su lectura, el niño contribuye a que las pulsiones negativas, de las que él forma parte, pierdan la pelea.

Ser feliz vale la pena porque cuesta trabajo.

LAS SORPRESAS SON LÓGICASLas historias sobrenaturales, fantásti-cas, barrocas y desmedidas tienen buena oportunidad de triunfar con los lectores infantiles, a condición de que cumplan reglas severas.

Como toda rama del arte, la literatura infantil es una forma de la complejidad. Si el niño es menospre-ciado como lector, el resultado será insulso. Estamos ante una mente de

alborada del idioma no atañe a la condición preverbal de los bebés, sino a una etapa posterior, en la que se descubren palabras día a día, los años en los que el lenguaje es algo aún por adquirirse. Esta continua renovación permite que se juegue con mayor provecho que en la edad adulta, cuando el “dominio del lenguaje” exige la expresión “correcta”.

Al escribir El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica me propuse crear una tecnología tan desconocida para los niños como para mí mismo, pero que pudiera entretenernos a ambos. El protagonista es experto en “electrofrenética”, dispone de escalo-nes “quecosaédricos” para que los ladrones se resbalen en caso de entrar a su casa y cuenta con un aparto que condensa cualquier partícula: el Supercuinch.

Tan importante como inventar palabras es renovar el sentido de las que ya existen. El doctor Cremallerus, temible rival de Zíper, domina todas las artimañas de la villanía menos lade insultar. Me pareció sugerenteque el personaje que encarna el mal tuviera esa limitación. En su peculiar visión del mundo cree que el ultraje más ofensivo es “mortadela”. Por otra parte, los nombres de los rivales aluden a un mismo concepto: “cremallera”y “zíper”, que significan lo mismo; el mal y el bien tienen idéntico origen.

Escrita desde el presente, la literatura para niños permite un regreso imaginario al momento enque las palabras se fraguaron por primera vez. De ese caldero lingüístico no pueden surgir las voces de siempre.

En 1851, Jacob Grimm dio una conferencia en la Academia de Ciencias de Berlín sobre el origen del lenguaje. En su condición de filólogo comparó la lengua con un follaje que crece en forma inextricable. La idea de la foresta encantada ha sido esencial a los filólogos y a los autores de cuentos de hadas. Pocos años más tarde, en 1884, James A. H. Murray, director del titánico Oxford English Dictionary, publicó un anuncio para reclutar colaboradores en el que decía: “Somos pioneros de un bosque inexplorado”.

Los diccionarios, la historia de las palabras y los relatos para la edad primera suceden en un bosque donde hay que orientarse siguiendo migasde pan. Escribir literatura para niños significa reproducir los procesos de aprendizaje, invención y fijación del lenguaje.

Llama la atención que un género perfeccionado por filólogos como Tolkien y los hermanos Grimm, matemáticos como Lewis Carroll y A. A. Milne (autor de Winnie Pooh) y medievalistas como C. S. Lewis (autor de las siete Crónicas de Narnia) sea tan poco estudiado en la Academia. Por otra parte, los premios nacionales de literatura rara vez van a dar a autores del género. Como en los tiempos en que los niños se encontraban confinadosa una antesala de la cultura, reserva de la que sólo saldrían en la edad adulta, la recepción de la literatura infantil opera en un territorio sumamente restringi-do, un kindergarten —o quizá sería mejor decir un “apartheid”— de la crítica y la enseñanza.

Y, sin embargo, su impacto en la representación de la realidad ha sido mucho más poderoso de lo que suele pensarse.

UNA FILOSOFÍA PARA JUGARResulta casi imposible escribir una historia infantil sin establecer algún

alta exigencia, determinada por un amplísimo interés en la fabulación, que admite tanto el realismo extremo como lo sobrenatural, pero sobre todo, estamos ante una mente determinada por la lógica. No es fácil ser a un tiempo exagerado y riguroso. Tal es el desafío que presenta el lector infantil; si las reglas se violan, el juego pierde chiste: el hada que promete tres deseos no puede regalar otro más.

En “El poeta y los sueños diurnos”, Freud señala que lo contrario al juego no es la gravedad, sino la realidad. El espacio lúdico es enormemente serio, como lo prueba la concentración del niño que juega y accede a una zona imaginaria donde todas las posibili-dades pueden cumplirse, siempre y cuando se ajusten a normas. La fantasía es estricta; divierte porque inventa su propia disciplina.

Michel Tournier, que estudió filosofía con Heidegger, reescribió la historia de Crusoe para adultos (Viernes o los limbos del Pacífico) y para niños (Viernes o la vida salvaje). Alguna vez declaró que sus lectores favoritos eran los niños y los filósofos, dos públicos apartados en lo que se refiere a las edades, pero unidos por los intereses de la lógica y la ética.

Entre los intereses filosóficos dela literatura infantil se cuentan la ya mencionada lucha entre el bien y el mal, los procesos de conocimiento,el origen y el sentido de la vida, los misterios del tiempo, los insondables desafíos de la naturaleza, la fuerza de los deseos, la superación del miedo y la preparación para la muerte. No hay modo de escribir satisfactoriamente para niños sin jugar a entender el sentido de la vida. Lo divertido es demasiado importante para ser tomado a la ligera. Un juego apasiona tanto como sus reglas: en Peter Panlos niños necesitan polvo de hadas para volar en piyama hasta el país de Nunca Jamás; en este entorno, volar sin polvo es un error literario, una violación del código.

En ocasiones, el sentido profundo de un texto infantil se entiende avanzada la trama. En Alicia en el País de las Maravillas, la protagonista se siente inmersa en una alucinación o en un sueño hasta descubrir que eso puede ser un recuerdo. La historia es “verdadera”: en otro tiempo ella estuvo ahí. La regresión esencial a la literatura infantil se cumple en forma maestra.

De acuerdo con C. S. Lewis, es más fácil que un lector crea en la lógica de los cuentos de hadas que en situacio-nes estrafalarias de la vida cotidiana. Al afirmar esto defiende el subgénero en el que fue maestro, el fantasy, pero menosprecia el desafío de fabular a partir de lo ordinario. Resulta más difícil ubicar un cuento infantil en un taxi, como hace Gianni Rodari, que en un castillo hechizado. La cotidianidad llevada al límite es una frontera más lejana. W

Juan Villoro es escritor, traductor y colaborador de diversas publicaciones. Cuenta con más de treinta obras publicadas y diversos reconocimientos dentro y fuera del país.

LA LITERATURA INFANTIL: EL BOSQUE INAGOTABLE

Si el niño es menospreciado como lector,el resultado será insulso. Estamos ante una mente de alta exigencia, determinada porun amplísimo interés en la fabulación,que admite tanto el realismo extremo comolo sobrenatural, pero sobre todo, estamos ante una mente determinada por la lógica. No es fácil ser a un tiempo exageradoy riguroso. Tal es el desafío que presentael lector infantil […]

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