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    TeorasperformaTivasdelaidenTidady

    performaTividaddelasTeoras1

    performaTive Theoriesof idenTiTyandTheperformaTiviTyof Theories

    TeoriaspreformaTivasdaidenTidadesea

    performaTividadedasTeorias

    Claudia Briones2

    ConiCeT/uv B a (agt)

    [email protected]

    Recibido en: 6 de Octubre de 2006 Aceptado: 18 de Enero de 2007

    Resumen

    Este artculo se propone repasar algunos aprendizajes derivados de las teoras performativasde la identidad para reexionar sobre la performatividad de las teoras. An cuando esvital examinar crticamente la capacidad de agencia y materialidad que portan los discur-sos cientcosdiscursos por excelencia autorizados sobre todo cuando se inscriben enel centro ms que en los mrgenes del quehacer hegemnicouna de las preguntas que

    busco colocar y compartir es si la nocin de performatividad es la mejor manera de hacerlo.Tomando el constructivismo como casi postura de sentido comn en los investigadoressociales contemporneos, me interesa revisar algunas de sus cciones reguladorascomola de la contrastividadpara sealar ciertos efectos tericos, polticos y etnogrcos queresultan de basar los anlisis en una performatividad clich.Palabras clave:polticas de identidad, performatividad, subjetividades, etnografa, teora crtica.

    Abstract

    This article aims to review some knowledge derived from performative theories of identityto reect on the performativity of the theories. Even though it is vital to critically examinethe capacity of agency and materiality that carries scientic discourse a discourse autho-

    rized by excellence, especially when it takes place more in the center than at the margins ofthe hegemonic activity one of the questions that I want to offer and share is if the notionof performativity is the best way of doing so. Taking constructivism as a quasi posture ofcommon sense in contemporary social investigators, I am interested in revising some of theirregulatory ctions like the one of contrastivity to point out certain theoretical, politicaland ethnographic effects that result from basing analysis on a clich of performativity.Key words:politics of identity, performativity, subjectivities, ethnography, critical theory.

    1 Este artculo es producto de la investigacin realizada por la autora sobre Teoras performativas dela identidad. Una versin preliminar de este escrito fue preparada para el Panel El problema de laperformatividad. Teoras sobre la sociedad y re-configuraciones sociales y culturales, realizado durante el

    VIII Congreso Argentino de Antropologa Social (Salta, 19 al 22 de septiembre de 2006).

    2 Ph.D. in Anthropology. University of Texas at Austin.

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    La india

    Fotografa de Miguel Garca

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    Resumo:

    Neste artigo prope-se revisar alguns conhecimentos derivados das teorias performativas

    da identidade, para meditar sobre a performatividade das teorias. Ainda quando vital

    examinar criticamente na capacidade da agencia e da materialidade que levam os discursoscientcos- discursos autorizados sobre tudo os que inscrevem-se no centro mais que nas

    margens do ofcio hegemnico. Uma das perguntas que eu procuro pr e compartilhar se a noo de performatividade a melhor maneira de faz-lo. Pegando o constructivismocom uma postura de sentido comum nos pesquisadores sociais contemporneos, interessa

    me repasar algumas de suas ces reguladoras, como a contrastividadepara sinalizar al-guns efetos tericos, polticos e etnogracos que o produto de basear os analises numaperformatividade clich.

    Palavras chave:polticas de identidade, performatividade, ubjetividades, etnograa, teoria critica.

    Propsitos

    Cuando decimos que el libro Los Grupos tnicos y sus Fronteras(editado en 1967 porFrederik Barth (1969)) constituye un punto de inflexin en el modo de pensar lasidentidades tnicas, aludimos a varias cosas. Entre ellas, a la capacidad que tuvopara desmontar ecuaciones simplificadas entre cultura, sociedad y pertenencia,y tambin a la forma en que logr poner en foco tanto las tensiones existentesentre enfoques subjetivos y objetivos de las membresas, como el trabajo socialque inevitablemente hace falta para sostener lmites sociales, creando y recreando

    los diacrticos que los encarnan y vehiculizan. De la mano de Barth empiezan acircular ciertas sospechas transformadas en certezas con el tiempo. Concretamente,la eventualidad de pensar las identidades como inevitablemente contrastivas,socialmente construidas y cambiantes en sus contenidos.

    Mucha agua ha corrido bajo el puente desde la propuesta de Barth, procesomediado por la emergencia y consolidacin del llamado giro crtico o constructivista Historia y Antropologa(Ortner, 1984), y de un giro discursivo comandado desdela Filosofa y la Filosofa Poltica, aunque medularmente ligado a las discusiones

    sobre cmo caracterizar el mundo posmoderno, sus actores y valores (Dallmayr,1984). Proceso mediado tambin por la proliferacin de las llamadas polticasde identidad (Mercer, 1991) y por la manera en que estas luchas fueron haciendopatente que el problema era menos la condicin de la posmodernidad (Harvey,1990) que el progresivo entramado de una gubernamentalidad neoliberal (Gordon,1991). Es a partir de ambos abigarrados marcos que van surgiendo progresivamentenociones de sujetos descentrados con identidades fragmentadas, fluidas, flexibles ydisputadas. En todo caso, el punto es que los enfoques de la identidad no slo sehan sofisticado, sino que se han multiplicado al punto de convertirse en una modaque paulatinamente inscribe asertos de sentido comn en la prctica antropolgica

    en particular y en las Ciencias Sociales en general.

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    Me interesa implicarme en este panorama dejando claro que lo hago desde un triple

    lugar de intervencin e involucramiento. Primero, me posiciono como cientista social

    a la que no le son ajenas las discusiones que se dan en el campo de las Ciencias

    Sociales, en general sobre las cuestiones de identidad, aun cuando por momento esasproducciones parezcan muy abstractas y distanciadas de mis trabajos de campo, y

    aun cuando busque permanentemente recentrarlas desde una formacin y prctica

    antropolgica. Segundo, lo hago como antroploga que ha venido trabajando

    cuestiones de identidad al menos desde fines de los aos ochenta, en relacin con el

    Pueblo Mapuche y por ende viene siguiendo esas discusiones a partir de aprendizajes

    hechos en el contexto de las luchas de los Pueblos Indgenas por su derecho a la

    identidad y a la diferencia. Por ltimo, me paro como docente que, en cierta forma,

    ha ido alimentando (y sin duda ha ido viendo) los efectos de esta popularizacin de

    ciertos encuadres tericos devenidos certezas. Lo que Brubaker y Cooper (2001)llaman constructivismo clich. Una especie de afirmacin prescriptiva que nos

    lleva a repetir que las identidades son: construidas, contrastivas, situacionales,

    fragmentadas, fluidas, flexibles y disputadas. Es desde estos tres lugares que me

    siento motivada a hacer un alto en el camino para poder hacer un balance crtico

    de lo ganado y lo perdido en trminos de visibilidad terica y capacidad explicativa.

    Necesariamente lo hago con todos mis sentidos (odo, mirada, olfato intelectual)

    puestos en dos fuentes diversas. Como cientista social ninguna de las producciones

    tericas de un campo en verdad amplio me son ajenas o indiferentes. A pesar de sus

    niveles de abstraccin y distanciamiento respecto de lo que nos aparece en el trabajoen terreno, constituyen espacios de reflexin desde donde descolonizar apariencias y

    formular mejores preguntas. Como antroploga de campo, sigo persuadida de que

    la praxis social no slo es lo que debemos explicar, sino el semillero a partir del cual

    alimentar y desafiar las reflexiones tericas. Buscando que ambas fuentes dialoguen

    y se enriquezcan mutuamente, emprendo el camino. Si el recorrido es exitoso, se

    entender mejor por qu hizo falta explicitar este doble anclaje epistemolgico.

    Concretamente busco examinar los aciertos y las fallas de las teoras performativas

    de la identidad (acpite III) para sopesar a continuacin aseveraciones explcitas

    o implcitas sobre la performatividad de las teoras (acpite IV). Ambos objetivosrequieren historizar cmo ciertas premisas han devenido sentido comn disciplinar

    que orienta modos de pensar y de hacer. Por eso en el acpite I presento una genealoga

    interesada de las distintas vertientes de pensamiento y anlisis que confluyeron en

    esa bolsa de gatos que hoy denominamos constructivismo. En el acpite II busco

    especificar de qu distintas cosas solemos hablar cuando apelamos sumariamente a

    la nocin de identidad como trmino terico, para entender el campo de pertenencia

    y pertinencia de las discusiones sostenidas. La preocupacin que me acompaa

    a lo largo de todo el desarrollo es encontrar maneras de trabajar la tensin entre

    estructura y agencia que atraviesa las Ciencias Sociales desde que Marx la colocara

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    en agenda con su clebre frase de El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte(Marx, 1978:595): Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen simplemente como aellos les place; no la hacen bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajocircunstancias directamente encontradas, dadas y transmitidas desde el pasado.En los temas que nos ocupan, un punto de partida semejante me lleva a postularque los sujetos se articulan como tales a partir de un trabajo de identificacin que opera suturandoidentidades personales y colectivas (para s y para otros), pero no lo hacen simplemente como a ellosles place, pues su trabajo de articulacin opera bajo circunstancias que ellos no han elegido.

    I. De categorizaciones y categoras, rtulos y sentido comn: hoja de ruta

    y memoria sumaria.

    No ha sido un cambio menor que los cientistas sociales nos disemos cuenta deque trabajbamos con categoras que empezaron a devenir recurso simblico enlas arenas sociales donde estbamos involucrados (cultura e identidad son un claroejemplo), o con categoras que estaban demasiado inscriptas en nuestro sentidocomn cvico (Estado, nacin, democracia, derecho, ciudadana entre otras) sinprestar debida atencin a los efectos de esta inscripcin. Ambas cuestiones planteandesafos propios (Alonso, 1994; Wright, 1998), pero promueven la comn exigenciade explicitar cada vez ms reflexivamente si y en qu nuestras categoras de anlisisse diferencian de las categorizaciones sociales.

    Mencionamos a Barth como un antecesor en el esfuerzo por pensar las identidadesde maneras que se distanciaran de los discursos identitarios. Si estos suelenpresentar los diacrticos como rasgos objetivos que hacen las diferencias, el abordajebarthiano introduce la sutileza, no menor de ver que slo algunas prcticas o

    valores (y no necesariamente los que sealan distancias mximas) se seleccionanpara simbolizar los lmites. Pero esta apertura analtica al trabajo social que dasustento a toda diacritizacin se engarza con otra certeza mucho ms problemtica,consiste en presuponer que todo lmite opera relacional pero a modo de contrastescon base en la estricta y duradera separacin nosotros/ellos. As, plantear que la

    especificidad de las identidades tnicas, lo que las diferencia de otras, consiste enque son las ms bsicas y generales transfiere a la etnicidad misma caractersticasque, en todo caso, son contextuales. Nos referimos a caractersticas que devienenms propias de ciertos contextos donde ese clivaje se activa sobredeterminandootros con los que siempre est imbricado. Por contextual entonces aludimos a quelas modalidades de esa imbricacin cambian segn poca y lugar.

    Trabajos deconstructivos posteriores basados en la doble premisa de problematizarlas ideas de sujeto y encarnar los efectos de poder propios de toda relacin socialproblematizarn esta idea de contraste. A partir por ejemplo de la nocin de

    diffrance de Derrida (1998), el otro que toda identidad necesita para afirmarse

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    como tal empezar a postularse como un exceso que desborda cualquier identidad,

    o ms en sintona con Frantz Fanon (1967), como un exterior constitutivo de

    todo nosotros que inevitablemente lo desestabiliza. Las lecturas psicoanalticas

    y feministas vincularn estos efectos de poder con efectos de deseo y placer.En lecturas como las de Luce Irigaray, el otro aparecer como una condicin

    necesaria para vehiculizar relaciones de exclusin y jerarqua.

    En este marco, Butler (1995) introduce con claridad las dos direcciones en que

    los procesos de alteracin operan. Por un lado, postula la separacin Yo/Otro

    como estrategia de dominacin que crea, en el movimiento mismo de promover la

    separacin, un conjunto de preguntas artificiales acerca del otro que se busca conocero recuperar. Por el otro, define a cualquier nosotroscomo construccin fantasmticaque excluye parte de las bases que dice representar. Retomaremos algunas ideas de

    Butler luego. Por el momento baste apuntar que ms all de estas complejizaciones,lo que ha ido quedando como dato de sentido comn es que toda identidad opera

    por contraste, a punto de llegar a confundirnos cuando as no lo hace.

    Sin embargo, este contraste es un claro procedimiento conceptual de una forma

    moderna de pensar que, ms que llegar a constituir la diferencia a partir de la identidad,

    constituye la identidad a partir de la diferencia, negando entre otras cosas cualquier

    positividad a ese otro dominado (Grossberg, 2003), un acto quizs pstumo dedominacin ideolgica que el temor a esencializarlo no alcanza a justificar. Tambin

    deberemos volver sobre esto, pero en principio baste marcar, como lo hace Grossberg(2003), que la diferencia es un efecto de poder tanto como lo es la identidad.

    En todo caso y con el tiempo, la versin escolarizada de discusiones densas ha sido

    la de postular las identidades como mltiples, inestables, negociadas, fragmentadas,

    fluidas, relacionales, situacionales, contingentes, construidas, etc. Conjunto de

    calificativos que, sin distinguir discusiones ni niveles, se aglutinan como tpicos

    de una familia de enfoques constructivistas, pasibles de expurgar los pecados de

    los enfoques esencialistas, aunque conformando lo que Brubaker y Cooper (2001:

    40) llaman un constructivismo clich.

    Pero esa oposicin contrastiva invisibiliza dos cosas. Primero, y como dice Stuart

    Hall, no estamos frente a dos modelos de identidad que resultan de una oposicin/

    eleccin meramente terica, sino de opciones histricas y estratgicas (Grossberg,

    2003). Segundo, y como seala Restrepo (2004), ni los enfoques esencialistas ni

    los constructivistas son cada uno un paquete unificado.

    Si en ciertas vertientes esencialistas las identidades aparecen como mero reflejo

    de un listado de rasgos culturales objetivos compartidos, desde otras aparecen

    como una expectativa que busca explicar lo que la gente hace o debiera hacer en

    base a quines son o a qu cultura pertenecen. Esto es, hablamos de enfoques

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    que prescriben prcticas en base a una identidad imputada y a un sentido dedeterminacin fuerte (Brubaker y Cooper, 2001) o de correspondencia necesariaentre pertenencia y comportamiento. Desde una perspectiva terico-metodolgica,es ms fcil renunciar a explicar las identidades como listado de rasgos, queremover esta idea naturalizada de que las identidades son prescriptivas de unamanera de comportarse o de canalizar la interaccin con propios y ajenos, comodira el mismo Barth.

    La familia de enfoques que llamamos constructivistas puede al menos organizarseen tres movimientos que se fueron desarrollando de manera ms paralela quesucesiva, a veces de manera dialgica y a veces no tanto. Por un lado, obras comolas de Said (Orientalismo, 1990), Benedict Anderson (Comunidades Imaginadas, 1990)y Hobsbawm y Ranger (La Invencin de las Tradiciones, 1989) marcaron un punto de

    inflexin que fue poniendo en duda cualquier postulacin de las ideas de identidad(en verdad, del Oriente colonizado, de la nacincomo comunidad de pertenencia, delas tradiciones) como causa de un cierto estado de cosas. El anti-esencialismo resultantepas por historizar y desnaturalizar.

    Casi paralelamente pero desde tradiciones de pensamiento diferentes, van surgiendoenfoques deconstructivosque, en su anclaje derrideano, han buscado menos producirun conocimiento positivo que someter a borradura ciertos conceptos claveque no son superados dialcticamente, sino que son sometidos a operacionesdestotalizadoras. La idea es seguir usndolos pero desde fuera del paradigma en

    que se originaron para pensar en el lmite, en el intervalo, en base a una especie dedoble escritura desalojada y desalojadora (Hall, 2003) que permitiese una crticaradical a las teoras del sujeto.

    An enfatizando la importancia de movimientos de descentramiento del sujeto,posturas como las de Stuart Hall no abogan por su aniquilamiento completo comolo hace el deconstructivismo radical, ni por un proceder analtico genealgico quepostule su total maleabilidad y contingencia, como lo hara un constructivismoigualmente radical (Hall, 2003). Para Hall recapturar el sujeto y la subjetividades una importante tarea conceptual y poltica (Restrepo, 2004: 56). Una tareasemejante puede emprenderse cuando se ve a la praxis social como un trabajoconstante de articulacin que establece correspondencias innecesarias (Hall, 1985)entre las condiciones de una relacin social o prctica y la manera de representarlas.Esta idea de correspondencia innecesaria es lo que le permite a Hall distanciarse deposturas esencialistas y/o reduccionistas de distinto tipo que ven las identidadescomo posturas fijas y naturalizadas por partir de la idea de correspondenciasnecesarias. Pero le permite tambin distanciarse de posturas antiesencialistas que,enfatizando una necesaria no correspondencia, pueden llevar a postular identidadesrelativas y voltiles, desde una idea de horizonte abierto en donde las elecciones

    dependen de la voluntad de los individuos (Restrepo, 2004).

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    No es un dato menor que esta variada familia de enfoques rotulada como constructivistaprosperase paralelamente a la visibilizacin de los llamados nuevos movimientossociales, movimientos anclados en polticas de identidad desestabilizadoras de laidea de necesidades e intereses de clase transparentes y compartidos por igual porquienes intervienen en ellos desde distintas experiencias y trayectorias de gnero,etnicidad, edad, regin, etc. Tampoco es un dato menor que el mismo impulso deacompaar o participar activamente en estos movimientos llevase a justificarlos desdela idea de esencialismos estratgicos (Spivak, 1988) o a acompaarlos sealando losriesgos que ese tipo de articulaciones identitarias conllevan (Hall 1993), o la formaen que son disputadas desde dentro (Hale, 1996; Mallon, 1996).

    Esto remite a una discusin que requiere mucho ms trabajo de contextualizacinque el que puedo dar aqu antes de fijar una posicin. Algo podr ser retomado al

    final del recorrido. Anticipara solamente algunos planteos provisorios. Como recursofilosfico, la identidad surgi para pensar la permanencia en el cambio y la unidadtras la diversidad (Brubaker y Cooper, 2001). La politizacin de las identidades queparece propia de las ltimas dcadas sin duda visibiliz algunos de los problemasque son propios de ese recurso. Pero no podemos dejar de considerar, comoplantea Mercer (2000), que vivimos en una poca de multiculturalismo normativodonde la marginalidad pasa menos por ser invisible que por ser parte de regmenesque promueven un exceso de visibilidad en las diferencias culturales para podermercantilizarlas y fetichizarlas. Desde esta puesta en poca, una cosa es que las polticasde identidad visibilicen problemas que acaban estimulando lenguajes tericos quepermitan analizarlos, y otra muy distinta es pensar que justo ahora las identidades sonproblemticas. Como aclara Zygmunt Bauman (2003), en tanto invencin moderna,la identidad no est en problemas, sino que fue un problema desde su nacimiento.

    II. Abriendo la caja negra

    La creciente popularidad del concepto de identidad y sobre todo la forma en que fuellevando a subsumir en l anlisis de diferentes aspectos y dimensiones de los procesos

    de formacin de grupo e identificacin fue llevando a ciertos colegas a proponerel abandono no slo de la idea sino de las investigaciones centradas en ella. Otrospensadores, como Stuart Hall (2003: 14), hacen pie en el trabajo de deconstruccinpara postular que nos enfrentamos a una idea que no puede pensarse a la viejausanza, pero sin la cual ciertas cuestiones clave no pueden pensarse en absoluto.Por ltimo, la crtica de Brubaker y Cooper (2001) a nociones fuertes y dbiles deidentidad (en parte cristalizadas en la polmica esencialismo vs. constructivismo) loslleva a proponer una serie de conceptos intermedios (identificacin, categorizacin,auto-comprensin, locacin social, comunidad, conexionismo, grupalidad), parasaber exactamente de qu prcticas sociales estamos hablando cuando genricamentealudimos a la idea de construccin de identidades.

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    Me resulta atrayente esta idea de precisar de qu estamos hablando, aunque no

    creo que ello se resuelva disecando prcticas sociales que son polivalentes la mayorparte de las veces, sino explicitando los puntos de entrada que elegimos para su

    explicacin. Veo en esto dos movimientos fundamentales.Uno de esos movimientos opera por desagregacin. Parte de advertir que parapensar la identidad no es lo mismo hablar de sujetos, subjetividades, personas,actores o agentes (cosa que Brubaker y Cooper escasamente advierten), parapostular que quizs es importante que mantengamos el trabajo en paralelo sobre

    varios de estos planos de la individualidad, porque desde cada cual podemos trabajardistintos regmenes, dispositivos, tecnologas y prcticas. Este es el camino seguidopor Lawrence Grossberg (1992; 1993; 2003) quien parte de ver la misma nocinde identidad como efecto de tres lgicas propias de la modernidad (las lgicas de

    la diferencia, la individualidad y la temporalidad) para proponer desestabilizar lospresupuestos y encerronas que estas lgicas promueven. Propone as pensar desdelgicas alternativas de otredad, productividad y espacialidad, para estar en condicionesincluso de promover una poltica alternativa a las polticas de la identidad que nosresultan tan problemticas. Es tras esta iniciativa que Grossberg sugiere trabajar losconceptos de subjetividad, de yo resultante de articular identidades sociales, y de

    agencia como espacios analticos de los efectosy planos de eficacia de tres tipos de maquinarias:las estratificadoras, las diferenciadoras, las

    territorializadoras, respectivamente.3

    El otro movimiento opera por sntesis a fin de no renunciar a pensar como tensinlo que los nfasis de distintos analistas llevan a concebir como antinomia. Estees el camino tomado por Nicols Rose (2003) cuando propone emprender unagenealoga de la subjectificacin que no disocie ni conceptual ni analticamentelas ideas de sujecin y subjetivacin que se inscriben en el enfoque Foucaultiano yse desarrollan con diversos nfasis en distintos autores. De acuerdo con Rose, unagenealoga de la subjectificacin apunta a realizar la puesta en historia de distintasontologas investigando las tcnicas intelectuales y las prcticas que incluyeron

    los instrumentos por medio de los cuales el ser se autoconstituy histricamente(2003:217). Es una indagacin en procesos y prcticas heterogneas por mediode los cuales los seres humanos llegan a relacionarse consigo mismos y los otroscomo sujetos de cierto tipo () prcticas dentro de las cuales los seres humanosfueron incluidos en regmenes particulares de la persona () [en base a una]diversidad de lenguajes de la individualidad (2003: 219).

    Esta amalgama es interesante ya que remite a la popular tensin entre estructura yagencia que atraviesa las Ciencias Sociales. Esta tensin tiene un punto de origencierto en la clebre frase que Marx coloca en El Dieciocho Brumario de Luis Bonapartepara confrontarnos a dos falacias: la de suponer que en tanto sujetos sociales

    3 Para anlisis que retoman las sugerencias

    de Grossberg en el medio Argentino, ver

    por ejemplo Briones (2005 y en prensa);

    Delrio (2005), Ramos (2005).

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    estamos (pre)determinados como autmatas por estructuras de cualquier tipo,

    y la de irnos al extremo opuesto de pensar que nuestra agentividad no conocelmites. Dice sucintamente Marx

    Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen simplemente comoa ellos les place; no la hacen bajo circunstancias elegidas por ellos mismos,sino bajo circunstancias directamente encontradas, dadas y transmitidas

    desde el pasado (Marx 1978: 595).

    A partir de esta frtil premisa, las disputas tericas desde el marxismo crtico y losenfoques pos-estructuralistas se abrirn en dos dimensiones. Primero, en la de abrir

    la idea de hombres, no slo como concepto marcado por asimetras de gnero,

    sino como nocin dudosamente anclada a una nocin de sujeto pre-constituido.Segundo, en la de arbitrar estrategias metodolgicas que posibiliten el trabajo sobre

    la tensin misma entre condicionamientos y agentividad.

    Como crtico mordaz de la universalidad asignada a proyectos humanistas dedistintas cepas, Michel Foucault va desarrollando en el tiempo un aparataje terico-

    filosfico que primero enfatiza la productiva gestacin de condicionamientosque operan sujeciones (campo que nos lleva de las formaciones discursivas a la

    biopoltica), para comenzar luego a dar cabida a las tecnologas del yo y abrirespacios para pensar la subjetivacin.

    Esto es, si la sujecin remite a los sujetos como efecto de las estructuras y/o de

    las posiciones de sujeto disponibles, la subjetivacin apunta a problematizar losdistintos modos de habitar esas posiciones, de identificarse con ellas no sin disputa.

    En este punto nos quedamos, porque es el que da sentido a la apropiacin que lasCiencias Sociales hacen del concepto lingstico de performatividad.

    III. Polmicas interesantes

    Centrmonos en el desafo de pensar la relacin sujecin/subjetivacin como una

    tensin, ms que como una amalgama, buscando operacionalizar el problema parasaber qu, dnde y cmo buscar insumos para analizar esa tensin.

    Stuart Hall reconoce en Michel Foucault a uno de los pensadores que ms

    claramente visibiliz el problema, aunque tambin aclara que en un principio,

    tanto su propuesta arqueolgica como la genealgica parecieron enfatizar ms lasujecin que la subjetivacin. No obstante, explica tambin Hall, que la nocin

    foucaultiana de productividad del poder fue abriendo las vas para pensar lasubjetivacin entendida como las formas y modalidades de relacin con el yo

    mediante las cuales el individuo se constituye y reconoce como sujeto, produciendorespuestas ante la ley o formacin discursiva que lo emplaza, disciplina, produce

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    y regula (sujeta) (Hall, 2003). Pero asimismo, Hall seala que la idea de prcticas

    del yo de Foucault se centra en una estilizacin deliberada de la vida cotidianaque vincula en exceso esas prcticas de auto-produccin a la intencionalidad para

    evitar enfrentarse con el inconciente (Hall, 2003). Es aqu donde Hall destaca elaporte realizado por Judith Butler, quien trata de llenar la brecha entre Foucault

    y el psicoanlisis desde la idea de performatividad.

    Para intervenir en el proyecto de descentrar la idea de sujeto y deconstruirenfoques esencialistas, Butler (1995) se distancia de los relatos epistemolgicos de

    la identidad que propugnan un Yo sustantivo. Sostiene que esos relatos operan en

    y a travs de una oposicin reificada (Yo/Otro) que, al devenir necesaria, ocultael aparato discursivo que constituye la binariedad en que se basa esa oposicin.

    Por ello, Butler propone encarar la discusin desde las prcticas de significacin y

    no tanto desde los relatos epistemolgicos. Cuando ese Yo sustantivo se visualizacomo tal a travs de prcticas de significacin que ocultan su hacer y naturalizansus efectos, se nos abre, segn la autora, una agenda de investigacin diferente.

    Podemos incluso posicionarnos de una manera igualmente diferente ante lapregunta de hasta qu punto la teora de la fragmentacin del sujeto que niega la

    existencia de un sujeto unificado pasible de ser emancipado reproduce y valorizala opresin que se intenta eliminar (Butler, 1992). Aunque Butler est pensando

    en el significante mujeres, resulta claro que esta pregunta sigue siendo relevantepara otros significantes igualmente comprensivos, como el de pueblos indgenas

    o el de afrodescendientes o el de proletarios.

    Para justificar su posicin en contra de todo esencialismo que vea a las identidades

    como causa de la poltica (incluidos los esencialismos estratgicos que apuntan aconstruir polticamente los sujetos pasibles de ser enmancipados), Butler (1995)

    retraduce la idea lingstica de performatividad4 desde la idea de que quien hace,el hacedor, no pre-existe sino que se construye invariablemente en y a travs de su

    hacer/acto. Se encarga de aclarar que esto noimplica un retorno a maneras existencialistas de

    teorizar que tambin postulan que la persona

    se constituye en y a travs de sus actos, entanto estas posturas asumen una estructurapre-discursiva tanto para el hacedor como para

    su acto. Porque lo que le interesa a Butler es laconstitucin discursivamente variable de cada

    uno (hacedor y acto) en y a travs del otro.

    Pero en qu sentido especfico Butler entiende que el sujeto est discursivamenteconstituido sin que ello implique que est totalmente determinado por el discurso

    o invalidado en su capacidad de agencia?

    4 Austin (1962) define a los verbos

    performativos como realizativos en tanto

    son los que no describen o registran

    nada, sino que concretan su accin enel acto mismo de expresar la oracin. Al

    traducir esta idea a las prcticas sociales

    de significacin, Butler postula que

    ciertas prcticas construyen y dan entidad

    a ciertos fenmenos de identidad en este

    caso- que pretenden estar expresando

    (Zenobi 2004).

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    A diferencia de las teoras de la interpelacin de raigambre althusseriana, que sebasan en actos fundacionales que colocan al sujeto en una posicin irrevocabledentro la cadena significante, Butler enfatiza que las prcticas de significacin lejosde ser actos fundacionales, estn reguladas por normas de inteligibilidad. A la parde regular los discursos de invocacin de la identidad, esas reglas producen efectossustancializadores que las ocultan y refuerzan. Como la significacin slo puedetener lugar dentro de procesos regulados de repeticin, es tambin slo dentro dela rbita de la compulsin a repetir que podemos ubicar la capacidad de agencia.En otras palabras, para Butler es nicamente dentro de esas prcticas repetitivas designificacin que la subversin de las identidades se vuelve posible (Butler, 1995).De ello la autora deriva que lo poltico no es un exterior constitutivo, sino que sealoja en las mismas prcticas de significacin que establecen, regulan, desregulany reconfiguran las identidades (Butler, 1995). En otras palabras, la capacidad de

    agencia no radica en negarse a repetir, sino en repetir de manera tal que se vayandesplazando las normas que regulan la repeticin.

    Esta idea performativa de las identidades resulta interesante por la manera en quereinscribe ideas Volovshinovianas del discurso que permiten analizar la hegemonacomo emergente y condicin del flujo social. Esa idea de flujo, de proceso, esclave para trabajar la tensin entre sedimentaciones (fijacin de acentos en signosmultiacentuados a la Voloshinov (1986) o recreacin de reglas que presiden lasidentidades como ficciones reguladoras en Butler) y las innovaciones que van

    desplazando acentos y los sentidos preponderantes en base a luchas abiertas oencubiertas. A su vez, al centrarse en la constitucin de las bases representadas porlas identidades y no en los signos, Butler instala ms ntidamente un marco paratrabajar los temas que nos ocupan, abriendo la idea de que la copia con diferencia

    voloshinoviana depende menos de intencionalidades voluntaristas que de la inevitablesuperposicin de configuraciones que nos atraviesan (Butler, 1995). En definitiva, estamisma superposicin de configuraciones es lo que la vuelve inestable y disputable.

    En este marco pareciera que el nfasis en el hacer y en la praxis es lo que seduce aHall en tanto constituye un movimiento clave para trabajar problemas de poltica y

    agencia que son las que centralmente estn motivando nuestro inters generalizadoen la identidad (Hall, 2003). Ms an, Hall argumenta que, bien leda, la teorade la performatividad del lenguaje y del sujeto tal como la postula Butler quedadespojada de asociaciones con la volicin, la eleccin y la intencionalidad, pueses el poder reiterativo del discurso, y no del acto mediante el cual un sujeto daorigen a lo que nombra, lo que contiene la capacidad de producir y constreir losfenmenos que regula (Hall, 2003).

    Ahora bien, dira que un foco excesivo en la praxis entendida como mero hacergenera algunas confusiones cuando la performatividad es tomada de manera laxa,

    cuando nos desplazamos hacia una performatividad clich. Veamos.

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    En principio, performatividad yperformancedevienen casi sinnimos. Esto provocaun doble problema. Si todo hacer esperformance, el mismo concepto deperformancepierde potencia para dar cuenta de cmo ciertas escenificaciones y no cualquier

    actuacin buscan explcitamente impactar en el espacio pblico de modo de refrendaro disputar significados con base en conductas restauradas que apuestan fuertemente

    a la dimensin esttica, a la capacidad de significacin alojada en las formas ms queen los contenidos. A su vez, si todo hacer es performativo con similar intensidad, se

    pierde un sentido que Austin visualizaba con claridad al ver a los verbos performativos

    como un tipo particular y no como metonimia del conjunto de las acciones. Si lopensamos en el campo de la representacin/encarnacin de reglas que regulan las

    pertenencias, confinar la idea de hacer a la de accin social, consecuentemente,la de hacedor a la de actor, y ver toda accin como igualmente performativa nos

    saca de nuestro campo de visin el conjunto de dispositivos y ordenamientos nodiscursivos que tambin contribuyen a inscribir esas reglas.

    Es en este punto donde conviene repasar las aperturas conceptuales del

    constructivismo, buscando reinstalar en nuestro campo de visin lo que unaapropiacin laxa de la idea de performatividad nos saca de foco. Me refiero, claro

    est, a reinstalar una serie de cualificaciones imprescindibles que deben acompaarla idea de que las identidades estn en proceso de construccin; que pueden ser

    abiertas, mltiples y contradictorias; que involucran, al menos en parte, un hacerperformativo; que estn discursivamente constituidas sin que eso implique que sean

    slo discurso. Esas cualificaciones apuntan a ver cmo estara operando la tensinentre sujecin y subjetivacin. Esto es, la mutua traccin entre interpelaciones ydispositivos que buscan subsumir a los seres humanos en posiciones particulares,

    por un lado, y subjetividades entendidas como anclaje de las formas de habitaro identificarse con esas posiciones, por el otro, con base en la premisa de que

    habra siempre correspondencias innecesarias entre las posiciones, condiciones,dispositivos o reglas que nos constituyen, y las maneras de instalarse, ocupar, ser

    regulado o atravesado por ellas a travs de un trabajo de articulacin que nos vahaciendo ver a cualquier identidad como punto de sutura emergente de procesos

    de identificacin. En definitiva, es la correspondencia innecesaria que existe entreposiciones, condiciones, dispositivos o reglas y las maneras de instalarse, ocupar,

    ser regulado o atravesado por ellas lo que llevaa Hall a entender cualquier identidad como

    efecto de un trabajo de articulacin y como

    punto de sutura emergente de procesos deidentificacin (Hall, 2003).5

    Que las identidades estn en proceso de construccin no quiere decir que no

    muestren una cierta regularidad en la dispersin que opera por los efectos que

    las sedimentaciones inscriben en los sentidos y prcticas.

    5 Las ideas que se explicitan a continuacin

    han sido construidas en dilogo con la

    forma en que Eduardo Restrepo (2004)

    sintetiza los aportes de Stuart Hall a los

    anlisis de la etnicidad.

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    Que las identidades puedan ser abiertas, mltiples y contradictorias porquesiempre estamos interpelados desde distintas posiciones de sujeto no quiere decirque no se manifiesten como totalidad, esto es, que operen suturas que inscribenciertos puntos de condensacin. Si lo pensamos desde la idea de fragmentacin,lo que es mltiple y parcial son las posiciones de sujeto, pero las prcticas deidentificacin con ciertos lugares de apego o con instalaciones estratgicaspueden mostrarse fragmentadas o no. Es aqu donde conviene tener presente laidea de que las identificaciones son procesos anclados en una praxis social queno est predeterminada y demanda teorizaciones sin garantas (Hall, 1986).

    Que las identidades involucren un hacer performativo, al menos en parte, en tantose construyen en y no por afuera de reglas de inteligibilidad y representacionesno quiere decir que no tengan materialidad ni que esa materialidad se agote en la

    accin social. En todo caso, las prcticas de significacin operan o trabajan a partirde diversos soportes (rutinas, dispositivos, ordenamientos espaciotemporales,arreglos institucionales) de cuyo entramado surgen los efectos de verdad, poder,placer que ponen lmites a la accin social.

    Que las identidades estn discursivamente constituidas en base a prcticas designificacin no quiere decir que sean slo discurso. Esa constitucin tambinremite a dispositivos de normalizacin que trabajan por individuacin ofragmentacin y totalizacin biopoltica. En todo caso, hara aqu un paralelocon la postura de Rose (2003: 235/6 nota 7) quien sostiene que el pensamiento

    constituye lo real, pero no como una realizacin del pensamiento, paraproponer que decir que el discurso constituye lo real no comporta afirmar quelo real es una mera realizacin del discurso.

    Que las identidades sean fruto de locaciones sociales posicionales y relacionalesno quiere decir que sean totalmente situacionales, porque no son meraperformanceo actuacin manipulable. Retomando a Marx, los seres humanos construyen susidentidades pero no lo hacen bajo condiciones por ellos y ellas elegidas. Esta idea deconstruccin no se equipara a una postura fenomenolgica que toma la experienciacomo piedra angular, pues parte de asumir que no hay experiencia que sea autnomade ciertos cdigos de inteligibilidad o patrones de representacin a partir de los cualesexperimentamos el mundo, o se nos permite experimentar algunas cosas s y otrasno. Dicho de otro modo, las identidades y las polticas de identidad no pueden versecomo fruto exclusivo de una accin racional orientada por intereses y estrategiaslibremente estipuladas, porque ninguna accin opera desgajada de maquinariasestratificadoras que nos dan acceso diferencial a la experiencia y el conocimiento, demaquinarias diferenciadoras que codifican y buscan estabilizar las identidades dentrode un sistema de diferencias autorizadas, y de maquinarias territorializadoras quedefinen dispares movilidades estructuradas que indican por qu lugares cada cual

    puede o no moverse, a cules cada cual puede o no acceder.

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    Desde estas ideas acerca de lo que las identidades pueden ser pero no necesariamente

    son, surgen mis objeciones a hablar de identidades flexibles en una poca enque lo que se ha flexibilizado es la acumulacin del capital. La idea de identidades

    flexibles se vincula en muchos casos a ver esas identidades no tanto comoorientadas hacia el pasado, sino como espacio de articulacin visionaria de otros

    futuros (Ang, 2000). Sin embargo, creo que las metaforizaciones de poca sonpeligrosas porque arrastran sentidos implcitos que nos pueden llevar a pensar que

    la flexibilidad es un valor/recurso igualmente distribuido. Adems, la orientacin

    al futuro no necesariamente implica visiones flexibles de lo que vendr, pues notodas las movilidades disponibles abren caminos infinitos para la mayor parte de

    los seres humanos del mundo.

    An as, esto no quiere decir ni que las sedimentaciones son inmodificables ni que

    el pasado no sea un recurso disputable. El giro constructivista en la historia nospermiti entrever que las tradiciones no son entelequias a ser conservadas, sinofruto de praxis transformativas en constante relectura. Sin embargo, tambin es

    preciso advertir que el enfoque de la invencin de las tradiciones tiene sus lmites.De ellos me ocup en otra parte (Briones, 1994). La pregunta aqu es qu de ese

    aprendizaje revierte en el anlisis de las identidades.

    En su momento, suger que un enfoque centrado en la invencin o en losusos del pasado devena problemtico si no prestaba al menos atencin a tres

    condicionamientos que permiten examinar en qu medida los distintos aspectosdel pasado se dejan usar. Primero, la narrativizacin del sentido de devenir

    (Taylor, 1989) puede cambiar parcialmente significados atribuidos al pasado, pero

    no puede modificar lo que pas (Hanchard, 1993). De manera comparable, que lasidentificaciones pueden tratar de rearticular ciertas movilidades estructuradas no

    necesariamente implica que se pueda efectivamente torcerlas o revertirlas, o menosan transformar las maquinarias territorializadoras que las generan. Por ello las

    identidades como puntos de sutura pueden ser tanto espacios de cuestionamientocomo de consentimiento y/o frustracin.

    Segundo, existen normas cuya funcin es la de regular la debatibilidad inherentea ese pasado (Appadurai, 1981). Por ello no todas las interpretaciones/invencionesdel pasado son igualmente aceptadas ni dentro ni fuera del colectivo en que se

    generan. Lo mismo ocurre con las identidades expuestas a fuertes estndaresde autenticidad estratgica tanto desde quienes tiene capacidad de codificarlas

    para un determinado colectivo (Mallon, 1996), como de parte de quienes tienencapacidad de autorizarlas o desautorizarlas desde fuera del grupo.

    Por ltimo, la nitidez de este adentro/afuera grupal que puede tener una entidad

    sociolgica muy concreta, se desdibuja en el campo de las interpretaciones. Lo

    que el Popular Memory Group llama memorias privadas o subalternas no pueden ser

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    fcilmente disecadas de los efectos de discursos histricos dominantes, porque

    a menudo son stos los que proveen los mismos trminos a travs de los cuales

    una historia privada es pensada (Popular Memory Group, 1982). Por ello, los

    testimonios de historia oral no son un simple registro ms o menos preciso deeventos pasados, sino productos culturales complejos que involucran interrelaciones

    entre memorias privadas y representaciones pblicas, entre experiencias pasadas

    y situaciones presentes (1982).

    Como sentido de pertenencia y sentido de devenir parecen inextricablemente

    ligados, es interesante en este marco pensar que la tradicin no es una cosa

    que las identificaciones buscan necesariamente preservar o debatir, sino, como

    dira Clifford (2000); la resultante de prcticas transformativas de simbolizacin

    selectiva de ideas de continuidad y ruptura donde lo que se busca es hacer pie en,

    o revisar, prcticas sedimentadas para encontrar maneras de copiar con diferencias

    ciertas ficciones reguladoras y poder ser diferentemente contemporneo. En otras

    palabras, particularmente en ciertos casos, para disputar la idea de que se es un

    mero relicto del pasado en el presente (Grossberg, 2000).

    Ahora bien, esas relaciones adentro/afuera tambin son problemticas al pensar

    la tensin entre sujecin y subjetivacin, pero no simplemente en el sentido de

    adscripcin a valores hegemnicos.

    Si hay varias posiciones de sujeto para cada individuo que se corresponden condiferentes relaciones sociales y con los diferentes discursos que constituyen esas

    relaciones (Mouffe, 1988), de qu estamos hablando cuando invocamos la nocin

    de subjetividad? Cual es la relacin entre subjetividad y subjetivacin como proceso

    y prctica que nos hace reconocernos como sujeto? Cules son las relaciones o

    interfases entre subjetivacin e identificacin?

    Retomando la idea de pliegue de Deleuze, Grossberg (2003) define la subjetividad

    como pliegue del afuera que crea un estrato del adentro como valor epistemolgico

    y no ontolgico, valor contextualmente producido por maquinarias estratificadorasque definen desiguales posibilidades y fuentes de conocimiento y experiencia. Esas

    maquinarias nos hacen experimentar el mundo desde una posicin particular, pero

    adems nos parcelan el acceso a algunas de las experiencias disponibles (Grossberg,

    2003). En similar direccin, Rose plantea que la interioridad que parece ser el

    anclaje de cualquier identidad no es sino el plegamiento de una exterioridad, ya

    que no hay ninguna interioridad esencial (Grossberg, 2003). Si la interioridad es un

    efecto, esa exterioridad son los mandatos, consejos, tcnicas, pequeos hbitos

    mentales / y emocionales, una serie de rutinas y normas para ser humanos; los

    instrumentos por medio de los cuales el ser se constituye en diferentes prcticas

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    y relaciones (Grossberg, 2003:238-9). Dira entonces que si la sujecin opera por

    inscripcin de esos instrumentos y dispositivos como pliegues, la subjetivacin

    se vincula con la forma en que ciertos tramos de esos plegamientos se afianzan

    parcialmente, como aspectos a ser ligados desde una biografa. La identificacin,por su parte, concreta la narrativizacin de esos plegamientos selectivamente

    visualizados como biografa, por ello remite a formas de habitar, de aceptarse o

    no ligado o las posiciones de sujeto que advertimos disponibles y que socialmente

    aparecen significadas como identidades sociales.

    Desde la perspectiva de Grossberg (2003), las identidades sociales pueden verse

    como fruto de maquinarias diferenciadoras que no slo representan o suturan

    diferencias y distinciones que buscan significar en ciertas direcciones y no en otras

    las posiciones de sujeto, sino que adems refuerzan diferencias de autoridad para

    enunciar las diferencias, representarlas y legitimar esas representaciones. En estemarco, la performatividad tiene que ver con la capacidad de agencia en lo que

    hace a recrear puntos de estabilidad o de fuga en este trabajo de articulacin de las

    personas como encarnacin material de identidades sociales. Pero esa capacidad

    de agencia no es ilimitada ni resulta de una intencionalidad voluntarista, sino de

    la forma en que diversas movilidades estructuradas espacializan trayectorias que

    permiten instalarse estratgicamente en sitios especficos de actividad y poder

    desde donde desplazar puntos de estabilidad o, por el contrario, estabilizar puntos

    de fuga (Grossberg, 2003).

    Tomando en cuenta este conjunto de argumentaciones y especificaciones, dira

    que los factores que me llevaron una vez a parafrasear a Marx para proponer que

    los sujetos interpretan su propia historia (y la historia de los otros), pero no lo

    hacen simplemente como a ellos les place, pues la interpretan bajo circunstancias

    que ellos no han elegido (Briones, 1994), estn en dilogo con los que ahora me

    llevan a sostener que los sujetos se articulan como tales a partir de un trabajo de

    identificacin que opera suturando identidades personales y colectivas (para s y

    para otros), pero no lo hacen simplemente como a ellos les place, pues su trabajo

    de articulacin opera bajo circunstancias que ellos no han elegido.

    En suma, mi punto es que los lmites sealados para la performatividad debieran

    entonces operar como lmites del constructivismo en tanto abordaje terico.

    Particularmente porque estamos tratando de teorizar desde una perspectiva que no

    nos excluye a los analistas sino que, por el contrario, nos determina como sujetos;

    una teora que aspira a dar cuenta de nuestra subjetividad, identidad y capacidad

    de agencia con base en formas de explicar que no nos mimetiza con nuestros

    interlocutores, al tomar en cuenta accesos diferenciales a experiencias y dispares

    movilidades estructuradas, pero que tampoco nos distancia irreversiblemente de

    ellos con base en una distincin ntida entre objeto y sujeto.

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    IV. Performatividad de las teoras

    Qu aprendimos de este recorrido por las teoras de la performatividad de lasidentidades para encarar ahora una reflexin sobre la performatividad de las teoras?

    En sus versiones fuertes, la nocin de performatividad casi deviene un mbitode construccin, en el sentido de intervencin instituyente, de la realidad.En el campo de las teoras econmicas, por ejemplo, la apelacin a la idea deperformatividad ha llevado no slo a referir al interjuego entre las teoras de laeconoma y la economa misma, sino a postular, como lo hace Callon, que laciencia econmica realiza, da forma y moldea la economa, en vez de observarcmo funciona (Callon, 1998:2, citado en Aspers, 2005: 33). En este casoparticular, la idea es que la economa es efectivamente producida en relacinal (o resultante del) conocimiento y tcnicas desarrollados por economistas yagentes econmicos que usan sus teoras para interactuar con el mundo y acabarmodelando la economa del mundo de acuerdo a esas teoras.

    Comparto la importancia de sopesar la capacidad de agencia y materialidad queportan los discursos cientficos. Sin embargo, aqu la pregunta clave es si estalectura de la performatividad es la mejor manera de hacerlo.

    En principio dira que una caracterizacin semejante debiera postularse respecto,no del discurso cientfico en su conjunto, sino de las porciones hegemnicas de esediscurso y de quienes operan como sus intelectuales orgnicos. Dira tambin que

    la economa como campo de relaciones sociales se vehiculiza a travs de muchasms prcticas y dispositivos que los estrechamente vinculados a las maneras derepresentarla. Desde una perspectiva distinta a la de Butler, lo que cabra enfatizares que es el hacedor, antes que relaciones y diferencias histricas que lo preceden,lo que se constituye invariablemente en y a travs de su hacer/acto. Desde unaperspectiva Butleriana, lo que cabra resaltar es que el hacedor no es una entidadpreexistente, y no que no haya relaciones, condiciones, dispositivos, prcticas que,porque s lo son, impiden ver su agencia como mera accin racional voluntariay orientada a fines. Entonces, hasta los economistas con mayor capacidad para

    efectuar movimientos hacia la facticidad que repercuten en las direcciones tomadaspor la economa son hablados en un punto por discursos y relaciones preexistentes.Ni siquiera en estos casos la explicacin de la economa se agotara en leerla desdela forma en que la imaginan y anticipan las teoras econmicas hegemnicas.

    Esto no niega que ciertos hacedores tengan mayor capacidad de agencia paraproducir una adecuacin tendencial entre sus formas de ver/hacer y las direccionesefectivamente tomadas por procesos ms amplios, pero esto es una cuestin deconstruccin hegemnica ms que de performatividad per se. De nuevo, entonces,en el campo de las teoras econmicas y en el de otras, sostener que hacedor, acto

    teorizador y representacin explicativa (simblica) de la realidad se constituyen

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    o realizan mutuamente, no quiere decir que lo real slo es una realizacin de esa

    mutua constitucin. No obstante, esta mutua constitucin s acaba afectando loque podemos ver, cmo podemos hacerlo y, por ende, nuestros posicionamientos

    ante lo que pretendemos explicar.Esta tensin entre capacidad de agencia y realizacin performativa de lo real talcomo lo podemos/queremos ver resulta an ms obvia en el campo de las teoras de

    identidad. Aunque se planteen en simpata con determinadas identidades polticaspor lo general ms o menos transgresoras, esas teoras analizan tales identidades

    y las polticas mismas de identidad desde ciertas ficciones reguladoras que nosatraviesan como hacedores/teorizadores. Se establece as un campo inevitable de

    distanciamiento con los propios interlocutores cuyo sentido comn se examina,

    lo cual es oportuno siempre y cuando ese distanciamiento no devenga espacio de

    incomprensin. Por ende, no es un dato menor que la mayor cantidad y densidad deestudios crticos sobre la identidad emerjan precisamente en pocas signadas por loque se llama la politizacin de las identidades. Aunque celebren las aperturas que esa

    politizacin presupone y crea, esos estudios suelen ser examinadores implacablesde sus efectos y limitaciones, particularmente cuando las dinmicas sociales no

    condicen con el funcionamiento identitario tericamente previsto o deseable.En esto pareciera ms bien que el pensamiento/discurso terico-acadmico se

    empea por constituir lo real a su imagen y semejanza, aunque, claro est, lo realest lejos de ser una mera realizacin de ese pensamiento/discurso, porque

    ningn lugar de enunciacin o campo de visin puede ser omnicomprensivo. Comopunto de partida, sera ms fructfero aceptar que es lo real, y no la otredad de

    quienes a menudo son nuestros interlocutores, lo que opera como exceso, como

    nuestro exterior constitutivo. Sobre esta base, la pregunta entonces pasa por verqu campos de visin nos abren/cierran nuestras ficciones reguladoras y cules

    son los efectos tericos, polticos y etnogrficos resultantes de afirmar que lasidentidades son contrastivas, a la par de mltiples, fluidas, fragmentarias, flexibles,

    etc, desde un constructivismo o desde una performatividad clich. La preguntaclave tambin pasa por ver en dnde hacemos pie para aprender de los procesos

    de sujecin/subjetivacin terica, para lograr una subversin/desestabilizacin denuestras propias premisas que no quiebre por completo las prcticas repetitivas

    que nos constituyen como sujetos.

    Empecemos pues por los efectos tericos. Consideremos las consecuenciascausadas por las afirmaciones que generalizan sobre las identidades; el principal

    problema surge cuando presuponemos que las identificaciones que analizamostienen que ser plenamente coherentes con la fuerza narrativa de la teora que

    usamos, puesto que corremos el riesgo de tomar como nociones hermenuticas lo

    que slo debieran ser herramientas heursticas. Por ejemplo, la conviccin de que

    las subjetividades descentradas son sinnimo y efecto de la realidad posmoderna

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    o de la globalizacin, puede impedirnos ver que e ealidad no est parejamente

    distribuida. Consecuentemente, generalizamos en base a una expectativa de

    descentramientos identitarios en vez de analizar cmo opera la globalizacin

    en sus asimetras, o la manera en que coexisten diferentes modernidades/posmodernidades o formas de ser modernos o posmodernos.

    Dira, entonces, que el constructivismo se yerra o se debilita cuando apuesta a

    generalizar caractersticas de las identidades en vez de apuntar a explicar qu

    condiciones, dispositivos, prcticas, producen determinados efectos. Se debilita

    y yerra tambin, cuando confunde contingencia (como nocin que nos habla

    de historicidad y de correspondencias innecesarias) con fluidez, y emprende la

    crtica a la idea de correspondencias necesarias (causacin ineludible y anticipada)

    desde una idea de necesaria no correspondencia que renuncia a alguna nocinde determinacin, como tan tempranamente advirtiera Hall (1985). Adems, se

    debilita doblemente cuando apela a la nocin de hibridacin como emergente dado

    del campo comn que toda relacin social establece, y busca o alienta la aparicin

    de identidades hbridas. Digo doblemente porque confunde la multiplicidad de

    posiciones de sujeto con la necesaria aparicin de identidades fragmentadas, y

    porque postula la hibridacin como superacin que remueve de nuestro campo

    de visin la importancia de ver por qu ciertas subjetivaciones e identificaciones

    destacan jerarquas ntidas en los pliegues del alma (Rose, 2003: 237), mientras

    otras muestran superficies ms meandrosas. Otras causas de su debilitacin sedeben a cuando plantea la otredad como pura negatividad por temor a esencializar,

    y cuando lee como esencialismo estratgico (Spivak, 1988) lo que es ms interesante

    pensar como fruto de instalaciones estratgicas (Grossberg, 1992). Si la idea de

    esencialismo estratgico est ligada a lo inevitable, la de instalacin estratgica nos

    reinstala en el campo analtico de la poltica y la capacidad de agencia.

    Esta diferencia entre esencialismo estratgico e instalacin estratgica es

    fundamental para vislumbrar la contrastividad como principio heurstico y no

    hermenutico, a modo de poder entender lo que, sugestivamente, seala una colegaque se presenta como indgena estadounidense, Gail Guthrie Valaskakis:

    Desde esta posicin de distincin declarada, los indios erigen fronteras

    entre ellos y Otros que son activamente perforadas, aunque discursivamente

    impermeables (2000: 391).

    Brevemente, en tanto sistema de representaciones anclado en la codificacin de

    diferencias, las identidades socialespueden(y no deben) presentarse como contrastivas,aunque los mapas de significado y accin que se arman a partir de ellas no necesariamente

    lo sean, en tanto tienen que ver con distintas movilidades estructuradas y prcticas

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    de instalacin en y a travs de las cuales se despliega cierta capacidad de agencia.Retomemos entonces desde este encuadre de interpretacin nuestra compulsin arepetir la premisa epistemolgica de que las identidades son contrastivas, premisacentralmente moderna, y en los efectos de verdad que esta premisa promueve.

    En principio, tomar la oposicin nosotros/otros como necesaria o inevitableempieza a operar como ficcin reguladora que hace difcil ver tanto los efectos deimbricacin de distintos clivajes como las perforaciones. Semejante ficcin tiendea hacernos tomar esas perforaciones como anomalas, en vez de cmo sntomade articulaciones diversas y manifestacin de heterogeneidades y disidencias alinterior de colectivos que contienen hacia su interior distintas posiciones de sujeto.Hablamos de articulaciones sin garantas (como dira Hall), no en el sentido deque sean azarosas, sino en el de que pueden y suelen experimentar con distintos

    modos de responder a las inadecuaciones que inevitablemente produce la variedadde configuraciones que nos atraviesan. En todo caso, cuando el ideario contrastivodeviene ordenador central de nuestras preguntas, tiende nuevamente a aparecer comoproblema de las identidades algo que quizs est ms vinculado a las limitaciones operformatividad de nuestras teoras (actos teorizadores) que nos constituyen comoactores (hacedores/aplicadores de teoras). Y en este marco me pregunto si stano ser una hiper-realizacin performativa de una idea de contrastividad que nospersuade de que ellos, nuestros interlocutores, estn expuestos a limitaciones queno nos atraviesan a nosotros, los analistas. Y en este punto tambin, resulta evidenteque ya comenzamos a quedar enredados en cuestiones que trascienden lo terico.

    En trminos entonces de efectos polticos, la expectativa de coherencia de lo realcon nuestras teoras puede estimular una mirada omnipotente, persuadida de quelo real debe funcionar como creemos (o nuestras teoras creen) que funciona. Msan, subyace en definitiva a este movimiento hacia la facticidad la idea de que noestamos expuestos a los condicionamientos que pesan sobre nuestros interlocutoresy sus maneras de ver e identificarse. As, la idea de que las identidades pueden serflexibles, fragmentadas, mltiples, construidas, contrastivas deviene conviccin deque las identidades deben sertodo eso. Entonces, como algunas identificaciones ms

    que descentrarse buscan recentrarse dentro de escenarios en verdad complejospara acumular capacidad de disputar puntos de estabilidad y fuga respecto de lasrepresentaciones hegemnicas sobre lo que cada cual debiera ser y hacer en funcinde su pertenencia exclusiva y excluyente, las mismas empiezan a emerger antenuestros ojos como esencialistas. As el esencialismo deja de ser un problema de losenfoques tericos para pasar a ser un problema de la gente en general o de ciertaspolticas de identidad en particular. Continuando con desplazamientos posiblesy en ciertos casos operados analticamente, se acaba inculpando a las polticasde identidad como estrategia poltica totalizada, en vez de poner esas polticasen contexto para apreciar sus heterogeneidades y poder, sobre todo, verlas como

    sntoma de una poca que las promueve y que es lo que en verdad cabe analizar.

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    Me ha tocado entonces escuchar/leer de colegas de distintas partes del mundoque ciertas polticas indgenas de identidad son peligrosas o retardatarias porla manera en que clausuran la posibilidad de articulaciones polticas con otrossectores. Cuando mi pregunta primera pasara por ver qu de los contextos en queesas polticas de identidad se manifiestan lleva a que se materialicen de esa forma.Por ende intuyo en este pontificar sobre las polticas de identidad en general otrarara variante de la lgica donde las vctimas devienen victimarios, aunque conmucha ms sofisticacin argumentativa. Ms interesante an, pueden emergerapreciaciones sobre qu pueblo o miembro de pueblo merece el rtulo de indiostruchos, en vez de pensar no qu intereses sino qu condiciones posibilitan unacierta rearticulacin de posiciones de sujeto y cules estndares de autenticidadhegemnicos las desautorizan. Por ello, no es una pregunta menor la que nos llevaa pensar por qu justo cuando la gente reclama desde ciertas identificaciones, se

    desarrollan distintos tipos de aparatajes tericos que, al eventualizar, de algunamanera pueden servir para poner en duda los anclajes de sus reclamos. Reconvertidatericamente, esta pregunta pasara por indagar qu reglas de inteligibilidadnaturalizadas estamos performativamente repitiendo sin advertir ni lograr desplazarlos asertos de sentido comn terico que las ocultan.

    A este respecto tampoco se puede generalizar porque hay distintas maneras deeventualizar y de poner en duda las polticas de identidad. Lo que s podemoshacer es aprender de la premisa que nos muestra que identidad y diferencia sonefectos de poder, para advertir que nuestro objeto de anlisis debieran ser menos

    las identidades construidas o los procesos de construccin de identidades, que loscontextos y relaciones sociales mismos donde prcticas y discursos de identidady diferencia operan como vlvulas de escape privilegiadas. Menos la supuestainstrumental recreacin de pertenencias, que articulaciones posibles o imposiblessegn diferentes maquinarias determinen (en el sentido de Raymond Williams) lassubjetividades, las identidades sociales y la capacidad de agencia disponible paradiversas personas y colectivos.

    En trminos de efectos etnogrficos, una versin rampante del constructivismo clich(y me centro en esta postura y no en otras porque la tomo como sentido comn de

    poca) no busca tratar de aprender de lo que nuestros interlocutores dicen, hacen,dicen que hacen y hacen que dicen, sino que busca explcita y casi nicamenteidentificar o rotular lo que esperamos que digan y hagan. Esto nos vincula al problemade dnde creemos que se debe hacer pie para aprender. Para introducirlo, compartirados ancdotas de campo para mostrar dnde creo yo que debemos hacerlo.

    Casi al principio de los ochentas, cuando haca poco que haba empezado a hacertrabajo de campo en comunidades mapuche neuquinas, dos hermanos de unafamilia muy numerosa cuyos ancianos padres tomaba como dos de mis principalesmaestros, se animaron a plantearme preguntas que me incomodaron, aunque con

    el tiempo entend que remitan a sus propias incomodidades. La hermana mayor,

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    casi doblndome en edad, viva desde haca mucho en una localidad urbana deuna provincia vecina. Pude conocerla en alguna de las ocasiones que ella visitaba asus padres y yo estaba parando en la casa familiar. Un da en confianza se anim apreguntarme: A vos te gusta venir ac? Porque yo vengo lo menos que puedo. Yame acostumbr tanto al pueblo que ac siento que me falta de todo. Me aburro.Su hermano menor, a quien conoca desde su pubertad (ahora casi doblndolo yoen edad) se fue con el tiempo a vivir a una localidad vecina a la comunidad con sujoven familia de procreacin. Un da en que fui de visita a su casa, tomando matea solas los dos, me interpel como nunca antes lo haba hecho: Claudia, porqu segus viniendo y viniendo ac vos que pods evitarlo y tens tu vida en otraparte?. Creo que esta pregunta fue el inicio de una charla ntima y dolorosa paraambos, en que con claridad expres algo as como Yo no quiero ser mapuche. Sipudiera desentenderme de todo esto lo hara y nunca volvera.

    Al tratar de hacer sentido etnogrfico de estas experiencias, recuerdo que loprimero que me pregunt es hasta qu punto yo poda leerlas y analizarlas desdelas cuestiones de identidad mapuche que me interesaba trabajar, en tanto ambosse estaban distanciando de esa identificacin. Decid que poda y deba hacerlo,porque tanto la gente de la comunidad como la del pueblo seguan pensando yevaluando particularmente a mi interlocutor joven como mapuche (Briones, 1988).Sin embargo, las penas identitarias compartidas por esta persona que podemosllamar Alberto me hicieron desconfiar de varias de las premisas barthianas conlas que empezaba a familiarizarme en tres aspectos fundamentales. Primero, laautoadscripcin y adscripcin por los otros no son ni especulares, ni simtricas,ni estables. Segundo, una divisoria nosotros/ellos no agota la dinmica de lasidentificaciones, porque Alberto vea a los mapuche y a los wigka como ellospor igual, al menos respecto de cmo quera y cmo poda verse: no mapuche,pero tampoco wigka pleno. Tercero, la smosis de la que habla Barth puede darseaunque uno no quiera cuando las presiones invisibilizadoras son fuertes, y puedeno darse aunque uno la busque, ante prcticas de discriminacin y estigmatizacinque siguen recreando lmites donde algunos quisieran invisibilizarlos.

    La segunda experiencia es mucho ms reciente y est ligada a lo que quienes seidentifican como mapunkies, mapuheavies y mapurbes me han enseado y permitidopensar y aprender sobre las identidades y lo identitario segn ellos y ellas lo conciben.Hablamos de jvenes que encontraron en las imgenes estticas de un poeta guluchecomo David Aiir la posibilidad de expresarse y sentirse expresados. Ser mapunkyrefiere a poder sentirse mapuche y anarco-punk a la vez, o de ser un Mapuche Punk.Ser mapuheavy implica ser Mapuche y Heavy Metal a la vez, o ser un Mapuche HeavyMetal. Ser mapurbe habla de la experiencia y posibilidad de ser Mapuche urbano, apesar de lo que predica el sentido comn preponderante.

    Estos tres significantes de identidad apuestan explcitamente a la idea de fusin,lo que hara las delicias de quienes ven en la hibridez o hibridacin una clave de

    lectura de las identidades contemporneas. Sin embargo, creo que ideas como

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    stas poco ayudan a entender las formas de individuacin de estos jvenes entrminos de subjetividad, identidad y agencia. Prestando atencin a sus prcticas,polticas y reflexiones, me vi llevada en otra parte (Briones en prensa) a sostenerque la idea de friccin resulta ms elocuente que la de fusin para explicar noslo cmo cuestionan lugares de identidad que examinan desde fuera, sino cmodesestabilizan los que habitan provisoriamente desde dentro.6

    Y si las ancdotas se cierran con una coda, la de las experiencias aqu compartidasse abre al menos en dos direcciones. Primero, de las experiencias mencionadas, porejemplo, surge que es tan necesario el anlisis etnogrfico de la identidad como delas desadscripciones, de la sujecin como la subjetivacion, de la disputa como delconsentimiento, de las identidades contestatarias como las conservadoras. Segundo,no hay teora de identidad de las hasta aqu analizadas que puedaper seexplicar por

    qu no haba mapunkies, mapuheavies y mapurbes en los ochentas, o por qu hoy sonmenos frecuentes las penurias desadscriptivas tal como se manifestaban con ciertafrecuencia hace un par de dcadas. En definitiva, el punto es que esta especificidadcontextual no es una cuestin explicable o agotable desde las identidades o laspolticas de identidadper se, sino desde las estructuraciones y transformaciones deformaciones internacionales, nacionales y regionales de alteridad (Briones, 2005).Desde esta visin etnogrfica, historizar las identidades pasa menos por mostrar cunconstruidas son, que por lograr dar cuenta de en qu tipo de contextos se activan ono ciertas marcas y qu disputas/tensiones esas marcas vehiculizan.

    Si en definitiva ninguna teora logra agotar lo que las etnografas nos puedenensear o hacer pensar, parece que para calibrar entonces nuestros campos devisin antropolgicos es mejor apostar a la performatividad de las etnografasque a la de las teoras. A su vez, cuando encaramos la etnografa no como una

    6 Brevemente, este concepto apunt a iluminar cmo, en lo inmediato, sus posicionamientos hacen friccin

    con lo que llaman el sistema, conjunto de valores hegemnicos, prcticas de control social y efectos de la

    economa poltica que los colocan en los barrios marginales y en los mrgenes de lo social, demasiado cerca de la

    represin policial y demasiado lejos de los jvenes conchetos con acceso a puestos de trabajo, viviendas dignas

    o escolarizacin y futuros predecibles. Pero tambin entran en friccin con otros jvenes como ellos con quienes

    se identifican, jvenes que, actuando el estigma de su pobreza, se entregan a distintas adicciones, a la vida en

    banditas, a la paternidad prematura o a la violencia domstica, y no reconocen sus orgenes mapuches por vivir

    en las ciudades. Hacen asimismo friccin con la mapuchidad de adultos igualmente excluidos, mayormente sus

    padres, de quienes se sienten distanciados por la pasividad que aparentemente muestran ante las injusticias y por

    haber aceptado su invisibilizacin como Mapuches al llegar a los pueblos en busca de trabajo, empujados por la

    escasez de tierra en las comunidades o por los desalojos a manos de los capitales privados y del mismo estado. Por

    ltimo, se construyen en friccin con quienes promueven una idea de lo Mapuche como pertenencia centralmente

    ligada al campo y la ruralidad, o con activistas culturales que tambin se reivindican como luchadores, pero se

    habran dejado seducir por la poltica wigka o la vieja poltica, centrndose en demandar servicios al estado, en

    aceptar financiamiento multilateral para sus emprendimientos, o en viajar por el mundo en tanto representantes

    de bases de las que cada vez estaran ms distanciados. En suma, no es slo ante el poder que mapunkies y

    mapuheavies se colocan en un lugar incmodo. Su esttica corporal hace friccin tambin con la discursividad

    dominante dentro del mismo pueblo mapuche al que dicen pertenecer, y no slo con la discursividad del mundo

    de los adultos, sino tambin la de otros jvenes que, aunque tambin se construyen como indgenas antes que

    nada, viven y proyectan su pertenencia mapuche de otras maneras (Briones, en prensa).

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    mera cuestin de escritura y representacin sino de produccin de conocimientossituados donde los marcos para analizar las acciones sociales que entraman nuestrosproblemas de investigacin y las teoras con que los abordamos pueden y debenser comunes, hay otros corolarios a derivar del recorrido realizado.

    Desde marcos explicativos comunes, las teoras como las identidades senos presentan como articulaciones emergentes de escenarios estructuraleso coyunturales particulares que buscan suturar trayectorias y movilidadesestructuradas dispares, apostando a menudo (pero no necesariamente) a lacontrastividad. Instalamos sin embargo sospechas sobre la conveniencia de verlas identidades como necesarias y efectivamentemente contrastivas, idea que ya esparte de nuestro sentido comn y trabaja como ficcin reguladora naturalizada.

    A partir de esta duda quisiera sostener que leer las teoras de la identidadcomo mero antagonismo entre posturas esencialistas y constructivistas es una

    disyuntiva tan falsa como pensar que la oposicin nosotros/otros es inevitablepor expresar un antagonismo estable y primario (como dira Barth) no perforadoni perforable, antagonismo carente de convergencias o articulaciones diversas,sin heterogeneidades ni disidencias al interior de cada una de ellas. Sobre estabase, seguir pensando que la disyuntiva de las teoras de la identidad pasa portomar partido ante la opcin esencialismo vs. constructivismo no slo es unasimplificacin excesiva para dar cuenta de un campo complejo de teorizacionesa uno y otro lado de la supuesta divisoria, sino que conlleva tambin la ilusinde creer que plantarnos en uno de esos polos (y en esta poca claro que ser el

    constructivista, porque el esencialista es el polticamente incorrecto) nos eximeautomticamente de cualquier vestigio contrario. Por eso es interesante que nospreguntemos cul es el umbral a partir del cual empezamos a ver indios truchos,y asimismo cules son los estndares en que nos basamos para ello, recordandoque Gramsci deca que cuanto ms obvio algo parece, ms ideolgico es.

    Qu hacer para conjurar ste y otros peligros? Dejar que nuestras etnografasinterpelen nuestras obviedades (tericas y de las otras), en vez de reprimirlas deantemano, como ocurre cuando el temor a esencializar nos impide analizar losefectos de sedimentaciones de larga duracin en trminos de lo que, siguiendoa Ydice (2002), podra verse como performatividad cultural.7 Me refiero

    7 Con el concepto de performatividad, Ydice alude a encuadres de interpretacin que encauzan la

    significacin del discurso y de los actos, no slo desde la perspectiva de los marcos conceptuales y pactos

    interaccionales, sino tambin de los condicionamientos institucionales del comportamiento y de la

    produccin de conocimiento. Generados por relaciones diversamente ordenadas entre las instituciones

    estatales y la sociedad civil, la magistratura, la polica, las escuelas y las universidades, los medios masivos, los

    mercados de consumo, etc., esos encuadres permitiran explicarsegn el autorpor qu distintos estilos/

    entornos nacionales promueven una absorcin o receptividad diferente ante nociones como la de diferencia

    cultural que poseen vigencia y aceptacin mundial, y ejercen de manera tambin diferente el mandato

    globalizado de reconocer el derecho a la diferencia cultural que imponen instituciones intergubernamentales

    y agencias multilaterales (Ydice, 2002:60-61 y 81). En esto, el argumento de Ydice apunta a sealar que

    todo entorno nacional est constituido por diferencias querecorriendo la totalidad de su espacio son

    constitutivas de la manera como se invoca y se practica la cultura (Ydice, 2002:61).

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    a procesos de repeticin de reglas culturales de interaccin/representacin,

    parafraseando a Butler, que suelen estar en la base de lo que percibimos comodiferencias respecto de otros externos pero tambin de otros internos. Y

    vale la pena estar atentos, porque ese temor puede llevarnos a pasteurizar al Otro(Ramos, 1996) negndole positividad a su diferencia, lo que parece ser un pecado

    equivalente al de exotizarlo de antemano.

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