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¿ES HORA DE ELIMINAR EL PAPEL MONEDA? Manfred Nolte El dinero, ese codiciado fetiche que asigna al azar los atajos de la gloria y las trampas de la ruina, ha revestido distintas formas desde que en los albores de la civilización fue adoptado para superar el rudimentario sistema de trueque. Las primeras monedas que se conocen, se acuñaron en la actual Turquía, en el Siglo VII A. de C., y eran de aleación de oro y plata. Posteriormente se pasó al cobre que eliminó de la circulación. a los metales preciosos siguiendo la ‘Ley de Gresham’ en virtud de la cual la moneda mala siempre desplaza a la moneda buena, que la gente guarda en sus casas. Hay que ir hasta 1690 para encontrar la primera emisión de papel moneda gubernamental. Para pagar los salarios del ejercito, el Gobierno colonial de Massachusetts emitió en diciembre de dicho año 7.000 libras en pagarés , redimibles en plata y oro con la tajante promesa de tratarse de una emisión única e irrepetible. Contra lo prometido el dinero fiduciario – billetes y monedas- se multiplicaría exponencialmente. La irrupción de la banca privada con la apertura de cuentas y depósitos llevó a la creación del dinero contable o escritural, sustentado en distintos medios de pago hasta el escenario actual, con la proliferación de las tarjetas de débito y crédito y otros instrumentos de naturaleza digital. 1

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¿ES HORA DE ELIMINAR EL PAPEL MONEDA?

Manfred Nolte

El dinero, ese codiciado fetiche que asigna al azar los atajos de la gloria y las trampas de la ruina, ha revestido distintas formas desde que en los albores de la civilización fue adoptado para superar el rudimentario sistema de trueque. Las primeras monedas que se conocen, se acuñaron en la actual Turquía, en el Siglo VII A. de C., y eran de aleación de oro y plata. Posteriormente se pasó al cobre que eliminó de la circulación. a los metales preciosos siguiendo la ‘Ley de Gresham’ en virtud de la cual la moneda mala siempre desplaza a la moneda buena, que la gente guarda en sus casas. Hay que ir hasta 1690 para encontrar la primera emisión de papel moneda gubernamental. Para pagar los salarios del ejercito, el Gobierno colonial de Massachusetts emitió en diciembre de dicho año 7.000 libras en pagarés , redimibles en plata y oro con la tajante promesa de tratarse de una emisión única e irrepetible. Contra lo prometido el dinero fiduciario –billetes y monedas- se multiplicaría exponencialmente. La irrupción de la banca privada con la apertura de cuentas y depósitos llevó a la creación del dinero contable o escritural, sustentado en distintos medios de pago hasta el escenario actual, con la proliferación de las tarjetas de débito y crédito y otros instrumentos de naturaleza digital.

La caja supone un 3% de los depósitos en los países de la eurozona. Al 10% se eleva en Estados Unidos. En este último caso, comprensiblemente, porque millones de individuos de todo el planeta atesoran dólares billetes en sus hogares como activo precaucional. En el argot económico, a los billetes y monedas emitidos en régimen de monopolio legal por el Estado, ya estén en manos del público o mantenidas en forma de reservas bancarias, se les incluye en la llamada ‘Base monetaria’. En la Eurozona, el volumen de estas reservas lo fija el Banco Central Europeo(BCE), mediante la

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regulación del llamado coeficiente de caja que en la actualidad se cifra en el 1% de los depósitos bancarios.

De modo que la vida del papel moneda languidece frente a otras formas de dinero. Pero no es suficiente. Algunos economistas reputados proponen acabar con el concepto de efectivo, esto es, los billetes y monedas del sistema. Autores como Kenneth Rogoff, Miles Kimball o Willem Buiter han debatido pormenorizadamente sobre el tema. La argumentación es doble. Aboliendo el dinero físico, la introducción de tipos negativos por parte de los Bancos Centrales sería sumamente efectiva. En segundo lugar, la eliminación de los billetes –en particular los de denominación más alta- reduciría la criminalidad internacional, aumentaría la recaudación fiscal y contribuiría a la erradicación de los paraísos fiscales. Existe, adelantemos, la penosa sospecha de que más del 50% del efectivo atesorado proviene de transacciones no confesables u opacas. Un importe espectacular equivalente al 7% del PIB de Estados Unidos, el 10% del de la Eurozona y el 18% del de Japón, respectivamente.

Analicemos ambos argumentos.

Comenzando por el primero, los Bancos centrales, y en particular el Banco Central Europeo (BCE), ha ido reduciendo en los últimos años la liquidez cautiva de las entidades bancarias de la eurozona. No solo ha reducido su coeficiente de caja sino que ha apelado a tipos de interés negativos, hasta el -0,2% de los depósitos bancarios aparcados en el BCE- a partir del 4 de setiembre pasado. El objetivo perseguido con estas acciones es fomentar el crédito bancario en la eurozona, impulsando la actividad económica, la demanda interna y tal vez la subida del nivel de precios. Pero tanto bancos como particulares, aunque no resulte óptimo ni eficiente, pueden atesorar billetes en un escenario de tipos nominales negativos. Eliminado el efectivo la medida cobra una eficacia redoblada, ya que no existe otra alternativa para el sistema financiero que el crédito o la inversión. Lo mismo se aplicaría a los particulares. En una sociedad sin billetes de banco, los gobiernos empujarían a los ciudadanos al gasto. La alternativa al gasto sería una penalización en forma de intereses negativos en sus cuentas bancarias. Un impuesto sobre el ahorro y una subvención al endeudamiento –los bonos soberanos cotizarían en el entorno de cero- con profundos efectos redistributivos. Los gobiernos no incurrirían en déficits presupuestarios derivados del servicio de la deuda. Con tipos negativos, el dinero se convertiría en una especie de ‘patata caliente’. Una vez obtenido, los titulares tratarían de gastarlo lo antes posible para minimizar la perdida de su capacidad de compra al colocarlo en un Banco.

Vayamos con el segundo argumento. Muerto el perro se acabó la rabia. Sin efectivo en manos del publico se acabó la privacidad. Nada de comprar cocaína ni convenir los servicios de una prostituta. No en

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el anonimato, al menos, porque toda transacción llevaría la huella de un asiento bancario. Pero naturalmente, y sobre todo, no a comisiones y sobornos, no al tráfico de armas, a los carteles de la droga, la trata de blancas, y en definitiva a la economía sumergida. El afloramiento de inmensas bases imponibles y el incremento de la recaudación fiscal serían solamente consecuencias económicas de una radical rehabilitación ética del sistema económico y la reducción de la criminalidad organizada. Los Paraísos fiscales colgarían el letrero de ‘cerrado por defunción.

Francamente, la retirada del dinero en efectivo y su sustitución por dinero electrónico parece una medida viable y profundamente beneficiosa. Pero para los que no quieran correr, podría empezarse por eliminar las denominaciones altas. Existen en el mercado billetes de 500 euros por valor de 295.000 millones aunque la mayoría de los europeos nunca han visto uno. Si la utilidad social es nula y el riesgo moral elevadísimo, ¿qué impide eliminarlos de la circulación? Y ya de paso, también los de 200 y los de 100.

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