2239 Ecg Mam

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  • Annotation

    Genial recreacin literaria de la figurahistrica de don Rodrigo Daz de Vivar(1045?-1099), el CANTAR DE MIOCID ha cautivado a los lectores desdehace ocho siglos por su verosimilitud yvigor narrativo. Desterrado de Castillapor el rey Alfonso VI, Rodrigo elCampeador se ve obligado a ganarse elpan y recuperar la honra perdidamediante la conquista de tierrasmusulmanas. Pero tras aduearse de lacodiciada ciudad de Valencia y recobraral fin su honra pblica, el Cid habr deafrontar un nuevo deshonor cuando susruines yernos, los infantes de Carrin,

  • maltratan alevosamente a sus dos hijasen el robledo de Corpes. El CANTARse convierte as en un relato defascinante fuerza dramtica en que,sobre la inquina, el amor traicionado yel aliento pico de los lances guerreros,se impone la figura del Cid, unpersonaje grandioso por su herosmopero tambin cercano al lector gracias asu exquisita mesura y profundahumanidad. En su adaptacin del poema, lanovelista Geraldine McCaughrean y elprofesor Alberto Montaner han seguidofielmente la trama del cantar de gesta,cuya historia han redondeado con elaadido de dos clebres episodios de laleyenda cidiana. La magnfica

  • recreacin novelstica del texto y susobrio tono potico han sidobrillantemente trasladados a imgenespor Vctor G. Ambrus.

    Geraldine McCaughrean Alberto Montaner EL CID FB2 Enhancer Geraldine Mccaughrean, 1989 Alberto Montaner Oxford University Press Victor G. Ambrus, 1989 Concepcin Salinas (ilustraciones) Ediciones Vicens Vives, S.A.

  • Primera edicin, 2000 Depsito Legal: B. 48.793-2006 ISBN: 978-84-316-8317-7

  • INTRODUCCIN RODRIGO EL CAMPEADOR, PERSONAJE HISTRICO Los hroes de las epopeyas y gestasantiguas y modernas son en muchoscasos fruto de la imaginacin individualo colectiva. Algunos de ellos, noobstante, estn inspirados en personasde carne y hueso cuya fama las convirtien figuras legendarias, hasta el punto deque resulta muy difcil saber qu hay dehistrico y qu de inventado en el relatode sus hazaas. En este, como en tantosotros terrenos, el caso del Cid esexcepcional. Aunque su biografa corridurante siglos entreverada de leyenda,

  • hoy conocemos su vida real con bastanteexactitud e incluso poseemos, lo que nodeja de ser asombroso, un autgrafosuyo, la firma que estamp al dedicar ala Virgen Mara la catedral de Valenciaen el ao de la Encarnacin del Seorde 1098. En dicho documento, el Cid,que nunca utiliz oficialmente esadesignacin, se presenta a s mismocomo el prncipe Rodrigo elCampeador. Veamos cul fue suhistoria. Ascendientes Rodrigo Daz naci, segn afirma unatradicin constante, aunque sincorroboracin documental, en Vivar, hoyVivar del Cid, un lugar perteneciente alayuntamiento de Quintanilla de Vivar y

  • situado en el valle del ro Ubierna, adiez kilmetros al norte de Burgos. Lafecha de su nacimiento es desconocida,algo frecuente cuando se trata depersonajes medievales, y se hanpropuesto dataciones que van de 1041 a1057, aunque parece lo ms acertadosituarlo entre 1045 y 1049. Su padre,Diego Lanez (o Flanez), era, segntodos los indicios, uno de los hijos delmagnate Flan Muoz, conde de Len entorno al ao 1000. Como era habitual enlos segundones, Diego se alej delncleo familiar para buscar fortuna. Ensu caso, la hall en el citado valle delUbierna, en el que se destac durante laguerra con Navarra librada en 1054,reinando Fernando I de Castilla y Len.

  • Fue entonces cuando adquiri lasposesiones de Vivar en las queseguramente naci Rodrigo, adems dearrebatarles a los navarros los castillosde Ubierna, Urbel y La Piedra. Pese aello, Diego Lanez nunca perteneci a lacorte, posiblemente porque su familiahaba cado en desgracia a principiosdel siglo al sublevarse contra FernandoI. En cambio, su hijo Rodrigo fue prontoacogido en ella, pues se cri comomiembro del squito del infante donSancho, el primognito del rey. Con lparticip Rodrigo en el queposiblemente fue su primer combate, labatalla de Graus (cerca de Huesca), en1063. En aquella ocasin, las tropascastellanas haban acudido en ayuda del

  • rey moro de Zaragoza, protegido del reycastellano, para detener el avance delrey de Aragn, Ramiro I. Lucha por el poder Fernando I sigui la vieja costumbrede testar a favor de todos sus hijos, porlo que, al fallecer el rey en 1065,Sancho hered Castilla, Alfonso obtuvoLen, y Garca recibi Galicia.Igualmente, leg a cada uno de ellos elprotectorado sobre determinados reinosandaluses, de los que recibiran eltributo de proteccin llamado parias. Elequilibrio de fuerzas era inestable ypronto comenzaron las fricciones, queacabaron conduciendo a la guerra. En1068 Sancho II y Alfonso VI seenfrentaron en la batalla de Llantada,

  • que no result decisiva. En 1071,Alfonso logr controlar Galicia, quequed nominalmente repartida entre l ySancho; pero esto no logr acabar conlos enfrentamientos y, en la batalla deGolpejera (1072), Sancho venci aAlfonso y se adue de su reino. Eljoven Rodrigo (que a la sazn andarapor los veintitrs aos) se destac enesos combates, en los que, segn unavieja tradicin, actu como alfrez oabanderado de don Sancho, aunque enlos documentos de la poca nunca constacon ese cargo. En cambio, es bastanteprobable que ganase entonces elsobrenombre de Campeador, es decir,'el Batallador', que le acompaara todasu vida, hasta el punto de ser

  • habitualmente conocido, tanto entrecristianos como entre musulmanes, porRodrigo el Campeador. Despus de laderrota de don Alfonso (que logrexiliarse en Toledo), Sancho II habareunificado los territorios regidos por supadre. Sin embargo, no disfrutaramucho tiempo de la nueva situacin. Afinales del mismo ao de 1072, un grupode nobles leoneses descontentos,agrupados en torno a la infanta doaUrraca, hermana del rey, se alzaroncontra l en Zamora. Don Sancho acudia sitiar la ciudad con su ejrcito, cercoen el que Rodrigo realiz tambinnotables acciones, pero que al rey lecost la vida, al ser abatido en un audazgolpe de mano por el caballero

  • zamorano Bellido Dolfos. Al servicio de Alfonso VI La imprevista muerte de Sancho II hizoque el trono pasara a su hermanoAlfonso VI. Las leyendas del siglo XIIIhan transmitido la clebre imagen de unsevero Rodrigo que, tomando la voz delos desconfiados vasallos de donSancho, obliga a jurar a don Alfonso enla iglesia de Santa Gadea (o gueda) deBurgos que nada tuvo que ver en lamuerte de su hermano, osada que lehabra ganado la duradera enemistad delnuevo monarca. Pero lo cierto es quenadie exigi semejante juramento al reyy que el Campeador, que figurregularmente en la corte, gozaba de laconfianza de Alfonso VI, quien lo

  • nombr juez en sendos pleitos asturianosen 1075. Es ms, por esas mismasfechas (en 1074, seguramente), el rey locas con una pariente suya, su primatercera doa Jimena Daz, una nobledama leonesa que, al parecer, eraadems sobrina segunda del propioRodrigo por parte de padre. Unmatrimonio de semejante alcurnia erauna de las aspiraciones de todo nobleque no fuese de primera fila, lo cualrevela que el Campeador estaba cadavez mejor situado en la corte. As lo demuestra tambin que donAlfonso lo pusiese al frente de laembajada enviada a Sevilla en 1079para recaudar las parias que leadeudaba el rey Almutamid, mientras

  • que Garca Ordez (uno de los garantesde las capitulaciones matrimoniales deRodrigo y Jimena) acuda a Granada conuna misin similar. Mientras Rodrigodesempeaba su delegacin, el reyAbdal de Granada, secundado por losembajadores castellanos, atac al rey deSevilla. Como ste se hallaba bajo laproteccin de Alfonso VI, el Campeadortuvo que salir en defensa de Almutamidy derrot a los invasores junto a lalocalidad de Cabra (en la actualprovincia de Crdoba), capturando aGarca Ordez y a otros magnatescastellanos. Segn una versintradicional, en los altos crculoscortesanos sent muy mal que Rodrigovenciera a uno de los suyos, por lo que

  • empezaron a murmurar de l ante el rey.Sin embargo, no es seguro que la derrotade Garca Ordez provocase hostilidadcontra el Campeador, entre otras cosasporque a Alfonso VI le interesaba, porrazones polticas, apoyar al rey deSevilla frente al de Badajoz, de modoque la participacin de sus nobles en elataque granadino no debi de gustarlegran cosa. De todos modos, fueron similarescausas polticas las que hicieron caer endesgracia a Rodrigo. En esos delicadosmomentos, Alfonso VI mantena en eltrono de Toledo al rey ttere Alqadir,pese a la oposicin de buena parte desus sbditos. En 1080, mientras elmonarca castellano diriga una campaa

  • destinada a afianzar en el gobierno a suprotegido, una incontrolada partidaandalus procedente del norte de Toledose adentr por tierras sorianas. Rodrigono slo hizo frente a los saqueadoressino que los persigui con su mesnadams all de la frontera, lo que, enprincipio, era slo una operacinrutinaria. Sin embargo, en talescircunstancias polticas, el ataquecastellano iba a servir de excusa para lafaccin contraria a Alqadir y a AlfonsoVI. Adems, los restantes reyes de taifasse preguntaran de qu serva pagar lasparias, si eso no les garantizaba laproteccin. Al margen, pues, de queinterviniesen en el asunto GarcaOrdez (que era conde de Njera) u

  • otros cortesanos opuestos a Rodrigo, elrey deba tomar una decisin ejemplar alrespecto, conforme a los usos de lapoca. As que desterr al Campeador. El exilio Rodrigo Daz parti al exilioseguramente a principios de 1081. Comootros muchos caballeros que habanperdido antes que l la confianza de surey, acudi a buscar un nuevo seor acuyo servicio ponerse, junto con sumesnada. Al parecer, se dirigiprimeramente a Barcelona, donde a lasazn gobernaban dos condes hermanos,Ramn Berenguer II y Berenguer RamnII, quienes no consideraron oportunoacogerlo en su corte. El exiliadocastellano opt entonces por

  • encaminarse a la taifa de Zaragoza yponerse a las rdenes de su rey. No hade extraar que un caballero cristianoactuase de este modo, pues las cortesmusulmanas se convirtieron a menudo enrefugio de los nobles del norte. Cuando Rodrigo lleg a Zaragoza, anreinaba, ya achacoso, Almuqtadir, unode los ms brillantes monarcas de losreinos de taifas, celebrado guerrero ypoeta, que mand construir el palacio dela Aljafera. Pero el viejo rey muri muypoco despus, y su reino quedrepartido entre sus dos hijos:Almutamn, rey de Zaragoza, yAlmundir, rey de Lrida. El Campeadorse puso al servicio de Almutamn, aquien ayud a defender sus fronteras

  • contra los avances aragoneses por elnorte y contra la presin leridana por eleste. Las principales campaas deRodrigo en este perodo fueron la deAlmenar en 1082 y la de Morella en1084. La primera tuvo lugar al poco deacceder Almutamn al trono, puesAlmundir, que no quera someterse enmodo alguno a su hermano mayor, habapactado con el rey de Aragn y el condede Barcelona para que lo apoyasen. Enotoo de 1082, este ltimo y el rey deLrida pusieron sitio al castillo deAlmenar. El Campeador corri enauxilio del castillo asediado y, pese a suinferioridad numrica, derrot porcompleto al ejrcito enemigo e hizopreso al propio conde de Barcelona,

  • Berenguer Ramn II. En la segundacampaa, Rodrigo saque las tierras delsudeste de la taifa de Lrida y atac laimponente plaza fuerte de Morella.Almundir, esta vez en compaa deSancho Ramrez de Aragn, se baticontra el Campeador en las cercanas deOlocau (seguramente el 14 de agosto de1084) y, tras duros combates, la victoriafue de nuevo para Rodrigo, que captura los principales magnates aragoneses. Almutamn muri en 1085 y le sucedisu hijo Almustan, a cuyo servicio siguiel Campeador, aunque por poco tiempo.En 1086, Alfonso VI, que por fin habaconquistado Toledo el ao anterior, pusositio a Zaragoza con la firme decisin detomarla. Sin embargo, el 30 de julio el

  • emperador de Marruecos desembarccon sus tropas, los almorvides,dispuesto a ayudar a los reyesandaluses frente a los avancescristianos. El rey de Castilla tuvo quelevantar el cerco y dirigirse haciaToledo para preparar la contraofensiva,que se saldara con la gran derrotacastellana de Sagrajas el 23 de octubrede 1086. Rodrigo recuper entonces elfavor del rey y regres a su patria. Alparecer, don Alfonso le encomendvarias fortalezas en las actualesprovincias de Burgos y Palencia. Entodo caso, no emple al Campeador enla frontera sur, sino que, aprovechandosu experiencia, lo destac sobre todo enla zona oriental de la pennsula.

  • Despus de permanecer con la cortehasta el verano de 1087, Rodrigo partihacia Valencia para auxiliar a Alqadir,el depuesto rey de Toledo al queAlfonso VI haba compensado de suprdida situndolo al frente de la taifavalenciano. El Campeador pas primeropor Zaragoza, donde se reuni con suantiguo patrono Almustan, y juntos seencaminaron hacia Valencia, hostigadapor el viejo enemigo de ambos,Almundir de Lrida. Despus deahuyentar al rey leridano y de asegurar aAlqadir la proteccin de Alfonso VI,Rodrigo se mantuvo a la expectativa,mientras Almundir ocupaba la plazafuerte de Murviedro (es decir, Sagunto),amenazando de nuevo a Valencia. La

  • tensin aumentaba y el Campeadorvolvi a Castilla, donde se hallaba en laprimavera de 1088, seguramente paraexplicarle la situacin a don Alfonso yplanificar las acciones futuras. Estaspasaban por una intervencin enValencia a gran escala, para lo cualRodrigo parti al frente de un nutridoejrcito en direccin a Murviedro. La conquista de Valencia Mientras tanto, las circunstancias en lazona se haban complicado. Almustan,al que el Campeador se haba negado aentregarle Valencia el ao anterior, sehaba aliado con el conde de Barcelona,lo que oblig a Rodrigo a su vez abuscar la alianza de Almundir. Losviejos amigos se separaban y los

  • antiguos enemigos se aliaban. As lascosas, cuando el caudillo burgals llega Murviedro, se encontr con queValencia estaba cercada por BerenguerRamn II. El enfrentamiento parecainminente, pero en esta ocasin ladiplomacia result ms eficaz que lasarmas y, tras las pertinentesnegociaciones, el conde de Barcelona seretir sin entablar combate. Acontinuacin, Rodrigo se puso a actuarde una forma extraa para un enviadoreal, pues empez a cobrar para smismo en Valencia y en los restantesterritorios levantinos los tributos queantes se pagaban a los condes catalaneso al monarca castellano. Tal actitudsugiere que, durante su estancia en la

  • corte, Alfonso VI y l haban pactadouna situacin de virtual independenciadel Campeador, a cambio de queRodrigo defendiera los interesesestratgicos de Castilla en el flancooriental de la Pennsula. Esta situacinde hecho pasara a serlo de derecho afinales de 1088, despus del oscuroincidente del castillo de Aledo. Sucedi que Alfonso VI se habaadueado de dicha fortaleza (en laactual provincia de Murcia) y, desde esabase, las tropas castellanas allacuarteladas acosaron a las taifas deMurcia, Granada y Sevilla, sobre lasque lanzaban continuas algaras. Estasituacin, ms la actividad delCampeador en Levante, movieron a los

  • reyes de taifas a pedir de nuevo ayuda alemperador de Marruecos, Ysuf benTashufin, que acudi con sus fuerzas acomienzos del verano de 1088 y pusocerco a Aledo. En cuanto don Alfonso seenter de la situacin, parti en auxiliode la fortaleza asediada y enviinstrucciones a Rodrigo para que sereuniese con l. El Cid avanz entonceshacia el sur, pero no lleg a reunirse conlas tropas procedentes de Castilla. Unmero error de coordinacin en unapoca en que las comunicaciones erandifciles, o una desobedienciaintencionada del caballero burgals,cuyos planes no coincidan con los de surey? Resulta difcil saberlo, pero elresultado fue que Alfonso VI consider

  • inadmisible la actuacin de su vasallo ylo conden de nuevo al destierro,llegando a expropiarle sus bienes, algoque slo se haca normalmente en loscasos de traicin. A partir de estemomento, el Campeador se convirti enun caudillo independiente y decidiseguir actuando en Levante guiado tanslo por sus propios intereses. Sus primeras acciones las llev a caboen la regin de Denia, que entoncesperteneca a la taifa de Lrida, lo queprovoc el temor de Almundir, quienenvi una embajada para pactar la pazcon el Campeador. Firmada sta,Rodrigo regres a mediados de 1089 aValencia, donde de nuevo recibi lostributos de la capital y de las principales

  • plazas fuertes de la regin. Despusavanz hacia el norte, y en la primaverade 1092 puso cerco a Morella, por loque Almundir, a quien pertenecatambin dicha comarca, temi la rupturadel tratado establecido y se ali denuevo contra Rodrigo con el conde deBarcelona, cuyas tropas avanzaron haciael sur en busca del guerrero burgals. Elencuentro tuvo lugar en Tvar, al nortede Morella (quiz el actual puerto deTorre Mir) y all Rodrigo derrot porsegunda vez a las tropas coligadas deLrida y Barcelona, y volvi a capturara Berenguer Ramn II. Esta victoriaafianz definitivamente la posicindominante del Campeador en la zonalevantina, pues antes de acabar el ao,

  • seguramente en otoo de 1090, el condebarcelons y el caudillo castellanoestablecieron un pacto por el que elprimero renunciaba a intervenir en dichazona, con lo que dej a Rodrigo lasmanos libres para actuar en lo sucesivo. En principio, el Campeador limit susplanes a seguir cobrando los tributosvalencianos y a controlar algunasfortalezas estratgicas que lepermitiesen dominar el territorio. Conese propsito, reedific en 1092 elcastillo de Pea Cadiella (hoy en da, LaCarbonera, en la sierra de Benicadell),donde situ su base de operaciones. Mientras tanto, Alfonso VI pretendarecuperar la iniciativa en Levante, paralo cual estableci una alianza con el rey

  • de Aragn, el conde de Barcelona y lasciudades de Pisa y Gnova, cuyasrespectivas tropas y flotas participaronen una expedicin que avanz sobreTortosa (ciudad que en ese momento eratributaria del Campeador) y la propiaValencia en el verano de 1092. Sinembargo, el ambicioso plan fracas, y elrey Alfonso VI hubo de regresar aCastilla al poco de llegar a Valencia, sinhaber obtenido nada de la campaa,mientras Rodrigo, que a la sazn sehallaba en Zaragoza negociando unaalianza con el rey de dicha taifa, lanzen represalia una dura incursin contraLa Rioja. A partir de ese momento, slolos almorvides se opusieron al dominiodel Campeador sobre las tierras

  • levantinas, y fue entonces cuando elcaudillo castellano pas definitivamentede una poltica de protectorado a otra deconquista. En efecto, a esas alturas latercera y definitiva venida de losalmorvides a Alandals, en junio de1090, haba cambiado radicalmente lasituacin y resultaba claro que la nicaforma de retener el control sobre elLevante frente al poder norteafricanopasaba por la ocupacin directa de lasprincipales plazas de toda aquella zona. Mientras Rodrigo prolongaba suestancia en Zaragoza hasta el otoo de1092, en Valencia una sublevacinencabezada por el cad o juez BenYahhaf haba destronado a Alqadir, quefue asesinado, lo que favoreci el

  • avance almorvide. El Campeadordecidi entonces volver al Levante y,como primera medida, puso cerco alcastillo de Cebolla (hoy El Puig, cercade Valencia) en noviembre de 1092.Tras la rendicin de esta fortaleza amediados de 1093, el guerrero burgalstena ya una cabeza de puente sobre lacapital levantina, que fue cercada por finen julio del mismo ao. Este primerasedio dur hasta el mes de agosto, enque se levant a cambio de que seretirase el destacamento norteafricanoque haba llegado a Valencia trasproducirse la rebelin que cost la vidaa Alqadir. Sin embargo, a finales de aoel cerco se haba restablecido, por loque los almorvides, a peticin de los

  • valencianos, enviaron un ejrcitomandado por el prncipe Abu Bakr benIbrahim Allatmun que, no obstante, sedetuvo en Almusafes (a unos veintekilmetros al sur de Valencia) y se retirsin entablar combate. Sin esperar yaapoyo externo, la situacin se hizoinsostenible, y por fin Valencia capitulante Rodrigo el 15 de junio de 1094.Desde entonces, el caudillo castellanoadopt el ttulo de Prncipe Rodrigo elCampeador y seguramente recibiratambin el tratamiento rabe de sidi ('miseor'), origen del sobrenombre de mioCid o el Cid, con el que acabara por sergeneralmente conocido. La conquista de Valencia fue un triunforesonante, pero la situacin distaba de

  • ser segura. Por un lado, estaba lapresin almorvide, que no desaparecimientras la ciudad estuvo en poder delos cristianos. Por otro, el control delterritorio exiga poseer nuevas plazas.La reaccin de los norteafricanos no sehizo esperar, y ya en octubre de 1094avanz contra la ciudad un ejrcitomandado por el general Abu Abdal,que fue derrotado por el Cid en Cuart(hoy Quart de Poblet, a escasos seiskilmetros de Valencia). Esta victoriaconcedi un respiro al Campeador, quepudo consagrarse a nuevas conquistas enlos aos siguientes, de modo que en1095 cayeron la plaza de Olocau y elcastillo de Serra. A principios de 1097se produjo la ltima expedicin

  • almorvide en vida de Rodrigo,comandada por Muhammad benTashufin, la cual se sald con la batallade Bairn (a unos cinco kilmetros alnorte de Ganda), ganada una vez mspor el caudillo castellano, esta vez conayuda de la hueste aragonesa del reyPedro I, con el que Rodrigo se habaaliado en 1094. Esta victoria le permitiproseguir con sus conquistas, de formaque a finales de 1097 el Campeadorgan Almenara y el 24 de junio de 1098logr ocupar la poderosa plaza deMurviedro, que reforzaba notablementesu dominio del Levante. Sera su ltimaconquista, pues apenas un ao despus,posiblemente en mayo de 1099, el Cidmora en Valencia de muerte natural,

  • cuando an no contaba cincuenta y cincoaos (edad avanzada en una poca debaja esperanza de vida). Pese a que lasituacin de los ocupantes cristianos eramuy complicada, an consiguieronresistir dos aos ms, bajo el gobiernode doa Jimena, hasta que el avancealmorvide se hizo imparable. Aprincipios de mayo de 1102, con laayuda de Alfonso VI, abandonaronValencia la familia y la gente delCampeador, llevando consigo sus restos,que seran inhumados en el monasterioburgals de San Pedro de Cardea.Acababa as la vida de uno de los msnotables personajes de su tiempo, peroya entonces haba comenzado la leyenda. EL CID, MITO LITERARIO

  • Si, como hemos visto, Rodrigo elCampeador fue un poderoso caudillomilitar temido y admirado en vida tantopor los cristianos como por losmusulmanes, el xito del Cid comopersonaje literario casi no tieneparangn. Desde su propia poca hastahoy da, su figura no ha dejado deinspirar toda suerte de manifestacionesartsticas, literarias sobre todo, perotambin plsticas y musicales. Quiz resulte paradjico que los textosms antiguos sobre la figura de Rodrigoel Campeador sean rabes, pero ello nodebe extraar. En la pennsula Ibrica,durante la Alta Edad Media, la literaturase cultivaba mucho ms en rabe que enlatn o en las lenguas romances.

  • Particularmente, el siglo XI es uno desus perodos ms florecientes enAlandals, tanto por lo que se refiere alcultivo de la poesa como a los relatoshistricos. En dichos textos lasreferencias al Cid son ante todonegativas. Pese a reconocer alguna desus grandes cualidades, el Campeadorera para los escritores musulmanes de lapoca un tagiya ('tirano'), la'in('maldito') e incluso kalb ala'du ('perroenemigo'), y si escriben sobre elCampeador es por la gran conmocinque caus en su momento la prdida deValencia. Testigos presenciales de lamisma fueron los autores de las dosobras ms antiguas sobre el Campeador,hoy conocidas slo por vas indirectas:

  • la Elega de Valencia del alfaqu ypoeta Alwaqqash (muerto en 1096),compuesta durante la fase ms dura delcerco de la ciudad (seguramente aprincipios de 1094), y el Manifiestoelocuente sobre el infausto incidente,una historia del dominio del Campeadorescrita entre 1094 y 1107 por el escritorvalenciano Ben Alqama (1037-1115).Esta obra, citada o resumida por losautores posteriores, es la base de casitodas las referencias rabes al Cid, quellegan hasta el siglo XVII. Mucho se ha especulado sobre laposible existencia de cantos noticierossobre Rodrigo el Campeador; se tratarade breves poemas que desde sus mismosdas habran divulgado entre el pueblo,

  • vido de noticias, las hazaas delcaballero burgals. Lo nico seguro, entodo caso, es que los textos cristianosms antiguos que tratan del hroecastellano son ya del siglo XII y estnescritos en latn. El primero de ellos esel Poema de Almera (1147-1148), quecuenta la conquista de dicha ciudad porAlfonso VII y donde, a modo de inciso,se realiza una breve alabanza de nuestrohroe. Frente a este aislado testimoniode mediados del siglo XII, a finales delmismo asistimos a una autnticaeclosin de literatura cidiana. Eldetonante parece haber sido lacomposicin, hacia 1180 y quiz en LaRioja, de la Historia Roderici, unabiografa latina del Campeador en que

  • se recogen y ordenan los datosdisponibles hasta el momento(seguramente a travs de la historiaoral) sobre la vida de Rodrigo. Basadaparcialmente en ella, pero dando cabidaa componentes mucho ms legendarios,est la Crnica Najerense, redactada enNjera entre 1185 y 1194. Muy pocodespus se compondra la primera obraen romance, el Linaje de Rodrigo Daz,un breve texto navarro de hacia 1094que ofrece una genealoga del hroe y unresumen biogrfico basado en laHistoria Roderici y en la CrnicaNajerense. Tambin por esas fechas y apartir de las mismas obras se compusoun poema en latn que destaca lasprincipales batallas campales de

  • Rodrigo, el Carmen Campidoctoris. Los textos latinos dieron carta denaturaleza literaria al personaje del Cid,pero seran los cantares de gesta delciclo cidiano los que lo consagrarandefinitivamente, proyectndolo hacia elfuturo. Se trata bsicamente de trespoemas picos (algunos con variasversiones) que determinaran enadelante otros tantos bloques temticos:las Mocedades de Rodrigo, que cuentanuna versin completamente ficticia de sumatrimonio con doa Jimena (tras habermatado en duelo al padre de lamuchacha) y sus hazaas juveniles (queincluyen una invasin de Francia); elCantar de Sancho II, en el que se narrael cerco de Zamora y la muerte de don

  • Sancho a manos de Bellido Dolfos, y elCantar de mio Cid, en torno a laconquista de Valencia y a losmatrimonios de las hijas del Campeadorcon los infantes de Carrin. El msantiguo y el principal es el Cantar demio Cid, redactado hacia 1200, del queluego nos ocuparemos con ms detalle;le siguen el Cantar de Sancho II, que secompuso seguramente en el siglo XIII yse conoce slo de forma indirecta, y lasMocedades de Rodrigo, del que hubouna primera versin (hoy perdida) entorno a 1300 y otra (que sconservamos) de mediados del sigloXIV. Los poemas que acabamos de dar porperdidos en realidad no lo estn del

  • todo, pues todos ellos se conservan enforma de relato en prosa. Esto ha sidoposible porque a finales del siglo XIII,cuando Alfonso X el Sabio planific suHistoria de Espaa (hacia 1270), suscolaboradores decidieron incluir entresus fuentes de informacin versionesprosificadas de los principales cantaresde gesta. Esta tendencia se mantuvo enlos autores que siguieron su ejemplo,por lo cual sus obras son denominadascrnicas alfonses. Tales crnicas,adems de emplear los poemas picos,se basaron en las obras latinas yacitadas, pero tambin en los textosrabes de Ben Alqama y de Alwaqqash,y completaron la biografa legendariadel Cid producida a partir de todas estas

  • fuentes con la Historia del Cid, seorque fue de Valencia. Se trata de unrelato bastante fantasioso de la partefinal de la vida del Campeador, desde laconquista de Valencia, en que semezclan datos histricos con un conjuntode leyendas surgidas en el monasterio deCardea sobre la muerte y el entierrodel hroe, muy influidas por el gnerode las vidas de santos. Es ah, porejemplo, donde se narra por primera vezla clebre victoria del Cid despus demuerto. Las crnicas alfonses fueron una delas grandes vas de transmisin de lostemas cidianos a la posteridad, sobretodo entre el pblico culto; la otra fue elromancero. Los romances, cantados en

  • las plazas y transmitidos de generacinen generacin, lograron mantener viva lafama popular del Cid. Una parte de estosromances, los romances viejos, seinspira directamente en los poemaspicos y se compuso a finales de laEdad Media; los dems son yaromances nuevos, debidos a larenovacin del gnero desde mediadosdel siglo XVI. Los temas cidianosrecogidos por las crnicas y por elromancero pasaron al Siglo de Oro,cuyo teatro les dio gran desarrollo. Alreinado de Sancho II se refieren Lamuerte del rey don Sancho (1583), deJuan de la Cueva, la Comedia segundade las Mocedades del Cid (impresa en1618), de Guilln de Castro o En las

  • almenas de Toro (publicada en 1620),de Lope de Vega, entre otros. El tema deValencia se desarrolla en El cobardems valiente, de Tirso de Molina, o Elhonrador de sus hijas (1665), deFrancisco Polo. Pero el tema estrellaser el de la juventud de Rodrigo y suboda con Jimena, consagrado con laComedia primera de las Mocedades delCid (publicada en 1618), de Guilln deCastro, que sirvi de inspiracin a ElCid (1637), del dramaturgo francsPierre Corneille, con quien el hroe seconvierte en patrimonio de la literaturauniversal. A raz de la obra deCorneille, surgen las imitacionesfrancesas de Chevreau, Desfontaines yChillac (1638-1639) y la adaptacin

  • espaola El honrador de su padre(1658), de Diamante. Existen inclusoversiones pardicas, como las comediasburlescas El hermano de su hermana(1656), de Bernardo de Quirs (quetrata sobre el cerco de Zamora) y LasMocedades del Cid (hacia 1655), deCancer. A cambio, el annimo Autosacramental del Cid retoma elargumento en clave alegrica, en la queRodrigo simboliza a Cristo y Jimena a laIglesia. El romanticismo volvi de nuevosobre los temas cidianos, a partir de laadaptacin alemana del romancero porHerder (1805) y de la tragedia francesade Delavigne La hija del Cid (1839).En Espaa destacan Hartzenbusch con

  • su drama La jura en Santa Gadea(1845), Trueba con su novela histricaEl Cid Campeador (1851) y Zorrillacon su poema narrativo La leyenda delCid (1882). Al perodo finisecularpertenecen la pera francesa El Cid(1885), de Massenet y el dramamodernista espaol Las hijas del Cid(1908), de Marquina, as como elpoema de Rubn Daro Cosas delCid, incluido en sus Prosas profanas(1896) o los de Manuel MachadoCastilla y lvar Fez, de su libroAlma (1902). El tema ha llegado hastanuestros das, en los que cuenta conobras de teatro como Anillos para unadama (1973), de Antonio Gala, eincluso con adaptaciones al cine, con

  • El Cid (1961), dirigida por AnthonyMann y protagonizada por CharltonHeston y Sofa Loren; al cmic, con ElCid de Antonio Hernndez Palacios, oa los dibujos animados, con la serieRuy, el pequeo Cid, emitida aprincipios de los ochenta. EL CANTAR DE MIO CID El mayor de los cantares de gestaespaoles de la Edad Media, adems deuna de las obras clsicas de la literaturaeuropea, es el que por antonomasia llevael nombre del hroe: el Mio Cid.Compuesto a finales del siglo XII o enlos primeros aos del siglo XIII, estabaya acabado en 1207, cuando cierto PerAbbat (o Pedro Abad) se ocup decopiarlo en un manuscrito del que, a su

  • vez, es copia el nico que hoy seconserva (falto de la hoja inicial y dedos interiores), realizado en el sigloXIV y custodiado en la BibliotecaNacional de Madrid. La datacin delpoema all recogido viene apoyada poruna serie de indicios de cultura material,de organizacin institucional y demotivaciones ideolgicas. Ms dudasplantea su lugar de composicin, quesera Burgos, segn unos crticos, y lazona de Medinaceli (en la actualprovincia de Soria), segn otros. Lacercana del Cantar a las costumbres yaspiraciones de los habitantes de la zonafronteriza entre Castilla y Alandalsfavorece la segunda posibilidad. El Cantar de mio Cid, como ya hemos

  • avanzado, se basa libremente en la partefinal de la vida de Rodrigo Daz deVivar, desde que inicia el primerdestierro en 1081 hasta su muerte en1099. Aunque el trasfondo biogrfico esbastante claro, la adaptacin literaria delos sucesos es frecuente y deconsiderable envergadura, a fin deofrecer una visin coherente de latrayectoria del personaje, que actadesde el principio de un modo que elCampeador histrico slo adoptara apartir de 1087 y, sobre todo, delsegundo destierro en 1088. Por otraparte, el Cantar desarrolla tras laconquista de Valencia toda una trama entorno a los desdichados matrimonios delas hijas del Cid con los infantes de

  • Carrin que carece de fundamentohistrico. As pues, pese a la innegablecercana del Cantar a la vida real deRodrigo Daz (mucho mayor que enotros poemas picos, incluso sobre elmismo hroe), ha de tenerse en cuentaque se trata de una obra literaria y no deun documento histrico, y como tal ha deleerse. En cuanto a las posibles fuentesde informacin sobre su hroe, el autordel Cantar se bas seguramente en lahistoria oral, aunque parece bastanteprobable que conociese la ya citadaHistoria Roderici. No hay pruebasseguras sobre la posible existencia decantares de gesta previos sobre el Cidque hubiesen podido inspirar al poeta,aunque parece claro que tuvo como

  • modelos literarios, ya que no histricos,otros poemas picos, tanto castellanoscomo extranjeros, y que recibi enparticular el influjo del clebre Cantarde Roldn francs, muy difundido en lapoca. Por ello, la constitucin internadel Cantar de mio Cid es la tpica delos cantares de gesta. Un rasgo esencial es su empleo deversos anisosilbicos o de medidavariable, divididos en dos hemistiquios,cada uno de los cuales oscila entrecuatro y once slabas. Los versos seunen en series o tiradas que compartenla misma rima asonante y suelen tenercierta unidad temtica. No existen leyesrigurosas para el cambio de rima entreuna y otra tirada, pero ste se usa a

  • veces para sealar divisiones internas,por ejemplo al repetir con ms detalle elcontenido de la tirada anterior o cuandose pasa de la narracin a las palabrasque pronuncia un personaje. Por ltimo,las tiradas o series se agrupan en trespartes mayores, llamadas tambincantares, que comprenden los versos1-1084, 1085-2277 y 2278-3730,respectivamente. El primer cantar narralas aventuras del hroe en el exilio portierras de la Alcarria y de los valles delJaln y del Jiloca, en los que consiguebotn y tributos a costa de laspoblaciones musulmanas. El segundo secentra en la conquista de Valencia y enla reconciliacin entre el Cid y el reyAlfonso, y acaba con las bodas entre las

  • hijas de don Rodrigo y dos nobles de lacorte, los infantes de Carrin. El tercerorefiere cmo la cobarda de los infanteslos hace objeto de las burlas de loshombres del Cid, por lo que los deCarrin se van de Valencia con susmujeres, a las que maltratan y abandonanen el robledo de Corpes. El Cid sequerella ante el rey Alfonso, quienconvoca unas cortes en Toledo, donde elCampeador reta a los infantes. En elduelo, realizado en Carrin, los infantesy su hermano mayor quedan infamados;mientras tanto, los prncipes de Navarray Aragn piden la mano de las hijas delCid, quien las ve as casadas conformemerecen. Otro de los aspectos caractersticos de

  • los cantares de gesta es su estiloformular, es decir, el empleo dedeterminados clichs o frases hechas,por ejemplo en la descripcin debatallas o bien para referirse a unpersonaje. As, el Cid es llamado amenudo el bueno de Vivar, el que enbuena hora naci o el de la luengabarba, mientras que a Minaya lvarFez se lo presenta varias veces en elfragor del combate con la frmula porel codo abajo la sangre goteando. Esterasgo se liga a la difusin oral delCantar (por boca de los juglares que lorecitaban o cantaban de memoria,acompandose a menudo de uninstrumento musical), pero tambinresponde a un efecto esttico (el gusto

  • por ver tratados los mismos temas deuna misma forma). Otros recursosestilsticos de los cantares de gesta sonla gran alternancia y variedad detiempos verbales; el uso de parejas desinnimos, como pequeas son y dedas chicas, y tambin de parejasinclusivas, como moros y cristianos(es decir, 'todo el mundo'); o el empleode las llamadas frases fsicas, al estilode llorar de los ojos o hablar de laboca, que subrayan el aspecto gestualde la accin. En cuanto al argumento, como se havisto, abarca dos temas fundamentales:el del destierro y el de la afrenta deCorpes. El primero se centra en la honrapblica o poltica del Campeador, al

  • narrar las hazaas que le permitenrecuperar su situacin social y, a la vez,alcanzar el perdn real; el segundo, encambio, tiene por objeto un asuntofamiliar o privado, pero que tiene quever tambin con el honor del Cid y delos suyos, tan realzado al final comopara que sus hijas puedan casar con losprncipes de Navarra y Aragn. De ahque el Cantar haya podido sercaracterizado como un poema de lahonra. Esta honra, sea pblica oprivada, tiene dos dimensiones: por unlado, se relaciona con la buena fama deuna persona, con la opinin que de ellatienen sus iguales dentro de la escalasocial; por otro, tiene que ver con elnivel de vida del individuo, en la

  • medida en que las posesiones materialestraducen la posicin que uno ocupa en lajerarqua de la sociedad. Por eso el Cidse preocupa tanto de que el rey conozcasus hazaas como de enviarle ricosregalos que, por as decir, plasmenfsicamente las victorias del Campeador. La doble trama del destierro y de laafrenta describe una doble curva dedescenso y ascenso: desde laexpropiacin de las tierras de Vivar y elexilio se llega al dominio del seoro deValencia y a la recuperacin del favorreal; despus, desde la prdida de lahonra familiar provocada por losinfantes se asciende al mximo grado dela misma, gracias a los enlacesprincipescos de las hijas del Cid. En

  • ambos casos, la recuperacin del honorcidiano se logra por medios casiinditos en la poesa pica, lo que hacedel Cantar no slo uno de los mayoresrepresentantes de la misma, sino tambinuno de los ms originales. En efecto, elhroe de Vivar, que es desterrado acausa de las calumnias vertidas contra lpor sus enemigos en la corte, nunca seplantea adoptar alguna de lasextremadas soluciones del repertoriopico, rebelndose contra el monarca ysus consejeros, sino que prefiere acatarla orden real y salir a territorio andaluspara ganarse all el pan con el botnarrancado al enemigo, opcin siempreconsiderada legtima en esa poca. Poreso es caracterstico del enfoque del

  • cantar el nfasis puesto en el botnobtenido de los moros, a los que eldesterrado no combate tanto por razonesreligiosas, como para ganarse la vida, ya los que se puede admitir en losterritorios conquistados bajo un rgimende sumisin. Eso no significa que el Cidy sus hombres carezcan de sentimientosreligiosos. De hecho, el Campeador seencarga de adaptar para uso cristiano lamezquita mayor de Valencia, queconvierte en catedral para el obispo donJernimo. Es ms, la relacin del hroecon la divinidad es privilegiada, segnse advierte en la aparicin de SanGabriel para confortar al Cid cuandoinicia la incierta aventura del destierro.Lo que no hay es un claro ideal de

  • Cruzada, nada de conversin omuerte. Los musulmanes de las plazasconquistadas, aunque no son vistos comoiguales, tampoco se encuentrantotalmente sometidos. Encuentran sulugar dentro de la sociedad ideal de laValencia del Cid como mudjares, esdecir, como musulmanes que conservansu religin, su justicia y sus costumbres,pero bajo la autoridad superior de losgobernantes cristianos y con ciertaslimitaciones en sus derechos. Sin caeren la tentacin de ver en ello unaconvivencia idlica, est claro que no seaprecia en el ideario del Campeadorningn extremismo religioso. Por lo que se refiere a la afrenta deCorpes, la tradicin pica exiga que

  • una deshonra de ese tipo se resolviesemediante una sangrienta venganzapersonal, pero en el Cantar de mio Cidse recurre a los procedimientos legalesvigentes, una querella ante el reyencauzada por la va del reto entrehidalgos. Se oponen de este modo losusos del viejo derecho feudal, lavenganza privada que practican los deCarrin, con las novedades del nuevoderecho que surge a finales del siglo XIIy a cuyas prcticas responde el uso delreto como forma de reparar la afrenta.Con ello se establece una neta diferenciaentre los dos jvenes y consentidosinfantes, que representan los valoressociales de la rancia nobleza delinterior, y el Campeador y los suyos, que

  • son miembros de la baja nobleza eincluso villanos parcialmenteennoblecidos por su actividad blica enlas zonas de frontera. Tal oposicin nose da, como a veces se ha credo, entreleoneses y castellanos (Garca Ordez,el gran enemigo del Cid, es castellano),sino entre la alta nobleza, anquilosadaen valores del pasado, y la baja, que sesita en la vanguardia de la renovacinsocial. La accin prudente y comedida delhroe de Vivar manifiesta el modelo demesura encarnado por el Cid en elCantar, pero ste no slo depende deuna opcin tica personal, sino tambinde un trasfondo ideolgico determinado.En este caso, responde al espritu de

  • frontera, el que animaba a los colonoscristianos que poblaban las zonas de losreinos cristianos que limitaban conAlandals. Dicho espritu se plasmespecialmente en una serie de fuerosllamados de extremadura, a cuyospreceptos se ajusta el poema, tanto en laquerella final como en el reparto delbotn, a lo largo de las victoriascidianas. El norte de estos ideales defrontera lo constituye la capacidad demejorar la situacin social mediante lospropios mritos, del mismo modo que elCantar concluye con la apoteosis de lahonra del Campeador, que, comenzandodesde el enorme abatimiento inicial,logra ver al final compensados todos susesfuerzos y desvelos.

  • LA ADAPTACIN La tarea de hacer llegar el contenidodel venerable Cantar de mio Cid a unpblico que se est iniciando en lalectura de los clsicos exiga ante todomodernizar el lenguaje de la narracin.Aunque el castellano medieval no es unalengua tan difcil que impida su totalcomprensin por parte del pblicomoderno, era obligado allanar eseprimer obstculo. Podramos entonceshabernos limitado a reproducir unaversin lingsticamente actualizada,tomando incluso alguna de las realizadaspor notables escritores de nuestros das,como el poeta de la generacin del 27Pedro Salinas o el novelista y premioNobel Camilo Jos Cela. Sin embargo,

  • el objetivo en una primera etapa deaproximacin a los clsicos pasaba porofrecer un texto ms acorde con losmodos de narrar de hoy en da. Aspectoscomo las descripciones formulares, lasseries gemelas o la narracin doblepodan desconcertar e incluso confundiral lector novel. Por eso, de acuerdo conlos criterios generales de esta coleccin,se ha preferido realizar una adaptacinen toda regla. La base, como no poda ser de otromodo, es el relato contenido en elCantar, cuyo hilo argumental se hamantenido en todo momento, salvo lasimplificacin de algunos aspectossecundarios de la narracin. A cambio,se ha procedido a cierta novelizacin

  • que agilizase el relato o permitiese unamejor captacin del ambiente, dado queel viejo poema es sumamente parco ensus descripciones. De todos modos, enlos momentos culminantes de la accin,la insuperable expresin del Cantar seha mantenido de forma casi literal. Ensuma, hemos procedido a una ciertaactualizacin de tono y presentacin, sinalterar el fondo del relato ni optar poruna lengua anacrnicamente puesta alda. Difcil es el equilibrio entrefidelidad y modernizacin, peroconfiamos en haberlo resueltosatisfactoriamente, manteniendo un tonode sobria evocacin potica acorde conla marcha heroica del Cid, de su familiay de sus guerreros.

  • Si en algn lugar nos hemos permitidoms libertades ha sido en el comienzo yen el final del relato. Al manuscrito delCantar, como ya se ha dicho, le falta laprimera hoja, de modo que no sabemoscmo empezaba. Las crnicas alfonseshan conservado restos de los versosiniciales, pero no los suficientes comopara conocer el principio. Por lo tanto,retomando el tema del enfrentamientoentre Garca Ordez y Rodrigo Daz,as como la leyenda de la bastarda delCid (documentada ya a finales del sigloXIII), hemos desarrollado un episodioinicial que hace entrar en escenadirectamente al hroe y a susantagonistas, y plasma desde el primermomento las complejas relaciones entre

  • el Campeador y el rey don Alfonso. Por otro lado, el Cantar, despus dereferir las bodas regias de Elvira y Sol,concluye de forma algo abrupta diciendoque Rodrigo muri el da de Pentecosts(sin sealar siquiera el ao). Para darconsistencia al desenlace, hemos creadoun hilo conductor en la actuacin deGarca Ordez, al que hemospresentado en las lides de Carrin enlugar del hermano de los infantes (lo quees coherente con su papel en el Cantar)y al que hacemos salir de nuevo aescena para ser el causante indirecto dela muerte del Campeador. Comoculminacin del relato, hemos optadopor recobrar uno de los episodios msclebres de la leyenda cidiana, el de su

  • victoria despus de muerto sobre losmoros que asedian Valencia. Estemomento glorioso, divulgado por lafantasiosa Historia del Cid elaborada enCardea y transmitida por las crnicasalfonses, es uno de los que ms hacautivado siempre la imaginacinpopular y tambin ha sido elegido comobroche de oro en la ya citada pelcula ElCid. De igual modo, hemos retocadolevemente algunos aspectos (porejemplo, la presencia del obispo donJernimo junto a Flez Muoz en elsquito de las hijas del Cid camino deCarrin) y aprovechado otros materialesde la leyenda cidiana (como elmatrimonio de Rodrigo y Jimena tras lamuerte de su padre en duelo), con la

  • intencin de ofrecer una versin trabaday consistente de las aventuras delinsigne Rodrigo Daz de Vivar, el CidCampeador.

  • EL CID

  • 1. Un episodiovergonzoso Haba tantas velas encendidas sobre lamesa del rey que empezaron areblandecerse en su propio calor y ainclinarse hacia los lados como unapandilla de borrachos. La cera formabapequeas lagunas entre los cubiertos deplata y caa poco a poco sobre el pelode un noble caballero a quien el excesode vino haba dejado postrado ydormido sobre su plato. El propio rey haba bebidodemasiado. Intent apoyar un brazo en lamesa, pero su codo resbal, y don

  • Alfonso casi se da de bruces contra sucopa. Al rey le disgust que donRodrigo Daz de Vivar se hubierapercatado de su desliz. Qu os sucede, don Rodrigo? exclam. Acaso os desagrada elsabor de nuestro vino? Hacia la mitad de la mesa, donRodrigo, un caballero alto y ceudo, conuna barba austera e impoluta,*permaneca sentado con la espalda muyrecta en su dura silla de roble. Era unhombre corpulento y nervudo. La pielque rodeaba sus ojos estaba tan arrugadaa causa del ardiente sol de la meseta queel caballero pareca mirar de hito enhito* a cuantos le rodeaban. DonRodrigo no haba llegado a tocar su

  • segunda copa de vino, que permanecallena junto a su limpio plato decomensal. Igual que un cuervo murmur elrey. Cmo habis dicho, mi seor? pregunt don Rodrigo. He dicho que picoteis la comida lomismo que los cuervos. El rey estaba molesto con donRodrigo. Las malas lenguas decan queel de Vivar se haba apropiado de unaparte de los tributos que l mismo habaido a recaudar a Sevilla por encargo delrey Alfonso. Durante su estancia en lacapital mora, adems, el Campeadorhaba ayudado al rey Almutamid acombatir al ejrcito granadino, que a su

  • vez haba recibido refuerzos del condeGarca Ordez. Don Rodrigo infligiuna severa derrota al conde y lomantuvo prisionero durante tres das.Aquel agravio contra un miembro de laalta nobleza castellana provoc el enojode la corte, y el malestar se respirabaahora en el banquete real.1 No toda la nobleza, sin embargo,mostraba una conducta ejemplar. En esemomento los infantes* Diego yFernando, enzarzados en una reyerta,acababan de rodar bajo la mesa.Algunos comensales, con los estmagosatiborrados por la copiosa* comida ymedio adormilados por el vino,contemplaron impvidos* a los infantesy apenas reaccionaron ante el estrpito

  • de los cuencos y tazones que se hacanaicos al caer de la mesa. El conde Ordez, probablemente elnico cortesano que an se mantenasobrio, meti la cabeza entre susrodillas y susurr a sus sobrinos: Basta ya, infantes! Habis perdidoel juicio? El rey os castigar por esteescndalo! Vais a ser la ruina de nuestrafamilia! El rostro del monarca estaba cada vezms rubicundo* a causa del vino y de larabia contenida por la conducta infantilde Diego y Fernando. Y el condeOrdez, para evitar que el descrditoenturbiase la reputacin de su familia,intent distraer la atencin del reydisparando un dardo afilado contra don

  • Rodrigo: Supongo que los pobres chicosestn desconcertados por el hedor alabriego que impregna este saln. No lohabis notado, Ruy Daz?2 De repente se hizo un silenciosepulcral. Los comensales habanadvertido la gravedad del insulto ymiraron al rey, preguntndose en quparara todo aquello. Don Rodrigo nopareci inmutarse, pero, tras una brevepausa, volvi la vista al conde y lepregunt: Qu queris dar a entender convuestras palabras, conde Ordez? Sencillamente, que entre nosotroshay un campesino advenedizo* que nopuede evitar oler de forma distinta, por

  • ms que a su padre lo nombrarancaballero por mritos de guerra. El rey no mud el semblante, pero susojos brillaron de alegra al advertir queel codo de don Rodrigo resbalaba sobreel brazo de su silln. El caballero deVivar estaba atnito,* pero dijo concalma bien estudiada: No estaris sugiriendo, condeOrdez, que nuestro amado reyFernando, cuya muerte tanto hemosllorado, se equivoc al nombrarcaballero a mi padre por los serviciosprestados a la Corona?3 El rey frunci el ceo. Era un buenargumento. Cmo iba a atreverse elconde Ordez a contradecir a donRodrigo sin incurrir en algo que sonase

  • a una traicin al soberano? Vuestro padre? Pero es quellamis padre a aquel hombre? Heodo decir que vuestra madre apenastuvo tiempo de llegar a la iglesia antesde que vos nacierais.4 La sala se llen con los gritos deprotesta de algunos comensales y lassonoras carcajadas de otros. A causa dela algaraba, los perros dormidos juntoal fuego despertaron de pronto y sepusieron a ladrar alborotados. El rey Alfonso se saba en laobligacin de evitar que el condeOrdez siguiera pronunciando aquellosinsultos ultrajantes,* pero el sopor delvino le impeda dar con las palabrasapropiadas. Adems, permaneca

  • absorto observando cmo los nudillosde la mano que don Rodrigo apretabacontra el brazo de su silln ibanempalideciendo. Os ruego que os expliquis conmayor claridad, querido conde dijodon Rodrigo con una voz severa quecontradeca su aparente calma. Ququeris dar a entender con vuestraspalabras? El conde se vio en un aprieto. Erademasiado tarde para presentar excusas,pues saba muy bien que habasobrepasado con creces los lmites de lacortesa ms elemental. Pero le bastmirar al rey para comprender que nocorra ningn peligro, as que se apoysobre la mesa y acerc su plida cara a

  • aquellas hermosas facciones atezadas*por el sol. Estoy diciendo que sois unbastardo, Rodrigo de Vivar: eso es loque digo. Comprendo. La rplica fue distendida: tena el tonopropio de una conversacin cotidiana ybanal. Pero al instante se hizo evidentela intensa irritacin de don Rodrigo,cuyos pmulos no se haban vistoalterados por el vino. De pronto, elcaballero agarr la barba del conde, tircon fuerza de ella y la meti sin titubeosen una copa de vino. Aquello fue todo. No hubo ms. Todolo que don Rodrigo hizo fue tirar de labarba del conde. Sin embargo, el insulto

  • reson en las montaas ms altas,dispers las cenizas de los hogares enlas casas solariegas* y recorri lospanteones de las familias noblesgolpeando con fuerza en la tumba de losmuertos. Los espritus de los antiguosricoshombres* y condes de Castillasalieron con furia del camposanto ylanzaron a los cuatro vientos un clamorde indignacin.5 Lo habis visto, verdad? tartamude el conde Ordez mientrasel vino resbalaba por su barba y tea supecho de rojo. Habis visto lo queha hecho, mi seor? El rey dirigi una mirada severa a donRodrigo. S, lo he visto dijo.

  • El bastardo me ha mesado* labarba! protest el conde. Eselabriego ha ofendido a mi noble linaje!Ese hijo de destripaterrones* y depazpuerca* me ha escarnecido!* A m,al conde Garca Ordez! El rey se levant, y los pocoscomensales que an permanecansentados intentaron ponerse en pie. Lo hemos visto, conde Ordez repiti el rey, adoptando un tonosolemne y el plural mayesttico,* quesubrayaba la gravedad de sus palabras, y, al tiempo que nos estremecemospor vuestra causa, nos apenamos porvuestros antepasados, cuya memoriatambin se ha visto afrentada. Rodrigode Vivar, sabed que nos habis

  • disgustado gravemente. Puesto ya en pie, don Rodrigoextendi sus grandes manos en actitud desplica. El corazn del rey exclam nosiente pena alguna hacia mis difuntospadres, cuyo buen nombre ha sidoinfamado? No! grit el monarca con todassus fuerzas. No queremos volver averos. Nunca fuisteis de nuestro agrado.Partid de esta tierra de Dios y novolvis jams. De lo contrario, seriscondenado a muerte.6 Incluso los perros interrumpieron susladridos ante las exclamaciones desorpresa y de consternacin queinvadieron la sala.

  • Don Rodrigo desterrado...? El buen caballero de Vivardesterrado...? El Campeador desterrado...?7 El mejor soldado de Castilladesterrado...? Por defender a su santa madre...? Los perros se pusieron a ladrar congran estruendo. Desterrado...? murmur donRodrigo, incrdulo. Si no sals de Castilla antes denueve das, contados a partir de estamedianoche, Nos ordenaremos anuestros soldados que os prendan. Ytodos aquellos que en Castilla intentenayudaros a poneros a salvo serncondenados a muerte.8 Vuestra actitud

  • me ha convencido de que la nobleza selleva en la sangre. Y vos no sois, desdeluego, un verdadero caballero... En la puerta de la sala, los infantesDiego y Fernando sonrean concomplacencia al tiempo que blandanamenazadoramente sus cuchillos decomensales ante don Rodrigo. Cuando elcaballero se dispuso a salir, le cerraronel paso. Don Rodrigo levant la manoderecha y abofete con desdn a los dosmuchachos, que cayeron al suelo por lafuerza de los golpes. No he debido permitir que el vinoacabara con los modales refinados de lacorte, se dijo el rey mientras percibael desconcierto en el rostro de algunosde sus invitados y les oa murmurar

  • sobre su modo de impartir justicia.Malditos borrachos!, pens, mirandoa otros nobles dominados an por elsopor del vino. Dios sabe cundovolver a entrar en este saln un hombretan entero y cabal como don Rodrigo!. Le pedir que vuelva y leperdonar, se dijo aquella nochemientras trataba de conciliar el sueo. Pero otra voz en su interior lerespondi: Por qu habras de hacerlo? Acasodon Rodrigo ha solicitado clemencia?Acaso ha presentado disculpas alconde? No. Por otro lado, su presencianunca te fue del todo grata. No olvidesqu incmodas te resultaron siempre suterca sobriedad de labriego, su

  • moderacin en la bebida, aquellairreprochable devocin que loimpulsaba a rezar a todas horas... S,que se marche!. Pero tal vez su partida no nosbeneficie, reflexion el rey. Podrabuscar venganza, pedir ayuda a esosmoros sin Dios que ocupan mediaEspaa y saquear luego nuestras tierrasaliado con ellos! Rodrigo es tan buensoldado!... Por otra parte, es probableque algunos nobles de mi corte me hayantomado por un rey injusto. Maldita sea!,qu debo hacer?. Al fin, las dudas del monarca seresolvieron en una leve sonrisa: Ya lo tengo!, se dijo. Me mostrargeneroso con su bella esposa y con sus

  • dos hijas, permitindoles quepermanezcan en la finca familiar deVivar. Es merced suficiente para uncampesino aficionado a tirar de lasbarbas ajenas.

  • 2. Desterrado En las casas de Vivar las perchasquedaron vacas como cuernos de toro cuando los vasallos* de don Rodrigodescolgaron sus capas de piel y susmantos de lana para seguir a su seor ensu destierro. En las estrechas callejuelasdel lugar resonaron los cascos de loscaballos y de las mulas que habandescansado en los establos durantemeses. Vivar se hallaba en un valle a orillasdel ro Ubierna. En lo alto de lapoblacin se levantaba la silueta gris dela iglesia de Santa Mara. En su

  • espadaa* sonaba sin cesar unacampana, cuyo taido parsimonioso ymontono pareca decirles a las gentes:El rey ha dictado sentencia... El rey hadictado sentencia.... Frente a la casasolariega* que iba a abandonar, donRodrigo abraz a su bella esposa y lesec las lgrimas. Debo viajar al sur le dijo. Alas tierras de los moros sin Dios y lejosde esta sagrada Castilla y de la luz devuestros ojos y de los de mis adoradashijas. Pero recordad una cosa: por lanoche, las mismas estrellas* nos mirarna vos y a m hasta que volvamos a estarjuntos. Pero el exilio es una penademasiado severa para una ofensa tan

  • leve! protest doa Jimena, que nolograba resignarse a su destino adverso. El conde me ofendi gravemente explic su esposo. De lo contrario,jams le hubiera tirado de las barbas.Tuve la mala fortuna de que el rey sepusiera de su parte. Eso fue todo. Elcielo es testigo de que no pronunci unasola palabra que pudiera interpretarsecomo una queja o como una traicin.Soy vasallo de don Alfonso, as quesiempre har su voluntad. Debosobrellevar mis sufrimientos como uncaballero. Entonces, don Sancho, el abad delmonasterio de San Pedro de Cardea,9donde iba a recogerse por el momento lafamilia de don Rodrigo, sali por el

  • portn de la casona llevando de la manoa las dos pequeas hijas del Campeador.Nada ms verlas, el caballero dej caerlas bridas que acababa de coger paraponrselas a su caballo y estrech a lasdos nias contra su pecho. Elvira, Sol! exclam. Vuestropadre tiene que marcharse, pero ya veisque os dejo en buenas manos. El abad osllevar a su hermoso monasterio y allser para vosotras un padre tanafectuoso como yo. Portaos bien ycuidad a vuestra madre. Procuradmantenerla animada, y acordaos siemprede rezar vuestras oraciones. S, padre. Y de estudiar vuestros libros. S, padre.

  • Y, si por alguna razn yo novolviera, debis intentar recordar mirostro. Lo haris? Si no volvis, padre...? Antes de que don Rodrigo pudieradecir nada ms, doa Jimena tom a lasdos nias de la mano y, con los ojosarrasados de lgrimas, le dijo a suesposo: Es hora de partir: vuestra mesnada*os espera. Don Rodrigo se limit a asentir con lacabeza, procurando contener la emocin.Despus, ensill a Babieca, su hermosoy altivo caballo, y se ci en los talonesde las botas sus brillantes espuelas dehierro. Tenis razn, seora. Mis oraciones

  • os harn compaa hasta que vuelva acasa o enve a alguien a buscaros paraque os unis a m. Quin sabe? Quizen mi ausencia encuentre un maridoadecuado para cada una de nuestrashijas. Qu decs vos a eso, donSancho? El abad se coloc tras el caballo dedon Rodrigo, de modo que nadiepudiese ver las escasas monedas que elseor de Vivar le entregaba. Ah tenis toda la hacienda de laque dispongo dijo el caballero.Pase lo que pase, cuidad de mi esposa ymis hijas. En cuanto me sea posible osenviar ms dinero. El monje se haba inclinado para besarla mano de don Rodrigo cuando su boca

  • dej escapar una sonora carcajada: Y qu haris para conseguirdinero? pregunt. Esquilarcorderos para los moros? Plantar trigoy calabazas en el predio* de un infiel?S muy bien el tipo de aventuras quebuscis... Pero, decidme, cmo pensispagar a vuestros hombres yproporcionarles alimentos si meentregis a m toda vuestra fortuna? No os preocupis por eso respondi don Rodrigo; tengo ciertosplanes. Veis ese bal forrado de cuerorepujado* que est atado a la mula gris? El abad ech un vistazo al balmientras don Rodrigo se inclinaba haciael monje para susurrarle algo al odo. Veo que, a pesar de vuestro destino

  • adverso sonri el abad tras escucharal caballero, no habis perdidovuestro sentido del humor. Pero es mejorque no malgastis vuestro tiempocontndome artimaas de villanos.Cuando maana salga la luna, tenis quehaber abandonado Castilla, so pena demuerte, as que es mejor que partiscuanto antes. Don Sancho bendijo a su amigo con laseal de la cruz. Sois rico en amigos, pero pobre enoro le dijo a continuacin. Osconfieso que temo por vos. Pero, siponis tierra por medio, la ira del rey nolograr alcanzaros. Don Rodrigo asinti con la cabeza ychasque la lengua para poner su

  • caballo al trote. No se atrevi a mirarhacia atrs ni agit la mano al salir deVivar. A duras penas poda soportar eldolor de separarse de su amada familia.Tena los ojos baados en lgrimas ysenta en el corazn la grave congoja deverse desterrado para siempre. Levantad el nimo, don Rodrigo le alent lvar Fez, que no hayhombre nacido de mujer con ms templey valor que vos! Bien sabis que Diosproveer y que pronto os reuniris convuestra familia. La ciudad de Burgos se encontrabamuy cerca de Vivar, y en ella todo elmundo conoca muy bien a don Rodrigo.Sus habitantes haban visto cientos deveces el rostro largo y enjuto del

  • caballero y sus ojos entornados contra elfulgor del llano como los de un marineroante el resplandor del mar. Sin embargo,las puertas de todas las casas de Burgospermanecieron cerradas a cal y canto alpaso de don Rodrigo y de sus hombres.No haba ni un alma en las callespolvorientas, y nadie se asomaba a lasventanas. El silencio sepulcral de laciudad slo se rompa a veces por elladrido triste de un perro o el rumor delas ropas recin lavadas que flameaban*en algn tendedero. Pero qu ocurre aqu? exclamdon Rodrigo. Nadie respondi: la voz del caballerose elev por los aires y volvi a caercomo un pjaro herido sin que nadie

  • quisiera escucharla. Don Rodrigo sevolvi hacia el amigo en quien msconfiaba y le dijo: Corren malos tiempos, mi queridolvaro!10 Acaso una ciudad puedemorir de la noche a la maana, como unrbol helado por la escarcha? Tan intrigado como don Rodrigo,lvar Fez no respondi. Espole supequea yegua ruana* calle arriba ycalle abajo, gritando hacia las ventanas: Eh, abrid! No hay nadie ah?Tened un poco de consideracin!Demostrad vuestra hospitalidad! Esque no hay en esta ciudad quien quieradecir adis al seor de Vivar y venderlede paso una hogaza de pan para suviaje?

  • A la vista de que nadie responda, donRodrigo le dijo a lvar Fez: Vamos a casa del molinero. Esamigo mo y seguro que nosproporcionar pienso para lascaballeras. Pero la puerta del almacn estabaatrancada y los postigos de las ventanasse encontraban cerrados como los ojosde quien duerme. Don Rodrigodistingui un rumor de pasos en elinterior y perdi la paciencia. Avanz acaballo hacia la puerta y la golpe conlas botas sin quitarse las espuelas. A lasegunda sacudida, la rodaja* de una deellas cay al suelo como una estrellafugaz; de pronto, como surgida de lanada, apareci una muchachita que

  • recogi la espuela y la coloc en lamano abierta de don Rodrigo. En elrostro de la nia no se dibuj ningunasonrisa, y sus ojos miraron condesconfianza a derecha e izquierdacomo un ladrn que teme ser descubiertoen flagrante delito. Muchas gracias, pequea dijodon Rodrigo. Dime, acaso ests solaen esta gran ciudad? Es que nadie salvot se atreve a saludarme y a ofrecermesu amistad? La pequea se estruj el delantal conambas manos y, cuando al fin se dispusoa hablar, las palabras surgieron de suboca a borbotones, como el agua quebrota de una fuente: El rey mand ayer una orden sellada

  • dijo. Nadie debe hablar contigo niayudarte ni darte cobijo ni ofrecertecomida o bebida, ni siquiera paja paratus caballos. El rey envi esa orden. Aquienquiera que te abra sus puertas lequitarn su casa, le arrancarn los ojos,le cortarn la cabeza y su cuerpo serenterrado fuera del seno de la Iglesia ysin funeral.11 Lo siento mucho, caballerodon Rodrigo, lo siento mucho! La nia sali corriendo y se perditras una esquina despus de que sus pieslevantaran una pequea nube de polvo.En la calle desierta, don Rodrigo sintide pronto toda la amargura del destierro.Comprendi que se hallabadolorosamente desgajado de su casasolariega. Lo haban separado de su

  • hogar del mismo modo que el brazo sesepara del cuerpo del guerrero cuandola espada lo corta a cercn; lo habanalejado de los suyos al igual que laespiga se aleja del tallo cuando ellabriego siega el trigal. Babieca agit el testuz y don Rodrigoapret las espuelas contra sus ijares. Adelante, lvar Fez! Enmarcha, mis fieles! Y bendecid a Diosen vuestros corazones por habernosenviado estas calamidades, porque deesa manera nuestras almas seendurecern como espadas forjadas alfuego. Solo cuando el seor de Vivar sali agalope de la ciudad, las ventanas y laspuertas de Burgos se abrieron poco a

  • poco y centenares de cabezas pesarosasse asomaron para ver partir a donRodrigo. Qu grave error ha cometido el reyAlfonso! murmuraban las gentes de laciudad; y, al contemplar admirados lafigura de don Rodrigo, aadan: Qubuen vasallo sera... si tuviese un buenseor! Como no haba en Burgos nadie que seatreviera a cobijarlo bajo su techo,aquella noche don Rodrigo acamp en laribera del ro y envi a algunos de sushombres a cazar conejos y pescar pecespara la cena. Habr de vivir el restode mis das de este modo tanmezquino?, se pregunt el caballero;acaso no podr ofrecerles nada mejor

  • a quienes me han demostrado sulealtad?. lvar Fez prefiri noacercarse a su seor, y permaneci ensilencio, porque comprendi que denada serviran aquella noche unaspalabras de consuelo. Saba que elcorazn de don Rodrigo rebosaba dedolor y angustia, y que su pensamientoestaba puesto en el recuerdo de doaJimena y de sus pequeas hijas. De repente, la tierra se ech a temblary los pjaros abandonaron con temor lasramas de los rboles. Un canto similar alos que suelen orse en las tabernaspasada la medianoche empez adistinguirse antes de que un pesadocarromato hiciera su aparicin en elcamino. Lo conduca un hombre de

  • piernas arqueadas que sacuda conenerga las riendas para animar lamarcha de sus dos desganados caballos.Tras el carro cabalgaban grupos dehombres armados que charlaban,discutan y se unan de vez en cuando alestribillo de la cancin del cochero. lvar Fez se incorpor de un salto ydesenvain la espada, imaginando que elrey haba enviado tropas para expulsar adon Rodrigo del territorio castellano.Pero el de Vivar abri sus brazos de paren par y salud al cochero con un gritode entusiasmo: Martn, bendito seis t y tu alegrealgaraba! Con tus canciones acabarspor despertar al rey, all en Len! Ques lo que te lleva a abandonar Burgos

  • cuando las tabernas estn ya abiertas?Vamos, sintate a cenar con nosotros site apetece beber agua y comer aire... El burgals Martn Antolnez baj delcarro y replic: Vaya, yo que tena la intencin decomer pollo asado y pan recin hecho...Veamos qu se puede hacer... Empezarpor aligerar el peso de mi carro, porqueen caso contrario reventar por lascosturas. Aqu hay provisionessuficientes para llevaros a vos y avuestros hombres a la India y volver! Acaso no has visto, mi queridoMartn, el edicto del rey que prohbe atodo el mundo ayudarme, cobijarme ofacilitarme vveres? Bueno..., vos ya me conocis, don

  • Rodrigo, y sabis muy bien que nuncaconsegu aprender a leer. De modo queel rey piensa confiscar mi casa? Puesque lo haga. Acaso voy a necesitarla siparto a la aventura con el seor deVivar? Que decide sacarme los ojos?...No lo har si le veo venir. Que decidecortarme la cabeza?... Hace falta algoms que eso para lograr que Martn dejede cantar. Y no soy el nico que piensaas: estos jvenes que he trado conmigosienten lo mismo que yo por el buen reyy su real edicto. As estn las cosas:nadie va a arrebatarnos las ganas deluchar a vuestro lado. Sabemos que latierra de los paganos est cerca, llena demoros sin Dios, sentados en sus castillosde oro, y esa cercana excita nuestro

  • nimo. Por eso os pedirnos que noshagis sitio alrededor del fuego cuandoacampis. Hay ms hombres, adems delos pocos que os acompaan desdeVivar, que quieren probar cmo lessienta el exilio all donde los inviernosson ms clidos. Aquella noche las fogatas delcampamento refulgieron con tantoesplendor que cubrieron las silenciosasaguas del ro con un manto de oro. DonRodrigo yaca en el suelo envuelto en sucapa y observaba el grato flamear delfuego a travs de sus prpadosentreabiertos. Pronto los maticesdorados dieron paso al reflejo plateadode la luna, que tambin acab pordesvanecerse en el cielo. A don Rodrigo

  • solo le quedaba un da para abandonarCastilla; cuando el plazo acabara, lastropas del rey caeran sobre l y sushombres y apagaran todas sus fogatas.Es un castigo tan severo por habertirado de una barba..., se dijo donRodrigo. Despus, el caballero cay enun sueo profundo y plcido, tan ornadocon visiones como un castillo conbanderas. So que el arcngel san Gabrielsurga de entre las aguas del ro y seacercaba a su lado. A contraluz de laluna, don Rodrigo percibi el goteo desus alas desplegadas. Dios te salve, don Rodrigo Daz deVivar. El da en que t naciste el mundoentero resplandeci y los planetas

  • bailaron en el cielo de puro gozo. Laclera del rey es fiera, pero tu brazo loes ms. El viaje que ahora emprendesaumentar tu grandeza en lugar demenguarla. As pues, levntate tempranoy viaja lejos. Los ngeles del cielo teacompaan y vuelan en el tremolar detus banderas al viento. Y, segn se dice, san Gabriel acaricila barba de don Rodrigo y toda sucabeza se rode de fuego. Cuando don Rodrigo despert, losprimeros rayos de sol iluminaron surostro. Se puso de rodillas para hacer laseal de la cruz, y sus dedos sedetuvieron en la punta de su barba: Juro ante Dios que ninguna navajatocar esta barba hasta que consiga

  • glorificar a Dios y obtener el perdn demi seor. Lo juro por mis hijas Sol yElvira.12 Y, sin decir nada ms, se puso en pie ysonri al amanecer del nuevo darecordando la hermosura de su sueo.

  • 3. Un vuelco de lafortuna Quin da esos golpes en la puerta,hermano Rachel? Van a derribarla! Ven a verlo t mismo, hermanoVidas.13 El hombre que estaba sentado a lamesa espolvore con arena el acuerdode prstamo que acababa de redactar,para que se secara la tinta, y luegodeposit la arena sobrante en un plato.Despus, se levant de la silla y caminhacia la ventana a la que estabaasomado su socio. Te he dicho cientos de veces que no

  • dejes escapar la luz por la ventana refunfu. Es que no te das cuenta delo que cuesta una vela hoy en da?Cierra los postigos de una vez! Pero es que alguien est llamando ala puerta y no s quin es. Fjate, haycaballos en la calle. Sabes muy bien que nunca abrimosla puerta cuando ha oscurecido, hermanoRachel. S, ya lo s, hermano Vidas: la luzse escapa. Y entran los ladrones, hermanoRachel. Pero afuera continuaron los golpescontra la puerta y Rachel y Vidas seinclinaron ms y ms, intentandodescubrir quin estaba abajo. De pronto,

  • el jinete prendi fuego a una antorchauntada con brea, y la llama comenz aarder justo debajo de las narices de losdos prestamistas. Rachel y Vidasencogieron la cabeza como las tortugas ycerraron los postigos con fuerza. Es l, hermano Vidas! S, lo he visto, hermano Rachel! No debemos hablarle! Recuerdaque el rey lo ha prohibido en su edicto!Si nos ven con l nos arrancarn lacabeza! Y nos sacarn los ojos! Y perderemos toda nuestrahacienda! Aterrados, los dos prestamistas seabrazaron con fuerza mientras donRodrigo segua llamando a su puerta.

  • Entonces Rachel grit: Es un honor que hayis venido avisitarnos, pero no podemos recibiros!Alejaos de nuestra casa, don Rodrigo!Recordad el edicto del rey! Escuchadme, buenos seores, estoynecesitado de consejo financiero respondi el caballero con una vozsonora que se colaba a travs de lospostigos. Por eso he pensado en misbuenos amigos Rachel y Vidas y me hedecidido a venir a veros. Los prestamistas se miraron entre s yapagaron las velas. Est mintiendo susurr Vidas.Don Rodrigo siempre nos ha odiado. Todo el mundo nos odia, hermanoVidas. Desde siempre.

  • Del otro lado de la ventana lleg elruido sordo de un pesado objeto al serdescargado desde los lomos de unamula. Se trata de mi tesoro! grit donRodrigo. Necesito depositarlo enalgn lugar seguro mientras dure midestierro. S muy bien que vosotros locustodiaris mejor que nadie. Aquellas palabras bastaron paraconvencer a Rachel y Vidas. Sinpensrselo dos veces, los dosprestamistas salieron corriendoescaleras abajo. Pero las prisas leshicieron tropezar con la multitud deobjetos que los dos hermanos habanarramblado durante aos en su casa, yRachel cay rodando por el suelo.

  • Cuando por fin les abrieron la puerta,Martn Antolnez y lvar Fezlevantaron del suelo un enorme balforrado de cuero repujado* y reforzadocon cantoneras metlicas, y loacarrearon al interior de la casa con laspiernas derrengadas, a causa de sudesmesurado peso. Al entrar don Rodrigo, losprestamistas le besaron la mano en sealde respeto. La mayor parte son objetos de orodijo el caballero mientras suba laescalera plagada de telaraas, perotambin hay algunos de plata y unascuantas joyas. De hecho, este balcontiene el botn que obtuve en miincursin por el reino de Toledo y lo que

  • reserv para m de los tributos del reyAlmutamid. Sin embargo, no hay en luna sola moneda, y comocomprenderis, necesito dinero paravestir y alimentar a estos jvenes quehan sacrificado tantas cosas paraseguirme en mi exilio. He aqu, pues, mipropuesta... Mientras don Rodrigo hablaba, Rachely Vidas examinaban atentamente el balque Martn y lvaro haban dejado en elsuelo. Con creciente curiosidad,manosearon sus refuerzos de metal,acariciaron el cuero del forro... ycomprobaron que un slido candado locerraba fuertemente. Deseo un prstamo de seiscientosmarcos14 durante un ao concluy don

  • Rodrigo. Os los devolver de aqu adoce meses junto con otros doscientosmarcos en concepto de inters y otrosdoscientos ms para agradecer ladeferencia que tenis conmigo al aceptarcomo prenda mi tesoro. Despus, medevolveris mi bal tal y como os lo heentregado. Y si vuestras andanzas no osproporcionan todos los beneficios queesperis? pregunt Vidas conaspereza. En tal caso, podris quedaros con elcontenido del bal. Si yo no os mandoaviso antes de la fecha acordada o no osenvo los mil marcos, el bal y todo eltesoro que contiene ser vuestro. Perohasta ese momento deber permanecer

  • cerrado. Buscando con desesperacin un rollode pergamino, Vidas desorden todoslos documentos que haba en elescritorio. Despus, empez a redactar atoda prisa el contrato de prstamo. Supluma rasgueaba con tanta fuerza queestuvo a punto de desgarrar elpergamino, y los dedos se le mancharonde tinta negra. Al cabo, Vidas esparcicera recin fundida al pie del documentoy luego se lo mostr a don Rodrigo. Este es el trato, caballero le dijoantes de volverse hacia su socio. Traeseiscientos marcos, hermano Rachel. Seiscientos, hermano Vidas? replic Rachel con desconfianza. S, seiscientos, Rachel. Levanta las

  • losas de la bodega y ya sabes... Vamos,aprisa. Al poco regres Rachel con el dinero. Aqu estn los seiscientos marcosdijo, al tiempo que se los entregaba adon Rodrigo. Cuando el de Vivar sali de casa delos prestamistas, la luna se encontrabaen lo alto del cielo. Quedaban pocashoras para que concluyese el plazo quele haba concedido el rey paraabandonar Castilla. El dinero de Rachely Vidas pesaba como un lastre en lasalforjas de lvar Fez y entorpeca elgalope de los jinetes hacia la seguridaddel destierro. Seguridad? se ri Vidas mirandoa su socio. El bastardo Rodrigo a

  • salvo en el exilio? Apuesto a que antesde un mes las espadas de los moros lohabrn destazado* como a un cerdo yhabrn aniquilado a todos susseguidores. No hay quien lo libre de unamuerte segura, pero a m me gustanegociar con hombres muertos. Y a fema que hemos hecho un buen negocio!Seremos ricos por el resto de nuestrosdas! Vamos a ver el esplndido tesoroque hemos comprado por seiscientosmiserables marcos! Busca un escoplo,*hermano Rachel. Ahora mismo, hermano Vidas. Con la ayuda del escoplo y de unmazo, Rachel y Vidas hicieron saltar lacerradura del bal de don Rodrigo. Sinembargo, al concluir su trabajo, los

  • usureros se llevaron la sorpresa y eldisgusto ms grandes de su vida, pues enel interior del bal no haba ms quearena. Haba suficiente arena como pararellenar las tinajas de donde habansacado el dinero. Hemos pagado seiscientos marcos,hermano Vidas! Seiscientos marcos, hermanoRachel! Por un bal lleno de arena! Ojal los moros le escupan a lacara a ese bastardo despus derebanarle el pescuezo! No he mentido argument donRodrigo con voz sombra mientras lvarFez se rea a mandbula batiente:ese bal contena todas las riquezas queyo guard para m de los tributos del rey

  • Almutamid. Es bien cierto... ri lvaro. Cmo los habis engaado! aadi Martn Antolnez con unacarcajada. Es la pura verdad afirm donRodrigo con gesto grave. Mentirhabra sido un pecado. Al or aquellas palabras, los amigosde don Rodrigo dejaron de rer yasintieron con gravedad; pero, depronto, lvar Fez balbuci algo ytanto l como Martn volvieron adesternillarse de risa. A medianoche, los jinetes cruzaron losenmaraados picachos que formaban lafrontera de Castilla. En el mismoinstante en que la condena del rey

  • Alfonso haba de hacerse efectiva, donRodrigo y los trescientos hombres que leseguan coronaron una cumbre. A suspies, pudieron ver un valle profundo ylleno de rboles, apenas iluminado porla luz de la luna. Desde all se extendaAlandals, el territorio poblado por losmusulmanes que todo cristiano seconsideraba con derecho a recuperarpara su rey y su fe.15 Sobre todo ahoraque haba cado bajo el poder del rey deMarruecos y que sus tropas, losexaltados guerreros almorvides,16 deoscura tez y bruscos modales, ocupabanlas principales plazas andaluses.* Esa misma noche, don Rodrigo y sushombres descendieron de la sierra deMiedes hacia el espacioso valle del

  • Henares. Lejos, en la distancia, brillabala ciudad amurallada de Castejn.17 Veis ese valle entregado en brazosde la noche? dijo don Rodrigo.Pues, cuando llegue la madrugada, lanoche se rendir al poder del da sin quemedie lucha alguna. Del mismo modo, laciudad que veis ah abajo se encuentraahora en poder de los moros, peromaana por la tarde pasar a manoscristianas sin que apenas medie el brillode una espada. Los habitantes de Castejndespertaron con las primeras luces delda. El valle amaneci cubierto por laniebla, pero el sol de la maana no tarden dispersar la bruma bajo la atentamirada de los centinelas emplazados a

  • lo largo de la muralla. Unas manosmorenas se encargaron de abrir laspuertas de la ciudad, como habasucedido todos los das desde hacasiglos, despus de que los moroshubieron ocupado Castejn. Sinsospechar que don Rodrigo y sushombres los vigilaban, los campesinossalieron de la ciudad a pie o en jumentopara atender las cosechas que crecan enlos campos colindantes,* para cortarlea en la penumbra del bosque y paraalimentar a los animales que aportabanuna pincelada de color al paisaje.Pronto la ciudad qued desierta sin quenadie pensara en cerrar las pesadaspuertas de la muralla o en aguzar lamirada para descubrir entre las sombras

  • de los rboles a los guerreros que sehallaban al acecho. Los centinelas quelos divisaron apenas les prestaronatencin, y pensaron con indiferenciaque tan solo se trataba de ciervos. De repente, como una manada delobos que se lanza a la carrera paraatacar a un viajero, don Rodrigo y ciende sus hombres emergieron armados deentre los rboles, galoparon con furiahacia la muralla de Castejn y entraronarrebatadamente por las puertas de laciudad. Los cascos de los caballoshacan saltar chispas de los cantos queempedraban las calles, y las hojas de lasespadas levantaban astillas de laspuertas de las casas como los cuchillosque sajan los alcornoques y hacen correr

  • su savia. Sorprendidos por la algarada,*los centinelas abandonaron a toda prisasus puestos de guardia, se encontraroncara a cara con los ollares* espumeantesde los caballos y quedaron ensordecidospor el estrpito de bridas* y bocados* ypor los gritos de los guerreros queclamaban: Castejn para Dios y don Rodrigo! Los centinelas estaban desprovistos dearmadura, vestan tan solo unasvulnerables* camisolas de lana y notenan a mano sus cortos alfanjes.* Susojos oscuros parecan ribeteados poruna sombra azul de terror y sussandalias les hicieron tropezar en losguijarros y caer bajo los cascos deBabieca. Despavoridos,* aquellos

  • soldados moros subieron al torren delcastillo gateando en desorden. Una vezarriba, corrieron el cerrojo, y asquedaron prisioneros en su propiaciudad. Entonces don Rodrigo rode eltorren con sus cien hombres y muypronto el silbido de las flechas semezcl con los gritos de terror que losmoros proferan tras los gruesos murosde la torre. Fuera, en los campos, los labriegosmoros que trabajaban con el trigo hastala cintura sucumbieron uno a uno antelas espadas cristianas como remerosarrastrados hacia el fondo del mar poruna corriente inesperada. El pastor queandaba buscando a una ovejadescarriada se desplom tras el silbido

  • del acero, el gan* que sembraba colesen un huerto levant los ojos de la tierrapara encontrarse con una espadacastellana en el cuello, y las mujeres quelavaban la ropa a la orilla del ro vieronreflejados en el agua los rostros de ungrupo de guerreros cristianos que sehallaban de pie a sus espaldas. lvar Fez llev al castillo a susprisioneros para encerrarlos tambin enel torren. Habis batallado bien, seor ledijo a don Rodrigo. Y vos mejor que bien, viejo amigocontest Rodrigo Daz. Voy aasignaros una quinta parte del botn queobtengamos en la ciudad. Imitando un gesto propio de su seor,

  • lvaro irgui la cabeza y se pas unamano por el cabello alborotado. No tiene importancia concluy.Me he limitado a conducir ganado, asque no pienso aceptar ni el brillo de unaespuela hasta que no lleve a cabo unaverdadera hazaa a vuestro servicio, unaproeza que maraville a los cortesanosdel rey Alfonso y a mis amigos desiempre. lvar Fez no era una excepcin enel ejrcito de don Rodrigo, pues todossus hombres entregaron con indiferencialas riquezas que haban encontrado enlas casas y los objetos de valor quehaban arrebatado a sus prisioneros. Eracomo si nunca hubieran experimentadosed de riquezas, como si la mejor

  • recompensa imaginable fuese servir alseor de Vivar; por eso apilaron en elpatio del castillo las lmparas y lasmonedas, los mantos de piel y losanillos de plata, los candelabros de oroy los vestidos de seda. Don Rodrigodividi el botn en trescientas partesiguales y las entreg a sus hombres enconcepto de soldada,* sin reservarcantidad alguna para s mismo ni para suleal lvar Fez. Entonces aquellosaguerridos soldados miraron a su seorcon la devocin que un perro siente porel hombre que cada da le da de comeren su mano. Don Rodrigo iba aconvertirlos a todos en hombres ricos:por esa razn haban abandonado suscasas, sus familias y su buen nombre y

  • haban seguido al caballero de Vivar ensu exilio por tierras de infieles.18 Ya habis encontrado un nuevohogar, don Rodrigo dijo Martnntolnez mirando con desdn lasausteras casas de Castejn. Aqu no hay agua replic el deVivar, contemplando la ciudad desde lasalmenas del castillo. Y adems, estelugar se agarra a Castilla como unazarza a los faldones de una capa. A miseor, el rey don Alfonso, podradesagradarle tenerme tan cerca, y quizse sintiera tentado de atacarme. Adems,si no hay agua intramuros,* cmopodramos resistir en caso de que elenemigo nos cercara? Decidme, quciudad es aquella que se vislumbra all,

  • al fondo? Los castellanos lo ignoraban, de modoque fueron a buscar al gobernador morode la ciudad, que se hallaba en eltorren de prisioneros, para querespondiera a la pregunta. Era unhombre de pequea estatura, con elpecho hundido y los hombros cados. Seacerc a don Rodrigo con la cabezagacha y una sombra de pesar en los ojos. As que voy a ser yo el primero enmorir? dijo con tristeza. Apuesto aque no dejaris con vida ni siquiera a unnio para que nos llore. Qu ciudad es aquella que sedistingue en la distancia? leinterrumpi don Rodrigo. Aqulla? Es Hita. Vais a matar

  • despus a los hermanos que viven enella? Qu rescate estaran dispuestas apagar las buenas gentes de Hita por estaciudad y por quienes vivs en ella? No se trataba de una propuesta enfirme, pues don Rodrigo no haca msque pensar en voz alta; pero un destellode esperanza ilumin el rostro de suprisionero. No acaba de agradarme Castejn sigui diciendo. No es el lugar queelegira para acabar mis das. Pero, porqu estas hermosas casas han de quedarvacas? Sera mucho mejor que todosvosotros volvieseis a vivir en ellas,como si nada hubiese ocurrido... Demodo que quiz sera conveniente que os

  • dirigierais a los habitantes de Hita y lessugirierais que contribuyesen a mantenera mi hueste. En tal caso, yo seguira micamino y todo el mundo quedaracontento. La felicidad del moro no conocilmite. Se arrodill, bes la mano dedon Rodrigo y le dijo: No puedo creer que seis cristianoal igual que el despiadado rey Alfonso,pues tratis a los prisioneros con tantagenerosidad. Est claro que no profesisla misma religin que los crueleshombres del norte. Sin duda, algo desangre musulmana corre por vuestras... Marchaos lo interrumpi donRodrigo en tono de desaprobacin. El moro obedeci al instante, galop

  • hasta Hita y negoci un rescate de tresmil marcos de plata por Castejn y porla libertad de todos sus ciudadanos.Cuando don Rodrigo tuvo el dinero ensus manos, lo dividi a partes igualesentre sus trescientos seguidores y ordenque el torren de los prisioneros fueseabierto y que los habitantes de Castejnse reunieran en el patio del castillo parapoder dirigirles unas palabras. Os libero les dijo para que nopodis pensar mal de m ni de mi Dios.No quiero enemigos a mis espaldas. Hedecidido vivir los das que me quedanen un lugar no muy lejano de aqu: laciudad de Alcocer. Si entre vosotros hayalgn guerrero que quiera unirse a miejrcito, tendr, como es natural, su

  • parte en el tesoro que se obtenga cuandola ciudad caiga en mis manos. Murmullos de sorpresa barrieron elpatio como la brisa barre el trigal. Caras oscuras entre rostrosblancos? exclam una voz. Moros y cristianos juntos? inquiri otra. Don Rodrigo esper a que se hiciesede nuevo el silencio. Por qu no? pregunt al fin.Ningn caballo juzga a su jinete por elcolor de su piel y s por la fuerza de susrodillas y por su modo de manejar lafusta. Nada me importa el color de losrostros. Solo juzgo a un guerrero por lafortaleza de su espritu y por el poder desu espada. Odme bien: vamos a formar

  • un ejrcito que sea el azote de lapennsula entera... Y pens para s: ...excepto del reinode don Alfonso, cuya gloria siga Diosaumentando a cada instante. Los moros de Castejn aclamaron adon Rodrigo y, desde aquel da, en elejrcito del caballero de Vivar hubotambin guerreros musulmanes.19Rostros plidos y rostros aceitunados semezclaron en l como los azulejosblancos y negros en los hermosos patiosde Crdoba.

  • 4. El sitiador sitiado La ciudad amurallada de Alcocer selevantaba sobre un desnudo y ven tosoaltozano donde no haba rboles quepudieran ocultar el avance de donRodrigo.20 Un ejrcito de seiscientoshombres, adems, no poda pasardesapercibido, y el rumor de supresencia no tard en correr como laplvora. Los habitantes de Alcoceroyeron decir que las huestes de donRodrigo se acercaban y cerraron a cal ycanto las puertas de la ciudad, de modoque sta no pudo ser tomada por mediode una carga audaz y rpida, como haba

  • sucedido en Castejn. Don Rodrigo se vio obligado, pues, aacampar con sus hombres ante lasmurallas de Alcocer y a poner cerco a laciudad. Los das fueron transcurriendo, ydurante varias semanas no entr un solocarro con alimentos en la plazaasediada, y a sus habitantes no se lespermiti bajar al ro a llenar una solajarra de agua. Un sol ardiente castigabapor igual a sitiadores y sitiados y, sinembargo, los hombres y las mujeres deAlcocer no se rendan. Deban dedisponer de un pozo en el interior de lasmurallas, porque, si bien un hombrepuede desafiar el hambre durante ciertotiempo, cualquiera vendera su alma aldiablo por un sorbo de agua despus de

  • no haber bebido durante unos pocosdas. Una noche, don Rodrigo se sent juntoa lvar Fez y, tras permanecer un ratosumido en sus pensamientos, le dijo entono confidencial: El rey sin Dios de Marruecos estahora ocupado con sus guerras civiles,pero eso no va a durar siempre.Tenemos que tomar la ciudad oretirarnos antes de que Marruecos envesus tropas contra nosotros. Y qu vamos a hacer, donRodrigo? pregunt lvar Fez. El de Vivar levant la vista y sonricon un gesto de triunfo: Ambas cosas dijo. A la maana siguiente, las hambrientas