21 PERSONAS BICHOS Y COSAS QUE CONOZCO Y ME PARECEN EXTRAÑAS

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Trisomía del 21... Escucho voces todo el tiempo y a partir del primer año de estudios de diseño se ha puesto crítico. He intentado ser vegetariano, soy cinéfilo extáti- co, Kafkiano, dibujante empedernido, cínico, Papamija, siniestro... Se me hace divertido escribir, escribir lo que las voces me dicen. Realmente sé que tengo problemas de socia- lización, comunicación y afectos con los más cercanos (con una efectividad del 99% [rarísimo]) (Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia feliz o amarga) [email protected] - [email protected] www.escuelaroidromo.blogspot.com

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RELATOS CORTICOS, CUENTOS BREVES, HISTORIAS CHIQUITAS,

Transcript of 21 PERSONAS BICHOS Y COSAS QUE CONOZCO Y ME PARECEN EXTRAÑAS

Trisomía del 21...Escucho voces todo el tiempo y a partir del primer año

de estudios de diseño se ha puesto crítico. He intentado ser vegetariano, soy cinéfilo extáti-

co, Kafkiano, dibujante empedernido, cínico, Papamija, siniestro...Se me hace divertido escribir, escribir lo que las voces me dicen.

Realmente sé que tengo problemas de socia-lización, comunicación y afectos con los más

cercanos (con una efectividad del 99% [rarísimo])

(Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia feliz o amarga)

[email protected] - [email protected]

1a - Caluroso apretón de manos ............ 511 - Una lucecita en la casa de nadie ..................................... 61 - Curiosidades levadurosas de Ponqué ............................................ 7 2 - Gregorio realmente está loco ......... 112a - Un retrato hablajiado .................... 153 - Noctámbulo con sobrepeso apuciento ........................................... 164 - Autóctonos extraterrestres come ollucos ..................................... 195 - Espionaje extraterrestre aviar ......... 246 - Iconoclasta acuática con siglos de antigüedad .................................... 277 - Orden Alquímicoexistencial y competencia Quimicódroma ....... 32

20 - Recórcholis sambomba un tricéfalo con bombas ....... 37 - 748 - Una máscara de Guacamondallo y el perro Emp .................................. 389 - El campo, una sola mujer y la música ......................................... 4010 - Trastorno Nicolás maniáco sorpresivo ........................ 4419 - Elefe felicidad dad al corazón jeje jeje .......................... 4912 - Canino a cuadros con ladridos plus ultra terrestres ........................ 5113 - Recomendaciones zapotes isasa isasa ......................................... 5414 - José y Nubïfer un amor para no creer .................................... 5815 - Efemérides de papel arrojada al vacio ............................. 60

Trogetziso .............................................. 6216 - Occiso añoso parlanchín cangueloso ...................................... 6417 - Can cansado asado y cuelli largo ....................................... 6718 - La fabulosa herencia de la tía Margoth ................................. 7021 - Roidrocentrismo divergente gente ............................. 76 ñapa 1 - Por qué? ................................... 80ñapa 2 - Nota ......................................... 84

Conozco, aunque en sueños a un tipo que no tiene cabeza y sí, aunque quisiera sentarme y gritar que ello es imposible, que no se puede vivir

así, que la gente necesita cara para conocerlas, que cómo rayos va a expresar sus ideas, con qué cara se va a presentar cuando la ha em-

barrado, a qué conocido se parece y cuánta confianza provoca esto, quién se parece a él y en qué…?

No es esa la necesidad que surge con este caballero, se trata más bien de la confianza que inspira el apretón de sus manos, la cara que le queramos poner, la confianza que sea que deseemos asignarle, el tono de voz que sale del pecho parece más sincero por la cercanía de éste con el corazón, la ausencia de un peinado que no nos obliga a dis-traernos por la moda o el perfil sicológico que otorga un peine, gel, barbera y color de cabello…

No puedo decir que sea una bonita persona ya que esa aprecia-ción está atada a una tipología fisionómica, no, es una perso-na descabezada que no es menester ver a los ojos, se confía en él.

Se confía.

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Hace poco encontré un pequeño agujero en la puerta de la casa imaginaria de Claudia. Pregunte por el detallito y todos los translucidos habitantes callaron sobre este tema particular en esa casa. La sorpresa con cara de terror llegó cuando constate que todas las puertas rojas, verdes, violetas y na-ranjas tenían agujerillos, rendijas…

Pregunte qué hacían cuando aparece el fulgor, cómo asisten a la persona que de manera imagi-naria se encuentra en el cuarto.

Responde una voz dentro de mi cabeza en tono chistoso:

-Entre todos abrimos la puerta y sacudimos

a la “víctima” para sacarla del letar-go, le damos agüita y ya. Lo que pasa es que el resplandor éste nos quita la memoria, sólo estamos consientes de cuando brilla, y cuando alguien nos da agua. No más.

_________________________________

Obviamente no le creo ni cinco a las locuras de Claudia, pese a que escu-cho en mi cabeza a los moradores de esta casa. Y nunca pude corroborar este misterio. Nunca porque Claudia se marchó después de terminar su carrera

de fisioterapia.

– Lo que pasa es que en esta casa ocurren cosas ex-

trañas – me dijo Martha (el alter ego de Claudia), es

decir la hermana de Claudia, la que manda en esta

casa – A veces aparece un extraño brillo en cualquiera

de los cuartos, con frecuencia en el mío, el brillo deja

muda a la persona que esté en el cuarto...-

Ponqué, sí, bien, es un apodo bastante con-vencional, sin em-bargo, éste no ema-na de algún episodio

y/o anécdota dulce y levadurosa, más bien es un

asunto ruidoso y complejo perdido en la hecatombe infinita del tiempo que trans-curre de manera avasalladora.

Se le dice ponqué, según mi memoria traidora me lo indica, por un trozo de ponqué que un día compró en la tienda donde antaño nos reuniamos los vagos del barrio, efectivamente lo que compró ese día no era un ponqué, se trataba, más bien de un pariente cercano del ponqué

en la gran familia de los levadurosos y ha-rinosos productos de panadería: un pas-tel… insistía él en que se trataba de un ponqué y su insistencia fue tal que asenti-mos al unísono que se trataba de un pon-qué. Otra de las posibles razones por las cuales se le llama ponqué es su abruma-dora cara simpática, sus dientes desorde-nados y grandes que siempre están siendo mostrados en la más carismática sonrisa jamás imaginada, sus ojos pestañudos y claros cuya candidez provoca ensoñación: “tonces qué ponqué de cereza”, le decían hace algunos años, ahora sólo se le dice Ponqué. Son unas de las posibilidades, la más acer-tada pudiera ser que pertenece a una fa-milia de panaderos y él era quien, en un

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canastico salía a vender ponquecitos por todas las casas del barrio, creo que esa es la más fuerte razón de su apodo.

Ahora no le veo sonreír con frecuencia, generalmente usa camisa a cuadros, digamos que es el tipo de camisas estándar y, digamos también: poco costosas; la camisa la usa por dentro del pantalón y su correa es, digamos nuevamente sencilla y poco lujosa, sus zapatos, a la par con la correa gozan de la misma apreciación. No pretende llamar la atención, excepto la mía.

Cuando éramos niños, tal vez hace ya más de 20 años, estába-mos en la cancha, ésta persona se enojo conmigo, me enfrentó y

creo que en esos días e incluso hoy poseo cierta ventaja en peso y estatura, y sin embargo prometió matarme de una manera bastante siniestra que consiste en saltar sobre mi pecho, acto seguido arran-

carme toda la cara con sus dientes y al encontrarse con el cráneo romperlo con su frente… cuando el cuerpo inerte repose ensan-

grentado en el pasto polvoriento de la cancha, -dijo, -te voy a

patear hasta que me sangren los pies, el derecho más que el izquier-do, nadie te va a defender de mí, no habrá quien pueda contenerme de la paliza que te voy a dar, después de la golpiza ¿Quién se atreve-rá a ver como quedó el cuerpo, quién se acercará a reconocerte, a reconocer la masa sangrienta en la que te voy a convertir?

Dado que éramos niños jamás le creí su terrorífica actuación y has-ta ahora no la ha cumplido y espero que no lo haga, sus dientes siguen siendo grandes y ha subido considerablemente de peso. En el fondo temo su amenaza.

En la misma calle en la que vivo, Doña Pola vende minutos a todos los destinos a 100 pesos, tarifa bastante cómoda y apetecida; Ponqué se la pasa todas las noches dilapidando el sueldo que gana en la des-pachadora electrónica en donde trabaja, su horario es bastante rígido, y parece extasiarse en estos momentos de telecomunicación, habla sin cesar y sus ojos brillan conmocionados, se altera su problema de dic-ción y la persona al otro lado de la línea le cuelga, seguidamente su

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y advertencias con aquellas telefónicas amantes se disuelve en improperios e in-jurias, maldiciones increíbles que él pro-mete realizar con sus propias manos…

El Ponqué que infatigablemente cada día habla con su voz aguda y dis-

fémica me asusta pero la reite-ración de ésta circunstancia me tranquiliza y nuevamente cada noche vuelvo a tener miedo por su infantil y bien recordada amenaza de morder

mi cara. Sólo deseo que jamás una de sus amantes le rompa la

calma y saque de su armonía. Ello significaría que me mate como prometió. ¿A cuántos habrá jurado matar?

frustración pronunciativa le deja mudo, reanuda la conversación y con calma lo-gra un poco más de tiempo al aire. Llama todas las noches, todas las noches habla con Katherine, Isabel, Margarita, Mi-lena, Sara y Jaqueline, con cada una de ellas parece tener un idilio apenas concebible, sus ojos se escarchan y las manos le tiemblan, con la mano li-bre despeina su cabeza y revi-sa constantemente su bolsillo delantero izquierdo y pone en orden las monedas y billetes que posee sobre el andén de la casa de doña Pola. Ésta situación es constante, y sólo tiene sentido ya que sus amenazas

Gregorio es un chico bastante atento a su carrera de literatura, lee con ahínco, es-

cruta entre líneas con lujuria y posee un gran

talento para preparar comi-das que descubre en los libros de cocina que tiene su tía Margoth. Pudiera hacerse pasar por una persona normal ya que le gusta la televisión y juega fútbol, está ena-morado de Tatiana y ella en cierta medida le corresponde, le corresponde porque es un buen muchacho y se hace querer con cierta facilidad que es lo único sospecho-so en él a primer golpe de vista.

Sin embargo, en nuestro pequeño grupo de amigos con los que jugamos fútbol,

vemos películas y de cuando en vez nos embriagamos, son poco frecuentes estos momentos.

Gregorio en la dimensión de la alteración etílica nos hace confesiones, nos cuenta secretos de carácter, digamos, inconfesa-bles. Recuerdo en este momento tres y todos ellos son aterradores en sí mismos, pues los cuenta él; levanta los brazos con fuerza y los baja inmediatamente y levanta con mucha más fuerza, desorbita sus ojos, el derecho un poco más, nos enseña sus dientes en un grito gutural y sin embargo pueril…

- Me baño, exclusivamente sólo una vez por semana…

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- ¿Cómo lo logra?- nos preguntamos y luego uno de nosotros se lo pregunta y él nos indica un desodorante que carga en su maletín y luego saca otro desodorante y después de unos segundos ha sacado más de 8 tipos de desodorantes en apariencia idénticos y sabe de memoria que caracteriza a cada uno de los productos, pareciera un químico por la pericia con que habla.

- …tengo buenos desodorantes, cabello corto, y buena higiene física razón por la cual no necesito bañarme a diario, además como jugamos sólo una vez a la semana es esa la ocasión ideal para bañarme…-

Guarda silencio un momento y con sus dedos inquietos busca debajo de la cama o detrás de la puerta algo para tocar, si encuentra la guitarra de Toño, ha de interpretar Mil kiló-metros de Lucha López y si encuentra la armónica interpre-ta entonces Your time is gonna come de Led zeppelin.

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- Creo que hay vida en otros planetas… incluso en otras dimensiones, me consta ya que tengo amigos en Marte, pero, ellos le llaman de manera diferente a su planeta, es decir, le llaman como realmente se llama y así ha de ser porque ellos son oriundos de ahí, se llama Zaluidu y se les llama Zaluidus. Tengo información compleja de su existencia…

Se queda callado. Con extraños intervalos, parpadea con gran velocidad y lentitud, se desata los zapatos y con ellos en cada mano se para de brazos y camina por toda la sala mientras nosotros, conteniendo las carcajadas y las lágrimas nos mira-mos una y otra vez y damos gracias desde el fondo de nuestro ser por tener a Gregorio sólo para nosotros, por la gracia di-vina de ser lo que es…

- Soy un holograma… porque puedo atravesar paredes y con un leve parpadeo puedo cambiar toda la ropa que llevo puesta

¿lo ven?-

Parpadea de a pocos y levanta mucho las cejas, nosotros desde la ignorancia que nos ha caracterizado desde antaño, no podemos ver su truco exquisito, compri-mo los dientes y mis ojos se escarchan para poder apreciar el espectáculo y eso es todo lo que puedo hacer…

...Además no tengo padres ¿Cómo se explica de dónde putas llegue, cómo nací y por qué…?

Secuestra mucho aire en sus pulmones y con las manos en la rodillas empieza a buscar con la mirada un punto fijo en la sala, al no encontrarlo baja la cabeza y llo-ra, llora, llora y ríe mientras grita algo que nunca consigo entender…

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¿Los hologramas pueden llorar, las lágri-mas son reales y mojan al proyectado y espectral Gregorio? Para que los hologra-mas se bañen sólo una vez a la semana debe ocurrir algo que espero nos confie-se pronto…

¿Será nuestro amigo un habi-

tante de Zaluidu que transmite

desde el aburri-miento de ese planeta?

Cuatro grandes patas, cuatro dedos en cada una de ellas, dos fuertes brazos en un tronco que sale del cuello del primer

cuerpo, con cinco dedos en la mano con que termina este par de extremidades, dos ojos en la única cabeza, la segunda cabeza no se pudo desarrollar y se le

cayó, una nariz en la mitad de la cara que debajo tiene un agujero lleno de dientes, una lengua y encías

todo bañado de saliva. Una gruesa hilera de cabe-llos que va desde la frente hasta la cola de marrano,

pasando por la espalda del segundo tronco y el lomo gordo de cuadrúpedo que le puse. A cada lado de la cabeza tiene una oreja, pequeña y sin aretes, sin patillas, con grandes pómulos, cuencas y arcos cigomáticos. Mu-chos, muchísimos músculos y la mirada serena. Patas traseras fuertes como las de un elefante adulto, dibujado con bolígrafo y mucha paciencia.

Un retrato hablajiado.

Don Apucio es el vigilante del barrio, lo vigila gratis, bueno, de una u otra manera se le remunera con ropa y víveres su labor tan noble

y necesaria en el mundo lleno de miedos en que vivimos. Parece que tiene más de sesenta años, sus rodillas no le obe-decen como desea y la pelvis está

fragmentada en ocho partes que de manera milagrosa se equilibran

entre sí, razón por la que su caminar es bastante lento y su voz, que le implica mucho esfuer-zo, sale por una boca seca y recalcitrante que no hace juego con la nariz que sobresale por entre todo su rostro, tiene los ojos pequeños y los parpados están bastante caídos, demasiado caídos y así como son, son negros, las ojeras ocupan gran parte de su cara, no es agradable verle de cerca; mide me-nos de ciento cincuenta centímetros, supon-go que de ser más alto sus pobres piernas

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no soportarían el peso, con sólo 150 centímetros pesa, al verle recorrer las calles en la noche, tal vez unos 90 kilos, es un conjunto gracioso, pero al observar con detalle cada una de sus partes uno siente miedo y debe dejar de contemplar.

Vive al final de la calle en que yo vivo, vive sólo, ¿será tan delicada su situación que está obligado a trabajar en tan in-grato oficio?

A este caballero de apariencia tan noble, tan iftorizueca, tan fullfida no se le debe creer ni una sola cosa de lo que dice, en parte porque su lenguaje que es a base de pitidos de silbato protervo y pernicioso para los sueños que cada vez se alejan de la calma, es un farsante. Estoy convencido que su existencia no es más que un ardid existencial para no dejar dormir, para aterrorizar a los que podemos dormir. Cuen-tan que en su casa, los que han logrado salir de ella tras la invitación de don Apucio, casi que no pueden hablar sobre el particular espanto de los adornos

sonámbulos, la decoración noctámbula de este añoso e inconfun-dible gordinflón.

Bien, todo lo tiene diseñado para vigilar nuestro sueño cada vez más escaso, cada uno de los pitidos de su herramienta salival mata un sueño…

- Estoy más allá de los sueños de cualquiera de los mo-radores de estas calles y casas, los perros me ladran, las garrapatas no me desangran, los zapatos me son indi-ferentes, los payasos son a blanco y negro a las 4:49 de la mañana, los ladrones parecen conejos hocicones que mi bolillo y pito desean cada vez con más fuerza, más sangre y más frenesí golpear; a veces dejo que se acer-quen un poco a las casas y que intenten robar, es más: que roben. Yo siempre estoy presto a volverlos mierda basán-dome en la simpleza de las patadas y los silbidos...-

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1919

No conozco muy bien a Dor-mira y sin embargo puedo constatar su locura en re-lación a algo de lo que, en ella es un tema constante y se convierte en un proble-ma, en lo que le establece como desequilibrada, fatua social, hirsuta dicharachera, maliciosa romántica y presumida psicótica.Dice ella con frecuencia lo siguiente y siempre todo al pie de la letra, como un guión aprendido de memoria, yo, sé mi parte del dialogo, y es así:

-Me llamo Dormira, y sí, sé que se trata de un nombre extraño,

hasta ahora no he dado con el origen del nombrecito

este, una termina acos-tumbrándose al nom-bre, meros asuntos de identidad, supeditada y

todo, pero al fín y al cabo identidad.

Mis apellidos son normales, comu-nes, hasta me resultan popularísi-mos: Soy de la familia Albornoz por parte de mi padre y Quinayaz por parte de mi señora madre, ella es de la parte sur del departamento del Cauca y mi papá es de la parte central, nací aquí en Popayán y bue-no, eso es lo que me han querido

hacer creer, pero sé que es diferente, las cosas no son así de sencillas, verá, mis dientes por ejemplo, no coinciden con el orden que es común en las dos familias, se trata de otra dis-posición lineal, de otras propiedades dentales, el color de mis ojos es vino tinto, sí, jamás alguien los verá porque mi papá me hace usar lentes de contacto desde los 5 años, es incomo-do pero práctico, dice él que la gente no comprendería éstas cosas y probablemente algún sacerdote intentaría exorcizarme, o delatarme ante el Vaticano, por supuesto que es mera esqui-zofrenia, pero ya me metió el miedo. Mi cabello es de color verde limón, claro, en éste momen-to lo tengo tinturado, si le contara las terribles penas que padecí por el terror que mi mamá me implanto sobre mi cabello: ¡¡¡usted no es hija mía, usted es el demonio!!! He investigado y en diferentes culturas los cabellos de color distinto a los negros, castaños claros u oscuros, rubios, ro-jos, etc. el verde es considerado santo, por su relación con

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el verde de las plantas, eso sólo con lo del cabello. No me interesa estar levantando sospechas y soperutanos comen-tarios, bueno…

Se queda callada y con un ritmo re-conocible de pies me indica que debo hacer la pregunta precisa para poder continuar su historia; ya una vez me negué a que avanzara con su loca fic-ción, ello la enojo y como es altísima, me enfrento y estuvo cerca cerquita de pegarme… Bueno, la pregunta es: ¡Pues sí, su mer-ce es bastante rara! ¿Y usted es la más alta de la familia?

Sí, soy la más alta. Mi estatura es extraordinaria, mi supuesta familia no pasa de los 170 centímetros, yo mido 185 centímetros y he busca-do con esperanzas una y otra vez más escasas a alguien en las fa-milias con mis características que tienden cada vez ser únicas…

Nuevamente se queda callada, pone cara de convencida, mira con solemni-dad por encima de mi cabeza a lo que sea que esté detrás de mí y me pregun-ta: -¿Vos no me crees, cierto?- Me quedo calladito, le digo que eso del cabello no se lo creo, que jamás le he visto una

1921

raíz verde por ahí y lo de los dientes, pues, suele pasar, lo de los ojos sí que me parece el colmo, le digo –a ver, quitase los tales lentes que tiene, si pillas que son puros embus-tes…- me mira fijamente y arruga levemente las cejas, los ojos se le congelan e intenta levantarse, la tomo del brazo, forcejeamos un rato y ella se calma, luego ríe, me dice: -Essssstúpido, un día de estos vas a extrañar mi amistad…-

Nuevamente debo continuar con su jueguillo que cada vez me parece menos divertido. La pregunta para continuar es:

Ajá ¿y de dónde cree que es usted?

- Pertenezco a la tribu milenaria de los Suns li-la-le, viven en la parte alta e inaccesible de la zona volcáni-ca andina de Colombia, en los Coconucos. Ellos me

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tienen que dar las indicaciones para llegar hasta allá. Espero que al tener 25 años pue-da regresar con mi gente donde todos so-mos normales.

Eso es todo… me da un puño en el hombro y se inventa algo para irse, me deja intrigado con sus asuntos de tribus de cabellos verdes, ojos vino tintos y gran estatura, es decir, tiene 22 años y ya pronto podrá reunirse con…con esos de los que habla, espero no morir an-tes y esperar a que desaparezca al completar el cuarto de siglo, mi único deseo es que ésta idiota no vaya a suicidarse según el tonto ejemplo del gafufo vallecaucano ese.

Y ya, sólo eso.

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Por asuntos balonces-tísticos conozco a Julio

y de Julio conocí a Dolly, me parece que esta pequeña

señorita a logrado lo que muchas chicas deberían tener e incluso hacer alarde de su plena posesión, y no fijarse en sinvergüenzadas reduccionistas de género, onomatopeyas machistas, pi-ropos misóginos o improperios falocén-tricos, concentrarse en la plenitud de la feminidad, que asqueroso si todos fuéra-mos hombres.

Nada de estos ademanes que por cierto son la muestra digna de los caballeros poco talentosos para el trato femenino,

según palabras de la misma Dolly, le han logrado sacar de casillas o alterarla tan si-quiera un poquitín de sus correctísimos cabales de cortesía y benignidad.Dolly lleva más de 14 años en el com-placiente baloncesto, juega tres días a la semana, sale a correr cinco veces por se-mana, natación en la noche tras cada jue-go de baloncesto, pesas y cardio 4 veces a la semana; para asegurarse el dinero ne-cesario para sobrevivir se emplea medio tiempo como contadora de una pequeña empresa exportadora de artesanías hechas a base de cuero de cerdo. Nada raro has-ta ahora… pero ella dice que ésta es sólo su fachada para desmantelar una pútrida factoría procesadora de carne de gallinas yulitzas, cuya carne es, entre otras cosas

peligrosa para el consumo humano, cuenta que la raza de gallinas fue introducida por un comer-ciante despiadado que viajo ilegalmente al planeta Yulit y en su retorno trajo consigo el misterioso animal.

- ¿Cómo se le ocurre a este pendejo traficante comerciar con esas gallinas…? el problema es grave, casi que estaríamos hablando de una guerra inter-planetaria, y este planeta no tiene cómo, siquiera, defenderse de los yulitzos…

Por otro lado es necesario precisar que Dolly se compor-ta de esta manera tan “fémina”, para no llamar tanto la atención, dice ella:

-Este tipo de comportamientos son fácilmente reducidos a clichés seudomediáticos de nuestra era, a arquetipos típicos

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de la era de la estandarización mental y comporta-mental, nada que la deje como cualquier otra de tantas y expuestas al miligualismo que persiste en nuestro, no el de ella, pero si en nuestro cada vez más reducido concepto de mundo.

La empresa en la que trabaja colinda con la terrible comercializadora de carne aviar yulitza, que es tan peligrosa para la raza humana. Hasta donde supe sus investigaciones estaban perfectamente bien registradas y poco le faltaba para desmantelarla… de repente un día desapareció, no la volvimos a ver, a escuchar apasionadamente sus argu-mentos anti-misoneístas a cualquiera que se le presenta-se al frente ya fuera en el campo de cemento y con balón en mano o con los verborreicos intelectualoides que no faltan en cada parque, en cada empresa, los detalles con que pronto detendría el tráfico de la carne esa…

¿Por qué abandonó su noble investigación? ¿A dónde regresó? ¿Volverá?

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Nevi, no sé cuántos años tiene y de hecho que no es un conocimiento que me interese, no es ne-

cesario saberlo, empero este discernimiento sobre sus años viva pudieran ser definitivos para observar

con detenimiento el tejido de su vida, descomponer con muchísima pacien-

cia su existencia y luego tejer con calma, nuevamente e intentar ya,

con bases superiores de dónde rayos ella saca eso de estar di-ciendo que es una sirena.

Aún no se por qué, y bajo eso, es decir, una sospecha sobre su

locura, rareza y espectacularidad para decir farsas de tan grande di-

mensión y decirlas de manera tal, que, estoy convencido, algo en mí se opone

a creer… y sin embargo les voy a contar sus argumentos:

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El año es 1996, entrenábamos para las competencias ínter comunales de nata-ción, el entrenamiento constaba de seis horas, una de estiramiento, tres de ejerci-cios de nado, 1 hora de nado en estilo li-bre, mariposa, pecho y el que quería hacia agneas. En ese año llegó ella y nos sor-prendió la manera tan veloz como movía su cuerpo, braceaba y tomaba aire; ningu-no de nosotros sabía cómo, por qué y de

dónde es esta chica, quién la llevo, dónde vivía, nada, nada ni las más mínima infor-mación.

-Nevi, se llama Nevi-, dijo Fabricio, -Se llama Nevi, vive a tres cuadras de mi casa, su familia es de Praga, bueno, no toda la familia, el papá, es de allá, su mamá es de Armenia y dizque es-tán acá porque el papá fue secuestra-do el año pasado y como esta ciudad

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es pequeña y el barrio es tranquilo… (¿Cómo hace un simple colombiano para acceder a tanta información y más aún siendo tan chiquito?).

Nevi era bastante tímida y nos fue muy di-fícil poder al menos saludarnos. Salir del entrenamiento e ir cada uno a su casa, es obligatorio despedirse y ella no lo hacía, salía rápidamente y con miedo; no sé, ig-

noro el momento en que ella nos empezó a saludar al menos, luego nos regaló unas galletitas de café típicas del eje cafetero y otros bocadillos de café, todo lo que nos regalaba era de café, todo.

Y un mes después a punto de empezar el campeonato y sin ella poder competir me hizo su comentario insolente y por su-puesto bastante adecuado.

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- Desde el recuerdo más lejano me veo sumergida en el agua, nadando, clavando, abajo, arriba, siempre en el agua. ¿Hace cuántos años estás en esto de la natación? No muchos, ¿cierto?, lo sé por que no sabes aún mover el cuerpo, no sabes de tem-peratura y menos de respiración, ¿sabes por qué corría para mi casa apenas finalizaba el entrenamiento? Me iba a llorar, ¿por qué mi familia hace esto?, esto de traerme a una ciudad con tan pocas piscinas, con un entrenador tan… tan ignorante de las costumbres acuáticas. Con mi familia antes vivíamos en Naga-saki la ciudad de las aguas, tuvimos suerte de salir antes de la guerra, luego fuimos a Praga… ¿Por qué le cuento todo esto…? -

Se fue refunfuñando y con los brazos cru-zados, mientras pateaba piedrecillas con sus zapatos exaltados, blancos y de lona.

- …y entonces, a dónde fueron des-pués de Nagasaki ¿a Praga?... le pre-gunté una vez en un momento de descanso.

– Praga es una de las ciudades con más piscinas en el mundo, es mara-villosa y la natación es el entreteni-miento equivalente a ver televisión o jugar el patético fútbol que uste-des quieren tanto…-

No respondió más.

- Soy lo que ustedes llamarían, pese al equívoco: una sirena, tengo 300

años y no te estoy hablando de las ridículas ninfas que tienen cuerpo de ave y cabeza de mujer, no, te hablo de las que como yo han tenido que salir de las profundidades por asuntos de contaminación atómica y nuclear, nadie se interesa por los océanos… claro, como los humanos no viven en las aguas…

Claro está que no tengo extremidades inferiores de pez… ¿para qué? ¿Para qué necesitaría cabello en las profundidades de las aguas, para que necesitaría fosas nasales y nariz, para que me sirve las glándulas mamarias o las orejas…? Si esperas con paciencia te mostraré un día de estos mi forma original, en el agua obviamente, el cuero que tengo encima me es bastante molesto, desagra-dable, ¿Cómo es que se puede nadar con estas proporciones tan obsoletas?...

Me contó esto, algunos días después de finalizado el campeonato y nunca jamás la he vuelto a ver, nada… ni más de Nevi, ni pu`el chiras volví a saber de esta mujercita.

Si bien las circunstancias de esta historia no son las más adecuadas y pertinaces ya que el protagonista no lleva muchos días en el otro mundo, y precisamente porque su materia viva ya no nos acompaña y sus discursos sobre la vida y la muerte me dejan bastantes inquietudes y porque quiero de manera sincera retribuir a sus bellos mani-fiestos altaneros y alocados sobre la existencia suya, no la de todos los humanos…

sólo la de él.

El señor Tenorio que en paz descanse y que sea cual sea el dios en el que haya creído lo tenga éste en su santísima o malignísima gloria y regrese pronto en los

días de la cosecha mortuoria que pronto, según sus estudios esotéricos y psicoalquímicos pronto lle-

gará, no se sabe cuándo, sólo que tarde o tem-prano, pronto y de repente. Don Tenorio hacía parte de la Orden de los Alquímico-existencialistas del norte de Latinoamérica, cuya mayor concentración está en el prós-pero país de Chile. Según tengo entendido

una de sus mayores aspiraciones consistía en compe-tir, no, no competir, sino participar en el Quimicó-dromo, en donde las personas pertenecientes a la orden atrás mencionada, demostraban a los demás integrantes presentes sus avances en la difícil tarea de proveer conocimientos para la salvación de la raza humana, de los animales y finalmente lo más importante: de la orden misma, que tiene en sí toda la angustia exis-tencial que caracteriza a la humanidad por un lado y a la Orden Alquímicoexistencial la-tinoamericana. Lo conocí cuando tenía 6 años y él ya contaba con más de cuarenta, era amigo de mi papá y al parecer los dos pertenecían a la Orden, mi padre, según don Tenorio, se había dejado lle-var por cierta pernicie que fue la que le condujo

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a los estragos con el alcohol y por su-puesto la inminente muerte por abuso del mismo. Dada esta amistad de los dos y la unión mística que les proporcionaba la Orden y la tremenda admiración por estos dos locos meditabundos de la alquimia etíli-ca, mis alegrías, mis momentos de feli-cidad y júbilo pueril eran facilitados por las discusiones de este par de energúme-nos extáticos alcoholizados; ¿cuál es la densidad de la felicidad?, ¿es necesario destilar el espíritu de los seres felices y comprender la composición química para salvar a nuestra gente de la siempre conmovedora frustración ocasionada por vivir en sociedad y que ésta se dis-ponga de manera competitiva?...

Don Tenorio se hacía llamar Kohl Mar-tellus y contaba con orgullo estremece-dor que provenía de una familia cuya extraña estirpe se originó en el “antiguo continente’’, en la época medieval, euro-pea por supuesto.

–Mi familia, cuyo apellido a va-riado desde sus inicios hasta hoy tener que pronunciarse con desga-na es uno de los más viejos, por no decir que el más viejo, como es posible que me llamen Teno-rio Martínez… en los tiempos de mis ilustres antepasados ese tipo de mofas eran castigadas con cien azotes. – muestra un lunar en la parte trasera de su oreja, y alega

que éste tiene forma de martillo, de ahí que su apellido sea Martí-nez, lo más cercano a Martellus. –Soy uno de los últimos Martellus que hay…–

Arruga la boca, muerde con fuerza y con las manos en puño tirita todo su cuerpo. Loco le gritan. Él responde: No me di-gan loco que les pego con un palo, y me los llevo en mi costal…

Dicen que desde entonces su familia en secreto, conoce los recónditos procesos de la destilación. En ocasiones sentía miedo, decía que la mejor composición química y entre otras, la felicidad pura y la alegría se daba en los niños, por la

ignorancia circunstancial y racional de este comportamiento, por la sinceridad de esa expresión, de ese lenguaje…

Don Tenorio murió, con serias altera-ciones en las células de su sangre, ané-mico con apoplejía, con parálisis en el

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lado izquierdo de su cuerpo, no poder solventar sus propias nece-sidades le contrajo fuertes tristezas a su ya arruinada vida. Delirium Tremens fue lo que finalmente le quito la vida… imaginó que era el siglo XXXII y que por fin el ser humano había comprendido las virtudes de la gravedad y como dominarlas, como surcar los cielos y también resistir mucho tiempo bajo el agua tras entender los ciclos del hidrógeno y el oxígeno en la masa corporal de cada individuo, lo dejó todo detallado en un expediente que debía ser enviado a la orden alquímicoexistencial, en Chile.

Don Tenorio logró lo que cada uno de los integrantes de la Orden quería: Trascender la espacialidad metafísica, cuántica y alquímica de la vida, la eternidad en un balance perfecto. Don tenorio se arrojó, tras grandes esfuerzos, desde el puente del río Cauca ubicado en la avenida panamericana, para poder volar y luego nadar infinitamente en el agua.

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Por alguna extraña razón estuve pensando intensa-mente en colores cálidos y muchas liniecitas que a su vez formaban tex-turillas, planos, grandes puntos y era agradable.

En una ocasión la cosa rara que dominaba algu-nos de mis pensamientos comenzó a sacar globi-tos de uno de los bolsi-llos de su overol, prime-ro uno de color verde simpático y lo llenó de aire oportunamente de

continua en la pag 74

una de las narices tubu-lares que tenía en una de sus cabezas y de manera violenta y precoz el glo-bo se llenó y zas que se reventó al unísono de un gran estallido que me desgarró la camisa tris-te que llevaba; seguida-

mente saco de sus bol-sillos, a propósito de los cuatro brazos, muchos más globillos de colores

indescriptibles y sin es-perar los inflaba y explo-taba constantemente.

Luego de éste entreteni-miento ridículo y bizarro repentinamente salieron miles de pies de sus tobi-llos que intentaba deses-peradamente cubrir con zapaticos chistosos que sacaba de la cresta que tenía en las dos cabezas

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Misia Empera , quien, para los que

la hemos conoci-do, es la más bella de las aventuras

emprender un lar-go viaje en su rostro,

su piel facial esta surcada por miles de arrugas que se yuxtaponen una en otra, tantas historias para contar con cada una de las líneas, con cada uno de sus movimientos que generaban nuevas líneas, nuevos acontecimientos de carác-ter increíble al perderse uno en su cara.Me contó sólo un episodio de su vida y espero que no sea el más importante:Me puso al tanto que cuando era ado-lecente y vivía en la casa de su madre,

como parte de la celebración de sus quin-ce años le regalaron una máscara de gua-camondallo y me contó que en los días que la tuvo, no tenía más que alegrías para su vida. Con la máscara podía aguantar mucho tiempo bajo el agua y en el lago que quedaba cerca a su casa reconoció, al menos 70 especies de peces y una trein-tena de moluscos, muchas piedrecitas de bellísimos colores y otras tantas especies de algas. Con la máscara, en algunas oca-siones, podía subir con mayor facilidad a los árboles más altos, encontró muchas aves, y desde lo alto veía mejor las cosas, era feliz.

Perdió la máscara en un paseo a las islas de Tampico. Que tristes días los que pasó sin este antifaz maravilloso, el desespero

terrible de haber perdido su mejor juguete le produjeron gran parte de las arrugas que hoy la caracterizan; buscó, cuando sus capacidades se lo permitieron, indagar por todas partes y de repente apareció el perro Emp, un des-tacadísimo perro de caza, un valiente precursor de la justicia canina e infatigable defensor, por ex-traño que parezca, de los patos silvestres, ¿por qué? Porque eran su comida favorita.

Emp le ayudó a encontrar la máscara y ya.

La tiene guardada en el armario de la casa, de vez en cuando la utiliza. Nunca más se reencontró con el perro y ella tomó el nombre de este animalito bello que le ayu-do a ser feliz.

Colorín emperatrín, eso es todín.

El tío Diógenes que por supuesto no se lla-ma así y que tomó el nombre de la escuela

filosófica de los cíni-cos, fundada por allá le-

jos… en la Grecia clásica. Evidentemente él es “ateo”, y se la pasa casi todos los días de su vida criticando la joda esa de dios, sus secuaces y fran-quicias en la tierra. Sin embargo, como él mismo dice:

“Ante todo soy un cínico convencido de la vida tal como la de un animalito en el monte, en una montaña poco frecuentada por los humanos y su mierda de comida chatarra o la basu-ra de plástico que le meten a su ba-

rriga y cuyos empaques decoran cada una de las calles de lo que se llama civilización...”

Este es el tío que mejor me cae, por su abrumadora forma de tomar en serio las cosas de las que habla, ello le hace vivir en el campo, cultivando la tierra, yendo a traer agua hasta el río que queda a un kiló-metro de la casa, comiendo huevos de las gallinas Clarita, Copeta, Blanca, Gallarda y Dominga, tomar leche de la vaquita Prin-cesa, consumiendo plátano, guineo, yuca, choclos, peces del río, guayabas, guamas, chontaduros… una forma de vida intensa y fraternal con la tierra.

Las cosas para él parecieran fáciles, por las preocupaciones básicas de suplir úni-

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camente su apetito, pero la vida no es tan sencilla, ¿por qué? Porque resulta que este señor habitó al-guna vez la ciudad y que-dó con el germen de la ur-banidad, de la vida social trivial y enajenada. Esto significa que de cuando en vez él se deja seducir por los festivales, bingos, mingas y cualquier reunión que tenga que ver con gente ebria, sedienta de música y baile.

Ahora bien que las veredas que colindan con la suya y que son muchas se pudieran jactar de ser las más fiesteras del mundo. Sagradamente cada fin de semana hay una actividad que provee de esta conjunción social, hay fiestas para todos, hay licor

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para todos, hay baile para todos…De vez en cuando que voy a la finca y probablemente sea un martes, lo encuen-tro en el río tomando un baño, mirando fijo a un punto en la espesura de

los árboles de la orilla del río, como está todo mojado no noto que está llorando, que se está lavando la tristeza, que está sustrayendo algo de su tánatos y eros, ser libre de esas cosas, otra cosa…

Me mira y baja la cabeza, con la mano derecha me pide unos minutos mientras termina su ritual, lentamente sale del agua y caminamos hasta la casa en completo si-lencio, sin sollozos. En la casa me ofrece

aguapanela y envueltos de choclo. Apenas termino me mira fijamente y me pregunta lo de siempre:

-¿usted qué piensa de mí?- …

Y al no obtener respuesta me invita a mi-rar hacia la ventana de la cocina, y me se-ñala la casa de la loma que queda al frente y dice que allá vive un amigo con quien canta boleros y rock…

- He podido sacar de mí todas las cosas que me fastidian de la ciudad, a saber: los carros, las calles plastifi-cadas por empaques, los banqueros energúmenos, los semáforos, las fi-las para hacer más filas, la gente con machete para robar dinero, los pe-

rros flacos, las entradas caras a cine, las corbatas, las iglesias, las multas, la gente con revólver que ostenta poder, los psicó-logos, los prestamistas ambulantes o con oficinas, los chontadureros usureros, las naranjas sin semilla, los huevos de nevera, los tapabocas, los comerciales de agua en tarro, las cantidades abrumadoras de plás-tico “el legado de los humanos al mundo”, nosotros, la unica especie sobre el planeta que se aniquila a sí misma… -toma aire y me mira, llora levemente, se recupera y continúa –Pero hay algo que me resisto a dejar, no puedo hacerlo, he dejado de leer, he dejado de dibujar, no volví al cine, me alejé de

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Ana Patricia… pero no puedo dejar de cantar, de rozar al menos la guitarra, de tocar la tambora, de mover las maracas, interpretar el kinotéfono, acariciar el p`dontrófono, soplar la flauta, llorar con las chirimías y dejarme absorber por el diablito neptuniano de 3 colas que baila vericueto… no puedo hacerlo porque amo la música, amo bailar con los ojos cerrados, viajo al Trogetziso y allá siento la paz que acá me resisto a encontrar. Usted sabe que no bebo. No lo hago por las mujeres, ni más faltaba porque Ana lo era todo para mí. Quiero la libertad.

El tío Diógenes, el mejor músico que conozco y cada vez que voy le quiero otro poco.

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Soy Nicolás y participo de esta loca recopilación de extrañezas por ciertas razones de supers-tición, es decir, temo que el señor dueño de este loco proyecto se ponga a escri-bir sobre mí y, pues, no me agrade lo que escriba. Me llamo Nicolás por mi abuelo Nicolás Arcadio, y porque efec-tivamente me agrada ese nombre, de hecho me pude haber llamado Alejandro… pero Alejandro me parece un nombre dema-siado común y bastante ostentoso, sobre todo popular.Se me ha encomendado la difícil tarea de describirme y luego responder a algunas pre-guntas que han sido preparadas para poner en vilo lo que pienso y siento sobre algunas cosas… ya se enterarán. Empecemos:

Practico baloncesto, bueno, lo practicaba con mucha pasión,

entrenaba con las pretensio-nes de cualquier enajena-do, loco por comprender y aprender los secretos del deporte. Mido 1.80 me-

tros, uso el cabello largo, no me gustan los piercings,

tengo 27 años y desde hace más de 20 voy con frecuencia a caminar

a la finca de mis abuelos maternos, coleccio-no tapas de bolígrafos, revistas de Kalimán y leo sobre historia griega y romana, no sé para qué, hay que hacer algo en la vida, desperdi-ciarla en bobadas.

Actualmente no tengo pareja, deseo con mu-chas ansias tener una relación con una psi-cóloga… ¿para qué? Por molestar y discutir

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con ella sobre cosas, sobre moda, urbanidad, literatura y grupos musicales de los noventa, no, sobre música disco, me encanta la música disco… ummmmm de hecho no importa si es psicóloga, me interesa poder hablar por horas y horas con alguien y que los temas jamás se agoten, que no se quede callada, bueno, los si-lencios son encantadores en algunos casos…basta de esta cursilería, por último he de decir que me encanta el cine, los dibujos animados, sobre todos los video clips. Y es precisamente en esta dimensión en la que mejor me la llevo con el que me pidió este es-crito, solo basta con que le guste el audiovi-sual y su lenguaje para que le tenga en buena estima.

- Compadre coménteme sobre lo que piensa de la vida…

- No, que le pasa parcero… sobre la vida… no, sobre eso no, de repente me atrevería a hablar sobre eso en plena agonía, cuando sólo cuente con el estertor.Pero hablar sobre la vida no me parece un tema adecuado para este momento. Pre-gunte otra cosa.

- ¿Su merce qué opina del amor? - No mucho… pero, ¿a qué tipo de amor se refiere?

- Del que se siente por otra persona o por las cosas, los afectos…

- …Es peligroso, no creo que alguna vez me haya enamorado o tal vez sí, lo he he-cho pero con la inmediatez de cada una de las relaciones me haya sentido tan bien que

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me parece cada una de las anteriores me-nos que la actual, siempre que estoy con alguien me parece que es maravilloso tan-to la relación como la persona, pero eso lo llevo diciendo ya seis veces… no me gusta sentirme atado a alguien y creer que esa persona de una u otra manera me debe, en cierta medida, corresponder en la dimensión exacta de mi afecto.

(Es complejo, imposible, creer que se puede convivir con una persona, bueno, de eso se trata por supuesto… de intentar convivir, de crear leyes, dere-chos y deberes que nos mantengan funcio-nando en sociedad, siendo castigados y jamás en plena comprensión de la vida.)

- No quiero hablar más.

- Hábleme por favor de la música…

- Rayos… me parece que ese tema sí es complicado… me da mie-

do hablar de eso, es como si a uno le preguntaran el por qué del bostezo o cuál es el color favorito exacto. v Uno podría responder en algún sentido filosófico y de éste hablar de ello en

espectros de lo espiritual, político, económico y no sé,

tal vez lo orgánico…

Leía el relato que tiene que ver con “Gre-gorio” y cuando llegué a la parte de su interpretación de Mil Kilómetros de Lu-

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cha López de quien no tengo la más remota idea… pero sí de cuando se refiere a la can-ción de Led Zeppelin y es eso de repente la música, una sensación, un estremecimiento arrebatador que aún en ausencia de su esencia sonora, se presenta, arre-mete, escarba fibras exquisitas ignotas. La música es bellísima, y me parece que más allá del gusto antipático por una u otra música se debe encontrar la calma que cada ritmo gene-ra… ufff es un tema bravo.

- ¿Que género le gusta a usted?

- Me gusta la folklórica que contiene per-cusión. Y las voces las prefiero agudas, me gusta el heavy… Claro está que algunas ban-das sonoras son muy buenas, bien puestas, re-

cuerdo en este momento la de 2046 de Wong Kar Wai, la de Old Boy es chida…

- Ole, ¿Qué música no le gusta?

- Gracias por la pregunta pero no quiero hablar de eso.

- La ultimita y ya ¿Qué opina de los superhéroes, los de los cómics, y el cine?

- Chévere que no existan realmente, así con sus poderes

atómicos y divinos, que envidia, además tendríamos que pagar más

impuestos para reparar la cantidad absurda de daños que generan esos petardos, daños colaterales que llaman, las ciudades no aguan-tarían semejantes payasos; bueno, de otro

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modo también sería interesante la oleada de turismo. Pero lo que me parece más interesante de esa fantasía es la dimensión en la que quedaría el dios de los cristianos o el de cualquiera de las religiones que el hombre ha creado, dios empezaría a estar vivo, sentiría, se le podría arrojar piedras o con la piedras construirle una bonita jaula, que desaparezca a las corporacio-nes o a los malos. Y estando vivo sí le tocaría responder por los daños y perjuicios. El problema es cuando se aburra o peor aún que se enoje y acabe con todo.

- ¿Qué súper poder le gustaría tener a usted y por qué?

- No sé… le acabo de decir que es absurdo ...esta bien... cual-quiera… volar, creo que volar. Porque éste me parece el que menos explicación tiene, es una incógnita, es decir, volar sin alas, volar sólo porque sí, porque se le antoja y con ello le alcanza para salir disparado por los aires, pero y el frío, el viento en los ojos, las oídos llenos de ruido. Ya no más… suerte.

Nota: gracias a la voz que suelo escuchar y que decidí llamar Nicolás como se llamaba mi abuelo, es di-vertido hablar con uno mismo y darle crédito a las inquietudes que siempre andan por ahí pesándote la existencia. Esta voz la empecé a escuchar desde la muerte de don Mutis, tanta gente que tenemos para recordar.

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Llegados a los once años cada miembro hombre y mujer de la familia Rengifo o Quinayás conoce al amor de su vida, de manera un tanto pueril y para nada complicada se entrega de lleno a la búsqueda de un futuro con la persona en cuestión.Se le ha llamado “ELEFE” a esta situación. Les paso a mi tatarabuelo y cinco generaciones antes de él y a su hijo y así ha pasado durante más de doscientos veinte años.El caso más reciente paso con mi abuelo, que de ma-nera extraordinaria prefirió ir a la cárcel acusado de no sé qué cosa por un capataz loco que vivió el re-chazo de mi abuelo por su hija y le amenazó con mandarlo encerrar en la cárcel, el hoy añoso padre de mi madre prefirió la prisión que no estar con una mujer que no fuera mi abuela.

De manera lamentable cada vez esta historia se convierte en una fantasía enajenada inventada tal vez para heredarnos un símbolo ideal del cariño, el afecto, el apego, la ternura, la amistad, la simpatía, el amor,

la devoción, el apasionamiento, la es-tima, la afección, la entrega, la pasión, el delirio por alguna persona que llega y se queda para siempre.Claro está y me consta que algunos hemos encontrado algunos amores para toda la vida, un primo lejano, se-gún nos llegan las noticias se la pasa con una mono araña a su espalda, ja-más se dejan, hace poco le echaron del pueblo donde vivía por querer casarse con la primate llamada Alicia.

Un caso excepcional ocurrió a un fa-miliar que vive desde hace quince años en Bogotá y le pasó que cami-nando por una de las tantas calles se encontró con Fernanda, una chica de

ciento sesenta y nueve centímetros de estatura, cabello largo y piel blanqui-ta, cara larga y ojos algo claros, medi-tabunda y presurosa por aprender las Artes y Oficios de la plástica contem-pobatracia, es decir: verborrea.Bueno, se conocieron y ajá, se ena-moraron, ahora bien, resulta que eran primos, y el hijo que nació de su amor y que tiene nueve años es un chicue-lo muy especial que ya dice que está enamorado de su vecinita y quiere de-jar de estudiar para, dizque trabajar y empezar a vivir con su amadita.

Felizmente en mi caso se revela esta “cualidad” en dibujar.

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Lucas es un perro, camina durante todo el día por la casa, se echa en cualquier lugar y permanece ahí durante horas, de repente sólo mueve la cola o se rasca efu-sivamente el cuello, de pronto ladra, se

queda callado nuevamente, gira su cuerpo y todo queda en

silencio otra vez.

Sin embargo, a eso de las seis con diez de la tarde se pone histéri-co, revolotea por todos

lados, ladra, aúlla deses-perado y con sus uñas, lati-

dos, quejidos y bramidos logra una caco-fonía apenas soportable. Parece poseído por algún extraño e invisible demonio. Se escucha el chasquido que la llave produce al girar y quitar el seguro de la puerta, se

percibe antes de aparecer ella su olor a co-lonia de fresas silvestres, llega luego el eco de sus pisadas de 50 kilos… este momento es escandaloso y al unísono se confunden las uñas de Lucas en el piso, sus alaridos, las llaves de ella, sus pisadas, la respiración con boca abierta y lengua afuera del ani-malito, todo, se escucha todo, el momento es extraordinario, el instante se desteje del tiempo mismo y sobresale hacia otra di-mensión… ella se acerca, le dice cosas en algún lenguaje desconocido y le coloca la mano derecha en la cabeza que pasa por todo su cuerpo hasta la cola…Lucas se queda absorto, reitera sus aloca-das travesuras desde el fondo de la casa hasta la puerta de salida, una y otra vez, hasta que ella le grita que se calle, que se quede quieto, que no moleste, le grita dos veces, a veces tres; Lucas pone la cola

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envenenado, ni entre las llantas de algún automóvil, mucho menos por alguna riña con otros caninos locos y rabiosos. Murió el año pasado, ella me puso al tanto, me contó que había perdido el apetito, que casi no podía defecar, que le costaba pa-rarse, no ladraba, se había vuelto sordo; es casi que normal después de 16 años acompañando y sufriendo en la familia.

Llegados a este punto no hay mayor des-ventura o aventura en la vida y obra de este animalito si no fueran tan perturbadoras sus apariciones todas las noches de cada martes, a las 7 con 35, siempre y cuando yo esté solo.

entre sus patas traseras, agacha las orejas conjuntamente con su cabeza, acto segui-do se va hasta la cocina donde doña Aura le da algo de comer. Esa es la vida de Lu-cas cada día de su vida, salvo por los días en que le toca baño o le sacan a pasear en las noches mientras se compra el pan para el desayuno o cuando, algunos fines de se-mana se van de paseo y Lucas es el prime-ro en ponerse nervioso por el viaje.

Teníamos una buena relación con Lucas y él pronto dejó de ladrarme u olerme con esa intensidad típica de los canes que a tra-vés de su hocico pretenden saberlo todo, le llevaba de vez en cuando algo de comer y jugábamos, sólo un poco porque tenía la extraña costumbre de enojarse con fa-cilidad y morderme furiosamente. Lucas murió, pero murió de viejo, no lo hizo ni

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Ahora bien, Lucas se me presenta de manera espeluznante, más grande, a veces con dos cabezas, 11 colas, con un pelaje a cuadros, pelaje a base de rombos o a rayas. En ocasiones en que me encuentro cansado éste se me aparece de forma diminuta y a mi lado, en la almohada me cuenta aventuras caninas con voz de flores de guayacanes al caer. En una ocasión sólo se me apareció la parte delantera de su cuerpo, pero en vez del hocico característico y húmedo, tenía el animalito una trompa de elefante larga y delga-da, con ella, durante horas se dedicó a hurgarme en las orejas.

He querido contarle esto a su antigua ama, para ver si como antes, al simple contacto de una de sus manos por el lomo del anima-lillo este, se calma, deja de asustarme los martes por la tardecita, empero, ¿ qué pasa si Lucas con éste gesto se calma y deja de penar…? No, creo que no lo voy comentar con ella, pese a las monstruosas apariciones he em-pezado a amarle, a disfrutar sus intromi-siones en mi vida, quiera la vida que jamás me sea arrebatado este vínculo plus ultra terrestre.

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En alguna ocasión Marta me recomendó ca-minar descalzo a las tres de la mañana por la calle 4ª con carrera 28 hasta la calle 6ª, que eso me quitaba el mal genio. Se lo recomen-dó Jorge que lo recibió de Zapote, Jorge a su vez se lo recomendó a Mario y éste a Miguel, Miguel se lo contó a Rocío y ella lo puso en práctica con resultados positivos, tan positi-vos que mejoraron las relaciones comerciales con Marta, Marta con el objetivo de mejorar nuestra amistad me lo recomienda.

Carlos, Zapote y Juan le recomendaron a Antonio ponerse la camisa al re-vés cada tres días, ese mismo día ponerse zapatos blancos con cordones verdes, usar correa de cuero café y no peinarse después de la ducha. Ello le traería cierta paz y calma que

se necesita el tercer día de la semana. Anto-nio me dijo que le sentaba bien y que ahora lo hacía cada cuatro días, que le venía mejor; para mí caso debía ser con el boxer al revés, tres anillos en la mano derecha, uno de ellos negro, medias de color rosado y no afeitarse, todo ello cada cinco días. Hasta ahora no lo he practicado. Antonio le recomendó algo parecido a Rocío, de la siguiente manera: Aretes de plata con forma de caracol, cabello recogido con una moña blanca, camisa con estampado de rosas, tangas de color fucsia y

maquillaje en el ojo izquierdo de colores amarillo, verde y rojo. Cuyas conse-

cuencias serán arrebatadoramente felices.

César le recomendó a Marcos que debía decir cada mañana de viernes las palabras “sacio-

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ladas saciolísticas sasa saciolas” para efectos de combatir el estreñimiento. Javier se enteró de boca de Zapote sobre esta mágica receta, que fue puesta en práctica los días domingos, con excelentes resultados. John y Sandra fueron a ver a Javier cierto día y le encontraron diciendo las palabras mágicas, y tomaron este milagroso remedio, en el caso de ellos debían aumentar al final “isasa isasa”… santo remedio. Zapote que es quien sabe las combinaciones para cada uno, fue visitado por Camila, Edna y Pedro para sus correspondientes combinaciones saciolísticas. La que me corresponde es: “saisa sacioladas sasosai saciolísticas sasa saciolas”, como no tengo problemas de estreñimiento no he podido comprobar su efectividad. Zapote conoce los secretos de la alegría y nos regala constantemente recónditos consejillos, que puestos en práctica, y que por supuesto son fáciles de practicar, proveen la alegría indispensable para cada día. He aquí unos cuantos, cortesía del buen Zapote:

Los días Lunes a las cuatro de la mañana y con la firme convicción de tener un resto de día tranquilo se recomienda apenas suene la alar-ma parpadear treinta veces, levantar los brazos con los dedos estirados y gritar ¡Garrapiña, socoroco, coco bococó, al soco contra el coco! Mientras que con las piernas se va descobijando poco a poco.

Los días martes es aconsejable, antes de dor-mir y con la finalidad de tener un buen y tran-quilo descanso, mirar durante cinco minutos por la ventana que da a la calle y como ha de suceder pasará alguien al otro lado de la ca-lle con una camisa amarilla, ha de levantar la mano y hemos de devolver el saludo y surgirá cualquier pregunta, cualquier cosa, sólo para que se distraiga, cinco pasos más adelante esta persona con camisa amarilla se tropieza con una piedra, cae de rodillas y se golpea el pecho en la pared, rompiendo un huevo que lleva en el bolsillo de la camisa. Bajamos a ayudarle y seguramente que se reirá con nosotros.

El miércoles al medio día, en la calle 11ª con carrera 10 una señora de vestido floripepiado pasa vendiendo tamales, baratos y sin embar-go muy ricos, si le pides el tuyo después de la tercera persona es posible que el tamal con-

tenga un pedazo de pollo más grande y que también olvide cobrarte, sin duda que será el mejor almuerzo de toda la semana.

Los jueves al atardecer, claro está que si el día está lluvioso esto no ocurrirá, podemos, des-de el parque del barrio El Mirador, en una de las banquitas que están al lado de la cancha, observar con detenimiento uno de los table-ros de baloncesto, tras cinco minutos tendrá que empezar a aparecer un gato con cola de treinta colores, orejas de conejo y cantando High & Dry con la voz de Connie Francis. Es la mejor manera de terminar el día.

El viernes a las once con cincuenta, en la noche, venden en el centro de la ciudad, en la plazoleta de la Luis Ángel Arango unas pequeñas albóndigas muy baratas, si uno se come tres de éstas delicias antes que termi-

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ne el viernes con toda seguridad que no será necesario comer al día siguiente, con el dine-ro ahorrado podemos ir a ver una muy bonita película el sábado.

Si se repite durante las seis de la mañana del día sába-do la frase “evivari ked naun, evivari ked yu si, ooh yeah” siete veces, sin duda que ese día, si quie-res que llueva, ha de llover, si quieres sol, será un día soleado, como desees el día así será.

El día domingo es mejor no te-ner supersticiones y hacer lo que te dé la gana. Solo tener la firme convicción que las supersticiones traen mala suerte.

Si no botas basura a la calle disminuirán en un 70% tus tropezones en la calle y durarán

más tiempo los cordones amarrados.

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Si durante media hora re-pites “Guaquemolerosa, guaquemolis, mais fron mars” te asegurarás algún encuentro con alguien que quieres ver. Si repites durante quince

minutos “Guaquemolero, mais fron mars, guaque-

mol, guaquemol, guaque-molero” has de encontrar al salir

de casa el dinero suficiente para pagar el transporte de ida y de vuelta a donde sea que vayas.

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La noticia no fue muy difundida y me pa-rece que fue lo mejor, quien sabe que cosas de mal gusto se pudo haber inventado la prensa amarillista. Pero fue bastante dicó-toma esta situación que aconteció en el ba-rrio de mi amigo Ibarra, en la casa al frente de la suya, una casa grande con puertas de color verde limón, ventanas de madera sin vidrio, y con paredes gruesas y de color azul celeste. En esta casa, frente a la de Ibarra vive José, quien en un tiempo salía con Magda, fueron felices durante varios meses, y de repente en una caminata por una calle cualquiera, José se vio a sí mismo en una gran nube que pa-saba, se sintió consternado y sentía, a la vez, que debía renacer, justificar el aire que res-pira, el agua que contamina, los árboles que

por él son talados, la atención que en este momento nos roba. Dadas estas dudas trascendentales se dió a la tarea de reflexionar sobre todo, todo lo que él conocía hasta entonces y aprendió a volar, surcaba los aires con alegría apenas descriptible, lloraba de júbilo. Ahora bien, se encontró con la nube aquella que le ha-

bía hecho reflexionar, se separó de Magda y empezó a salir con la nube cuyo nombre es Nu-bïfer…

Durante varios años y gracias a su habilidad para volar pudieron pasar

por los típicos procesos de enamoramien-to y entrega, así que, llegados a una etapa decidieron casarse. Durante la ceremonia, todo transcurría normalmente con los ser-

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mones del casador, la felicidad de los asistentes por la fiesta próxima, la incer-tidumbre de los manjares que se servirían en la recepción, los flashes indómitos, los cuchicheos de las vecinas; cuando, como en las telenovelas, el casador preguntó si alguien se oponía al matrimonio y naturalmente apare-ció Magda, opositora categórica, contrincante enfática a ese suceso tan loco, descabellado e irascible. No paso a mayores ya que de repente fue fulminada por un rayo.

Henry es un muy querido amigo que por lo demás cuenta con mi total apoyo en la em-presa que sea que quiera realizar. Excepto, por supuesto tener que llevarlo cargado a algún lado cerca o lejos… pesa como dos-cientos kilos. La cara es graciosa, abullona-dita, sus ojos se pierden cada vez que ríe y el sonido risorio resuena torpemente en su descomunal pecho.

Se desempeña hábilmente como volantero, payaso animador, diablito chirimero, prego-

nero e inventor de locas his-torias cada vez que se sube

a los buses, con el debi-do permiso del señor conductor.

Esos suelen ser sus oficios, que practica

con fervor. Pero, lo que más disfruta es la nobilísima labor de pedir el dinero para los señores que cada año salen a tocar tambora, flauta y maracas en un estruendoso conjun-to exquisito con camisas de viejos candida-tos políticos; se disfraza de diablito con una máscara de papel maché que pinta con vini-los, una camisa de algún colegio santafereño que debe ser roja y una sudadera rota en las rodillas y entrepierna que está mal reparada con hilo color azul o amarillo, en su trasero coloca una cola de cordón, un grueso cor-dón, que pese a ser anaranjado no constituye desequilibrio en el disfraz. Salta y baila con arritmia, de vez en cuando corre detrás de una muchacha bonita y la gente por esta gra-cia le regala monedas que son depositadas en un colador, que obviamente también es rojo. Una vez se disfrazo de diablo azul y otra de diablo negro. Se veía bien pero no le gusta.

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Hace pocos días fui a visitarlo y me puso al tanto de su última investigación:Durante los momentos con lluvia, fuerte o pasiva respectivamente, a la veloci-dad y cálculos correctos, preferiblemente en la fecha exacta de una efemérides. Saca la mano por la ventana del segundo piso que está a trescientos veinte cen-tímetros del piso y arroja un papel edad media de ciento veinte gramos de diez por once centímetros cuidadosamente guillotinado, acto seguido cuenta los segundos que éste tarda en deshacerse o caer al piso empapado…

La idea es que él piensa en alguien, un ser querido o imaginado. Cuen-ta los segundos que dura el papelito en desaparecer y realizando las suposiciones correctas y rectificadas con los dados o la pirinola resulta el dato correcto de los años que esa persona todavía tiene por vivir.

Arrojó para mí uno grande de veinte por veintidos centímetros y noventa gramos, en una bella tarde de llovizna pasajera y contó los segundos y no se cercioró de los datos como lo hace de costumbre… Me dijo sonriendo:

- Vivirás muchos años.

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Nunca he salido de estas instalaciones, y no es algo que me aterrorice, es más, me gusta, el lugar cambia todo el tiempo, cuando estas sentado disfrutando del café, arrellanado en la silla y hablando de cosas sin aparente sentido, uno no lo nota, pero, cada vez que giras la cabeza y miras a uno y otro lado, las personas cambian, sus cabellos crecen, cambian de ropa, y los que son hambres se confunden entre los niños que de cuando en vez entran al café Trogetziso, los niños, que de pronto aparecen son imposibles de detectar; una vez, uno de ellos se me acerco y sus ojos tempRRoc amoratados de color blanco agitado lucían sinceros, fue cuando me dijo algo que aún con el pasar de las centurias instan-táneas que se suceden con rapidez vertiginosa y en las que me percato despierto o con un extra-ño sopor somnífero… no, no, no, no, no ha dejado de preocuparme, me dijo, con su voz quitivivrosa gris marrón lo siguiente: No he podido dormir; durante miles de nos-peirónes azulemocionados me he dedicado a experimentar con los focalces acerca del

misterio del dormir, soñar; pero debo jurarle que no lo vuelvo a hacer, en mis investigacio-

nes sobre el sueño, he logrado un importan-te descubrimiento: los focalces son nuestros

creadores, tengo las pruebas suficientes, tengo como probarlo, con todo esto que le confieso no

es posible probar mi descubrimiento, significaría mi fin, de los atardeceres dulces guayaba; mientras

me acercaba al territorio naranjactivo de azafranes gigantes, aproximándome al focalce, pude notar que

está profundamente dormido, es sonámbulo, y este sonambulismo le permite alimentarse de naranjuelas

y algunos azafranes pequeños y picadillo de caña que suele crecer en este valle, alimentos que, según mis in-

vestigaciones, le mantiene en ese estado; al notar mi pre-sencia, este ser se puso neuranéstico, despertó, abrió un

par de ojos ubicados en la parte superior de su cabeza, me miro e inmediatamente dejo de comer…

Y sucedió algo extraño: aparecí en otro lugar, luego retor-ne ahí, frente al focalce, comprendí que si el despierta yo

desaparezco, que él es mi realidad, corrí en silencio, entre los

demás niños y focalces, alejándome todo lo posible del lugar; desde aquella vez no he vuelto ha estar cerca a ese valle, tam-poco, por otro lado, puedo olvidarlo. Temo que otros niños no comprendan la existencia de los focalces y desaparez-can, verá, es que entre niños, no nos podemos comunicar, solo nos reímos desmesuradamente y corremos unos tras de otros……sólo hasta ese momento comprendí el sentido del miedo, del control, del equilibrio.Todo lo que he visto, aparte de esto que le cuento, son grandes salones llenos de adultos que beben café.

Hace muchos cafeinadías que ocurrió lo del niño, y aun así, dado que estos niños revolotean siempre por todos lados, recuerdo constantemente la bre-ve conversación. Retengo, especialmente, ciertas preguntas al respecto, que espero poder resol-ver: ¿ese valle naranjantivo, de qué color es?, ¿es de día, tarde o noche?, ¿cómo se respita fuera de este lugar? –No sé… recuerdo que no podía describir al focalce, al respecto de

mi pregunta sobre el focalce hizo algo ex-traño: se transformo en algo que me dijo

era el focalce, evidentemente se trata de algo indescriptible, por más que me proponga a

hablar de aquel ser, no puedo, es inefable. Aun así no se cómo, si es posible nombrarlo, FO-

CALCE, me resulta un misterio inaceptable y delicado la comprensión de, al menos, su nom-

bre.

Retornando a mi silla, en el café Trogetziso, debo, también yo, confesar que me gusta este sitio, me en-

cantan las luces de neon, además espero, que pronto pueda sentarme en la mesa de los Moiere, son, sin ti-

tubeo, las personas más bellas de todo el Trogetziso, hablan con grandilocuencia de cualquier tema, ríen con

finura, y lo más importante, no titilan entre uno y otro ser como los que hay por aquí, me parece, que yo también

titilo presencias, jamás lo sabré si no me siento con ellos y recuerdo analizar este misterio desde esta mesa privilegiada,

pero los Moiere no nos miran.

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Vivo a escasas cuadras del cementerio central. Es-tudié la primaria en un instituto en el que para llegar debía pasar por el cementerio y allí todo empezó; la secundaria que transcurrió rá-pidamente la curse aunque lejos de mi casa, en un colegio en el que para lle-gar debía, nuevamente, pasar por el cementerio. Durante los primeros años en que me empezó a hablar no le hice mu-cho caso, le cortaba sus intentos de conversación con preguntas estúpi-das, como, ¿no le inquieta la zozobra que producen las temporadas comercia-les del día de la madre o día del amor y la amistad, día del padre, día del perro, día del zapatero, del trabajador, navidad o año nuevo?

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Me parece que la gran zozobra de esta cosa ectoplásmica consiste en los nombres con que se me ha presenta-do: Carlos, Marcos, Andrés, Luis, Franz, Diógenes, Blas, Sócrates, Jesús, Nicolás, Arquímedes o Lú-cas y como lo pueden notar todos terminados en plural…

Lo que genera problemas de perso-nalidad, inconvenientes de idiosin-crasia, su índole es ambigua.

Aunque está muerto, en algunas oca-siones vende chance o perros calien-tes, espera en una motocicleta pasa-jeros, pasa en un carro lentamente y

me saluda conjuntamente con el pito del carro cuya melodía es la de La Cucaracha, pasa con un uniforme de baloncesto, me convida a jugar y lle-va bajo su brazo derecho una pelota verde fluorescente. Pasa con un costal lleno de pelucas y me enseña tres de color rojo, verde y amarillo mientras que poco a poco se va desapareciendo.

Una vez fue sacudido por una buse-ta y durante extensas horas se que-jaba en la mitad de la calle mientras los demás carros pasaban sobre su translucida humanidad, en ese mo-mento tuve miedo porque dudé si es

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él el muerto o soy yo mismo que atestigua miles de veces la reite-ración de un siniestro accidente perdido en el tiempo y el espa-cio, más allá o más acá no sé con qué punto de referencia pero ni lo uno ni lo otro, más bien com-pletamente lo contrario, ni aquí ni allá sino más bien en ninguna parte.

Últimamente se me presenta con los nombres: Diomar, Ar-geni o Norbery... estos al me-nos me parecen divertidos… no sé si es ella o él, simplemente me encanta no saberlo.

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El perro Emp pertenece al viejísimo pedigrí de los schniderinstel, un grupo de cuadrú-pedos cuellilargos que se relacionaron bas-tante bien con los caninos de este planeta y que, por cosas de la vida son muy pa-recidos y su armonía reproductiva nos ha brindado finalmente la raza a la que perte-nece Emp.

Como ya deben estar al tanto, este bicho fue el que ayudo a la señora Aura Marcela a recuperar la máscara de guacamandallo, y sí, no se brindo mucha información sobre él, sobre su estirpe, su apariencia, nada.

Ahora es el momento adecuado para hablar de este extraño ser llegado des-de distantes generaciones y tiempos remotos a nuestras vidas. Mi abuelo José Santosquina que tuvo uno de estos bichos en la finca de Palmira le decía Can

cansón, sonámbulo y cuelli largo al animalillo de color blanco, tres colas, cuatro cuernos, pico de papagayo y caparazón de él mismo, como tiene las posibilidades de perro y posee pico de loro canta y ladra a la vez, pita guturalmente, gruñe con silbidos, aúlla y se carcajea de los que despavoridos se asustan; salta como gallina a un palo atravesado en la cocina y se come los patos que es-tán ahumándose sobre la hornilla. Apenas amanece, da grandes saltos por el sembrado de caña y cardamomo hasta llegar al rio, acto seguido, se queda quietico y de repente brinca al agua y se queda lar-guísimos minutos cazando peces, una que otra serpiente, sapos, o piedras que a su juicio son comestibles.

Habla con acento patiano, y jamás come después de las seis de la tarde, desayuna puntual a las tres de la mañana con yu-cas, arepas y aguapanela, a veces mastica cardamomo para asuntos del aliento y cuidado del pico. El abuelo dice que hubo un tiempo que desapareció o se perdió de la finca,

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y sospecho que en esos días le ayudó a la señora a recuperar la máscara o vagabundeando por ahí... se repro-dujo y alguna hija o hijo fue el colaborador recupera más-caras.

Con una de las perritas de la finca tuvo una ca-mada de siete cachorri-tos, cinco de ellos como él y dos como la perrita que se llamaba Cuya, sólo sobrevivió una de las perritas y un cachorrito que decidieron llamar como su madre, y otro que se llamo Solín, el

machito sobrevivió y llegó hasta nues-tra ciudad quien a su vez es el padre

de Kalimán, se acabó la raza… la Cuya por su parte tuvo tres

crías y ninguna fue como su padre, aún hoy se tiene a una perrita de esa casta y con esperanza dilata-mos nuestras pupilas cada vez que llegan ca-ninos a nuestra casa.

Seguirán esperando nuestros hijos y sus hijos.

Con cierta frecuencia, estremecedora y por la mañana tempranito Gregorio se queda calla-

dito y parece preso de una catatonia supe-rior a lo que uno puede contemplar con

los ojos.

En ese estado Gregorio pone en práctica su estrategia para coci-nar los maravillosos platos que ha estado aprendiendo en los libros que escruta con especial deseo y premeditación que ate-

sora doña Margoth, su tía: Abre muchísimo los ojos y ríe utilizan-

do la letra JOTA combinada con la vocal abierta A, muchas veces reitera

este ejercicio, doce veces exactamente y al no tener el efecto requerido armoniza

mejor aún la JOTA con una vocal cerrada a propósito de pronunciar con la pasión adecuada y el gesto justo, buscando la gra-cia, nuevamente la JOTA con otra vocal, con todas las vocales, luego con una ce-rrada y dos abiertas, una abierta y dos ce-rradas, a tal suerte de tener las siguientes combinaciones:

...Hasta que de repente le ataca la risa verdadera, la carcajada sincera, la mara-villosa gracia, la gracia de abrir la boca y estirar los labios enseñando los dientes, se arroja al piso y se retuerce a partir de la boca, constriñe el abdomen y arroja

jolgorios eternos, de a poco se repo-ne y sin perder tiempo se levanta. Le produce este estado la presión sanguínea jacarandosa y exalta-ción de los sentidos, lucidez y sa-gacidad que busca.

Dotado de estas condiciones Gre-gorio se dispone a cocinar. Levitan-do se dirige hacia la cocina, cierra los

ojos y mueve los dedos de las manos lentamente, levanta la cabeza, como

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mirando hacia arriba y emana de su cuerpo el aura de la culinaria, la quinta esencia del adobe salsamentario.

Corta con gran pericia la cebolla, pica el frijol, rebana la papa sidra, consien-te las especias, toma con gran audacia la sal y la revuelve con el ajo en una coartada magistral al tiempo que re-visa el estado de las alcachofas, refila escrupulosamente las papas, el pláta-no y la carne, observa poéticamente como hierven las coles, fermenta faná-ticamente el agua de piña y extracta el néctar preciso que le echa a las frituras, que serán servidas con pan queso y de-corados de tomate, cilantro y pepino.

[Una vez preparó sopa de li-món con pezuña y huevos de toro… grotescamente delicio-sa... Caldo de cebolla y pollo a la piña... incomodamente exquisito. Sudado de pimen-tón con cabezas de serpiente al ron... Fatalmente sabroso]

Delicioso.

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Y se la pasa durante meses en compañia de Tatiana con esas cosas de la culinaria... salvo cuando se entera de la cruel verdad: Que estamos colgados de la tierra, que pen-demos de un milagro convencional, que en cualquier mo-

mento por un arrebato de la gravedad nos marchemos flotando a la nada, que todo lo que conocemos se aleje subiendo o bajando, que importa hacia dónde... si carecemos de pistas de un arriba o un abajo. Te-

meroso de ésta situación confía en que continúe la consabida verdad esa que nos indica que estamos sobre la tierra y pisamos fuerte su suelo. Llora pa-sito y convence a su cerebro de esa realidad.

Se tranquiliza un poco y sale a caminar con paso firme, seguramente al regresar preparará un poco de comida con sus manos que sí se bañan cons-tantemente y no son abstractas.

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de ave sobresalientes en el sorprendente conjun-to óseo de payaso…

Se llenó prontamente de pies enzapatados este poli-atómico risueño ser. No obstante el fatídico esfuerzo logró revestir a cada piececito. Aunque pensé que ese sería el último gran show, espe-raba con glotonería un gran salto mortal infini-to, un bostezo prolonga-do que le hiciera girar su cuerpo de adentro hacia

afuera o transparentarse poco a poco hasta des-aparecer en el marco de un canto a tres voces y dos aplausos… no, no… - No - … no, no…No

Se quitó los zapatos de cada uno de los cuatro-cientos setenta y cinco mil millones quinientos veintiún mil doscientos veintiun pies, dejando sólo dos con zapatillos negros. Lentamente saco un globo amarillo, lo in-fló con aire capturado a

viene de la pag 37

fuerza de corretiar por el gran espacio blanco que habitaba y no se re-ventó. Se le organizaron las líneas de la cabeza de gallo, cada peca en su lu-gar, cada verruga en su sitio, las escamas en los callos, los dedos en las manos, los cuadros en la camisa, los círculos en el overol, y el tejido espina de pescado en donde de-bía estar. Posó durante veintitrés horas. Desperté, desa-

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yuné, corrí, amé, me caí y me raspé una rodilla, odié, tomé un bus para el centro, compré al-gunas cosas entre ellas

granola e hice barras en Tulcán, y al regresar y cerrar los ojos estaba aún ahí.

Durante todas estas ho-ras lo memoricé e hice un dibujillo.

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1/21 – LAS PIERNAS (desplazarse)

– ¿Y si nos d e t e n e m o s por un segun-

do? quizá no nos hará mal, sólo un

segundo por favor…–Evidentemente la escena no podría ser más conmovedora, las piernas se cansa-ron, los movimientos en esta misma me-dida se hacen torpes, podría ser y que con el pasar de los años, se cansen más rápido tras cada tramo de vida recorrida, sin em-bargo, esta misma complejidad entendida como un proceso normal, la lógica repen-tina de la humanidad, de cualquier ser que camina con piernas, se hace y sólo bajo estas condiciones, menos lamentable…

– Pero mujer querida… esto que dices es enfermizo, que acaso no comprendes que la vida es tan corta que un sólo segundo, pese a ser pequeño, a significar la menor parte de un mínimo trozo de la menos imperceptible de las improbabilidades de la insignificante parte de tiempo que nos es menester vivir con todo el entusias-mo del que estemos dotados, no se debe desperdiciar. Puedo, por ejemplo, estar contigo hasta el final de mis días o de los tuyos, siguiéndote, revisando celosamen-te y delante tuyo el menor de los riesgos, por lo tanto no me pidas que por sólo un segundo, por sólo una sexagésima parte de minuto no deje de apreciarte con algún paisaje de fondo…–

– Gracias, sin embargo y mientras has dicho lo que dijiste nos hemos detenido,

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y he contado con cierto interés los segundos que hemos estado aquí… treinta y un segundos, treinta y seis milésimas… debo entonces agra-decerte por los segundos que me has dado y por los míos, que espero hasta ahora sean quince segundos con cuatro milésimas…–

Ahora imaginémonos que esta escena se reitera con la inquietud infinita del caos, dada la constitución redonda del plane-ta y del mismo camino recorrido de las piernas, y aunque con probabilidades al-tísimas de estar recorriendo por la eterni-dad el mismo camino, las cuatro piernas saben que no es el mismo camino, es im-pensable, si en enero caminan la soledad de un campo invernal, posiblemente a causa de las incontinencias que cause los

recesos consecutivos sobre la discusión del tiempo, pasen por ese lugar en tiem-pos completamente diferentes, sucedería u ocurriría que, y enfrascados en alguna discusión, no valore él, el paisaje, o ella lo aprecie como probablemente no lo ha-bría hecho antes por alguna distracción provocada por él o el mismo paisaje.

– Sí, éste es uno de esos instantes en que no sé quién soy, si yo soy yo, o si yo soy usted, si usted es usted, si los dos somos personas diferen-tes o si todo esto no es más que un escrito que debe ser releído para darle algún tipo de sentido, no, no lo sé… solo sé que esto lo pienso, yo o ella,

ella o yo, para seguir caminando o corriendo, que se yo que cosa, cual-quier cosa.

2/21 LOS BRAZOS(y el tronco por supuesto)

En esta instancia de deferencia al parecer, podríamos decirnos algo más, mi mano izquierda señala el punto, ¿Qué punto? Hablemos de la metonimia, de la polise-mia…Si mi mano izquierda señala algún punto y es decididamente la mano izquierda es porque soy siniestro, en primera instancia; segundo y reiterando al primero, se trata de usar la mano que mejor se domina, y con los dedos dispuestos a un concierto de movimientos entretenidos a la vista de cualquiera, llevar el dedo a cierto punto en

el pecho, al lado izquierdo de esta parte frontal… y ahí, sobresaltado por la ima-gen ridícula que este momento acarrea, decir: -Por aquí se siente, cerca a este pun-to, cerca al corazón, luego se desplaza por algún intestino y al llegar al estómago, los jugos gástricos y uno que otro trozo de comida aún en proceso de digestión re-volotean, parece un sinfín de puntos que se tocan entre sí, una armonía superior a la de las manos alebrestadas por la emoción pre-batracia en el estomago, hablar de algo con los brazos, y con los brazos abrazar, entrenados para hacerlo con fuerza, y plenos de dicha…

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reflexión o las reflexiones que se hagan no serán más que un tiempo perdido y esta lamentación se intensificará con el paso de los años o con los papeles que caen al suelo y son recogidos para cerciorarse de su efectivo abandono y olvido.

Apenas si las letras con cierta disposición inteligible y sintagmática logran expresar para mi pesar y de manera lejana así como poco creíble, la alegría del paso del tiem-po estando “vivito”...

Muchísimas gracias.

3/21 LA CABEZA (puro corazón)

Por lo pronto no se me ocurre algo, será que mi cabeza está de adorno, tal vez ne-cesite verla o pedirle que se deje abrazar, algo le podría enviar las piernas, los bra-zos, el tronco a la cabeza y escribirlo de todo corazón.

Si me preguntan por una opinión relacio-nada con alguna postura frente al tiempo y su paso o al menos el transcurrir que creemos notar en algunas circunstancias enajenantes y ajenas a cualquier compren-sión…

… Respondo con vocablos poco com-prensibles y quisiera que admitiéramos que ésta reflexión es en sí misma una an-típoda, es decir, y para corroborarlo, esta

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Un señor va por la calle y se encuentra un amigo de la infancia. El señor amigo de la infancia no le reconoce… ¿Por qué?

Una jovencita se encuen-tra un billete en la calle y con él piensa en comprar algunas cosas para su casa… no le alcanza… ¿Por qué?

Un perro tiene enormes deseos de orinar y no en-cuentra un árbol, poste, llanta o pared para ha-cerlo… ¿Por qué?

minación esperando el momento de tener un pájaro, bicho salvaje o de felpa, algo… …salió en busca de un residente y nada en el mar y nada de nada en la nada… ¿Por qué?

El martes por la maña-nita a Dubán le piden que pague el recibo del teléfono y contento se dirige a pagar, de cami-no se encuentra 10 luki-tas y junto con el capital de la factura se compra un libro raro de la única

80 Una señora está a punto de dar a luz y no encuen-tra la forma de parir con tranquilidad y a tiempo (puede morir la criaturi-ta) ¿Por qué?

Una jaula estaba desde el momento de su ter-

librería de esa ciudad… hasta ahora no ha re-puesto el dinero ni ter-minado el libro… ¿Por qué?

Los jueves al medio día solía, un pajarito de pe-cho naranja silbar en la antena de mi casa, hasta que ayer en la tarde se le ocurrió salir y chazz un rayo cayó y pailas que lo mató… ¿Por qué?

El día en que Cesar deci-dió salir a recorrer el ma-cizo colombiano en bici

al otro extremo del mu-nicipio, hasta Río Blan-co… ¿Por qué?

Por cosas que toda la vida hemos de ignorar, estuve esperando un programa en la televi-sión y justo al comenzar me agarra el sueño, el sopor se torna insupe-rable… no puedo ver el programa y mucho me-nos dormir… ¿Por qué?

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de repente le dio diarrea y la bicicleta que guar-daba en el patio fue rota por un árbol que cayó por culpa de un rayo… ¿Por qué?

Ayer pase por tu casa y ni me miraste… ¿Por qué?En el bus que tomo para ir a la casa de ferchis me encontré, un día, con una señora que por primera vez salía de su amada ve-reda Julumito, se dirigía al puesto de salud de La Esmeralda… se quedo dormida y paso derecho

[NOTA]Tengo un pedazo de plás-tico en la mano derecha y lo observo místicamente para de-vorar el color que posee, sentir la

textura del grabado hecho en china, lo encontré hace más de setenta años

mientras dormía al lado de mi bisabuela materna, me llamaba Cayetano y calletano había estado hasta hace pocos días en que note una leve luz contorneando la

piececilla fabulosa… supongo que podrían pasar otros cuantos años y seguiré queriendo masticar sin cansancio mi herencia, poseer el aura chistoso. Tal vez lo deje para mi nieta Aoi, puede que en esa época tengan que comer lo único que quedara para comer: Plástico.